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BICC, XXVIII, 1973 NOTAS 549 indígenas de Colombia, aunque hay que contar con la posibilidad de que Fernández de Oviedo aplique la voz que ha aprendido en Méjico: "que se puede cavar con coas o palos largos y puntiagudos de madera recia que los indios tienen para sacar las esmeraldas: los quales coas o palos sirven en lugar de barreta". En síntesis, sin que pueda afirmarse rotundamente el influjo de coa en covador, covar, ello parece muy probable, y puede suponerse que otros casos similares se darán en distintas regiones de América y en diversas zonas léxicas del español americano, particularmente en aquellas en que determinados elementos de la cultura material aborigen han debido integrarse en el sistema del léxico español. José JOAQUÍN MONTES GIRALDO. Instituto Caro y Cuervo. VALERY LARBAUD Y COLOMBIA El interés de Valcry Larbaud por los países hispanoamericanos se asocia a los más lejanos recuerdos de su infancia. Ya en su Vichy, a cuya actividad termal estaba íntimamente vinculada la prosperidad de su familia, se había hallado en contacto con familias latinoamericanas, y había conversado en los bailes de la mejor sociedad del lugar con niñas prodigiosamente hermosas. Se había cruzado con ellas por la calle, y las había oído hablar un idioma que le era aún desconocido. A los diez años, su madre confía su educación a un excelente colegio de los alrededores de París: Sainte-Barbe des Champs. Allí vivirá entre 1891 y 1894, con pensionistas venidos de todos los países del inundo a recibir la entonces tan afamada enseñanza francesa. Entre los alumnos predominaban los hispanoamericanos, de modo que la lengua más usada en el colegio era el español y por el hecho de con- vivir con ellos, Valery Larbaud adquirió envidiables y preciosos cono- cimientos de la realidad y de la cultura americanas, tan poco difundidos entonces en Europa. Experimentó una inmensa admiración por España, "abuela" de aquellas jóvenes repúblicas, y un deseo entrañable — nunca realizado — de conocerlas mejor y de visitarlas. Entre ellas, en sus lecturas, en sus obras, en sus artículos, da puesto de honor a Colombia. Intentemos el análisis de esta predilección par- ticular, aunque sabemos de antemano que entramos aquí en un Do- maine larbaldiano misterioso e íntimo; además, nos faltan numerosos datos y documentos, mientras no esté escrita la interesantísima historia de la brillante colonia hispanoamericana que residía en París a principios del siglo.

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indígenas de Colombia, aunque hay que contar con la posibilidad deque Fernández de Oviedo aplique la voz que ha aprendido en Méjico:"que se puede cavar con coas o palos largos y puntiagudos de maderarecia que los indios tienen para sacar las esmeraldas: los quales coas opalos sirven en lugar de barreta".

En síntesis, sin que pueda afirmarse rotundamente el influjo decoa en covador, covar, ello parece muy probable, y puede suponerse queotros casos similares se darán en distintas regiones de América y endiversas zonas léxicas del español americano, particularmente en aquellasen que determinados elementos de la cultura material aborigen handebido integrarse en el sistema del léxico español.

José JOAQUÍN MONTES GIRALDO.Instituto Caro y Cuervo.

VALERY LARBAUD Y COLOMBIA

El interés de Valcry Larbaud por los países hispanoamericanos seasocia a los más lejanos recuerdos de su infancia. Ya en su Vichy, acuya actividad termal estaba íntimamente vinculada la prosperidad desu familia, se había hallado en contacto con familias latinoamericanas,y había conversado en los bailes de la mejor sociedad del lugar conniñas prodigiosamente hermosas. Se había cruzado con ellas por lacalle, y las había oído hablar un idioma que le era aún desconocido.

A los diez años, su madre confía su educación a un excelentecolegio de los alrededores de París: Sainte-Barbe des Champs. Allívivirá entre 1891 y 1894, con pensionistas venidos de todos los paísesdel inundo a recibir la entonces tan afamada enseñanza francesa. Entrelos alumnos predominaban los hispanoamericanos, de modo que lalengua más usada en el colegio era el español y por el hecho de con-vivir con ellos, Valery Larbaud adquirió envidiables y preciosos cono-cimientos de la realidad y de la cultura americanas, tan poco difundidosentonces en Europa. Experimentó una inmensa admiración por España,"abuela" de aquellas jóvenes repúblicas, y un deseo entrañable — nuncarealizado — de conocerlas mejor y de visitarlas.

Entre ellas, en sus lecturas, en sus obras, en sus artículos, da puestode honor a Colombia. Intentemos el análisis de esta predilección par-ticular, aunque sabemos de antemano que entramos aquí en un Do-maine larbaldiano misterioso e íntimo; además, nos faltan numerososdatos y documentos, mientras no esté escrita la interesantísima historiade la brillante colonia hispanoamericana que residía en París a principiosdel siglo.

