BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

64
Rafael Gutiérrez Girardot 1928-2005 Rafael Gutiérrez Girardot 1928-2005

Transcript of BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

Page 1: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

Rafael Gutiérrez Girardot1928-2005

Rafael Gutiérrez Girardot1928-2005

Page 2: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot
Page 3: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 11Rafael Gutiérrez Girardot

1928-2005Grupo de discusión

Nº 11, mayo-diciembre de [email protected]

[email protected]. 2957 Medellín

ISSN 1794-5585

Rafael Gutiérrez Girardot, valoración de su obra, Gilberto Díaz Aldana y Diego Posada, p. 3 • “El partido liberal está en crisis permanente”, Diálogo de Rafael Gutiérrez Girardot con Rubén Jaramillo Vélez, Juan Carlos Celis Ospina y Carlos Sánchez Lozano, p. 5 • Rafael Gutiérrez Girardot: un heterodoxo comprometido, Hernán A. Ortiz Rivas, p. 15 • Rafael Gutiérrez Girardot, prólogo conservador y epílogo en la izquierda (1928-2005), María Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Ricaurte, p. 35 • Los destiempos de Gutiérrez Girardot, Juan Guillermo Gómez García p. 42 • En la muerte de Rafael Gutiérrez Girardot, Rubén Jaramillo Vélez p. 45 • La biblioteca Gutiérrez Girardot, María Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Ricaurte p. 54 • Bibliografía, Gilberto Díaz Aldana y Diego Posada p. 57

DirectorVíctor Bustamante

EditorJuan Carlos Celis Ospina

Secretario de redacción: Edgar BustamanteTranscripción de textos: Alejandro Bustamante

Publicidad: Harold Dávila

Hicieron posible este número:Rubén Jaramillo Vélez, Carlos Sánchez Lozano, Hernán A. Ortiz Rivas,

Juan Guillermo Gómez García, Gilberto Díaz Aldana, Diego Posada, Carmen Ruiz, Carlos Rivas Polo, María Alexandra Mosquera, Patricia Tobón Ricaurte, José Hernán

Castilla, Rafael Rubiano Muñoz, Gloria Patricia Lopera, Nelcy Yoly Valencia, Ómar Urán, Germán Alexánder Porras, Ana María Jaramillo Vélez y Raúl París.

Fotografía de portada:Alejandro Rivera. Tomada de El Magazín Dominical, El Espectador, Nº 251, enero

de 1998, Bogotá. Retoque digital: Carlos Sánchez Eraso.

Page 4: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot
Page 5: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 3

... una vida profunda y fecunda dedicada no sólo al estudio y la enseñanza de las literatu-ras hispánicas, sino también a la proyección del pensamiento y de la filosofía alemana en His-panoamérica.

Antonio Lago Carballo, Cuadernos Hispanoamericanos, Nº 663, 2005.

... al igual que la concepción privada de lo público, donde tiene lugar destacado no sólo la politización e ideologización mencionadas, sino la empresa, no del conocimiento, sino reli-giosa, económica y política, llamada en Colom-bia universidad privada que Gutiérrez asoció al subdesarrollo.

Edison Neira Palacios, Estudios de Literatura Colombiana, Nº 17, 2005.

Rafael Gutiérrez Girardot, valoración de su obra

Gilberto Díaz Aldana* y Diego Posada**

El impacto de la secularización, el surgi-miento de la sociedad de clase media (si reser-vamos el término burgués para los propietarios de los medios de producción) y de la gran ciudad ―una urbe sin multitudes miserables ni ejérci-tos de automóviles― sobre los campos del ho-rror de entonces y de ahora, la llegada masiva de los objetos hechos por las industrias de lo que llaman Primer Mundo, para diferenciarlo de nosotros, su periferia colonial, en la que po-cos años han bastado para llevarlos del Tercer Mundo al inframundo. Sin éstas y muchas otras cosas que él examina no puede entenderse el modernismo.

José Emilio Pacheco, Fondo de Cultura Económica, Nº 8, 2004.

El dogmatismo y las verdades presunta-mente establecidas, así como la improvisación y la simulación intelectual, son los baluartes contra los que Gutiérrez enfila sus baterías.

Rafael Humberto Moreno Durán, El Aleph, 2005.

* Sociólogo, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia.** Estudiante de Historia de la Universidad de Antioquia.

Page 6: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

4 BABEL Julio 2008

Sabíamos que, a contracorriente de las mo-das académicas, él prefería ir abriendo innova-dores caminos no sólo para que se pensara por cuenta propia, sino para que nuestra América se desligara de ataduras e imposiciones y tuviéra-mos un mundo menos acartonado.

Antonio García Lozada, El Aleph, 2005.

En el mejor significado de la palabra, Gutié-rrez es un escritor que cumple una doble misión: a través de su subjetividad crítica y autónoma: crea una nueva misión literaria, y además posi-bilita otras miradas y lecturas de los escritores en que se sumerge.

Alfonso Carvajal, El Aleph, 2005.

Porque si de algún modo se pudiera calificar la significación de una obra como la que, entre tanto, puede mostrar Rafael Gutiérrez Girardot, resultado de un laborioso compromiso con Co-lombia y América, desde los primeros trabajos en los años cincuenta, habría que considerar, en primer lugar su colaboración para con el proce-so de la mayoría de edad de nuestros países y de sus ciudadanos, por el reconocimiento pleno de su contemporaneidad, de su circunstancia con-temporánea.

Rubén Jaramillo Vélez, Nómadas, Nº 16, 2002.

Y no es exagerado afirmar que su labor in-telectual tiene una evidente finalidad política, revolucionaria, de negarse a transar con el ha-bitual burocratismo intelectual del país y a con-ciliar con los intereses excluyentes de la uni-versidad privada, de los seguidores de Ortega y Gasset, Octavio Paz, Estanislao Zuleta, y de los posmodernos alucinados de diversa estirpe.

Carlos Sánchez Lozano, Revista de la Universidad de Antioquia, Nº 268, 2002.

Con todo, la conciencia de lo que se pier-de con la ausencia de Dios atraviesa la obra de Gutiérrez que se ha preocupado en diversos tra-bajos por reflexionar sobre el nihilismo, otro de los temas de Heidegger y de Nietzsche.

Rodrigo Zuleta, Gaceta, Nº 39, 1997.

Page 7: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 5

BABEL.- En su reciente visita a Bogotá, usted fue invitado a un evento académico en homenaje a García Márquez. ¿Quiénes parti-cipaban?

RGG.- Participaban Rosa Beltrán de Méxi-co y Conrado Zuluaga, un critico colombiano. Había una cantidad de gente que hablaba mara-villas sobre García Márquez, pero sin hacer un balance crítico. Pienso que García Márquez es fundamental hasta El General en su laberinto. Lo que sigue después es pura repetición. Ade-más hay que ver su actitud de premio Nóbel que no tiene que ver ni con la literatura ni con la cultura, sino con el folclor colombiano.

BABEL.- ¿Usted en ese coloquio fue a dar una charla sobre qué?

RGG.- Sobre el ensayo en América Latina.BABEL.- ¿Y qué recepción notó?RGG.- Muy buena. Además ha sido muy

interesante darme cuenta de la carencia de co-nocimiento de mucha gente sobre el tema y que esa carencia de conocimiento es fundamental. Por ejemplo verifiqué que para muchas personas

Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, José Enrique Rodó, González Prada —lo esencial de la crítica latinoamericana— son absolutamente desconocidos. Me di cuenta, por otra parte, que eso comprueba mi idea de que la universidad privada colombiana tiene una tarea económica que es beneficiosa para los dueños, pero es una tarea de formación criminal para sus alumnos, porque la ignorancia de lo elemental de nuestra historia que promueve es increíble.

BABEL.- Tenemos la impresión de que el ensayo en América Latina no tiene en la actua-lidad figuras como las que usted cita. ¿El géne-ro ensayístico ha venido en picada en el país?

RGG.- Todo ha venido en picada en Co-lombia. Aquí no hay ensayistas de la dimensión de Pedro Henríquez Ureña o José Luis Rome-ro, excepto por Rafael Humberto Moreno Du-rán que ha escrito muy buenos ensayos —por ejemplo De la barbarie a la imaginación— pero lo demás, por ejemplo, el famoso ensayo de William Ospina sobre Colombia y la franja amarilla es para morirse de vergüenza, porque

“El partido liberal está en crisis permanente”

Diálogo de Rafael Gutiérrez Girardot con Rubén Jaramillo Vélez* Juan Carlos Celis Ospina** y Carlos Sánchez Lozano***

Bogotá, mayo 6 de 1997

* Filósofo, profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia.** Sociólogo, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Antiqouia.*** Docente, crítico literario y editor.

Page 8: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

6 BABEL Julio 2008

es una cosa sentimental, sin conocimiento de la realidad. Es un libro con muchos errores his-tóricos y un ensayo políticamente sectario. No tiene la más ínfima perspectiva de lo que ha su-cedido en Colombia en los últimos cincuenta años porque no aborda el tema de la Violencia desde el papel que cumplieron los partidos po-líticos y la Iglesia.

BABEL.- Parece que William Ospina qui-siera otro Gaitán para Colombia, sin compren-der exactamente lo que significó el pensamiento político de Gaitán y su papel dentro del partido liberal.

RGG.- La resurrección de un Gaitán revo-lucionario es una cosa que me llama la atención porque eso demuestra que no hay conocimiento de lo que significó Gaitán, es decir, vuelven y surgen los mitos de Gaitán. Jorge Eliécer Gai-tán constituye un problema dentro del partido liberal, pero hay que recordar que el partido liberal está en crisis desde 1924 cuando Ola-ya Herrera fue a la conferencia de La Habana, como delegado del gobierno y allí votó explíci-tamente —y él únicamente— para favorecer la intervención de los Estados Unidos en América Latina. Esto es ser liberal colombiano, y esto ha continuado en figuras como Eduardo Santos, Germán Arciniegas, Alberto Lleras Camargo, César Gaviria. Es una mentira: el partido liberal está en crisis permanente.

BABEL.- Es perceptible una laxitud en la reflexión en Colombia sobre los grandes temas nacionales.

RGG.- Lo que me llama la atención en es-tos momentos es que los nadaístas generen toda-vía opinión pública, si desde cuando surgieron en la década del cincuenta ya eran analfabetas. Veo que Jotamario es columnista en El Tiempo y que William Ospina es el guía de todos ellos, lo que significa un empobrecimiento increíble de la cultura colombiana.

BABEL.- Lo notamos cada vez más poli-tizado, profesor Gutiérrez. Al contrario de mu-chos que con la caída del socialismo europeo se despolitizaron, o abiertamente perdieron un ho-rizonte crítico y se volvieron gobiernistas, usted todavía cree en los intelectuales y tiene espe-ranza en ellos. ¿De dónde saca esa esperanza?

RGG.- No hubo caída del socialismo, sino de la versión eslava del socialismo: una versión que se impuso por la carencia de inteligencia de los socialistas y que tuvo amplio eco entre los marxistas de América Latina. Lo mismo que cualquier seguidor de la iglesia católica, los marxistas son seguidores —y luego perse-guidores— de lo que sea. Es evidente que el sistema soviético-eslavo no permitió la diver-gencia y eso lo afectó profundamente. El ejem-plo específico se ve en Alemania donde hubo un fortalecimiento del marxismo heterodoxo y eso enriqueció el debate, así no hubieran podi-do imponerse a causa del nazismo.

Entonces esa caída no es la caída del socia-lismo sino la caída del socialismo soviético, la caída prácticamente de la manera de pensar de Lenin. Naturalmente cuando cae ese modelo, se confunde la caída de los hombres con la caída del sistema o del pensamiento y eso beneficia a una cantidad de personas que no quieren que haya crítica. Cuando cayó el socialismo hubo una cantidad de artículos, especialmente en Francia y Alemania sobre el ocaso de los intelectuales.

En efecto, los intelectuales se habían com-prometido en la izquierda socialista y muchos de ellos tenían el temor de acusar o de criticar al comunismo porque parecía que era una es-pecie de parricidio entre Caín y Abel. Eso fue un fenómeno muy especial, pero el que ahora haya finalizado esa versión de socialismo no significa que se haya acabado la necesidad de la crítica y el cambio.

BABEL.- ¿En cuál socialismo cree usted?

Page 9: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 7

RGG.- No en el socialismo en el sentido socialista soviético, porque el nombre mismo tiene connotaciones que despiertan justas resis-tencias, sino que creo en una redefinición de la izquierda que, con las experiencias que ha teni-do, sepa enfrentar con argumentos muy sólidos y acciones muy bien pensadas —muy bien or-ganizadas— este retroceso fundamental y radi-cal en la historia que es el neoliberalismo, que es un liberalismo anterior al del siglo XIX. El neoliberalismo es la reproducción del darwinis-mo más absurdo.

BABEL.- Neoliberalismo proclamado como salvación, entre otros, por Vargas Llosa y Octavio Paz.

RGG.- Claro, sí, el sarampión latinoame-ricano de Popper. Popper, quien se formó en la filosofía positivista austríaca, ha hecho una propuesta donde se esquivan los problemas y se espera que quien tiene el poder los solucione. Ya desde cuando publicó La sociedad abierta y sus enemigos en los años cuarenta, rescataba a un Platón político, y lo proclamaba como uno de los padres del totalitarismo. Erich Fromm, sin mencionarlo, en un libro criticó esto e hizo una alusión al falso y absurdo y deformado conocimiento de Platón que tenía Popper. No hablemos del Hegel de Popper que es un libro lleno de injurias, nada de argumentos. Y este es el padre del neoliberalismo.

BABEL.- Profesor, volvamos al tema de la crítica en Colombia. Con cierto bombo desme-surado la Casa de Poesía Silva otorgó el pre-mio al “mejor crítico colombiano” a Hernando Valencia Goelkel.

RGG.- Bueno, Hernando Valencia fue compañero de universidad y buenísimo amigo. Él es un buen escritor, buen traductor y tiene muy buen sentido para la calidad en las cosas literarias. Yo creo que el premio es merecido, pero naturalmente es un premio ad hoc, en el

sentido de que él ya está muy enfermo y ha ayudado a las editoriales literarias, tiene mu-chos amigos, fue consejero cultural del expresi-dente Virgilio Barco, etc., y corresponde darle el premio por su aporte. Pero él no fue capaz, no pudo siquiera —porque no podía hacerlo—, dar ejemplo de lo que es la crítica literaria. Él era muy buen reseñador, pero en lo que yo co-nozco de su trabajo, no hizo una cosa en que diga: esto no es bueno, esto no tiene calidad, sino más bien es un crítico muy positivo. Ha hecho descubrimientos que en mi opinión me parecen poco descubrimiento: Andrés Caicedo, por ejemplo. En fin, yo creo que esos son los gajes del oficio de quien está atado a ese círculo cultural de medianía existente en Colombia.

BABEL.- Esta medianía adquirió carta de ciudadanía con el nadaísmo.

RGG.- El nadaísmo fue una reacción con-tra el primer intento que se hizo en Colombia de constituir un entorno literario y cultural de ca-lidad, que fue Mito. Esta reacción fue apoyada por el periódico El Tiempo —todas las babosa-das que escribía Gonzalo Arango eran publica-das por las Lecturas Dominicales de El Tiem-po—. En este contexto no se puede olvidar que lo que se puede llamar la clase dirigente de El Tiempo tiene un interés fundamental en mante-ner el nivel cultural de Colombia a ras de tierra.

Entonces el nadaísmo fue una especie de respuesta semianalfabeta, contra una exigencia del nivel intelectual y por eso fue aprobada por El Tiempo. El nadaísmo no es nada. Si uno lee estos autores comprueba que hay un mínimo de calidad en la obra, en el pensamiento, además de un estilo descortés de integrarse al sistema literario, al agarrar a patadas a todos los escrito-res anteriores sin decir por qué. Todo este anec-dotario haría más bien parte de una especie de sociología de la esquizofrenia colombiana.

BABEL.- ¿Es necesario hacer una inter-

Page 10: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

8 BABEL Julio 2008

pretación crítica del aporte crítico de Sanín Cano y Rafael Maya?

RGG.- Sanín Cano fue un ejemplo de co-nocimiento, de apertura hacia otros mundos, de esfuerzo por aprender lenguas y transmitirlas. Pero hay una cosa que a mí me pone escép-tico frente a Sanín Cano y es su relación con Guillermo Valencia. Él ha dicho sobre Valen-cia cosas que no son aceptables desde ningún punto de vista y que pueden demostrar que su cosmopolitismo era limitado y que podía tener una mentalidad muy municipal.

Es cierto que fue un izquierdista senti-mental y que tuvo que soportar desde la ira de Laureano Gómez hasta las peroratas de Ger-mán Arciniegas, que era de su mismo partido, el liberal. Pero hacia dentro —su visión de la literatura colombiana— es elemental y poco crítica. Letras colombianas, por ejemplo, es un libro desilusionante, una suma de artículos sin ninguna conexión.

A Sanín Cano hay que reconocerle natu-ralmente su actitud rebelde, en ciertos casos, y su afán por divulgar la literatura extranjera en-tre nosotros. Rafael Maya, en cambio, fue una personalidad intelectual ambigua. Tenía una formación más sólida que la de Sanín Cano y hay ensayos suyos sobre Dante, Cervantes, Ca-rrasquilla que muestran un conocimiento y una penetración considerable de esos autores. Sin embargo vienen las dudas cuando se confronta su catolicismo visceral. ¿Cómo es posible esta doble personalidad: su interés en grandes auto-res y sus poemas a Jesucristo? Esto pone en tela de juicio su trabajo literario y exige entender la enorme influencia del catolicismo contrarrefor-mista en los intelectuales colombianos.

BABEL.- Muchos estudiantes manifiestan tener unos maestros en la universidad, que des-pués de cinco años de pregrado, los dejan sin la suficiente preparación.

RGG.- La reforma de Córdoba enseñó que hay que sustituir con esfuerzo propio lo que no nos da la universidad. Yo no veo por qué moti-vo los estudiantes deben aceptar la humillación que les dan los profesores de saber todo a me-dias, o ni siquiera a medias. Me parece clave que tengan la iniciativa de que ellos mismos sustituyan lo que no les da la universidad, que ellos mismos tengan conciencia de que ellos son la universidad y si la universidad no les da lo que ellos piden, que ellos hagan su universidad.

BABEL.- ¿No hay el peligro del autodi-dactismo proclamado peligrosamente por Fer-nando González y Estanislao Zuleta?

RGG.- Hay un peligro relativo en el sen-tido de que se cambia una autoridad por otra. Pero de lo que se trata no es de cambiar una autoridad, sino de crear inteligencias, ideas, proyectos.

BABEL.- ¿Cuál es la tarea del intelectual en medio de las llamadas corrientes de la pos-modernidad?

RGG.- Yo creo que la llamada posmo-dernidad es una especie de acompañante del neoliberalismo. El neoliberalismo es una falsa libertad, una falsa oferta de varias posibilida-des. Los posmodernismos son un acompañante ideológico de un anacronismo que considera no necesitar la inteligencia. Incluso para los filóso-fos posmodernos más radicales los intelectuales no existen, no tienen sentido. Si una tarea del intelectual es la crítica y ya todo es válido por solo existir, ¿entonces, para qué intelectuales? La posmodernidad ha suprimido el pensamien-to. Esto hace más fuerte la necesidad del inte-lectual: su honradez, su sinceridad, su sentido del rigor, el desafío de no dejarse seducir por ninguna de estas modas y cuestionarlas.

BABEL.- Algunos de sus contradictores, profesor Gutiérrez, señalan que en su obra hay un interés exclusivo por lo que se llama cultura

Page 11: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 9

de élite o cultura erudita y que la cultura popu-lar y la nueva cultura electrónica no aparecen en sus trabajos.

RGG.- El problema de la cultura popular es un tema propio de la antropología social. Y de lo que se trata es de no hacer demagogia con esto, y menos, un folclorismo de aficionados. Tengo mucha desconfianza, cuando se habla de la cultura popular, de la literatura oral, porque eso es emocionalmente muy interesante, pero no ha dejado trabajos serios que se destaquen y no se puede echar por el suelo, de la noche a la mañana, la falsamente llamada cultura de élite porque esta ha sido una cultura que ha sido constituida desde la Revolución francesa. In-cluso me parece muy curioso que en medio de la apología de la cultura oral y la cultura popu-lar no letrada, un tipo como Foucault escriba un libro para decir que el libro no tiene función. ¿Entonces para qué escribe el libro? Ahora, la cuestión de la tecnología apenas se ha tratado en Colombia desde un punto de vista filosófico. Esto exige la intermediación, la colaboración del pensamiento entre las ciencias naturales —que es estrictamente el de la técnica— y el pensamiento de las ciencias humanas que es la filosofía. Ha habido una separación, pero para superar esa separación es necesario que las dos ciencias se vayan abriendo a la incorporación y al diálogo entre sus conceptos.

BABEL.- Pero es evidente que en Colom-bia persiste el peso de la cultura oral. Pode-mos mirar, por ejemplo, el tema de la literatura oral, la de folletín, la de las telenovelas. Hay una gran literatura trivial o pseudoliteratura que no ha sido objeto de estudio sistemático. Los historiadores sociales no han encontrado un problema ahí.

RGG.- No solo es un problema para los historiadores, sino para los sociólogos y, sobre todo, para los sociólogos de la literatura, por-

que la literatura trivial, que es una literatura, ya no cabe entre la historia literaria sino como una especie de repetición de tópicos. Pero ya desde el punto de vista de la sociología es excepcio-nalmente importante porque es la expresión de dos cosas: cómo se manipulan los sentimientos populares y cómo los sentimientos se materiali-zan en literatura a través de la novela rosa.

Yo he sugerido que es necesario superar la sociología de Fals Borda, por ejemplo, para de-dicarse a hacer un análisis de contenido de la prensa colombiana escrita y de los noticieros, para saber cómo esta prensa ha manipulado, dirigido y pervertido la realidad colombiana. Estas son tareas básicas de una sociología de la cultura.

BABEL.- ¿Cómo explica la fuerte influen-cia de Habermas en los currículos de ciencias sociales de la universidad latinoamericana?

RGG.- Como todo pensamiento extranje-ro que no ha sido mediado, criticado, se reci-bió como moda. No se ha tenido en cuenta, por ejemplo, el contexto eminentemente político alemán de la obra de Habermas. El lenguaje —en Conocimiento e interés, por citar un título traducido al español— es aprendido de Adorno, que es un lenguaje críptico. Su obra es de gran dificultad de lectura en alemán y no me imagino cómo ha sido traducido al español (lo habrán hecho saltando frases, o recomponiéndolas, y no se sabe hasta qué punto corresponderá a lo que dice literalmente). De manera que se ha re-cibido un Habermas de tercera mano cuyo pres-tigio consiste solamente en que fue de izquierda y ahora revive problemas planteados por Hei-degger —a quien atacó explícitamente— y lo hace desde la perspectiva de la filosofía analí-tica inglesa. El problema de Habermas es el de la obsesión del alemán que después del nacio-nalsocialismo se enfrenta con una restauración todavía no resuelta.

Page 12: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

10 BABEL Julio 2008

BABEL.- ¿Qué significado tiene la unifi-cación alemana?

RGG.- Después de la guerra los alemanes no tenían la capacidad de decir “soy alemán” porque ser alemán significaba ser nazi. Después con la segregación de la Alemania comunista imperó un fuerte movimiento —emotivo, neo-nazi— proveniente de la democracia cristiana que proclamaba la urgencia de reunir a las dos Alemanias. Todo esto, en mi opinión, no ha sido más que una especie de intimidación camaleó-nica de origen fascista.

BABEL.- Nos gustaría que nos diera deta-lles de su biografía y de su historia familiar.

RGG.- Yo tuve la infancia más bella que puede tener una persona, que fue el hecho de que como huérfano de padre, mi abuelo materno se hizo cargo de mí y me dedicó las veinticuatro horas del día. Entonces él me enseñó en Boya-cá a leer, a montar a caballo, los nombres de las piedras, de las plantas, me enseñó a pensar racionalmente, me protegió y me enseñó a que me protegiera por mí mismo. Ese es el capítulo más bello de mi vida. Con esos logros estaba en capacidad de aportar cualquier cosa. Estudié primaria en el Liceo Cervantes y bachillerato en La Salle, derecho en El Rosario y filosofía en el Instituto de Filosofía de la Universidad Nacio-nal. Estaba siempre interesadísimo en estudiar. En nuestro grupo de estudio había un gran afán por leer, de saber qué pasaba en otras partes, de liberarse de este ghetto colombiano.

