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NUEVOS ACTORES SOCIALES Volumen I

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NUEVOSACTORES SOCIALES

Volumen I

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NUEVOSACTORES SOCIALES

Volumen I

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo(PNUD)

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NUEVOS ACTORES SOCIALES IPrimera edición: Noviembre de 2002

ISBN:Depósito Legal: X-X-XXX-02

Editores: Programa de las Nacionas Unidas para el Desarrollo (PNUD)Editorial Plural

Comité Editorial Rafael ArchondoGloria ArdayaFernando Calderón (Coordinador)Christian JettéFernando MolinaJosé RocabadoFrancisco RojasHugo José Suárez (Secretario de Redacción)

Cuidado de edición: Fernando Molina

Diagramación: Eureka

Producción: Editorial PluralRosendo Gutiérrez 595 esq. EcuadorTels: 2411018 / Casilla 5097La Paz - BoliviaE-mail: [email protected] en Bolivia

Las ideas expresadas en los Cuadernos del Futuro son de exclusiva responsabilidadde sus autores y no responden necesariamente a la línea de pensamiento del Progra-ma de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

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Índice

Prólogo 7

Notas sobre el desarrollo humanoy la sociología del actorFernando Calderón y Natasha Loayza 9

Élites en la globalizaciónFernando Calderón y Christian Jetté 33

Los indígenas en el BeniHugo José Suárez 65

La región chaqueña: conflictosy gobernabilidadMiguel Castro 111

Capacidades políticas del movimientoevangélico bolivianoJulio Córdova 199

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Prólogo

Antes de adentrarse en el espíritu que anima a este decimosextovolumen de los cuadernos de futuro, vale la pena recordar una ideaque acompaña invariablemente todos nuestros esfuerzos.

Para quienes formamos parte de esta empresa intelectual, el centrode toda reflexión acerca del desarrollo lo constituyen la sociedad y, sobretodo, las personas que la conforman. Nos interesa, por encima de cualquierotro factor, el ser humano devenido en actor, es decir, en posibilidad siem-pre abierta a la acción creativa, en núcleo dotado de voluntad y capaci-dad para transformar su entorno y transformarse a sí mismo junto a éste.De manera que la meta del desarrollo humano es engendrar las destrezasnecesarias para que las sociedades puedan reproducirse a sí mismas. Esésta una búsqueda de mayores libertades dentro de los estrechos marcosde la realidad, siempre signada por el poder y sus incertidumbres.

Y desde ahí, desde la constitución de actores sociales, es que tene-mos que pensar asuntos tan diversos y estratégicos como la producti-vidad, la sostenibilidad ambiental, la institucionalidad y la equidad.Las coordenadas de comprensión de estos temas se modifican profun-damente con la existencia de actores que deliberan, sellan acuerdos yproducen resultados compartidos y satisfactorios.

Bajo ese horizonte de comprensión, el Informe de Desarrollo Hu-mano 2002 indagó sobre las capacidades políticas de los bolivianos, es

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decir, sobre sus potencialidades para actuar como sujetos autónomosy transformadores. El libro que usted tiene en sus manos pretendeseguir ensanchando esa senda a través de varios estudios empíricosque nos dibujan las evoluciones, orientaciones, oposiciones, identida-des y la producción social de determinados actores en el país. En eseempeño están el presente Cuaderno, el siguiente de la serie y algunosdocumentos de trabajo que también serán divulgados entre los lecto-res interesados.

Arribando a los contenidos del presente Cuaderno de Futuro, po-demos adelantar que su punto de partida son las consideraciones fun-damentales de la teoría del actor en América Latina y Bolivia. En elloechamos mano de la cantera de la sociología. Sin duda el abordaje noes nuevo, pues tiene por antecedente todo el despliegue teórico acu-nado en el continente y enriquecido dentro de las ciencias sociales engeneral. En tal sentido, nuestra exploración sigue las huellas del pen-samiento latinoamericano y las extiende hasta derivar en el debatesobre el tema capitaneado por Alain Touraine y Amartya Sen.

Más adelante, conocemos acá cuatro estudios de caso sobre igualnúmero de actores sociales. Se trata de las élites empresariales bolivia-nas, insertas en el contexto de la globalización; del movimiento indí-gena en el Beni, de los campesinos indígenas del Chaco y de los evan-gélicos bolivianos. Su irrupción en escena y su puesta en reflexión noshan permitido contrastar la teoría, la experiencia social de cada unode ellos y las dinámicas internas promovidas por sus miembros. Esmomento pues de volcar la página y degustar lo prometido.

Fernando Calderón GutiérrezCoordinador del Informe de Desarrollo Humano en Bolivia

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1. A pesar de pertenecer a ámbitos de conocimiento diferentes, tam-bién existen una serie de complementariedades entre la sociología delactor que se ha desarrollado en América Latina y el enfoque del desa-rrollo humano. Por una parte la sociología del actor permite aclararnociones generales tales como “gente”, “pueblo”, “pobreza”, “perso-nas”, muy a menudo utilizadas en los informes sobre desarrollo hu-mano y enriquecerlas con la comprensión socio-histórica de las rela-ciones sociales y el comportamiento colectivo, tanto en las sociedadesnacionales como en un ámbito más general: la sociedad red. Por otraparte, el desarrollo humano, con sus análisis integrados, empíricos,críticos y normativos, centrados en el desarrollo de las capacidadeshumanas, permite reforzar y plantear nuevos problemas a la sociolo-gía del actor. Así, cuestiones como subjetivización y seguridad huma-na, capacidades políticas y deliberación en contextos de unamundialización tecno-económica o ecológica, o cuestiones sobre cul-turas, valores y aspiraciones, y sociedad de consumo, entre otras, cons-tituyen áreas de encuentro que pueden enriquecer la sociología de actor.

2. Dicho de otra manera, la cuestión consiste en cómo conjugar lasparticularidades socio-históricas de un país o una región con la voca-ción universal que evoca el enfoque del desarrollo humano y que co-

Notas sobre el desarrollo humanoy la sociología del actor

Fernando Calderón Natasha Loayza

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loca en el centro del desarrollo la expansión de las capacidades enfunción de los valores y las aspiraciones de las personas y las comuni-dades. Esta perspectiva implica considerar que los procesos demundialización no solamente pueden llegar a desestructurar socieda-des, sino también abrir nuevas oportunidades. Esto supone que lasacciones sociales, los actores, no sólo se opongan a un nuevo tipo depoder, sino que participen reivindicando sus derechos y demandas enla búsqueda de opciones de desarrollo que le den un sentido históricodistinto al proceso mundial envolvente. Así, la subjetividad estaría en laconstitución misma del desarrollo, es decir, se expresaría en la necesi-dad y en la búsqueda de un enfoque que coloque al sujeto o a los actorescomo portadores de un sentido histórico distinto. Una integración apo-yaría una renovación de la política y de sus mapas cognitivos, tanto ensus capacidades de articulación social como en sus capacidades de pro-moción de los actores del desarrollo. Una política que redefine horizon-tes en la búsqueda de una sociedad no perfecta sino mejor.

3. Al respecto, cabe reflexionar sobre esta idea de Aricó: “…lasfuerzas sociales de transformación no están prefiguradas, se constitu-yen permanentemente a través de procesos políticos que rompen losestancos cerrados de las clases y fuerzas tradicionales –y, desde estepunto de vista, la clase obrera también es tradicional–, la política endefinitiva produce los sujetos transformadores y no, como se tiende apensar los expresa, los representa. Tiendo a pensar que las posibilida-des de transformación, esto es, las posibilidades de consecución no deuna sociedad perfecta, sino de una sociedad mejor, y esta cualidad,que no puedo sino definirla en términos de libertad y de igualdad, osea, de justicia, se aloja en los intersticios de la sociedad, no está situa-da en un clase en particular…” (Aricó 2000. Pág. 78)

4. Cabalmente, Sen, uno de los principales impulsores del enfo-que del desarrollo humano, argumenta, en una perspectiva muy cer-

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cana al enfoque de las teorías de la modernidad de Habermas yTouraine, que se puede y debe usar la razón para promover el desa-rrollo de sociedades más aceptables. Aún más, el concepto de “opcióncolectiva racional” en Sen (2000), constituye una acción que permiteoptimizar los intereses particulares que, al expandirse al conjunto so-cial, adquieren un carácter colectivo. Estas opciones serían no sólo efi-cientes sino también más justas por que tienden a involucrar a todos1.

La idea de Sen de “libertad real” está asociada a una suerte demecanismo de expansión de diversas capacidades, en función de va-lores y aspiraciones culturales. En este sentido, las libertades, que sonantes que nada políticas, constituyen a la vez un medio instrumental yun fin sustantivo del desarrollo. Así, las libertades políticas o las capa-cidades institucionales de acción, asociadas con facilidades económi-cas, oportunidades sociales, transparencia institucional y seguridad,son complementarias entre sí y se refuerzan unas a otras para incre-mentar las capacidades integrales de las personas. Esto además supo-ne una capacidad propositiva del actor o lo que Sen denomina una“agencia” (comprendida como la capacidad que tiene las personas paraactuar en sociedad y conseguir cambios).

Como se puede apreciar, esto se vincula con la idea de acción co-lectiva en la sociología del actor, sobre todo en el plano de las orienta-ciones y las identidades del actor, aunque no se ponga énfasis en lacuestión de los conflictos y en las oposiciones, típicas en todas las rela-ciones sociales, que dan lugar a un sistema de acción. Sin embargo, laidea de que la libertad individual es fundamentalmente un productosocial es consociativa con la idea de sujeto en Touraine.2 Asimismo,este autor argumenta que la igualdad se complementa con la idea dediferencia. La igualdad estaría asegurada por un principio metasocialque en el mundo moderno está dado por la ciudadanía. Este sería el

1 Ver Sen Amartya 1977, La libertá individuale como impegno sociale, Editorial Literza.2 Una sinopsis sobre la perspectiva en :Touraine Alain 1997, De la mañana de los regímenes nacional populares

a la víspera de los movimientos sociales. http://Lasa.international/touraine.htm

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aspecto de la democracia que asegura el reconocimiento igualitario dela diferencia. De lo que se podría concluir que si deseo que mis dere-chos sean reconocidos tengo que demandar también que los derechosde los otros sean reconocidos (Touraine 2001).

Otro concepto similar, particularmente relevante en Sen y en otrosautores como Walzer3 es el de la “justicia o injusticia manifiesta”. Estoestaría referido tanto a la idea social de una sociedad aceptable, comoa la forma de funcionamiento del mundo como en el que vivimos. Loimportante a nuestro juicio es que esto, para Sen, está íntimamenterelacionado con la idea del debate público. Por su parte, Walzer, en suidea de justicia redistributiva, identifica a la igualdad compleja con elejercicio de una genuina comunidad política. En términos de ciudada-nía política todos son iguales. Allí, en este entendimiento radica lafuerza de la igualdad y el cambio en sociedades complejas.

5. Conviene ahora reparar en la tradición latinoamericana de lasociología del actor, a partir de algunos de sus hitos más significati-vos. Uno de ellos es sin duda los escritos del español José MedinaEchabarría. Este autor, en el marco de las teorías del desarrollo y lamodernización, puso el énfasis en los actores y el desarrollo, y se pre-guntó por la relación entre estabilidad y desarrollo, así como por ladistribución, es decir, por el costo social del proceso de desarrollo y, almismo tiempo, por el tipo legítimo de “distribución de sacrificios”(quienes y de qué manera deben asumir los costos del proceso), lo queinvolucra el problema del consenso y la cohesión nacional, indispen-sables para llevar a cabo el crecimiento.

Medina Echabarría se preguntaba por el cambio, y de manera cen-tral por los actores que encabezarían el proceso, así como por la situa-ción político-social que lo haría posible: ¿Cuáles son hoy los soportesde la nueva estructura y dónde se encuentra el último fundamento de

3 Ver David Miller y Michel Walzer, México: Pluralismo, justicia e igualdad. FCE, 1997.

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la prise de consciencie que abre con el nuevo ciclo económico la fisono-mía del futuro inmediato? (1980. pág. 103). Según él, estos no eranproblemas estrictamente teóricos. Creía que de la respuesta que se dieraa estas interrogantes, dependería que se actúe con eficacia. De ese modo,para él, las teorías que dan la espalda a lo cultural y que generalizan elvalor decisivo del factor “tecnológico” son simplistas, como lo es laidea de que el futuro descansará sobre un cambio de conjunto de laestructura social tradicional de los países latinoamericanos.

Con posterioridad, los estudios sobre la dependencia fijaron el ho-rizonte de su análisis en la dominación sufrida por los países latinoa-mericanos por parte de los países capitalistas desarrollados. Los estu-dios sobre la dependencia abarcaron la comprensión de la realidadlatinoamericana a partir de sus estructuras económicas y políticas, sim-plificando la complejidad de las relaciones sociales al asignar a las fuer-zas económicas una ubicación precisa –de clase– y por tanto interpre-tarlas como reflejando en sus prácticas la problemática estructural. Sibien estas teorías tuvieron el mérito de destacar el peso de los factoresexternos para estas sociedades, ellas veían los actores sociales como “re-flejos” de la estructura económica, de la organización del Estado o de laacción partidaria; los sujetos sociales eran sujetos de clase, con lo que seinhibía la posibilidad de analizar las prácticas sociales concretas, y no sepodía interpretar las relaciones contradictorias y ambiguas entre los ac-tores sociales, el Estado, los sectores dominantes y el poder externo.

Incluso estudios más clásicos como los de Cardoso y Faletto, so-bre la base de un enfoque “histórico estructural” y un análisis de di-versas “situaciones de dependencia”, no lograban dar plena cuentade las complejas mutaciones y comportamientos de los actores socio-culturales. Su enfoque estaba centrado en los pactos de dominacióndel Estado en función de fuerzas o factores externos. Sin embargo,planteaban las complejas relaciones entre lo político y económico en eldesarrollo y el papel de algunos actores polares. Faletto tuvo una ma-yor preocupación por la clase obrera y Cardoso por los empresarios.

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A principios de los 70 se empieza a problematizar la relación entredemanda política y social y oferta económica. O’Donell (1982) planteala idea de que el desajuste entre estos factores conduce al estableci-miento de regímenes autoritarios. A partir de los 80 aparecen los estu-dios sobre democratización. Inicialmente Delich (1978) planteó algu-nas preguntas claves respecto de una democracia socialmente posibleen la región. Más adelante, Lechner (1988) en un provocador ensayosobre el pensamiento sociológico y político latinoamericano, realizóun balance del paso de los análisis centrados en la revolución a losanálisis centrados en la democracia y la dificultad que ésta, por suinherente incertidumbre, implicaba.

Hacia fines de los 80, CLACSO impulsó un programa de estudios ydebates sobre los nuevos paradigmas en las relaciones Estado, socie-dad y economía, cuyo análisis giró en torno a las posibilidades de con-jugación entre los procesos de modernización y democratización, y elpapel de los diferentes actores sociales. En una coyuntura deglobalización y cambio, el argumento era que el fin de un ciclo históricotiene un costo social mayor que el comienzo de otro, por lo que esurgente una innovación integral y rápida, y basada sobre el poten-ciamiento de los actores políticos y los actores sociales autónomos,como únicos garantes de un desarrollo y una democracia estables. Todoesto reconociendo que el sistema de acción colectiva en la región erarelativamente débil (Calderón y Dos Santos 1991).

En la actualidad, la discusión de los intelectuales latinoamerica-nos parece girar en torno a los temas de la diversidad y la heterogenei-dad culturales, de la otredad y el respeto a la misma, de los procesosde racionalidad, de la pluralidad y fragmentación de lo social, de lamercantilización de la política y el arte, entre otros. Finalmente, exis-ten nuevas pistas teóricas que empiezan a concentrar la producción yla discusión sociológica, en función de las relaciones entre racionali-zación y subjetivación. Es en este contexto, además muy marcado porel economicismo y el neoliberalismo, que aparece el denominado pa-

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radigma del desarrollo humano. Nuestra hipótesis es que este para-digma vuelve a potenciar la perspectiva de la sociología del actor entoda la región, o al menos en algunos países de ella.

Mabub Ul Haq, colega intelectual de Sen, impulsó desde 1990 losinformes mundiales de desarrollo humano. Allí se retomó a varios delos textos de Sen, ampliándolos y dotándolos de un carácter más polí-tico; así se generó un enfoque del desarrollo en función de las capaci-dades humanas. Se dio a la teoría un carácter más práctico.

El énfasis de estos esfuerzos estuvo en el bienestar de los ciudada-nos como principal objetivo de las políticas de desarrollo, pero un bien-estar no solamente asociado a mayores niveles de ingresos. Desde estaóptica, el incremento de los ingresos económicos se transforma en uninstrumento para lograr el bienestar de las personas, y deja de ser unfin en sí mismo. Aún más, el enfoque cuestiona explícitamente la aso-ciación del bienestar solamente con los valores materiales o financie-ros, postulando que el bienestar es el resultado del uso que las perso-nas dan a estos valores o recursos.

Este concepto fue y es la base de los informes de desarrollo huma-no promovidos por el PNUD desde 1990, y se ha traducido en un con-junto de recomendaciones de políticas públicas en diversos países yen el marco orientador de las estrategias de cooperación del Sistemade Naciones Unidas4.

El desarrollo humano, vale la pena insistir, es entendido como unproceso de ampliación de las capacidades de las personas para elegir eltipo de vida que ellas más valoren. Utilizando la terminología de Sen, eldesarrollo estaría asociado y debería evaluarse en función de la amplia-ción de las libertades que los miembros de una sociedad disfrutan.

4 A partir de 1990, el PNUD ha producido sostenidamente un Informe Mundial de Desarrollo Humano poraño. Los temas de estos informes son: 1990, Desarrollo humano; 1991, Financiamiento del desarrollo hu-mano; 1992, Mercados globales; 1993, Participación de las personas; 1994, Seguridad humana; 1995, Equi-dad entre géneros; 1996, Crecimiento y desarrollo humano; 1997, Pobreza humana; 1998 Consumo y de-sarrollo humano; 1999, Mundialización; 2000, Derechos humanos y desarrollo humano; 2001, El adelantotecnológico al servicio del desarrollo humano.

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En este marco, el crecimiento de los ingresos individuales es unimportante medio para aumentar estas libertades, pero no el único. Igual-mente, el grado en que tales ingresos pueden aumentar las capacidadesde una persona depende frecuentemente de su asociación con otras ca-pacidades o de ciertos factores sociales, políticos o individuales.

Frente a una visión que hacía descansar la idea de crecimientoeconómico solamente en una lógica de inversión en capital físico y enun predominio del mercado, y sin negar la importancia crucial delmercado, el desarrollo humano busca colocar el foco del desarrollo endos aspectos íntimamente relacionados:

En primer lugar, en la comprensión de que la inversión más fe-cunda es aquella que se hace en capacidades humanas: en educación,en salud, en calidad de la vida; en suma, en mejorar las aptitudes de lasociedad. Este tipo de inversión es el único que pueden expandir crea-tivamente el desarrollo económico.

En segundo lugar, en la noción de que tal inversión en aptitudesconlleva algo que es vital para el dinamismo económico: la creación yexpansión de oportunidades para que los miembros de una sociedad,grupos e individuos, puedan ejercer sus derechos y obligaciones y rea-lizar sus opciones, aprovechando al máximo sus circunstancias sinponer en riesgo las opciones de las generaciones futuras. Se trata es decrear una dinámica socialmente expansiva centrada en el conocimien-to y la capacidad de acción de la sociedad sobre sí misma.

6. Entre 1995 y el año 2001, en América Latina se han producidomás de 50 informes nacionales de desarrollo humano, así como algu-nos de carácter subregional5.

Partiendo del principio de que los seres humanos (hombres ymujeres) son tanto el fin del desarrollo como el medio a través del cualéste se construye, y que por tanto la inversión más fecunda es aquella

5 Información detallada sobre estos informes se puede obtener ingresando a la página web del PNUD, en lasiguiente dirección electrónica: www.undp.org/hdro/highlights.

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que se hace en las capacidades humanas, estos informes se concentranen analizar desde una óptica holística, multidisciplinaria y proposi-tiva, los factores que potencian o limitan el desarrollo de dichas ca-pacidades.

Tomando como punto de partida el uso desagregado del Índicede Desarrollo Humano, la mayoría de los informes nacionales hanbuscado establecer el estado del desarrollo humano en los distintospaíses, basándose en los indicadores de este índice: ingresos, educa-ción y expectativa de vida. Sin embargo, un importante número deellos ha buscado además propiciar una amplia reflexión al interior delos países acerca de las causas que explican estos índices y su relacióncon los temas relevantes a los que los distintos países de la región seenfrentan. En este sentido, en la mayoría de estos informes se recono-ce de inicio que los distintos países de América Latina se encuentransituados en un momento de transición por efecto de las transformacio-nes de la economía a nivel mundial, así como por los procesos deglobalización social y cultural. Sin embargo, esta constatación no deri-va necesariamente, salvo alguna excepción, en una reflexión más pro-funda sobre la problemática de crisis.

Una somera evaluación crítica de los temas y problemas que estosinformes plantean permite establecer que los mismos, con las particu-laridades propias de cada país, han centrado sus análisis fundamen-talmente en el tema de la equidad. En este sentido, uno de los princi-pales aspecto que estos informes ponen de manifiesto es el incrementode la desigualdad, fundamentalmente en términos de ingresos, expe-rimentado en las últimas décadas. Varios de los informes demuestranempíricamente un incremento de la desigualdad de los ingresos y dela pobreza, que agudiza la tendencia histórica de concentración de losingresos. Un caso muy claro es, por ejemplo, el Brasil (Brasil 1996).

De la misma manera, varios informes plantean que, a pesar deque los distintos países en la región han experimentado un mejora-miento en el Índice de Desarrollo Humano en las últimas décadas, no

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han logrado superar la inequidad6 social, reducir ostensiblemente lapobreza, ni disminuir de manera significativa la desarticulación entregrupos sociales y regiones. Según estos informes, el problema de faltade equidad en las sociedades latinoamericanas se refleja en las am-plias y profundas brechas que, en términos de desarrollo humano, se-paran unas regiones de otras, las áreas urbanas de las rurales y a unosgrupos socio-económicos, de género y generacionales, de otros.

En general, en los distintos países se ha encontrado considerablesdiferencias entre los indicadores urbanos y los rurales, y en todos loscasos la situación rural se presenta peor que la urbana. Además, lasituación no es homogénea ni en las ciudades ni en el campo, y cuantomenor es el desarrollo relativo de una región o ámbito, mayores sonlas disparidades en su interior, como muestran los IDH en Bolivia yHonduras, en 1998.

Asimismo, en todos los países se pueden apreciar agudas brechasentre hombres y mujeres: las mujeres tienen, en todos los casos, nive-les de desarrollo humano menores que los hombres y sus niveles deeducación e ingresos están por debajo de los de la población masculi-na. Cuando los indicadores sociales de una región son más bajos, lasbrechas sociales entre hombres y mujeres tienden a ser más amplias.

Las brechas entre regiones, provincias y municipios son tambiénbrutales. Varios de los informes muestran cómo en el interior de losdistintos países hay regiones cuyo Índice de Desarrollo Humano seasemeja a los promedios de los países más pobres del mundo, perotambién tiene otras, por lo general las áreas metropolitanas centrales osectores de éstas, que presentan índices de desarrollo humano simila-res a los de los países más desarrollados. Según estos informes, desdela perspectiva del desarrollo humano, no es el crecimiento económicopor sí mismo el que puede permitir revertir estas tendencias; por elcontrario, en muchos casos más bien puede tender a agudizarlas.

6 Se utiliza este anglisismo para expresar desigualdad, injusticia, parcialidad y/o discriminación.

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Otros informes muestran la exclusión social como una de las prin-cipales restricciones de oportunidades para que las personas obten-gan los beneficios del desarrollo y puedan hacer uso de las redes deapoyo social para enfrentar situaciones de desventaja (Guatemala 1999).

Al mismo tiempo, muy influidos por las ideas de Fernando Fajnsil-ver en toda la región, los informes advierten que no se podrá consolidarun crecimiento económico sostenido con equidad, si no se logra estable-cer una relación virtuosa entre el crecimiento económico y el crecimien-to del capital social (Chile 1996, Bolivia 1998, Honduras 1998). En estesentido, se plantea que las posibilidades de consolidación de la demo-cracia radican en la mitigación de una histórica deuda social, en la siste-matización de un rendimiento de cuentas transparente, generador deconfianza e inversión, y en un alto grado de responsabilidad social com-partida. Por tanto, uno de los mayores desafíos es reducir la pobreza,realizar una distribución más equitativa del ingreso y de las oportuni-dades y obtener un sólido crecimiento económico; sin embargo, estecrecimiento no puede desvincularse de los procesos sociales, políticos yculturales (Honduras 2000). Por tanto, para reducir las brechas encon-tradas, contrarrestar las exclusiones y articular lo que está desintegrado,se requiere antes que nada innovación política, alta eficiencia y eficaciaen la ejecución de políticas sociales y económicas, una modernizacióninstitucional así como amplios consensos nacionales, obtenidos a partirde la progresiva apertura de los espacios públicos a la participación.Lograr que la mayoría de los ciudadanos accedan a una mejor calidad devida significa elevar, sustantiva y sostenidamente, el nivel de desarrollohumano. Para ello es necesaria la fuerza sinérgica de la integración en to-dos los ámbitos inherentes a una nación, cuya base es la igualdad de opor-tunidades para todos (y todas) los ciudadanos. Todo esto supone lainteracción entre el Estado y los sectores privados, así como una estrechavinculación económica y social, y pluralismo político (Brasil 1996).

Algunos informes describen el comienzo del siglo XXI como unmomento de cambio, un momento en que empieza a correr una espe-

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cie de cuenta regresiva con relación a las posibilidades de los paísespara crear las condiciones y las oportunidades para una generaciónque cosechará estos esfuerzos en el futuro. En este sentido, se planteaque de lo que se logre hacer en los próximos años para ofrecer educa-ción y empleos de calidad a los jóvenes de ahora, depende lo que sevaya a conseguir, en términos de desarrollo humano, en los próximoscuarenta o cincuenta años (Costa Rica, 2000).

Entre las orientaciones básicas de las políticas para el desarrollohumano, se plantea el fortalecimiento y la participación creciente delos actores territoriales: regiones, comunas, localidades y unidadesvecinales, como importante factor estratégico en la búsqueda de laexpansión de la productividad, la competitividad, y de la sostenibilidaddel desarrollo (Chile 1996). Se recomiendan políticas públicas orienta-das en función de las regiones y comunas más atrasadas, y de acuerdoa la diversidad de sus necesidades y demandas. En este sentido, elgasto social regional con prioridad humana tiene que ampliarse, perosobre todo tiene que adecuarse a las metas concretas que se busca al-canzar y al perfil específico de los problemas que se busca resolver, enuna suerte de geometría variable que permita una correspondenciacon cada momento y cada situación específica. Asimismo, se planteala necesidad de impulsar una estrategia de fortalecimiento de la socie-dad civil regional en la gestión de las acciones.

La educación es considerada un factor crucial del crecimiento eco-nómico y del desarrollo económico sostenible, como un medio para ellogro del crecimiento y como una clave para el desarrollo de capacida-des fundamentales que permitan la ampliación de las oportunidadesde la gente. Al respecto, se plantea que una educación pertinente paralas necesidades y potencialidades de la sociedad, promoverá una equi-dad más proactiva, porque generará complementariamente mayorcompetitividad, ciudadanía e institucionalidad democrática moder-na. La educación, se señala, es un componente básico del desarrollo,es un factor con efectos multiplicadores en los otros factores del desa-

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rrollo. Tiene efectos directos sobre la calidad de vida, el empleo, losingresos y sobre la institucionalidad democrática. También puede serbásica en la promoción de valores éticos, en la constitución de unaciudadanía activa y en la profundización de una sólida cultura cívica.Además, la educación es pieza clave del nuevo paradigma tecnológi-co y del conocimiento. Consiguientemente, elevar la calidad y los ni-veles de escolaridad de acuerdo a las diversas necesidades de la socie-dad y de la economía, e introducir el manejo de los nuevos “códigosde modernidad” para poder navegar en el mundo actual, constituyenlos principales desafíos para Bolivia y son un instrumento indispensa-ble en la lucha contra la pobreza y por la consolidación de una mayorresponsabilidad social (Bolivia 1998).

También se pone de manifiesto la relación interdependiente entrela cultura institucional y el desarrollo humano. Para ampliar las opor-tunidades productivas y el bienestar del conjunto de la población serequiere mejorar tanto el capital social como la cultura institucionaldemocrática. Por cultura institucional democrática se entiende aquellaen que el ejercicio del poder y el ejercicio de la ciudadanía van de lamano, a partir del protagonismo ciudadano (Bolivia 1998). En muchoscasos, esta cultura institucional democrática tiene un espacio decisivoen el nivel local, a partir de las políticas de descentralización.

En definitiva, a pesar de una serie de limitaciones, en los diferentesinformes se encuentran fundamentos empíricos y argumentos para afir-mar que el desarrollo humano descansa sobre la capacidad de logrartodas las sinergias y complementariedades posibles entre equidad,competitividad sistémica e institucionalidad moderna y democrática.

En algunos de estos informes se avanza además al plantear que sólo laconstrucción del consenso es capaz de lograr estas sinergias en una socie-dad; se trata de una lógica de compromisos nacionales de carácter in-tercultural que resultan de múltiples procesos de intercambio entre acto-res socioculturales y políticos, capaces de movilizar sus fuerzas en funciónde las metas de desarrollo humano propuestas (Bolivia 1998).

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7. Los cambios históricos y económicos de los últimos años han mo-dificado de manera radical el perfil de América Latina. Uno de los rasgosprincipales de la sociedad actual parece ser la complejización societal y labifurcación creciente entre una racionalidad instrumental y otra simbóli-ca, vale decir, una separación entre la economía y la cultura, entre moder-nización y subjetivación. Por otra parte, las nuevas estructuras de poder,asociadas a la a globalización, están cada vez más concentradas y al mis-mo tiempo más difusas, en medio del malestar y el vacío social.

La subjetividad está en la constitución misma de lo social, de las co-munidades y las personas. En ella se expresa la necesidad de ser conside-rado como un sujeto portador de dignidad ciudadana, con identidadcultural e individual, dentro de una red de relaciones socioculturales ple-nas de aspiraciones, percepciones, experiencias y conocimiento colectivos.

Existe al mismo tiempo una relación recíproca, plagada de tensio-nes, entre subjetividad y modernización. La sustentabilidad de los pro-cesos de modernización depende en gran medida de esa relación recí-proca, lo que quiere decir que la subjetividad representa un límite críticopara la modernización. En palabras de Lechner, si ese límite o “míni-mo básico” no es respetado, el riesgo es el bloqueo (2000). En ese sen-tido, la posibilidad del desarrollo descansa sobre las capacidades deuna sociedad de dotar de sentido y hacerse cargo de su futuro.

En América Latina la preocupación por la subjetividad ha sidoescasamente considerada tanto en el análisis de la realidad como labúsqueda de salidas posibles, o en las políticas de desarrollo. Los in-formes nacionales de desarrollo humano de Chile (1998 y 2000) y Boli-via (2000 y 2002) tienen el mérito de aportar en esta óptica, que piensael desarrollo desde el sujeto.

En el caso de Chile, la preocupación giró en torno de las posibili-dades de vinculación entre la modernización y la subjetividad de lagente. El estudio encontró síntomas de un profundo aunque difusomalestar social que se expresaría en inseguridad y miedo respecto alotro y respecto al futuro. Los informes de Bolivia (2000) y Chile (2000)

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se preguntan sobre los valores y las aspiraciones de la gente, en tantoproductos culturales que dan cuenta de las representaciones colecti-vas que se hace la sociedad de su propia realidad en un momentodeterminado; también interesan las imágenes acerca del futuro posi-ble y acerca de las posibilidades de que las aspiraciones se plasmen enacciones y caminos convergentes.

El Informe de Chile señala algunas pistas para el futuro, en buscade una relación más integrada entre modernización y subjetividad. ElInforme de Bolivia, por su parte, propone el camino de la deliberacióncomo la vía democrática que puede permitir traducir las aspiracionesen acuerdos sustantivos de política pública y acción colectiva, y comoel mejor método para tomar opciones sociales colectivas en torno alideario del desarrollo humano. La idea del espacio público como es-pacio de construcción de opciones de desarrollo parece ser central enambos informes.

Estos informes construyen sobre la idea de malestar social. En elcaso de Chile se plantea una paradoja: junto con los notables éxitos dela modernización existe un malestar social que lleva a plantear que elbuen desempeño de los indicadores macroeconómicos y macrosocialesno necesariamente redundan en sentimientos de seguridad para lapoblación. Los chilenos expresan sentimientos de miedo, inseguridady desvalidez respecto de la exclusión, no confían en su capacidad deaprovechar los beneficios del desarrollo económico y no confían en elotro. La gente no se siente sujeto de los procesos de modernización ypor el contrario, siente que estos procesos se desarrollan a sus espal-das (Chile 1998). Al mismo tiempo, la sociedad y sus variados seg-mentos muestran grandes dificultades para formular sus aspiracio-nes, justamente porque el retraimiento en la familia y el hogar implicaque la gente disponga de menos posibilidades para verbalizar y com-partir miedos y aspiraciones. Las personas son capaces de formularaspiraciones referidas a sí mismas, no así de formular sueños colecti-vos (Chile 2000). Mientras que en Bolivia, en medio de un brutal pesi-

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mismo, los más pobres creen más en su país y los grupos de mayoresingresos y educación sólo creen en sí mismos.

En Bolivia, en general, existen capacidades colectivas que se ex-presan en redes y lazos de solidaridad cotidianos, especialmente enespacios territoriales restringidos: la comunidad, el barrio y los ámbi-tos de trabajo. Sin embargo, la modernización tiende a debilitar estoslazos. Los niveles de sociabilidad de los bolivianos son altos, especial-mente en las zonas rurales y en la periferia urbana. También lo son losniveles de tolerancia local. La relación de confianza y amistad con susvecinos es alta en todas partes. Sin embargo, la urbanización tiende aacentuar la fragmentación social. Esta parece ser una tendencia fuerteasociada a grandes procesos de exclusión. En las ciudades los nivelesde tolerancia son menores y una importante proporción de gente piensaque las personas están dispuestas a atropellar a los demás para conse-guir lo que desean; al mismo tiempo, a mayor nivel socioeconómico,menor es la tolerancia hacia otros percibidos como distintos y amena-zadores. Por otra parte, se da una suerte de disociación que puedeimpedir el desarrollo colectivo. Mientras los niveles de sociabilidadson fuertes en unos grupos, la capacidad reflexiva moderna está enotros grupos. Los sectores rurales y pobres urbanos y en especial lasculturas originarias no han logrado espacios y oportunidades plenaspara desarrollar sus propias capacidades reflexivas, en el sentido decontextualizar la contingencia inmediata en una perspectiva más am-plia, y consecuentemente construir estrategias realistas y oportunaspara realizar sus aspiraciones y adquirir las destrezas requeridas paratener un mejor desempeño en la vida moderna, en el ámbito producti-vo y de acción pública. En ese sentido, la capacidad reflexiva moder-na, a diferencia de la sociabilidad, aumenta a medida que aumenta elnivel socio-económico (Bolivia 2000).Se trata de una país rico en bús-quedas y en bloqueos.

Tanto en Bolivia como en Chile, con importantes diferencias his-tóricas, existe una baja confianza respecto a la efectividad de las insti-

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tuciones. Asimismo, la mayoría de la gente percibe que no existe igual-dad jurídica. A esto se suma una creciente indiferencia respecto al or-den democrático y a la política.

Al respecto, se plantea que, sin embargo, esto no debe llevar apensar que no existe capital social (grado de asociatividad, de con-fianza social, de reciprocidad y de compromiso cívico) o que éste seestá desintegrando, sino por el contrario que el capital social está pa-sando del debilitamiento de los vínculos formales al fortalecimientode los vínculos informales que se construyen en la cotidianidad, enfunción de algún objetivo concreto (Chile 2000). En Chile un mayorcapital social se puede encontrar entre la gente de mayor nivel socio-económico, mientras que en los grupos más empobrecidos y que máscapital social requieren, éste parece ser más débil.

Por otra parte, el capital social es entendido como una capacidadpolítica potencial para el desarrollo humano (Bolivia 2002). En Boliviaexisten perfiles de participación diferentes entre áreas urbanas y rurales,los niveles de capital social son sensiblemente superiores en las áreas ru-rales, mientras que en las zonas urbanas existiría una distribución de ca-rácter más bien regresivo. Del mismo modo, es en las zonas rurales delpaís donde se puede apreciar la fuerza de mecanismos menosestructurados de participación y cooperación. No obstante, la capacidadde sociabilidad y asociatividad y de compromiso cívico en Bolivia con-trastan con una fuerte tendencia al fatalismo y una baja disposición a ladeliberación y al dialogo en estos mismos grupos. Por eso se concluyeque el capital social, para constituirse en capacidad para el desarrollohumano, tendría que estar asociado a capacidades políticas como la con-fianza institucional e interpersonal, una disposición positiva al cambio yuna capacidad para deliberar con el otro distinto (Bolivia 2002).

En definitiva, estos informes muestran que existen ciertas condi-ciones sociales para que las personas se constituyan en sujetos efecti-vos del desarrollo; sin embargo, se trata de capacidades que requierenser dinamizadas en función del fortalecimiento de la acción colectiva.

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En este sentido, la dimensión subjetiva entendida como los valores yaspiraciones de la gente, y la vinculación que éstos tienen o puedentener con el capital social y la calidad de vida, así como su moviliza-ción en una dinámica de país, deberían potenciarse. Para potenciar lacapacidad de acción colectiva se subraya la importancia del encuentroveraz y solidario con el otro, que se traduce en confianza en la accióncolectiva, la reflexividad social y una actualización de la ética en elsentido de renovar las maneras de pensar y de hacer política (Chile2000).

Asimismo, se plantea que las aspiraciones de las personas y lascomunidades encuentran más posibilidades de realizarse en espaciospúblicos, a través de los cuales pueden plasmarse en acuerdos concre-tos y eficientes. En este sentido, es fundamental dar mayor espaciopolítico a las potencialidades deliberativas y a la voluntad de compro-miso de los actores sociales. Esto implica igualdad en los actos de habla,espacios públicos democráticos para la deliberación y una ins-titucionalidad sólida. Se trata de construir una nueva ética del desarro-llo humano en función del concepto de bien común (Bolivia 2002).

En este sentido, aunque de hecho el Estado tiende a perder sobe-ranía, puede ampliar su campo de acción en la globalización a partirde una sólida cohesión social interna, impulsada por políticas orienta-das a un desarrollo socialmente incluyente.

8. Convendría concluir reconociendo que si bien existen límitesteóricos y metodológicos en los informes de desarrollo humano, éstospodrían perfectamente potenciarse y enriquecerse gracias a la sociolo-gía del actor ya instalada en la tradición sociológica en el continente.Pero también la sociología del actor puede enriquecerse y potenciarsea partir de estos estudios sobre el desarrollo humano. Da la impresiónde que esta relación puede colocar nuevamente el tema del desarrolloen el centro del debate político en la región, buscando ópticas diferen-tes a aquellas sólo dedicadas al mercado o el Estado.

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Por otra parte, si bien hay amplias distancias entre los conceptosde igualdad y libertad que se usan en el campo teórico y en los infor-mes de desarrollo humano, vale la pena mencionar y a la vez insistiren que conceptos tales como “igualdad compleja” y “libertad real”pueden renovar la idea del desarrollo al menos en tres sentidos: enprimer lugar, en cuanto se refieren al aumento de la capacidad reflexi-va de la sociedad en un mundo crecientemente abstracto y ajeno; ensegundo lugar, porque hablan de un aumento del capital social en tan-to capacidad institucional y de promoción de la acción colectiva, valedecir como incremento de la acumulación cultural en el manejo denormas, redes y lazos sociales de confianza autoreforzantes de la ac-ción colectiva y, en tercer lugar, porque postulan una mejoría de lasociabilidad cotidiana como recurso para darle sentido a la trama so-cial que conforma a los sujetos y a las instituciones.

Desde nuestra perspectiva, el potenciamiento de los sujetos cobrasignificado a través de la idea de deliberación, no sólo en el plano dela construcción de opciones institucionales, a la Habermas, sino, sobretodo, en el del reconocimiento social de la diferencia. En este sentido,la asociación entre deliberación, opciones y acuerdos, constituye qui-zás el potencial más prometedor de una nueva historicidad y de laidea de un futuro mejor. Los problemas del desarrollo descansaríanentonces en las capacidades sociales de producirlo.

Finalmente, hay un tema pendiente o escasamente desarrolladotanto en la sociología del actor cuanto en los informes de desarrollohumano que se refiere a la relación entre cultura y desarrollo. Es fun-damental comprender la cultura tanto como un proceso integral deldesarrollo y del cambio, cuanto como un proceso constitutivo de laacción colectiva. Resulta fundamental que esta perspectiva se reincor-pore también en una lógica de construcción de lo público. ¿Cómo seconstruye esta relación hacia adelante y cuáles son las ofertas analíti-cas y propositivas? Esta quizás constituye una de las preguntas prin-cipales del presente.

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Élites en la globalización

Introducción

Los nuevos procesos de mundialización de la economía vienenafectando crecientemente los niveles de vida de las sociedades, así comolas capacidades de acción de los Estados nacionales, pero a la vez lesexigen, a los Estados y a las sociedades, vincularse con los flujos deinformación y de mercado. Hoy en día, la productividad y la competiti-vidad dependen cada vez más de la capacidad de las economías deintegrar y procesar conocimiento e información, y trasformarlos enbienes y activos en el mercado. En las últimas décadas, la economía hasido impulsada en gran medida por un complejo tecnológico de siste-mas de información, telecomunicaciones y transporte que tiende a ar-ticular al mundo en un sistema de flujos de información, los cualesactúan en tiempo real e inciden directamente en la cotidianidad de laspersonas y las comunidades. Este proceso no es socialmente neutro,pues está asociado con una acelerada concentración de poder, por unlado, y con la desorganización y fragmentación social (que especial-mente afecta a las sociedades y los Estado denominados periféricos),por el otro (Castells 1997). Cada vez más da la impresión de que lasnaciones definirán su posición en el mundo en función de su capaci-dad de acción en la globalización.

La experiencia boliviana frente a los

procesos de integración regional

Fernando Calderón y Christian Jetté

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En este contexto, no sólo la política tiende a ser desplazada porla economía, sino también se expresa la paradoja de que se vive enun mundo más integrado pero a la vez más fragmentado. Ningúnactor –sea gobierno, empresarios, sindicatos, movimientos sociales oculturales– puede dejar de tomar en cuenta esta situación y no buscarexpandir sus alcances a niveles crecientemente internacionalizados.Incluso aquellos actores fuertemente deteriorados por la globalización,o los actores antiglobalización, necesitan actuar en dentro de ella parapotenciar su lucha. En este sentido, la globalización también puedellegar a ser una oportunidad y un nuevo campo de conflicto. Da laimpresión de que en un mundo altamente internacionalizado y contiempos hiperacelerados, las capacidades política de las sociedades,es decir, la gobernabilidad, están directamente asociadas con la des-treza de los actores para moverse en las redes de información y losflujos de poder, y con el manejo que aquellos hacen de la incertidum-bre y la ambigüedad que suponen tales movimientos.

La gobernabilidad necesita ser examinada bajo parámetros más ex-tensos y complejos que los meramente nacionales o sectoriales, espe-cialmente ahora que la globalización tiende a disminuir la autoridad delos gobiernos centrales. Ya para nadie es un misterio que el incrementode la capacidad de acción internacional y en red de las diversas colecti-vidades culturales, sociales y económicas, y no sólo de lastransnacionales, limita cada vez más la soberanía de los Estados y debi-lita una gobernabilidad percibida solamente en términos nacionales olocales. La política aparece en estos nuevos tiempos postmodernos cadavez más subordinada a la economía y a decisiones globalizadas.

Consiguientemente, parece imprescindible que cualquier estrate-gia de gobernabilidad nacional mire, y actúe tomando en cuenta loscondicionantes de la globalización, y más aún, parece fundamental im-pulsar estrategias de posicionamiento a nivel global. En este contexto,la cuestión de la integración regional o subregional cobra especial rele-vancia, ya que uno de los resultados de los procesos de globalización,

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como se verá más adelante, ha sido la constitución de bloques económi-cos y políticos regionales o subregionales. Cabalmente, la política se hacemás interdependiente en estos entornos de regionalización.

Sin embargo, y ésta creemos que es la gran cuestión por lo menospara países como los latinoamericanos, tales estrategias de accióninternacionalizadas y en red sólo tendrán éxito si consiguen ser arti-culadas con dinamismos de desarrollo e integración a nivel nacional ylocal. El éxito de cualquier estrategia política en la globalización des-cansa en la calidad democrática y en el tejido social y cultural de unasociedad. La competitividad de una economía nacional globalizadasería más sostenible si persiste y se renueva la calidad societal men-cionada.

En Bolivia el debate sobre la globalización frecuentemente sueleideologizarse en exceso, ya sea desde la posición que utiliza la glo-balización como argumento definitivo para justificar la libertad abso-luta de los mercados como única posibilidad de desarrollo y aumentodel bienestar, como desde otras perspectivas que satanizan sus efectossobre nuestras posibilidades de desarrollo y la transforman en res-ponsable de todas las incertidumbres sociales y económicas actuales.1

Parece entonces necesario analizar a la globalización y sus efectos enBolivia de manera desapasionada y ponderada, buscando de estamanera estrategias que nos permitan disminuir sus riesgos y aprove-char sus potencialidades y oportunidades (Equipo IDH 1999).

El texto que sigue partirá de un breve análisis contextual de Boli-via, mostrará luego algunos rasgos de la participación de este país enlos procesos de integración regional a los cuales se encuentra vincula-do, para finalmente detenerse en las orientaciones de las élites frente alos procesos de globalización e integración americana. El examen delas élites se apoya en el análisis de los resultados de una encuesta rea-lizada en 1999 a 40 empresarios, dirigentes políticos, intelectuales,

1 Un resumen de percepciones que ven en la globalización más amenazas que oportunidades se encuentraen RAWOO – CEDLA, 2000.

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comunicadores sociales, religiosos y sindicalistas bolivianos sobre latemática de la integración latinoamericana en el contexto de laglobalización. Esta encuesta fue además acompañada de entrevistasabiertas con algunos de los líderes políticos y empresariales más des-tacados del país.2 La encuesta y las entrevistas auscultan la disponibi-lidad de las élites con relación a diversos aspectos de los procesos deintegración, así como sus percepciones sobre las oportunidades y ries-gos que estos procesos significan para el país.

Bolivia en el contexto de la globalización: datos y desafíos

La transición a la democracia en Bolivia tuvo dos etapas: la prime-ra (de 1978 a 1985) se caracterizó por una alta inestabilidad política ypor la crisis económica;3 la segunda, a partir de 1985, por la obtenciónde cierta estabilidad en ambos campos. No obstante, este logro no re-dundó en una mayor integración social ni en mayor equidad, lo cualha repercutido negativamente en la gobernabilidad del régimen (Cal-derón 1995).

En el campo de la política, los actores que habían tenido una fuer-te participación durante el primer periodo (el movimiento obrero ylas Fuerzas Armadas) pasaron a jugar un rol secundario, y los parti-dos políticos así como los sectores empresariales comenzaron a tenermayor importancia. Se reformó el sistema electoral y se democratizóel sistema político mediante la creación de gobiernos municipales au-tónomos. A partir de 1982, con el gobierno de Hernán Siles Suazo (1982-

2 Estas encuestas y entrevistas fueron realizadas en el marco del proyecto regional “Identidad e integra-ción: los dilemas latinoamericanos en el fin del siglo”, estudio de la posición de los sectores dirigenteslatinoamericanos frente a la integración, realizado para el PNUD y el BID-INTAL. Los resultados de esteestudio han sido sintetizados en PNUD y BID-INTAL, 2001. Cabe señalar que esta síntesis se concentra enlos resultados de los países grandes (México, Brasil, Argentina, Chile) y de los bloques subregionales(MERCOSUR, Comunidad Andina y Mercado Común Centroamericano).

3 Durante este periodo se produjeron tres elecciones generales y cuatro golpes de Estado. El régimen de-mocrático se estabilizó a partir de 1982.

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85), los gobiernos han sido liderados por coaliciones interpartidariasy se fue creando, entre los actores sociales y políticos, la conciencia dela necesidad de llegar a acuerdos sobre políticas. Sin embargo, estanueva cultura de negociación y concertación no produjo en generalpactos de carácter deliberativo que dieran una base sólida a la repre-sentación política; más bien se trató de acuerdos de tipo instrumentaly de corto plazo, lo que en realidad ha contribuido en los últimos añosal creciente deterioro de la política –y sobre todo de los partidos– a losojos de la opinión publica (Calderón y Szmukler, 1999).

En el plano económico, el gobierno de Víctor Paz Estenssoro (1985-89) aplicó un plan radical de estabilización de corte ortodoxo, convir-tiendo a Bolivia en uno de los primeros países en la región en iniciarun programa de este tipo. El plan incluía, entre sus medidas más im-portantes, una fuerte devaluación del tipo de cambio, la liberalizaciónde las tasas de interés, la reducción del déficit fiscal (una de las medi-das más drásticas fue el despido de 21.000 de los 27.000 mineros de laestatal Corporación Minera de Bolivia), y la apertura externa median-te la reducción generalizada de aranceles. Estas medidas fueron am-pliadas en alcance y profundidad por el gobierno de Gonzalo Sánchezde Lozada (1993-97) con un programa de capitalización/privatizaciónde las grandes empresas públicas, la reforma del sistema de pensio-nes, la reforma del sistema educativo y la descentralización de la in-versión pública a través de las prefecturas departamentales y los go-biernos municipales (Jemio, 1999; Calderón y Laserna, 1994).

La capitalización de las empresas estatales y la reforma del siste-ma de pensiones4 han propiciado un fuerte crecimiento de la inver-

4 La reforma de los fondos de pensiones transformó el sistema de jubilaciones de reparto simple, adminis-trado por representantes del Estado y de los sectores laborales, en un sistema de capitalización individualadministrado por empresas privadas denominadas Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP). Lacapitalización consistió en: a) la transformación de las empresas estatales en empresas anónimas; b) apor-tes frescos de capital por socios estratégicos, en su gran mayoría extranjeros, que han adquirido el 50 porciento de las acciones de las empresas y se han hecho cargo de su administración, teniendo la mayoría ensu consejo de administración; c) el restante 50 por ciento de las acciones y sus dividendos fue traspasadoa un fondo de capitalización colectiva administrado por las AFP.

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sión directa extranjera (IDE) en el país. En 1999, la IDE representabacerca del 12 por ciento del PIB (versus 1 por ciento en 1991). Los princi-pales sectores de inversión entre 1996 y 1999 son: hidrocarburos (43,7por ciento); transporte y comunicaciones (21,2 por ciento); construc-ción (15 por ciento); energía eléctrica y agua (9,3 por ciento). Estas in-versiones provienen principalmente de Estados Unidos (30,5 por cien-to), Argentina y Brasil (24 por ciento), Italia y Países Bajos (23 porciento).5

El boom de las inversiones petroleras arrojó como resultado quelas reservas probables y probadas de gas natural se incrementaron de5,69 trillones de pies cúbicos en 1997 a 46,83 trillones en 2001, colocan-do a Bolivia como el segundo país con mayores reservas de gas enAmérica del Sur, después de Venezuela.6 Estas reservas tienen un mer-cado importante en el Brasil como fuente de energía termoeléctrica ycomo sustituto menos contaminante del petróleo en la región indus-trial de Sao Paulo, para lo cual se ha construido un gasoducto que yaresulta insuficiente. Además de ello, se ha abierto la perspectiva deexportar gas a la costa oeste de Estados Unidos.

La cooperación internacional representa otra importante fuenteexterna de recursos para el país. Entre 1990 y 1999, estos recursos re-presentaron cerca del 4 por ciento del PIB y 50 por ciento de la inver-sión pública,7 y los organismos financieros multilaterales (FMI, BancoMundial y BID) vigilan de cerca el manejo de la política económica porparte del gobierno boliviano. En 1998, cuando el servicio de la deudaexterna alcanzaba el 26 por ciento del valor de las exportaciones, elpaís obtuvo un alivio de su deuda en el marco del programa llamadoPaíses Pobres Altamente Endeudados, más conocido por su sigla eninglés: HIPC. De acuerdo a las normas establecidas por este programa,

5 Instituto Nacional de Estadísticas: WEB SITE http://www.ine.gov.bo.6 Cabe señalar que, a diferencia de Venezuela, el gas boliviano no está mezclado con petróleo, lo que cons-

tituye una ventaja adicional.7 El 39 por ciento en calidad de créditos concesionales y 11 por ciento en calidad de donaciones (UDAPE,

2001).

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los recursos liberados por este alivio deben estar dirigidos a la luchacontra la pobreza.8

La participación significativa de Bolivia a partir de los años 80 enel tráfico internacional de drogas complicó las relaciones de Boliviacon el mundo y particularmente con los Estados Unidos. La confluen-cia del incremento de la demanda de cocaína en el mundo, la desocu-pación masiva generada por el cierre de las minas estatales y la crisisde la economía campesina tradicional en varias regiones, indujeron elcrecimiento explosivo de los cultivos de hoja de coca en el país, propi-ciando de esta manera una inserción de carácter perverso de Boliviaen el mundo.

En cambio, los Estados Unidos, como ya es conocido, colocaron elcontrol de la producción y comercio de drogas en el primer lugar de laagenda de sus relaciones con la región andina, e insistieron en la priori-dad de la acción represiva para cortar la oferta procedente de la región.El resultado de ello fueron numerosas fricciones políticas y la insisten-cia cada vez mayor de los Estados Unidos (a través de su Embajada ymediante su representación preponderante en los organismos financie-ros multilaterales) para la obtención de resultados más significativos enla lucha por reducir la producción de hojas de coca. En el curso de losúltimos años, sin embargo, la decisión de los carteles colombianos deabastecerse de su propia producción de materia prima redujo la presiónsobre los cultivos bolivianos, creando las condiciones para que tengaéxito la política de erradicación intensiva de los cocales del gobierno delgeneral Hugo Banzer Suárez, elegido en 1997 (Fernández 1999).

Finalmente, vale la pena señalar que, de acuerdo al Censo Nacio-nal de Población, el 54 por ciento de los bolivianos tienen un parienteen el extranjero. Muchos de ellos están en la Argentina y en los Esta-dos Unidos, pero de hecho se encuentran bolivianos en los confinesmás alejados del mundo. Los migrantes mantienen fuertes vínculos

8 En 1999, se estimó que el 63 por ciento de la población vivía en condiciones de pobreza y 37 por ciento enla indigencia (UDAPE, 2001).

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con sus economías familiares de origen, mediante el intercambio debienes, dinero, empleos, información y valores culturales. En este sen-tido, la migración no sólo es una posible salida de la pobreza, sino unamanera de compartir dos mundos e integrarlos subjetivamente (Cal-derón 2000).

Las reformas económicas y el flujo de inversiones extranjeras hanpropiciado una mayor diversificación de las exportaciones bolivianasen los rubros de la agricultura, los minerales y los combustibles. En elaño 2000, el 47 por ciento de las exportaciones bolivianas fueron desti-nadas a países de América del Sur, 33 por ciento a Europa y 17 porciento a América del Norte.9 La proporción destinada a América delSur debería crecer conforme vayan aumentado las exportaciones degas al Brasil.

