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“Año de la Diversificación Productiva y del Fortalecimiento de la Educación” Universidad Peruana los Andes FACULTAD DE MEDICINA HUMANA Programa de Segunda Especialización BIOÉTICA: PRESENTADO POR : Cecilia Rojas Quispe Javier Izquierdo Taipe CURSO : Bioética DOCENTE : Dr. Hernán Cortez “ENCARNIZACIÓN TERAPÉUTICA”

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“Año de la Diversificación Productiva y del Fortalecimiento de la Educación”

Universidad Peruana los Andes

FACULTAD DE MEDICINA HUMANAPrograma de Segunda

Especialización

BIOÉTICA:

PRESENTADO POR :

Cecilia Rojas Quispe

Javier Izquierdo Taipe

CURSO : Bioética

DOCENTE : Dr. Hernán Cortez

Huancayo – Perú

2015

“ENCARNIZACIÓN TERAPÉUTICA”

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Comentario

Este artículo establece, en primer lugar, la obligación del médico de asistir al paciente

incurable, moribundo y de cuidarle en la fase terminal de su enfermedad, aliviando su

dolor y su angustia. Condena, a renglón seguido, el ensañamiento terapéutico. Concluye

con la proclamación de que, en la fase terminal de la vida, la atención médica debe seguir

respetando la dignidad del hombre enfermo.

Dado por hecho que se da la necesaria competencia profesional, creemos conveniente

formular unos principios fundamentales de los que se derivarán actitudes y conductas más

en consonancia con la práctica correcta de la profesión médica.

Principios:

• No todos los tratamientos que prolongan la vida biológica resultan humanamente

beneficiosos para el paciente.

• El beneficio del paciente tiene prioridad en relación a cualquier otro objetivo, centrado

estrictamente en el proceso patológico.

• El médico debe cumplir siempre las exigencias éticas y legales del consentimiento

informado.

• No debe iniciarse o debe interrumpirse un tratamiento cuando su inicio o continuación no

tenga sentido de acuerdo con los criterios médicos más aceptados.

•Deben aplicarse cuidados paliativos de calidad y por profesionales competentes a

pacientes terminales que los necesiten.

•Debe tenerse especial cuidado en la correcta y veraz redacción y elaboración de la

historia clínica del paciente.

1. Nunca se destacará bastante el alto valor profesional de la Medicina paliativa, que

requiere tanta ciencia y experiencia como las restantes especialidades médicas. En una

Declaración sobre la Eutanasia, que hizo pública la Comisión Central de Deontología en

junio de 1986, se dice que "la asistencia médica al moribundo es uno de los más

importantes y nobles deberes profesionales... El médico está obligado a desempeñar su

genuina función de ayudar y atender al morir de sus pacientes por medio de un tratamiento

competente del dolor y de la angustia. Ha de empeñarse en procurar el mayor bienestar

material; ha de favorecer, según las circunstancias, la asistencia espiritual y el consuelo

humano al moribundo; prestará también su apoyo a los allegados de éste".

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Así pues, el médico no puede permanecer ajeno a las necesidades del paciente y de sus

allegados y ha de saber confortarles en ese trance final. Para ello, necesita, además de

conocer suficiente Medicina paliativa, tener sensibilidad para percibir las necesidades

físicas y morales del moribundo y cooperar para que no le falte ni el consuelo humano ni

la atención espiritual que, de ordinario, son la necesidad primordial del paciente y sus

familiares y amigos.

2. Por otro lado, condena este artículo la obstinación o encarnizamiento terapéutico. Todo

tratamiento inútil es inético. No por razón de que el médico practique una ética utilitarista,

sino porque el tratamiento demostradamente ineficaz, en especial cuando implica el uso de

tecnologías costosas y se separa al paciente del trato con familiares y amigos, es, en primer

lugar, un error de indicación terapéutica: el médico ignora más allá de lo tolerable los

datos pronósticos del caso que atiende y le aplica remedios incapaces de oponerse al curso,

ya ineluctable, de la enfermedad. El médico, por ejemplo, está obligado a juzgar con

objetividad y concienzudamente cuándo un paciente debe ser ingresado en una unidad de

cuidados intensivos porque su cuadro es un episodio crítico del cual puede ser rescatado; y

cuándo no debe hacerlo, porque su enfermedad terminal ya no tiene remedio médico. Ha

de tener el médico la rectitud moral de no ofrecer o no permitir que se aplique atención

intensiva o cualquier otra intervención agresiva cuando, juzgadas las circunstancias del

caso, concluya que son inoperantes. Hay una necesidad de conocer y de investigar

seriamente las constelaciones de factores pronósticos, para que la decisión de tratar o no

tratar no sea el fruto de la intuición o del humor, sino una medida prudente e informada.

En otras ocasiones, el encarnizamiento terapéutico no es resultado de la incompetencia

médica, sino resultado de una falsificación, unas veces comercialista, política otras, de los

fines de la Medicina. En ambos casos, es un error ético con el agravante de que

proporciona a los activistas de la eutanasia su principal argumento para reclamar el

derecho a morir con dignidad.

“La citada Declaración de junio de 1986 señalaba que "el médico dignifica la muerte

cuando se abstiene de tratamientos dolorosos e injustificados y cuando los suspende

porque ya no son útiles". La deontología impone al médico el deber de reconocer los

límites de la actuación médica aun ayudada por la más poderosa tecnología, de ser

consciente que el abuso tecnológico causa en el paciente y en los allegados del paciente

sufrimiento, humillación e indignidad, de modo que la Medicina es tachada de

inhumana y altanera.”