Auyero - Clientelismo Politico en Argentina

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    ella logra mover gente para su patrn poltico (Pedele), previsiblemente tendr mbienes y ms informacin. Lo que acaba de suceder probablemente no vuelve a ocurriViste? Me perd el Plan Vida,2 pero tengo el Plan Materno.

    Me perd el Plan Vida, pero tengo el Plan Materno, y abrimos la verdulera y lacosas no estaban saliendo bien [...] entonces decid abrir unaUB, y mir lo que pas, estnlejos de ser meras ancdotas. Ellas condensan los dos aspectos centrales del funcionamito del clientelismo poltico en Buenos Aires:a ) depende, en una porcin signicativa,de los recursos estatales, yb) ofrece un atractivo pasaje de movilidad social.

    En el verano de 1989, asisti al lanzamiento de la campaa de Menem en Mar delPlata. Era la primera vez que Juana (en ese entonces de 34 aos) vea el mar. El partidpag por el viaje y se alojaron en el hotel de la Unin Tranviarios Automotores, en dondJuana remarc hasta haba agua caliente, no me puedo quejar. Fue a travs dePartido Justicialista que Juana vio el mar, en un hotel con agua caliente.

    Introduccin

    Hace ms de dos dcadas, en lo que ya puede considerarse uno de los textos clsicos sobre clientelismo poltico, Scott y Kerkvliet (1977) armaban que las relacioentre patrones y clientes deban tomarse en serio y no podan ser desmerecidas commeros remanentes de viejas y obsoletas estructuras. Por el contrario, como forma satisfacer necesidades bsicas entre los pobres (tan urbanos como rurales), las relac

    nes clientelares (entendidas como el intercambio personalizado de favores, bieneservicios por apoyo poltico y votos entre masas y elites) deban analizarse como tipo de lazo social que poda ser dominante en algunas circunstancias y marginal otras. Despus de veinte aos, uno de los observadores ms perceptivos de las nuedemocracias latinoamericanas asegura que el clientelismo poltico contina sienduna institucin informal, bastante extendida en las nuevas poliarquas. GuillermODonnell (1996) sugiere que los estudiosos de las democracias latinoamericandeben liberarse de lasilusiones provocadas por una excesiva atencin hacia las organi-zaciones complejas y altamente formalizadas. Reconociendo en forma implcita q

    los modelos normativos pueden convertirse en importantes obstculos epistemolgicpara nuestra comprensin del funcionamiento de las democracias, este observadarma que la mayora de los estudiosos de la democratizacin acuerdan en que mchas de las nuevas poliarquas estn, a lo sumo, pobremente institucionalizadas. Po

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    3 ODonnell (1996, p. 37), mi traduccin.

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    parecen haber institucionalizado algo ms que elecciones, al menos en trminos dque uno podra esperar si mira a las poliarquas ms viejas. Pero las apariencias suser engaosas, ya que pueden existir otras instituciones, si bien no las que mucde nosotros preferiramos o reconoceramos fcilmente.3 Tal como Scott y Kerkvliet

    previeron, el clientelismo perdura como una institucin extremadamente inuyeninformal, y (las ms de las veces) oculta, no destinada ni a desaparecer ni a permanen los mrgenes de la sociedad, sea con la consolidacin de regmenes democrtisea con el desarrollo econmico.

    Mucho antes de los sugerentes comentarios de ODonnell, socilogos y antrplogos han venido insistiendo en el carcter endmico y persistente de los arreclientelares en Latinoamrica. Esta nocin se ha usado y se ha abusado de ella explicar tanto las razones por las cuales los pobres seguiran a lderes autoritaconservadores y/o populistas, as como las limitaciones de nuestras siempre frg

    democracias.4

    Especialistas en poltica latinoamericana y estudiosos de los procesos poltico Argentina estn familiarizados con las imgenes esterotipadas del electorado cliencautivo producidas por los medios de comunicacin, o con las no menos estereotipay/o prejuiciosas descripciones literarias (por ejemplo, la descripcin de BraceritaFin de estade Beatriz Guido, o del cacique mexicano en Arrncame la vida de ngelesMastreta). La poltica clientelar tambin ha sido objeto de comentario de sus actiparticipantes, en trabajos menos conocidos pero no por ello menos interesantes, comoCuentos del Comit de Alcides Greca. Sin embargo, y ms all de esta merecida atenci