Sin embargo, el patrón tradicional de inserción del país en la eco-nomía mundial, como exportador de productos básicos, no ha cam-biado, y las crisis financieras internacionales recurrentes entre 1997 y1999 tuvieron como consecuencia fuertes caídas en los precios de casitodos los productos de exportación de Bolivia (Loza 2000; Sachs 1999).El impacto de estas inversiones sobre la generación de empleo hasta lafecha es bajo, y los encadenamientos entre el sector moderno de lasempresas capitalizadas con los demás sectores de la economía sondébiles. El riesgo es pues que la inserción boliviana en el mercado glo-bal se desarrolle paralela a una desestructuración de los sectores novinculados directamente a los grandes grupos exportadores o a lasempresas capitalizadas, estableciéndose una coexistencia de peque-ños sectores fuertemente integrados con otros prácticamente margi-nados, generándose por consiguiente una mayor fragmentación so-cial y regional en el país (PNUD 1998).

En este contexto resulta muy importante colocar en la agenda po-lítica nacional la discusión de los siguientes temas:

9 INE, 2001 (cifras preliminares).

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• Cómo promover una nueva institucionalidad internacional deregulación que permita manejar mejor los riesgos e impactosde la globalización financiera.

• Cómo fortalecer las experiencias de integración latinoameri-canas.

• Cómo establecer cadenas de producción entre sectores y re-giones, sobre todo entre las empresas transnacionales y lasindustrias nacionales.

• Y cómo promover una modernización económica socialmen-te incluyente de la economía campesina y del sector informalurbano (PNUD, 2000).

Sin embargo, tales cuestiones quedarían en el aire si no se tomanen cuenta la imagen y la proyección de Bolivia en el contexto regionale internacional. Nos referimos, en primer lugar, a su situación estraté-gica en el ámbito geopolítico y económico regional, no sólo por suubicación geográfica al centro del continente sudamericano y su cali-dad de bisagra entre las cuencas andina, amazónica y del río de La Pla-ta, sino sobre todo por su posibilidad de facilitar la articulación camine-ra (con infraestructura de servicios) entre el Atlántico y el Pacífico.

En segundo lugar pensamos en el potencial que representa la enor-me cantidad de recursos hídricos y sobre todo gasíferos del país, enun contexto de relativa escasez de recursos energéticos poco conta-minantes en la región. En tercer lugar, a la coexistencia interna de re-giones fronterizas potencialmente muy dinámicas y altamente in-ternacionalizadas con un eje central relativamente deteriorado,tendencialmente estancado y socialmente conflictivo.10 Y en cuarto lu-gar, a las posibilidades de integración provenientes tanto de la mismaregión sudamericana como del Tratado de Libre Comercio (TLC) nor-teamericano.

10 El “eje central” está constituido por las tres principales aglomeraciones urbanas del país: La Paz (regióndel Altiplano)-Cochabamba (valles)-Santa Cruz (tierras bajas).

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Bolivia en los procesos de integración regional

Como ya lo señalamos, la política económica implementada a partirde 1985 incluye como uno de sus componentes fundamentales la aper-tura externa. Hoy en día Bolivia es, con Chile, el país más abierto deAmérica Latina en el plano comercial.11 En este marco, los gobiernoshan tenido que replantear la política de integración del país a nivelregional, aunque en los hechos varios operadores de la política exte-rior y algunos sectores empresariales aún no han asumido todas lasconsecuencias de la posición boliviana.

Los principios de la política de integración boliviana, tal como seencuentran formulados en varios documentos oficiales, son: a) la inte-gración energética del Cono Sur, a partir de los gasoductos con la Ar-gentina y Brasil y su eventual conexión con otros, y mediante proyec-tos de generación de electricidad (hidro y termo); b) la conclusión decorredores de integración carretera a través del territorio boliviano,los cuales unirán el Atlántico con el Pacífico; c) la consolidación de unmercado sudamericano integrado, que pasa por la convergencia entrela Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el MERCOSUR, proceso enel que Bolivia podría jugar un papel destacado dada su favorable rela-ción con ambos bloques (Seoane 2000a).

Con relación a los acuerdos de integración, la política bolivianaprivilegió hasta ahora su participación en la CAN. A lo largo de suhistoria, ésta se ha caracterizado por su fuerte vocación declarativa ysu relativa debilidad a la hora de implementar acuerdos. Con todo, laCAN muestra una mayor solidez institucional y permanencia de pro-pósitos en relación a otras experiencias latinoamericanas (Seoane,2000c). Actualmente, la CAN se ha consolidado como una zona de li-

11 Antes de 1985, los aranceles variaban en un rango de 0 a 180 por ciento y existían cupos de volumen yvalor para ciertos bienes importados, entre otras medidas proteccionistas. Posteriormente, se establecióun arancel único y uniforme de 20%, que actualmente se ha reducido a tasas de entre 0 y 5 por ciento paralos bienes de capital y 10 por ciento para los demás bienes.

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bre comercio casi completa,12 y como una unión aduanera imperfectaya que su estructura arancelaria básica (que admite varias excepcio-nes) sólo compromete a Colombia, Ecuador y Venezuela. Perú no estáincorporado en el mecanismo y Bolivia fue autorizada por los demáspaíses a mantener aranceles inferiores a los de la CAN. Cabe señalarque son particularmente los exportadores bolivianos de soya los quese benefician de la estructura de la CAN, ya que sus competidores (ar-gentinos y brasileños) deben pagar aranceles para entrar en los merca-dos de los países andinos. La Cumbre de los presidentes andinos de1999 trazó como meta la creación de un Mercado Común Andino para2005, lo cual requeriría de avances significativos en la armonizaciónlas políticas económicas de sus países miembros.

En diciembre de 1996, Bolivia suscribió con el MERCOSUR un acuer-do dirigido a crear una zona de libre comercio entre ambas regionesen un plazo máximo de 10 años. De esta manera Bolivia, al igual queChile, tiene el estatuto de miembro asociado del MERCOSUR. Si bienalgunos sectores agroindustriales bolivianos se verían afectados porla apertura con el MERCOSUR, se recalca que el costo de la mano deobra y de los bienes no transables en Bolivia es favorable al crecimien-to de sus exportaciones no tradicionales hacia países con los cualescomparte alrededor del 70 por ciento de su perímetro fronterizo, yque representan un mercado potencial de más de 200 millones de ha-bitantes, con un PIB per cápita mayor a 5.000 dólares (Seoane, 2000b).13

Además, como ya apuntamos, Bolivia comparte con los países deMERCOSUR intereses estratégicos en materia de integración energéticay física.

Ahora bien, un balance preliminar de la implementación de esteacuerdo indica que hasta la fecha los avances son limitados. Por una

12 Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela tienen el 100 por ciento de su universo arancelario totalmentedesgravado para los países de la CAN. Perú ha desgravado el 74 por ciento de su universo arancelario yel resto debería ser eliminado hasta 2005. Además, Bolivia y Perú suscribieron una zona de libre comerciode la cual sólo una pequeña cantidad de productos están exceptuados.

13 En 1999, el PIB per cápita de Bolivia era de 1.026 dólares.

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parte, las crisis financieras del 97-99 llevaron Brasil y Argentina a usarmedidas proteccionistas no arancelarias que afectaron las exportacionesbolivianas. Por otra parte, la participación boliviana en el MERCOSUR

fue marcada por la discontinuidad y la incoherencia. En las palabrasde Alfredo Seoane, consultor permanente de la Unidad de Análisis dePolítica Exterior de la Cancillería boliviana:

“Una especie de sensación de infidelidad hacia la CAN ha parali-zado nuestra capacidad de iniciativas con el MERCOSUR, y ha llevado aque los últimos tiempos adoptemos la postura de alejarnos y descui-dar esa relación. Es un complejo por ser lo que somos: una nación convocación de integración sudamericana, y no simplemente andina omercosureana…que entiende a esos procesos [la CAN y el MERCOSUR]como fases intermedias del proceso de integración completo que losunifica y que es el objetivo de Bolivia” (Seoane, 2000b).

Con relación al proyecto de crear el Área de Libre Comercio de lasAméricas (ALCA), no cabe duda de que la apertura unilateral practica-da por Bolivia desde los años 80 le ubica en una posición de ventaja ala hora de contabilizar los costos y beneficios de una liberalización delos mercados hemisféricos. Por ejemplo, los representantes de su go-bierno han enfatizado en la importancia que tendría para los empre-sarios del sector textil boliviano una mayor apertura del mercado delos Estados Unidos.

Sin embargo, la posición boliviana en las negociaciones del ALCA

no ha sido objeto de un debate mínimamente profundo en el país. Losdelegado bolivianos tienden a seguir mecánicamente la posición ma-yoritaria en la CAN, lo que no garantiza siempre la promoción másadecuada de los intereses nacionales. Por ejemplo, en el tema de lostratamientos diferenciados para los países menos avanzados, Boliviaha apoyado la posición de los países más proteccionistas de la CAN

(Venezuela y Ecuador), en el sentido de que estos tratamientos se tra-duzcan en ritmos de desgravación más lentos. En realidad, Boliviatendría interés en hacer valer su disposición hacia la apertura comer-

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cial y exigir en contraparte mayor apoyo en temas de infraestructura,asistencia técnica, etc. (Seoane, 2000a). Tampoco el país cuenta con lascapacidades técnicas y de negociación necesarias para abordar los “nue-vos temas” del comercio internacional (servicios, código de inversio-nes, derechos de propiedad, normas sobre medio ambiente y dere-chos laborales, etc.) De hecho, la calidad de la intervención bolivianaen los foros regionales e internacionales depende ante todo de la per-sonalidad de sus principales autoridades políticas.

Consiguientemente, existe una clara disponibilidad para la aperturapero no existe una estrategia coherente al respecto, una estrategia queposibilite al país un rol proactivo en estos procesos que son vitales parasu desarrollo. Al respecto las orientaciones de las élites son fundamentales.

La disponibilidad de las élitesfrente a los procesos de integración

Es una opinión cada vez más generalizada la que afirma que losprocesos de integración en bloques regionales constituyen una de lasvías más comunes de inserción de las economías nacionales en los pro-cesos de mundialización a escala planetaria. En este ámbito, laglobalización opera cada vez más mediante territorios regionales in-tegrados, donde confluyen sistemas de intereses nacionales y localescon redes de información y poder altamente internacionalizadas. Aúnmás, el crecimiento del intercambio económico dentro de los bloquesregionales ha sido aparentemente mayor que el intercambio comerciala escala global. Sin embargo, las actividades centrales de la economíamundial, especialmente las finanzas y el intercambio de divisas, fun-cionan a escala global y en tiempo instantáneo. Fenómeno que en suconjunto limita la soberanía del Estado Nación, la gobernabilidad in-terna y la acción política de los actores normalmente encasillados enlos espacios nacionales. En realidad, como ha subrayado Beck, lo que

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está en juego con la globalización es el desplazamiento de la decisio-nes políticas al ámbito de la economía.14

Ahora bien, no basta reconocer la importancia de la globalizaciónni de los procesos de integración para una economía que, como la bo-liviana, necesita obligatoriamente expandirse a los mercados externos.Resulta fundamental que los actores del desarrollo tengan una ciertadisponibilidad de vivir los cambios, los riesgos y las oportunidadesque la globalización supone. Aún más, se necesita una genuina voca-ción de internacionalización asociada con procesos internos de desa-rrollo. En suma, es fundamental el desarrollo político de una partici-pación activa en los procesos de integración. Mal que bien, la naciónboliviana ha resaltado históricamente en la región latinoamericana porel peso de la política en la constitución de su propia sociedad.

En lo que resta del presente trabajo se analizarán las disponibili-dades tanto de integración económica como política de tres tipos deélites nacionales: los políticos, los empresarios y los líderes de opi-nión.15 En primer lugar se verán rápidamente las disponibilidades eco-nómicas, luego las políticas, en tercer lugar las oportunidades y losriesgos que tales ejercicios suponen y finalmente se concluirá con lasorientaciones predominantes de los actores en cuestión y lo que estosupone respecto de las chances de una gobernabilidad progresiva.

El grupo de personas encuestadas y entrevistadas incluye un 40por ciento de empresarios, 30 ciento de dirigentes políticos y 30 porciento de líderes de opinión. Los empresarios provienen de las dosprincipales ciudades del país, La Paz y Santa Cruz, y pertenecen prin-cipalmente al sector de las grandes y medianas empresas nacionales,algunas de ellas asociadas con capitales extranjeros. Los políticos ylíderes de opinión (intelectuales, religiosos y comunicadores sociales)cubren el espectro de las principales tendencias políticas en el país.

14 Beck, 1998; Castells, 1997; FUNDAP, 1998; PNUD, 1999.15 Incluimos en esta categoría los intelectuales, comunicadores sociales, religiosos y sindicalistas.

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Se trata de individuos que disponen de un alto nivel de educación enel contexto boliviano y que han tenido importantes experiencias de vidaen el extranjero. Cerca del 80 por ciento de los que conforman la muestraobtuvieron un título universitario y más de la mitad hizo un postgrado.Un poco más del 50 por ciento lee y habla inglés, y el 25 por ciento francéso portugués. El 65 por ciento vivió más de seis meses en otro país de Amé-rica Latina y un grupo equivalente hizo lo propio fuera del subcontinente.

Si uno observa las percepciones registradas en el cuadro 1, referido ala inserción del país en la economía mundial y los acuerdos de integra-ción existentes, rápidamente concluye la fuerte aceptación de la élites a laintegración económica regional como la mejor forma para el país de par-ticipar en la economía mundial. El 70 por ciento de los entrevistados apues-tan por los bloques regionales como la forma más apropiada de vincular-se, y un grupo aún más elevado opina que el país seguirá efectivamenteeste camino. Con relación a los acuerdos de integración existentes, la granmayoría –con la excepción de un grupo minoritario de líderes de opi-nión– considera que estos acuerdos involucran básicamente las relacio-nes comerciales de los países, y la valoración de la experiencia vivida,como se puede apreciar en las respuestas a la pregunta 1.4, es positiva:más del 71 por ciento de las élites la evalúan bien. Sólo una mínima partede los políticos y líderes de opinión la valoran negativamente.

En cuanto a las ventajas económicas que supone la integración, seresalta el fortalecimiento de las empresas y los efectos modernizadoresinternos que provoca la integración, como se puede apreciar en el cua-dro 2. Las apreciaciones de las élites son positivas o muy positivasespecialmente entre los empresarios y los políticos, siendo esta valo-ración positiva relativamente menor entre los líderes de opinión. Encambio, el 60 por ciento de los empresarios y la mitad de los políticosy líderes de opinión no están de acuerdo con que una de las ventajasde la integración debería ser la de proporcionar “mercados protegi-dos” a los productos nacionales. Retomando la terminología cepaliana,las élites bolivianas apoyan un regionalismo de carácter abierto.

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16 Encuesta “Integración, Identidad y Globalización” (PNUD y BID-INTAL, 2001)

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En síntesis, es muy clara la disposición económica de las élites a laintegración regional. Parecería ser, hipotéticamente, que lo que estáinstalado como demanda en las élites es una visión que expresa supropia debilidad para provocar procesos de modernización internose impulsar la inserción en la globalización. Fenómeno a nuestro jui-cio, como se verá más adelante entre las mismas élites, que releva laimportancia de un Estado proactivo en el desarrollo interno y en laglobalización. Un Estado legítimo que actúe fundamentalmente enel plano político y que descanse en la misma práctica democrática dela sociedad. Sin embargo, lo patético es que las mismas élites, inclu-so las políticas, privilegian la fuerza externa económica como factorfundamental de democratización nacional e integración política re-gional.

Consecuentemente, con esta especie de mirada extrovertida, lasélites aprecian entre las oportunidades más importantes que brinda-ría la liberalización del comercio aquellas asociadas con una mayorapertura a los mercados de exportación y el incremento de las inver-siones extranjeras, la tecnología y la información. Efectivamente, en elcuadro 3 destacan estas dos predisposiones en más de un 59 por cien-to. Es decir, más de lo mismo.

Entre los riesgos percibidos sobresalen los temores asociados pre-cisamente con la acción de aquellos a quienes se demanda apoyo yrespaldo modernizador. El 60 por ciento de las élites opinan que lospaíses vecinos y las transnacionales los pueden absorber o pulverizar,además de reconocer su propia debilidad. Consiguientemente, da laimpresión de que las élites se enfrentan con una paradoja paralizadora,ya que aquello que les permitiría avanzar también les impide caminar.Y con ello quién sabe se repita una vez más la dialéctica de la negacióndel otro, tan potente en la historia latinoamericana, según la cual lasélites –sean éstas empresariales, gamonales o populistas– ven al ex-tranjero como modelo que emular y, a la vez, como amenaza (Calde-rón et. al. 1994).

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Cuando se ausculta sobre las medidas para enfrentar los riesgosde la globalización, muy consecuentemente las élites responden, dedistintas maneras, lo mismo: el Estado. Efectivamente, si se observalas respuestas a la pregunta 3.3, los entrevistados reclaman principal-mente por políticas públicas de fomento a la industria nacional, refor-ma y garantías del Estado, formación de recursos humanos, etc. Ensíntesis, reclaman protección de lo que añoran y con ello no hacen másque reafirmar el papel estratégico que puede jugar el Estado en el de-sarrollo nacional y en la globalización. En alguna medida, y quizás sinsaberlo, están mas cerca del lejano sudeste asiático.

Si se observa el cuadro 4, se puede apreciar que las élites piensanque la integración económica es un primer paso hacia la integraciónpolítica. Solamente un 15 por ciento se manifiesta resistente a la idea.Por otra parte, el 82 por ciento está de acuerdo o muy de acuerdo conque la integración es fundamental para la consolidación de la demo-cracia.

Las respuestas a la pregunta 4.3 indican que más del 60 por cientode las élites opinan que los acuerdos de integración deberían involu-crar no solamente las relaciones comerciales y la política económica,sino también aspectos sociales y políticos. Esta posición es muy fuerteentre los líderes de opinión y mayoritaria entre los políticos, mientrasque los empresarios se muestran más divididos al respecto. La pre-gunta 4.4, referida a la profundización de la integración en el planopolítico, muestra una tendencia favorable hacia una profundizaciónque suponga algún elemento de supranacionalidad. Resalta tambiénque entre todos los sectores existe un importante porcentaje, más del25 por ciento, a favor de una Confederación de Estados Independien-tes o inclusive de un Estado federal. De hecho, a nivel latinoamerica-no,17 las élites bolivianas (con las de Uruguay, Paraguay y Argentina)se encuentran entre las que mayor apoyo expresan a las formas más

17 América del Sur + América Central + México.

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avanzadas de integración económica y política (PNUD y BID-INTAL,2001).

Esta disponibilidad hacia la integración política regional no dejade ser sugestiva. Como ya lo señalamos, las élites bolivianas prestanpoca atención a la reflexión sobre las estrategias de inserción interna-cional más apropiadas para el país. El término mismo de global gover-nance es desconocido en el mundo político y académico, y los debatessobre las oportunidades abiertas por los procesos de integración secircunscriben, salvo raras excepciones, al ámbito del comercio. El he-cho de que los líderes de opinión abracen la idea de la integraciónpolítica con más fuerza es probablemente una expresión de su insatis-facción con el economicismo que suele rodear el tema de la integra-ción. Con todo, se rescata la percepción de las élites de que el futurodel país en la globalización pasa por su participación en bloques re-gionales fuertemente integrados en el plano político. Obviamente,queda abierta la pregunta sobre la orientación que debería tomar laconstrucción de espacios supranacionales de integración política: ¿setrata ante todo de consolidar un bloque con mayor capacidad econó-mica frente a los otros bloques regionales, o se apunta también a lacreación de un espacio político con mayor grado de autonomía y quetenga la facultad, por ejemplo, de enfrentar seriamente las profundasdesigualdades socioeconómicas que caracterizan a América Latina?Ya dijimos que las élites añoran el papel estratégico del Estado y pare-ciera que este sentimiento se proyecta en forma intuitiva hacia el ám-bito regional.

En el cuadro 5, que pretende detectar la perspectiva geográfica delas elites, se corrobora el sueño bolivariano y cardosiano de una Amé-rica del Sur unida. Esta visión parece más intensa entre los políticos ylos líderes de opinión que entre los empresarios; éstos últimos se divi-den entre los que miran sólo algunos países y los que además miran atoda América Latina. Lo que sí queda claro, y esto se encuentra confir-mado por las entrevistas abiertas con líderes políticos y empresaria-

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les, es que las élites bolivianas apuestan a la unión de la CAN con elMERCOSUR. Se percibe que las ventajas de carácter proteccionista quela unión aduanera andina otorga a las oleaginosas bolivianas no sonsostenibles en el contexto de la creciente liberalización de los merca-dos regionales. Los líderes entrevistados destacan el rol de Brasil eneste proceso de integración suramericano y destacan el liderazgo ejer-cido por su presidente, Fernando Cardoso, quien habría contribuidodecisivamente a abrir Brasil al mundo.

Por otra parte, sus pretensiones de hacer negocios con otros espa-cios económicos son naturalmente más diversas. La mayoría relativaopta por la flexibilidad (a nuestro juicio son los realistas), otros mirana Europa o a Norte América. Las miradas hacia al Oriente son relativa-mente escasas.

Finalmente, respecto de la integración hemisférica, en la coyuntu-ra de la encuesta (1999), apenas un 55 por ciento de los encuestados,concentrado además entre los empresarios y los políticos, deseaba unaintegración desde Alaska hasta Tierra de Fuego, en el corto (21 porciento) o largo plazo (34 por ciento). El 50 por ciento de los políticos yuna amplia mayoría de líderes de opinión veían como no deseableeste tipo de integración. Esta posición llama la atención cuando sabe-mos que nuestros políticos y empresarios conocen mucho mejor Miamiy Washington que la gran mayoría de las capitales latinoamericanas.Dada la ambivalencia de las élites bolivianas en sus relaciones con loforáneo, resulta difícil interpretar este resultado. ¿Se trata de una reac-ción ante la excesiva influencia de los Estados Unidos en los asuntosdel país, unida a la percepción de que la integración regional debe iracompañada de un cierto grado de identidad cultural, en este caso lalatinoamericana? ¿O de un reflejo de temor, que ya se expresó ante-riormente, a ser “absorbido” o “pulverizado” por las transnacionales?

Cabe recalcar que el sesgo anti ALCA de los resultados de la en-cuesta no fue ratificado por los líderes políticos que entrevistamos.Éstos más bien enfatizaron que lo ideal sería un bloque que incluya a

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los Estados Unidos, porque este país ofrecería mayores garantías parael cumplimiento de las reglas del juego de un eventual acuerdo deintegración. Al mismo tiempo, estos líderes expresaban serias dudassobre la voluntad real de los Estados Unidos de abrir sus fronteras alos rubros de la agricultura y de la industria textil, en los que los paísessuramericanos tienen notables ventajas. En este sentido, la construcciónde una área de integración suramericana bajo el liderazgo del Brasilaparecía a los ojos de estos líderes como “la segunda mejor opción”.

También es posible que, luego de la Cumbre de Quebec, en abrilde 2001, y la posible integración de Chile al TLC norteamericano, ladisponibilidad de las élites hacia una integración de este tipo hayaaumentado. Varios políticos bolivianos han manifestado una impor-tante disponibilidad hacia la integración hemisférica, argumentandoque Bolivia ha sido, entre otro factores, uno de los países de la regiónque ha cumplido mejor y más rápido no sólo los retos del llamadoconsenso de Washington, sino también la erradicación de la coca ile-gal. Ciertamente éste será un tema importante en los próximos deba-tes políticos nacionales.

Conclusión

La cuestión para países como Bolivia está en los resultados que lainserción regional en la globalización pueda suponer en cuanto al lo-gro de una gobernabilidad progresiva, es decir, una gobernabilidadque suponga mayor integración social y mejor competitividad econó-mica. El supuesto de base que manejamos es que se tendrá tal resulta-do progresivo siempre y cuando los procesos de articulación políticay económica con los bloques regionales descansen en una trama sociale institucional nacional más o menos sólida, y además sean el resulta-do de propuestas y experiencias acordadas por la pluralidad de losactores estratégicos nacionales.

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Es decir que para lograr una inserción fecunda en los procesos deintegración se requiere fomentar acuerdos entre los diferentes actoresnacionales, reconociendo su diversidad de intereses, identidades cul-turales, prácticas institucionales y estructuras productivas, por unaparte, y por la otra se precisa trabajar estrategias de vinculación exter-na que contribuyan a la incorporación creciente del progreso técnicoen los procesos de producción, así como a la promoción de cadenasproductivas social y geográficamente incluyentes, y al desarrollo delas capacidades individuales, sociales e institucionales del país.

No cabe duda de que existe una notable disponibilidad de las élitesbolivianas hacia la integración política regional y hacia la construc-ción de variadas perspectivas de vinculación económica. Aún más,para ellas el futuro político estaría asociado en buena medida con eldesarrollo de espacios de integración económica. A nuestro pareceresto podría ser un interesante y serio indicio de disponibilidad com-pleja de las élites a mirar la globalización y la modernidad como unafuerza de su propio desarrollo. Rescatamos también su demanda parauna intervención más estratégica del Estado en estos procesos. En elseno de la clase política, algunos líderes se destacan por la amplitudde su visión, que contrasta con la poca importancia que se suele dar enel país a los temas de política exterior, y la débil consistencia de laparticipación boliviana en los foros regionales e internacionales.

Ahora bien, resulta difícil dibujar con precisión las orientacionesde estas élites respecto del sentido y la dirección que deberían tomarlos procesos de integración regional. Como hemos recalcado, en bue-na medida se trata aún de intuiciones, algunas de ellas marcadas porel pragmatismo y sujetas por lo tanto a una modificación relativamen-te fácil, de acuerdo a la evolución de la coyuntura regional.

Por otro lado, existen fuertes evidencias empíricas que registranuna debilidad crónica de estos grupos para la formación de una cultu-ra empresarial moderna y en la que predomine una competitividadgenuina. Incluso a nivel político, a pesar de importantes avances

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institucionales, la persistencia de una cultura autoritaria e intolerantedel otro distinto de uno, sobre todo las mayorías indígenas, es aúnmuy fuerte en el país. A nuestro juicio, precisamente aquí radica eltalón de Aquiles de los procesos de integración externa de Bolivia.18 Esdecir, los empresarios y las élites en general reposan sus expectativasde modernización en fuerzas externas. Pareciera que para ellos lamodernidad y la modernización sólo pueden provenir desde afuera yesto posiblemente constituye la principal barrera de una moderniza-ción cultural y socialmente exitosa para Bolivia.

De ahí finalmente deriva nuestra insistencia en reafirmar el papelestratégico del Estado. Obviamente no nos referimos al Estado patri-monial añorado por algunos grupos político-empresariales, sino a unEstado renovado que trabaje en la esfera pública, un Estado que bus-que ser el actor político fundamental, que articule los procesos inter-nos con las dinámicas de la globalización y de los procesos integradoresregionales o subregionales en los que Bolivia participa y participará.Se trata a la vez de un Estado red y de un Estado subordinado al biencomún, un Estado que trabaja en función de la República (Calderón2001). Caso contrario, las mismas vías de inserción, si bien puedanquizás lograr integraciones fragmentarias a la economía mundial, enlos hechos profundizarán los procesos de exclusión, de debilitamientode la gobernabilidad democrática e incluso de pérdida mayor de lasoberanía nacional.

18 Sobre el tema de la cultura empresarial en Bolivia, ver Saavedra 2000 y PNUD 2000; sobre cultura políticay democracia en Bolivia, ver Seligson 2001 y CNE 1999.

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“En mi sueño mi alma fue llevado; levanté los ojos y los cerré y fui llevadohacia las montañas y ahí me perdí en el vacío de mis mismas huellas;

entonces era yo cerca de la Loma Santa” - Indígena Moxeño.J. Riester, En busca de la Loma Santa, p. 321

“Sólo hay relación social si los actores se sitúan en un mismo campocultural. Pues una acción sólo es social si está orientada normativamente

por una historicidad y al mismo tiempo se sitúa en una relación social (...)Toda relación social es una relación de poder”

Alain Touraine, La voix et le regard, p. 53-54

Nuevos actores sociales:los indígenas en el Beni1

Hugo José Suárez

1 Un primer avance de este trabajo fue discutido con Fernando Calderón y Michel Wieviorka, a quienesagradezco los comentarios críticos. Igualmente, la inspiración para utilizar la intervención sociológica fuegracias a Guy Bajoit y Abraham Franssen, que en su visita a Bolivia nos sedujeron con el método y susposibilidades para el estudio y fortalecimiento de los movimientos sociales. El trabajo de campo, conviajes sistemáticos a Trinidad, se lo realizó con José Carlo Burga, al que también agradezco. Finalmente,gracias a los miembros de CPIB que participaron de los encuentros con entusiasmo y sencillez, como sehacen las cosas que valen la pena

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Introducción

Bolivia es un país donde la política se hace desde el conflicto. Laprotesta, la revindicación y la lucha, forman parte de la vida cotidianade las personas. Los bolivianos vivimos al lado de las pancartas, lasmarchas y los “vivas” a favor de alguna demanda del día. Esta reali-dad ha marcado la historia del siglo pasado. Son sin lugar a dudas losmovimientos sociales los que han dado un dinamismo especial a lanación reconfigurándola en distintas direcciones.

Existieron varios ciclos históricos en los movimientos, siendo elúltimo aquél que había nacido con la Revolución de 1952 y que con-cluiría con el período neoliberal de 1985. Los ejes que guiaron a losactores sociales durante aquellas décadas se modificaron y se agota-ron; es el nacimiento de un nuevo ciclo histórico. Así, en los noventasurgieron movimientos sociales que van desde el movimiento de mu-jeres hasta la “guerra del agua”, que imponen nuevos paradigmas condemandas distintas a las que habían primado hasta hace algunas dé-cadas. La interrogante ahora es saber cuál de estos nuevos movimien-tos tendrá la capacidad de convertirse en alternativas societales. Comoafirma Calderón, “múltiples y variados han sido los actores que lu-charon activamente para modificar las relaciones de poder; sin embar-go, pocos han sido aquellos que lograron transformarse en movimien-tos sociales históricos, es decir, en actores que incidieran decisivamenteen la dirección de la nación boliviana, además de tener proyectos pro-pios de sociedad” (1999, p. 428). En este sentido, el movimiento indí-gena de tierras bajas tiene algo que decir.

Sobresale la acción de los indígenas de oriente porque en su cortotiempo de lucha organizada han logrado colocar problemáticas de re-levancia mayor no sólo para su sector sino para el país en su conjunto.Por eso es que se convierten en un sujeto particularmente interesantey propositivo. Partimos entonces de la pregunta sobre las orientacio-nes, la identidad y la naturaleza del movimiento indígena del Beni.

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Queremos saber cuáles son los ejes que articulan su discurso, y hastadónde es un movimiento que logrará convertirse en una propuesta desociedad.

Sabemos que todo movimiento social tiene dos caras, propuesta yprotesta: por un lado una radicalización y maximalismo de las de-mandas que lo obligan a confrontarse dura y directamente con quientienen enfrente, para conseguir un cambio radical; y por otro lado lacapacidad de negociar y convertir sus demandas en propuestas que,en una transformación gradual, vayan dando resultados positivos parasu sector. La articulación de las dos tensiones favorecerá a que unmovimiento tenga éxito; si sólo radicaliza sus opciones sin capacidadde negociación, se convierte en un “anti-movimiento” (Wieviorka 1988);y si sólo busca una negociación sin fortalecer sus demandas con accio-nes concretas, podrá ser cooptado con facilidad y diluirse en una delas estructuras burocráticas o disolverse como propuesta. En este sen-tido, nos interesa saber cuál es la dirección que asume este movimien-to, y, con base en ella, cuáles los peligros y posibilidades que se lepresentan.

Es con este objetivo que quisimos profundizar el análisis de laConfederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB). Decidimosexplotar algunas experiencias metodológicas para estudios de movi-mientos sociales, y utilizamos libremente algunas de los aportes queofrecía el método de intervención sociológica, desarrollado amplia-mente por Alain Touraine.

Primeramente se entró en contacto con la institución y con infor-mantes clave que permitieron identificar a participantes que pudieranformar un grupo analítico. Este trabajo se lo hizo tanto en Santa Cruzcomo en Trinidad, pero sólo se pudo llevar a cabo el estudio con elequipo de Trinidad, y por tanto con la Central de Pueblos Indígenasdel Beni (CPIB), que es uno de los brazos más activos de CIDOB. Laelección de trabajar con este sector respondió también al rol centralque jugó la CPIB en las marchas indígenas, que son sin duda los acon-

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tecimientos más significativos del movimiento. Las sesiones sirvieronpara identificar los puntos centrales del discurso indígena, y para re-flexionar conjuntamente sobre el sentido de su acción política (véaseanexo metodológico).

Paralelamente, se realizó una revisión bibliográfica que nos per-mitiera situar al movimiento en una visión global dentro de la historiadel país.

El texto que hoy presentamos entonces es fruto tanto de lectura detextos escritos sobre el movimiento, como del análisis directo de losactores. Por ello, en la primera parte, ofrecemos al lector una con-textualización de los indígenas en el Beni. La segunda parte en cambioestá dedicada a las orientaciones del movimiento indígena, que son elresultado de los encuentros con los actores, que han sido analizadosluego por el equipo de investigación.

Pueblos indígenas en la historia

Indígenas de tierras bajas y el Estado: una tensa relación de varios siglos

Tiene razón Ana María Lema al preguntarse si la amazonía bo-liviana es la historia de un olvido (Lema 1998). En todo caso, lapregunta nos permite pensar el tipo de relación que se establecióentre aquellas lejanas tierras de oriente, y con ellas sus habitantes,y la conformación de la República, desde el principio hasta nues-tros días.

En el inicio de la colonia las expediciones que se realizaron a laamazonía no tuvieron mayores efectos, aunque ya implicaron unintercambio con el mundo colonial. Como era de esperarse, desdelos primeros contactos entre los conquistadores y los pueblos indí-genas de oriente se generaron una serie de resistencias y conflictosviolentos.

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Las formas de acción colonial tenían por un lado la difusión reli-giosa, y por otro la creación de nuevos pueblos y haciendas (Patzi 1999,p. 16). Así, la dinámica de fundación de localidades en los siglos XVIIy XVIII es intensa: Loreto 1682; Trinidad 1686; San Ignacio de Moxos1689; San Javier 1691; San Borja 1693; San Pedro 1696; Santa Rosa 1705;Exaltación, San Joaquín 1709; Reyes 1710; Santa Ana 1719; Magdalena1720 (Lema 1998, p. 10)

La presencia religiosa a partir de las misiones jesuitas en Moxosy Chiquitos se llevó a cabo en el siglo XVII, lo que implicó el iniciode una vida en poblaciones con intensa experiencia religiosa, esta-bleciendo una organización a partir de la agricultura, ganadería yartesanía como tareas concretas, que iban de la mano de la inculcaciónde la “educación, salud y moral”.2 La empresa eclesiástica tenía asíla misión no sólo de cristianizar a los indígenas sino también de, alhacerlo, convertirlos en personas conocedoras de las reglas y cos-tumbres coloniales.

No se puede dejar de mencionar que la misión espiritual de losreligiosos tenía aspectos positivos y negativos. Por un lado de algunamanera el “disciplinamiento del alma indígena” con consecuenciasculturales y políticas mayores (Patzi 1999, p. 20). Pero por otro lado,las misiones y reducciones eran también espacios de protección de losabusos de la colonia, evitando el ingreso de personas de otro origencultural (Baptista 1991, p. 100).

La presencia particularmente marcada de la Iglesia Católica entierras amazónicas daba un sello a la vida de la zona, puesto que éstatenía una relativa capacidad de autogestión con respecto al régimencolonial. La centralidad de la institución eclesial en actividades admi-nistrativas, políticas, morales y económicas no dejarán de jugar un rolcentral en el mundo indígena incluso hasta nuestros días.

2 Artículo 1 del Reglamento de Misiones, 1905, citado por Lema (2000, p. 49.)

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También hay que señalar que el que la Compañía de Jesús se en-cuentre encargada de algunas misiones, y que ella sea la orden másdinámica y conflictiva de la propuesta eclesial de la época, implicauna manera distinta de llevar adelante la pastoral y la relación con lacorona española. No es casual que los jesuitas fueran expulsados delas tierras coloniales y que luego se clausurara su orden por más de100 años (Baptista 1991).

A partir de la expulsión jesuita, se abrió paso a una relación “secu-lar” con aquellos territorios, que ahora debían comunicarse con elmundo a través de intendencias y gobernadores militares.

Las relaciones entre indígenas y administraciones seculares noestuvieron privadas de conflictos: Ya a finales del siglo XVIII “los dife-rentes gobernadores que se sucedieron en Trinidad tuvieron que en-frentar varios problemas con los indígenas, sobre todo con loscanichanas. El cacique Juan Maraza hizo prevalecer su autoridad tra-dicional sobre la del gobernador Zamora –que reemplazó en 1792 aLázaro Ribera– cuyos abusos llevaron a que los propios curas intenta-ran aliarse con los indígenas contra él. Su sucesor no cuestionó la au-toridad del cacique canichana. Pero en 1822, éste fue despojado dealgunos de sus privilegios. Ante su intento de reclamo, el gobernadorFrancisco Xavier de Velasco lo mando a ejecutar. En represalias contraeste abuso, el pueblo canichana asentado en San Pedro se levantó con-tra el gobernador, matándolo así como a otras personas y destruyen-do construcciones simbólicas del orden colonial” (Lema 1998, p. 10).Eneste espíritu de conflicto fue creado el departamento del Beni en 1842,por la gestión gubernamental de Ballivián, lo que trajo consig, por unlado, la vinculación con Santa Cruz, y por el otro, la incursión de nue-vos pobladores en la región. Esta dinámica generó un proceso de mi-gración indígena hacia lugares más alejados de la presencia occiden-tal, y una paulatina mutación de la población de los centros misionales,que se nutrió más bien de blancos y mestizos. Nuevos conflictos erande esperarse: “En 1887 estalló la rebelión conocida como la ‘Guayo-

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cheria’, que consistió en el abandono masivo de la ciudad de Trinidadante un llamado procedente de la localidad de San Lorenzo, que im-pulsaba a los indígenas hacia un lugar de abundancia, de bienestar,sin sufrimiento. Esta fue una de las manifestaciones de la “búsquedade la Loma Santa”. Una vez en San Lorenzo, los indígenas esperaronla llegada de sus santos, cuyo contacto fue intermediado por un chamánllamado Andrés Guayocho” (Lema 1998, p. 11). Los indígenas perci-ben que su territorio está siendo ocupado por los blancos “karaiyana”que les han quitado terreno, y éstas son algunas de sus afirmacionesfrente a este proceso:

“Los pueblos ya no son de nosotros, son de los karaiyana, ellosnos han botau. Nada han comprau. Donde nosotros hemos tenidonuestras casas, los karaiyana nos las quitaron, nos metieron un pocoafuera, después un poco más. Este pueblo era de nosotros ... nos quita-ron todo...”

“Dejábamos este pueblo, porque los karaiyana nos fregaron...”“Nos quitaron todo, la plaza es de los karaiyana. Este pueblo era

de puro ignacianos”. (Riester 1976, p. 315-317.)3

Ante la estampida indígena, y por la falta de mano de obra queponía en conflicto la economía, las autoridades enviaron tropas paraobligar a volver a los indígenas a Trinidad, lo que generó matanzas,ejecuciones de los líderes y enfrentamientos.

Así, la busca de la Loma Santa se convirtió en un mito que en variosmomentos volvería a recorrer las comunidades indígenas del oriente.Se trataría de un lugar reservado para ellos donde se refugian de laagresión externa (Riester 1976, p. 311-339).

En general, la región no tuvo gran importancia para el Estado sinohasta mitad del siglo XIX, cuando surgen intereses económicos. Esevidente que la visión de los administradores estatales sobre el lugar

3 Algunas de las reacciones son: “Qué trabajen estos indios. Buscan la Loma Santa. ¡Qué ridículo! ¡Qué vaa haber Loma Santa para ellos!” (Riester 1976, p. 317)

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siempre estuvo marcada por la riqueza de los recursos naturales, sintomar en cuenta las poblaciones que habitaban en él; las estadísticasdenominaban a los pobladores de la región simplemente como “bár-baros” o “salvajes”.

El Estado empezó a dar una serie de concesiones a empresariospara que ocuparan terrenos en la región, y con ellos controlaran a cuan-tos indígenas se encontraran en el territorio (Lema, 1998, p. 12). Secrearon así importantes barracas gomeras que generaron conflictos conlos indígenas, que fueron resueltos con la masacre o la subordinaciónde los pobladores originarios.

Es a finales de siglo XIX que la región logra tener una importanciasignificativa para la economía, por la exportación de la goma; en 1892se funda Riberalta, pequeña población de la que se afirma que teníarelaciones con las capitales europeas más que con La Paz.

El siglo XX traerá una serie de transformaciones a la nación, queestarán marcadas particularmente por la Guerra del Chaco, la Revolu-ción del 52 y el periodo democrático. El Estado deberá acercarse altema indígena con otros ojos. Sin embargo, es recién en 1949 cuandose crea una instancia gubernamental especializada para tratar asuntosindígenas: el Instituto Indigenista Boliviano.

A pesar del impulso revolucionario, “la Revolución Nacional de1952 no tomó en cuenta a las poblaciones indígenas de las tierras bajasni de las tierras altas, colocando a todos una etiqueta común: la de‘campesinos’. La reforma agraria de 1953 consideró que los espaciosocupados por los indígenas eran baldíos, por lo que fueron otorgadosen propiedad a empresarios” (Lema 1998, p. 14).

Con la Revolución, el Instituto Indigenista pasó a depender delMinisterio de Asuntos Campesinos y Agropecuarios, donde tendrá unalarga estancia hasta 1993, cuando se crea la Subsecretaría de AsuntosÉtnicos, dependiente de la Secretaría Nacional de Asuntos Étnicos, deGénero y Generacionales en el Ministerio de Desarrollo Humano. Esen 1997 que se da lugar al Viceministerio de Asuntos Indígenas y Pue-

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blos Originarios, en el Ministerio de Desarrollo Sostenible (Lema 2000,p. 49.) En esta carrera de posesión del tema indígena en altas instan-cias estatales, en septiembre del 2000, luego de arduas movilizacionesy bloqueos campesinos, se crea el Ministerio de Asuntos Campesinos,Pueblos Indígenas y Originarios.

Esta serie de transformaciones en el seno del Estado para el trata-miento de los temas indígenas responde, por un lado, a la moviliza-ción y presencia del movimiento indígena de tierras bajas en la déca-da del 90, y por otro a la serie de reformas globales del Estado quemodificaron su organización para relacionarse con distintos sectoresde la sociedad en su conjunto.

Hay que señalar que desde los 80 se vive un ascenso de líderesindígenas de distintas tendencias en la administración burocrática delEstado, lo que concluirá con la llegada de Víctor Hugo Cárdenas a lavicepresidencia en 1993, generando adhesiones y críticas en el movi-miento indígena.

Un nuevo escenario: la era de las reformas

Los años 90 tienen como característica central la realización degrandes reformas estatales que transformarán el escenario de la socie-dad boliviana durante las próximas décadas. A la par de estas trans-formaciones estructurales, estará la reconfiguración de los movimien-tos sociales. Desaparecerá paulatinamente el movimiento obrero que,siendo fruto de la gloria revolucionara se fuera diluyendo para finalesde los 80, y se reconfiguararán nuevas formas de protesta con nuevosactores que van desde movimientos urbanos, hasta de género, gene-racionales o indígenas tanto en oriente como occidente (Calderón ySzmukler 1999; Calderón 1999).

Las reformas abarcarán ámbitos económicos (capitalización), cul-turales (reforma educativa), políticos (reforma de la Constitución Po-lítica del Estado, participación popular), territoriales (descentraliza-

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ción). En lo que respecta a la cuestión indígena, vale la pena poneratención en algunas de ellas, pues ante este proceso de reformas jurí-dicas se abrirá un nuevo escenario para pensar lo indígena.4

Primeramente, la Reforma de la Constitución Política del Estadode 1994 es sin lugar a dudas una de las de mayor importancia por elhecho de incorporar en su artículo primero la idea de Bolivia comopaís multiétnico y pluricultural: “Bolivia, libre, independiente, sobe-rana, multiétnica y pluricultural, constituida en República Unitaria,adopta para su gobierno la forma democrática, representativa, funda-da en la unión y la solidaridad de todos los bolivianos”. Asimismo, elartículo 171 de la Constitución “reconoce los derechos sociales econó-micos y culturales de los pueblos indígenas que habitan el territorionacional y especialmente los relativos a sus tierras comunitarias deorigen, garantizando el uso y aprovechamiento sostenible de sus re-cursos naturales, a su identidad, valores, lenguas, costumbres e insti-tuciones...”. Se reconoce la personería jurídica de las comunidades in-dígenas y campesinas y se abren las puertas a que las autoridadesnaturales de las comunidades puedan ejercer funciones de adminis-tración. Hay que mencionar sin embargo que dicha reforma no inclu-ye el denominativo territorio indígena, demanda histórica de las comu-nidades, por considerarse todavía políticamente impertinente (Aguirre1995, p. 96).

La Ley de Participación Popular es otra de las reformas que ten-drán fundamental impacto en el ámbito rural. Se modifica radicalmentelos mecanismos de participación en los procesos políticos, así como lagestión y administración de los recursos. Se trata de una territoriali-zación de la economía, la sociedad y la política; es ahora el municipio

4 “En el campo de las formas jurídicas no sólo se posesionan y definen formas dominantes, sino que desdeuna concepción ni mecánica ni instrumental, también pueden abrirse paso las “acciones afirmativas” delos grupos subalternos que le dan un carácter público. Lo jurídico es un sistema de significados compar-tidos, ligado directamente al proceso de construcción de lo social. Por tanto aunque lo dominante marcalos límites de la transformación del sistema, la conciencia jurídica juega un rol activo en la agencia y latransformación social” (Calla y Molina 2000, p. 13.)

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el escenario dentro de la cual deben actuar las organizaciones indíge-nas, y se dejan sentadas las bases para la conformación de municipali-dades indígenas.

También hay que mencionar la reforma educativa, que abrirá op-ciones a una educación intercultural y bilingüe así como a la valoriza-ción de las lenguas indígenas que habían sido exiliadas del sistemaeducativo nacional.

La Ley del Instituto Nacional de Reforma Agraria (Ley INRA), pro-mulgada en 1996 luego de la movilización de los indígenas benianos,confirma estos derechos y buscará la operacionalización de los proce-sos de conformación de Territorios Comunitarios de Origen (TCO) quepermitan finalmente a los indígenas poseer los títulos y derecho depertenencia a su espacio tradicional. En su artículo tercero, la Ley dice:“se garantizan los derechos de los pueblos y comunidades indígenasy originarias sobre sus tierras comunitarias de origen, tomando encuenta sus implicaciones económicas, sociales y culturales, y el uso yaprovechamiento sostenible de los recursos naturales...”; y en el artí-culo 41 se define a las Tierras Comunitarias de Origen como “los espa-cios geográficos que constituyen el hábitat de los pueblos y comuni-dades indígenas y originarias, a las cuales han tenido tradicionalmenteacceso y donde mantienen y desarrollan sus propias formas de orga-nización económica, social y cultural”.

Es a través del INRA que se debe realizar el proceso de saneamien-to de las tierras para luego proceder a la respectiva dotación y titula-ción indígena. El Convenio 169 de la OIT es uno de los paraguas paragarantizar los títulos indígenas, ya que propone que el término “tie-rras” deba incluir el concepto de “territorios”, como “la totalidad delhábitat de las regiones que los pueblos interesados ocupan o utilizande una u otra manera”.

Este escenario legal que delimita de nueva manera la acción en elámbito rural, fue acompañado de una importante movilización de losindígenas del oriente, que hicieron su ingreso en la protesta social con-

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temporánea con distintas marchas y movilizaciones, las cuales marca-ron el ritmo de las demandas sociales en la década pasada.

El movimiento indígena en la década de los 90 y el nacimiento de la CIDOB

Bolivia tiene una amplia tradición en movimientos y organizacio-nes indígenas. Los pueblos indígenas, constantemente relegados ydominados, fueron constituyendo distintos mecanismos organizativosque dieron presencia a su acción social y política. El polo de mayorconcentración de estos movimientos estuvo en el occidente, con lasculturas aymaras y quechuas que desde tiempos de la colonia ofrecie-ron importante resistencia. Sin embargo, en la última década los pue-blos indígenas del oriente han ingresado al escenario político de for-ma contundente, convirtiéndose en un frente muy importante deorganización indígena.

En las tierras tropicales, la Chiquitanía, el Chaco y la Amazonía,las Tierras Bajas, viven más de 35 pueblos indígenas con costumbres,idiomas y cultura propias.

La génesis de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia(CIDOB) se puede encontrar en 1979, cuando por iniciativa de la comu-nidad izoceña y encabezados por Bonifacio Barrientos Iyambae (Ca-pitán Grande del pueblo guaraní) comienzan las primeras reunionesde representantes y nace el movimiento de unidad indígena. Pero serárecién en 1982 cuando se realiza el primer Encuentro Indígena, con lapresencia de cuatro pueblos: guaraníes, chiquitanos, ayoreodes yguarayos, que dará como fruto la fundación de la CIDOB, cuyo objeti-vo es defender los derechos de los pueblos indígenas.5

A partir de ese momento, la visión de país que empiezan a tenerlos miembros de la CIDOB y las luchas por sus derechos son funda-

5 La organización fue reconocida oficialmente por la Resolución Suprema N. 207346 del 9 de marzo de1990.

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mentales. En 1985 se forma una comisión para elaborar una propuestade ley sobre territorios.

En 1989, en el Octavo Congreso, se aprueba la conformación comoconfederación de la central que aglutina casi el 80 por ciento de lasnacionalidades de las regiones Oriente, Chaco y Amazonía. La CIDOB

se convierte así en una Confederación de Pueblos Indígenas, con lapresencia de 29 pueblos indígenas.

En 1999, en la 11 Gran Asamblea de los Pueblos Indígenas, se cuentacon la presencia de 34 pueblos, siendo esta institución “el único inter-locutor válido de los pueblos indígenas para el relacionamiento con elentorno social y político, tanto regional como internacional”.6

Los principios básicos de la CIDOB, definidos en su perfil insti-tucional, son:

• Preservación de la unidad de los pueblos indígenas sobre la basede la solidaridad, la autonomía y la tolerancia entre los pueblos.

• Independencia político-partidista y religiosa.• Independencia de toda injerencia externa en asuntos internos o

líneas de acción básicas.• Representación democrática y colegiada.• Horizontalidad en el relacionamiento con niveles de gobierno en

base a espacios ganados.• Presencia de la mujer en los niveles de decisión.• Solidaridad con todos los pueblos indígenas del mundo.• Autonomía de las organizaciones/pueblos que la conforman.7

La organización pretende recoger las propias normas, usos y cos-tumbres de los pueblos y grupos étnicos, sin homogeneizar y más bienpreservando el respeto a las formas organizativas, los niveles de auto-

6 Confederación de Pueblos indígenas de Bolivia. Perfil Institucional.7 Ibidem.

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ridad y mando de cada pueblo. “La estructura de CIDOB se origina enlas comunidades indígenas, éstas adoptan formas de organizacionesestratégicas y/o sus formas propias de centralización como las capita-nías, concejos comunales, cabildos, etc., las que se agrupan luego encentrales étnicas. Las centrales de pueblo o étnicas pueden conformargrandes centrales regionales, por ubicación geográfica. Existen orga-nizaciones regionales, las mismas que conforman al Confederación dePueblos Indígenas de Bolivia”.8

Las “grandes marchas” indígenas

1990 es el año en que se transforma la presencia indígena del orienteen la vida nacional con la “Marcha por el Territorio y la Dignidad”. Elorigen de esta gran movilización está en 1987, “cuando los indígenasdel bosque Chimán inician el movimiento reivindicativo territorial fren-te al avance de la explotación irracional de la madera. El Estado, enese mismo año, levantó el título de reserva del bosque Chimán, entre-gándolo en calidad de concesión forestal a 17 empresas, sin respetar alas comunidades del lugar” (Patzi 1999, p. 90). Comienza así la organi-zación de los moxeños, que irán aglutinando a otros indígenas del Beni.En 1988, la Central de Cabildos Indigenales Mojeños solicita al Minis-terio de Asuntos Campesinos y Agropecuarios un territorio propio. Elgobierno de Víctor Paz, en febrero de 1989, emite una Resolución Su-prema disponiendo la preservación del hábitat tradicional de la re-gión, pero esto no impide el abuso por parte de los empresarios quetalan los árboles y, por tanto, obligan a los indígenas a desocupar sustierras.

En julio de 1989 los representantes de otros pueblos indígenas sesuman a la lucha de los mojeños para solicitar territorios y oponerse ala concesión a las empresas madereras. En noviembre del mismo año

8 Ibidem.

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se realiza el primer Congreso de Indígenas del Beni, dando lugar a lafundación de la Central de Pueblos Indígenas del Beni, que define sulucha para tener territorios propios. Asimismo, en dicho congreso sedecide realizar la Marcha por el Derecho al Territorio y la Vida de SanIgnacio a Trinidad, que no se lleva a cabo por el estado de sitio reinan-te en la nación. Será recién para agosto del año siguiente que se em-prenderá la marcha, pero ahora hacia la ciudad de La Paz, partiendode Trinidad, con la participación de mojeños, sirionos, yuracarés, mo-vimas y chimanes.

La marcha contó con 800 personas de 12 etnias y duró 34 días (Albó1999, p. 475). A ella se sumaron una serie de organizaciones indígenasy ONG así como Iglesia y sociedad civil. La llegada a La Paz contó conel recibimiento de múltiples personas que asistieron a la Cumbre deesta ciudad. Su primera parada fue en una misa en la Catedral Metro-politana en plena plaza Murillo, desafiando al centro de operacionesde la política boliviana: el Palacio Quemado y el Parlamento.

El fruto de la marcha se ve en una serie de acuerdos que favorece-rán a los pueblos indígenas:

“a) Reconocimiento inmediato a nivel de Decreto Supremo de losterritorios indígenas en las regiones Isiboro Sécure, BosqueChimanes y el Ibiato.

b) Las empresas afectadas permanecerán hasta el 31 de diciem-bre de 1990 en Chimanes, pudiendo cortar madera sólo hastael 31 de octubre.

c) Los árboles talados en el territorio multiétnico que no seansacados por las empresas hasta el 31 de diciembre, pasaran apropiedad de las comunidades indígenas del área.

d) Las FF.AA. y la policía coadyuvarán en el cumplimiento de losdecretos supremos.

e) El gobierno instalará en el bosque central de Chimanes un vi-vero con 10.000 plantines para reforestar la zona depredada.

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9 Estas demandas son: Titulación de territorios indígenas, campesinos y colonizadores; Aprobación de laLey INRA consensuada y no a la mercantilización de la tierra; incorporación de los trabajadores asalaria-dos del campo a la Ley General del Trabajo; postulación de candidatos a las elecciones sin intermediaciónde partidos políticos; creación de Fondos Nacionales de Desarrollo Indígena, Campesino y Colonización(CSUTCB, citado en Patzi 1999, p. 144-145.)

f) El gobierno compromete acciones para proyectos sociales quebeneficien a las comunidades indígenas del Beni.

g) Construir una comisión interinstitucional para elaborar el pro-yecto de la Ley Indígena en el país” (Patzi 1999, p. 104-105).

Además, el entonces Presidente Jaime Paz entregó varios decretossupremos donde se reconocen los territorios indígenas: Territorio In-dígena Parque Nacional Isiboro Securé (TIPNIS), Territorio MultiétnicoChimanes (TIMCHI) y Territorio Indígena Siriono. El 24 de septiembrela marcha llega a su fin, dando como resultado tanto reformas legalespor parte del Estado, como la solidaridad de diferentes sectores de lasociedad boliviana y la presencia activa de los indígenas del orienteen el acontecer nacional.

