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IBERO 44 a nueva Carta Encíclica de Francisco, Fratelli tutti 1 , ha abierto una nueva reflexión en torno a las mediaciones necesarias para construir la paz en las condiciones his- tóricas actuales. Cuando uno analiza este documento, cae en la cuenta de que esos caminos de paz no sólo son complejos, sino que implican varias medidas, crite- rios y contextos a los cuales habría que aplicarlos. La ejecución discernida de políticas que abonan a la paz implica un proceso largo y penoso. El objeti- vo del presente artículo es arrancar una reflexión en torno a dos factores esenciales que han de estar presentes en todo proceso de paz. Sabemos que no son los únicos. Posteriores reflexiones podrán ana- lizar otros elementos que deberán ser considerados. Caminos para la paz: dos condiciones indispensables Primer camino para la paz: reconocer los erro- res desde una memoria lúcida y fiel a la verdad El Papa Francisco hace titular el apartado del pará- grafo 226 “Recomenzar desde la verdad”. Podemos enlazar su reflexión con la tradición papal de iniciar cada año nuevo con un mensaje universal de paz, dirigido a todos los pueblos en un contexto huma- no de pretender comenzar dicho año con sueños e ilusiones nuevos. Cada año nuevo, a decir de Francisco, despierta en nuestros corazones la es- peranza 2 . Pero esta esperanza no puede limitarse a tener una mejor prosperidad económica, a realizar proyectos personales, a armonizar la vida familiar: ha de ir más allá del ámbito privado para unirse a un sueño colectivo. La paz anhelada no puede res- tringirse al fin de las guerras o la solución parcial o provisional de conflictos entre las naciones: ha de aspirar a resolver los problemas que las originan, que L JOSÉ SÁNCHEZ Z., S. J. Jesuita desde hace 36 años. Ingeniero Mecánico Administrador, licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales, y doctor en Teología con especialidad en Eclesiología. De 2011 a 2015 fue Rector del Colegio Máximo de Cristo Rey, miembro del Senado Universitario y de la Asamblea UIAC de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. También fue Rector del Centro Interprovincial de Formación San Francisco Javier en Bogotá, Colombia, de 2015 a 2018. Imparte clases de Eclesiología Bíblica y Sistemática, Cristología Sistemática, Escatología y Ministerios Eclesiales en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. FRATELLI TUTTI | EL PAPA FRANCISCO Y UN NUEVO ORDEN MUNDIAL | EXAMEN | 222. El individualismo consumista provoca mucho atropello. Los demás se convierten en meros obstáculos para la propia tranquilidad placentera. Entonces se los termina tratando como molestias y la agresividad crece. Esto se acentúa y llega a niveles exasperantes en épocas de crisis, en situaciones catastróficas, en momentos difíciles donde sale a plena luz el espíritu del “sálvese quien pueda”. Sin embargo, todavía es posible optar por el cultivo de la amabilidad. Hay personas que lo hacen y se convierten en estrellas en medio de la oscuridad. Papa Francisco, Carta Encíclica Fratelli tui, sobre la fraternidad y la amistad social, 2020.

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a nueva Carta Encíclica de Francisco, Fratelli tutti1, ha abierto una nueva reflexión en torno a las mediaciones necesarias para construir la paz en las condiciones his-tóricas actuales. Cuando uno analiza este documento, cae

en la cuenta de que esos caminos de paz no sólo son complejos, sino que implican varias medidas, crite-rios y contextos a los cuales habría que aplicarlos. La ejecución discernida de políticas que abonan a la paz implica un proceso largo y penoso. El objeti-vo del presente artículo es arrancar una reflexión en torno a dos factores esenciales que han de estar presentes en todo proceso de paz. Sabemos que no son los únicos. Posteriores reflexiones podrán ana-lizar otros elementos que deberán ser considerados.

Caminos para la paz: dos condiciones indispensables

Primer camino para la paz: reconocer los erro-res desde una memoria lúcida y fiel a la verdadEl Papa Francisco hace titular el apartado del pará-grafo 226 “Recomenzar desde la verdad”. Podemos enlazar su reflexión con la tradición papal de iniciar cada año nuevo con un mensaje universal de paz, dirigido a todos los pueblos en un contexto huma-no de pretender comenzar dicho año con sueños e ilusiones nuevos. Cada año nuevo, a decir de Francisco, despierta en nuestros corazones la es-peranza2. Pero esta esperanza no puede limitarse a tener una mejor prosperidad económica, a realizar proyectos personales, a armonizar la vida familiar: ha de ir más allá del ámbito privado para unirse a un sueño colectivo. La paz anhelada no puede res-tringirse al fin de las guerras o la solución parcial o provisional de conflictos entre las naciones: ha de aspirar a resolver los problemas que las originan, que

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JOSÉ SÁNCHEZ Z., S. J.

