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  • Jos Fernndez Vega

    Variaciones Borges 1/1996

    Una campaa esttica.Borges y la narrativa policial

    Respuestas anticipadas

    us cuentos policiales descubren una veta nueva del fe-cundo polgrafo: en ellos quiere combatir el fro intelec-tualismo en que han sumido este gnero Sir Conan Do-

    yle, Ottolenghi, etc. Los cuentos de Pujato, como cariosamente losllama el autor, no son la filigrana de un bizantino encerrado en la to-rre de marfil; son la voz de un contemporneo, atento a los latidoshumanos y que derrama a vuela pluma los raudales de su verdad.1

    Este pasaje, atribuido sin piedad al texto de la educadora, seoritaAdelma Badoglio para su Silueta del apcrifo autor Bustos Domecq,representa algo ms que una carcajada contra las miserias del estilo bu-rocrtico-escolar. Su tono pardico intenta cerrar el camino a la crticaconvencional contra el gnero policial de corte clsico mediante el re-curso de burlarse de ella por anticipado. Fro intelectualismo o juegointil y descomprometido son, en efecto, algunos de los habituales re-proches que desde una zona literaria bien definida suelen dispararsecontra el policial britnico de tipo deductivo; slo que, en el pasajecitado, estos reproches arden en las llamas del ridculo. Por eso, des-pus de ese texto con el cual Borges y Bioy Casares abren sus Seis pro-blemas para don Isidro Parodi, resulta difcil encontrar crticos que, al me-nos de manera voluntaria, se avengan a compartir el inquietante espa-cio intelectual representado por la educadora, seorita Badoglio.

    1 Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Seis problemas para don Isidro Parodi, Bs.As., Emec, 1984, p. 10 (1 ed., Sur, 1942).

    S

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    Podra parecer intil abundar aqu sobre la importancia que ha tenidoBorges en el desarrollo de la literatura policial en la Argentina pues, dehecho, es bien sabido que hay pocos rubros literarios en los que no ha-ya jugado un papel preponderante (incluso como ejemplo indirecto onegativo). Con todo, un breve anlisis de su relacin con esa literaturase justifica porque Borges, adems de predicar con el ejemplo de supropia produccin policial, convirti dicho gnero en un objeto recu-rrente de sus preocupaciones estticas. En una resea a Seis problemaspara don Isidro Parodi, Alfonso Reyes escribi que Con este libro, la litera-tura detectivesca irrumpe definitivamente en Hispanoamrica, y se presentaataviada en el dialecto porteo,2 lo que da una pauta del grado de madu-ra innovacin que estos relatos policiales representaron en su momen-to. Tal innovacin, como se sostendr a continuacin, no fue sino elproducto de una acumulacin esttica anterior que tuvo duradera in-fluencia en un espacio preciso del campo literario argentino.

    Durante la dcada de 1940, cuando emerge como el principal escritorde prosa de la Argentina, Borges public varias reseas bibliogrficasen Sur en las que trat asimismo de definir ciertos cnones a los quedebiera ajustarse una narracin policial de calidad. A fines de la dcadaanterior haba intentado algo similar desde la seccin de letras extranje-ras de El hogar, un semanario ilustrado dirigido a un pblico femeninode clase media muy alejado del modelo de jefatura espiritual que pro-pona Sur como revista literaria. Pero en ambas publicaciones lo quemueve a Borges es su peculiar inclinacin por la teora, propia de unescritor que desea dominar y explicitar sus ideas literarias y que noquiere limitarse a poseer una preceptiva de manera ms o menos cons-ciente. Por cierto que est lejos de pretender elaborar un cuerpo doctri-nario completo o de sistematizar un tratado. Por ello, no debiera llamarla atencin que haya canalizado estas preocupaciones tericas en textosque podran ser considerados como pertenecientes a una forma me-nor, en particular las notas bibliogrficas que public con asiduidad.Estos textos crticos muchas veces hacen referencia a novelas inglesasque, tomadas como excusa, le posibilitan agudos, aunque breves, ex-cursos preceptivos. Como advirti Reyes en su comentario, la obra deBorges ...no tiene pgina perdida. Aun en sus ms rpidas notas bibliogrfi-

    2 Alfonso Reyes, El argentino Jorge Luis Borges, en: Obras completas, Mxico, FCE,1959, tomo IX, p. 308. (El artculo de Reyes apareci en un peridico en 1943 bajo elttulo de Misterio en la Argentina. El comentario de Reyes coincide con la poste-rior opinin de Rodolfo Walsh en su prlogo a la primera antologa nacional delgnero: Diez cuentos policiales argentinos, Bs. As., Hachette, 1953, p. 7.

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    cas hay una perspectiva original. Fcilmente transporta la crtica a una tempe-ratura de filosofa cientfica.3 No obstante, ese carcter supuestamentemenor de sus notas bibliogrficas parece haber sido evidente para elpropio Borges quien, en la mayora de los casos, las excluy de la edi-cin de sus Obras completas, compilacin en la que pretendi ofrecer suautoimagen literaria definitiva (y para la que lleg incluso a escribiruna custica necrolgica de s mismo). Por fortuna sus contribucionesen El hogar fueron compiladas y publicadas ms tarde bajo el ttulo deTextos cautivos.4

    El gnero policial como rigor (mortis)

    El nmero 70 de la revista Sur (aparecido en 1940) es bastante repre-sentativo de la actitud de Borges respecto del comentario literario. Sucontribucin encabeza la seccin de crtica bibliogrfica de la revista y

    3 Reyes, loc. cit., p. 307.4 J. L Borges, Textos cautivos. Ensayos y reseas en El Hogar. (1936-1939). (Ed. de E.Sacerio-Gar y E. Rodrguez Monegal), Buenos Aires, Tusquets, 1986. Todas las refe-rencias a los textos de El Hogar provienen de esta edicin, en adelante citada comoTC. El libro compila 208 contribuciones, de las cuales cerca de 30 aluden a la narra-tiva policial, entre ellas cuatro comentarios a novelas de Ellery Queen (lo que loconvierte en uno de los autores ms reseados). En algunos casos hay temas (y tex-tos) que trasmigran de El hogar a Sur, movimiento quiz justificado por la diver-sidad de pblico de ambas revistas: vanse, por ejemplo, la resea de Borges inclui-da en Sur N 32, mayo de 1937 y la de El Hogar del 28 de mayo de 1938 [TC, p. 136-137] o el comentario a una novela china en su versin alemana publicado en El Ho-gar el 19 de noviembre de 1937 [TC, p. 187-188] y la resea a la traduccin inglesa dela misma en Sur, N 60, setiembre de 1939. Adems de estas reseas, en los arraba-les de la obra de Borges (que tienen una importancia comparable a los arrabalesciudadanos en su mitologa literaria) deben destacarse los dos libros de prlogoscitados a menudo infra en las notas del presente trabajo. Estos libros renen ms deun centenar de textos escritos por Borges como presentacin a obras de otros auto-res, pero no alcanzan a compilar toda su produccin como prologista, ya que noincluyen sus contribuciones a los ttulos de la coleccin de literatura fantstica edi-tada en Miln por F. M. Ricci a partir de 1975 y denominada La Biblioteca di Ba-bele, ni algunos otros textos como los que preceden obras de Henrquez Urea,Jauretche, etc.. Finalmente, existen tambin libros de conversaciones con Borges alos que se hace referencia en este trabajo y otros muchos que no se cita, as comolibros que compilan sus conferencias. El nmero de libros de conversaciones conBorges no tiene paralelo con el de ningn otro escritor del continente y para buscarun punto de comparacin quiz habra que pensar en un ejemplo aparentementemuy lejano al de Borges: en Sartre, el intelectual poltico total, y en los numerososreportajes en que prodig sus posiciones y su pensamiento.

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    se ocupa de tres libros en los que casi se condensa un retrato de suspreocupaciones estticas y aun polticas. Empieza comentando unacompilacin de artculos de su siempre admirado Chesterton autorque, respecto del gnero policial, representa para Borges todo un mo-delo, slo que esta vez Chesterton es la via regia para la intervencinpoltica. Sensibilizado por la guerra europea, Borges aprovecha la oca-sin para una abierta crtica al nazismo y a su brutalidad militarista yracista (dicho sea de paso, tambin deslinda al nazismo de Nietzsche enuna aguda frase). A este texto le siguen otros dos: la crtica a una colec-cin de cuentos de Ellery Queen y a una novela de John Dickson Carr,ambos exitosos escritores de narraciones de enigma. El libre uso de lasreferencias y los temas que circulan en estos dos breves textos quedapatentizado por la habitual referencia a muchos autores que ejemplifi-can las tesis o las crticas del comentarista. Caso extremo, en la reseade la novela de Dickson Carr se menciona ms veces a Ellery Queenque en el comentario que le corresponde a su libro de cuentos. Por l-timo, y en una significativa filtracin de la realidad extra-literaria enestas reseas, Borges termina su nota a The new adventures of ElleryQueen con las siguientes palabras:

    Escribo en julio de 1940; cada maana la realidad se parece ms auna pesadilla. Slo es posible la lectura de pginas que no aluden si-quiera a la realidad: fantasas cosmognicas de Olaf Stapledon, obrasde teologa o de metafsica, discusiones verbales, problemas frvolosde Queen o de Nicholas Blake.5

    A diferencia del ridculo discurso puesto en boca de la educadora Ba-doglio, esta ltima declaracin de Borges ya no contiene irona. Encualquier caso, la medida de la calidad de la literatura policial que aquse halla cifrada en la eficacia para no aludir siquiera a la realidad es,como se ver enseguida, un tema de fondo en la potica que Borges, entextos furtivos, intenta articular para el gnero.

    5 Sur, N 70, julio de 1940, p. 62. En el nmero del 24 de junio de 1938 de El Hogar[TC, p. 246-247] se encontrar un elogioso comentario a la novela de Blake The BeastMust Die . Con el ttulo La bestia debe morir (Bs. As., Emec, 1940, trad. J. R. Wilcock)fue el volumen que inaugur ms tarde la coleccin El sptimo crculo que Borgesy Bioy Casares dirigieron para la editorial Emec entre 1945 y 1955. Sobre la historiade esta importante (y exitosa) coleccin, vase el relato que hace el propio Bioy Ca-sares en su Memorias (Barcelona, Tusquets, 1994, pp. 98 y ss.). Matizando la impre-sin que prodra trasmitir la resea de Borges para El Hogar (en la que recomiendacon nfasis la admirable novela de Blake), Bioy dice que esa novela nunca lo con-venci plenamente y que prefera otras. Agrega que, de todos modos, el libro consi-gui un xito inmediato (p. 104).

