Beckett, Samuel Malone Muere

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  • 8/14/2019 Beckett, Samuel Malone Muere

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    MALONE MUEREPronto, a pesar de todo, estar por fin completamente muerto. El prximo mes, quiz. Ser,pues, abril o mayo. Porque el ano acaba de empezar, mil pequeos indicios me lo dicen. Talvez me equivoque y deje atrs San Juan e incluso el 14 de julio, fiesta de la Libertad. Qu digo,tal como me conozco, soy capaz de vivir hasta la Transfiguracin o hasta la Asuncin. Pero no

    creo, no creo equivocarme al decir que dichas fiestas, este ao, se celebrarn sin m. Tengoesa sensacin, la tengo desde hace algunos das, y espero no engaarme. Pero, en qu sediferencia de aquellas que me confunden desde que existo? No, esta clase de preguntas no mepreocupa; en lo que a m respecta, ya no necesito ser original. Morira hoy mismo, si quisiera,con solo proponrmelo, si pudiera querer, si pudiera proponrmelo. Pero mejor dejarme morir,sin precipitar las cosas. Algo debe de haber cambiado. No quiero ya inclinarme, ni en unsentido ni en otro. Ser neutral e inerte. Me resultar fcil. Solo hay que tener cuidado con lossobresaltos. Por otra parte, me sobre salto menos desde que estoy aqu. Evidentemente, ansiento de vez en cuando impulsos de impaciencia. Y de ellos debo defenderme ahora, durantequince das o tres semanas. Sin exagerar nada desde luego, llorando o riendo tranquilamente,sin exaltarme. S, por fin ser natural, sufrir todava, despus menos, sin sacar conclusiones,me escuchar menos, no ser fro ni caliente, ser tibio, morir tibio, sin entusiasmo. No memirar morir, eso lo falseara. Acaso me he visto vivir? Acaso me he quejado alguna vez?

    Entonces, por qu alegrarme ahora? Estoy contento, es inevitable, pero no hasta cl punto debatir palmas. Siempre estuve contento, a sabiendas de que sera recompensado. Y aqu estahora mi viejo deudor. Es esto una razn para agasajarle? Ya no responder a las preguntas.Intentar tambin no formulrmelas. Podrn enterrarme, no me vern ya en la superficie. Hastaentonces me contar historas, si puedo. No sern las mismas historias de otras veces, eso estodo. Sern historias ni buenas ni malas, apacibles, no habr en ellas fealdad ni belleza, nifiebre. Apenas si tendrn vida, como el artista. Qu digo? No importa. Espero proporcionarmemucha satisfaccin, cierta satisfaccin. Estoy satisfecho, eso es todo, estoy preparado, se mereembolsa, ya no siento ninguna necesidad. Dejadme decir para empezar que no perdono anadie. Os deseo a todos una vida atroz y luego las llamas y los hielos de los infiernos y unhonroso recuerdo en las execrables generaciones venideras. Basta por esta tarde.

    Esta vez s adnde voy. No es ya la noche de hace mucho, de hace poco. Ahora se trata de un juego; jugar. Hasta hoy no supe jugar. Deseaba hacerlo, pero saba que era imposible. Sinembargo, a menudo lo intent. Lo alumbraba todo, miraba bien a mi alrededor, me pona a jugar con lo que vea. Las personas y las cosas solo piden jugar; algunos animales, tambin.Empezaba bien:todos venan a mi, contentos de que quisiera jugar con ellos. Si deca: Ahoranecesito un jorobado, apareca uno en el acto, orgulloso de la hermosa joroba que justificabasu actuacin. Por su mente no cruzaba la idea de que yo pudi~ra pedirle que se desnudara.Pero yo no tardaba en encontrarme nuevamente solo, sin luz. Por eso renuncie a querer jugare hice mos para siempre lo informe y lo inarticulado, las hiptesis vanas, la oscuridad, el largocamino a tientas, el escondrijo. Tal es el fundamento del que desde hace casi un siglo no mehe, por as decirlo, separado. Ahora esto cambiar; no quiero hacer otra cosa que jugar. No, novoy a empezar con una exageracin. Pero desde ahora jugar durante gran parte del tiempo, lamayor parte, si puedo. Pero quiz no tenga ms xito que antes. Quiz me encuentre

    abandonado como antes, sin juguetes, sin luz. Entonces jugar solo, fingir contemplarme. Meanima el hecho de haber sido capaz de concebir semejante proyecto.

    Durante la noche he tenido que reflexionar sobre mi empleo del tiempo. Creo que podrcontarme cuatro historias, cada una sobre un tema distinto. Una sobre un hombre, otra sobreuna mujer, la tercera sobre cualquier cosa, y la ltima sobre un animal, un pjaro tal vez. Creono olvidar nada. Estara bien. Quiz ponga al hombre y a la mujer en la misma historia, hay tanpoca diferencia entre un hombre y una mujer, quiero decir entre los mos. Es posible que notenga tiempo para terminar. Por otro lado, tal vez termine demasiado pronto. Heme aqu denuevo en mis viejas aporas. Pero son verdaderas aporas? No lo s. Que yo no termine, noimporta. Y si debiera terminar demasiado pronto? Tampoco importa. Porque entonces hablarde las cosas que an quedan en mi poder; es un proyecto muy viejo. Ser una especie deinventario. De todos modos, debo dejarlo para el ltimo momento, para tener la seguridad de

    no haberme equivocado. Por otra parte, lo har indudablemente, pase lo que pase. Slonecesitar como mximo un cuarto de hora. Es decir, si

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    quisiera podra tomarme mucho ms tiempo. Pero, si en el ltimo momento me faltara tiempo,me bastara un breve cuarto de hora para redactar mi inventario. Desde ahora quiero ser clarosin ser manitico; forma parte de mis proyectos. Es evidente que puedo expirar de repente, deun momento a otro. No sera mejor, pues, hablar ya de mis pertenencias, sin esperar ms?No sera ms prudente? Aunque, en caso necesario, debiera hacer las correcciones en elltimo momento? La razn me aconseja eso. Pero la razn, ahora, tiene poco poder sobre m.

    Todo coincide para alentarme. Pero morir sin dejar un inventario, puedo resignarme realmentea esa posibilidad? Ya me estoy poniendo pedante de nuevo. Hay que suponer que me resigno,puesto que voy a correr el riesgo. Durante toda mi vida he evitado hacer este balancedicindome:

    Demasiado pronto, demasiado pronto. Pues bien, an es demasiado pronto. Durante toda mivida he soado en el instante en que, seguro al fin, en la medida en que uno puede estarloantes de haberlo perdido todo, podra trazar raya y sumar. Este instante parece inminente. Portanto, no perder m sangre fra. As, pues, primero mis historias, y en ltimo lugar, si todo vabien, mi inventario. Empezar, para salir de ello, por el hombre y la mujer. Ser la primerahistoria, no hay materia para dos historas. Solo habr, pues, tres historias: la que acabo decitar; despus, la del animal; despus, la de la cosa, una piedra seguramente. Todo estperfectamente claro. Acto seguido me ocupar de mis pertenencias. Si al terminar vivo an,

    har cuanto sea necesario para tener la seguridad de no haberme equivocado. Est decidido.Antes no saba adnde iba; sin embargo, saba que llegara, saba que alcanzara este largocamino oscuro. Dios mo, cuntas aproximaciones! Bien. Ahora hay que jugar. Me cuestaacostumbrarme a la idea. La vieja niebla me llama. Ahora hay que decir

    lo contrario. Porque presiento que no llegar al final de este camino perfectamente sealado.Pero conservo la esperanza. Me pregunto si en este momento estoy en trance de perdertiemp o de ganarlo. Antes de empezar mis historias, he decidido recordar brevemente misituacin actual. Creo que hago mal. Es una debilidad. Pero me la permitir. A continuacin jugar con mucho ms ardor. Por otra parte, estar en consonancia con el inventario. Laesttica es, pues, algo para m, determinada esttica. Ya que deber adoptar una actitud seriapara hablar de mis pertenencias. As, pues, he aqu el tiempo que me queda dividido en cinco.Cinco qu? No lo s. Supongo que todo se divide en s mismo. Si me abandono a la reflexin,estropear mi muerte. Debo decir que hay algo atractivo en esa perspectiva. Pero estoy sobreaviso. Desde hace algunos das todo me parece atractivo. Volvamos a los cinco. Situacinactual: tres historias, inventario; eso es todo. No hay que excluir algunos intermedios. Es unprograma. Solo me apartar de l en la medida en que no pueda actuar de otro modo. Estdecidido. S que cometo una falta grave. No importa.

    Situacin actual. Esta habitacin parece ser ma. De lo contrario, no me explico que mepermitan permanecer en ella. Desde hace tiempo. A menos que cualquier potencia lo quieraas. Esto es un tanto inverosmil. Por qu las potencias habran cambiado respecto a m?Mejor ser adoptar la explicacin ms sencilla, aunque lo sea poco, aunque no esclarezca gran

    cosa. No es preciso demasiada luz; una luz dbil permite vivir en lo extrao, una lucecita fiel.Quiz hered esta habitacin a la muerte de la persona que la ocup antes que yo. En todocaso, no voy a romperme la cabeza. No es una habitacin de hospital ni de

    manicomio, se nota. He escuchado con atencin a diversas horas del da, y jams he odo algosospechoso o extrao, sino los ruidos tranquilos del hombre en libertad: levantarse, acostarse,hacer la comida, ir y venir, llorar y rer, o nada. Y al mirar por la ventana comprendo, pordeterminados indicios, que no me hallo en una casa de reposo. No, es una habitacin de unparticular corriente en una casa normal. No recuerdo cmo llegu. En una ambulancia, en todocaso en un vehculo. Un da me encontr aqu, en la cama. Habiendo perdido el conocimientoen algn lugar, a la fuerza me beneficio de un hiato en mis recuerdos, que solo se reanudandesde el momento de mi despertar aqu. En cuanto a los sucesos determinantes del sncope ya los cuales entonces no deb ser insensible, nada inteligible queda de ellos en mi mente. Pero,

    quin no ha sufrido olvidos semejantes? Son frecuentes al da siguiente de una borrachera. Aveces me ha divertido inventar estos sucesos. Pero sin llegar a divertirme de verdad. Jams he

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    logrado precisar, para hacer de l un punto de partida, el ltimo recuerdo anterior a midespertar aqu. Andaba evidentemente, toda mi vida he andado, salvo en los primeros meses ydesde que estoy aqu. Pero al final del da ignoraba dnde haba estado y en qu habapensado. De qu podra, pues, acordarme, y con qu? Recuerdo un clima. Mi juventud, talcomo la reencuentro por momentos, es ms variada. Entonces an no saba desenvolvermebien. He vivido en una especie de coma. Para m, perder el conocimiento no significaba una

    gran prdida. Pero quiz me golpearon, quiz en un bosque; s, ahora que digo bosque,recuerdo vagamente un bosque. Todo esto pertenece al pasado. Y es el presente lo que deboestablecer, antes de ser vengado. Es una habitacin normal. He conocido pocas habitaciones,pero esta me parece normal. En el fondo, si no me sintiera morir, podra creerme ya muerto,

    en trance de expirar o en una de las moradas celestiales. Pero noto que tengolos das contados. Hace solo seis meses experimentaba ms la sensacin deultratumba. Si me hubieran pronosticado que un da me sentira vivir as,hubiera sonredo. No se habra notado, pero yo hubiera sabido que sonrea.Recuerdo perfectamente aquellos ltimos das: han dejado en mi msrecuerdos que los treinta mil precedentes. Lo contrario hubiera sido menossorprendente. Cuando haya hecho el inventario, si mi muerte no es inminente,escribir mis memorias. Vaya, he hecho un chiste. Bien, bien. Hay un armario

    en el cual jams he curioseado. Mis pertenencias estn en un rincn, revueltas.Puedo hurgar en ellas con mi largo bastn, acercaras a m, devolverlas denuevo a su lugar. Mi cama est junto a la ventana. Permanezco vuelto haciaella gran parte del tiempo. Veo tejados y el cielo; si me esfuerzo mucho,alcanzo a ver un poco de calle. No veo campos ni montaas. Sin embargo,estn cerca. Al fin y al cabo, yo qu s. Tampoco veo el mar, pero lo oigocuando est tormentoso.