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No sabemos quiénes fueron los compañeros colombianos de Lar-baud en Sainte-Barbc. El Centro Valery Larbaud de Vichy —dondese conservan los libros y muchos papeles del escritor— posee algunascartas dirigidas a su tía por el joven colegial, que exponen detallada-mente los apellidos y la nacionalidad de ciertos compañeros. No encon-tramos en ellas la mención precisa de ningún colombiano. Pero bas-tantes recuerdos de la época figuran en Fermina Márquez. Así, Larbaudcompartía las lecturas de sus amigos y experimentaba también verda-dero entusiasmo al recorrer las páginas de los viejos cronistas españolesque contaban la historia de la conquista. Les oía evocar las leyendasde sus lejanas patrias. Eldorado — país del oro y de las esmeraldas,desde Gomara, uno de sus cronistas preferidos,— era por cierto pro-picio a enardecer su imaginación. Contaba ya a Quesada y a Ojeda,conquistadores de Colombia, entre los mayores héroes de la epopeya.Como el buen alumno Joanny Léniot, el mismo Larbaud se aferró al"atlas grande de Schrader, y buscó el mapa de Colombia . . . Estudiabaminuciosamente la configuración geográfica de la República de Co-lombia, como si proyectara un via^e al país. Se embriagaba de la evo-cación de Cartagena de las Indias" '. Soñaba ya a su manera, declinandolas palabras, saboreando sus varios sonidos y sentidos (más tarde: Fer-mina, Ferminita, Femina . . .; ahora, Colombia, así llamada en ho-menaje a Colón, héroe de su predilección). Uno de los protagonistasmás conmovedores de la novela, el pequeño Camille Moütier, a quiendio Larbaud tanto de sí mismo, conoce "abundantemente" —a lostrece años, también—.. . "el descubrimiento del Darién, la expediciónde Balboa, y cómo la Nueva Granada había venido a ser Colombia".Tampoco parecen frutos de la invención unos actos, propios de la in-fancia, o de la primera adolescencia, ricos de sentido, aunque ilógicosy como inacabados para los mayores: así, esta audacia súbita de CamilleMoütier que deriva de su secreta adoración por Fermina. Ha compradouna banderita de seda y, para atraer la atención de la joven bogotana:

Así que los vigilantes le perdieron de vista, echó a correr, y como el paladínadornado con los colores de su dama, pasó por delante de Fermina, llevando des-plegada en alto una banderita colombiana.

— ¡Mira! —exclamó la muchacha—. ¡La bandera de mi país!Camilo Moútier volvió sobre sus pasos y balbuceó:— Iba a llevársela a Paquito; ¿sabe en dónde está? —Y, sin esperar respuesta,

porque ya el valor le faltaba, escapó corriendo.

1 Utilizamos, en este artículo, la admirable traducción que hizo de FerminaMárquez, el español Enrique Dkz-Cancdo (Madrid, Calpe, 1921).

5 En su Carta a Valery Larbaud, en Obras completas de REYES, t. VIII, pág.64. Se puede consultar, a este propósito, nuestro libro: Valery Larbaud - AlfonsoReyes, Correspondance, Paris, Didier, 1972, pág. 243.

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De los tiempos del colegio guarda asimismo Larbaud unos recuer-dos esfuminados, tal el perfume de las chicas colombianas, revelaciónglobal, confusa y encantadora, del clima en que se sumían sus elegan-cias románticas: . .

De aquellos gratos paseos por el parque no traíamos ya el olor del tabacofumado a escondidas, sino el perfume de las jóvenes americanas. ¿Geranio o re-seda? Perfume indefinible; perfume que hacía pensar en vestidos azul y malva, yblancos, y de color de rosa; en anchos sombreros de blanda paja, y en moñosy cocas de pelo negro, y en ojos negros, tan grandes, que el ciclo entero ha dereflejarse en su fondo.

Las dos hermanas son visiones un tanto fugitivas, que "aparecenun poco de lejos" —según la finísima observación de Alfonso Reyes 2,—como si quisiera el novelista, en su destreza consumada, por el suavealejamiento en la distancia, pintar también el espacio en los años.

Sin embargo, todas las reminiscencias colombianas que distingui-mos en Fermina Márquez no datan del Colegio. Otras hay, más con-cretas, más precisas, ciertamente debidas a una época más reciente. Enla novela, se refiere a alumnos de más edad, que llevan ya vida dehombres. Hubo de hecho, en la juventud de Larbaud, otro períodoen que trató a suramericanos, y más que probablemente, a colombianos.Por 1904, se instaló en un pisito de Passy, 6 rué Eugcne Manuel, paragozar de la libertad de estudiante, lejos de la terrible férula materna.¿Cuánto tiempo duraría esta felicidad? Las indicaciones de su mejorbiógrafo, G. Jean-Aubry, carecen aquí de puntualidad, y no nos permi-ten aclarar más las fechas ni las circunstancias3. Sólo nos dice queera amigo de algunos suramericanos. Se reunían en una boitt de laCalle de la Escala (o de las Pirámides), "chez Papa", en este barriode la Opera, entonces muy de moda. Jean-Aubry menciona los nom-bres de Rufino Blanco Fombona, Gómez Carrillo, Rubén Darío. Peroesta lista, en un texto tan impreciso, no sería exhaustiva. GuillermoValencia estaba también en París, y era amigo de Rubén Darío. Poraquellos mismos tiempos, Larbaud, probablemente en las oficinas delMercure de France, trabó amistad con los hermanos Bengoechea, "co-lombianos de París", que hasta escribían algunas de sus obras en fran-cés, pero seguían estrechamente relacionados con los círculos literarios