Jesuita desde hace 36 años. Ingeniero Mecánico Administrador, licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales, y

doctor en Teología con especialidad en Eclesiología. De 2011 a 2015 fue Rector del Colegio Máximo de Cristo Rey,

miembro del Senado Universitario y de la Asamblea UIAC de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

También fue Rector del Centro Interprovincial de Formación San Francisco Javier en Bogotá, Colombia, de 2015

a 2018. Imparte clases de Eclesiología Bíblica y Sistemática, Cristología Sistemática, Escatología y Ministerios

Eclesiales en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

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222. El individualismo consumista provoca mucho atropello. Los demás se convierten en meros obstáculos para la propia tranquilidad placentera. Entonces se los termina tratando como molestias y la agresividad crece. Esto se acentúa y llega a niveles exasperantes en épocas de crisis, en situaciones catastróficas, en momentos difíciles donde sale a plena luz el espíritu del “sálvese quien pueda”. Sin embargo, todavía es posible optar por el cultivo de la amabilidad. Hay personas que lo hacen y se convierten en estrellas en medio de la oscuridad.

Papa Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, 2020.

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hunden sus raíces en la explotación, la corrupción, el odio, la violencia y la falta de respeto a “la dignidad, la integridad física, la libertad” de un sinnúmero de sectores de la población, así como en la humillación, la exclusión y la injusticia, entre otras3.

Aunque estos problemas han subsistido durante siglos y permanecen en la agenda de los dirigentes po-líticos de las naciones, hay condicionantes que impiden que actúen a la medida de su responsabilidad. En este mismo mensaje, el Papa Francisco identifica el “miedo a la mutua destrucción” y la “amenaza de aniquilación total”4 como factores que impiden construir juntos un camino de paz y reconocimiento mutuo. ¿Cómo romper la lógica morbosa de la amenaza y del miedo? El Papa propone un camino de escucha basado en la memoria, la solidaridad y la fraternidad5.

Francisco recuerda a los Hibakusha, los sobrevi-vientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, como símbolos de personas que mantienen viva la llama de la conciencia colectiva y que, en este caso, testifican a las generaciones sucedáneas el horror y el sufrimiento indescriptible que vivieron en ese agosto de 1945. El papel de la memoria como parte del camino para la paz es resaltado en otros parágrafos de la Fratelli tutti. En el §231, Francisco hace referencia a esa difícil negociación para encontrar cauces con-cretos para construirla, donde no sólo intervienen distintas instituciones sociales, sino estas víctimas de la violencia de la Segunda Guerra Mundial, sino los “anónimos” de la sociedad. Por ello considera que, en esos diálogos, es importante la incorporación de los sectores “invisibilizados, para que sean precisamente las comunidades quienes coloreen los procesos de memoria colectiva”6.

Pero la memoria de los sufrimientos de las víctimas no es sólo una advertencia de lo que no se ha de volver

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228. El camino hacia la paz no implica homogeneizar la sociedad, pero sí nos permite trabajar juntos. Puede unir a muchos en pos de búsquedas comunes donde todos ganan. Frente a un determinado objetivo común, se podrán aportar diferentes propuestas técnicas, distintas experiencias, y trabajar por el bien común. Es necesario tratar de identificar bien los problemas que atraviesa una sociedad para aceptar que existen di-ferentes maneras de mirar las dificultades y de resolverlas. El camino hacia una mejor convivencia implica siempre reconocer la posibilidad de que el otro aporte una perspectiva legítima, al menos en parte, algo que pueda ser rescatado, aun cuando se haya equivocado o haya actuado mal. Porque “nunca se debe encasillar al otro por lo que pudo decir o hacer, sino que debe ser considerado por la promesa que lleva dentro de él”, promesa que deja siempre un resquicio de esperanza.

Papa Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, 2020.

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a repetir: debe ser un acicate para evitar la repetición de estos hechos y buscar caminos de conciliación verdadera. La experiencia ha de constituir el punto de partida de la búsqueda de soluciones comunes y para la toma de decisiones que afecten el presente y sean nuevas raíces para el futuro7.

