Bergson h La Evolucion Creadora

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    BIBLIOTECAPREMIOS NOBEL

    BERGSON

    OBRAS ESCOGIDAS*El presente archivo contiene nicamente la obra:

    La Evolucin Creadora, pero se ha conservado lanumeracin original de la misma.

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    HENRIBERGSON

    Premio Nobel 1927

    OBRAS ESCOGIDASENSAYO SOBRE LOS DATOS INMEDIATOS DE LA CONCIENCIA

    MATERIA Y MEMORIA / LA EVOLUCIN CREADORA LAENERGA ESPIRITUAL / PENSAMIENTO Y MOVIMIENTO

    Traduccin y prlogo de

    JOS ANTONIO MIGUEZDoctor en Filosofa y Letras

    por la Universidad de Madrid

    AGUILAR

    L i b e r a l o s L i b r o s

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    La versin al castellano de las obras contenidas en el presente volumen se ha realizado sobre los textos franceses publicados por Les Presses Universitaires de France, de Pars,en la coleccin Bibliothque de Philosophie Contemporaine,cuyos ttulos originales son los siguientes:

    L'EVOLUTION CRATRICE (La evolucin creadora)

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    LA EVOLUCIN CREADORA*

    INTRODUCCIN

    LA historia de la evolucin de la vida, por incompleta que todava sea, nos deja entrever cmo se haconstituido la inteligencia por un progreso ininterrumpido, alo largo de una lnea que asciende, a travs de la serie delos vertebrados, hasta el hombre. Ella nos muestra, en la

    facultad de comprender, un anexo de la facultad de ac-tuar, una adaptacin cada vez ms precisa, cada vez mscompleja y flexible, de la conciencia de los seres vivos alas condiciones de existencia que les son dadas. De ahdebera resultar esta consecuencia: que nuestra inteligen-cia, en el sentido restringido de la palabra, est destinadaa asegurar la insercin perfecta de nuestro cuerpo en sumedio, a representarse las relaciones de las cosas exterioresentre s; en fin, a pensar la materia. Tal ser, en efecto, unade las conclusiones del presente ensayo. Veremos que lainteligencia humana se siente en s en tanto se la dejaentre los objetos inertes, ms especialmente entre losslidos, donde nuestra accin encuentra su punto de apoyo

    y nuestra industria sus instrumentos de trabajo; quenuestros conceptos han sido formados a imagen de los s-lidos, que nuestra lgica es sobre todo la lgica de los sli-dos, que, por esto mismo, nuestra inteligencia triunfa enla geometra, donde se revela el parentesco del pensa-miento lgico con la materia inerte, y donde la inteli-gencia no tiene ms que seguir su movimiento natural,despus del contacto ms ligero posible con la experien-cia, para ir de hallazgo en hallazgo con la certidumbre de

    * La traduccin ha sido hecha sobre el texto de la edicin N 77, de la Bibliothque de Philosophiecontemporaine, PressesUniversitaires de France, Pars, 1948. (N. del T.)

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    que la experiencia marcha detrs de ella y de que le darinvariablemente la razn.

    Pero de ah debera resultar tambin que nuestro pen-samiento, en su forma puramente lgica, es incapaz derepresentarse la verdadera naturaleza de la vida, la signi-ficacin profunda del movimiento evolutivo. Creado por la vida en circunstancias determinadas, para actuar sobrecosas determinadas, cmo abrazara l la vida, si no esms que una emanacin o aspecto suyo? Depositado, enel curso de su ruta, por el movimiento evolutivo, cmo

    podra aplicarse a lo largo del movimiento evolutivo mis-mo? Otro tanto valdra pretender que la parte iguala altodo, que el efecto puede reabsorber en l su causa, o queel canto rodado abandonado en la playa dibuja la formade la ola que le ha trado hasta ella. De hecho, nos da-mos perfecta cuenta que ninguna de las categoras denuestro pensamiento unidad, multiplicidad, causalidadmecnica, finalidad inteligente, etc., se aplica exacta-mente a las cosas de la vida: quin podr decir dndecomienza y dnde termina la individualidad, si el ser vivoes uno o varios, si son las clulas las que se asocian enorganismo o si es el organismo el que se disocia en clu-las? En vano llevaremos el ser vivo a uno de estos cua-dros. Todos los cuadros crujen. Son demasiado estrechos,sobre todo demasiado rgidos para lo que querramoscolocar en ellos. Nuestro razonamiento, tan seguro de scuando circula a travs de las cosas inertes, se siente adisgusto sobre este nuevo terreno. Nos encontraramosgrandemente embarazados para citar un hallazgo biolgicodebido al razonamiento puro. Y, con ms frecuencia,cuando la experiencia ha terminado por mostrarnos cmola vida se las ingenia para obtener un cierto resultado,hallamos que su manera de operar es precisamente aquellaen la que nunca habamos pensado.

    Sin embargo, la filosofa evolucionista extiende sinduda a las cosas de la vida los procedimientos de expli-cacin que han tenido xito para la materia bruta. Habacomenzado por mostrarnos en la inteligencia un efectolocal de la evolucin, una luz, quizs accidental, que ilu-mina el vaivn de los seres vivos en el estrecho pasoabierto a su accin: y he aqu que de pronto, olvidandolo que acaba de decirnos, hace de esta linterna manejada

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    en el fondo de un subterrneo un sol que iluminar elmundo. Atrevidamente, procede con slo las fuerzas del pensamiento conceptual a la reconstruccin ideal de todaslas cosas, incluso de la vida. Es verdad que se encuentraen ruta con tan formidables dificultades, ve su lgicaabocar aqu a tan extraas contradicciones, que bien pronto renuncia a su ambicin primera. Ya no es la realidadmisma, dice, la que ella recompondr, sino solamente unaimitacin de lo real, o mejor una imagen simblica; laesencia de las cosas se nos escapa y se nos escaparsiempre; nos movemos entre relaciones, de tal modo que loabsoluto no es nuestro resorte y nos detenemos ante loincognoscible. Se trata verdaderamente, despus de uninsensato orgullo por parte de la inteligencia, de unexceso de humildad. Si la forma intelectual del ser vivose ha modelado poco a poco sobre las acciones yreacciones recprocas de ciertos cuerpos y de su contornomaterial, cmo no iba a entregarnos algo de la esenciamisma de la que estn hechos los cuerpos? La accin nosabra moverse en lo irreal. De un espritu nacido paraespecular o para soar podra admitir que permanece ex-terior a la realidad, que la deforma y que la transforma,quizs incluso que la ha creado, como creamos las figurasde hombres y de animales que recorta nuestra imagina-cin en la nube que pasa. Pero una inteligencia tendidahacia la accin que se realizar y hacia la reaccin quese seguir de ella, que palpa su objeto para recibir de len todo momento la impresin mvil, es una inteligenciaque toca algo de lo absoluto. Habramos tenido jams laidea de poner en duda este valor absoluto de nuestro co-nocimiento, si la filosofa no nos hubiese mostrado conqu contradicciones se encuentra, a qu dificultades aboca?Pero estas dificultades, estas contradicciones nacen de queaplicamos las formas habituales de nuestro pensamiento aobjetos sobre los cuales no puede ejercerse nuestrahabilidad, y para los cuales, por consiguiente, no estnhechos nuestros cuadros. El conocimiento intelectual, entanto se refiere a un cierto aspecto de la materia inerte,debe por el contrario presentarnos su impronta fiel, obte-nida sobre este objeto particular. No se hace relativo msque si pretende representarnos la vida tal como ella es,es decir el clisador que ha tomado la impronta.

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    Es preciso, pues, renunciar a profundizar en la natu-raleza de la vida? Es preciso atenerse a la representacinmecanicista que el entendimiento nos dar siempre, re- presentacin necesariamente artificial y simblica, ya queestrecha la actividad total de la vida en forma de unacierta actividad humana, la cual no es ms que una ma-nifestacin parcial y local de la vida, un efecto o un residuode la operacin vital?

    Lo sera si la vida hubiese empleado todo lo que ellaencierra de virtualidades psquicas para hacer puros en-tendimientos, es decir, para preparar gemetras. Pero lalnea de evolucin que aboca en el hombre no es la nica.Sobre otras rutas, divergentes, se han desarrollado otrasformas de la conciencia, que no han sabido liberarse de las presiones exteriores ni concentrarse sobre s mismas, comolo ha hecho la inteligencia humana, pero que no expresanmenos, ellas tambin, algo de inmanente y de esencial enel movimiento evolutivo. Al aproximarlas unas a otras, alhacerlas fusionar en seguida con la inteligencia, no seobtendra esta vez una conciencia coextensiva a la vida, ycapaz, al volverse bruscamente contra el impulso vital quesiente detrs de s, de obtener de l una visin ntegra,aunque sin duda evanescente?

    Se dir que, incluso as, no sobrepasamos nuestra in-teligencia, ya que es con nuestra inteligencia, a travs denuestra inteligencia, como miramos todava las dems for-mas de la conciencia. Y habra razn para decirlo, si fu-semos puras inteligencias, si no hubiese quedado alrededor de nuestro pensamiento conceptual y lgico una nebulo-sidad vaga, hecha de la sustancia misma a expensas dela cual se ha formado el ncleo luminoso al que de-nominamos inteligencia. Ah residen ciertas potencias com- plementarias del entendimiento, potencias de las que notenemos ms que un sentimiento confuso cuando perma-necemos encerrados en nosotros, pero que se iluminarny se distinguirn cuando ellas mismas pongan manos ala obra, por decirlo as, en la evolucin de la naturaleza.Aprendern de esta manera qu esfuerzo tienen que hacer para intensificarse y para dilatarse en el sentimiento mismode la vida.

    Es decir, que lateora del conocimientoy la teora de

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    la vida nos parecen inseparables una de otra. Unateora de la vida que no se acompae de una crtica delconocimiento est obligada a aceptar, al pie de la letra, losconceptos que el entendimiento pone a su disposicin: no puede sino encerrar los hechos, de grado o por fuerza, encuadros preexistentes que considera como definitivos. Ob-tiene as un simbolismo fcil, necesario incluso quizs ala ciencia positiva, pero no una visin directa de su ob- jeto. Por otra parte, una teora del conocimiento, que co-loca de nuevo a la inteligencia en la evolucin general de

    la vida, no nos ensear ni cmo estn constituidos loscuadros de la inteligencia, ni cmo podemos ampliarlos osobrepasarlos. Es preciso que estas dos investigaciones,teora del conocimiento y teora de la vida, se renan, y, por un proceso circular, se empujen una a otra indefini-damente.