    el funcionamiento del clientelismo en su dinmica ms elemental nos es desconocen Argentina. Nuestro entendimiento de esta relacin basada en la subordinacin pltica a cambio de recompensas materiales se deriva ms de la imaginacin y el sencomn, alimentados ambos por las descripciones simplicadoras del periodismo, de la investigacin social. Hasta hoy, y con una notable excepcin (Levitsky, 2002)existen estudios etnogrcos sobre el clientelismo urbano en el pas.

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    4 El clientelismo es entendido como una prctica poltica antidemocrtica que, siendo uno de los pilaresde la dominacin oligrquica, refuerza y perpeta el dominio de las elites polticas tradicionales (Hagopian,1992), mantenindose en el centro del comportamiento de los partidos polticos (Hoskin, 1997). Esta prctica esvista como una de las posibles relaciones entre los partidos y los grupos polticos organizados. En este caso, elanlisis se centra en los esfuerzos realizados por los grupos populares para evitar los mecanismos tradicionalesde cooptacin (Cardoso, 1992, p. 92; Escobar, 1994; Vlez-Ibez, 1983). A su vez, el clientelismo poltico esexaminado como una forma de atomizacin y fragmentacin del electorado y de los sectores populares (Rock,1975; ODonnell, 1992), un anlisis que no se aplica en los casos de clientelismo colectivo (Burgwald, 1996).Los lazos clientelares se conciben tambin como opuestos a las redes horizontales de compromiso cvico queestn en la base de una verdadera comunidad cvica y que, a su vez, hacen funcionar la democracia (Putnam,1993).

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    Los testimonios sobre el funcionamiento del clientelismo normalmente se obtienede los polticos de la oposicin, de los periodistas, o en el mejor de los casos lderes de organizaciones barriales. Slo espordicamente se escuchan a los llamaclientes, las razones que dan para explicar sus comportamientos (apoyar a este o

    aquel referente, asistir a los actos, etc.), sus propios juicios acerca de lo que otrllaman (llamamos?) prcticas antidemocrticas. Este artculo propone una ruptucon este enfoque escolstico, externalista, al centrarse en las opiniones y evaluaciode aquellos actores involucrados en los intercambios clientelares. Se pregunta cla gente que recibe favores, bienes y servicios de parte de los referentes del part Justicialista quienes, sin duda, intentan obtener sus votos piensa y siente sobestos intercambios, poniendo especial atencin a un tipo de intercambio en particulaaquel que se lleva a cabo antes de los actos partidarios.

    Qu diferencia hace comprender los puntos de vista de los clientes? Por qu

    tomarnos el trabajo de excavar y examinar lo que los clientes creen que son, lo qcreen que estn haciendo, y con qu n creen que lo estn haciendo? Considero quexaminar la manera en que el clientelismo opera desde esta perspectiva nos ayudaa entender dos aspectos cruciales de esta institucin informal, dos dimensiones quson constitutivas de su funcionamiento: la doble vida que lleva el clientelismo y negacin colectiva. Entender esta doble vida y esta negacin colectiva nos servir ppoder explicar mejor el carcter endmico y persistente de esta relacin social.

    De clientes y mediadores

    Notas de campo, junio-julio 1996.

    Juancito y yo empezamos nuestra amistad hace ms de 12 aos, me dijo Nlida durante unfra maana de invierno en Villa Paraso. Juancito es el presidente de laUB Pern Vive. Nlidame cuenta que Juancito, es tan bueno. Siempre te da una mano. Ahora estoy medicada, porqutuve una hemiplegia, y los remedios son tan caros...Yo no los puedo pagar, y l me ayuda,consigue los remedios en la municipalidad... l me ayuda mucho, y cualquier cosa que paen laUB l me llama, porque yo colaboro en laUB. Para ella, el poltico ms importante deVilla Paraso es Juancito, ac, en esta cuadra, lo tenemos a Juancito, asegura Nlida.