    !Puedo ver una habitacin de la casa de enfrente. A veces suceden cosasraras. Las personas son raras. Quiz se trate de anormales. Ellos tambindeben de verme: mi cabezota hirsuta contra el cristal. Jams he tenido tantopelo como ahora, ni tan largo; lo digo sin miedo a que me contradigan. Peropor la noche ellos no me ven, porque no enciendo la luz. Desde que estoy aqume he interesado un poco por las estrellas. Pero no logro reconocerlas. Unanoche, al observarlas, me vi de repente en Londres. Es posible que hayallegado hasta Londres? Y qu tienen que ver las estrellas con esta ciudad?En desquite, me he familiarizado con la Luna. Ahora conozco bien sus cambiosde fase y de rbita, s ms o menos las horas en que puedo buscarla en elcielo y las noches en que no aparecer. Qu ms? Las nubes. Son muyvariadas, realmente ofrecen

    una gran variedad. Y toda clase de pjaros. Vienen hasta el alfizar de mi ventana, pidencomida! Es enternecedor. Golpean el cristal con su pico. Nunca les he dado nada. Pe~~ovuelven siempre. Qu esperan? No son buitres. No solo me permiten estar aqui, sino queadems se ocupan de m! Explicar cmo lo hacen. La puerta se entreabre, una mano deja un

    plato sobre la mesilla colocada en la habitacin a tal efecto, coge el plato de la vspera, y lapuerta se cierra de nuevo. Todos los das, probablemente a la misma hora, hacen eso por mi.Cuando quiero alimentarme engancho la mesa con m bastn y la aproximo a mi. Va conruedas, se desliza hacia m tambalendose a un lado y a otro, chirriando. Cuando ya estoyharto, la empujo de nuevo hacia la puerta. Es sopa. Deben de saber que ya no tengo dientes.Como trmino medio me la como una vez de cada dos, una vez de cada tres. Cuando mi bacnest lleno lo pongo sobre la mesa, junto al plato. Entonces me quedo veinticuatro horas sinbacn. No, tengo dos bacines. Todo est previsto. Estoy desnudo en la cama, salvo las mantas,cuyo nmer9 aumento o disminuyo segn las estaciones. Nunca tengo calor, nunca tengo fro.No me lavo, pero tampoco me ensucio. Si me noto sucio en alguna parte, froto el lugar con eldedo humedecido con saliva. Si uno desea resistir, lo esencial es alimentarse y eliminar. Bacn,rancho, he aqu los polos. Al principio las cosas sucedan de otro modo. La mujer entraba en lahabitacin, se afanaba a mi alrededor, se preocupaba por mis necesidades, mis deseos.

    Incluso termin por hacrselos comprender, mis necesidades y mis deseos. Me cost. Ella noentenda. Hasta que un da encontr los trminos, el tono, adecuados a su caso. La mitad de

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    todo esto debe de ser obra de la imaginacin. Fue ella quien me proporcion este largo bastn.Est provisto de un gancho. Gracias a l puedo hurgar incluso en los rincones ms apartados

    de mi habitculo. Cunto debo a los bastones.? Casi he olvidado los golpes que metransmitieron. Es una mujer vieja. No s por qu es buena conmigo. S, llammosle bondad, sinsutilezas. Desde su punto de vista es bondad. Creo que an es ms vieja que yo. Pero menos

    bien conservada, a pesar de su movilidad. Quiz, en cierto modo, fornia parte de la habitacin.En tal caso no requiere un estudio aparte. Pero no hay que excluir el hecho de que haga lo quehace por caridad o por un sentimiento menos general de piedad o de afecto hacia m. Todo esposible, acabar por creerlo. Pero resulta ms cmodo suponer que me ha sido entregadajunto con la habitacin. Ahora solo veo de ella la mano descarnada y una parte de la manga. Nisiquiera eso, ni siquiera eso. Tal vez haya muerto, precedindome, y quiz sea otra la manoque ahora dispone y limpia la mesa. Deb decir que no s cunto tiempo llevo aqu. Snicamente que era ya muy viejo antes de llegar. Me digo nonagenario, pero no puedoprobarlo. Tal vez sea solo quincuagenar0, o cuadra genario. Hace una eternidad que no llevo lacuenta, de mis aos quiero decir. S el ao de mi nacimiento, no lo he olvidado, pero ignorohasta qu ao he llegado. Pero creo estar aqu desde hace bastante tiempo. Pues s muy bienlo que pueden contra m, al abrigo de estos muros, las distintas estaciones. Esto no se aprendeen uno o dos aos. Dira que en un abrir y cerrar de ojos han transcurrido das enteros.

    Queda algo por aadir? Quiz algunas palabras respecto a m. Mi cuerpo es lo que se llama,quiz a la ligera, impotente. No es ya capaz de nada, por as decirlo. A veces aoro poderarrastrarme. Pero soy poco dado a la nostalgia. Mis brazos, una vez colocados en su sitio,pueden an realizar un esfuerzo, pero me cuesta dirigirlos. Probablemente la mdula roja hapalidecido. Tiemblo un: poco, pero solo un poco. El

    1crujido del somier forma parte de mi vida; no quisiera que cesara, es decir, no quisiera que seatenuara. Es sobre la espalda, o sea, prosternado, no, vuelto al revs, como estoy mejor; as

    soy menos huesudo. Permanezco de espaldas, pero con la mejilla contra la almohada. Encuanto abro los ojos, ah estn de nuevo el cielo y el humo de los hombres. Veo y oigo muymal. La estancia solo est iluminada por reflejos, y todos mis sentidos apuntan haca mi. Mudo,oscuro e insipido, no existo para ellos. Estoy lejos de los ruidos de sangre y de aliento, en losecreto. No hablar de mis sufrimientos. Sumergido en ellos hasta lo ms profundo, no sientonada. Es all donde muero, a escondidas de m carne estpida. Lo que se ve, lo que grita y seagta son los restos. Se ignoran. En alguna parte de semejante confusin el pensamiento seencarniza, lejos tambin. Tambin me busca, como desde siempre, all donde no estoy.Tampoco sabe ya calmarse. Estoy harto. Que vaya a otro con su rabia de agonizante. Duranteeste tiempo me sentir en paz. Esa parece ser mi situacin.

    El hombre se llama Saposcat. Como su padre. Nombre de pila? No lo s. No lo necesitar.Sus familiares k llaman Sapo. Quines? No lo s. Algunas palabras acerca de su juventud. Esimprescindible.

    Era un muchacho precoz. Estaba poco dotado para los estudios y no comprenda lautilidad de los que le obligaban a seguir Asista a las clases con el pensamiento en otraparte, o vaco.

    Asista a las clases con el pensamiento en otra parte. Pero le gustaba el clculo. Perono le gustaba el modo en que se lo enseaban. Era el uso de los nmeros concretos

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    lo que le gustaba. Todo clculo le parecia una prdida de tiempo, si no se precisaba lanaturaleza de la unidad. Se dedicaba, en pblico y en privado, al clculo mental. Ylas cifras quemaniobraban en su cabeza la poblaban de colores y de formas.

    iQu aburrimiento!

    Fra el primognito. Sus padres eran pobres y enfermizo5. Con frecuencia les oja hablar de loque era preciso hacer para vivir mejor y tener ms dinero. Se sorprenda cada vez por lavaguedad de sus' propsitos y no le extraaba que a nada condujeran. Su padre eradependiente en una tienda. Le decia a su mujer: He de encontrar una colocacin para podertrabajar por las noches y el sbado por la tarde. Aada con voz agonizante: Y el domingo.Su esposa responda: Pero si trabajas todava ms, enfermars. Y el seor Saposcatreconoca que, en efecto, hara mal en no descansar el domingo. Eran al menos personashechas. Pero l no estaba enfermo hasta el punto de no poder trabajar las noches de los daslaborables y el sbado por la tarde. Trabajar en qu?, deca su mujer. Quiz deescribiente, contestaba l. Yquin se ocupar del jardn?, preguntaba su mujer. La vida delos Saposcat estaba llena de axiomas, uno de los cuales estableca la criminal absurdidad deun jardn sin rosas, con el csped y las alamedas descuidados. Si plantara legumbres, decal. Resulta ms barato comprarlas, deca ella. Sapo escuchaba estas conversaciones conasombro. Piensa en el precio del abono, deca su madre. [>urante el silencio que segua, elseor Saposcat reflexionaba, con la aplicacin que caracterizaba todos sus actos,

    sobre la caresta del abono que le impeda ofrecer a los suyos una vida ms desahogada,esperando que su mujer se excusara, a su vez, por no rendir el mximo de cuanto era capaz.

    Pero ella se dejaba convencer con facilidad de. que no poda dar mucho ms de s sin poner suvida en peligro. Piensa en los honorarios del mdico que economizamos, deca el seorSaposcat. Y los gastos de farmacia, decia su mujer. No les quedaba otra solucin quetrasladarse a una casa ms modesta. Pero ya vivimos bastante estrechos, deca la seoraSaposcat. Y se daba por sobreentendido que lo estaran cada ao ms y ms, hasta el da enque la marcha de los mayores, compensando la llegada de los recin nacidos, estableciera unaespecie de equilibrio. Despus la casa, poco a poco, se ira vaciando. Y por fin se quedaransolos, con sus recuerdos. Entonces podran cambarse de casa. El estara jubilado, ella sinfuerzas. Alquilaran una quinta en el campo, donde, aunque ya no necesitara~n abono, podranpermitirse el lujo de comprar carros enteros. Los hijos, sensibles a los sacrificios recibidos, lesprestaran ayuda. As, en pleno ensueo, acababan los concilibulos la mayora de las veces.Dirase que los Saposcat encontrahan la fuerza de vivir en la perspectiva de su impotencia.Pero a veces, antes de llegar a este punto, se detenan a considerar el caso de su hijo mayor.

    Qu edad tiene?, preguntaba el seor Saposcat. Su mujer suministraba el informe; lestaba convencido de que esto le incumba a ella. Ella se equivocaba siempre. El seorSaposcat repeta varias veces, en voz baja y con asombro, la cifra equivocada, como si setratara del alza de un artculo de primera necesidad, como la carne. Y al mismo tiempobuscaba en el aspecto de su hijo un atenuante a lo que acababa de descubrir. Se trataba almenos de un pedazo de buena calidad? Sapo miraba el rostro de su padre, triste, atnito,afectuoso, decepcionado,

    esperanzado a pesar de todo. Meditaba sobre el paso implacable de los aos, o en el tiempoque su hUo tardara en convertirse en un hombre asalariado? A veces expresaba con laxitud supesar por no ver en su hijo mayores prisas por decidirse a ser til. Es mejor que prepare susexmenes, deca su mujer. A partir de un tema dado, sus cerebros pensaban al unsono. Notenan, pues, una conversacin propiamente dicha. Usaban las palabras como el maquinista se

    sirve de las banderas o de la linterna. O bien se decan:

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    serlo. Pues quiero que en su historia no exista la menor sombra posible. Una sombrainsignificante, en s misma, por el momento, no es nada. No se piensa ms en ella; se contina,en la claridad. Pero conozco la sombra, se acumula, se hace ms densa, de pronto estalla y loengulle todo.