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    La resea al libro de Ellery Queen le permite, adems, levantar una se-rie de objeciones a la costumbre de personalizar demasiado a los detec-tives y de caracterizarlos por sus tics y manas. Pero lo esencial es que,para el comentarista, un verdadero relato policial debe centrarse en elcrimen. Ello constituye su ncleo bsico desde donde debe plantearseun problema original y relevante (esto es, denso en connotaciones filo-sficas), mientras que la solucin debe ser inesperada, inteligente y ve-rosmil. En la investigacin, y en su personaje central, el detective, lainclinacin criminalstica ha de ceder el paso al puro ejercicio de la in-teligencia:

    Sherlock [Holmes] vale menos que Auguste [Dupin], no slo por-que un descifrador de cenizas y rastreador de huellas de bicicletavale menos que un razonador, sino precisamente porque no es [comodespectivamente lo llam Bernard Shaw] un ingenioso autmata.6

    En una ocasin posterior en la que publica un elogioso comentario a unlibro de cuentos de su amigo Manuel Peyrou y donde Chestertonaparece de nuevo como punto de referencia Borges ataca a aquellosautores de policiales que cifran su atencin no tanto en el problema l-gico en s mismo, sino en el mero decorado de las circunstancias y tc-nicas del crimen y de la investigacin. Frente a ese desvo, escribe Bor-ges,

    El cuento policial nada tiene que ver con la investigacin policial,con las minucias de la toxicologa o de la balstica. Puede perjudi-carlo todo exceso de verosimilitud, de realismo; trtase de un gneroartificial como la pastoral o la fbula.7

    Es evidente ahora que la prevencin de fondo se halla, en verdad, diri-gida contra el realismo hacia el que podra derivar el gnero. Por eso,ms adelante defiende la ambientacin de las historias policiales en es-cenarios extranjeros o locales pero deformados de manera tal que nosucumban ante la tentancin de tender puentes hacia la mera realidad.Para Borges, en la ficcin policial priman el rigor y el asombro.8 Por ellopuede resultar curioso el comentario que desliza Alfonso Reyes unautor muy respetado por Borges en su ya citada resea a los cuentos

    6 Sur, N 70, loc. cit.. Borges no tena en gran estima a Sherlock Holmes ni a su hace-dor. En su Introduccin a la literatura inglesa afirma que Conan Doyle fue un es-critor de segundo orden pero creador de un personaje inmortal. Vase : J.L. Borges,Obras completas en colaboracin, Bs. As., Emec, 1979 (en adelante: OCC), p. 849.7 Resea al libro de M. Peyrou, La espada dormida, en: Sur, N 127, mayo de 1945, p.74.8 Ibidem

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    del apcrifo Bustos Domecq. Reyes considera que amn del inters delenigma, el libro adquiere un valor de testimonio social pues utilizando elcastellano de Buenos Aires logra describir ambientes, personajes, ymaneras de expresin de la mltiple ciudad. Acaso nada ms porteoque el inicial y retorcido intento borgesiano de curarse en salud y,abriendo varios canales y niveles simultneos de discurso, comenzarpor una burla a los valores en los que se cree. La estilizacin negativade dichos valores corre por cuenta de la pattica seorita Badoglio, pe-ro con ello se intenta en realidad conseguir una adhesin indirecta dellector, al tiempo que se disuelve toda apariencia de compromiso ideo-lgico abierto, lo que podra ofrecer un flanco para la crtica. Debe no-tarse, no obstante, que el aspecto costumbrista de Borges y de Bioy(aspecto que el comentario de Reyes destaca) no parece correspondersemucho con los propios principios literarios de estos autores, siemprereluctantes a cualquier sntoma que evidencie la presencia de una est-tica realista. Con todo, nunca rechazaron la libre tematizacin de am-bientes y asuntos argentinos aunque subordinndolos al servicio detemas universalistas. Como el propio Borges escribe en uno de suscomentarios para Sur: En general, nada ms extrao a los libros que el pro-psito del autor.9

    La aplicacin de los propios postulados poticos a su trabajo literariono tardara en hacerse efectiva en Borges. Dos aos despus de aquellasdeclaraciones, publica en el nmero 92 de Sur (mayo de 1942) su cuentoLa muerte y la brjula un relato modlico de su manera de enten-der el policial, que suscit la admiracin general. En el prlogo a suantologa del cuento policial argentino, Rodolfo Walsh sin especialoriginalidad lo consider como el mejor ejemplo de narrativa policiallocal.10 La muerte y la brjula exaspera la intervencin sobre el pai-

    9 El comentario de Reyes se encuentra en loc. cit., p. 308-309. Los aspectos del len-guaje de Buenos Aires, que tanto interesaron a Borges y que alcanzan una pardicaexacerbacin en los cuentos de H. Bustos Domecq, son tambin objeto del comenta-rio de Umberto Eco: Labduzione in Uqbar, en: Sugli specchi e altri saggi, Milano,Bompiani, 1988, p.161-172. La cita de Borges se encuentra en Sur, N 111, enero de1944, p. 76, en un comentario a una novela de Sylvina Bullrich Palenque. En el mis-mo nmero Borges publica una importante resea a Las ratas, el libro de Jos Biancodel que se hablar ms abajo. Vase asimismo una entrevista conjunta a Borges yBioy, H. Bustos Domecq segn sus creadores, fechada en 1977, y reproducida enMartino, D., ABC de Adolfo Bioy Casares, Bs. As., Emec, 1989, pp. 236 y ss., donde losautores valoran el fondo claramente argentino de su personaje detectivesco.10 R. Walsh, loc. cit., p. 2. Walsh coincide en sealar a los Seis problemas para don IsidroParodi como el primer libro de cuentos policiales en castellano. De La muerte y labrjula escribe Walsh que constituye el ideal del gnero: un problema puramente geo-

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    saje urbano de Buenos Aires el paradigma es siempre Chesterton y eltratamiento que ese autor hace de Londres.11 Tal vez convenga recor-dar aqu, y a propsito de este relato, el comentario que, en el mismonmero de la revista, le dedica Bioy Casares al libro de Borges El jardnde los senderos que se bifurcan. Los sealamientos generales de Bioy acer-ca de este volumen de cuentos valen asimismo para La muerte y labrjula:

    Borges, como los filsofos de Tln, ha descubierto las posibilidadesliterarias de la metafsica (...) los antecedentes de estos ejercicios deBorges (...) estn en la mejor tradicin de la filosofa y en las novelaspoliciales.12

    En una muy poco sorprendente sintona con la potica de Borges (pre-cisamente en esos aos ambos autores dieron a conocer sus relatos po-liciales escritos en colaboracin bajo el pseudnimo de H. Bustos Do-mecq) Bioy Casares subraya el hecho de que, adems de ser entreteni-dos y de poseer esa exciting quality que, en su opinin, es una pecu-liaridad de la narrativa policial, los cuentos que resea contienen la im-portante novedad literaria de estar organizados en base a un problema.Para el comentarista y amigo de Borges, ste renueva y ampla el gneronarrativo pues anteriormente los problemas nunca haban sido el intersprincipal de un cuento.13 Por problemas debemos entender no slo elenigma policial en s mismo sino todas sus ramificaciones filosficas.

    mtrico, con una concesin a la falibilidad humna. Walsh parece situarse bajo el influjode la preceptiva policial borgesiana cuando seala que el detective Parodi: Forzo-samente despreocupado de indicios materiales y dems accesorios de las pesquisas corrientes,Parodi representa el triunfo de la pura inteligencia. Curiosamente, Walsh no practicde manera ortodoxa esta potica en sus propios cuentos, publicados tambin en1953 con el ttulo Variaciones en Rojo. Entre las obras destacables del gnero que venacer con gran calidad en la narrativa argentina, Walsh, como Borges, destaca las dePeyrou (Cf. nota ut supra). El cuento que Walsh elige para representar a Borges ensu antologa es El jardn de los senderos que se bifurcan.11 Vase el brillante anlisis de Krakauer acerca de este procedimiento, que conside-ra tpico del policial racionalista y de la internalizacin modernista del gnero, enun texto que se anticipa a la nocin de no-lugar con que la antropologa social actualdenomina ciertos espacios urbanos. Krakauer considera el hall de un gran hotelcomo smbolo contemporneo de la secularizacin vaciadora, de la separacin entrelos individuos y de la decadencia de los ideales comunitarios: Siegfried Krakauer,Der Detektiv-Roman. Ein philosophischer Traktat, en: Schriften I, Frankfurt a. M.,Suhrkamp, 1971, pp. 128 y ss.12 Adolfo Bioy Casares, comentario a El jardn de los senderos que se bifurcan (Bs. As.,Editorial Sur, 1941) de Jorge Luis Borges en: Sur, N 92, mayo de 1942, pp. 60-61.13 Ibidem.

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    Bioy ensaya una defensa de la densa brevedad del cuento como forma,frente a la extensin de la novela, que busca hacer de la lectura un h-bito ms que un desafo a la inteligencia. Elogia la gran verosimilitudde la invencin erudita borgesiana y la defiende de la posible califica-cin de mero juego. El recurso de anticipar irnicamente la crtica, queya fue indicado en este ensayo, parece repetirse aqu. Hay otra litera-tura ms digna? se pregunta Bioy, interrogando abiertamente los valo-res del propio lugar desde donde se planteara aquella objecin. Cul-mina sosteniendo que condenar estos textos por considerarlos juegosequivaldra a una condena al arte mismo. Como puede verse, en estaresea programtica se intenta una defensa del matrimonio entre fic-cin y pensamiento en la obra de Borges. Recurriendo a una fuerte ad-jetivacin, conjugada con los letales sarcasmos que constituyen el re-curso tradicional de estos escritores, Bioy descarta asimismo cualquierlectura sociolgica, biogrfica o poltica de estos relatos. Rechaza laobligacin de reflejar un ambiente o de sostener una tesis y llega a cali-ficar de fascista al imperativo localista en literatura. La virulencia delalegato de Bioy da la pauta del esfuerzo destructivo por despejar elcampo cultural y por habilitar un nuevo paradigma potico; a pesar delas declaraciones anti-histricas, este escrito de combate esttico contie-ne una clara indicacin histrico-interpretativa, con la que Borges sindudas coincida. Dicha clave propone una lectura de la tradicin en-tendida de algn modo tambin como una invencin en trminosvoluntariamente cosmopolitas:

    Creo, sin vanagloria, que podemos decepcionarnos de nuestro fol-klore. Nuestra mejor tradicin es un pas futuro (...) Podemos pres-cindir de cierto provincianismo de que adolecen algunos europeos(...) Para un argentino es natural que su literatura sea toda la buenaliteratura del mundo.14

    Las referencias ms especficas de Bioy en este comentario aluden algnero policial. El cuento El jardn de los senderos que se bifurcan escaracterizado como un relato cuento policial

    14 A. Bioy Casares, loc. cit., pp. 64-65. En parecidos trminos se expres Borges enSobre los clsicos, Sur, N 85, octubre de 1941, p. 12: Carecemos de tradicin defini-da, carecemos de un libro capaz de ser nuestro smbolo perdurable; entiendo que esa priva-cin aparente es ms bien un alivio, una libertad, y que no debemos apresurarnos a corre-girla. Tambin es lcito decir: Gozamos de una tradicin potencial que es todo el pasado. Enel mismo sentido vase El escritor argentino y la tradicin en : J.L. Borges, Discu-sin, Bs. As., Emec, 1975, 8 ed., p. 151 y ss.