    As podrn resolver por un mtodo ms seguro, mscercano a la experiencia, los grandes problemas que pre-senta la filosofa. Porque, si tuviesen xito en su empresacomn, nos haran asistir a la formacin de la inteligen-cia y, por ende, a la gnesis de esta materia cuya confi-guracin general dibuja nuestra inteligencia. Ahondaranhasta la raz misma de la naturaleza y del espritu. Sus-tituiran el falso evolucionismo de Spencer que consisteen recortar la realidad actual, ya evolucionada, en pequeostrozos no menos evolucionados, luego en recomponerlacon estos fragmentos y en darse as, de antemano, todo loque se trata de explicar por un evolucionismo verdadero,en el que la realidad sera seguida en su generacin y sucrecimiento.

    Pero una filosofa de este gnero no se har en un da.A diferencia de los sistemas propiamente dicho?, cadauno de los cuales fue obra de un hombre genial y se pre-sent como un bloque, que puede tomarse o dejarse, no podr constituirse ms que por el esfuerzo colectivo y progresivo de muchos pensadores, de muchos observadorestambin, completndose, corrigindose, enderezndose unosa otros. Pero tampoco el presente ensayo trata de resolver de una vez los problemas ms importantes. Querrasimplemente definir el mtodo y hacer entrever, sobrealgunos puntos esenciales, la posibilidad de aplicarlo.

    El plan ha sido trazado por el objeto mismo. En un

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    primer captulo, ensayamos para el progreso evolutivolas dos prendas de confeccin de que dispone nuestro enten-dimiento: mecanicismo y finalidad1; mostramos que nonos valen ni la una ni la otra, pero que una de las dos podra ser recortada, recosida, y, bajo esta nueva forma,sentar menos mal que la otra. Para sobrepasar el puntode vista del entendimiento, tratamos de reconstruir, ennuestro segundo captulo, las grandes lneas de evolucinque ha recorrido la vida al lado de la que llevaba a lainteligencia humana. La inteligencia se encuentra as co-locada, nuevamente, en su causa generatriz, que trataraentonces de aprehender en s misma y de seguir en sumovimiento. Un esfuerzo de este gnero es el que inten-tamos aunque de manera incompleta en nuestro tercer captulo. Una cuarta y ltima parte est destinada a mostrar cmo nuestro entendimiento mismo, sometindose a unacierta disciplina, podra preparar una filosofa que lesobrepase. Para esto, se hara necesaria una ojeada a lahistoria de los sistemas, al mismo tiempo que un anlisis delas dos grandes ilusiones a las que se expone, desde queespecula sobre la realidad en general el entendimientohumano.

    1 La idea de considerar la vida como trascendente a la finalidadtanto como al mecanicismo est, por lo dems, lejos de ser una ideanueva. En particular, se la encontrar expuesta con profundidad en tresartculos de CH. DUNAN sobre Le problme de la vie (Revue philosophique,1892). En el desarrollo de esta idea hemos coincidi-do ms de una vez con Dunan. Sin embargo, las consideracionesque presentamos sobre este punto, como sobre las cuestiones que al se refieren, son las mismas que habamos dado a conocer, haceya tiempo, en nuestro Ensayo sobre los datos inmediatos de la con-ciencia. Uno de los principales objetos de este Ensayo era, en efecto,mostrar que la vida psicolgica no es ni unidad ni multiplicidad,que trasciende lo mecnico y lointeligente, no teniendo sentidomecanicismo y finalidad sino all donde hay "multiplicidad dis-tinta", "espacialidad", y por consiguiente conjuncin de partes preexistentes: "duracin real" significa a la vez continuidad indivi-sible y creacin. En el presente trabajo aplicamos estas mismas ideas ala vida en general, considerada ella misma, por otra parte, desde el punto de vista psicolgico.

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    CAPITULO I

    DE LA EVOLUCIN DE LA VIDA.MECANICISMO Y FINALIDAD

    LA existencia de que estamos ms seguros y quemejor conocemos es indiscutiblemente la nuestra, porque detodos los dems objetos tenemos nociones que puedenconsiderarse como exteriores y superficiales, en tanto quenosotros nos percibimos a nosotros mismos interiormente, profundamente. Qu constatamos entonces? Cul es, eneste caso privilegiado, el sentido preciso de la palabra"existir"? Recordemos aqu, en dos palabras, las conclu-siones de un trabajo anterior.

    Me doy cuenta primero de que paso de un estado aotro. Tenga calor o fro, est alegre o est triste, trabajeo no haga nada, miro a lo que me rodea o pienso en otracosa. Sensaciones, sentimientos, voliciones, representacio-nes, he aqu las modificaciones entre las que se repartemi existencia y que la colorean alternativamente. Cam- bio, pues, sin cesar. Pero con esto no digo bastante. Elcambio es ms radical de lo que en primer lugar se creera.

    Hablo, en efecto, de cada uno de mis estados como si

    formase un bloque. Digo ciertamente que cambio, peroel cambio me parece residir en el paso de un estado alsiguiente: de cada estado, tomado aparte, deseo creer que permanece lo que es durante el tiempo que se produce.Sin embargo, un ligero esfuerzo de atencin me revelaraque no hay afeccin, representacin ni volicin que no semodifique en todo momento; si un estado de alma cesasede variar, su duracin cesara de transcurrir. Tomemos elms estable de los estados internos, la percepcin visualde un objeto exterior inmvil. Aunque el objeto perma-nezca el mismo y yo lo mire del mismo lado, bajo el mismongulo, en el mismo da, la visin que tengo de l difierede la que acabo de tener, pues se dar el caso de

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    haber envejecido un instante. Mi memoria est ah, in-troduciendo algode este pasado en este presente. Mi es-tado de alma, al avanzar en la ruta del tiempo, se inflacontinuamente con la duracin que lo engrosa y hace, por decirlo as una bola de nieve consigo mismo. Con msrazn ocurre as con los estados ms profundamente in-teriores sensaciones, afecciones, deseos, etc., que nose corresponden, como una simple percepcin visual, conun objeto exterior invariable. Pero es fcil no prestar aten-cin a este cambio ininterrumpido, y no notarlo ms que

    cuando engrosa lo bastante para imprimir al cuerpo unanueva actitud, y a la atencin una direccin nueva. Eneste momento preciso nos encontramos con que hemoscambiado de estado. La verdad es que cambiamos sin cesar y que el estado mismo es ya un cambio.

    Es decir que no hay diferencia esencial entre pasar deun estado a otro y persistir en el mismo estado. Si el es-tado que "permanece lo mismo" es ms variado de lo quese cree, inversamente el paso de un estado a otro semejams de lo que se imagina a un mismo estado que se pro-longa; la transicin es continua. Pero, precisamente porquecerramos los ojos a la incesante variacin de cada estado psicolgico, estamos obligados, cuando la variacin llega a

    ser tan considerable que se impone a nuestra atencin, ahablar como si un nuevo estado se hubiese yuxtapuesto al precedente. De ste suponemos que permanece invariable asu vez, y as consecutiva e indefinidamente. La aparentediscontinuidad de la vida psicolgica estriba, pues, en quenuestra atencin se fija sobre ella por una serie de actosdiscontinuos: donde no hay ms que una pendiente dulce,creemos percibir, siguiendo la lnea rota de nuestros actosde atencin, los peldaos de una escalera. Es verdad quenuestra vida psicolgica est llena de imprevistos. Surgenmil incidentes que parecen dar un tajo sobre lo que precede y no referirse ya a lo que les sigue. Pero ladiscontinuidad de sus apariciones se destaca sobre lacontinuidad de un fondo en el cual se dibujan y al quedan la sinfona los golpes de tambor que suenan decuando en cuando. Nuestra atencin se fija en ellos porque le interesan ms, pero cada uno de ellos es lle-vado por la masa fluida de nuestra existencia psicolgicaentera. Cada uno de ellos no es ms que el punto mejor

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    iluminado de una zona mvil que comprende todo lo quesentimos, pensamos, queremos, todo lo que somos, en fin,en un momento dado. Es esta zona entera la que consti-tuye, en realidad, nuestro estado. Ahora bien, de los es-tados as definidos puede decirse que no son elementosdistintos. Se continan unos a otros en un transcursosin fin.

    Pero como nuestra atencin los ha distinguido y sepa-rado artificialmente, est obligada a reunirlos en seguida por un lazo artificial. Imagina as un yo amorfo, indife-rente, inmutable, sobre el que desfilaran o se enhebraranlos estados psicolgicos que ella ha erigido en entidadesindependientes. Donde hay una fluidez de matices fugacesque montan unos sobre otros, ella percibe colores vivos y, por decirlo as, slidos, que se yuxtaponen como las perlasvariadas de un collar: es forzoso suponer entonces un hilo,no menos slido, que retendra conjuntamente las perlas.Pero si este sustrato incoloro es coloreado sin cesar por lo quele recubre, resulta para nosotros, en su indeterminacin, comosi no existiese. Ahora bien, no percibimos precisamente msque lo coloreado, es decir, estados psicolgicos. A decir verdad, este "sustrato" no es una realidad; es, para nuestraconciencia, un simple signo destinado a recordarle sincesar el carcter artificial de la operacin por la que laatencin yuxtapone un estado a un estado, all donde hayuna continuidad que se desarrolla. Si nuestra existencia secompusiese de estados separados de los que un "yo"impasible tuviese que realizar la sntesis, no habra paranosotros duracin. Porque un yo que no cambia no dura, yun estado psicolgico que permanece idntico a s mismo,en tanto no es reemplazado por el estado siguiente, nodura ya. Por ms que, desde entonces, se alineen estosestados unos al lado de otros sobre el "yo" que los sostiene, jams estos slidos enfilados sobre lo slido producirn esaduracin que transcurre. La verdad es que se obtiene as unaimitacin artificial de la vida interior, un equivalenteesttico que se prestar mejor a las exigencias de la lgicay del lenguaje, precisamente porque se habr eliminado del el tiempo real. Pero en cuanto a la vida psicolgica, talcomo ella se desarrolla en los smbolos que la recubren, se percibe sin dificultad que es su trama misma.