Un segundo momento de fuerte incursión de los pueblos indíge-nas en la dinámica política fue la Marcha por Territorio, Tierra, Dere-chos Políticos y Desarrollo, en agosto de 1996. En esta ocasión se contócon la participación, tanto de los pueblos indígenas y la CIDOB, comode campesinos de la CSUTCB, aunque, según la lectura de Patzi, cadagrupo tenía reivindicaciones distintas y procesos históricos diferen-ciados: “el primero sólo quería lograr la legalización de los territoriosreconocidos por varios decretos del Estado y el segundo tenía una as-piración política, pero sin bases sólidas” (Patzi 1999, p. 137). En todocaso, la conjunción de las organizaciones más importantes del ámbitorural hizo que la movilización adquiera el nombre de “Marcha delSiglo” y que tuviera resultados importantes.

La marcha plantea de inicio demandas tanto del mundo andinocomo del oriental.9 Sin embargo, la unidad pronto se quiebra y las

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negociaciones con el gobierno más bien se inclinan a favor de los indí-genas de tierras bajas. Finalmente se logra, entre otros puntos, el reco-nocimiento del derecho de los pueblos, la garantía en el uso y aprove-chamiento sostenible de los recursos renovables existentes en los TCO,la titulación de varios territorios con Decreto Supremo, la incorpora-ción a la Ley General del Trabajo de los trabajadores agrícolas (Patzi1999, p. 147.)

Así, estas marchas y las permanentes movilizaciones que realiza-ron los indígenas harán que el Estado ponga particular atención altratamiento de las tierras en el oriente. Los pueblos indígenas organi-zados y con mecanismos efectivos de lucha se convierten en una fuer-za social que no se puede dejar de tomar en cuenta para la gestiónpública del agro oriental.

Como era de esperarse, esta transformación del escenario ruraltrae consigo problemas entre el Estado y otro grupo que también tienefuertes intereses en la región: los empresarios, quienes utilizarán dis-tintos mecanismos para no perder las concesiones y beneficios que elEstado les había otorgado durante un largo periodo.

El problema de la tierra en el oriente

Para bien o para mal, es el Estado el encargado de regular, saneary otorgar tierras en el país. Esto pone a la estructura burocrática enuna compleja situación, teniendo que lidiar en el oriente con movi-mientos indígenas, presiones empresariales, incursiones internaciona-les, intereses económicos de diversa índole. En todo caso, se abre uncampo de conflicto impulsado por un lado por los pueblos indígenas,y por el otro por los empresarios agrícolas y madereros, a lo que hayque añadir los colonizadores, los campesinos y los pequeños propie-tarios.

La capacidad de lucha de cada una de las partes es evidentementedesigual. En lo territorial, en el Beni, según el Censo Nacional Agrope-

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cuario de 1984, de una superficie total de 10.481.000 hectáreas de pro-piedad privada, el 99,83% estaba en manos de empresarios medianosy grandes, y sólo el 0,37, o sea 39.500 hectáreas, pertenecen a campesi-nos (Aramayo 2000, p. 197). En lo político y social, los grupos de po-der benianos no han dejado de tener importantes contactos políticosen el centro de las decisiones, es decir, direccciones de ministerios,senaturías, diputaciones, etc.

Es claro que la riqueza natural que ofrece la amazonía al conjuntode la nación es enorme, lo que crea una pugna de grandes intereses,que van desde la racionalidad económica que ve la tierra como mer-cancía, hasta la perspectiva cultural que ve en el territorio un espaciode sobrevivencia milenaria. Los distintos enfoques con respecto a latierra proponen diferentes estructuras de tenencia y acceso legal a ella,distintos tipos de uso de los recursos naturales, etc. La tarea para elEstado no es fácil por tratarse de distintas culturas e intereses.

Siguiendo la explicación de Miguel Urioste (2000), podemos en-contrar por lo menos tres actores alrededor de los cuales gira el con-flicto: los pueblos indígenas, los colonizadores, los campesinos y pe-queños propietarios, las unidades empresariales.

Según Urioste, el primer grupo estuvo marginado del derecho a lapropiedad de la tierra en la Reforma Agraria de 1953, por lo que suacceso a la propiedad comunitaria de los territorios se remonta a laultima década, como fruto a las movilizaciones que hicimos referen-cia. Como dijimos, la búsqueda central de este grupo es la titulaciónde Territorios Comunitarios de Origen.

“Los indígenas de las tierras bajas de Bolivia sienten e intuyenque están viviendo un momento ascendente de conquistas largamen-te postergadas: el acceso legal a sus territorios tradicionalmente ocu-pados, luego de largas y penosas marchas, movilizaciones y protestas,tediosas negociaciones, decretos y leyes, avances y retrocesos. La ex-pectativa es enorme. Existe una gran esperanza por consolidar rápi-damente la titulación de sus TCO. Ellos son muy conscientes de que

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están accediendo, en el marco de un proceso de negociaciones yconcertaciones en un contexto político institucional democrático, a másdel 10 por ciento del territorio nacional. Pero, contradictoriamente, noparece preocuparles mucho las dificultades que tendrán a la hora deadministrar y gestionar esos inmensos territorios” (Urioste 2000, p. 82.)

Por otro lado, siguiendo la explicación de Urioste, están los colo-nizadores y campesinos que, siendo de origen altiplánico (quechua oaymara), tuvieron acceso a tierra a través del Concejo Nacional de Re-forma Agraria o la adjudicación del Instituto Nacional de Coloniza-ción en los años 70. Evidentemente, su origen cultural y el ser migranteshace que las reivindicaciones y los conflictos sean de distinta índole.Las contradicciones culturales de este grupo en movimiento son evi-dentes: “muchos de estos agricultores, debido al largo período de tiem-po de su asentamiento, unas tres décadas, ya no se consideran “colo-nos”, han incorporado prácticas sociales y culturales de la regiónoriental, y sus hijos son “cambas netos” y se llaman a sí mismos pe-queños productores. Sus organizaciones se debaten en profundas con-tradicciones y conflictos de identidad. No se consideran ni indígenasni campesinos, pero la gran mayoría son de origen quechua y aymaray mantienen su idioma. Reclaman del Estado su derecho a beneficiar-se de dotaciones gratuitas de tierra, a título familiar privado, pero almismo tiempo quieren libertad jurídica para hipotecar sus tierras y asíacceder al mercadeo financiero comercial” (Urioste 2000, p. 86)

El tercer grupo de conflicto son los empresarios. Estos están enactividades ganaderas y madereras, según sea el caso, y entre sus miem-bros hay quienes quieren seguir manteniendo ventajas del Estado, asícomo aquellos que propugnan la seguridad del derecho propietario.No hay que olvidar que muchas de sus tierras fueron otorgadas ilegal-mente a grupos cercanos al poder en décadas pasadas, que constitu-yeron un poderoso grupo empresarial oriental. Sus conflictos con elEstado se dan por inseguridad propietaria, impuestos, apoyo a inicia-tivas privadas, apoyo con infraestructuctura (p.e. construcción de ca-

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rreteras), y otros. Este sector se organiza en federaciones de empresa-rios ganaderos y madereros y tiene influencias directas en el poder.

Los intereses de los tres grupos giran alrededor de la tierra, y lostres acuden al Estado, por diferentes caminos unos más directos queotros, para solucionar sus conflictos. Es interesante notar que la iden-tidad cultural de cada grupo es un factor de diferenciación. El origenoccidental de los colonizadores marca una diferencia importante conlos pueblos indígenas “originarios”. De hecho, incluso los empresa-rios lo ven así, tratando de evitar que los “collas” invadan las tierras“cambas”. Un empresario, luego de haber “perdido” la batalla de laley INRA, dijo: “Finalmente, reconocemos que nos han derrotado, peroal final esas seguirán siendo nuestras tierras, porque ellos son nues-tros indios” (citado en Urioste 2000, p. 83)

Esta afirmación muestra cómo ante el peligro de la invasión colla,el empresariado oriental prefiere lidiar con los pueblos originarios antesque con migrantes altiplánicos.

Orientaciones del movimiento indígena

En este segundo apartado pretenderemos analizar cómo los miem-bros del movimiento indígena ven su relación con otros actores, cuá-les son sus orientaciones centrales, cuáles los ejes de la organización.A diferencia de la primera parte, donde se describió a los indígenas enla historia, ahora buscaremos mostrar el sentido de la acción, es decirla plataforma subjetiva desde donde los indígenas luchan.

“Tierra y territorio” son el centro de las reivindicaciones de laCIDOB. Se pide territorios como la base para que las culturas indígenaspuedan ser respetadas y ejercer a plenitud sus derechos; por ello lascomunidades deben poseer títulos de tierras comunitarias para queahí se respeten los recursos de la naturaleza, salud, educación, etc. Suobjetivo es el “control efectivo sobre el territorio”, lo que abarca dis-

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tintas dimensiones: política, económica, social, cultural, material (At-las Territorios Indígenas en Bolivia 2000, p. 259).

La CIDOB se define como una organización que, respetando la plu-ralidad interna de sus miembros, representa y defiende los derechosde los pueblos indígenas. Propone la “defensa del territorio, la organi-zación, la educación, la salud, la economía y el respeto de los derechoshumanos de los pueblos indígenas, para convertirlos en sujetos dederecho de nuestra propia historia y contribuir a la construcción y pre-servación de nuestras cultura e identidad como pueblos indígenas”.10

Esta autodefinición, expresada en documentos oficiales de la or-ganización indígena, se ve complementada con las reacciones de lospropios dirigentes, que ven en la CIDOB un instrumento vital para ha-cer escuchar su voz. Se tiene la conciencia de que si no estuvieranorgánicamente vinculados, no tendrían las posibilidades de defendersus intereses.

La CIDOB es un “largavistas que nos ayuda a ver más allá, es unespacio donde uno puede ver todo”.11 Es gracias a ella que se puedellegar a las grandes autoridades, discutir de “igual a igual”, “ser al-guien”, estar “dentro de la cancha”, tener algo de dignidad y por tan-to no sentirse excluidos. Todo lo que el movimiento indígena ha logra-do es atribuido a esta matriz de lucha. La organización tiene un pesosimbólico muy importante, pues es el medio a través del cual los indí-genas vuelven a adquirir una personalidad.

Esto no quiere decir que no existan conflictos internos, que sonmuy duros y que en ocasiones llegan a límites de ruptura y división.Pero no cabe duda de que hay un consenso en sentido de que el estarorganizados en una institución de alcance nacional modifica radical-mente sus posibilidades de acción.

10 Perfil Institucional de la CIDOB.11 Todas las citas son fruto de las reuniones con miembros de CPIB que fueron grabadas y transcritas ínte-

gramente.

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El campo de conflicto y sus actores

El campo de conflicto de la CIDOB está marcado por dos grandesperspectivas: sus aliados y los adversarios. Los primeros son la Igle-sia, las ONG y algunos medios de comunicación, que desde hace añostrabajan arduamente al lado de las comunidades. Como adversariosse identifica a los empresarios, los sectores del poder (políticos) y laadministración pública. Este bloque actuaría impidiendo constante-mente, con distintos medios, los logros de los indígenas.

Los aliados: Iglesia, medios de comunicación y ONG

El movimiento indígena no tiene problemas para definir quiénesson sus aliados, y, aunque no niega los conflictos con ellos, tiene con-ciencia de que el éxito de la organización se apoyó en parte en estostradicionales compañeros.

Con respecto a la Iglesia, no hubo duda de ubicarla como uno delos principales aliados del movimiento, pues estuvo siempre a su fa-vor. La presencia de un representante eclesial en el grupo confirmóque la opción de la Iglesia había sido por los pueblos indígenas. Hayque remarcar el hecho de que el vicariato ha tenido una importanteinfluencia de la Teología de la Liberación, lo que hizo que la Iglesia,desde la jerarquía hasta las bases, tenga como misión el acercamientoa los pueblos indígenas, la defensa de las culturas, la opción por lospobres, la pastoral indígena. Además, no hay que olvidar, como lohemos comentado anteriormente, que la Iglesia ha jugado un papelcentral en la vida política y social de la región desde el inicio de lacolonia.

La reacción del movimiento fue muy favorable, aunque se hizonotar dos elementos interesantes: por un lado existe cierta confusiónde los roles, la Iglesia a veces actúa sin consultar a los pueblos indíge-nas, por lo que no hay una acción coordinada; frente a ello, se hace

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necesario un flujo informativo de sus acciones y se busca un convenio.Por otro lado, se aseguró que la carga simbólica del poder religiosojuega un rol frente a los indígenas, pues permanece un cierto miedode lo que el sacerdote pueda decir, usando su carisma religioso, res-pecto a la acción del laico indígena.

En cuanto a las ONG, se vio en ellas una doble situación: son alia-dos frente a los empresarios y ante los conflictos, y se aprecia conside-rablemente su tarea de capacitación a los pueblos indígenas; pero a lavez, son intermediadoras, muchas veces innecesarias, con lasfinanciadoras internacionales. Se ve con mucho recelo el hecho de queellas terminen con oficinas bien montadas, mientras que el movimien-to no tenga dinero para su funcionamiento elemental. ¿No podríamostener contacto directo con los donadores?, se preguntan algunos miem-bros. De hecho, se evocan experiencias exitosas en las cuales los indí-genas participaron directamente de la administración de recursos dedonadores internacionales. Además, se ve que en algunas ocasioneslas ONG participan en problemas internos del movimiento indígena,causando división e interfiriendo en sus decisiones.

Es interesante señalar que tanto la Iglesia como las ONG jueganun rol paraestatal con respecto al movimiento indígena. En el casode la Iglesia, esta situación se acepta explícitamente: “llegamos don-de el Estado no lo hace”, y se ofrece educación, salud, comunicación,etc. En el caso de las ONG, su rol aparece más bien como el de media-ción frente al Estado; son ellas quienes gestionan legalmente los te-rritorios indígenas, inician juicios, buscan la titulación, etc. Es decirque, finalmente, son una suerte de extensión estatal que canaliza ydefiende las demandas indígenas frente a la administración buro-crática. En todo caso, en las dos experiencias de “aliados” del movi-miento, estamos hablando de organizaciones que cumplen las fun-ciones que el Estado no puede cumplir. Lo que está por detrás delmovimiento indígena es, como veremos, una relación conflictiva conel Estado.

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Los opositores: empresarios, políticos y administración estatal

Gran parte de la historia del conflicto indígena tuvo como prota-gonista opositor al maderero o ganadero beniano. El problema centrales la posesión del territorio, definir cuál es el “dueño” legal de la tie-rra: “Ellos son nuestros enemigos, porque tratan de quitarle tierras alas comunidades; cada día quieren achicarles más sus terrenos, esohace que las comunidades empiecen a movilizarse y busquen la ma-nera de frenarlos. Ellos pagan a policías para que vayan e incriminen alas comunidades, yo no veo que ellos puedan ser aliados.”

En algunos casos, los empresarios tienen propiedades que no ne-cesariamente están respaldadas con documentación, y se apoyan en lafuerza para mantenerlas suyas. Cuando se entra a lo legal, el empre-sariado se va acomodando poco a poco en terrenos que no necesaria-mente son suyos pero que, llegado el momento, legalizan mediantesus contactos con los políticos y con el Estado, vínculo con el que nocuentan los indígenas: “Ellos son propietarios de tierras que están den-tro del mismo territorio, como ellos son del gobierno, entonces hacenaparecer títulos y poco a poco nosotros vamos perdiendo espacio; ellostienen directamente el poder, ellos son ministros y a partir de ahí ha-cen todo a su favor.”

Por otro lado, el movimiento también se queja de que los empre-sarios no cuidan a la selva como recurso natural, y por tanto ejercenuna depredación sin ningún cuidado, lo que genera desequilibrioecológico.

Se identifica a los empresarios como poseedores de tierras y a suvez como parte del Estado, por lo que la lucha es doblemente compli-cada. Son jueces y partes, tienen el poder e intereses propios. Lucharcontra ellos es como un partido de fútbol con el árbitro en contra.

Esta situación hace que también se vea a los administradores bu-rocráticos como adversarios. Hay una importante queja de que los queocupan cargos ministeriales (que en los hechos no necesariamente son

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empresarios, aunque sí tengan fuertes lazos con ellos) no cumplen sufunción como deberían. En algunos casos traban las gestiones indíge-nas para la titulación de tierras, y las agilitan para los empresarios. Nose cumplen las leyes de saneamiento de tierras o, cuando se lo hace, sereduce el territorio indígena, recortando las tierras que les pertenecen.

Viendo esta situación, un líder empresarial beniano fue invitadoal grupo para exponer su posición. Su discurso se centró en el hechode que nunca hubo conflictos serios entre empresarios y pueblos indí-genas: “en Beni hemos convivido en paz, nos hemos dado una manomutuamente, somos pueblos hermanos, sus abuelos y nuestros abue-los siempre se han entendido dialogando”. Se dijo que los dos gruposno podían ignorarse, y que por lo tanto debían buscar mecanismos deentendimiento. “En nosotros ustedes tienen un aliado potencial, noun enemigo”, concluyó el invitado.

Frente a esta posición conciliadora, los indígenas constataron quela postura empresarial se había modificado enormemente desde haceuna década, y leyeron el hecho como una victoria: “Al movimientoindígena ya no se lo calla así no más, no está solo, tiene su organiza-ción, muchos otros sectores están detrás de los indígenas, hay leyesque regulan el comportamiento de un ciudadano con otro ciudada-no”. Los indígenas ven que hay un viraje importante con respecto a loque ocurría hace algunos años, cuando “había una gran muralla decontención que no permitía acercarse a los dos sectores”.

Es decir que el encuentro sirvió para reforzar la identidad victo-riosa de los indígenas, por haber sensibilizado a un actor que constan-temente había sido opositor. Luego del análisis, los indígenas vieronla necesidad de dar pasos al frente con miras a un encuentro y aprove-char así la disposición empresarial, aunque haciéndolo con cuidado.

La experiencia con el empresario mostró cómo se teje el complica-do campo de conflicto del movimiento indígena. El espacio culturalcompartido con este actor no implica una relación directa con él, sinoa través del Estado. El Estado, donde el empresario está mejor repre-

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sentado, no actúa a favor del indígena: “No se adelantan planes desti-nados a los pueblos indígenas, el Estado no hace ninguna propuestapara el movimiento, todo lo traba”. Así, se abre una compleja relacióncon las instancias gubernamentales, que será uno de los ejes de luchadel movimiento indígena.

Autonomía y capacidad de acción política

“Ya tenemos 10 años de lucha y hemos demostrado que somoscapaces de poder ejecutar algunos proyectos que tengan beneficio paranosotros mismos…” El movimiento valora fuertemente su propia ca-pacidad de acción. Hay cierto exitismo, una manera de mirarse a símismos y reconocerse como triunfadores, como actores que han teni-do mucha influencia en la reconfiguración del país, y con grandes po-sibilidades de influir en el escenario político nacional. En su lectura,en el pasado los indígenas tuvieron una fuerte dependencia de insti-tuciones como la Iglesia o las ONG, y ahora se proyectan como capacesde valerse por sí mismos:

“Ya es suficiente, nosotros no queremos vivir de favores, quere-mos que se acabe esa visión de que las instituciones que nos prestansu servicio nos hacen un favor. Ya no podemos vivir esperanzados enla guía que nos puedan dar las ONG o la Iglesia (…) Hasta aquí hemosvivido un clientelismo, hemos sido dependientes, somos dependien-tes y clientes de alguna institución; está bien si nos ayudaron, pero nosiempre van a ser nuestros tutores, tenemos que tratarnos de igual aigual”.

El grito de “somos capaces” demanda un grado de autonomía delas instancias a las cuales estuvieron históricamente vinculadas. Exis-te una suerte de búsqueda de ruptura del cordón umbilical, que lespermita tanto una negociación directa con lo internacional (financiadoras)como con el Estado. Esto muestra un grado de optimismo, fruto desus últimos logros en el plano político. Sin embargo, queda claro que

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el movimiento no está en posibilidades de enfrentarse con sus adver-sarios si no es a partir de la red de apoyo que puede tejer con la Iglesiay las ONG.

CIDOB: Nacimiento de una biografía indígena

Antes y después: la narrativa indígena

“Antes no éramos nada, ahora somos seres humanos”. Esta es unade las afirmaciones más contundentes en el discurso indígena. El mo-vimiento y su institucionalización a partir de la CIDOB es un ingreso ala historia: “antes estábamos fuera de la chacha, hoy hablan de noso-tros. Antes otros hablaban por nosotros, ahora tenemos voz. Hemoslogrado que el pueblo boliviano sepa que existimos”. De ahí surge lanarración heroica organizada en forma cronológica y progresiva. Pri-mero no eran nada, luego “pueblos indígenas”, después Central Indí-gena, CIDOB, y ahora Confederación.

En su narrativa se ve la clara creación de una biografía indígena apartir del nacimiento del movimiento, es decir existen desde que es-tán organizados, antes eran parte de la selva, hoy son personas. Estadimensión es de central importancia porque todo se aglutinará alre-dedor de esta demanda que, finalmente, adquirirá la forma de ciuda-danía boliviana.

Se debe mencionar que esta narración abarca un período de 30 a40 años. Hay un equilibrio entre pasado, futuro y la coyuntura coti-diana. En general, es el medio plazo el predominante, no se hace men-ción a las sublevaciones del siglo pasado, sino que la biografía empie-za con las movilizaciones de los años 80. En este sentido, no hayreferencia a una “memoria larga” que envíe a la época colonial, ni deuna “memoria corta” que lo haga a la Revolución del 52, como explicaSilvia Rivera para el caso del katarismo (Rivera 1983, p. 164). El esce-

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nario histórico en el cual se mueven no es muy amplio. Empero, estono quiere decir que en su estrategia política no se remonten a “losabuelos” o las “anteriores generaciones” (como lo veremos luego),aunque la referencia histórica, y por tanto la identidad del movimien-to, se centra en los acontecimientos de los últimos años.

La búsqueda de reconocimiento y de dignidad

El movimiento indígena es una constante búsqueda de reconocimien-to, de pertenecer, de ser alguien y tener dignidad. Cada una de las accio-nes tuvo la intención de que se los respete y de “ser tomados en cuenta”.De hecho, la CIDOB es un altoparlante que permite que las demandas delos pueblos indígenas sean escuchadas en todo el país, y particularmenteen las esferas gubernamentales. Finalmente, lo que se buscó estos años es“conseguir un espacio donde como pueblo indígena se tenga voz y voto”;“antes existíamos, pero no teníamos reconocimiento. Ahora se nos tomaen cuenta y respeta a nuestras autoridades y comunidades”.

La dignidad está en el centro de esta búsqueda. Es en parte una pre-tensión de alcanzar la presencia durante tantos siglos negada. Ahora bien,esta demanda está sobre todo dirigida hacia el Estado, y lo que se puedaconseguir de él. Es el Estado quien tendrá la tarea de otorgar personali-dad a las comunidades indígenas, como lo veremos en seguida.

Ejes centrales del movimiento

El Estado

Como hemos afirmado, la lucha del movimiento indígena es portener visibilidad y ser reconocido frente al Estado. CIDOB es un mediopara entablar contacto con el gobierno, hablar directamente con lasautoridades, “de ministro a ministro”:

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“Antes estábamos marginados y aislados, no nos reconocía el Estadoboliviano, no reconocía nuestro espacio geográfico donde siempre he-mos vivido desde nuestros ancestros. Ese fue el motivo para que el movi-miento indígena empiece a movilizarse. Ahora las cosas han cambiado,tenemos una representación, podemos ser escuchados”. “Hace 10 a 20años atrás, se pensaba que en la Amazonía de Bolivia sólo habían anima-les y selva, ahora, a través de las marchas, ya se reconoce que son perso-nas humanas las que habitan la zona. El movimiento ha logrado que elpueblo boliviano, el Estado, el gobierno, sepan que los pueblos indígenasexisten con cultura y tradición propias, que pretenden alcanzar un espa-cio de poder, donde ellos también puedan autogobernarse”

Su historia está marcada por esta lucha tensional con el Estadopor su reconocimiento. Todas sus marchas, movilizaciones y actuacio-nes públicas serán una la batalla por la instauración de un Estado deleyes, desde las más importantes como la Reforma de la ConstituciónPolítica del Estado, hasta la Ley de Participación Popular, la ReformaEducativa, la Ley INRA, entre otras. Hay un ascenso paulatino que cadavez se va acentuando en su participación en la vida política y socialdel país, lo que implica una nueva posición frente al Estado: “sabemosque por intermedio de la CIDOB podemos hacer escuchar nuestra vozo llegar al Estado para que nos tomen en cuenta”.

En este sentido, se trata de un movimiento de integración, cuyoprincipal objetivo es lograr una presencia en el concierto de los actoresde la nación e influencia en la gestión pública: “queremos la participa-ción dentro de la estructura política de este Estado boliviano”. No escasual entonces el hecho de que el objetivo tanto de la primera comode la segunda marcha haya sido llegar a La Paz, el centro político-administrativo del país.

Esta situación es una fortaleza y una debilidad. Fortaleza en lamedida en que el movimiento no se sitúa al lado de la relación con lanación; y debilidad porque no es capaz de construir discurso que tras-cienda la relación estatal.

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El poder

El movimiento indígena busca por un lado el reconocimiento porparte del Estado, y por otro la influencia en las leyes. Siendo el Estadoel eje de las movilizaciones, el problema de poder y la política no le esajeno; de alguna manera se pretende “zonas de control” con grados deautonomía: “Hemos logrado que el gobierno sepa que los pueblos in-dígenas pretenden alcanzar un espacio de poder donde puedanautogobernarse”.

El movimiento se plantea la relación con el poder estatal comouna toma de posiciones paulatinas. Primero se llegó a influir y a sertomados en cuenta, luego se tuvo poder local, después se buscará par-ticipación en la esfera ministerial y, finalmente, por qué no, la propiaPresidencia: “Ya tenemos alcaldes que son indígenas, y quizás no que-remos llegar solamente hasta ahí, queremos llegar hasta el Palacio deGobierno algún día, ese es nuestro futuro, que algún día los indígenaspodamos llegar a donde está el Presidente. Queremos personas quenos representen allá, para que puedan escuchar nuestros deseos, queno solamente el rico sea el que tenga que mandonear a todo un pue-blo. Queremos que el pueblo tenga su representante nacional y quepueda defender al sector indígena.”

Vemos entonces que el movimiento no electoraliza necesariamen-te la relación con el poder estatal, sino más bien lo usa siempre y cuan-do se le abran las posibilidades de participación. Por eso su estrategiaserá la de ocupar paulatinamente posiciones políticas (más allá de lacoyuntura partidista) en la estructura gubernamental: se trata de par-ticipar en espacios ministeriales, parlamentarios u otras organizacio-nes estatales. Asimismo, no se descarta la perspectiva de ser algún díalos administradores del poder nacional, lo que implicaría llegar al go-bierno con sus propios representantes para construir instrumentos le-gales y aplicarlos a favor de los indígenas. “Hasta el momento ya so-mos reconocidos por la CPE y algunas leyes. Lo que ahora falta es

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nuestra participación en diferentes instancias como el Ministerio deAsuntos Indígenas, prefecturas, etc. Ningún compañero está partici-pando en estos lugares de dirección, decisión, planificación y ejecu-ción. Necesitamos otra reforma de la Constitución para que hayan ar-tículos que faciliten la participación directa de organizacionesindígenas, con sus propios candidatos o representantes directos.”

La lucha por el ascenso al poder se da en las distintas esferas, des-de lo local hasta lo nacional. Lo importante es estar representados.

Lo legal

El movimiento indígena busca leyes por parte del Estado que ga-ranticen un funcionamiento equitativo y legal para todos los miem-bros de la nación. Las leyes los amparan, y gracias a ellas pueden te-ner mayor seguridad jurídica y protección de los derechos indígenas.Sus victorias están reflejadas en las disposiciones legales.

Ahora bien, el conflicto se genera en el momento en que las leyesno son cumplidas en su totalidad, o de hecho “las leyes en el país lescaen a los pueblos indígenas”. Parte del problema es que la lucha estácentrada en las leyes, pero cuando se las emiten no son ejecutadas ensu amplitud por influencias políticas de los directamente afectados.Así, por más que en un determinado decreto se conquiste una disposi-ción favorable a los pueblos indígenas, no faltará quien, aprovechan-do otros mecanismos, logre otro tipo de resultado. De hecho, la ten-sión es vivir en un país donde las leyes no se cumplen.

Lo jurídico se vincula al conocimiento de las leyes, hay una fuertedemanda de capacitación, que significa tener un mejor manejo de és-tas: “si no las conoces, te caen encima. Tenemos que capacitarnos paraque todos los comunarios conozcan las leyes, cuáles son favorables ycuáles no, cuáles son nuestros derechos”. Hay así una relación funcio-nal con el conocimiento, mientras más se sabe, mejor protegido se es-tará y mejor se podrá utilizar las disposiciones legales a favor propio.

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A la vez, el movimiento indígena es una búsqueda de ciudadanía.Se trata de que sus derechos como ciudadanos bolivianos sean respe-tados en la misma medida en que son contemplados y protegidos porla Constitución.

Conclusiones

Comenzamos la investigación sabiendo que el movimiento indí-gena de tierras bajas jugaba un rol central en la reconfiguración de lasociedad contemporánea. Luego del análisis, parece pertinente refe-rirse a algunos aspectos conclusivos:

1. Es particularmente interesante destacar en el movimiento indí-gena una tensión compleja entre la tradición y lo moderno, que semezclan y articulan en su discurso y práctica. Hay una coexistencia deformas tradicionales con la visión de la nación y su inserción en laglobalización.

Esta convivencia tiene sus aristas. En su relación con el Estado ycon el poder, el movimiento indígena se enfrenta con élites que utili-zan sus relaciones arcaicas de poder para influir sobre el Estado. Aun-que formalmente se busca una democracia moderna, ésta se topa conformas políticas jerárquicas y tradicionales. Por eso el movimiento in-dígena busca una modernidad política, una democracia con reglas cla-ras de funcionamiento, pero se encuentra con un país en el que lo quefunciona es el vínculo de clase.

Es cierta la afirmación de que “si bien el liberalismo y su régimende representatividad parlamentaria llegaron a las constituciones, ca-recemos de una cohesión social y una cultura política modernas sufi-cientemente asentadas para que nuestras sociedades sean gobernables”(García Canclini 1999, p. 20). Así, los indígenas serían más modernosque los gobernantes, y en parte su lucha sería por una cultura política

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más democrática donde no intervengan otro tipo de influencias queno sea el ejercicio democrático de las leyes.

Este desencuentro entre Estado boliviano y movimiento social queimpulsa una nueva cultura política democrática, no sólo está presenteen el movimiento indígena sino en varias otras reivindicaciones de lasociedad. De hecho, se puede decir que en este caso los indígenasverbalizan una problemática que es una demanda general de distintosmovimientos: un estado de derecho y una cultura política moderna.

2. Por un lado, el movimiento indígena del Beni modifica la vidacotidiana de la gente, en sentido de que devuelve dignidad y da na-rrativa a los indígenas, y por el otro lado plantea la dirección de lanación a partir de leyes y orientaciones que afectan al conjunto de lasociedad.

Tres son las dimensiones sobre las cuales se apoya el movimiento:la dimensión ciudadanía: participar en la promulgación de leyes, serincluidos en normas jurídicas, ser reconocidos como ciudadanos frentea la nación; la dimensión socio-cultural: reivindicar la identidad étnica,formular una demanda ética de reconocimiento que afecta a la vida co-tidiana, críticar la dominación cultural; y una dimensión política: la bús-queda del poder e influencia tanto a nivel local como nacional.

Es un movimiento de integración que, según sea la circunstancia,desarrolla más fuertemente uno de estos tres polos. En este sentido, lariqueza estaría precisamente en la capacidad del movimiento de arti-

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cular demandas ciudadanas, éticas y políticas a la vez, jugando conellas de acuerdo a las coyunturas con las que se enfrente.

3. Habíamos dicho al inicio que los movimientos sociales respon-den a dos lógicas a la vez: por un lado el maximalismo que los lleva aacciones radicales contundentes, y por el otro lado la capacidad detransformar las estructuras gradualmente: protesta y propuesta. Elmovimiento indígena se ha situado con mucha claridad precisamenteen la articulación de las dos maneras de ejercer acción. Su estrategiapolítica contempla la batalla y la negociación según las necesidades.En los momentos de conflicto se negocia, se lucha, se participa segúnlas posibilidades: “a veces ganamos, a veces perdemos, ganamos yperdemos. No siempre ganamos y no siempre perdemos”. Se ubica lalucha en una visión de largo aliento. Se tiene la conciencia de que loslogros vienen de una generación anterior, y que las cosas “no salen dela noche a la mañana, toda actividad tiene un proceso; a lo mejor vana pasar muchos años y nosotros no vamos a ver resultados, pero esta-remos sembrando, dejando algo que se debe continuar”. La acciónpolítica no es inmediatista, se buscan reformas a largo plazo, pues hayconciencia de que los cambios no se dan ni rápida ni radicalmente.

4. En otro orden, queda pendiente el tema de la cooptación o laautonomía. En el mediano plazo, el movimiento indígena tendrá queplantearse preguntas fundamentales sobre su propia acción; deberásaber si se convertirá en partido político, si seguirá siendo una reser-va social, si demandará mayor participación organizada en el Esta-do, etc.

Como hemos mostrado, hay una tensión entre integrarse comple-tamente al sistema, o quedar marginado perdiendo capacidad de in-fluencia y reivindicación. El movimiento indígena deberá tener clari-dad sobre el sentido de su acción y su interrelación con las esferasestatales. La cooptación se podrá llevar a cabo siempre y cuando se

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pierda la identidad y se diluyan los orígenes culturales en una lógicaajena. Este sería el primer peligro, la incorporación del movimiento alpoder en desmedro de sus orígenes. Pero el segundo peligro sería quese quedara en la autonomía, encerrado en una propuesta fragmentadoray autoreferida, negando todo lo que sucede alrededor. En este caso selograría mantener algunos elementos identitarios, pero en el medianoplazo el movimiento quedaría encerrado en sí mismo sin posibilidadde intercomunicación con el mundo.

Es en estas tensiones identidad/modernidad, local/global, Esta-do/sociedad, que el movimiento indígena deberá jugar sus cartas lospróximos años, y sólo una articulación inteligente y estratégica de es-tas dimensiones logrará que siga siendo uno de los movimientos máslúcidos de finales de siglo.

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Anexo metodológico

El texto sobre el movimiento indígena del Beni fue el resultado dela aplicación libre del método de la intervención sociológica de AlainTouraine. La intervención sociológica tiene como objetivo estudiar elsentido de la práctica y la acción misma de los movimientos sociales.Se trata de un “diálogo” entre el auto-análisis de los militantes y lasinterpretaciones de los investigadores. Este encuentro entre actor einvestigador dará como resultado el análisis de la acción cruzando lasmiradas: por un lado el militante logra niveles analíticos que van mu-cho más allá de su práctica, y que por lo tanto le permiten tener unapanorámica reflexiva del movimiento; y por otro lado el investigadorlogra ver al movimiento en sí mismo desde su propia acción.

La intervención no tiene por fin el convertir al militante en soció-logo, sino, por el contrario, que se convierta en analista pero que sigaen su acción social. Por eso el fruto de todo este proceso deberá ser la“devolución” de las reflexiones al propio movimiento para lograr for-talecer su iniciativa y claridad en su proyección.

El método que se llevó a cabo fue una libre adaptación de algunosprincipios básicos de la intervención sociológica, pero adecuándose alas necesidades y condiciones que la propia investigación exigía. Porello, parece pertinente destacar algunos puntos de la metodologíaempleada que pueden aclarar sobre los resultados presentados.

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1. La conformación del grupo

Para el análisis del movimiento indígena, se buscó la conforma-ción de dos grupos, uno en Santa Cruz y el otro en Trinidad, pero sólose pudo llevar a cabo el trabajo exitosamente en Beni. Para crear elgrupo, primero se tuvo una serie de reuniones con personas que tra-bajan en ONG, dependencias del Estado, antropólogos, sociólogos, yotros informantes clave que conozcan la organización indígena y laregión. Luego se contactó a cada uno de los posibles participantes delgrupo para explicarles de qué se trataba y cuáles eran las reglas deljuego. Se puso atención en que en el grupo ellos no representaban anadie, y que su presencia era a título personal. Se recalcó que no setrataba de un grupo de discusión ni de solución de conflictos, sino deanálisis y de reflexión. No hay nada extra que se pueda sacar del gru-po salvo el análisis del movimiento. Además, se les pidió que su parti-cipación pueda ser regular, pues se trata de un trabajo acumulativo,por lo que el objetivo es que la misma gente que empieza, pueda ter-minar la reflexión.

Para escoger a los invitados, se tomó en cuenta algunos elemen-tos. Primero, no pretendimos tener a líderes nacionales con muy am-plio recorrido, pues su participación suele ser demasiado ideológica ysuele conducir la reflexión grupal haciendo uso de su carisma frente alos demás. Por lo tanto, se buscó más bien líderes intermedios. Unsegundo elemento era que sean personas que se sientan muy involu-cradas con el movimiento en sí, y por lo tanto que su voz salga de lasentrañas del movimiento mismo. Además, se buscó que haya ciertaheterogeneidad en el grupo, es decir que se vean representadas lasdistintas tendencias y opiniones del movimiento. Se quería que seanpersonas con capacidad de reflexión y proyección, de manera que sepueda analizar el movimiento globalmente. Finalmente, militantes quese sientan motivados por la propuesta de pasar varias horas sentadosreflexionando sobre el movimiento.

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Dicho esto, el grupo quedó conformado por las siguientes personas:

• Roberto Tababari. Secretario de Territorio. Central de Pueblos In-dígenas del Beni (CPIB)

• Roberto Guarlúo. Secretario de Planificación. Central de PueblosIndígenas del Beni (CPIB)

• Mariana Guasania. Secretaria general. Central de Mujeres Indíge-nas (CMIB)

• Mario Moreno. Secretario general. CIRABO

• Buca Durán. CIRABO

• Teresa Limpias. Territorio Indígena Moxeño Ignaciano. (TIMI)• Felicidad Nuni. (TIMI)• Estanislao Cusere. Territorio Indígena Multiétnico (TIM)• Basilio Rosa (TIM)• Antonio Coseruna. Ex-dirigente CPIB

• José Gabriel Guasebe. Ex-dirigente CPIB

• Pedro Fabricano. Asociación de Profesionales Indígenas• Enrique Mazueto. Asociación de Profesionales Indígenas.

Lamentablemente no se pudo contar con todos los miembros entodas las reuniones, y los encuentros se llevaron a cabo con quienespudieron ir a cada ocasión. El promedio de participación fue de 8 per-sonas por sesión.

2. Las sesiones

Las sesiones se llevaron a cabo en las instalaciones de CPIB-CMIBen Trinidad los domingos en la tarde. Fueron 6 encuentros en totalentre los meses de octubre y noviembre. Cada sesión duraba 2 a 3 ho-ras, y fue gravada y transcrita en su totalidad.

Los momentos de la investigación (que podían durar varias sesio-nes) fueron:

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Primer momento: Identidad y oposición

El primer momento giró en torno a los siguientes temas:Introducción a cargo de los investigadores.El IDH 2000 y la identificación de actores claves (mujeres, empre-

sarios, jóvenes, indígenas).El rol de actor CIDOB en el futuro.La importancia de la reflexividad.Objetivo de la investigación: reflexionar sobre el movimiento y

fortalecerlo.El sentido del grupo (para qué el grupo, cómo se conforma, el que

no sean representantes).

Modalidades concretas de trabajo:

• Tiempos y número de sesiones (6 sesiones, 2 a 3 horas)• No es un taller sino un reunión, hay total libertad de expresión, no

hay parámetros de responsabilidades, no representan a nada porlo que nada se juega.

• El rol de los investigadores: moderar y motivar la reflexión.• El por qué de la cámara y del grabar, se trata de un proceso

acumulativo.• La última sesión será de encuentro con los demás grupos.

Narrativas generales

• ¿Cuál es su rol dentro del movimiento CIDOB?• ¿Cuáles han sido las acciones más importantes del movimiento y

cual su participación?

Historicidad

• ¿Qué logros ha tenido el movimiento?• ¿Qué han conseguido?

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Identidad

• ¿Qué es el movimiento CIDOB?• ¿Qué busca la CIDOB?

Oposición

• ¿Qué tropiezos ha tenido el movimiento?• ¿Qué impide que logren sus objetivos?• ¿Cuáles son sus adversarios de lucha?

La visión de nación

• ¿Qué rol juega el movimiento en la nación?

La coyuntura y el conflicto social

• ¿Qué creen que debe hacer el CIDOB frente a la situación del país yparticularmente frente al tema de la Ley INRA?

Segundo momento: los interlocutores

Luego de la reflexión sobre la identidad del movimiento, surgió lanecesidad de identificar a los interlocutores, que fueron la Iglesia, losempresarios, las ONG, los medios de comunicación, los administrado-res de estatales. De éstos, se escogió a tres representantes y se los invi-tó a que en una reunión del grupo pudieran exponer sus puntos devista sobre el movimiento indígena y su rol en la problemática.

Los invitados fueron:

• Fernando Velasco. Presidente de la Federación de Ganaderos delBeni.

• Julio Ribera. Pastoral Indígena del Beni de la Iglesia Católica.• Miguel Albarracín. CEJIS (ONG que trabaja en asesoría indígena

del Beni).

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Cada uno de los invitados comentó su posición, lo que sirvió dedebate para el grupo y sobre todo de clarificación de posiciones y con-flictos en el movimiento.

Tercer momento: la rememoración y el retorno

En la rememoración se volvió a traer al grupo las ideas y frases (através de papelógrafos) que habían surgido en las sesiones anteriores.Esta vez se organizó las ideas en ejes analíticos, y se cruzó su visióninicial con el aporte nuevo que pudieron ofrecer los interlocutores.

El rol de los investigadores fue recoger los debates importantesiniciales para devolverlos al grupo, poner atención en los “campos deconflicto” y lo que está en juego. Retomando las ideas iniciales, se tra-tó de lanzar el debate hacia nuevas visiones para reconstruir una vi-sión global, buscando reconfigurar las posiciones, convirtiéndolas enpropuestas más claras y consolidadas.

Se formularon preguntas como:

• ¿En la primera sesión afirmamos que nuestra identidad era tal,luego de los interlocutores, qué pensamos de la primera afirma-ción?

• ¿Ustedes dijeron que su adversario era XX, luego de encontrarsecon él, qué piensan?

• ¿Sus luchas eran las siguientes, qué podemos decir ahora?

Cuarto momento: La conversión y el auto-análisis

Con los resultados de la devolución, el grupo empezó el procesode auto-análisis. La idea fue poder lograr una distancia entre la luchadel movimiento y el movimiento mismo, es decir que el grupo puedasepararse de lo coyuntural, para analizar su acción en una visión glo-bal. Se trata de lograr interrogarse colectivamente sobre la naturaleza

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del movimiento, sus objetivos, sus condiciones, sus logros, sus posibi-lidades de lograr sus fines. Lo que se pretende es comprender el enjeuxcultural del conflicto, y por lo tanto la naturaleza del actor y del adver-sario, el campo de historicidad que está en juego y la lucha por la im-posición de las orientaciones culturales.

Quinto momento: la devolución

La última sesión estuvo dedicada a la devolución del análisis porparte del investigador hacia el grupo. El analista plantea la hipótesisde partida con la cual inició su investigación, la confronta con los miem-bros del grupo, y conjuntamente se la estudia. Se vuelve a poner laspreguntas sobre la naturaleza del movimiento, cuáles son las búsque-das centrales. Con base en esas ideas se inicia un nuevo debate quetiene que dar como resultado volver a la acción con nuevas perspecti-vas.

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La región chaqueña:conflictos y gobernabilidad

Miguel Castro Arze

Introducción

Un mundo por descubrir

Perdimos una guerra pero ganamos una revolución. Esta frase quese la atribuye a Sergio Almaráz, y que sin duda posee la inigualablecertidumbre de su pensamiento, quizá sea la más lúcida para definirlo que la guerra del Chaco significó en lo postrero para el país. Pero apesar de haber sido gestada en las trincheras mismas del Chaco, larevolución de abril nunca llegó a estas lejanas tierras. Pues no fue su-ficiente ni esa contienda para develar a los ojos de ese país que ajenodiscurre a miles de kilómetros, las inmensidades del Chaco; es más:en la memoria de muchos perduró solo el estigma de un remoto in-fierno verde donde en un tiempo lejano unos seres alucinados libra-ron una guerra cruel y estúpida.

En efecto, antes de los años treinta, una de las pocas noticias quetuvo el país del Chaco fue la expedición que a finales del siglo pasadoemprendieron el científico francés Arthur Thouar y el boliviano Da-niel Campos, comisionado por el gobierno nacional para encontraruna ruta que nos condujera hasta el Paraguay, que para ese entoncesacababa de salir del genocidio de la guerra de la triple alianza. A me-

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dida que la expedición se va internando en las profundidades del montechaqueño, un nuevo mundo se va revelando ante los asombrados ojosde los exhaustos expedicionarios, un mundo que si bien antes estuvosurcado por los incesantes andares de los misioneros franciscanos, aúnpara ese entonces, 1883, surge con los esplendores del primer día desu creación. Muchas descripciones contenidas en las crónicas de laépoca nos evocan el asombro de Colón al pisar por primera vez tierrasamericanas. Tal era y aún lo es, la magnificencia de estos territorios.

Una multitud de naciones

Ya en 1733 el misionero franciscano Pedro de Lozano definió alChaco como lo que en ese entonces era y sigue siendo hasta nuestrosdías: una multitud de naciones. Diversidad de pueblos y culturas, perotambién fuente de muy rica variedad natural.

Sin duda el Chaco es sinónimo de lo diverso y de lo multifacético.Esta característica tan esencial a este territorio compartido por Argen-tina, Bolivia, Brasil y Paraguay, lejos de atenuarse con el devenir deltiempo, se fue acentuando. En efecto, si bien pueblos indígenas ente-ros fueron exterminados por obra y gracia de una obra civilizadoragenocida, el Gran Chaco a lo largo del siglo que se extingue fue desti-no de innumerables migraciones desde diferentes puntos del país.Receptor del exilio y naufragio de quienes por diversas causas fueronexpulsados de sus lugares de origen.

Igualmente, pese al persistente y pertinaz saqueo de su naturale-za, aún hoy el Chaco es uno de los reservorios más ricos en biodiver-sidad y otros recursos. Los expertos afirman que el Gran Chaco en suconjunto es, después de la Amazonía, la mayor área boscosa de Amé-rica del Sur y que, a pesar de la aridez de la mayor parte de su territo-rio, hay mayor cantidad de plantas comestibles por hectárea en el Chacoque en la selva pluvial amazónica. Existen pueblos indígenas cha-queños capaces de reconocer más de 200 plantas comestibles y es en

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ese conocimiento ancestral e invaluable, hoy amenazado, en el quefundan su sobrevivencia.1

Del mismo modo, no olvidemos que la segunda reserva más im-portante de gas natural del continente está precisamente en estas tie-rras. Sin embargo, muchos chaqueños creen, y tienen razones paraello, que en esa inconmensurable riqueza natural está la gloria delChaco pero probablemente también su destrucción. Lo sucedido conPotosí, que vio pasar la riqueza minera como un fugaz e irrepetibledestello, está presente en la mente de muchos habitantes de estas tie-rras que desde diversas instancias pugnan porque esta riqueza puedaservir para fundar un desarrollo duradero y equitativo.

¿Qué hacer con las regalías, para que la historia no se repita?

La perspectiva de los ingresos departamentales por concepto delas regalías provenientes de la explotación petrolera –se estima queTarija recibirá alrededor de 800 millones de dólares en los próximosaños– ha despertado en la sociedad tarijeña un sentimiento colectivoque podría ser calificado de optimismo con reservas, pues si por unaparte se considera que estos recursos muy bien servirían para cimen-tar el desarrollo regional, por otra también existe el justificado temorde que ellos, como ocurrió en el pasado inmediato, una vez más seandilapidados.

A raíz de ello, instituciones como el Comité Cívico Pro Interesesde Tarija y organizaciones sectoriales como la Federación Sindical Únicade Trabajadores Campesinos de Tarija (FSUTCT), y de alguna manerala sociedad en su conjunto a través de diversos canales de expresión,pusieron en la agenda departamental la demanda de que el destino deestos recursos sea definido en un proceso amplio y pluralista deconcertación. Esta demanda acertadamente es asumida por el Consejo

1 Grupo de trabajo Walambá, El Gran Chaco Americano: Alternativas de sustentabilidad para el Gran Chaco.Argentina, 2000.

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Departamental y la Prefectura, quienes en forma conjunta con otrasinstituciones convocan a la Mesa de Concertación Departamental einician un proceso de consulta con el objetivo de que “los tarijeños nospongamos de acuerdo sobre qué hacer con nuestro dinero”.

Este proceso está en marcha, se tienen los resultados de la mesadepartamental y se están implementando las mesas sectoriales en lasprovincias. A pesar de algunas críticas sobre los contenidos y ampli-tud de la convocatoria, es posible afirmar que este proceso está llenan-do las expectativas de la sociedad regional y que la concertación esposible. Sin embargo, como es lógico de suponer, existen dudas y te-mores respecto a la durabilidad de este pacto regional. Y las primerasinquietudes ya fueron expresadas por los representantes chaqueños.

Como se sabe, el Gran Chaco es la provincia más extensa del de-partamento y es precisamente en su territorio donde están ubicadoslos hidrocarburos que motivaron el proceso de concertación antes ci-tado. La provincia Gran Chaco históricamente reivindicó su derechoal uso autónomo del 45 por ciento de las regalías hidrocarburíferas yla historia regional de las últimas décadas se caracterizó por una seriede desencuentros entre la capital del departamento y esa región, dis-crepancias que en sus momentos de mayor tensión inclusive contem-plaron amenazas de separación del Chaco respecto del departamentoy la constitución de uno nuevo con el nombre de Germán Busch.

Sin duda el tema de las regalías es el más sensible para los chaque-ños, pero no es el único. La capital de departamento reprodujo históri-camente con relación al Chaco un modelo idéntico al centralismo queella misma padecía respecto a La Paz y al Eje Central en su conjunto.Además, el Chaco es una región cuyas élites reclaman para sí una iden-tidad propia frecuentemente reivindicada en contra de lo “tarijeño”.

Del mismo modo, el Chaco actualmente se ha convertido en undestino atractivo para corrientes migratorias del occidente del país.En su mayoría se trata de gente del norte de Potosí y otras regionesdeprimidas que migran hacia la llanura chaqueña en busca de oportu-

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nidades de vida, muchos de ellos integran el movimiento de los “SinTierra”, actualmente en conflicto con los ganaderos de la región. Esteproceso de migración, que responde a un fenómeno económico, estádespertando sentimientos de intolerancia y actitudes de discrimina-ción en la región.

Pero más allá de todo ello, el Gran Chaco es sin duda la regiónmás dinámica del departamento y la que tiene mayores posibilidadesde insertarse en los procesos suscitados por la globalización. En efec-to, el Gran Chaco no sólo es la principal fuente de gas del país, la se-gunda del continente, sino que es, por su situación geográfica de fron-tera con dos socios del Mercosur, Argentina y Paraguay, un territorioestratégico y privilegiado para cualquier iniciativa de integraciónsubregional.

Esta suma de factores también está motivando a la cooperacióninternacional a priorizar al Chaco en el financiamiento de iniciativas,fundamentalmente vinculadas al medioambiente, fortalecimiento mu-nicipal y atención a grupos vulnerables, especialmente a las comuni-dades indígenas. Lamentablemente estas intervenciones de desarro-llo de diversa índole, especialmente a cargo de ONG, se están realizandocon pocos criterios de coordinación, en muchos casos sin la participa-ción de las poblaciones locales e incurriendo con mucha frecuencia enla duplicidad de esfuerzos.

Por todas estas razones, porque el Chaco es vital para cualquierproceso de concertación departamental viable y sostenible, porque elproceso irresuelto de constitución regional demanda de una nuevaforma de articulación de la provincia con la capital y porque la regiónchaqueña puede constituirse en el eje de articulación del departamen-to con los procesos de integración subregional, dinamizando de esamanera su economía, una aproximación a la institucionalidad, las di-námicas económicas y poblacionales, las identidades culturales, losfenómenos migratorios, en fin, un acercamiento reflexivo a la realidadactual del Chaco, es sin duda una tarea pendiente que puede proveer

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insumos para entender lo que está sucediendo en esta importante ecoregión y, lo que es más importante, para brindar algunas pautas parael futuro.

En ese sentido, este documento pretende dar información, perofundamentalmente contribuir modestamente a un proceso de reflexiónineludible sobre la situación actual de la región y los posibles escena-rios por donde deberá discurrir su desarrollo.

Finalmente, creemos que una mirada a lo que está sucediendo enel Chaco en estos días nos puede dar pistas muy importantes en laperspectiva de pensar en las regiones de nuestro país como “la fuerzaestratégica que ayude a Bolivia a insertarse a la globalización”, pues“toda globalización, usando este término en sentido muy amplio ytranshistórico, implica especializaciones regionales o locales, que respon-den, precisamente, a las determinaciones estructurales externas, tantopara adaptarse a ellas como para enfrentarlas con estrategias alterna-tivas”. 2

1. El proceso histórico de constitución de la región chaqueña

Las nociones de frontera, conflicto y marginación son quizás lasque de mejor manera nos ayudan a entender el proceso de constitu-ción de la región chaqueña. En efecto, a lo largo del siglo XIX y bienentrado el XX, el Chaco fue visto como un espacio ajeno e indómito,territorio de frontera3 del poder español, primero, y luego de una repú-blica abstracta y remota para los habitantes de estas tierras,mayoritariamente indígenas, con la excepción de algunos colonizado-res que fundaron los primeros establecimientos ganaderos de la región.

2 Abínzano, Roberto. “Globalización, regiones y fronteras”. Gestión de las transformaciones sociales – MOST.Documentos de debate, No. 27.

3 Entenderemos frontera no en el sentido tradicional de límite internacional, sino como un espacio deinteracción cultural, donde se construyen relaciones y se suscitan conflictos.

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Tarija, San Bernardo de la Frontera, es decir el Valle Central, desa-rrolló frente al Chaco una relación casi de beligerancia, alimentadapor la memoria histórica colectiva originada en los enfrentamientosde los primeros habitantes de la Villa con las poblaciones indígenaschaqueñas que en reiteradas oportunidades asaltaron y saquearon di-versos pueblos de avanzada fundados por los españoles.

Esa relación, fundada en la memoria del conflicto, se manifestóluego en las denominaciones que a modo de toponimias le fueron ad-judicadas al Chaco, desde las crónicas coloniales que lo llamaron “tie-rra incógnita a la vuelta de la cordillera” o simplemente “el desierto”,hasta el apelativo de “infierno verde” como se lo conoció en los som-bríos días de la contienda con el Paraguay.

La condición de frontera del Chaco, es decir, de ser un espaciodesconocido, extraño e inexplorado, supuestamente deshabitado,motivó sucesivas exploraciones propiciadas por gobiernos que pre-tendían sentar soberanía sobre un territorio de límites internacionalesinciertos pero que se lo intuía pletórico de riquezas.4 Las expedicionesmás destacadas son las que emprenden Jules Crevaux en 1882 y luegode la muerte de éste en manos de los tobas, la expedición de DanielCampos y Arthur Thouar, que se plantea como objetivos rescatar losrestos de Crevaux y abrir una ruta hacia el Paraguay.

La llegada de los primeros ganaderos hacia la región chaqueñadata de finales del siglo XIX, a partir de la fundación de las misionesSan Francisco Solano en 1860 y San Antonio de Padua en 1869, en lasmárgenes del río Pilcomayo, cercanas ambas a lo que hoy es la ciudadde Villamontes. Inicialmente se trataba de comerciantes criollos que

4 Es interesante constatar que esta condición de frontera del Chaco es atribuida por otros investigadores ala región de Tarija en su conjunto: “...es posible visualizar a Tarija como un corredor fronterizo y migrato-rio producto de su localización en una zona de contactos y conflictos multiétnicos” (Presta). “El espaciogeográfico que comprende los valles tarijeños con su ligazón a las llanuras del Chaco, es territorio quepresenta características que lo definen como territorio de tránsito, es decir, como confluencia de relacio-nes, de desplazamientos poblacionales e intereses de un conjunto de culturas, sociedades y naciones”(Hinojosa).