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    sin detectives, ni Watson, ni otros inconvenientes del gnero, perocon el enigma, la sorpresa, la solucin justa que en particular puedeexigirse, y no obtenerse, de los cuentos policiales.15

    Los esfuerzos de Borges por ambientar la accin en un escenario cultu-ral donde los detectives privados no son habituales y por centrar laconstruccin del relato en sus caractersticas esenciales a saber, elproblema y su pertinente solucin inesperada son recibidos con en-tusiasmo por Bioy. ste interpreta que la efectiva realizacin borgesia-na de las lneas bsicas de este programa esttico compartido abre laspuertas tanto a una refundacin del gnero como a su nacionalizacinen el campo literario argentino. Los escritores, segn el comentarista,deberan buscar tal naturalizacin en su carcter de simples inte-grantes de una comunidad lingstica y no en nombre de un naciona-lismo literario.16 Por otra parte, y al tiempo que destaca el carcter in-novador de los cuentos que resea, Bioy enfatiza la plena asuncinborgesiana de las tradiciones del gnero, refirindose con ello a lasconvenciones que a su juicio lo caracterizan y relegando (incluso elimi-nando) sus aspectos ms exteriores o pintorescos: el detective y suWatson. En conexin con esto, Bioy, en un excurso de marcado carcterpreceptivo, declara que

    Tal vez el gnero policial no haya producido un libro. Pero ha pro-ducido un ideal: un ideal de invencin de rigor, de elegancia (en elsentido que se da a la palabra en las matemticas) para los argu-mentos. Destacar la importancia de la construccin: este es, quiz, elsignificado del gnero en la historia de la literatura.17

    Los problemas de un orden

    En los citados pasajes de Bioy se advierte un rescate del gnero policialcomo modelo formal. Segn dicho modelo, los elementos centrales vlidos para otros gneros tienen que ver tanto con la elaboracin delargumento (cuyo ideal es matemtico) como tambin con su originali-dad y su plasmacin rigurosa en un artefacto literario eficaz. Este con-junto de ideas muestra gran afinidad con las de la potica de Borges ycon sus opiniones, ya evocadas, sobre la singularidad del gnero. Peroconviene no olvidar que el problema del que trata el policial, junto con

    15 A. Bioy Casares, loc. cit., p. 63.16 El xito de esta empresa de naturalizacin fue reconocido, entre otros, por Al-fonso Reyes en loc. cit.17 A. Bioy Casares, loc. cit., p. 61.

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    los aspectos narrativos constructivo-formales, constituye un centro deinters esencial del gnero. Si Bioy destaca la densidad filosfica delos cuentos de Borges18 ste, por su parte, extendi el alcance de la exi-gencia de problemas en la ficcin hasta incluir tambin (en un gestoque apunta a su relectura) esas obras clsicas que representan y a ve-ces fundan una literatura nacional. En un escrito de tono notable-mente anti-fetichista declara:

    No importa el mrito esencial de las obras canonizadas; importan lanobleza y el nmero de los problemas que suscitan.19

    Un problema relevante es una consideracin esttica valorativamenteprevia a cualquier otra.

    Los enigmas policiales deben aludir siempre a un orden que los site ylos reabsorba. En una interesante resea a un libro de Roger Cailloissobre la narrativa detectivesca, aparecida en Sur en 1942,20 Borges se-

    18 Vase sobre esto, U. Eco, Labduzione in Uqbar, cit., donde se ensaya una inter-pretacin de La muerte y la brjula en una clave spinozista invertida. Aunque, siha de darse crdito a la irnica distancia de las palabras con que el propio Borges serefiere a su obra, en el final de La muerte y la brjula habra un error de plasma-cin cuya correccin contradira el aspecto enfermo del spinozismo que es la cla-ve de interpretacin que ofrece Eco: ...yo tengo que reescribir ese cuento. Para que seentienda que el detective ya sabe que la muerte lo espera, al fin. No s si he recalcado eso.Pero si no, queda como un tonto el detective. sera mejor que l ya supiera todo eso, ya que elotro es l, ya que el que lo mata es l. Discurren del mismo modo, piensan igual. Sera mejorhacerlo un cuento simblico y hacer que el cuento no fuera, digamos, policial. Mejor hacerlodel todo simblico y dejar el aparato policial del cual yo lo haba revestido. Habra que rees-cribirlo un poco. Habra que agregarle unas lneas al final. Bastara con eso. Yo creo. Bor-ges, J. L. y Carrizo, A., Borges el memorioso, Bs. As., FCE, 1982, pp. 229-230 (en ade-lante citado como BM).19 J. L. Borges, Sobre los clsicos, cit., p. 920 Resea de J. L. Borges a: Roger Caillois, Le roman policier (Editions des LettresFranaises, Bs. As., 1941) en: Sur, N 91, abril de 1942 (ste ya parece ser el ao clavepara la teora y la prctica de la potica policial borgesiana). Durante la guerra eu-ropea Caillois residi en la Argentina donde dirigi la revista Lettres Franaises fi-nanciada por Sur (asimismo, se realizaron en Buenos Aires muchas ediciones enfrancs, como la del propio libro que comenta Borges). Comprensiblemente Cailloisera, junto con Borges, una de las figuras intelectuales de Sur. El sarcasmo latente dela resea de Borges y la cida irona de Caillois en la Rectificacin a una nota deJorge Luis Borges, que aparece en el mismo nmero de la revista, podran indicarlas tensiones entre estos dos escritores en el seno de Sur. Sobre Caillois y Sur (y so-bre el antirrealismo de Borges y Bioy y su visin del policial) puede verse la historiaagudamente comentada del periplo intelectual de la revista: King, John, Sur. Estudiode la revista argentina y de su papel en el desarrollo de una cultura (1930-1970), Mxico,FCE, 1989, pp. 140 y ss.. La investigacin de King me fue sumamente til tanto por

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    ala que, en lo fundamental, dicho gnero est asociado con un or-den.21 Esta palabra parece implicar una organizacin o un sistema l-gico consistentes, pero tambin podra vincularse con una cierta ideade sociedad (incluso para el pensamiento cristiano medieval un ordoimplica una jerarqua ontolgica y una idea de bien con una traduccinsocial directa). Despus de sus clsicos gestos anti-histricos (Descreode la historia) y tras rechazar la interpretacin sociolgica de Cailloissobre el origen del policial (en la que la literatura folletinesca de Gabo-riau22 y los espas de Fouch juegan un papel que juzga exagerado),Borges termina realizando un evidente esfuerzo por coincidir con Cai-llois. Este intento incluye una declaracin preceptiva importante:

    ... el relato policial representa un orden y la obligacin de inventar.Roger Caillois analiza muy bien su condicin de juego razonable, dejuego lcido. Muchas pginas he ledo (y escrito) sobre el gnero po-licial. Ninguna me parece tan justa como stas de Caillois....23

    En esta visin predomina una imagen del gnero que resiste cualquiervinculacin con los procesos sociales. El centro de gravedad de lapotica policial de Borgesun conjunto de prescripciones bastanteexplcito esta constituido, entonces, por el problema: un asunto pura-mente intelectual que, impulsado por la curiosidad que despierta elenigma, es sometido a un procesamiento narrativo. Sin profundidadterica es decir, planteando problemas sin jerarqua intelectual elenigma hace descender la narrativa policial a la categora de simple

    las informaciones que contiene cuanto por las interpreteciones que expone. En mitexto pretend complementar estas ltimas dando nfasis a algunos detalles.21 Cf. tambin: El reportaje a Borges sobre el policial en: Jorge B. Ribera, y Jorge La-fforgue, Asesinos de Papel, Bs. As., Calicanto, 1977, p. 57, donde aqul hace explcitaesta idea, habla de su creciente desinters por el gnero a partir de una cierta poca(mediados de los aos cincuenta) y se muestra pesimista respecto de sus futuro lite-rario en base a sus dificultades para renovarse y a su intelectualismo, que deriva enfalta de vitalidad. De su propia produccin, Borges elige La intrusa como un mo-delo de representacin alusiva del crimen, contrario a las explicitaciones vulgaresdel realismo hard-boiled, del que se hablar ms adelante.22 Borges parece acertar cuando observa que mientras Gaboriau escriba sus traba-jos, Poe publicaba Los crmenes de la calle Morgue, texto convencionalmente con-siderado como ms relevante para la historia del gnero. Aunque despus agregaque esta historia tiene ms que ver con los hbitos mentales de Poe que con cual-quier hiptesis sociolgica, Borges vuelve sobre su tesis que presenta a Poe comoinventor indiscutido del gnero en varias ocasiones. Tambin Sherlock Holmes yWatson mencionan a Gaboriau y Poe en una charla que sostienen en la primera no-vela policial de Conan Doyle, Estudio en Escarlata.23 J. L. Borges, loc. cit., p. 57.

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    entretenimiento. En su temprana resea a Borges, Alfonso Reyes yahaba observado esta caracterstica y ponderado su feliz expresin lite-raria: Borges es un mago de las ideas. Transforma todos los motivos que tocay los lleva a otro registro mental.24

    La asociacin del gnero policial con un ordo literario el recurrenterigor en el tema y su despliegue, que exigen tanto Bioy como Borgesy que este ltimo asocia con la potica clsica intenta asimismo diri-gir el ejercicio del gnero hacia una cierta ruptura con las influenciasque sufra la narrativa local. Ambos autores asumiran el papel de van-guardia de dicha ruptura identificndose con la oposicin al verbalis-mo que atribuyen a la literatura francesa, que entonces hegemonizabael gusto. Un ejemplo de ello es una resea a Las ratas, el relato de JosBianco, en la que Borges se complace en recibir clidamente el trabajodel por entonces secretario de redaccin de Sur. Emparentando la na-rrativa de Bianco a la de Henry James advierte las distancias que sepa-ran a Las ratas de los cnones del policial. En las novelas policiales es-cribe lo fundamental es el crimen, lo secundario la motivacin psicolgica,mientras que en el relato psicolgico de Bianco sucedera al revs. Apesar de ello, elogia sin reservas el estilo narrativo y la vocacin delautor por urdir una historia que resulte atractiva para el lector. Pero loque ms destaca esta resea es la inscripcin del trabajo de Bianco enuna vertiente literaria que acta en la Argentina y que busca una tradi-cin legitimadora en la literatura anglo-sajona.25 Borges observa que, acontracorriente de la predominante influencia francesa en la novela ar-gentina de la poca, tanto en Las ratas como en La invencin de Morel, deBioy, prima el influjo de las literaturas de idioma ingls: un rigor ms severoen la construccin, una prosa menos decorativa pero ms pudorosa y ms lm-pida.26 Sealamientos como stos parecen indicar que, tanto en lo que

    24 A. Reyes, loc. cit., p. 309.25 En la nota biogrfica consagrada a Dickson Carr que precede al cuento de ese au-tor que Borges y Bioy seleccionaron para Los mejores cuentos policiales, Bs. As., Eme-c, 1962, Segunda serie, (La 1 ed. es de 1951; la Primera Serie de relatos es de 1943 yla Tercera permanece indita, cf. Martino, D., op. cit., p. 280), se dice, por ejemplo:Sus mejores obras policiales combinan hbilmente la rapidez de la escuela americana con elrigor intelectual de la escuela inglesa (p. 194). Vase tambin, en el mismo volumen, laapreciacin sobre Agatha Christie como productora de rigurosos estudios detectives-cos, sin otras variaciones que dispersen el inters por el asunto (p. 70), vis--vis de la notasobre Eden Phillpotts a quien se le adjudica la composicin de novelas regionales ypsicolgicas (p. 144), a pesar de tratarse de un autor que, segn Bioy, era uno de lospredilectos de Borges (Bioy Casares, A., Memorias, cit., p. 102)26 J. L. Borges, comentario a Las ratas de Jos Bianco, en: Sur, N 111, enero de 1944.