3 Cf. G. JF.AN-AUBRY, Valery Larbaud: sa vie et son ocuvre, t. 1: La jeunesse(1881-1920), único tomo publicado. Jean-Aubry indica (pág. 97) que "Larbaudpasó el verano de 1904 en Valbois y Vichy, y acababa de alquilar un pisito enPassy, 6 Calle Eugcne Manuel. Allí vivió algún tiempo, tratando con escritoressuramericanos, etc. . . . " . Pero, como añade luego que "en septiembre, ya estabaLarbaud en Toulouse con su amiga Inga", resulta muy difícil saber cuándo sesitúa exactamente la estadía en la Calle Eugéne Manuel, y cuánto tiempo se quedóallí Larbaud. Posiblemente tomó posesión de su pisito de Passy a principios del mesde mayo de 1904. Además, residió varias veces en París durante esc verano.

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de su país, y por ellos conoció los nombres y quizá las obras de muchosescritores colombianos: Maximiliano Grilio, Corneüo Hispano, y de lasrevistas que éstos fundaron en Bogotá y Medellín. A ellos alude en suartículo sobre María, al hablar de "los críticos competentes", y citaal mismo Julio Flórez. Es lícito, además, imaginar que, en la órbitade estos colombianos más o menos provisionalmente instalados en París,pudo conocer a algunos compatriotas suyos, pertenecientes a esas fa-milias colombianas riquísimas que venían a pasar algunos meses, oalgunos años, en París o en Madrid, con el fin de educar a los niños.En Fermina Márquez aparecen precisiones inconfundibles de su modode vivir en la capital francesa. Eran fabulosamente ricos, hijos de ban-queros, por ejemplo. Venían a Europa en barcos que les pertenecían,como Paquito y Fermina Márquez. Pero, más que ellos, otro personajede la novela cobra en esta perspectiva un relieve inesperado: el de sutía, la hermosa criolla, a quien Larbaud da el apodo exótico de MamáDoloré. Ha pintado su retrato y sus reacciones con tanta precisión quesu obra pudiera ser un verdadero documento sociológico para quienquisiera escribir la historia de la colonia suramericana de aquellos años.En esta cuarentona todavía deseable, todo lo notó Larbaud: los ciga-rrillos, los perfumes algo exagerados, el encanto, las sonrisas, hasta laspintorescas expresiones, reproducidas en el texto en estilo directo, oentre paréntesis:

Era singular, demasiado bien vestida, perfumada en exceso, mal educada,encantadora; se fumaba nuestros cigarrillos, y cuando se dirigía a uno de nosotros,le ¡iamaba "queridín", en tono de enamorada.

Harto conocía el la dificultad de instalarse cómodamente en París:con envidia, nota la vida suntuosa — pero inane — que se ha organizadola hermosa colombiana, en una avenida cerca del Arco de la Estrella,rodeada de una numerosa, costosa c inútil servidumbre:

Tenía un buen piso en la avenida de Wagram; pero no estaba en él másque en las horas de dormir, porque las tiendas (¡tantas tiendas!) eran una tentacióndemasiado fuerte.

Larbaud debió de participar de muchas meriendas improvisadaspor 'Mamá Doloré', para describir tan detalladamente el lujo de losaccesorios, y hasta el ademán característico de mover el molinillo den-tro del chocolate, para hacerlo más espumoso. Después de tantas ver-dades evidentemente conocidas, y con tanto cuidado conservadas, ¡¡cómono pensar en esta frase de Larbaud donde confiesa que "ciertas conver-saciones, entre las más importantes y decisivas de su vida se habíanverificado en español"? 4. ¿Cómo dejar de pensar en Mamá Doloré,

* Cí. V. LARBAUD, Journal ¡nédit, en Obras completas, t. IX, pág. 172.

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al leer la confidencia que hizo un día a Guillermo de Torre, duranteun hermoso paseo cerca de los Jardines de Luxemburgo?:

Así como fue Tierral toleres, de Rubén Darío, el libro que entre sus prime-ras, inciertas, lecturas castellanas le dio la clave, la dirección por seguir, así tam-bién había sido una criolla quien le orientó en sus pesquisas psicológicas5.