    No he podido averiguar por qu no fue expulsado. Me veo obligado a dejar esta cuestin ensuspenso. Trato de no alegrarme. Pronto alejar a mi Sapo de esta indulgencia incomprensible,10 har vivir como si hubiera sido castigado segn sus mritos. Daremos la espalda a estanubecilla, pero no la perderemos de vista. No cubrir el cielo sin que lo sepamos, nolevantaremos de pronto los ojos, en pleno campo, lejos de todo abrigo, a un cielo ennegrecido.Esto es lo que he decidido. No veo otra solucin. Trato de hacer lo mejor.

    A los catorce aos era un muchacho regordete, sonrosado. Tena las articulaciones gruesas,por lo cual su madre deca que un da seria an ms alto que su padre. Curiosa deduccin.

    Pero lo ms asombroso era su enorme cabeza redonda, con los cabellos rubios, duros ehirsutos como los pelos de una brocha. Incluso sus maestros reconocan que posea unacabeza inteligente, y les era tanto ms penoso no lograr nada en ella. Un da nos sorprende-

    r a todos, decia su padre cuando estaba de buen humor. El crneo de Sapo era el motivo deque se hubiera forjado esa opinin y de que pudiera mantenerla contra viento y marea. Pero nosoportaba la mirada de su hijo y evitaba encontrarla. Tiene tus mismos ojos, deca su mujer.Entonces el seor Saposcat tena prisa por quedarse a solas y poder examinar sus ojos frenteal espejo. Apenas eran azules. En ms claro, deca la seora Saposcat.

    Sapo amaba la Naturaleza, se interesaba...

    ~Qu desastre!

    Sapo amaba la Naturaleza, se interesaba por los animales y las plantas y levantaba gozoso losojos al cielo, da y noche. Pero no sabia observar estas cosas, las miradas que les prodigabano le enseaban nada acerca de ellas. Confunda los pjaros entre s, y los rboles; noconsegua distinguir unos cereales de otros. No relacionaba los azafranes con la primavera nilos crisantemos con el otoo. El Sol, la Luna, los planetas y las estrellas no le planteabanproblemas. Aceptaba con una especie de alegra el hecho de no comprender las cosasextraas y a veces hermosas que le rodearan toda su vida y cuyo conocimiento le tentaba aveces, al igual que todo cuanto aumentara el murmullo: Eres un memo. Pero le gustaba elvuelo del gaviln y saba distinguirlo entre todos los otros. Inmvil, segua con la mirada loslentos vuelos planeados, la espera temblorosa, las alas que se elevan para caer a plomo, elascenso violento, fascinado por tanta precisin, arrogancia, paciencia, soledad.

    No abandonar todavia. He terminado mi sopa y he empujado la mesita hacia su sitio, junto ala puerta. Una de las dos ventanas de la casa de enfrente acaba de iluminarse. Cuando digodos ventanas me refiero a las que puedo ver siempre, sin levantar la cabeza de la almohada. Adecir verdad, no se trata de dos ventanas enteras, sino de una entera y parte de la otra. Esesta ltima la que acaba de iluminarse. Durante un momento he visto a la mujer yendo y

    viniendo. Despus ha corrido las cortinas. Hasta maana no volver a verla, quiz su sombrade vez en cuando. No siempre corre las cortinas. El hombre an no ha llegado. He ordenadoalgunos movimientos a mis piernas, a mis pies. Los conozco tan bien, que he pedido sentir el

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    esfuerzo que hacan para obedecerme. Con ellos he vivido el breve espacio de tiempo queabarca todo un drama, entre el mensaje recibido y la respuesta desolada. A los perros viejosles llega la hora en que al or el silbido del dueo que parte al amanecer, con el bastn en lamano, ya no pueden abalanzarse tras l. Entonces se quedan en su caseta, o en su cesto,aunque no estn atados, y escuchan unos pasos que se alejan. Tambin el hombre est triste.Pero el aire libre y el sol le consuelan en seguida, y hasta el anochecer no se acuerda de su

    viejo amigo. Las luces de la casa le dan la bienvenida y un dbil ladrido le obliga a decir: Yaes hora de sacrificarlo. Bonito fragmento. La continuacin ser todava mejor. Rebuscar unpoco en mis pertenencias. Despus esconder la cabeza bajo las mantas. Despus todo irmejor para Sapo y para el que le sigue, para el que slo quiere seguirle y dejarse guiar por l,por caminos claros y transitables.

    La apacibilidad y los silencios de Sapo no gozaban de mucha aceptacin. En medio del bullicio,en la escuela y en casa, se quedaba inmvil en su sitio, casi siempre de pie, y miraba de frentecon sus ojos claros, fijos como los de una gaviota. Los dems se preguntaban en qu soabadurante tantas horas. Su padre le crea turbado por el despertar de la sexualidad.

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    menor fulgor, cerrado al atractivo de las sombras. Este es el aspecto flaco y etreo quenecesitaba, lejos de la niebla alimenticia que me consume. No volver a entrar en esaosamenta salvo para saber la hora. Quiero estar all un poco antes de la zambullida, bajar porltima vez la vieja y querida escotilla, despedirme de las cuevas donde he vivido, naufragar conmi refugio. Sentimental, vaya. Pero hasta entonces tengo tiempo de retozar, en tierra, con laagradable compaa que siempre dese, que siempre

    busqu y que jams quiso nada conmigo. S, ahora estoy tranquilo; s que he ganado lapartida; he perdido todas las dems, pero la ltima es la que cuenta. Si no temieracontradecirme dira que ha sido un buen trabajo. Miedo a contradecirme! Si eso contina, meperder a m mismo y los mil caminos que conducen a mi. Parecer esos desdichados de lafbula, aplastados por el peso de su splica concedida. Incluso me siento preso de un extraodeseo:

    el de saber qu he hecho, por qu, y decirlo. As llego al limite de lo que me propuse en mi juventud y me ha impedido vivir. En vsperas de ya no ser, llego a ser otro. No deja de tenergracia.

    Las vacaciones. Por la maana tomaba clases particulares. Nos arruinars, deca la seoraSaposcat. Es una buena inversin, contestaba su marido. Por la tarde se iba, con los librosbajo el brazo, con el pretexto de que trabajaba mejor al aire libre, no, sin explicaciones. Salade la ciudad, esconda los libros bajo una piedra y corra por el campo. Era la estacin en quelos trabajos de los campesinos alcanzan el paroxismo, y a pesar de que la luz del da alarga,no hay tiempo suficiente para poder terminar todos los quehaceres. Y con frecuenciaaprovechan el claro de luna para hacer un ltimo recorrido por los campos, a menudo alejados,o por la granja o la era, o para revisar las mquinas y prepararlas para el prximo amanecer. Elprximo amanecer.

    Me he dormido. No me interesa mucho dormir. En mi empleo del tiempo no hay lugar para elsueo. No me interesa... Pero no tengo que dar explicaciones. El coma es bueno para losvivos. Todos me han acosado

    siempre, no es la palabra apropiada, yo les segua con la mirada, gimiendo de aburrimiento;despus los mataba, o me pona en su lugar, o hua. Siento en m el calor de ese viejo frenes,pero s que ya no me poseer. Interrumpo todo y espero. Sapo se inmoviliza sobre una pierna,sus extraos ojos cerrados. La agitacin que lo ilumina se fija en mil posturas absurdas. Lanubecilla que pasa ante el glorioso Sol oscurecer la Tierra durante todo el tiempo que a m meplazca.

    Vivir e inventar. Lo intent. Deb intentarlo. Inventar. No es la palabra. Vivir, tampoco. Noimporta. Lo intent. Mientras, la gran fiera de la seriedad se paseaba en mi interior, rabiando,rugiendo, desgarrndome. Lo hice. Completamente solo, bien escondido, me echaba faroles, asolas, durante horas, inmvil, a veces de pie, como si me hubieran embrujado, gimiendo. Esoes, gimiendo. No supe jugar. Daba vueltas, palmoteaba, corra, gritaba, me vea perder, mevea ganar, alegre, dolorido. De repente me abalanzaba sobre los instrumentos del juego, silostena, para destruirlos, o sobre un nio, para cambiar su felicidad por aullidos, o hua, corra aesconderme rpidamente. Me perseguan los mayores, los justos; me cazaban, me golpeaban,me hacan entrar de nuevo en el circulo, en la partida, en la alegra. Entonces yo era esclavode la seriedad. Ha sido mi peor enfermedad. Otros nacen sifilticos, yo nac grave. Ygravemente intent no serlo, vivir, inventar, yo me entiendo. Pero cada vez que lo intentaba denuevo perda la cabeza, crea precipitarme hacia mi salvacin cuando me precipitaba en mistinieblas, me postraba de rodillas ante quien no puede vivir ni soportar este espectculo en los

    dems. Vivir. Digo vivir y ni siquiera conozco su significado. Lo intent sin saber qu intentaba.A pesar de todo, quiz haya vivido sin saberlo. Me pregunto por qu hablo de estas cosas. Ah,s!, para distraerme. Vivir

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    y hacer vivir. Ya no vale la pena enjuiciar las palabras. No estn ms huecas que lo quearrastran. Despus del fracaso, el consuelo, el reposo; empiezo de nuevo; querer vivir, hacervivir, ser otro, en mi, en otro. Qu falso es todo esto! Nunca he visto nada semejante. Ahorame desvo rpidamente. Empiezo otra vez. Pero despacio, en otra direccin. No la queconduce al xito, sino la del fracaso. Hay una pequea diferencia. A eso quera llegar,irguindome al principio por encima de mi madriguera; despus, en una luz spera, hacia

    inaccesibles alimentos, quera alcanzar los xtasis del vrtigo, del abandono, de la cada, delhundimiento, del retorno a lo negro, a la nada, a lo serio, a la casa, a quien siempre meesperaba, a quien necesitaba de m y a quien yo necesitaba, quien me rodeaba con sus brazosy me peda que no me marchara nunca ms, quien me ceda su lugar y velaba por m, quiensufra cada vez que yo le dejaba, a quien hice sufrir tanto y tan poca alegra di, a quien jamshe visto. Ya empiezo a exaltarme. No se trata de m, sino de otro que vale menos que yo y aquien intento envidiar, de quien acabar por contar sus vulgares aventuras, no s cmo. Perotampoco he sabido nunca relatar las mas, ni tampoco vivir o relatar las de otros. Cmo habrade hacerlo, si nunca lo intent? Mostrarme ahora, en vsperas de desaparecer, al mismotiempo que el advenedizo, gracias a la misma gracia, no dejara de ser chistoso. Despus vivir,el tiempo de sentir, detrs de mis ojos cerrados, cerrarse otros ojos. Qu final!

    El mercado. La imperfeccin de las relaciones entre las campias y la ciudad no haba pasadoinadvertida para el excelente muchacho. Hizo las siguientes consideraciones

    al respecto, unas quiz cerca, otras sin duda lejos, de la verdad.

    En su regin, con el plan alimenticio, los... No, no puedo.

    Los campesinos. Sus visitas a los campesinos. No puedo. Reunidos en el corral le veanalejarse, con pasos inseguros, babosos, como si los pies no tocaran bien el suelo. Se detenacon frecuencia para reemprender la marcha, tras unos minutos de paro vacilante, en lasdirecciones ms inesperadas. Haba en su paso algo flotante, inerte, la tierra pareca derribarle.Y cuando se recobraba del bamboleo, despus de un alto, pareca un gran plumn que elviento arrancara del lugar en donde est posado.