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    No hay por lo dems trama ms resistente ni ms sus-tancial. Porque nuestra duracin no es un instante quereemplaza a un instante: entonces, no habra nunca otracosa que el presente, no habra prolongacin del pasadoen lo actual, ni evolucin, ni duracin concreta. La du-racin es el progreso continuo del pasado que corroe el porvenir y que se dilata al avanzar. Desde el momento enque el pasado aumenta sin cesar, se conserva tambin in-definidamente. La memoria, como hemos tratado de pro-

    bar 1

    , no es una facultad de clasificar recuerdos en elcajn de un armario o de inscribirlos en un registro. Nohay registro ni cajn; no hay incluso aqu, hablando con propiedad, una facultad, porque una facultad se ejercitaintermitentemente, cuando quiere o cuando puede, entanto que el amontonamiento del pasado sobre el pasadose prosigue sin tregua. En realidad, el pasado se conserva por s mismo, automticamente. Todo entero, sin duda,nos sigue a cada instante: lo que hemos sentido, pensado,querido desde nuestra primera infancia, est ah, pen-diendo sobre el presente con el que va a unirse, ejercien-do presin contra la puerta de la conciencia que querradejarlo fuera. El mecanismo cerebral est hecho precisa-mente para hacer refluir su casi totalidad en lo incons-ciente y para no introducir en la conciencia ms que loque por naturaleza est destinado a iluminar la situacin presente, a ayudar a la accin que se prepara, a dar, enfin, un trabajotil. Alo ms, recuerdos de lujo alcanzana pasar de contrabando por la puerta entreabierta. Y ellos,mensajeros de lo inconsciente, nos advierten de lo quearrastramos detrs de nosotros sin saberlo. Pero inclusoaunque no tuvisemos la idea distinta, sentiramos vaga-mente que nuestro pasado nos permanece como presente.Qu somos, en efecto, qu es nuestrocarcter, sino lacondensacin de la historia que hemos vivido a partir denuestro nacimiento, antes incluso de nacer, ya que trae-mos con nosotros disposiciones prenatales? Sin duda, no pensamos ms que con una pequea parte de nuestro pa-sado; pero es con nuestro pasado entero, comprendida enl nuestra curvatura original del alma, con el que desea-mos, queremos y actuamos. Nuestro pasado se manifiesta

    1 Materia y memoria,cap. II y III.

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    pues ntegramente a nosotros por su impulso y enforma de tendencia, aunque solamente una dbil parte seconvierta en representacin.

    De esta supervivencia del pasado resulta la imposibi-lidad, para una conciencia, de atravesar dos veces el mismoestado. Aunque las circunstancias sean las mismas, ya noactan sobre la misma persona, puesto que la toman enun nuevo momento de su historia. Nuestra personalidad,que se construye a cada momento con la experienciaacumulada, cambia sin cesar. Al cambiar, impide que unestado, an idntico a s mismo en superficie, se repita en profundidad. Y por ello nuestra duracin resulta irrever-sible. No podramos revivir una parcela suya, porque sera preciso comenzar por borrar el recuerdo de todo lo queha seguido. Podramos, en rigor, borrar este recuerdo denuestra inteligencia, pero no de nuestra voluntad.

    As, nuestra personalidad se desarrolla, crece, maduraincesantemente. Cada uno de sus momentos es algo nuevoque se aade a lo anterior. Vayamos ms lejos: no se tratasolamente de algo nuevo, sino de algo imprevisible. Sinduda, mi estado actual se explica por lo que haba en my por lo que actuaba sobre m hace un poco. No encon-trara otros elementos en el anlisis. Pero una inteligen-cia, incluso sobrehumana, no hubiese podido prever laforma simple, indivisible, que da a estos elementos com- pletamente abstractos su organizacin concreta. Porque prever consiste en proyectar en el porvenir lo que se ha percibido en el pasado, o en representarse para ms tardeuna nueva ensambladura, en otro orden, de los elementosya percibidos. Pero lo que no se ha percibido nunca y loque es al mismo tiempo simple, resulta necesariamenteimprevisible. Ahora bien, tal es el caso de cada uno denuestros estados, considerado como un momento de unahistoria que se desarrolla: es simple, y no puede haber

    sido percibido ya, puesto que concentra en su indivisibilidadtodo lo percibido junto con lo que, adems, le aade el presente. Es un momento original de una no menos originalhistoria.

    El retrato terminado se explica por la fisonoma delmodelo, por la naturaleza del artista, por los colores di-sueltos sobre la paleta; pero, incluso con el conocimientode lo que lo explica, nadie, ni aun el artista, hubiese po-

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    dido prever con exactitud lo que sera el retrato, porque el predecirlo hubiese sido producirlo antes de haber sido hecho, hiptesis absurda que se destruye a s misma.Otro tanto ocurre con los momentos de nuestra vida, de laque somos sus artesanos. Cada uno de ellos es una especie decreacin. Y lo mismo que el talento del pintor se formao se deforma, y en todo caso se modifica, bajo la influen-cia mismade las obras que produce, as cada uno de nues-tros estados, al mismo tiempo que sale de nosotros, mo-difica nuestra persona, siendo como la forma nueva que

    acabamos de darnos. Hay, pues, razn para decir que loque hacemos depende de lo que somos; pero debe aa-dirse que somos, en cierta medida, lo que hacemos y quenos creamos continuamente a nosotros mismos. Esta crea-cin de s por s es tanto ms completa, por lo dems,cuanto mejor se razona sobre lo que se hace. Porque la ra-zn no procede aqu como en geometra, en donde las premisas son dadas una vez por todas, impersonales, ydonde se impone una conclusin impersonal. Aqu, por elcontrario, las mismas razones podrn inspirar, a personasdiferentes o a la misma persona en momentos diferentes,actos profundamente diferentes, aunque igualmente razo-nables. A decir verdad, no se trata de las mismas razones, puesto que no son las de la misma persona ni las del mismomomento. Por lo cual no se puede operar sobre ellasinabstracto, desde fuera, como en geometra, ni resolver aotro los problemas que la vida le impone. Cada unohabr de resolverlos desde su interioridad, por su cuenta.Pero no tenemos por qu profundizar en este punto. Bus-camos tan slo qu sentido preciso da nuestra conciencia ala palabra "existir", y encontramos que, para un ser consciente, existir consiste en cambiar, cambiar maduran-do, madurar crendose indefinidamente a s mismo. Di-rase otro tanto de la existencia en general?

    Un objeto material, tomado al azar, presenta caracteres

    inversos a los que acabamos de enumerar. O perma-nece tal cual es, o, si cambia bajo la influencia de unafuerza exterior, nos representamos este cambio como undesplazamiento de partes que no cambian. Si estas partescambiasen, las fragmentaramos a su vez. Descenderemosas hasta las molculas de que estn hechos los fragmen-

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    tos, hasta los tomos constitutivos de las molculas,hasta los corpsculos generadores de los tomos, hasta lo"imponderable" en el seno del cual se formara elcorpsculo por un simple torbellino. Llevaremos, en fin,la divisin o el anlisis tan lejos como sea preciso. Pero nonos detendremos sino ante lo inmutable.

    Ahora bien, decimos que el objeto compuesto cambia por el desplazamiento de sus partes. Pero cuando una parteha dejado su posicin, nada le impide volver a recobrarla.Un grupo de elementos que ha pasado por un estado, puede

    pues, en todo momento, volver a l, si no por s mismo, almenos por el efecto de una causa exterior que vuelve a ponerlo todo en su lugar. Esto equivale a decir que unestado del grupo podr repetirse tan frecuentemente comose quiera y que, por consiguiente, el grupo no envejece, notiene historia.

    As, nada se crea en l, ni forma ni materia. Lo queel grupo ser est ya presente en lo que es, con tal que secomprenda en lo que es todos los puntos del universo conlos que se le supone en relacin. Una inteligencia sobre-humana calculara, para no importa qu momento deltiempo, la posicin de no importa qu punto del sistemaen el espacio. Y como no hay nada ms en la forma deltodo que la disposicin de las partes, las formas futurasdel sistema son tericamente visibles en su configuracin presente.

    Toda nuestra creencia en los objetos, todas nuestrasoperaciones con los sistemas que la ciencia asla, descansanen efecto sobre la idea de que el tiempo no acta sobreellos. Hemos tocado algo de esto en un trabajo anterior.Volveremos de nuevo en el curso del presente estudio.Por el momento limitmonos a hacer notar que el tiempoabstractot atribuido por la ciencia a un objeto material o aun sistema aislado, no consiste ms que en un nmerodeterminado de simultaneidades, oms generalmente decorrespondencias,y que este nmero permanece el mismo,sea cual sea la naturaleza de los intervalos que separan unascorrespondencias de otras. Jams se presenta la cuestinde estos intervalos cuando se habla de la materia bruta; osi se les toma en consideracin, es para contar ah concorrespondencias nuevas, entre las cuales podr pasar todava todo lo que se quiera. El sen-

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    tido comn, que slo se ocupa de los objetos separados,como tambin la ciencia, que no considera ms que sis-temas aislados, se coloca en los extremos de los intervalosy no a lo largo de los intervalos mismos. Por lo cual po-dramos suponer que el flujo del tiempo tom una rapidezinfinita, que todoel pasado, el presente y el porvenir delos objetos materiales o de los sistemas aislados se hizo patente de una vez en el espacio: nada habra que cambiar ni en las frmulas del sabio ni incluso en el lenguaje delsentido comn. El nmero t significara siempre lo mismo.Contara todava con el mismo nmero de correspondenciasentre los estados de los objetos o de los sistemas y los puntos de la lnea plenamente trazada que sera ahora "elcurso del tiempo".

    Sin embargo, la sucesin es un hecho indiscutible, in-cluso en el mundo material. Nuestros razonamientos sobrelos sistemas aislados en vano implicarn que la historia pasada, presente y futura de cada uno de ellos sea expli-cable toda de una vez, como desplegada en abanico; estahistoria se desenvuelve poco a poco, como si ocupase unaduracin anloga a la nuestra. Si deseo prepararme unvaso de agua azucarada, por ms que haga, debo esperar a que el azcar se disuelva. Este hecho sin importanciaest lleno de enseanzas. Pues el tiempo que tengo queesperar no es ya ese tiempo matemtico que se aplicaratambin a lo largo de la historia entera del mundo material,aun cuando se nos mostrase toda de una vez en el espacio.Coincide con mi impaciencia, es decir, con una cierta porcin de mi duracin, que no es prolongable ni reducible avoluntad. No se trata ya de algo pensado, sino de algovivido, esto es, de una relacin, de lo absoluto. Y noequivale a decir que el vaso de agua, el azcar, y el procesode disolucin del azcar en el agua son sin dudaabstracciones, y que el Todo en el que estn recortados por mis sentidos y mi entendimiento progresa quizs a lamanera de una conciencia?