De todos modos, Fermina Márquez era para él una novela re-sueltamente colombiana, homenaje probable a unos recuerdos de in-fancia, y a unos amores de los veintitrés años: hizo encuadernar elmanuscrito en pergamino que figura la bandera colombiana, con fajaslaterales amarillas, azules y rojas; en el dorso, la estrella blanca encírculo azul subravado de rojo 8.

En aquella misma época (1904-1905), Valery Larbaud empieza aescribir unos poemas que atribuye a un personaje ficticio, también ex-traordinariamente rico. Como el mismo poeta, está terminando unalarga y difícil adolescencia y ha llegado al momento crucial en que vaa integrarse en el mundo de los adultos. Larbaud presta evidentementea Barnabooth su propia psicología y sus aficiones, y los pocos librosque coloca en la biblioteca del errante millonario son los compañerosescogidos para sus viajes personales. Entre ellos descuellan las obras deJosé, Asunción Silva.

Sabido es cómo la personalidad y los versos del poeta colombianohabían sido estudiados por Alfredo de Bengoechea en su importanteartículo publicado en mayo de 1913 en el Mercure de Frunce, únicarevista francesa interesada entonces por las letras hispanoamericanas.Larbaud frecuentaba, con los Bengoechea, los círculos del Mercure, enaquellos años que precedieron la creación de La Nouvelle Revue Fran-caise. El artículo de Bengoechea era el eco perfecto de las conversacionesque podía oír allí sobre Silva. Al leerlo entendemos los lazos de sim-patía que se establecieron entre Larbaud y aquella gran sombra. Ade-más de los mismos maestros — Laforgue, D. G. Rossetti —, José Asun-ción Silva y Larbaud tenían en común el dandismo, una "hipertrofiade la vida interior", y unas ideas semejantes en cuanto al arte poético.Ambos celebraban el ritmo disloqué, aliando estas audacias con un ro-manticismo a la inglesa, lleno de elegancia, y, a la vez, con cierto rea-lismo humorístico inaudito. Sin Zoospermos o Enfermedades de laniñez, quizá nunca se hubiera atrevido el poeta francés a escoger lapalabra Borborygmes, título que tanto disgustaba a Claudel. Silva yLarbaud tienen la misma concepción fácil y nueva de los viajes simbo-lizados por las locomotoras ("audaces", en Silva; "altas y delgadas",

5 GUILLERMO DE TORRE, Las metamorfosis de Proteo, Buenos Aires, Lasada,1956, pág. 202.

' Véase LARBAUD, Fermina Márquez, en Obras completas, t. II, pág. 393,

nota de Jean-Aubry.

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en Larbaud). En Futura, José Asunción Silva escribe dos versos que,por la presencia musical de nombres de ciudades tan bien escogidos(Francfort, Liverpool, Cantón), por la nota de futurismo que encie-rran, son verdaderamente una prefiguración de la mejor poesía lar-baldiana:

Es en el siglo veinticuatroEn una plaza de Francfort,Por donde cruza el tren más rápidode Liverpool para Canten 7.

Comparemos con el empleo amoroso de los nombres de ciudades enla famosa O de de las poesías de Barnabooth:

¡'ai sentí pour la premiere jois toute la doticetir de vivreDar.s une cabine dii Nord-Express, entre Wisbaücn et Psk.ow 8.

Por otra parte, los dos poetas viven igualmente obsesionados porla idea de la muerte. Parecen llegar a igual filosofía:

Deja el estudio y los placeres; dejaLa estéril lucha vana . . . •.

o

y en Larbaud:

Otra vez, sólo miro el mundo interior.

Sus amigos latinoamericanos no pudieron dejar de hablar a Lar-baud de la obra maestra de la literatura colombiana. María era ya paraél, en 1911, un libro "lleno de recuerdos". Lo poseía en la ediciónTabernier, de Barcelona. La novela de Jorge Isaacs gustó infinitamentea Larbaud y por varias razones: respondía a una curiosidad ya antiguaen su espíritu: reflejaba la naturaleza y las costumbres de la misteriosaColombia y las ensalzaba con la belleza poética del estilo. La mezclade razas — india, española, judía, negra — daban a la obra un saborde 'cosmopolitismo' ya concebido a la manera larbaldiana, es decircomo la búsqueda de un profundo y bondadoso humanismo. Luego,este ambiente piadoso, la armonía estética de la religión católica, sub-rayada en la obra por las citas de Chateaubriand, le agradaron enaquellos años, precisamente, en que Larbaud abandonaba la severa fe

7 José ASUNCIÓN SILVA, Poesías completas, Buenos Aires, ed. Sopeña Argen-tina, 1950, pág. ¡02.

* LARBAUD, Obras completas, t. IV, pág. 55.

• JOSÉ ASUNCIÓN SILVA, ibid., pág. 109.