    He hurgado un poco en mis pertenencias, separando unas de otras y acercndolas hacia mpara verlas mejor. No me equivocaba demasiado al creer que las posea, en mi cabeza, ypoda hablar de ellas de un momento a otro, sin mirarlas. Pero quera estar seguro. He hecho

    bien. Pues ahora s que la imagen de esos objetos en la que me he recreado hasta hoy, si bienen conjunto era justa, no lo era en los detalles. No quiero desperdiciar esta ocasin nica en laque una especie de verdad se anuncia posible y, por tanto, casi se impone. Quiero rechazartoda aproximacin. Quiero estar en condiciones, cuando llegue el gran da, para anunciar conclaridad, sin aadir ni omitir nada, todo cuanto su larga espera me habr aportado, y dejado, encuanto a bienes materiales. Debe de ser una obsesion.

    Veo, pues, que me haba atribuido ciertos objetos que, por lo que veo, no son ya de mipertenencia. Habrn resbalado por detrs de un mueble? Me sorprendera. Un zapato, porejemplo, podria resbalar por detrs de un mueble? Y, sin embargo, slo veo un zapato. Ydetrs de qu mueble? Que yo sepa, en esta habitacin solo hay un mueble capaz deinterponerse entre mis pertenencias y yo, me refiero al armario. Pero est tan pegado a lapared, a las d6s paredes, puesto que est en el rincn, que parece formar parte de ellas. Quiz

    me digis que mi botn, pues era una especie de botn, se encuentra en el interior del armario.Tuve la misma idea. Pero ya he registrado el armario, mi bastn lo ha registrado, abriendo

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    viejos pelos ya blancos por completo, supongo; me cubro la cabeza con la manta. Siento, enlos ms hondo del pecho, no puedo precisar ms, nuevos dolores. Creo que es, sobre todo, enla espalda. Son rtmicos, forman una especie de cancioncilla. Son azulados. Qu soportable estodo esto, iDios mio! Tengo la cabeza casi del revs, como

    un pjaro. Separo los labios, ahora tengo la almohada en la boca, la siento contra mi lengua,

    mis encas. Tengo, tengo. Chupo. He terminado de buscarme. Estoy enterrado en el Universo;saba que un da encontrara mi sitio en l; el viejo Universo me protege, victorioso. Soy feliz,saba que un da sera feliz. Pero no soy juicioso. Pues lo juicioso sera dejarme ir, ahora, eneste instante de felicidad, creo yo. Pero, qu hago? Regreso a la luz, a los campos que tantohubiera deseado amar, al cielo por donde corren las nubecillas blancas y ligeras como copos, ala vida que no supe aprovechar, quiz por mi culpa, por orgullo o cortedad, pero no lo creo. Losanimales pacen, el sol calienta las rocas y las hace brillar. S, dejo mi felicidad y regreso junto alos hombres que a menudo tambin van y vienen con fardos. Quiz les haya juzgado mal, perono lo creo. Por otra parte, no los he juzgado. Solamente quiero intentar comprender, por ltimavez, empezar a comprender, cmo son posibles tales seres. No, no se trata de comprender.De qu, pues? No lo s. Lo har a pesar de todo. No debera. La noche, la tormenta, ladesdicha, las catalepsias del alma; esta vez ver como todo esto es bueno. No todo est dichoentre yo y... S, todo est dicho. Quiz desee solamente orlo decir una vez ms. Una vez ms

    siquiera. Pero no, no deseo nada.

    Los Louis. A los Louis les costaba trabajo vivir, quiero decir llegar a fin de mes. Era el hombre,la mujer y dos hijos, un chico y una chica. Al menos esto no admite controversia. Al padre lollamaban Louis el Gordo, y, en efecto, lo estaba. Se haba ya casado varias veces, antes defundar, con su joven prima, el hogar donde an habita. Tena otros hijos en otros lugares,hombres y mujeres slidamente colocados en la vida, sin esperar nada, ni

    de s mismos ni de los dems. Le ayudaban, cada uno segn sus posibilidades y el humor delmomento, por gratitud hacia aquel sin el cual jams hubieran visto la luz del da, o dicindose,

    indulgentes: Si no hubiese sido l, habra sido otro. Louis el Gordo no tena dientes y fumabalos cigarrillos en boquilla, aorando su pipa. Tena fama de ser un buen matarife ydescuartizador de cerdos y, como tal, estaba muy solicitado, bastante solicitado, puesto quecobraba menos que el carnicero y con frecuencia se contentaba, por toda remuneracin, conun jamn o un poco de manteca. iQu verosmil resulta! Puesto que amaba su trabajo, sesenta orgulloso de hacerlo tan bien, como un artista, segn el secreto que su padre le habatransmitido y del cual se consideraba ltimo depositario. A menudo hablaba de su padre conternura y respeto. Jams habr nadie como l~deca-, una vez haya desaparecido yo. Lodira de otro modo. As, pues, para Louis los buenos tiempos terminaban en diciembre y enenero, y a partir de febrero esperaba con impaciencia la vuelta de dicha estacin, cuyo principalacontecimiento es indudablemente la celebracin del nacimiento del Salvador en un establo,preguntndose si vivira hasta esta fiesta. Entonces se alejaba llevando bajo el brazo, en unacaja, los cuchillos cuidadosamente afilados la vspera junto al fuego del hogar, y en su bolsillo,

    eh un papel, el delantal destinado a proteger, durante el trabajo, su traje de los domingos y dasfestivos. Y al pensar que l, Louis el Gordo, se hallaba en camino hacia le lejana granja dondele aguardaban, y que a pesar de su avanzada edad an le necesitaban, y que era capaz de loque los jvenes no eran capaces, su viejo corazn daba un vuelco en el interior de su jaula.Regresaba de sus expediciones entrada ya la noche, ebrio y cansado por la larga caminata ypor la emocin. Y durante algunos das solo hablaba del

    cerdo que haba despachado, dira al otro mundo si no supiera que los cerdos solo tienen este,lo cual aburra terriblemente a su familia. Pero no se atrevan a decirle nada, pues le teman.S, a la edad en que la mayora de la gente disminuye, como si se excusara por vivir tanto,Louis se hacia temer y se comportaba como le daba la gana. Incluso su joven esposa habarenunciado a hacer bajar el gallo, apoyndose en su coo, hbil triunfo de las mujeres jvenes.Puesto que saba lo que l hara si se negaba a entreabrrsele. E incluso l le exiga que le

    facilitara la tarea, por medios que a menudo le parecian exorbitantes. Y al menor signo derebelin por parte de ella, se diriga al lavadero en busca de la pala y la golpeaba hasta que se

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    arrepenta. Dicho sea entre parntesis. Volviendo a los cerdos, Louis continuaba hablando alos suyos, por la noche, a la luz de una vela, del que acababa de matar, hasta que un da lollamaban para que matara otro. Entonces toda su conversacin giraba en torno a este ltimo,tan diferente del otro en todos los aspectos, tan diferente y, sin embargo, igual en el fondo.Pues todos los cerdos se asemejan cuando se les conoce bien, se debaten, gritan, sangran,gritan, se debaten, gimen y se desvanecen ms o menos del mismo modo, de un modo

    peculiar que no podra adoptar un cordero, por ejemplo, o un choto. Pero a partir del mes demarzo, Louis el Gordo se calmaba y se tornaba taciturno. Y a fines de noviembre su familiaesperaba con impaciencia la hora de esparcir el abono y plantar alubias.

    El hijo, o heredero, era un buen mozo con una dentadura siniestra. Edmond.

    La granja. La granja de los Louis se hallaba en un hoyo, encharcado en invierno, chamuscadoen verano. Una hermosa pradera daba acceso a ella. Pero esta hermosa pradera no pertenecaa los Louis, sino a otros granjeros

    que vivan lejos de all. Junquillos y narcisos florecan con extraordinaria exuberancia durante laestacin correspondiente. Louis paseaba sus cabras por all, furtivamente, al caer la noche.

    Algo curioso. Si bien Louis tena habilidad para matar cerdos, carecia de ella para criarlos, yraramente el suyo pasaba de los sesenta kilos. Encerrado en la reducida pocilga desde sullegada, en el mes de abril, all se quedaba hasta su muerte, poco antes de Navidad. PuesLouis se obstinaba en temer, para su cerdos, aunque cada ao le daba un rotundo ments, losefectos adelgazantes del ejercicio. Igualmente tema que la luz del da y el aire libre fueranperjudiciales para ellos. El resultado era un cerdo dbil, ciego y flaco que l acostaba sobre ellomo, con las patas atadas, y que mataba con rabia, pero sin prisas, reprochndole suingratitud en voz alta. Y no poda o no quera comprender que la culpa no era del cerdo, sinosuya, por haberlo mimado demasiado. Y persista en su error.

    Mundo muerto, sin agua, sin aire. Esos son tus recuerdos. De tarde en tarde, en el fondo de uncrter, la sombra de un liquen marchito. Y noches de trescientas horas. El resplandor msquerido, plido, hoyado, el menos fatuo de los resplandores. Qu efusiones! Cunto pudodurar:

    cinco, diez minutos? Si, no ms, no mucho ms. Pero an resplandece mi orIa celeste. Antaolos contaba; contaba hasta trescientos, cuatrocientos y a veces contaba otras cosas: losaguaceros, las campanas, el parloteo de los gorriones al amanecer, o no contaba nada,contaba por contar; despus divida por sesenta. Pasaba el tiempo. Yo era el tiempo, yo mecoma el Universo. Ahora, ya no. Uno cambia. Al envejecer.

    En la srdida cocina, con el suelo de tierra apisonada, Sapo tena su lugar; junto a la ventana.

    Louis el Gordo y su hijo abandonaban el trabajo, venan a estrecharle la mano; despus semarchaban otra vez, dejndolo solo con la madre y la hija. Pero tambin ellas tenan trabajo,tambin le dejaban. Haba tanto trabajo, tan poco tiempo, tan pocos brazos. La mujer,detenindose un instante entre dos tareas o en mitad de una, levantaba los brazos al cielo paradejarlos caer en seguida, cansinamente, vencida por el peso. Despus imprin~a a cada uno deellos movimientos dificiles de describir y de oscuro significado. Los separaba de sus flancos, yodira que los blanda si ignorase an mejor el genio de vuestra lengua. Su gesto era extrao,enrgico y desarticulado a la vez; el brazo agitaba una rodilla, o un trapo, por la ventana, parasacudirle el polvo. Las manos trepidaban, vacias y blandas, tan aprisa que pareca habercuatro o cinco al final de cada brazo. Al mismo tiempo profera furiosas preguntas sinrespuesta, tales como para qu? Los cabellos se le soltaban y le caan por el rostro. Eranabundantes, grises y sucios, pues careca de tiempo para cuidarlos, y el rostro era plido ydelgado, como trabajado por la zozobra y las consiguientes amarguras. El pecho..., no, es la

    cabeza lo que importa y los brazos que le prestan ayuda, que se cruzan, gesticulan; despusreanudan el trabajo tristemente, levantando los viejos objetos inertes y cambindolos de sitio,acercndolos y separndolos. Pero tales pantomimas y jaculatorias no iban dirigidas a nadie.