BABEL.- Cuéntenos dónde estaba usted el 9 de abril de 1948.

RGG.- Yo estaba en el Café del Gato Ne-gro a las 2 de la tarde, en la carrera 7ª entre 14 y 15. Al frente quedaba la oficina de Gaitán y yo estaba tomando café y me preparaba para tomar el autobús e ir a la ciudad universitaria cuando de pronto se oyeron unos tiros y alguien dijo: “Mataron a Gaitán”. Aunque nadie lo creía,

era cierto. Cuando salí a tomar un transporte venían ya por la carrera séptima una multitud de liberales enfurecidos en una manifestación como nunca he visto otra, para protestar contra la muerte de Gaitán. Yo tenía la intención de pa-sar por el lado cuando de pronto me encuentro con un compañero de bachillerato —no lo olvi-daré jamás— que era liberal sectario, me coge de las solapas y me dice: “usted mató a Gaitán, godo hijueputa” y se forma alrededor un grupo de iracundos gaitanistas que querían matarme. Yo por puro milagro, como era pequeño, logré agacharme y escaparme hacia el Hotel Regina. En ese momento empezó a llover torrencial-mente y yo dije: “me voy de Colombia como sea”. Y me fui. Tuve un mes prácticamente de aislamiento, en medio del toque de queda, en casas de amigos.

BABEL.- ¿Cuáles fueron sus amistades en la universidad?

RGG.- Como estudiante de derecho me re-lacioné con algunos estudiantes que tenían pre-tensiones literarias como Marco Fidel Chávez y Carlos Torres de León, que no trascendieron. Otros conocidos que tuve fueron Cornelio Re-yes, que fue ministro, Eduardo Pote y amigos en la Nacional como Hernando Valencia Goelkel, Cecilia Dupuy, Pablo Casas. En esa época Bo-gotá era pequeña, se facilitaba la sociabilidad estudiantil porque nos reuníamos en cafés. En el centro de vez en cuando nos emborrachába-mos en alguna parte, en la 22, llevábamos una vida un poco bohemia.

BABEL.- ¿Nunca se cruzó con García Márquez?

RGG.- Nunca. Sabía de él por un amigo conjunto, Ernesto, que era estudiante de dere-cho. Él tenía mucha amistad con García Már-quez que en aquella época era cronista de cosas penales. Pero nunca llegué a conocerlo, ni si-quiera a Álvaro Mutis que también merodeaba

Page 13: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 11

por ahí. En cambio sí conocí a Fernando Charry Lara, a Fernando Arbeláez, a Arnoldo Palacios. Nos veíamos en el Café Automático, que estaba a unos pasos de la Universidad del Rosario.

BABEL.- Usted escribió en los años cua-renta en la revista Bolívar. ¿Quiénes impulsa-ban esa revista?

RGG.- Yo escribí en la revista Bolívar gra-cias a Rafael Maya que me eligió. Él tuvo esa deferencia conmigo. Maya era una persona ás-pera en el trato, pero muy generosa. También estuve cercano a la Revista de Indias y luego dirigí la revista del Rosario.

BABEL.- ¿Cómo fue su relación en la época de estudiantes universitarios con Danilo Cruz Vélez y Rafael Carrillo?

RGG.- Fue una relación muy cordial, enri-quecedora, sin arrogancias por parte de nadie. Fue una relación de pasión por el estudio.

BABEL.- ¿Cuál fue el primer libro que leyó en alemán?

RGG.- La Filosofía europea contemporá-nea. Aquí comencé a descifrarlo. Cuando esta-ba en España seguí descifrándolo.

BABEL.- Recientemente ha publicado un libro sobre tres grandes poetas alemanas, Mo-riré callando. ¿Qué significó el expresionismo para Alemania?

RGG.- El expresionismo fue una reacción en las primeras dos décadas del siglo XX contra lo caduco. Hay muchas expresiones de esa épo-ca, como las novelas de Döblin, pero el expre-sionismo fue un movimiento con mucho eco en la poesía, la música, la pintura. Está Gottfried Benn, que era un escritor que presentaba en ma-teria poética la sordidez de las clínicas después de la Primera Guerra Mundial, la morgue, los prostíbulos. Había una gran desilusión, un es-cepticismo impresionante, con una poesía muy musical. Luego estaba una de las jóvenes ex-presionistas, Else Lasker-Schüler, que era una

poeta exuberante, muy vital, arbitraria, pero con una gran musicalidad y una gran belleza en sus imágenes. Entre los expresionistas estaba Jakob van Hoddis, quien inauguró el movimiento y a quien se debe el nombre. Era judío y murió loco. Era humorista, muy sarcástico y escribió un poema fundamental que se llama “Fin del mundo”, que es el fin de la burguesía. También hay otro expresionista, Ernst Stadler, que re-presenta un lado positivo del expresionismo, el lado de esperanza de salir a un mundo nuevo. El expresionismo tuvo una gran importancia como momento de esperanza en una Alemania no nacionalista, porque la mayoría de los expre-sionistas eran judíos. Cuando vino el nacional-socialismo quemaron todo el expresionismo.

BABEL.- ¿Por qué usted, por ejemplo, no se ha interesado por otras vanguardias como el surrealismo?

RGG.- Sí me han interesado, pero el caso es que las vanguardias europeas, como el su-rrealismo, son subsidiarias del expresionismo porque éste es mucho más amplio en materia de fundamento psicológico y filosófico. En cambio el surrealismo y otras vanguardias europeas son subsidiarias, adoptaron solamente partes, prin-cipalmente el gesto. En cambio el expresionis-mo alemán está lleno de problemas filosóficos y sociales que no tuvo ninguna otra vanguardia.

BABEL.- ¿Y sobre las vanguardias lati-noamericanas?

RGG.- Me acojo a la crítica que les hizo Borges. En su mayoría hubo un pathos gestual, pero la protesta literariamente es cuestionable.

BABEL.- ¿Conoce el libro de un profesor de Yale, Harold Bloom, titulado El canon oc-cidental? Se lo preguntamos porque se percibe como una reacción conservadora a la disolu-ción de lo que se considera “la gran literatura”.

RGG.- El problema de El canon de Bloom es un problema interno de los Estados Unidos,

Page 14: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

12 BABEL Julio 2008

porque allí hay una cantidad de minorías —los puertorriqueños, los coreanos, los latinoame-ricanos, las mujeres, los homosexuales, etc.— que no encuentran eco expresivo en los currí-culos universitarios. Lo que pasa, entonces, es que se presenta una absurda atomización en los estudios literarios cuando se crean materias y especializaciones que hacen perder la visión de conjunto, de totalidad de la literatura nacional y mundial. Se suprime un curso de Sófocles para dar uno sobre literatura puertorriqueña del si-glo XVIII. Inclusive se llega al extremo de que cuando se estudia la Revolución Mexicana, pri-mero se hace un curso sobre la rebelión en So-nora para no disgustar a los sonorenses.

BABEL.- ¿Pero usted se resiste a hacer un canon latinoamericano?

RGG.- La literatura, independientemente de que haya sido escrita por hombres, mujeres, ricos o pobres, heterosexuales y homosexuales, es buena o mala literatura. Yo insisto en que hay una tradición intelectual latinoamericana que no puede ser desconocida bajo el riesgo de perder una configuración que nos enriquece y que indica cuál es el aporte latinoamericano a la cultura universal. Me parece, por ejemplo, que se debe leer a Alfonso Reyes, porque inaugura una actitud cosmopolita, pero también mexica-na e hispánica. No es un rastacuero. Es un gran prosista, un expositor de una claridad diáfana y en sus obras hay la exposición de un inmenso saber. Quien lo lee, aprende a exponer clara-mente y a valorar la literatura de calidad.

BABEL.- ¿Cómo fue su relación con el grupo de Mito?

Fue una relación de amistad, en especial con Jorge Gaitán Durán, que se formó de manera casual. Es lo que se llama afinidades electivas.

BABEL.- En efecto, usted reseñó la apari-ción de la obra completa de Nietzsche en Mito. Y hace poco ha escrito el prólogo para El Anti-

cristiano que publicó Editorial Panamericana. ¿Cuál es su apreciación sobre la recepción de Nietzsche en Colombia?

RGG.- Nietzsche ha sido víctima de una cantidad de trivializaciones y tergiversaciones en América Latina y sobre todo en Colombia, empezando por el Nietzsche fascista que se inventa Guillermo Valencia hasta el Nietzsche paisa de Fernando González. Aparte de ser mal traducido ha sufrido la conformación de mitos (el del superhombre, el del ateo anarquista), completamente ajenos a su obra. En este pró-logo he querido mostrar que ese Anticristo per-tenece a un contexto muy amplio de desarrollo del cristianismo. Es una toma de conciencia de Nietzsche de la situación religiosa y de la teo-logía cristiana, cuya polémica no es barata, sino que la plantea como problema y se pregunta por qué ha llegado a ser la religión con más fuerza en Occidente.

BABEL.- Otro autor que usted referencia frecuentemente es Ernst Bloch. Hoy que están en crisis las utopías, ¿cómo percibe que su pen-samiento tenga tanto eco entre los jesuitas, por ejemplo?

RGG.- Bloch es un problema porque no hay un Bloch sino dos: el Bloch de la Repú-blica Democrática que en sus obras pone citas de Stalin, y el Bloch de la República Federal que borró todas las citas de Stalin. Él desarrolló una antropología filosófica que era en el fondo una mezcla de filosofía y teología, un misticis-mo utópico que tiene que atraer a los jesuitas. La intención poética de su filosofía tuvo su mo-mento, pero hoy puede parecer anacrónica.

BABEL.- En crisis la filosofía marxista, da la impresión de que resucitará un Nietzsche vitalista. En algunos manifiestos ecologistas, homosexuales, o de la antigua izquierda se le cita frecuentemente.

RGG.- El problema con los marxistas orto-

Page 15: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 13

doxos —ahora ex marxistas— es que siempre necesitan un catecismo, necesitan dogmas. Y cuando finalizan unos dogmas, requieren otros. Pero la filosofía no puede dar respuesta a esta situación porque ningún filósofo puede ser ca-tequista, pues es tarea del filósofo precisamente fortalecer y despertar la individualidad y el jui-cio personal, en el que cada uno es responsable de lo que piensa y piensa por sí mismo.

BABEL.- Toda esta crisis de identidad personal y política ha sido hábilmente aprove-chada por las llamadas “filosofías orientales”, la nueva era, el yoga, el misticismo. Esta vuelta a lo teológico, ¿significa un reto para filosofía tradicional?

RGG.- No, reto no es. Aquí no se trata de responder preguntas sino de hacer negocio con las crisis personales. Vieja conducta heredada de la casa grande, la gente no responde de ma-nera ilustrada por sí misma. Es otro yo el que actúa. Las respuestas a problemas individua-les solamente las puede dar la persona, para lo que naturalmente tiene que enriquecerse inte-lectualmente y no esperar que le digan: “haga esto y esto no”. Es claro que un tercero no se puede poner en la situación íntima de una per-sona para darle consejos. Entiendo que esto, en América Latina, es parte de esa mentalidad ca-tequista que ha impuesto el catolicismo contra-rreformista. Y lo mismo sucede con las ideas y las posiciones políticas. Muerto, en apariencia, el marxismo, pasémonos a Habermas. Luego desertemos a Foucault o al gurú mediático de moda. Por eso insisto en que la literatura puede ayudar a entender mucho de lo que las ciencias sociales no responden.

BABEL.- Una de las respuestas que causó más estupor cuando fue leída en la entrevista que usted dio El Magazín de El Espectador hace unos años fue la relacionada con los violentólo-gos. La violencia en Colombia ha aumentado, ha

adquirido matices aún más trágicos y algunos de los violentólogos son consultores de diver-sas entidades del Estado. ¿Qué representa eso?

RGG.- Eso representa una especie de con-ciencia de que la violencia es una parte sustan-cial de la mentalidad colombiana. La gente se ha acostumbrado a la violencia y no se pregunta por sus causas porque no conviene hacerlo. Un análisis sociológico de la violencia, por ejem-plo, llevaría a preguntarse por el papel que les corresponde a la Iglesia y a las instituciones eclesiásticas como la Universidad Javeriana o la Bolivariana, entre otras, al crear una menta-lidad de segregación social y clasismo. Solo las élites y cierta clase media acomodada pueden acceder a ellas. Para el resto queda la frustra-ción, que no la Universidad Nacional o las uni-versidades públicas, porque éstas ya no ofrecen becas para los estudiantes de provincia o para los más pobres en las grandes capitales pueden tener la ilusión de ingresar a estudiar.

Esta seudoaristrocracia colombiana gene-ra violencia desde la escuela básica primaria, al clasificar educativamente las clases sociales: los ricos estudian en colegios de estratos altos; los pobres en la escuela pública o en colegios privados de pésima calidad. Allí está el sustrato de la violencia colombiana. Se está creando en la sociedad desde el principio una actitud de ri-validad, no de solidaridad, y eso se acentúa en la universidad: los de la Javeriana tienen mejor puesto que los de la Nacional, los del Externado son los que tienen seguro la magistratura.

Esa tensión tiene que explotar de algún modo. La violencia contemporánea en Colom-bia comenzó en 1919 cuando la iglesia decía que los liberales eran el demonio. Entonces ya se creó una especie de teologización de los par-tidos en aquella época. Ahora es una cuestión de aristocratización falsa de las clases sociales. La división de las clases sociales en Colombia

Page 16: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

14 BABEL Julio 2008

es radical, sigue siendo muy fuerte.BABEL.- La desaparición del departamen-

to de hispanística de la Universidad de Bonn después de su retiro, ¿no significa una derrota para los estudios latinoamericanos?

RGG.- Sí, es una derrota que no es la mía, sino es una derrota continental que tiene que ver con el desinterés demostrado por las emba-jadas latinoamericanas en Europa de exigir que América Latina sea objeto de análisis académi-co. Las embajadas latinoamericanas no apoyan económicamente estos programas, ni están pre-sentes en nada. Están presentes en los cocteles.

BABEL.- Óscar Torres ha hecho una vo-lumen antológico sobre el ensayo en Colom-bia para una colección de la Presidencia de la República, que es problemática porque incluso cita a Bolívar como ensayista y remonta los orígenes del ensayo al siglo XIX.

RGG.- No es fácil definir al ensayo ni de-terminar la fecha moderna de su nacimiento. El ensayo comenzó a florecer cuando el romanti-cismo postuló en el siglo XVIII y practicó la carencia o el fin de los géneros literarios. En-tonces definir qué es poesía lírica, qué es en-sayo, qué es drama, plantea problemas mucho más graves que los que planteaba la poética normativa que decía el ensayo es esto. El en-sayo nació en América Latina en condiciones muy diferentes a las europeas, aunque tenía las suscitaciones naturales de Europa. El pri-mer ensayo fundamental en América Latina es Facundo de Domingo Faustino Sarmiento que

planteó problemas a los críticos literarios por-que decían: ¿esto es sociología, es geografía, es política? Facundo es todo eso y por su nivel experimental genera dudas. Pero es claro que el ensayo no es periodismo, ni un modo de expre-sar las vanidades personales a lo Octavio Paz en El arco y la lira, ni un ejercicio de narcisismo poético subjetivo a lo William Ospina donde hay un especial gusto por citarse a sí mismo. El ensayo es un instrumento crítico, polémico, para la difusión de problemas e ideas.

BABEL.- ¿En qué está trabajando usted actualmente?

RGG.- Estoy preparando un libro sobre li-teratura alemana con ensayos sobre varios au-tores que no se conocen bien acá: Lichtenberg, Lenz, Stadler, Benn y Celan.*

1. Se refiere a Entre la Ilustración y el expresionismo, publicado por el FCE en 2004. El 27 de mayo de 2005 fallecería Gutiérrez Girardot en Bonn.

Page 17: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 15

No pretendemos en esta nota valorar la obra de Rafael Gutiérrez Girardot, porque su diver-sidad, cantidad y calidad exigen de estudios copiosos, profundos e interdisciplinarios que ojalá se produzcan rápidamente, teniendo ahora como incentivo su reciente desaparición física, ocurrida en Alemania (Bonn, mayo 27), estudios que no se han hecho en su patria, hasta donde llegan nuestras noticias, por razones que vere-mos en este recordatorio. Sólo tenemos en torno a la producción cultural de Gutiérrez Girardot unos breves ensayos, honras vernáculas a raíz de su fa llecimiento, homenajes foráneos y polé-micas orales sobre su obra de orden laudatorio o difamatorio, características de nuestro medio.

Aquí, pues, vamos a dar un perfil ligero de la existencia humana y el pensamiento multi-facético de Rafael Gutiérrez Girardot. Por el lado materno su estirpe tuvo sangre libertaria, procedente del heroico joven antioqueño Ata-nasio Girardot, muerto en la batalla de Bárbula, en Venezuela, el 30 de septiembre de 1813; por este motivo histórico, a su tataranieto Rafael lo

apodaban cariñosamente “Barbulita”. También Gutiérrez Girardot fue víctima de nuestra terri-ble “violencia” que, desde hace mucho tiem-po, agobia a Colombia. Su padre, un dirigente conservador de Boyacá, murió asesinado en el año de 1932, cuando Rafael iba a cumplir cinco años, quedando al cuidado de su abuelo Juan de Dios Girardot, a quien dedicó su libro Horas de estudio, calificándolo como “mi camarada”, “mi maestro”, persona que influyó mucho en su espíritu de luchador intelec tual.

Los estudios de bachillerato los realizó en el Colegio La Salle, convertido posteriormente en universidad. Los estudios superiores los hizo en la Universidad del Rosario (jurisprudencia 1946-1949), y en esos mismos años en la Uni-versidad Nacional, filosofía, cuya facultad es-taba re cién fundada, siendo sus maestros pre-feridos, Rafael Carrillo Luquez y Danilo Cruz Vélez, ambos formados en universidades ale-manas, quienes según Gutiérrez Girardot “inau-guraron la filosofía moderna en Colombia”.1 Al comenzar la década del cincuenta del siglo

Rafael Gutiérrez Girardot: un heterodoxo comprometido*

Hernán A. Ortiz Rivas**

* Tomado de Páginas de filosofía jurídica, Bogotá, Grupo Editorial Ibáñez, 2005.** Abogado, profesor de Filosofía del Derecho en distintas universidades del país.1. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica: imágenes y perspectivas, Bogotá, Temis, 1989, p. 308.

Page 18: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

16 BABEL Julio 2008

pasado viajó a España a seguir sus estudios en Madrid, bajo la orientación de Xavier de Zubiri y los de sociología en el Instituto de Estudios Políticos. Luego se dirigió a Friburgo de Bris-govia, Alemania, donde asistió a varios semina-rios de Heidegger y obtuvo su doctorado bajo la dirección de Hugo Friedrich y al mismo tiempo continuó sus estudios de filosofía e hispanística. Estas ciencias junto con la historia, la literatura, la crítica literaria, los idiomas antiguos y mo-dernos fueron sus principales herramientas de traba jo. A diferencia de lo sucedido con muchos intelectuales colombianos de su tiempo, cuya formación era autodidacta, Gutiérrez Girardot, estuvo mu chos años en universidades naciona-les y extranjeras dedicado al estudio del dere-cho, la filosofía, la sociología, la literatura, las lenguas, co mo alumno muy aventajado y con un enorme entusiasmo por el conocimiento cientí-fico. En la época de sus estudios universitarios en Colombia, Gutiérrez Girardot compartía el ambiente estudiantil con Camilo Torres Res-trepo y Gabriel García Márquez, tres hombres que, desde actitudes, luchas, ideologías y crea-tividades distintas han pasado a formar parte de la historia universal. Por razones que no vienen al caso tratar, sin ser nada satisfactorias, Gutié-rrez Girardot mantuvo una posición equivocada y dura contra nuestro inmortal combatiente po-pular Camilo Torres Restrepo.

Durante casi una década tuvo cargos diplo-máticos en Alemania representando al gobierno colombiano, tiempo que aprovechó para en-grandecer su misión tanto en el orden cultural como en el plenipotenciario. No heredó de su padre la pasión partidaria, salvo en su juventud cuando en compañía de otros amigos fundaron un movimiento político llamado Revolución Nacional de inspiración reaccionaria. Al final de su vida hizo una bella declaración política citando una conocida frase de Cicerón en uno de sus discur sos ante el senado: “¿Hasta cuándo

abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?”, para adherir a la candidatura presidencial de Carlos Gaviria Díaz de Alternativa Democrática de orientación izquierdista. Allí Gutiérrez Girardot exhorta a la juventud a apoyar esa candidatura para divisar “su noble futuro” frente a la “des-trucción del Estado democrático, la agudización de los conflictos sociales, el derrumbamiento de la soberanía nacio nal, bajo el manto de la seguridad militar que no puede convertirse en el estado permanente y que va abriendo cami-no a una dictadura”,2 conceptos premonitorios de gran actualidad. Sorprende esta solidaridad de Gutiérrez Girardot, porque no era amigo de tomar partido, aunque su posición política siempre estuvo a la izquierda después de su ju-ventud conservadora. Sin embargo, tal sorpresa decrece cuando enjuicia al gobierno de Uribe Vélez, autoritario, proimperialista, de derecha, por lo cual, tenía el deber de dar ejemplo con su valiosa adhesión política, especialmente a la ju-ventud de su patria. La verdadera pasión de Gu-tiérrez Girardot no fue la actividad partidaria, sino su quehacer intelectual, su condición de es tudiante y maestro, su hábitat estuvo rodeado de libros y campus universitarios, allí tenía su auténtico territorio vital, donde pasó la mayor par te de su vida, desde la adolescencia hasta su fallecimiento, consagrado a labores pedagógi-cas fundadas en la infatigable lectura y en su oficio de escritor manteniendo “siempre la an-torcha encendida”, como aconsejaba Alfonso Reyes, su compadre.

Acabamos de destacar la condición de es-tudiante universitario de Gutiérrez Girardot, en múltiples ciencias, condición que nunca des-apareció de su vida; pero, cabe realzar que, a la vez, fue maestro de muchas casas de estudios de Colombia, España, Alemania, Suecia, Esta-dos Unidos, donde profesó cátedras de filoso-fía, literatura, historia, crítica literaria, filosofía del derecho e hispanística. La Universidad de

2. Carlos Gaviria Díaz, “Bases programáticas”, Alternativa Democrática, Bogotá, 2004, p. 25.

Page 19: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 17

¿Hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra pacien-cia? Con esta famosa frase de Cicerón se puede ca-racterizar el talante actual de la sociedad colom-biana. ¿Hasta cuándo seguirá la destrucción del estado democrático, la agudización de los conflic-tos sociales, el derrumbamiento de la soberanía nacional, bajo el manto de la seguridad militar que no puede convertirse en el estado permanente y que abriendo el camino a la dictadura? La esperanza de que se reedifique democrática y socialmente el amo-dorrado país se fundamenta en la candidatura de Carlos Gaviria Díaz a la presidencia de Colombia desde 2006.

Carlos Gaviria Díaz es un sereno hombre de Estado, ejemplar jurista, humanista, cuya figura ha dado un nuevo valor y brillo al nombre de patriota, desgas-tado por tanto Catilina anterior. Hay que esperar que la juventud colombiana se decida a apoyar su candidatura, es decir, a divisar su más noble futuro.

