Benítez Rubio, Fco. Javier - PAPELES DE ÉTICA Y BIOÉTICA - Esbozos de una ética hermenéutica
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PENSAR HOY TRAS AUSCHWITZ
Fco. Javier Bentez Rubio
1 PARTE. BUSCANDO UN JUSTO MEDIO
No se puede escribir poesa despus de Auschwitz.
Th. L. W. Adorno
Auschwitz fue un atentado contra todo lo que habra tenido que ser sagrado
para nosotros, los cristianos
J. B. Metz
En Auschwitz murieron el hombre y la idea de hombre: al menos para aquel
periodo de la historia.
E. Wiesel
Lo ocurrido all es un fracaso civilizatorio en toda regla.
M. Fraij
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Vctimas y Verdugos
Auschwitz es el smbolo universal del dolor y el sufrimiento
humanos, tambin es el smbolo universal de la capacidad humana de
hacer dao. No fue una catstrofe natural lo que caus todo ese dolor y no
fueron una serie de desdichadas causas azarosas lo que provoc semejante
sufrimiento. No, fue la mano del hombre, fue su pensamiento, su
intencin, el que produjo semejante dao.
El dolor y la crueldad, las vctimas y los verdugos, estn ya siempre
presentes (tendran que estarlo) en toda reflexin que haya de hacerse
sobre la Humanidad. Esta realidad se nos aparece tan rotunda, es tanimposible que se nos desdibuje su aspereza despiadada!
Todo no es Auschwitz en la vida del hombre, pero Auschwitz existe
en la vida del hombre, porque fueron hombres los que lo propiciaron. Hay
que vivir con ello porque no hay simplificacin ni sntesis posible. Hay ah
una lnea muy delicada entre el derrotismo pesimista y el triunfalismo
ingenuo. Ambas posturas son sintetizantes y hay que desecharlas por
insuficientes y simplistas. No hay motivos para ser optimistas, pero el
hecho de que no encontremos razones para ello no supone que no
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sigamos buscando razones para seguir adelante en pos de un mundo
menos cruel y doloroso, y para dignificar la vida humana.
La Humanidad est decidida a perdurar y perpetuarse, a seguir
adelante siempre, a no rendirse frente a las catstrofes naturales ni ante
los crmenes cometidos contra s misma. Seguimos adelante con un pie en
el presente y otro en el pasado caminado hacia el futuro. Al fin y al cabo,
la vida sigue y los seres humanos siguen conviviendo. Y a la reflexin por
un presente bien (o mejor) organizado hemos de aadir otra, al menos; el
recuerdo de lo no-presente, de los pasados posibles, no dados, silenciados
y ocultados.
Una reflexin que no cierre el tiempo, ni el pasado, ni el presente, ni
el futuro. Y tratar de solucionar el dilema del que habla Fraij (2000:120):
O rememoras el pasado, en cuyo caso el peso de su drama te
impedir ser feliz, o relegas al olvido el dolor de las generaciones pasadas,
en cuyo caso puedes ser feliz, pero al precio de un olvido insolidario.
El fantasma de la razn.
El Holocausto nos prohbe frecuentar la historia de la filosofa
como si nada hubiera ocurrido dice Reyes Mate en el prlogo que hace
para Esperar a pesar de todo (1996:15). El Hecho, expresin que usa
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Wiesel en el mismo texto, plantea a muchos una duda sobre si fue un
error, fallo o equivocacin de la razn; o si fue una derivada,
consecuencia o producto de la razn. Para los nveles en las cuestiones
filosficas no parece haber gran diferencia entre ambas posibilidades.
Para los que llevan enfrascados en estas cuestiones gran parte de su vida,
s hay una gran diferencia entre la hiptesis de las deficiencias de la razn
y la hiptesis de los fantasmas de la razn. Eli Wiesel (1996:80) parecedecantarse por esta segunda opcin: Creo firmemente que lo sucedido en
Auschwitz es un producto del racionalismo.
El tema no est cerrado ni mucho menos. Queda mucho por pensar,
mucho por decir. No podemos dejar morir el recuerdo, que caigan en el
olvido tantas cosas importantes que ocurrieron en aquellos tiempos
oscuros. Es ese el hilo que une al telogo catlico Metz y al escritor
jasdico Wiesel: la memoria, el recuerdo, el evitar el olvido. Las nuevas
generaciones que se incorporan a la filosofa encontrarn en Auschwitz
un autnticotour de force
reflexivo. Una de las tareas intemporales de lafilosofa es la de cuestionarse hasta lo ms profundo, las ideas que
pensamos, y los caminos que nos llevaron hasta ella. Y Auschwitz plantea
la pregunta por Dios y la pregunta por el hombre -casi nada! Las nuevas
hornadas de pensadores tienen que tomar conciencia de esto. Adems,
cada vez queda ms lejos, cada vez hay que usar ms energas para que
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no se pierda la memoria, para mantener el recuerdo de lo que all
aconteci. Por eso libros como el de Metz y Wiesel son obras de referencia
incontestables.
Yendo de frente, al fondo del asunto.