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    hace al orden constructivo como en lo referente al estilo, escritores co-mo Borges, Bioy, Bianco y otros estaban conscientemente asociados enla bsqueda de una tradicin legitimadora; la encontraron o la inventa-ron, pero sin duda la enriquecieron con aportes perdurables.27

    Quiz por motivos de cortesa hacia el trabajo y la figura de Bianco,Borges slo muestra sus reparos hacia la psicologa como hilo conduc-tor de la historia, aunque hacindolos pasar por una mera distincin degnero literario. Es evidente que en su comentario a Las ratas busca en-fatizar los puntos de contacto entre su programa literario y el de Bian-co, sin insistir en las diferencias. Quiz por ello pueda pensarse que enesta resea Borges opt por limitar su observacin acerca de la incon-veniencia de centrar un relato policial en la psicologa de los persona-jes, al tiempo que autorizaba su recurso para el caso de otros ejemplosnarrativos. No obstante, en su prlogo a La invencin de Morel, de Bioy28libro que en la resea aparece expresamente vinculado con losacuerdos programticos de Las ratas Borges lanza un ataque en pro-fundidad a las concepciones que habilitan la construccin de relatos apartir de las caractersticas psicolgicas de los personajes. El nuestro esun siglo de tramas novelescas artificiales pero rigurosas, y no el de lanovela psicolgica con pretensiones realistas que con sus personajesdescabellados termina siendo catica. Para apuntalar su tesis, Borgesapela a un gnero tpico de nuestra poca: la ficcin policial, en la quese refieren hechos misteriosos que luego justifica e ilustra un hecho razona-ble. En la trama perfecta de la novela de Bioy no slo reconoce unsigno de autntico modernismo literario, sino que tambin saluda unacontribucin producto de un trasvasamiento de tradiciones a laliteratura en espaol pues, en nuestro idioma son infrecuentes y aunrarsimas las obras de imaginacin razonada. Algunos aos antes, en 1932,Borges haba publicado en Sur una dura crtica a Mallea, quien le ofrececasi un paradigma esttico negativo, por su inclinacin psicolgica yrealista en la organizacin de su narrativa.29

    27 Estos escritores marcan, creo, una de las mltiples unidades ideolgicas de la re-vista que, por otra parte, y pese a la amplia variedad de firmas que recogi en variasdcadas de actividad, mostr una gran afinidad ideolgica entre sus miembros, enalgunos casos reforzada por vnculos de parentesco. Sobre este aspecto, vase elestudio de King, cit., pp. 63 y 148 y ss.. King tambin incluye en el grupo a ManuelPeyrou, ya mencionado ms arriba.28 Adolfo Bioy Casares, La invencin de Morel, Bs. As., Losada, 1940. Cito por: J. L.Borges, Prlogos, Bs. As., Torres Agero Editor, 1975, pp. 22-24.29 Citado por J. King, op. cit., p. 74.

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    El canon

    La propuesta potica de Borges para el gnero policial tiende a configu-rarlo como una regin literaria que dirime un problema ficticio y origi-nal (preferentemente con implicaciones metafsicas, atributo de jerar-qua filosfica y evidencia de calidad artstica) a travs del solo recursoa hechos previamente expresados y organizados mediante una cons-truccin narrativa eficaz, austera y slida. Alejado del realismo, estecanon se identifica con la economa estilstica de los modelos narrativosanglo-sajones (si bien, en otros contextos, tambin reconoce econo-ma a la prosa francesa).30 En cualquier caso, el esfuerzo de Borges porenfrentar las tradiciones psicologistas y realistas que, segn advierte,son predominantes en la narrativa nacional de su tiempo, sumado a supropia formacin y tradicin familiares, lo lleva a inclinarse finalmentepor lo que supone un modelo anglo-sajn de escritura. Pero su recono-cimiento de la hegemnica influencia francesa en la cultura argentinade la primera mitad de siglo permite entender las afirmaciones de Bor-ges en el marco de una disputada tensin cultural de tradiciones diver-sas en la que, con su alternativa potica, aspira a participar activamen-te: Fuera de la sangre y del lenguaje, que asimismo son tradiciones, Franciainfluy sobre nosotros ms que ninguna otra nacin.31

    El medio elegido para elaborar y difundir sus ideas estticas es el pe-riodismo, ya bajo la especie de revistas culturales como Sur, ya desdepublicaciones semanales o desde peridicos de tipo popular-sensacionalista como Crtica o consagratorios y dirigidos a la elite diri-gente como La Nacin. Otros escritores argentinos, Roberto Arlt antes yRodolfo Walsh despus, se sirvieron asimismo del periodismo como

    30 Por ejemplo, cuando elogia la mesura del vocabulario de Voltaire como una ca-racterstica nacional francesa en: J. L. Borges, Biblioteca personal (prlogos), Bs. As.,Alianza editorial, 1988, p. 122. Fuera de este reconocimiento ocasional (que quiztenga ms que ver con la figura de Voltaire, el iluminista que descubri Inglaterraen sus Cartas filosficas, que con la lengua francesa) es claro que el estilo de Borges,caracterizado por su progresivamente austera administracin del espaol, se inspiraen un ideal econmico que atribuye al idioma ingls una virtud de aroma esencia-lista que se opone al profuso verbalismo que achaca al espaol, siempre marcado,para su desgracia, por la incontinencia casticista.31 J. L. Borges, Prlogos, cit., p. 7. Ms adelante completa la idea con un custico co-mentario que puede explicar cierto matiz de resistencia al predominio cultural delos afrancesados rioplatenses en un hombre con tradiciones familiares vinculadasa Inglaterra: Cuando yo era chico, ignorar el francs era ser casi analfabeto. Con el decursode los aos pasamos del francs al ingls y del ingls a la ignorancia, sin excluir la del propiocastellano (pp. 7-8).

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    banco de pruebas para su escritura y como ocupacin alimenticia. Pero,como se intenta puntualizar aqu, Borges aprovech su contacto con laspublicaciones masivas tambin con una intencin terico-crtica: comolaboratorio esttico. Es evidente que tampoco fue el nico escritor enentrelazar produccin y teora literarias en sus colaboraciones perio-dsticas, pero en el caso de Borges es preciso reconocer una vocacincrtica ms acentuada y voluntariamente asumida, reflejada en la mag-nitud que alcanzan sus comentarios de libros: slo en la revista El hogarpublic ms de doscientas reseas en tres aos. Por otra parte, JorgeRivera contabiliz unos 120 textos periodsticos publicados por Borgesen medios masivos slo entre 1922 y 1945. Y no debiera pensarse que setrata apenas de trabajos ocasionales o perifricos en relacin al corpusborgesiano. Como indica Rivera, muchos de esos textos que conocieronuna primera publicacin periodstica, pasaron a formar parte de librosesenciales organizados por el propio autor.32 El primer libro de relatos deBorges, Historia universal de la infamia, publicado en 1935, es de hechouna compilacin de sus textos aparecidos en Crtica. Aunque muchosescritores argentinos vieron y siguen viendo en el periodismo unasegunda profesin, lo que quiz resulte novedoso es que la pginaliteraria de medios masivos podra llegar a convertirse, en el caso Bor-ges, en un espacio donde edificar, siquiera furtivamente, una teora li-teraria. En lo que respecta a sus ideas sobre el gnero policial, ello pare-ce ser un dato fundamentado.33

    32 Jorge B. Rivera, Borges y Arlt. Literatura y periodismo, Bs. As., Facultad de Filosofay Letras de la UBA, Serie Hiptesis y Discusiones N 2, 1992, p. 7. Puede suponerseque el propio Borges no admitira sin tensiones su paso por el periodismo. Porejemplo, en una resea (periodstica) escribi: Como tantos escritores de Amrica, [E.Ferber] lleg a la literatura por los malos caminos del periodismo. TC, p. 264. Debe acla-rarse, sin embargo, que Borges no le debe al periodismo su iniciacin literaria, nitampoco fue reportero, como fue el caso de otros escritores, ni se vincul al clima dela redaccin del diario. Fue director del Suplemento Literario de Crtica, cuyo con-trol ejerca con toda libertad, segn recuerda. Borges se refiri a esta poca en BM:Tuve poco que ver con los dems redactores. Ahora, desde luego, Natalio Botana me paggenerosamente: trescientos pesos al mes. Yo le pregunt qu horario haba y l me dijo queninguno. Que lo importante era que yo entregara la revista con una semana de anticipacin(...), pp. 217-218. En el caso de Borges, y un poco a diferencia de sus colegas escri-tores-periodistas, el trabajo en un peridico parece haber significado, ms que untrabajo asalariado corriente, una relacin de mecenazgo.33 En lo que quiz sea el punto ms alto de popularizacin de un escritor conside-rado exquisito, recientemente se ha develado que, durante su poca de Crtica, Bor-ges lleg a introducir textos propios en una historieta de origen estadounidense, sibien con intenciones pardicas y de polmica literaria: Louis, Annick, El humoristavicario, Pagina/12, Suplemento cultural, 21.09.1994, pp. 2-3.

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    Mediante sus contribuciones a la revista femenina El Hogar realizadasen la segunda mitad de la dcada de 1930, Borges fue elaborando unaserie de normas a las que debera atenerse, en su opinin, una narrativapolicial de calidad.34 Dichas normas se hallan implcitas en la treintenade reseas de relatos policiales (no se considerarn sus comentariossobre otros gneros) que public en la seccin Libros y autores ex-tranjeros de la revista. Estos comentarios bibliogrficos se ocupanpreponderantemente de las novedades editoriales del gnero detecti-vesco en el rea anglo-americana. Ellery Queen y S. S. Van Dine de-jando aparte al anglfilo Dickson Carr son prcticamente los nicosnovelistas policiales de EE. UU. representados, mientras que los co-mentarios a distintos escritores policiales britnicos son los que prolife-ran (la excepcin est dada por una aislada crtica, poco entusiasta porlo dems, a un libro del belga Simenon). Como estas notas ofrecen unaimagen bastante completa de lo que, para su autor, podra constituirseen un modelo de narracin policial, se justifica un examen en detalleque permita una condensacin de sus principales ideas sobre el gnero,a la manera de un declogo preceptivo. Hay tambin en estas reseasuna actitud que podra denominarse pedaggica, en tanto son, a la vez,ejercicios estticos y ensayos dirigidos a influir en el gusto popular me-diante la difusin periodstica de instrumentos conceptuales (o quasi-conceptuales) que permiten la valoracin de una literatura de difusinmasiva como la policial.

    Psicologa y Arquitectura

    Tres tpicos constituyen los ncleos sobre los cuales se organizan lasideas estticas de Borges sobre la narrrativa detectivesca. El primero deellos corresponde a la arquitectura formal del argumento y su carcter.Estrechamente ligado con este carcter se encuentran las condicionesque debe satisfacer la solucin y, finalmente, la definicin de los prin-cipios que rigen la construccin de los personajes. El argumento debetener un carcter puramente intelectual y debe respetar una estrecha

    34 Parece que El hogar y Mundo argentino, las dos revistas semanales ms famosas desu poca, eran generalmente compradas por mujeres pero su contenido no era fe-menino, al menos en el sentido muy especfico y periodsticamente autnomo quehoy tendra ese trmino, sino ms bien familiar. Para continuar con la caracteriza-cin que del medio hacen los editores de TC, y dado el carcter tentativo y discuti-ble del trmino, aqu se contina denominando revista femenina a El hogar.Agradezco a Oscar Sola sus aclaraciones sobre el tema.