Bonn, Alemania, lo de claró profesor emérito; otras universidades colombianas e iberoameri-canas le concedieron grados honoríficos. Tuvo el honor de reemplazar a Borges como profesor en el Instituto Iberoamericano de Gotemburgo. A propósito de Borges conviene recordar lo que dijo de Gutiérrez Girardot, que era su “protec-tor”, su “descubridor” en Europa. En definiti-va, repetimos que el ambiente natural, tal vez, uno de los más importantes en la vida de Rafael Gutiérrez Girardot se ubicaba en la universidad, sin llegar a decir, como Moreno-Durán, que constituyó la “única patria” del maestro, puesto que él amaba a Colombia y a Hispanoamérica por encima de los centros culturales, a los cua-les consagró muchos trabajos de gran afecto y profundidad, siem pre que fuesen oficiales, pú-blicos, estatales, porque a los privados los con-sideraba negocios productivos, enriquecimien-tos ilícitos, de marcada orientación confesional, al servicio de élites. Para Gutiérrez Girardot, la universidad privada es una empresa particular sometida a la ley de la oferta y la demanda, no un establecimiento formativo, sino una escuela con pretensión académica que revela el subde-sarrollo, donde a veces las “nuevas corrientes

son como los escapularios”. “La universidad privada es una contradictio in adjecto”, que no fomenta la ciencia, sino la “des treza”, la tecno-logía, la técnica, el “particularismo”. A la uni-versidad se la llama alma mater, y puede llegar a ser, “la madre de la paz, de la democracia, de la justicia”. Para Gutiérrez Girardot, la “univer-sidad y el dogma se excluyen” y las casas de estudio particulares contienen en la mayoría de los casos la fe, la religión, la doctrina teológica.3

La obra de Gutiérrez Girardot, como bien se sabe, es extensa y polifacética, tanto la es-crita como la pedagógica de naturaleza oral, obra publicada en varios idiomas, por dife-rentes casas editoriales, revistas, periódicos, reportajes, videos; dedicada a temas y proble-mas filosóficos, literarios, históricos, jurídicos, filológicos, pedagógicos. No podemos seguir de manera detallada y cronológica la obra es-crita de Gutiérrez Girardot, labor que ha sido emprendida por pocos investigadores, sin que la bibliografía acopiada tenga naturaleza ex-haustiva, máxime cuando debió dejar muchos trabajos inéditos. Por nuestra parte, vamos a recordar que Gutiérrez Girardot, a partir de su juventud colaboró en muchas revistas, entre las cuales citamos: Colegio del Rosario, Bolívar, Ideas y Valores, Razón y Fábula, Mito, Ale-ph, Cuadernos Americanos, Quimera, Ínsula, Sur, Índice, Eco, Die Zeit, Merkur, Camp de l’Arpa; en periódicos tales como El Tiempo, El Espectador, El Siglo, La Nación, El País, El Universal, El Heraldo, Excelsior, Der Spie-gel. Tradujo del alemán a Heidegger, Hölder-lin, Nietzsche, Hugo Friedrich, Gottfried Benn, Georg Büchner, Hans Albert, Benjamín, Ador-no, Horkheimer, Judith Janoska-Bendl. Por su valioso trabajo intelectual mereció muchos re-conocimientos, la mayoría de ellos ex tranjeros, como el premio Internacional Alfonso Reyes, concedido en México en 2002, premio que también recibieron personalidades de la talla de

3. Rafael Gutiérrez Girardot, op. cit., pp. 252 ss.

Extracto de la carta de adhesión a la candidatura presidencial de Carlos Gaviría Díaz, en 2005.

Page 20: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

18 BABEL Julio 2008

Borges, Malraux, Carpentier, Fuentes, Bloom. Antes se le había entregado la Orden Isabel La Católica del Reino de España. Dentro de su abundante obra escrita, mencionamos algunos títulos: La imagen de América en Alfonso Re-yes, 1955; En torno a la literatura alemana, 1959; Jorge Luis Borges: ensayo de una inter-pretación, 1959; Nietzsche y la filosofía clási-ca, 1966; El fin de la filosofía y otros ensayos, 1968, Poesías y prosas de Antonio Machado, 1969; Horas de Estudio, 1976; Modernismo, 1983; Machado: reflexión y poesía, 1983; His-panoamérica: imágenes y perspectivas, 1989; Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana, 1989; La forma-ción del intelectual hispanoamericano en el si-glo XIX, 1990; Provocaciones, 1992; Insisten-cias, 1994; Cuestiones, 1994; Moriré callando: Estudio sobre tres poetas judías, 1996; Entre la ilustración y el expresionismo, figuras de la literatura alemana, 2004; Heterodoxias, 2004.

¿Cómo abarcar en una breve nota la obra escrita de Gutiérrez Girardot, tan amplia y po-lifacética? Repetimos que tal tarea sólo pue-de realizar se con un estudio detallado e in-terdisciplinario, que no se ha producido hasta el momento. Por nuestra parte, en la presente nota necrológica, como dijimos atrás, que-remos rendir un modesto homenaje a uno de los maestros de América, de manera muy es-quemática, destacando las piezas sustancia-les de su obra, excluyendo los comentarios a su valiosa labor de traducción iniciada a partir de su juventud, de textos literarios, fi-losóficos, ju rídicos, históricos o filológicos.

Empezamos por señalar que toda la obra de Gutiérrez Girardot está fundamentada en la crí-tica, entendida en el sentido kantiano, donde no se escapa de su acerada pluma ni la “santidad” de la religión ni la “majestad” del derecho; crí-

tica que presupone “mayoría de edad” de los humanos, el desencantamiento del mundo y el mantener una posición erguida. Todos los estu-dios filosóficos, literarios, jurídicos, filológicos, sociológicos e históricos de Gutiérrez Girardot pasan por las “armas de la crítica del cielo y de la tierra”4 como diría el joven Marx. La crítica como herramienta de trabajo en Gutiérrez Girar-dot es muestra de un pensamiento profundo, he-redero fiel de la modernidad burguesa, no es la simple crítica de libros, de sistemas filo sóficos o de corrientes literarias, sino la crítica kantiana producto de la “facultad de la razón en gene-ral, con referencia a todos los conocimientos a los que se puede aspirar”. Se trata de la “críti-ca como elemen to y principio del saber y de su permanente renovación”, como dijo Gutiérrez Girardot en un importante ensayo dedicado a la “crítica y su carencia en las Españas”.

La crítica utilizada por Gutiérrez Girar-dot en su obra trae inevitable mente vinculada la polémica, comprendida en su origen griego, como “refe rente a la guerra” o como espacio fortificado. En Gutiérrez Girardot la polémica no hace concesiones, no se detiene ante per-sonas, instituciones, ideologías, partidos po-líticos o momentos históricos. Para Gutiérrez Girardot, la crítica y la polémica, procedentes de su gran formación filosófica, son poderosas “armas” para evitar el dogmatismo, la parciali-dad, el subjetivismo, e impulsar el conocimien-to democrático y científico. Forta lecido con la crítica y la polémica Gutiérrez Girardot comba-te duramente las ideas, sistemas, pensamientos, modas culturales, artes, costumbres, ideologías, impuestas por los grupos dominantes, desde arriba; pero, al mismo tiempo realza los valo-res auténticos de la intelectualidad occiden tal con mayor énfasis en el sector iberoamericano. Por esto, muchos poetas, literatos, novelistas,

4. Carlos Marx, “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, en: Escritos de juventud, Trad. W. Roces, México, FCE, 1982, pp. 491 ss.

Page 21: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 19

historiadores, juristas, filósofos, filólogos, so-ciólogos y críticos literarios, fueron objeto de polémicas porfiadas, al paso que otros hombres y mujeres pertenecientes al mundo de las letras o la ciencia recibieron bastantes encomios. Tie-ne razón Moreno-Durán cuando escribe que el maestro es “enemigo de todas las castas y ex-comulgado por las ortodoxias, Gutiérrez logró sobrevivir gracias a que a su pluma la asistió la razón y un propósito indeclinable: al comba-tir las ortodoxias no pretende demolerlas para construir otras en su lugar”.5 A la anterior afir-mación cabe agregar que la crítica y la polémica de Gutiérrez Girardot se dirigen a la simulación de la cultura, a la mediocridad intelectual, a las novedades culturales del mercado, a los esca-pularios espirituales, a la sabidu ría parroquial, a la educación empresarial, al enriquecimiento ilícito de las universidades privadas y a la lite-ratura veredal; en el caso concreto de nuestra patria Gutiérrez Girardot siempre tuvo sus ar-mas críticas dirigi das a la “envenenada Colom-bia”, a la “Colombia engañada”, a la “aneste-siada Colombia” regida por una “santanderina República” seducida por la “demononarquía de la Casa Santa” y el “Reino de la Repúbli-ca de la Esclavolombia”.6 No sobra explicitar que Gutiérrez Girardot se refiere a la Colom bia gobernada desde tiempos inmemoriales, por las

clases dominantes que tienen bajo control todos los aparatos del Estado y la sociedad.

La actitud crítica y polémica de Gutiérrez Girardot le trajo en muchas partes, especial-mente en su patria, grandes sinsabores produc-to de la en vidia heredada de España, que Una-muno denominaba “el mal nacional”. No es raro encontrar calificativos denigrantes contra Gutiérrez Girardot, al estilo de “profesor ale-mán nacido en Boyacá”, “cachaco germano”, “boyacense europeizado”, “arrogante, autosu-ficiente”, “filósofo desquiciado”, denigraciones que no empañan su figura humana e intelectual, por ser frívolas, vacías, alejadas de la realidad cultural. Gutiérrez Girardot veneraba a su patria hispanoamericana en proporción mayor que a otros valores e instituciones, como dijimos an-tes al referirnos a su concepto de universidad. Sobre su supuesto europeísmo germánico, en caso de haber existido, nunca estuvo por enci-ma del reconocimiento a la rica cultura latinoa-mericana, como veremos más adelante. Es cier-to que debido a su actitud crítica y polémica, a veces Gutiérrez Girardot, hizo desafortunadas caricaturas de personajes de la vida intelectual contemporánea, actitud que ensombrece el ri-gor de su crí tica y polémica. Basta citar unos pocos casos, al respecto: Neruda padece un “narcisismo telúrico”, Gabriela Mistral prodiga “ternuras materno-lácteas”, León Felipe genera “verbosidades peninsulares”, Octavio Paz “es un Ortega y Gasset con poncho”, Isabel Allende “es García Márquez pasada por bidé”, Álvaro Mutis “se le cae de las manos”, la filosofía de Ortega y Gasset es una especie de “onanismo intelectual, con el sentido toreril del lance”, “Lyotard, Deleuze y Derrida son charlatanes adobados por el marketing editorial español”, Foucault es “violador de textos”.

Veamos unas pocas muestras de la acti-

5. R.H. Moreno-Durán, “Gutiérrez Girardot: magisterio de la disidencia”, Bogotá, El Tiempo, 4 junio de 2005.6. Rafael Gutiérrez Girardot, Provocaciones, Bogotá, Ariel, 1997, p. 1.

Page 22: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

20 BABEL Julio 2008

tud crítica y polémica de Gutiérrez Girardot. Aunque nunca produjo un estudio especial en torno al cristianismo, en muchas partes de su obra encontramos pronunciamientos sobre esta religión en la filosofía, la literatura o la histo-ria. Gutiérrez Girardot no reparaba en asuntos de liturgias, dogmas parroquiales o diferencias eclesiales dentro del cristianismo, sino en sus presupuestos filosó ficos, sociales, políticos o económicos. De ahí que la polémica deba si-tuarse entre las distintas corrientes del cristia-nismo como encarnaciones de fenómenos ideo-lógicos y culturales ocurridos en Europa con el nacimiento y desarrollo del modo de produc-ción capitalista y la sociedad burguesa. Entre Lutero, Calvino e Ignacio de Loyola existen diferencias muy grandes. Gutiérrez Girardot, apoyado en Nietzsche, considera que el ataque al cristianismo se presenta como un desafío a su teología y a la metafísica creada por ella, “que, particularmente en los países de lengua espa-ñola, se caracteriza por esa anemia intelectual que confunde pensamiento con reglamentos parroquiales o, en el peor de los casos, con lu-crativas relaciones públicas”.7 A diferencia de lo que ocurre con Nietzsche que es más du ro con los protestantes que con los católicos, por su ascendiente ale mán y luterano, en el caso de Gutiérrez Girardot, su crítica y polémica van dirigidas a los segundos, por su nefasta domi-nación en España, que rebotó a nuestras tierras generando una postergación de la modernidad, de la cual no hemos logrado salir, tesis compar-tida por su maestro Cruz Vélez y su discípu-lo Jaramillo Vélez. Para Gutiérrez Girardot, la crítica al cristianismo procedente de Nietzsche tuvo como objetivo central la teología filosofan-te occidental, crítica basada en la filosofía y lo que hoy se denomina sociología de la religión. “Lo que Nietzsche criticó o combatió violenta-

mente —dice Gutiérrez Girardot—, es la ‘ideo-logía’ de la ‘decadencia’, la causa del desmo-ronamiento del mundo moderno: metafísica y mo ral, esto es, la metafísica como generadora y sustento de la moral: el cristianismo que deter-minó la historia y la sociedad occidentales”.8

En esta oportunidad, no podemos desarro-llar todas las polémicas de Gutiérrez Girardot sobre las incidencias del cristianismo en el mun-do occiden tal, asunto que, repetimos, no fue objeto de estudio especial de su parte; pero, sí queremos poner énfasis en su crítica del catoli-cismo en nuestras tierras, concretamente en Co-lombia, donde la Iglesia, más que su ideología, ha tenido un rol negativo casi siempre, porque hay un mayor interés por las reliquias, los de-vocionarios, los negocios lucrativos, los altares lujosos, que por la teología filosofante reserva-da a los sacerdotes. En nuestro medio el poder de la Iglesia resultó más astuto que la “teología” ca tólica; triunfó la “fe del carbonero” frente a la fe de la razón, venció el púlpito y los sermones ante las ideas y los conceptos. Para Gutiérrez Girardot “la lectura del anticristiano de Nietzs-che es hoy aún en Colom bia un simple desafío a la larga “alianza del trono y el altar” y a la desmesurada lucrativización del cristianismo”.9

En suma, para Gutiérrez Girardot el cristia-nismo protestante clásico, siguiendo a Weber, tuvo mucho que ver con el advenimiento de la modernidad, la génesis y el desarrollo del ca-pitalismo europeo, la doctrina liberal, lo mis-mo que con el origen de los derechos civiles y libertades públicas, hoy conocidos como dere-chos humanos de primera generación, la lucha contra el orden feudal y la aparición de la socie-dad burguesa. Por el contrario, el cristianismo católico imperante en las Españas y en tierras lati noamericanas estuvo al servicio de intereses premodernos, ultramontanos, del régimen de

7. Rafael Gutiérrez Girardot, Introducción a El Anticristo de Nietzsche, Bogotá, Panamericana, 1997, p. XXII.8. Ibíd., p. LVII.9. Ibíd, p. LXX.

Page 23: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 21

servidumbre, la sociedad señorial, las fuerzas conservadoras y toda la cultura enemiga del rico pensamiento burgués progresista.

Para concluir esta muestra crítica y polémi-ca de Gutiérrez Girardot an te el cristianismo, conviene referirnos ligeramente a una proble-mática difícil: la “muerte de Dios” tratada por Nietzsche en varias obras, a veces escondida en “máscaras” como la del “hombre frenético” de La Gaya Ciencia o en el Zaratustra. Según Gu-tiérrez Girardot el “hombre frenético” es el mis-mo Nietzsche. La “muerte de Dios” es un corte radical y profundo en la historia, que obliga a los hombres a volverse dioses, les incrementa su dignidad, los convierte en “superhombres”, en sepultureros de la metafísica. Antes se bus-caba demostrar que Dios no existía, hoy lo que interesa es comprobar que “Dios ha muerto”, que los asesinos de Dios son los huma nos, los “hombres frenéticos”. La frase no es producto del odio o de la negación de Dios, sino de algo peor: Dios ha muerto, como dice Heidegger.10 La “muerte de Dios”, nos recuerda Gutiérrez Girardot, proviene del joven Hegel, alcanzan-

do mayor profundidad y contenido, antes de Nietzsche, con Feuerbach que insiste en la ne-cesidad urgente de sustituir la fe en Dios por la fe en el ser humano. En los estudios sobre Va-llejo, escritos en diferentes tiempos, Gutiérrez Girardot dedica uno al problema de la “muerte de Dios” en el gran poeta, que a su juicio in-tuyó el nihilismo poéticamente, nihilismo que, según Nietzsche, surgió como consecuencia del idealismo alemán, significando que los valores tenidos como supremos al estilo del Estado, Dios o el deber, habían perdido toda validez. En el caso de Vallejo, la “muerte de Dios”, al decir de Gutiérrez Girardot “no constituye un postulado de ateísmo”, como en Nietzsche, sino el “intento de rescatar a Dios de las cadenas con las que lo han atado los filósofos para hacer de él un Dios que también sufre, que se sienta a la mesa con la familia o en el café con los ami-gos y que comparte con los hombres las penas cotidianas”. Vallejo, militante comunista, en el fondo es un poeta cristiano, no en el sentido de devoción religiosa o de actitud eclesial, sino como un ser muy desgarrado ante la “muerte de Dios” vista con mucho dolor, porque “es el supremo consuelo de la vida”. “El Dios de los “dados eternos”, dice Gutiérrez Girardot es el Dios que ya no es Dios, barro pensativo creatu-ra sin Creador. Por eso, el paso siguiente es el que da en “Los anillos fatigados”: señala a Dios con el “dedo deicida”. En el último poema del ciclo, “Espergesia”, Vallejo afirma que él nació un día en que Dios “estuvo enfermo, grave”.11

Otro aporte sustantivo de Gutiérrez Girardot

10. Martin Heidegger, Sendas perdidas, Trad. de J. Rovira Armengol, Buenos Aires, 1960, p. 174.11. Rafael Gutiérrez Girardot, César Vallejo y la muerte de Dios, Bogotá, Panamericana, 2000, pp. 175 ss.

5años

20081958

LibreríaLERNERLeer es la clave

Page 24: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

22 BABEL Julio 2008

se relaciona con el tema y problema de la utopía en nuestras tierras. Sin que Gutiérrez Girardot se haya ocupado de estudiar la utopía como pro-blema filosófico, político o sociológico en un ensayo especializado, al referirse concretamen-te a un hombre de América, muy elogiado por él, Pedro Henríquez Ureña, produjo importan-tes conceptos sobre la utopía aplicados funda-mentalmente a la sociedad y la crítica literaria.

La utopía que toma en cuenta Gutiérrez Girardot no es la modalidad “abstracta” sino la “concreta”, para utilizar la distinción que ha-cen Bloch y Marcuse, al considerar la primera como meros sueños o fantasías, mientras que la segunda se basa en intuiciones derivadas de la crítica social.

Tampoco Gutiérrez Girardot se vale del sen-tido etimológico de la utopía (“lo que no está en su lugar”) o como ideal para la vida individual o colectiva; pero irrealizable, o en el contexto mar-xista de crítica al denominado “socialismo utó-pico”. Como pasamos a ver, la utopía que sirve a Gutiérrez Girardot de instrumento de trabajo procede de Henríquez Ureña y de la sociología del conocimiento alemana destinada a conver-tirse en realidad en la vida social, utopía que se dirige hacia el cambio de estruc turas sociales, de renovación, de crítica de las ideas dominantes. Se trata de la utopía que combate las ideologías que preservan el statu quo, según Manheim.

En 1925, Henríquez Ureña, en dos lumino-sos ensayos muy breves, formuló la tesis de la utopía como “motor y sostén” de nuestra histo-ria, tesis retomada por Gutiérrez Girardot para aplicarla a la vida social e histó rica de América y a su literatura. Para Henríquez Ureña hay que “ennoblecer nuevamente la idea clásica” de uto-pía que nos viene de Grecia, inmortalizada en La República de Platón. Tenemos que “devol-

verle a la utopía sus caracteres plenamente hu-manos y espirituales”. “En medio del formida-ble desconcierto en que se agita la humanidad, dice Henríquez Ureña, só lo la luz de la utopía unifica los espíritus”, mediante ella “el hombre llegará a ser plenamente humano”. Henríquez Ureña considera que la verdadera utopía se ha-lla en América, la “magna patria de la justicia” está en la utopía americana. En nuestro medio, la utopía deja de ser ilusión, para convertirse en realidad.12

En el “Prólogo” a la compilación de ensayos del gran dominicano, Gutiérrez Girardot señala el parentesco de Henríquez Ureña con Bloch, que había publicado en 1918 una obra sobre la utopía, donde la valora como categoría históri-ca y antropológica que enseña a pensar dialécti-camente, distinta a la quimera o la ilusión. Para Henríquez Ureña, según Gutiérrez Girardot, la utopía no es solamente una “determinación histórica y antropológica” o un concepto gene-ral, sino una meta de América, porque nuestras tierras son históricamente la utopía misma. “La realización de la utopía en América, dice Gu-tiérrez Girardot, la realización histórica de la magna patria, sería, además, la contribución del Nuevo Mundo hispánico al viejo mundo y al actual”.13 La utopía en Henríquez Ureña es un proyecto racional, concreto, diferente al euro-peo o al de la Edad Media. Nuestra utopía ame-ricana se dirige a un mundo mejor, pleno, que a veces hemos estado a punto de convertir en realidad, desde Bolívar hasta Allende; pero que se ha frustrado, por lo cual, debemos seguir tra-bajando “con fe, con esperanza todos los días”, como recomendaba Henríquez Ureña.14 Para el gran dominicano, según Gutiérrez Girardot, la utopía deviene también en concepto esencial de la historiografía literaria que es la selección de

12. Pedro Henríquez Ureña, La utopía de América, Caracas, Ayacucho, 1978, pp. 3-11.13. Rafael Gutiérrez Girardot, “Prólogo”, en: La utopía en América, op. cit., pp. IX ss.14. Rafael Gutiérrez Girardot, “Introducción”, op. cit., p. IX ss.

Page 25: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 23

lo clásico conforme a la tesis de Schlegel; pero de lo clásico representativo de un proceso que va detrás de un ideal, detrás de la utopía fun-dada en la relación entre humanos y el mundo. En cierta forma la literatura es la búsqueda de la utopía. Junto al gran dominicano, Gutiérrez Girardot, ubica a otros dos grandes de América como teóricos de la utopía, Rodó y Reyes. So-bre la utopía de América en Reyes, dice Gutié-rrez Girardot que “constituye la culminación y potenciación de la tradición hispanoamericana que se funda ya en la época de la Colonia con Fray Bartolomé de las Casas y se plenifica con la Independencia con Andrés Bello, Simón Bo-lívar, Sarmiento, Hostos y Martí. Es la herencia de una generación de escritores latinoamerica-nos que surgieron bajo el signo de José Enrique Rodó y que reactualizando el ideal bolivariano y martiano postularon la Magna Patria: Pedro Henríquez Ureña, Manuel Ugarte, José Vascon-celos y Alfonso Reyes. Esa herencia ha sucum-bido a la “peste del olvido” de la que habla Gar-cía Márquez en Cien años de soledad (1967), pero también a la miopía de los nacionalismos, regionalismos e indigenismos”.15

En forma breve y ligera pasamos a ocu-parnos de la parte más estudiada en la obra de Gutiérrez Girardot: la abundante y rica crítica literaria producida desde su juventud. La tota-

lidad de ensayos sobre Gutiérrez Girardot que conocemos, están consagrados a exaltar o de-nigrar de su obra dedicada a la crítica literaria; más aún, muchos autores parece que solamen-te conocieron los valiosos aportes de Gutiérrez Girardot a dicha crítica, ignorando sus escritos filosóficos, sociológicos, filológicos o histó-ricos. Por nuestra parte, no pretendemos refe-rirnos a toda su producción de crítica literaria conocida, ni siquiera podemos ahora hacer unos comentarios a uno de sus trabajos al respecto, por ejemplo, al clásico estudio sobre el moder-nismo, como hubiéramos deseado, pues tal em-presa demanda un ensayo largo y detallado.