    Ciertamente, la operacin por la cual la ciencia aslay cierra un sistema no es una operacin completamenteartificial. Si no tuviese un fundamento objetivo, no se ex- plicara que estuviese indicada en ciertos casos, pero noen otros. Veremos que la materia tiene una tendencia aconstruir sistemas aislables, que pueden tratarse geomtri-

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    cin. Los contornos distintos que atribuimos a unobjeto, y que le confieren su individualidad, no son msque el dibujo de un cierto gnero deinfluencia que podramos ejercer en un cierto punto del espacio: es el planode nuestras acciones eventuales el devuelto a nuestros ojos,como por un espejo, cuando percibimos las superficies y lasaristas de las cosas. Suprimid esta accin y por consiguiente las grandes rutas que ella frecuenta deantemano, por medio de la percepcin, en la confusin de loreal, y la individualidad del cuerpo se reabsorbe en la

    universal interaccin que es sin duda la realidad misma.Ahora bien, hemos considerado objetos materiales to-

    mados al azar. Pero no hay objetos privilegiados? Deca-mos que los cuerpos brutos son tallados en la trama de lanaturaleza por una percepcincuyos cinceles siguen, encierto modo, el punteado de las lneas sobre las que pasarala accin. Pero el cuerpo que ejerce esta accin, el cuerpoque, antes de realizar acciones reales, proyecta ya sobre lamateria el dibujo de sus acciones virtuales, el cuerpo queno tiene ms que dirigir sus rganos sensoriales sobre elflujo de lo real para hacerlo cristalizar en formas definidas ycrear as todos los dems cuerpos, elcuerpo vivo,en fin,es un cuerpo como los dems?Sin duda, consiste, l tambin, en una porcin deextensin enlazada al resto de la extensin, solidaria delTodo, sometida a las mismas leyes fsicas y qumicas quegobiernan no importa qu porcin de la materia. Pero entanto que la subdivisin de la materia en cuerpos aisladoses relativa a nuestra percepcin; en tanto que la constitu-cin de sistemas cerrados de puntos materiales es relativa anuestra ciencia, el cuerpo vivo ha sido aislado y cerrado por la naturaleza misma. Se compone de partes heterogneasque se completan unas a otras. Realiza funciones diversasque se implican unas a otras. Es unindividuo, y deningn otro objeto, incluso del cristal, puede decirse otrotanto, ya que un cristal no tiene ni heterogeneidad de partes ni diversidad de funciones. Sin duda, resulta difcildeterminar, incluso en el mundo organizado, lo que esindividuo y lo que no lo es. La dificultad ya es grande enel reino animal; se hace casi insuperable, cuando se tratade los vegetales. Esta dificultad reside, por lo dems,

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    en causas profundas, sobre las que insistiremos ms ade-lante. Se ver que la individualidad encierra una infinidadde grados y que en ninguna parte, ni siquiera en el hombre,se realiza plenamente. Pero esta no es una razn pararehusar ver ah una propiedad caracterstica de la vida. El bilogo que procede como gemetra, triunfa demasiadofcilmente sobre nuestra impotencia para dar de laindividualidad una definicin precisa y general. Unadefinicin perfecta no se aplica ms que a una realidadhecha; ahora bien, las propiedades vitales no estn nuncaenteramente realizadas, sino siempre en va de realiza-

    cin: son menosestados que tendencias.Y una tendenciano obt iene todo lo que e l la t ra ta de a lcanzar ms quesi no es contrariada por ninguna otra tendencia: cmo po-dra presentarse este caso en el dominio de la vida, dondehay siempre, como mostraremos, implicacin recproca detendencias antagnicas? En particular, en el caso de laindividualidad, puede decirse que, si la tendencia a indi-vidualizarse est presente en todas partes en el mundo or-ganizado, es combatida tambin en todas partes por latendencia a reproducirse. Para que la individualidad fuese perfecta, sera preciso que no pudiese vivir separadamenteninguna parte aislada del organismo. Pero la reproduccinse hara entonces imposible. Qu es sta, en efecto, sino lareconstruccin de un organismo nuevo con un fragmentoseparado del antiguo? La individualidad aloja su enemigoen ella. La necesidad misma que ella experimenta de per- petuarse en el tiempo la condena a no estar jams completaen el espacio. Corresponde al bilogo hacer, en cada uno delos casos, la particin de las dos tendencias. En vano, pues,le pediremos una definicin de la individualidad for-mulable una vez por todas y aplicable automticamente.Pero con demasiada frecuencia se razona sobre las cosasde la vida como sobre las modalidades de la materia bruta. En ninguna parte la confusin es tan visible como enlas discusiones sobre la individualidad. Se nos muestran lostrozos de un Lumbriculus regenerando cada uno su cabezay viviendo en adelante corno otros tantos individuosindependientes, o una Hydra cuyos pedazos se convierten enotras tantas Hydras nuevas, o un huevo de erizo, cuyosfragmentos desarrollan embriones completos: dnde estaba, pues, se nos preguntar, la i ndividualidad

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    del huevo, de la Hydra o del gusano? Pero de queahora haya varias individualidades no se sigue que no hayahabido antes una individualidad nica. Reconozco que des- pus de ver caer varios cajones de un mueble, no tenaderecho a decir que el mueble era todo de una pieza.Pero lo que no puede haber en el presente de este mueblems que en su pasado es que, si est hecho ahora de va-rias piezas heterogneas, tambin lo estaba desde el mo-mento de su fabricacin. Ms generalmente, los cuerposno organizados, que son aquellos de los que tenemos ne-cesidad para actuar y sobre los que hemos modelado nuestramanera de pensar, son regidos por esta ley simple: "el presente no contiene nada ms que el pasado, y lo quese encuentra en el efecto estaba ya en su causa". Perosupongamos que el cuerpo organizado tenga por rasgo dis-tintivo crecer y modificarse sin cesar, como testimonia por lo dems la observacin ms superficial; no habra nadasorprendente en que fueseuno primero yvarios despus.La reproduccin de los organismos unicelulares consisteen esto mismo, en que el ser vivo se divide en dos mitadescada una de las cuales es un individuo completo. Es verdadque en los animales ms complejos la naturaleza localiza enclulas llamadas sexuales, casi independientes, el poder de producir de nuevo el todo. Pero algo de este poder puede permanecer difuso en el resto del organismo, como lo prueban los hechos de regeneracin, y se concibe que, enciertos casos privilegiados, la facultad subsiste ntegra enestado latente y se manifiesta en la primera ocasin. A decir verdad, para que yo pueda hablar de individualidad, no esnecesario que el organismo no pueda escindirse enfragmentos viables. Basta que este organismo haya presentado una cierta sistematizacin de partes antes de lafragmentacin y que la misma sistematizacin tienda areproducirse en los fragmentos una vez separados. Ahora bien, esto es justamente lo que observamos en el mundoorganizado. Concluyamos, pues, diciendo que laindividualidad no es nunca perfecta, que resulta difcil ya veces casi imposible precisar lo que es individuo y lo queno lo es, pero que la vida no deja de manifestar por ellouna bsqueda de la individualidad y que tiende a consti-tuir sistemas naturalmente aislados, naturalmente cerrados.Por ello, un ser vivo se distingue de todo lo que nues-

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    tra percepcin o nuestra ciencia asla o cierraartificialmente. Nos equivocaramos si le comparsemoscon un objeto. Si quisiramos buscar en lo no organizadoun trmino de comparacin, deberamos asimilar elorganismo vivo antes bien a la totalidad del universomaterial y no a un objeto determinado. Es verdad que lacomparacin no nos servirla gran cosa, porque un ser vivo es un ser observable, en tanto que el todo deluniverso es construido o reconstruido por el pensamiento. Al menos nuestra atencin sera solicitadaen cuanto al carcter esencial de la organizacin. Como el

    universo en su conjunto, como cada ser conscientetomado aparte, el organismo que vive es algo que dura.Su pasado se prolonga todo entero en su presente, y ah permanece actual y actuando. Podra comprenderse deotro modo que atravesase fases bien reguladas, quecambiase de edad, en fin, que tuviese una historia? Siconsidero mi cuerpo en particular, encuentro que,semejante a mi conciencia, madura poco a poco desde lainfancia a la vejez; como yo, envejece. Incluso madurez yvejez no son, hablando con propiedad, ms que atributosde mi cuerpo; slo metafricamente doy el mismo nombrea los cambios correspondientes de mi persona consciente.Ahora, si paso de arriba abajo la escala de los seres vivos;si paso de uno de los ms diferenciados a uno de losmenos diferenciados; si paso del organismo pluricelular al organismo unicelular del infusorio, encuentro denuevo, en esta simple clula, el mismo proceso de en-vejecimiento. El infusorio se agota al cabo de un ciertonmero de divisiones, y si se puede, modificando el me-dio 2, retardar el momento en que se hace necesario unrejuvenecimient o por conjugacin, no sabramos retro-traerlo indefinidamente. Es verdad que entre estos dos ex-tremos, en que el organismo est plenamente individua-lizado, encontraramos una multi tud de otros en que semarca menos la individualidad, y en los cuales, aunquehaya sin duda envejecimiento en alguna parte, no sabra-mos decir justamente lo que envejece. Una vez ms, noexiste ley biolgica universal que se aplique enteramente,automticamente, a no importa qu ser vivo. No hay ms

    2 CALKINS, Studies on the life history of Protozoa (Arch. f. Ent-wickelungsmechanik,vol. XV, 1903, pgs. 139-186).

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    que direcciones en las que la vida lanza a las especies engeneral. Cada especie particular, en el acto mismo por elcual se constituye, afirma su independencia, sigue su ca- pricho, se desva ms o menos de la lnea, a veces inclusoremonta la pendiente y parece volver la espalda a la di-reccin original. No habr, dificultad en mostrarnos queun rbol no envejece, ya que sus ramas terminales sonsiempre jvenes, siempre tambin capaces de engendrar, por trasplante, rboles nuevos. Pero en un organismo pa-recido que es por lo dems una sociedad antes que unindividuo, algo envejece, aunque no sean ms quelas hojas y el interior del tronco. Y cada clula, conside-rada aparte, evoluciona de una manera determinada. Don-dequiera que algo vive, hay, abierto en alguna parte, unregistro en el que se inscribe el tiempo.

    Esto no es otra cosa, se dir, que una metfora. Peroes esencial al mecanicismo, en efecto, tener por metaf-rica toda expresin que atribuye al tiempo una accin eficazy una realidad propia. La observacin inmediata nos muestraque el fondo mismo de nuestra existencia consciente esmemoria, es decir, prolongacin del pasado en el presente, es decir todava, duracin que acta e irre-versible. El razonamiento nos prueba que cuanto ms nosalejamos de los objetos recortados y de los sistemas aislados por el sentido comn y la ciencia, ms nos las habernoscon una realidad que cambia en bloque en sus disposicionesinteriores, como si una memoria acumuladora del pasadohiciese imposible ah la vuelta atrs. El instintomecanicista del espritu es ms fuerte que el razonamiento,ms fuerte que la observacin inmediata. El metafsico quellevamos inconscientemente en nosotros, y cuya presencia se explica, como veremos ms adelante, por ellugar mismo que ocupa el hombre en el conjunto de los seresvivos, tiene sus exigencias detenidas, sus explicacioneshechas, sus tesis irreductibles: todas se refieren a la negacinde la duracin concreta. Es preciso que el cambio sereduzca a un arreglo o desarreglo de las partes, que lairreversibilidad del tiempo sea una apariencia relativa anuestra ignorancia, que la imposibilidad de la vueltaatrs no sea otra cosa que la impotencia del hombre paravolver a poner las cosas en su lugar. Desde entonces, elenvejecimiento no puede ser ya ms que la adquisicin

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    progresiva o la prdida gradual de ciertas sustancias,quiz las dos cosas a la vez. El tiempo tiene justamente tantarealidad para un ser vivo como para un reloj de arena,en el que el depsito de arriba se vaca en tanto que elde abajo se llena, y donde pueden ponerse las cosas ensu punto dando vuelta al aparato.