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    vinculacin interna con la solucin que propone al enigma que plantea.En las piezas breves (como ya se anticip) deben evitarse los argu-mentos psicolgicos. No obstante, y por razones puramente formales,se aclara que las novelas policiales estn necesariamente inclinadas aadoptar un contenido psicolgico pues resultara irrisorio que una adi-vinanza dure 300 pginas.35 Sin profundidad humana, la novela policialse debilita narrativamente, se convierte en un gnero espurio. En elcontexto de una crtica a una obra de Milward Kennedy, Borges aadeque la primer novela policial de la historia, La piedra lunar, publicadapor Wilkie Collins en 1868, es, asimismo, una excelente novela psicolgi-ca. Defiende entonces la opcin asumida por la obra de Kennedy en laque, segn afirma, el problema interesa en funcin de los caracteres. Enverdad, para Borges, no slo la novela policial sino la novela tout courtes psicolgica. Si Dostoievski nos acostumbr a una casi inconcebiblevariedad de tipos humanos, la vertiente anglo-americana no fue tam-poco indiferente a aquellas exigencias que la novela planteara entanto forma:

    Entre los grandes novelistas, Joseph Conrad fue acaso el ltimo aquien le interesaron por igual los procedimientos de la novela, y eldestino y el carcter de las personas. El ltimo, hasta la aparicintremenda de Faulkner. Faulkner gusta de exponer la novela a travsde los personajes.36

    En la crtica a La bestia debe morir, de Nicholas Blake, Borges vuelve aevocar, casi con las mismas palabras, el ejemplo pionero de Wilkie Co-llins, para despus agregar la siguiente sntesis de sus ideas sobre lainfluencia de la forma narrativa en la orientacin que se le imprime a lahistoria: El cuento policial puede ser meramente policial. En cambio, la no-vela policial tiene que ser tambin psicolgica si no quiere ser ilegible. Mera-mente policial equivale a decir estrictamente policial, si captamos la claveirnica de falsa modestia, algo ms sutil que la del discurso de la seo-rita Badoglio. Para Borges, en cualquiera de las variantes del cuentobreve, el argumento es siempre lo primordial; las piezas cortas jamsdeben recurrir a la psicologa. En en fondo, entonces, el relato brevesera la nica forma policial autntica. La novela, en cambio, no sloimportara a lo policial una legalidad ajena que se le impone por smisma y en tanto forma esttica, sino que adems resultara esencial-mente un gnero errneo como la fbula buclica y moralista. El cuento

    35 TC, p. 165. Las citas que se dan a continuacin en el texto corresponden a la mis-ma pgina.36 TC, pp. 76-77.

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    breve siempre fue para Borges el representante genuino de lo narrati-vo, mientras que la novela es ms bien una supersticin moderna, unaforma histrica transitoria.37 En la novela, escribe, me incomoda la ex-tensin y los inevitables ripios; por eso ella, en su especie policial, cons-tituira una forma muy poco apta para el gnero y fallida desde su pro-pia base: o bien resulta un cuento policial alargado por motivos comer-ciales o bien debera clasificrsela como una variedad de la novela de ca-racteres o de costumbres.38 En sntesis, la psicologa junto con la no-vela, forma inautntica que estticamente necesita convocarla no tie-ne nada que ver con el enigma policaco literario strictu sensu, caracteri-zado esencialmente por la primaca del cmo por sobre el quin y susmotivaciones subjetivas. Los personajes de la narracin policial, segnesta perspectiva que les suprime toda densidad personal, seran piezasautmatas de un juego de inteligencias superiores o autmatas de laratio en en el proceso de su realizacin, como los calific Siegfried Kra-cauer en una aguda interpretacin filosfica.39 Sin embargo, debe reco-

    37 Cf. BDT, p. 204 y la discusin con Raimundo Lida en pp. 290 y ss.. Resulta quizcurioso el hecho de que, a pesar de sus convicciones sobre la novela y la psicologa,Borges siempre se refiri con veneracin a su padre, como l amante de la lectura yprematuramente ciego, al que define siempre como profesor de psicologa. Elpadre de Borges escribi una novela ambientada en el Entre Ros de Urquiza y titu-lada El caudillo, que leg a su hijo para que ste la corrigiera (y que fue editada slodespus de la muerte de ste: Borges, Jorge Guillermo, El caudillo, Bs. As., AcademiaArgentina de Letras, 1989, prlogo de Alicia Jurado): Cf. BM, p. 20 (y sobre la alter-nativa entre novela y cuento vase tambin un breve reportaje de 1955 incluido enp. 313). Hay que aclarar, sin embargo, que en este contexto, psicologa debe acasoentenderse como estudio de los procesos mentales de la inteligencia, tal como lacomprende Jean Piaget, por ejemplo.38 TC, p. 313-314. Sin embargo, en una demoledora resea a una novela policial,Borges confa inesperadamente a sus lectores que Uno de los proyectos que me acom-paan, que de algn modo me justificarn ante Dios, y que no pienso ejecutar (porque elplacer est en entreverlos, no en llevarlos a trmino), es el de una novela policial un pocoheterodoxa. (Lo ltimo es importante, porque entiendo que el gnero policial, como todos losgneros, vive de la continua y delicada infraccin de sus leyes)., TC, p. 227. Esta confe-sin, que implicara una (quiz poco) delicada infraccin a su propia esttica, talcomo se se la intenta definir en este trabajo, refiere a una novela jams escrita cuyofinal dejara en el lector la sensacin de falsedad, creda sin embargo por el investi-gador, y lo obligara a buscar la solucin verdadera en ciertos captulos previos,realizando as las aspiraciones imaginarias de un lector que supera en astucia aldetective.39 Para Kracauer el relato policial rechaza necesariamente la complejidad de la inte-rioridad presentando una imagen antropolgica unidimensional. El valor huma-no es puramente funcional, ya que se cancela la paradoja existencial en nombre deuna visin unilateral de la razn. La ratio, o razn instrumental y calculadora es

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    nocerse que, al menos en las declaraciones, Borges rechaz la estereoti-pacin de las caractersticas interiores de los personajes como procedi-miento, pero lo hizo con el fin de evitar el consecuente e inevitable es-quematismo moral que presenta a un mero monstruo enfrentado a latrivial virtuosa.40 Adems, si despus de todo hay que soportar exposi-ciones psicolgicas de los personajes (en las que a veces se encuentranmritos literarios) es preciso, no obstante, descartar por completo lascharlataneras del psicoanlisis que no aporta sino explicaciones ex-travagantes y malas soluciones a los misterios.41 La necesidad de vi-vificar los personajes a travs del recurso esttico a la psicologa es undesafo siempre ligado a la actividad del novelista que debe organizarla accin de muchas criaturas de ficcin durante muchas pginas evi-tando que se conviertan en muecos estereotpicos o que el lector losconfunda entre s.

    Artificios

    Con todo, el primer deber de cualquier pieza policial, incluida la nove-la, consiste en dar muestras de su eficacia como gnero de entreteni-miento: es preciso capturar al lector. Algunas de las crticas de El Hogarllegan incluso a contener indicaciones sobre el efecto de la lectura en el

    puesta como nico ndice de comportamiento individual y el relato policial creaautmatas de la ratio. La psique resulta as profanada por la ratio que la considerainferior e inconveniente. El tema profundo del relato policial de tipo racionalista esla representacin convencional de una sociedad irreal donde la razn cientificista yabsolutizada dominara sin antagonismos. Vase: Kracauer, S., op. cit., pp. 115 y ss, ypassim. Esta notable interpretacin a la vez dialctica y pre-existencialista fue escritaentre 1922 y 1925 (ello es importante, por ejemplo, para entender la exclusin dereferencias a los escritores de la escuela estadounidense de Hammet y Chandler) ypublicada como pstuma en 1971. Una admisin ingenua de las crticas de Kracauerse encuentra, por ejemplo, en el siguiente pasaje de Boileau-Narcejac: El autor poli-cial se propone, en cambio, copiar la vida, reproducir sus movimientos y sus crisis valindo-se de autmatas bien construidos, en: La novela policial, Bs. As., Paids, 1968, p. 33(vase tambin p. 34 donde, sin embargo, se pretende comparar a los autmatas conmaquetas para mejor entender la psicologa humana). Es obvio que Borges no esta-ra de acuerdo con estas posiciones de Boileau-Narcejac, pero cmo podra sus-traerse al espritu de la crtica de Kracauer?40 Vase la crtica de Borges a uno de sus autores policiales preferidos, EdenPhillpotts, en: TC, pp. 271-272. La madre de Borges tradujo la obra de Phillpotts ElSeor Digweed y el Seor Lumb (Bs. As., Emec, 1945, Col. El sptimo crculo N 12,trad. Leonor Acevedo de Borges).41 TC, p. 78.

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    tiempo del propio crtico. Estas indicaciones quieren ser a todas lucesun testimonio directo de la amenidad con que pueden recorrerse unaspginas, incluyendo tambin aquellas no necesariamente felices desdeel punto de vista esttico. Las notorias imperfecciones de una obra deEllery Queen no son obstculo para su ansioso consumo: He ledo endos noches los ventitrs captulos que componen The Four of Hearts y nin-guna de sus pginas me aburri admite el crtico, y de una dbil no-vela confiesa: Recorridas nueve o diez pginas, el lector puede menospre-ciarla, pero no puede dejar de leerla.42

    Cmo es posible el disfrute no cnico de una mala novela? Dejemos delado casos como el que plantea la resea a Las palmeras salvajes de Faul-kner, a la que achaca largos pasajes incmodos o exasperantes, in-terpolaciones excesivas muy por debajo de las obras maestras del autor,pero a la que finalmente salva por su intensidad narrativa, que es lacaracterstica incomparable de Faulkner.43 La respuesta a aquel interro-gante guarda relacin con la consideracin general del gnero policial.Este es definido, primera y palmariamente, como el ms artificial de laliteratura y se lo concibe orientado a la produccin de artefactos queatrapen al lector, se apropien de l mediante el entretenimiento y lodistancien de la realidad circundante. El agrado que proporciona lalectura, sostiene Borges, proviene de la perplejidad y el asombro de la re-velacin final o bien de la satisfecha comprobacin de las sospechasprevias.44 Como se ve, la distancia de la realidad no implica un aneste-siamiento de las funciones intelectuales del lector. Por el contrario, s-tas resultan estimuladas, aunque pagando el precio de una desrealiza-cin de lo concreto cuyo modelo declarado es la formalidad abstractade una partida de ajedrez.45