Pero la conciencia de los desafíos de la huma-nidad y sus innumerables problemas, la recupera-ción de la memoria colectiva de los estragos de la violencia, de la guerra y de las discordias entre los seres humanos, y la búsqueda de las soluciones en un diálogo abierto y sincero no bastan para esta-blecer la paz: se requiere “navegar con la bandera de la verdad”. El concepto de verdad aparece como uno de los hilos conductores de la encíclica Fratelli tutti. La verdad tiene que ser “fundamento de los consensos” para llegar a un acuerdo final8, y ha de ser la base para establecer un diálogo fructífero y una amistad social. También ha de buscarse porque implica hacer conciencia de las motivaciones que están en la base de nuestras opciones y de nues-tras leyes9. Por otra parte, la verdad “colorea” lo verdadero, pues no se trata sólo de servir al bien común, sino de poner la política al servicio del “verdadero bien común”10. No se trata sólo de que el amor sea efectivo11 y de que adquiera un esta-tus de “amor político”12, sino que lleguemos a una “verdadera apertura universal”13, donde se valore y respete la diferencia, donde se ame al otro sin distinción, donde se aprenda a vivir junto al otro, sea quien sea, en armonía y paz14. No se trata sólo de que nos reconciliemos como personas y como naciones, sino de que lleguemos a una “verdadera reconciliación” que forme una nueva sociedad ba-sada en el servicio a los demás, en el compartir, en la valoración de nuestro “estar juntos” como seres humanos, familia, nación, raza o cultura15.

En este sentido, afrontar la verdad en la construc-ción de la paz implica dejar a un lado diplomacias vacías, dobles discursos, ocultamientos o buenos modales que esconden la realidad16. Ciertamente, las partes han de haber reconocido sus errores y han de asumirse también como componentes de los problemas –y de la solución– que nos atañen a todos. Ahí cabe la expresión de Francisco “memoria penitencial”. Así es como la verdad histórica servirá de cimiento para un trabajo colaborativo que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que abre caminos a una esperanza común que sobrepase el deseo de venganza17.

Segundo camino para la paz: la persona hu-mana como centro de toda acción política, social y económicaEsta segunda condición de Francisco, además de ser central y estar afirmada de distintas maneras en el documento, no es nueva. Con otras palabras, y desde una reflexión de antropología teológica, la Consti-tución Pastoral Gaudium et Spes ya había señalado al ser humano en sí mismo con “el centro y cima” de todos los bienes de la tierra18. Con todo, este ser humano no está pensado como individualidad, sino como colectividad, pues Gaudium et Spes toma en cuenta la humanidad entera, actual y en todos los tiempos, que está en el sueño de Dios, que desea constituirla como una sola familia donde puedan todos ser considerados como hermanos19. Pero vis-lumbrar la humanidad como un todo no desdeña la apreciación de cada individuo, pues “el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados”20. Y aquí es donde Francisco revela ser continuador del espíritu del Concilio Vaticano II, pues así como la Gaudium et Spes manifiesta que “el sujeto y fin de todas las

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233. La procura de la amistad social no implica solamente el acercamiento entre grupos sociales distancia-dos a partir de algún período conflictivo de la historia, sino también la búsqueda de un reencuentro con los sectores más empobrecidos y vulnerables. La paz “no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable –especialmente de aquellos que ocupamos un cargo de más amplia responsabilidad– de reco-nocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación”.

Papa Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, 2020.

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instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta nece-sidad de la vida social”21, el Papa Francisco estima que la lucha por la paz y el encuentro entre las partes para encontrarla “exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común”22.

Nunca será suficiente insistir en el hecho de que la Iglesia no puede ser ajena a la promoción de toda la persona en todas sus dimensiones, pues la defensa de la vida de las personas es parte y concreción de su mensaje evangelizador. El mismo Concilio Vaticano II, al analizar el bien común, no sólo está tomando en cuenta los derechos religiosos, espirituales o morales de los seres humanos; está pensando en la promoción de la “familia humana”. Si se ve a la persona humana en su conjunto y en su inherente dignidad, la Consti-tución Gaudium et Spes es clara y contundente cuando piensa en las necesidades elementales que deben ser cubiertas para todo hombre y mujer sobre esta tierra: “Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda, el derecho a la libre elección de Estado y a fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una adecuada información, a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la pro-tección de la vida privada y a la justa libertad también en materia religiosa”23.