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protestante de su familia y se convertía al rito romano. Más aún, elexamen vigilante del tema de María y de las obras entonces escritaspor el novelista francés pone de relieve un manifiesto parentesco: todasse proponen estudiar el primer efecto del amor en el corazón de estas"jeunes filies en fleurs". María figura entre los'libros que leía prefe-rentemente Fermina Márquez en el apogeo de la crisis, cuando laorgullosa niña tiene que admitir que el amor, maravilloso, pero hu-mildemente humano, se cuela en ella, a pesar de los escrúpulos delmisticismo. Creía pertenecer a Dios, y tiene que inclinarse y entreveruna vida terrestre. El ejemplo de María la ayuda, con su humildad,su amor aceptado pero en paz con sus sentimientos religiosos.

Detalle significativo: para otra heroína suya, Larbaud precisa laedad desde el título, y coloca esta novela, Portrait d'Eliane a quatorzeans, entre las Enjamines. Eliane está viviendo la etapa inmediatamenteanterior a la llegada del amor. Sus encuentros con los hombres no sonmás que miradas cambiadas por la calle. La pasión, aún no fijada, peroya ardiente, es una fiebre interior y una sucesión de ensueños. Algunascomparaciones se pueden establecer entre su actitud, su situación, ylas de María. Ambas gustan quedarse sentadas, en silencio, y comoinvadidas por su vida interior. La presencia de un niño, hermanito oprimo, a su lado, es importante. La ternura que una y otra experimentanpor el pequeño es un reflejo de sus sentimientos amorosos, y los besosy las caricias que le dan se dirigen inconscientemente a Efraín o alamor todavía imaginario de Eliane. Las dos evolucionan en un sitiomaravilloso.

El ciclo, los horizontes, ks pampas y las cumbres del Cauca, hacen enmude-cer a quien los contempla...

Pensó sin duda Larbaud en estos esplendores, cuando percibió ,1anecesidad de adornar con magníficos árboles exóticos el humilde jardínde Montpellier donde palpita EHanc, la niña de catorce años.

El subtítulo del primer manuscrito de Beauíé, mon beau souci llevatambién la mención de la edad de la heroína: "Queenie Crosland Aetatissuac XV". La primera idea de este asunto quizá data del verano de1914, es decir de una época relativamente cercana todavía al año enque Larbaud escribió el artículo sobre María (1912). El tema es tam-bién la transformación de una niña en una mujer amada y amante.Pero Queenie es una niña "de otra raza"; pura, sana y suave, peroanglosajona, educada entre costumbres mucho más libres, que ignoranlos tormentos del remordimiento y de la confesión católicos. La novelase sitúa en un barrio discreto de Londres, y Larbaud ha borrado todoslos ruidos y los colores. El paisaje desaparece en la bruma. Estamos enun mundo que constituye un contrapunto al universo de María. Peroprecisamente, en estos casos opuestos, estallan las constantes del corazónhumano. Frente al hombre amado, las dos niñas reaccionan con el mismoirreflexivo pudor. Al encontrarse inesperadamente en el parque frente

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a. Efraín, María, turbada, se cubre los pies y los hombros. Queeniedespués de los primeros besos del cínico Marc, descose un volante desu vestido para alargarlo. Larbaud atribuye a su heroína inglesa lamisma sensibilidad que María frente al lenguaje de las flores. La frase"¡cuánto dolor por una flor rechazada, cuánto triunfo por una floraceptada!", que figura en la obra de Larbaud, podría titular el segundocapítulo de ia obra colombiana. En los dos libros, aparece además lamisma situación de espera dolorosa, de salida inminente, de separaciónpróxima y de días contados.

Hasta en el Diario íntimo de Barnabooíh, aceptación por un ado-lescente de la condición de adulto, y severa crítica de la sociedad bur-guesa del siglo xix, se encuentran algunos recuerdos de María. Verdadque esta obra, publicada en la Nouvelle Revue Frangaise el lp de di-ciembre de 1913, fue escrita entre 1910 y 1912, y parece pues absoluta-mente contemporánea al artículo sobre María (en La Phalange de enerode 1912). La situación de María, huérfana criada por los padres deEfraín, pudo guiar a Valery Larbaud en la creación de sus personajes,las señoritas Yarza, esas dos niñas sin familia, recogidas y educadas porel riquísimo Barnabooth. Este, lo mismo que Efraín, experimenta porsu futura esposa un amor primero fraternal, que se transforma luegoen una ternura que aspira a ser conyugal. Como en María, Larbauddesarrolla aquí el tema del retorno a los lugares de la infancia, aban-donados desde hacía varios años.

El artículo dedicado por Larbaud a la novela de Isaacs aparece,pues, como homenaje a una obra que le acompañaba desde hacía tiem-po, en relación quizá con recuerdos muy personales, y que habíaempapado más o menos su psicología o influido en las obras escritaso proyectadas en aquel intervalo. Larbaud, pintor del primer amorsoñado o vivido por unas niñas muy jóvenes, había encontrado enMaría un modelo o, por lo menos, una obra admirable donde se mani-festaba el mismo interés.