    Siempre me doy una vuelta por laUB de Matilde, para agradecer, o por nuestra amis-tad... ellos siempre me llaman, y yo voy, me cuenta Adela. Su hija obtuvo un puesto comempleada en la municipalidad a travs de Matilde. Su marido consigui el suyo comrecolector de basura, mediante una carta de recomendacin de ngel, marido de Matildy subsecretario de Obras y Servicios pblicos de la Municipalidad de Cspito. Adela nunde pierde un acto organizado por Matilde; ella tiene, dice, que ser agradecida.

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    Adela y Nlida son lo que la literatura sobre clientelismo poltico denomina clientes: agentes que dan apoyo poltico a un mediador/puntero o patrn a cambio dbienes, favores o servicios particulares. Descripciones que oscilan entre lo periody lo acadmico tambin denominaran a Nlida y Adela como clientes, pero en

    caso el trmino estar cargado con una connotacin accesoria peyorativa. Ellas soque asisten a los actos, apoyan a este o aquel dirigente poltico, y usualmente vopor el peronismo, porque al menos as es el relato reciben cosas del partiun trabajo, una medicina, una chapa para el techo, un par de zapatillas para sus hio hijas, un choripn el da del acto, etctera.

    Matilde y Juancito son lo que la literatura sobre clientelismo poltico denomina-ra mediadores polticos; median entre un patrn en este caso, Rolo Fontana,intendente de la ciudad de Cspito y algunos de sus seguidores.Capituleros , enel Per de la dcada de los treinta y cuarenta (Stein, 1980),cabo eleitoral en el Brasil

    desde los treinta en adelante (Conniff, 1981; Mouzelis, 1985; Roniger, 1990; Ga1994), gestor, padrino poltico, o cacique en Mxico en varios momentos de su historiamoderna (Carlos y Anderson, 1981; Cornelius, 1973; Roniger, 1990), precinct captainsen las mquinas polticas de Chicago y otras grandes ciudades estadounidenses (Knblum, 1974; Guterbock, 1980; Katznelson, 1981; Knoke, 1990),caudillo barrial enlos partidos radical y conservador en la Argentina de los aos veinte y treinta (Ro1975, 1972; Walter, 1985; Bitran y Schneider, 1991),referente o puntero peronistaenla Argentina de los noventa. A pesar de que hay diferencias signicativas entre esu funcin es esencialmente la misma, operan como mediadores, como go-betwee

    Intermedian entre suscaudillos, chefes politicos, ward bosses y los clientes.En Villa Paraso, como en tantos otros enclaves de pobreza urbana del ConurbaBonaerense (vase Levitsky, 1997), una de las maneras de satisfacer las necesidbsicas de alimentacin y salud de los pobres es a travs del partido poltico con acdirecto a los recursos estatales (nacionales, provinciales y, en este caso, municipael Partido Justicialista. En barrios pobres, asentamientos y villas, las Unidades Bson los lugares ms importantes donde las necesidades bsicas pueden ser satisfey los problemas ms apremiantes resueltos. EstasUBs dan una increble fuerza orga-nizativa al Partido Peronista y son los sitios en donde encontramos a los mediado

    conocidos como punteros o referentes.Usualmente, los mediadores hacen favores (distribuyen comida y medicamentosus votantes potenciales, pero no estn solos en la tarea. Tienen un crculo ntimoseguidores. stos son los satlites personales del mediador, para hablar con Sah(1977, p. 222). La red de resolucin de problemas consiste en una serie de crculoruedas de forma irregular, que pivotean alrededor del puntero/referente. ste se relacicon los miembros de su crculo ntimo por medio de lazos fuertes de amistad durad

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    de parentesco, real o cticio. Tanto Matilde como Juancito los referentes ms poderode Villa Paraso tienen esta red efectiva (Epstein, 1969) a su alrededor, gente cla cual las interacciones son ms intensas y regulares. Este crculo ntimo ayuda amediadores a resolver los problemas cotidianos de los habitantes de la villa: son quie

    manejan los comedores infantiles que funcionan en lasUBs, estn encargados de abrir,cerrar, limpiar y mantener en orden el local, anuncian a los miembros de lo que podrmos llamar el crculo externo cuando el puntero est disponible en laUB, y pasan lavoz cuando hay distribucin de mercadera en laUB o en la municipalidad.