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    Pues le daba por ah todos los das, varias veces al da, en la casa y en el campo. Entonces nose preocupaba por saber si estaba sola o no, si lo que haca era urgente o poda esperar. Perolo dejaba todo y gritaba y gesticulaba, sola en el mundo sin duda, e indiferente a cuanto ocurriaa su alrededor. Despus callaba y se quedaba inmvil unos momentos, antes de

    SEC~ETT~ 12

    reanudar el trabajo que haba abandonado, o de precipitarse hacia otro. Sapo se quedaba solo,cerca de la ventana. Ante l, sobre la mesa, el tazn de leche de cabra olvidado. Era verano.La estancia quedaba en la penumbra a pesar de la puerta y la ventana abiertas a la luz intensadel exterior. La claridad se deslizaba a travs de las aberturas estrechas y alejadas entre si,iluminaba un trozo de la estancia, despus mora, sin extenderse. No era un claridad firme,capaz de permanecer mientras durase la luz exterior. En ninguna parte de la habitacin la luzera como en el exterior, tranquila y continua entre el cielo y la tierra. Pero entraba sin cesar,expedida y renovada desde el exterior, entraba sin cesar y mora, devorada por la sombra amedida que entraba. Y por poco que el suministro de la luz se debilitara, la estancia seocureca ms y ms, hasta quedar en tinieblas. La sombra venca. Y Sapo, miran-do la tierracuyo rojo resplandor le hera los ojos, permanecia envuelto en la sombra, la sombra invencibleque reptaba alrededor de su rostro iluminado. Alguna vez se volva hacia ella bruscamente,

    exponindose a ella, bandose en ella, aliviado. Entonces poda or mejor el ruido de lostrabajadores, de la hija que gritaba tras las cabras, del padre que injuriaba al mulo. Pero en elfondo de las sombras reinaba el silencio, el silencio del polvo, el silencio de las cosas que jams se moveran si de ellas dependiera. Y el tictac del invisible reloj era como la voz delsilencio que, al igual que la sombra, vencera tambin un da. Entonces todo quedara ensilencio, en tinieblas; las cosas permaneceran para siempre en su lugar, al fin. Al fin, Saposacaba de sus bolsillos los pobres regalos que habia trado, los dejaba sobre la mesa, y se iba.Pero a veces, antes de que decidiera irse, antes de que se fuera, pues no estaba decidido,suceda que una gallina, aprovechando que la puerta estaba abierta, se adentraba en la

    estancia. Apenas franqueado el umbral, se detena, una pata en el aire, la cabeza ladeada,batiendo los prpados, alerta. Despus avanzaba, ms segura, estremecida, el cuelloarrugado. Era una gallina gris, quiz siempre la misma. Sapo acab por conocerla y, segn l,tambin ella le conoca. Si se levantaba para marcharse, la gallina no se alborotaba. Pero quizhaba varias gallinas de color gris, tan semejantes en todo lo dems, que la mirada de Sapo,vida de parecidos, no sabia distinguirlas. A veces la segua una segunda, una tercera, unacuarta, muy diferente a la primera y bastante diferentes entre si en cuanto al plumaje y a lasilueta. Estas parecan menos feroces que la gris, que haba entrado en primer lugar y a la quenada haba sucedido. Vivamente iluminadas por un instante, al entrar en la habitacin, sedifuminaban ms y ms a medida que avanzaban; despus, desaparecan. Silenciosas alprincipio, por miedo a traicionarse, poco a poco empezaban a rascarse y a cacarear desatisfaccin, y a esponjar sus ruidosos plumajes. Pero a menudo solo vena la gris, o una delas grises, si se prefiere, puesto esto es algo que nunca se sabr, aunque hubiera resultadofcil averiguarlo con solo esforzarse un poco. Hubiera bastado hallarse presente en elmomento en que todas las gallinas corran hacia la seora Louis, que gritaba:Titastitastitas!)> golpeando una vieja lata con una mohosa cuchara, para saber si habavarias gallinas grises o, por el contrario, solo haba una. Pero, al fin y al cabo, de qu habraservido? Bien hubiera podido suceder que existieran varias gallinas grises y que solo una deellas entrara en la cocina. Y, sin embargo, el experimento resultaba atractivo. Pues bienpudiera suceder que solo existiese una gallina gris, mcluso en el momento de darles la comida.Lo cual hubiera sido definitivo. Y, sin embargo, nunca se sabr. Pues de los que lo supieron,unos han muerto y los otros han

    olvidado. Y el da en que Sapo quiso averiguar la verdad, era demasiado tarde. Entonces searrepinti de no haber comprendido a tiempo, para poder aprovecharlo, la importancia que unda tendran para l esas estancias en la cocina de los Louis donde, ni dentro ni fuera,esperaban encontrarse de nuevo de pie y en marcha, y en cuya espera adverta muchas cosas,sin desconfiar, como esa ave ansiosa y cenicienta, irresoluta a la luz del umbral, cacareando y

    picoteando despus detrs del hornillo, y agitando sus alas atrofiadas, a la que echaran agritos y a escobazos, y que regresara, con miedo, con pasos indecisos, detenindose amenudo, escuchando, abriendo y cerrando sus ojillos negros y brillantes. Y Sapo se iba, sin

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    sospechar nada, creyendo haber asistido a una escena cualquiera, sin importancia. Seagachaba para franquear la puerta y ante l vea el pozo, con el torno, la cadena y el cubo, y aveces tambin la colada de la ropa blanca, andrajosa, balancendose y secndose al sol. Seiba por el camino por donde haba llegado, es decir, por la orilla de la pradera, a la sombra delos grandes rboles que bordeaban el riachuelo, cuyo lecho era un infierno de races nudosas,piedras y barro endurecido. Y as se alejaba casi siempre inadvertido, a pesar de su andar

    extrao, sus paradas y extravagancias. Los Louis le vean de lejos o de cerca, o unos de lejos yotros de cerca, surgir por detrs de la ropa tendida y meterse en el sendero, sin tratar deretenerle ni de gritarle adis, y sin ofenderse por la partida poco amistosa en apariencia, puessaban que no haba en ello mala intencin. O, si por unos momentos se haban quedado untanto molestos, tal sentimiento desapareca en el acto, a la vista del sobre estrujado sobre lamesa de la cocina y que contena algunos artculos de merceria. Y esos humildes regalos tantiles y el modo tan delicado de entregarlos, los desarmaba a todos por igual ante el tazn deleche de cabra

    medio vacio o dejado intacto, y les impeda tomarlo como una afrenta, segn manda latradicin. Pero, pensndolo bien, la partida de Sapo rara vez se le escapaba. Porque el menormovimiento cercano a sus tierras, aunque solo se tratara de un pjaro al posarse o al levantarel vuelo, les haca alzar la cabeza y abrir bien los ojos. Incluso en el sendero, algunos de cuyos

    tramos se divisaban a ms de una milla, nada poda suceder sin que se enterase, y no soloeran capaces de reconocer a las personas que pasaban por alli y a quienes la distancia reducaal tamao de una cabeza de alfiler, sino tambin de adivinar de dnde venan, adnde sedirigan y con qu fin. Entonces lanzaban la noticia a gritos, pues casi siempre trabajaban lejosunos de otros, o se hacan seas, enderezados y vueltos haca el acontecimiento, puesto quelo era, antes de encorvarse de nuevo hacia la tierra alimenticia. Y al primer descanso que lesreuna, alrededor de la mesa o en otra parte, cada cual expona su modo de entender elacontecimiento y escuchaba la opinin de los dems. Y s en un principio no estaban deacuerdo acerca de lo que haban visto y su significado, discutan entre s hasta que lo estaban,quiero decir de acuerdo, o renunciaban a ello para siempre. Era, pues, dificil para Sapodeslizarse sin ser visto, incluso entre las sombras de los rboles que bordeaban el riachuelo,suponiendo que hubiera sido capaz de deslizarse, pues mas bien pareca chapotear en uncharco. Y todos levantaban la cabeza y lo miraban hacer; despus, se miraban unos a otros,

    antes de encorvarse de nuevo hacia la tierra. Y en cada rostro inclinado hacia la tierra vagabaquiz una sonrista que no llegaba a realizarse, ms bien una mueca, pero sin malicia, y cadauno quiz se preguntaba si los dems sentan lo mismo y se prometa informarse, en laprxima reunin. Pero el de Sapo, que se alejaba tropezando, ya a la sombra de los rbolesseculares cuya especie

    desconoca, ya a la luz de la alta pradera (tan inseguro era su paso), el de Sapo era un rostrotan grave como el de siempre, o, mejor, inexpresivo. Y cuando se detena no lo haca parapensar mejor, o para mejor contemplar sus sueos, sino simplemente porque la voz quedictaba su avance haba callado. Entonces fijaba sus ojos plidos en la tierra sin ver la belleza,ni la utilidad, ni las florecillas silvestres de mil sutiles tonalidades esparcidas por entre cultivos yhierbas. Pero sus paradas eran breves, pues an era joven. Y de nuevo vagabundeaba por loscampos, paseando de la sombra a la luz, de la luz a la sombra, con indiferencia.

    Cuando me interrumpo, como hace un momento, los ruidos se dejan or de nuevo con unafuerza extraa. Es su hora. De modo que creo recuperar el odo de mi juventud. Por aquelentonces, en mi cama, en la oscuridad, en noches de tormenta, saba distinguir, entre el aullidodel exterior, el rumor de las hojas, el de las ramas, el de los troncos gemebundos, incluso el dela hierba y el de la casa que me guareca. Cada rbol tena su peculiar modo de gritar, y sumurmullo caracterstico durante el buen tiempo. A lo lejos oa el portal de hierro arrastrarsesobre sus pilares y entrechocar sus hojas abiertas, por donde se deslizaba el viento. E inclusola arena de la alameda tena voz propia. La noche sin aliento para m era otra tormenta, hechade innumerables jadeos que me diverta descubrir. S, me divert mucho, con su digamos

    calma, en mi juventud. Mi ruido preferido no era nada noble. Era el aullido de los perros, por lanoche, en los' villorrios pegados a los flancos de la montaa, donde vivan los picapedreros

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    desde hacia varias generaciones. Me llegaba, hasta mi casa en la llanura, salvaje y aflautado,apenas

    pl

    perceptible, amortiguado. Los perros del valle respondan:

    su gruesa voz llena de colmillos, mandbulas y baba. De la montaa me llegaba adems otraalegra: la de las luces difuminadas que nacan al caer la noche, unindose en manchasapenas ms difanas que el cielo, menos difanas que las estrellas y que la Luna apagaba,que se apagaban por s mismas apenas encendidas. Eran cosas que apenas eran, en el lmitedel silencio y de la noche, y que desaparecan pronto. As razono ahora, a mi gusto. De pieante mi alta ventana me abandonaba a ellas, esperando que murieran, que mi alegra muriera,all lejos ante mi, en m, entregado a la alegra de mi alegra muerta. Pero ahora, ms que deestas miserias, se trata de mis orejas, de las que surgen 4os impetuosos mechones de pelosprobablemente amarillos, amarilleados por la cera y la falta de cuidado, y tan largos que mecubren los lbulos. Compruebo, sin emocin, que desde hace algn tiempo parecen or mejor.ioh, nunca estuve ni parcialmente sordo! Pero oigo confusamente desde hace mucho tiempo.Vuelta con lo mismo. Lo que quiero decir quiz sea esto: que poco a poco los ruidos del

    mundo, tan distintos entre si, y que tan bien saba distinguir unos de otros, a fuerza quiz deser siempre los mismos se han unido en uno solo, ~ convertirse en un solo zumbido continuo.El volumen sonor~~percibido continu siendo el mismo, no hay duda; solo perdi 4a facultad dedescomponerlo. Los ruidos de la Naturaleza, los de los hombres e incluso los mos, semezclaban en un nico y desenfrenado galimatas. Basta. Atribuira con gusto parte de mis...de mis desdichas a ese desorden auditivo si por desgracia no estuviera dispuesto a ver en lms bien una ventaja. Desdichas, ventajas, no tengo tiempo para elegir mis palabras; tengoprisa, prisa por terminar. Y, sin embargo, no, no tengo prisa. Decididamente esta noche no dirnada que no sea falso,