La tormenta de 1914-1918 aleja a Larbaud, enfermo, de Franciay de sus amigos hispanoamericanos de París. Pero, por estos años, lellega la noticia de la muerte, en el campo del honor, de dos amigosamericanos: José García Calderón, el hermano de su amigo íntimoVentura, y Hernán Bengoechea. A Larbaud lo trastornó profundamenteese doble sacrificio: la sangre vertida le parece sellar la amistad deFrancia con la América latina. Siempre propenso a honrar la memoriade sus amigos desaparecidos — sobre todo si son escritores y poetas —,Larbaud proyecta escribir un libro a la memoria de Hernán Bengoechea.Le faltó salud para realizarlo, y Léon-Paul Fargue, amigo común, fuequien lo escribió. Además, a Hernán Bengoechea y a José García Cal-derón fue dedicado el Panorama de la literatura hispanoamericana de

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Max Daireaux, obra escrita con la ayuda y los consejos de Larbaud 10,especialmente en los capítulos ajenos a la Argentina. De modo queeste Panorama puede ser considerado como un buen reflejo de la opiniónde Larbaud y de sus amigos acerca, por ejemplo, de la literatura co-lombiana de entonces. Un puesto de honor parece reservado aquí aJulio Flórcz, ya citado por Larbaud en su artículo sobre María; y encuanto a José Asunción Silva, Daireaux se apoya evidentemente en elartículo de Alfredo Bengoechea y en sus confidencias. Una personalidadbrillante de estos círculos de París, muy celebrada por Daireaux, es lade 'Max' Grillo. Sus obras se publican en español en las editorialesparisienses y, traducidas al francés, en la Revue de IAmérique Latinedel Profesor Martinenche, muy leída por Larbaud 11, y en cuyo equipocontaba con numerosos amigos. Daireaux saluda con entusiasmo laaparición de La Vorágine, obra que conserva "en toda su violencia, elperfume americano". Tal era exactamente la posición de Larbaudcuando exponía a su amigo Güiraldes la necesidad "de hablarnos afondo de las cosas americanas, que quisiéramos conocer". En unosmanuscritos conservados en Vichy, encontramos, escritas de mano deLarbaud, unas notas de lectura, breves y entusiastas sobre La Vorágine;la traducción al francés, debida a su gran amigo Francis de Miomandre,es el eco de la admiración que despertaba la obra de Rivera en estoscírculos de París.

Ha crecido el prestigio de Larbaud, gracias a la difusión de Barna-booth y de Fermina Márquez, a sus artículos publicados en las revistasfrancesas o en La Nación de Buenos Aires. Ya se conoce en el NuevoMundo su intenso interés por las obras americanas. Así, muchos es-critores colombianos le envían sus libros, o, cuando vienen a París,intentan verlo. La visita a Larbaud se impone como, en otros tiempos,la visita a Rcmy de Gourmont. En esta perspectiva se sitúan las rela-ciones que mantuvo Larbaud con el escritor colombiano Fernando Gon-zález. Recientemente encontramos en Vichy, una tarjeta a nombre de"Alfonso González, journaüste, envoyé spécial de 'El Espectador' ", quelleva, manuscrita, la dirección siguiente: "12 Bd Malesherbes, Paris",y algunas palabras que nos informan que Alfonso González había de-positado en casa de Larbaud las obras recientemente publicadas por

10 Cf. la carta de Larbaud a Alfonso Reyes, del 6 de abril de 1929: "Creoque el señor Max Daircaux se encargará del 'Panorama' . . . Pienso que recibirácon mucho gusto cualquier documento bibliográfico. Pondría los míos y hastamis libros a su disposición . . . Me han pedido el prefacio" (Correspondance Va-lery Larbaud - Alfonso Reyes), ob. cit., pág. 56.

11 Cf. carta de Larbaud a Reyes, del 6 de julio de 1930. Véase la Corres-pondance Larbaud - Reyes cit., pág. 88.

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su hermano. Estos libros de Fernando González llegaron a poder deLarbaud en un momento muy penoso, casi dramático v-. Estaba mu-riendo su madre, de 88 años de edad, y desde hacía varios meses, enla soledad de Valbois, él cuidaba con tierno cariño a la anciana, cuyocarácter exigente y autoritario le había sido tan doloroso. Pero la muertede "la terrible Madre" le produjo tal choque que arruinó su salud yamuy debilitada. Se quedó varios meses casi sin poder leer ni escribir.Sus cartas a Jean-Aubry y a Alfonso Reyes pintan la gravedad de ladepresión. Menos conocida del público francés, la carta a FernandoGonzález, publicada en el número de febrero de 1931 de la revistaCervantes (Manizales), nos describe mejor su desamparo en esos días,diciéndonos la ayuda que le proporciona la lectura de estos libros: cartaconmovedora, último homenaje del escritor francés a esta república ame-ricana que había sido distinguida por él desde la juventud y le habíainspirado Fermina ...