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se asientan precariamente al amparo de las misiones franciscanas yprogresivamente van ocupando tierras en permanente conflicto conlos indígenas, especialmente en la llanura chaqueña.

Pero fue recién durante la Guerra con el Paraguay (1932-1935) queel país descubrió al Chaco y una vez más puso al desnudo su condi-ción de frontera.

La Guerra del Chaco, con toda su secuela de infortunios, es la cul-minación de un proceso de conflictos que tienen como consecuenciadirecta la expulsión de poblaciones indígenas chaqueñas, proceso quecomienza en 1905 con la secularización de las misiones franciscanas yla creación de la Delegación Nacional del Gran Chaco y por tanto eladvenimiento del ejército y de los ganaderos en sustitución de los mi-sioneros. De esa manera, pueblos indígenas como los lengua, chorotes,tobas y nivaclé son expulsados en su totalidad hacia la Argentina y elParaguay, en tanto que una numerosa población de tapietes y guaraníeshuyen hacia el Chaco paraguayo y en menor medida a la Argentina.Es interesante constatar que recién hoy, luego de casi un siglo de acon-tecido ese éxodo, los indígenas del Chaco boliviano están retomandocontacto con las comunidades de Argentina y Paraguay, en un proce-so de reencuentro motivado por la búsqueda de soluciones conjuntasa problemas que en este tiempo rebasan las fronteras y afectan a todospor igual.

Los indígenas que no emigran, especialmente los weehenayek,sirven al ejército boliviano en calidad de peones para la apertura desendas y de chalaneros para el transporte de las tropas en el río Pilco-mayo. Sin embargo, los indígenas nunca fueron reconocidos comoexcombatientes y ninguno de ellos figura en las listas de quienes reci-ben la pensión vitalicia que el Estado otorga a quienes fueron movili-zados para la contienda.

De esa manera, los conflictos previos a la guerra del Chaco y lapropia contienda armada, paradójicamente sirven para el vaciamien-to de las tierras indígenas poniéndolas de esta manera a disposición

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de los ganaderos. Una vez concluida la contienda el Ejército repartetierras entre los ganaderos y excombatientes que deciden quedarse enel Chaco, en su mayoría provenientes del Valle Central de Tarija o delos valles de Cinti y Chichas, al sur de Chuquisaca y Potosí, respecti-vamente.

Igualmente, el impacto que tuvo en el Chaco la Reforma Agrariade 1953, fue simplemente el de legalizar las tierras anteriormente ocu-padas por los ganaderos, reduciendo a los indígenas, de acuerdo altexto de la Ley, a “grupos selvícolas” sin ningún derecho a ser benefi-ciarios en el reparto de tierras. Solo en 1970 la Misión Sueca Libre deVillamontes tramita títulos comunitarios para los weehenayek, logran-do apenas la dotación a once comunidades en 1972 y sin lograr unaefectiva seguridad jurídica frente a la ocupación de terceros.

Así, la desmovilización de la Guerra y la colonización motivadapor el proceso de reforma agraria produjeron en las décadas del cua-renta y cincuenta una dinámica de ocupación de las tierras antes po-seídas por las comunidades indígenas, las cuales fueron desplazadasa los lugares más inhóspitos e inaccesibles, cuando no, como se indicócon anterioridad, hacia la Argentina5 y el Paraguay. Paradójicamente,las sendas y picadas construidas por los indígenas bajo las órdenes delejército en campaña sirvieron más tarde para facilitar los asentamientosganaderos en la llanura chaqueña.

En los años sesenta y setenta, el Chaco fue de alguna manera in-corporado a los planes desarrollistas muy en boga en la época, en sumayoría impulsados por las corporaciones de desarrollo que se crea-ron en ese entonces. De ese tiempo datan proyectos como la Fábricade Aceite de Villamontes, el programa algodonero de Puerto Margari-ta y el proyecto multipropósito PROVISA (Proyecto Sachapera-Villa-montes). Todos ellos terminaron en rotundos fracasos.

5 En esta época se produce el auge de los ingenios azucareros del norte argentino, especialmente los deLibertador San Martín o Ledesma, que absorben gran cantidad de mano de obra indígena provenientedel Chaco boliviano.

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Una constante en toda la historia republicana del Chaco, en reali-dad hasta nuestros días, ha sido el fenómeno de la migración, origina-da por diversas causas, pero fundamentalmente por la búsqueda denuevas oportunidades económicas, sea consiguiendo tierras para laproducción agropecuaria o insertándose en el circuito comercial de lafrontera con la Argentina.

A diferencia de lo que sucedió en el Chaco paraguayo y tambiénen el argentino, no se produjeron grandes migraciones extranjeras ha-cia el Chaco boliviano y tampoco se propició, en el pasado, la recep-ción de inversionistas extranjeros. Un intento fallido de ello fue la CasaAlemana Staud, quien recibió en concesión por parte del GobiernoNacional, durante la segunda década del siglo pasado, gran parte delChaco con el propósito de iniciar la crianza de ganado mayor para suexportación. Sin embargo, la empresa, que durante algunos años hizoimportantes inversiones, no prosperó como habían planeado sus pro-pietarios, disminuyendo paulatinamente su interés y sus inversio-nes, de tal modo que años antes de iniciada la contienda bélica con elParaguay, la empresa abandonó completamente la zona.6 Sólo en losúltimos años se produjeron los asentamientos de las coloniasmenonitas Del Sur y Florida, en la Primera Sección de la provinciaGran Chaco.

La noción de frontera acompañó las migraciones hacia el Chaco,creando en los recién llegados lo que Turner llama “una forma de vidapionera”,7 pues esos hombres y mujeres tienen que enfrentarse a lasadversidades de un ecosistema desconocido para ellos, especialmentepara aquellos que provenían de la región andina de nuestro país. Laforma de vida desarrollada por los migrantes, con el tiempo, da lugara lo que hoy los geógrafos humanos denominan los “mitos fronteri-

6 Ministerio de Desarrollo Sostenible y Planificación. Diagnóstico y evaluación territorial del Municipio deVillamontes, La Paz, abril de 2000.

7 Citado por Reboratti, Carlos en Fronteras agrarias en América Latina. Cuadernos Críticos de GeografíaHumana, No. 87, mayo de 1990.

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zos” y que con el transcurso de los años se convertirán en la ideologíapredominante de los nuevos habitantes del Chaco.

El mito fronterizo, ese sentimiento de adquirir algo solo en razónal esfuerzo y el sacrificio, tiene la virtud de otorgar derechos y conso-lidar y alentar identidades. Es muy frecuente escuchar de los actualesganaderos chaqueños, como un alegato en sus conflictos con los nue-vos migrantes o los propios indígenas, frases como “nosotros sufrimospara conseguir lo que tenemos, ellos quieren las cosas a lo fácil, cuando llega-mos ésta era una tierra salvaje”. Esta ideología de la frontera es, en ciertomodo, el fundamento actual de las élites chaqueñas en su interpela-ción a los nuevos migrantes.

En este mito fronterizo también encontró uno de sus fundamen-tos el sistema de la hacienda que fue instaurado especialmente en laregión del Chaco subandino8 y cuyos resabios aún perduran en lasprovincias del Chaco chuquisaqueño. Así, el patrón o propietario dehacienda se asume a sí mismo como el pionero que venció a la natu-raleza y redujo a los salvajes, recibiendo a cambio el derecho a explo-tar la mano de obra indígena de manera casi gratuita, y también elprivilegio de explotar los recursos naturales en su exclusivo benefi-cio.

A partir de todos estos antecedentes que configuran un complejoescenario social, signado por el fenómeno de la migración, es difícilhablar de “una” o “única” identidad chaqueña, sino más bien de lacoexistencia de una diversidad de identidades y culturas. Así, con eltranscurso de los años, el Chaco se ha consolidado como un espaciodonde conviven, no siempre exentos de conflicto, una gran diversi-dad de pueblos y culturas, evidenciando lo que ya en 1733 el misione-ro franciscano Pedro de Lozano atribuyó como significado de su nom-bre: multitud de naciones.

8 Normalmente en el Chaco boliviano se reconocen tres grandes unidades fisiográficas: i) la sub andina ii)el pie de monte y iii) la llanura chaqueña. Estas unidades poseen características particulares en los aspec-tos climáticos, poblacionales y socioeconómicos.

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Diversidad de pueblos y culturas, pero también una muy rica va-riedad natural. En efecto, pese al persistente y pertinaz saqueo de lanaturaleza, aún hoy el Chaco es uno de los reservorios más ricos enbiodiversidad y otros recursos. Los expertos afirman que el Gran Cha-co en su conjunto es, después de la Amazonía, la mayor área boscosade América del Sur y que, a pesar de la aridez de la mayor parte delterritorio, hay mayor cantidad de plantas comestibles por hectárea enel Chaco que en la selva pluvial amazónica. Hay pueblos indígenaschaqueños capaces de reconocer más de 200 plantas comestibles y esen ese conocimiento, hoy amenazado, en el que fundan su sobrevivencia.9

Igualmente, como producto del severo marginamiento al que es-tuvo sometido el Chaco, sus habitantes han desarrollado una visión“ensimismada” de la región, concibiendo a ésta como una isla libradaa su propia suerte. De ahí que muchos chaqueños vean en el toborochila metáfora más clara de lo que pretenden que su región sea, puescomo es sabido el toborochi es una especie nativa de este ecosistema,que almacena agua durante la época de lluvias y así sobrevive de suspropias reservas en el seco invierno chaqueño. Sin embargo, más alláde todo simbolismo, la realidad de la marginalidad, elevada a discur-so, manejado fundamentalmente, pero no exclusivamente por las éliteschaqueñas, ha devenido con el transcurso del tiempo en un factor im-portante de cohesión social.

Sin embargo, este secular aislamiento se vio abruptamente alteradoen los últimos tiempos a raíz del advenimiento de nuevas realidadeseconómicas y sociales en la región a partir de una serie de fenómenosmayormente externos pero con un gran impacto en las estructuras másíntimas del territorio y en los habitantes chaqueños. Se trata de fenóme-nos ligados a la explotación de hidrocarburos, a la consideración delChaco como un eventual punto de paso de los corredores de integra-ción bioceánica, a la explosión demográfica en ciudades intermedias

9 Walambá, El Gran Chaco Americano: Alternativas de sustentabilidad para el Gran Chaco. Argentina, 2000.

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como Yacuiba, debido al auge comercial con la Argentina, a la crecienteimportancia que está cobrando el ecosistema chaqueño para las agen-cias de cooperación internacional y al surgimiento de iniciativas de arti-culación e integración trinacional (Argentina, Bolivia y Paraguay) deactores chaqueños (indígenas, organismos no gubernamentales y otros).

Así, el Chaco, hasta hace pocos años sumido en un provincialismoproverbial, aunque con asomos de una modernidad que nunca termi-naba de aterrizar, a causa de los fenómenos antes descritos, comienzaa vislumbrar una nueva y compleja dinámica socioeconómica. Estasnuevas realidades están planteando desafíos que someten a prueba lainstitucionalidad chaqueña, reconfiguran los escenarios de relación dela región con el poder estatal y cuestionan los roles tradicionales delos diversos actores que hasta hoy configuraron el panorama social,económico y cultural de la región, desnudando graves déficit degobernabilidad, liderazgo y capacidad de negociación, en ellos y en larelación con actores externos. Y evidenciando también complejas si-tuaciones de inequidad y exclusión social.

2. Una mirada al desarrollo social y a la economía regional

El Gran Chaco Americano abarca alrededor de 1.100.000 km2, delos cuales el 50 por ciento corresponde a territorio de Argentina, 15por ciento de Bolivia y 35 por ciento de Paraguay.10 Se puede clasificareste gran ecosistema en tres subzonas: Chaco Sub húmedo con preci-pitaciones que van de 1.200 a 700 mm, Chaco Semiárido con 700 a 500mm y Árido con 500 a 300 mm, de tal suerte que el régimen pluvial esel principal factor no solo para definir las regiones sino también lasactividades productivas.

10 En diversos documentos y mapas del Gran Chaco Americano se incluye también al Brasil como parteintegrante de este ecosistema e inclusive, según documentos de la UICN, igualmente abarcaría una pe-queña porción del Uruguay.

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El Chaco argentino abarca seiscientos mil km2 y ocupa el 22 porciento de la superficie continental del país e involucra a diez provin-cias, ya sea totalmente o a partes sustanciales de ellas. En tanto que el

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Chaco correspondiente al Paraguay posee una extensión de 246.925km2, que representa el 60 por ciento del territorio nacional y en lopolítico y administrativo comprende a tres departamentos.

En Bolivia, el ecosistema chaqueño está fragmentado en lo políti-co y administrativo en tres departamentos: Chuquisaca, Santa Cruz yTarija, cubriendo un área de 127.755 km2, lo cual representa el 11,6 porciento del territorio nacional, lo que comprende a su vez cinco provin-cias y dieciséis municipios. Tiene una población total de 277.372 habi-tantes, lo que constituye el 3,5 por ciento de la población total de Boli-via.

De los tres departamentos chaqueños, Tarija es el que posee elmayor porcentaje de población en esa región con relación al total de-partamental; así, mientras Chuquisaca y Santa Cruz presentan un 11 y6 por ciento, respectivamente, Tarija tiene al 31 por ciento de su pobla-ción total concentrada en las provincias chaqueñas. Ello a pesar deque Santa Cruz posee el 67,50 por ciento de la superficie total del Cha-co boliviano y Tarija apenas el 17,79 por ciento, en tanto que el restante14.69 por ciento se encuentra en el departamento de Chuquisaca.

La mayor concentración de población urbana se da en la ciudadde Yacuiba, constituyendo no sólo el municipio más poblado del Cha-co tarijeño, sino de la región en su conjunto, en tanto que, al otro extre-mo, el municipio menos poblado del Chaco boliviano es Huacaya, conapenas 2.270 habitantes. En tanto que el municipio con menor densi-dad demográfica del Chaco del departamento de Tarija es Caraparícon 10.128 habitantes, según proyecciones al 2000.

Otro aspecto resaltante es que, en contraste con el resto del país, laregión chaqueña en su conjunto posee mayor población masculina quefemenina. En el caso de las provincias del Chaco tarijeño, esta diferen-cia se aproxima a las cuatro mil personas, porcentualmente muy porencima de la media nacional.

De acuerdo a los índices de Desarrollo Humano (IDH), los munici-pios chaqueños muestran dos realidades diferentes: por una parte

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Yacuiba (0.529) y Villamontes (0.513) tienen índices medios ocupandolos lugares 3 y 4, respectivamente, entre los 11 municipios del departa-mento de Tarija; en tanto que Caraparí (0.425) y Entre Ríos (0.406) po-seen índices bajos, ocupando los lugares 7 y 8. Esta disparidad se hacemás evidente en la tasa de alfabetismo, pues Yacuiba y Villamontes nosólo que tienen niveles mucho más elevados que los dos restantes muni-cipios chaqueños, sino que ocupan los dos primeros lugares del departa-mento con una tasa de 86 por ciento, en tanto que en el otro extremo seencuentra Entre Ríos con 65 por ciento y el octavo lugar del departamento.

Igualmente, los índices de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI)muestran disparidades visibles. Así, mientras Yacuiba y Villamontesposeen sus NBI en 67 por ciento y 65 por ciento, respectivamente, alotro extremo se encuentran Entre Ríos con 91 por ciento y Caraparícon 92 por ciento.

Donde también se evidencian disparidades, pero esta vez dadaspor el criterio poblacional adoptado por la norma vigente en la distri-bución de recursos, es en la coparticipación tributaria municipal. Si-tuación que permanentemente es objeto de cuestionamientos, sobretodo en Yacuiba, debido a que en los momentos de auge del comerciocon la Argentina, esa sección llegó a tener, según estimaciones de lasautoridades municipales, alrededor de setenta mil habitantes.

En tanto que el Índice de Vulnerabilidad Social (IVS)11 construidopor el PNUD en 1998, da como resultado para la provincia Gran Chacoun 0.54 y para O´Connor 0.64, es decir hay un mayor nivel de vulnera-bilidad social en esta última provincia, no sólo en relación al GranChaco sino a las demás provincias del departamento de Tarija, quecomo promedio consigna un IVS de 0.53.

Del mismo modo, el Índice de Desarrollo Relativo al Género (IDG)muestra datos reveladores. Así, Yacuiba consigna un 0.497, Villamontes

11 El Índice de Vulnerabilidad Social (IVS) se construye en base al promedio de 5 indicadores (Cultural,Ambiental, Educativo, Económico y Político). A más alto índice, más alta es la vulnerabilidad social.

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0.483, Caraparí 0.392 y Entre Ríos 0.366, existiendo disparidades entreel nivel de ingresos de los municipios con más alto IDG y los munici-pios con un índice más bajo (Yacuiba 0.182 y Entre Ríos 0.082). Yacuibay Villamontes son los municipios que presentan el más alto IDG encorrespondencia con un IDH más alto respecto de los municipioschaqueños del departamento de Tarija. La relación entre IDH y el IDG

es, como en el resto del país, negativa. En todos los casos el IDG esmenor al IDH, demostrando que las mujeres de los municipios máspobres son las más afectadas por la ausencia de un desarrollo humanoequitativo.12

Esta disparidad entre municipios que comparten un mismo eco-sistema se explica por varias razones, entre ellas las siguientes: i)Yacuiba y Villamontes poseen mayor concentración de población ur-bana; ii) Yacuiba y Villamontes se encuentran en el eje fronterizo conla Argentina y el Paraguay, por tanto se benefician de la dinámica eco-nómica que genera el intercambio comercial con esos países, especial-mente con el primero; iii) Entre Ríos, que como constatamos ocupa elúltimo lugar en la escala de IDH, muestra índices bajos de desarrolloen razón a la escasa población urbana que posee, pero también debidoal hecho de que entre sus habitantes rurales se encuentran las comuni-dades indígenas guaraníes, con altos índices de pobreza e inequidad.

Del mismo modo los municipios que integran la región del Chacotarijeño muestran índices bajos de densidad poblacional, encontrán-dose en un extremo Villamontes con apenas 2.11 h./km2 y Yacuiba enel otro con 9.02. Una vez más, este último índice responde a la reali-dad de acelerado crecimiento urbano de la ciudad de Yacuiba.

Si bien siempre se observó al Chaco desde la óptica de la ruralidad,las estadísticas recientes están mostrando una realidad de crecimientoacelerado de la población urbana y se espera que los resultados del

12 El Índice de Desarrollo Relativo al Género (IDG) se construye en las mismas dimensiones y con las mis-mas variables que el IDH, pero toma en cuenta la desigualdad de logro entre mujeres y hombres.

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reciente censo ratifiquen esta tendencia. Así, en las ciudades inter-medias de Camiri, Yacuiba, Villamontes y Monteagudo se concentraalrededor del 50 por ciento del total de la población del Chaco boli-viano; algo similar sucede en el Chaco tarijeño, donde Yacuiba,Villamontes, Caraparí y Entre Ríos ya contienen a más de la mitadde la población total del área. De tal suerte que lo urbano debe serentendido como una realidad emergente y, consecuentemente, debeser tomada en cuenta a la hora de definir estrategias y políticas dedesarrollo para la región.

Con relación a la educación, el 18,9 de la población en edad esco-lar de las provincias del Chaco tarijeño no asiste a centros educativos.El servicio educativo en el área está concentrado en el ciclo básico.Sólo las unidades educativas de las ciudades intermedias ofertan gra-dos del nivel secundario, lo que ocasiona la interrupción de la escola-ridad y, en muchos casos, motiva la migración campo-ciudad.

A partir de la aplicación de la Reforma Educativa se está imple-mentado en las comunidades indígenas de la región una educaciónintercultural bilingüe que, a pesar de las dificultades, sobre todo debi-do a la carencia de maestros capacitados, está actualmente en plenafase de fortalecimiento.

En la región son también importantes diversas iniciativas de edu-cación alternativa, desarrolladas por instituciones dependientes de laIglesia Católica, en coordinación con las direcciones distritales de edu-cación. Ejemplos de ello son el Instituto Radiofónico Fe y Alegría (IRFA),que tiene como objetivo la reducción de las altas tasas de analfabetis-mo entre la población adulta; los Centros de Educación Media Ace-lerada (CEMA Rurales), que tienen un método semipresencial y, ade-más de brindar educación formal, realizan actividades ligadas a laproducción agrícola y pecuaria. Si bien estas unidades educativasestán ubicadas en la provincia Cordillera de Santa Cruz, extiendende manera efectiva sus servicios hacia la región chaqueña de Chu-quisaca y Tarija.

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A partir de este conjunto de datos podemos caracterizar al Chacotarijeño como una región con baja densidad poblacional, en un proce-so creciente y sostenido de urbanización, con grandes disparidades endesarrollo humano entre los municipios que lo conforman (y tambiénal interior de ellos).

2.1. Actividad económica

En el Chaco tarijeño el rubro económico de mayor importancia enla actualidad es la producción de hidrocarburos, sin embargo, dadaslas características de esta actividad, intensidad en capital y tecnología,no es la que mayor mano de obra emplea, pues la población en sumayor parte se vincula a la actividad agropecuaria, que ocupa el se-gundo lugar de importancia en la región.

La actividad hidrocarburífera es sin duda la que mayor dinamis-mo tiene en la región chaqueña y el departamento de Tarija en su con-junto. Como veremos más adelante, esta especie de “centralidad pe-

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trolera” que está adquiriendo la economía regional y en gran medidatambién la nacional, está convirtiéndose en un factor ordenador dela vida regional, al condicionar y modelar la institucionalidad y elrol de los actores sociales, con serias consecuencias en la gobernabi-lidad, aunque también creando oportunidades para avanzar en laequidad.

De acuerdo a información actualizada, Bolivia posee 46,8 trillonesde pies cúbicos (TCF) de gas natural, certificados en marzo de 2001.Con los descubrimientos recientes reportados entre marzo y julio deeste año, esas reservas pasarán a cifras por encima de los 50 TCF. To-mando en cuenta que los proyectos de GNL (Gas Natural Líquido) queson estudiados por el grupo BG-Bp-Repsol, y de manera separada porTotal Elf, y tambieén el posible aumento de ventas anunciado al Brasilde más de 30 MMCD, todavía quedan considerables reservas sin mer-cado, por lo tanto sin capacidad para monetizarse.13

13 “Energía y Negocios”, separata de Energy Press, agosto 2001, pp. 10-11.

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Un dato que da cuenta de la importancia de las reservas de gasnatural que posee nuestro país es su ubicación actual en relación aotros países latinoamericanos:

El segundo lugar sólo después de Venezuela, que ocupa actual-mente nuestro país entre las naciones del continente que poseen reser-vas de gas natural, está dado fundamentalmente por la riquezahidrocarburífera que posee el Chaco tarijeño, pues el 85,9 por cientode las reservas nacionales está ubicado precisamente en esta región.

La ganadería, de menor proporción en el Chaco sub andino y másextendida en la llanura chaqueña, se desarrolla bajo un modelo tradi-cional de explotación caracterizado por ser extensivo, basado en lavegetación natural y con escasas inversiones en infraestructura.

La baja productividad es una de las características de la ganaderíaen la región chaqueña, la cual obedece a una serie de factores limitantesintrínsecos a este tipo de labor y que tienen que ver con el manejo delganado, como las deficiencias de sanidad, pasturas e infraestructuraadecuada. Sin embargo, una limitación estructural para la actividadganadera es la escasez de agua propia del ecosistema chaqueño.

Si bien la escasez de agua es una limitante estructural y no unavariable circunstancial, este hecho no es del todo asumido por los ga-naderos de la región, quienes año a año se declaran en estado de emer-gencia por la sequía y demandan del Estado recursos para paliar la“emergencia”, que con seguridad se repetirá el próximo año. Son po-cos los emprendimientos ganaderos que con nuevas visiones empre-sariales y criterios más modernos de manejo del ganado, están asu-miendo a la sequía como una característica del ecosistema y no comouna contingencia.

Un dato muy revelador y que da luces acerca del modelo tradicio-nal de manejo de ganado en el Chaco es el hecho de que actualmentelos ganaderos de la región están demandando del Estado el reconoci-miento de un patrón de carga animal que oscila entre 40 y 22 hectáreaspor cabeza de ganado bovino. Paradójicamente, las colonias menonitas

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en el Chaco paraguayo, gracias al mejoramiento de la infraestructuray a la implementación de pasturas cultivadas, están alcanzando unarelación de una cabeza por hectárea.14

La agricultura se caracteriza por ser una actividad ligada a la sub-sistencia de la población campesina e indígena; en este último caso esmayormente practicada por las comunidades que habitan el subandinoy el pie de monte, en tanto que la actividad ganadera, como dijimos,se produce con mayor intensidad en la llanura chaqueña.

La actividad extractiva forestal en el Chaco ha tenido histórica-mente un carácter selectivo, dirigido a especies demandadas por elmercado nacional e internacional de maderas. Así, una de las especiesmás explotadas fue el quebracho colorado (Schinopsis quebracho), ma-sivamente extraído con la finalidad de responder a una gran demandade durmientes para la construcción de vías férreas en el país y para laexportación a mercados de Perú y Argentina. Asimismo, la demandade productos forestales para combustión, ya sea con fines domésticoso industriales, producción de ladrillos y caleras principalmente, tieneun impacto considerable sobre la vegetación leñosa.

En la actualidad no existen prácticamente concesiones forestalesen la región del Chaco tarijeño; sin embargo, todavía perdura una in-tensa actividad clandestina que es atribuida a campesinos que presio-nados por la pobreza comercializan ilegalmente madera, en forma di-recta o transformada en carbón, en las ciudades intermedias y en menormedida en la capital del departamento.

Sin embargo, actualmente familias campesinas de Villamontesestán produciendo plantines de quebracho (Schinopsis quebracho),una especie nativa del Chaco, que posteriormente son vendidos a lasempresas petroleras que, para mitigar el impacto ambiental, estánobligadas a reforestar sus áreas de intervención. Antes del surgimien-

14 Fundación para el Desarrollo Sustentable del Chaco, Conservación y uso sostenible de los recursos naturales enel Chaco: Identificación de la problemática y los actores y elaboración de una agenda preliminar, Unión Mundialpara la Naturaleza (UICN), Paraguay, 1999. pág. 17.

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to de estas iniciativas las empresas reforestaban con especies exóti-cas traídas de fuera de la región. En este sencillo ejemplo observa-mos una actividad rentable, con un mercado seguro, que contribuyea la preservación del medioambiente y que además convierte unaamenaza en una oportunidad de mayores ingresos para las familiasdel lugar.

La actividad pesquera es desarrollada por las comunidades indí-genas y, en menor grado, campesinas ribereñas, debido a que las es-trategias de sobrevivencia de estas poblaciones están ligadas a la ex-tracción de esta riqueza. El consumo cotidiano de peces constituye laprincipal fuente de proteínas de esta población. Durante cuatro mesesal año las comunidades weehenayek tienen como principal actividadeconómica la pesca artesanal, especialmente del sábalo (Prochilodusplatensis holmberg).

Finalmente, la actividad artesanal en general es de carácter utili-tario, destinándose un reducido margen a la comercialización. Es unalabor desarrollada principalmente por las comunidades indígenas. Lasmujeres guaraníes trabajan cestería de palma y los weehenayek, sobretodo en la época de la veda de pesca comercial en el río Pilcomayo,elaboran artesanías de palma, palo santo (Bulnesia sarmientoi) y tejidosde carahuata (Bromelia serra). En algunas comunidades existen artesa-nos campesinos que trabajan el cuero, fundamentalmente en la elabo-ración de aperos para la actividad ganadera.

Es interesante constatar que son muy pocos los actores locales queven en la nueva dinámica económica que está viviendo el Chaco unaoportunidad para desarrollar iniciativas económicas microempre-sariales que les permitan mejorar su calidad de vida. Agricultores en-trevistados manifestaron que eso es así a causa de las dificultades paraacceder a los mercados y que la demanda de productos que generanlas empresas petroleras no les benefician en nada debido a que éstascontratan a proveedores de Santa Cruz y en algunos casos de la Ar-gentina.

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3. Pueblos indígenas, medioambiente y recursos naturales

Contrariamente a lo que de manera común se cree, el departa-mento de Tarija comparte con el resto de Bolivia esa rica diversidadétnica y cultural que de manera tan rotunda nos define como país. Lanegación, conciente o no, de lo indígena como un componente funda-mental de la identidad regional tarijeña obedece a una serie de razo-nes estrechamente ligadas a la manera cómo históricamente ocurre elproceso de constitución de la región.

En efecto, Tarija –pensando en el Valle Central que históricamenteejerce una clara hegemonía frente al resto del departamento– desarro-lla ante los pueblos indígenas que habitan su territorio una visión derechazo como producto de una memoria histórica alimentada por lasferoces arremetidas que los primeros habitantes de la villa sufrieronpor parte de los indígenas chaqueños. Tal vez los actuales asomos deintolerancia y temor a lo diferente, muy enraizados en algunos secto-res sociales tradicionales de la región, obedezcan justamente a esamemoria de conflicto. Por otra parte, a diferencia de ciudades comoLa Paz o El Alto, donde la presencia indígena tiene claras connotacio-nes urbanas, en Tarija es un fenómeno mayormente rural y, como en elpaís en su conjunto, en el departamento lo rural fue objeto de unapermanente desvalorización y negación, hecho que afectó histórica-mente a la visibilidad de las comunidades indígenas en los programasde desarrollo y también en el imaginario social de sus habitantes ur-banos.

Sin embargo, es importante destacar que en los últimos años, es-pecialmente a partir de la dictación de la Ley de Participación Popu-lar, las reformas a la Constitución Política del Estado, el reconocimien-to del Estado, a través de la Ley INRA, de los territorios indígenas bajola figura de Tierras Comunitarias de Origen, la ratificación del Conve-nio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, se produce unarevalorización de los derechos de las comunidades indígenas, espe-

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cialmente en los espacios de poder local propiciados por el proceso demunicipalización del país. Producto de ello, en Villamontes existe unaSub-alcaldía Indígena bajo la responsabilidad del pueblo Weenhayeky en el municipio de Entre Ríos en el Comité de Vigilancia se da unaactiva participación de representantes guaraníes.

La relación de pueblos y comunidades indígenas que habitan laregión chaqueña del departamento de Tarija, es la siguiente:

Comunidades guaraníes del Itika Guasú

Las comunidades que componen el territorio del Itika Guasú son:Ivoca, Kumandaroti, Itaparara, Itaguasuti, Yuati, Zapaterambia, Puer-to Margarita, Imirenda, Chimeo, Lagunitas, Mbuipitarenda, Alto losZarzos, Suarurito, Acheral, Tentapiau, Ivopeiti, Ñaguanaurenda,Yumbia, Casa de Piedra, Salado Grande, Tentaguasu, Chalana Vieja,Arenal, Yukimbia, Karatindi, Cahuarina, Fuerte Viejo, Agua BuenaYukupita, Yukiporo, Ñaurenda, Saladito, Mokomokal, Tomatirenda,Itayuro, Potrerillos y Agua Rica.

De acuerdo a un censo realizado por el Centro de Estudios Regio-nales de Tarija y otras instituciones, en la región existen 502 unidadesfamiliares.15

El territorio guaraní del Itika Guasú se encuentra ubicado en lasprovincias Gran Chaco y O’Connor del departamento de Tarija, cuyaextensión es de 216.002 Ha., demandadas ante el Instituto Nacional deReforma Agraria. Al territorio del Itika Guasú lo atraviesa el RíoPilcomayo, que es su principal fuente de agua. Este río tiene otrosafluentes como el río Salado, el río Timboy, el río Suarurito y el río dePalos Blancos.

15 Utilizamos la información elaborada por las instituciones con presencia en la región, debido a que elCenso de Población y Vivienda realizado en 1992 no permite una clara diferenciación de la población porcriterios étnicos.

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Comunidades guaraníes de la zona de Yacuiba

Las comunidades guaraníes que se encuentran en la zona deYacuiba son las siguientes: La Grampa, Lapachal Bajo, Campo Gran-de, Agüayrenda, Palmar Chico, Laguna Seca, San Francisco del Intí,Caiza, Barrial, Yagüacüa, Sunchal, Sachapera, Timboytiguasu,Yukirenda y El Bagual.

De acuerdo a un censo realizado por el CER-DET en la Zona deYacuiba existen 350 unidades familiares.

Las comunidades guaraníes de esta zona se encuentran en la pri-mera sección de la provincia Gran Chaco del departamento de Tarija.El área de influencia de las comunidades abarca desde la serranía delAgüaragüe, siguiendo al este hasta los límites del Territorio Weenhayeky al norte hasta la frontera con la Argentina, formando una figura trian-gular. Este espacio es actualmente reclamado por las comunidadesguaraníes y se encuentra en etapa de trámite de Tierra Comunitariade Origen ante el Instituto Nacional de Reforma Agraria.

Comunidades weenhayek de Villamontes

Las comunidades del territorio Weenhayek son: Capirendita,Tuntei, Kilómetro 1, San Antonio, Quebracheral, Circunvalación, TresPozos, Algarrobal, San Bernardo, Bella Esperanza, Resistencia, Vizca-cheral, La Purísima, Antezana, Yuchán, Crevaux, Sauzal, Las Moras yTimboy.

De acuerdo a un censo realizado por el CER-DET en la región exis-ten 512 unidades familiares weenhayek.

El territorio weenhayek cubre una franja que, desde Villamontes,se extiende a lo largo del margen derecho del Río Pilcomayo; tambiénexisten asentamientos alejados del río hacia el oeste como las comuni-dades de Timboy, Palmar Grande y Tati. La propiedad legal de esteterritorio, ocupado históricamente por estas comunidades indígenas,

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fue establecido mediante el DS 23500 de 19 de mayo de 1993, que loconsidera integrado por las dos áreas señaladas anteriormente y conuna superficie total de 195.659 Has.

Comunidades tapiete de Villamontes

Las comunidades tapietes que aún se mantienen como tales en lamargen izquierda del río Pilcomayo son Samayhuate y Cutaiqui.

De acuerdo a un censo realizado por el CER-DET en la región exis-ten 13 unidades familiares tapiete.

Una vez concluido el proceso de saneamiento, el Estado ha reco-nocido en favor del pueblo tapiete una extensión de 24.870 Has. Esteterritorio, el primero titulado en el departamento de Tarija, se encuen-tra ubicado al margen izquierdo del Río Pilcomayo, continuo a la fron-tera con el Paraguay, en el cantón Ibibobo, 3ra. Sección de la provinciaGran Chaco del departamento de Tarija, a 130 Km. de la ciudad deVilla Montes.

Las comunidades guaraníes, tanto de la región del Itika Guasúcomo de Yacuiba, tienen como principal actividad la agricultura, ba-sada especialmente en la producción de maíz. En tanto que las comu-nidades indígenas weehenayek y tapiete, a diferencia de las guaraníes,no tienen como principal actividad económica la agricultura y man-tienen estrategias diversificadas de sobrevivencia, que incluyen a lapesca en el río Pilcomayo, la recolección de especies vegetales y derecursos de origen animal, la caza, una agricultura reducida y la críade animales a escala doméstica.

3.1. La situación de los recursos naturales

Una de las características esenciales de la región chaqueña es lafragilidad de su ecosistema, por el tipo de suelos, mayoramente are-nosos y pobres en nutrientes, las escasas e irregulares precipitaciones,

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las altas temperaturas, que en conjunción hacen difícil los procesos derecuperación de la vegetación nativa y la producción de la biomasa.Dada esa fragilidad, y pese a contarse con una relativa baja densidadpoblacional, la región evidencia un franco proceso de degradaciónambiental que se manifiesta en una disminución de la cobertura vege-tal y un empobrecimiento de los suelos, así como una menor pobla-ción de fauna silvestre y de recursos hidrobiológicos.16 Estas caracte-rísticas ambientales, unidas a las particularidades de su geografíahumana, hacen de este ecosistema algo muy peculiar en el planeta.

Las causas principales de la degradación ambiental son el sobre-pastoreo y/o inadecuadas prácticas de pastoreo, la tala de árboles parafabricar carbón, la deforestación con fines comerciales o de amplia-ción de la frontera agrícola, especialmente en áreas susceptibles a laerosión eólica, la caza indiscriminada, la quema descontrolada depastizales, los impactos de la actividad petrolera y la implementaciónde proyectos de desarrollo, mayormente de infraestructura, sin tomaren cuenta los impactos ambientales. Todo ello en el marco un modelode explotación de los recursos naturales predominantemente prima-rio-extractivo o, como algunos lo denominan, “minería del bosque”.

Las características ambientales del ecosistema chaqueño, como nopodía ser de otro modo, han actuado como un factor espontáneo deordenamiento de los asentamientos humanos y sus actividades pro-ductivas. Así, los asentamientos poblacionales se dan mayormente al-rededor de una fuente de agua, en las riberas del río Pilcomayo porejemplo, y en el pie de monte, en tanto que la llanura chaqueña poseeuna población menos densa y muy dispersa, debido al tipo de gana-dería que se practica en esa zona.

Uno de los principales problemas ambientales percibidos por lospobladores es el proceso de desertificación de los suelos, que afecta de

16 FUNDAPAZ, Proyecto trinacional para el desarrollo dostenible del Gran Chaco Americano con ComunidadesCampesinas e Indígenas. Argentina, febrero de 2001.

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manera directa a la producción agrícola y a la calidad ambiental. Laactividad forestal y agropecuaria sin criterios de manejo se traducenen la sistemática degradación de los suelos con potencial productivo yconsiguientemente ocasionan la acentuación de la desertificación.

Igualmente, en diversos diagnósticos la población del Chaco iden-tifica el deterioro de los ríos y los impactos de la actividad petrolerasobre el medio ambiente como dos problemas ambientales de granimportancia para la ecoregión. En el primer tema, el deterioro de losríos, el caso del Pilcomayo es el más destacado, debido a la importan-cia que tiene este curso de agua para la economía de la región y lasestrategias de sobrevivencia de las comunidades indígenas y campe-sinas que viven en sus márgenes.

La contaminación de los ríos, especialmente del Pilcomayo, debi-do a la intensa actividad minera en la cuenca alta (departamento dePotosí) está ocasionando el deterioro ambiental de los cursos de aguade la región, disminuyendo drásticamente la población de especiesictícolas y afectando la economía regional y la seguridad alimentariade las comunidades ribereñas, especialmente de las indígenas.

Frente a este panorama de sistemático deterioro ambiental, en losúltimos años diversas áreas del Chaco tarijeño han sido objeto de pro-gramas de protección gestionados principalmente por organizacionesno gubernamentales:17

• La reserva Privada de Patrimonio Natural El Corbalán ubica-da dentro de los límites de la Tercera Sección de la provinciaGran Chaco, que cuenta con una extensión de 4.500 hectáreasdonde se preserva una muestra representativa del Chacosemiárido. Es importante destacar que ésta es la primera uni-dad de conservación privada que se implementa en Bolivia.

17 Ayala Bluske, Rodrigo (Ed.), Áreas protegidas del departamento de Tarija, PROMETA – IYA, Tarija, 1998.

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• El Parque Nacional Aguaragüe que abarca amplias zonas delas tres secciones de la provincia Gran Chaco, con una super-ficie total de 118.700 hectáreas. Esta área protegida tiene comoobjetivo la conservación de una muestra representativa de labiodiversidad existente en los ecosistemas de transición entrela selva de montaña y el Chaco húmedo, así como la protec-ción del Aguaragüe como un regulador del régimen hídricodel Chaco seco, y como una fuente de agua de las ciudades deVillamontes, Yacuiba, Caraparí y las comunidades rurales quese encuentran en su área de influencia.

• Reserva del Quebracho Colorado ubicada en la Tercera Sec-ción de la Provincia Gran Chaco con una superficie de 129.801hectáreas. Los objetivos de esta reserva son preservar unamuestra representativa de la biodiversidad del Chaco árido ysemiárido y conservar relictos del género Quebracho Colora-do (Schinopsis quebracho), especie en peligro de extinción.

La declaración de estas porciones del territorio chaqueño comoáreas de protección y por tanto sujetas a un régimen legal especial quelimita las actividades productivas de las comunidades campesinas eindígenas que se encuentran dentro de su jurisdicción, ha puesto en laagenda del debate regional la necesidad de compatibilizar las necesi-dades de desarrollo y conservación, en la perspectiva de consolidarun modelo de desarrollo sostenible.

4. Impacto de las reformas al Estado

4.1. Ley de Participación Popular y municipalización

El advenimiento de la Ley de Participación Popular se produce enun momento en que la presencia estatal en el Chaco vivía un periodo

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de gran debilidad, pues las regionales de la corporación de desarrolloCODETAR se habían reducido a una mínima expresión a causa de lacarencia de recursos y la progresiva pérdida de legitimidad, luego deuna serie de intentos erráticos por generar procesos de desarrollo, entanto que los municipios languidecían sin recursos y circunscritos es-casamente a lo urbano. De tal suerte que la LPP se convierte, a pesar dela desconfianza inicial de las organizaciones sociales de la región, enuna propuesta que respondía a las ya añejas demandas de participa-ción ciudadana y a la necesidad de involucrar a la población local,especialmente del área rural, en los procesos de desarrollo.

Es importante destacar que el municipio de Entre Ríos, ProvinciaO´Connor, es elegido como sección municipal piloto en la aplicacióndel proceso de participación popular; ello implica que muchos de losinstrumentos de planificación y gestión municipal son primeramenteaplicados en esta sección y, una vez validados, socializados entre losmás de trescientos municipios del país. Este hecho también motivaque la discusión y reflexión en torno a la LPP sea mucho más intensaen la región del Chaco en comparación con otras áreas del departa-mento de Tarija.

En un primer momento de aplicación de la LPP, las organizacio-nes indígenas chaqueñas la cuestionan argumentando que este procesocon el tiempo fragmentaría a las organizaciones indígenas nacionales,como la CIDOB y la APG. Ello debido a que el horizonte reivindicativode estas organizaciones se circunscribiría a lo municipal en detrimen-to de demandas nacionales que en ese momento las instancias matri-ces negociaban con el gobierno central, especialmente las referidas ala recuperación de los territorios indígenas ancestrales. Sin embargo,con el transcurso del tiempo, las organizaciones indígenas no sólo quese adscribieron al proceso de participación popular, sino que a partirde la emergencia de la nueva realidad institucional y administrativacreada por esa norma, reconfiguraron los roles de sus diferentes nive-les orgánicos, dejando para las instancias nacionales la interlocución

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con el gobierno central, en tanto que los niveles intermedios, como lascapitanías zonales y regionales, se articulaban con los espacios muni-cipales.

El proceso que sigue la participación popular en relación a las co-munidades indígenas no se reproduce con la misma rapidez en lasáreas campesinas, debido fundamentalmente a la debilidad organiza-tiva de estas comunidades; lo propio sucede en los centros urbanos,donde las juntas vecinales hasta hoy en día no terminan de asumir losroles que les asigna la nueva norma.

De alguna manera, la LPP rompe con la lógica prevaleciente, fun-damentada en experiencias negativas del pasado, de que todo lo queproviene del Estado es digno de sospecha y por tanto lo más aconseja-ble es oponerse. Esta lógica “contra estatal” o de oposición por princi-pio, encontraba mayor ascendiente entre las organizaciones gremialesy las ONG que reivindicaban su carácter “alternativo” al Estado. A partirde la implementación de la LPP, se tendió una serie de puentes entrelos actores de la sociedad civil y los municipios, particularmente delas propias ONG que así dejaron sus parcelas tradicionales de acción,generalmente micro regiones sin referencias político administrativas,para asumir al municipio como la unidad de planificación y gestión desus actividades de desarrollo. (Algunas ONG son criticadas debido aque habrían perdido toda su capacidad contestataria al convertirse ensimples entidades ejecutoras de proyectos licitados por el municipio).

En las entrevistas realizadas para el presente estudio, se observaque los actores regionales de manera general perciben que la Ley deParticipación Popular tuvo un impacto positivo en la región chaqueña,especialmente por los mayores espacios de participación ciudadanaque propicia y la asignación de recursos, sin embargo cuestionan tam-bién que al amparo de ella se estén generando pequeñas burocraciaslocales con los vicios del Estado central y el la corrupción, antes con-centrada en pocas manos, ahora se haya extendido, puesto que losmecanismos de fiscalización no han logrado eficacia.

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Sin embargo, a pesar de estas limitaciones y más allá de formali-dades como el reconocimiento de personerías jurídicas a las comuni-dades campesinas e indígenas, el proceso suscitado por la Ley de Par-ticipación Popular tuvo la virtud de dar noción de ciudadanía a lascomunidades locales, quienes a partir de ese proceso comenzaron ainteractuar con el municipio y a convertirse progresivamente en agen-tes de su propio desarrollo.

Del mismo modo, la LPP motivó procesos de fortalecimiento insti-tucional y también la reactivación, y en algunos casos el surgimien-to, de organizaciones comunales, particularmente entre comunida-des indígenas y campesinas, que buscaron su reconocimiento encalidad de Organizaciones Territoriales de Base (OTB). Este fenómeno,con excepción de Villamontes, no tuvo la misma repercusión en lasáreas urbanas, como ya dijimos. En el caso de Yacuiba ello se explicaporque el grueso de la población está conformada por comerciantesflotantes que están adscritos a organizaciones más de carácter gre-mial que vecinal.

Técnicos de los municipio de Villamontes y Yacuiba coincidieronen manifestar que un efecto contraproducente de la Ley de Participa-ción Popular es que acrecentó la visión asistencialista de las comuni-dades rurales, que a partir de la implementación de dicha Ley redu-cen su accionar casi exclusivamente a demandar la atención delmunicipio en rubros que con anterioridad eran autogestionados porla propia organización comunal, especialmente en temas de educa-ción y salud. Del mismo modo manifestaron que las OTB conocen muybien sus derechos pero no así sus obligaciones.

En otra perspectiva de análisis, en lo que va del proceso de muni-cipalización, los gobiernos municipales de la región chaqueña demos-traron serios problemas de gobernabilidad. En el periodo municipalanterior, es decir el que va de 1995 a 1999, Yacuiba tuvo cinco alcaldesy varios de ellos con cuestionamientos por supuestos malos manejoseconómicos. En Villamontes hubo dos alcaldes y en lo que va del ac-

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tual periodo también se cambió esa autoridad en una oportunidad. EnCaraparí en el anterior periodo hubo tres alcaldes y en el actual dos.

Entre Ríos es el municipio que mayor estabilidad muestra, puesen el anterior periodo el alcalde municipal cumplió su periodo de cua-tro años y en el actual se mantiene el elegido inicialmente. Este hechoes atribuido a que Entre Ríos es el municipio chaqueño más influidopor la capital del departamento y en muchas oportunidades los pac-tos políticos que se realizan son parte de las negociaciones entre lospartidos que dominan el escenario político de la ciudad de Tarija.

Este gran déficit de gobernabilidad se debe a la excesiva politiza-ción del proceso democrático municipal y al rigor de las disputas po-líticas en poblaciones pequeñas, donde lo político asume en muchasoportunidades matices muy personalizados y las coordenadas que ri-gen el accionar de los diferentes actores políticos no obedecen lealta-des partidarias y tampoco las directrices de los partidos en el ámbitonacional. Un ejemplo de ello es que las alianzas que se propician paraacceder al gobierno municipal en muchas oportunidades contradicenrotundamente a los acuerdos nacionales, y no es extraño ver en unmismo esquema a partidos de la oposición y del oficialismo.

También debe considerarse que la falta de experiencia y tradiciónen los nuevos esquemas de poder local atentan contra lagobernabilidad, al existir todavía inmadurez política e institucionalen los principales actores de estos procesos.

En relación al impacto de la LPP en el avance de las mujeres, tam-bién es importante destacar que la provincia O´Connor fue una regiónpiloto para la implementación de experiencias de planificaciónparticipativa municipal con perspectiva de genero. Ello tiene intere-santes repercusiones en el movimiento de mujeres de la provincia yproduce, entre otros resultados, que las organizaciones de mujeres in-dígenas y campesinas hayan identificado sus propuestas y demandas,de cara al proceso electoral municipal de 1999, y luego negociado estaagenda con los candidatos y candidatas en un foro político abierto,

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tratando de que éstos firmen un compromiso de cumplimiento de es-tas demandas, en caso de que se conviertan en autoridades municipa-les. Así, varias propuestas de las mujeres son incorporadas a los pla-nes operativos municipales y, aunque no se cumplen estrictamente,abren espacios de participación y de gestión municipal a las mujeres dela provincia. En tanto que en el municipio de Yacuiba se crea un ServicioLegal Integral de Apoyo a las Mujeres y un Programa Municipal de laMujer, en la perspectiva de institucionalizar políticas de género.

Estos avances, exiguos pero sin duda importantes, paradójicamenteno se reflejan en el incremento de la participación política de las muje-res, pues el único municipio del Chaco que tuvo a una mujer comoalcaldesa fue el de Caraparí, en dos oportunidades, en tanto que larelación de concejalas que actualmente se encuentran en gestión es lasiguiente:

Municipio de Yacuiba: tres concejalas.Municipio de Entre Ríos: una concejala.Municipio de Villamontes: dos concejalas.Municipio de Caraparí: ninguna concejala.

Igualmente, no existen representantes mujeres en los comités devigilancia de las secciones municipales y tampoco ninguna mujer ocupael cargo de consejera departamental.

Ya en una perspectiva histórica, los críticos a la LPP arguyen que elimpacto de los recursos distribuidos por ella en el departamento deTarija es mínimo, debido a que la región sólo posee el 4% de la pobla-ción nacional y porque en los criterios de redistribución no se toma encuenta la magnitud de la contribución impositiva de la región, nota-blemente incrementada por el auge de la explotación hidrocarburífera.Sin embargo, en los niveles locales estos recursos, aunque evidente-mente escasos, son valorados en consideración a que en el pasado losingresos municipales eran inexistentes o mínimos.

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Además, con una gestión adecuada los pocos recursos que pro-porciona la LPP pueden servir para apalancar recursos de la coopera-ción internacional.

Ahora bien, es evidente que los recursos provenientes de la parti-cipación popular son mínimos en comparación a los ingresos que per-cibirá la región en su conjunto, y particularmente el Chaco, por con-cepto de regalías petroleras, de tal suerte que la población chaqueña ylas autoridades locales están cifrando sus aspiraciones de desarrollomás en esos recursos que en los de participación popular. Este hechotiene como consecuencia directa que la atención y las prioridades delos diferentes actores chaqueños en los dos últimos años hayan estadomás dirigidas a negociar las condiciones de distribución de las rega-lías que al propio proceso de participación popular.

A su vez, esta disparidad en los montos de los recursos percibidos,vía municipios, por una parte, y a través de subprefecturas ycorregimientos que responden a la Prefectura Departamental, por otra,está revitalizando la línea del Poder Ejecutivo en detrimento de lomunicipal. Es posible prever en el futuro cercano una desvalorizaciónde lo municipal, porque los municipios sólo podrán acceder a recur-sos de las regalías a través de proyectos concurrentes con lassubprefecturas y corregimientos, situación no normada sino librada aacuerdos circunstanciales que por lo general no se cumplen porquelas adscripciones partidarias de las autoridades municipales no co-rresponden con las de la prefectura.

Los riesgos para la visión del desarrollo y la gobernabilidad de laregión saltan a la vista. Por una parte, es sabido que en el nivel municipalexiste una más clara percepción de las demandas de la población, debidoa la cotidiana relación del municipio con la sociedad y a las prácticas departicipación que ya se han desarrollado en estos años de participaciónpopular. De tal manera que integrar estas demandas de desarrollo a lasprioridades de las subprefecturas y corregimientos será un gran desafío,lamentablemente librado a la voluntad política de los actores involucrados.

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Por otra parte, esta parcelación de los recursos, cuyo uso estarámediado por actores con diferentes grados de legitimidad e intereses–recordemos que los subprefectos y corregidores son nombrados porel Prefecto–, limitará sin duda la posibilidad de encarar un proceso dedesarrollo integral. A lo que se suma el hecho, como veremos luegocon más detenimiento, de que en virtud a las negociaciones llevadasadelante por los actores chaqueños y el Ejecutivo departamental, losrecursos de las regalías serán divididos entre las tres secciones muni-cipales del Gran Chaco en una relación del 33 por ciento a cada una,del 45 por ciento que le corresponde a la provincia. En suma, se pro-duce una doble ruptura: a nivel municipal entre subprefectura y mu-nicipio y, a nivel provincial, entre las tres secciones. Algo similar suce-derá en O´Connor, la otra provincia chaqueña, pues ésta actualmentereclama para sí un tratamiento similar al resto de las seccioneschaqueñas en la distribución de las regalías.

Finalmente, los mecanismos de control y fiscalización ciudadanosestán casi exclusivamente circunscritos al esquema municipal. Loscomités de vigilancia, por ejemplo, no tienen ninguna competencia enla fiscalización a las subprefecturas y corregimientos. Esto sin dudaplantea el desafío de optimizar los niveles de fiscalización de estasparcelas de poder prefectural, ya sea fortaleciendo el Consejo Depar-tamental y el Provincial, o creando, como proponen algunos actoresdepartamentales y locales, comités de desarrollo seccional.

4.2. Descentralización administrativa

Para las élites chaqueñas la descentralización siempre será insufi-ciente, pues las expectativas de autogobierno que tienen rebasan has-ta las más agresivas propuestas descentralizadoras y se asoman másbien a una propuesta de corte federal. De ahí que el actual esquema dedescentralización vigente en el país a partir de 1996 diste mucho delas aspiraciones de los actores chaqueños, que se encuentran plasma-

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das en una serie de anteproyectos de Ley de Descentralización Admi-nistrativa.

En este punto es importante destacar que el movimiento cívico tarijeñofue un actor fundamental en la generación de propuestas en los largosaños de discusión que precedieron a la dictación de la actual Ley de Des-centralización, y los cívicos chaqueños fueron parte activa de ese proce-so. De ahí que el modelo de descentralización imaginado desde la región,que contemplaba entre otras medidas profundamente desconcentradorasdel poder político, la elección directa por voto popular de los prefectos ylos integrantes del Consejo Departamental, sea el parámetro a partir delcual hoy se mide y evalúa la descentralización vigente.

En una perspectiva crítica, en reiteradas oportunidades autorida-des municipales y dirigentes cívicos manifestaron que antes de la des-centralización sus demandas eran más fácilmente negociables en LaPaz que ahora ante la Prefectura de Tarija. Es probable que ésta seauna exageración, pero da cuenta de los sentimientos negativos y de larelación de conflicto latente que aún rige las relaciones entre las pro-vincias chaqueñas y el Ejecutivo departamental.

Por otra parte, el rol del Consejo Departamental es escasamentevalorado, primero porque es considerado un instrumento de la Pre-fectura, que no realiza ninguna labor efectiva de fiscalización y, se-gundo, porque se considera que carece de representatividad. Esto úl-timo debido a que la provincia Gran Chaco posee solo dos consejeros,uno por población y otro por territorio, lo que no corresponde con elhecho de que en la provincia existen tres secciones municipales. Parasubsanar esta limitación, se llegó a un acuerdo que establece que elconsejero por población corresponderá siempre a Yacuiba, por tratar-se de la sección municipal más poblada, en tanto que el designado porterritorio tendrá un carácter rotativo entre Caraparí y Villamontes. Sinembargo, por tratarse de un acuerdo sin respaldo legal, está sujeto alas negociaciones políticas entre los partidos que eventualmente con-formen los tres consejos municipales.