Únicamente vamos a decir algo en torno a las bases conceptuales des de las cuales Gutié-rrez Girardot construyó su obra teórica inspira-da en los “Temas y problemas de una historia social de la literatura”, como ti tuló un profundo libro producto de sus conferencias en la Univer-sidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, en 1987. En estas conferencias Gutiérrez Girardot esboza algunos conceptos de teoría crítica lite-raria en forma sistemática, porque tales concep-tos abundan en su extensa obra al respecto; de ahí la importancia del pequeño libro que recoge las conferencias como introducción a los estu-dios literarios suyos y al mismo tiempo como una rica guía para la investigación de dicha teoría. Gutiérrez Girardot comienza por recor-dar que Hauser en su Historia social del arte y la literatura (1953) y en Sociología del arte (1974), siguiendo los pasos de Lukacs y Ador-no, respondió a las exigencias de renovar los estudios literarios, mediante una “historia so-cial”, donde se trataba de resolver el problema general de la influencia recíproca del arte y la sociedad, como totalidad extensa e intensa de la vida. Esa “historia social” ya no es anecdótica, individual, biográfica, sino de formaciones, de estructuras, de clases sociales. Marx tiene mu-

15. Ibíd., pp. IX ss.

Page 26: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

24 BABEL Julio 2008

cho que ver con la “historia social” gracias a su invaluable concepción materialista, conforme a la cual: “No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino al revés, su ser so-cial el que determina su conciencia”.16 La vida artística, literaria, filosófica, política, religiosa o social está condicionada por “el modo de pro-ducción de la vida material”, pero no de mane-ra mecánica, sino dialéctica, esto es, mediante la acción recíproca de los factores materiales y espirituales; a veces, los procesos religiosos, jurídicos, políticos o filosóficos tienen el papel definitivo en la vida social y sus cambios. Al respecto, Gutiérrez Girardot cita como factores definitivos para la “elaboración de una historia social de la literatura latinoamericana”, la so-ciología de la religión, el medievalismo o la historia del derecho, junto con la producción de la vida material. Para Gutiérrez Girardot: “Una historia social de la litera tura hispanoamericana que describa la formación del hombre de letras y del intelectual, sus barreras, sus modestos y grandes esfuerzos podrá demostrar que su situa-ción en la sociedad ha sido siempre una situa-ción de oposición”.17 Sobre el particular, válido para un período histórico determinado, cita los casos de Bello, que “opuso a la anarquía ame-nazante el orden; Sarmiento opuso a la depra-vación del orden, la civilidad liberal; Montalvo opuso a la teocracia moderna o, como cabría llamarla, tecnoteocracia de García Moreno, la libertad de pensamiento”. A propósito de Bello, sin menoscabo del poeta, del crítico literario, del romanista, del traductor, según Gutiérrez Girardot, este iluminado hombre de letras sentó las bases para las nuevas sociedades nacientes al “darles un instrumento para su expresión con

la gramática, para su ordenamiento jurídico-so-cial con el Código Civil y para su reflexión con la Filosofía del entendimiento”.18

En otras conferencias de Gutiérrez Girardot (1989-1990), en la University of Maryland at College Park, recogidas en un libro poco cono-cido entre nosotros: La formación del intelec-tual hispanoamericano en el siglo XIX, como gran crítico y polemista se refiere a la historia social de la literatura como un “proyecto de alcance muy general y vago” difundido por el filósofo Lukacs con una “metodología marxis-ta-leninista laberíntica y difí cilmente flexible” evocadora de la “teoría del reflejo” (Lenin) que no supo liberar su discípulo Goldmann con su “homología”, problemática que so lamente fue solucionada con Adorno acudiendo a la “media-ción” inspirada en la dialéctica de Hegel, con-forme a la cual en la producción de toda obra de arte convergen varios factores que deben medirse cuidadosamente, no sólo los de orden económico. Hay, pues, dentro del marxismo en materia de sociología del arte dos vertientes: la leninista de Lukacs (reflejo) y la hegeliana de Adorno (mediación), la primera desemboca en una nueva escolástica y la segunda en una vi-sión más cercana al verdadero pensamiento de Marx. En el caso hispanoamericano la situación difiere, sin que podamos ahora seguir los pasos de Gutiérrez Girardot al respecto; limitándonos a decir que obras como las de Cándido, Romero o Rana y antes de ellos Henríquez Ureña, Reyes o Rodó marcaron el sendero para una auténti ca historia social de la literatura en nuestras tie-rras. La historia social de la literatura europea es diferente a nuestra historia en materia lite-raria, por el proceso y destino propios de cada

16. Carlos Marx, Crítica de la economía política, Trad. de Javier Merino, México, Ed. Nacional, 1969, p. 7. 17. Rafael Gutiérrez Girardot, Temas y problemas de una historia social de literatura hispanoamericana, Bogotá, Cave Canem,

1989, p. 90.18. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica, op. cit. p. 233.19. Rafael Gutiérrez Girardot, La formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX, Maryland, University of Maryland,

1992, pp. 1-21.

Page 27: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 25

continente a pesar de pertenecer al mismo mun-do occidental, situación que crea muchas seme-janzas en medio de las diferencias.19

Creemos que el núcleo esencial de la teo-ría literaria en Gutiérrez Girardot tiene como punto de partida las tesis de Marx, conocidas con la de nominación equívoca de “materialis-mo histórico”; pero, conviene recordar que ni Marx elaboró una estética o una “filosofía del arte”, como la lla mó Hegel, ni Gutiérrez Girar-dot adoptó las enseñanzas de Marx sobre teoría literaria dispersas en su vastísima obra de se-gunda mano, esto es, de los autores ubicables en lo que Marcuse calificó como “marxismo sovié tico”, tendencia tergiversadora del gran pensador alemán; por el contrario, como aca-bamos de ver, Gutiérrez Girardot con toda ra-zón fue muy duro con tra esa tendencia cuando tuvo que criticar las posturas mecanicistas de ciertos marxistas-leninistas en el campo de la teoría literaria; siempre se mantuvo firme en las fuentes primarias de la obra de Marx. Gracias a su formación filosófica y sociológica arraiga-da especialmente en el pensamiento alemán del siglo XIX en adelante, y gracias también a su extenso y profundo dominio de las letras y las ideas clásicas latinoamericanas en sus fuentes originarias pudo Gutiérrez Girardot conceptuar con libertad y ponderación sobre la literatura en una doble dirección que pasamos a señalar a continuación con suma rapidez.

La crítica literaria de Gutiérrez Girardot es-

tuvo orientada desde su juventud hasta su falle-cimiento, por la literatura hispanoamericana y por las letras alemanas, las dos fueron sus gran-des pasiones culturales, jun to con la filosofía. Los escritos iniciales en formato de libros de su pasión primera se dedicaron a Reyes y a Bor-ges; luego vinieron estudios so bre Fernández de Lizardi, Bello, Martí, Darío, Vallejo, Rodó, Henríquez Ureña, González Prada, Sarmiento, Moreno, Machado, Guillén, Pérez Galdós, Va-lle Inclán, Espronceda, Ortega y Gasset, Velar-de, Neruda, Pacheco, Romero, Valencia, Silva, Rama, Rivera, García Márquez, Moreno Durán, Mutis, Arturo, Charry Lara, Pitol. Los autores de su segunda pasión comenzaron con Kraus, Nietzsche, Junger, Gottfried, Benn, Ball, y pro-siguieron con Von Kleist, Buchner, Benjamín, Mann, Curtius, Schmitt, Heidegger, Hoddis, Lichtenberg, Reinhold, Lenz, Trakl, Celan, Stalder, Heym, Kolmar, Sachs, Lasker-Schüler. La sola enumera ción de algunos de los autores de literatura estudiados por Gutiérrez Girardot, permite observar a simple vista la enorme vo-cación suya en el campo de las letras europeas y latinoamericanas e hispánicas, lo mismo que la gran extensión de sus lecturas de quizá más de sesenta años de estudio, de muchas “horas de estudio”, como dice el título de uno de sus libros fundamentales. No sobra decir que en la obra literaria de Gutiérrez Girardot, tam-bién abundan los ensayos consagrados a temas y problemas que no versan sobre un autor en particular, como los mencionados antes, sino a pro blemáticas de tendencias o corrientes litera-rias al estilo del modernismo, el “piedracielis-mo” colombiano, o a asuntos relacionados con la literatu ra y la política en Latinoamérica, la identidad hispanoamericana, América sin rea-lismos mágicos, conciencia estética y voluntad de estilo, la transformación de la literatura por la ciudad, literatura y sociedad en Latinoamérica, el arte de la excepción, notas para una defini-

Page 28: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

26 BABEL Julio 2008

ción de Hispanoamérica. Si unimos los estudios consagrados a hombres y mujeres de letras a los que recaen sobre corrientes literarias u otros problemas anejos, te nemos una obra cuantiosa y de mucha autoridad que en Colombia ningún au tor ha podido alcanzar ni menos superar has-ta el momento, obra que por su propia calidad la ubica entre las mejores de América Latina, expresa da con gran maestría en el género del ensayo tan arraigado en nuestras tierras, desde el siglo antepasado.

Ahora bien, ¿cómo redondear otras bases conceptuales de la teoría li teraria de Gutiérrez Girardot, después de haber enunciado su núcleo cen tral y sus intereses mayores? En su misma obra encontramos las claves para despejar el in-terrogante propuesto. En efecto, Gutiérrez Gi-rardot reiteradamente expresó que era adverso a las modas culturales de cualquier naturaleza, sin que tal actitud fuese hostil a la contempo-raneidad intelectual siempre que tuviese altura. Apartarse de las modas culturales impuestas por el mercado o las ideas de las clases domi-nantes, para Gutiérrez Girardot tenía una direc-triz metodológica de retorno e insistencia en las obras clásicas de la literatura o la filosofía; ade-más, significaba orientar a la juventud sobre el verdadero camino a seguir en la investigación, ajeno a saltar etapas por haber llegado tarde al banquete de la civilización, como decía Reyes, en célebre frase que le gustaba recordar a Gu-tiérrez Girardot. De esta actitud metodológica Gutiérrez Girardot en la mayoría de sus estu-dios dio ejemplos a lo largo de su obra. Para muestra veamos uno relacionado con la litera-tura hispanoamericana.

Mientras nuestros críticos literarios o los europeos o los norteameri canos estaban dedi-cados al llamado “boom” o “realismo mágico”, que produjo excelentes obras, pero también una “voluptuosa caja de baratijas”, al decir de Gu-tiérrez Girardot; él se adentraba en el estudio

riguroso y paciente de la literatura hispanoame-ricana, a partir de su debate con el “indigenis-mo” o el “regionalismo” o la novelística sumida en la temática de la naturaleza, al margen de los problemas sociales, para encontrar las cum-bres literarias de nuestras tierras en Bolívar, Bello, Sarmiento, Ro do, Martí, Darío, Reyes, Henríquez Ureña, Mallea, Picón Salas, Sanín Cano, Romero y Borges, que son los primeros en obtener un reconocimiento universal de la literatura hispanoamericana “que en su expre-sión equilibra y potencia lo provinciano con lo cosmopolita”. Autores como Rodó, Reyes o Henríquez Ureña van hasta las raíces de la cultura occidental, esto es, a la Grecia antigua para comprender y explicar la vida intelectual y la rea lidad latinoamericana, cuya expresión es muy peculiar; pero, con profundas raíces euro-peas. No existe propiamente hablando una lite-ratura puramente latinoamericana desconectada de su contexto universal, proveniente de Occi-dente, como tampoco existen en nuestras tierras religiones desvinculadas de su pasado europeo. Demos rápidamente otro ejemplo relacionado con un tema que Gutiérrez Girardot trató con mucho cuidado y profundidad: el moder nismo, como expresión hispana de una crisis ecumé-nica, según valoración de De Onis, retomada por Gutiérrez Girardot, mediante una reflexión de mayor contenido al sostener que esa crisis procede de la imposición del modo de produc-ción capitalista y la sociedad burguesa que in-ternacionaliza toda la vida humana operando de manera distinta en Europa que en América Latina, aunque en las dos partes hay grandes identidades como el proceso de secularización, el crecimiento de las ciudades, la situación del artista en la sociedad burguesa, la mayoría de edad, el desencantamiento del mundo. No ol-videmos que el “capital” unifica y uniforma al mundo (Hobsbawm). El des plome del orden feudal en Europa y del régimen de servidumbre

Page 29: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 27

en América Latina que se consolida en el pri-mer caso con la Revolución Francesa de 1789 y en el segundo con las guerras de independen-cia generan toda clase de transformaciones que deben asumir las sociedades y los individuos. En el campo literario, el modernismo en Hispa-noamérica, lo mismo que en Europa, tuvo que asumir esas transformaciones. La complejidad de la vida urbana y su choque con la vida ru-ral, concomitante con la racionalidad, la secula-rización, la mundanidad, la formación del “in-telectual”, la desorientación y la búsqueda de sustitutos de la religión, la pluralidad de estilos, la “prosa del mundo” (Hegel), constituyen los presupuestos histórico-culturales del modernis-mo hispanoamericano que cristalizó en Darío, como padre de este movimiento literario, se-guido por González Prada, Martí, Casal, Othon, entre otros. El modernismo, pues, es la respues-ta a esas exigencias sociales, económicas, reli-giosas, políticas y jurídicas; surgió como efecto de crisis y tensiones suscitadas por la sociedad burguesa. En la obra de Gutiérrez Girardot su libro sobre el Modernismo. Supuestos históri-cos y culturales es un clásico fundamental, un verdadero texto que enriquece la historiografía literaria de América Latina, imprescindible para quienes se dediquen a estudiar esta magnifica “expresión” de nuestras letras lati noamericanas de proyección cosmopolita.

Enseguida cabe destacar otro aporte signifi-

cativo en la teoría literaria de Gutiérrez Girardot consistente en que siempre insistió sobre el rol, importancia y función de los intelectuales lati-noamericanos del siglo XIX y de comienzos de la centuria pasada; aporte muy ligado a la ante-rior posición precisada de estar al margen de las modas culturales. Con sólo revisar la extensa bibliografía de la obra de crítica literaria de Gu-tiérrez Girardot, puede apreciarse que la mayor parte de ella versa sobre autores latinoamerica-nos pertenecientes al periodo señalado. Como vimos antes, Gutiérrez Girardot reunió en un li-bro las conferencias pronunciadas en la Univer-sity of Maryland, Estados Unidos, dedicadas a la formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX. En este libro al cual nos refe-rimos antes por su aspecto metodológico con-cerniente a la “historia social de la literatura”, Gutiérrez Girardot con su acostumbrada maes-tría estudia las obras de Fernández de Lizardi, Bello, Martí, Moreno y González Prada, como forjadores del intelectual latinoamericano en el tiempo señalado; pero, ca be advertir que en en-sayos anteriores o posteriores se había ocupa-do de otros autores de la misma importancia de los citados, como Bolívar, Sarmi ento, Hostos, Alberti, Echevarría, Caro, Cuervo, Montalvo, Rodó, Re yes, Henríquez Ureña, Romero, Picón Salas, Acosta, Arguedas, Sanín Cano y Borges. En gran medida, Gutiérrez Girardot ha resca-tado de la “peste del olvido”, frase de García Márquez, a muchos autores hispanoamericanos, como algunos de los que acabamos de mencio-nar, relegados por distintos factores, al estilo de las modas culturales, las ideas dominantes o la simple envidia; autores sobresalientes que por cualquier motivo, repetimos, habían sido ocul-tados en la historia literaria de América Latina. El papel de los intelectuales en nuestras tierras durante el tiempo precisado tuvo marcada im-portancia, porque gracias a ellos de distintas ideologías íbamos accedi endo a la moderni-

Page 30: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

28 BABEL Julio 2008

dad burguesa, liberándonos de la mentalidad ultramontana del catolicismo contrarreformis-ta, adquiriendo mayoría de edad, en el sen tido kantiano de la expresión. Las obras de los inte-lectuales latinoamericanos también permitieron apreciar la fusión de lo europeo y lo latinoame-ricano que produjo movimientos o corrientes literarias con características propias de nuestra cultura como ricas aportaciones a la universali-dad occidental. De otra parte, los intelectuales nuestros, quieran o no, se convertían en acto-res políticos, casi siempre de la oposición a los sectores go bernantes, como señalamos antes al citar a Gutiérrez Girardot en los casos de Bello, Sarmiento y Montalvo. En la época posterior a la independencia había una alianza entre el in-telectual y el político en tierras de la América Latina, tradición perdida que a veces resucita-ba. “Entonces, dice Gutiérrez Girardot, el paso previo para ingresar a la política era el ejercicio de la literatura y de las tareas intelectuales y, a su vez, del po lítico se esperaba que fuera inte-lectual o hasta poeta”.20 Este fenómeno social de intelectuales latinoamericanos como actores políticos y pedago gos de la sociedad les impri-mió el carácter de orientadores y constructo-res; eran considerados como los “arquitectos de América Latina”, desde el poder o contra el poder, como Bolívar, Bello, Martí, Sarmiento, Rodó, Ca ro, Suárez y Gallegos. Por esto, nues-tros intelectuales en el pasado tenían una gran responsabilidad en la vida cultural, política, educativa, moral o filosófica en nuestras nacio-nes, responsabilidad que se ha extraviado en es-tos tiempos de la confusa “posmodernidad”, por los caminos estrechos de la información breve y superficial brindada por la televisión que no exige compromisos con el pensamiento, sino con las imágenes captadas por la mera percep-ción. Teniendo en cuenta los intelectuales lati-

noamericanos mencionados, Gutiérrez Girardot refuta de manera puntual y objetiva la tesis de Hegel, tergiversada por Ortega y Gasset, al sos-tener que América Latina era más naturaleza que historia, lo cual explica nuestro atraso y salvajismo. Nuestros autores apoyados en la he-rencia del viejo mundo occidental, pero de cara al nuevo mundo latino, generaron obras de al-cance universal, que quisieron silenciar los sec-tores dominantes de nuestra cultura, mediante las modas literarias del día.

Otra posición fundamental de Gutiérrez Gi-rardot en su teoría literaria fue su indeclinable devoción por las letras de América Latina, por las utopías de nuestras tierras, por el carácter europeo de la rica experien cia americana, que gracias a su poderosa fuerza interna se convier-te en universal. Es cierto que la obra de Gutié-rrez Girardot se produjo en el extranjero, más concretamente en Alemania, fundamentada es-pecialmente en autores de esa nación, pertene-cientes a los siglos XIX y XX. Sin embargo, los objetivos de su obra se ubican en las corrientes literarias hispanoa mericanas y en los autores nuestros desde la Patagonia hasta las fronteras mexicanas con los Estados Unidos; sin que haya olvidado estudiar a los autores de España o Ale-mania. Gutiérrez Girardot fue muy insistente en expresar que todos sus trabajos eran respuestas a una preocupación ex puesta con estos términos: “Trasmitir a mis compatriotas lo que he conoci-do en Europa. Y la de demostrar de una manera accesible -y por eso perio dística- que un lati-noamericano no es menos que un europeo”.21 Además, en otra entrevista a la emisora de la Universidad Nacional, hace poco ti empo, dijo Gutiérrez Girardot: “En el fondo, mi interés ha sido siempre el de comunicar lo que yo conozco para ver la manera de que se desprovincialice, si así se puede decir, la crítica literaria de nues-

20. Rafael Gutiérrez Girardot, Insistencias, Bogotá, Ariel, 1998, p. 269.21. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica: imágenes y perspectivas, p. 311.

Page 31: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 29

tros países”. En la misma entrevista se quejó de nuestro desconocimiento de la partici pación cultural que tenemos en el mundo, situación que no ocurría en el pasado. “Hoy eso se ha perdido, dijo, a partir de los años cincuenta. Los escrito-res, los jóvenes latinoamericanos y críticos lite-rarios ignoran completamente lo que ha pasado en el universo. Y eso es una cosa que perjudi ca considerablemente nuestra posición en el mun-do, porque nosotros los hispanoamericanos te-nemos, efectivamente, una cultura muy rica que se puede difundir y puede darnos una imagen en el mundo más digna de la que tenemos”.22

La primera respuesta al periodista de Gace-ta de Colcultura evidencia la gran vocación pe-dagógica de Gutiérrez Girardot, lo mismo que la real modestia al referirse a su libro Horas de estudio y a su “carrera intelectu al”, como do-cente, diplomático y estudiante. Gutiérrez Gi-rardot no fue un simple trasmisor de la cultura europea en el campo literario, como dio a enten-der en su respuesta, sino un verdadero creador de una teoría social de la literatura heredada en gran parte de Bello, Martí, Rodó, Reyes o Hen-ríquez Ureña, que él enriqueció con las nuevas tendencias europeas que van desde el marxismo abierto, occidental, hasta su maestro Friedrich y otros autores. Su acertada valoración de la li-teratura hispanoamericana lo hace decir que un autor nuestro no es menos que un europeo, todo lo cual desmiente que no hay tal “cachaco ger-mano” ni “boyacense europeizado”, como de-cían sus maledicientes. En cuanto a la respuesta

al periodista de la Universidad Nacional, a pri-mera vista contiene una actitud fuerte cuando alude a su misión de procurar que la “crítica literaria” de nuestros países supere la mentali-dad de provin cia y que las personas dedicadas a dicha crítica en el presente ignoran en su cam-po lo que está pasando en el mundo. Gutiérrez Girardot reitera su respuesta anterior dada diez años atrás, en el sentido de volver a decir que la misión suya es “comunicar” la cultura adqui-rida en Europa a sus compatriotas, precisando en esta oportunidad que tal comunicación ge-nerosa se encamina a luchar contra el dogma, el mal olor intelectual de los confesionarios, el dominio de los púlpitos, la crítica literaria de parroquia, el cuestionamiento de toda simula-ción, el rastacuerismo cultural, la escolástica de convento, expresiones que no figuran en la en-trevista; pero que sig nifican a lo largo de sus es-critos la mentalidad provinciana. La otra par te de la réplica tiene que ver con el regionalismo chato de nuestra críti ca literaria que verdade-ramente olvida lo que sucede en la cultura del mundo más allá de nuestras fronteras.

Para cerrar esta parte de nuestra nota, diga-mos que Gutiérrez Girardot es, sin discusión, el crítico literario colombiano de más recono-cimiento internacional, porque su obra, enmar-cada dentro del género ensayístico, se erige por derecho propio en la de mayor alcurnia cultural en el panorama literario del siglo XX en nues-tra patria. Más aún, sin hipérbole de ninguna es pecie, cabe señalar que en el campo de los estudios literarios Gutiérrez Girardot ha dejado a la posteridad una de las obras más fecundas en Hispanoamérica en los tiempos actuales. Su metodología de trabajo unificaba el rigor filo-sófico con la pasión hacia la corriente literaria o el autor, objeto de su estudio, sin hacer con-cesiones; guiado por el deseo de compartir sus descubrimientos con gran sentido democrático

22. Rafael Gutiérrez Girardot, “Entrevista con U.N. Radio” de Juan M. Mogollón (3/17/2005).

Page 32: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

30 BABEL Julio 2008

y pedagógico, llaman do la atención para que se pensara por cuenta propia poniendo punto final a la imitación de lo foráneo, para lograr la au-téntica autonomía cultural. Para Gutiérrez Gi-rardot las relaciones entre sociedad, historia y literatura debían darse dialécticamente ilumina-das por las ideas filosóficas, políticas, jurídicas, religiosas, filológicas o morales, ideas que te-nían que elaborarse a partir de los griegos clási-cos, pasando luego por todo el pensamiento oc-cidental europeo, esto es, que la verdadera crí-tica literaria solamente podía adquirir seriedad y rigor apoyada en una filosofía de la historia, la sociología, la estética, el dominio de los idio-mas modernos y clásicos. Con razón dice Zuleta Álvarez que nuestro pensador colombiano: “au-téntico hispanista, integra ese raro y escaso nú-mero de hombres con autoridad intelectual para moverse desde la antigüedad clásica, la romani-dad y las letras españolas de todos los tiempos, hasta la vasta inmensidad de nuestra América, donde no hay nada que le sea ajeno, desde el barroco mexicano, el costumbrismo colombia-no y el modernismo, hasta la poesía chilena y el ensayo argentino, desde el inca Garcilaso, has-ta César Vallejo, Eduar do Mallea y José Luis Romero... En este mundo hispánico y su tradi-ción dialogan polémicamente con el presente y su futuro, y desde múltiples ángulos temáticos que, como dijimos, abarcan la filosofía, la his-toria de las ideas y la cultura y especialmente la literatura, Gutiérrez Girardot ha elaborado un pensamiento crítico que proyecta sus principios y conclusiones hacia un horizonte de universa-lidad, ya que como él lo ha repetido siempre, es en esa dimensión donde Hispanoamérica cobra su sentido utópico, es decir, su ideal de libertad y justicia”.23

No podemos concluir estos apuntes, sin re-ferirnos de manera fugaz y superficial a la obra filosófica de Gutiérrez Girardot, la menos des-tacada de su extensa y polifacética producción, tanto en su patria como en el ex tranjero, obra desde el punto de vista cuantitativo menor que la literaria; pero, a nuestro juicio, de igual sig-nificación que ésta. No olvidemos que Gutié-rrez Girardot, en su juventud estudió filosofía en el recién creado instituto de esta ciencia, en la Universidad Nacional, adjunto a la Facultad de Derecho, y que en Alemania fue discípulo de Heidegger y su amigo personal. Por tanto, no perteneció al grupo de aventajados autodi-dactas en filosofía; fue un auténtico profesional de esta ciencia; además, durante muchos años estuvo como docente en diferentes campos fi-losóficos. Al respecto, resulta útil recordar lo que le dijo a Gil Olivera en su reportaje: “yo realicé mis estudios en Alemania; hice también una gran biblioteca fi losófica con la intención de volver a Colombia para dedicarme a la en-señanza de la filosofía aquí; a una enseñanza de la filosofía como yo la apren dí en Alemania con Heidegger y otros”.24 Desafortunadamente la “intención” de Gutiérrez Girardot no pudo rea-lizarse, porque los “mediocres se opusie ron”, según comentario de Gil Olivera, situación que, sin duda, fue una gran pérdida para la filosofía en Colombia.