    Es verdad que no se est de acuerdo sobre lo que segana ni sobre lo que se pierde entre el da del nacimientoy el de la muerte. Hay quienes piensan en el aumentocontinuo del volumen del protoplasma, a partir del naci-

    miento de la clula hasta su muerte3. Ms verosmil yms profunda es la teora que hace descansar la disminu-

    cin en la cantidad de sustancia nutritiva encerrada enel "medio interior" donde se renueva el organismo, y elaumento en la cantidad de sustancias residuales no ex-cretadas que, al acumularse en el cuerpo, terminan por "encostrarlo4". Es preciso, no obstante, con un microbilogoeminente, declarar insuficiente toda explicacin delenvejecimiento que no tiene en cuenta la fagocitosis5? Noestamos calificados para zanjar la cuestin. Pero el hechode que las dos teoras estn de acuerdo en afirmar la cons-tante acumulacin o la prdida constante de una cierta es- pecie de materia, cuando, en la determinacin de lo que segana y de lo que se pierde, no tienen gran cosa de comn,muestra suficientemente que el cuadro de la explicacinha sido suministrado a priori. Lo veremos mejor a medidaque avancemos en nuestro estudio: no es fcil, cuando se piensa en el tiempo, escapar a la imagen del reloj de arena.

    La causa del envejecimiento debe ser ms profunda.Estimamos que hay continuidad ininterrumpida entre laevolucin del embrin y la del organismo completo. Elimpulso en virtud del cual el ser vivo crece, se desarrollay envejece, es el mismo que le ha hecho atravesar las fa-ses de la vida embrionaria. El desarrollo del embrin es

    3 SEDGWICK MINOT, On certain phenomena of growing old (Proc. of the American Assoc, for the advancement of science,39 asamblea, Salem, 1891, pgs. 271-288).

    4 LE DANTEC, L'individualit et l'erreur individualiste,Pars,1905, pg. 84 y ss.

    5 METCHNIKOFF, La dgnrescence snile (Anne biologique,III, 1897, pg. 249 y ss.). Cf. del mismo autor: La nature humaine,Pars, 1903, pg. 312 y ss.

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    un perpetuo cambio de forma. El que quisiera tomar nota de todos sus aspectos sucesivos se perdera en uninfinito, como ocurre cuando nos las habernos con unacontinuidad. De esta evolucin prenatal es la vida la prolongacin. Prueba de ello, que frecuentemente esimposible decir si nos encontramos ante un organismo queenvejece o ante un embrin que contina su evolucin:tal es el caso de las larvas de insectos y de crustceos, por ejemplo. Por otra parte, en un organismo como el nuestro,crisis del tipo de la pubertad o la menopausia, que

    entraan la transformacin completa del individuo, son dehecho comparables a los cambios que se realizan en elcurso de la vida de las larvas o embrionaria; sin embargo,forman parte integrante de nuestro envejecimiento. Si se producen en una edad determinada, y en un tiempo que puede ser bastante corto, nadie sostendr que sobrevienenentoncesex abrupto,desde fuera, simplemente porque se haalcanzado una cierta edad, como la llamada a filas esperaa quien ha cumplido los veinte aos. Es evidente que uncambio como el de la pubertad se prepara en todo mo-mento desde el nacimiento e incluso antes del nacimiento,y que el envejecimiento del ser vivo hasta esta crisisconsiste, en parte al menos, en esta preparacin gradual.En suma, lo que hay de propiamente vital en el envejeci-miento es la continuacin insensible, infinitamente dividida,del cambio de forma. Lo acompaan por lo dems, sin dudaalguna, fenmenos de destruccin orgnica. A ellos sereferir una explicacin mecanicista del envejecimiento.Observar los hechos de esclerosis, la acumulacingradual de las sustancias residuales, la hipertrofia crecientedel protoplasma de la clula. Pero bajo estos efectosvisibles se disimula una causa interior. La evolucin del ser vivo, como la del embrin, implica un registro continuo dela duracin, una persistencia del pasado en el presente y, por consiguiente, una apariencia al menos de memoriaorgnica.

    El estado presente de un cuerpo bruto depende exclu-sivamente de lo que le ocurra en el instante anterior. La posicin de los puntos materiales de un sistema definidoy aislado por la ciencia est determinada por la posicinde estos mismos puntos en el momento inmediatamenteanterior. En otros trminos: las leyes que rigen la materia

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    inorgnica se expresan, en principio, por ecuacionesdiferenciales en las que el tiempo (en el sentido en queel matemtico toma esta palabra) representara el papelde variable independiente. Ocurre lo mismo con lasleyes de la vida? El estado de un cuerpo vivo encuentrasu explicacin completa en e! estado inmediatamenteanterior? S, si convenimos a priori en asimilar el cuerpovivo a los otros cuerpos de la naturaleza, y enidentificarle, para las necesidades de la causa, con los

    sistemas artificiales sobre los que operan el qumico, elfsico y el astrnomo. Pero en astronoma, en fsica y enqumica, la proposicin tiene un sentido biendeterminado: significa que ciertos aspectos del presente,importantes para la ciencia, son calculables en funcin del pasado inmediato. Nada semejante en el dominio de lavida. Aqu el clculo afecta, todo lo ms, a ciertosfenmenos dedestruccinorgnica. Por el contrario, de lacreacin orgnica, de los fenmenos evolutivos queconstituyen propiamente la vida, no entrevemos inclusocmo podramos someterlos a un tratamiento matemtico.Se dir que esta impotencia apoya en nuestraignorancia. Pero puede tambin expresar que elmomento actual de un cuerpo vivo no encuentra su raznde ser en el momento inmediatamente anterior y que es preciso unir a l todo el pasado del organismo, su heren-cia, en fin, el conjunto de una historia muy larga. Enrealidad, es la segunda de estas hiptesis la que traduceel estado actual de las ciencias biolgicas, e incluso su di-reccn. En cuanto a la idea de que el cuerpo vivo podraser sometido por algn calculador sobrehumano al mismotratamiento matemtico que nuestro sistema solar, ha sa-lido poco a poco de una cierta metafsica que ha tomadouna forma ms precisa a partir de los descubrimientosfsicos de Galileo, pero que como mostraremos fuesiempre la metafsica natural del espritu humano. Su cla-ridad aparente, nuestro impaciente deseo de encontrarlaverdadera, la solicitud con que la aceptan sin prueba tan-tos excelentes espritus, todas las seducciones en fin queejerce sobre nuestro pensamiento, deberan ponernos enguardia contra ella. El atractivo que tiene para nosotros prueba lo suficiente que da satisfaccin a una inclinacininnata. Pero, como se ver ms adelante, las tendenciasintelectuales, hoy innatas, que la vida ha debido crear en

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    el curso de su evolucin, estn hechas para otra cosaque para darnos una explicacin de la vida.

    Venimos a estrellarnos en la oposicin a esta tendencia,queriendo distinguir entre un sistema artificial y un sistemanatural, entre lo muerto y lo vivo. Hace que se experimenteuna anloga dificultad en pensar que lo orgnico dura yque lo inorgnico no dura. Pues qu, se dir, al afirmar que el estado de un sistema artificial dependeexclusivamente de su estado en el momento precedente, nohacis intervenir el tiempo, no ponis el sistema en laduracin? Y por otra parte, este pasado que, segnvosotros, forma cuerpo con el momento actual del ser vivo, no lo contrae todo entero la memoria orgnica en elmomento inmediatamente anterior, que, desde entonces, seconvierte en la causa nica del estado presente? Hablar ases desconocer la diferencia capital que separa el tiempoconcreto, a lo largo del cual se desarrolla un sistema real, yel tiempo abstracto que interviene en nuestrasespeculaciones sobre los sistemas artificiales. Cuandodecimos que el estado de un sistema artificial dependede lo que l era en el momento inmediatamente anterior,qu entendemos por ello? No hay, no puede haber ahinstante inmediatamente anterior a un instante, como nohay punto matemtico contiguo a un punto matemtico.El instante "inmediatamente anterior" es, en realidad, elenlazado al instante presente por el intervalodt. Todo loque queremos decir es, pues, que el estado presente delsistema es definido por ecuaciones en las que entran co-

    eficientes tales como:

    de , dv ,

    dt dt

    es decir, en el fondo, velocidades presentesy aceleraciones presentes.Solamente hay pues cuestin del presente, deun presente que se toma, es verdad, con sutendencia.Y,de hecho, los sistemas sobre los que opera la ciencia estnen un presente instantneo que se renueva sin cesar, jamsen la duracin real, concreta, en la que el pasado formacuerpo con el presente. Cuando el matemtico calcula elestado futuro de un sistema al cabo del tiempot, nada leimpide suponer que, de aqu ah, el universo material sedesvanece para reaparecer de pronto. Es slo el momentot el que cuenta, algo que ser un puro instante. Lo queocurra en

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    el intervalo, es decir, el tiempo real, no cuenta y no puede entrar en el clculo. Y si el matemtico declaracolocarse en este intervalo, es siempre a un cierto punto,a un cierto momento, quiero decir, al extremo de un tiem- po t' al que se transporta, por lo cual ya no se cuestionaentonces del intervalo que va hasta T'. Si divide el inter-valo en partes infinitamente pequeas por la considera-cin de la diferencialdt , expresa simplemente por elloque considerar aceleraciones y velocidad, es decir, n-

    meros que anotan tendencias y que permiten calcular elestado de un sistema en un momento dado; pero siemprese trata de un momento dado, quiero decir, detenido, yno del tiempo que transcurre. En suma:el mundo sobreel que opera el matemtico es un mundo que muere yre-nace a cada instante, el mismo en el que pensabaDes-cartes cuandohablaba de creacin continuada.Pero, enel tiempo as concebido, cmo representarse una evolu-cin, es decir, el rasgo caracterstico de la vida? La evo-lucin implica una continuacin real del pasado por el presente, una duracin que es unlazo de unin. En otrostrminos: el conocimiento de un ser vivo o sistema naturales un conocimiento que apoya sobre el intervalo mismode duracin, en tanto que el conocimiento de un sistemaartificial o matemtico no apoya ms que sobre su extremo.Continuidad del cambio, conservacin del pasado en el presente, duracin verdadera, he aqu los atributos que parece compartir el ser vivo con la conciencia. Podemosir ms lejos y decir que la vida es invencin como la ac-tividad consciente, creacin incesante como ella?