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Los acuerdos logrados entre el Chaco y el gobierno departamen-tal respecto a la forma de distribución de las regalías petroleras, aun-que pusieron en evidencia la carencia de institucionalidad que existeen el Gran Chaco, también sirvieron para cuestionar el rol del ConsejoDepartamental y particularmente de los consejeros de las provinciaschaqueñas. Se consideró que por sus características este ente departa-mental no podría cumplir con las funciones de fiscalización de la Pre-fectura y menos asumir el rol rector de la planificación del desarrollo.Ello está motivando, como apuntamos anteriormente, a la creación deconsejos seccionales de desarrollo y al fortalecimiento del ya consti-tuido Consejo Provincial de Desarrollo del Gran Chaco. De tal suerteque de no mediar una reforma legal que amplíe las competencias y démayor legitimidad al Consejo Departamental, se visualiza que en elfuturo tendrá un carácter más difusamente departamental que de nexocon las provincias y secciones.

Finalmente, las subprefecturas y corregimientos no son ajenos alclima de ingobernabilidad que se presenta en los municipios chaque-ños: los cambios de estas autoridades en las capitales de provincia comoYacuiba y Entre Ríos, así como de los corregidores mayores en Villa-montes y Caraparí, están a la orden del día. La razón de esta inestabi-lidad es atribuida a los frecuentes cambios de prefectos que experi-mentó el departamento de Tarija.

A raíz de que estas autoridades no son elegidas por el voto popu-lar sino nombradas por los Prefectos, los subprefectos y corregidoresviven un verdadero conflicto de lealtades, pues por una parte debenresponder al poder departamental que los nombró, pero también a suregión. Este conflicto se hace evidente en los momentos de crisis, porejemplo cuando se discutió el tema del porcentaje de participación enlas regalías petroleras o cuando la toma de tierras por parte del movi-miento de los campesinos sin tierra.

Otro aspecto que limita los alcances de la descentralización es laescasa coordinación que existe entre el nivel ejecutivo (Sub prefectura

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y corregimientos mayores) y los gobiernos municipales de las seccio-nes, falta de coordinación que se agudiza cuando estas instancias lo-cales están en manos de diferentes partidos políticos.

Los acuerdos logrados en torno al monto y los mecanismos dedistribución de las regalías a la región chaqueña son, resumidamente,los siguientes:

• La Prefectura se compromete destinar el 45 por ciento del 11por ciento que le corresponde al departamento en favor de laProvincia Gran Chaco.

• En virtud a un acuerdo entre las tres secciones municipalesese 45 por ciento debe ser distribuido en forma igualitaria.18

En este punto se establece que está distribución se hará efecti-va en base a “una ley financial” que determina las inversionespriorizadas por cada sección. De no ser así, los recursos ten-drían que ser utilizados en proyectos que involucren a las tressecciones. Sin embargo, la efectividad real de este mecanismoes cuestionable, por lo que es más probable una distribuciónllana y simple, lo que dificultará la realización de proyectosde un impacto que rebase los limites de una sección.

• En el esquema definido, son las subprefecturas y los corregi-mientos mayores los que rinden cuentas de las transferenciasde los recursos a la Prefectura, que por Ley es el custodio delos recursos departamentales. Para poder hacer efectivo estemecanismo de distribución, la Prefectura aprovechó el mar-gen que le brinda la ley para hacer transferencias de recursosa cargo de una cuenta documentada de la que se le debe ren-dir cuentas en el término de 60 días. En ese plazo, la Subpre-

18 Si bien este mecanismo de distribución porcentual del 45 por ciento de las regalías no está consignadoexplícitamente en el documento formal del acuerdo suscrito entre la Prefectura del Departamento y elGran Chaco, una representación posterior de la provincia en la ciudad de Tarija lo demandó y en loshechos fue instituido.

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fectura y los corregimientos deberán aplicar esos recursos enpartidas aprobadas en la ley financial. Si en los sesenta siguien-tes días no se ejecutan esos recursos, la Prefectura tiene la po-testad de interrumpir el flujo financiero a la sección corres-pondiente.

Este nuevo mecanismo de distribución de los recursos de las rega-lías, vigente a partir del segundo semestre del año 2001, está eviden-ciando una notable debilidad institucional en las subprefecturas ycorregimientos de las secciones municipales, los cuales poseen unamuy baja capacidad de ejecución. Esta situación, de no resolverse enel corto plazo, se acrecentará en las futuras gestiones, pues el montototal de las regalías se incrementará progresivamente.

Por este motivo, las subprefecturas y corregimientos están crean-do unidades de planificación en medio de grandes dificultades, puescontrariamente a los municipios, estas entidades no poseen una tradi-ción de planificación. En el esquema anterior a la Ley de Descentrali-zación, esta tarea era competencia de la Corporación de Desarrollo deTarija y, en los hechos, antes de desaparecer ésta no transfirió su expe-riencia institucional a la Prefectura. Ésta heredó la infraestructura perono las capacidades ni la experiencia. En cambio los municipios sí, por-que los antiguos funcionarios provinciales de las corporaciones enmuchas ocasiones pasaron a formar parte de los cuerpos técnicos delas alcaldías.

En las negociaciones que precedieron al acuerdo antes citado, laPrefectura proponía una figura en virtud de la cual el uso de los recur-sos debería ser planificado por el Consejo Provincial de Desarrollo delGran Chaco, donde están representadas las subprefecturas y loscorregimientos, además de los actores locales más importantes, inclui-dos los municipios. En tanto que la distribución misma de los recur-sos, siempre siguiendo la propuesta prefectural, debía hacerse en basea criterios básicos como población, ubicación de los campos petrolí-

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feros que generan las regalías e índices de pobreza. Pero esta propues-ta fue desechada por los representantes cívicos del Gran Chaco.

Sin duda el contenido de los acuerdos antes citados tendrá unagran repercusión en el desarrollo de la región y de alguna maneramodelará lo escenarios futuros, institucionales y políticos, por un lar-go plazo, veinte años según los actuales contratos de aprovechamien-to de los hidrocarburos, que de acuerdo a las proyecciones estimadassobre las reservas existentes podrían extenderse a cuarenta.

A primera vista se puede pronosticar que se acrecentarán las difi-cultades para hacer del Chaco una región articulada y con una visióncomún del futuro, en la medida en que las organizaciones e institucio-nes chaqueñas se volcarán al nivel seccional, en detrimento de lo pro-vincial y regional.

Además, el que la modalidad de distribución de los recursos noconsidere la densidad poblacional de las secciones generará con segu-ridad grandes disparidades. Por ejemplo, Caraparí, que según el cen-so de 1992 apenas rebasaba los siete mil habitantes, recibirá la mismacantidad de recursos que Yacuiba, que para ese entonces ya estabacerca de los cincuenta mil y con un índice de crecimiento demográficoque está muy por encima del de las demás secciones municipaleschaqueñas y es uno de los más altos del país.

Por su parte, la provincia O´Connor está demandando que, unavez que los campos petroleros en su territorio entren en la fase de pro-ducción, se le asigne un trato similar al dado a la provincia Gran Cha-co, es decir el 45 por ciento de las regalías, aunque todavía no se haconsensuado los mecanismos para realizar las inversiones.

Sin embargo, autoridades municipales y dirigentes cívicoschaqueños, principalmente motivados por la constatación de la es-casa capacidad de gestión de las sub prefecturas y corregimientos,están comenzando a poner en la agenda de discusión regional la po-sibilidad de que los recursos de las regalías sean municipalizados, esdecir, que los municipios seccionales asuman la responsabilidad de

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las inversiones de acuerdo a sus competencias y que sean las depen-dencias seccionales y provinciales del Ejecutivo departamental lasque generen proyectos concurrentes con los municipios para las obrasde alcance provincial, y no a la inversa como actualmente está defi-nido.

Los argumentos que se están manejando a favor de la municipali-zación de las regalías, entre otros, son: i) los mecanismos de controlciudadano están dirigidos hacia el municipio y no así hacia las subpre-fecturas y corregimientos; ii) los municipios, pese a sus limitaciones,están más institucionalizados y poseen mayor capacidad de gestión;iii) por su cercanía con la población local, los municipios son más sen-sibles a las demandas ciudadanas; iv) las autoridades municipalesposeen mayor legitimidad que los sub prefectos y corregidores debi-do a que son elegidos por el voto popular, en tanto que las autorida-des del Ejecutivo son nombradas por el Prefecto que a su vez es desig-nado por el Presidente de la República, lo que entraña, además, unmayor riesgo de uso político de los recursos.

Esta propuesta, que como indicamos está progresivamente ganan-do más adeptos, tiene como principal obstáculo la actual normativa,según la cual las regalías están bajo la responsabilidad del Ejecutivodepartamental. Frente a ello se plantea la necesidad de modificar laLey o de crear normas de excepción.

En tanto la reforma legal demandada prospere y avizorandolas dificultades que con seguridad se encontrarán, se está discutien-do, como lo indicamos ya varias veces, la creación de consejos seccio-nales de desarrollo que asuman el rol de monitorear el proceso deplanificación del desarrollo en las secciones, propiciar proyectos con-currentes entre las subprefecturas y corregimientos con los gobiernosmunicipales y realizar labores de fiscalización. A su vez, estos conse-jos seccionales se articularían en el Consejo Provincial de Desarrollodel Gran Chaco en la perspectiva de consensuar inversiones de im-pacto provincial.

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4.3. Capitalización de las empresas públicas

Contrariamente a lo que sucede en otras regiones del país, en elChaco existe una actitud más benévola para con la capitalización delas empresas públicas, ello en razón de los beneficios que traerán lasinversiones en el sector hidrocarburos, pero también debido a que laprimera experiencia que se conoció en la región de transferencia depropiedad estatal a manos de actores privados fue la privatización dela Fábrica de Aceites de Villamontes, que culminó en un fracaso ro-tundo, pues esta factoría fue desmantelada y sus activos están actual-mente hipotecados en el sistema bancario nacional.

Sin embargo, el mayor cuestionamiento que se sostiene en contrade la capitalización, en lo que respecta a los yacimientos de gas, es queeste proceso no contó con la participación de los actores locales y tam-bién se considera que el precio de venta del gas a Brasil está por deba-jo de su valor real. Igualmente se cuestionan las condiciones en lascuales se negociaron las concesiones con las empresas petroleras, puesen virtud a las nuevas disposiciones, los consorcios internacionales sellevan el 82 por ciento de las utilidades, en tanto que el 18 por cientorestante es repartido de la siguiente manera: 11 por ciento por concep-to de regalías departamentales, el 1 por ciento para el Fondo de Com-pensación para Beni y Pando y el restante 6 por ciento para el TesoroGeneral de la Nación (TGN) dinero que actualmente es destinado engran parte al mantenimiento de YPFB.

Un argumento en contra de la capitalización, en reiteradas opor-tunidades manifestado por diversos actores locales entrevistados, estáreferido al impacto ambiental de las actividades petroleras, muchoscreen que el balance final de la actividad petrolera será negativo parael Chaco justamente porque los saldos ambientales serán superiores alos beneficios logrados.

El impacto que están causando las actividades de exploración,explotación y transporte de los hidrocarburos en la región y particu-

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larmente en los territorios indígenas es de grandes dimensiones. Laapertura de brechas, las continuas explosiones, el tránsito permanentede equipo pesado, el despido de desechos tóxicos, etc., están afectan-do el hábitat de diversas especies animales que tradicionalmente ser-vían de sustento para las comunidades indígenas. Del mismo modo,el vertido de residuos tóxicos en cursos de agua está profundizando lacontaminación del río Pilcomayo, principal fuente de agua y de recur-sos piscícolas para las poblaciones ribereñas. Recordemos que las co-munidades indígenas, particularmente el pueblo weenhayek, debidoa que no practican la agricultura, poseen como principal estrategiaeconómica la comercialización de peces del Pilcomayo, los que tam-bién constituyen su principal fuente alimenticia. Asimismo la apertu-ra de brechas para el transito de vehículos y la construcción de ductosocasionan el talado de superficies considerables de bosque nativo, es-pecialmente de especies que sirven para el alimento y la elaboraciónde enseres y artesanías de las comunidades, labor de la que mayor-mente se ocupan las mujeres indígenas.

Frente a esta situación, las comunidades locales, especialmente lasindígenas, están buscando la forma de negociar acuerdos con las em-presas petroleras destinados a lograr la mitigación de los impactossociales y ambientales resultantes de las actividades desarrolladas poréstas. Debido a la debilidad del Estado y sus reparticiones departa-mentales y provinciales, estas negociaciones se están realizando en elmarco de una absoluta desigualdad y no se sujetan a los planes dedesarrollo de las comunidades indígenas sino a prebendas (dotaciónde juegos deportivos u otro tipo de materiales de recreación), canali-zadas por algunos dirigentes. Del mismo modo las actividades de lasempresas no son fiscalizadas de manera permanente a la luz de la nor-mativa ambiental vigente en el país.

En reiteradas oportunidades las instituciones cívicas de la regióny también las organizaciones indígenas manifestaron que si bien estánde acuerdo con la explotación de los recursos naturales del subsuelo,

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estas actividades deberían sujetarse a las normas ambientales vigen-tes y deberían contemplar compensaciones por los impactos negati-vos que inevitablemente traen aparejados este tipo de actividades.Poniendo en la agenda regional la necesidad de definir políticas y crearuna conciencia de responsabilidad social en el sector empresarial vin-culado a este tipo de actividades, pues como indica Francisco Sabatini“Los proyectos de desarrollo deberán integrar a su función de costoslos impactos negativos que causen a las comunidades locales. En tér-minos más generales, la empresa moderna se ve enfrentada cada vezmás a la necesidad de incluir el desarrollo local y la protección delmedio ambiente entre sus funciones sociales, que se suman a las tradi-cionales de crear empleo y riqueza”.19

Igualmente la capitalización de Entel es cuestionada debido a quela empresa capitalizadora, con la finalidad de optimizar sus inversio-nes, desmontó la oficina de Villamontes concentrando toda la parteadministrativa en la ciudad de Yacuiba, lo que ocasionó el despido detrabajadores y otras pérdidas. Aunque se reconoce que el servicio detelecomunicaciones mejoró en su calidad y cobertura al extendersehacia gran parte del área rural chaqueña.

5. Élites, actores sociales y conflictos

5.1. Las élites chaqueñas

La formación de las elites chaqueñas está estrechamente ligada a laconstitución histórica de la región. Socialmente son producto de las pri-meras migraciones y en lo económico su origen está en la ganadería, com-binada con actividades extractivas, particularmente forestales.20

19 Sabatini, Francisco, Participación y localidad: problemas, conflictos y negociación.20 En el pasado, una fuente importante de acumulación económica para importantes sectores de las élites

chaqueñas fue la explotación intensiva y selectiva de Quebracho Colorado.

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No se trata, como en otros casos, de élites que se hacen primor-dialmente al amparo del Estado, sino en virtud a su ausencia. En efec-to, las familias tradicionales de la región, si bien antes del advenimientode las reformas al Estado, particularmente de la democratización delos municipios, detentaban de una manera casi “natural” el poder lo-cal, el fundamento de su acumulación económica lo encuentran en ladisposición prácticamente libre de las tierras, los recursos renovablesy, en muchos casos, de una mano de obra solo nominalmente asalariada.

Las reformas del Estado, particularmente la municipalización víaparticipación popular y en alguna medida la descentralización admi-nistrativa, impactan sobre el dominio absoluto de las élites chaqueñas,al abrir espacios de participación a otros actores sociales que les dis-putan las parcelas del poder político.

Para retener el poder político, las élites chaqueñas asumen unadoble estrategia: por una parte el copamiento de los partidos políticosque se han convertido en los principales intermediarios entre la socie-dad y el Estado; y, por otra parte, la captación de liderazgos prove-nientes de sectores emergentes y que no pertenecen a los sectoreselitarios tradicionales.

Las élites chaqueñas se caracterizan por ser conservadoras y nomuy permeables a cambios que alteren su sistema de vida. Ven a lamigración de ciudadanos del interior del país, especialmente de quie-nes provienen del norte, un peligro para sus intereses. Este temor alo diferente en muchas ocasiones es disfrazado con argumentos quese pretenden racionales, como aquel de que el Chaco es un ecosistemamuy frágil y por lo tanto no es posible desarrollar actividades econó-micas de gran escala o poblarlo más de lo que ya está. Si bien en elargumento sobre la fragilidad del ecosistema chaqueño existe un fon-do de verdad, lo que preocupa a las élites chaqueñas no es la preser-vación del medio ambiente, como está probado históricamente, sinoel ver cuestionados sus mecanismos tradicionales de manejo del po-der.

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Si bien las características descritas con relación a las élites cha-queñas pueden ser generalizadas, existen algunas diferencias entre lasde Yacuiba y el resto del Chaco tarijeño. En efecto, las élites de Villa-montes, Caraparí y Entre Ríos son más provincianas y vinculadas auna economía y forma de vida con características más rurales, en tan-to que las de Yacuiba, además de poseer mayor peso político, por susvinculaciones a Santa Cruz y la Argentina, tienen visiones e interesesdiferentes ya que sus nociones de modernidad están estrechamenteligadas a los modelos que proporcionan las metrópolis mencionadas.

Un sector social que emergía con mucha fuerza, al extremo de co-menzar a disputar espacios de poder a las élites chaqueñas tradiciona-les, fue el conformado por los comerciantes exitosos, provenientes delnorte del país, quienes en el camino de afianzar su poder económicocomenzaban a buscar representación política; sin embargo, este pro-ceso quedó trunco debido a la espectacular declinación de la actividadeconómica en Yacuiba, que se basaba en el comercio con la Argentina,cuando el gobierno del país vecino impuso medidas proteccionistas.

Es importante resaltar que, durante el auge del comercio con Ar-gentina, las élites chaqueñas no ingresaron, con contadas excepciones,a esta actividad, hecho que puede atribuirse a falta de experiencia yde visión.

Sin duda, el auge económico que está experimentando el Chacoen razón a las regalías petroleras tendrá también un impacto directoen la reconfiguración del poder regional, no sólo por la presencia denuevos actores organizados que cambiarán el mapa social de la re-gión, sino también por una mayor disputa por el poder local, la quecon seguridad sucederá. Hasta hace poco tiempo, ser corregidor dealguna de las secciones era prácticamente intrascendente y las dispu-tas estaban mayormente fincadas en el espacio municipal; hoy estasinstancias del Ejecutivo departamental, en virtud a los recursos quemanejarán, son el espacio de poder más importante y, por lo tanto,objeto de mayor disputa.

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5.2. Actores sociales “tradicionales”

Las grandes reivindicaciones regionales del departamento de Tarijaestán estrechamente ligadas al accionar del movimiento cívico quehistóricamente se articuló en el Comité Cívico Pro Intereses de Tarija,21

el cual a su vez propició la estructuración de comités cívicos provin-ciales. Por las características de marginación de la región chaqueña,los comités cívicos en esta área del departamento adquirieron un ma-yor protagonismo en relación a las otras provincias tarijeñas.

La relación entre el Comité Cívico Departamental y los de las pro-vincias chaqueñas tampoco estuvo exenta de conflictividad. En efec-to, en el pasado inmediato las provincias, especialmente las del Cha-co, pugnaron por una mayor presencia en el Directorio del ComitéDepartamental, cuya Asamblea de Instituciones, máximo órgano degobierno, se vio en la obligación de crear una segunda vice presiden-cia para atender las demandas de las provincias.

Un hito importante en el desarrollo del movimiento cívico cha-queño ocurrió en 1983, cuando una serie de movilizaciones logró elreconocimiento del derecho al 45 por ciento de las regalías producidaspor los campos explotación hidrocarburífera ubicados en esa región.También por esos años las entidades cívicas gestaron el célebre Pactodel Quebracho, que por primera vez articula a todas las provincias delChaco boliviano en torno a la iniciativa de crear un décimo departa-mento en el país, demanda que, como veremos más adelante, terminaconvirtiéndose en un instrumento de presión en las frecuentementeconflictivas negociaciones entre las provincias y las instancias depar-tamentales y nacionales del Poder Ejecutivo.

Constituidos en base a representaciones corporativas y por tantomás citadinos que rurales, los comités cívicos chaqueños casi siempre

21 El movimiento cívico tarijeño tiene características peculiares en relación a otros departamentos del país.Siempre se ha considerado heredero de los cabildos ciudadanos que en los primeros años de la Repúblicafueron los que gestaron la incorporación de Tarija a la naciente Bolivia. De ahí que su legitimidad, convo-catoria e incidencia en la vida cotidiana de la región sean muy importantes.

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cumplieron las funciones de articulación y representación de los inte-reses de las élites locales de las provincias chaqueñas, que en los mo-mentos de conflicto tuvieron la capacidad de convocar tras de sí a grue-sos sectores de la sociedad chaqueña. Apelando para ello al ya clásicodiscurso de la marginalidad y el “maltrato” de la que es objeto la re-gión por parte de las autoridades gubernamentales.

En tanto que el sector campesino de la región chaqueña estáforalmente adherido a la Federación Especial de Trabajadores Campe-sinos del Gran Chaco y a la Central Provincial de O´Connor, que po-seen a su vez sub centrales y sindicatos comunales. Sin embargo, es-pecialmente en el pie de monte y la llanura chaqueña, no existe unatradición organizativa campesina muy arraigada y el funcionamientode las instancias sindicales es muy eventual.

La escasa vigencia de las organizaciones campesinas en la regiónchaqueña obedece a una serie de factores, entre los que se destacan, enel caso de llanura chaqueña, el hecho de que existe una baja densidadpoblacional y mucha dispersión, los campesinos de esa zona mayor-mente son “puesteros”22 que no se encuentran organizados. En los úl-timos tiempos, en el pie de monte y el sub andino se está viviendo unproceso de reorganización sindical motivado por la necesidad dictadapor la Ley INRA de sanear las tierras poseídas por los campesinos ytambién, en aquellos lugares donde convive población campesina conindígena, como una reacción al fortalecimiento de las organizacionesindígenas que gestionan la titulación de Tierras Comunitarias de Ori-gen e implementan planes de manejo de los recursos naturales, situa-ción que crea conflictos, particularmente en aquellos casos en los quese produce un uso competitivo de los recursos, especialmente tierra,caza y recolección.

22 La figura del “puestero” es muy reveladora de las características que tiene la ganadería chaqueña. Elpuestero es el campesino o indígena encargado de manejar el ganado por encargo de un “patrón”, quenormalmente vive en los centros poblados, pero no se encuentran bajo un sistema asalariado sino querecibe a cambio de sus servicios insumos y una parte del crecimiento natural del hato.

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Del mismo modo, en el Chaco la organización de los productoresno tiene una tradición de larga data. De hecho, los únicos productorestradicionalmente organizados han sido los ganaderos, que poseen unaestructura departamental, provincial y filiales locales, especialmenteen la llanura chaqueña donde abundan los puestos ganaderos. El rolde las asociaciones de ganaderos es cuestionado en los últimos tiem-pos, pues se considera que lejos de contribuir al desarrollo productivode sus afiliados simplemente sirve como un mecanismo para la trami-tación, no siempre exitosa, de recursos para mitigar la sequía.

En Yacuiba, la Asociación de Ganaderos del Chaco (ASOGACHACO)jugó un rol central en la lucha contra del movimiento de los sin tierra;de hecho fue la base sobre la que se constituyó el “Comité de Defensade la Propiedad Privada”.

Por otra parte, en el último tiempo han surgido diversas asocia-ciones de productores motivadas por el accionar de ONG o por la exis-tencia de proyectos de cooperación internacional que demandan laagrupación de los productores. Es el caso de APROCABAR (Asociaciónde Productores y Comunidades Agrícolas Bajo Riego) que congrega aproductores de pie de monte en Villamontes. Otra iniciativa impor-tante de articulación de los productores chaqueños es la que está sien-do gestionada por las comunidades guaraníes de la provinciaO´Connor, las cuales conformaron cooperativas de servicios producti-vos y comercialización comunitaria, especialmente entre quienes sededican al cultivo del maíz. Entre las mujeres guaraníes productorasde artesanías de palma está surgiendo una asociación con el objetivode buscar mercados y mejorar las condiciones productivas.

Estas nuevas asociaciones de productores están naciendo con unavisión empresarial renovada, con elementos de responsabilidad socialy ambiental muy interesantes, y con una gran preocupación por inno-var en base a las particulares características ecológicas de la región.Algunas de ellas participan activamente en intercambios con producto-res de otras áreas del Gran Chaco Americano, especialmente del Cha-

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co Central paraguayo. Del mismo modo, en el sector ganadero se pue-de evidenciar intentos interesantes de modernizar el sistema tradicio-nal de manejo del ganado, debido fundamentalmente a que se estáoperando un recambio generacional en el sector.

En Villamontes, junto a la Federación de Ganaderos del Chaco(FEGACHACO), la Tercera División del Ejército, acantonada en esemunicipio, juega un rol central en la vida social de esa localidad. Laimportancia que la población local otorga a los militares en la vidacotidiana villamontina es sin duda una herencia de la guerra del Cha-co, pues recordemos que Villamontes juegó un rol fundamental en lacontención del avance de las fuerzas paraguayas y a lo largo de lacontienda fue un punto estratégico de operaciones. Por su parte, en elúltimo tiempo el Ejército, a iniciativa del Ministerio de Defensa Nacio-nal, participa en acciones de servicio social.

5.3. La emergencia de nuevos actores en el escenario chaqueño

La decadencia del comercio en la ciudad de Yacuiba por una par-te, y, por otra, la perspectiva de condiciones económicas más favora-bles, resultado de las inversiones de los recursos provenientes de lasregalías petroleras, están haciendo ver a muchos al Chaco como undestino atractivo para la migración. Así, en los dos últimos años sehan asentado en la Primera Sección, Yacuiba, numerosas familias pro-venientes de la región occidental del país, especialmente de Potosí yChuquisaca.23

El nivel de conflictividad que produjeron los asentamientos de losmigrantes y el rechazo activo del que fueron objeto por parte de losganaderos locales, motivó la rápida organización de éstos y la inme-diata búsqueda de representación institucional que pueda encarar ladefensa de los asentamientos y buscar su legitimidad social y legal.

23 Si bien no existe estadísticas confiables sobre la migración hacia el Chaco, algunas instituciones localesafirman que se trataría de alrededor de mil familias.

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Ello se tradujo en la constitución del movimiento de los campesinos“sin tierra”. Como reacción, del lado de los sectores ganaderos se or-ganizó el “Comité de Defensa de la Propiedad Privada”.

Por constituir el Movimiento de Campesinos Sin Tierra (MST) unfenómeno social atípico en la tradición del movimiento campesinoboliviano y por el poco tiempo transcurrido desde su irrupción en elescenario nacional y regional, no existen trabajos de investigación quehayan abordado con cierto detenimiento el tema, de tal suerte que lainformación que se posee en muchos casos es contradictoria.

Sin embargo, es posible afirmar que el movimiento se encuentraen vías de consolidación. En junio de 2001 auspició el “Primer En-cuentro Nacional del Movimiento de Campesinos Sin Tierra de Boli-via” y en octubre del mismo año su primer congreso nacional enYapacaní, lo que nos da cuenta de que este fenómeno inicialmente cir-cunscrito a la primera sección de la provincia Gran Chaco está logran-do un progresiva expansión a nivel nacional. Otro indicador en esesentido es que el principal dirigente del movimiento es actualmentemiembro del Comité Ejecutivo de la Confederación Sindical Única deTrabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB).

Mucho se ha discutido sobre la real conformación social del MST.Sus detractores afirman que en su mayoría se trata de comerciantes deYacuiba y San José de Pocitos; sin embargo, nunca pudieron probarsus aseveraciones. Objetivamente es posible afirmar que el movimientoestá estructurado por campesinos chaqueños empobrecidos y que hastahace poco dependían de las haciendas ganaderas de la zona, migrantesprovenientes de la región occidental del país, en un numero muy re-ducido indígenas guaraníes y probablemente algunos ex comercian-tes informales desocupados por la crisis del comercio con la Argentina.

La modalidad que adoptó el MST para el logro de sus objetivos esla toma de tierras, con el argumento de que se trata de latifundiosabandonados. Una vez realizada la toma de tierras se instaura en ellaslos “núcleos”, nivel básico dentro de la estructura del movimiento, y

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se procede al desmonte y chaqueo para la habilitación de campos decultivo.

La reacción de algunos sectores de la sociedad regional chaqueñay particularmente de los ganaderos y supuestos propietarios de lastierras en conflicto ha sido el rechazo activo que en momentos de exal-tación llegó al enfrentamiento abierto. Apelando para ello frecuente-mente a un discurso intolerante y con asomos de xenofobia.

Actualmente, en virtud a un acuerdo logrado entre el MST y lasautoridades gubernamentales el Instituto Nacional de Reforma Agra-ria, se está realizando el saneamiento legal de las tierras de la provin-cia con la promesa de que las áreas identificadas como fiscales y aque-llas que no cumplan con la función económica y social estipulada porla ley serán concedidas a los núcleos del MST. Sin embargo, el progre-so del proceso de saneamiento es muy lento y no exento de conflictos.

Sin duda la irrupción del movimiento sin tierra evidencia dos rea-lidades latentes en el Chaco: por una parte la injusta distribución detierras vigente y, por otra parte, la realidad de la creciente migraciónproveniente de la región andina, cuyo sistema productivo agrario, comoes conocido, está sufriendo una grave crisis.

La composición social del MST también da cuenta de la dura reali-dad de exclusión social que se vive en el Chaco de estos días, puesjustamente en el movimiento convergen los excluidos del sistema so-cial, económico y político imperante en nuestro país: migrantes delnorte, campesinos empobrecidos y, aunque en muy baja proporción,indígenas chaqueños.

Sin embargo, es importante destacar que si bien el Chaco ha sidotradicionalmente un área receptora de flujos migratorios (recordemosque en esencia es así como se configura la región desde los primerosaños del siglo pasado), en las últimas décadas también se convirtió enuna región de expulsión de población, especialmente de profesionalescalificados que se ven forzados a migrar hacia la capital del departa-mento, pero sobre todo a Santa Cruz. De alguna manera este fenóme-

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no comenzó a revertirse a partir de la vigencia de la Ley de Participa-ción Popular, y la revalorización que experimentan los municipios,que comienzan a demandar profesionales para las nuevas funcionestécnicas que les corresponde desarrollar. La nueva dinámica económi-ca generada por las regalías sin duda acentuará esta tendencia.

Del mismo modo, en los últimos cinco años, como resultado delas reformas institucionales operadas en el país, especialmente las pro-piciadas por la Ley de Participación Popular y por la emergencia delmovimiento indígena en el oriente del país, dirigido por la Confede-ración Indígena del Oriente y el Chaco Boliviano (CIDOB),24 se produjoun proceso de organización muy dinámico en el mundo indígenachaqueño.

Actualmente los pueblos indígenas del área chaqueña se encuen-tran organizados en Capitanías, las cuales a su vez responden a es-tructuras zonales, departamentales y nacionales. Los guaraníes, tantodel Itika Guasú como de Yacuiba, están congregados en la Asambleadel Pueblo Guaraní (APG).

Los guaraníes del área han desarrollado, paralelamente a la orga-nización tradicional, una estructura funcional de desarrollo integralde las comunidades denominada PISET (Producción, Infraestructura,Salud, Educación y Territorio), con responsables comunales y zonalespor cada una de estas áreas.

Las comunidades weehenayek y tapiete están aglutinadas en la Or-ganización de Capitanías Weehenayek y Tapiete (ORCAWETA) en la pro-vincia Gran Chaco del departamento de Tarija. Entre los weehenayekexisten también organizaciones de pescadores que comparten una solared y un área determinada del río Pilcomayo para el desarrollo de susactividades.

24 La CIDOB, inicialmente constituida por los pueblos indígenas del Beni, englobando de esa manera atodos en un difuso “Oriente”, cuando “descubre” a los pueblos chaqueños y los incorpora vía Asambleadel Pueblo Guaraní, oficialmente introduce en su nombre al Chaco, aunque sin modificar la sigla quehasta hoy la identifica.

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A su vez, las organizaciones regionales de los pueblos indígenaschaqueños en el ámbito nacional se encuentran adscritas a la Confe-deración Indígena del Oriente y el Chaco Boliviano (CIDOB) con sedeen la ciudad de Santa Cruz. A partir de 1998, en el marco de la CIDOB,se ha propiciado la estructuración de la Comisión de Pueblos y Comu-nidades Indígenas del Chaco Boliviano (CPI-CHACO), con la finalidadde asistir de manera directa a los pueblos indígenas chaqueños y pro-piciar su articulación con otros pueblos indígenas del Gran ChacoAmericano (Argentina y Paraguay).

En el último año también se ha constituido el Consejo de Capita-nes del Chaco Tarijeño en la perspectiva de articular a las organizacio-nes indígenas de la región, que encuentran como una de las motiva-ciones fundamentales de su organización la amenaza que implican lasintensas actividades de las empresas petroleras en los territorios indí-genas.

Sin embargo, a pesar de estos importantes avances, las organiza-ciones indígenas están encontrando muchas dificultades paraarticularse a los procesos regionales suscitados por la nueva dinámicaeconómica y social que vive el Chaco. Ello debido a que tradicional-mente los pueblos indígenas y sus organizaciones fueron excluidos dela participación en la toma de decisiones a nivel local y departamental.

El argumento central de los indígenas para ser beneficiarios de losrecursos provenientes de las regalías está dado por el hecho de mu-chos de los campos en actual producción se encuentran precisamenteen territorios demandados por ellos; también dicen que si existe algu-na población originaria chaqueña, esa es justamente la indígena.25 Esteargumento pone en duda uno de los principales fundamentos de lasélites chaqueñas, que pretenden establecer sus derechos, en contra de

25 Este debate sobre el origen como fundamento de derechos, en momentos fue tan exacerbado que se llegóa cuestionar el carácter de población “originaria” de los indígenas guaraníes, debido a que las actualescomunidades asentadas en el Chaco tarijeño son producto de un proceso migratorio procedente de lo quehoy son las repúblicas de Brasil y Paraguay, que se produjo casi contemporáneamente a la llegada de losespañoles a América.

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los migrantes recientes, justamente en el supuesto carácter originario,chaqueño obviamente, de su procedencia.26

Finalmente, diversas experiencias de emergencia ambiental quevivió el Chaco, como ser las situaciones de conflicto emergentes de laexplotación petrolera o de la grave contaminación del río Pilcomayo,motivaron el surgimiento de organizaciones y proyectos conserva-cionistas.

Del mismo modo, las preocupaciones ambientales se han conver-tido en el último tiempo en generadoras de movilizaciones sociales,especialmente en los casos más notables de conflicto ambiental. Unejemplo de ello fueron las movilizaciones en torno a la contaminacióndel río Pilcomayo, que alcanzó su máximo nivel de notoriedad cuan-do la ruptura del dique de colas de San Antonio en Potosí descargósobre afluentes del Pilcomayo 300 toneladas de desechos provenien-tes de la explotación minera. Igualmente se suscitaron importantesmovilizaciones en contra de concesiones forestales consideradas ile-gales. Otro hecho que motivó la movilización de las organizacionesciviles en defensa del medioambiente fue el caso del incendio del pozoMadrejones, en las cercanías de Yacuiba, que ardió por espacio de seismeses con severas consecuencias para el medioambiente y la pobla-ción local. Estos conflictos ambientales dieron origen organizacionesciviles de defensa del medio ambiente, entre otras a los foros provin-ciales de medioambiente y desarrollo, promovidos por el Foro Boli-viano sobre Medioambiente y Desarrollo (FOBOMADE).

5.4. Todos somos chaqueños, pero...

Hasta ahora el movimiento regional chaqueño ha tenido la capa-cidad de mostrarse ante el departamento y el país como algo compac-

26 Reveladoramente, uno de los actores más activos en contra de los asentados pertenecientes al Movimien-to Campesino Sin Tierra del núcleo de Timboytiguasu fue la familia Choque, apellido de clara proceden-cia andina, la cual asumió para sí el discurso de la “chaqueñidad” en contra de los “collas”.

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to y homogéneo. De ahí que se encuentre muy difundida en el país lacreencia de que las recurrentes amenazas de separación de las provin-cias chaqueñas con la finalidad de constituir un nuevo departamentotienen cierto asidero en la realidad. Sin embargo, como se ha demos-trado en los últimos años, detrás de esa aparentemente férrea unidadse esconden una serie de disensos y conflictos puestos elocuentementede manifiesto en el último tiempo en el Chaco tarijeño, situación quesin duda se acrecentaría si se trataría de constituir un nuevo departa-mento. Las aspiraciones de liderazgo entre las élites de las provinciasy aún secciones municipales chaqueñas, son muy claras, particular-mente en Tarija y Santa Cruz.

Yacuiba, es decir la Primera Sección de la provincia Gran Chaco,pretendió asumir en el último tiempo un liderazgo, muy cuestionadopor Villamontes, frente a las demás secciones y frente a la provinciaO´Connor, debido a que Yacuiba posee una institucionalidad relativa-mente más consolidada y élites locales con mayor peso político. Sinembargo, en un pasado no muy lejano el movimiento cívico deVillamontes llevó claramente la iniciativa en la consecución de reivin-dicaciones cruciales para la región, como el reconocimiento del dere-cho de la provincia Gran Chaco al 45 por ciento de las regalías depar-tamentales en 1983 o la descentralización de la empresa de ServiciosEléctricos de Tarija.

Estas pugnas por el liderazgo provincial suelen aflorar cuando setienen que generar consensos en torno a las demandas regionales quese planteará a las diferentes instancias del Poder Ejecutivo. Si bien fi-nalmente se logra una relativa cohesión en las circunstancias de con-flicto y en la estructuración de representaciones conjuntas, a la horade distribuir los logros de estas gestiones no siempre prima una visiónde conjunto, sino más bien los intereses de cada sección por separado.Esto con relación a la provincia Gran Chaco, pues Entre Ríos normal-mente no participa de las movilizaciones “chaqueñas” en torno a de-mandas regionales, sigue una lógica diferente de relacionamiento y

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negociación con el Poder Ejecutivo y posee una agenda propia de rei-vindicaciones.

Del mismo modo, la perspectiva de las regalías petroleras ha crea-do un serio conflicto de límites entre la provincia O´Connor y GranChaco, específicamente con la Tercera Sección Municipal de Villa-montes, conflicto que si bien data de muchos años atrás ha recrudeci-do por el hecho de que el Pozo Margarita X3, uno de los que mayorpotencial posee, se encuentre en los territorios en disputa. Villamontesno acepta el fallo emitido por la Comisión de Límites en virtud al cualse consolida a favor de la provincia O´Connor los cantones de Cuman-daroti e Ivoca.

Igualmente, entre los municipios de Villamontes y Yacuiba existeun conflicto de límites en relación a Palmar Grande, comunidad quedebido a esa indefinición es atendida actualmente por los dos munici-pios, Yacuiba se encarga de la educación y Villamontes de la salud.

Pero así como existen conflictos de límites entre las diferentes sec-ciones municipales del Chaco, es importante puntualizar que tambiénexisten casos, escasos por cierto, en los que prima la coordinación y lacooperación. Ejemplo de ello es la comunidad weehenayek de Crevaux,que se encuentra dentro de la jurisdicción de Yacuiba, pero que estemunicipio atiende junto a Villamontes. Del mismo modo, el munici-pio de Macharetí, perteneciente al departamento de Chuquisaca, y elde Villamontes acordaron atender de manera conjunta las demandasde la comunidad de Tiguipa, que administrativamente pertenece alprimero.

Un argumento frecuentemente utilizado por actores de Villamontesy Caraparí en sus disputas con Yacuiba es que esta última sección noposee en su territorio ninguno de los pozos que actualmente estángenerando las regalías departamentales.

Un hecho que sin duda consolidará las divergencias y rupturasevidenciadas entre las secciones municipales chaqueñas es la figuraque se adoptó para la distribución del célebre 45 por ciento de las re-

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galías. Se considera que este hecho dividirá aún más a la provinciaGran Chaco, y que, como se indicó con anterioridad, producirá unadispersión de los recursos y consiguientemente limitará la posibilidadde diseñar proyectos de alcance provincial.

Por otra parte, O´Connor es la menos “chaqueña” de las provin-cias, debido a una serie de factores. Entre ellos a que geográficamenteuna parte de su territorio constituye sólo una región de transición ha-cia el ecosistema chaqueño (la otra parte sí es plenamente chaqueña).Pero también debido a que la cercanía de O´Connor a la capital deldepartamento hizo que históricamente la provincia interactuara máscon la ciudad de Tarija que con el resto del Chaco. Normalmente loshabitantes de Entre Ríos, capital de la provincia, no se reconocen comochaqueños y tampoco son percibidos de esa manera por el resto de lasociedad regional. Sin embargo, debido a la creciente importancia queestá cobrando el Chaco boliviano y americano en general, y a las opor-tunidades que se están generando a partir de ello, especialmente enlas prioridades de la cooperación internacional, las élites locales, conun claro sentido de oportunidad, están reivindicando cada vez conmayor recurrencia la chaqueñidad de la provincia.

En ese sentido, como ya se dijo, no es posible hablar de una regiónchaqueña constituida, con una institucionalidad articulada y con vi-siones de desarrollo comunes. Tampoco es posible constatar “una”identidad chaqueña, sino más bien un conglomerado de identidadescon intereses y visiones divergentes. La chaqueñidad opera más biencomo una identidad instrumental manejada por las élites regionalesen su afán de articular en torno a sus intereses a la sociedad regional.

De esta manera, el discurso de la chaqueñidad fue apropiado casicon exclusividad por las élites regionales, mientras que los gruposmarginados, como los indígenas y campesinos, no han asumido aúnpara sí la noción de chaqueñidad. Es frecuente oír a indígenas referir-se a los mestizos con los apelativos de “cristianos” o simplemente“chaqueños”.

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Todas estas divergencias y disensos entre las provincias chaqueñasy al interior de ellas son serios escollos hacia una gobernabilidad real.A lo que se suma la precariedad de la “identidad chaqueña”, como unfactor de cohesión social. En las numerosas entrevistas que sostuvi-mos con dirigentes cívicos, autoridades, empresarios, campesinos eindígenas, no pudimos percibir con claridad una visión del Chaco comototalidad, tampoco una mirada estratégica en función a la unidad delChaco tarijeño y menos aún del boliviano y americano.

6. Gobernabilidad, integración social y participación ciudadana

El primer intento desde el gobierno nacional por lograr una plani-ficación a partir de las regiones que comparten un mismo ecosistemafue sin duda el Plan Macroregional de Desarrollo Económico y Socialdel Chaco Boliviano, formulado por el Viceministerio de Planificacióny Ordenamiento Territorial del Ministerio de Desarrollo Sostenible yPlanificación en coordinación con las Prefecturas de los departamen-tos de Chuquisaca, Tarija y Santa Cruz, en el marco de las competen-cias asignadas por la Ley de Descentralización Administrativa y el Sis-tema Nacional de Planificación.

La imagen objetivo que el Plan proyecta para la macroregiónchaqueña es el siguiente: “Lograr el potenciamiento y desarrollo delChaco boliviano y convertir a la macroregión en un centro de integra-ción nacional e internacional, aprovechando con ventaja su ubicacióngeográfica, los encadenamientos productivos y su identidad chaqueña,sin degradar el ecosistema”.

El proceso de formulación del Plan siguió el modelo de consultaque ya se está convirtiendo en una tradición en el Estado bolivianocuando apela a la participación, es decir, se organizan seminarios otalleres, normalmente en los centros urbanos, donde confluyen acto-res locales de diversa índole y a quienes se explica los objetivos del

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evento y luego se demanda la inclusión de sus visiones. Lamentable-mente no existe un proceso previo de preparación de los representan-tes, por lo que no acontece ninguna consulta anterior a los sectoressociales supuestamente representados. Además, debido a que lasmetodologías que normalmente se utilizan en estas planificacionesdiscurren por los intrincados senderos de una racionalidad totalmen-te diferente a la de los campesinos, indígenas e inclusive de muchosactores urbanos, la participación carece de calidad.27

Muchos actores atribuyen a estas limitaciones en la calidad de la par-ticipación social el hecho de que el Plan no haya logrado “aterrizar” enlas expectativas concretas de los diferentes actores locales chaqueños ypor tanto no haya sido “apropiado” por las diversas instituciones delGran Chaco boliviano. Un ejemplo de esta afirmación es el hecho de quea pocos días de publicado el documento final, la Asamblea del PuebloGuaraní Nacional con sede en Camiri, desarrolló una consulta para la ela-boración de un documento anexo, con el argumento de que las demandasindígenas no estaban debidamente consideradas en el Plan Macroregional.

Luego de un periodo de inercia que siguió a la publicación de estadocumento, recién en estos últimos tiempos, a partir de la implemen-tación del proyecto Programa de Desarrollo Rural en Zonas Secas delSur - Componente Chaco de la GTZ en Camiri, se está pretendiendoreactivar el Plan Macroregional del Chaco a través de acciones de for-talecimiento institucional.

Sin embargo, a pesar de las limitaciones y controversias en tornoal Plan, es importante reconocer que éste ha cumplido una funciónmuy importante en los siguientes aspectos:

• Por primera vez el Estado boliviano reconoce a la macroregiónchaqueña como una unidad de planificación;

27 Estas instancias casi ritualizadas de participación están llegando al extremo de convertirse en verdaderasestrategias de sobrevivencia para grupos sociales deprimidos que acuden a los seminarios y talleres conel fin de procurarse un pasaje o la alimentación del día.

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• La formulación del Plan ha permitido a diversos actores cha-queños comenzar a visualizar que, a pesar de la fragmenta-ción administrativa, es posible pensar en el Chaco como unaregión susceptible de ser integrada en los planes y políticasestatales, sin que para ello necesariamente se tenga que pen-sar en la “departamentalización” de la macroregión;

Además del Plan Macroregional de Desarrollo Económico y So-cial del Chaco Boliviano, se han perfilado, en un nivel departamental,otros espacios de concertación regional, mayormente motivados porla necesidad de fortalecer una institucionalidad capaz de hacer frentea las nuevas dinámicas económicas y sociales que con seguridad emer-gerán como producto del incremento de los ingresos del Chaco porconcepto de regalías, y también con el objetivo de asumir en mejorescondiciones los nuevos roles dictados por la normatividad vigente enel país. Estos espacios en vías de consolidación y que con frecuenciasiguen ritmos y lógicas diferentes, son:

• Mesa de Concertación para el Desarrollo Departamental y lasmesas sectoriales.

• Mancomunidad de Gobiernos Municipales del Gran Chaco.• Mancomunidad Municipal del Sur.• Consejo Provincial de Desarrollo del Gran Chaco.

La Mesa de Concertación para el Desarrollo Departamental y lasmesas sectoriales fueron establecidas con el objetivo de concertar unmarco estratégico que oriente la gestión pública y que se constituya enuna política de estado para la región. En tanto que los objetivos espe-cíficos de la Primera Mesa de Concertación Departamental fueron losde consensuar una visión del futuro, los objetivos estratégicos y laspolíticas orientadas al desarrollo departamental.28

28 Documento de conclusiones de la Mesa de Concertación para el Desarrollo Departamental, Tarija, marzo de 2001.

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La Mesa Departamental concluyó en un documento que fija las lí-neas maestras del desarrollo regional e hizo importantes recomendacio-nes destinadas a fortalecer la institucionalidad con miras a un desarrollocon participación social y equidad. En ese sentido, recomendó lainstitucionalización de un Consejo de Desarrollo Económico y Social delDepartamento como instancia de planificación, seguimiento y control, yel instituir comisiones técnicas multidisciplinarias en función a los ejesestratégicos del desarrollo departamental y, finalmente, el dar continui-dad al proceso de concertación a nivel provincial y sectorial.

A nivel sectorial, en marzo de 2001 se realizó la Mesa Departa-mental del sector Hidrocarburos en el municipio chaqueño de Caraparí,con el objetivo de definir estrategias y políticas departamentales conrelación a la actividad hidrocarburífera. Entre las conclusiones de estamesa destacan las referidas a desarrollar la producción del gas naturala través de la búsqueda de nuevos mercados externos, el incrementodel porcentaje actual de las regalías petroleras, mayor fiscalización enel tema ambiental y participación efectiva de la región en la actividadpetrolera, especialmente de los actores locales en los municipios conpresencia de empresas petroleras.29

Lamentablemente, las restantes mesas de concertación planifica-das, es decir dos provinciales y una sectorial, hasta ahora no han podi-do concretarse debido a la carencia de los recursos necesarios para surealización (según las autoridades de la Prefectura).

La ciudadanía del departamento, y particularmente la del Chaco,desde un primer momento valoraron de manera positiva esta iniciati-va de concertación; sin embargo, con el transcurso del tiempo diver-sos actores departamentales, y del Chaco en particular, manifestaronsus dudas sobre las reales posibilidades de institucionalizar el meca-nismo y más que nada sobre las políticas y estrategias de desarrollodefinidas a través de él.

29 Documento de conclusiones Mesa Departamental del Sector Hidrocarburos, Tarija, julio de 2001.

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La Mancomunidad de Gobiernos Municipales del Gran Chaco estáintegrada por los municipios de Yacuiba, Villamontes y Caraparí quecomprenden las tres secciones de la Provincia Gran Chaco del Depar-tamento de Tarija; de acuerdo a sus estatutos “se constituyen en man-comunidad voluntaria para la ejecución, organización y gestión deobras, servicios y actividades conjuntas”. El domicilio legal de la man-comunidad está en el municipio de Villamontes donde se desarrollanlos servicios administrativos; sin embargo, se establece un domiciliocon carácter rotativo “para lograr presencia en cada municipio inte-grante de la Mancomunidad”.

Los fines de la mancomunidad, de acuerdo a su carta de constitu-ción, son: la promoción del desarrollo sostenible de la región, la ges-tión y obtención de financiamiento para el cumplimiento de los finesde la mancomunidad y, enunciado de manera categórica, la defensadel 45 por ciento de las regalías hidrocarburíferas.

Entre las autoridades municipales y otros actores de la provinciaGran Chaco existen muchas expectativas en torno a esta mancomuni-dad, pues, entre otros roles, le atribuyen el de constituirse en un espa-cio de concertación con miras a la concreción de la municipalizaciónde las regalías departamentales.

La Mancomunidad Municipal del Sur, integrada por las seccionesmunicipales de Bermejo, Yacuiba, Caraparí, Entre Ríos y Padcaya, ini-cialmente creada con el objetivo concreto de impulsar la construcciónde un camino entre el Gran Chaco y Bermejo, progresivamente fueampliando sus fines y en la actualidad está implementando un pro-yecto de formulación del Plan de Desarrollo Mancomunitario de Mu-nicipios.

Aparentemente no existe un compromiso de largo aliento de losmunicipios chaqueños para con este espacio mancomunitario, al ex-tremo de que en varias ocasiones se tuvieron que suspender reunionesdebido a la ausencia de autoridades y otros actores locales chaqueños.Probablemente ello se deba a que no se identifican temas estratégicos

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comunes entre municipios como Bermejo y Padcaya, en tanto que paralos temas concurrentes entre Yacuiba y Caraparí existe el espacio de laMancomunidaded del Gran Chaco.

El Consejo Provincial de Desarrollo del Gran Chaco, que cuentacon la participación de las tres secciones municipales de esa provincia.Se ha constituido con el objetivo de servir como marco institucionalpara la concertación entre representantes del gobierno departamental,municipios y comités cívicos y para la formulación de políticas de de-sarrollo. Con ese fin, el Consejo, con el apoyo técnico de una ONG lo-cal, formuló el Plan de Desarrollo Económico Social del Gran Chaco.

Las posibilidades de hacer del Consejo Provincial de Desarrollodel Gran Chaco un ente rector del desarrollo, en la medida que se cons-tituya en el espacio de generación de consensos y consiguientementeoriente la planificación provincial, probablemente será afectado por elacuerdo logrado en torno a la modalidad de distribución de las rega-lías provenientes de la explotación petrolera, pues la mirada de losactores locales está puesta en lo seccional antes que en lo provincial.De hecho, como apuntamos con anterioridad, actualmente se está dis-cutiendo la creación de consejos seccionales de desarrollo que cum-plan el rol que le fuera asignado al Consejo Provincial, pero en unnivel simplemente seccional. Lo mismo sucederá con O´Connor, quecomo provincia constituye una sola sección municipal.

Sin embargo, de prosperar las propuestas de creación de los con-sejos seccionales, el consejo provincial puede jugar un rol articuladorfundamental y en cierta medida contribuir a revertir el proceso de frag-mentación de los recursos y evitar la desarticulación de la provincia.

Este proceso de ahondamiento de la fragmentación provincial, víaparcelación de los recursos entre las secciones municipales, constituyesin duda un factor de parcelación del poder que antes tenía el GranChaco en su conjunto. En vez de tratar con un solo Chaco cohesionadoy con objetivos compartidos, ahora el gobierno departamental se rela-ciona con “tres chacos pequeños”. Ello sin duda facilita la “gobernabi-

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lidad” desde la perspectiva de mantener el orden institucional y polí-tico en el departamento, pero sin duda afecta a la gobernabilidad en-tendida como “la creación de consensos o la obtención del consenti-miento o aquiescencia necesaria para llevar a cabo un programa, enun escenario donde están en juego diversos intereses”.30

Esto demuestra una vez más que los actores sociales chaqueños, des-de su heterogeneidad, no han demostrado capacidad propositiva y degestión en la perspectiva de romper con la fragmentación administrativaa la que está sometido el ecosistema chaqueño. Trasluce también que lasamenazas de constituir el departamento del Chaco boliviano, con la in-clusión del zonas de Santa Cruz y Chuquisaca, dista mucho de la reali-dad y que ese discurso “separatista”, como frecuentemente es calificado,simplemente ha sido utilizado como un instrumento de presión para ellogro de demandas de un horizonte más reducido.

Igualmente, la proliferación de instancias como consejos provin-ciales y seccionales de desarrollo o diversas mancomunidades muni-cipales, si bien refleja por un lado la voluntad de fortalecer la institucio-nalidad en el Chaco y avanzar en el buen sentido de la gobernabilidad,también están generando confusiones de roles; desconcierto por lasmúltiples pertenencias que se están suscitando. Esta multiplicación,hasta cierto punto desordenada, de instancias de articulación tambiénda cuenta del hecho de que actualmente las autoridades locales estánmás concentradas en los procedimientos o las formas de la instituciona-lidad que en las demandas de desarrollo de la población, que se supo-ne deberían ser su fin primordial. Una definición clara de las políticasy estrategias de desarrollo de la provincia y de cada sección municipalcontribuiría sin duda a ordenar y establecer prioridades de participa-ción en mancomunidades y consejos de desarrollo.

Del mismo modo, si entendemos a la gobernabilidad en el sentidode que mientras mayor sea la fluidez de las relaciones de las instan-

30 Hewitt de Alcántara, Cynthia, Usos y abusos del concepto de gobernabilidad.

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cias gubernamentales con los ciudadanos, mayor legitimidad se ha-brá logrado y por tanto mayores posibilidades de concretar pactosduraderos que busquen fines comunes habrá, sin duda una de las ma-yores limitaciones para la generación de consensos es la calidad departicipación ciudadana que se está dando en este momento en elChaco.

La participación ciudadana está afectada principalmente por laprecaria integración social existente en la región del Chaco, especial-mente de grupos tradicionalmente excluidos como las poblaciones in-dígenas y campesinos empobrecidos. Pero actualmente este fenóme-no de exclusión también se hace extensivo a sectores migrantes, urbanosy rurales, en su mayoría agrupados en organizaciones que no son to-madas en cuenta en los procesos de consulta para la definición de po-líticas públicas, para la creación de nueva normatividad o para la pla-nificación del desarrollo.