    quiero decir que no me deje perplejo en cuanto a mis verdaderas intenciones. Porque la tarde,incluso la noche, es una de las ms negras qile puedo recordar. Tengo poca memoria. Mi dedomeique, posado sobre la hoja, se adelanta a mi lpiz, le anuncia cayendo el final de la lnea.Pero en el otro sentido, de arriba abajo, voy mal. No quera escribir, pero acab porresignarme. Con el fin de saber adnde estoy, adnde est. Al principio no escriba, solohablaba; despus, olvidaba lo que haba dicho. Un mnimo de memoria es indispensable paravivir de verdad. Su familia, por ejemplo, verdaderamente yo ya no s, por as decirlo, nadasobre ella. Pero estoy tranquilo: est anotado en alguna parte. Es el nico medio de controlarlo.Pero en lo que a m se refiere, no siento la misma necesidad. Ignoro tambin mi propia historia,la olvido, pero no necesito conocerla. Y, sin embargo, escribo sobre mi, con el mismo lpiz, enel mismo cuaderno, que sobre l. Ya no soy yo, deb decirlo antes, sino otro cuya vida apenasha empezado. Es justo que tambin l tenga su pequea historia, sus recuerdos, su razn, yque pueda hallar lo bueno en lo malo, lo malo en lo peor, y as envejecer dulcemente a lo largode das siempre iguales, y morir ~ un da como otro cualquiera, solo que ms corto. Es miexcusa. Pero debe de haber otras, no menos brillantes. S, la oscuridad es completa. No veo

    nada. Incluso el cristal, apenas lo veo, y la pared que forma con l un contraste tansoprendente, all donde le cede el lugar, hasta el extremo de parecer al borde de un precipicio.Pero oigo el ruido de mi dedo meique que se desliza sobre el papel y el otro tan distinto dellpiz que le sigue. Esto es lo que me asombra y me obliga a reconocer que algo ha cambiado.De ah el nio que yo hubiera podido ser, por qu no? Y oigo tambin, aqu est por fin, uncoro, pero demasiado lejano para que sus notas puedan llegar

    hasta m. Conozco este canto, no s de dnde, y cuando disminuye, y cuando sedesvanece, permanece en m, pero ms lento, o ms rpido. Pues aunque el viento melo devuelva de nuevo, lo hace con adelanto, o con retraso, respecto a mi propio canto.Es un coro mixto, si no me equivoco. Quiz con nios tambin. Tengo la absurdasensacin de que lo dirige una mujer. Hace mucho tiempo que canta el mismo canto.Debe de ensayar. Ya est:

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    ha lanzado por itima vez el grito triunfal que seala el fin. Ser la semana dePascuas? Contento como unas pascuas. En caso afirmativo, el canto que acabo de oir,y que a decir verdad an no se ha acallado por completo en mi interior, no sersimplemente en honor de aquel que resucit el primero de entre los muertos, aquel queme salv, veinte siglos atrs? El primero? El grito final lo hace suponer.

    Creo que an he dormido. En vano busco a tientas, no encuentro mi cuaderno. Perosigo teniendo el lpiz en la mano. Tendr que esperar hasta el amanecer. Dios sabequ har entre tanto.

    Acabo de escribir: Creo que an he dormido, etc '~nfio en no desfigurardemasiado mi pensamiento. Ahora ado estas lneas, antes de abandonarme denuevo. No me abandono con el mismo ahinco de hace ocho das, por ejemplo. Debe dehacer ms de ocho das que esto dura, ms de ocho das que dije: Pronto, a pesar de

    todo, estar por fin completamente muerto. Pero ~idado. No es lo que dije, pondra lamano en el fuego. Es lo que escrib. Las dos ltimas frases, tengo la impresin dehaberlas escrito ya en alguna parte, o dicho, palabra por palabra. Si: Pronto, a pesarde todo, etc., he aqu lo que escrib al comprender que no saba ya lo que haba

    dicho al principio de mi discurso, y despus, y que, por consiguiente, mi proyecto de vivir, yhacer vivir, al fin, de jugar al fin y de morir vivo, tomaba el camino de ms otros proyectos. Creoque la aurora se hace esperar menos de lo que me tema. Lo creo sinceramente. Pero no temanada, ya no temo nada. Verdaderamente, se inicia la buena estacin. De cara al cristal la hevisto temblar, palidecer ante la lvida aurora. No se trata de un cristal cualquiera, me trae elalba y el crepsculo. El cuaderno ha cado al suelo. He tardado en encontrarlo. Estaba debajode la cama. Cmo es posible que sucedan semejantes cosas? He tardado en recuperarlo. Hetenido que arponear-

    lo. No lo he atravesado del todo, pero est en mal estado. Es un cuaderno grueso. Debebastarme. De ahora en adelante escribir en las dos caras de cada hoja. De dnde ha salido?No lo s. Lo encontr, as, entre mis pertenencias, el da que lo necesit. A sabiendas de queno posea un cuaderno, revolv entre mis cosas con la esperanza de encontrar uno. No medecepcion, no me sorprend. Si maana necesitara una antigua carta de amor, hara lomismo. Es de papel cuadriculado. Las primeras pginas estn llenas de cifras, signos y figuras,con alguna frase de vez en cuando. Debe de tratarse de clculos. Se interrumpenbruscamente, dira que prematuramente. Como desanimados. Quiz sean de astronoma, o deastrologa. No me he fijado bien. He trazado una raya, no, no he trazado una raya, he escrito:Pronto estar por fin completamente muerto, sin pasar siquiera a la pgina siguiente, queapareca intacta. Tengo una disculpa para no volver sobre este cuaderno, cuando haga elinventario. Slo tendr que decir:

    Item, un cuaderno, indicando quiz el color. Pero hasta entonces puedo perderlo, por lasbuenas. El lpiz, por el contrario, es un viejo conocido. Deba de llevarlo encima cuando metrajeron aqu. Tiene cinco caras. Es muy corto

    y tiene punta en ambos extremos. Es un Venus. Confio en que cumplir su trabajo. Deca queno me abandono con el mismo ahnco. Esto debe de pertenecer al orden de las cosas, todocuanto me sucede debe de inscribirse en l, e incluso mi impotencia para comprender de quorden se trata. Pues jams he visto ninguno, ni en m ni fuera de m. Me he fiado de lasapariencias, aun considerndolas vanas. No entrar en detalles. Resoplar, deslizarse,reponerse, resoplar, suponer, negar, afirmar, negar. Bien. Me abandono, no tanvoluntariamente como antes. As sea. He esperado el amanecer. Haciendo qu? No s. Lo

    que deba hacer. He espiado a travs del cristal. Me he olvidado de mis dolores, de miimpotencia. Y por fin me ha parecido, por un instante, que iba a recibir una visita!

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    Las vacaciones llegaban a su fin. El momento decisivo se acercaba, en que se veranjustificadas, o defraudadas, las esperanzas puestas en Sapo. Est preparado, deca el seorSaposcat. Y su mujer, cuya piedad se avivaba en los periodos de crisis, rezaba por el x~to. Derodillas, por la noche, en camisn, eyaculaba, casi en silencio, porque su marido la hubiera

    reprobado: Qu apruebe! Que apruebe! Aunque 110 saque nota!

    Superada esta primera gran prueba habra otras, todos los aos, varias veces al ao, durantecinco o seis aos. Pero los Saposcat crean que no seran tan duras como la primera, la queles concedera, o les negara, el derecho a decir: Hace medicina o Hace derecho. Porqueconsideraban poco probable que un muchacho ms o menos normal, si no inteligente, una vezadmitido para iniciarse en tales profesiones, no llegara tarde o temprano a ser juzgado capazde ejercerlas. Pues haban tenido tratos con mdicos y abogados, como casi todo el mundo.

    Un da, el seor Saposcat se vendi una estilogrfica, a precio de saldo. Una Blackbird. Se ladar la maana del examen, dijo. Levant la tapa de cartn y mostr la estilogrfica a sumujer. Djala en la caja, dijo, como si ella quisiera arrebatrsela de las manos. Descansabasobre el prospecto cuyos bordes, enroscados, se juntaban casi en lo alto. El seor Saposcatlos separ y aproxim la caja a los ojos de su esposa. Pero ella, en lugar de mirar laestilogrfica, mir a su marido. El dijo el precio. Quiz sera mejor-~ijo ella~que se la dieras elda antes para que se acostumbre. Tienes razn~ijo l-, no lo haba pensado. ~

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    dio la azada a su hijo y se dirigi hacia la casa. Edmond empez a cubrir el foso. Sapoobservaba su accin. Una gran paz le llen. Gran paz, es mucho decir. Se senta mejor. El finde una vida, vigoriza. Edmond se detuvo, se apoy sobre la azada y, resoplando,

    sonri. Entre sus incisivos aparecan agujeros rosados. Louis el Gordo estaba sentado junto ala ventana, desde donde poda vigilar a su hijo. Fumaba un cigarrillo, con boquilla, y beba

    aguardiente. Sapo se sent frente a l, pos una mano encima de la mesa y en ella la frente,creyndose solo. Entre la mano y la frente desliz la otra mano y qued inmvil. Louis empeza hablar. Pareca de buen humor. El mulo, segn l, haba muerto de viejo. El da que locompr, hacia ya dos aos, lo conducian precisamente al matadero. Haba amortizado, pues,su dinero. Al comprarlo le predijeron que el mulo caera tieso a la primera labranza. Pero Louisel Gordo entenda de mulos. En el mulo lo que cuenta es el ojo, lo dems apenas nnporta. Asque lo haba mirado fijamente a los ojos, en la puerta del matadero, y pens que an podaservir. Y el mulo le devolvi la mirada, en el corral del matadero. A medida que Louis avanzabaen su narracin, el matadero iba adquiriendo cada vez ms importanci~ As que el lugar detransaccin se desplazaba progresivamente del camino del matadero a las puertas delmatadero y de estas pasaba al corral. Un poco ms y habra disputado el mulo al desollador.Pareci suplicarme que me quedara con l~ijo Louis-. Tena llagas por todo el cuerpo; perocuando se trata de un mulo no hay que dejarse impresionar por las llagas de la vejez. 5 el ojo

    lo que importa. Le dijeron; Ha hecho ya diez millas, se despanzurrar antes de llegar a tucasa. Calcul que tirara unos seis meses~jo Louis-; ha tirado dos aos. Mientras hablabano dejaba de vigilar a su hijo. Permanecan all, uno frente a otro, en la oscuridad, unohablando, el otro escuchando, y lejos, uno de lo que deca, el otro de lo que escuchaba, lejanosuno del otro. El montn de tierra iba disminuyendo. A la dbil luz rasante la tierra adquirareflejos extraos, se encenda de vez en cuando, como

    iluminada desde el interior, en la sombra cada vez ms densa. Edmond se detena confrecuencia, se apoyaba en la pala y miraba a su alrededor. El matadero~ijo Louis-; all compromis animales. Aadi: Mira a ese gandul. Sali y reemprendi el trabajo, junto a su hUo.Trabajaron juntos durante un buen rato, sin ocuparse uno del otro; luego, el hijo solt su pala,dio media vuelta y se alej lentamente, con movimientos rtmicos y acompasados, pasando sinconmocin alguna del esfuerzo al descanso, como nica salida posible. El mulo ya habadesaparecido. La superficie, por la que haba trotado durante toda su vida, ya no le verapenando delante del arado, delante del carro. Y Louis el Gordo pronto podra labrar aquelmismo terreno con otro mulo, o con un caballo viejo, o con un buey viejo, que comprara en elmatadero, que se llama tambin el desolladero, sin que la reja del arado machaque las carnesftidas y sin que despunten los huesos que aquellas haban cubierto. Porque no ignoraba latendencia de los enterrados a regresar de nuevo, contra toda espera, a la luz. Se parecen a losahogados. Y al cavar la fosa tuvo en cuenta que no tuviera menos de seis pies de profundidad.Edmond y su madre se cruzaron en silencio. Esta regresaba de la casa de una vecina, dondehaba ido a que le prestaran una libra de lentejas para la cena. Pensaba en la hermosa romanaque haba utilizado para pesaras, preguntndose si estara bien regulada. Tambin pasrpidamente delante de su marido, sin concederle siquiera una mirada, y nada indicaba, en laactitud de l, que la hubiese visto. Ella encendi la lmpara sobre la repsa de la chimenea,junto al despertador, flanqueado a su vez por un crucifijo colgado de un clavo. Los tres objetosse apretujaban unos contra otros, en medio del estante vaco a ambos lados. El despertador,como era el ms bajo de los tres, deba permanecer en medio y

    a la inversin de la lmpara y del crucifijo se opona el clavo que mantena en pie a este ltimo.Ella permaneca con la frente y las manos apoyadas en la pared, esperando el momento desubir la mecha. Por fin la subi y coloc de nuevo el globo amarillo desfigurado por una largarotura. Al ver a Sapo crey por un momento ver a su hija. Despus su pensamiento vol haciala ausente. Puso la lmpara sobre la mesa y el exterior se obliter. Se sent, verti las lentejassobre la mesa y se puso a limpiarlas. De manera que pronto form dos montoncitos sobre lamesa: uno grande, que iba disminuyendo, y otro pequeo, que iba creciendo. Pero de repentede un manotazo los mezcl, destrozando as, en menos de un segundo, el trabajo de dos o tresminutos. Luego fue a buscar una cazuela. No morirn si las comen, dijo, y con la mano

    empuj las lentejas hacia el borde de la mesa y de all a la cazuela, como si lo ms importantefuera no morir. Pero lo hizo con tan poca habilidad y tanta precipitacin, que gran parte de laslentejas, deslizndose por el borde de la cazuela, cayeron al suelo. Despus cogi la lmpara y