Pudimos inventariar en Vichy los recursos colombianos de la bi-blioteca del escritor, y especialmente las obras colombianas recibidaspor él antes de 1935, o sea antes de la fecha del ataque cerebral quemarca el fin de su actividad literaria.

Entre ellas, figuran:

— 1M Marquesa de Yolombó, de Tomás Carrasquilla, en la ed. Cano,Medellín, 1928.

— La obra de M. García Herreros, Lejos del mar, cd. en Barranquilla,Imprenta Mogollón, 1921.

— Varias obras de Fernando González:

Viaje a pie, Paris, Le livre libre, 1929;Don Mirocleles, Paris, Le livre libre, 1932;El hermafrodita dormido, Barcelona, 1933;Mi compadre, Barcelona, 1934.

12 Dice MAX DAIREAUX a propósito de Fernando González, en su Panorama,pág. 221: "Fernando González, autor del Viaje a pie de dos filósofos, libro dignode Sternc y de Jéróme K. Jcrómc; escrito cen elegancia, agudeza, inteligencia, es c!testimonio de una orientación nueva en la literatura de América".

Estas líneas parecen reflejar acabadamente la opinión de Larbaud, quien, encrítica literaria lo mismo que en historia, solía emplear este método comparativo,ayudándose frecuentemente de su perfecto conocimiento de la literatura inglesa ytendiendo puentes por encima de los siglos o de las fronteras.

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— Tergiversaciones, de León de Greiff.

— Ensayos y comentarios, de Max Grillo, París, Le livre libre, 1927.

— De Rafael Maya:

La vida en la sombra, Bogotá, Cromos, 1925;Coros del mediodía, Bogotá, Minerva, 1928.

— Entre Dios y el diablo, de Alejandro Vallejo, Bogotá, ed. Minerva,1931.

— Lauros, de Rafael Vásquez, Santa Fe de Bogotá, Cromos, 1932.

Después de 1935, le llegan todavía obras, que proceden de escri-tores que ignoran su desgracia, o que, movidos por la admiración oel agradecimiento, quieren, sin embargo, enviarle sus producciones. Son:

— Arturo Camacho Ramírez, Presagio del amor, Bogotá, ed. Centro,1939.

— Eduardo Carranza, Seis elegías y un himno, Bogotá, 1939.

— Carlos Martín, Territorio amoroso, Bogotá, Ed. Centro, 1939.

Las cartas recibidas por Larbaud se hallan también en Vichy,perfectamente clasificadas. Las más numerosas son las de Alfredo Ben-goechea. Datadas en 1923, 1924 y 1929, se refieren esencialmente a lapublicación postuma de algunas obras de Hernán Bengoechea, o al ho-menaje que proyectaba escribir Larbaud.

Una carta de Fernando González le da el pésame por la muertede su madre, y le agradece su carta admirativa a propósito de Mi Bo-lívar. Otra carta, de Jorge Rojas, le anuncia el envío de los primerosnúmeros de Piedra y Cielo, aprovechando la ocasión para expresarlela unión espiritual de su grupo con Francia y los escritores franceses.

PAULETTE PATOUT.

Universitc de Toulousc, Le Mirai!, Tolousc, Francia.

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APÉNDICE •

JORGE ISAACS, María' (traduction franfaise).

Longtemps j'avais cru, sur l'affirmation d'une notice de l'Anthologiceolombienne d'Emiliano Isaza -, qu'il existait une traduction fran<;aise ducélebre román de Jorge Isaacs. C'est ma voisine qui m'a détrompé enm'annon^ant qu'elle était en train de le traduire, avec toutes les autorisa-tions nécessaires et pour la premiére fois. Et je viens de le relire dans cemanuscrit francais, non sans me repórter parfois au texte, pour moi pleinde souvenirs, et dont certains passages —portraits de jeunes filies, des-criptions de paysages tropicaux— valent les plus charmantes poésies dela lyrique castillanc.

«María» est, avec la «Case de l'Oncle Tom», le román américain le pluscélebre en Europe. Mais ce n'est pas a la «Case de l'Oncle Tom» qu'ilfaut le comparer: il mente mieux que cela: Jorge Isaacs ne peut étrerapproché que de Nathaniel Hawthorne, si toutefois on tient á établir unparalléle entre la litiérature hispano-américaine et la littérature des Étals-Unis, si dissemblables.

Jorge Isaacs naquit a Cali (département du Cauca) en 1837 et mourutá Ibagué (Tolima) en 1895. II était fils d'un Juif anglais convertí au ca-tholicisme et d'une Colombienne, filie d'un officier espagnol. II a vécu aBogotá, mais il fut avant tout le poete et le romancier de sa province natale,le Cauca, dont il a fait une terre des Muses: ce que George Sand afait pour le Berri et George Eliot pour le Warwickshire. II fut d'abordet surtout poete, et «María», qui est bien I'oeuvre d'un poete, parut dansles premieres annécs de la décade 1860-1870.