Con sobrada razón, Rodríguez Valbuena, dice que en la Biblioteca Colombiana de Filoso-fía, patrocinada por la Universidad Santo Tomás de Bogotá, que ha divulgado las obras de nues-tros pensadores, como Carrillo Luquez y Cruz Vélez, maestros muy queridos de Gutiérrez Gi-rardot, éste ni siquiera ha sido mencionado, ni menos, seleccionado para una publicación, lo

23. Enrique Zuleta Álvarez, Sociedad, historia y literatura en la crítica de Rafael Gutiérrez Girardot, en su homenaje, Frankfurt am Main, Vervuert, 1993, pp. 26-27.

24. Numas A. Gil Olivera, Reportaje a la filosofía, Bogotá, Punto Inicial, Tomo I, p. 52.25. Manuel G. Rodríguez V., La filosofía en Colombia. Modernidad y conflicto, Rosario, Laborde, 2003, p. 317.

Page 33: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 31

cual “denota el espíritu sectario y provinciano de una institución que no puede ponerse a paz y salvo con la historia”.25 Tal vez la actitud de Gutiérrez Girardot hacia el catolicismo haya generado esa omisión imperdonable, criticada por Rodríguez Valbuena, omisión que no vale la pena comentar. Sin em bargo, autores laicos que hacen historia de la filosofía en Colombia tampo co han valorado la obra de Gutiérrez Gi-rardot; por ejemplo, Sierra Mejía a duras penas lo cita en su trabajo La filosofía colombiana en el siglo XX,26 y lo incluye en su compilación dedicada al mismo tema con su ensayo: Hegel. Notas heterodoxas para su lectura.27 En cam-bio, Sierra Mejía estu dia autores de menor cali-dad filosófica que Gutiérrez Girardot, como son Frankl, Zuleta, Posada, Pérez Mantilla, Orozco o López Trujillo. Por el lado de Hoyos Vás-quez, en reciente artículo: La filosofía moderna en Colombia no lo toma en cuenta para nada.28 Lo propio ocurre con Herrera Restrepo, en un trabajo titulado: La filosofía en la Colombia contemporánea, en el cual nuestro excelente pensador no aparece por parte alguna.29

Ahora no vamos a pronunciarnos contra

esta “peste del olvido”, mediante un examen de la obra filosófica de Gutiérrez Girardot; nos li-mitamos a decir que, a partir de su juventud, se dedicó a escribir de filosofía y a la traducción de grandes pensadores como sus maestros Hei-degger y Friedrich. A título de ejemplo, citemos tres escritos suyos publicados en el diario El Si-glo, en 1949 y 1950: Heidegger frente a Sartre; 2º Centenario de Goethe; Un Nietzsche desde dentro. Posteriormente produjo ensayos filosó-ficos más extensos y ponderados, como el que acabamos de citar, consagrado a Hegel, donde hizo profundas sugerencias para la lectura del gran filósofo alemán, dejando para lo último las obras en las cuales no intervino directamente. Al respecto, nos advirtió: “No se podrá negar, pese a todo, que la lectura de Hegel no sólo es excepcionalmente difícil, sino tormentosa. Que aunque ha de leerse como un poema y presen-ciarse como una tragedia griega, su obra pro-cura todo, menos placer estético inmediato”.30 En otro ensayo sobre Hegel y lo trágico se re-fiere a unas “notas sobre la génesis política de su filosofía especulativa”, que invalidan la le-yenda del filósofo “totalitario y reaccionario” para acercarlo a Marx a través de autores como Bloch, Adorno o Horkheimer. En este ensayo el centro de atención deriva a la política, que al decir de Gutiérrez Girardot para Hegel “es el destino propio de la inteligencia; pero el destino es, en cuanto tal, trágico, esto es, su carácter es dialéctico y polémico” y lo trágico es “saber especulativo que por su naturaleza de trágico es saber político, histórico, comunitario”. Con Hegel se fortalece al máximo la Ilustración, la teología de la secularización, la reforma protes-

26. Rubén Sierra Mejía, Ensayos filosóficos, Bogotá, Andes, 1978, p. 112.27. Rubén Sierra Mejía, La filosofía en Colombia (Siglo XX), Bogotá, 1985, pp. 125-128.28. Guillermo Hoyos Vásquez, “Medio siglo de filosofía moderna en Colombia”, en: Discurso y razón, Bogotá, Uniandes, 2000,

pp. 127-151.29. Daniel Herrera Restrepo, La filosofía en Colombia contemporánea (1930-1988), Bogotá, El Búho, 1988, pp. 365-393.30. Rafael Gutiérrez Girardot, Horas de estudio, op. cit., p. 288.31. Rafael Gutiérrez Girardot, “Hegel y lo trágico, notas sobre la génesis política de su filosofía especulativa”, en: Ideas y Valores,

Nº 27, 28, 29, Bogotá, 1967, pp. 33 ss.

Page 34: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

32 BABEL Julio 2008

tante y la revolución francesa.31 Gutiérrez Gi-rardot fue un admirador apasionado de Hegel, a lo largo y ancho de su obra, siempre acudió a su maestro para fundamentar sus estudios literarios o filosóficos. Su seminario sobre La fenomenología del espíritu de Hegel era muy famoso; en la Universidad Nacional, sede Bo-gotá, tuvimos el placer de asistir a las conferen-cias magistrales de Gutiérrez Girardot sobre el “Prólogo”, que supera en dificultad a casi toda la obra, la “Introducción” y algunos problemas del enigmático libro, que gracias al maestro se clarificaban un poco, a pesar de los insalvables obstáculos filosóficos del mismo, de la ardua y penosa tarea de hacer, como dice el texto, que la “filosofía se aproxime a la forma de la ciencia a la meta en que pueda despojarse de su nombre de amor al saber y sea saber efectivo, en una época de nacimiento y de transición a un nuevo período”.32

Otra gran pasión filosófica de Gutiérrez Gi-rardot, también desde su juventud, fue Nietzs-che a quien consagró una obra relacionada con la “filología clásica”, afortunadamente recién reeditada junto con su trabajo: La poesía en Nietzsche, y una traducción de un célebre en-sayo del filósofo alemán: Homero y la filología clásica. En este libro Gutiérrez Girardot estudia los trabajos de Nietzsche anteriores a su obra: el nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, trabajos que fueron dedicados a la filología clásica en la cual el joven Nietzsche era gran autoridad. “En estos trabajos, dice Gu-tiérrez Girardot, se puede apreciar la discusión del filósofo alemán con la filología clásica, a la que consideraba no sólo una ciencia rigurosa sino, especialmente, como herencia de la cul-tura cristiana occidental”.33 Gutiérrez Girardot en su libro quiere demostrar que no fueron la

música de Wagner ni la filosofía de Schopen-hauer, la inspiración fundamental de la obra de Nietzsche, sin desconocer la importancia de las dos, sino los antiguos griegos los gestores de su filosofar, y que los trabajos filológicos del jo-ven Nietzsche tienen enorme significación para estudiar su crítica a la metafísica occidental. Como vimos atrás Gutiérrez Girardot hizo una introducción genial al Anticristo de Nietzsche, en la cual, recorrió varios temas de su filosofía, particularmente el relacionado con la “muer-te de Dios”; además, tradujo varios textos del filósofo alemán, entre ellos los Ditirambos de Dionysos.

Un sitio especial en los afectos intelectua-les de Gutiérrez Girardot ocupó su maestro y amigo personal Heidegger. Lo conoció en un período difícil de reconstrucción de Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial y del ne-fasto gobierno nazista, al cual perteneció como rector de la Universidad de Friburgo de Bris-govia (1933-1934), para vergüenza suya y de su filosofía. Sobre las primeras circunstancias comentaron Tobón Ricaurte y Mosquera Gon-zález lo siguiente: “Fueron años intensos en los que conoce a Heidegger; además de escucharlo en clase, entabla amistad con él. Saca unas no-tas amarillentas como quien presenta un gran tesoro: son apuntes de clase del maestro”.34 En alguna ocasión nos dijo que iba a escribir un es-tudio sobre Heidegger, ojalá esa comunicación se haya convertido en realidad como legado para la comprensión del coloso del pensamien-to filosófico contemporáneo, y que se publique junto con los “apuntes de clase del maestro”, antes referidos por sus alumnas. Recordemos que Gutiérrez Girardot hizo varias traducciones de la obra de Heidegger, entre las cuales sobre-sale la Carta sobre el humanismo.

32. G.W.F. Hegel, Fenomenología del espíritu, Trad. de Carlos Díaz, Madrid, Ed. Alhambra, 1986, Págs. 68 y 72.33. Rafael Gutiérrez Girardot, Nietzsche y la filosofía clásica, Buenos Aires, Eudeba, 1966, p. 32.34. Patricia Tobón R. y María A. Mosquera G., “Un profesor colombiano en Alemania”, El Tiempo, 4 de Junio de 2005, p. 8.

Page 35: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 33

La actitud de Gutiérrez Girardot ante las “Españas” fue muchas veces severa, porque esta nación con “carencias de crítica” accedió tardíamente a la modernidad burguesa y a su majestuoso pensamiento democrático, libe-rador, a la realización de las declaraciones de derechos humanos de primera generación, pro-blemas que rebotaron a sus colonias america-nas, y en el siglo pasado desembocaron en el funesto franquismo. Sin embargo, también en varias ocasiones hizo notables elogios a las ar-tes, letras, ciencias, a las mujeres y hombres va-liosos de las Españas, lo mismo que a su pueblo e historia. Uno de esos personajes españoles, a quien Gutiérrez Girardot dedicó varios ensa-yos fue Ortega y Gasset, en la mayoría de los casos rememorando el pretérito, a duras penas enunciado, y su enfrentamiento con la moder-nidad postergada en la península. Es cierto que Ortega y Gasset censuraba con energía ese pa-sado, pero al mismo tiempo se entregaba a él con veneración; en definitiva no pudo superar la mentalidad premoderna vigente durante tan-to tiempo en su patria, a pesar de haber tenido una formación europea en Alemania, porque esa formación no era tan sólida como él creía. “El que Ortega nunca pudo familiarizarse con la filosofía alemana, dice Gutiérrez Girardot, aunque decía conocerla con minuciosidad (lo

que era una desaforada exagera ción) se debe especialmente al hecho de que él se acercó a la filosofía alemana con medios intelectuales con los que esta no se dejaba captar: con mo delos intelectuales católico-escolásticos”.35 Según Gu tiérrez Girardot lo que produjo el “pensador de El Escorial” fue un “catecismo” engañoso digno de una faena toreril, en medio de una “cantinflesca cuadratura del círculo” llamada “metafísica de la razón vital”, que su discípu-lo Marías pensaba que iba a pasar a la historia. Para Gutiérrez Girardot proceder con dureza ante Ortega y Gasset es hacerle justicia, en un doble sentido, porque se lo libera de los curas rurales, los sectarios, los obispos, y al leer sus tex tos a distancia del tiempo y en el ambiente del desarrollo de la filosofía actual se llega a la conclusión de que el mérito suyo fue haber divulgado el pensamiento y la cultura alemanas y el de suscitar y renovar la cultura en lengua española. Ninguno de los libros filosóficos o sociológicos suyos puede ponerse al lado a las obras de Husserl, Scheler, Heidegger, Wittgens-tein, Weber, Simmel o Parsons, para citar algu-nos de sus contemporáneos fa mosos. Tal vez ninguno de sus textos haya engrosado el caudal de la filoso fía o la sociología occidentales. “De Ortega no ha sobrevivido ninguna teoría, dice Gutiérrez Girardot, ninguna profecía, ningún diagnóstico, ningún aná lisis, y ni siquiera su prosa primorosa y brillante. La herencia que ha de jado y permanece en su arte de la simulación, majestuosa en él; caricaturescamente pobre en su prole, de la que es símbolo extremo el Neo-duque, y de mediana arrogancia en el enciclo-pédico Octavio Paz”.36 Según Gutiérrez Girar-dot en las Españas del tiempo de “El meditador de El Escorial” su maestro Xavier Zubiri fue un filósofo más importante que Ortega y Gasset, que no tuvo pretensiones de elaborar un “sis-

35. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica, op. cit., pp. 209-210.36. Rafael Gutiérrez Girardot, Provocaciones, op. cit., p. 136.

Page 36: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

34 BABEL Julio 2008

tema” al estilo de la mal llama da “razón vital”, pero que trabajó sistemáticamente con mayor profundidad en la difusión de la filosofía, como lo demostraron sus estudios sobre Hegel y Hei-degger, para dar dos ejemplos ilustres. La obra de Zubiri, a juicio de Gutiérrez Girardot, “exige del lector un esfuerzo considerablemente ma-yor que el que exige Ortega”, “enseña el diálo-go filosófico, que es uno de los presupuestos de la creatividad”,37 en pocas palabras es una obra llamada a perdurar en la historia de la filosofía en las Españas, lo que no ocurre con Ortega y Gasset. Para terminar esta nota recordatoria de Gutiérrez Girardot, cabe simplemente mencio-nar que nos dejó muchos es tudios de gran con-tenido filosófico, entre los cuales citamos: Las formas del estilo en filosofía; Sobre la situación presente del pensamiento; Poesía y filosofía; ¿Qué es la dialéctica?; El fin de la filosofía; lo mismo que breves ensayos sobre Kierkegaard, Goethe, Benjamín, Adorno, Lukacs y Foucault.

Nada más oportuno para poner punto final a nuestro homenaje a Gutiérrez Girardot que apli-carle a él, las palabras que dijo sobre su amigo mexicano Reyes, que era “inclasificable”, por su mente abierta a todos los tiempos, desde la antigua Grecia hasta el mundo actual, y por su sorprendente variedad de actividades como

37. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica, op. cit., p. 201.38. Rubén Jaramillo Vélez, “En la muerte de Rafael Gutiérrez Girardot”, en: Aquelarre, Vol. 4º, Nº 8, Ibagué, 2005, p. 7.

ensayista, crítico literario, sociólogo, historia-dor, filólogo, humanista, diplomático, filósofo, traduc tor, hispanista, estudiante y maestro. La mejor manera de rendirle un au téntico homena-je a la memoria del gran pensador colombiano es la “vuelta a la vida intelectual y a la obra de Gutiérrez Girardot”.

Un gran conocedor de la obra de Gutiérrez Girardot, su amigo y colega, Jaramillo Vélez, escribió acertadamente que su “muerte signifi-ca una pérdida, en primer lugar para nosotros los colombianos, aunque en realidad lo es para la América Latina en su conjunto, para esa que Manuel Ugarte llamara la “Patria Grande”: indo-ibero-américa, una pérdida para todo el ám bito de la cultura española”.38

Page 37: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 35

“... porque sólo sustrayéndose a la claridad que ofrece una perspectiva histórica de nuestro tiempo es posible juzgar como mera descomposición y podredumbre lo que se manifiesta como una oscura génesis si lo consideramos encadenado a su pasado y su futuro”.1

Rafael Gutiérrez Girardot prólogo conservador

y epílogo en la izquierda (1928-2005)*

María Alexandra Mosquera** y Patricia Tobón Ricaurte***

En 1987 el libro de Víctor Farias, Heideg-ger et le nazisme, revive la polémica que Jürgen Habermas había suscitado en 1953 acerca de la reseña sobre un curso de Heidegger en 1935: “Introducción a la metafísica”, que sería publi-cado como libro ese mismo año. La polémica versaba alrededor de “la verdad interna y di-mensión de este movimiento”. La idea era poner a Heidegger en evidencia y restarle importancia por haber participado en el nacionalsocialismo. La discusión es larga. Gutiérrez Girardot hace una defensa apasionada de la situación y, con argumentos bien fundamentados, deja claro el motivo por el cual Heidegger no podría haber sido o comulgado con la práctica del nacional-socialismo o ser parte del mismo —un fascista como lo quisiera catalogar Habermas—.2

Rafael Gutiérrez Girardot vive ese tipo de acusaciones. Se sospecha de su carácter fascis-ta por defender a Heidegger, pero se le señala por haber participado en un entrenamiento en Sasaima en 1947, cuando Gutiérrez tiene dieci-nueve años, con un franquista apodado “Roa” (hermano del que se presume asesino de Gai-tán) que reclutaba estudiantes a la salida de la universidad para convertirlos en “camisas ne-gras” y por último, por haber obtenido una beca de estudio en 1950 con el gobierno franquista, durante la presidencia de Laureano Gómez.

Sería prematuro realizar un juicio certe-ro de sus convicciones políticas por estos he-chos históricos puesto que la trayectoria de un intelectual consiste precisamente en revisar su experiencia, siempre contingente y confrontar-

* Cedido por las autoras en abril de 2006.** Abogada de la Universidad del Rosario, Bogotá. Actualmente cursa el doctorado en derecho de la Universidad Externado de

Colombia.*** Artista plástica: Investigación en grabado y video en el Taller Estudio de Bogotá.1. José Luis Romero, El ciclo de la revolución contemporánea bajo el signo del 48, Argos, 1948, p. 9.2. Rafael Gutiérrez Girardot, Heidegger y el Nacional-socialismo, Gaceta Nº 11, Bogotá, Colcultura, ago.-sep., 1991, p. 8.

Page 38: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

36 BABEL Julio 2008

la con el pensamiento, para poder adoptar una postura de convicción.

Lo que interesa aquí es la condición política de Rafael Gutiérrez, pues como hemos observa-do, algunos de los pocos que conocen la vida y obra de este ilustre boyacense, dejan caer dudas sobre su filiación política. Por pertenecer a una típica familia de hacendados boyacenses con-servadores y por su tradición bolivariana que conserva hasta la muerte, se le ha tenido por con-servador. Sin embargo, el objeto de este ensayo será mostrar su evolución ideológica y política.

En los años de juventud, Gutiérrez Girardot comienza sus estudios universitarios, escribe como redactor de la revista de la Universidad del Rosario y elabora artículos para el Domini-cal del periódico conservador El Siglo (1947-1950), no cabe duda de que aún no es un escritor experto. Va de la mano de sus maestros mon-señor José Vicente Castro Silva y José María Vivas Balcázar —jefe editorial del magazín—. En ese entonces, hace ensayos sobre cultura, re-seña libros y eventos culturales. Escribe incluso acerca de Nietzsche (1844-1900) y sobre Orte-ga y Gasset (1883-1955). En su ensayo titulado Ortega y Gasset y su influencia filosófica, a Or-tega lo describe así:

“... su filosofía es, como su estilo, elegan-te. Hay agilidad, vigor, brillantez, dinamismo”. “La vida es quehacer” repite a cada instante”.3

En otro ensayo para la revista de la Universi-dad escribe: “ [...] pero es posible ver que el tomismo moderno, conservando las líneas ge-nerales de la doctrina de Tomás de Aquino, ha logrado con éxito, colocarse en la esfera de la más importante y actual filosofía, como que sus teorías son siempre actuales [...]”.4 Vemos cómo Gutiérrez Girardot se abre un camino, pero un camino tutelado; su preocupación por el momento es la búsqueda, destacando, eso sí, su interés por la filosofía y su atención al manejo del lenguaje: ambas cosas le permi-ten escribir en los medios de comunicación. Gutiérrez aún no tiene argumentos para mos-trar, como si lo hará en 1980, el otro Ortega.5

Lo que sí queda claro sobre su participa-ción en esta aventura editorial, es su filiación conservadora, aunque no laureanista, puesto que “había fundado con Eduardo Cote Lamus, Hernando Valencia Goelkel, Cornelio Reyes, el quijotesco movimiento de la Revolución Na-cional y en el periódico de Alzate Avendaño, que dirigía Cornelio Reyes, [en el que] publi-qué violentos artículos contra Eduardo Santos y Laureano Gómez”.6

Con esta experiencia cultural viaja a Ma-drid como residente del Colegio Mayor Hispa-noamericano Guadalupe en noviembre de 1950, en donde coincide con quienes más adelante se-rían intelectuales de renombre en América Lati-na y en España.7

3. El Siglo, 5 de marzo, 1950, sección Literaria, p. 2.4. Józef M. Bochenski, El tomismo moderno, Revista Colegio del Rosario. Vol. XLIV, Nº 421, 1949, p. 7.5. En el número veintidós de la Revista Pluma, (vol. IV, julio 1980 p. 2) puede leerse que: “Los ‘yo creo’, ‘yo opino’, ‘me parece’

y las variadas declinaciones de su yo, que inundan sus escritos, no expresan frecuentemente el conocimiento de una cuestión, sino que delatan la excesiva autoconciencia del magister hispaniae. Ortega, quien pese a su proclamado republicanismo, nun-ca pudo ocultar una peculiar debilidad por las formas de vida del Antiguo Régimen y por toda arandela cortesana, cultivaba una especie de “absolutismo filosófico” que se puede resumir en la muy citada fórmula, con su correspondiente variación: ’el pensamiento, soy yo’”.

6. Carta de Rafael Gutiérrez Girardot, Bonn, 8.6.04, dirigida a Patricia Tobón Ricaurte y María Alexandra Mosquera, p. 1.7. Entre otros: “El filósofo Emilio Lledó, los poetas José Agustín Goytisolo y José Ángel Valente, también futuros excelentes

maestros del derecho... Entre unos y otros se estableció un clima de convivencia y amistad que no se limitaba al ámbito personal sino que contribuía a un mejor entendimiento de los países de origen. Sin faltar a la verdad se puede afirmar que no se preten-día tanto conocer a España como a Hispanoamérica, en virtud de un intercambio de saberes y de noticias”. Antonio Lago Car-ballo, Rafael Gutiérrez Girardot en su entorno madrileño, Cuadernos Hispanoamericanos, Nº 627, sep. 2002, Madrid, p.117.

Page 39: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 37

Sobre este momento —su llegada a España, con las nuevas amistades y la asistencia a las clases de Zubirí, (1898-1983, filósofo español discípulo de Ortega y Gasset)—, diría luego: “[...] yo deje de ser religioso en Madrid por los cursos de Zubirí. En Madrid ya comencé a dar un giro hacia la izquierda porque vi una película de Marlon Brando que se llamaba ‘Viva Zapata’ que me fascinó [...]”.8 Son sus estudios de so-ciología y su experiencia editorial, la manera de forjar su nuevo pensamiento político. Gutiérrez encuentra una España en transición; por un lado la derecha regente de Franco está posicionando de nuevo la moral y las creencias vilipendia-das durante la guerra civil —esta España, la de siempre, en mayo de 1952 ve la celebración del Congreso Eucarístico Internacional de Barcelo-na con gran esperanza, puesto que en él se orde-nan cerca de mil sacerdotes, y en agosto de 1953 tiene lugar la firma del concordato con la Santa Sede—. Por el otro lado, quienes procuran una revolución del pensamiento y no del hambre y las pasiones como había sido la de 1936, una verdadera revolución, como tantas veces lo in-vocó Gutiérrez, de “la mayoría de edad”. Por ello en el verano de 1954 cuando viaja desde Madrid a tomar unos seminarios en Santander, España, funda con Francisco Pérez González y Miguel Sánchez Bella la editorial Taurus, como “una empresa de pensamiento” marcada por el “progresismo cristiano” de los Zubirí, Arangu-ren y Laín. También por la oposición crítica al sistema. De aquí que las principales coleccio-nes de Taurus, las que precisaban su fisonomía y el camino a seguir, se convirtieron en barrios marginales, en recintos de asilo para escritores y lectores, cada uno de ellos en busca de los otros.9

En la primera España —“[...] en la que se produce el nacimiento, en los años inmediata-mente posteriores a la guerra civil, de editoria-les católicas, entre ellas la Biblioteca de Auto-res Cristianos, Espasa, Pegaso, Rialp y Gredos, editoriales que tienen una voluntad renovadora, pero sin pretensiones de una reforma inmediata, ni planteamientos de más largo alcance”—,10 se editan de nuevo libros, en este caso en la editorial Rialp, como los de Marcelino Menéndez Pelayo en los que los heterodoxos eran duramente cas-tigados y se reafirmaba el nacionalismo como una necesidad sustentada en las creencias. Para este filósofo de finales del siglo XIX y princi-pios del XX, las grandes ideas de la conciencia

8. Entrevista al profesor en Bonn por Patricia Tobón Ricaurte y María Alexandra Mosquera, nov. de 2004.9. Antonio Morales Moya, “Taurus, cincuenta años de una editorial (1954-2004)”, en: La Historiografía de Taurus, Taurus,

2004, p. 237.10. Olegario González de Cardenal, “Un capítulo de la teología en España”, en: La Historiografía de Taurus, Taurus, 2004, pp.