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    Qu aburrimiento! Y si pasara a la piedra? No, sera igual. Los Louis, los Louis, se trata delos Louis, No, no especialmente. Pero, entre tanto, lo otro se pierde. Dnde estn misproyectos, tena proyectos, ahora. Quiz tenga para diez aos. A pesar de todo, continuar unpoco ms, pensando en otra cosa; no puedo pararme aqu. Me oir de lejos, el espritu lejos,hablar de los Louis, hablar de mi, el espritu lejos de aqu, entre sus ruinas.

    Entonces, solo la seora Louis permaneci en la cocina. Se sent junto a la ventana y baj lamecha de la lmpara, como siempre haca antes de apagarla, pues no le gustaba apagar unalmpara an caliente. Cuando el cristal y el globo le parecieron suficientemente enfriados selevant y sopl dentro. Permaneci un instante dudosa, con las manos apoyadas sobre lamesa, antes de sentarse de nuevo. Acabados los trabajos de la jornada, el da despertaba enella otros afanes: los de la vida estpidamente tenaz y sus asiduos dolores. Sentada yendo yviniendo, los resista mejor que tendida. Desde el fondo de esa fatiga sin fin no cesaba declamar, al da por la noche, a la noche de da, y da y noche, con horror, esa luz que le habandicho siemp're que ella no podra concebir, puesto que no era propiamente una luz. La luz queella conceba bien, puesto que estaba acostumbrada a ella, la esperaba

    a menudo en la cocina, sobre todo en verano, casi sin dormir, tiesa en una silla o cada sobre lamesa, descansando mal, pero mejor que en la cama. A veces se levantaba, andaba por la

    habitacin o, saliendo daba una vuelta alrededor de la vieja casucha. Hacia solo cinco o seisaos que estaba all. Tengo una enfermedad de mujer, se deca sin atreverse a creerlo deltodo. En la cocina, impregnada de penas diurnas, la noche le pareca menos noche, el damenos muerto. Le gustaba, en los momentos difciles, cuando necesitaba coraje, apretar consus dedos la vieja mesa alrededor de la cual verja tan pronto sentados a los suyos, esperandoque ella les sirviese, y sentir a su alrededor, dispuestos a ser usados, los tiles y utensilios detodos los das. Fue hasta la puerta, la abri y mir hacia el exterior. La Luna habadesaparecido, pero las estrellas brillaban con un vivo resplandor. Las mir un buen rato. Era unespectculo que ms de una vez la haba consolado. Fue hasta el pozo y agarr la cadena. Elcubo estaba en el fondo del pozo y el torno estaba trabado. Era as. Sus dedos se pasearon alo largo de los eslabones ondulantes. Preguntas informes, vinculadas unas a otras, se hundandesmayadamente en su espritu. Algunas parecan referirse a su hija, la segundona de susinquietudes. Esta, no pudiendo dormir, permaneca desde hacia algn tiempo al acecho.Sabiendo que su madre velaba, estuvo a punto de levantarse y reunirse con ella. Pero hasta alda siguiente o al cabo de dos das no se decidi a decirle lo que Sapo le haba dicho, es decir,que se iba para siempre. Entonces, como suele hacerse incluso con los muertos msinsignificantes, reunieron los recuerdos que l hubiera podido dejarles, ayudndose unos aotros y esforzndose por ponerse de acuerdo. Pero conocemos esta llamita, esos temblores enla sombra turbada. Y el acuerdo slo llega ms tarde, con el olvido.

    Mortal aburrimiento. Un da pedi consejo a un israelita acerca de la conacin. Debi de ocurrirdurante la poca en que yo buscaba an a alquien que me fuera fiel y a quien yo lo fuera.Entonces abra mucho los ojos para permitir a los candidatos admirar la profundidad de mimirada y los reflejos que hacia nacer en ella todo cuanto no se deca. Nuestros rostros estabantan prximos uno del otro, que sent en el mo vaharadas de aire clido y saliva, y l tambin

    sin duda en el suyo. Lo veo de nuevo, tranquilo por fin, secndose los ojos y la boca, y yo, losojos bajos, entristecerme ante el charco que el orn, al atravesar mi pantaln de parte a parte,haba formado a mis pies. Ahora que ya no le necesito, dir su nombre: Jackson. Habradeseado que l tuviera un gato, o un perro joven, o un perro viejo an mejor. Pero en cuanto acompaeros mudos, solo dispona de un loro gris y rojo, al que enseaba a decir: Nihil inintellectu, etctera. Las tres primeras palabras el pjaro las pronunciaba bien, pero no pasabade la famosa restriccin; solo se oa: Couah, couah couah couah! Y cuando Jackson,irritndose, se encarnizaba en corregirle, Polly se enfadaba y se retiraba a un rincn de sujaula. Era una jaula muy bonita, bien arreglada, con trapecios, perchas, comederos, bebederos,rampas y huesos de jibia en cantidad. Haba demasiadas cosas; yo me hubiera encontradoestrecho en ella. Jackson me llamaba el merino, no s por qu, quiz por el dicho francs. Yotena la impresin de que la idea del rebao errante le encajaba ms a l que a m. Pero, en elfondo, jams tuve otra idea que la del viento, ese viento que apenas me haba sido medido. Mis

    relaciones con Jackson duraron poco. Lo habra soportado como amigo, perodesgraciadamente yo le repugnaba, as como

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    a Johnson, Wilson,~Nicholson y Watson, todos unos cerdos. Intent a continuacin, durantecierto tiempo, descubrir un alma hermana entre las razas inferiores, rojas, amarillas, chocolate,etc. Y si los apestados hubieran sido de ms fcil acceso me hubiera introducido entre ellos,poniendo los ojos en blanco, reprimiendo mis gestos, esbozando rictus, el corazn palpitante.Con los locos tambin fracas, por muy poco. Las cosas debieron ocurrir as, pero mejorveamos cmo suceden ahora. De joven, yo miraba a los viejos con asombro y horror. Lo que

    me encorajina ahora son los bebs que allan. La casa est llena de bebs. Suavemaremgnum, sobre todo para quien desembarca. Qu aburrimiento! Yo que crea haberlocombinado todo tan bien! Si pudiera usar de mi cuerpo, me arrojara por la ventana. Pero quizporque estoy impotente me permito an tal pensamiento. Todo permanece, todo te hacepermanecer. Desgraciadamente ignoro en qu piso estoy, quiz solo est en el entresuelo. Laspuertas que crujen, los pasos por la escalera, los ruidos callejeros, nada me han dicho alrespecto. Solo s que hay seres vivos por encima de m y por debajo de m. No estoy, pues, enel subsuelo. Por otra parte, algunas veces veo el cielo, y, a travs de mi ventana, otrasventanas que aparentemente se encaran con la ma. Pero esto no demuestra nada. No quierodemostrar nada. Eso se dice. Quiz despus de todo me halle en una especie de cueva y elespacio que tomo por una calle solo sea una larga zanja a la que dan otras cuevas. Pero, yesos ruidos que suben, que suben hacia mi? Quiz haya otras cuevas an ms profundas quela ma. Por qu no. En tal caso, el problema de saber en qu piso estoy se plantea de nuevo,

    no gano nada suponindome en el subsuelo si hay varios, unos encima de otros. Pero losruidos, los pasos, que creo or subir hacia mi, lo hacen realmente? Nada, en verdad, permiteafirmarlo. De ah a deducir

    que son puras y simples alucinaciones hay un paso que, sin embargo, vacilo en dar. Y creo, deverdad, que en esta casa hay gente que va y viene, hablndose incluso, as como muchoshermosos bebs, sobre todo desde hace algn tiempo, a los que sus padres trasladan confrecuencia de lugar para que no se habiten a la inmovilidad, previendo el da en que tendrnque desplazarse sin ayuda. Pero, pensndolo bien, no sabra situarlos. Nada se parece tanto aun paso que sube como un paso que baja, o incluso que va y viene sin cambiar jams de nivel,quiero decir para quien, como yo, no solo ignora dnde se encuentra y en consecuencia, qudebe esperar exactamente, desde el punto de vista sonoro, sino que est medio sordo la mitaddel tiempo. No se me escapa, desde luego, la posibilidad, por decepcionante que sea, de que

    est ya muerto desde hace tiempo y de que todo contine ms o menos igual. Quiz expir enel bosque, incluso antes. En tal caso, el trabajo que me tomo desde hace algn tiempo, con unfin acerca del cual no recuerdo gran cosa, salvo que lo deba al sentimiento de no tener paramucho tiempo, todo ese trabajo ha resultado completamente intil. Pero el sentido comnquiere que an no haya dejado de jadear por completo. E invoca, apoyando este punto devista, diversas consideraciones concernientes por ejemplo el pequeo montn de mispertenencias, a mi mtodo de nutricin y de eliminacin, a la pareja de enfrente, a lastransformaciones del cielo, etc. Pero todo ello quiz solo sea en realidad mis gusanos.Tomemos por ejemplo la luz reinante en este reducto. Es extraa, es lo menos que puededecirse de ella, verdaderamente lo menos. Hay una especie de noche y de da a mi alrededor,es un hecho indudable; incluso oscurece por completo con frecuencia; pero no ocurre siempredel modo al que estaba me parece acostumbrado antes de encontrarme aqu. Ejemplo, nadavale lo

    que un ejemplo: una vez se hizo la oscuridad en mi habitacin, y yo esperaba el alba con ciertaimpaciencia, la necesitaba para hacer ciertas cosas dificiles de realizar en la oscuridad. Y pocoa poco, en efecto, la luz se hizo de nuevo y pude agarrar con mi bastn los objetos quenecesitaba. Y he aqu que dicha claridad, en vez de ser la de la maana, era la de la tarde. Y elSol, lejos de elevarse cada vez ms en el cielo como yo esperaba, empez a ponerse, y lanoche, a la que crea haber despedido a mi modo, cay de nuevo implacable. Pero lo contrarioen cierto modo, quiero decir el da terminado en el crepsculo del alba, debo confesar quejams lo he conocido, y me apena, quiero decir, no poder decidirme a afirmar que tambin lohe conocido. Y, sin embargo, a menudo he llamado a la noche con todas mis dbiles fuerzas,por as decirlo, desde la maana, as como muy a menudo he llamado a la maana desde elatardecer. Pero antes de abandonar este tema y de pasar a otro, dir francamente que nuncahay luz a mi alrededor, nunca verdaderamente luz. La luz, el aire centelleante, est afuera, elgranito de la pared de enfrente brilla con toda su mica, la luz est en mi cristal, pero no entra,de modo que aqu todo se baa, no dir en sombras, ni siquiera en penumbra, sino en una