    No entra en nuestro propsito enumerar aqu las pruebasdel transformismo. Queremos solamente explicar en dos palabras por qu lo aceptaremos, en el presente trabajo,como una traduccin suficientemente exacta y precisa de

    los hechos conocidos. La idea del transformismo est ya engermen en la clasificacin natural de los seres organizados.El naturalista, en efecto, aproxima unos a otros losorganismos que se parecen; luego, divide el grupo ensubgrupos en el interior de los cuales la semejanza estodava mayor, y as sucesivamente: todo a lo largo de laoperacin, los caracteres del grupo aparecen como temasgenerales sobre los cuales cada uno de los subgrupos eje-

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    cutara sus variaciones particulares. Ahora bien, tal es precisamente la relacin que encontramos, en el mundoanimal y en el mundo vegetal, entre lo que engendra ylo que es engendrado: sobre el caamazo que elantepasado transmite a sus descendientes, y que stos poseen en comn, cada uno pone su bordado original. Esverdad que las diferencias entre el descendiente y elascendiente son ligeras, y que podemos preguntarnos siuna misma materia viva presenta bastante plasticidad para revestir sucesivamente formas tan diferentes comolas de un pez, de un reptil y de un pjaro. Pero a esta pregunta la observacin responde de una manera perentoria. Nos muestra que, hasta un cierto perodo desu desarrollo, el embrin del pjaro apenas se distinguedel embrin del reptil, y que el individuo desarrolla atravs de la vida embrionaria en general una serie detransformaciones comparables a aquellas por las que se pasara segn el evolucionismo, de una especie a otraespecie. Una sola clula, obtenida por la combinacin dedos clulas macho y hembra, realiza este trabajodividindose. Todos los das, a nuestros ojos, las formasms altas de la vida salen de una forma muy elemental.La experiencia establece, pues, que lo ms complejoha podido salir de lo ms simple por va de evolucin.Pero ha salido efectivamente? La paleontologa, a pesar de la insuficiencia de sus documentos, nos invita acreerlo, porque ah donde ella vuelve a encontrar conalguna precisin el orden de sucesin de las especies,este orden es justamente el que habran hecho suponer consideraciones sacadas de la embriologa y de laanatoma comparada, y cada nuevo descubrimiento pa-leontolgico aporta al transformismo una nueva confir-macin. As, la prueba sacada de la observacin pura ysimple va siempre reforzndose, en tanto que, por otra parte, la experiencia descarta una a una las objeciones: deeste modo, las curiosas experiencias de H. de Vries, por ejemplo, al mostrar que pueden producirse bruscamentey transformarse regularmente variaciones importantes, hanhecho caer algunas de las ms importantes dificultadesque promova la tesis. Ellas nos permiten abreviar muchoel tiempo que la evolucin biolgica pareca reclamar. Noshacen tambin menos exigentes frente a la paleontologa.De suerte que, en resumen, la hiptesis transformista apa-

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    rece cada vez ms como una expresin al menos aproxi-mada de la verdad. No es demostrable rigurosamente; pero, por debajo de la certidumbre que da la demostracinterica o experimental, hay esta probabilidad indefinida-mente creciente que suple la evidencia y que tiende aella como a su lmite: tal es el gnero de probabilidad que presenta el transformismo.

    Admitamos, sin embargo, que el transformismo estconvicto de error. Supongamos que se llega a establecer, por inferencia o por experiencia, que las especies han nacido

    por un proceso discontinuo, del que no tenemos hoy ideaalguna. Se habra alcanzado la doctrina en lo que tiene dems interesante y, para nosotros, de ms importante? Laclasificacin subsistira sin duda en sus grandes lneas. Losdatos actuales de la embriologa subsistiran igualmente. Lacorrespondencia entre la embriogenia y la anatomacomparada subsistira tambin. Desde ese momento la biologa podra y debera continuar estableciendo entre lasformas vivas las mismas relaciones que supone hoy eltransformismo, el mismo parentesco. Se tratara, es verdad,de un parentesco ideal y no ya de una filiacin material.Pero, como los datos actuales de la paleontologasubsistiran tambin, forzoso sera admitir todava que essucesivamente, y no simultneamente, como han aparecidolas formas entre las que se revela un parentesco ideal.Ahora bien, la teora evolucionista, en lo que tiene deimportante a los ojos del filsofo, no se pregunta ms.Consiste sobre todo en constatar relaciones de parentescoideal y en sostener que, all donde hay esta relacin defiliacin, por as decir, lgica, entre las formas, hay tam- bin una relacin de sucesin cronolgica entre las especiesen que estas formas se materializan. Esta doble tesissubsistira en todo estado de causa. Y a partir de entoncessera preciso suponer tambin una evolucin en algunaotra parte, ya en un Pensamiento creador en el que lasideas de las diversas especies se engendraran unas a otrasexactamente como quiere el transformismo que se hayanengendrado sobre la tierra las especies mismas, ya en un plano de organizacin vital inmanente a la naturaleza, quese explicitara poco a poco, en el que las relaciones defiliacin lgica y cronolgica entre las formas puras seran precisamente las que el transformismo nos

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    presenta corno relaciones de filiacin real entreindividuos vivos, ya en fin en alguna causa desconocida dela vida, que desenvolvera sus efectoscomo si los unosengendrasen a los otros. Simplemente, habramostraspuestola evolucin. Se la habra hecho pasar de lo visible alo invisible. Casi todo lo que el transformismo nos dicehoy se conservara, a reserva de interpretarse de otramanera. No es mejor, pues, atenerse a la letra deltransformismo, tal como lo profesa la casi unanimidad delos sabios? Si se reserva la cuestin de saber en qu medidaeste evolucionismo describe los hechos y en qu medida lossimboliza, no hay nada de inconciliable con las doctrinasque ha pretendido reemplazar, incluso con la de lascreaciones separadas, a la que se le opone generalmente. Por lo cual estimamos que el lenguaje del transformismo seimpone ahora a toda filosofa, como la afirmacin dogmticadel transformismo se impone a la ciencia.

    Pero entonces no ser preciso hablar ya de lavida en general como de una abstraccin, o como de una simplerbrica bajo la cual se inscribe a todos los seres vivos. Enun cierto momento, en ciertos puntos del espacio, se en-gendr una corriente bien visible: corriente de vida queatravesando los cuerpos que ella ha organizado alternati-vamente, pasando de generacin en generacin, se ha di-vidido entre las especies y dispersado entre los individuossin perder nada de su fuerza, intensificndose ms a me-dida que avanzaba. Se sabe que, en la tesis de la "conti-nuidad del plasma germinativo", sostenida por Weismann,los elementos sexuales del organismo generador transmitandirectamente sus propiedades a los elementos sexuales delorganismo engendrado. En esta forma extrema, la tesis ha parecido discutible, porque solamente en casos excepcio-nales se ven esbozarse las glndulas sexuales desde la seg-mentacin del vulo fecundado. Pero, si las clulas gene-ratrices de los elementos sexuales no aparecen, engeneral, desde el comienzo de la vida embrionaria, no esmenos verdad que ellas se forman siempre a expensas deltejido del embrin que no ha sufrido todava diferencia-cin alguna funcional particular y cuyos clulas se com- ponen de protoplasma no modificado6. En otros trminos:

    6 ROULE, L'embryologie genrale,Pars, 1893, pg. 319.

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    el poder gentico del vulo fecundado se debilita amedida que se reparte sobre la masa creciente de los tejidosdel embrin; pero mientras se diluye as, concentra denuevo algo de s mismo sobre un cierto punto especial, sobrelas clulas de donde nacern los vulos y losespermatozoides. Podra decirse pues que, si el plasmagerminativo no es continuo, hay al menos continuidad deenerga gentica, que no se gasta ms que durantealgunos instantes, justo el tiempo de dar impulso a la vidaembrionaria para recobrarse lo antes posible en nuevoselementos sexuales en los que, una vez ms, esperar sumomento. Considerada desde este punto de vista,la vida,aparece como una corriente que va de un germen a otro por intermedio de un organismo desarrollado.Todo pasacomo si el organismo mismo no fuese ms que unaexcrecencia, un brote que hace surgir el germen antiguotratando de continuarse en un germen nuevo. Lo esencial esla continuidad del progreso que se prosigueindefinidamente, progreso invisible sobre el cual cadaorganismo visible cabalga durante el corto intervalo detiempo que le es dado vivir.

    Ahora bien, cuanto ms fijemos la atencin en estacontinuidad de la vida, ms veremos semejarse la evolu-cin orgnica a la de una conciencia, en la que el pasadoempuja contra el presente y hace brotar de l una formanueva, inconmensurable con sus antecedentes. Que la apa-ricin de una especie vegetal o animal sea debida a causas precisas, nadie lo pondr en duda. Pero debemos entender por ello que, si se conociese despus el detalle de suscausas, se llegara a explicar por ellas la forma producida: preverla, en cambio, no estara a nuestro alcance7. Diraseque podramos preverla si se conociesen en todos susdetalles, las condiciones en que se producir? Pero estascondiciones forman cuerpo con ella y no forman inclusoms que una unidad con ella, siendo caractersticas delmomento de su historia en que se encuentra entonces lavida: cmo suponer conocida de antemano una situacinque es nica en su gnero, que no se ha producido todavay que no se reproducir jams? No se prev del por-

    7 La irreversibilidad de la serie de los seres vivos ha sido puestaal descubierto por BALDWIN, Development and evolution. New York,1902, en particular pg. 327.

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    venir ms que lo que tiene semejanza con el pasado olo que puede recomponerse con elementos semejantes a losdel pasado. Tal es el caso de los hechos astronmicos, f-sicos, qumicos, de todos los que forman parte de un sis-tema en el que se yuxtaponen simplemente elementos juzgados como inmutables, donde no se producen ms quecambios de posicin, donde no hay absurdo terico enimaginar que las cosas sean restablecidas en su lugar, don-de, por consiguiente, el mismo fenmeno total o al menoslos mismos fenmenos elementales pueden repetirse. Perode una situacin original, que comunica algo de su origi-nalidad a sus elementos, es decir, a las vistas parciales quetenemos de ella, cmo podra figurrsela dada antes de producirse8? Todo lo que puede decirse es que se explica,una vez producida, por los elementos que descubre en ellael anlisis. Pero lo que es verdad de la produccin de unanueva especie lo es tambin de la de un nuevo individuo,y ms generalmente de no importa qu fenmeno o formaviva. Porque si es preciso que la variacin alcance unacierta importancia y una cierta generalidad para dar na-cimiento a una especie nueva, ha de producirse en todomomento, continua, insensible, en cada ser vivo. Y lasmismas mutaciones bruscas de que se nos habla hoy, noson posibles evidentemente ms que si se ha realizado untrabajo de incubacin, o, mejor, de maduracin, a travsde una serie de generaciones que parecan no cambiar. Eneste sentido podra decirse de la vida, como de la con-ciencia, que a cada instante crea alguna cosa9.