    42 TC, pp. 324 y 269.43 TC, pp. 319-320. Como se sabe, y por increble que parezca a la luz de las afirma-ciones contenidas en este comentario de 1939, Borges produjo poco despus unaadmirada versin castellana de esta novela de Faulkner: Las palmeras salvajes, Bs.As., Sudamericana, 1976 (1 ed: 1940).44 TC, p. 314.45 Casi una dcada despus de la aparicin de estas crticas para El hogar, la irrup-cin del peronismo en la escena argentina politiz bruscamente la literatura policialcon aspiraciones anti-realistas y no polticas. A la estudiada irrealidad de los esce-narios y las personas, se le opuso un contrato de lectura densamente anti-peronista.As, la literatura policial como tambin la fantstica fueron interpretadas comomodos de rplica cuyos contenidos de evasin, junto con la autocensura literariade sus productores, contribuyeron a desarrollarlos como gneros dotndolos de unpeculiar contenido crtico estilizado e indirecto. Para estas tesis, vase: Avellaneda,

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    La solucin, por su parte, merece una caracterizacin predominante-mente negativa pues Borges, al menos en los ejemplos, prefiere indicaraquello que la solucin de un enigma policial no debiera ser. Para empe-zar, la solucin se atiene a criterios de elegancia y de honestidad inte-lectuales fijados por la sabia administracin de la informacin en el re-lato. Una solucin elegante es aquella que deslumbra por su ingenio ysorprende por su novedad literaria, atenindose siempre a los elemen-tos ofrecidos al lector al inicio y evitando toda irrupcin de lo sobre-natural. Se trata de asombrar con una solucin nueva y lgica a la vez,logro que Borges reconoce cada vez ms difcil dada la creciente previ-sibilidad del gnero. Para no verse anticipados por lectores cada vezms especializados, los escritores policiales suelen caer en la tentacinde malas soluciones, como las que incluyen datos nuevos e ignorados ode una espectacularidad inesperada para explicar el crimen, lo queconstituye un claro sntoma de deshonestidad por parte del autor. Unescritor elegante prefiere la economa de recursos (que se sumara as ala del propio lenguaje) y rechaza la proliferacin de explicaciones o lasjustificaciones inverosmiles que slo evidencian su pobreza intelectual.Lo que el lector no puede sospechar no debe ser usado por el autor enla solucin; escamotear datos constituye una estafa literaria. La solu-ciones del gnero policial poseen, como las del ajedrez, sus propias le-yes ineluctables, y estas leyes son inglesas. Pars, en cambio, ignora to-dava esos rigores anota Borges en una nueva estocada francfobadirigida contra la falta de rigor de Simenon quien, aade, goza de ciertafama francesa como autor policial. Quiz en una inconsciente exageracinde su anglicismo, Borges parece confundir aqu (si la metonimia crticaes correcta) la nacionalidad del belga Simenon, del mismo modo quelos personajes britnicos de Agatha Christie equivocan la de Poirotcuando quieren denigrarlo.

    Tecniqueras

    Ms grave an es el recurso al azar o a lo que Borges llama despecti-vamente tecniqueras en la solucin. La intervencin abusiva del

    A., El habla de la ideologa, Bs. As., Sudamericana, 1983, pp. 36, 42 y ss.. Esta funcinde respuesta ideolgica de la literatura (op. cit., p. 108), quiz hasta cierto puntoasumida de manera involuntaria, debe analizarse junto con una intencionalidadcrtica y el compromiso poltico ms abierto de los Seis problemas para don Isidro Pa-rodi, donde se desvalorizan los usos y costumbres populares mientras se ridiculizaabiertamente el nacionalismo poltico previo a la emergencia del peronismo (op.cit.,pp. 75, 69 y 89).

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    azar, ese momento irracional de lo racional, es ajena a la buena solucinque prescinde de coincidencias providenciales y es ardua y elegante como un severo problema de ajedrez.46 La nueva referencia al ajedrez ya su precisin artificial (que lo erigira casi en un abstracto modelo poti-co para el gnero) intenta ofrecer una alternativa a lo que Borges consi-dera como una verdadera corriente de contaminacin narrativa del po-licial. Esta tendencia a la impureza recurre a elementos notoriamienteextra-literarios, como grficos, horarios y otros indicios con los que sepretende ejemplificar la solucin o facilitar la identificacin de algnelemento de la historia.47 El efecto de seriedad cientfica que estosmateriales podran intencionar acarrea consecuencias estticas que, pa-ra Borges, resultan calamitosas. Si la narrativa policial es un ajedrez,debe entenderse como un ajedrez exclusivamente narrativo, esto es,desprendido de apoyos extra-lingsticos que amenacen su calidad lite-raria.

    Pero existen tambin otros elementos extra-literarios expresados lin-gsticamente que conspiran contra la buena narracin policial. Se tratadel recurso a esas tecniqueras que, aun cuando no escondan una in-tencin tramposa, pueden dar esa impresin pues el lector desconocetecniqueras balsticas, criminalticas, etc., y en consecuencia no esten condiciones de competir en pie de igualdad con el autor en el des-cubrimiento de la solucin cientfica del crimen. De all se sigue unprecepto de validez universal segn el cual poner en evidencia la desi-

    46 TC, pp. 133 y 268. Borges siempre valor la literatura inglesa por encima de todaslas restantes. Escribi un libro con intenciones didcticas sobre ella en el que intentaofrecer una lectura desde la pica (y donde abundan escritores que, en un alarde deidentificacin, se educaron, como l mismo, en la biblioteca de su padre). En elprlogo a su Breve antologa anglosajona, escrito con M. Kodama en 1978, declara: Delas literaturas del Occidente la de Inglaterra es una de las dos ms importantes. (Dejemos aljuicioso lector la eleccin de la otra.). En la lnea de afirmacin pardica de sus pro-pios valores, observada desde el comienzo del presente trabajo, Borges presenta supreferencia intentando atenuar las exclusiones que ella opera y, en especial, el he-cho de negarle sitial a las letras francesas que, desde una comn opinin del campocultural argentino, seran las firmes candidatas a ocupar la vacante. Cf, OCC, p. 787.47 En la Argentina, por ejemplo, Rodolfo Walsh insert estos materiales en su colec-cin de cuentos Variaciones en Rojo (Bs. As., De la Flor, 1985, 1 ed.: 1953) con la quegan el premio municipal de literatura de 1953. En la noticia que precede a sus re-latos, Walsh se hace eco de los posibles reproches en su contra (cf. pp. 7-8).

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    gualdad del duelo entre el autor y el lector es un signo de falta de refi-namiento narrativo.48

    El perentorio rechazo a las tecniqueras sofisticaciones investigati-vas, venenos inverosmiles, artefactos increbles est relacionado, porcierto, con la ortodoxia policial borgesiana y su inflexible racionalismo.Toda manipulacin emprica, todo comercio con las cosas del crimen,macula el ideal de puro desafo intelectual que este gnero artificial de-be conservar. La inclinacin a imitar las investigaciones reales de la po-lica implica el alarmante riesgo esttico de caer en el ms craso realis-mo. Estos principios estticos racionalistas alcanzan, desde luego, a lacomposicin del detective. El calculador Auguste Dupin es superior alos simples policas que se arrastran metdicamente tras una pista ma-terial. Los mejores detectives son los del tipo razonador, no la clasede los sabuesos, ni mucho menos la versin cientfico-criminalsticade estos ltimos. Borges deplora sarcsticamente que el ejemplar in-vestigador de Poe haya motivado tan pocos mulos:

    A despecho de su xito, el especulativo Augusto Dupin ha tenidomenos imitadores que la ineficaz y metdica polica. Por un detec-tive razonador -por un Ellery Queen o padre Brown- hay diez colec-cionistas de fsforos y descifradores de rastros. La toxicologa, labalstica, la diplomacia secreta, la antropometra, la cerrajera, la to-pografa, y hasta la criminologa han ultrajado la pureza del gneropolicial.49

    Estos rechazos se extienden asimismo a aquellos autores que promue-ven el detallismo, el cientificismo y la inclusin de herticos materialesno-literarios en la narracin. La vctima preferida de Borges es S. S.Van Dine, un exitoso autor a quien, sin embargo, le dedica una conte-nida noticia biogrfica en El hogar. Pero sus referencias a Van Dine son,por regla general, aniquiladoras. Como sta donde compara dos prin-cipios estticos y los personaliza en dos clases de figuras literarias; la deChesterton siempre aparece asociada con un ideal esttico y a las otrasles reprocha efectos corruptores sobre el gusto. Debe advertirse que lapalabra psicolgico , en este contexto, no se contradice con los co-mentarios anteriores sobre las opiniones de Borges sobre lo que enten-

    48 TC, p. 156-157. En esta resea se hace una referencia a Dorothy Sayers quien, se-gn Borges, ha compuesto los mejores anlisis de la tcnica del gnero policial y las peoresnovelas policiales que se conocen.49 TC, p. 77. En otra nota vuelve sobre el tema casi con las mismas palabras, peroagrega: El mismo Sherlock Holmes -tendr el valor y la ingratitud de decirlo?- era hom-bre de taladro y de microscopio, no de razonamientos (p. 132). Hay otros reproches, msvelados, al estilo investigativo de Holmes en pp. 95, 77, 237.

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    demos generalmente por esa palabra. Psicolgico, aqu, refiere a proce-sos mentales conscientes, lgicos e inteligentes:

    La solucin, en las malas ficciones policiales, es de orden material:una puerta secreta, una barba suplementaria. En las buenas es de or-den psicolgico: una falacia, un hbito mental, una supersticin.Ejemplo de las buenas -y aun de las mejores- es cualquier relato deChesterton. S de lectores pervertidos por Miss Dorothy Sayers o porS. S. Van Dine que le suelen negar esta primaca.50

    El detective platnico

    El protagonista de la solucin es, por supuesto, el detective o cualquierotro personaje que cumpla sus funciones. El detective es la figura cen-tral del gnero policial y ocupa un lugar intermedio entre criminales ypolica. Para Kracauer el detective representa la ratio indeterminada,lanzado a la pura actividad del entendimiento y sin condicionamientosmateriales de ningn tipo, como quiere Borges. A diferencia de la poli-ca, frente a la cual suele asumir una actitud de superioridad irnica, eldetective no tiene que respetar necesariamente un marco legal ni asumela responsabilidad social de mantener el orden. Slo se aboca a la tareade la razn, que es la de resolver los enigmas por vas racionales, evi-tando en lo posible el comercio con lo fctico y descartando lo sobre-natural. El castigo o la pena caen fuera de su incumbencia y constitu-yen asuntos residuales que slo impulsan su alineamiento del lado po-licial, pero el detective es, como la ratio que representa, completamenteautnomo y su accin es actividad interior, intelectual. Como indicaKracauer, la eterna disputa entre detectives sofisticados y policas tor-pes alude a la tensin existente entre el principio racional y la mera le-galidad representada por el investigador privado y el pblico, respecti-vamente.51

    El elemento tico es por completo indiferente para el policial de tipoortodoxo donde slo cuenta el mtodo (el cmo). Investigar es unaaccin estratgica dirigida a descubrir por medios racionales. El mundo

    50 TC, pp. 132-133. La biografa sinttica de Van Dine se encuentra en pp. 138-139.A pesar de su tono mesurado, Borges no puede evitar un custico comentario sobrela solucin de una novela que nos propone el torvo espectculo de un millonario anfibio,provisto de un tridente y de una escafandra, que se instala en el fondo de una pileta y gil-mente ensarta a sus huspedes. Vanse tambin pp. 247 y 323 donde lo llama el de-plorado S. S. Van Dine.51 S. Krakauer, op. cit., pp. 156 y ss.