    El crculo exterior los beneciarios potenciales de las capacidades distributidel mediador est relacionado con los referentes por medio de lazos dbiles. comunican con l cuando surge algn problema o cuando necesitan algn tipo de fav(un paquete de comida, un medicamento, una licencia de conducir, el camin de aguun amigo preso, etc.); pero no desarrollan lazos de amistad o parentesco cticio con

    mediadores. A pesar de que pueden asistir a los actos o reuniones organizadas por lmediadores, o incluso votar por ella en alguna eleccin interna, no tienen una relacintima, diaria y cercana con l o ella. En otras palabras, los lazos que vinculan a los mdiadores con su crculo ntimo son densos e intensos; en cambio, los que estableccon el crculo exterior son ms ocasionales e intermitentemente activados.

    La base para esta relacin fuerte es mltiple. Aquellos que son parte del crcuntimo conocen al mediador desde hace un buen tiempo (usualmente por ms de cuatro o cinco aos), y los referentes les han dado una mano en situaciones de extremnecesidad. Los referentes han venido al rescate sin segundas intenciones. Desde

    favor fundacional, una relacin de ayuda mutua se ha desarrollado. Parafraseanal Durkheim deLa divisin del trabajo, podramos decir que los miembros del crculontimo estn vinculados con el mediador por medio de lazos que se extienden ms adel momento fugaz en el que se realiza la transaccin (1984, p. 173). La transaccifundacional se convierte en lazo, y estos lazos se concatenarn en redes.

    La literatura sobre clientelismo poltico presenta una descripcin bastante acertaddel sistema de relaciones objetivas en las que estn ubicados patrones, mediadoreclientes (redes, dadas,sets ), de los intercambios que se llevan a cabo dentro de estasredes, y de las funciones de los mediadores en ellas. A pesar de algunos enfoques c

    trados en los actores,5

    un problema central de gran parte de la literatura es que nos

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    5 No quiero decir que estos enfoques sean subjetivistas. A falta de otro trmino ms adecuado utilizo elde enfoque centrado en los actores para referirme a los estudios sobre clientelismo que toman seriamente laspercepciones que tienen los actores involucrados en los intercambios, y que consideran la inuencia mutua entrela estructura de las redes de intercambio y las acciones individuales y colectivas de los actores (Burgwald,1996; Gay, 1994).

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    brinda una inadecuada explicacin de la dimensin subjetiva del clientelismo; estose presta escasa atencin a las experiencias, evaluaciones, pensamientos enraizadesas relaciones objetivas. Como sugiere una buena parte de la literatura (aunque que se explora de manera insuciente), la distribucin de bienes y servicios es una

    dicin necesaria pero insuciente para el funcionamiento del mundo clientelar. Daque los intercambios son utilizando una frase de E.P. Thompson experienchumanas vividas, el conjunto de creencias, presunciones, estilos, habilidades, reperios y hbitos que acompaan a estos intercambios explicndolos y claricndo justicndolos y legitimndolos es tan importante como el conjunto de los propintercambios. A los efectos de examinar el clientelismo como una experiencia, entonhace faltar recuperar, o mejor dicho, reconstruir la perspectiva de los clientes.

    Todos al acto peronista

    Coca es parte del personal permanente de laUB de Juancito, de su crculo ntimo. Algunas veces obtiene un bono de parte de Juancito para retirar mercanca enmunicipalidad, y recibe leche de laUB para su hijo. Abiertamente admite que haydistribucin de comida antes y despus de los actos, pero no est de acuerdo en qsa sea la causa de su asistencia:

    Juancito, un suponer, nosotros vamos al acto, el hecho de haber ido al acto, despua la semana o a los tres das, l trae mercadera de la municipalidad y le da a esa geque fue al acto como agradecimiento de que fue al acto, le da esa mercadera, le da kilo de cada cosa, son nueve cosas que le da. As cada vez que va al acto, o si no comchorizos, hace sanguches, les da sanguches, esas cosas. Yo tengo entendido que colo apoyaron, como se lo apoya a l, entonces l lo hace...yo lo tengo entendido comagradecimiento, no creo que sea por comprar a la gente, porque yo tengo entendidcomo agradecimiento.