Del mismo modo, la carencia de información y el poco entendi-miento de la racionalidad de la planificación gubernamental y muni-cipal son obstáculos a la participación activa e informada de gruesossectores de la población chaqueña, especialmente en el ámbito rural.Como afirma Ana María Lema, “La ‘participación imaginaria’ de lospueblos indígenas en los espacios públicos es producto de su falta decapital cultural occidental y de su escaso manejo de los ‘códigos de lamodernidad’, que les permitiría descifrar estas formas administrati-vas”.31

Finalmente, si entendemos a la exclusión como el fenómeno envirtud al cual sectores sociales e individuos están al margen del mer-cado y del empleo, sin acceso a la tierra y sin pertenencia a las estruc-turas de participación de la sociedad, y por tanto sin derechos políti-cos, ésta golpea con toda su crudeza a varios sectores sociales en elChaco de estos días.

31 Lema, Ana María (Coord.), De la huella al impacto: la participación popular en municipios con población indíge-na, La Paz, Fundación PIEB, 2001. p.p.212.

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No se trata solamente de sectores tradicionalmente excluidos, comolos indígenas que habitan el conurbano de poblaciones como Vi-llamontes, sino también una gran masa de migrantes que quedaronen el más absoluto desamparo al haber perdido sus fuentes de ingresocon la declinación del comercio con la Argentina y otros que, sin inser-tarse a la actividad comercial, llegaron al Chaco en busca de oportuni-dades.

Justamente, en gran parte, el Movimiento de los Sin Tierra, querápidamente se está extendiendo a otras áreas del país, es producto deesta situación creciente y alarmante de exclusión social que se estáviviendo en la región del Chaco tarijeño. Ahí tal vez se encuentre laexplicación de la agresividad que por momentos asumen los miem-bros de este movimiento en el desarrollo de sus acciones, especial-mente en la toma de tierras. No tienen nada que perder, ya lo perdie-ron casi todo.

Lamentablemente, las autoridades nacionales y departamentalesasumieron en un primer momento este fenómeno social más con uncaso policial que como una situación que pone al desnudo profundasinequidades e injusticias.

7. La urbanización: una nueva realidad al acecho

Como se constató con anterioridad el Chaco tarijeño, y el bolivia-no en general, está experimentando un proceso acelerado de urbani-zación, al extremo de que ciudades intermedias como Yacuiba,Villamontes, Caraparí y Entre Ríos ya contienen a la mitad de la po-blación total del área. Sin embargo, es en Yacuiba donde esta realidadde creciente urbanización tiene su máxima expresión. En efecto,Yacuiba, incluyendo San José de Pocitos, pasó de una población depoco más de 30.000, de acuerdo a los resultados del censo nacional del1992, a alrededor de 70.000 según diversas estimaciones.

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El acelerado crecimiento urbano puede ser explicado desde diver-sas ópticas, comenzando por el hecho de que el Chaco no se abstrae ala realidad de urbanización que desde hace décadas está experimen-tando el país en su conjunto, producto fundamentalmente de la cre-ciente migración campo-ciudad. Pero también existen factores que sonpeculiares a la región, como por ejemplo la nueva dinámica económi-ca que está adquiriendo la región chaqueña, que si bien es una reali-dad, también está evidentemente sobredimensionada, al extremo deconvertirse en una especie de “mito de prosperidad” muy atractivocomo destino de sectores empobrecidos de otras áreas geográficas, enun momento en el que el país en su conjunto está atravesando unaaguda crisis económica.

El crecimiento urbano, particularmente del eje Yacuiba-San Joséde Pocitos está incorporando nuevos elementos de complejidad enla realidad social y económica de la región, donde además de losproblemas propios de ciudades en crecimiento –como las limitaciones,en calidad y cobertura, de los servicios básicos o una mayor delin-cuencia debido a la precariedad de los sistemas de vigilancia poli-cial–, están emergiendo nuevas formas de liderazgo y se está enrique-ciendo el tejido social con el surgimiento de nuevas organizacionesde la sociedad civil que van desde las más tradicionales, como sonlas vecinales y gremiales, hasta organizaciones atípicas, particular-mente para el paisaje social chaqueño, como el movimiento ciudada-no gay “Grupo Esperanza Yacuiba” u organizaciones de trabajado-ras sexuales.

Del mismo modo, producto de la extensión de la mancha urbanade la ciudad de Yacuiba en la última década, algunas comunidadesguaraníes de esa zona, antes eminentemente rurales, fueron incorpo-radas progresivamente al espacio citadino. Sin embargo es interesanteconstatar que estos “barrios” indígenas continúan interactuando conla organización indígena y sus referencias de articulación social sonmás rurales que urbanas.

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Como indica García Canclini, “la diversidad contenida en una ciu-dad suele ser el resultado de las distintas etapas de su desarrollo”;32 loes en el caso de Yacuiba, pero además Yacuiba tiene la virtud de ser elreflejo de los diferentes momentos que le tocó vivir al Chaco tarijeñoen su conjunto, lo que da como resultado una ciudad donde conviven,junto a los habitantes originarios, migrantes de todo el país, particu-larmente de la región andina y también provenientes de Argentina.

8. Interacciones del Chaco tarijeñocon relación al de Santa Cruz y el de Chuquisaca

Muchos consideran que la mayor agresión que sufrió el Gran Chaco,considerándolo como ecosistema, fue su escisión, primero entre cuatropaíses y luego, en el caso de Bolivia, en tres departamentos. Esta frag-mentación política y administrativa sin duda actúo históricamente comoun factor limitante para lograr una visión integrada de desarrollo soste-nible de la región. Porque antes de la formulación del Plan Macroregionalde Desarrollo Económico y Social del Chaco Boliviano, el Estado bolivia-no no había asumido una visión de conjunto de esta importante ecoregión.

El Chaco perteneciente al departamento de Chuquisaca que com-prende las provincias Luis Calvo y Hernando Siles es, de los tres, elmás aislado respecto a su capital de departamento. En efecto, las pro-vincias chaqueñas de Chuquisaca tienen una relación más cercana conlas ciudades intermedias de Tarija y Santa Cruz, especialmente Camiriy Villamontes, que con Sucre.

En tanto que el Chaco cruceño, constituido por una sola provin-cia, Cordillera, y siete secciones municipales,33 si bien en el pasado

32 García Canclini, Néstor. “Culturas urbanas de fin de siglo: la mirada antropológica”, en Revista Interna-cional de Ciencias Sociales, 1997.

33 En algunos estudios se considera como parte del Chaco o “zonas de transición hacia el Chaco” a lasprovincias de Chiquitos, Germán Busch y Ángel Sandoval.

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mantenía una relación más fluida con la capital cruceña e inclusive laex Corporación de Desarrollo de Santa Cruz formuló en la década del80 un plan de desarrollo integral para la región, de acuerdo a actoreslocales entrevistados, el Chaco fue perdiendo progresivamente impor-tancia para Santa Cruz a medida que Camiri dejó de ser un importan-te productor de hidrocarburos. Un ejemplo de ello es que la carreteraAbapó-Camiri, una prioridad para los camireños, hasta ahora no pue-de ser concretada, pese a las permanentes protestas del movimientocívico de esa región.

Las disparidades y rupturas que sufrió el Gran Chaco boliviano apartir del desarrollo desigual y desarticulado que siguieron las dife-rentes provincias y secciones municipales que lo constituyen, se hicie-ron evidentes en las últimas décadas ante la ausencia o extrema debi-lidad de espacios de interacción medianamente institucionalizados.Ejemplo de ello son el Pacto del Quebracho, suscrito en 1983 por loscomités cívicos de las provincias chaqueñas, y la actual Mancomuni-dad de Municipios del Chaco Boliviano, nacida de una iniciativa delos municipios de Cordillera.

Pero al margen de la precaria construcción de espacios de interac-ción, también es evidente, entre los principales actores sociales de laregión chaqueña, la ausencia de una visión totalizadora que mire alChaco como una ecoregión y que a partir de ello visualice su desarro-llo. Todos coinciden en señalar que la mayor fortaleza en la perspecti-va de una articulación es que los tres chacos “padecen los mismosproblemas”, pero no se visualizan mecanismos concretos que haganefectiva la articulación regional.

Así, las interacciones entre actores chaqueños pertenecientes a lasdistintas provincias de los tres departamentos se ha caracterizado porser esporádicas, respondiendo más a emergencias o situaciones de con-flicto que a acciones concertadas y planificadas. Un ejemplo elocuentede ello es lo que sucedió en el último tiempo con las diferentes organi-zaciones de productores ganaderos que lograron consensos y en torno

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a la “carga animal”, es decir al número de hectáreas por cabeza deganado que debería incorporarse en los parámetros que prueban quela tierra cumple una función económica y social. De esa manera, gana-deros de las provincias Gran Chaco, Cordillera y Luis Calvo se cohesio-naron en torno a la propuesta de considerar 40 hectáreas de tierra porcabeza de ganado vacuno,34 en contraposición a la propuesta indíge-na, articulada por la CIDOB, que era de solo 5.16 has.

Es interesante constatar que aun las organizaciones indígenas fue-ron permeables a la escisión de la que fue objeto el ecosistema cha-queño; ello se evidencia en el carácter que asumen sus estructuras orga-nizativas, particularmente las del pueblo guaraní, que responde a unaclara centralidad geográfica de Cordillera en desmedro de las “regio-nales” o “zonales” de Chuquisaca y Tarija.

Pero pasando de una perspectiva regional a sondear las actualesdinámicas del Chaco en relación al país, una de las tantas expectati-vas que produjo la Mesa de Concertación para el Desarrollo Depar-tamental fue sin duda la de sentar las bases para la concertación deun proyecto departamental articulado a las políticas nacionales. Pasarde la concertación social a la definición técnica de un Plan de Desarro-llo Departamental, ésa es la ruta que tendría que seguir este proceso,según sus propiciadores. Sin embargo, en la actualidad en la regióndel Chaco existen dudas sobre las posibilidades reales de instituciona-lizar el mecanismo y por tanto sobre la perdurabilidad de los con-sensos.

Del mismo modo, a partir del bajo perfil que finalmente logró elPlan Macroregional de Desarrollo Económico y Social del Chaco Boli-viano, se evidencia una ausencia muy sentida de políticas públicaspor parte del Estado Nacional con relación al departamento de Tarijaen general y particularmente a la región chaqueña. Además, los nue-

34 Paradójicamente, esta propuesta emerge de una “consultoría” propiciada por el INRA , cuyos resultadosson cuestionados por los indígenas debido a sus limitaciones técnicas y a la ausencia de imparcialidad dequienes desarrollaron el estudio.

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vos patrones de acumulación resultantes de la explotación de los re-cursos hidrocarburíferos y las nuevas dinámicas económicas y socia-les que se están suscitando en la región chaqueña, ante la ausencia deuna estrategia nacional que oriente los procesos regionales, sin dudacrearán nuevas tensiones entre región y nación, con un intermediariodepartamental, el gobierno prefectural, con dificultades de constituir-se en un nexo que efectivamente viabilice acuerdos.

Pero además de estas debilidades del Estado en la promoción depolíticas hacia la región, es también cierto, como se indicó en la prime-ra parte de este documento, que el Chaco posee la característica de seruna región ensimismada, con élites que carecen de una visión de na-ción, y tienen la mirada puesta más en Santa Cruz y la Argentina queen La Paz. A partir de lo cual se ha desarrollado un discurso y unapráctica donde predomina lo reivindicativo por encima de lo estraté-gico.

9. La región chaqueña frentea los procesos de integración subregional

Sin duda el ámbito natural de integración del Chaco tarijeño y delboliviano en general es el Gran Chaco Americano, es decir ese granecosistema, el más grande después de la amazonía en el continente,conformado por Argentina, Bolivia, Paraguay y Brasil. A su vez, unade las posibilidades reales de articulación de nuestro país a los proce-sos suscitados por la globalización a través de regiones con dinámicaseconómicas propias.

A la hora de definir las potencialidades de la región chaqueña denuestro país, diversos estudios, diagnósticos, planes y estrategias dedesarrollo identifican como una de las más importantes la situacióngeográfica de la región. El Chaco posee la infraestructura vial básica“que tiene la posibilidad de consolidarse como parte de los corredores

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intercontinentales de producción, integración y exportación en los tra-mos Buenos Aires-Yacuiba-Villamontes-Santa Cruz-Brasil y Asunción-Villamontes-Tarija-Arica y/o Desaguadero.”35

Del mismo modo, el potencial hidrocarburífero del Chaco –recorde-mos que aquí se encuentran las principales reservas de gas natural delpaís y las segundas del continente–, es visto como una gran oportunidadpara convertir a la región en un punto de integración energética, a travésde la exportación de estos recursos a los países del Mercosur.36

Asimismo, la Prefectura ha definido como un destino prioritariopara las regalías petroleras la pavimentación de la ruta caminera queune a Villamontes con Eulogio Ruiz, el puesto fronterizo con el Para-guay.

Es importante destacar que una de las propuestas de desarrollopara el Chaco contenida en el Plan Macroregional de Desarrollo Eco-nómico y Social del Chaco Boliviano se refiere justamente al rolintegrador que posee la región.

De esa manera, es posible constatar un conjunto de factores pro-picios en la perspectiva de hacer del Chaco una de las vías de inser-ción de nuestro país en los procesos económicos y de integraciónsubregional propiciados por la mundialización de la economíainternacional.

Sin embargo, diversas instituciones chaqueñas manifiestan que estapotencialidad está limitada por la ausencia de una política nacionalde integración regional institucionalizada y de largo plazo. Por otraparte, si bien estas aspiraciones integracionistas figuran en una seriede diagnósticos y documentos de planificación formulados por dife-rentes instancias públicas y privadas, la integración subregional no

35 Consejo Provincial de Desarrollo del Gran Chaco, Plan de Desarrollo Económico-social de la Provincia GranChaco: 2001 – 2005, Tarija, 2001.

36 El Mercado Común del Sur es la asociación económica integrada por Argentina, Brasil, Paraguay y Uru-guay. Representa un megamercado de más de 200 millones de personas, que concentra más del 50 porciento del producto bruto interno latinoamericano y el 51 por ciento de la producción industrial y delcomercio regional. Abarca el 60 por ciento del territorio de América Latina y el 33 por ciento de su comer-cio exterior.

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está presente en la agenda cotidiana de los actores sociales de la re-gión, quienes, como apuntamos con anterioridad, carecen de una pers-pectiva regional chaqueña nacional y con mayor razón de una pers-pectiva internacional.

Un hecho que sin duda puede alentar una visión más globalizadoray de conjunto de la región chaqueña son los programas de organismosinternacionales y los mecanismos de implementación de convencio-nes internacionales de protección de los recursos naturales y el medioambiente; un ejemplo de ello es el Programa de Acción Subregionalpara el Desarrollo Sustentable del Gran Chaco, en el marco de la Con-vención de las Naciones Unidas de Lucha Contra la Desertificación,del cual Bolivia es país signatario. Este programa, a través del puntofocal nacional de la convención, está coordinando con sus similares deArgentina y Paraguay una serie de actividades.

Las más recientes actividades del Programa de Acción Subregionalpara el Desarrollo Sustentable del Gran Chaco fueron dos reunionesde autoridades políticas de las provincias y departamentos de los trespaíses involucrados. La primera de ellas realizada en Resistencia y lasegunda en Santa Cruz, en septiembre de 2001. Una de las conclusio-nes de estos eventos fue la decisión de las autoridades gubernamenta-les congregadas de instar a los gobiernos nacionales de los tres paísesa impulsar la firma de un Tratado Trinacional de Desarrollo Sostenibledel Gran Chaco Americano que tienda al establecimiento de un marcoinstitucional para el diseño e implementación de un programa de ac-ción subregional, destinado a formular políticas y estrategias subre-gionales que tiendan a mejorar las condiciones socioeconómicas delas poblaciones locales y a preservar y conservar el ecosistema chaque-ño, a través del manejo integral de cuencas. E igualmente se acorda-ron acciones destinadas a mitigar o revertir los procesos de degrada-ción de los recursos naturales.37

37 El País, Tarija, 13 de septiembre de 2001

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Del mismo modo, en los últimos años ha surgido la iniciativa decrear un espacio de articulación de los indígenas del Gran Chaco Ame-ricano, es decir incluyendo a los de la Argentina y el Paraguay. Coneste fin se ha constituido la Comisión Indígena Trinacional del ChacoSudamericano, que tiene como objetivo central “sentar las bases parala definición de políticas y estrategias indígenas en el ámbito del Cha-co Trinacional, para la participación, el control en las acciones para undesarrollo sostenible y la conservación de la ecoregión del Chaco, arti-culando las propuestas de los tres países, para sobre la base de unaconcertación y alianza lograr una argumentación única que debe seratendida por los Gobiernos de Argentina, Bolivia y Paraguay”.38

En el Paraguay, los que mayor interés muestran en promover pro-cesos de integración del Gran Chaco Americano son los menonitas delChaco Central, quienes están visualizando a esta parte de Bolivia, es-pecialmente por las posibilidades de vinculación con Santa Cruz, comoun potencial mercado para la gran producción de lácteos que actual-mente poseen. Del mismo modo, el gobierno paraguayo puso en laagenda de debate nacional la posibilidad de fortalecer las rutas PedroJuan Caballero-Pozo Colorado hasta Infante Rivarola por la picada500, frontera con Bolivia, y hasta Pozo Hondo límite con Argentina.En tanto que en Argentina ni el sector empresarial ni el gubernamen-tal muestran mayor interés por el proceso de integración, pues susprioridades de articulación aparentemente son otras.

Escenarios posibles y deseables

A manera de conclusiones, en este acápite final se consignan unaserie de demandas y percepciones que los principales actores socialesde la región chaqueña consideran fundamentales en la perspectiva de

38 Declaración final del Segundo Encuentro Trinacional de los Pueblos y Comunidades Indígenas del ChacoSudamericano, efectuado entre el 12 y 14 de septiembre de 2001, en Mariscal Estigarribia, Paraguay.

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avanzar en la gobernabilidad, la equidad y la integración social,agregándose además las visiones que estos actores tienen sobre el fu-turo del Chaco.39

a) Una identidad “chaqueña” que dé cobijo a la diversidad

Si bien las preocupaciones actuales de las élites y otros actoreschaqueños no están precisamente dirigidas a los temas que hacen a laconstrucción de la identidad regional y ésta más bien ha sido reducidaa un discurso instrumental, está presente, por lo menos de maneraintuitiva, la conciencia de que no es posible pensar el desarrollo de laregión sin una debida consideración de este tema.

La “identidad chaqueña”, es decir, el conjunto de visiones, sentimien-tos de pertenencia y valores compartidos, deberá ser asumida como ungran paraguas que cobije en su interior, sin ninguna clase de discrimina-ción, a la multiplicidad de identidades y culturas que a su vez configuranel complejo escenario social contemporáneo del Chaco. Identidad queasuma la diversidad como una riqueza y no como una amenaza. Identi-dad en la que se reconozcan los grupos sociales actualmente excluidos,convirtiéndose de esa manera en un factor de cohesión e integración social.

Es importante puntualizar que si bien la identidad chaqueña esaún débil y que su construcción no está exenta de amenazas, tambiénes del todo cierto que existen numerosos factores que sin duda la for-talecerán. No otra cosa son, por ejemplo, el reconocimiento estatal delChaco como una unidad de planificación a través del Plan Macrore-gional del Chaco o las grandes oportunidades de un desarrollo conequidad que brindarán los recursos de las regalías petroleras, si suutilización es el resultado de consensos basados en una participaciónsocial amplia y de calidad.

39 Para la construcción de este acápite acudimos también a los resultados de las diversas mesas de diálogoque se realizaron en la región en los últimos años.

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b) Normas e instituciones que propicien la participación ciudadana, lagobernabilidad, la integración social y la equidad

Modificación de las leyes de Descentralización, Participación Popular y de Municipalidades

• Elección directa por voto popular del Prefecto y Consejeros depar-tamentales, y por esa misma línea de subprefectos y corregidores.

• Incremento de un Consejero Departamental para la provinciaGran Chaco.

• Definir con mayor precisión los roles del Consejo Departa-mental, dando a los consejeros mayores atribuciones para unaefectiva fiscalización del Ejecutivo Departamental.

• El Prefecto del Departamento debe dejar de ser cabeza del Con-sejo Departamental en la medida que no puede ser juez y parte.

• Iniciar un proceso de debate regional en torno a las reformaslegales que hagan posible la municipalización de los recursosprovenientes de las regalías petroleras.

• Eliminación del voto constructivo de censura, pues se atribu-ye a este mecanismo legal la ingobernabilidad en los munici-pios, en sustitución del cual se propone dar mayor capacidadde fiscalización a los Comités de Vigilancia.

• Obligatoriedad de que los Distritos Municipales Indígenascoincidan con la delimitación de las Tierras Comunitarias deOrigen.

• Que los subalcaldes de los Distritos Municipales Indígenas nosean nombrados por el Alcalde Municipal sino por las comuni-dades en base a sus mecanismos tradicionales de gobierno.

Apertura del sistema político

Diversos actores chaqueños consideran necesaria la apertura delsistema político a expresiones organizadas de la sociedad civil, rom-

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piendo de esta manera el monopolio de los partidos políticos en laintermediación entre el Estado y la sociedad. Se cree que este procesodebe ser gradual y que debe comenzar en el régimen electoral munici-pal para progresivamente ir ampliándose a todo el sistema.

Fortalecer la institucionalidad y crear nuevos espacios de participación y control social

• Fortalecer el Consejo Provincial de Desarrollo del Gran Cha-co como instancia matriz de articulación de las secciones mu-nicipales. Y a partir de ello ir consensuando la propuesta decrear un Consejo Regional de Desarrollo del Chaco que inclu-ya a la provincia O´Connor.

• Crear consejos seccionales que cumplan el rol de espacios deconcertación de las estrategias y políticas de desarrollo de losmunicipios y se constituyan en mecanismos de fiscalizaciónde las acciones de las instancias seccionales del Ejecutivo de-partamental.

• Fortalecer las mancomunidades municipales a partir de lasnecesidades de la población identificadas en los procesos deplanificación participativa municipal.

c) Una región integrada a la nación y aprovechando las oportunidades de laglobalización

Una nueva forma de mirar a la nación y a la región

La mitigación de las tensiones entre Estado y región, relación has-ta ahora signada por el conflicto, pasa, además de por las imprescindi-bles reformas legales e institucionales, por nuevas formas de generarconsensos y visiones críticas al interior de la misma región.

Un desafío sin duda es pensar la articulación de la región chaqueñaa la nación venciendo las lógicas de conflicto hasta ahora vigentes.

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Ello implica dejar de ver al Estado como un simple receptor de reivin-dicaciones y proveedor de recursos, para entender lo estatal tambiéncomo un espacio de participación y generación de consensos. A suvez, la región debe mirarse a sí misma con ojos críticos, es decir asu-mir que no todos los males que padece provienen del centralismo yque existen factores endógenos, resultado de cómo las propias éliteschaqueñas manejaron históricamente su región, que han limitado eldesarrollo y generado exclusión social.

Tender puentes con las demás provincias chaqueñas de Chuquisacay Santa Cruz, pasando de lo discursivo a la construcción de propues-tas de mecanismos concretos de articulación. Para ello se identifican alas mancomunidades municipales como espacios privilegiados paradicho fin.

Mirar al MERCOSUR y al Gran Chaco Americano

A sabiendas de que la integración de nuestro país con el MERCOSUR

pasa por una desfavorable balanza comercial, debido a que en las condi-ciones actuales Bolivia depende de sus importaciones de bienes de capi-tal e insumos especialmente de Brasil y Argentina, los principales actoreschaqueños creen que esta situación puede equilibrarse al ampliarse lasexportaciones de gas a los países que integran el Mercosur, especialmen-te hacia el Brasil que adolece de un grave déficit energético.

Para ello se deberá definir a nivel nacional, en forma consensuadacon las regiones, una política institucionalizada y a largo plazo de in-tegración del país, aprovechando las ventajas competitivas de regio-nes dinámicas como el Chaco.

d) ¿Cómo le gustaría ver a su región dentro de 20 años?

En el intento de identificar cuál es la imagen objetivo que los prin-cipales actores chaqueños visualizan para su región, en las entrevistas

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se incluyó la pregunta “¿Cómo le gustaría ver a usted a su región dentrode 20 años?”. Las respuestas logradas son muy reveladoras y demues-tran las divergencias existentes en la actualidad, pero también dan cuen-ta de las potencialidades de generar consensos amplios y duraderos paradefinir las estrategias y políticas de desarrollo integral de la región.

Indígenas chaqueños

La visión de futuro del Chaco para los indígenas pasa por el reco-nocimiento de los territorios indígenas y un cierto grado de autono-mía en la gestión de su desarrollo. Varios de los dirigentes indígenasidentifican esta autonomía con la creación de distritos municipales in-dígenas regidos por un sub alcalde, como establece la Ley, pero con lasalvedad que éste no sea elegido por el alcalde de la sección municipalcorrespondiente, sino a través de los mecanismos organizativos pro-pios del pueblo indígena.40

Es también interesante constatar que, contrariamente a lo que demanera común se cree, los indígenas no visualizan su futuro en funciónal pasado, es decir, existe una conciencia de que necesitan beneficiarse delas ventajas que trae aparejada la modernidad, pero sin perder su identi-dad. Un ejemplo de ello son las asociaciones de productores y producto-ras indígenas que progresivamente se van integrando al mercado.

Dirigentes de instituciones de la sociedad civil

• Contrariamente a lo que comúnmente se cree, los dirigentesde las organizaciones cívicas chaqueñas no visualizan el futu-

40 Esta visión de futuro de la región es más perceptible entre las comunidades guaraníes y tapietes y no asíentre los indígenas weehenayek, debido a que este pueblo básicamente cazador y recolector no posee unapráctica de planificación en el largo plazo. Un informante weehenayek indicaba que a ellos no les gustaplanificar el futuro sino vivir el presente, a causa de que en el pasado sufrieron una peste que casi losdiezma y que les enseñó que es mejor vivir el día. “Hasta los chamanes morían”. Se refería a la epidemiade viruela que azotó la zona de 1945 a 1948.

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ro del Chaco en un esquema político administrativo diferenteal actual, es decir, salvo muy pocas excepciones, la propuestade departamentalización de la región no está presente en laimagen de futuro que los actores chaqueños aspiran para suregión. Demostrándose con ello que la amenaza de creaciónde un nuevo departamento es simplemente un factor de pre-sión en las negociaciones de la región con las diferentes ins-tancias del poder ejecutivo.

• Del mismo modo prevalece la idea de “industrializar” al Cha-co aprovechando las ventajas de su ubicación geográfica y laspotencialidades en la generación de energía a través de losrecursos hidrocarburíferos que posee.

• Un tema común entre dirigentes cívicos y productores es lanecesidad de hacer partícipe al Chaco de los corredores deintegración bioceánica y del mejoramiento de la red vial inter-provincial y departamental. Existe la conciencia de que si nose generan las condiciones para esa integración, la región sim-plemente puede convertirse en una mera espectadora de pro-cesos de desarrollo ajenos.

Productores

• Para los productores, tanto campesinos como empresarios, elfuturo del Chaco lo visualizan en la medida que se resuelvandos temas fundamentales: tierra y agua. Respecto a la tierraconsideran que la actual legislación debe ser revisada de talmanera que se adapte a la realidad del Chaco y que sea másexpedita en los procesos que instituye. En relación al tema delagua se considera que el Estado y, particularmente los muni-cipios, deben jugar un rol central en la prestación de serviciosy en la facilitación de infraestructura en apoyo a la produc-ción.

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• Si bien todavía es dominante la visión del Estado asisten-cialista, especialmente, pero no únicamente, entre el sectorganadero, se evidencia también el surgimiento de una nuevageneración de empresarios ganaderos con una visión diferen-te en relación al rol estatal y con inquietudes renovadoras res-pecto al modelo tradicional de manejo del ganado. Del mis-mo modo, es posible constatar el surgimiento de productoresagrícolas con criterios ambientales y conscientes de las opor-tunidades que les brinda el contexto dinámico que está vi-viendo la región chaqueña.

Algunos comentarios finales

La sistematización, esquemática por cierto, de las visiones de fu-turo de actores chaqueños motiva los siguientes comentarios:

Es interesante constatar que ninguno de los entrevistados hayaincluido explícitamente a la equidad como un objetivo o aspiración.Aunque temas como educación, salud, saneamiento básico, acceso aservicios y otros sea una preocupación común.

Las diferentes mesas de diálogo, tanto nacional como departamen-tal, y el proceso del Jubileo 2000, han contribuido, primero, a generaruna inquietud sobre el futuro de la región y luego también a avanzar,aunque modestamente, en la construcción de visiones comunes, quesin lugar a dudas son gérmenes importantes de futuros consensos.

Con muy contadas excepciones, los actores chaqueños entrevista-dos no son muy críticos respecto a la forma como hasta ahora las élitesmanejaron el poder político de la región y a las consecuencias de elloen términos de desarrollo y equidad.

Es posible constatar que el tema del medioambiente se ha conver-tido en una preocupación de las instituciones y actores sociales chaque-ños. Estas inquietudes se reflejan en las entrevistas, pero también en

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todos los documentos de diagnóstico y planificación provinciales ymunicipales, e igualmente en las conclusiones de los distintos espa-cios de diálogo realizados en la región. Ello probablemente se deba aque ya se perciben las consecuencias del deterioro ambiental y tam-bién a la labor concientizadora de instituciones de la sociedad civil.

La creciente urbanización del Chaco y la segura acentuación deesa tendencia todavía no es una preocupación de los sectoresdirigenciales de la región, entre quienes todavía prevalece una visiónpredominantemente rural.

Relación de personas entrevistadas

• Juan Carlos Navajas, Vicerrector de la Universidad Católica Boliviana – Unidad

Tarija

• Roberto Ruiz, Asesor de la Prefectura Departamental

• Leonardo Buitendijk, Consultor de SNV adjunto a la Prefectura Departamental

• Rodrigo Ayala Bluske, Director de IYA

• Clodomiro Aparicio, Asesor de la Dirección de Hidrocarburos de la Prefectura

de Tarija

• Alipio Valdez, Representante del FOBOMADE

• Guido Cortez Franco, Investigador del PIEB

• José Bleichner, Ex Diputado Nacional y Actual Concejal Municipal de Villamontes

• Reinaldo Bayard, Presidente Comité Cívico

• Omar Peñaranda, Director de Planificación del Municipio de Villamontes

• Marín Gutierrez, Abogado del CERDET

• Arucayo Katuire, Dirigente guaraní del Itika Guasú

• Lucas Cortéz, Capitán Grande del Pueblo Weehenayek

• Tomás Ferreira, Capitán Grande del Pueblo Tapiete

• Wilmar Cardozo, dirigente del Comité Cívico

• Marina Ibañez, Ejecutiva de la Asamblea del Pueblo Guaraní, Zona Yacuiba

• Rolando Gumiel, Alcalde Municipal de Caraparí

• Osman Sánchez, Coordinador General del Corregimiento Mayor de Caraparí

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• Renán Sánchez, Director del Equipo de Apoyo al Pueblo Guaraní

• Nely de Sánchez, Presidenta Comité Cívico

• Concepción Sánchez, Dirigente campesino de O´Connor

• Fabián Cayo, Ejecutivo de la Asamblea del Pueblo Guaraní de la región del Itika

Guasú.

• Andrés Segundo, Capitán Grande del Consejo de Capitanes de Tarija.

• Presentación Romero, productor del pie de monte

• Isidora Bustos, Kuña Mburuvicha de la Capitanía Guaraní de Tentaguasu

• Jhony Robles, técnico de la FAO

• Alejandro Zarysky, Director de la Fundación Yangareko

• Grover Mealla, Coordinador de Planificación del CER-DET

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Capacidades políticas del movimientoevangélico boliviano

Julio Córdova

1 En el presente trabajo se usa el término “evangélico” para designar al protestantismo latinoamericano, eneste caso boliviano. Preferimos este término al de “protestante” porque, como se verá después, la matrizideológica y cultural del protestantismo sufrió una mutación radical al “latinoamericanizarse”. Además,excepto algunas “iglesias de inmigrantes”, la generalidad de los protestantes latinoamericanos y bolivia-nos se define a sí misma como “evangélica”: es decir, protestantes teológicamente conservadores, herede-ros de los avivamientos religiosos anglosajones de los siglos XVI y XVII, y con un énfasis en la experienciapersonal de encuentro con Cristo como acceso al Evangelio. Al respecto ver Schafer, Heinrich, Protestan-tismo y crisis social en América Central, DEI: Costa Rica, 1995, pp 23-31.

2 Imitando al intento venezolano de 1987. Ver Rojas, Ramón, “Venezuela: esbozo de la conciencia políticade los evangélicos” en Padilla, René (comp.), De la marginación al compromiso: los evangélicos y la política enAmérica Latina. Fraternidad Teológica Latinoamericana: Buenos Aires, 1991, pp. 103-118.

3 Corte Nacional Electoral, Informe al Honorable Congreso Nacional: Elecciones Generales 1993. CNE: La Paz, 1993.

Introducción

El movimiento evangélico se ha convertido en los dos últimosdecenios en un actor político que ha adquirido mayor visibilidad enAmérica Latina.1 Hemos visto la proliferación de partidos políticos conraíces evangélicas e incluso con un carácter abiertamente confesional.Bolivia no ha sido la excepción; existen intentos de conformar agrupacio-nes políticas “evangélicas” como ORA (Organización Renovadora Au-téntica) en 19892 y Servicio e Integridad en 1995. De ellas, la más “exitosa”fue, sin duda, Alianza Renovadora Boliviana (ARBOL) creada en 1992 yque, en las elecciones presidenciales del siguiente año, consiguió el 2% dela votación válida, con una presencia relativamente significativa en Oruro,logrando enviar un diputado al Congreso.3

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Pero no sólo es la organización de partidos políticos confesionalesel único signo de esta renovada presencia evangélica en el ámbito po-lítico del país. A la par, algunos evangélicos han logrado acceder acierto liderazgo político y social en los últimos años.4

Todo parece indicar que esta presencia evangélica en el ámbitopolítico y en las organizaciones de base del país va a continuar e inclu-so, existe la tendencia a ser más notoria, debido principalmente a lossiguientes factores:

• El crecimiento sostenido de las iglesias y fieles evangélicos5 queimplica un impulso hacia una representatividad evangélica pro-pia frente al Estado, como ocurrió en países con porcentajes relati-vamente altos de evangélicos: Chile, Brasil y Guatemala.6

4 Al respecto podemos mencionar algunos casos paradigmáticos como el ex Vicepresidente de la RepúblicaVíctor Hugo Cárdenas, que si bien no mantiene al presente una identidad religiosa evangélica, reconoceque en su formación inicial fue importante su relación con la iglesia bautista en Huatajata. Marcial Fabricano,líder de la CIDOB y organizador de la marcha de los pueblos originarios del oriente por la dignidad y elterritorio en 1990, es también evangélico. En el ámbito municipal se destaca la elección del líder evangé-lico Felipe Kittelson como Alcalde de Caranavi en las elecciones del 2000.Estamos hablando sólo de los casos más notorios. Si se hace un análisis más detallado del liderazgo de lasorganizaciones de base, se encontrará una importante presencia evangélica en las juntas de vecinos, sin-dicatos, organizaciones gremiales, sindicatos agrarios, organizaciones indígenas, OTB’s, organizacionesde mujeres, organizaciones juveniles, etc. En un estudio de caso en El Alto, se encontró que la presenciade evangélicos en el liderazgo de estas organizaciones de base era proporcionalmente mayor a su expan-sión numérica a nivel poblacional que a nivel nacional alcanza sólo al 10,16% según el Censo de 1992. Cfr.Córdova, Julio, Confesiones Fundamentalistas en El Alto: Disidencia religiosa y actores urbano – populares, tesisen sociología, UMSA: La Paz, 1990, pp. 117-118.

5 Hasta 1960, el crecimiento de evangélicos en Bolivia fue más bien lento como en los demás países andinos.Para ese año representaban apenas el 1% de la población. Pero, a partir de los cambios emergentes de laRevolución del 52, este crecimiento se incrementa notablemente, de modo que en 1985 eran el 7,6% de lapoblación, con una feligresía estimada de 403.000 personas. Entre 1985 y el Censo Nacional de 1992, se estimaque los evangélicos crecieron a un tasa anual de 8,8% llegando a 652.300 feligreses. Un incremento superior a latasa de crecimiento poblacional del 2,75%, según el censo del 2001. De continuar con este ritmo, algunos analistasestiman que, para el 2010, los evangélicos serán el 33,3% de la población. Hay que hacer notar, sin embargo,que estas estimaciones no son muy confiables ya que los datos sobre la feligresía evangélica son difícilmentedeterminables con certeza debido a que la mayoría de las sociedades religiosas no llevan registros actualizados,al constante incremento de pequeñas agrupaciones y a la fuerte movilidad intra y extra eclesial en el campoevangélico. Cfr. Stoll, David, ¿América Latina se vuelve protestante?. Abya-Yala: Ecuador, 1990, pp 395-397.

6 Sobre Brasil ver Freston, Paul, “Brasil: en busca de un proyecto evangélico corporativo” en Padilla, De lamarginación al compromiso..., pp 21-36; sobre las funciones legitimadoras marginales de los pentecostaleschilenos respecto de la dictadura militar de los 70 ver Lagos, Humberto, Crisis de la esperanza: Religión yautoritarismo en Chile. PRESOR-LAR: Santiago de Chile, 1988; y sobre Guatemala ver Bastián, Jean Pierre,Protestantismos y modernidad latinoamericana. FCE: México, 1994, pp 266ss y Schater, Protestantismo y crisissocial en América Central…, pp 189-209.

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• La penetración del discurso evangélico en las élites sociales delpaís que tradicionalmente se han arrogado el derecho de la repre-sentatividad política de la sociedad civil. Algunos de estos actoresahora participan en política con una nueva identidad religiosaevangélica.7

• La hegemonía creciente de una ideología evangélica “de cristian-dad” que busca asociar la oferta religiosa a la posesión de apara-tos reproductores de cultura (medios de comunicación, centroseducativos), a la par que pretende redefinir sus relaciones con elEstado y la Iglesia Católica, en pos de un rol menos subordinadoen el campo religioso y social.

La pregunta que guía este estudio es: en qué medida el movimientoevangélico boliviano puede ser un actor político capaz de participaren la construcción de consensos sociales orientados a un desarrollohumano sostenible y con equidad. En qué medida este movimiento haelaborado una visión de país, una serie de capacidades políticas míni-mas, y una predisposición a cooperar con otros actores religiosos ysociales, para establecer y participar en la consecución de metas na-cionales que permitan superar la pobreza y la exclusión social.

Para responder a esta pregunta pretendemos llevar a cabo un aná-lisis histórico sobre la evolución de las relaciones de los evangélicoscon el Estado y con la sociedad civil, lo que nos permitirá comprendercuál es el capital social y simbólico que ha acumulado este movimien-to religioso, sobre el cual plantea sus propuestas políticas y su visiónde país. Por otro lado se busca realizar un análisis sincrónico sobre las

7 Hasta mediados de los 70 la oferta simbólico religiosa de los evangélicos en Bolivia fue asimilada sobretodo por los estratos populares urbanos y en el área rural; pero se tuvo poco éxito en atraer a la clasemedia, tradicional participante de los procesos electorales. Con la emergencia y consolidación de unmovimiento de avivamiento místico religioso conocido como “neopentecostalismo”, los evangélicos hanlogrado penetrar en la clase media y en algunas miembros de la élite artística del país. Este procesogenera una presión de natural presencia evangélica en el escenario político, similar a lo ocurrido con laDemocracia Cristiana en los años 50-60 en el campo católico. Cfr. Deiros, Pablo, Historia del cristianismo enAmérica Latina. FTL: Bs. As.: 1992, pp 487, 521.

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tendencias actuales que al interior del movimiento evangélico pug-nan por otorgarle una orientación definida respecto de su rol comoactor político y social.

A partir de este análisis se podrá comprender cuáles son las po-tencialidades del movimiento evangélico para participar en la conse-cución de consensos nacionales orientados al desarrollo humano sos-tenible y con equidad.

Al final del presente trabajo se buscará responder a la preguntainicial del estudio en dos dimensiones: las potencialidades políticasactuales y una prospección de escenarios posibles que a futuro pue-dan caracterizar el aporte evangélico al desarrollo humano en el país.

Breve balance bibliográfico preliminar

No se pretende aquí hacer una historia del movimiento evangélicoboliviano, sino sólo un análisis somero acerca de las relaciones evangéli-cos-Estado-sociedad civil, a lo largo de cien años de presencia en Bolivia.

Con todo, es necesario recalcar que los estudios históricos sobre elprotestantismo en Bolivia son más bien escasos. Entre ellos hay quedistinguir dos tipos:

• Las historias denominacionales.8 Se trata de reseñas general-mente laudatorias y poco críticas sobre los “logros” de las per-sonas notables de la denominación. En la mayoría de los casosestas reseñas hacen énfasis biográficos de los misioneros, nor-malmente anglosajones, que dieron comienzo a la denomina-

8 En el presente trabajo se utiliza el término “denominación” como sinónimo del concepto sociológico“sociedad religiosa”. Se refiere a una confesión religiosa que mantiene una misma tradición histórica yuna organización también común. En el movimiento evangélico hay varias denominaciones; es decirsociedades religiosas que, a pesar de mantener una estructura organizativa autónoma, se reconocen comoherederos del protestantismo histórico y, por tanto, mantienen lazos de cooperación y hermandad a tra-vés de actividades y organizaciones “interdenominacionales” como ANDEB (Asociación Nacional deEvangélicos de Bolivia)

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ción en el país. No hay en ellas un análisis histórico que trate deentender su relación con el desarrollo de la estructura social ode la cultura. Así, la sociedad religiosa aparece como una enti-dad desligada de las dinámicas socio culturales del país.9

• Las historias generales del protestantismo en Bolivia. Son esca-sas y, lastimosamente desactualizadas. Algunas de ellas siguenel mismo patrón que las historias denominacionales con unénfasis en reseñas institucionales desligadas del contexto socialdel país. Otras tienen en mente cómo aprender del pasado ydesarrollar estrategias para el “crecimiento de la iglesia“.10

A pesar de esta marcada ausencia de estudios históricos sobre elmovimiento evangélico en Bolivia, nos arriesgamos a un análisis conperspectiva histórica para plantear a modo de hipótesis algunas pau-tas en la relación de los evangélicos con el Estado y la sociedad civil,que puedan explicar las tendencias actuales al respecto.

1. Alianzas y desencuentros entre evangélicos y liberales

Contrariamente a lo que se supone, la presencia evangélica en elámbito político no es reciente, sino que es un fenómeno observabledesde la penetración de las primeras sociedades protestantes en el país.

9 Ejemplos de este tipo de reseña son las siguientes: Coronel, Noel, Historia de la Iglesia Adventista del Sépti-mo Día. Iglesia Adventista: La Paz, 1977; Tremayne – Coplestone, Misión Metodista en Bolivia. UnitedMethodist Church: New York, 1973; Nacho, Aruturo, Un siglo de evangelización, 100 años de la Obra Bautistaen Bolivia. Comisión de Historia de la Unión Bautista Boliviana: Cochabamba, 1998; Chapman, Rodolfo,Los Amigos de Bolivia: de Misión a Junta Anual. Los Amigos: Oregon, 1980; Zúñiga, Eliseo, La gran conquista,DIME: California, 1995 (historia de los “Hermanos Libres” en Bolivia); Howard, Nutt, Historia de las Asam-bleas de Dios de Bolivia 1946 – 1996. Sucre, 1996; Daza, Macedonio y Matamoros, Cristina, Historia de laIglesia del Nazareno en Bolivia: 1946-1996. CALA: La Paz, 1997.

10 Todavía son importantes los trabajos de Phillips, David, Protestantism in Bolivia to 1952 . Universidad ofCalgary: Alberta, 1968; Wagner, Peter, Protestant Movement in Bolivia. Carey Library: South Pasadena, 1970;Boots, Wilson, Potestant Christianity in Bolivia. The American University: Washington, 1971. Un resumende estos trabajos se encuentra en Arias, Mortimer, “El Protestantismo” en Presencia 6/8/1975, pp 181-189.

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Como en toda América Latina, el ingreso de los evangélicos a Bo-livia se produce bajo la aquiescencia de los liberales, en el poder desdela revolución federal de 1900. No sólo los liberales ofrecen facilidadesde ingreso a los primeros misioneros protestantes,11 sino que en algu-nos casos les invitan a establecer sus misiones y, sobre todo, a ofreceruna educación más “moderna” y alternativa a la enseñanza católicade tipo escolástico.12

Existe entonces una “alianza tácita” entre liberales y protestantes.La misma se explica a partir de tres procesos ideológicos y culturales,que se resumen en:

• Una afinidad electiva entre protestantismo y liberalismo crio-llo.

• Una alianza estratégica a partir de intereses y objetivos comu-nes.

• Un cierto uso instrumental en función de beneficios particu-lares.

Afinidad electiva entre protestantes y liberales

Como se sabe, Weber utiliza el concepto de “afinidad electiva” paraexplicar un complejo proceso histórico social a través del cual dos es-tructuras ideológicas, culturales o institucionales comparten rasgos

11 En esta primera etapa usamos como términos intercambiables protestantes y evangélicos. Se puede afir-mar que durante la penetración inicial en nuestro país, gran parte del movimiento evangélico manteníaun cariz protestante; entendido éste como un fenómeno religioso afín a la modernidad y la cultura liberal.

12 Comentando la invitación hecha por el Ministro de Educación del Gobierno de Montes a los presbiterianospara establecer una cadena de escuelas en Bolivia apoyadas económicamente por el propio gobierno,Tremayne explica: “La buena disposición de la administración boliviana para relacionarse con los gruposprotestantes en vista de un trabajo educativo cooperativo, auguró seguridad a los protestantes. Los libe-rales que comenzaban sus esfuerzos para formar el futuro de la nación estaban fuertemente empeñadosen forjar un sistema moderno de educación libre, bajo el control gubernamental. Para comenzar, espera-ban hacerlo mediante iniciativas privadas como las misiones protestantes, iniciando así proyectos educa-tivos pilotos. Esperaban, también, usar esas escuelas para quebrar la dominación de la Iglesia Católicasobre la vida educativa del país” (Misión Metodista en Bolivia … p. 9).

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comunes, se atraen recíprocamente, se refuerzan y estimulan, se arti-culan y conforman nuevas realidades. Así, Weber habla de la afinidadelectiva entre la ética protestante y un estilo de vida ascético de la faseinicial del capitalismo; de la afinidad electiva entre la cosmovisión deun individuo y sus intereses de clase; de la afinidad electiva entre elprofeta “emisario” y la idea de un Dios supramundano y personal;13

de la afinidad electiva entre ideologías autoritarias encarnadas en de-terminados partidos políticos y la tendencia a concentrar el poder enla burocracia moderna, etc.14

Se puede hablar entonces de una afinidad electiva no consumada entreel liberalismo criollo en el poder, y el protestantismo inicial. Esta afini-dad electiva se plasma en las siguientes convergencias:

• El liberalismo criollo y el protestantismo inicial tenían comoreferencia el liberalismo en tanto sistema de creencias y acti-tudes: el protestantismo porque provenía de él, y el liberalis-mo criollo porque aspiraba a él.Esta referencia común al liberalismo proporcionaba a ambosun lenguaje compartido, un horizonte de sentido similar, yrasgos afines en términos de cosmovisión y aspiraciones.

• Tanto el liberalismo criollo como el protestantismo inicial com-partían la utopía del progreso social percibido como un “pro-ceso civilizatorio” conforme al modelo anglosajón.

13 En contraposición con la afinidad electiva entre el “profeta ejemplo” y la idea de un Dios impersonal einmanente, propio de las religiones orientales.

14 Sobre la ambigüedad de este concepto weberiano, y sobre las disputas de su interpretación en la sociolo-gía moderna ver Lamo de Espinosa, Emilio y otros, La sociología del conocimiento y de la ciencia. Alianza:Madrid, 1994, pp 264-278. Michael Löwy prosigue la tradición sociológica de la Ética protestante y el espíri-tu del capitalismo de Weber, para analizar la “afinidad electiva” (atracción mutua) entre el mesianismojudío y la utopía social europea, y entre la teología de la liberación latinoamericana y cierto marxismohumanista. Ver Löwy, Michael, Guerra de dioses: Religión y política en América Latina. Siglo XXI: México,1999, pp 31 ss, y 93 ss. En esta obra Löwy sugiere el concepto de “afinidad electiva negativa” para hablarde un rechazo mutuo y estructural entre catolicismo y modernidad capitalista, de la cual sería tributariatambién la teología de la liberación, pp. 31-46. Para una explicación de la redefinición de Löwy del con-cepto de afinidad electiva, aplicado al análisis de la religión en tanto cultura, ver Suárez, Hugo José, Reli-gión y política en Bolivia. Plural: La Paz, 1999, pp 59-64.

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Los primeros protestantes entendían su misión no sólo en funciónde “salvar almas” del infierno o “plantar iglesias”. Desde su punto devista, el oscurantismo de la Iglesia Católica y los intereses de las oli-garquías habían sumido a Bolivia en la pobreza y al atraso económico.Así, predicar el verdadero Evangelio tendría como resultado el “abrirlos ojos” de los pueblos para que, una vez rotas las cadenas del tradicio-nalismo y la superstición católica, el país se embarcara en el progresosocial y económico.

Uno de los primeros misioneros americanos en Bolivia, FranciscoHarrington, escribía en 1904 a la Sociedad Misionera de Nueva York(de la Iglesia Metodista) que el Estado boliviano tenía interés por fi-nanciar el establecimiento de escuelas protestantes, a lo cual añadía:“El país necesita la influencia liberalizadora de las progresistas escuelasprotestantes”.15

15 Tremayne, Misión Metodista en Bolivia … p. 9. Esta postura ha sido denominada por los historiadores comoun “protestantismo de civilización” (Bastián, Jean-Pierre, Protestantismos y modernidad … pp 108 ss); esdecir, un protestantismo en el cual las fronteras entre la cultura liberal anglosajona y el “mensaje delEvangelio” no están claras o más bien, en el que estas fronteras son inexistentes. Sin embargo, hay quematizar la imagen monolítica de un protestantismo civilizatorio en Bolivia. Más bien se pueden distin-guir tres corrientes protestantes respecto del concepto de “civilizar” al pueblo a partir de la tareaevangelizadora:• El protestantismo propiamente civilizatorio. Representado por los metodistas que ingresan al país a partir

de 1906 y los adventistas que llegan en 1907. Ellos entendían su tarea no sólo como “evangelizar”, sinotambién como el impulso a la modernización del país a partir de la oferta de servicios educativos y desalud. Los metodistas estaban influidos por el emergente “evangelio social” en EEUU, que proponíaevangelizar todas las áreas de la cultura y la sociedad y no sólo a los individuos (Cfr. Deiros, Pablo,Historia del cristianismo en América Latina… p. 723). En cambio los adventistas asumieron el rol“civilizatorio” como respuesta práctica a las demandas de las comunidades campesinas del Altiplano,especialmente alrededor del Lago Titicaca, ofreciendo educación, salud y sólo al final su discurso reli-gioso (Cfr. Ströbele-Gregor, Juliana, Indios de piel blanca. Hisbol: La Paz, 1989, p. 122).

• El protestantismo moderadamente civilizatorio representado por los bautistas canadienses que llegan a Bo-livia en 1898 y por los misioneros independientes que fundan la Bolivian Indian Misión en 1907, en elnorte de Potosí. Ven la oferta educativa y de salud, no como un fin en sí mismo, sino un medio para“predicar el Evangelio” en circunstancias en las cuales la Constitución Política del Estado prohibíahacerlo. El concepto de “modernizar al país” a partir del trabajo evangelizador no estaba presente. A talpunto que, una vez que en 1906 los liberales decretan la libertad de cultos, la Misión Canadiense sus-pende el trabajo educativo en Bolivia porque esa estrategia “ya no era necesaria en las nuevas circuns-tancias” (Nacho, Arturo, Un siglo de evangelización … p. 25).

•Finalmente tenemos el protestantismo de conversión en el que la perspectiva civilizatoria está práctica-mente ausente. En esta corriente lo importante es “evangelizar al individuo” esperando que su “reno-vación moral” implique a largo plazo un cambio en las estructuras el país. Esta fue la óptica de “LosHermanos Libres” que ingresan al país a partir de 1895 (Zúñiga, Eliseo, La gran conquista … pp . 17ss).

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Por su parte los liberales en el poder entendían que el progresosocial de Bolivia se daría únicamente cuando la ignorancia y la su-perstición sean erradicadas a través de la educación. Su modelo desociedad estaba signado por la cultura protestante de EE.UU.

• En tercer lugar, el liberalismo criollo y el protestantismo veíanen la Iglesia Católica uno de los factores principales para man-tener en las masas la superstición y la ignorancia y, por tanto,el tradicionalismo. De ahí que ambos estaban interesados endebilitar su influencia institucional e ideológica.

El cuadro de la siguiente página muestra las medidas liberaleslaicistas y anticatólicas, y las propuestas protestantes en este ámbito.

Sin embargo, estas afinidades entre liberalismo criollo y protes-tantismo no se tradujeron en un verdadero encuentro sinérgico entreambos sistemas de creencias. Es decir, la afinidad electiva (la atracciónrecíproca) no se consumó en la emergencia de una nueva realidad ideo-lógica y/o cultural: ni los protestantes lograron insuflar la ética pro-testante al liberalismo criollo, ni los liberales encontraron en los misio-neros un aliado efectivo para secularizar la cultura a través de laeducación.

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16 Valda, Roberto, Historia de la iglesia en Bolivia, en la república. CEB: La Paz, 1995, p 181.17 Estas propuestas fueron elaboradas y difundidas por el misionero canadiense bautista Archibald Baker18 PL = Proyecto de Ley19 Los liberales fueron muy activos en la legislación anticatólica. No se puede afirmar entonces, como hace

Herbert Klein, que “demostraron indiferencia por la cuestión eclesiástica”.20 En el imaginario evangélico es muy importante la creencia que la modificación de la Constitución Política

del Estado otorgando “libertad de cultos” en 1906, fue fruto de la influencia de los primeros misionerosprotestantes. Sin embargo, esta postura de los liberales bolivianose debe más a la influencia de las ideaslaicicistas provenientes de Francia y del positivismo inglés.

Medidas liberales16 Propuestas protestantes17

• (1902) PL Secularización de los ce-menterios la Iglesia y el Estado20.

• Libertad de conciencia.• Derecho del Estado para insistir so-

bre el matrimonio civil.• Registro civil de nacimientos y muer-

tes.• Necesidad de cementerios administra-

dos por el Estado y no por la Iglesia

• (1901) PL18 Libertad de cultos• (1902) PL Secularización de los ce-

menterios• (1903) PL Supresión de las procesio-

nes• (1904) PL Laicización de la enseñan-

za• (1904) PL Expropiación de los conven-

tos• (1904) PL Secularización de archivos

y bibliotecas de los conventos• (1904) PL Administración secular/con-

ventos• (1904) PL Supresión del presupuesto

del culto• (1904) Retiro de sueldo del arzobispo

de Sucre• (1904) Supresión de la enseñanza re-

ligiosa• (1906) Ley de libertad de cultos• (1906) Matrimonio civil• (1906) Ley de abolición del fuero cle-

rical• (1907) Ley de secularización de los

cementerios• (1911) Ley de matrimonio civil19

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Según la referencia de Suárez sobre la conceptualización de “afi-nidad electiva” hecha por Michael Löwy para el análisis de la relaciónentre religión y utopías sociales y políticas21, no basta la afinidad dedos sistemas de creencias para que logren una convergencia efectiva através de su articulación. Son los procesos históricos específicos losque condicionan este acercamiento. En el caso boliviano cabe pregun-tarse ¿por qué no se produjo esta convergencia efectiva entre liberalesy protestantes a principios del siglo pasado?22

En primer lugar, por la relación ambigua y contradictoria de laoligarquía boliviana no sólo con el liberalismo sino con la moderni-dad en su conjunto. Una contradicción que se funda en la articulaciónde las haciendas latifundistas semifeudales con la moderna mineríadel estaño, como base económica de la élite en el poder. Así, mientrasestos liberales a medias pugnaban por limitar institucionalmente a laIglesia Católica, la necesitaban como instancia legitimadora de la ex-pansión latifundista en el área rural. Ello generó un liberalismo chatoy conservador, que, convenientemente legitimado por el darwinismosocial, restringía los derechos universales sólo a una minoría blancoide,excluyendo a mujeres, a indígenas y a gran parte de los mestizos, deuna “modernidad hecha a su medida”.