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    carece de cualquier otro significado, es una ocasin para ejercitar elentendimiento y para probar los razonamientos que descubren cadenascausales: una alegora esttica de la filosofa racionalista.52 Esta ausen-cia de sentido se cubre, dice Kracauer, con humor y encanto. El detecti-ve es un mero instrumento de la razn unilateral y ello explica su esca-sa densidad humana como personaje y su gran capacidad de trasvesti-miento, puesta de manifiesto asiduamente por Sherlock Holmes y Du-pin.

    Como la polica apenas representa el sistema de la legalidad, el detecti-ve habitualmente mantiene relaciones ms estrechas con el crimen quecon ella. La figura detectivesca se vincula as con la del criminal-caballero, con su indiferencia tica y sus desafos a la ley, slo queaqul no rompe completamente con la legalidad. El gentleman herticoo el detective granuja se encuentran, por supuesto, ms cerca del crimi-nal que del comnmente inepto representante de la ley. En La muertey la brjula, su opus magnum policial, Borges describi as a su prota-gonista: Lnnrot se crea un puro razonador, un Auguste Dupin, pero algode aventurero haba en l y hasta de tahr. Si el detective, segn Kracauer,no puede morir, y si no alcanza por ello a ser un hroe, es porque laratio no puede suprimirse en su representante y ste, en consecuencia,pierde su disposicin para la tragedia. Pero si, llegando incluso a des-moralizar los fundamentos de la razn (o, como sugiere Eco, enfer-mando un mundo spinoziano) se le adjudica mayor eficacia racional alcriminal que al detective, se pueden comprender las razones que lleva-ron a Lnnrot a la escena final de ese crimen que logr prever pero noevitar. A pesar de todo, para Lnnrot puede haber una prxima vez yen ello reside su originalidad como personaje. En verdad, la humani-dad de Lnnrot apenas cuenta y ello hace que el dilogo final de Lamuerte y la brjula roce lo sobrenatural. Tan completamente racionalcomo falto de densidad humana, el perfecto detective es en realidad undetective perfecto: un arquetipo, un modelo ideal del que derivan losdistintos detectives-copia que pueblan la narrativa policial. El arqueti-po celeste quiz tenga el rostro de Charles Auguste Dupin, pero estepintoresco dato histrico no tiene mayor importancia.53 El mismo per-sonaje, en lo bsico, (vale decir, en su aspecto intelectual que es todo loque cuenta) resiste inmune al paso del tiempo y a las circunstanciasexteriores que lo modifican: algo comparable a Orlando (el personajede la novela homnima de Virgina Woolf, cuya versin castellana es de

    52 Ibidem, pp. 137-139 y -147.53 BO, p. 72.

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    Borges) que permanece tras los cambios epocales e incluso sexuales.Analizando el espritu filosfico de la obra de Borges, Juan Nuo lo hadefinido como platonizante tanto por sus concepciones acerca del ca-rcter ilusorio del mundo (contrapuesto a la realidad de las ideas y delfluir temporal) como por su inters por temas abstractos antes que porproblemas de tipo existencial. En lugar de una afirmacin de la iden-tidad del sujeto humano en situacin, como la propuesta por Sartre,en Borges habra, segn Nuo, una descarnada manifestacin literaria deesencialismo metafsico que afirma la identidad sustancial de los sujetospor encima de cualquier mutacin espacio-temporal.54 Por ello la ps-tuma propuesta de Lnnrot a su adversario adquiere sentido ya quehay otros futuros posibles y paralelos al que necesariamente proyectaeste presente. El personaje se convierte, pues, en una idea platnica,exceptuado como est de cualquier determinacin espacio-temporalque lo volviese objeto de un conocimiento sensible. A esta versin, co-mo a todo platonismo, se le podra hacer la siguiente objecin clsica(clsica en el sentido de que se remonta a Aristteles): qu relacinmantiene esa idea con su duplicacin sensible, el detective arquetpicocon el Lnnrot real? La respuesta, segn el intrprete filosfico de Bor-ges, sera que personajes como Lnnrot pertenecen a una especie pri-vilegiada la cual, aunque sometida a las exigencias del mundo real,mantiene una relacin especial con la Idea arquetpica singular cuyaimagen evocan. Este tipo de personajes son menos que Ideas pero msque individuos concretos, segn la escala platnico-plotiniana a la queNuo refiere. Para el caso del gnero policial, y siguiendo la lnea delidealismo platnico, Borges siempre privilegiara la Forma detectivepor sobre Lnnrot, su mera encarnacin sensible. As, el hroe de Lamuerte y la brjula puede prepararse para otras vidas: como indivi-duo concreto no vive ninguna, es un simple representante de una esen-cia metafsica abstracta y puede transmigrar en el tiempo y adquirirnuevas determinaciones de detalle en otras narraciones mientras notraicione su esencia puramente racional. El detective como figura litera-ria habra llegado, a travs de esta negacin de su personalidad, al idealdel Nirvana budista.55 Ello permite entender no slo su mediana como

    54 Juan Nuo, La filosofa de Borges, Mxico, FCE, 1986, pp. 70 y ss.. Tambin los co-gitantes de Tln, en el famoso relato borgesiano, condenados como estn a la solaprctica de la filosofa (en la que no buscan, escribe Borges, la verdad ni siquiera laverosimilitud), tambin podran identificarse en pleno derecho con la esttica delpolicial y con la imagen que ella le reserva a la figura del detective (op.cit., p. 32).55 Borges tom inters por la filosofa budista a travs de su lectura de Shopenhauery su notable asociacin con el platonismo filosfico. En 1976 public un libro de

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    representacin personal sino su mltiple habilidad para las mutacio-nes: Dupin transmigra fcilmente en Holmes y ste se trasviste en otrospersonajes durante una misma novela. Libre del sufrimiento propio yde las tentaciones y reclamos del mundo apariencial, el detective (o eseyo irreal que recibe tal nombre) es finalmente la ratio misma midindo-se con el caso y con el lector.

    Los duros y los blandos

    Una cancin de gesta se ha perdidoEn srdidas noticias policiales

    Borges, El tango, El otro, el mismo

    She hung up and I set out the chess board.Chandler, The Long Good-Bye, cap. 25

    El indiscutible creador del gnero policial es, para Borges, Edgar AllanPoe quien, con Los crmenes de la calle Morgue, de 1841, postul elproblema clsico y racionalmente irresoluble sin extravagantes expli-caciones del crimen en el cuarto cerrado, logrando luego, segn elcrtico, la mejor de sus tres piezas policiales con La carta robada.56 Enuna nueva interpretacin ortodoxa, Borges rechaza otras hiptesis his-tricas que, como las de Caillois por ejemplo (o las de R. Walsh), retro-traen el surgimiento del policial a determinados pasajes de La Biblia o acierta narracin de Voltaire. Agregando un matiz importante de su te-sis histrica, Borges ha afirmado que, en realidad, Edgar Poe cre el lec-tor de policiales, ese lector de actitud incrdula, cuidadoso, proclive a lasospecha y a la competencia con el escritor. Y ste es un rasgo ms es-pecfico de la deuda del gnero con Poe, mucho ms decisivo que taleso cuales pautas narrativas que quiz puedan reconocer otros antece-dentes.

    divulgacin sobre el tema, en el que no deja de poner de manifiesto esa asociacinde ideas orientales y occidentales: J. L Borges,. y A. Jurado, Qu es el budismo?, en:OCC.56 TC, pp.70, 77, 132 y 211; sobre el inevitablemente frustrante problema del cuartocerrado vase asimismo la p. 313.

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    Pero como el gnero policial es el ms artificial de la literatura (aclara-cin que Borges suele repetir con satisfaccin), a pesar de que hizo suprimera aparicin en Estados Unidos, emigr rpidamente a Inglaterraporque no logr competir con la desbordante encarnacin real que leenfrentaba la sociedad americana. Los gnsters de Al Capone humilla-ban cotidianamente el delicado ejercicio de la inteligencia y el relatodetectivesco debi refugiarse en la todava recatada, austera Inglate-rra.57

    En las reseas de Sur o de El hogar no se encuentran referencias a losautores duros de la escuela estadounidense. Como se dijo antes, loscasi nicos autores de esa nacionalidad considerados, poniendo apartea Dickson Carr, fueron Ellery Queen y el deplorado S. S. Van Dine.Hay, sin embargo, una percepcin afirmativa del giro brutal que to-maron las letras estadounidenses en los primeros lustros de este siglo.En una resea a una obra de John Steinbeck, Borges acepta que la bru-talidad que ve desplegarse en ese libro puede constituirse en un valorliterario y alcanzar el rango de obra maestra en ciertos casos. Un ejem-plo de buena obra brutal, ejemplifica, es El cartero llama dos veces, deJames Cain, nica referencia borgesiana explcita a un autor hard-boiled.Es lcito afirmar escribe en la misma crtica que el realismo no ha sidonunca tan intenso y tan minucioso como ahora en los Estados Unidos de Am-rica; patria dilecta otrora de la disimulacin y de la perfrasis.58

    57 TC, p. 323. El asesinato es una especialidad de las letras britnicas, ya que no de la vidabritnica, quiere suponer Borges, TC, p. 271.58 TC, 251. Se trata de la crtica a Of Mice and Men, de John Steinbeck. La novela deCain citada arriba fue una de las pocas del gnero negro estadounidense incluidasen la coleccin El sptimo crculo (de la que se hablar ms adelante). Tampoco laSerie Evasin o su precursora la Serie Naranja de la editorial Hachette, colec-ciones de policiales que tambin gozaron amplia difusin en las dcadas de 1940 y1950 y para las cuales, por ejemplo, trabaj Rodolfo Walsh, incluy a los maestrosde la escuela americana fuera de un libro de Hammet, Nick Charles detective (Bs. As.,Hachette, 1942, Serie Naranja N 35, trad. Ins Acosta, conocida luego por su t-tulo ms literal, El hombre flaco) y de otros autores famosos en su momento como E.Stanley Gardner, adems de numerosas obras de Ellery Queen y William Irish. Sinembargo, un bigrafo de Chandler afirma que a partir de 1946, cuando el escritorpublic las colecciones de cuentos Sangre espaola y Viento rojo, Algunos de estosrelatos aparecieron tambin traducidos en Francia, Italia y Argentina, aunque no aportams detalles. Vase: Frank MacShane, La vida de Raymond Chandler, Barcelona, Bru-guera, 1977, trad. P. Giralt, p. 259. En Cartas y escritos inditos de Raymond Chandler(Bs. As., De la Flor, 1976, pp. 15 y ss.) hay una bibliografa que menciona algunastraducciones argentinas de los aos 40 y 50. Un detalle ms preciso de la temprana

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    En los aos de las ms frecuentes colaboraciones crtico-periodsticasde Borges, la versin estadounidense del policial comenzaba a produ-cirse y a difundirse por el mundo. Es posible que l menospreciara lanovela negra aunque, como se vio antes, se refiri en trminos respe-tuosos al realismo brutal que ganaba espacio en la literatura de Esta-dos Unidos (claro que autores como Faulkner deben haber contrapesa-do considerablemente en la balanza de esta legitimacin). Pero es difcilque la valoracin positiva de las mejores manifestaciones realistas de laliteratura pudiera conseguir que Borges admitiera alteraciones en elideario esttico muy ortodoxo desde el que estimaba la especificidaddel gnero policial. Y la aceptacin literaria de la llamada novela negrahubiese implicado un importante nmero de concesiones estticas. Esprobable, entonces, que Borges no hubiese transigido con la mezcla debrutalidad realista y sentimentalismo (al que hubiera considerado pa-ttico), la mucha accin y la escasa actividad intelectual (por lo menosen trminos ajedrecsticos) de las historias de los novelistas duros.