    Si analizamos este testimonio (el cual sintetiza muchos de los testimonios qrecog durante mi trabajo de campo) con detenimiento vemos una clara distinci

    entre el intercambio de cosas y el principio generador de las acciones de los clieLa gran mayora de las descripciones que oscilan entre lo acadmico y lo periodco normalmente confunden ambos elementos. Sin embargo, si le hemos de creeCoca, las cosas que circulan antes y despus de los actos no deben ser tomadas colas razones de su asistencia a los actos; lo que ella dice nos advierte contra un ebastante generalizado: no podemos tomar al ujo que circula dentro de la red comuna explicacin de las disposiciones y representaciones de los actores.

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    La gratitud va sin palabras, porque viene casi siempre sin palabras. La genque recibe cosassabe que tiene que ir; es parte de un universo donde los favores co-tidianos implican alguna devolucin como una regla de juego, entendida como uesquema inmanente a la prctica (Bourdieu, 1977), como un mandato que existe e

    estado prctico. En la medida en que las relaciones entre detentadores de problem(clientes) y resolvedores de problemas (dirigentes polticos) son relaciones prctal ser practicadas y cultivadas, de manera rutinaria la asistencia a los actos parte de un bagaje de conocimiento prctico. Conversando con Coca, y ngiendque no entenda lo que me estaba diciendo (o probablemente, no entendiendo), lepregunt:

    J-Entonces usted va y le pide un medicamento a Matilde. Y Matilde se lo consigue. Despupasa un mes y hay un acto. Matilde viene y le dice usted tiene que venir conmigo?

    C-No yo ya s que tengo que ir con el acto de ella en vez de con el acto del otroPorque ella me dio un remedio, o me dio una leche, o un paquete de yerba o un kilo deazcar. Yo s que tengo que ir al acto de ella para cumplir con ella, en agradecimientcon ella. Porque si yo no voy al acto de ella y voy a otro acto, despus cuando yo necesuna leche no me la da. Anda con el que fuiste al acto.

    La hija de Adela, Mariana, me cuenta lo mal que la estaban pasando cuando su padfue despedido del trabajo y su hermana haba perdido su empleo de tiempo parcial

    Mariana-Lo que pasa que no tenamos recursos ac, estbamos muy mal. Entonces mamfue a buscar un apoyo en Matilde, y Matilde la ayud mucho. Tanto con mercaderascomo con el trabajo a Telma (su hermana). Por eso mi mam en cuanto puede ayudar,en cuanto puede estar, siempre est con Matilde.

    J-Y ayudar en qu sentido a Matilde?Mariana-Y yendo a algn acto, porque Matilde siempre necesita gente. O cuando

    ella organiza algn festival, ir y ayudarla a organizarlo.

    Colaboracin con los mediadores, expresin de gratitud por su sacricadtrabajo, el acto es tambin visto como participacin espontnea, como una opo

    tunidad para evadir lo opresivo y agotados de la vida cotidiana en la villa. Ruli y vecina me dicen que van a los actos como una distraccin:

    Estamos todo el da adentro de la casa, y no podemos ir a ningn lado; entonces cuandohay un acto, nos subimos al bondi (bus), y nos vamos al parque, nos distraemos.

    Nos distraemos, pero no nos pregunts qu pas en el acto, porque no entendemosnada, sa es la verdad (rindose). Nos divertimos, porque si no, dnde vamos a ir?

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    En el contexto de la violencia y de un ambiente sofocante y opresivo predominaen la villa, el entretenimiento que da un acto no puede subestimarse. Slo un puntovista distante puede dejar de ver el hecho de que muchos de quienes asisten a los ano suelen tener tiempo libre. La privacin material extrema en la que transcurre

    vida cotidiana nos puede ayudar a entender el sentido de un viaje gratis: Un vigratis al centro de la ciudad para toda la familia ocho pesos es increblemesignicativo, no slo en trminos materiales sino simblicos, como lo ilustra Juaquien vio el mar gracias a su militancia.