117-118.

Revista U. de A., Vol. LXIII, Nº 235, ene-mar. 1994, p. 6.

Page 40: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

38 BABEL Julio 2008

española, y por supuesto los presupuestos polí-ticos, eran “fe católica, monarquía tradicional, latinidad, libertades populares, intransigencia antiliberal, hermandad peninsular”;11 Gutiérrez revisa estos conceptos de clara estirpe conser-vadora, reflejo y prototipo, al mismo tiempo, de su cultura y su sociedad natal. En sus escritos posteriores a 1955, es una constante la diatriba contra los católicos de fe de carbonero, el pen-samiento dogmático y la simulación.

Menéndez Pelayo primero y, Ortega y Gas-set, posteriormente, alimentaron en buena me-dida la cultura eclesiástica y académica de las tierras americanas los primeros 70 años del si-glo XX. Gutiérrez analiza este fenómeno con profundidad e intenta explicar cómo estos dos hombres fueron leídos en Colombia y crearon una mentalidad.12

En años anteriores a la guerra civil, el an-ticlericalismo se había tomado a España, que-riendo terminar con todo aquello que tuviera que ver con el Ancien Regine. Una guerra que los derrotados republicanos y sus simpatizantes interpretan como “La lucha de un pueblo opri-mido en busca de una calidad de vida decente contra la oposición de las atrasadas oligarquías españolas terratenientes e industriales”.13

En esa España los nombres José Calvo Sote-lo y José Antonio Primo de Ribera forman parte de un grupo de fascistas, que han tratado de ac-ceder al poder por la vía legal, pero siempre sus votos han sido falseados14 y mal pensaron que les había llegado su momento de justicia y que en ese desorden podrían gobernar, pues Calvo Sotelo es asesinado por “Los Rojos” y después Primo de Rivera es enjuiciado y fusilado por

11. “España evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Igna-cio...; esa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantona-lismo de los Arévacos y del Vectones, o de los reyes de Taifas. A éste término vamos caminando más o menos apresuradamen-te, y ciego será quien no lo vea. Dos siglos de incesante y sistemática labor para producir artificialmente la revolución, aquí donde nunca podía ser orgánica, han conseguido, no renovar el modo de ser nacional, sino viciarle, desconcertarle y perver-tirle. [...] No nos queda ni ciencia indígena, ni política nacional, ni, a duras penas, arte y literatura propia. [...] cuanto hacemos es remedo y trasunto débil de lo que en otras partes vemos aclamado. [...] Cuando nos ponemos a racionalistas o a positivistas, lo hacemos pésimamente, sin originalidad alguna, como no sea en lo estrafalario y en lo grotesco. No hay doctrina que arrai-gue aquí: todas nacen y mueren entre cuatro paredes, sin más efecto que avivar estériles y enervadoras vanidades, y servir de pábulo a dos o tres discusiones pedantescas. Con la continua propaganda irreligiosa, el espíritu católico, vivo aún en la muchedumbre de los campos, ha ido desfalleciendo en las ciudades; y aunque no sean muchos los librepensadores españoles, bien puede afirmarse de ellos que son de la peor casta de impíos que se conocen en el mundo, porque, a no estar dementado como los sofistas de cátedra, el español que ha dejado de ser católico es incapaz de creer en cosa ninguna, como no sea en la omnipotencia de un cierto sentido común y práctico, las más veces burdo, egoísta y groserísimo. (Marcelino Menéndez Pela-yo, “Epílogo” en: La historia de los heterodoxos españoles, 7 de junio de 1882. Ed. Rialp, S.A., Madrid 1955, pp. 146-147).

12. Nada de esto es nuevo para ningún colombiano que se haya tomado el trabajo de estudiar la historia del país, lo que sí que-remos dejar claro es que en 1950 Rafael Gutiérrez Girardot, tiene veintidós años, ha sido educado bajo estos presupuestos. En un momento va dejando de asistir a la Escuela de Derecho para ingresar a la nueva facultad de Filosofía de Universidad Nacional, que era un instituto anexo a la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, y con los nuevos presupuestos estaba tratando de consolidar la filosofía moderna en el país que habían fundado Rafael Carrillo, (1907-1996) y Danilo Cruz Vélez. Los textos de filosofía con que el profesor Carrillo se educó fueron tomistas: La lógica de Restrepo Hernández y La metafísica de Rafael María Carrasquilla. “[...] ya después cuando viajé a Bogotá, constaté que sólo había una facultad de filosofía y letras, adscrita a un colegio donde se estudiaba únicamente una filosofía confesional, de un confesiona-lismo recalcitrante. Luego, cuando ingresé a estudiar derecho en la Universidad Nacional, la cátedra de filosofía del derecho estaba regentada por el padre José Alejandro Bermúdez, quien dictaba su clase teniendo como guía el texto de Cátherin. Era una filosofía del derecho de tipo escolástico. Además se enseñaba y se aprendía de memoria. No había reflexión ni análisis de ninguna clase; no se daba la crítica ni la contradicción”. Numas Armando Gil, “Entrevista de Carlos Sánchez Lozano”, Rafael Carrillo, pionero de la filosofía en Colombia. Fondo de Publicaciones, Universidad del Atlántico, 1997. p. 105).

13. Paul Preston, La guerra civil española, Barcelona, Debolsillo-Random House Mondadori, 2003, p.13.14. Ministerio De Justicia (España), Causa general: la dominación roja en España, León, Akron-Historia,1943, pp. 4-5.

Page 41: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 39

el mismo partido. Estos dos políticos tendrán mucho qué ver en el futuro de Gutiérrez, en su estudio sobre la Falange y su visión de la Espa-ña de los años cincuenta a la que viajará.15

“En España en el momento en que yo es-tuve, había pobreza pero indiferencia política. Había una cantidad considerable de conferen-cias sobre los más distintos temas. Como la política era una cuestión de círculos reducidos, ésta no afectaba a la población, que no le inte-resaba la política, porque se sabía perfectamen-te que la política estaba en manos de la Iglesia católica, en su gran mayoría. Había, en cambio, una cosa que era una especie de equilibrio, una cantidad considerable de libros de humor, una revista que se llamaba La Codorniz, que salía cada semana, y se burlaba constantemente de la política oficial. Se burlaba constantemente de los ministros. Tenía un parte meteorológico ge-neral que en muchas ocasiones te decía: “Reina un fresco general sobre la Península”, se podía entender fresco como pícaro.

Políticamente se estaban formando ya en los círculos estudiantiles y en el instituto donde yo estudié, una amplia oposición contra Franco, dentro del gobierno franquista, porque una de las cosas típicas es que todos los que estaban contra Franco, vivían del gobierno de Franco porque no podían vivir de otra manera, nadie les iba a dar puestos. Y se fue formando una oposición y, sobre todo, aumentó la oposición cuando vino uno de los antiguos compañeros de Primo de Rivera, Jonh Ishon Rivurejo, un

gran poeta que escribió un libro muy importan-te contra Franco y tuvo que huir, tuvo que salir exilado a París. Pero todo eso fue dando ejem-plos, de modo que lo que yo presencié en mi época fue una especie de movimiento de oposi-ción contra Franco, lento, paulatino, pero muy preciso, porque también había una revista que se llamaba El Índice, de un antiguo franquis-ta que escribía artículos muy fuertes contra los antifranquistas. Había también otra revista muy importante que se llamaba Ínsula, que todavía existe, donde escribían artículos los españoles exilados en el extranjero: republicanos, pro-co-munistas, socialistas, anarquistas, aparecían en la revista Ínsula. Había una librería de Ínsula que traía todos los libros prohibidos”.16

Después de este periodo español viaja a Alemania en donde su transición ideológica continuará: “cuando llegué a Friburgo (1954), acababan de publicar la primera edición de los escritos de juventud de Marx y la comencé a

15. “Visitaba la Librería Hispanía con el propósito de enterarme de las publicaciones jurídicas españolas (como el Tratado de de-recho civil de Eneccerus, Kip y Wolf) y allí encontré un libro de José Calvo Sotelo sobre la expropiación por causa de utilidad pública. Con el mismo tema se doctoró mi padre. Me interesó su vida y supe que había sido asesinado por motivos políticos (era, como mi padre, jefe de la derecha española). Mi interés me llevó a seguir conociendo los contextos de la guerra civil española. Conocí el nombre de José Antonio Primo de Rivera, era un joven abogado y brillante escritor y se había dedicado a la política para reivindicar el nombre de su padre. Y que Primo de Rivera había escrito muchos discursos contra Ortega, a favor de Ortega, pero con un lema que para nosotros, los de mi época, los de mi generación, era fundamental: “ni izquierdas, ni derechas, España entera”, y para nosotros, para traducirlo así, era decir: “ni conservadores, ni liberales, Colombia entera”, y eso me fascinó.” Carta citada.)

16. Rafael Gutiérrez Girardot, “Entrevista”, Patricia Tobón Ricaurte y María Alexandra Mosquera, nov. 2004.

Page 42: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

40 BABEL Julio 2008

devorar. Había un sociólogo muy importante que la había realizado, al igual que su tesis doc-toral al respecto, que también leí. Me fascinó y comencé por ahí mi giro”.17

Sin embargo, el gobierno reinante, salvadas las distancias con el franquismo, es también un régimen conservador; no es un gobierno de iz-quierda que pueda facilitar la experiencia prác-tica de esta ideología al joven Gutiérrez. Por el contrario Konrad Adenauer (1876-1967) tiene toda la intención de unirse al capitalismo occi-dental y de rechazar abiertamente no sólo a la Rusia comunista sino a cualquier sindicalismo o movimiento socialista. Está en la tarea de la reconstrucción alemana, como Franco está en la española. Se quiere una sociedad en la cual las decisiones privadas se impongan a las de carác-ter público, en que la familia sea la unidad social más favorecida y prevalezca el principio supre-mo de la actividad voluntaria. Es la antítesis del nacional-socialismo en su concepción teórica y práctica. Por ello, cuando Gutiérrez asiste a los seminarios de Heidegger en la universidad de Friburgo y tiene la oportunidad de conversar con él, aflora el cuestionamiento sobre la par-ticipación del filósofo en el régimen de 1933 y ello lo obliga a profundizar en la concepción del nacional-socialismo y entender la postura del filósofo. Paralelamente saca conclusiones so-bre las relaciones del intelectual y la política.18

Adenauer permanece en el poder catorce años (1949-1963); es decir, los primeros diez

años de vida de este colombiano en Alemania. Durante ésta, en 1955 contrae matrimonio con una alemana estudiante de filología en Friburgo de Brisgovia. Con ello su comprensión de la so-ciedad alemana y su concepción de la familia, tendrán una concreción conforme a la época. Se fortalecen su compromiso y referencia con América Latina y durante los veintitrés años como profesor de la Universidad de Bonn, el pensamiento está dirigido hacia los gobiernos americanos, al problema radical de la justicia. Está convencido de que Latinoamérica tiene que concebir una filosofía política de acuerdo a sus necesidades: “[…] es decir, la filosofía ori-ginal se va formando de acuerdo con las necesi-dades del país, como en la filosofía alemana, el realismo alemán respondió a una manera muy especial de concebir los estados soberanos, de concebir la política. En su caso Hegel es un filó-sofo político muy importante. Es en La filosofía del derecho de Hegel donde se responde a una teoría social de la revolución francesa. Kant es producto de la Ilustración alemana que es una ilustración muy diferente que no ha tenido nin-gún hispánico y son los productos originales de cada país, es el resultado de ciertas circuns-tancias. Por eso, lo decía Hegel muy bien, es que la filosofía es nuestro tiempo formulado en conceptos. Hay que saber trasladar la época, las circunstancias históricas y sociales, a conceptos necesarios y precisos. Eso fue lo que hizo He-gel y lo que hizo el realismo Alemán”.19 Basta

17. Ibíd.18. “Es ingenuo y anacrónico suponer que el intelectual o filósofo que se compromete políticamente, mida su éxito o su fracaso

en tal compromiso con medidas propias del político. El éxito o fracaso del filósofo fascinado por el poder y que pretende orientar o dirigir al político, no depende de si logra o no su objetivo. El éxito o fracaso descansan más bien en la capacidad de someterse al riesgo, de poner a prueba sus postulados político-filosóficos y el compromiso mismo en un enfrentamiento radical con la realidad de la práctica política. Lo de menos en tal caso es la desilusión personal, pues esa desilusión es, como el asombro, el impulso para una más profunda y adecuada penetración en la realidad de la práctica política y de los principios en que se sustenta.

19. Por otra parte, el compromiso del filósofo con la práctica política, trae consigo, inevitablemente, un cuestionamiento de esa práctica, que termina con un triunfo del filósofo: que el poder político lo rechaza y lo persigue, es decir, que el poder político se muestra vulnerable y vulnerado en sus fundamentos ideológicos.

Page 43: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 41

20. Pero ¿quién sino los filósofos, que se comprometieron, pusieron de precedente con transparencia el engaño? Ernst Bloch, Georg Lukács, de la izquierda, Heideggaer, de la derecha, fueron engañados. Nadie reprochó a Bloch y a Lukács su pasado estalinista, su compromiso con una revolución que se desmoronó más estrepitosamente que la revolución prometida por el nacionalsocialismo. [...] Poner radicalmente en tela de juicio a los ismos políticos que, por encima de sus diferencias, conflu-yen en el engaño, la manipulación y la violación diversamente matizada de los que ellos prometen y deben cumplir por ley, impuesta y sancionada por ellos mismos, es al cabo la invitación que deja el engaño que sufrieron los filósofos de izquierda y derecha Martín Heidegger, Ernst Bloch, Georg Luckács. De los tres sólo Heidegger trazó las líneas de este cuestionamiento. (Rafael Gutiérrez Girardot, “Heidegger y el Nacional-socialismo”, Gaceta, Colcultura, Nº 11, ago.-sep., 1991, Bogotá, p. 11.

traer un fragmento de una entrevista concedida en los últimos años de su vida, para constatar el “vuelco” —que significa asimilación críti-ca— hacia una izquierda liberadora y libertaria.

MAM. Profesor, como usted mismo se califica: “yo era un conservador pero yo me he vuelto izquierdista. ¿Usted se considera iz-quierdista?

RGG. Ideológicamente sí. Pienso que Co-lombia —yo era demasiado joven, pero ahora lo sigo pensando más que nunca— necesita efec-tivamente una transformación radical, porque mientras no haya esa transformación radical, mientras siga habiendo esas estructuras pétreas de los artistas del robo, de la simulación, nues-tro país va a seguir siendo un país sangrante. Hay que enseñar. En primer lugar hay que libe-rar, no al pueblo, como se dice, toda la sociedad

de pobres, el 80% de la sociedad colombiana es pobre, vive en malas condiciones, circuns-tancias, humillado, en zozobra, con mala salud. Eso no puede ser en un país. Hay que liberarlos y el Estado está obligado a hacer justicia con los impuestos, de controlar los excesos increí-bles de los ricos, porque no son piadosos, no tienen la más mínima consideración de la po-breza, les importa un comino la pobreza, siguen robando. Es que aquí los cambios radicales no funcionan. La gente está acostumbrada a cier-tas cosas. Hay que ir poco a poco, no en el sentido de evolución, pero sí en el sentido de crear una conciencia general (se está forman-do poco a poco) de que los partido políticos no tienen solución para nuestros problemas. Eso es lo primero. Pero hay que saber cómo se soluciona eso y eso toma tiempo, porque eso exige naturalmente la formación de personas capaces de hacerse cargo del gobierno, y para ello es indispensable que haya universidades buenas, no universidades costosas y malas”.20

El último paso de Rafael Gutiérrez Gi-rardot en su vida como intelectual, como co-lombiano comprometido, fue la adhesión a la candidatura del senador y futuro candidato a la presidencia de la República de Colombia por el Polo Democrático, doctor Carlos Gaviria Díaz, a través de una carta enviada pocos días antes de morir. Precisamente a la salida del funeral, el candidato comentó el significado de esta ad-hesión. Este acontecimiento es reflejo de una vida enmarcada por la política desde la niñez hasta la muerte.

Rafael Gutièrrez Girardot con Carl Smith en la década de los setenta. Fotografía cedida por las autoras de este artículo.

Page 44: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

42 BABEL Julio 2008

Rafael Gutiérrez Girardot llegó a destiempo a la vida de la crítica literaria en América Lati-na. A diferencia del magnífico Ángel Rama, no se adaptó a los “vientos de la época”; vale decir, no se hizo el intérprete más audaz del boom no-velístico de los cincuenta y setenta, y a despecho de un público alemán ansioso de las novedades literarias, se mantuvo firme dentro y fuera de la cátedra al afirmar, polémica y no pocas veces agriamente, la indeleble impronta de los “arqui-tectos” de la cultura literaria latinoamericana. Esto no se quiso entender ni en una América Latina, llevada por el delirio marxista-leninista —que no fue para Gutiérrez Girardot más que otra manifestación de la “voluntad de depen-dencia”— al son de Cardoso y Falleto, ni en la Alemania, donde ejercía su función de docencia universitaria, en una atmósfera enrarecida por la rebelión del París del 68 —en sus primeras décadas— y por la apatía “comunitarista” —de la Comunidad Europea, que es la peor y más fi-listea versión del comunitarismo— de los años

ochenta y noventa. Así que, tanto aquí como allá del Atlántico, su voz permaneció apagada, o al menos, sofocada, en medio de una ofusca-ción crítica, de unas imposturas estéticas y de un clima ideológico exhibicionista y agitacio-nal del que no esperó nada, ni que, en efecto, supo sacar provecho consecuente de su lección “marginal”.

Como intelectual y como profesor, navegó Gutiérrez sobre el traicionero mar de una época “bajamente romántica”, en el navío “valiente” de su escritura crítica, polémica y, si se quiere rebajar, corrosiva e iconoclasta. Se supo mante-ner al margen, con la confianza —a veces irri-tada como lo expresan libros “menores” como Provocaciones— en que la lección estaba dada, pero no comprendida. Él no había intentado —como Hegel— “enseñar a la filosofía a que hable en alemán”, sino persistido en la tarea de Bello a Reyes, de que la crítica filosófica y li-teraria siguiera hablando en español. Había lo-grado desde muy temprano —desde los años de

Los destiempos de Gutiérrez Girardot*

Juan Guillermo Gómez García**

* Este texto es un fragmento de la conferencia “La imagen de América Latina en Rafael Gutiérrez Girardot”, en homenaje al profesor Rafael Gutiérrez Girardot organizado por el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia en el año 2005. Invitamos a nuestros lectores a leerla en Estudios de Filosofía Nº 33, 2006.

** Abogado, doctor en Filosofía, Coordinador del pregrado en letras: FIlología Hispánica de la Universidad de Antioquia.

Page 45: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 43

su colaboración en Mito— el propósito de que, en adelante, “resultara infinitamente más difí-cil dar a la vulgaridad la apariencia de oración profunda”. Hizo más: hizo poesía en el sentido romántico, que era el haber puesto en práctica los principios schlegelianos de elevar la teoría y la crítica literaria a literatura; de hacer “litera-tura que tiene por objeto la literatura” (Curtius). El reparo de que no culminó un libro “clásico”, que dejó una obra dispersa, fragmentaria, es vano y desacertado; la significación de su obra se funda y desarrolla conforme con los firmes presupuestos aludidos. Es como hacer el reparo a Borges de no haber escrito una novela (otra Rayuela, aunque nadie le repara a Cortázar el no haber escrito otra Ficciones), cuando se pasa por alto que la peculiaridad de su obra —su “ca-racterística”— se establece en la tensión creati-va con un universalismo o europeismo exigente y superación de lo dado que, en este sentido, también puede ser reprochado a su discípulo Gutiérrez Girardot. Lo que impresiona en todas sus frases es la concreción (fue conciso).

Si durante las siguientes décadas en que se consagró a desarrollar las consecuencias de unos principios tan nítidamente expuestos, no fue escuchado, en términos más exactos, fue “invisibilizado” para la vida intelectual y litera-ria del país —¿no es acaso la crítica un gesto de madurez de la vida literaria, vale decir, literatu-ra desde el romanticismo?—, se debió a múlti-ples factores adversos. La serena discreción con que expuso los elementos de ese Nuevo Mundo de Utopía, como un Adán dueño de un verbo crítico inédito, en una Colombia desecha por la violencia, en una España aturdida bajo el fran-quismo y en una Alemania impregnada de eu-foria audenaueriana, se vio lenta, pero violen-tamente negada. Como había subrayado para el caso de Büchner, su obra se dejó “languidecer y morir por años”.

Padeció Gutiérrez Girardot tal vez el sín-drome de un aislamiento crónico y creciente; no fue ajeno a la indiferencia pública que determi-naba el curso de la divulgación espasmódica de su obra; se encontró afectado por la forma de equívocas y desiguales correspondencias con que eran recibidos sus ensayos: con frialdad o envidia impotente. La serenidad, la discreción y la cortesía que subrayaba en Hegel, Reyes o Henríquez Ureña, en una palabra, la elegancia de la inteligencia y los buenos modales de la cultura —no los falsos de la diplomacia— que había pregonado como virtudes en sus admira-dos modelos, parecieron abandonarlo por ratos. El reproche de que escribía cargando su pluma con bilis o cicuta, los reparos por sus virulen-tas “insistencias”, sus arbitrariedades más lla-mativas, sus ¿injustas? apreciaciones escanda-losas —sobre Ortega y Gasset, sobre Octavio Paz, sobre Camilo José Cela, sobre Fernando González, sobre los nadaístas o sobre Estanis-lao Zuleta— son parte controversial de su con-siderable herencia. Son quizá deudas menores; o en forma más exacta, inversiones al capital legado a modo de interés compuesto. Pero, son escupitajos que la “red de enemigos” invisibles se encargará de tirarle sobre el rostro por mu-cho más tiempo. Sin embargo, apenas cabe pre-guntar, ¿cómo escindir el temple crítico de sus eventuales apasionados excesos? ¿No son uno parte de lo otro? Sin el pathos polémico, sin sus apreciaciones “como suele decirse, muy perso-nales”, pero precisamente “por ello, de interés”, Gutiérrez Girardot no sería Gutiérrez Girardot; no valdría la pena escribir una línea sobre él ni sobre ello.

Alguien ha dicho que Gutiérrez Girardot es el intelectual “más importante”, pero tam-bién el “más desconocido” (no lo ha sostenido por escrito) de nuestro país desde Baldomero Sanín Cano. Tampoco la frase dicha en privado

Page 46: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

44 BABEL Julio 2008

es un servicio, bueno o malo a la causa. Acaso no resulta impertinente recordar que, no pocos, dicen que el actual es el “mejor” presidente que hemos tenido, sin que ello no signifique, desde otro punto de vista, que, en efecto, es el “peor”, desde Laureano Gómez Castro. Son, digamos por complacencia, meras opiniones, que son prejuicios o voces vacías, mientras no se fundamente racional —discursiva, en forma conceptual, no intimidatorio— qué es lo “más importante”, lo “mejor” o lo “peor” del asunto. Entre tanto, hay suficientes motivos para invitar a la lectura o relectura de Gutiérrez Girardot, mientras nos reservamos, por razones no menos convincentes, en abstenernos a recaer, recurren-te y recursivamente, en aconsejar la reelección.