En este contexto, el protestantismo, portador de un liberalismomás integral y genuino, no sólo aparecía ante los liberales criollos comoun aliado potencial contra la Iglesia Católica, sino también como unpeligro frente a sus intereses oligárquicos en el área rural. Tanto en suscolegios como en sus iglesias, la cultura religiosa protestante formabaen la práctica democrática y representativa a sus feligreses, sin distin-

21 Suárez, Hugo José, Religión y política en Bolivia … p. 6722 Hay que recordar, por otro lado, que este desencuentro entre protestantismo y liberalismo radical se

observó en toda América Latina. De ahí que Bastián llegara a afirmar: “Ningún movimiento de reformareligiosa acompañó el enorme ímpetu político del liberalismo radical… el Estado intentaba desesperada-mente secularizar a la sociedad civil por la educación, socialista a veces, mientras la sociedad civil seresistía, condicionada en sus prácticas y mentalidades por un catolicismo antiliberal y antimoderno. Cadavez que el Estado quiso rebasar esta frontera bien delimitada, se encontró confrontado con una fuerteresistencia” Bastian, Jean Pierre, La mutación religiosa de América Latina. FCE: México, 1997: p 36, 38.

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ción de raza, patrimonio o sexo, mientras que el Estado los excluía.Los protestantes extendieron la oferta educativa y de salud al área ru-ral, mientras que el Estado la prohibía. Así, la presencia protestantecuestionaba la estructura de poder en cuya cima estaban los liberales.

Las primeras sociedades protestantes desarrollaron esfuerzos sis-temáticos para conformar complejos educativos, de salud y producti-vos en el área rural, en vistas de un desarrollo de corte capitalista:

• Los adventistas edificaron una amplia red de escuelas pri-marias en el altiplano, especialmente en las orillas del LagoTiticaca, tanto en el área boliviana como peruana. Fundaron19 escuelas entre 1899 y 1916. Para 1926 esta red llegó a 80escuelas en las cuales estudiaban 3.892 alumnos de las comu-nidades aymaras.23

• Desde 1914, los bautistas llevaron a cabo un proyecto de mo-dernización rural en Huatajata, también a orillas del LagoTiticaca. Para 1936 consolidaron una red de 10 escuelas, 3 clí-nicas, la introducción de maquinaria para la producción agrí-cola y el establecimiento de ferias pecuarias y agrícolas parala comercialización de la producción.24

• A partir de 1924, los metodistas inician un trabajo gradual enla zona de Ancoraimes en el altiplano paceño, que años mástarde desembocaría en un complejo educativo, médico y deinstrucción religiosa.25

• En 1947 Los Amigos (misión Oregon), compran una haciendaen Copajira donde también establecen un complejo producti-vo, educativo y de instrucción religiosa.26

23 Bastian, Protestantismos y modernidad latinoamericana..., p 131. Frederick Stahl uno de los primeros adventistasen el altiplano boliviano “juntamente con los campesinos construía escuelas. Prestaba atención médica yextendía la religión adventista, precisamente en ese orden” (Ströbele-Gregor, Juliana, Indios de piel blanca… p. 122).

24 Conferencia de Misioneros Bautistas en Bolivia, Breve historia de la Misión…, pp 40-43.25 Tremayne-Coplestone, Misión Metodista en Bolivia … p 47.26 Carrillo, Ramiro, Los Amigos en la Historia, INELA: La Paz, 1999, p 36.

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Estos proyectos protestantes implican el establecimiento de nue-vas relaciones ideológicas, productivas e institucionales con el mundoaymara sistemáticamente discriminado y oprimido por la oligarquíaliberal. La cultura liberal de los misioneros protestantes impulsó pe-queñas “reformas agrarias” con la entrega de títulos a los campesinosde Huatajata a partir de 1936, y de Copajira a partir de 1949, añosantes de la Reforma Agraria de 1953.

La cultura liberal y modernizante de las sociedades protestantesde principios de siglo, más robusta y genuina que el liberalismo colo-nial y conservador de la élite dirigente, generó conflictos no sólo conla Iglesia Católica, sino con los propios liberales que a su vez eranhacendados. En las reseñas históricas denominacionales y en las bio-grafías de los misioneros anglosajones es frecuente el relato de perse-cuciones, golpizas, arrestos, destrucción de la infraestructura protes-tante y amedrentaciones por parte de hacendados y sacerdotes católicosen el área rural y también en las ciudades.27

Pero no sólo el liberalismo reaccionario de corte positivista y ra-cista de la élite gobernante fue un obstáculo para un articulación entreprotestantismo y los liberales criollos. El hecho es que, a pesar de losesfuerzos de los misioneros, excepto la Iglesia Adventista,28 el resto delas sociedades protestantes no dejaba de ser una elemento exótico yultra minoritario respecto de la realidad social y religiosa del país. Unaestructura social estática y desarticulada, hacía prácticamente imposi-ble la necesidad y posibilidad de circulación de nuevos discursos (seanestos religiosos o políticos).29

27 En el ciclo de revueltas campesinas 1920 a 1923, algunos funcionaros del Gobierno, especialmente corre-gidores en el área rural, sospecharon de una posible injerencia protestante como uno de los factores expli-cativos de estos levantamientos indígenas. Varios protestantes, tanto misioneros como indígenas, fueronhostigados en este período (Ströbele-Gregor, Indios de piel blanca … pp 127-128; Tremayne, Misión Metodistaen Bolivia … p 41).

28 Que, dicho sea de paso, hasta el momento no es considerada como una denominación evangélica por elresto de las denominaciones identificadas con el movimiento evangélico boliviano.

29 Hay que recordar aquí que la disponibilidad social para la recepción de nuevos discursos está condicionadapor cambios bruscos a nivel de la estructura social. Así, los segmentos en transición requieren de nuevos bienessimbólicos que den sentido a sus cambiantes condiciones de vida, como medio para evitar la anomia. Berger,Peter, El Dosel Sagrado, elementos para una sociología de la religión, Amorrortu: Bs. As., 1971, p. 44 ss; Parker,Cristian, Otra lógica en América Latina: Religión popular y modernización capitalista, FCE: Santiago, 1993, p 128 ss.

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No es raro por tanto que en los países andinos (Ecuador, Perú yBolivia) el protestantismo haya tardado en ingresar y tuviera la tasade crecimiento más lenta hasta los años 60.30 En estos países, los efec-tos desorganizadores de la penetración de capitales extranjeros en laeconomía de exportación fueron atenuados por una robusta estructu-ra socio cultural originaria y por una estratificación racial estática,aminorando la emergencia de sectores sociales en transición necesita-dos de un nuevo marco simbólico de sentido.31

Hasta la revolución de 1952, el protestantismo en Bolivia se habíaarraigado sólo entre algunas capas urbanas compuestas por unos cuan-tos artesanos y profesionales libres, en comunidades originarias so-metidas a una fuerte presión desorganizadora por la expansión de loslatifundios, y entre algunos colonos expuestos a la desarticulación dela hacienda por la penetración del intercambio mercantil monetizadoen los mercados regionales, especialmente en la zona del Lago Titicacay en los valles cochabambinos.32

En estas condiciones, el protestantismo no significaba un actor deimportancia para las estrategias liberales en tanto “aliado”, a tal puntoque aún para la jerarquía de la Iglesia Católica su presencia pasó máso menos desapercibida hasta los años 40.33

30 Stoll, David, ¿América Latina se vuelve protestante? … p 20; Bastian, Jean Pierre, Protestantismos y moderniza-ción … p 110.

31 En cambio, en países donde se observa una temprana desarticulación de las sociedades rurales y, portanto, una urbanización precoz como en Chile, Brasil y algunos países de Centroamérica, la penetración ycrecimiento protestante son también más rápidos.

32 Todavía está pendiente la construcción de lo que Bastián llama una “geografía protestante” en Bolivia,similar a las elaboradas para países como México y Brasil. Una visión sobre los espacios geográficos ysociales entre los cuales se expande la disidencia religiosa, nos ayudaría a entender mejor las causas y losefectos de esta paulatina pluralización del campo religioso.

33 Las primeras referencias oficiales al protestantismo por parte de la jerarquía católica aparecen en una cartadel episcopado boliviano de enero de 1948, en la cual se insta a los fieles católicos a rechazar las herejíasprotestantes (Valda, Roberto, Historia de la iglesia en Bolivia … p. 236). A tal punto pasó desapercibida lapresencia protestante en la etapa liberal, que el historiador Joseph Barnadas identifica una “concomitan-cia” entre las medidas anticlericales de los liberales y la penetración de sociedades masónicas en Bolivia,pero no se refiere a una posible influencia protestante en el periodo (La Iglesia Católica en Bolivia, Juventud:La Paz, 1976, p. 93). Al parecer, una eventual alianza entre protestantes, liberales y francmasones no fuetan visible en Bolivia como en otros países del continente (Ver Bastian, Jean-Pierre, Protestantes, liberales yfrancmasones, FCE-CEHILA: México, 1990).

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Alianzas estratégicas e instrumentalización del protestantismo

Una vez que la afinidad electiva entre protestantes y liberales que-dó truncada, sólo hubo la posibilidad de alianza en pos de un objetivocomún: limitar las prerrogativas de la Iglesia Católica en la política yen la cultura del país. El problema en este nivel de cooperación es que,mientras a los protestantes les interesaba subvertir no sólo el ordencultural e institucional, sino también el campo religioso, los liberalesbuscaban sólo “encerrar a la Iglesia en la sacristía”, despojándola decualquier función pública y política relevante, sin importarles lo quepueda suceder en el ámbito religioso. Ellos no concibieron la posibili-dad de una reforma religiosa como parte de una modernización éticay cultural afín al desarrollo capitalista.34

Por tanto, sólo quedó el camino de la instrumentalización del pro-testantismo. De él, lo único que interesó a los liberales fue la oferta desus redes escolares de tipo modernizante, dirigidas a las élites urba-nas del país.35 Este resultó ser el motivo principal para entrar en con-tacto con las sociedades misioneras, para facilitar su ingreso y paradefenderlas de la oposición del clero católico.36

2. El Estado del 52 y el movimiento evangélico en expansión

La disolución del orden oligárquico (1932-1952) y la creación deun estado nacional populista (1952-1964), implican para el país cam-

34 En Bolivia no se observó, como en otros países latinoamericanos, intentos locales de reformas religiosasde corte liberal que luego fueran la base para el asentamiento de las sociedades protestantes misioneras(Bastian, Protestantismo y modernidad … pp 96-105).

35 A tal punto que ofrecieron subvención gubernamental para las escuelas urbanas protestantes, en las cua-les estudiaban los propios hijos de los liberales criollos. En 1910, el Gobierno incrementó en 42% el subsi-dio dado al Instituto Americano de La Paz de los metodistas, mientras que al mismo tiempo retiraba elsubsidio a las escuelas de los jesuitas (Tremayne, Misión Metodista en Bolivia … p. 11).

36 Para una evaluación más optimista sobre el “rol político” del protestantismo en la etapa liberal ver Tapia,Marcelino, “Protestantismo y política en Bolivia: entre la sociedad civil y el Estado”, en Gutiérrez, Tomás,Protestantismo y política en América Latina y el Caribe. Cehila: Lima, 1996, pp 119-141.

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bios estructurales de importancia histórica ya analizados en otras par-tes. Lo que aquí nos interesa son las transformaciones en el camporeligioso, y sus consecuencias en la conformación del movimiento evan-gélico en tanto actor político.

En primer lugar hay que destacar que la descomposiciónoligárquica acelerada por la crisis mundial de los años 30, tiene comocorrelato una mayor circulación de nuevos discursos e ideologías, es-pecialmente después de la Guerra del Chaco. Así, la dominaciónoligárquica en el plano simbólico-ideológico, asentada en una propues-ta modernizadora y secularizante para las capas medias urbanas, y enuna legitimación religiosa por parte de la Iglesia Católica en el árearural, es cuestionada en todos los ámbitos. Las emergentes capas me-dias urbanas comienzan a asimilar discursos de corte nacionalista,anarquista, socialista y marxista, lo mismo que el sindicalismo gre-mial y minero, e incluso el propio ejército que se supone era el brazocoercitivo de la oligarquía liberal. Por su parte, los campesinos delárea occidental del país articulan sus demandas de educación, supre-sión del pongueaje y acceso a tierras y mercados. Todos estos movi-mientos cuestionan los fundamentos mismos del orden oligárquico.37

Es en el marco de la descomposición de la dominación social y,sobre todo, simbólica de la oligarquía, que debe entenderse la consoli-dación y expansión geográfica38 de las sociedades religiosas evangéli-cas.39 Si entre 1900 y 1920 logran ingresar al país sólo 5 sociedadesevangélicas, en los siguiente veinte años (1920 a 1940) llegan al país 18sociedades (3,6 veces más que el periodo anterior). En los siguientes20 años (de 1941 a 1960) se registran en la Dirección de Culto del Go-

37 Al respecto ver Klein, Herbert, Historia de Bolivia …; Albó, Javier y Barnadas, Joseph, La cara campesina denuestra historia. CIPCA: La Paz, 1985; Malloy, James, Bolivia: la revolución inconclusa. CERES: La Paz, 1989.

38 Que no es lo mismo que expansión numérica o institucional, como se verá más adelante.39 A partir de este momento prescindimos del término protestante porque, como se verá en este parágrafo,

el campo religioso evangélico no sólo se expande geográfica y numéricamente, sino que sufre, a decir deBastian, una “mutación” en la cual las claves ideológicas que lo estructuran, cambian de significación, desentido y de efecto discursivo, dejando de lado la matriz liberal protestante que caracterizó la primeraetapa del movimiento evangélico.

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bierno 32 sociedades adicionales.40 Para 1952, aunque en términosnuméricos la expansión evangélica todavía era minoritaria, su presen-cia geográfica se había consolidado en todas las ciudades y pueblosimportantes del país. Junto con los nuevos discursos ideológicos decorte político, circulaban en el país nuevas ofertas simbólico religio-sas, especialmente de matriz evangélica.41

Junto con esta expansión geográfica, el movimiento evangélico con-solida un conjunto de aparatos de circulación discursiva como sus redeseducativas y una emisora evangélica. Establece ofertas institucionales ensalud y asistencia social. Desarrolla sistemas de formación de cuadrosnacionales (seminarios e institutos teológicos), no sólo en el área urbana,sino también en el área rural. Toda esta infraestructura institucional am-pliamente dispersa por la geografía nacional, servirá como base para suexpansión numérica a partir de la Revolución del 52.

Los cambios estructurales emergentes de la revuelta popular de abrildel 52, modifican sustancialmente el sistema de estratificación social ba-sado en categorías raciales imperantes en el periodo anterior, aunque sineliminarlo. Con la Reforma Agraria y con la ampliación del mercado in-terno hacia el oriente, se incrementan los flujos migratorios a las ciuda-des y el proceso de mestizaje se multiplica hasta convertirse en el rasgopredominante de la cultura boliviana. La Reforma Educativa implica unaampliación limitada de los procesos de circulación de capital cultural,modificando con ello las expectativas de grandes sectores sociales en lasprovincias y en los barrios populares de las ciudades.

Como resultado surgen nuevos estratos sociales como los pequeñoscomerciantes del sector informal en las ciudades, los colonizadores en el

40 Arias, Mortimer, El protestantismo … p. 182; Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, El fenómeno reli-gioso no católico en Bolivia. Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto: La Paz, 1996, p. 51.

41 Por ejemplo, la penetración del discurso evangélico en los centros mineros de Siglo XX y Catavi a partirde 1920, debe ser interpretada como parte de un proceso más general de creciente autonomía ideológicadel proletariado minero respecto de la dominación oligárquica mediada por la Iglesia Católica. Así, ladisidencia religiosa es un signo de disidencia ideológica y organizativa, que tiene su primera expresiónen las protestas mineras y la huelga general de 1922 (Kleín, Hervert, Historia de Bolivia … p 182).

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oriente boliviano, y una nueva capa de comerciantes indígenas que re-emplaza en su rol de intermediación a los antiguos pueblos de mestizos.Otros estratos se modifican sustancialmente: la clase media urbana seamplía y accede con más autonomía al manejo del aparato estatal; partede este estrato comienza un proceso de ascenso social a partir de la acu-mulación de capital a través del Estado, y se forma una capa empresarialprivada, especialmente en el comercio, la intermediación financiera, laexplotación minera y en un segundo momento la agroindustria.42

Finalmente, otros estratos adquieren una irradiación nacional entérminos de conducción del movimiento social boliviano como el pro-letariado minero.43

En suma, la estratificación social rígida del orden oligárquico se vuelvemás fluida. Los canales de movilidad social se incrementan. La estructu-ra de clases y estratos es más compleja. En este contexto, el anterior espa-cio simbólico prevaleciente hasta el 52, incluida la primacía de la IglesiaCatólica en el campo religioso, deja de ser funcional a la nueva estructurade clases. Para los nuevos estratos emergentes, la ideología liberal en elplano político, y la oferta simbólica de la Iglesia Católica en el plano reli-gioso, no consiguen significar y dar sentido a sus nuevas condiciones devida.44 Surge una demanda insatisfecha de bienes simbólicos de salva-ción: las condiciones de modificación del campo religioso están dadas.

42 Sobre los cambios en la estratificación social emergentes de la Revolución del 52, ver Blanes, José y Calde-rón, Fernando, “Diferenciación y cambio social (1952-1982)”, en Calderón Fernando, Búsquedas y bloqueos.CERES: Cochabamba, 1988; Malloy James, La revolución inconclusa …; Albó, Javier y Barnadas, Joseph, Lacara campesina… Para estudiar la conformación de los nuevos estratos empresariales y su relación con elaparato estatal, todavía es útil el análisis hecho por Sergio Almaraz en Réquiem para una República, UMSA:La Paz, 1969. Para un análisis crítico sobre los estudios de estratificación y clase social en Bolivia, desde elmarco teórico elaborado por Bourdieu, ver García, Alvaro, “Espacio social y estructuras simbólicas. Clase,dominación simbólica y etinicidad en la obra de Pierre Bourdieu”, en Suárez, Hugo y otros, Bourdieu leídodesde el sur, Plural: La Paz, 2000, pp. 107-128.

43 Zabaleta, René, “Forma clase y forma multitud en el proletariado minero en Bolivia”, en Zabaleta, René(comp.), Bolivia hoy, Siglo XXI: México, 1983.

44 A decir de Berger, la religión institucionalizada ya no es útil para dar sentido a lo existente en términos de“cosmos” ordenado y significativo, capaz de ser explicado a partir de categorías extra humanas y, portanto, seguras, en las cuales el individuo pueda entender sus nueva situación social (Berger, Peter, ElDosel Sabrado … pp 48 ss).

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En este contexto, la oferta simbólica evangélica permite a variosestratos sociales en transición, recomponer, cambiar y ampliar tantosu capital simbólico como su capital social.45 Para entender este proce-so, vamos a echar mano de un esquema analítico simple, que parte dedos funciones que la clásica sociología de la religión ha asignado a losprácticas simbólicas disidentes: la legitimación y la protesta simbóli-ca.46 En el presente trabajo entendemos como función legitimadora elproceso por el cual la producción simbólico-religiosa de una determi-nada comunidad de fe, sirve para dar sentido a sus condiciones devida y a su posición en la estructura social, como un orden sagrado y,por tanto, digno de ser vivido.47 En cambio, la protesta simbólica serefiere al proceso en el cual la producción de los bienes simbólicos desalvación de una comunidad de fe, implica un cuestionamiento religio-so, muchas veces inconsciente, respecto de la posición del feligrés en laestructura social. Este cuestionamiento en términos religiosos puedeefectuarse mediante los mecanismos de compensación, sublimación oincluso, a través del profetismo de orden religioso-político.48

45 En efecto, las sociedades evangélicas no sólo ofrecen un nuevo sistema de creencias en el ámbito religioso,sino también una nueva sociabilidad. Es decir, pautas de interacción social, de acceso al poder simbólicoe institucional, y de relaciones cara a cara, también nuevas. Ello permite el establecimiento de redes socia-les de cooperación y ayuda mutua a sectores que, en general, carecen de un capital social amplio.

46 Tradicionalmente la sociología clásica se ha interesado en las funciones legitimadoras de la religión: seaen sociedades ágrafas (Durkheim, Emile, Las formas elementales de la vida religiosa. El sistema totémico enAustralia, Schapire: Bs. As., 1968), o en sociedades de clases (Weber, Max, La ética protestante y el espíritu delcapitalismo). Pero también es larga la tradición analítica que enfoca el interés de la religión como espaciode protesta simbólica e incluso de contra legitimación de un orden establecido (Engels, “Las guerrascampesinas en Alemania”, en Marx, K y Engels, F, Sobre religión, compilación de Assman, H y Reyes, M.Sígueme: Salamanca, 1984). El problema es que la sociología sobre la disidencia religiosa en AméricaLatina se ha centrado casi exclusivamente en las funciones de protesta social y compensación simbólicadel pentecostalismo, la expresión no católica de mayor crecimiento en el continente, pero ha prestadopoca atención a otras formas de disidencia, que han cumplido más bien una función legitimadora, espe-cialmente de estratos en pleno ascenso social (Al respecto ver Córdova, Julio, Respuesta a Emil Sobodka: Lasestructuras eclesiales y las estructuras de la sociedad en América Latina. s/e: La Paz, 2000).

47 Berger, Peter, El Dosel Sagrado … pp. 44-69.48 Lanternari, Vittorio, “Los movimientos proféticos como protesta social”, en Fürstemberg, Freidrich (Comp.),

Sociología de la religión. Sígueme: Salamanca, 1976. Con estas definiciones nos ubicamos en la interacciónentre el espacio simbólico y la estructura social. Cuando la mirada se centra en el campo religioso comotal, los conceptos de legitimidad y contra legitimidad adquieren el cariz de la pugna por la apropiacióndel capital simbólico religioso, por parte de los profesionales productores que detentan el poder del cam-po (sacerdotes) y aquellos que están despojados de él (laicos). Al respecto ver Bourdieu, Pierre, “Gènesee estructura do campo religioso”, en A Economia das trocas simbólicas. Perspectivas: Sao Paolo, 1992.

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Legitimación, racionalización ética y movilidad social ascendente

El impacto del proceso revolucionario del 52 en la estructura so-cial genera, como ya se ha dicho antes, la emergencia de sectores so-ciales en proceso de movilidad social ascendente, tanto en el área ru-ral como urbana. Para algunos de estos sectores, el discurso y lasprácticas simbólicas de la Iglesia Católica no son útiles para dar senti-do a su nueva situación y para legitimar su ascenso social. Estos seg-mentos sociales requieren de una práctica religiosa que implique unamayor racionalización ética asociada a un cierto ascetismo, junto conuna disminución de exigencias redistributivas de su excedente econó-mico.49 Así, varios integrantes de estos segmentos sociales encontra-ron en el discurso evangélico, especialmente en las prácticas racionali-zadoras de las denominaciones más institucionalizadas,50 un espaciosimbólico más adecuado que legitimó su ascenso social. He aquí algu-nos ejemplos:

• La creciente actividad comercial hacia Chile generó a partir delos años 60 un segmento de transportistas tanto en los puebloscomo en algunas comunidades del altiplano occidental de LaPaz y Oruro que comenzó a acumular excedentes económicos.51

49 Como se sabe, un rasgo central en las prácticas religiosas populares e indígenas es el intercambio delexcedente económico por prestigio o, dicho de otro modo, la trasmutación de cierta porción de capitaleconómico por capital simbólico, particularmente en las innumerables fiestas patronales asociadas a lafigura del preste. Albó, Xavier y Preiswerk, Matías, Los Señores del Gran Poder. CTP: La Paz, 1986.

50 Se denomina aquí “confesiones evangélicas institucionalizadas” a aquellas corrientes con una organiza-ción eclesial más burocrática, con un discurso religioso más ético y racional, y con una liturgia másestructurada y “fría”. Estas corrientes se diferencian del movimiento evangélico pentecostal yneopentecostal, que se caracteriza por una organización eclesial que depende más del líder que de lasreglas, con un discurso religioso más emotivo, y con una liturgia más libre y “caliente”. A diferencia delprotestantismo clásico, los movimientos pentecostales y neopentecostales son expresiones religiosas más“efervescentes”. Al respecto ver Bastián, Jean – Pierre“Entrevista a Jean-Pierre Bastian”, en Fe y Pueblo No.14. Ed. CTP: La Paz, 1986; Córdova, Julio, “Tres Ideas Equivocadas Sobre el Nepentecostalismo”, en Cor-dero, Lourdes (comp.), Fe, dinero y prosperidad. Lámpara: La Paz, 2000; Deiros, Historia del Cristianismo ….pp 561-574.

51 Riviere, Giles, “Cambios Sociales y pentecostalismo en una comunidad aymara” en Fe y Pueblo No. 14.CTP: La Paz, 1986.

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Así, la redistribución de estos en la fiesta patronal no era funcio-nal a sus necesidades socio económicas. La adhesión a confesiones nocatólicas orientadas a la racionalización ética, especialmente a la Igle-sia Adventista, les permitió legitimar su acumulación de capital y, almismo tiempo, les indujo a sistematizar metódicamente sus hábitos yprácticas económicas, en un proceso más o menos parecido al influjodel protestantismo ascético analizado por Max Weber en la Ética pro-testante y el espíritu del capitalismo.

En el proceso de asenso social, varios de estos transportistas re-nunciaron a una legitimación religiosa a nivel de toda la comunidad,para acceder a una legitimidad simbólica sólo al interior del campoevangélico marginal. Pero, una vez consolidado su ascenso social, va-rios de ellos retornaron al campo religioso tradicional, para relegitimarsu nuevo estatus a través de la fiesta patronal.52

• La desestructuración de las comunidades campesinas aleda-ñas al Lago Titicaca (tanto ex haciendas como comunidadesoriginarias), debido a su incorporación al mercado regionalde La Paz, aun antes de la Reforma Agraria, generó una inten-sa migración temporal y la emergencia de una capa aymarade comerciantes, profesores rurales y transportistas y, última-mente, de pequeños empresarios asociados al turismo.

Las prácticas religiosas tradicionales asociadas sobre todo a la ac-tividad agrícola ya no servían como instancias de generación de senti-do para estos nuevos estratos indígenas que ya no dependen de laproducción agropecuaria para subsistir. Es en este contexto que se pro-duce un proceso de conversión hacia espacios simbólicos que les per-

52 No estamos proponiendo aquí una teoría utilitarista del proceso de conversión. No es que estos sectoresen ascenso social escogieron utilitariamente las prácticas adventistas para acumular capital. Más bien setrata de una afinidad electiva entre la construcción de un nuevo habitus de estrato social, con un espaciosimbólico más coherente a sus necesidades de clase social.

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mitieron racionalizar su práctica ética y económica, y adquirir habili-dades y destrezas para incorporarse al mundo urbano de La Paz.

De ahí que después del 52, las comunidades de fe adventistas,bautistas, metodistas y de la Iglesia Los Amigos se expanden alrede-dor del lago en lo que probablemente sea hasta el día de hoy una delas zonas rurales con mayor fragmentación del campo religioso, comocorrelato de su compleja estratificación interna.

• La ampliación de la oferta educativa fruto de la Revolucióndel 52 permitió a grupos de artesanos y del creciente sectorinformal en el área del comercio urbano, participar de un pro-ceso inicial de movilidad social ascendente. Algunos de estossegmentos aspiraban a engrosar la creciente clase mediaarticulada en torno al aparato estatal en expansión.

Esta adquisición de nuevos valores y de un estilo de vida acordecon el proceso modernizador implementado desde el Estado requeríaademás de un universo simbólico religioso diferente al catolicismopopular centrado en las fiestas patronales y en la práctica sacramentalistade las parroquias pre conciliares del área urbana.

Los caminos religiosos seguidos por estos estratos fueron diver-sos: algunos optaron por la oferta simbólica de racionalización éticatanto de las confesiones evangélicas institucionalizadas (metodistas,bautistas, Unión Cristiana Evangélica, Ejército de Salvación, etc.), comode los movimientos católicos de laicos (Juventud Obrera Católica, Ju-ventud Universitaria Católica, Movimiento Familiar Cristiano, etc). Entanto que otros se embarcaron en procesos limitados de seculariza-ción, indiferencia religiosa o no creencia.

A pesar de sus posibles diferencias doctrinales, para el análisissocial interesan más bien las similitudes entre las confesiones evangé-licas institucionalizadas y los movimientos católicos laicales. A dife-rencia del catolicismo popular centrado en la fiesta patronal y del ca-

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tolicismo pre conciliar centrado en la dispensación de sacramentos(ambas expresiones con connotaciones mágicas dirigidas a obtenerfavores de la divinidad a cambio de promesas, sacrificios u ofrendas),los evangélicos y los movimientos laicales de la Iglesia Católica, am-bos nacidos en la modernidad europea, proponían la revalorizacióndel papel del laico, una vida comunitaria más participativa y demo-crática, y un discurso religioso más ético y menos mágico, acorde conlas exigencias de una modernidad cultural incipiente.53

Compensación, identidad étnica, protesta social y pauperización

La revolución del 52 no sólo implicó la emergencia de segmentossociales en proceso limitado de movilidad social ascendente, sino tam-bién significó que otros tantos sectores experimentaran situaciones depauperización, tanto en el área rural como en el área urbana.

La estratificación interna de varias comunidades campesinas, asícomo en las ciudades, acelerada por los cambios estructurales del 52,permitió que algunos segmentos con mayor poder económico, comen-zaran a monopolizar la producción simbólico religiosa de las prácti-cas tradicionales centradas en la fiesta patronal y el preste.54

En este contexto, los sectores más pobres, despojados de los me-dios y del propio proceso de producción de bienes simbólicos de sal-

53 Todavía muy poco se ha estudiado sobre los movimientos laicales de la Iglesia Católica en Bolivia, sobrelas condiciones sociales de su emergencia y sobre su eventual impacto social y cultural en nuestra socie-dad. Lo cierto es que, al igual que el movimiento evangélico, estas expresiones religiosas de la IglesiaCatólica tuvieron su apogeo inmediatamente después de la revolución del 52, aunque fueron iniciadas enlos años 30 (Barnadas, La Iglesia Católica en Bolivia…; Valda, Historia de la iglesia en Bolivia…)

54 Albó y Preiswerk han mostrado cómo la festividad del Gran Poder se ha transformado progresivamentede una actividad más o menos comunitaria, en un espacio selectivo de participación, en el cual sóloaquellos que han acumulado excedente económico, pueden acceder a la función del preste, legitimandocon ello su posición como una bendición del Señor del Gran Poder. Con ello, los sectores menos “favore-cidos” por el Señor del Gran Poder sólo pueden aspirar a participar en calidad de espectadores o, a losumo, como actores secundarios y subordinados al rol del preste (Albó y Preiswerk, Los Señores del GranPoder...) Este mismo proceso de concentración de los medios de producción simbólica en manos de la éliteaymara urbana en la fiesta patronal se ha observado en El Alto (Córdova, Confesiones fundamentalistas enEl Alto…).

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vación en las prácticas tradicionales, optaron por “sociedades alterna-tivas” donde el acceso a los medios de producción religiosa, no impli-que la posesión de un excedente económico. En este caso, la ofertareligiosa de las confesiones evangélicas, especialmente del crecientemovimiento pentecostal, implica la posibilidad de que estos sectorespuedan asumir por sí mismos la construcción de una comunidad de femás o menos horizontal.55

A diferencia de la oferta religiosa de las confesiones evangélicasmás institucionalizadas, el pentecostalismo no tiene como componen-te central un discurso orientado hacia la racionalización ética; sino másbien implica un proceso efervescente y emotivo, más o menosdesestructurado, con capacidad de asimilar los elementos culturalespropios de los sectores en los cuales se implanta.

De esta manera, al igual que las prácticas tradicionales, el pente-costalismo implica también una fiesta comunitaria en función del en-cuentro con la divinidad; un momento de “exceso” de los sentidos yde las emociones; y una instancia de ruptura de la cotidianidad.

Al mismo tiempo que continúa con las dinámicas simbólicas de lafiesta patronal, el pentecostalismo permite a los sectores pobres pro-testar en lenguaje religioso contra una sociedad que no sólo les ha ex-cluido de los bienes simbólicos dominantes, sino también de los de-más bienes económicos, de poder y ecológicos. Así, mientras en lasociedad (en el “mundo”) carecen de educación, de servicios de saludy de acceso al poder político, en la sociedad alternativa constituidapor la comunidad de fe tienen la sabiduría y la sanidad divinas, ytienen a su disposición el poder del Espíritu Santo, mayor y más efec-tivo que el poder político del cual han sido desterrados.

A tiempo de protestar simbólicamente contra la sociedad y susestructuras, el movimiento pentecostal permite reconstituir los valo-

55 Para un análisis del pentecostalismo boliviano como una instancia de solidaridad entre pobres ver Damen,Franz, “La religión de los desheredados”, en Cuarto Intermedio, Cochabamba, 1997.

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res culturales amenazados por la pauperización y por un medio hos-til. Es entonces un ámbito de redefinición de la identidad personal,pero sin dejar de lado la tradición cultural de los sectores pobres.56

Es a partir del presente análisis que se comprende el crecimientodel movimiento pentecostal en Bolivia después de la revolución del52; particularmente en las décadas de los 60, 70 y 80, tanto en el árearural como urbana.

Crecimiento numérico, organización, autonomía y orientación hacia adentro

Los cambios estructurales emergentes del proceso revolucionariodel 52, permiten, como ya se ha explicado en los puntos anteriores, uncrecimiento evangélico importante como se muestra en el siguientegráfico:

56 Prado, Amalia, ¿Dios es evangelista, no? Plural: La Paz, 1998

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Este crecimiento numérico provoca en las confesiones evangéli-cas procesos de organización y reorganización internos, dirigidos aadministrar el incremento de fieles y la constitución de nuevas igle-sias locales.

A partir de la década de los 50 se produce en la mayoría de estasconfesiones la transferencia de la administración y la toma de decisio-nes, de los misioneros anglosajones a manos de la segunda generaciónde líderes evangélicos nacionales. Esta dinámica concluirá con la au-tonomía formal de varias confesiones respecto de los misioneros en ladécada de los 60.

Así, en la mayoría de las confesiones evangélicas, el sujeto eclesial57

ya no es el misionero anglosajón con una orientación modernizantecomo en la anterior etapa, sino las capas urbanas populares y de clasemedia, tributarias del nacionalismo revolucionario y, por tanto, conuna orientación más bien funcional hacia el Estado del 52.58

A todo esto hay que añadir la llegada de una segunda generaciónde misioneros anglosajones que, impactados por la revolución china yla revolución cubana, asumen una orientación básicamente anticomunistay de rechazo a “los asuntos políticos”, como un ámbito en el que “losevangélicos no se meten”59.

El crecimiento numérico geométrico a partir del 52, las consiguien-tes necesidades de organización e institucionalización interna, la trans-ferencia del liderazgo de los misioneros a los líderes locales con unaideología nacionalista, y una influencia orientada al “apoliticismo” enla segunda generación de misioneros anglosajones, en un contexto de

57 Por sujeto eclesial se entiende el grupo social dominante al interior de estas confesiones, que imprime enellas tanto su cosmovisión como su ideología política.

58 A decir de Bastian, aquí se produce la latinoamericanización del protestantismo y, con ello, su asimilacióna los códigos culturales locales y a las dinámicas organizativas de tipo caudillista-populista. Con ello, sedeja de lado la orientación modernizadora del protestantismo inicial: emerge un movimiento evangélicoautóctono y autónomo, con una orientación cultural diferente (Bastian, La mutación del campo religioso … p168).

59 Padilla, Rene, “El Futuro del Cristianismo en América Latina”, en Solano, Lilia (Comp.), Iglesia, Etica yPoder. Kairós, Bs. As., 2000; Deiros, Historia del Cristianismo en América latina … p 321 ; Bastián, Protestantismosy Modernidad … p. 167)

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secularización del orden político, como se verá enseguida, producenuna “orientación hacia adentro” en las confesiones evangélicas.

La anterior orientación “civilizatoria” del protestantismo inicialda paso al consabido “apoliticismo” oficial de las confesiones evangé-licas que ya no se preocupan por cuestionar el orden establecido, nipor reformar moral y socialmente al país. Se trata ahora de crecer nu-méricamente para “salvar al mayor número posible de almas” de las“garras del infierno”. Los asuntos públicos dejan de ser parte de laagenda de reflexión y acción de los cuadros evangélicos en la mayorparte de los casos.

La secularización del orden político en la revolución del 52

Esta “orientación hacia adentro” en las confesiones evangélicasno sólo se debe a las dinámicas internas del campo religioso ya anali-zadas en el anterior punto, sino también a un contexto de relativa se-cularización del orden político a partir de la revolución del 52.

Hay que entender aquí que la legitimación del orden liberal pre-vio a la revolución del 52 todavía dependía en el área rural del discur-so religioso de la Iglesia Católica. Así, la pretensión liberal de seculari-zar la sociedad tenía una limitación estructural en su dependencia dela religión oficial para mantener su dominación hacia los campesinos.Es por este contexto que el rol de los primeros protestantes aún podíatener ciertas connotaciones políticas, dada la base religiosa de la do-minación oligárquica.

Lo que no lograron los liberales a pesar de proponérselo, sí lo lo-graron los nacionalistas revolucionarios sin quererlo: la secularizaciónde las bases ideológicas de la dominación política. En efecto, tanto enlas ciudades como en el campo, la hegemonía nacionalista después dela revolución del 52 ya no dependía de la sanción religiosa. Ahora elorden político no se basaba en un designio de Dios, sino en la volun-tad “del pueblo”. Las bases de interpelación ideológica ya no surgían

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de la disyuntiva del bien contra el mal, de lo estatuido por Dios contrala rebelión y la herejía; sino en la disyuntiva de la nación contra elcoloniaje, de la voluntad del pueblo contra los intereses de la roscaminero feudal.60

En esta dinámica de reconfiguración del campo ideológico, el dis-curso evangélico e, incluso, el discurso católico, tuvieron pocas posi-bilidades de jugar un rol político relevante.61 En Bolivia, es lo más cer-cano a los procesos secularizadores de desplazamiento de la religión ala esfera privada, tan típicos de la modernidad de los países capitalis-tas.62

Movimiento evangélico y producción de liderazgos populares

Si bien el discurso evangélico se tornó irrelevante políticamentedurante los primeros años posteriores al 52, la sociabilidad evangélicatuvo un impacto político no reconocido hasta ahora por los estudioshistoriográficos del país.

En la medida en que la educación formal estatal fue inexistente enel área rural y urbano popular antes del 52, las redes escolares protes-tantes y las propias prácticas asambleístas de estas confesiones fueronespacios de formación de líderes populares, que luego reforzaron losprocesos de organización sindical campesina y minera.

Especialmente en aquellas áreas donde las confesiones evangéli-cas se consolidaron antes del 52: en la zona de influencia del LagoTiticaca, en el valle cochabambino y en las minas, los procesos de or-

60 Sobre la estructura discursiva del nacionalismo revolucionario ver Zabaleta, René, Lo Nacional Popular enBolivia, Los Amigos del Libro: La Paz, 1985; Antezana, Luis, “El nacionalismo revolucionario”, en Zabaleta,René (Comp.), Bolivia Hoy, Siglo XXI: México, 1983 y Mayorga, Fernando, El discurso del nacionalismo revo-lucionario, Plural: La Paz, 1989.

61 Sólo cuando la dominación militar, desde Barrientos en adelante, retoma los mecanismos simbólico reli-giosos de legitimación a partir del contraste entre la “sociedad cristiana” contra el “comunismo ateo”, lasprácticas religiosas vuelven a adquirir su relevancia política, como se verá más adelante.

62 Ver Mardones, José Ma., ¿A dónde va la religión?, Sal Terrae: Santander, 1996, pp. 172-180. En este sentido,es relevante el concepto de “privatización de la religión” de Thomas Luckmann en La religión invisible,Sígueme: Salamanca, 1973.

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ganización sindical fueron más rápidos y efectivos durante el procesorevolucionario y aún después. En estas organizaciones sindicales, laparticipación de líderes formados en los espacios evangélicos fue fre-cuente.

También fue notoria la presencia de evangélicos en la organiza-ción del movimiento katarista en los años 70. Tanto Genaro Flores comoVíctor Hugo Cárdenas tuvieron formación evangélica, y varios lídereskataristas del altiplano sur de La Paz fueron adventistas.63

Esta disonancia entre un discurso evangélico pretendidamente“apolítico” y la participación de líderes populares formados a partirde la sociabilidad evangélica en los movimientos sociales, generó ten-siones entre las iglesias locales y aquellos feligreses involucrados enlos sindicatos campesinos, mineros o urbano populares. Tensiones quese resolvieron en varios casos por el repliegue de estos líderes a susiglesias locales, o por el abandono de las prácticas evangélicas en fun-ción de su participación sindical.64

Legitimidad religiosa del poder y radicalización ideológica

Como se mencionó antes, el ciclo militar del Estado del 52 retoma losbienes simbólicos religiosos para legitimar su dominación, en contra del“comunismo ateo”. Esta vez, no sólo se trata de un discurso dirigido alárea rural, como en la etapa liberal, sino a la sociedad en su conjunto.

Este reencantamiento del campo político por parte del Estado pre-siona a los actores religiosos tanto católicos como evangélicos, a tomarposición en la creciente polarización ideológica entre la izquierda so-cialista y el nacionalismo conservador de derecha.

Así, mientras la mayoría de los evangélicos mantiene un“apoliticismo” formal, algunas élites de clase media aceptan el papel

63 Ströbele-Gregor, Juliana, Indios de piel blanca … p. 78.64 Córdova, Julio, Confesiones fundamentalistas… p. 162; Ströbele-Gregor, ibid. p. 82.

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legitimador de los gobiernos de facto,65 mientras que otras se radica-lizan en función de los movimientos sociales de izquierda.66

Todavía es difícil evaluar el peso legitimador y deslegitimador deestas élites evangélicas de clase media respecto del ciclo militar del Estadodel 52. Pero se puede adelantar la hipótesis de que, en el caso de la opciónlegitimadora, estas élites tuvieron una función subsidiaria. Su impactofue minoritario y más irrelevante en comparación con el rol jugado porlos evangélicos en el gobierno militar de Pinochet, por ejemplo.67

En cambio, el peso de las élites evangélicas radicalizadas hacia laizquierda del espectro ideológico de entonces fue mayor y más impor-tante. Junto con los católicos de izquierda, influyeron para que la je-rarquía de la Iglesia Católica asumiera un posición de distancia y aveces de crítica moderada al régimen de Bánzer, ofrecieron espacios deprotección y apoyo logístico a los dirigentes sindicales y políticos en laclandestinidad, y, sobre todo, dieron sentido a la participación políticade cuadros cristianos en los movimientos sociales de entonces.68

Inversamente: a pesar del rol subsidiario y el impacto focalizadode las élites evangélicas conservadoras en el campo político, su in-fluencia propiamente religiosa en el campo evangélico fue dominan-

65 Según algunos analistas, es el caso de las campañas de avivamiento de Julio César Ruibal en plena conso-lidación del régimen de Bánzer los años 1972 y 1973 (Bastian, La mutación del campo religioso…, p 132) o delas campañas evangelísticas de Luis Palau en 1978, en las cuales se “bendecía” a Pereda Asbúm en tanto“gobernante impuesto por Dios”.

66 Tal es el caso de algunos líderes metodistas que participaron en el movimiento Iglesia y Sociedad enAmérica Latina, que se inclinó a favor del movimiento minero y de la guerrila de Teoponte, y/o de ladefensa de los derechos humanos y la lucha por la democracia. El discurso político religioso de esta éliteradicalizada y ligada al surgimiento de la teología de la liberación en América Latina, se encuentra en losdocumentos de “El manifiesto a Bolivia” (1972) y “Tesis boliviana de evangelización” (1975) de la IglesiaMetodista (Cfr. Iglesia Metodista, Manual de política, IEMB: La Paz, 1976). Especialmente este último do-cumento tuvo una importante repercusión en la Iglesia Metodista a nivel latinoamericano y en los centrosde formación teológica en otras partes del mundo.

67 Lagos, Humberto, Los Pentecostales y las Fuerzas Armadas de Chile en el golpe de Pinochet, PRESOR: Santiago,1983.

68 Para un interesante análisis de la construcción de sentido de los militantes religiosos de izquierda en losaños 70, ver los trabajos de Hugo José Suárez: “Más acá de la mística y más allá de la política. La experien-cia de Néstor Paz Zamora” en Suárez, Laberinto religioso: Sociedad, iglesia y religión en América Latina”,Plural: La Paz, 1996, pp. 35-64; Religión y política en Bolivia …; y su tesis doctoral: ¿Ser cristiano es ser deizquierda? Sociología de las transformaciones simbólicas de los cristianos de los años 60 en Bolivia, UniversidadCatólica de Lovaina, 2001, s/e.

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te. En cambio, a pesar de la importante función ideológica de las élitesevangélicas de izquierda en el campo político, su peso en el camporeligioso evangélico fue mínimo, y cada vez menos relevante.

3. Crisis del 52, reforma neoliberal y fragmentación del sub campo religiosoevangélico

El agotamiento y la posterior crisis del Estado del 52, junto con lareforma neoliberal de mediados de los 80, implica una nueva etapa deexpansión del sub campo evangélico. Pero, esta vez, ya no se trata delcrecimiento numérico de las confesiones evangélicasinstitucionalizadas como en 1952, sino más bien de la creciente pre-sencia del movimiento neopentecostal entre las capas medias urbanasy entre algunos miembros de la élite empresarial, artística y profesio-nal del país por un lado y, por el otro, de la multiplicación de iglesiaspentecostales o la pentecostalización de las iglesias evangélicasinstitucionalizadas en el área urbano popular y rural.69

En suma, se trata no sólo de una nueva etapa de expansión evan-gélica, sino también de un proceso de fragmentación y mutación deeste sub campo religioso: desde una religiosidad más “fría”, ética yasambleísta, hacia una efervescencia creciente marcada por la emoti-vidad, la revalorización de lo místico y la organización centrada enfuertes liderazgos personales y familiares.70

69 Sobre el debate referido a la diferenciación conceptual o no entre los movimientos neopentecostal ypentecostal clásico dentro del campo evangélico, ver Córdova, Julio, “Tres ideas equivocadas sobre elneopentecostalismo”.

70 Jean – Pierre Bastian se refiere en general, a un proceso de pentecostalización del sub campo evangélico,que implica la pérdida de las tendencias modernizantes del primer protestantismo, y la asimilación depatrones de la típica religiosidad popular latinoamericana, caracterizada por la reafirmación de jerar-quías sociales, liderazgos caudillistas, y connotaciones mágicas en la relación con la divinidad (Bastian,La mutación del campo religioso … pp 174-176). Sin embargo, esta no es la única perspectiva analítica sobrela pentecostalización del movimiento evangélico latinoamericano. Autores como David Martín sostienenmás bien que esta mutación y creciente presencia pentecostal en América Latina, implica un proceso dereforma religiosa de las masas latinoamericanas, que puede derivar a largo plazo, en una especie demodernización de la cultura popular (Martín, David, Tongues of FIRE. The Explosion of Protestantism inLatin America. Basil Blackwell: Cambridge, 1990).

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Este tipo de religiosidad emotiva y desinstitucionalizadora repre-senta una respuesta simbólica a procesos de precarización de las con-diciones de trabajo y de pauperización de las condiciones de repro-ducción social, que son los costos sociales del llamado programa deajuste estructural en el país.

En efecto, la liberalización del mercado de trabajo, junto con elbloqueo de los canales de movilidad social ascendente para las capasmedias a partir de mediados de los 80, generan la pérdida de funcio-nalidad y relevancia de los sistemas de creencia que hasta ese enton-ces dieron sentido de vida a estos segmentos sociales. Sean estos siste-mas de tipo secular (aspiraciones de progreso, ideologías políticastotalizantes, etc.), o de tipo religioso (sistemas ético religiosos ligadosal catolicismo ilustrado o a las confesiones evangélicas instituciona-lizadas).

En este contexto, la oferta simbólico religiosa del neopentecostalismoimplicó para las capas medias una importante alternativa para resig-nificar su nueva situación social, más precaria e insegura. A la vez, unneopentecostalismo no institucional, fuertemente emotivo y basadomás en la experiencia personal con la divinidad antes que en el discur-so sistemático y lógico, está más acorde con la incipiente dinámicaposmoderna de estos estratos sociales.71

Así, a partir de mediados de los 80, las comunidades neopentecostalesque se originan con las campañas de avivamiento religioso de JulioCésar Ruibal en 1972, experimentan un inusitado crecimiento numéri-co hasta conformar en algunos casos verdaderas mega-iglesias urba-nas.72 Este crecimiento está asociado a una influencia cada vez mayor enlas demás iglesias evangélicas de las ciudades, y a un peso crecienteentre las organizaciones supra y para eclesiásticas de los evangélicos.

71 Sobre la relación entre cultura posmoderna y movimiento neopentecostal ver Salinas, Daniel, Retos de laposmodernidad a la fe rvangélica, Lámpara: La Paz, 1998; Córdova, Julio, “Tres ideas equivocadas …”; Padilla,René, “El futuro del Cristianismo en América Latina”.

72 El caso de la Congregación Eklessía es el más típico y conocido en nuestro medio.

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A la vez que el sub campo evangélico tiende a mutar hacia uncultura más efervescente y emotiva, se observa un proceso de frag-mentación en el mismo. La producción de bienes simbólicos de salva-ción ya no sigue un único patrón institucional, sino que se observandistintas formas de producción del discurso y de organización y dis-tribución del poder religioso en las confesiones evangélicas.

Esta coexistencia de diferentes culturales eclesiales, cada una consus propias visiones de lo político y de la presencia pública del movi-miento evangélico en Bolivia, genera tensiones y conflictos, pues cadauna de ellas busca la hegemonía al interior del sub campo evangélico.

Ahora bien, es en función de estas tensiones que se organizan losdiscursos sobre lo político en el movimiento evangélico. Nuestra tesises que las propuestas de participación o no participación explícita delmovimiento evangélico en el ámbito público y político del país, y so-bre las formas concretas que debe adquirir esta participación, son par-te de estrategias más globales de los diferentes actores evangélicos porlograr la hegemonía en este sub campo religioso.

En este contexto se pueden distinguir básicamente tres tipos idea-les respecto de la participación evangélica en el ámbito público y polí-tico del país, que corresponden a su vez a tres diferentes culturaseclesiales:73

• La tradicional propuesta de participación individual asocia-da sobre todo a una cultura religiosa más institucionalizada,lógica y “fría”.

• La propuesta neopentecostal de presencia corporativa delmovimiento evangélico en el ámbito público, asociada a unacultura religiosa más emotiva y “caliente”.

73 Se trata, como afirma Weber, de esquemas mentales que acentúan deliberadamente algunos rasgos de larealidad en función de los objetivos de este estudio. Son esquemas que no corresponden necesariamentea la realidad empírica, pero que al mismo tiempo nos ayudan a clasificarla y a comprenderla.

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• La propuesta de participación crítica, de contra cultura, aso-ciada a una cultura religiosa más crítica y cuestionadora (pro-fética, en términos teológicos); heredera en muchos sentidosde la radicalidad política de izquierda de las élites de clasemedia en los años 70.

La propuesta de una participación individual en el ambito político

Es la tradicional postura evangélica referida a un cierto “apoliticismo”del movimiento evangélico en tanto movimiento, que postula una pre-sencia individual de los cristianos en las instancias de poder sea en elEstado o en la sociedad civil, pero sin comprometer la “neutralidad” delas confesiones evangélicas. Es a partir de esta participación individualque se espera influenciar en el ámbito público y político del país, espe-cialmente en temas morales como la corrupción por ejemplo.

Desde este punto de vista, el movimiento evangélico no se percibecomo interlocutor del Estado o de los movimientos sociales, a no seren temas de defensa de intereses corporativos religiosos como la liber-tad de cultos por ejemplo. Pero en otros temas como el desarrollo hu-mano, la descentralización político administrativa, las políticas de de-fensa del medio ambiente, o la salud, la tendencia es a diferenciar entrela participación individual que se acepta, y la representación corpora-tiva que se trata de evitar.

Esta propuesta es una continuidad de la postura evangélica pre-valeciente durante los primeros años de la revolución del 52 con unaorientación “hacia adentro” y una tendencia hacia la “neutralidad” e“indiferencia” respecto de los temas públicos de interés nacional.

La propuesta neopentecostal de presencia corporativa

A diferencia de la postura típica de las confesiones evangélicasinstitucionalizadas sobre la participación individual, generalmente el

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movimiento neopentecostal se inclina por una presencia corporativade los evangélicos en el ámbito público y político del país.

Ha desarrollado una actitud más optimista respecto de la posibili-dad de “influir” con los valores evangélicos desde las instancias depoder estatal hacia la sociedad civil. Así, su orientación se inclina fuer-temente a interactuar corporativamente con el Estado antes que con lasociedad civil o los movimientos sociales. Estos dos últimos posiblesinterlocutores en el ámbito público, están generalmente fuera de suhorizonte de visibilidad sobre lo público y político. Para el movimien-to neopentecostal, lo público se define en función de los aparatos delEstado.74

Desde esta perspectiva se acepta la participación individual delfiel evangélico en los diferentes partidos políticos, pero también estáabierta la posibilidad para una interacción entre el Estado y los evan-gélicos en tanto actor corporativo. Así, varios líderes neopentecostalesmovilizaron a ANDEB75 para la realización de dos desayunos de “Ora-ción por Bolivia”, en los que participaron destacadas autoridades delGobierno, el Congreso y el Poder Judicial, además de líderes de opi-nión, empresariales y sindicales, en 1990 y 1991, en el gobierno de Jai-me Paz Zamora.76 Estos actos representan una muestra del idealneopentecostal de interacción corporativa con el Estado.

Se aspira a que “la Iglesia Evangélica” tenga un peso institucionaly un prestigio social similar al de la Iglesia Católica. Peso y prestigiorespaldado por los aparatos de cultura (escuelas, universidades, hos-

74 Este tipo de orientación ha sido cada vez más predominante en la presencia evangélica en el campopolítico de América Latina. Esta interlocución corporativa con el Estado, ha sido dominante en el apoyode un importante sector pentecostal a la dictadura de Pinochet en Chile, a la dictadura de Ríos Montt enGuatemala, o a la presidencia de Elías Serrano en ese país. Es desde esta lógica corporativa de interlocucióncon el Estado que los evangélicos fueron un importante soporte electoral para Fujimori en el Perú y paraColor de Melo en el Brasil. En este último país, esta lógica corporativa de presencia evangélica en elcampo político se tradujo en la formación de una “bancada evangélica” en el Congreso de ese país, que,en su momento, se constituyó en la tercera fuerza brasileña (Bastián, La mutación religiosa … pp 153 -181.

75 Asociación Nacional de Evangélicos de Bolivia. Institución supra eclesial que agrupa a la principalesdenominaciones, misiones, ONG y organizaciones para eclesiásticas evangélicas del país.

76 El primero de estos desayunos desató en la prensa nacional un amplio debate sobre el rol de los evangé-licos en Bolivia y la pertinencia del artículo 3 de la Constitución Política del Estado que declara a la IglesiaCatólica como la religión oficial de Bolivia y garantiza la libertad de cultos.

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pitales, medios de comunicación, ONG, etc.) que, de manera similar ala Iglesia Católica, pueda poseer el movimiento evangélico.