Son varios los argumentos muy frecuentes, por cierto- que tratan
de pasar por alto lo que ocurri en el Holocausto. Una forma rpida de
despachar el tema para no entrar a fondo. La primera es comenzar a
hablar de Dios, antes que del hombre. La segunda sera diluir las
responsabilidades en la colectividad.
En primer lugar, preguntarse dnde estaba Dios en Auschwitz?
es soslayar el asunto central, echar balones fuera, dicho coloquialmente. El
asunto central es la pregunta: dnde estaba el hombre en Auschwitz?. Y
cmo podemos seguir creyendo en la Humanidad despus de saber lo
que los hombres son capaces de hacerse? (Cfr. Metz, 1996:36-37).
Cuntas de las heridas que nos atormentan ahora en este avanzado siglo
XXI son daos que no se han curado desde el Hecho?
En segundo lugar, plantear la culpa colectiva, o la inocencia
colectiva, es evitar el asunto central de la individualidad que decide no
estar a la altura de la Humanidad. As lo explica Wiesel (1989:86):Cada
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persona es capaz de hacer el bien y de hacer el mal. Decir que todos los
hombres son buenos por principio, sera lo mismo que decir que todos son
malos por principio. Yo quiero respetar las diferencias y lo que hay de
nico en cada persona.
Habra que evitar tambin, en tercer lugar, convertir Auschwitz en
un agujero negro que succiona toda reflexin. Con Auschwitz casan muy
mal los extremos. Que malvados y crueles pueden ser algunos de nuestros
congneres que fueron capaces de exterminar sistemticamente a otros
seres humanos. Y si ellos pudieron hacerlo, cualquier otro tambin podra,
porque nosotros no tenemos nada distintos de aquellos. Nos convierte esto
en potenciales monstruos, por la calidad y la cantidad de maldad que
podemos derrochar. Y claro, ante semejante posibilidad, desconfiamos,
dejamos de tener esperanzas, nos quedamos sin nimo, sin vigor para
seguir adelante, nos desmoraliza. Auschwitz nos impacta brutalmente,
hasta convertirse en un mito negativo. Si estamos constantemente
hablando de Auschwitz y solo nos centramos en la culpa y los culpables,puede llegar un momento en que su impronta quede desactivada por la
reiteracin, por el derrotismo. Convertir Auschwitz en un mito negativo es
olvidarse de Auschwitz. La reiteracin pesada, hasta la banalizacin, es
una forma sui generis de olvido, que provoca llegar al otro extremo, a no
hablar nunca jams de Auschwitz, a negarlo incluso.
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En definitiva
Llegar al justo medio es complicado, en el asunto de Auschwitz. No
podemos dejar que caiga en el olvido ni convertirla en una espada de
Damocles. Habra, por ejemplo, que seguir combatiendo el mal, cuidando
a los que sufren, aliviando su dolor. Por supuesto, denunciando a los
cometen los crmenes. Tambin, muy importante, decidir mantener la
esperanza de que ah fuera sigue habiendo una Humanidad ntegra y
buena. Y, finalmente, tomar el recuerdo del ayer y convertirlo en un
puente, en un enlace, en un vnculo, en una relacin que nos acerque los
unos a los otros.
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2 PARTE. EL MAL Y SU EXPLICACIN.
La cuestin de si se puede seguir creyendo en Dios despus de Auschwitz es
una de las cuestiones ms graves que me he planteado todos estos aos. No ha sido
fcil conservar la fe. Puedo decir sin embargo que, pese a todas las dificultades, a todos
los obstculos, nunca me he apartado de Dios. He tenido, y sigo teniendo, grandes
problemas con l. Por eso protesto contra l. A veces entablo un juicio contra l. Y sin
embargo: todo lo que hago sucede desde el interior de la fe, no desde fuera. Cuando se
cree en Dios, se le puede decir todo. Se puede estar furioso con l, se le puede alabar, se
le pueden exigir cosas. Sobre todo, se le puede exigir que sea justo.
Eli Wiesel
No puede haber una teologa despus de Auschwitz y menos sobre Auschwitz.
Pues, hagamos lo que hagamos, estamos perdidos; digamos lo que digamos, todo es
inadecuado
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El Mal.
Auschwitz rompi todos los lmites, fractur la Historia y
descompuso la Humanidad, llen de oscuridad la autopercepcin del
hombre. El mal que encontramos en Auschwitz no es el mal de algunos
filsofos, ese mal socrtico de la ignorancia y del desconocimiento.
Tampoco fue el mal que describe la ciencia cognitiva moderna
(desarrollada a posteriori del hecho), de errores lgicos e insuficiencia
crtica. Para Wiesel es el mal metafsico el que apareci en Auschwitz
(1989:87), aunque reconoce no saber cmo algunos hombres hicieron lo
que hicieron. Un mal esencial, sin explicacin aparente, que escapa a las
categoras racionales de las que nos hemos dotado.
