Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

21
Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico Hugo Ferullo El propósito de este ensayo consiste en reseñar brevemente algunos rasgos salientes de la historia de la conceptualización del desarrollo en el seno del pensamiento económico del siglo XX, partiendo de un artículo escrito en las primeras décadas por Joseph Schumpeter, para culminar con los aportes que, a fines de siglo, realizara Amartya. Sen. A lo largo de esta historia relativamente corta, pero verdaderamente rica en contenido y matices, lo que se pretende resaltar aquí es, básicamente, la resistencia que ofrece el fenómeno complejo del desarrollo, uno de los más estudiados y debatidos en la historia entera del pensamiento económico, frente a una persistente pretensión teórica que busca simplificar, muchas veces en demasía, la complejidad propia de esta temática, en aras de aplicar sin dificultades las reglas del cálculo que los economistas emplean usualmente en sus construcciones con pretensiones científicas. Los puntos que siguen tratan, sucintamente, algunas cuestiones significativas en relación con esta historia 1. El tema del desarrollo 1 constituye uno de los núcleos centrales que atraviesan toda la historia del pensamiento económico moderno. La obra fundacional de Adam Smith, por ejemplo, comienza con una explicación detallada de cómo la división del trabajo puede multiplicar de manera fenomenal la fabricación de alfileres, en un pasaje de la Riqueza de las Naciones que ha sido harto reconocido como una pieza maestra de retórica, dirigida a persuadir rápidamente al lector acerca de las bondades económicas que pueden genuinamente esperarse de la división del trabajo y del proceso de crecimiento económico moderno que ésta desencadena. En la visión de Smith, la economía comercial, que tiende hacia un “sistema de perfecta (o, a veces, natural) libertad”, no es concebida como un resultado estático que la actividad de intercambios libres puede conseguir y reproducir sin cambios de una generación a otra; por el contrario, la sociedad es vista como un organismo vivo cuya historia puede ser sabiamente dirigida hacia un tipo de producción capaz de desembocar en un flujo creciente de bienes y servicios, cuyo destino no es necesariamente acrecentar el poder del soberano sino el mayor consumo de todos. Para que esto se consiga en la historia, es necesario que dejemos actuar sin distorsiones a las grandes fuerzas del interés individual y de la competencia. Estas grandes fuerzas nos conducirán no sólo hacia una gran armonía social, sino también hacia una sociedad cuya riqueza global puede crecer indefinidamente. De esta manera, si garantizamos la paz social, la mesura en el cobro de impuestos y una tolerable administración de justicia (los tres módicos requisitos jurídico-institucionales y de política pública establecidos por Smith para la vida social moderna), el fenómeno del crecimiento económico podrá seguir su curso “natural”. El amor por la ganancia y el universal deseo de preferir más a menos es todo lo que se necesita de parte del hombre para que este proceso natural se ponga en marcha; cualquier prejuicio en contra de este móvil universal será vencido por el conocimiento científico y, como enseñaba Stuart Mill, también las naciones menos avanzadas podrán emprender este camino de crecimiento por poco que adecuen sus instituciones 1 El presente trabajo no se ocupa de las diferencias sustanciales que pueden señalarse entre los conceptos de crecimiento y desarrollo económico. Sólo diremos que el crecimiento es una condición necesaria para el desarrollo y no una condición suficiente.

Transcript of Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

Page 1: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

Hugo Ferullo

El propósito de este ensayo consiste en reseñar brevemente algunos rasgos

salientes de la historia de la conceptualización del desarrollo en el seno del pensamiento económico del siglo XX, partiendo de un artículo escrito en las primeras décadas por Joseph Schumpeter, para culminar con los aportes que, a fines de siglo, realizara Amartya. Sen. A lo largo de esta historia relativamente corta, pero verdaderamente rica en contenido y matices, lo que se pretende resaltar aquí es, básicamente, la resistencia que ofrece el fenómeno complejo del desarrollo, uno de los más estudiados y debatidos en la historia entera del pensamiento económico, frente a una persistente pretensión teórica que busca simplificar, muchas veces en demasía, la complejidad propia de esta temática, en aras de aplicar sin dificultades las reglas del cálculo que los economistas emplean usualmente en sus construcciones con pretensiones científicas.

Los puntos que siguen tratan, sucintamente, algunas cuestiones significativas en relación con esta historia

1. El tema del desarrollo1 constituye uno de los núcleos centrales que

atraviesan toda la historia del pensamiento económico moderno. La obra fundacional de Adam Smith, por ejemplo, comienza con una explicación detallada de cómo la división del trabajo puede multiplicar de manera fenomenal la fabricación de alfileres, en un pasaje de la Riqueza de las Naciones que ha sido harto reconocido como una pieza maestra de retórica, dirigida a persuadir rápidamente al lector acerca de las bondades económicas que pueden genuinamente esperarse de la división del trabajo y del proceso de crecimiento económico moderno que ésta desencadena.

En la visión de Smith, la economía comercial, que tiende hacia un “sistema de perfecta (o, a veces, natural) libertad”, no es concebida como un resultado estático que la actividad de intercambios libres puede conseguir y reproducir sin cambios de una generación a otra; por el contrario, la sociedad es vista como un organismo vivo cuya historia puede ser sabiamente dirigida hacia un tipo de producción capaz de desembocar en un flujo creciente de bienes y servicios, cuyo destino no es necesariamente acrecentar el poder del soberano sino el mayor consumo de todos. Para que esto se consiga en la historia, es necesario que dejemos actuar sin distorsiones a las grandes fuerzas del interés individual y de la competencia. Estas grandes fuerzas nos conducirán no sólo hacia una gran armonía social, sino también hacia una sociedad cuya riqueza global puede crecer indefinidamente.

De esta manera, si garantizamos la paz social, la mesura en el cobro de impuestos y una tolerable administración de justicia (los tres módicos requisitos jurídico-institucionales y de política pública establecidos por Smith para la vida social moderna), el fenómeno del crecimiento económico podrá seguir su curso “natural”. El amor por la ganancia y el universal deseo de preferir más a menos es todo lo que se necesita de parte del hombre para que este proceso natural se ponga en marcha; cualquier prejuicio en contra de este móvil universal será vencido por el conocimiento científico y, como enseñaba Stuart Mill, también las naciones menos avanzadas podrán emprender este camino de crecimiento por poco que adecuen sus instituciones

1 El presente trabajo no se ocupa de las diferencias sustanciales que pueden señalarse entre los conceptos

de crecimiento y desarrollo económico. Sólo diremos que el crecimiento es una condición necesaria para

el desarrollo y no una condición suficiente.

Page 2: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

jurídicas y políticas hacia el respeto por los derechos de propiedad, el combate contra las supersticiones del pasado y la recepción hospitalaria de las tecnologías y el capital extranjeros.

Es cierto que el llamado pensamiento clásico, aquel que dio origen a lo que hoy conocemos como ciencia de la economía, contiene ideas que pueden aparecer como contrarias a la imagen del desarrollo “indefinido” de la riqueza de las naciones, como lo muestra la apelación a un “estado estacionario”, situación hacia donde parece dirigirnos tendencialmente la escasez de recursos y sus rendimientos decrecientes. Además, cuando nos detenemos en el pensamiento de Robert Malthus y David Ricardo, la visión del despliegue histórico de la vida económica que aparece en estos autores resulta mucho menos optimista que la visión smithiana; recordemos simplemente la sombría visión malthusiana según la cual una gran porción de la humanidad está poco menos que condenada a sufrir algún tipo de miseria, en un mundo donde el estándar de vida de un agricultor en tiempos modernos sólo puede ser ligeramente superior al de sus antepasados de tiempos del Imperio Romano. Pero nada de esto invalida la presencia continua y medular de la cuestión del desarrollo en el pensamiento económico moderno.

En cierto sentido, la idea de desarrollo es connatural a la mera definición de la economía moderna. Cuando al economista se le reclama hoy una definición de la economicidad misma de un problema social, su respuesta se dirige de manera natural hacia la tensión que nace de la conjunción de la escasez de recursos, por un lado, y los deseos más o menos ilimitados de la gente en términos de bienes y servicios, por oto lado, resaltando de manera contundente (aunque no siempre explícita) la apuesta que el pensamiento económico moderno hace a favor del crecimiento. Implícitamente en contra de la regla monástica que enseña que lo mejor que podemos hacer frente a esta tensión es limitar nuestros deseos, lo que el economista “tipo” enseña hoy es que lo que corresponde, si nos interesa verdaderamente el bienestar de la gente, es usar los recursos escasos con la máxima eficiencia, de manera de lograr “tener más” bienes y servicios a nuestro alcance. Esta apuesta por la eficiencia equivale, desde el punto de vista práctico, a poner al crecimiento como el objetivo central de la vida económica colectiva.

2. En la época del llamado pensamiento clásico de la economía, el tema del

crecimiento figuraba, como hemos visto en el punto anterior, entre los tópicos más significativos que la ciencia de la economía política se proponía abordar. Pero si bien podemos aceptar a Adam Smith como el lejano inventor de la teoría del crecimiento económico moderno, tenemos que admitir que el tratamiento específico del tema del crecimiento (y del desarrollo) por parte de la ciencia de la economía reapareció con fuerza recién en la primera mitad del siglo XX. Un par de ensayos de Roy Harrod pueden citarse como disparadores del resurgimiento teórico de esta vieja cuestión del desarrollo económico2, cuyo auge en los años que siguieron estuvo seguramente relacionado con la necesidad del crecimiento para reparar los estragos de la segunda gran guerra, además de la experiencia novedosa del auge económico que un conjunto de países consiguió durante las décadas que siguieron a la finalización del conflicto bélico.

Durante los treinta años que siguieron a la guerra, bautizados como “treinta gloriosos” por el autor francés J. Fourastié3, las tasas de crecimiento de los países que hoy se llaman desarrollados (tasas nunca antes conocidas en la historia de la humanidad y nunca después repetidas de manera global), concentraron buena parte de la atención de los economistas, inquietos por comprender las causas de este agraciado fenómeno y preocupados por dominar las políticas capaces de consolidarlo

2 HARROD Roy : «An Essay Of Dynamic Theory» en Economic Journal, vol. 49, 1939 ; «Towards A

Dynamics Economics », Macmillan, London 1948. 3 Cfr FOURASTIÉ Jean: “Les Trente Glorieuses”, Ed. Fayard, Paris 1979.