Cette date nous reporte bien avant la période díte moderniste de l'histoirelittéraire de PAmérique; a une époque oü le criollismo était inconnu, oüles écrivains du Nouveau-Monde ne concevaient pas de gloire plus grandeque celle d'ítre approuvé par Juan Valcra: a une époque enfin oü leromantisme, avec ses modeles francais, anglais et espagnols, régnait enColombie, aussi bien que dans les autres républiques américaines.

Mais on voit bien tout de suire que «María» n'est pas un livre roman-tique. Un critique colombien félicitait Jorge Isaacs d'avoir échappé á lavie politique, oü lant d'écrivains américains (du Nord et du Sud) ontperdu leur énergie et galvaudé leur talent. II aurait pu aussi le féliciterd'avoir eu la forcé d'échappcr a la mode romantique. II faut en effet re-

• Reproducimos en este Apéndice el comentario de Valery Larbaud sobre María,a que se alude en la nota anterior. Apareció en la sección Le mois du littérateurJe la revista La Phalange, enero de 1912, págs. 12-14. Agradecemos el envío deeste texto a Madame Patout.

1 Innombrables editions; entre autres: Garnier hermanos, 6, rué des Saints-Peres, París (avec un vocabulaire des provincialismes).

Antología colombiana, colegida por EMILIANO ISAZA, Vda. de Ch. Bouret,París et México, 1895.

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marquer que «María», que l'on compare souvent á «Paul et Virginie» etá «Átala», bien que moins achevé que ees deux ouvrages, date moins qu'eux.J'avoue que j'y trouve, non pas des longueurs, mais des explications inú-tiles, des répéiitions génantes, quatre-vingis pages (sur quatre cents) dontle lecteur se passerait bien. Mais il y a ce qui rachéte tous les défauts decomposition ou de style, une peiniure exacte et vivante de deux étresanimes d'une grande passion.

Efraín revient de Bogotá, ses études secondaires finies, pour passer quel-ques mois dans la maison de ses parents avant d'aller étudier la médecineen Europe. La, il retrouve sa cousine María, orpheline élevée avec sessoeurs. Enfants ils s'étaient aimés; adolescents ils s'avouent leur amour.Mais il faut qu'Efraín s'en aille, et ils se séparent fiancés. Au bout d'unan María tombe malade et Efraín revient trop tard pour recevoir sondernier adieu. Tout cela est raconté le plus simplement du monde; mais,á un mot d'Efraín, á un regard, á une petite action muette de María onsent tout á coup la chaleur de la passion et la violence de l'amour. Lescomparses sont intéressants: le pére d'Efraín, un de ees grands propriétairesterriens, juifs convertis, nombreux dans les provinces d'Antioquia et duCauca; sa mere ct ses jeunes soeurs, le médecin Mayn, les esclaves noirs,les jolies métisses Tránsito et Salomé, types locaux tres bien caractérisés,au diré des critiques compétents.

Je me demande, en feuilletant ce manuscrit, quel accueil le publiefrancais va faire a «María». C'est, je crois, ce que certaines revues pourles familles appellent «un livre qui peut ¿iré mis entre toutes les mains»;et je sais qu'il y a, dans la petite bourgeoisie francaise, un préjugé contrece genre d'ouvragcs: le román qu'on peut lire á haute voix en famillcn'appartient pas á la grande litlératurc sérieuse, laquelle se reconnaít áses descriptions obscenes. Une dame me dit un jour, avec une moue demépris, que la littérature anglaise était «bien anodine». Elle voulait dircque les quelques romans anglais qu'elle avait lus manquaient de ce queles collégiens appellent des cochonneries, et elle les méprisait en consé-quence. Je suppose que ce sentiment accompagne un défaut de propretécorporelle et toutes sones de négligences provinciales, et je ne pense pasqu'il vaille la peine de montrer a ce publie que le román de Dickens (oude Jorge Isaacs) qui peut étre «mis entre toutes les mains» contient toujorsplus de passion vraie, ardente et insolente, que le plus «scabreux» de nosromans d'adukére bourgeois.

Je souhaite, plutót, qu'il se trouve quelques personnes de goút pourreconnaitre que le romancier colombien a creé pour les temps á venir uneéternelle figure de jeune filie, et que ees vers, oü Julio Flórez transformeen apothéose la mort de Jorge Isaacs:

y allí surgió entre blandos e idílicos cantaresUn ángel .. • más que un ángel ...la novia de EfraínCon su vestido blanco cubierto de azahares,Y de sonrisas llenos los labios de carmín.

sont dignes de l'historien de María.

VALERY LARBAUD.