Lo que s nos explica es que esa maldad es la deshumanizacin, la
prdida de la condicin humana. Los nazis mataban a los judos. Mientras
cometan aquellos crmenes atroces, mientras exterminaban fsicamente a
la Humanidad, iban perdiendo su propia Humanidad. La Humanidad es
un estado, una condicin que puede perderse (Wiesel, 1989:87). Y no es
la animalidad lo que consiguen los verdugos, pobres animales! Es otra
categora, otra situacin, que alguien tendra que nombrar como
monstruosidad, quizs. Slo el hombre puede dejar de tratar al otro como
hombre y convertirse en monstruo.
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Las explicaciones.
Hay quien sabe quin es Dios, cmo es Dios y entiende como fatuas
fantasas las dudas e incertidumbres de todos los que no lo ve as. Las
grandes ortodoxias no quieren entender que hay un cierto sufrimiento en
la duda y en la incertidumbre. Tambin lo hay en encararse con Dios, en
pedirle explicaciones por lo que pasa en el mundo. Hay en el creyente
sincero, junto a la fe, una desazn por cmo pasan las cosas, y por cmo
siguen ocurriendo los mismos horrores sin que la justicia de Dios
comparezca.
La teodicea, que lo tiene todo atado, todo bien controlado, es unaautntica bofetada para estos creyentes, para la fe de estas gentes. El
optimismo panglossiano de la teodicea puede parecer, en ocasiones, un
insulto; como decir que el Holocausto fue un regalo para el hombre. Una
leccin es posible, pero la maniobra teolgica de llamarlo regalo es poco
menos que una terrible insensibilidad (Cfr. Wiesel, 1989:105).
Efectivamente, la teodicea nunca saldra de un cristianismo de base.
Es un producto de una lite hiperracionalista ajena a la historia. Es sta
insensibilidad un ejemplo ms de lo que explica Metz (1996:63-64) -y no
es el nico que lo explica-, de la mutacin que sufri el cristianismo de
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Cristo. Una religin con una exquisita sensibilidad al sufrimiento
humano, al dolor del prjimo, que pasa a ser una religin hipersensible al
pecado, centrada en la culpa.
Como deca, encararse con Dios, desde la fe, para preguntarle, para
que nos diga, para que nos explique, no es sino una muestra de
sufrimiento y dolor. Sin embargo, para cierta teologa es un tremendo
pecado. Y el que duda, el que est inquieto y tiembla de rabia es culpable.
Tiene ah, el cristianismo, una tarea futura muy grande, la de armonizar
los caminos de los creyentes en el da a da y las lites hiperracionalistas,
las de Ctedra e inexpugnables giros argumentales en latn; volviendo,
entre otras cosas, a recordar el espritu originario de los comienzos, so
pena de dejar de ser convincente. Es la memoria a la que apela Metz,
dentro del catolicismo. Y la que defiende Wiesel, desde el judasmo.
El fantasma de la razn y 2).
La ausencia de esa misma memoria genera otro problema siquiera
ms grave que el de la insensibilidad de la teodicea. El rancio
tradicionalismo de esa teologa insensible es un fenmeno que se da
dentro de la Ilustracin, de la Modernidad. Explica J.B. Metz (Cfr.
1996:53) que el tradicionalismo de la ortodoxia es responsabilidad de una
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Ilustracin vaporosa e idealista en extremo. Una Modernidad de saln, de
laboratorio y de Museo; que apenas tuvo contactos con el hombre
corriente y cotidiano, que decidi amputarse la memoria porque a los
racionalistas les pareca un vestigio arcaico, un atavismo perniciosos del
que haba que librar al ciudadano.
Que la modernidad desheredara a la memoria es, precisamente, la
causa de muchos de los males que nos aquejan. Hemos perdido a una
magnfica maestra. Y muchos pensadores empezaron a pensar en contra
de la Ilustracin, no precisamente por irracionalismo, por dejarse llevar
en una especie de reverso tenebroso filosfico de la fuerza.
No se enfaden. Bueno, enfdense todo lo que quieran, pero sin que
la sangre llegue al ro. Hay un elemento que emparenta a los
tradicionalistas religiosos ms recalcitrantes -a esos hiperracionalistas
insensibles con el sufrimiento del creyente en su cotidianidad-, con los
modernistas ilustrados ms obstinados -los hiperracionalistas de los
hechos, los datos y la lgica. La dualidad cerrada de o conmigo o en mi
contra. O estas con ellos, aceptando a pies juntillas sus argumentos, o ests
en su contra; de unos por impos, y de otros por irracionales.
La ortodoxia, sea cual fuere sus races, es hija del hiperracionalismo.
Y a un solo paso de ella, encontramos al fundamentalismo. Ese s que da
para pensar. Y para otro trabajo.
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Bibliografa:
- Metz, J.B. y Wiesel, E.,Esperar a pesar de todo, 1996, Trotta, Madrid
- Fraij, M.,Fragmentos de Esperanza, 2 edicin, 2000, EVD, Estella (1992)
- Fraij, M.,El futuro del Cristianismo, 1996, SM, Madrid.
Fco. Javier Bentez Rubio
Septiembre y Octubre de 2014
Algeciras