    Buena parte del debate de la ciencia poltica sobre el clientelismo se preocupa podeterminantes negativos privacin econmica, falta de cultura cvica, persistede la cultura de la dependencia que supuestamente pondran a los pobres bajogida de la poltica clientelar. Si bien los diversos signicados que tienen los actosla gente que participa en ellos deben interpretarse en el contexto de privacin ma

    rial y aislamiento social que tie la realidad de los habitantes de la villa, la atracpositiva de este universo social especco no debe ser subestimada. Si bien no nico sentido, el carcter distractivo del acto debe considerarse cuando tomamosconsideracin el punto de vista de los participantes. Como dice Ruli, Vamos a los apara divertirnos, realmente nos divertimos. O como insiste Juana, Vi el mar... es lindo. Si nosotros gente que ni vivimos ni trabajamos all hemos deentender loque Juana est diciendo esto es, imaginarnos en el lugar donde ella est y adopsu punto de vista, entender que si estuvisemos en sus zapatos indudablemente ramos y pensaramos como ella (Bourdieu, 1996, p. 34) no podemos dejar de

    este aspecto aparentemente supercial: siendo ella una mujer de 41 aos, sin trabestable, con un marido que acaba de perder el suyo, y con una nia minusvlida, la inmensidad del mar y se aloj en un hotel con agua caliente. Puede realmenquejarse? No tiene que estar agradecida hacia quien la invit?

    Desde un punto de vista distante, el acto es visto como producto de las cosas qse dan, y los agentes que asisten como sujetos pavlovianos que responden mecnmente a incentivos materiales. Si tomamos en serio el punto de vista de los clienvemos que el acto sea ste conceptualizado como colaboracin, como expresde gratitud, o como ocasin para pasarla bien no es un acontecimiento extra-o

    dinario, sino parte de la resolucin rutinaria de problemas. No es algo que se sual acto de resolver un problema, de obtener una medicina, un paquete de comidaen el mejor de los casos, un puesto publico, sino un elemento dentro de una red relaciones cotidianas. Ciertamente, uno de los resultados constitutivos de esta de resolucin de problemas es la asistencia a los actos. Pero entender esta asistemasiva como un mero producto de la distribucin personalizada de bienes y favoreuna distorsin que se acerca al desguramiento semejante a la que reduce el bo

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    a la agresin fsica (Wacquant, 1995). Esta distorsin reduce una actividad complea uno slo de sus aspectos, normalmente el ms llamativo y criticable para aquellque no son parte de la misma.

    Mi amigo el dirigente

    Para quienes evalan los actos pblicos como una colaboracin o una expresin dgratitud, los mediadores no son los polticos inescrupulosos y corruptos de los quhablan otros vecinos, y buena parte del resto de la sociedad. Son gente buena, qayuda, que se sacrica, con quienes los detentadores de problemas tienen una rlacin personal, que a veces se describe como amistad, pero siempre como valiy digna de ser mantenida.

    Rosa describe lo excelente persona que Juancito es:La manera en que se ocupa de la gente, es un ser humano excepcional.... l sufre, porqulos que van ah (a laUB) no se van a ir con las manos vacas. Tiene una solucin paratodos. Asesora a la gente... de buena voluntad. Mucha gente le pide dinero... y l usa spropio dinero. Nunca les dice que no tiene plata.

    Segn Marta, l tambin es muy responsable; siempre que hay una cena en lUB, Juancito le dice a los hombres de laUB que acompaen a las mujeres a sus casas.

    Alfonsina acuerda con Marta, todo el mundo aprecia a Juancito. Siempre dispuesa servir. Le gusta ayudar a la gente. Es muy paciente. Carlitos, por su parte, cree qJuancito se sacrica por la gente de la villa.

    Sacricado, servicial son los mismos trminos que utiliza otra gente para hblar de Matilde. Ella es es la dirigente poltica ms importante del barrio, siempdispuesta a ayudar, accesible, muy amiga.