    8 Hemos insistido sobre este punto en nuestro Ensayo sobre losdatos inmediatos de la conciencia.

    9 En su excelente libro sobre Le gnie dans l'art,Sailles des-arrolla esta doble tesis de que el arte prolonga la naturaleza y deque la vida es creacin. Aceptamos de buen grado la segunda frmula;pero es preciso entender por creacin, como lo hace el autor, unasntesis de elementos? All donde los elementos preexisten, la sntesisque se haga est virtualmente dada, no siendo ms que uno de los

    arreglos posibles: este arreglo hubiera podido percibirlo de antemano,entre todos los posibles que lo rodeasen, una inteligencia sobrehumana.Pero nosotros estimamos, por el contrario, que en el dominio de lavida los elementos no tienen existencia real y separada. Son como puntos de vista mltiples del espritu sobre un proceso indivisible. Y por ello hay contingencia radical en el progreso, inconmensurabilidadentre lo que precede y lo que s igue, en fin, duracin.

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    Pero contra esta idea de la originalidad y de la impre-visibilidad absoluta de las formas se subleva nuestra inte-ligencia. Porque precisamente nuestra inteligencia, talcomo la ha modelado la evolucin de la vida, tiene por funcin esencial iluminar nuestra conducta, preparar nuestra accin sobre las cosas, prever para una situacindada los sucesos favorables o desfavorables que podrnseguirse de ella, Asla pues instintivamente, en una situa-cin, lo que se parece a lo ya conocido; busca lo mismo, afin de poder aplicar su principio de que "lo mismo pro-

    duce lo mismo". En esto consiste la previsin del porvenir para el sentido comn. La ciencia lleva esta operacin alms alto grado posible de exactitud y de precisin, perono altera su carcter esencial. Como el conocimiento usual,la ciencia no retiene de las cosas ms que el aspecto repe-ticin. Si el todo es original, se las arregla para analizarloen elementos o en aspectos que sean pocoms o menosla reproduccin del pasado. Ella no puede operar ms quesobre lo que se considera ha de repetirse, es decir, sobrelo que se sustrae, por hiptesis, a la accin de la dura-cin. Lo que hay de irreductible y de irreversible en losmomentos sucesivos de una historia, eso se le escapa. Es preciso, para representarse esta irreductibilidad y esta irre-versibilidad, romper con hbitos cientficos que respondena las exigencias fundamentales del pensamiento, hacer vio-lencia al espritu, remontar la pendiente natural de la inte-ligencia. Pero ste es precisamente el papel de la filosofa.

    La vida evoluciona a nuestros ojos como una creacincontinua de imprevisible forma: siempre subsiste la ideade que forma, imprevisibilidad y continuidad, son purasapariencias, donde se reflejan otras tantas ignorancias. Loque se presenta a los sentidos como una historia continuase descompondra, se nos dir, en estados sucesivos. Loque os da la impresin de un estado original se resuelve,en el anlisis, en hechos elementales, cada uno de los cualeses la repeticin de un hecho conocido. Lo que llamis unaforma imprevisible no es ms que un arreglo nuevo deelementos antiguos. Las causas elementales cuyo conjuntoha determinado este arreglo son ellas mismas causasantiguas que se repiten adoptando un orden nuevo. Elconocimiento de los elementos y de las causas elementaleshubiese permitido dibujar de antemano la forma viva que

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    es su suma y resultado. Despus de haber resuelto elas- pecto biolgico de los fenmenos en factores fisico-qumi-cos, saltaremos, en caso de necesidad, por encima de lafsica y de la qumica mismas: iremos de las masas a lasmolculas, de las molculas a los tomos, de los tomos alos corpsculos, y ser preciso que lleguemos, en fin, a algoque se puede tratar como una especie de sistema solar,astronmicamente. Si lo negis, ponis en duda el principiomismo del mecanicismo cientfico y declarisarbitrariamente que la materia viva no est hecha de losmismos elementos que la otra. Responderemos que no po-nemos en duda la identidad fundamental de la materia bruta y de la materia organizada. La nica cuestin con-siste en saber si los sistemas naturales que llamamos seresvivos deben ser asimilados a los sistemas artificiales que laciencia recorta en la materia bruta, o si no deberan mejor ser comparados a este sistema natural que es el todo deluniverso. Acepto que la vida sea una especie de mecanis-mo. Pero se trata del mecanismo de las partes artificial-mente aislables en el todo del universo, o del mecanismodel todo real? El todo real podra ser muy bien, decamos,una continuidad indivisible: los sistemas que recortamosen l no seran entonces, hablando con propiedad, partes;seran consideraciones parciales tomadas sobre el todo.Y con estas consideraciones parciales reunidas no obten-drais ni siquiera un comienzo de recomposicin del con- junto, como tampoco multiplicando las fotografas de unobjeto, bajo mil aspectos diversos, no podrais reproducir su materialidad. As, en cuanto a la vida y a los fenmenosfsico-qumicos en los que se pretendiese resolverla. Elanlisis descubrir sin duda en los procesos de creacinorgnica un nmero creciente de fenmenos fisico-qumi-cos. Y a ellos se atendrn los qumicos y los fsicos. Perono se sigue de ah que la qumica y la fsica deban darnosla clave de la vida.

    Un elemento muy pequeo de una curva es casi unalnea recta. Tanto ms semejar a una lnea recta cuantoms pequeo se le tome. En el lmite, se dir, segn sequiera, que forma parte de una recta o de una curva. Encada uno de sus puntos, en efecto, la curva se confundecon su tangente. As la "vitalidad" es tangente en no im- porta qu punto a las fuerzas fsicas y qumicas; pero estos

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    puntos no son, en suma, ms que las consideracionesde un espritu que imagina detenciones en tales o cuales mo-mentos del movimiento generador de la curva. En reali-dad, la vida no est hecha de elementos fsico-qumicos,como una curva no est compuesta de lneas rectas.

    De una manera general, el progreso ms radical queuna ciencia puede realizar consiste en hacer entrar los re-sultados ya adquiridos en un conjunto nuevo, con rela-cin al cual se convierten en consideraciones instantnease inmviles tomadas de tarde en tarde sobre la continui-dad de un movimiento. Tal es, por ejemplo, la relacinde la geometra de los modernos con la de los antiguos.Esta, puramente esttica, operaba sobre las figuras una vezdescritas; aqulla estudia la variacin de una funcin, esdecir, la continuidad del movimiento que describe la fi-gura. Se puede, sin duda, con ms rigor, eliminar denuestros procedimientos matemticos toda consideracinde movimiento; no es menos verdad que la introduc-cin del movimiento en la gnesis de las figuras est en elorigen de la matemtica moderna. Estimamos que si la biologa pudiese en alguna ocasin estrechar su objeto tande cerca como estrecha la matemtica el suyo, se conver-tira, con relacin a la fsico-qumica de los cuerpos orga-nizados, en lo que encontramos que es la matemtica delos modernos con relacin a la geometra antigua. Los des- plazamientos completamente superficiales de masas y demolculas, que la fsica y la qumica estudian, se conver-tiran, con relacin a este movimiento vital que se produceen profundidad, que es transformacin y no ya traslacin,en lo que viene a ser la detencin de un mvil con respectoal movimiento de este mvil en el espacio. Y, tanto como podamos presentirlo, el procedimiento por el cual se pasara de la definicin de una cierta accin vital alsistema de hechos fisico-qumicos que implica, no ocurrirasin analoga con la operacin por la que se va de lafuncin a su derivada, de la ecuacin de la curva (es decir de la ley del movimiento continuo por el cual la curva esengendrada) a la ecuacin de la tangente que da sudireccin instantnea. Una ciencia parecida sera unamecnica de la transformacin,de la cual resultara uncaso particular nuestramecnica de la traslacin,como unasimplificacin, una proyeccin sobre el plano de la

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    cantidad pura. Y lo mismo que existen una infinidad defunciones que tienen la misma diferencial, que difierenlas unas de las otras por una constante, as, quiz, la in-tegracin de los elementos fsico-qumicos de una accin propiamente vital no determinara esta accin ms que en parte: otra parte se dejara a la indeterminacin Pero unatal integracin puede todo lo ms soarse, y no pretende-mos que el ensueo se convierta alguna vez en realidad.Solamente hemos querido, al desarrollar tanto como es posible determinada comparacin, mostrar por donde se

    aproxima nuestra tesis al puro mecanicismo, y cmo se dis-tingue de l.Por lo dems, podr llevarse bastante lejos la imita-

    cin de lo vivo por lo no organizado. No solamente laqumica opera sntesis orgnicas, sino que se llega a re- producir artificialmente el dibujo exterior de ciertos he-chos de organizacin, tales como la divisin indirecta dela clula y la circulacin protoplasmtica. Se sabe que el protoplasma de la clula efecta movimientos variados enel interior de su envoltura. Por otra parte, la divisin lla-mada indirecta de la clula se hace por operaciones deuna complicacin extrema, algunas de las cuales interesanel ncleo y otras el citoplasma. Estas ltimas comienzan por el desdoblamiento del centrosoma, pequeo cuerpoesfrico situado al lado del ncleo. Los dos centrosomasas obtenidos se alejan el uno del otro, atraen hacia elloslos trozos cortados y tambin desdoblados del filamentoque compona esencialmente el ncleo primitivo y abocana formar dos nuevos ncleos alrededor de los cuales seconstituyen las dos nuevas clulas que sucedern a la primera. Ahora bien, se ha alcanzado a imitar, en susgrandes lneas y en su apariencia exterior al menos, al-gunas de estas operaciones. Si se pulveriza azcar o salde cocina y se aade aceite para observar al microscopiouna gota de la mezcla, se percibe un magma de estructuraalveolar cuya configuracin semeja, segn ciertos tericos,al del protoplasma, y en el que se realizan en todo casomovimientos que recuerdan mucho los de la circulacin protoplasmtica10. Si en un magma del mismo gnero se

    10 BTSCHLI, Untersuchungen ber mikroskopische Schume und das Protoplasma,Leipzig, 1892, 1a parte.

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    extrae el aire de un alvolo, se ve dibujarse un cono deatraccin anlogo a los que se forman alrededor de loscentrosomas para abocar a la divisin de un ncleo11.Hasta los movimientos exteriores de un organismo unice-lular, o al menos de una amiba, se cree poder explicarlosmecnicamente. Los desplazamientos de la amiba en unagota de agua seran comparables al vaivn de una areni-lla en una habitacin en la que, abiertas puertas y ventanas,se hacen circular corrientes de aire. Su masa absorbe sincesar ciertas materias solubles contenidas en el agua

    ambiente y devuelve otras; estos cambios continuos, se-mejantes a los que se efectan entre dos recipientes sepa-rados por un tabique poroso, crearan alrededor del pe-queo organismo un torbellino sin cesar cambiante. Encuanto a las prolongaciones temporales o pseudpodos que parece producir la amiba, seran menos enviados por ellaque atrados fuera de ella por una especie de aspiracino de succin del medio ambiente12. Gradualmente, seextender este modo de explicacin a los movimientosms complejos que ejecuta el infusorio mismo con sus pes-taas vibrtiles, las cuales, por lo dems, no son otra cosaque pseudpodos consolidados.