Si, como se admiraba Marx de que “des-pués de una filosofía total como la de Hegel aún pudieran existir seres humanos”,1 nosotros tam-bién tenemos derecho de admirarnos de algo más modesto, al ver cómo la sociedad colom-biana —y su incomparable universidad— si-guen tan empecinadas en sí mismas luego de las lecciones críticas de Gutiérrez Girardot. Ellas son una asignatura pendiente, no en el banal

significado de un crédito académico, sino en el generoso horizonte abierto, teórico-filosófico y científico no positivista, que insinúa un porve-nir más digno, más propio y nuestro. La imagen que tenemos de la cultura literaria e intelectual de América Latina no es la misma después de Gutiérrez Girardot: él supo imprimirle un sello de renovación, de cohesión ideal y de valora-ción nunca antes alcanzado en esta dimensión; su obra es la expresión típicamente americana manifestada por Reyes, de “una movilidad y adaptabilidad humana característica” y expre-sión de ese “cierto impulso de síntesis, de apro-vechamiento de saldos culturales”. Fue síntesis, “una organización cualitativamente nueva” y “de virtud trascendente”. Nos evitó el tortuo-so paso de los “folclorismos”, es decir, de las dañosas afirmaciones provincianas, necesaria-mente parciales y anticuadas. Nos evitó, pues, “los pasos perdidos” (Carpentier) dados por tantos y tantas, en una imaginación telúrica de América Latina, en una perversa, como Gutié-rrez insistió, imagen turística, de gaseoso inter-nacionalismo de aeropuerto. Este es su legado intelectual; ese fue su destino controversial.

1. Rafael Gutiérrez Girardot, Horas de Estudio, Bogotá, Colcultura, 1976, p. 284.

Page 47: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 45

Les agradezco mucho por esta invitación. Sin embargo, como lo dije hace tres semanas en el acto que con el patrocinio de la Casa de la Cultura de la ciudad tuvo lugar en el teatro Su-gamuxi de Sogamoso, me resulta una ocasión muy triste, pues desde el día 28 de mayo, cuan-do me enteré del fallecimiento del gran maestro y amigo Rafael Gutiérrez Girardot, he estado tratando de elaborar el duelo, en vano. Su muer-te significa una pérdida, en primer lugar para nosotros los colombianos, aunque en realidad lo es para la América Latina en su conjunto, para esa que Manuel Ugarte llamara la “patria grande”: Indo-ibero-América, una pérdida para todo el ámbito de la cultura en lengua española.

Rafael Gutiérrez Girardot fue, en efecto, una de las figuras intelectuales más prominentes de este continente en la segunda mitad del siglo veinte, si se tiene en cuenta que su gestión cul-tural, tan seria, tan genuina, tan fundamentada, comenzó a perfilarse desde finales de los años cuarenta, cuando realizaba estudios de jurispru-

En la muerte de Rafael Gutiérrez Girardot*

Rubén Jaramillo Vélez

* Conferencia pronunciada en Ibagué el viernes 26 de septiembre de 2005, por invitación del Centro Cultural de la Universidad del Tolima. Y fue publicada por primera vez en la Revista Aquelarre ―de ese mismo claustro― N° 8, en el segundo semestre de 2005.

dencia, a través de sus primeros escritos ―en-sayos, artículos, reseñas críticas― publicados en la Revista de la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario cuya dirección le fue encomendada por su rector de entonces, monseñor José Vicente Castro Silva, a quién él siempre recordará con singular afecto. Ya a lo largo de la década del cincuenta se dio a conocer ampliamente, en particular cuando se integró al grupo de intelectuales que se congregaron alre-dedor de esa gran revista que fue Mito.

Pero debo reiterar que me resulta suma-mente triste llevar la palabra en esta ocasión. En primer lugar quisiera recordar que hace ya más de veinte años un grupo de jóvenes, entre los que se contaba mi amigo José Hernán Casti-lla, aquí presente, que luego sería el coeditor de una selección de sus escritos (Hispanoamérica: imágenes y perspectivas), comenzaron a leerlo, y corresponde a ellos el mérito de haber puesto en circulación una serie de cuartillas en foto-copias, llamando la atención sobre la obra de

Page 48: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

46 BABEL Julio 2008

pero de por lo menos dos o tres cartas anuales. Me entendía muy bien con sus familiares en Bogotá, doña Leonor Gutiérrez de Happle, la prima que tanto lo quería, y su esposo, un inge-niero alemán muy simpático y muy amigo suyo. También tuve la oportunidad de conocer a su se-ñora esposa, la madre de sus dos hijas, una dama encantadora que mucho lo amaba y le acompa-ñó solidariamente durante casi cincuenta años.

En primer lugar haré referencia a algunos datos biográficos para que ustedes tengan una idea preliminar de quién era el maestro Rafael Gutiérrez Girardot. Nació en el año de 1928 en Sogamoso, esa ciudad de Boyacá tan peculiar en el conjunto del departamento, ya que por ser la puerta de entrada a los Llanos Orientales y por su clima, así como por ser una ciudad muy liberal, se diferencia del resto de las poblacio-nes del departamento. Precisamente, como me lo decía su compañero de infancia, mi amigo y muy estimado profesor Carlos Patiño Roselli, las pocas familias conservadoras de Sogamoso eran por entonces, en efecto, la de Gutiérrez y la del propio Patiño. Su padre se llamaba Rafael María Gutiérrez. Era un dirigente del partido

este ilustre compatriota que vivió casi cincuen-ta años en esa especie de exilio, tan frecuente en nuestro medio cuando una persona que se distingue por sus excelsas cualidades intelec-tuales es aislada y rechazada y se ve obligada a emigrar para gestar su obra en el extranjero. De manera que es con mucha emoción, pero con mucha y sincera tristeza, que recuerdo aquí al maestro Gutiérrez Girardot.

Aunque yo tuve la oportunidad de conocer-lo en alguna ocasión en Berlín, cuando realiza-ba mis estudios, con motivo de una conferen-cia que él dictó en el seminario de romanística, debo mi relación con el profesor Gutiérrez a ese grupo de jóvenes que, como les decía, hace unos años comenzaron a difundir su obra. En particular a mi apreciado amigo Juan Guillermo Gómez, que después de haber realizado sus es-tudios en Alemania se desempeña actualmente como docente de cultura hispanoamericana en la Universidad de Antioquia y está llevando a cabo una gran labor como editor de los clásicos del pensamiento y la cultura hispanoamericana como, por ejemplo, los dos libros de José Luis Romero, muy amigo del maestro Gutiérrez Gi-rardot, Latinoamérica: las ciudades y las ideas y Situaciones e ideologías en América Latina, así como la obra del gran historiador chileno Mario Góngora, tan recomendado por Gutié-rrez, y una antología del ensayo colombiano de los siglos XIX y XX.

Fue entonces a través de Juan Guillermo Gómez, de José Hernán Castilla y otros jóve-nes que entré en contacto con Rafael Gutiérrez Girardot. En 1986 publiqué en la serie mono-gráfica Argumentos, que por entonces comen-zaba a editar, su ensayo intitulado “Universidad y sociedad”, que ha tenido una gran acogida en nuestro medio. De esta manera, mi amistad con él comenzó aquí y no en Alemania. Mantuve una correspondencia con él, no muy frecuente

Bogotá, 1986. Trabajo fotográfico de Ernesto Monsalve, publicado por el Boletín Cultural y Bibliográfico, vol. XXXVII, Nº 40, 1995.

Page 49: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 47

conservador, abogado y senador de la Repúbli-ca, que sería asesinado en 1932, cuya esposa, Anita Girardot, era descendiente del héroe de la campaña libertadora, el héroe del Bárbula.

Como huérfano de padre, Gutiérrez fue educado por su abuelo materno, Juan de Dios Girardot, a quien consagraría páginas de honda devoción y afecto. Después de haber cursado estudios de primaria y bachillerato en Sogamo-so y Tunja se matriculó en la facultad de dere-cho del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y al mismo tiempo en el recientemente fundado Instituto de Filosofía de la Universi-dad Nacional, que comenzó a funcionar como adscrito a la facultad de derecho de la misma y cuyo origen nos recuerda también la gestión de otro gran colombiano, gran amigo nuestro y de Rafael Gutiérrez Girardot, el viejo maestro Rafael Carrillo Luque, un indígena canguamo del poblado de Atanquez ubicado en una es-tribación de la Sierra Nevada de Santa Marta, quien después de haber realizado estudios en el Liceo Celedón de Santa Marta se trasladó a Bo-gotá y cursó también estudios de jurisprudencia en la Universidad Nacional, aunque desde un principio se consagró con gran fervor al estudio y difusión de la filosofía.

El mismo Gutiérrez recuerda a tres de sus maestros que fueron los fundadores del Institu-to. Cayetano Betancur, filósofo y jurista antio-queño, fallecido ya hace unos treinta años, el ya mencionado Rafael Carrillo, y Danilo Cruz Vélez, que todavía vive y a quien tuve el privi-legio de tener como orientador en mi formación filosófica inicial.

Rafael Gutiérrez Girardot pertenece a esa generación que al salir de la adolescencia expe-rimentó el trauma más profundo de la historia de nuestro país en el siglo veinte después de la guerra de los mil días, que se inició con el ase-sinato de Jorge Eliécer Gaitán el nueve de abril

de 1948, un evento que parte en dos la historia de Colombia y que dio origen al dramático pe-ríodo de la “Violencia” durante los diez años que le siguieron.

Basta mencionar algunos nombres, como el del poeta Fernando Charry Lara, muy amigo suyo por cierto, fallecido apenas hace unos seis u ocho meses. Recuerdo que hace años quince años la prima de Gutiérrez le ofreció una cena a él y a su señora y en esa ocasión estuvo presente Charry Lara (que por cierto también fue uno de mis profesores en la universidad, en literatura hispanoamericana). Pertenecen también a esa generación, entre otros, nuestro premio Nobel, Gabriel García Márquez, y el padre Camilo Torres Restrepo; Héctor Rojas Erazo, el gran pintor Fernando Botero; Orlando Fals Borda, pionero de la sociología moderna en Colombia; Hernando Valencia Goelkel, crítico literario y cinematográfico, además de excelente traductor del inglés, que murió hace unos años.

Algunos miembros de esa generación se agruparon alrededor de la revista Mito, cuyos fundadores fueron los “benjamines” de la mis-ma. Me estoy refiriendo a Jorge Gaitán Durán y a Eduardo Cote Lamus, que fallecieron am-bos trágicamente, el primero en un accidente de aviación en las Antillas cuando regresaba de París, en 1962; y el segundo, murió poco des-pués en un accidente automovilístico acaecido en las proximidades de Pamplona cuando se desempeñaba como gobernador de Santander del Norte.

Como ya lo he mencionado, Gutiérrez co-menzó su gestión intelectual en el Colegio del Rosario, cuando monseñor Castro Silva le en-comendó la dirección de la revista, en la cual publicó en el número de mayo-junio de 1949 la traducción de un ensayo sobre el tomismo mo-derno del sacerdote dominico Josef Bochenski. Igualmente publicó el 15 de enero de 1950 en

Page 50: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

48 BABEL Julio 2008

el suplemento literario del periódico El Siglo, ―para el cual también escribiría comentarios y reseñas el maestro Rafael Carrillo―, un ensayo sobre el segundo centenario de Goethe, a quien conocía muy bien. Ya había publicado allí, el 9 de octubre de 1949, un artículo intitulado “Hei-degger frente a Sartre”, lo que me parece muy significativo porque en esa época eran muy po-cos los intelectuales colombianos que conocían a Heidegger mientras Sartre era casi hegemó-nico. Quisiéramos mencionar otro artículo pu-blicado en el suplemento literario de El Siglo intitulado “Un Nietzsche desde dentro”.

Ya he mencionado algunos autores alema-nes de los cuales se va a ocupar Gutiérrez fervo-rosamente a lo largo de su vida, como Goethe, Nietzsche y Heidegger. Sobre el segundo pu-blicaría en 1966 en la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba) un libro que no ha perdido actualidad ni vigencia: Nietzsche y la fi-lología clásica, uno de los mejores trabajos que se han escrito en lengua castellana sobre ese as-pecto específico de su obra. También publicó en el suplemento de El Siglo de aquella época un artículo sobre Julián Marías, el discípulo más

conocido de Ortega; y luego uno sobre Camilo José Cela, quien recibiría el Nobel algunos años más tarde.

Igualmente elaboró la presentación de dos poetas colombianos de su momento, Fernando Arbeláez, fallecido hace unos quince años y que hacia mediados de los sesenta seleccionó una antología de la poesía colombiana que editó la división de extensión cultural del Ministerio de Educación; y Marco E. Chávez, a quien no conozco. En 1950 publicó también en la revista del Colegio Mayor del Rosario un registro de los documentos sobre la historia nacional que se guardaban en el archivo del colegio, acom-pañado de una nota introductoria.

También por entonces publicó en el suple-mento literario de El Siglo un ensayo sobre las nuevas tendencias del pensamiento español, y el 20 de mayo de 1951 un artículo intitulado “Barba Jacob y el existencialismo”. Tradujo igualmente una conferencia de Carl Schmitt que se publicó igualmente en El Siglo el 17 de ju-lio de ese mismo año. Allí mismo publicó poco después un artículo intitulado “Notas para una definición de Hispanoamérica” que anticipa su gran ensayo “La visión de Hispanoamérica de Alfonso Reyes”, así como un artículo sobre el intelectual y la cultura moderna, que luego reelaboraría y leería en el Club Suamox de su ciudad natal con motivo del homenaje que se le rindió el 18 de noviembre de 1993, con el título “Los intelectuales en la historia”, que se repro-dujo en la revista congratulatoria de la Casa de la Cultura de la ciudad hace unas tres semanas.

Al iniciar la década del cincuenta Gutiérrez viajó a España. Por entonces era un conserva-dor conciente y simpatizaba con la ideología del régimen español. En España estudió con el pen-sador más importante de la primera mitad del siglo veinte, Javier Xubirí, que en su momen-to sería opacado por Ortega; al mismo tiempo

Rafael Gutièrrez Girardot con José María Valverde y Luis Rosedales, 1953, en España. Fotografía cedida por María Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Ricaurte.

Page 51: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 49

realizó estudios de sociología en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid.

Sin embargo, ya en 1953 se trasladó a la universidad de Friburgo, en el suroeste de Ale-mania, en donde entró en contacto con dos figu-ras que van a ser decisivas en su desarrollo in-telectual. En primer lugar con el gran romanista alemán Hugo Friedrich, que dirigiría su trabajo de promoción, autor, entre otras, de una obra ya considerada “clásica”, La estructura de la lírica moderna, así como de un libro intitulado Tres clásicos de la novela francesa (sobre Bal-zac, Stendhal y Flaubert). También se vinculó al gran pensador Martín Heidegger, con quien llegaría a mantener a lo largo de los años una genuina amistad y que por esa época volvía a la cátedra, pues al concluir la guerra había sido destituido por las fuerzas de ocupación en razón de su compromiso durante el primer año de la dictadura de Hitler, cuando adhirió al partido nacionalsocialista y en su discurso de posesión como rector de la universidad de Friburgo elo-gió el acontecimiento.

El profesor Gutiérrez alcanzó un dominio pleno de la lengua alemana y llevó a cabo una serie de valiosas traducciones de los que men-cionaré luego algunos de los títulos más signi-ficativos. También fue nombrado profesor en el Instituto Iberoamericano de Gotemburgo, Suecia, y cate-drático de “Mundo hispánico” en la Escuela de periodismo de Madrid, así como en la Universidad Menéndez y Pe-layo de Santander, una univer-sidad internacional en la cual se realizan prestigiosos cursos de verano para extranjeros. También fue profesor invitado en la Universidad de Colum-bia en Nueva York.

Finalmente, inició su regular carrera docen-te en la Universidad de Bonn, en la cual llegó a dirigir los estudios de hispanística y cultura hispanoamericana. Precisamente hace unos diez años, con motivo de su paso a la condición de profesor emérito, Juan Guillermo Gómez, rodrigo Zuleta y su hija Bettina Gutiérrez com-pilaron un volumen en su homenaje que fue pu-blicado por la editorial Vervuert de Frankfurt y para el cual ―lo que mucho me honra― contri-buí con un ensayo. En los últimos años, liberado ya de la carga docente regular, realizó una tarea muy fecunda y cosmopolita, asistiendo a even-tos de gran significación en los Estados Unidos (Universidad de Maryland), España, Argentina, México. Publicó en las revistas más importantes de la España post-franquista, cómo Quimera, El Viejo Topo, Cuadernos Hispanoamericanos (que dirigía su amigo Luis Rosales), así como en revistas venezolanas, argentinas, mexicanas y, desde luego, colombianas.

Les mencionaba la gestión de Gutiérrez como traductor porque es un intelectual que ha servido de vínculo entre la cultura alemana, que él conocía en un grado de intimidad sorpren-dente, y el ámbito hispanoparlante.

Quisiera recordar, para dar un ejemplo bien pertinente, que hace unos años, cuando el pro-

Page 52: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

50 BABEL Julio 2008

fesor Gutiérrez vino a Colombia a dirigir un se-minario en la Universidad Nacional sobre la In-troducción a la Fenomenología del espíritu, al tratar la crítica del romanticismo, que en el caso de Hegel se integra a la polémica con su condis-cípulo Schelling, llevó a cabo un análisis de la novela Lucinda de Friedrich von Schlegel, con tanto detalle y precisión como sólo un profesor alemán de germanística podía efectuar, porque se introducía de lleno en la trama y la temática de la obra, un procedimiento bien característico de su estilo docente, que me parece excepcional en nuestro medio pues, para Gutiérrez, el dis-curso filosófico no debía ser comprendido sólo a partir de una exégesis rigurosa desde el punto de vista filológico sino que debería aprehender la circunstancia histórica, social, política (yo siempre he sostenido, por ejemplo, que no se puede comprender el Idealismo alemán si no se conoce a Lutero, si no se entiende el significado profundo de la Reforma ―el primer momento de la subjetividad como “principio de la mo-dernidad” según Hegel― y que los trabajos de Kant sobre ética, como la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, tienen como

antecedente el texto de Lutero La libertad de un hombre cristiano, de 1521).

Gutiérrez tenía eso: una extraordinaria sen-sibilidad para lo que Karl Jaspers llamara “lo englobante”. Insistía en mostrar la forma como el filosofema, el discurso, arraiga en un univer-so de significado. Era una actitud permanente en su docencia. Porque no sólo era filólogo, in-térprete, sino también un infatigable y sensible lector en los espacios en que se movía, tan am-plios, por lo demás: era un gran conocedor de la cultura, de la literatura, la novela, la poesía es-pañola e hispanoamericana y, al mismo tiempo, de la filosofía, la literatura, el ensayo y la poesía alemana. También conocía otros ámbitos, algo de la literatura francesa y norteamericana pero, sobre todo, la hispanoamericana, que él sentía todos los días porque aunque residía en Bonn vivía en función de nuestro continente, en fun-ción de la “patria grande”.

En cuanto a la difusión de la cultura ale-mana, que conocía de manera inusitada, tradu-jo por ejemplo La fiesta de la paz, un extenso poema de Hölderlin, que publicó la editorial El Ancora de Bogotá, hace ya diez años. De Hei-degger tradujo uña serie de textos sumamente complejos como, por ejemplo, los Comentarios a la poesía de Hölderlin. Para traducir este en-sayo y a un poeta tan profundo e intenso ―que por su parte también había sido traductor, por-que había vertido al alemán la Antígona de Só-focles―, se requiere de un conocimiento muy preciso y afirmado de la lengua alemana.

Gutiérrez reveló una gran comprensión de un intelectual tan complejo como Martín Hei-degger, que a pesar de sus equivocaciones en el campo de la política fue un genuino pensador, el último representante de la gran tradición me-tafísica ―así estuviera lejos de considerarse un metafísico―.

Además de los ya mencionados Comenta-

Rafael Gutièrrez Girardot con su esposa Marliese. Bogotá, 1986. Trabajo fotográfico de Ernesto Monsalve, publicado por el Boletín Cultural y Bibliográfico, vol. XXXVII, Nº 40, 1995.

Page 53: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 51

rios a la poesía de Hölderlin, que fue publicada en 1953 en la revista Bolívar, tradujo para los Cuadernos Hispanoamericanos, que, como les decía, dirigía el poeta Luis Rosales, gran amigo suyo, “La lección sobre la cosa”, un fragmento de exégesis de algunas páginas de la Crítica de la razón pura que luego se publicaría en Ideas y Valores, la revista de nuestro departamento de Filosofía, con el título “La cosa”. Tradujo también, en 1954, para la Revista Bolívar otro ensayo de Heidegger: “Abandono del ser y errancia” y, para la Revista Nacional de Cul-tura de Caracas “En poema habita el hombre” (unos años más adelante se publicaría también en la revista Tierra Firme, que editaba en Bo-gotá Francisco Posada una traducción de este ensayo). Para la revista Mito Gutiérrez tradujo otro ensayo de Heidegger: “De la experiencia del pensar”, que se publicó en el número dos, de junio-julio de 1955.

Al año subsiguiente, en el número 10, de octubre-noviembre de 1956, publicó en la mis-ma revista sus “Notas sobre Hegel”, que luego amplió y volvió a publicar con el título “Hegel, notas heterodoxas para su lectura”, en mi opi-nión uno de los mejores trabajos que se han pu-blicado en nuestro país sobre el gran pensador alemán y en el cual, como en el caso que co-mentaba del seminario sobre Hegel, también se destaca su estilo, al considerar en contexto, el complejo universo que se refleja en la obra del filósofo. De otra parte, como su estilo era fun-damentalmente polémico, porque no se limitaba a la reseña sino que reflexionaba sobre la actua-lidad, alberga también el inicio de una polémica con Karl Popper que mantendrá toda su vida.

Sin embargo, de todas sus traducciones de esa época la más significativa fue la de la Carta sobre el humanismo de Heidegger, que se publicaría en 1953 en uno de los “Cuader-nos” de la editorial Taurus, que Gutiérrez había

contribuido a fundar en Madrid. Como ustedes quizás saben, fue la respuesta a una carta que le enviara un estudiante de filosofía en la que le preguntaba, recién pasada la guerra, cómo sería posible volverle a dar un sentido a la palabra “humanismo”: Jean Beaufret quien, entre tanto, es uno de los mejores divulgadores de Heideg-ger en la academia francesa.

Otras traducciones para la colección “Estu-dios Alemanes” de la Editorial Sur de Buenos Aires, que codirigió durante muchos años, fue-ron, por ejemplo, Filosofía práctica y Teoría de la historia de Hermann Lubbe y una obra de Judith Janoska-Bendl intitulada Max Weber y la sociología del iluminismo. En la misma serie editó una muy afortunada selección de ensa-yos de Herbert Marcuse (Cultura y sociedad), la Dialéctica del iluminismo de Horkheimer y Adorno, así como selecciones de los ensayos de Walter Benjamín, Gottfried Benn, F.G. Junger, Alexander Mitscherlich, entre otros.

También en la revista Mito, ya en noviem-bre de 1957, publicaría una reseña de la nue-va edición de las obras de Nietzsche que había emprendido el profesor Karl Schlechta, acom-pañada de un pequeño libro llamado El caso Nietzsche en el cual aquel denunciaba las fal-sificaciones que había emprendido su hermana Elizabeth con la complicidad de uno de sus úl-timos discípulos y amigos, el músico vienés Pe-ter Gast (que no se llamaba así, sino, Heinrich Koselitz pero Nietzsche había bautizado como Pedro el huésped), asunto al que se referiría Gutiérrez en un artículo intitulado Otra vez Nie-tzsche publicado en el número 16 de la revista.

Lo anterior nos permite hacer un boceto fragmentario de una visión de conjunto de la primera etapa de la obra del maestro Gutiérrez Girardot. No quisiera ser muy exhaustivo y no mencionaré los títulos de sus libros más recien-tes, que son suficientemente conocidos.