    El acuerdo ms importante que se puede detectar entre quienes tienen una opininpositiva de sus referentes es que ellos son vistos como personalmente responsables porla distribucin de bienes . La organizacin que conere una pensin, ofrece un trabajo,

    da una medicina o una bolsa de alimentos, no es el Estado nacional, provincial o locsino que son Juancito o Matilde. Ellos son quienes verdaderamente se preocupansienten algo por ellos, son sus amigos y, como buenos amigos, estn siempre accesiby dispuestos a ayudar. Cientos de pginas de transcripciones de entrevistas y de notde campo revelan un hecho simple aunque fundamental: el Estado no se percibe comel agente distribuidor de bienes, sino que son Matilde o Juancito. Y al serellos lo quedistribuyen los bienes, se piensa que no tienen ninguna obligacin de hacerlo; lo hac

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    porque quieren, porque les importa, porque se sacrican por la gente. Como mdeca un joven, parte del crculo ntimo de Matilde:

    La gente se piensa que es obligacin de ella, y no es obligacin, lo hace porque ella qu

    Qu obligacin tiene? Qu es? Tu vieja? Se confunde mucho la gente, en una palaVos le hacs un favor, y parece que fuera obligacin. Y es un favor.

    Y dado que ella posee la voluntad de distribuir bienes sin tener ninguna obligacde hacerlo, el beneciario no puede invocar ningn derecho sobre la cosa otorgadel favor realizado. No hay una tercera parte a la cual uno puede recurrir para havaler el reclamo (lo que podra constituir un derecho), sino una relacin personalizfuera de la cual nada se puede obtener, ningn problema puede resolverse.

    La negacin colectiva, Bourdieu en la villa

    En un artculo reciente, Pierre Bourdieu establece sus diferencias con las perspectsobre el intercambio de obsequios de Mauss y Lvi-Strauss. Bourdieu sostiene Mauss describa el intercambio de obsequios como una serie discontinua de acgenerosos; Lvi-Strauss lo dena como una estructura de reciprocidad trascendenlos actos de intercambio, en los que el obsequio remite al contraobsequio (Bourd1998, p. 161). De acuerdo con su anlisis enEl sentido prctico,

    lo que faltaba en ambos anlisis era el papel determinante del intervalo temporal enel obsequio y el contraobsequio, el hecho de que, prcticamente en todas las sociedadest admitido en forma tcita que no se devuelve de inmediato lo que se ha recibidlo que equivaldra a rechazarlo [...] reexionaba sobre la funcin de este intervapor qu es necesario que el contraobsequio sea diferido y diferente? [...] la funcinintervalo consista enhacer de pantalla entre el obsequio y el contraobsequio, y permitaque dos actos perfectamente simtricos parecieran actos nicos, no vinculados [...] como si el intervalo de tiempo, que distingue el intercambio de obsequios del tomadaca, existiera para permitir a la persona que davivir su obsequio como un obsequio sindevolucin, y a la que devuelve vivir su contraobsequio como gratuito y no determina

    por el obsequio inicial (Bourdieu, 1998, pp. 161-162, mi nfasis).Bourdieu ubica la vivencia del obsequio en el centro de su argumento y el interv

    temporal, al cual se reeren muchos miembros del crculo ntimo de los mediado(una o dos semanas despus del acto Juancito trae la mercadera), como un faccentral en la construccin del velo que cubre la verdad del intercambio. SiguiendBourdieu, argumento que la manera en que el intercambio objetivo de favores p

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    votosse vive , se experimenta , es de fundamental importancia en el caso de la resolucinperonista de los problemas. Como vimos, lo que se comunica y entiende en cada faves unrechazo a la idea de intercambio. La experiencia, la vivencia importa precisa-mente porque hay una contradiccin entre los lados objetivos y subjetivos del arreg

    clientelar, entre la vida que experimenta el clientelismo en la red de intercambio la vida que vive el clientelismo en los corazones y mentes de quienes participaneste arreglo informal.