    Sin embargo, estamos lejos de que los sabios se pongande acuerdo entre s sobre el valor de las explicaciones y delos esquemas de este gnero. Los qumicos han hecho notar que no considerando incluso ms que lo orgnico, y sin ir hasta lo organizado, la ciencia slo ha reconstruido hastaaqu los residuos de la actividad vital; las sustancias propiamente activas, plsticas, permanecen refractarias a lasntesis. Uno de los ms notables naturalistas de nuestrotiempo ha insistido sobre la oposicin de los dos rdenes defenmenos que se constata en los tejidos vivos,anagnesisde un lado ycatagnesisdel otro. El papel delas energas anagenticas es el de elevar las energasinferiores a su propio nivel por la asimilacin de lassustancias inorgnicas. Ellas construyen los tejidos. Por elcontrario, el funcionamiento mismo de la vida (a excep-

    11 RHUMBLER , Versuch einer mechanischenErklrungder indi-rckten Zell-und Kerntheilung ( Roux's Archiv.,1896).

    12 BERTHOLD, Studien ber Protoplasmamechanik,Leipzig, 1886, pg. 102. Cf. la explicacin propuesta por LE DANTEC, Thorie nou-velle de la vie,Pars, 1896, pg. 60.

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    cin, sin embargo, de la asimilacin, del crecimiento yde la reproduccin) es de orden catagentico, descenso y noascenso de energa. Solamente en estos hechos de ordencatagentico se fija la fsico-qumica, es decir, en suma, enlo muerto y no en lo vivo13. Y es cierto que los hechos del primer gnero parecen refractarios al anlisis fsico-qumico,incluso si no son, en el sentido propio de la palabra,anagenticos. En cuanto a la imitacin artificial del aspectoexterior del protoplasma, debe concedrsele una realimportancia terica, cuando an no se la ha fijado sobrela configuracin fsica de esta sustancia? Todava menos puede ponerse en cuestin recomponerlo qumicamente. Enfin, una explicacin fsico-qumica de los movimientos de laamiba, y con ms razn de los movimientos de un infusorio, parece imposible a muchos de los que han observado decerca estos organismos rudimentarios. Hasta en estasmanifestaciones ms humildes de la vida, perciben la huellade una actividad psicolgica eficaz14. Pero lo que resultainstructivo por encima de todo, es ver cmo el estudio profundo de los fenmenos histolgicos nos echa por tierra, en lugar de afirmarla, la tendencia a explicarlo todo por la fsica y la qumica. Tal es la conclusin del libroverdaderamente admirable que el histlogo E. B. Wilson haconsagrado al desarrollo de la clula: "El estudio de la clula parece, en suma, ms bien haber ensanchado que reducidola enorme laguna que separa del mundo inorgnico lasformas, aun las ms inferiores, de la vida15."

    En resumen, los que no se ocupan ms que de la ac-13 COPE, The primary factors of organicevolucin,

    Chicago, 1896, pgs. 475-484.14 MAUPAS, tude des Infusoires cilis (Arch. de zoologie expe

    rimntale, 1883), pgs. 47, 491, 518, 549 en particular. P.VIGNON, Recherches de cytologie genrale sur les pithliums,Pars, 1902, pg. 655. Un estudio profundo de los movimientos del infusorio yuna crtica muy penetrante de la idea de tropismo, ha sido hechaen estos ltimos tiempos por JENNINGS, Contributions to the study

    of the behaviour of lower organisms,Washington, 19C4. El "tipo deconducta" de estos organismos inferiores, tal como lo ha definidoJennings (pgs. 237-252), es indiscutiblemente de orden psicolgico.

    15 "The study of the cell has on the whole seemed to widen rather than to narrow the enormous gap that separates even the lowest formsof life from the inorganic world." (E. B.WILSON, The cell indevelopment and inheritance, New York, 1897, pg. 330.)

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    tividad funcional del ser vivo son llevados a creer que lafsica y la qumica nos duran la clave de los procesos bio-lgicos16. Tienen que vrselas, en efecto, con fenmenos quese repitensin cesar en el ser vivo, como en una retorta.Por ah se explican en parte las tendencias mecanicistas dela fisiologa. Por el contrario, aquellos cuya atencin seconcentra sobre la fina estructura de los tejidos vivos,sobre su gnesis y su evolucin, histlogos y embrilogos deuna parte, naturalistas de otra, estn en presencia de la

    retorta misma y no ya solamente de su contenido.Encuentran que esta retorta crea su propia forma a lo largode una serienica de actos que constituyen una verdaderahistoria. En cambio, histlogos, embrilogos o naturalistas,estn lejos de creer de tan buen grado como los fisilogosen el carcter fisico-qumico de las acciones vitales.

    A decir verdad, ni una ni otra de las dos tesis, ni laque afirma ni la que niega la posibilidad de que se pro-duzca alguna vez qumicamente un organismo elemental, pueden invocar la autoridad de la experiencia. Ambasson inverificables: la primera, porque la ciencia no hadado todava un paso hacia la sntesis qumica de unasustancia viva; la segunda, porque no existe ningn medioconcebible de probar experimentalmente la imposibilidad deun hecho. Pero hemos expuesto las razones tericas quenos impiden asimilar el ser vivo, sistema cerrado por lanaturaleza, a los sistemas que nuestra ciencia asla. Estasrazones tienen menos fuerza lo reconocemos cuandose trata de un organismo rudimentario como la amiba, queapenas evoluciona. Pero la adquieren en mayor grado si seconsidera un organismo ms complejo, que realiza un cicloregulado de transformaciones. Cuanto ms le marca laduracin su impronta al ser vivo, con ms evidencia sedistingue el organismo de un mecanismo puro y simple,sobre el cual resbala la duracin sin penetrar en l. Y lademostracin cobra ms fuerza cuando recae sobre laevolucin ntegra de la vida desde sus ms humildes orgeneshasta sus formas actuales ms altas, en tanto que estaevolucin constituye, por la unidad y la continuidad de lamateria animada que la soporta, una

    16 DASTRE, La vie et la mort, pg. 43.

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    por ejemplo, implica que las cosas y los seres nohacen ms que realizar un programa ya trazado. Pero si nohay nada de imprevisto, ni invencin ni creacin en eluniverso, el tiempo se convierte en algo intil. Como en lahiptesis mecanicista, se supone tambin aqu quetodoest dado. El finalismo as entendido no es ms que unmecanicismo al revs. Se inspira en el mismo postulado,con la sola diferencia de que, en la carrera de nuestrasinteligencias finitas a lo largo de la sucesin completamenteaparente de las cosas, pone delante de nosotros la luz conla que pretende guiarnos, en lugar de colocarla detrs. Laatraccin del futuro sustituye al impulso del pasado. Perola sucesin no queda menos como una pura apariencia,como, por lo dems, la carrera misma. En la doctrina deLeibniz, el tiempo se reduce a una percepcin confusa,relativa al punto de vista humano, y que se desvanecera,semejante a la niebla, para un espritu colocado en el centrode las cosas.

    Sin embargo, el finalismo no es, como el mecanicismo,una doctrina de lneas cerradas. Es tan flexible como sequiera. La filosofa mecanicista hay que tomarla o dejarla:hay que dejarla, si el ms pequeo grano de arenamanifiesta el ms ligero rasgo de espontaneidad. Por elcontrario, la doctrina de las causas finales jams ser re-futada definitivamente. Si se aleja de ella una forma, to-mar otra. Su principio, que es esencialmente psicolgico,resulta ser muy flexible. Es tan vasto y ampliable, quecualquier cosa puede aceptarse de l desde el momentoque se rechaza el mecanicismo puro. La tesis que expon-dremos en este libro participar, pues, necesariamente delfinalismo en cierta medida. Por lo cual importa indicar con precisin lo que vamos a tomar y lo que vamos adejar de l.

    Digamos, por lo pronto, que nos parece que caminamosmal cuando atenuamos el finalismo leibniziano frac-cionndolo hasta el infinito. Tal es, sin embargo, la di-reccin que ha tomado la doctrina de la finalidad. Nosdamos perfecta cuenta que, aun siendo el universo en suconjunto la realizacin de un plan, no podremos mostrar esto de modo emprico. Nos damos cuenta tambin que,incluso atenindonos al mundo organizado, apenas es msfcil probar que todo sea en l armona. Los hechos, in-

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    terrogados, diran asimismo lo contrario. La naturaleza pone a los seres vivos en lucha unos con otros. Nos pre-senta por todas partes el desorden al lado del orden, laregresin al lado del progreso. Pero lo que no puede afir-marse ni del conjunto de la materia ni del conjunto de lavida, podra ser verdad de cada organismo tomado aparte?No se seala ah una admirable divisin del trabajo, unamaravillosa solidaridad entre las partes, el orden perfecto enla complicacin infinita? En este sentido, no realizacada ser vivo un plan inmanente a su sustancia? Esta tesisconsiste, en el fondo, en romper en pedazos la antiguaconcepcin de la finalidad. No se acepta, se pone incluso de buena gana en ridculo la idea de una finalidadexterna.,envirtud de la cual los seres vivos estaran coordinados unos aotros: es absurdo, se dice, suponer que la hierba haya sidohecha para la vaca, y el cordero para el lobo. Pero hay unafinalidadinterna: cada ser est hecho para s mismo; todassus partes se ponen de acuerdo para el mayor bien delconjunto y se organizan con inteligencia en vista de estefin. Tal es la concepcin de la finalidad que ha sidoclsica durante largo tiempo. El finalismo se ha reducidohasta el punto de no abrazar ms de un ser vivo a la vez.Hacindose ms pequeo, pensaba sin duda ofrecer menossuperficie a los golpes.

    La verdad es que se expona ms. Por radical que pueda parecer nuestra tesis, la finalidad es externa o no es nada.Consideremos en efecto el organismo ms complejo y

    ms armonioso. Todos los elementos, se nos dice, conspiran para el mayor bien del conjunto. Bien; pero no olvidemosque cada uno de los elementos puede ser l mismo, enciertos casos, un organismo, y que al subordinar laexistencia de este pequeo organismo a la vida delgrande, aceptamos el principio de una finalidad externa.La concepcin de una finalidad siempre interna se des-truye de esta forma a s misma. Un organismo est com- puesto de tejidos cada uno de los cuales vive por su cuenta.Las clulas de que estn hechos los tejidos tienentambin una cierta independencia. En rigor, si la subor-dinacin de todos los elementos del individuo mismo fuesecompleta, podra rehusarse ver en ellos organismos, reservar este nombre para el individuo y no hablar de

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    finalidad interna. P