Broma Lecturas

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MILAN KUNDERA LA BROMA Traducción del checo de Fernando de Valenzuela

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MILAN KUNDERALA BROMATraduccin del checo de Fernando de Valenzuela001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 5Asque,despusdemuchosaos,meencontrabaotravezencasa.Estabaenlaplazaprincipal(porlaquehabapasadoinfinidad de veces de nio, de muchacho y de joven) y no sen-ta emocin alguna; por el contrario, pensaba que aquella plazallana,porencimadecuyostejadossobresalelatorredelayun-tamiento (semejante a un soldado con su yelmo), tiene aspectodepatiodecuartelyqueelpasadomilitardeestaciudadmo-rava que sirvi en tiempos de bastin contra los ataques de hn-garos y turcos haba marcado en su rostro un rasgo de fealdadirrevocable.Despus de tantos aos, no haba nada que me atrajera haciami lugar de nacimiento; me dije que haba perdido todo intersporlymeparecinatural:haceyaquinceaosquenovivoaqu, no me quedan en este sitio ms que un par de amigos oconocidos (y aun a sos trato de evitarlos) y a mi madre la ten-go aqu enterrada en una tumba ajena, de la que no cuido. Peromeengaaba:loquellamabadesinterseraenrealidadrencor;sus motivos se me escapaban, porque en mi ciudad natal me ha-ban ocurrido cosas buenas y malas, como en todas las dems ciu-dades, pero el rencor estaba presente; haba tomado conciencia del precisamente con ocasin de este viaje; el objetivo que perse-gua lo hubiera podido lograr, a fin de cuentas, tambin en Praga,pero me haba empezado a atraer irresistiblemente la posibilidadque se me ofreca de llevarlo a cabo en mi ciudad natal, precisa-mente porque era un objetivo cnico y bajo, que burlonamente meliberaba de la sospecha de que el motivo de mi regreso pudieraser la emocin sentimental por el tiempo perdido.11001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 11Le ech otra mirada custica a la fea plaza y despus le di laespalda y me encamin al hotel en el que tena reservada mi ha-bitacin.Elporteromeentregunallaveconunaboladema-dera y me dijo: Segunda planta. La habitacin era de lo msvulgar:juntoalaparedunacama,enelcentro unamesape-quea con una sola silla, junto a la cama un aparatoso tocadorde madera de caoba con un espejo y junto a la puerta un lava-bopequesimoydescascarillado. Coloqulacarterasobrelamesayabrlaventana:lavistadabaalpatiointerioryaunascasas que le mostraban al hotel sus espaldas desnudas y sucias.Cerrlaventana,corrlascortinasymedirighaciaellavabo,quetenadosgrifos,unoconunasealrojayelotroconunaazul;losprobydelosdossalaaguafra.Mefijenlamesa;noestabamaldeltodo,cabraperfectamenteunabotellacondosvasos,perolomaloeraquealamesanosepodasentarms que una persona, porque en la habitacin no haba ms si-llas.Arrimlamesaalacamaehicelapruebadesentarmeenella, pero la cama era demasiado baja y la mesa demasiado alta;adems, lacamasehunditantoqueenseguidamedicuentade que no solo era difcil que sirviera para sentarse, sino que in-clusosusfuncionespropiasdecamaeradudosoquelascum-pliera.Meapoyenellaconlospuos;despusmeacostle-vantando cuidadosamente los zapatos para no manchar la sbanay la colcha. La cama se hundi bajo el peso de mi cuerpo y yomequedallacostadocomoenunahamacacolganteounatumba estrecha: era imposible imaginar que en aquella cama seacostara alguien ms junto a m.Me sent en la silla mirando las cortinas que filtraban la luzymepuseapensar.Enaquelmomentoseoyeronpasosyvo-ces en el pasillo; eran dos personas, un hombre y una mujer, es-taban hablando y se entenda cada una de sus palabras: hablabandeuntalPetrquesehaidodecasa ydeunataltaKlaraqueera tonta y malcriaba al nio; despus se oy el ruido de la llaveen la cerradura, la puerta que se abra y las voces que continua-ban enlahabitacindeallado;seoanlossuspirosdelamu-jer (se oa hasta un simple suspiro!) y la declaracin del hombrede que por fin iba a decirle cuatro cosas a Klara.12001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 12Me levant y ya estaba decidido; me lav las manos en el la-vabo,melassequenlatoallaysaldelhotel,aunquealprin-cipio no saba exactamente adnde ira. Lo nico que saba eraque si no quera poner en peligro el xito de todo mi viaje (unviaje sumamente largo y fatigoso) solo porque la habitacin delhotel no fuese la adecuada, me vera en la obligacin, aunquenotenaningunasganasdehacerlo,dedirigirmeaalguno demisamigosdeaquconunapeticinconfidencial.Pasrpida-mente revista a todos los viejos rostros de mi juventud, pero losdesech inmediatamente por el simple hecho de que el carcterconfidencialdelserviciosolicitadomehubieraobligadoauntrabajoso tendido de puentes a travs de los largos aos duran-teloscualesnoloshabavisto,yesosqueyano tenaganasde hacerlo. Pero despus me acord de que probablemente vivaaqu una persona a la que aos atrs yo le haba conseguido unpuestodetrabajoenestaciudadyqueestaramuycontentasituvieralaoportunidaddepagarmeaquelfavor.Eraunhombreextrao, escrupulosamente tico, pero al mismo tiempo curiosa-menteintranquiloeinconstante,cuyamujersehabadivorcia-dodel,porloqueyos,sencillamenteporquevivaencual-quier sitio menos con ella y con su hijo. Ahora lo nico que mepreocupaba era que no se me hubiera vuelto a casar, porque esohubiesehechomsdifcilqueaccedieseamipeticin,yfuir-pidamente a buscarlo al hospital.El hospital es una serie de edificios y pabellones desperdiga-dos en un amplio jardn; entr en la pequea garita que est jun-to a la puerta principal y le ped al portero que me pusiera convirologa; me acerc el telfono hasta el borde de la mesa y dijo:Cerodos!.Marquporlotantoelcerodosymeenterdeque el doctor Kostka acababa de salir haca unos segundos y quesedirigahacialapuerta.Mesentenunbancocercadelasa-lida,demodoquenopudierapasarsinqueyoloviera, ymedediquaobservaraloshombresquevagabanporaquconsusdelantalesarayasazulesyblancas,yentonceslovi:pensa-tivo, alto, delgado, con una cierta fealdad simptica, s, era l.Me levant del banco y fui directamente hacia l, como si pre-tendiera provocar un choque; me mir enfadado, pero en segui-13001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 13damereconociyextendilosbrazos.Mepareciquesusor-presa era casi feliz y el modo espontneo con que me salud meprodujo placer.Le expliqu que haba llegado haca menos de una hora pararesolver una cuestin sin importancia que me retendra aqu unosdos das y l manifest inmediatamente su sorpresa y su agradopor que hubiera ido a verlo antes que a nadie. De repente mesent molesto por no haber ido a verlo desinteresadamente, sinotro motivo que el de estar con l, y porque hasta la preguntaqueleestabahaciendo(lepreguntabajovialmentesisehabavueltoacasar)nohacamsquesimularunintersverdadero,pero era en realidad framente calculadora. Me dijo (para mi sa-tisfaccin) que segua solo. Yo afirm que tenamos mucho quecontarnos. Estuvo de acuerdo y lament no tener, por desgracia,apenasalgomsdeunahora,porquedebaregresaralhospitaly por la noche sala fuera de la ciudad en autobs. Ya no viveaqu?, me horroric. Me asegur que s viva all, que tena unapartamentoenunedificionuevo,peroquenoesbuenoqueelhombreestsolo.ResultqueKostkatenaenotraciudad,a veinte kilmetros de aqu, una novia, que era maestra y hastatena un piso con dos habitaciones. Piensa ir a vivir con ella?,le pregunt. Me dijo que le sera difcil conseguir en otra ciudaduntrabajotaninteresantecomoelqueyolehabaayudadoaencontraryque,porotraparte,asunovialeseramuycom-plicadoobtenerunaplazaaqu.Empecamaldecir(conbas-tante sinceridad) la torpeza de la burocracia, que no es capaz defacilitar las cosas para que un hombre y una mujer vivan juntos.Tranquilcese, Ludvik, me dijo en un tono amable y compren-sivo, la cosa no resulta tan insoportable. Gasto algo de tiempoy dinero en viajar pero conservo mi soledad y soy libre. Paraqu necesita usted tanta libertad?, le pregunt. Para qu la ne-cesita usted?, me devolvi la pregunta. Yo soy un mujeriego,le contest. Yo no necesito la libertad a causa de las mujeres, laquiero para m mismo, dijo y continu: Vayamos un rato a casa,antes de que tenga que volver al hospital. Era precisamente loque yo deseaba.Salimos del hospital y pronto llegamos a un grupo de edifi-14001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 14ciosnuevosqueemergansinlamenorarmona,unosjuntoaotros,deunterrenoaccidentadoypolvoriento(sincsped,sinaceras,sincarretera)yformabanalfinaldelaciudaduntristeescenarioquelindabaconlallanuravacadeloscamposleja-nos.Entramospor unapuerta,subimosporunaescaleraestre-cha(elascensornofuncionaba)ynosdetuvimosenlaterceraplanta, donde me encontr con el nombre de Kostka en una delas puertas. Cuando pasamos de la antesala a la habitacin que-d completamente satisfecho: en la esquina haba un sof-camaamplio y cmodo; adems del sof-cama haba una mesita, unsilln, una biblioteca grande, un tocadiscos y una radio.Le elogi a Kostkasuhabitacinylepreguntcmoeraelcuartodebao.Noesnadadelotromundo,dijo,contentopor el inters que yo demostraba, y me invit a pasar a la ante-sala donde estaba la puerta de un cuarto de bao pequeo perobastante confortable, con su baera, su ducha y su lavabo. Al vereste hermoso apartamento suyo se me ocurre algo, dije. Quharmaanaporlatardeyporlanoche?Pordesgracia,sedisculpcontonodepena,tengomuchashorasdeguardiayno regresar hasta las siete. No estar libre por la noche? Creoque por la noche estar libre, respond, pero antes, no podraprestarme el apartamento durante la tarde?Se qued sorprendido por mi pregunta, pero en seguida (comositemieradarlaimpresindequenolohacadebuenagana)medijo:Encantadodecompartirloconusted. Ycontinu,como si hiciese todo lo posible para no enterarse de los moti-vosdemipeticin:Sitieneproblemasdealojamiento,puedequedarse a dormir hoy mismo, porque yo no regresar hasta ma-ana por la maana, y en realidad por la maana tampoco, por-queirdirectamentealhospital.No,nohaceningunafalta.Tengo una habitacin en el hotel. Pero es bastante desagradabley maana por la tarde necesitara estar en un sitio agradable. Cla-ro que no pretendo estar solo. Claro, dijo Kostka agachandolevemente la cabeza, ya me lo imaginaba. Despus de un mo-mentoafirm:Estoyencantadodepoderofrecerlealgobue-no. Y luego aadi: Si es que de verdad le resulta bueno.Despus nos sentamos a la mesa (Kostka hizo un caf) y es-15001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 15tuvimos un rato charlando (me sent en el sof-cama y compro-bconsatisfaccinqueerafirmeynosehundanichirriaba).LuegoKostkadijoqueibaatenerquevolveralhospitalyporesomeintrodujorpidamenteenalgunosdelossecretosdelacasa: hay que cerrar con fuerza el grifo de la baera, el agua ca-liente, en contra de lo habitual, sale por el grifo que lleva la le-traF,elenchufeparaeltocadiscosestdetrsdelsofyenelarmariohayunabotelladevodkacasientera.Despusmediounllaverocondosllavesymeenseculeraladelapuertade calle y cul la del piso. A lo largo de mi vida he dormido enmuchas camas distintas y me he creado un culto especial por lasllaves,demodoquelasllavesdeKostkamelasmetenelbol-sillo con un silencioso sentimiento de alegra.Cuando ya se iba, Kostka manifest su deseo de que su apar-tamentometrajeraalgoverdaderamentebello.S,ledije,me permitir llevar a cabo una bella destruccin. Usted creequelasdestruccionespuedenserbellas?,dijoKostka,yyomereparamisadentrosporqueenestapregunta(formuladaconmoderacin pero pensada con nimo de combate) lo reconocatal como era (simptico y cmico a la vez) cuando lo conoc hacems de quince aos. Le contest: Ya s que es usted un obrerocallado que trabaja en la eterna obra de Dios y que no le gustaor hablar de destrucciones, pero qu le voy a hacer: yo no soyunalbaildeDios.Porlodems,silasconstruccionesqueha-cen los albailes de Dios tienen paredes de verdad, es difcil quenuestras destrucciones puedan hacerles el menor dao. Pero meda la impresin de que en lugar de paredes, lo que veo por todaspartes son simples decorados. Y la destruccin de los decoradoses algo completamente justo.Ya estbamos otra vez en el mismo punto en el que nos ha-bamos separado la ltima vez (quizs hace unos nueve aos);nuestradiscusintenaenestemomento unaspectomuyabs-tracto, porque sabamos bien cul era su fundamento concretoynotenamosnecesidadderepetirlo;lonicoquenecesitba-mosrepetireraquenohabamoscambiado,queseguamossinparecernoselunoalotro(tengoquereconocerqueesafaltade parecido era una de las cosas que me agradaban de Kostka y16001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 16poresomegustabadiscutirconl,porquemepermitavolvera poner en evidencia quin era en realidad yo mismo y qu eralo que pensaba). Para que no me quedaran dudas sobre l, me res-pondi: Eso suena muy bien. Pero dgame una cosa: si es ustedtan escptico, de dnde saca esa seguridad a la hora de diferen-ciar las paredes y los decorados? No ha puesto nunca en duda quelasilusionesdelasquesereseansoloilusiones?Quocurri-rasiseequivocase?Sisetrataradevaloresyustedfueraundestructor de valores?. Y despus dijo: Un valor vulnerado yuna ilusin desenmascarada suelen tener el cuerpo igual de mor-tificado, se parecen, y no hay nada ms fcil que confundirlos.AcompaaKostkaderegresoalhospital,atravesandolaciudad.Jugabaconlasllavesenelbolsilloymesentaagustoen compaa de un viejo amigo que era capaz de tratar de con-vencermedequetenaraznencualquiermomentoyencual-quierlugar,porejemploahora,porelcaminoqueatraviesalaaccidentadasuperficiedelosbarriosnuevos.ClaroqueKostkasabaqueannosquedabatodalanochedeldasiguiente,yporeso,alcabodeunrato,pasdelafilosofaalaspreocu-paciones corrientes, se asegur una vez ms de que yo iba a es-tar esperndolo en su casa cuando regresase a las siete de la tar-de(notenamsllavesquelasquemedejaba)ymepreguntsi de verdad no necesitaba nada ms. Me llev la mano a la carayledijequelonicoquenecesitaraserairalbarbero,por-queya me haca falta afeitarme. Estupendo, dijo Kostka, meencargar de conseguirle un afeitado de primera.No puse obstculos a los cuidados de Kostka y me dej con-ducir hasta una pequea barbera, donde frente a tres espejos seerguantresgrandessillonesgiratoriosyendosdeelloshabados hombres sentados con la cabeza echada hacia atrs y jabnde afeitar en la cara. Dos mujeres con delantal se inclinaban so-bre ellos. Kostka se acerc a una de ellas y le susurr algo. Lamujer limpi la navaja con un pao y llam a alguien que es-taba en la parte trasera del local: apareci una chica con un de-lantalblancoquesehizocargodelseorquehabaquedadoabandonado en el silln, mientras que la mujer con la que ha-ba hablado Kostka me salud con una inclinacin de cabeza y17001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 17me indic con la mano que me sentase en el silln vaco. Le dila mano a Kostka en seal de despedida y me sent, apoy la ca-beza hacia atrs en el reposacabezas y dado que despus de tan-tos aos de vida no me agrada mirar mi propia cara, evit el es-pejo que estaba enfrente, levant la vista y la dej vagar por lasmanchas del techo encalado.Mantuvelavistaeneltechoauncuandosentenelcuellolosdedosdelapeluqueraquememetanpordetrsdelcue-llodelacamisaundelantalblanco.Luegolapeluqueraseale-jyyoyanoomsqueelmovimientodelanavajasobreelcuero mientras la afilaba y permanec en una especie de gozosainmovilidad llena de una agradable indiferencia. Al cabo de unrato sent en la cara unos dedos hmedos que extendan por mipiel la crema y me di cuenta de una cosa rara: una mujer extra-a, que no me importaba nada y a la que nada le importaba yo,meacariciabaconternura. Despus,conunabrocha,lapelu-queracomenzaextendereljabnymepareciquequizsnoestabanisiquierasentado,sinoquesimplementeflotabaenel espacio blanco sembrado de manchas. Y en ese momento meimagin(porquelasideasnodejandejugarnienlosmomen-tos de descanso) que era una vctima indefensa y que estaba amerced de la mujer que haba afilado la navaja. Y como mi cuer-po se dilua en el espacio y solo senta la cara a la que tocabanlos dedos, me imagin con facilidad que sus tiernas manos sos-tenan (acariciaban, movan) mi cabeza, como si no la conside-rasenunidaalcuerpo,sinosolaensmisma,demodoquelaafilada navaja, que esperaba en la mesilla, iba a poder coronaraquella hermosa autonoma de la cabeza.Luegoseinterrumpielcontactodelosdedosyoquelapeluquerasealejaba,queahorasdeverdadcogalanavaja,yen ese momento me dije (porque las ideas continuaban con susjuegos)quetenaqueverculeraelaspectodelaque mante-na mi cabeza, de mi tierno asesino. Despegu la vista del techoy mir al espejo. Y entonces me qued asombrado: el juego conelquemehabaestadodivirtiendoadquiriderepenterasgosextraamente reales; y es que me pareci que a la mujer que seinclinaba hacia m en el espejo, la conoca.18001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 18Con una mano sostena el lbulo de mi oreja, con la otra ras-paba cuidadosamente el jabn de mi cara; pero entonces, al mi-rarla,laidentidadquehaca unmomentoacababadecompro-barconasombroempezadisolverseyaperderselentamente.Luego se inclin sobre el lavabo, con dos dedos quit la espumadelanavaja,seirguiycambisuavementelaposicindelsi-lln; en ese momento se encontraron por un instante nuestrasmiradas y a m me volvi a parecer que era ella! Seguro, la caraes bastante distinta, como si perteneciera a su hermana mayor,griscea, marchita, un tanto hundida, pero si hace quince aosque nos hemos visto por ltima vez! A lo largo de esos aos eltiempo ha impreso sobre su rostro verdadero una mscara falsa,pero por suerte la mscara tiene dos orificios a travs de los cua-les pueden volver a mirarme sus reales y verdaderos ojos, tal comolos conoc.Pero luego las pistas volvieron a complicarse: un nuevo clien-te entr en el saln, se sent en una silla detrs de m a esperarque le llegase el turno; al poco tiempo se dirigi a mi peluquera;le dijo algo acerca de lo agradable que era el verano y de la pis-cina que estaban construyendo en las afueras de la ciudad; la pe-luqueralerespondi(leprestmsatencinasuvozquealaspalabras,queporlodemsnotenanespecialinters)ycom-probquenoreconocaaquellavoz;sonabaconnaturalidad,descuidada, sin angustia, casi burda, era una voz completamen-te ajena.Ahorameestabalavandolacara,apretabalaspalmasdelasmanoscontramicarayyo(apesardelavoz)empecdenue-vo a creer que era ella, que despus de quince aos volva a sen-tirsusmanosenmicara,quemeacariciabaunavezms,queme acariciaba prolongada y tiernamente (me olvid por comple-to de que no me estaba acariciando sino lavando); mientras tanto,su voz extraa segua respondindole algo al charlatn, pero yo noqueracreeralavoz,queracreermejoralasmanos,querare-conocerla por las manos; intentaba averiguar, segn la amabili-dad con que me tocaba, si era ella y si me haba reconocido.Luego cogi la toalla y me sec la cara. El charlatn se esta-ba riendo de un chiste que l mismo haba contado y yo me di19001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 19cuenta de que mi peluquera no se rea y de que probablementeno prestaba demasiada atencin a lo que l le deca. Aquello meexcit porque vi en ello una prueba de que me haba reconoci-do y se senta interiormente emocionada. Estaba decidido a ha-blarleencuantomelevantasedelsilln.Mequiteldelantaldelcuello.Melevant.Saqudelbolsillointeriordemicha-queta un billete de cinco coronas. Esper a que nuestras mira-das volviesen a encontrarse para llamarla por su nombre de pila(el hombre aquel segua hablando y hablando), pero ella tenala cabeza vuelta sin prestarme atencin, las cinco coronas las co-gi rpidamente con toda naturalidad y de repente me sent comoun loco que da crdito a apariciones engaosas y no tuve el valorsuficiente para hablarle.Conunaextraainsatisfaccinsaldellocal;lonicoquesaba era que no saba nada y que es una gran grosera perder laseguridad sobre la identidad de una cara a la que una vez se amtanto.Por supuesto, no eradifcilaveriguar laverdad.Mefuiconprisa hacia el hotel (por el camino vi en la acera de enfrente a unviejo amigo de la juventud, Jaroslav, que dirige una orquesta fol-klrica,pero,comosihuyesedelruidoinsistentedelamsica,apart rpidamente la mirada) y desde el hotel llam a Kostka portelfono; an estaba en el hospital.Por favor, esa peluquera con la que me dej, se llama Lu-cie Sebetkova?Ahora se llama de otra manera, pero es ella. De dnde laconoce? dijo Kostka.De hace muchsimo tiempo respond, y ya ni siquierabaj a cenar, sal del hotel (ya se estaba haciendo de noche) y fuia deambular por la ciudad.20001-328 La broma.qxd:Maquetacin 116/3/1211:06Pgina 20