    El relato que hizo Bioy Casares en sus Memorias sobre el origen de lafamosa coleccin de policiales El sptimo crculo, que dirigi conBorges para la editorial portea Emec, agrega algunos elementos a laconsideracin borgesiana de la variante estadounidense del gnero po-licial. Las afirmaciones de Bioy son muy relevantes pues no slo setrata de un escritor muy prximo a Borges en todo sentido, sino por-que, para este tema, no vacila en usar la primera persona del plural:

    Borges y yo no quisimos incluir en El Sptimo Crculo libros poli-ciales de la escuela americana de escritores duros (hard boiled otough writers) (...) El primer libro de esa escuela que nos lleg -casi meatrevera a decir que lleg a Buenos Aires- fue El secuestro de la seori-ta Blandish, del ingls James Hadley Chase. En este libro, como en lamayor parte de los de esa escuela, el autor no propone un enigma in-genioso, ni un argumento memorable, pero da a manos llenas esce-nas erticas que la imaginacin vvidamente recuerda. En la historiadel gnero, su lugar est asegurado, por ser el hito de la irrupcin delsexo.59

    recepcin de la novela negra en Argentina se encuentra en Jorge B. Ribera, y JorgeLafforgue, op. cit., p. 21, n. 6.59 A. Bioy Casares, Memorias, cit., pp. 104-105. Las citas siguientes en el texto corres-ponden a esa ltima pgina. Bioy completa su valoracin del gnero mencionando aChandler y afirmando que sus personajes malos le resultan sumamente esque-mticos. Finalmente, refiere que en varias oportunidades l y Borges hubieran de-seado incluir en El sptimo crculo novelas cuyos derechos no estaban disponi-bles, entre ellas las de Eric Ambler y Ellery Queen. En parte influidos por una pelculaque consideramos excelente escribe Bioy, basada en El halcn malts de Hammett,

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    No debiera creerse que estas consideraciones de Bioy estn guiadas poralguna clase de moralismo pudoroso. Aunque en Borges podra haberobrado una motivacin semejante para rechazar el gnero en su con-junto, Bioy, ms mundano, se limita a tomar una distancia esttica.60Sus propias Memorias, aunque discretamente annimas y pdicas encuanto a los detalles, se complacen en referir no pocas aventuras se-xuales. El carcter de escritor ms mundano de Bioy es una diferenciaimportante que lo distancia a veces de su amigo Borges, bien que en loesencial el acuerdo entre ellos es tan grande que no vacila en recurrir aun nosotros indiferenciado para exponer sus opiniones.61 Una de lasocasiones en que la mundanidad parece separarlos es en la estimacindel clebre Philip Marlowe, el personaje de Chandler. En sus Memorias,Bioy reconoce que a Chandler le corresponde el mrito de introducir undetective creble y simptico, mientras que, para Borges, Marlowe nuncapas de ser un malevo desagradable. Esta expresin, sin embargo, sue-na muy poco descalificadora en boca de Borges pues como escritor sedistingui por celebrar al compadrito. De hecho, su primer texto de fic-cin, aparecido en los aos 1920 y todava en la rbita del vanguardis-mo criollista, relata admirativamente un duelo malevo que alude tam-bin a un enfrentamiento barrial. Esta apologa del austero coraje de losmatones orilleros, un tema que ya no lo abandonara, lleva el significa-tivo ttulo de Leyenda Policial.62

    quisimos publicar la novela; por cuestiones de derechos no fue posible. (p. 106). Asimis-mo, para concluir con el tema, seala: De esa escuela americana incluimos en nuestracoleccin tres novelas de James Cain; entre ellas, El cartero siempre llama dos veces,porque la historia nos gust y nos pareci bien contada, y una de Chandler, La dama dellago (Ibidem ).60 Cf. las respuestas de Borges al interrogatorio de Rivera y Lafforgue (op. cit., p. 53)donde, insistiendo en que en el policial norteamericano la violencia toma el lugardel razonamiento, concluye y todo esto mostrado con escenas pornogrficas.61 Cf. tambin un fuerte ejemplo de plena comunidad de ideario esttico en dostextos de Borges y Bioy que constituyen verdaderas guas de preceptiva, en: D.Martino, op. cit., pp. 221-228 y en especial pp. 227-228: Es curioso observar que en supas de origen, el gnero [policial] progresivamente se aparta del modelo intelectual queproponen las pginas de Poe y tiende a las violencias de lo ertico y de lo sanguinario. Pen-semos en Dashiell Hammett, en Raymond Chandler, en James Cain y en el justamente olvi-dado Erle Stanley Gardner.62 Cf. Beatriz Sarlo, Sobre la vanguardia, Borges y el criollismo, en Punto de Vista,(Bs. As.), ao IV, N 11, marzo-junio de 1981, pp. 3-8 (esp. p. 7, y la reproduccin deLeyenda Policial en p. 9). El texto de Borges, segn se indica, apareci en Nosotros,ao IV, N 38, p. 4 (desgraciadamente no se aclara el ao de publicacin, que quizsea 1927).

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    Nuevamente, quiz la clave del disgusto de Borges con Marlowe estrelacionada con el despliegue de erotismo y con la ausencia de unacompleta renuncia heroica al mundo femenino por parte de Marlowe(lo que al seductor Bioy, desde luego, no puede resultarle menos quesimptico). A Raymond Chandler habra que reprocharle, pues, quehaya puesto en peligro el carcter pdico de la literatura en inglsque Borges se complaca en confrontar con la incontinencia castiza o elafrancesamiento amanerado, signo distintivo de algunos miembros deSur, y que represent un motivo de conflicto especfico entre ese grupo,por un lado, y Borges, Bioy (y acaso tambin Bianco), por el otro.63Frente a la falsa valenta del arma de fuego, donde la puntera y no elcoraje es lo que cuenta, Borges siempre se vio inclinado a ponderar lantima relacin viril de los duelistas a cuchillo que no conocan el mie-do. Es bien sabido que forj toda una mitologa personal sobre los cu-chilleros de arrabal, hombres con un peculiar cdigo de honor, recu-rrentemente enlazados en combates singulares en los que las pasionesestaban casi ausentes y el mundo femenino minuciosamente ignorado.La guerra, el coraje y el valor son temas que trat una y otra vez conrenovado tono pico en toda su obra y por los que senta una obsesinque atribua a una autoinfligida idea de cobarda personal que provo-caba su remordimiento por no estar a la altura humana de su propiolinaje de guerreros de la independencia. Borges, reprochndose suintelectualismo, parece haber tomado al pie de la letra la frase de suadmirado Samuel Johnson, segn la cual Todo hombre se desprecia porno haber estado en el mar o en una batalla.64

    Es natural entonces que haya entendido el giro realista americano delpolicial como un signo de decadencia artstica del gnero, ya que norecepcion su tono pico sino slo su retrato de la violencia urbana y su

    63 En este sentido resulta muy interesante la opinin de Pedro Henrquez Urea, unintelectual importante en la historia cultural argentina contempornea a la vez queperifrico debido quiz a su condicin de extranjero, quien en una carta a un escri-tor cubano fechada el 19.05.1945 se refiere a la exagerada admiracin de Borgesde su corresponsal y puntualiza: Borges tiene aberraciones terribles; detesta a Francia ya Espaa; todo lo ingls le parece bien, mucho de lo yanqui; no le gusta Grecia (...) De Ingla-terra, slo detesta lo que se parece a lo latino: Keats y Shelley (...) En literatura, a Borgesslo le interesa el mecanismo (como en filosofa es lgico y no filsofo, o se interesa en laestructura de los conceptos filosficos, y no en su contenido); el contenido humano le es in-diferente (...) En resumen: nada de lo humano le atrae; para que una novela o un drama leinteresen, se necesitan que sean: 1, fantsticos; 2, historias de locos; 3, puzzles del tipo poli-cial. Reproducida en Pgina/12, suplemento cultural, 17.07.1994, p. 7.64 Cita gustoso esta frase en su Introduccin a la literatura inglesa, en OCC, p. 828.

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    crudo erotismo. Si en los cuentos del padre Brown, de Chesterton, nohay violencia ni arrestos, en las novelas hard-boiled se traiciona la esen-cia intelectual que define al gnero (y que Borges, segn rememoraBioy, intent representar incluso iconogrficamente eligiendo un caba-llito de ajedrez como smbolo para El sptimo crculo). De maneraque no pueden sorprendernos ya las siguientes afirmaciones hechas enuna conferencia de 1978:

    Actualmente, el gnero policial ha decado mucho en Estados Uni-dos. El gnero policial es realista de violencia, un gnero de violenciassexuales tambin. En todo caso, ha desaparecido. Se ha olvidado elorigen intelectual del relato policial. Este se ha mantenido en Inglate-rra, donde todava se escriben novelas muy tranquilas, donde el re-lato transcurre en una aldea inglesa; all todo es intelectual, todo estranquilo, no hay violencia, no hay mayor efusin de sangre.65

    La distancia esttica entre el policial ingls y el americano es para Bor-ges ms real que la artificial escenificacin topolgica de los escritoresporteos divididos entre Florida y Boedo, jurisdicciones que podranguardar cierta correspondencia con el cisma nacional del gnero poli-cial. Con aquella divisin, Inglaterra ha perdido as un aliado y el m-bito anglo-sajn, idealizado por las virtudes de su idioma, de su prosay de la armona de sus crmenes sin mayor efusin de sangre, quedahora totalmente bajo su responsabilidad. Rebajado por el mero realis-mo a la violencia sexual, el policial estadounidense tiende a olvidarsus orgenes en el genio intelectual creado por Edgar Poe y a degene-rar, como por lo dems toda literatura de nuestro tiempo segn Borges,en el ejercicio de lo catico. Las virtudes clsicas de conservacin delorden -o ,para decirlo en lengua clsica, del ordo- quedan en esta visina cargo del gnero policial intelectual, depositario de las tradiciones dearmona de las poticas clsicas.66 De manera que su papel en la litera-tura es el de asumir una tarea conservadora de la forma que, vista des-de otra ptica, es una funcin pedaggica: La gran leccin de Borges es el

    65 J. L. Borges, El cuento policial, en: Borges oral, Bs. As., Emec-Ed. de Belgrano,1979, p. 79. El destacado es mo JFV. La cita siguiente en el texto corresponde a lapgina 80.66 BDT, pp. 138 y ss.. Borges, matizando el conservadurismo de su ortodoxia conuna visin dinmica, observa que el carcter sumanente organizado del relato poli-cial est destinado a generar una constante intencin de ruptura con esa rigidez(pero tambin de autodisolucin en tanto gnero especfico) y a impulsar una vueltadel policial al c