El Papa Francisco, en un nuevo contexto, actualiza dicho principio. Para él, los problemas anteriores no sólo persisten, sino que han generado nuevas consecuen-cias, verdaderos flagelos de las sociedades y ciudades modernas24. Delante de situaciones tan alarmantes, la caridad humana –y cristiana– se siente profunda-mente interpelada e invitada a intervenir para paliar el sufrimiento de las personas cuya subsistencia está

en riesgo. Pero, cuando esta caridad quiere ser más amplia y universal, el ser humano solidario se une a otros para “generar procesos sociales de fraternidad y justicia para todos”, con los que entra –consciente o inconscientemente, deseándolo o no– a una más amplia caridad, a la “caridad política”25. Esta caridad pretende incidir en “macrorrelaciones”, en relaciones sociales, económicas y políticas26, y supera la menta-lidad individualista al unirse a la voluntad de otros ciudadanos/as y creyentes en la búsqueda del bien común, que está al alcance de cualquier ciudadano/a de cualquier parte del mundo y de la historia.

Aunque el Papa Francisco prolonga la tradición cristiana de la consideración de la persona humana como un todo complejo que se mueve en los ámbitos económico, cultural, político, religioso y ambiental, y que ha de ser atendida en todos ellos, añade algo que es muy particular en su pontificado: en esa mirada que todo hombre o mujer ha de poner en las necesidades más elementales del “otro”, ha de tener una sensibilidad especial por los más pobres. El logro de lo que él llama “amistad social” no se puede alcanzar sin considerar a los sectores más empobrecidos y vulnerables de la historia27. Esta atención de los pobres por parte de la Iglesia no es una novedad, ni tampoco una originalidad en la historia de las sociedades políticas de las naciones: de diferentes maneras, y a través de la intervención de diferentes grupos sociales, religiosos, culturales, pero también por regencias políticas diversas, se han atendido poblaciones desfavorecidas. Lo que Francisco añade de relevante –aunque no tan nuevo28– es que la construcción de la paz implica un acercamiento particular a esos “hermanos nuestros”. Esta aproxi-mación implica que hemos de incorporarlos en los procesos de reconciliación de modo que, de verdad, puedan sentirse actores relevantes de los diálogos no sólo como víctimas de la exclusión y de explotación,

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236. Algunos prefieren no hablar de reconciliación porque entienden que el conflicto, la violencia y las ruptu-ras son parte del funcionamiento normal de una sociedad. De hecho, en cualquier grupo humano hay luchas de poder más o menos sutiles entre distintos sectores. Otros sostienen que dar lugar al perdón es ceder el propio espacio para que otros dominen la situación. Por eso, consideran que es mejor mantener un juego de poder que permita sostener un equilibrio de fuerzas entre los distintos grupos. Otros creen que la reconcilia-ción es cosa de débiles, que no son capaces de un diálogo hasta el fondo, y por eso optan por escapar de los problemas disimulando las injusticias. Incapaces de enfrentar los problemas, eligen una paz aparente.

Papa Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, 2020.

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sino como los principales protagonistas del destino de su nación29.

Por otra parte, esta inclusión de los pobres en los diálogos de paz no se ha de hacer –aunque los cál-culos coyunturales así lo puedan pedir– sólo desde la consideración de que, sin igualdad de oportuni-dades para todos, ningún programa político, recurso policial o de inteligencia bastará para encontrar la tranquilidad30; se debe de realizar también —y es-pecialmente— desde una genuina “amistad con los pobres”31. Si históricamente las sociedades civiles y políticas han vislumbrado a los pobres como “objetos de nuestra caridad pastoral” u “objetos de nuestra lástima social”, el Papa Francisco invita a generar medidas políticas que no sólo sean “para los pobres”, sino con ellos, de ellos y que se inserten en proyectos que reunifiquen a los pueblos32.

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241. No se trata de proponer un perdón renunciando a los propios derechos ante un poderoso corrupto, ante un criminal o ante alguien que degrada nuestra dignidad. Estamos llamados a amar a todos, sin excepción, pero amar a un opresor no es consentir que siga siendo así; tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable. Al contrario, amarlo bien es buscar de distintas maneras que deje de oprimir, es quitarle ese poder que no sabe utilizar y que lo desfigura como ser humano. Perdonar no quiere decir permitir que sigan pisoteando la propia dignidad y la de los demás, o dejar que un criminal continúe haciendo daño. Quien sufre la injusticia tiene que defender con fuerza sus derechos y los de su familia precisamente porque debe preservar la dignidad que se le ha dado, una dignidad que Dios ama. Si un delincuente me ha hecho daño a mí o a un ser querido, nadie me prohíbe que exija justicia y que me preocupe para que esa persona –o cualquier otra– no vuelva a dañarme ni haga el mismo daño a otros. Corresponde que lo haga, y el perdón no sólo no anula esa necesidad, sino que la reclama.

