Buenos mayordomos del tiempo Sal 39:4-7 Buenos mayordomos del tiempo Sal 39:4-7.

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Buenos mayordomos del tiempo

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“No tenemos poco tiempo, sino que perdemos mucho”

Lucio Anneo Séneca (4 a.C. – 65 d.C.)

Filósofo latino

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IntroducciónEl Retrato de Dorian Gray es la única novela que escribió Oscar Wilde, y en ella se narra el deseo que se transforma en obsesión del propio Dorian Gray por mantenerse siempre joven e impedir el inexorable paso del tiempo en su hermosa apariencia. Fue Basilio Howard, pintor inglés, quien plasmó la figura de Dorian en un lienzo y captó toda la belleza de este apuesto adonis. Dorian, al verse retratado en ese lienzo, tiene el deseo de que su aspecto físico permanezca y que el cuadro envejezca y reciba el efecto de sus malas acciones.

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Dorian se vio influenciado por Lord Henry Wotton, amigo de Basilio, quien lo condujo a todo tipo de lujos y excentricidades. Así, el narcisismo y la vanidad condujeron a Dorian Gray a cometer toda clase de excesos –provocar la muerte de Sybil, su novia; vivir una vida vacía y sin rumbo; la perversión de todo aquel que se acercaba a él— y poco a poco el cuadro se fue deformando debido al paso del tiempo y al tipo de vida perversa que llevó.

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Al paso de 18 años, el cuadro estaba completamente deformado, pero la apariencia física y la belleza del rostro de Dorian estaban intactas: había logrado detener el paso del tiempo en su cuerpo, pero su vida se había tornado completamente vacía y su alma se había corrompido hasta lo más bajo.

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Muchas personas son como Dorian Gray, ya que anhelan que el tiempo detenga su fatídico paso sobre ellas; quieren que los días, las semanas, los meses y los años no hagan mella en sus vidas. Sin embargo, la Biblia dice que todo ser humano está sometido al paso del tiempo, que nuestras vidas son cortas, que nuestros días son como la hierba, que nuestros años son como el rocío de la mañana, que nuestros días tienen medida. Por lo tanto, debemos ser buenos mayordomos del tiempo, debemos aprovecharlo, debemos ser sabios en su uso.

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Así, a la luz del Salmo 39:4-7, debemos tener una clara conciencia del sabio uso de nuestro tiempo. Debemos saber aprovechar cada instante que el Señor nos da.

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¿Qué podemos aprender de la sabia

mayordomía del tiempo? ¿Cómo ser sabios en el uso del tiempo que el Señor nos

da?

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“Como mayordomos entendidos reconocemos que:” “Como mayordomos entendidos reconocemos que:”

I. Nuestro esplendor tiene una frontera, Sal 39:4

“Hazme saber, Señor, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días”

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“Como mayordomos entendidos reconocemos que:” “Como mayordomos entendidos reconocemos que:”

II. Nuestra existencia es frágil, Sal 39:5

“Y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive”

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“Como mayordomos entendidos reconocemos que:” “Como mayordomos entendidos reconocemos que:”

III. Nuestro esfuerzo es frustrante, Sal 39:6

“Ciertamente, el hombre en vano se afana; amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá”

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“Como mayordomos entendidos reconocemos que:” “Como mayordomos entendidos reconocemos que:”

IV. Nuestra esperanza está en la fuerza de Dios, Sal 39:7

“Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti”.

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Conclusión

En una prisión del estado de Mississipi, en el área de condenados a muerte, se encuentran aquellos prisioneros que esperan el día de su ejecución. La mayoría de ellos están acostados en sus literas, mirando sin comprender pantallas de televisión en blanco y negro, matando el tiempo. Pero en una celda un hombre estaba sentado en su litera leyendo. El libro que tenía en sus manos era un manual de instrucciones sobre la liturgia episcopal.

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Juan Irving, por más de quince años en el pabellón a condenados a muerte, estaba estudiando para el sacerdocio. Le permiten salir de su celda una hora al día. El resto del tiempo estudia.

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Cuando un capellán de prisión se dio cuenta que en su celda no había más que algunos libros, pensó en las bendiciones materiales que Dios le había dado y quería compartir algo con él. Así, este capellán le ofreció regalarle un televisor. Pero Juan rechazó la oferta, pues le dijo que la televisión hace perder una cantidad horrorosa de tiempo.

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Por quince años desde que el juez puso número a sus días, Juan ha decidido no desperdiciar el único artículo que tiene para darle al Señor:

su tiempo.

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Nosotros, a la luz de este pasaje reconocemos que nuestro

esplendor tiene una frontera, que

nuestra existencia es frágil y que

nuestros esfuerzos se ven frustrados. Es por esto que debemos ser mayordomos entendidos y aprovechar sabiamente el tiempo que el Señor nos da.