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    especie de luz plmbea que no arroja sombra y que, por consiguiente, es dificil saber de dndeviene, pues parece venir de todas partes a la vez y con idntica energa. Y estoy seguro deque, por ejemplo, debajo de mi cama en estos momentos hay la misma luz que en el techo, loque no es mucho decir; pero hablo por hablar, por hablar. Y qu significa, si no, el que aqu nohaya ningn color, salvo en la medida en que esta especie de incandescencia griscea puedaserlo...? S, podramos hablar de gris sin duda, lo acepto, y entonces el juego o conflicto

    estallara a mi alrededor entre el gris y el negro al que

    recubre ms o merlos, iba a decir segn la hora; pero no siempre parece una cuestin dehorario. Incluso yo soy gris, incluso a veces tengo la sensacin de emitir gris, lo mismo que missbanas, por ejemplo. E incluso mi noche no es la del cielo. Evidentemente el negro es negroen todas partes. Pero cmo es posible entonces que mi reducido espacio no se beneficie delos astros que a veces logro ver brillar a lo lejos y que esa Luna donde Cain pena bajo su fardono me ilumine jams el rostro? En 'na palabra: parece haber la luz del exterior, la de loshombres que saben que el sol sale a tal hora y que a tal hora se pone de nuevo por detrs delhorizonte, y que cuentan con ello, y cuyas nubes son siempre previsibles, aunque siempreacaben por disiparse tarde o temprano, y la ma. Pero mi luz tambin tiene sus alteraciones, noquiero negarlo, sus ocasos y auroras; pero soy yo quien lo digo, pues tambin yo deb habervivido, y eso es incurable. Y cuando observo el techo, las paredes, veo que no hay

    posibilidades de producir luz en mi habitacin, artificialmente, como hace la gente de enfrente,por ejemplo. Sera necesario para ello que me dieran una lmpara, una antorcha, qu s yo;pero no s si este aire es de los que se prestan a la combustin. Memorndum, buscar unacerilla entre tus cosas, tus pertenencias, ver si arde. Los ruidos, gritos, pasos, murmullos, seinterrumpen tambin durante jornadas enteras, jornadas de los otros. Entonoes es el silencio,del cual, advertido, me contentara con decir que nada tiene de, cmo decirlo, nada de negativoquiz. Y poco a poco mi reducido espacio zumba de nuevo. Diris que en mi cabeza, y enefecto con frecuencia creo estar en una cabeza, que estas ocho, no, estas seis paredes son dehueso macizo, pero de ah a decir que es mi propia cabeza, no, eso jams. Una especie de airecircula en su interior, he debido decirlo, y cuando todo calla lo oigo

    lanzarse contra los tabiques que lo rechazan naturalmente. Y entonces en alguna parte delcentro se atan y desatan otras olas, otros asaltos; de ahi sin duda el dbil ruido de arenasmovedizas que es mi silencio. O es la tempestad que se levanta, como en la atmsferaterrestre, y oculta los gritos de los nios, de los moribundos y de los enamorados, de los quedigo en mi ingenuidad que se detienen, cuando en realidad nunca se detienen. Es dificilpronunciar-se. Y el crneo, es el vaco? Veamos. Y si cierro los ojos, los cierro de verdad,como no pueden hacerlo los dems, pero como yo s puedo, pues mi impotencia tiene limites,entonces a veces mi cama se eleva y boga por los aires, al capricho de los remolinos, comouna brizna, y yo dentro. No es una cuestin de prpados, por suerte; es como quien dice elalma que hay que cegar, esa alma que de nada sirve negar, aguda, acechante, inquieta,revolvindose en su jaula como en un farol en la noche sin puertos, ni barcos, ni materia, nientendimiento. Ah, s!, tengo mis pequeas distracciones y deberan...

    Qu desgracia, el lpiz ha debido de carseme de las manos puesto que solo tras cuarenta yocho horas (ver en algn lugar ms arriba) de esfuerzos intermitentes he logrado recuperarlo.Lo que le falta a mi bastn es una pequea trompa prensil como la de los tapires nocturnos. Enrealidad debera perder mi lpiz ms a menudo, no me hara ningn dao, creo que incluso mehara bien, me volvera ms alegre, sera ms alegre. Acabo de pasar dos das inolvidables delos que nunca sabremos nada, por ser el retroceso demasiado grande o quiz insuficiente, yano lo s; solo s que me han permitido resolverlo todo y terminarlo todo, quiero decir lo que serefiere a Malone (puesto que as me llamo ahora) y al otro, ya

    que el resto no es de mi incumbencia. Y era, por as decirlo, como dos derrumbamientos dearena fina o quiz de polvo o ceniza, de importancia ciertamente desigual, pero de algunamanera concertados, y que dejaran tras de m, cada uno en su lugar y situacin, esa querida

    cosa que es la ausencia. Durante ese tiempo intentaba intermitentemente volver a conseguir milpiz. Es un Venus pequeo, todava verde sin duda, de cinco o seis caras, y afilado por ambos

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    extremos, y tan corto que tiene el sitio exacto, en el centro, para mi pulgar y los dos dedossiguientes unidos en pinza. Utilizo sucesivamente ambas puntas, chupndolas a menudo, megusta chupar. Y cuando se gastan las minas, les saco punta con mis uas, que son largas,amarillas y afiladas y se quiebran fcilmente por falta de cal o quiz de fosfato. De esta manerami lpiz se acorta poco a poco, no hay remedio, y llegar el da en que no quede ms que unfragmento tan nfimo que ya no podr sostenerlo. Por eso aprieto lo menos posible, pero la

    mina es dura y no dejara marca si no apretara. Pero me digo: Entre una mina dura sobre laque es necesario apretar para que marque, y una mina blanda y grasa que ennegrece lapgina casi sin tocarla, cul puede ser la diferencia desde el punto de vista de la duracin?Ah, s!, tengo pequeas distracciones. Lo ms curio-so es que tengo otro lpiz, uno francs,un largo cilindro apenas comenzado, en algn sitio de la cama, creo. No hay nada que temer aese respecto, por tanto. Y, sin ernbargo, estoy inquieto. Ahora mismo, al emprender la caza dellpiz, he hecho un curioso descubrimiento: el suelo se vuelve blanco. Lo he golpeado con mibastn varias veces y ha producido un sonido hueco y seco a la vez, falso, en una palabra.Alarmado por eso, he mirado eon atencin las otras grandes superficies, sobre m y a mialrededor. Durante este tiempo la arena no dejaba

    de correr y yo me deca: Nunca lo conseguir, refirindome al lpiz. Y he podido comprobarque todas esas grandes superficies, debera mejor decir infraficies, tanto la horizontal como las

    perpendiculares, aunque no parezcan muy perpendiculares desde aqu, han palidecidosensiblemente tambin, desde la ltima inspeccin que data de no s cundo, lo que es msextrao todavia si tenemos en cuenta que las cosas en general tienden ms bien aennegrecerse con el tiempo, creo, dejando aparte, por supuesto, los restos mortales y ciertaspartes del cuerpo todavia vivo que pierden color y de las que la sangre se retira a la larga.Quiere esto decir que hay ms luz a mi alrededor, ahora que s lo que ocurre? Pues bien, hede decir que no, es el mismo gris que antes, que por momentos literalmente reluce, luego seenturbia y se apaga, se espesa si se quiere, hasta el punto de ocultarlo todo a mi miradaexcepto la ventana, que en cierto modo parece ser mi ombligo, y de la que me digo que el daen que tambin se eclipse sabr ms o menos a qu atenerme. No, todo cuanto quiero decir esque desencajando los ojos veo relucir, en el confin de esas inquietas tinieblas, algo comoosamentas, lo que no ocurra hasta ahora, que yo sepa, y hasta recuerdo claramente latapicera o papel pintado adheridos an a los muros en algunos lugares y en los que se

    retorcan rosas, violetas y otras flores en tal abundancia que me parecia no haber visto en todami vida ni tantas ni tan hermosas. Pero de todo eso nada parece sobrevivir ahora, y si en eltecho no haba flores haba sin duda alguna ot~a cosa, Cupidos quiz, tambin desaparecidos.Y mientras persegua mi lpiz, en un momento dado, mi cuaderno de colegial, a juzgar porciertos indicios, cay tambin al suelo, pero pronto me hice con l introduciendo el gancho demi bastn por una de las desgarraduras de la cubierta y recogindolo con suavidad. Y durantetodo

    este tiempo, tan frtil en incidentes y contratiempos, supongo que todo en mi cabeza sedeslizaba y verta como a travs de compuertas, para mi regocijo, hasta que finalmente noqued ya nada, ni de Malone ni del otro. Y es ms, yo segua muy bien las diversas fases deaquel parto y no me extraaba en absoluto verlo tan pronto reducir como acelerar su marcha,tan claras vea las razones por las que las cosas no podan suceder de otro modo. Y tambinme diverta, independientemente del espectculo, la idea de que sabia ahora lo que tena quehacer, yo que toda m vida he andado a tientas, y cuya inmovilidad era tambin una especie deir a tientas, s, muchas veces me he quedado parado a tientas. En lo que por supuesto mehacia ilusiones una vez ms, quiero decir creyendo ver por fin claro en mis absurdastribulaciones pero con todo no hasta el punto de poder ahora guardarme rencor. Ya quemientras me deca: Qu sencillo es, y qu hermoso!, me deca tambin: Todo volver aoscurecerse. Y es sin demasiada tristeza que nos vuelve a ver tal como somos, a saber, unmontn que va disminuyendo grano a grano hasta que, incitada por el cansancio, la manoempieza a juguetear, a coger puaditos de granos y a dejarlos caer sobre el montn,distradamente como suele decirse. Puesto que ya me lo esperaba, mientras me deca:

    Por fin! Y he de decir en lo que a mi respecta que tal sensacin me es desde siempre

    familiar, la de una mano cansada y ciega que hurga desmayadamente en mis partculas y lashace fluir entre sus dedos. E incluso me sucede, cuando todo est tranquilo, el sentirla hundidaen m hasta el codo, pero tranquila y dirase que dormida. Pero en seguida se estremece, se

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    despierta, me acaricia, aprieta, hurga, y a veces saquea, como para vengarse de no podermebarrer. La comprendo. Pero he sentido tantas cosas extraas y seguramente infundadas quequiz valdra ms silenciar-

    las. Por ejemplo, hablar de esos perodos en que me lico y me vuelvo barro, de qu servira?O de aquellos otros en que cabra por el ojo de una aguja, tan endurecido y encogido estoy?

    No, eso son agradables tentativas que en nada cambian el asunto. Estaba hablando de mispequeas distracciones e iba a decir, creo, que hara mejor contentndome con ellas quelanzndome a esas historias disparatadas de vida y muerte, suponiendo que se trate de eso, ycreo que s, ya que nunca se ha tratado de otra cosa, que yo recuerde. Pero decir en qu seresuelven exactamente, me sera imposible, por el momento. Son imprecisas, vida y muerte.He debido de tener mis nociones, al empezar, o no habra empezado, me habra quedadotranquilo, hubiera seguido tan tranquilo aburrindome mortalmente, jugando con conos ycilindros por ejemplo, con los granos de mijo de los pjaros y otros panizos, esperando quealguien se tome