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1 Dada en Asís, junto a la tumba de San Francisco, el 3 de octubre de 2020.2 Cfr. Papa Francisco, Mensaje del Santo Padre Francisco para la celebración de la 53ª Jornada Mundial

de la Paz, 1 enero de 2020, §1.3 Ibidem.4 Ibidem.5 Ibidem §2.6 Papa Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti (FT) §231. La Carta Encíclica toma esta cita de su Homilía

durante la Santa Misa, en Cartagena de Indias, Colombia, del 10 de septiembre de 2017. Como sabemos, su viaje a Colombia tuvo, entre otras intenciones, contribuir a que el proceso de paz en este sufrido país siguiera su cauce hacia la reconciliación.

7 Papa Francisco, Mensaje del Santo Padre Francisco para la celebración de la 53ª Jornada Mundial de la Paz, §2.8 FT §206 y 207.9 Ibidem §208.

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246. A quien sufrió mucho de manera injusta y cruel, no se le debe exigir una especie de “perdón social”. La reconciliación es un hecho personal, y nadie puede imponerla al conjunto de una sociedad, aun cuando deba promoverla. En el ámbito estrictamente personal, con una decisión libre y generosa, alguien puede re-nunciar a exigir un castigo (cf. Mt 5,44-46), aunque la sociedad y su justicia legítimamente lo busquen. Pero no es posible decretar una “reconciliación general”, pretendiendo cerrar por decreto las heridas o cubrir las injusticias con un manto de olvido. ¿Quién se puede arrogar el derecho de perdonar en nombre de los demás? Es conmovedor ver la capacidad de perdón de algunas personas que han sabido ir más allá del daño sufrido, pero también es humano comprender a quienes no pueden hacerlo. En todo caso, lo que jamás se debe pro-poner es el olvido.

Papa Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, 2020.

10 Ibidem §154.11 Ibidem §183.12 Ibidem §186 y 187.13 Ibidem §99.14 Ibidem §100.15 Ibidem §229.16 Ibidem §226.17 Papa Francisco, Mensaje del Santo Padre Francisco para la celebración de la 53ª Jornada Mundial de la Paz, §6.18 Constitución Pastoral Gaudium et Spes (GS) §12.19 Ibidem §24.20 Ibidem §25.21 Ibidem. Con lo cual afirma que la “persona humana” no es un concepto abstracto, sino que cada individuo, en su

existencia concreta en este mundo, tiene nombre y apellido, una historia, una ciudadanía, derechos y obligaciones, una dignidad y una necesidad de ser considerado humana, social, política, cultural, económicamente, etcétera.

22 FT §232.23 GS §26.24 El Papa Francisco menciona, entre otros, la trata de seres humanos, el comercio de órganos y tejidos humanos,

la explotación sexual de niños y niñas, el trabajo esclavo que incluye la prostitución, el tráfico de drogas y las armas, así como el terrorismo y el crimen internacional organizado (FT §188).

25 FT §180. Es revelador que aquí cita a Pío XI (Discurso a la Federación Universitaria Católica Italiana), 18 de diciembre de 1927: L’Osservatore Romano (23 de diciembre de 1927), un discurso que tiene casi cien años. Hablamos, pues, del espíritu del amor político o público que ha estado siempre presente en la tradición cristiana.

26 FT §181.27 FT §233. 28 La Teología de la Liberación, entre otros grupos y reflexiones sociales y políticas de los siglo XIX y XX, ya

había insistido en la necesidad de que los pobres sean protagonistas de su propia liberación y de la nueva historia construida desde abajo y desde los pequeños.

29 FT §233.30 FT §235.31 FT §234. Se cita a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de

Aparecida (29 de junio de 2007), §398.32 FT §169. Aquí se cita un discurso del Papa a movimientos populares en 2016 (Discurso a los participantes en

el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 5 de noviembre de 2016): L’Osservatore Romano, edición semanal en lengua española (11 de noviembre de 2016), p. 8.