La propuesta de participación crítica de contra cultura

Se trata de una propuesta minoritaria y por el momento irrelevan-te en el conjunto del sub campo evangélico. Son portadores de ellaalgunos evangélicos radicales de clase media, pertenecientes sobre todoa algunas confesiones institucionalizadas. Algunos de estos actorestratan de reconstruir algún sentido de su participación en el ámbitopúblico, después de la declinación de las opciones socialistas, en fun-ción de los objetivos de los nuevos movimientos sociales asociados alas reivindicaciones de género, medio ambiente, identidad local, etc.

A diferencia de la propuesta corporativa neopentecostal, su refe-rencia primaria en el ámbito de lo público no es el Estado y sus apara-tos, sino los movimientos sociales y sus reivindicaciones.

En el país todavía no hay una perspectiva de participación en elámbito público y político, que sea dominante al interior del sub cam-po evangélico, puesto que aún no se ha definido la dirección que to-mará la mutación de este campo, y tampoco está claro cuál de los acto-res logrará imprimir su sello al conjunto del movimiento: la tendenciamás neopentecostal o la tendencia más institucionalizada.

Sea como fuere, lo cierto es que los dos primeros tipos ideales depresencia evangélica en el ámbito público: la participación individual,y la participación corporativa, no son necesariamente excluyentes. Tie-nen puntos de encuentro y de complementariedad. Es más, ambos ti-pos ideales pueden estar presentes en un mismo actor evangélico, aun-que la predominancia de alguno de ellos estará relacionada a la culturaeclesial de este actor: si proviene de una cultura más institucionalizada,es probable que predomine la propuesta de participación individual;si proviene de una cultura más neopentecostal, es probable que pre-domine la propuesta de participación corporativa.

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4. Un análisis sincrónico de las visiones de lo político predominantes en elmovimiento evangélico

Después desarrollar un panorama sobre la evolución de las visio-nes y de la participación pública y política del movimiento evangélicoboliviano, se pasa ahora a analizar las visiones de los actores evangé-licos sobre su responsabilidad política, a fin de identificar sus capaci-dades políticas y su visión de país.

Este análisis es el fruto de 27 entrevistas en profundidad a desta-cados líderes evangélicos de Bolivia y nos permite contar con un pa-norama actual sobre sus percepciones referidas a la presencia evangé-lica en el ámbito político del país.77 Vamos a dividir nuestro material apartir de las tres culturas eclesiales que actualmente interactúan en elcampo evangélico y que se disputan la hegemonía en su interior:

• La visión de los líderes de confesiones institucionalizadas.• La visión de los líderes de confesiones neopentecostales.• La visión de los líderes del movimiento de contra cultura.

En cada uno de estos actores religiosos, nos detendremos en suevaluación respecto de la presencia evangélica en el ámbito políticoen el pasado, sus propuestas sobre el carácter, los medios y los fines dela responsabilidad social y política del movimiento evangélico en laactualidad, y sus visiones sobre lo que se puede esperar del país.

La visión de los líderes de confesiones institucionalizadas

Las percepciones de los líderes de confesiones institucionalizadasno conforman una unidad indiferenciada. Empero, en la medida en

77 Aunque a primera vista parece limitado el deducir la cultura política del movimiento evangélico sólo apartir de las percepciones de sus líderes, no hay que olvidar que, en tanto productores de discurso, ellosjuegan un rol importante en la conformación de percepciones y predisposiciones de los feligreses.

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que corresponden a una sola cultura eclesial, presentan elementos co-munes que se destacan a continuación.

Al comparar la presencia evangélica en el ámbito público en elpasado respecto de la situación actual, se observa un sentido de año-ranza y, por tanto, de pesimismo hacia el presente. Estos líderes en-tienden que, en el pasado, a principios del siglo XX, la presencia evan-gélica en el ámbito público era mayor y más notoria. Destacan la laborde los misioneros en defensa de la libertad de conciencia y de la edu-cación:

“Cuando vinieron los misioneros establecieron escuelas. Dieronal país una alternativa de educación que era mejor que la educa-ción del Estado y de la Iglesia Católica. Entonces su aporte al paísfue importante” (Líder 7, confesiones institucionalizadas)“Los bautistas hemos sido pioneros en defender la libertad de con-ciencia. Cuando aquí era difícil predicar el Evangelio, porque ha-bía pena de muerte, entonces los bautistas han planteado al Go-bierno la necesidad de no imponer ninguna religión por la fuerza.Si hoy tenemos libertad de conciencia es gracias a esos misione-ros” (Líder 4, confesiones institucionalizadas).A este énfasis en el pasado misionero de sus respectivas confesio-nes, se añade un cierto orgullo porque las mismas “han colabora-do con el país” en la construcción de redes escolares, clínicas, pro-yectos de desarrollo, medios de comunicación, etc.“Hemos construido postas sanitarias en siete departamentos. Ade-más, nuestras iglesias tienen sus escuelas en las que prestan unservicio a la comunidad. Donde estamos nos respetan” (Líder 2,confesiones institucionalizadas).

En la perspectiva de estos entrevistados hay una añoranza por lostiempos pasados, en los cuales la responsabilidad social de los evan-gélicos era afrontada con más responsabilidad que ahora.

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En contraposición, el presente es visto como menos brillante yprometedor. Los evangélicos de ahora están divididos, no hay una claraconciencia social y no se tienen los recursos humanos lo suficiente-mente preparados como para asumir un rol protagónico más visible:

“Ahora no estamos bien preparados los evangélicos. Ahora nosandamos criticando unos a otros. No tenemos unidad” (Líder 4,confesiones institucionalizadas).“Ya no es como antes. Tampoco hay mucho presupuesto que llegadel exterior. Entonces ya no se puede hacer (lo mismo) que antes.Ahora las iglesias se dedican a hacer evangelismo pero olvidan suresponsabilidad social” (Líder 1, confesiones institucionalizadas).

Este discurso un tanto pesimista de los líderes del ámbito evangé-lico institucionalizado tiene la siguiente estructura:

• En el núcleo del mismo está la convicción de que la acción so-cial de las iglesias evangélicas debe estar mediada por un con-junto de aparatos como colegios, universidades, medios de co-municación, postas sanitarias y hospitales, ONG, etc.Por tanto, se entiende la participación de los evangélicos en elámbito público como si fuera una función especializada ytecnocráticamente administrada, sobre la base de accionesinstitucionalmente reglamentadas.78

• Su referencia normativa apunta al momento constitutivo deestas confesiones, en las cuales el misionero jugaba un rol im-portante no sólo en la orientación respecto de la presencia

78 En realidad esta perspectiva sobre la acción social y la participación en el ámbito público y político basadaen una delegación normada institucionalmente y en la que deben participar sólo los especialistas, corres-ponde a la estructura de producción de los bienes simbólicos de salvación de esta cultura eclesial insti-tucionalizada: en ella, esta producción simbólica se delega sólo a los especialistas (pastores y teólogos), yla acumulación de capital religioso y, por tanto, de poder ideológico, está normada. Cfr. Córdova, Reflexio-nes sobre la pluralización de las culturas eclesiales en el movimiento evangélico boliviano. s/e, 2000, p. 4.

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pública de los evangélicos, sino en todo el proceso de produc-ción de bienes simbólicos de salvación.79

• La centralidad de la acción social y de la presencia pública delmovimiento evangélico reside en la institución, antes que enel actor.

• Se busca una presencia evangélica pública y una acción socialplanificada, en busca de objetivos concretos y sujeta a controly evaluación.80

Cuando esta estructura discursiva se aplica a la presencia evangé-lica en el ámbito político del país, predomina la delegación de estapresencia a especialistas de la política, profesionalmente capacitadospara ejercer una función pública eficaz y racional:

“Está bien que participe un evangélico en el Gobierno, pero debeser profesional; tiene que ser capacitado para desempeñar un buenpapel” (Líder 11, confesiones institucionalizadas).

Como ya se mencionó antes, el énfasis recae en una participaciónindividual, que no comprometa políticamente a “la iglesia” y que puedaescoger como medio el sistema de partidos y la democracia representativa:

“Yo no creo en eso de partidos evangélicos. Si un evangélico va aentrar en la política, entonces tiene que ser a título personal. La

79 Por lo general, los líderes del ámbito institucionalizado del campo religioso evangélico no son conscientesde la contradicción intrínseca entre su referencia normativa a la acción pública y política de los primerosmisioneros protestantes, y su énfasis en el “apoliticismo” de las iglesias evangélicas. En efecto, como se hademostrado en el presente estudio, la participación política de los primeros misioneros protestante no fue“apolítica” ni mucho menos neutral. Se comprometieron consciente o inconscientemente con la desle-gitimación del orden oligárquico y optaron abiertamente por una opción política referida a la moderniza-ción capitalista en los planos cultural, económico y estatal.

80 Esta característica de la estructura discursiva de los líderes de confesiones institucionalizadas respecto dela presencia evangélica en el ámbito público, se deriva también de un discurso religioso lógico, racional yevaluable, junto con una práctica religiosa sujeta a planificación, evaluación y control. Cfr. Córdova, Re-flexiones sobre la pluralización …. p. 26.

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Iglesia no puede comprometerse con alguna ideología política enparticular” (Líder 4, confesiones institucionalizadas).“Deben haber evangélicos en todos los partidos. Debemos estaren la democracia y desde la democracia hay que influir para quehayan cambios” (Líder 7, confesiones institucionalizadas).

Aunque la mayoría de estos líderes no rechaza la posibilidad deuna interlocución corporativa frente al Estado, especialmente en elreclamo de la igualdad jurídica de todas las religiones (“auténtica li-bertad de cultos”), por lo general esta posibilidad no está presente demanera espontánea, en sus percepciones y aspiraciones:

“La Iglesia no tiene que estar en política. No debemos apoyar aningún partido político. Son los cristianos los que deben desen-volverse en la política, pero no así la Iglesia” (Líder 2, confesionesinstitucionalizadas).

No existen objetivos claros a los que debería apuntar la presenciaevangélica en el ámbito político, así sea a nivel individual. En estoslíderes de confesiones institucionalizadas se observa un énfasis en lamoralización del ejercicio del poder político, a través de vidas correc-tas guiadas por los principios bíblicos. A parte de esta idea vaga demoralización de lo político, no se observan horizontes de acción más omenos comunes a los que deberían apuntar los evangélicosinvolucrados en política.

Los demás objetivos en la política deben ser dictados, según estaperspectiva, por la propia dinámica técnica de lo político. Estos objeti-vos concretos se delegan a los “expertos” y “especialistas”, así como laproducción religiosa se delega a los especialistas formados teológicamenteal interior de estas confesiones.

Así, parece repetirse la dinámica observada en anteriores etapas.Por lo general no hay una oposición explícita para la participación del

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fiel evangélico en los movimientos sociales o en el aparato del Estado.Pero tampoco se le otorga de un conjunto de principios valóricos y dehorizontes de acción, que, desde su fe evangélica, le orienten específi-camente en sus roles sociales o propiamente políticos. Generalmente,el fiel evangélico que desempeña alguna función en el ámbito públicoy más específicamente político, debe arreglárselas por sí mismo paraotorgar algún sentido religioso a su papel público. No hay un acom-pañamiento pastoral especializado para estas personas.

Esta suerte de separación entre el discurso religioso propiamentedicho, y la participación de algunas personas evangélicas en política,parece deberse, entre otros factores, a que el contenido de los bienessimbólicos de salvación producidos al interior de la mayoría de lasconfesiones institucionalizadas es marcadamente individualista. Estediscurso religioso no toma en cuenta las dinámicas estructurales yculturales a las cuales debe hacer frente el fiel evangélico en su vidacotidiana. Su perspectiva apunta a la transformación del individuo y,como consecuencia, se esperan cambios en las estructuras:

“Lo primero que hay que hacer es cambiar al individuo. Si la polí-tica falla en nuestro país es porque el corazón de las personas fa-lla. Entonces, las personas deben ser transformadas por el Evan-gelio de nuestro Señor Jesucristo y como consecuencia van acambiar las familias, y nuestra nación también va a cambiar” (Lí-der 7, confesiones institucionalizadas).

Así como no hay una integración orgánica entre el discurso reli-gioso y la participación del fiel evangélico en política, tampoco hayuna articulación entre este discurso y aquello que se espera de Boliviaen un futuro a mediano plazo. Es cierto que, a nivel personal, variosde estos líderes tienen sus preferencias políticas sobre una evoluciónideal del país: desde la expectativa de un total recambio de actorespolíticos por “personas nuevas”, junto con una mejor distribución de

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la riqueza social, hasta la imagen de un país “moderno” y “desarro-llado”, administrado por una élite de tecnócratas. Pero, lo importan-te para destacar aquí es que estas preferencias personales no estániluminadas, ni condicionadas por una perspectiva religiosa propia-mente evangélica: el divorcio continúa. Es por esto que, en su rol delíderes evangélicos, nuestros entrevistados no se inclinaron a propo-ner objetivos comunes para el desarrollo humano en el país a media-no plazo.

Por lo anteriormente expuesto, se puede entender por qué, en laperspectiva de varios de los líderes del ámbito institucionalizado, nose toca de manera espontánea la necesidad y la posibilidad de estable-cer consensos sociales que apunten a metas comunes en términos dedesarrollo humano. Desde su percepción, la política es más un ejerci-cio de administración pública técnicamente cualificada, antes que laparticipación de la sociedad civil en el proceso de generación de de-mandas, y de control del poder político.

Con todo, cuando estos líderes reflexionan sobre la eventual par-ticipación evangélica en la construcción de consensos sociales orienta-dos al desarrollo humano, son relativamente pesimistas (al igual quelos demás líderes entrevistados). Desde su punto de vista los evangé-licos aún no están lo suficientemente unidos, y tampoco cuentan conuna visión clara sobre el país, como para ser, en este momento, unactor relevante que pueda interactuar con el Estado y/o con la socie-dad civil:

“Los evangélicos todavía estamos desunidos. Andamos peleán-donos entre nosotros como si no hubieran cosas más importan-tes” (Líder 8, confesiones institucionalizadas).“Todavía no tenemos objetivos bien claros. Primero los profesio-nales evangélicos deben elaborar propuestas técnicas y viables paratener una idea clara. Ahora no tenemos estos objetivos” (Líder 1,confesiones institucionalizadas).

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La visión de los líderes del movimiento neopentecostal

Pasamos ahora a estudiar los elementos centrales y la estructuradiscursiva sobre la presencia evangélica en el ámbito público y políti-co del país, de los líderes del movimiento neopentecostal entrevista-dos para el presente trabajo.

A diferencia del tono pesimista de los líderes del ámbito institucio-nalizado del movimiento evangélico, los líderes nepentecostales son másoptimistas respecto de la posibilidades de presencia evangélica en elámbito público del país.81 Éstos tienen una visión contrapuesta a loslíderes de confesiones institucionalizadas sobre el pasado y el presen-te del movimiento evangélico en el ámbito público y político.

Desde el punto de vista de varios de los líderes neopentecostalesentrevistados, más o menos hasta el “avivamiento” con Julio CésarRuibal en 1972,82 las iglesias evangélicas vivieron una especie de so-por. Una quietud y esterilidad espiritual, que las hacía poco menosque imperceptibles al resto de la sociedad boliviana: una minoría reli-giosa irrelevante.

Aunque reconocen el aporte protestante antes de 1972, por lo ge-neral lo asocian a una iniciativa de los misioneros que establecieronaparatos de cultura (escuelas, hospitales, medios de comunicación),pero a costa de su dependencia financiera del exterior:

“Bueno, se han organizado escuelas, postas y hasta radio teníamoscomo evangélicos antes de Julio César (Ruibal). Pero eso era una ta-rea de los misioneros. Los (evangélicos) nacionales no han intervenido:eran espectadores” (Líder 4, movimiento neopentecostal).

81 En general habría que decir que normalmente los líderes neopentecostales son más optimistas que loslíderes de confesiones institucionalizadas en todo sentido. Es posible que esto se deba a que el sub campoinstitucionalizado evangélico está en un proceso de estancamiento y a veces de crisis abierta; mientrasque el sub campo neopentecostal o de las iglesias postdenominacionales está en un proceso de expansióny vitalidad, por las razones que ya se han explicado en el acápite 3 del presente trabajo.

82 Que, como se dijo antes, es el punto de inicio del movimiento neopentecostal en el país.

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Más bien la caracterización del periodo anterior al inicio del mo-vimiento neopentecostal, sobre todo respecto de la presencia evangé-lica en el ámbito público tiene contornos relativamente negativos:

“Antes había temor por participar en la política. Se decía que unevangélico no debe participar en política. Entonces, nadie nos no-taba. Ni siquiera sabían que existíamos” (Líder 6 del movimientoneopentecostal).

En cambio, desde el avivamiento con Julio César Ruibal a partirde 1972, las cosas están cambiando según estos líderes neopentecostales.Ahora hay una “nueva generación” de cristianos y líderes dispuestosa “impactar” a Bolivia con el Evangelio. Se trata de cristianos que yano quieren tener el complejo de “minoría”, sino que anhelan compor-tarse como “hijos del Rey”, que tienen un mensaje claro y una pro-puesta también clara para el país:

“Ahora los cristianos ya no quieren conformarse con estar dentrode sus cuatro paredes. Un grupito nomás de personas que no sehacen notar. Ahora hay una nueva generación que aspira a estaren puestos claves en el Gobierno, en el Parlamento, en los mediosde comunicación, en la empresa privada … para cambiar Boliviacon el Evangelio” (Líder 7, movimiento neopentecostal).

En contraposición con el pasado, la situación actual es mejor. Portanto, hay en la mayoría de estos entrevistados una actitud de ímpetuque ve en el ámbito de lo público y político un espacio para conquis-tar. Para ello, el movimiento neopentecostal y la nueva generación decristianos de las diferentes denominaciones evangélicas tienen los re-cursos humanos (profesionales), los recursos espirituales (el poder delEspíritu Santo) y la motivación suficiente para vencer en esta empre-sa.

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A diferencia de los líderes de las confesiones institucionalizadas,no se trata de una participación individual prudente que no compro-meta políticamente a la iglesia. Se espera más bien una invasión gene-racional de evangélicos que, sin pensar tanto si se trata de una presen-cia individual o no, pueda cambiar los valores, las instituciones y elpropio desarrollo económico y social del país: “el Evangelio logrará eldesarrollo de Bolivia”.

Este discurso neopentecostal optimista, militante y de conquistade los espacios públicos y políticos del país, mantiene la siguiente es-tructura que es preciso comprender:

• En su núcleo está el concepto de “conquista” por una renova-da presencia generacional evangélica, motivada por la fuerzasobrenatural del Espíritu Santo. De esta manera, los “posee-dores del carisma” se convierten en factores de cambio, quevan a generar alrededor suyo nuevas realidades basadas ensu fuerza de convicción.83

• Antes que el individuo en los espacios públicos (como postu-lan los líderes del ámbito institucionalizado), está la genera-ción. Hay aquí una especie de abandono del concepto moder-no del “ciudadano” como actor de lo político, para adoptar uncorporativismo germinal: la generación con identidad religiosa–el corpus religioso– que busca expresarse políticamente.84

83 Es necesario contrastar este espíritu de conquista basado en la personalidad de quien posee el carisma (elpoder del Espíritu), con el énfasis de delegación de la presencia evangélica en el ámbito público a losespecialistas profesionalmente formados para esta labor, en los líderes de confesiones institucionalizadas.Así como en éstos, el núcleo de su discurso corresponde a un proceso de producción religiosa centrado enel especialista (teólogo o pastor profesional), entre los líderes neopentecostales, el énfasis en la fuerza dequien posee el carisma, también corresponde al proceso de producción religiosa centrada en el lídercarismático, antes que en el especialista profesional. Se puede ver cómo las distintas dinámicas de pro-ducción de bienes simbólicos de salvación entre el ámbito institucionalizado y el neopentecostal, condi-cionan sus discursos sobre la presencia pública de los evangélicos en el país.

84 Sobre el concepto de corporativismo, como la manera dominante en que el movimiento pentecostal yneopentecostal de América Latina ha adoptado para relacionarse con el Estado, ver Bastian, La mutaciónreligiosa … pp 220-229.

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• El énfasis no está en lo sistémico e institucional: la democraciarepresentativa como marco de lo político. Lo importante aquíes la fuerza del hijo de Dios para cambiar realidades, paragenerar nueva institucionalidad; para innovar normas.85

• La referencia normativa no radica, como en el ámbito institucio-nalizado del movimiento evangélico, en la historia denomi-nacional o en las posturas de los primeros misioneros protes-tantes.86 La referencia normativa es extrapolada directamentedel texto bíblico, especialmente del Antiguo Testamento, en elque se resalta a Israel como una comunidad teocrática, direc-tamente gobernada por Dios a través de individuos que Él haescogido. En suma, la teocracia y no tanto la democracia cons-tituye el horizonte normativo de participación pública paravarios de los líderes neopentecostales.

En este contexto discursivo existe una cierta distancia hacia la de-mocracia como un fin en sí misma, como un valor superior de la parti-cipación política del movimiento evangélico. Algunos de los líderesneopentecostales expresan desconfianza hacia una democracia con-vertida en libertinaje; hacia una democracia en la que no se respete laautoridad, y en la que la libertad de expresión esté por encima de lasnormas y leyes:

85 Nuevamente, este énfasis refleja la dinámica interna del movimiento neopentecostal. En él, la distribu-ción de poder religioso y la estructura organizativa de la comunidad de fe no dependen de las normasfijadas institucionalmente, sino de la fuerza y carisma (en el sentido weberiano) demostrado por el líder.La autoridad aquí no es racional-legal, sino carismática. Es el líder el que crea las reglas.

86 Para ser rigurosos es necesario afirmar que las comunidades de fe del movimiento neopentecostal notienen historia denominacional por dos razones: primero porque no constituyen denominaciones estric-tamente hablando. Es decir, no son aquellas sociedades religiosas, fuertemente institucionalizadas, admi-nistradas por una burocracia modernizante, y que compiten libremente en un mercado simbólico sin lahegemonía de alguna sociedad religiosa dominante (iglesia); son más bien grandes espacios simbólicosformados alrededor de alguna o algunas figuras carismáticas. En segundo lugar, con apenas 30 años, lascomunidades neopentecostales no tienen una larga historia como para tomar como referencia normativasu momento constitutivo, que es más bien presente.

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“No hay que confundir libertad con libertinaje, ni democracia condemagogia. A veces creemos que la democracia es para decir cual-quier tontería en contra de las autoridades. A un grupo de tres ocuatro mequetrefes se les ocurre bloquear las calles porque sí, ynadie hace nada. La democracia está bien si se respetan las leyes”(Líder 1, movimiento neopentecostal).

Hay que entender que esta reticencia a una democracia que se haconvertido en libertinaje, tiene su fundamento en una estructura eclesialmás bien autoritaria y vertical en varias de las comunidades neopente-costales. En ellas, no se presenta una sociabilidad que favorezca la cons-titución del individuo en tanto ciudadano, con capacidad de expresarsus propuestas en términos lógico proposicionales, con la disposicióna sustentarlas argumentativamente, con el derecho a disentir de loslíderes de la comunidad de fe, y con la posibilidad de generar consen-sos que influyan en las decisiones internas de estas comunidades:

“Una cosa es el gobierno de la Iglesia, que tiene sus principiosclaros en la Palabra de Dios, que no es democrático, sino teocrático.Donde gobierna Dios directamente. Otra cosa es la democracia enel país, que está bien si no se convierte en libertinaje” (Líder 3,movimiento neopentecostal).

En tanto la distribución del poder religioso gira en torno a fuertespersonalidades carismáticas al interior de las comunidades neopen-tecostales, no parece que ellas se articulen orgánicamente a una cultu-ra democrática y pluralista.87

87 Para entender el hecho que las prácticas religiosas pentecostales y neopentecostales (es decir la porciónefervescente y más dinámica del movimiento evangélico) son a la vez un producto de la modernidad ylos procesos consiguientes de desestructuración de mundos, y espacios culturales contrarios a esta mo-dernidad, se ha intentado utilizar el concepto de “anti ilustración” elaborado por la Escuela de Frankfurtque intenta comprender cómo algunas comunidades se integran a la modernidad capitalista a la vez queprotestan contra ella (Cfr. Ströbele – Gregor, Indios de piel blanca … pp 47 – 49). Sobre las tendenciasverticalistas en el movimiento pentecostal latinoamericano ver Lalive D’Epinay, Cristhian, El refugio de lasmasas. Pacífico: Chile, 1969, y Bastian, La mutación religiosa…

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A diferencia de los líderes de las confesiones institucionalizadas,los del movimiento neopentecostal han articulado más su horizontesimbólico religioso asociado a la teocracia, con los objetivos y mediosde una participación evangélica en el ámbito público y político. Enefecto, la mayoría de estos líderes hace énfasis en la necesidad de una“regeneración moral” de la sociedad boliviana, que pasa por dos te-mas recurrentes en su discurso sobre lo político:

• La honradez que pueda eliminar la corrupción.• El respeto a las leyes establecidas por Dios en el ámbito sexual

y reproductivo.

En el tema de la honradez como expresión ética básica del cristia-nismo, se cree que una generación de cristianos que esté en puestosclaves del aparato estatal hará posible que la corrupción que tanto afectaa la economía del país sea eliminada, permitiendo el progreso econó-mico de Bolivia:

“Somos sub campeones en corrupción en el mundo. Cómo quere-mos progresar si nuestros políticos se dedican sólo a robar. Peroeso es culpa de los cristianos nomás. Al pensar que la política esdel diablo, hemos dejado que los mundanos nos gobiernen. Si asu-mimos nuestra responsabilidad y si verdaderos cristianos nos go-biernan, entonces ya no habrá corrupción” (Líder 2, movimientoneopentecostal).

En el tema de los derechos sexuales y reproductivos, varios de loslíderes neopentecostales asumen las siguientes fórmulas básicas:

• Prohibir la práctica del aborto por ser un asesinato• No promover expresiones alternativas de sexualidad o de pa-

ternidad/maternidad

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• Limitar o incluso prohibir la circulación de materialescomunicacionales considerados como “pornográficos”.

Al igual que los movimientos de “Nueva Derecha” y “MayoríaMoral” de EE.UU.,88 y siguiendo el diagnóstico de los pensadores neoconservadores como Fukuyama, varios de los líderes neopentecostalesentrevistados entienden que la solución última de los males que viveel país es orientarnos hacia una moral de corte puritano que promue-va el trabajo disciplinado, el ahorro y la austeridad:

“Nuestro problema es que como nación nos hemos apartado de laPalabra de Dios. En realidad nunca la hemos tomado en cuenta. Eldía en que, como Bolivia, nos basemos en la Biblia, entonces va-mos a progresar. Aquí está la fórmula (muestra la Biblia)” (Líder8, movimiento neopentecostal).

Al igual que los líderes del ámbito institucionalizado, el estableci-miento de consensos entre el Estado y la sociedad civil en pos de metascomunes orientadas al desarrollo humano, no es un elemento que espon-táneamente mencionen los líderes del movimiento neopentecostal. Si entrelos líderes de confesiones institucionalizadas lo importante es la admi-nistración especializada de la política, entre los líderes neopentecostaleslo básico es la vuelta a una moralidad bíblica. En ambos casos, el concep-to de participación ciudadana y el establecimiento de consensos en lagestión pública no es parte orgánica de su sistema de pensamiento.

Empero, cuando reflexionan sobre este tema, la mayoría de loslíderes neopentecostales enfatizan el número de evangélicos en el paísque, a estas alturas “se acerca a un millón”. Es por esta cualidad nu-mérica, que los evangélicos pueden participar en la consecución deconsensos nacionales:

88 Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante?, p 217.

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“De todos modos nos tendrán que tomar en cuenta, porque so-mos muchos. No les conviene (a los del Estado) pasarnos por alto”(Líder 3, movimiento neopentecostal).

Finalmente, es necesario recalcar que al igual que los líderes delámbito institucionalizado, los del movimiento neopentecostal afirmanque, en este momento, los evangélicos todavía no están preparadospara participar de manera orgánica en el ámbito público y político enBolivia. Lo cierto es que aún hay divisiones internas o, por lo menosno hay unidad:

“Todavía no estamos preparados como evangélicos. Aún hay di-visiones entre nosotros. Pero se está levantando una nueva gene-ración que en los próximos años sí va a participar en la política demanera responsable” (Líder 1, movimiento neopentecostal).

A diferencia de los líderes de las confesiones institucionalizadas,para los neopentecostales el actual momento de “desunión” que viveel movimiento evangélico no es un signo de involución respecto delpasado, sino un síntoma de crecimiento: “porque estamos creciendoes que no nos entendemos aún”, pero está cerca el día en que “losevangélicos conquistarán el Gobierno e impactarán Bolivia con el Evan-gelio de Cristo”.

Elementos de articulación entre los discursos de líderes institucionales yneopentecostales

Aunque en el acápite tres se hizo una mención somera sobre esteaspecto, en el presente punto queremos detenernos en aquellas líneasde articulación entre las dos tendencias más importantes del sub cam-po evangélico: la institucional y la neopentecostal.

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Son dos los elementos de articulación entre la visión de líderesinstitucionales y neopentecostales sobre la presencia evangélica en elámbito público del país, a saber:

• La defensa de los intereses evangélicos corporativos y la con-siguiente disminución de la influencia social y simbólica de laIglesia Católica.

• La aspiración a lograr reconocimiento social, prestigio institu-cional y relevancia política en tanto “Iglesia Evangélica”.

Tanto los líderes institucionales como los neopentecostales tienen encomún la prioridad de la defensa de los intereses corporativos del movi-miento evangélico, como objetivo básico en el ámbito político. Esta prio-ridad pasa por el logro de una auténtica “libertad de cultos” en Bolivia.

Como se sabe, el Artículo 3 de la Constitución Política del Estadodeclara la libertad de cultos; pero, al mismo tiempo, sostiene a la Igle-sia Católica como “religión oficial” del Estado. Desde el punto de vis-ta de los líderes entrevistados, esto no significa una auténtica libertad,sino solo una tolerancia limitada.

Esta “preferencia” por la Iglesia Católica en tanto “religión oficial”se traduce según nuestros entrevistados en una serie de privilegios yfacilidades para la Iglesia Católica, entre las que se mencionan:

• Menos trámites para sacar la personalidad jurídica de las agru-paciones e instituciones de la Iglesia Católica.

• Preferencia a la Iglesia Católica para el ejercicio de capellaníasen instituciones públicas como la Policía, el Ejército, los hos-pitales y clínicas, etc.

• Incorporación de la religión católica en la currícula oficial delas escuelas y colegios públicos.

• Incorporación de actores y símbolos católicos en actos oficia-les del Estado boliviano.

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• Mayores facilidades en la importación de bienes destinados ala Iglesia Católica.

• Pagos a autoridades y funcionarios católicos con los impues-tos de bolivianos católicos y no católicos.

Y un largo etcétera.

Tanto líderes institucionalizados como neopentecostales, aspirana lograr una igualdad de todas las religiones ante la ley como objetivobásico en su actuar corporativo frente al Estado:

“Lo primero que tenemos que lograr es la verdadera libertad decultos. No es posible que en pleno siglo XXI sigamos siendo unEstado feudal con una religión oficial” (Líder 4, de las confesionesinstitucionalizadas).“La Iglesia Católica todavía tiene mucho poder. Y mientras sigateniendo poder, no va a haber verdadera libertad de cultos” (Lí-der 1, movimiento neopentecostal).

Esta aspiración común implica a la vez el disminuir los privile-gios de la Iglesia Católica, lo que de hecho es un objetivo natural delos evangélicos en tanto actores que disputan a la Iglesia Católica suhegemonía en el campo religioso del país.

En función de este objetivo común, líderes de confesiones insti-tucionalizadas y del movimiento neopentecostal se han agrupado entorno a ANDEB y han coordinado fuerzas para plantear sus peticionesal Gobierno y al Parlamento. Empero, los resultados en la modifica-ción de las disposiciones legislativas no han tenido el éxito esperadopor los líderes evangélicos.

Asociado al deseo de lograr una igualación de las religiones frentea la ley que de hecho implica una laicización del Estado boliviano (unaaspiración modernizante), está también el deseo de que la “Iglesia

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Evangélica” logre un mayor reconocimiento social y político (una as-piración pre moderna).

En efecto, en varios líderes evangélicos existe el deseo de ser unaiglesia con aparatos de cultura (colegios, universidades, medios decomunicación) y obras de acción social (salud), que logre el respetodel Estado y de los medios de comunicación. Y, si es posible, que inter-venga en conflictos sociales tal como lo hace la Iglesia Católica: dandosu palabra y mediando en estas coyunturas.

Esta aspiración está en la base de los reclamos y demandas de unpronunciamiento oficial de la “Iglesia Evangélica” frente a los conflic-tos sociales y otros temas de interés nacional:

“¿Por qué no nos pronunciamos como la Iglesia Católica? Debe-ríamos decir nuestra palabra, basada en la Biblia, sobre los con-flictos sociales que vive el país” (Líder 4, confesiones institucionali-zadas).

La visión de los líderes evangélicos de contra cultura

Agrupamos en este sub campo evangélico a los actores evangéli-cos que buscan una mayor presencia evangélica en el ámbito públicoy político del país, pero siempre desde una función contestataria ydeslegitimadora del orden establecido.

Como este sub campo es muy reducido y, en la actualidad, es pocorelevante en cuanto a moldear las percepciones y actitudes de los evan-gélicos respecto de su responsabilidad política, no nos detendremosmucho en su análisis.

Para los líderes evangélicos de contra cultura, la función de losevangélicos consiste en deslegitimar el orden socio cultural y políticodominante, a través de comunidades de fe que muestren en su dinámicalas relaciones de equidad y justicia propias del Reino de Dios (evan-gélicos radicales), y a través de la participación activa en movimientos

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sociales contestatarios, a partir de los valores del Reino y del segui-miento de Jesucristo (evangélicos ecuménicos).

“No se trata de participar o no en el Gobierno. Bueno si un evan-gélico sube al poder está bien; pero eso no es lo más importante.De lo que se trata es de iluminar con los valores del Reino de Diosa los movimientos sociales que están luchando por un país másjusto y equitativo” (Líder 3, movimiento de contra cultura).

Como se puede observar, el interlocutor privilegiado en cuanto ala presencia evangélica en el ámbito público, no es el Estado o susaparatos, sino los movimientos sociales (evangélicos ecuménicos), ola cultura y sus valores como tal (evangélicos radicales).

En las confesiones evangélicas no se ha presentado un procesosimilar a las comunidades eclesiales de base de la Iglesia Católica, enlos cuales se haya socializado una visión contestataria del Evangelio.Por esta razón, la visión de los líderes de contra cultura no ha logradoinfluir significativamente en el campo evangélico. Sus formulacionestodavía se mantienen en un lenguaje lógico y abstracto, que, por elmomento, no toca las necesidades y la dinámica cotidiana del fiel pro-medio del campo evangélico:

“El método de la Teología de la Liberación es ver, juzgar y actuar.Yo diría que ahí está el problema. Yo añadiría que el método debeincluir también el sentir. Es que para el pueblo evangélico es muyimportante el sentir. No se trata sólo de reflexionar, sino tambiénde sentir y vivir el Evangelio” (Líder 2, movimiento de contra cul-tura).

Los líderes del movimiento ecuménico que además participaronen las luchas sociales de los años 70 y 60, tienden a hacer una revisióncrítica de este proceso. Algunos de ellos afirman que faltó una mayor

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articulación con las iglesias locales evangélicas, de modo que esta par-ticipación ecuménica en los movimientos sociales no fuera elitista yde “vanguardia”.

En función de esta auto crítica, varios de estos líderes se encuen-tran en este momento en un proceso de reflexión y de redefinición delsentido de su aporte a la misión de las iglesias evangélicas en Bolivia.

Se trata también, al igual que en el sector equivalente de la IglesiaCatólica, de un proceso de búsqueda teológica, tratando de articularla reflexión a las nuevas inquietudes de los movimientos sociales postsocialistas, como los de mujeres, indígenas, jóvenes, los ecologistas,etc.

Para estos líderes, el proceso de participar en el establecimientode consensos nacionales en función del desarrollo humano es muyimportante. Pero, al igual que los líderes de las confesiones institucio-nalizadas y los neopentecostales, consideran que, por el momento, elmovimiento evangélico no está preparado para este rol:

“Como iglesias evangélicas no estamos preparados para estable-cer consensos nacionales. Los evangélicos están dominados poraspiraciones de cristiandad para reemplazar el rol dominante dela Iglesia Católica y por un afán de protagonismo que no reflejalos valores del Reino. Hay mucha ingenuidad política en los líde-res, y a veces intereses personales” (Líder 1, movimiento de con-tra cultura).

Pero, además, para algunos de estos líderes no se trata de unaparticipación de los evangélicos en establecer consensos por la purapresencia evangélica. Más bien privilegian la autonomía de los movi-mientos sociales y de las organizaciones de base para que participenen estos consensos. Los evangélicos deben participar en estas organi-zaciones y movimientos para potenciarlos, pero no para reemplazar-los en su rol de actores políticos.

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Un inicial discurso desarrollista

Finalmente hay que mencionar que en el campo religioso evangé-lico se ha formado en los últimos quince años una capa de funciona-rios de ONG de carácter evangélico, que buscan participar en la ges-tión del desarrollo humano a partir de una identidad evangélica.

Varios de estos actores procuran articular sus labor de desarrollosocial con su fe evangélica a partir de nociones bíblicas como servicioo misión integral. Al parecer, todavía no se ha formado una masa crí-tica al interior de estas ONG con capacidad de influir notoriamente enla orientación del campo religioso evangélico.

El discurso de desarrollo social y fe evangélica no ha logradoproyectarse hacia las confesiones evangélicas, sino parece confinado,por el momento, a las dinámicas institucionales de estas ONG.

A manera de conclusión preliminar

Por el momento, no hay una sola orientación sobre la participa-ción evangélica en los ámbitos públicos y políticos del país. Por tanto,no existen capacidades políticas ni proyectos de país que sean predo-minantes al interior del movimiento evangélico.

Dos son las razones para esta situación:

• Por un lado, una escasa experiencia en la participación públi-ca y política, derivada de la marginación religiosa y social quehasta hace poco experimentó el movimiento evangélico enBolivia.

• Por el otro, la mutación y diversificación del campo religiosoevangélico. Ninguno de los actores en disputa ha logradohegemonizar este proceso de cambio.Es probable que, mientras se mantenga esta indefinición, nosea posible identificar una sola orientación que permita con-

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tar con el movimiento evangélico, en tanto actor social y polí-tico unitario.

5. Conclusiones

1. El campo religioso como signo de la evolución cultural en Bolivia

Las reflexiones y propuestas sobre el desarrollo humano tomancada vez más en cuenta las construcciones ideacionales y los patronesde acción de los actores sociales (es decir su cultura), en la medida enque se entiende que son ellos los que, con sus valores y cosmovisiones,deben construir y sustentar un desarrollo con equidad y participación.89

Al concluir el presente trabajo es necesario enfatizar que a estasalturas es ya una convicción generalizada, en la sociología de la reli-gión, que los procesos culturales e ideológicos observados en el cam-po religioso son un signo de los procesos más amplios verificados en lacultura general de una determinada sociedad.90 Así, el entender las diná-micas en el campo religioso, nos ayudará a comprender mejor los cam-bios, rupturas y continuidades en el ámbito cultural, que, a su vez, influ-yen decisivamente en las perspectivas del desarrollo humano en Bolivia.

Es en esta perspectiva que el PNUD ha avanzado ya en el estudiodel campo religioso en el país, y particularmente en la incidencia de

89 De ahí que en los últimos años han proliferado los estudios y los modelos de desarrollo que toman encuenta la identidad cultural de los actores. Cfr. Colom, Francisco, Razones de identidad: Pluralismo culturale integración económica. Anthropos: Barcelona, 1998. Éste es también el enfoque del PNUD al enfatizar enel Informe de Desarrollo Humano en Bolivia del 2000 sobre las aspiraciones y valores de los actoressociales, y que ahora ha enfocado su trabajo en las capacidades políticas de los mismos. Por otro lado, porlo menos cuatro números de la serie Cuadernos del futuro del 2000 tienen que ver explícitamente conaspectos subjetivos y de cultura de los actores sociales, como elementos decisivos en el desarrollo huma-no del país.

90 Con ello no se hace sino corroborar la brillante intuición durkheniana de que los procesos culturales eideológicos desarrollados en torno al poder y a la pertenencia social, tienen sus raíces y su materia prima,en las actitudes elementales frente a lo sagrado. Cfr. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa, p.208. Para una ilustrativa exposición sobre esta convicción en sociología de la religión ver Mardones, ¿Adónde va la religión?…, p. 176.

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las confesiones evangélicas en el proceso de pluralización y subjeti-vación de las creencias religiosas.91 Esto se ha traducido en la propues-ta de un Estado laico como expresión de una cultura de la tolerancia yel pluralismo, necesaria para el desarrollo humano.92

Este estudio sobre las capacidades políticas del movimiento evan-gélico es la continuación de esta preocupación por comprender lasdinámicas religiosas como signo de la evolución cultural más ampliaen el país.

El término “signo” tiene aquí sus dos connotaciones clásicas: entanto “expresión” de algo más profundo desde una perspectiva deanálisis tradicional de la ideología, y en tanto “condicionante” del dis-curso desde una perspectiva más lingüística.

En este sentido, la dinámica religiosa expresa procesos culturalesmás amplios y, al mismo tiempo, los condiciona junto con otros tantosfactores.

De ahí la importancia de tomar en cuenta este elemento en laspropuestas de desarrollo humano en Bolivia.

Un somero repaso de las dinámicas religiosas durante el siglo pa-sado nos ha enseñado entre otras cosas lo siguiente:

• Que los procesos modernizadores implantados desde el Estadogeneralmente han tendido a secularizar el espacio ideológico, aveces con éxito relativo (como en la revolución del 52) y a vecessin lograrlo (como en la etapa liberal de principios de siglo).

• Que estos intentos –sin embargo– han chocado con una cultu-ra popular profundamente religiosa, que ha expresado a ve-ces su adhesión acrítica, y otras tantas su protesta simbólicaen lenguaje religioso, frente a la modernización inducida des-de el Estado.

91 Suárez, Hugo José, “Dilemas religiosos en Bolivia”, en Loayza, Suárez y Archondo, Subjetividad, religionesy medios (Cuaderno de Futuro 4). PNUD: La Paz, 1999.

92 PNUD, Informe de Desarrollo Humano en Bolivia, PNUD: La Paz, 2000.

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• Que la disidencia religiosa generalmente expresa procesos dereconfiguración de los marcos subjetivos que dan sentido asectores sociales en transición “hacia arriba” (movilidad so-cial ascendente) o “hacia abajo” (pauperización).

• Que, las configuraciones culturales y religiosas ya establecidas,sean estas institucionalizadas y/o tradicionales, no cambianal mismo ritmo que las nuevas prácticas religioso/culturalesdisidentes. Que, por tanto, la coexistencia entre lo establecidoy lo disidente a nivel religioso y cultural, no solo es una reali-dad insoslayable, sino que se convierte en una condición queacompaña los procesos de desarrollo humano y, por tanto, losprocesos de cambio de los sistemas de creencias.

• Que los espacios de disidencia religiosa y cultural, no sóloimplican procesos de legitimación o protesta, sino tambiénpermiten la formación de liderazgos populares que luego de-jarán su impronta en los movimientos sociales.

• Que las capacidades políticas de los actores religiosos, y susvisiones de país, no pueden ser separadas de la dinámica in-terna de producción de bienes simbólicos. Los procesos deproducción simbólica condicionarán en primera instancia lasposturas que estos actores asuman en el campo político, para–a su vez– ser condicionadas por estas últimas.

• Que, dado el fuerte sustrato religioso de los actores socialesen Bolivia, la posibilidad de asumir una identidad en tantociudadanos participativos, responsables en el ejercicio de susderechos y deberes, capaces de elegir y a su vez fiscalizar asus representantes y autoridades, se definirá en gran medidaen el campo religioso: si grandes parcelas del mismo favorecenuna cultura participativa y deliberativa y, por tanto, ayudan enla formación de una cultura democrática; o si, por el contrario,las tendencias más dinámicas del campo religioso se orientanpor identidades corporativas signadas por el autoritarismo.

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2. Democracia, corporativismo y efervescencia religiosa

El horizonte normativo en el cual se plantea el desafío del desa-rrollo humano está signado por la democracia no solo como instru-mento, sino –y sobre todo– como un fin en sí mismo, como parte deeste desarrollo integral y sostenible.93 Se trata entonces de entender lademocracia no sólo en sus aspectos formales, sino en su potencialparticipativo y de autodeterminación social, especialmente en los ni-veles locales.

Este concepto de democracia presupone la existencia del ciudada-no en tanto persona libre, con capacidad de expresar sus necesidades,transformarlas en demandas e impulsarlas hacia el campo público,ejerciendo críticamente su derecho a la participación y al control so-cial.94

Presupone una cultura del pluralismo, la tolerancia y la delibera-ción en busca de consensos.95

Ahora bien, el punto crucial es que en Bolivia, como en gran partede América Latina, los procesos religiosos más dinámicos y con mayo-res potencialidades de crecimiento y, a su vez, con mayores capacida-des de influencia en la cultura política de vastos sectores sociales sonbásicamente efervescentes y con un fuerte contenido corporativo, que,de hecho, no favorece una cultura ciudadana, pluralista y tolerante.96

En el sub campo evangélico boliviano, los fuertes liderazgospentecostales y neopentecostales, el énfasis en la autoridad incuestio-nable en los movimientos de avivamiento y renovación religiosa, junto

93 Calderón, Fernando y Lechner, Norbert, Más allá del Estado, más allá del mercado: la democracia. Plural: LaPaz, 1998, pp 31- 43.

94 Colom, Razones de identidad … p. 204.95 Calderón y Lechner, íbid. p. 83-37.96 Bastian ha observado que en América Latina, la presencia del pentecostalismo y neopentecostalismo en

política, favorece relaciones corporativas del Estado con los actores sociales, en un proceso deconfesionalización de la política: “Al transformar el neocomunitarismo sectario en una expresión política,los movimientos religiosos evangélicos y pentecostales buscan asegurarse un efecto de negociación. Estase realiza en el marco del juego corporativista de reciprocidad y de redistribución vertical y asimétricaentre actores políticos legítimos y actores subalternos religiosos” (Bastián, La mutación religiosa … p 178).

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con las relaciones de carácter corporativo entre los evangélicos, el siste-ma político y el Estado, no parecen favorecer una cultura ciudadana enlos términos de una democracia afín al desarrollo humano participativo.

La producción de bienes simbólicos de salvación en los movimientosreligiosos de avivamiento o efervescentes, suele estar signada por la centra-lidad de líderes carismáticos que, por este papel y por esta dinámica efer-vescente, no pueden admitir y en efecto no admiten cuestionamientos.

Así, el concepto de la deliberación, la participación crítica y el con-trol social no forma parte de la cultura eclesial de estos movimientosque, muy probablemente, configurarán al sub campo evangélico boli-viano en el futuro mediato.97

Puede concluirse, al menos de manera inicial, que una democra-cia deliberativa y participativa no tendrá, en este tipo de expresionesreligiosas, un campo fértil para desarrollarse.

Empero, las expresiones efervescentes del sub campo evangélicoparecen sólo exacerbar el autoritarismo y la propensión corporativade relacionamiento con el Estado, pre existentes en la sociedad civil yen la cultura política boliviana.98

3. El actor religioso y los diferentes escenarios

Al considerar al movimiento evangélico boliviano como un even-tual actor en la consecución de consensos sociales orientados al desa-rrollo humano sostenible, es necesario diferenciar los posibles escena-rios de su actuación. Para abordar este tema vamos a proponer tres

97 “Se puede hoy aventurar la hipótesis de que los protestantismos y los pentecostalismos latinoamericanosya no son portadores de una cultura religiosa y política democrática, sino que, por el contrario, han asimi-lado la cultura religiosa y política autoritaria, y se desenvuelven dentro de la lógica de la negociacióncorporativa” (Bastián, Protestantismos y modernidad … p. 297).

98 Córdova, Julio Reacciones frente al pluralismo religioso en Bolivia. Ed. Ministerio de Relaciones Exteriores yCulto de Bolivia: La Paz, 1997. p 57. La pretendida cultura de la deliberación y el consenso identificadapor el PNUD en el Informe de Desarrollo Humano del 2000 parece ser más un ideal social antes que unarealidad operante en la vida cotidiana, en las agrupaciones sindicales, vecinales, de género, generacionaleso en las propiamente políticas.

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hipótesis que nos permitan vislumbrar posibles cursos de acción se-gún los distintos contextos:

Hipótesis 1: Es probable que el movimiento evangélico pueda ju-gar un rol más propositivo a nivel local antes que a nivel nacional.

Todavía no se vislumbra una unidad de criterios, de fines y objeti-vos y, ni siquiera de horizontes valorativos comunes, que pueda cons-tituir al movimiento evangélico en tanto actor coherente en el ámbitode la concertación social a nivel nacional. A pesar que a estas alturas elmovimiento evangélico ya se ha dotado de instancias institucionalesque puedan intermediar su relación con el Estado (por ejemplo la Aso-ciación de Evangélicos de Bolivia), lo cierto es que hay tal diversidadde orientaciones de acción en su interior, que no es viable pensar enuna adhesión más o menos uniforme a ciertos consensos logrados conla participación de algunos de sus líderes.

Pero, más importante que lo anterior, es que todavía el movimien-to evangélico no ha logrado desarrollar las capacidades políticas bási-cas y una visión de país que orienten su intervención en la dinámicade la concertación social.

Es posible pensar, en cambio, que a nivel local y en determinadascircunstancias, el movimiento evangélico sí pueda jugar un rol impor-tante en la consecución de consensos orientados al desarrollo humanosostenible. Esto es especialmente cierto en el área rural. Por ejemplo,en algunas áreas del altiplano paceño (particularmente en la zona ale-daña al Lago Titicaca), los pastores evangélicos son parte orgánica, entanto pastores, del sindicato campesino. Algo parecido sucede en al-gunas zonas de colonización de Alto Beni y en Santa Cruz, en los va-lles chuquisaqueños, en algunas áreas indígenas del oriente, etc.

En estos casos, los líderes evangélicos, integrados a determinadasinstancias de representación social y concertación, pueden orientar laspotencialidades comunitarias de sus iglesias locales, en función de lasmetas consensuadas con otros actores en el ámbito local.

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El que, en cada caso participen o no los evangélicos, dependerá desu grado de articulación con las demás organizaciones de la sociedadcivil a nivel local.

Hipótesis 2: La participación evangélica en los ámbitos públicos ypolíticos, tiene mayor potencialidad si está mediada por los liderazgospopulares y los movimientos sociales de base.

A diferencia de la Iglesia Católica, el movimiento evangélico nocuenta con una jerarquía unificadora, que pueda agregar las visiones,demandas y propuestas de los evangélicos en el ámbito público y po-lítico. Uno de los pocos elementos articuladores del movimiento evan-gélico en el ámbito público y político es la defensa corporativa de susderechos y la búsqueda de una igualdad jurídica con la Iglesia Católi-ca, con la esperanza de concentrar un mayor prestigio y reconocimientosocial.

Estos elementos, por supuesto, no otorgan al movimiento evangé-lico una base sólida para participar en la consecución de consensosnacionales.

Una evaluación histórica del aporte evangélico boliviano a la cons-trucción de una mayor y mejor articulación entre el Estado y la socie-dad civil, nos muestra que el mismo ha estado mediado casi siemprepor los liderazgos populares, antes que por una presencia directa comoen el caso de la Iglesia Católica. Por años, las iglesias evangélicas hanservido de espacios de entrenamiento y promoción de líderes popula-res que luego han fortalecido y conducido movimientos sociales cam-pesinos, mineros, indígenas, vecinales y gremiales.

En este sentido, la participación evangélica parece ser más útil noa nivel de las cúpulas institucionales, como en la Iglesia Católica, sinoa nivel de los movimientos sociales de base; y no directamente, sino através de estos liderazgos populares, cualificados no para hablar ennombre de los evangélicos, sino para ejercer la representación socialde sus organizaciones de la sociedad civil.

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Hipótesis 3: El movimiento evangélico en tanto participante en laconstrucción de consensos sociales, se define mejor como actor cultu-ral y social, antes que como actor en el ámbito público/político.

Aunque el énfasis en el Informe de Desarrollo Humano de 2002del PNUD es la articulación del campo político y de la concertaciónsocial con el desarrollo humano, en el caso del movimiento evangélicoboliviano conviene pensar más propiamente en la articulación de lacultura con el desarrollo humano.

El aporte evangélico al desarrollo humano en Bolivia puede sermejor aquilatado a partir del concepto de “reforma cultural”. Los es-tudios antropológicos, lingüísticos y propiamente sociológicos delmovimiento evangélico boliviano han demostrado que la generalidadde estas comunidades de fe están lejos de ser la influencia exógena yextranjerizante con una mentalidad anglosajona y completamente aje-na a nuestra cultura boliviana y católica.99

A lo largo de sus primeros cien años, el movimiento evangélico halogrado articularse orgánicamente a las culturas urbanas y rurales delpaís, especialmente en sus expresiones efervescentes (pentecostalismoy neo pentecostalismo). En algunos casos la disidencia religiosa haservido como una manera de revitalización de la cultura indígenaamenazada por los efectos desintegradores de la expansión mercantilen las comunidades andinas;100 en otros ha permitido la rearticulaciónde la identidad cultural en nuevos contextos.101 En el ámbito urbano hapermitido que algunos estratos medios asuman una identidad posmo-derna, pero enraizada en una matriz local y auténticamente boliviana.102

Pero, en su dinámica de expansión y consolidación, el movimien-to evangélico no sólo ha logrado asumir la impronta cultural de las

99 Para una breve reseña de los estudios bolivianos sobre el movimiento evangélico ver Córdova, Julio, Lasestructuras eclesiales y las estructuras de la sociedad...

100 Riviere, Giles “Cambios Sociales y pentecostalismo en una comunidad aymara”101 Prado, Amalia, ¿Dios es Evangelista, no?...102 Córdova, Julio, “Tres ideas equivocadas sobre el neopentecostalismo”…

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comunidades en las cuales se ha enraizado, sino que también tiene lapotencialidad de la reforma cultural. Es decir, de incorporar determi-nados valores que permiten una menor subordinación de la mujer, yun mayor énfasis en la educación formal y en la atención afectiva delos hijos por ejemplo.103

Según Stoll y Martin,104 esta reforma cultural se orienta hacia uncambio a largo plazo de la cultura popular latinoamericana, que im-plica una racionalización ética y una secularización valórica, afines aldesarrollo capitalista según el esquema teórico de Weber.105

Sea como fuere, lo cierto es que el crecimiento numérico del movi-miento evangélico boliviano, junto con su enraizamiento en las cultu-ras rurales y urbanas del país, tiene la potencialidad de influir en lasestructuras de sentido de los actores sociales, de modo que las mismaspuedan resistir los embates desorganizadores de las políticas moderni-zantes impuestas desde el Estado; pero, al mismo tiempo, de modoque estas estructuras puedan readecuar sus orientaciones básicas ha-cia el cambio social y cultural acorde al desarrollo humano sostenibley con equidad.

103 Ströbele-Gregor, Juliana, Indios de piel blanca… Para un contexto latinoamericano más amplio ver Pollak-Eltz, Angelina y Salas, Yolanda (coord.), El Pentecostalismo en América Latina, entre tradición y globalización.Abya-Yala: Quito, 1998.

104 Stoll, David, ¿América Latina se vuelve protestante?, Abya-Yala: Quito, 1990; Martín, David, Tonques of Fire.The Explosion of Protestantism in Latin America. Ed. Basil Blackwell: Cambridge, 1990.

105 Para una discusión crítica con estas interpretaciones ver Bastian, Protestantismos y Modernidad Latinoame-ricana … pp 286-300.