Page 3: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

y expandirlo en el futuro. Frente a este gran programa de investigación, que inquiere sobre las causas del crecimiento y las consiguientes políticas aconsejables para ponerlo en marcha, aparecieron, como es natural, distintas posiciones teóricas; como dice Amartya Sen, en el interior de la ciencia de la economía durante todo este período:

“la teoría del crecimiento ha sido un campo de batalla para las distintas escuelas de pensamiento”4.

Pero más allá de las disputas teóricas que pueden rastrearse alrededor de esta temática (o de cualquier otra que revista cierta envergadura en el campo de la economía), lo que nos interesa resaltar aquí es un punto de partida elemental que parece unificar a todo el pensamiento económico sobre el crecimiento, diferenciándolo de la postura que, frente al estudio de este mismo fenómeno, asumió en términos generales la ciencia sociológica. Basándose en trabajos como el gran ensayo que Max Weber escribió a principios del siglo XX sobre la ética protestante como factor clave para explicar la aparición de las condiciones iniciales capaces de desencadenar el complejo proceso del crecimiento económico moderno5, el pensamiento sociológico defendió, en términos generales, la idea que afirma la necesidad previa de la ocurrencia de un cambio significativo en las actitudes y valores más profundos de las culturas tradicionales, como condición necesaria para que el crecimiento económico moderno tenga lugar. Por el contrario, la influencia de Adam Smith parece haber resultado clave para que los economistas acepten, en general, la idea de que el crecimiento económico es un proceso más bien natural, cuyo despliegue requiere, no de un cambio profundo de valores culturales, sino del mucho más simple abandono de prejuicios y supersticiones que obstaculizan el reconocimiento abierto del “amor por la riqueza y el dinero”, reconocido como móvil universal del comportamiento humano en el campo de la economía.

Sobre la base de la aceptación del desarrollo económico moderno como un proceso culturalmente traumático, la tradición sociológica parece admitir, con much mayor firmeza que lo que puede observarse al interior de la ciencia económica moderna, que pesa sobre las ciencias sociales la obligación de pensar cuidadosamente en los grandes costos que el proceso moderno de crecimiento trae consigo. Los economistas, en cambios, observan el despliegue de este proceso con una mirada a priori mucho más optimista, lo que les permite acentuar los obvios beneficios que trae aparejado, para la vida humana, el simple hecho de que la gente disponga de más cosas que se consideran de conveniencia. Colocándose en la vereda opuesta de esta posición económica, una fuerte resistencia es lo que el sociólogo tradicionalmente espera como respuesta natural frente al cambio cultural que el desarrollo requiere; la obsesión por el crecimiento, que los economistas ven como una búsqueda humana racional, no tiene para el pensamiento sociológico nada de natural.

El sociólogo se ve obligado a encontrar una causa específica, que vaya más allá de la apelación a la simple naturaleza humana, cuando pretende explicar por qué irrumpe, en lugares excepcionales del mundo (como es el caso de algunas naciones europeas), la novedosa idea que reza que la inclinación hacia un siempre creciente ingreso real constituye un verdadero imperativo, que sirve tanto de móvil virtualmente único de la conducta económica individual como de contenido privilegiado del interés colectivo a nivel de toda la sociedad,. La enorme resistencia que muchas culturas tradicionales ofrecen a los cambios que el crecimiento económico moderno exige, no puede ser sociológicamente explicada como un mero producto de la ignorancia y la superstición.

4 SEN Amartya K. (selección de): «Economía Del Crecimiento », Fondo de Cultura Económica, México

1979, pág. 8. 5 Cfr. WEBER Max : «La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo », Alianza Editorial, Madrid

2001.

Page 4: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

La explicación del crecimiento económico pertenece a la historia de las civilizaciones y a la sociología de las culturas; es en este marco donde el pensamiento sociológico busca las causas de la aparición, en algunas culturas especiales, de este complejo fenómeno. Por ejemplo, el factor resaltado por Max Weber apunta a la abolición parcial de la distinción entre la vida profana y la búsqueda sagrada de la salvación eterna que pregona el Calvinismo. Liah Greenfeld, por su parte, apuesta por la “conciencia nacional” surgida por el siglo XVII en Gran Bretaña como explicación sociológica última del crecimiento económico posterior de ese país6.

Simplificando de manera dramática la relación que puede existir entre la conducta económica y los valores culturales, el economista descarta normalmente las explicaciones sociológicas “profundas” y supone normalmente que, si los estándares occidentales de lo que se considera un buen gobierno están garantizados, el crecimiento económico es lo que se espera que ocurra automáticamente como consecuencia natural de la acumulación del conocimiento científico. En los puntos que siguen, nos ocuparemos de algunos de los temas más salientes que forman parte del contenido con que el pensamiento económico del siglo XX ha ido llenando su programa de investigación sobre esta muy debatida temática del crecimiento.

3. Dentro del campo de estudio amplio y complejo que la ciencia de la

economía pretende abarcar, el tema del desarrollo es quizás aquél que mejor sintetiza la variedad. Esta variedad se manifiesta en:

- las interrelaciones sociales que la vida económica pone en juego y el marco institucional dentro del que estas relaciones se entablan,

- las diversas situaciones históricas concretas en que la vida económica tiene lugar,

- los rasgos culturales que permiten diferenciar de manera profunda a la sociedad bajo estudio,

- la particular inclusión de cada sociedad en el mundo económico de las relaciones internacionales y globales, etc.

Globalmente considerada, la cuestión del desarrollo económico está referida a un cambio significativo, estructural, que se manifiesta en dimensiones clave del sistema económico en el que la gente vive, tales como:

- la tecnología empleada en los procesos productivos, - el tipo de educación que necesita incorporar el trabajo humano, - las relaciones entre el funcionamiento libre de los mercados y la

participación del Estado en la vida económica. Cuando la complejidad que resulta de la consideración conjunta de todas las

cuestiones listadas arriba pretende ser reducida a los moldes de una única teoría científica abarcadora, surgen dificultades teóricas de distinta índole. Una penetrante visión global de todas estas dificultades puede leerse en la obra de Joseph Schumpeter, una de cuyas primeras obras estuvo justamente destinada al estudio de la teoría económica del desarrollo. En este temprano texto7 aparece ya el rol crucial que juega en la obra del gran economista austriaco la figura del empresario o “emprendedor” en el proceso de desarrollo económico moderno, lo mismo que la participación clave de los créditos bancarios disponibles para la financiación de las innovaciones y la conjunción de la destructividad con la creatividad, marcas inseparables de las economías modernas de mercado.

Para Schumpeter, una economía de mercado se revitaliza de manera incesante desde el interior mismo de su funcionamiento, destruyendo los negocios ineficientes para reemplazarlos, en un proceso de selección socialmente darwiniana,

6 Cfr. GREENFELD Liah : « The Spirit Of Capitalism : Nationalism And Economic Growth », Harvard

University Press, Cambridge 2001. 7 CFR : SCHUMPETER Joseph A.: « The Theory Of Economic Devepopment », Harvard University

Press, 1934.

Page 5: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

por nuevos y más eficientes negocios. Su célebre metáfora de la “destrucción creativa” inmortalizó la visión de la economía de mercado como un sistema que revoluciona constantemente su propia estructura. Nuevas firmas, nuevos productos y nuevas tecnologías reemplazan a lo que resulta obsoleto, en este proceso signado por la alternancia cíclica de auges y recesiones, a la vista de la figura heroica de la historia económica moderna: el empresario individual del siglo XIX y la gran empresa del XX. En este punto, nos centraremos en un artículo escrito en la década de 1930, pero hecho público mucho tiempo después8, donde el maestro austriaco admite sin ambigüedades que la naturaleza misma del tema del desarrollo, que pretende integrar las más significativas dimensiones sociales y económicas en un único objeto de estudio, es decididamente reacia a la aplicación de un tratamiento científico demasiado formalizado y exacto.

El artículo recién citado coloca efectivamente a Schumpeter, uno de los autores más influyentes en la literatura económica referida al desarrollo, entre los primeros pensadores de la economía dispuestos a reconocer de manera explícita, en las primeras décadas del siglo XX, que el desarrollo económico de las sociedades modernas no encuentra explicación cabal a través de los modelos científicos comúnmente usados por los economistas, donde se supone habitualmente que los cambios pueden ser pensados como variaciones infinitesimales. En el fondo, el pensamiento económico convencional que Schumpeter critica estuvo siempre preocupado por estudiar, más que nada, el problema básico de la asignación estática de recursos, en un mundo regulado por el funcionamiento de mercados perfectamente competitivos. Rompiendo esta tradición, Schumpeter nos señala aquí, con toda claridad, que el fenómeno moderno del desarrollo económico sólo puede interpretarse a través de verdaderos saltos cualitativos que rompen con la tendencia a la continuidad. Y ningún modelo científico parece estar en condiciones de captar esta esencial discontinuidad, lo mismo que la durabilidad de una civilización que destruye continuamente buena parte de la riqueza creada.

Después de aceptar que es la irrupción de la novedad aquello que constituye la fuente última del desarrollo (novedad que aparece en la forma de nuevas técnicas productivas, de nuevas formas de organizar la producción, de nuevas interpretaciones de los hechos, etc.), Schumpeter afirma que:

“La novedad es el verdadero núcleo de todo aquello que debe ser aceptado como indeterminado en el más profundo de los sentidos”9.

Surgen a continuación una serie de preguntas: “¿Cómo es que la novedad tiene lugar? … ¿Cuál es, por un lado, la “energía”,

si puede hablarse así y, por otro lado, el “mecanismo” de este proceso? … ¿Cómo cambia la gente, en detalle, su modo de pensar? ¿Cuál son las causas para que lo hagan? ¿Cómo opera realmente la novedad?”10.

Intentando responder estas cuestiones, Schumpeter nos explica cómo la novedad propia del fenómeno del desarrollo está ligada a un cambio “espasmódico” (“jerky change”) en la “norma” que estructura la forma en que las variables económicas observadas buscan colocarse unas en relación con las otras, a medida que se adaptan a todos los cambios que la misma norma prevé11. De esta manera, el desarrollo involucra mucho más que simples cambios incrementales dentro de una misma norma;

8 Ver SCHUMPETER Joseph: “Development”, in Journal of Economic Literature, Vol. XLIII (March

2005), pp. 108-120. 9 Ibídem, pág. 113.

10 Ibídem, págs. 113-14.

11 Los cambios que ocurren con la vigencia de la misma norma se consideran aquí como la adaptación por

medio de la cual las variables económicas responden a cambios ambientales previstos, por ejemplo, en el

sistema walrasiano. Dicho de otra manera, se trata de adaptaciones de la economía frente a cambios

incrementales y continuos de los datos.

Page 6: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

se trata, antes bien, de un cambio de la norma misma, “que irrumpe espontáneamente del interior del propio sistema”12.

Esta modalidad de novedad, que se manifiesta en la forma de un “salto” cualitativo (“leap-like change”) constituye, para nuestro autor, aquello que puede propiamente llamarse “desarrollo”. En consecuencia, el desarrollo:

“puede ser definido exactamente como: la transición desde una norma del sistema económico hacia otra norma, de modo tal que esta transición no puede ser descompuesta en pasos infinitesimales. En otras palabras: pasos entre los cuales no hay estrictamente un sendero continuo”13.

4. Más allá de las dificultades señaladas por Schumpeter para aprehender

formalmente, con el método económico usual, el tipo de novedad cualitativa involucrada en el proceso de desarrollo, los esfuerzos dirigidos por los economistas en aras de teorizar formalmente el fenómeno del desarrollo no cejaron en absoluto. Por el contrario, estos esfuerzos se multiplicaron a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Si pretendemos repasar rápidamente las grandes teorías propuestas durante el siglo pasado por el pensamiento económico moderno para explicar el fenómeno del desarrollo, el punto de partida no puede ser otro que el modelo neoclásico asociado al nombre de Robert Solow, donde se examinan las rutas de crecimiento económico que indican el curso que debería seguir la acumulación de capital y el producto real para que el pleno empleo tanto del factor trabajo como del capital estén debidamente garantizados14. Como es bien conocido, la idea central que la teoría económica desprendió del modelo canónico de Solow está asociada a un tipo particular de “convergencia”, cuya lógica puede explicarse en términos sencillos de la manera siguiente: con funciones de producción que responden a propiedades definidas (donde el progreso técnico es exógeno, por ejemplo) y con una fracción constante de ahorro con respecto al producto, los países con una menor proporción de capital sobre trabajo crecerán a mayor ritmo que los de mayor fracción capital/trabajo, simplemente por imperio de la ley de rendimientos decrecientes de los factores productivos (en este caso, del factor capital).

La convergencia aludida implica que, a medida que el capital se acumula en un país, la productividad marginal del nuevo capital va disminuyendo (tendiendo eventualmente a cero), y no hay en el modelo ningún factor endógeno capaz de frenar esta tendencia decreciente. En consecuencia, los países con menos dotación de capital atraen hacia sus economías a este factor clave de producción, proveniente de los países más dotados, lo que les permite a los menos dotados en capital crecer más rápido, convergiendo de esta manera hacia el ritmo de crecimiento de los más “capitalistas”.

En verdad, lo que se observa en el mundo real es que los países pobres parecen resistirse de manera obcecada a converger hacia el estándar de vida de los países ricos. Frente a este fenómeno visible que permite observar sin dificultades que la convergencia no se hace presente en la economía mundial real, lo que hace la teoría es explicar esta ausencia de convergencia apelando a la influencia de factores exógenos, tales como:

- las diferentes tasas de ahorro, - los diferentes crecimientos demográficos, lo que afecta el denominador del

producto per capita, - los diferentes “climas políticos” que inciden en la inversión (como los

diferentes grados de corrupción, por ejemplo), etc.

12

Ibídem, pág. 115. 13

Ibídem, pág. 115. 14

Cfr. SOLOW ROBERT M.: “A Contribution To The Theory Of Economic Growth”, en Quaterly

Journal of Economics, vol. 70, 1956.

Page 7: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

Como último comentario referido a la concepción del desarrollo implícita en la idea de convergencia, digamos que la política de desarrollo que se desprende de esta concepción, tal como se manifestaba en la prédica propia de instituciones como el Banco Mundial en el período que siguió a la segunda guerra mundial, consiste básicamente en apoyar la implementación de grandes proyectos de inversión y en apuntalar la acumulación de capital y el ahorro, tratando de afectar favorablemente con esto el comportamiento de los factores exógenos arriba mencionados15.

5. En esta breve historia que estamos presentando aquí de las ideas

económicas aparecidas durante el siglo XX alrededor del tema del desarrollo, no puede dejar de mencionarse, al menos someramente, a la vieja tradición fundada por los pioneros de la “economía del desarrollo”, en contrapunto muchas veces con algunas de las ideas básicas del modelo canónico neoclásico y de sus variantes más actualizadas.

Muchas de las intuiciones desarrolladas de manera embrionaria por estos autores pioneros, pueden ser hoy convertidas eficazmente en hipótesis que las actuales técnicas de investigación permiten valorar en toda su extensión. Paul Krugman, por ejemplo, habla de la “evolución de la ignorancia” 16 para referirse a las mejoras producidas, entre 1940 y 1970, en el rigor y la lógica que el pensamiento económico emplea de manera estándar. Esta evolución permitió aumentar significativamente la capacidad de comprender una serie de relevantes cuestiones que la vieja economía del desarrollo ayudó a poner de relieve. Entre estas cuestiones figuran las siguientes:

- la causación circular de Gunnar Myrdal17, - la idea de encadenamiento productivo de Albert Hirschman18, y - la noción de crecimiento equilibrado de Paul Rosenstein-Rodan19. Como comentario general referido al programa de investigación abierto por

todos estos autores, recordemos simplemente que el modelo neoclásico de desarrollo, al acentuar de manera casi exclusiva el rol determinante de los mercados, supone implícitamente que existen pocos impedimentos que frenan el aumento de productividad, en cualquier país que se avenga a adoptar efectivamente las instituciones y la tecnología vigentes en los países más desarrollados (la apertura al comercio internacional sirve aquí usualmente de sustituto a la escasa demanda agregada interna). Los pioneros de la economía del desarrollo aceptan, en cambio, que el tránsito del subdesarrollo al desarrollo se ve enormemente dificultado por serias rigideces de índole institucional y tecnológica.

La persistente declinación de la influencia de los modelos de equilibrio walrasiano en el pensamiento económico predominante en las últimas décadas, no hace más que resaltar la naturaleza institucional de muchos impedimentos que se oponen al desarrollo económico. Estos impedimentos obedecen a diferentes razones, tales como:

15

Estos factores exógenos no son nunca (en el modelo) un producto del subdesarrollo, sino parte de su

causa. Sin abundar en detalles, puede decirse que el mayor problema señalado a esta teoría parece radicar

en el hecho de que su aplicación no funcionó nunca demasiado bien ni en los países desarrollados, donde

se supone que los factores exógenos juegan a favor del desarrollo (por ejemplo, los Estados Unidos

crecieron desde mediados de la década de 1990 más rápido que el promedio de los países europeos, aún

cuando la tasa de ahorro y, sobre todo, la razón capital trabajo fueron más altas en Europa). 16

Ver KRUGMAN Paul: “The Fall and Rise of Development Economics”, en

http//web.mit.edu/krugman/www/dishplan:html. 17

Ver MYRDAL Gunnar: “Teoría Económica y Regiones Subdesarrolladas”, Fondo de Cultura

Económica, 1957. 18

Ver HIRSCHMAN Albert: “The Strategy of Economic Development”, New Haven, Yale University,

1958. 19

Ver ROSENSTEIN-RODAN Paul: “Problems of Industrialization of Eastern an South-Eastern

Europe”, en Economic Journal, vol. 53 (June-Setember 1943 ), pp. 202-11.

Page 8: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

- la exacerbación de los conflictos distributivos, - la agudización de los problemas típicos de la acción colectiva, - las fallas de coordinación tanto de los mercados como del Estado, - los excesivos costos de transacción entre los sectores público y privado. Reconocer, de manera explícita o implícita, la fecundidad del análisis empírico

de toda esta gama de razones que actúan como freno del potencial de desarrollo económico, es uno de los más ricos legados que la economía moderna recibió del pensamiento propio de la época fundacional de esta “economía del desarrollo”. Por lo demás, la complejidad del fenómeno del desarrollo, que Schumpeter resaltara tiempo atrás, se reconoce claramente como parte esencial de esta tradición.

6. Las teorías de crecimiento con progreso técnico endógeno, que se

impusieron en la literatura económica especializada desde mediados de los años 80, desafiaron a los modelos neoclásicos tradicionales de crecimiento donde, como en el caso del modelo antes comentado de R. Solow, el crecimiento económico estaba asociado esencialmente con la acumulación de capital físico (plantas y equipos), sujeto a la ley de rendimientos decrecientes. Como hemos visto, estos viejos modelos sugerían que, ante una población dada, una cantidad mayor de capital se traduce en un mayor estándar de vida, pero cada nueva unidad de capital provoca un aumento cada vez menor en el producto, lo que lleva a la movilidad internacional del capital (que busca lugares menos dotados en capital y, por lo tanto, con mayor productividad marginal del factor) y a una tendencia hacia la convergencia mundial de la tasa de crecimiento (el capital se traslada hacia los países menos desarrollados, que tienen menos capital agregado).

Esta teoría neoclásica tradicional tiene enormes dificultades para explicar la gran divergencia que existe entre la tasa de crecimiento de los diferentes países del mundo; a comienzos del nuevo milenio, por ejemplo, el ingreso per capita de los países más ricos superaba en más de veinticinco veces al de los más pobres. La nueva teoría de crecimiento endógeno se propone dar cuenta de esta enorme diferencia, además de evitar la apelación a variables exógenas, como la población y la tecnología, para explicar el crecimiento de largo plazo de las economías modernas.

Un conocido trabajo donde Robert Solow intentaba aplicar a la economía norteamericana de la primera mitad del siglo XX la importancia del progreso técnico como factor explicativo (junto con los cambios en la disponibilidad de los factores de producción tradicionales) del crecimiento económico observado en los Estados Unidos20, consideraba el cambio técnico (que explicaba buena parte del crecimiento observado) como una variable exógena del modelo. Y tratar con variables clave cuyo comportamiento los modelos son incapaces de explicar, crea siempre una situación de marcada incomodidad entre los economistas estudiosos del fenómeno del crecimiento. Buscando asociar el crecimiento con factores endógenos, incorporados a la teoría, el nuevo paradigma se construyó sobre la base de una teoría que se propone explicar el crecimiento sin apelar a factores significativos dejados afuera del razonamiento económico estricto.

La simple distinción entre capital físico y capital humano aparece como el punto de partida de la nueva teoría. Al incluir el componente humano en el factor capital, la acumulación total de este factor deja de estar sujeta a los rendimientos decrecientes; por el contrario, el capital está ahora sujeto, para toda la sociedad, a rendimientos crecientes21. Esto se debe principalmente a los efectos externos que provoca el hecho de que la formación de capital humano es una actividad social: al adquirir una destreza especial, cada miembro de un grupo productivo aumenta no sólo su productividad

20

Cfr. SOLOW Robert M.: “Technical Change And The Aggregate Production Function”, en Review of

Economics and Statistics, vol. 39, 1957. 21

Cfr. ROMER Paul M.: « Increasing Returns And Long-Run Grrowth », en Journal of Political

Economy, vol. 94, nº5, 1986.

Page 9: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

personal sino también el nivel productivo de todo el grupo, lo que incrementa la productividad media de toda la fábrica.

Contrariamente a la rigidez propia del capital físico, la acumulación de capital humano incluye el hecho de que, en nuestras actividades productivas, aprendemos los unos de los otros. La ausencia de rendimientos decrecientes en la formación total de capital significa que la acumulación de este factor puede sostener el crecimiento, de manera más o menos indefinida, además de brindar una explicación al hecho de que las desigualdades en el nivel de ingresos de los distintos países puede persistir por mucho tiempo. De esta manera, la gran divergencia en la experiencia de crecimiento de largo plazo de los distintos países puede aclararse, a la vez que el progreso tecnológico se torna endógeno, esto es, resulta explicado dentro del marco de la propia teoría.

El modelo de crecimiento conocido como AK, que es parte central de este paradigma de desarrollo endógeno, puede ser considerado como una réplica de la teoría neoclásica de crecimiento, sólo que sin rendimientos decrecientes. A manera de resumen caricatural de este modelo AK, recordemos que el capital que participa de la función de producción es aquí una medida conjunta de capital físico, capital humano y capital intelectual. El capital intelectual se acumula con el progreso tecnológico, y la acumulación total del capital, en sus tres modalidades, no implica ahora que el producto marginal de este factor tienda a cero, dado el hecho de que parte de la acumulación del capital es el propio progreso tecnológico, necesario para contrarrestar los efectos de los rendimientos decrecientes. En consecuencia, la acumulación de capital (ahora ampliada) y el aumento de la tasa de ahorro siguen siendo los ejes centrales de toda política efectiva de desarrollo.

El descubrimiento de nuevas ideas reemplazó, en parte, a las externalidades (asociadas a la formación de capital humano) en la explicación del avance técnico; los beneficios monopólicos esperados del resultado de esta nuevas ideas proveen el incentivo individual necesario para que se emprendan efectivamente las actividades innovadoras, evitándose la fatalidad de los rendimientos decrecientes de largo plazo22.

Dentro del paradigma de crecimiento endógeno, como una variante (quizás más interesante) que los modelos AK, apareció la llamada versión schumpeteriana moderna del desarrollo económico23. Según esta teoría, la base del crecimiento está en la innovación y en el proceso de “destrucción creativa” que esta innovación genera. Puede decirse, en términos generales, que son tres las ideas centrales que configuran la estructura troncal de este paradigma de crecimiento endógeno:

- en primer lugar, el crecimiento de la productividad viene asociado principalmente a las innovaciones tecnológicas, que se manifiestan en nuevos productos, nuevos procesos y nuevas formas de organización de la producción;

- en segundo lugar, la mayor parte de las innovaciones son consideradas como un resultado de actividades empresariales específicas, entre las que se destacan las inversiones en investigación y desarrollo (que implican experimentaciones de riesgo y procesos de aprendizaje);

- en tercer lugar, los incentivos para encarar estas inversiones “innovativas” son afectados por el “ambiente” económico donde estas inversiones tienen lugar.

Las políticas de crecimiento que se desprenden de las ideas centrales de los modelos de crecimiento endógeno, se traducen en una serie de consejos que, sin negar el rol decisivo del ahorro y de la acumulación de capital, amplían el repertorio de instrumentos de planificación para el desarrollo. Entre estos consejos figuran, por ejemplo:

- la creación y consolidación de un sistema educativo efectivo,

22

Cfr. ROMER Paul M.: «Endogenous Technological Change, en Journal of Political Economy, vol. 98,

nº5, 1990. 23

AGHION Philip y HOWITT Peter: “Endogenous Growth Theory”, M.I.T. Press 1998. Capítulo 2.

Page 10: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

- la protección de los derechos de propiedad intelectual de las innovaciones, - la estabilidad macroeconómica (recordemos que una menor tasa de interés

permite una mayor financiación de las inversiones en investigación y desarrollo), - el desarrollo de mercados financieros eficientes, - la competencia potencial, que aparece a través de la amenaza de entrada de

firmas a los mercados (lo que juega como incentivo a innovar con el fin de escapar de esta competencia), etc.

Como puede apreciarse, la multidimensionalidad del proceso de desarrollo que Schumpeter subrayaba a principios de siglo renace nuevamente, ahora a través, entre otras cosas, de la necesidad de lograr el ritmo y la calidad adecuada de innovación tecnológica, a lo que se suma la vieja exigencia de apuntalar la formación de capital físico y, sobre todo, de capital humano.

Las teorías modernas de crecimiento suponen que el cambio tecnológico provoca cambios básicamente en el producto o ingreso nacional de las economías modernas de mercado; en el pensamiento clásico de autores como R. Malthus y D. Ricardo, lo que se suponía era que el principal efecto del avance técnico se traducía en un incremento de la población. Robert Lucas24 busca combinar hoy estas dos posiciones, apoyándose para esto en la teoría de la familia propuesta por Gary Becker. Según esta última teoría, las decisiones matrimoniales acerca de la cantidad buscada de hijos son decisiones esencialmente económicas; en una sociedad donde la producción industrial desplazó largamente al trabajo agrícola, la racionalidad económica más estricta lleva a las parejas a disminuir significativamente el número de hijos, invirtiendo más en la “calidad” de cada uno que en la cantidad con que el hogar cuenta. De esta manera, la tasa de fertilidad declina y la educación de las masas aumenta.

Al incorporar la población y la tecnología dentro del modelo propuesto, la teoría de crecimiento endógeno pretende ser una teoría general del desarrollo económico. Lo que predice esta teoría es que seguir la ruta moderna del desarrollo económico es una decisión que está abierta a todas las razas, a todas las culturas y a todos los lugares geográficos donde el ser humano habita. No existen trabas históricas decisivas ni contingencias sociales que impidan los cambios económicos que el desarrollo trae aparejado, a condición de que las instituciones jurídicas y políticas estén diseñadas de manera tal que el individuo o los hogares puedan libremente, sin obstáculos artificiales, elegir las conductas que maximizan su propio bienestar. El crecimiento, como la eficiencia de los mercados, se asienta, según la teoría que estamos comentando, en la conducta racional de los sujetos económicos. Con gobiernos sensatos y con las instituciones que hoy rigen la vida económica de la mayoría de las naciones más “avanzadas”, la sola conducta racional de los individuos explica el fenómeno universal del crecimiento. La libertad económica (esto es: el funcionamiento sin distorsiones de mercados desregulados y un gobierno concentrado mayormente en la función básica de diseñar y resguardar los derechos de propiedad de los individuos) alienta el crecimiento económico, cuyo resultado global es un mundo de convergencia “condicionada”25. Esta es la forma elegida por la simplificación extrema del pensamiento económico actual para intentar generalizar las explicaciones científicas del más complejo fenómeno de la vida económica real de nuestras modernas sociedades.

6. Siguiendo nuestra rápida recorrida por las ideas económicas que se forjaron

durante el siglo pasado alrededor de la cuestión del desarrollo, abordaremos brevemente en este punto una cuestión por demás significativa, relacionada con el espacio elegido para determinar las dimensiones de la(s) variable(s) en términos de la(s) cual(es) puede definirse la magnitud y calidad del desarrollo económico de una

24

Cfr. LUCAS Jr. Robert E. : « Lectures On Economic Growth », Harvard University Press, 2002. 25

Cfr. BARRO Robert J.: “Determinants Of Economic Growth”, MIT Press, 1999.

Page 11: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

nación o región. Como punto de partida para analizar esta muy debatida cuestión, es necesario reconocer que el desarrollo económico está obvia y directamente asociado a las siguientes variables:

- el crecimiento del ingreso per capita de un país o región, - el grado de industrialización de su sistema productivo, - el avance técnico, - la modernización de la vida social (evaluada por medio de comparaciones con

diversos estándares propios de las sociedades que se consideran más “avanzadas). Ahora bien, ninguna de las cualidades enumeradas en el listado anterior

constituye por sí misma una condición suficiente para el desarrollo (como tampoco lo son todas estas juntas). El ingreso real y todos los otros logros señalados arriba son de una importancia usualmente crucial, pero el proceso de desarrollo involucra más cosas que el crecimiento de objetos inanimados de conveniencia. El valor de todos estos objetos depende esencialmente de que permitan efectivamente que la gente sea y haga lo que libremente quieren ser y hacer en su propia vida. En consecuencia, la conceptualización del desarrollo económico tiene que ser más amplia que el avance medido en términos del ingreso real, en términos del proceso de industrialización y en términos de las tecnologías que el sistema productivo utiliza.

La obsesión contemporánea del crecimiento a cualquier costo (humano y ambiental) no cuenta con una justificación evidente, por lo menos para las naciones que tienen ya un alto nivel de consumo en toda la población. J. M. Keynes, por ejemplo, cuando pensaba en la vida de los nietos de su propia generación, se imaginaba un mundo donde las necesidades económicas materiales más acuciantes estarían razonablemente satisfechas para todo el mundo, lo que permitiría que la gente se aboque de manera más intensiva a la satisfacción de necesidades de tipo espiritual o cultural, que son más profundas pero necesitan menos nivel de inversión física agregada. La ocupación principal de la gente, en este futuro avizorado por Keynes, estaría destinada a acomodarse sicológica y moralmente a la plenitud de recursos materiales, no a la escasez. También J. K. Galbraith desafía lo que él irónicamente llama “sabiduría convencional”, aquélla que sólo concibe el progreso humano por medio de un mayor consumo de bienes materiales (lo que algunos llaman, con mucho de razón, “consumismo”), postulando la llegada de una “sociedad opulenta” donde lo que lo que la gente busca es, en realidad, más ocio, más tiempo libre para apreciar las obras de arte y compartir conversaciones con amigos, más logros intelectuales, etc. Para Galbraith, esta situación está hoy simplemente al alcance de nuestras manos, por lo menos en los Estados Unidos.

Lo que el mundo permite hoy observar es una situación que puede definirse como de “abundancia parcial”, donde a un mayor estándar de vida global hay que agregar una conciencia creciente sobre los límites ambientales de nuestro patrón de consumo. El crecimiento no es un fin que puede considerarse como una especie de bien absoluto, como algo que está liberado de toda necesidad de examen crítico; por el contrario, si elegimos el crecimiento como la finalidad de la vida económica globalmente considerada, una mirada crítica resulta absolutamente necesaria, no para anteponer el estándar de vida actual a la relativa pobreza material de la vida tal como ocurría en las sociedades tradicionales (o en algunas comunidades monásticas actuales), sino para debatir colectivamente los enormes costos naturales y humanos que el proceso de crecimiento puede traer aparejado cuando dejamos que se despliegue sin otro límite que lo que resulta abstractamente posible en términos del incremento potencial del consumo.

En un marco de análisis crítico de los valores que la idea de crecimiento económico ayuda a movilizar, sin descuidar el valor de la eficiencia, otros valores (como la justicia y la libertad) han sido colocados en el corazón mismo de la evaluación del nivel efectivo de desarrollo de una sociedad moderna. En el tema de la

Page 12: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

justicia, la referencia a la obra de J. Rawls26, de enorme influencia en el pensamiento económico de las últimas décadas, no puede soslayarse. Asentada en los valores tradicionales del pensamiento liberal, esto es: el respeto sin condicionamientos por el pluralismo y las convicciones individuales, la obra de Rawls, en lugar de convertir a la eficiencia en una suerte de fetiche económico, busca integrar este incuestionable valor de las economías modernas a un criterio más amplio de evaluación social, centrado en la justicia. En este marco, el criterio para evaluar si una economía es “desarrollada” tiene que incluir, de manera explícita, la suerte de los más pobres de la sociedad. Así, una economía es verdaderamente desarrollada (o “buena”) cuando resulta imposible asegurar durablemente una mejoría a los pobres, sin que otros se tornen todavía más pobres27.

En consonancia con el principio de “maximin”, propuesto como síntesis de la postura de Rawls, se espera que el conjunto de instituciones económicas relacionadas con el sistema de salud, la educación, la seguridad social, los impuestos, etc., movilicen en dirección de los más necesitados los excedentes creados por la desigualdad social. Esta tarea exige la participación activa del economista, pero está claro que pierde éste el monopolio que le otorgaba la supremacía absoluta del criterio de eficiencia.

En la misma línea de crítica al utilitarismo tradicional del pensamiento económico, según el cual lo que es bueno para el individuo es bueno para la sociedad, Amartya Sen considera que la concepción de justicia como equidad que propone Rawls es demasiado formal. Lo que cuenta para Sen es la libertad real de los sujetos económicos, que viven en comunidades con culturas diferentes. En este marco, la métrica para evaluar el nivel de desarrollo de una economía no puede estar centrada en los bienes o mercaderías, ni en la “utilidad” individual agregada, sino en la habilidad desigual de la gente (sus aptitudes, su capacidad) para convertir los bienes y servicios económicos en algo que “funcione” en las condiciones culturales propias de su comunidad28.

Cuando los pobres terminan adaptando sus ambiciones a su destino de pobres en una estrategia de mera supervivencia, o cuando una mujer “acepta” ser tratada de manera económicamente degradante en el marco de una cultura local mayoritariamente compartida en su propia comunidad, estamos en presencia de casos que tienen que evaluarse en términos del funcionamiento y las capacidades concretas de los sujetos económicos. Y lo más importante para ellos y para la sociedad en su conjunto es la libertad, fin último del desarrollo económico y, a la vez, principal medio para conseguirlo. Es esta libertad individual, asumida como responsabilidad social, lo que sirve de fundamento para evaluar cuándo, en definitiva, una economía está verdaderamente desarrollada.

Amartya Sen nos enseña que es la libertad de la gente lo que constituye la clave para evaluar el desarrollo económico de un país o región29. La libertad sustantiva de la gente es, entonces, el fin último del desarrollo económico, cuyo logro no coincide necesariamente con el hecho de conseguir la opulencia económica medida en bienes y servicios. Como muestra de las diferencias fácticas que se observan hoy entre la capacidad de la gente para ser y hacer lo que libremente se elige ser y hacer, por un

26

Rawls J.: “Teoría de la justicia”, F.C.E., México 1993. 27

En la búsqueda de un sistema de reglas justas al que cualquier sujeto de una sociedad pueda libre y

racionalmente adherirse sin saber de entrada el beneficio neto que retirará de su participación activa en la

vida económica, el llamado “contractualismo” de Rawls se centra en dos principios básicos, uno de

igualdad y el otro de diferencia. El primero establece simplemente que los derechos son iguales para

todos los hombres, y el segundo que las diferencias se legitiman cuando contribuyen a mejorar las

condiciones de vida de los más pobres. De acuerdo con el principio de diferencia, las desigualdades

sociales deben satisfacer dos condiciones: deben respetar la igualdad de oportunidades para todos, y

deben funcionar en beneficio de los más pobres. 28

Ver SEN Amartya K.: “Bienestar, justicia y mercado”, Ed. Piados, Barcelona 1998. 29

Ver SEN Amartya K.: Desarrollo y Libertad, Editorial Planeta Argentina, Buenos Aires 2000.

Page 13: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

lado, y el nivel de ingreso real medio logrado, por otro lado, puede acudirse al análisis de la situación de grupos humanos particularmente desfavorecidos en países muy ricos. Aquí, la coexistencia de estos grupos marginales que viven a la par de la opulencia del promedio de la población, sirve de muestra clara de la divergencia que puede muy bien aparecer entre estos dos valores (la libertad y el ingreso real medio), interconectados pero para nada idénticos.

En el pensamiento de Sen, la libertad no es sólo el fin primero del desarrollo; como decíamos, es también uno de los medios más poderosos y efectivos para conseguirlo, teniendo en cuenta el hecho de que la libertad de un tipo ayuda significativamente a conseguir o enaltecer libertades de otro tipo (podemos mencionar aquí, para poner un ejemplo clásico de Sen, cómo la libertad de prensa sirve como un medio muy eficaz para conseguir estar libres de hambrunas).

Analizada como medio para el desarrollo, el valor instrumental de la libertad va más allá del campo específico del crecimiento medido en el espacio de bienes, para abarcar:

-el campo de lo social, donde se resalta la expansión de servicios públicos de salud y educación, por ejemplo;

- y el campo de lo político, donde se subraya la participación activa del sujeto-actor en el proceso de decisiones relacionadas con los grandes fines de la vida humana en común.

Recordando a Marx, Sen acusa de “fetichismo de la mercancía” al intento de reducir la métrica económica referida al desarrollo al espacio exclusivo de bienes y servicios. Al espacio limitado arbitrariamente al ingreso real, la obra entera de Sen busca reemplazarlo por el espacio de “capacidades”, término que abarca el potencial de desarrollo genuino de todo ser humano y de toda sociedad. Es en este contexto donde se invoca a la libertad como principal fin y medio para el desarrollo, hecho que se valora desde distintos aspectos. Al aspecto “oportunidad” le concierne valorar nuestra real capacidad de lograr las cosas que elegimos racionalmente como buenas, mientras que el aspecto “proceso” se centra en el procedimiento mismo de nuestras decisiones como sujetos activos de nuestra libertad, esto es: como “agentes” de nuestro propio bienestar.

El hecho de acentuar la libertad, en lugar de reducir el tema del desarrollo al bienestar material, no significa que tengamos que exagerar el contraste que existe entre estos dos logros humanos. De manera análoga a la riqueza material, la libertad puede ser considerada como algo tan práctico como ganar dinero para acceder a un nivel más alto de bienestar personal. Por ejemplo, en cuestiones tan urgentes como librarnos del hambre o de alguna enfermedad, necesitamos tomar conciencia de que la libertad ejerce muchas veces una influencia causal en cosas tan elementales como la capacidad de una sociedad para proveer alimentos y buena salud para todos. Después de todo, la libertad de obtener ganancias empresariales sirve de incentivo, entre otras cosas, para la provisión de alimentos.

Buscar una conceptualización del desarrollo en términos suficientemente amplios, concibiéndolo fundacionalmente como un camino efectivo hacia la expansión de las capacidades30 y de la libertad humana (de los distintos aspectos que esta libertad involucra), tiene la enorme virtud de permitir sintetizar y englobar en el mismo concepto una gran variedad de valores, que se presentan con harta frecuencia como tajantemente antagónicos. Se trata de falsos dilemas, tales como las siguientes dicotomías que aparecen a menudo cuando tratamos cuestiones socioeconómicas de cierta envergadura:

- entre mercado y Estado, - entre eficiencia y equidad, - entre industrialización y “atraso”,

30

Ver SEN Amartya: “Development as Capability Expansion” en Reading in Human Development,

editado por S. Fakuda-Parr and A. K. Shiva Kumar, Oxford Universiyy Press, New Delhi 2005.

Page 14: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

- entre políticas macroeconómicas de corto plazo y política de crecimiento de largo plazo,

- entre el cuidado ecológico del medio ambiente y la contaminación fabril propia del proceso de industrialización, etc.

Sin negar los beneficios de distinta índole que pueden extraerse de las necesarias distinciones que las dicotomías recién señaladas ayudan a plantear, lo que resulta criticable es la adopción de posturas extremas que nos ponen innecesariamente ante la necesidad de asumir una posición terminante, optando siempre por alguno de los polos de un dualismo falso.

De estas dicotomías, la más importante (y dañina) es probablemente la que pretende elevar el mercado hasta que alcance la categoría de remedio universal de todos los problemas económicos de las sociedades modernas. Por supuesto que tenemos que reconocer sin ambages que la libertad de intercambiar y efectuar transacciones figura, a parte entera, entre las libertades básicas que la gente tiene sobradas razones para valorar positivamente. Además, la importancia de la libertad de intercambiar bienes y servicios se potencia fuertemente si tenemos en cuenta la enorme efectividad demostrada por las economías modernas de mercado, lo que se traduce en la generación creciente de riqueza y prosperidad económica. Pero el mecanismo de mercado consigue esta efectividad funcionando siempre en interrelación estrecha con muchas y diversas instituciones sociales, jurídicas y políticas.

Nadie puede poner al mercado en la categoría de fin en sí mismo, sin caer en un fundamentalismo totalmente alejado del ideal de todo saber con pretensiones científicas. El mercado es, muchas veces, un medio para obtener de manera eficiente las cosas que la gente valora; pero para hacer uso efectivo de este medio, la gente tiene, por ejemplo, que tener (como condición previa) la libertad de entrar al juego de los mercados y de ser así capaz de sacar provecho de las transacciones que definen este juego.

Que toda la gente pueda participar activamente en los mercados (que pueda entrar de manera efectiva en el juego de las economías modernas), no es para nada evidente. Muchísimas personas (de hecho la mayor parte de la humanidad) no tienen, por ejemplo, otro activo que su propio trabajo, y este activo no siempre encuentra la “demanda” suficiente. De la misma manera, la participación activa y provechosa en los mercados resulta radicalmente influenciada (y dificultada) por condicionamientos personales y sociales. Entre estos condicionamientos se cuentan los siguientes:

- el acceso de la gente a la educación, - la disposición de una buena salud, - la existencia de programas de microcréditos de fácil acceso, - la presencia de programas de reformas relacionadas con el régimen de

tenencia y propiedad de la tierra, como precondición para el uso racional del suelo en la producción agrícola, etc.

Los puntos que acabamos de listar constituyen verdaderas condiciones necesarias para que una economía de mercado pueda catalogarse de exitosa y, en conjunto, todas estos requerimientos exigen la presencia de variadas y racionales políticas públicas diseñadas y ejecutadas por el Estado, donde se ponen en juego oportunidades sociales y prácticas diversas de distribución de recursos ligados a diferentes tipos de libertades, complementarias entre sí. En definitiva, en un mundo donde la interdependencia de instituciones diversas desemboca en el funcionamiento de un sistema de complejidad creciente, el mercado aparece como un poderoso motor del desarrollo, pero el proceso en su conjunto demanda al Estado (y a todos) mucho más que una defensa entusiasta del mercado libre.

Otro de los falsos dilemas que la ampliación del concepto de desarrollo permite superar, es aquél que contrapone el crecimiento industrial con el cuidado del medio ambiente. Alrededor de esta cuestión de innegable actualidad, la fórmula “desarrollo sustentable” irrumpió, en las últimas décadas, como una forma de resaltar la

Page 15: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

responsabilidad que le cabe a la generación presente en el uso de los recursos que permiten el crecimiento económico y cuyos frutos están destinados a la satisfacción de las necesidades del presente, pero sin comprometer la capacidad de que las generaciones futuras puedan también satisfacer las suyas. Interpretada de manera estrecha, esta fórmula dio lugar a la aparición de una fuerte confrontación entre:

- los cultores del llamado “desarrollismo”, que alientan el crecimiento industrial, el consumo creciente de energía, la irrigación intensiva de los suelos de uso agrícola y otras actividades que pueden considerarse responsables del deterioro del medio ambiente;

- y los cultores del “ecologismo”, descalificados por los primeros como “anti-desarrollistas”.

Como en el caso de la contraposición Estado-mercado, también entre los ecologistas y los desarrollistas se plantea una falsa dicotomía, que se desvanece cuando se define el desarrollo de una manera convenientemente amplia, asociándolo fundamentalmente a la expansión de la libertad humana. Después de todo, esta expansión de la libertad humana no puede menos que incluir a la libertad de gozar de un medio ambiente saludable y bello.

Podemos alargar generosamente la lista de falsos dilemas para abarcar, por ejemplo, la acumulación del capital y el ahorro como garantías exclusivas del proceso de desarrollo (que respondería al lema churchilliano de “sangre, sudor y lágrimas” en el presente, para conseguir un futuro mejor) versus el goce presente de los medios a nuestra disposición (una visión del desarrollo más amigable con las necesidades urgentes de las generaciones actuales). O la famosa disyuntiva entre equidad y eficiencia, que se desvanece en gran parte cuando tenemos en cuenta, por ejemplo, que las barreras que impiden el acceso de los pobres a los mercados financieros y a la propiedad de la tierra, reducen de manera harto significativa el campo potencial de las inversiones productivas, de las innovaciones y del desarrollo de capital humano entre la gente menos favorecida de las sociedades actuales. En tales circunstancias, muchas de las prácticas redistributivas exitosas que el Estado es capaz de imponer pueden producir un sorprendente incremento efectivo de la productividad económica global.

Buscando superar estas falsas opciones, una política de desarrollo tiene que ser justificada, en última instancia, en términos de lo que la propia gente del país en desarrollo valora como algo positivo. No nos queda otro camino, entonces, que habérnosla simultáneamente con dos cuestiones fundamentales:

- la cuestión crucial que inquiere acerca de qué es lo que la gente considera fundamentalmente valioso, lo que lleva a subrayar el valor intrínseco de la libertad;

- y la cuestión que indaga sobre qué instrumentos tenemos a nuestro alcance para conseguir esto que la gente valora, lo que nos pone frente al valor de la libertad como medio exitoso y nos permite estimar con justicia el rol clave que les cabe a los incentivos económicos que tenemos para obrar de una manera determinada.

La idea central que hemos tratado de trasmitir en este punto puede resumirse diciendo que, sin abandonar los objetivos de la industrialización y de la eficiencia productiva, la discusión acerca del tema del desarrollo ganaría mucho en calidad y en plenitud si el debate público, sobre el que debe asentarse necesariamente toda cuestión que involucre el destino de una sociedad, se basa en un marco conceptual del desarrollo económico lo suficientemente amplio como para permitir distinguir, sin separar de manera tajante, diferentes factores clave del fenómeno complejo del desarrollo humano y social, que se presentan habitualmente como partes irremediablemente opuestas de una tensión falsamente dicotómica.

Lo que necesitamos es un concepto amplio y cabal de desarrollo económico, capaz de integrar tensiones que, en cuestiones medulares, aparecen muchas veces como opciones ineludibles entre polos opuestos. Se trata, como hemos señalado con insistencia, de falsos dilemas que un concepto adecuado de desarrollo está llamado a desenmascarar. No hace falta abandonar el objetivo del crecimiento para privilegiar,

Page 16: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

por ejemplo, la calidad de vida como objetivo primero a mejorar. Tampoco tenemos que abandonar el cuidado especial que la ciencia de la economía puso en el análisis exhaustivo de la eficiencia, como guía de primer orden en el uso de los recursos o medios escasos con los que contamos, cuando decimos que el pensamiento económico debe abocarse también al estudio racional de los fines (sin abandonar un ápice de sus pretensiones científicas).

Hacer de la libertad personal el objetivo primero del desarrollo no significa desconocer la importancia fundamental que tiene la disposición abundante de bienes materiales que se necesita para acercarnos a este objetivo. Además, una vez que elegimos a la libertad como objetivo principal, no tenemos por qué defender exclusivamente lo que I. Berlin llamó “libertad negativa”31, donde lo único que importa es la liberación del individuo de toda interferencia por parte de los otros (en particular del Estado). Tenemos que integrar también el aspecto positivo de la libertad, preocupándonos por lo que una persona es realmente capaz de ser o hacer. Finalmente, no tenemos que negar la importancia fundamental que le cabe al móvil del interés individual (de probado poder explicativo en el análisis de muchas de nuestras decisiones en el mundo de la economía) cuando reconocemos que el hombre tiene en este campo de lo económico muchas otras razones para obrar32.

Después del recorrido sobre aspectos conceptuales del desarrollo que los puntos anteriores resumen, lo que estamos analizando brevemente en este punto tiene que ver con algunos aspectos relacionados con la medición de este complejo fenómeno, sabiendo que lo que medimos está íntimamente relacionado con lo que hacemos y con la forma en que conceptualizamos nuestra acción. El siguiente párrafo, extraído de un informe que el gobierno de Francia demandó a un equipo de prestigios economistas y otros científicos sociales (encabezados por Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi) acerca de la forma en que debe medirse el desempeño y el progreso social, sirve para ejemplificar esta relación. Haciendo referencia a la gran crisis financiera mundial desatada durante el año 2008, este informe señala que:

“quizás si hubiéramos tenido mayor conciencia sobre las limitaciones de las métricas estándares, como el Producto Bruto Interno, hubiera habido menos euforia sobre el desempeño económico de los años anteriores a la crisis; una métrica que hubiera incorporado una valoración de la sustentabilidad (esto es: teniendo en cuenta el endeudamiento creciente) podría habernos provisto de mucho mayor cautela en nuestra visión sobre el desempeño de nuestra economía”33.

El sistema de estadísticas económicas que se impuso en el mundo desde la segunda mitad del siglo XX fue originalmente creado con el fin de proveer a los países de una valoración unificada de las actividades que tenían lugar en los mercados. Lo que está claro hoy es que, si pretendemos valorar el grado de desarrollo económico de un país o de una región, necesitamos agregar a estas mediciones tradicionales estimaciones alternativas del desempeño de nuestras economías, buscando reflejar en estas nuevas mediciones nociones más amplias del bienestar social y del progreso económico de las sociedades actuales. Lo que el Informe que comentamos en el párrafo anterior enfatiza es justamente la necesidad que tienen las economías modernas de mercado de construir mejores y más completas mediciones e indicadores del desempeño económicos de nuestras economías cada vez más complejas.

Dos de las muy sensatas recomendaciones que se desprenden del informe presentado al gobierno francés pueden servir de síntesis de todo el trabajo. La primera

31

BERLIN I.: “Two Concepts of Liberty”, en Four Essays on Liberty, Oxford University Press, London y

New York 1969. 32

Ver SEN Amartya: “Rationality and freedom”, The Belknap Press of Harvard University Press, 2002,

cap. 5: Goals, Commitment and Identity, págs. 206-24. 33

STIGLITZ J., SEN A., FITOUSSI J.-P.: «Report by the Comission on the Measurement of Economic

Performance and Social Progress », in www.stiglitz-sen-fitoussi.fr, pág. 9.

Page 17: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

consiste en desviar el énfasis que tradicionalmente se puso en las estimaciones centradas en aspectos netamente productivos de la actividad económica, para dirigirlo hacia mediciones más amplias del bienestar de la gente. Como vimos, lo que este consejo supone es que existe una brecha que se ensancha cada vez más entre la información contenida en mediciones del producto bruto interno y las cosas mas significativas que corresponde considerar cuando lo que nos interesa es valorar el bienestar de todo el hombre y de todos los hombres que integran una comunidad económica.

Lo que parece estar, felizmente, en franco retroceso es la vieja versión del desarrollo económico que pretendía convertir al mero producto per cápita en un índice confiable y fidedigno de la calidad de vida de la población. En contra de este burdo supuesto, lo que hoy se pregona es un retorno a la vieja sabiduría aristotélica que reza que la riqueza material de una persona o de una nación no constituyen nunca un fin en sí mismo, por lo que la simple acumulación de cosas que se transan en los mercados no puede ser considerada como la finalidad última de la vida política y económica de nuestros países. De todas maneras, más allá del convencimiento creciente que parece primar en nuestra profesión acerca de la necesidad de ampliar la base informativa de la actividad económica, si pretendemos valorar de manera integral el bienestar de la población, la tarea de persuasión dentro de la disciplina de la economía no está para nada agotada. Por el contrario, la profesión de economistas despierta todavía amargas quejas en esta cuestión; la siguiente cita no es más que una muestra de este malestar:

“la comunidad de los diseñadores de políticas internacionales de desarrollo está dominada no por las ideas sutiles de la filosofía utilitarista, sino por la forma más rebajada y cruda en que estas ideas fueron tomadas por el desarrollo económico moderno. Los economistas son buenos en muchas cosas, pero argumentar a favor de los fines últimos de la vida social no parece figurar entre ellas. Sin embargo, impulsan todo el tiempo ideas sobre este tópico, particularmente en el campo del desarrollo internacional, y estas ideas son enormemente influyentes”34.

La segunda de las recomendaciones a las que nos referimos más arriba está relacionada con la distinción que el Informe que comentamos permite resaltar entre la valoración del bienestar, medida en términos de la situación en cada momento del tiempo, por un lado y, por el otro, la sustentabilidad o durabilidad de esta situación. Como vimos antes, el bienestar corriente tiene que ver no sólo con la actividad productiva y los recursos económicos con que una comunidad cuenta para ello. Diversos ajustes son necesarios para completar los indicadores de la activada productiva de manera de acercarse al ejercicio mucho más ambicioso de buscar mediciones del avance el la calidad de vida de los ciudadanos de un país. Estos ajustes tienen que ver con la apertura de las economías nacionales en un mundo de relaciones globalizadas, con los bienes intermedios, con la seguridad física y social de la gente, con las condiciones de trabajo y el ocio disponible, etc. A estos ajustes hay que agregar las relaciones entre las actividades económicas de mercado y aquéllas que, como los actos productivos dentro del hogar, no se canalizan a través de los mercados, acentuando las consecuencias que cambios en esta relación provocan en la calidad de vida de la gente. Finalmente, las condiciones políticas de participación de la gente, su capacidad de hacer oír su voz cuando se reclaman derechos humanos, su capital social y las condiciones ambientales en las que viven, son todos aspectos innegables del desarrollo económico de una comunidad que merecen el esfuerzo por convertirse en mediciones e indicadores disponibles.

En cuanto a la cuestión de la sustentabilidad futura de los niveles de bienestar alcanzados, la respuesta hay que buscarla a través de buenas mediciones acerca de la forma en que los stocks de los diferentes tipo de capital relevantes para la vida social (capital natural, físico, humano y social) son traspasados hacia las generaciones

34

NUSSBAUM Martha: “Aristotle, Politics And Human Capabilities”, en Ethics nº 111, October 2000,

pág. 107.

Page 18: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

futuras. Al tratar esta vasta y harto significa cuestión, que ocupa un lugar central en el debate político contemporáneo, el horizonte temporal se mueve hacia el largo plazo, para hacer frente a los problemas que plantea la sustentabilidad o durabilidad del contexto económico, social, político y ambiental en el que actualmente vivimos.

Más allá de la enorme complejidad de estos asuntos, lo que sabemos es que apelar a los precios de mercado para evaluar estas complejas cuestiones de largo plazo resulta a todas luces una estrategia informativa que, en el mejor de los casos, resulta insuficiente. Hasta que llegó la larga y penosa recesión que comenzó a finales de 1997, el crecimiento de la economía argentina durante esa década, por ejemplo, muestra claramente cómo las mediciones tradicionales del desempeño económico corriente esconden información harto significativa para evaluar la durabilidad del crecimiento de una economía con endeudamiento creciente y, como quedó luego evidenciado, para nada sustentable. La crisis global que irrumpió en la economía mundial durante la año 2008 no hace más que confirmar que los precios que se forman en los mercados financieros, molestamente propensos a experimentar olas esporádicas de “exuberancia irracional”35 seguidas de pesimismo acentuado, fallan groseramente en su intento de proveer una estimación confiable del valor actual esperado del consumo futuro y de la inversión futura.

Las distorsiones más serias provocadas por los precios de mercado aparecen, sin dudas, cuando de lo que se trata es de valorar el “precio” de los recursos ambientales no renovables. Cualquier medición que pretenda informar sobre la riqueza real de un país en un momento dado tiene que incluir todos sus activos y todas sus deudas o pasivos, que incluyen los costos implicados en la reparación del daño ambiental que provocan algunas actividades productivas y en el tratamiento futuro de desechos que éstas originan. Las mediciones tradicionales del desarrollo económico tienen que estar ajustadas, de manera de incluir todos estos pasivos y costos; y la significación de estos ajustes crece cuando la situación económica global resulta altamente dependiente de la explotación de recursos no renovables, como ocurre, por ejemplo, en algunas provincias de la región del noroeste argentino.

Mucho ha crecido en la profesión de economistas la conciencia acerca de que la capacidad que pueden llegar a tener las futuras generaciones para conservar nuestro nivel de vida depende dramáticamente de nuestra disposición a dejarles, en cantidad y calidad suficientes, todos los activos y formas de capital de las que el bienestar y la calidad de vida dependen de manera directa. Aunque todavía queda mucho camino por recorrer en el camino de la persuasión ambiental del economista, poco crédito tienen felizmente ya las investigaciones en nuestra disciplina que, como puede leerse en un memorando que Larry Summers escribiera cuando se desempeñaba como economista en el Banco Mundial aconsejaran (por razones de eficiencia!) el traspaso de la producción contaminante desde los países más “avanzados” hacia los menos “desarrollados”, desconociendo olímpicamente los daños irreversibles que la polución de la actividad productiva pueden causar al medio ambiente global. Catástrofes ecológicas como la que padeció recientemente la población de Tartagal en el noroeste argentino muestran, con crudeza inusitada, los terribles costos humanos que puede llegar a sufrir la población (sobre todo la más pobre) cuando lo que prima es la irresponsabilidad ambiental más o menos generalizada.

9. “El hecho de que el fenómeno del crecimiento siga siendo un enigma (tras

tres decenios de intenso esfuerzo intelectual) se explica en parte por la complejidad del crecimiento económico, pero refleja también nuestro cuadro de valores –en particular la preocupación por los juegos intelectuales. La dificultad deriva en parte, sin duda, del hecho de que la selección de temas de trabajo en la economía del

35

Ver SHILLER Robert J.: “Irrational Exuberance”, Princeton University Press 2000.

Page 19: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

crecimiento se guía mucho más por la curiosidad lógica que por la importancia práctica.”36

Esta queja de Amartya Sen, escrita a comienzos de la década de 1970, continúa lamentablemente teniendo hoy una gran validez. En el desarrollo científico que la ciencia de la economía evidenció en las últimas décadas del siglo XX, la matematización creciente del discurso científico de la economía trajo aparejado, entre otras muchas cosas, una fabulosa simplificación de los asuntos humanos y sociales que configuran la médula misma de la vida económica concreta de las naciones, cualquiera sea el nivel de desarrollado que éstas hayan alcanzado. Una vieja cita de unos de los grandes mentores de la teoría moderna del crecimiento económico resume muy bien el problema al que estamos aquí aludiendo, referido a la simplificación creciente a la que apelan, en general, los modelos teóricos de la economía del desarrollo:

“Toda teoría depende de supuestos que no son ciertos del todo. Eso es lo que hace una teoría. El arte de la teorización correcta consiste en hacer los supuestos simplificadores inevitables en forma tal que los resultados finales no sean muy sensibles. Un supuesto “decisivo” es aquel del que dependen sensiblemente las conclusiones, y es importante que los supuestos decisivos sean razonablemente realistas. Cuando los resultados de una teoría parecen fluir específicamente de un supuesto decisivo especial, si el supuesto es dudoso, los resultados serán sospechosos”37.

Más allá de la polémica entre los que, por un lado, siguen a Milton Friedman en su defensa de las construcciones teóricas que se apoyan en supuestos sin realismo (pero que conducen, supuestamente, a acertadas predicciones) y, por otro lado, los que critican esta curiosa voltereta intelectual que pretende negar las virtudes más evidentes del realismo de los supuestos económicos más significativos, lo que Robert Solow pretende resaltar en la cita anterior es la necesidad de encontrar un término medio, capaz de superar una antinomia que causó muchos más daños que beneficios al pensamiento económico. Frente a la complejidad del fenómeno del desarrollo económico y habida cuenta de las limitaciones del economista como sujeto que pretende conocer científicamente las causas últimas de este fenómeno, lo que corresponde es simplificar lo que efectivamente se observa del fenómeno, sin apelar a supuestos manifiestamente desconectados de la realidad observada. Trevor Swan, otro de los grandes teóricos del crecimiento, escribe sobre esta cuestión de la siguiente manera:

“los economistas deben considerar con mucho cuidado a qué se refieren las teorías del crecimiento económico, qué interrogantes están tratando de contestar, si es que la teoría económica no ha de ser pura matemática estéril”. Eliminar, por ejemplo, la influencia de las expectativas de los agentes que tienen que decidir sobre sus inversiones de largo plazo en condiciones de incertidumbre, lo mismo que apelar a un “estado estacionario” o a una “edad de oro” no son más que evasiones, “y como todas las evasiones astutas tienen alguna utilidad, pero es fácil exagerarlas”38.

Después de todo, “si se nos pide pensar en un plan quinquenal para la India no buscaríamos respuestas inmediatas en la teoría económica: necesitaríamos aprender mucho acerca de la India, de su pueblo, de sus técnicas prácticas, y no esperaríamos de la teoría económica sino cierto auxilio de algunas ideas básicas para el inicio de la tarea”39.

36

SEN Amartya: “Economía del Crecimiento”, op. cit., págs. 34-35- 37

SOLOW Robert M.: « Un modelo de crecimiento », en Economía del Crecimiento, op. cit., pág. 151. 38

SEN Amartya K.: “The Money rate of intrest in the pure theory of growth”, en The Theory Of Interest

Rates”, McMilliaan y St. Martin Press, 1965, pág. 280. 39

SWAN Trevor W.: “Las edades de oro y las funciones de producción” en Economía del Crecimiento,

op. cit., pág. 193.

Page 20: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

Mientras el crecimiento se convertía en una de las temáticas más debatidas dentro de la ciencia de la economía, James Tobin escribía:

“Los modelos teóricos contemporáneos del ciclo económico y del crecimiento económico suelen poseer dos características relacionadas: a) suponen funciones de de producción que no permiten la sustitución entre factores, y b) las variables son magnitudes reales; los fenómenos monetarios y de precios no tienen importancia. Debido a estas características, estos modelos presentan una imagen rígida y angular del proceso económico: rutas rectas y estrechas cuya menor variación anuncia el desastre, reversiones abruptas u agudas, límites superiores e inferiores intratables. Los modelos son muy sugerentes, pero su representación de la economía despierta la sospecha de que han dejado fuera algunos mecanismos de ajuste esenciales”40.

En otro artículo, que comenta los modelos de crecimiento de dos sectores, Frank Hahn escribe:

“En todas estas construcciones resulta fundamental la condición de que el equilibrio en un momento dado sea único (…). Pero los supuestos requeridos para establecer la unicidad del equilibrio momentáneo son todos terribles”41.

Enfocados esencialmente en la búsqueda de soluciones de mercado para responder a los problemas que plantea el crecimiento económico, esto es: sin presencia activa de políticas gubernamentales (o en presencia, cuanto más, de políticas de gobierno que resulten neutrales en términos del proceso de crecimiento), los modelos teóricos de la economía del crecimiento han soslayado en buena medida todas y cada una de las imperfecciones y fallas de mercado que frenan u obstaculizan este proceso de crecimiento. En una síntesis muy completa de las objeciones que se presentaban, por estos, años a la búsqueda obsesiva de la neutralidad del Estado frente a los problemas del crecimiento, Edmund Phelps concluye:

“En todas las economías reales prevalecen las imperfecciones de mercado y los efectos externos. (…) Estas imperfecciones y estos efectos externos plantean la cuestión de la forma en que pueda emplearse la política gubernamental, en particular la política fiscal, para reducir o eliminar las malas asignaciones de recursos resultantes. (…) Parece claro que no hay esperanzas de alcanzar el óptimo con una política tan sencilla como la de neutralidad en un mundo complejo. (…) Cualquiera sea la evaluación del lector, sin duda concluirá que el tema de las políticas fiscales y monetarias adecuadas para el crecimiento sigue siendo campo fértil de investigación”42.

Más de tres décadas después, un economista de probado compromiso con la más absoluta libertad de mercado, parece otorgarle razón a Phelps:

“La tasa de crecimiento y la subyacente actividad innovadora tiende a alejarse del óptimo de Pareto debido a las distorsiones relacionadas con la creación de bienes nuevos y de novedosos métodos de producción. En este marco, la tasa de crecimiento de largo plazo depende de acciones gubernamentales, tales como los impuestos que se cobran, el mantenimiento de la ley y el orden, la provisión de servicios de infraestructura, la protección de los derechos de propiedad intelectual, la regulación del comercio internacional, de los mercados financieros y otros aspectos de la economía”.

La lista de funciones económicas que Robert Barro pretende colocar en la agenda de los gobiernos actuales está obviamente limitada por sus inclinaciones teóricas; pero lo que nos interesa señalar aquí es la aceptación general con la que

40

TOBIN James: “A Dynamic Aggregative Model”, in Journal of Political Economy, vol. 63, 1955, pág.

103. 41

HAHN Frank H.: “Modelos de crecimiento de dos sectores”, en Economía del Crecimiento, op. cit.,

pág. 279. 42

PHELPS Edmund S.: “Crecimiento e Intervención Gubernamental”, en Economía del Crecimiento, op.

cit., pág. 509.

Page 21: Breve Historia del Concepto de Desarrollo Económico

esta autor, exponenete central de la llamada “nueva” escuela clásica, remata la cita anterior:

“El gobierno, por lo tanto, tiene un gran potencial para bien o para mal a través de su influencia sobre la tasa de crecimiento de largo plazo”43.

10. En los puntos anteriores hemos bregado por la necesidad de evitar caer en

el simplismo que pretende ilusamente reducir el problema del desarrollo económico a la simple acumulación de bienes, a lo que se adosa, de manera también simplista, la “equidad” como mera característica deseable del proceso. Frente a la complejidad del fenómeno bajo estudio, tenemos que asumir la necesidad de integrar, en el marco del análisis económico, aspectos tradicionalmente dejados de lado por la ciencia de la economía.

Lo que afirmamos en el párrafo anterior no significa necesariamente bregar por una suerte de “nueva teoría económica”; lo que remarcamos es, simplemente, la necesidad de expandir de manera creativa el campo de estudio en el que la economía dominante pretende encerrar el fenómeno del desarrollo. Esto nos lleva necesariamente a reconocer, de manera explícita, que muchas variables económicas pertenecen también al campo de lo social, de lo político, de lo cultural. En lugar de llevar hasta el extremo la práctica usual de dividir los fenómenos complejos en particiones puras que definen de manera ilusoria el área específica de preocupación de las disciplinas (desarrollo económico por un lado; equidad social por otro), corresponde:

“reconocer las irremediables intersecciones entre las diferentes disciplinas sociales que hacen que los fenómenos económicos aparezcan de manera frecuentemente inseparables de aquellos que son tradicionalmente estudiados por las disciplinas relacionadas”44.

Lejos de privilegiar la orientación eminentemente práctica que la temática del desarrollo económico exige, el esfuerzo teórico de la economía, con honrosas excepciones, se ha concentrado en gran medida en un intento heroico por derivar la historia del crecimiento económico moderno y sus perspectivas futuras de la mera acción de sujetos individuales maximizadores de su propio bienestar o “utilidad”. Y a esta ultra-simplificada teoría, con la que se pretende explicar un tema ultra-complejo como el desarrollo, se agregaron consejos ultra-simplificados de políticas, como aquellos contenidos en el llamado “consenso de Washington”.

Desde la perspectiva teórica se acentuó, por ejemplo, la importancia del capital humano, desplazando la posición hegemónica que tuvo por un tiempo las consideraciones referidas a la acumulación del capital físico; pero la concepción del capital “humano” también resultó ser excesivamente estrecha. Lo que hemos intentado mostrar a lo largo de los diferentes puntos de estas breves consideraciones sobre el desarrollo económico puede sintetizarse, sirviendo como conclusión de este trabajo, con la idea de Schumpeter que nos sirvió de punto de partida de nuestra exposición. Esta idea, que aparece repetidamente (de manera explícita o implícita) en muchos de los principales hitos que marcaron la historia global del pensamiento que la economía elaboró sobre el tema clave del desarrollo durante todo el siglo XX, no hace más que resaltar el error que comete aquél que, en aras de favorecer una perspectiva científica determinada, pretende reducir la complejidad del tema del desarrollo económico a los moldes estrechos de una receta segura y terminante. Cualquiera sea el rótulo con que estos moldes rígidos se presenten, lo que se consigue con una simplificación excesiva no es otra cosa que eludir las dificultades propias que presenta a todo investigador el estudio cabal del fenómeno del desarrollo económico.

43

BARRO Robert J.: “Determinants Of Economic Growth”, The MIT Press, Massachussets 1999, pág. 6. 44

COASE R. H.: “Economics and Contiguous Disciplines”, in Essays on Economics and Economists,

The University of Chicago Press, Chicago 1994, pág. 77.