Page 54: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

52 BABEL Julio 2008

Quisiera subrayar además que, en mi opi-nión, lo que más sobresale en la gestión tan fe-cunda del profesor Rafael Gutiérrez Girardot fue su profundo y sincero compromiso con Co-lombia y con la América indo-ibero-americana: su intención por rescatar del olvido a las gran-des figuras que han ido tejiendo la realidad y el misterio de la América Latina. Precisamente en uno de sus textos recordará él un ensayo de Alfonso Reyes que lleva como título “La equis en la frente” en la que refiere a México como a un enigma. Tal y como lo representa también un famoso óleo de David Alfaro Sequeiros intitu-lado Nuestra imagen.

Pero ese enigma que es América Latina fue también, desde un principio, desde la “Carta de Jamaica” de Bolívar, la patria de la utopía. Por eso Gutiérrez recuerda de continuo el texto La Utopía de América del gran maestro dominica-no Pedro Henríquez Ureña (1925). De la misma manera que siempre evocará permanentemente a Alfonso Reyes, el compañero y “amigo fra-terno” de aquel, su colaborador en ciudad de México cuando, hacia 1910, emprendieran ese gran proyecto renovador de la cultura a través

del Ateneo de la Juventud, que congregaría a la generación que asumió la tarea de superar el es-trecho marco de referencia del positivismo, que había sido un poco la ideología legitimante del proyecto desarrollista del porfiriato pero se ha-bía agotado, como don Porfirio mismo y su régi-men, hacia finales de la primera década del siglo.

Para terminar, quisiera leerles un párrafo de un ensayo que me envió hace veinte años el profesor Gutiérrez y que me enorgullece haber publicado en la serie monográfica Argumen-tos, intitulado “Qué universidad, para qué so-ciedad”, una contribución que le fue solicitada por entonces por los amigos mencionados y a la cual él respondió de inmediato.

El problema se refiere a las relaciones en-tre la universidad y la sociedad. Gutiérrez se lo planteaba de una manera muy contemporá-nea por haber sido testigo ―y al respecto, por cierto, tuvimos una controversia porque, como en muchas otras cosas, no estaba del todo de acuerdo con él― de los desarrollos del movi-miento estudiantil de mediados de los años se-senta en Alemania y era conciente de algunas consecuencias no muy positivas del mismo, seguramente porque, como se lo di a entender en esa ocasión, asumía la posición de profesor afectado por la insurgencia juvenil, pues se daba cuenta de que estaba en peligro una institución tan sensible a los cambios apresurados como la universidad, cuya problemática debe ser tratada con mucho tacto, con mucho cuidado.

Porque cuando los tecnócratas neoliberales ―que ni siquiera saben hablar castellano―, asumen la dirección de la educación pública, ponen peligro la soberanía nacional. Tal como lo hemos venido experimentando en los últimos años, en el país se están introduciendo paradig-mas para dirigir ―y en realidad desorientar― los desarrollos de la educación superior, que no se fundamentan en una genuina reflexión sobre nuestra realidad.

Bogotá, 1986. Trabajo fotográfico de Ernesto Monsalve, publicado por el Boletín Cultural y Bibliográfico, vol. XXXVII, Nº 40, 1995.

Page 55: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 53

Gutiérrez iniciaba esa reflexión conside-rando una universidad “que se acomodara a las exigencias de la democratización de la sociedad sin por ello descuidar o pervertir su tarea y su misión”, y planteaba que esta redefinición de las relaciones entre la sociedad y la universi-dad sólo sería posible en sociedades como las europeas, caracterizadas por una larga tradición universitaria y científica, es decir, “en socieda-des en las que ha existido una auténtica relación con la universidad y en las que la institución universitaria ha tenido un estatus social espe-cial propio de su tarea, a su función y al papel que juega el saber en dichas sociedades.”

Pero agregaba que éste no sería el caso de las sociedades hispánicas. “En ellas no hay que definir de nuevo, ni siquiera definir por primera vez esa relación. En ellas hay que crearla, es decir, poner de presente la significación vital de la universidad para la vida política y social, para el progreso, la paz y una democracia eficaz y no solamente nominal. Con otras palabras: para establecer una relación entre universidad y sociedad en los países hispánicos es necesa-rio demostrar a esas sociedades que el saber científico no es comparable con un dogma, que es esencialmente antidogmático; que el prove-cho inmediato del saber científico no es regla-mentable ni determinable por ningún grupo de la sociedad, sino que surge de la libertad de la investigación, de la libertad de buscar cami-nos nuevos, de descubrir nuevos aspectos por vías que a primera vista no prometen resulta-dos traducibles en términos económicos; que, finalmente, el saber científico y la cultura no son ornamentos, sino el instrumento único para clarificar la vida misma del individuo y de la sociedad, para cultivarla y, con ello, pacificar y dominar la violencia implícita en la sociedad moderna burguesa; esto es, en la sociedad en la que todos son medios de todos para sus propios fines, en la sociedad egoísta”.

Al considerar que una de las condiciones sine qua non, inherente a la vida del espíritu, ha de ser la honestidad, la disciplina, el tratamiento serio, riguroso y responsable de los problemas y las ideas, quisiera reiterar que esto es lo que ha de significar para nosotros los ejemplos de su vida y de su obra, lo que nos enseñan su acti-tud y su esfuerzo tan genuinos: su paciencia, su laboriosidad, su compromiso. De todo ello po-demos extraer valiosas enseñanzas que nos per-mitan abandonar el “rastacuerismo”, las actitu-des parroquiales, el rencor y la simulación, tan frecuentes en nuestro medio. El contacto con su obra ampliará nuestro horizonte y nos abrirá a la esperanza. Nos hará concientes de la magni-tud de la crisis por la que estamos atravesando y nos proveerá de medios para reconocerla, para pensarla con acierto y, eventualmente, superar-la. Hoy, más que nunca, resulta impostergable el sereno pero implacable ejercicio de la crítica, sobre el cual se pronunciara Kant con absolu-ta radicalidad cuando decía que la razón sólo concede su respeto a lo que puede soportar su examen público y libre.

Rafael Gutiérez Girardot con Carmen Ruiz y Merliese (su esposa), enTenerife, 1988. Fotografía cedida por Carmen Ruiz.

Page 56: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

54 BABEL Julio 2008

La Rheinaustrasse 142, es la calle donde Rafael Gutiérrez Girardot vivió desde 1973 hasta su muerte en mayo del 2005. Allí, en un segundo piso, en un apartamento de una planta con varias estancias y una bella terraza, Mar-lisse, su señora, sembraba las plantas típicas de la estación, “para que alegraran la vida”, como ella lo repetía. En el otoño de 2004 había plan-tado unos novios rojos y rosados, curiosos en el paisaje alemán, pero comunes en el paisaje boyacense; sembrados, quizás en honor a su marido, a quien admiraba y a quien acompañó durante cincuenta años de matrimonio, no solo en Alemania, sino también en varias partes del mundo, incluida, Colombia.

Desde una de las ventanas del apartamen-to, a lo lejos, se divisa el Rhin. Mirando fija-mente al otro lado del río, se ve la universidad de Bonn, allí donde Rafael Gutiérrez Girardot fundó la cátedra de hispanística. Es quizás el primer latinoamericano que ha sido nombrado en un cargo universitario de tan alto rango en Alemania. Esto lo tenía muy claro: a diario sa-lía de su apartamento y caminaba hacia la orilla

del Rhin y allí abordaba una pequeña embarca-ción en la que cruzaba el río, luego caminaba directo hacia la facultad donde le enseñaba a jóvenes alemanes el pensamiento hispano: his-toria, literatura etc.

Por muchos años, fue reuniendo libros, es-pecialmente de historia, filosofía, poesía y lite-ratura. Desde sus años universitarios se inició en el arte de escribir, pero, más que el acto mis-mo de la escritura, su afán era el conocimiento, el saber, el entender el mundo y ordenarlo.

En su “despacho”, como él llamaba su es-pacio de trabajo, aparte de su máquina de escri-bir tenía un sillón para la lectura, en las paredes colgaban fotos de sus hijas con vestidos de pri-mera comunión, fotos de sus nietos, una foto de un óleo de Bolívar, otra de Chopin su músi-co predilecto, un grabado de Hegel, un óleo de Martín Heidegger y una foto de Alfonso Reyes con dedicatoria; todos, objetos muy personales y que le acercaban a aquello que él más apre-ciaba.

Recostada sobre un libro de Habermas, una pequeña foto de la imagen del Niño Jesús del 20

La biblioteca Gutiérrez GirardotMaría Alexandra Mosquera

y Patricia Tobón Ricaurte

Page 57: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 55

de Julio, en blanco y negro, curiosa, por la falta de color y como él afirmó “es de lo poco que me queda de mi época de seminarista, cuando nos regalaban esas estampitas”. Debajo de está otra foto, igual en blanco y negro: Rafael, Marlisse y en el centro Carl Schmitt “esa foto la tomaron en la casa del propio Carl Schmitt en Pleninberg en 1969. Schmitt fue el constitucionalista más agudo e importante que hubo en Alemania” dijo enfáticamente Gutiérrez.

Sobre el escritorio su colección de pipas, tabaco inglés, los cigarrillos Pielrroja ―de los que dijo que eran muy buenos para la salud, ya que el tabaco era puro―, en papel de arroz y sin filtro. También ceniceros, encendedores y mu-chas cajas de fósforos de madera, libros, pape-les, informes... El resto de las paredes están fo-rradas en libros. Señalando la parte baja de uno de los costados de la biblioteca dijo: “aquí está todo sobre la ciudad, pues es un tema central de la modernidad y se ha trabajado muchísimo”: había allí literatura e historia de las ciudades tanto europeas como latinoamericanas.

Estantes completos sobre Aristóteles, Sé-neca, la filosofía tomista ―de la cual no había mucho―, filosofía moderna, desde Espinoza hasta Kant, varias estanterías de Kant y sobre Kant, Dilthey, Cassirer, Husserl, todo Heideg-ger y sobre Heidegger. Luego los filósofos con-temporáneos como Fink, Merlau Ponty y Sar-tre. De filosofía marxista: Ernst Bloch, Adorno, Horkheimer y Marcuse.

Varios estantes de sociología y ciencia po-lítica, historia, filología clásica y todo lo que es literatura Alemana: Kleist, Hölderlin, Thomas Mann y Beltrol Brech. Diccionarios en todos los idiomas y tamaños, historia de la filosofía y toda la obra de Hegel, por supuesto en alemán, en varios estantes.

Manuscritos de Heidegger, con dedicato-rias del autor, que Rafael Gutiérrez Girardot

tenía, gracias a que el hermano del filósofo los mandaba a pasar a máquina en Suiza y se los daba a quienes estaban en los seminarios o en el círculo de Heidegger.

En su despacho hay todo lo que uno ni se sueña, pero no todo se concentra allí: el resto está en el apartamento, por los pasillos, sobre las puertas hay estanterías, donde menos se espera hay un libro. La vida de los Gutiérrez Girardot transcurre en ese ambiente. Aún don-de Marlisse toca el piano hay una excusa para tener libros.

El Nietzsche de Heidegger está dedicado por él mismo con fecha 14 de marzo de 1966, en recuerdo de sus conversaciones en Fribur-go. Se encuentran también, primeras ediciones como los escritos del Joven Marx en 1953 y las obras completas de Sigmund Freud. La bi-blioteca de Gutiérrez mantenía un orden que él conocía, pero que a simple vista parecía un des-orden, el desorden ordenado, libros escritos por él confundidos entre cajas, colecciones en cue-ro de belleza extraordinaria y sobre ellos más libros; pero él sabía exactamente el lugar que debería ocupar cada uno. Creo que éste es el común denominador de muchos bibliófilos. Me viene a la mente la foto de la biblioteca de León de Greiff “El cuarto del búho” donde los libros parecen recién puestos, recién abiertos, recién leídos, recién tocados, y aunque la biblioteca de Gutiérrez es algo distinta, se presiente el con-tacto constante, el conocimiento de que allí, en aquel rincón está lo que yo necesito. Pienso también en la biblioteca de Hans Ungar famoso librero contemporáneo radicado en Colombia, con mapas y grabados antiguos en formatos es-peciales, libros sobre los viajeros universales, incunables como el primer libro impreso en Co-lombia, que mostraba con orgullo. Todos ellos libros dispuestos para ser consultados.

Frente a una biblioteca como la de Gutié-

Page 58: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

56 BABEL Julio 2008

rrez o como la de Hans Ungar, cabría la pregun-ta acerca de la posibilidad de leer y conocer una cantidad tan vasta de libros. ¿Cómo logra un solo cerebro, tener en cuenta tantos temas? ¿Sa-ber dónde se encuentra cada volumen, sin ex-cepción? Cuando le pregunté si todos los libros estaban en alemán, respondió que tenía libros en griego, en latín, inglés, francés, italiano, por-tugués y, desde luego, en español. Las dimen-siones del pensamiento son infinitas y como lo decía Borges en su Babel “... Si un eterno viaje-ro la atravesara en cualquier dirección, compro-baría al cabo de los siglos que los mismos vo-lúmenes se repiten en el mismo desorden (que repetido, sería un orden: el Orden).”

Lo que sería inadmisible, es que está biblio-teca, la de Rafael Gutiérrez Girardot terminara sus días como la antigua de Alejandría, quema-da, destruida o, como la de Bernardo Meindel, un vienés que vivió veinticuatro años en Co-lombia, de 1928 a 1952, tiempo en el cual se interesó en la literatura latinoamericana y ale-mana, llegando a tener una biblioteca que alber-

gaba más de treinta mil volúmenes. El mismo Meindel quiso donarla a la Biblioteca Nacional de Colombia sin conseguir que se la recibieran, y terminó vendida a la Universidad de Indiana después de que Meindel escuchó propuestas de varias universidades del mundo que entendían su valor. O como la de Juan Lozano y Lozano, a quien no es necesario presentar, que después de pasar por el Congreso de la República acabó por las calles de Bogotá, pues tampoco se en-tendió su contenido ni su objetivo.

La biblioteca de Rafael Gutiérrez Girardot refleja un pensamiento, una ideología sobre América Latina y Colombia. En ella podemos identificarnos, no solo porque allí habitan nues-tros más queridos poetas, escritores y pensado-res, sino porque en ella se refleja el país que so-ñaba Gutiérrez, la América Latina unida en un sueño que quizás algún día se haga realidad.

Rafael Gutiérrez Girardot con Fernando Charry Lara (der.) y Carlos Enrique Ruiz (izq.). Fotografía cedida por María Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Ricaurte.

Page 59: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 57

La bibliografía de Rafael Gutiérrez Girar-dot que se presenta a continuación, se podrá encontrar en la biblioteca de la Universidad de Antioquia y en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, y por lo tanto no constituye la biblio-grafía completa. Tampoco se presentará orde-nada cronológicamente puesto que se pretende dar al lector un guía para su lectura y que se convierta en una invitación para difundir y co-nocer la obra del profesor Rafael Gutiérrez Gi-rardot.

“Estratificación social, cultura y violencia en Colombia”, en: Revista de Estudios Socia-les, Bogotá. N° 7, sep. 2005. pp. 9-18. Tam-bién en: Aleph, Manizales, N° 112 ene.-mar. 2000. p. 10-25.

“Poema y crítica”, en: Aleph, Manizales. Vol. 39, N° 134, jul.-sep. 2005, pp. 2-6.

“La revista Mito”, en: Aleph, Manizales. Vol. 39, N° 134, jul.-sep. 2005 pp. 70-74.

“Conversación con Rafael Gutiérrez Girardot”, en: Quimera, Revista de Literatura, Barce-lona, N° 259-260, jul.-ago. 2005, pp. 73-81.

“A propósito de las interpretaciones de la litera-tura latinoamericana”, en: Gaceta Colcultu-ra, Santafé de Bogotá. Vol. 1, N° 9, abr. pp. 22-30, publicado también en: Cuadernos de Filosofía Latinoamericana, Santafé de Bogotá, N° 20, jul.-sep. 1984, pp. 41-59.

“Alfonso Reyes y Goethe”, en: Cuadernos His-panoamericanos, Madrid, N° 588, jun.

“América. Sin realismos mágicos”, en: Quime-ra, Revista de Literatura, Barcelona, N° 46-47, feb. 1985, pp. 91-99.

“El anticristianismo de Nietzsche”, en: El Vie-jo Topo, Barcelona. N° 104, feb. 1997, pp. 49-56.

“Carl Schmitt y Walter Benjamin”, en: Cuader-nos Hispanoamericanos, Madrid N° 612, jun. 2001, pp. 61-78.

BibliografíaGilberto Díaz Aldana y Diego Posada

Page 60: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

58 BABEL Julio 2008

“Carta de Lord Changos”, en: Cuadernos His-panoamericanos, Madrid. N° 646, abr. 2004, pp. 61-70.

“La cultura en 1957: otra vez a Nietzsche: sobre una nueva edición de sus obras completas”, en: Mito, Revista bimestral de Cultura, Bo-gotá, Vol. 03, N° 16, oct.-nov. 1957, pp. 270-276.

“Ernst Stadler o las ambigüedades de la van-guardia”, en: Quimera, Revista de Literatu-ra, Barcelona, N° 224-225, ene. 2003, pp. 77-87.

“De la experiencia del pensar”, en: Mito, Revis-ta bimestral de Cultura, Bogotá, Vol. 1, N° 2, jun.-jul. 1955, pp. 81-84.

“La filosofía en Hispanoamérica”, en: Cuader-nos Hispanoamericanos, Madrid, N° 630, dic. 2002, pp. 81-85.

“El genio ilustrado. Análisis y legado de Imma-nuel Kant”, en: Revista Nueva Época, Bo-gotá, Vol. 11, N° 24, jun. 2005, pp. 17-20.

“Georg Heym o la configuración poética del ennui”, en: Cuadernos Hispanoamerica-nos, Madrid, N° 625-626, jul.-ago. 2002, pp. 171-187.

“El intelectual y la política: Carl Schmitt y Walter Benjamin sobre la modernidad”, en: Aleph, Manizales, Vol. 24, N° 115, oct.-dic. 2000, pp. 54-73.

“Jakob van Hoddis. La nobleza desafiante de la bohemia”, en: Quimera, Revista de Litera-tura, Barcelona, N° 147, may. 1996, pp. 47-54.

“Jorge Luis Borges”, en: Mito, Revista bimes-tral de Cultura, Bogotá, Vol. 07, N° 39-40, nov.-dic. 1961, ene.-feb., 1962, pp. 119-125.

“Jorge Guillén o la lucidez histórica”, en: Qui-mera, Revista de Literatura, Barcelona, N° 37, abr. 1984, pp. 25-27.

“Literatura y sociedad: a propósito de una críti-

ca”, en: Mito: Revista bimestral de Cultura, Bogotá. Vol. 3, N° 17, dic. 1957-ene. 1958, pp. 331-336.

“Luis Cernuda y Hölderlin”, en: Aleph, Mani-zales, Vol. 36, N° 123, oct.-dic. 2002, pp. 2-6.

“Marginalia”, en: Mito, Revista bimestral de Cultura, Bogotá, Vol. 04, N° 20, jul.-ago. 1958, pp. 107-115.

“Notas sobre Hegel”, en: Mito, Revista bimes-tral de Cultura, Bogotá, Vol. 02, N° 10, oct.-nov. 1956, pp. 207-221.

“El pícaro estoico”, en: Eco, Revista de la Cultura de Occidente, Santafé de Bogotá, Vol.14, N° 82, feb. pp. 469-476.

“La poesía de Nietzsche”, en: Cuadernos His-panoamericanos, Madrid, N° 601-602, jul.-ago. 2000, pp. 205-221.

“Poesía del silencio”, en: Quimera, Revista de Literatura, Barcelona, N° 191, may. 2000, pp. 18-26.

“Poeta doctus: Sergio Pitol o la trasgresión en los géneros literarios”, en: Revista Uni-versidad de Antioquia, Medellín, N° 271, ene.-mar. 2003, pp. 38-45.

“¿Qué es dialéctica?: un ejercicio sobre He-gel”, en: Mito, Revista bimestral de Cultu-ra, Bogotá, Vol. 06, N° 33, nov.-dic. 1960, pp.100-118.

Sobre la hispanística”, en: Quimera, Revista de Literatura, Barcelona, N° 152, nov. 1996, pp. 44-47.

“Un caso complejo”, en: Argumentos, Bogotá, N° 10-13, ene.-ago. 1985, pp. 257-261; y en: Hispanoamérica: imágenes y perspec-tivas.

“Heidegger como maestro”, en: Argumentos, Bogotá, N° 22-23, ene. 1990, pp. 44-65.

“Universidad y sociedad”, en: Argumentos, Bo-gotá, N° 14-15, 16-17, 1986, pp. 63-76.

“Dos veces humor”, en: Quimera, Barcelona,

Page 61: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 59

N° 14, dic. 1981, pp. 67-70. “La significación continental de José Luis Ro-

mero”, en: Hispamérica, U.S.A. N° 88, abr. 2001, pp. 3-20.

“Borges y la filosofía”, en: Quimera, Barcelo-na, N° 209, dic. 2001 pp. 36-45.

“Entre la retórica y la transparencia”, en: Aleph, Manizales, N° 119, oct.-dic. 2001, pp. 2-46.

“Para una ‘desprovinciación’ de León de Greiff”, en: Aleph, Manizales, N° 117, abr.-jun. 2001, pp. 46-55.

“El lector de Nietzsche, Borges”, en: Magazín Dominical El Espectador, Bogotá, N° 778, abr. 12, 1998, p. 8-9.

“La significación continental de José Luis Ro-mero”, en: Aleph, Manizales, N° 113, abr.-jun. 2000, pp. 44-62.

“Desarrollo cultural de América Latina”. Con-ferencia. 2 audio casetes, 120 min. Biblio-teca Pública Piloto.

Ensayos recopilados en forma de librosHoras de estudio, Bogotá. Colcultura (Instituto

Colombiano de Cultura), 1996.Aproximaciones, Bogotá, Procultura, 1986.César Vallejo y la muerte de Dios, Bogotá, Pa-

namericana, 2000, publicado también en Horas de estudio y en Cuestiones.

Fiesta de la paz, Friedrich Hölderlin (autor); Rafael Gutiérrez Girardot, (traductor) Bo-gotá, Ancora Editores, 1994.

El fin de la filosofía y otros ensayos, Medellín, Antorcha Monserrate, 1968.

Heterodoxias, Bogotá, Taurus, 2004.Jorge Luis Borges, ensayo de interpretación,

España, Ínsula, 1959. Este ensayo también aparece en Horas de estudio.

Machado: reflexión y poesía, Bogotá, Tercer Mundo, 1989.

Modernismo: supuestos históricos y cultura-les, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1987.

Los poetas malditos: un ensayo libre de culpa, Al-fonso Carvajal (autor). Rafael Gutiérrez Gi-rardot (pró.), Bogotá, Panamericana, 2002.

Provocaciones, Bogotá, Ariel, 1997. Otra edi-ción fue publicada por: Colombia: Nuestra América en 1992 y Fundación Editorial In-vestigar en 1992.

Thomas Mann 1875-1975 homenaje en su cen-tenario, Buenos Aires, Universidad Nacio-nal de La Plata, 1975.

Nietzsche y la filología clásica, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1966.

Entre la ilustración y el expresionismo: figuras de la literatura alemana, Fondo de Cultura Económica, 2004.

Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana, Bogotá, Edi-ciones Cave Canem, 1989. Publicado tam-bién en: Aproximaciones.

Cuestiones, México, Fondo de Cultura Econó-mica, 1994.

Ditirambos de Dionisos/Friedrich Wilhelm Nietzsche; traducción y prólogo de Rafa-el Gutiérrez Girardot, Bogotá, El Áncora, 1995.

Hispanoamérica: imágenes y perspectivas, Bo-gotá, Temis, 1989.

Carta sobre el humanismo, Martín Heidegger; traducción Rafael Gutiérrez Girardot, Ma-drid, Taurus, 1970.

La imagen de América en Alfonso Reyes, Ma-drid, Ínsula, 1955.

Jorge Luis Borges: el gusto de ser modesto. Sie-te ensayos de crítica literaria, Santafé de Bogotá, Panamericana, 1998.

Poesía y prosa en Antonio Machado, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1969.

Page 62: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

60 BABEL Julio 2008

PUBLICIDAD& LITOGRAFÍA

Page 63: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot

BABEL 61

Page 64: BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot