Barras bravas

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Columna chafita

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Supe que era una barra cuando vi la final de la copa libertadores entre Cruz Azul y Boca Juniors en el ya lejano 2001. Por supuesto, saba que era las porras, pero las nuestras no saltaban abrazados todo el encuentro ni cantaban tan lindo como esos locos que la televisin enseaba. La verdad, me gustaron. Adems no decan chikitibum. Sin embargo, se me acab el amor a primera vista cuando supe de sus reacciones desmedidas en un pas donde la pasin tiene permiso para salirse del estadio. Vaya, conoc alguna vez a un argentino de la barra del Boca, quien me explic, orgullossimo, porque no le hablaba a su hermano cerca de ocho meses: le iba a River Plate, acrrimo del ex equipo de Maradona.Refiero esto por la nota con la que amanecimos la semana: la zapateada brbara que le pegaron a dos policas en el estadio Jalisco, demostrando cmo la vida anda subida de tono en las tribunas nacionales. Ciertamente, no voy a defender estas reacciones, sin embargo, creo que es importante conocer ms fondo las historias de vida de los integrantes de todas las barras y todas sus versiones. Los medios pueden, a lo mejor sin querer, satanizar las cosas. No sera la primera vez. Como sea, para m, la clave de todo este asunto est en la clebre oracin de Armando Nogueira, periodista brasileo, que escuch por voz de Emilio Fernando Alonso, otro extraordinario cronista: El aficionado al futbol busca los domingos, en los estadios, la victoria que la vida le niega el resto de la semana. S, es excesiva la importancia que le damos al futbol (lo dice alguien con un hijo que aprendi a pronunciar al mismo tiempo gol, goya y pap), aunque puedo preciarme de ir a trabajar al da siguiente ganen o pierdan Mxico o los Pumas. No es mi tragedia. No necesito vivir cada fin de semana el ritual futbolero para sentirme vivo, y por ello, creo que soy afortunado.Pero yo no soy el albail que gana dos pesos por trabajar de sol a sol ni el limpiavidrios que se gana el pan con el rojo del semforo. As, es natural que el futbol sea refugio en el pas de desigualdades imposibles. Lo justo sera ensearles a estos jvenes que existen otras trincheras, pero ya sabemos que la educacin en Mxico, para conveniencia de yo no s quin, sigue siendo la ltima de la tabla.