    Como seala buena parte de la literatura sobre clientelismo, la conanza (Ronger, 1990), la solidaridad, las esperanzas (Gunes Ayata, 1994), las orientacionfamilsticas (Tellis Novak, 1983), y/o la reciprocidad (Gouldner, 1977; Scott, 197existen en las relaciones que se establecen entre mediadores y clientes. Son verbaliztanto por los clientes, como acabamos de ver, como por los referentes/punteros, manera constante en su discursos pblicos. Como estudi en otro trabajo (1997)

    los mediadores del Partido Justicialista presentan su funcin de guardabarreras comuna relacin especial que ellos tienen con los pobres, como una relacin de deudaobligacin, en trminos de un cuidado especial que les tienen, del amor que sienten (por ellos). Para Juancito y Matilde, la mediacin no es un trabajo sino unpasin por la gente; lo suyo es todo sacricio hasta quedar exhaustos en el carNosotros nos ocupamos de ellos, dicen los mediadores. Ellos (los mediadores)ocupan de nosotros, dicen algunos de los clientes. Susana, otra de las referentes ddistrito y coordinadora del plan de comedores infantiles (los cuales, si bien operacon nanciamiento estatal, se ubican en un 80%, en locales partidarios, esto es, e

    UBs), es quien mejor sintetiza esta manera de dar: Yo tom la responsabilidad de los comedores con ese amor que se tiene por los chic[...] Uno sabe que tiene responsabilidades pero, en ese momento, no era consciente dla cantidad de trabajo [...] Por eso es que, cuando uno lo hace con amor, uno puedeterminar teniendo cinco o seis chicos en vez de uno. Eso es lo que me pas. Inconscientemente empec a hacerme cargo de ms y ms comedores y, gracias a Dios, todos mchicos son buenos. Nunca tuve un slo dolor de cabeza, ni siquiera problemas serios[.. Yo dirijo los comedores como lo hago en mi propia casa [...] la calidad de la comida brbara, porque yo personalmente la pruebo.

    La verdad del clientelismo es as colectivamente reprimida, tanto por los medidores con su nfasis en el servicio a los pobres, como en el amor a los humildepasin por su trabajo, como por los clientes con sus evaluaciones sobre la amistala colaboracin, etctera. Esto implica que las prcticas clientelares no slo tienuna doble vida (en la circulacin objetiva de recursos y apoyos, y en la experien

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    subjetiva de los actores), sino que tambin tienen una doble verdad, similar a la Bourdieu detecta en el intercambio de obsequios. Debemos reinsertar esta dualidesta ambigedad, en los estudios de clientelismo porque no es un invento del vestigador, sino que est presente en la realidad misma, esta especie de contradic

    entre la verdad subjetiva y la realidad objetiva [...] Esta dualidad es posible, y se puvivir, a travs de una especie deself-deception, de autoengao. Pero estaself-deception individual se sostiene a travs de unaself-deception colectiva, un verdaderodesconoci-miento colectivocuyo fundamento est inscrito en las estructuras objetivas [...] y en laestructuras mentales, excluyendo la posibilidad de pensar y de obrar de otro mo(Bourdieu, 1998, p. 163, itlicas e ingls en el original).

    La nica manera de entender las conductas dobles, sin duplicidad (Boudieu, 1998, p. 166) es abandonando las teoras de la accin que han gobernadimplcitamente, la comprensin de los comportamientos de los clientes. Com

    mencion, el sistema de relaciones objetivas en el cual se ubican los individuolos intercambios que se llevan a cabo en esas redes, constituyen el tema predito de la mayora de los estudios clsicos y contemporneos sobre el clientelispoltico. Los estudios acadmicos casi nunca discuten explcitamente las teode la accin sobre las que se basa su comprensin de la conducta de los clienCuando s lo hacen, esto es, cuando tratan de responder a la pregunta por quel cliente sigue a su mediador?, la mayora de los estudios se basan en modede accin racional o normativos. El cliente y el mediador son considerados coseguidores de una norma una norma de reciprocidad internalizada que funci

    na como fuente de la conducta intencional de clientes y mediadores (Gouldne1977) o como calculadores pragmticos y utilitarios quienes, en respuesta a psiones estructurales, buscan el provecho mximo de las oportunidades (MenenCarrin, 1986). Desde ambas perspectivas, el elemento central en la evaluacide la legitimidad de la relacin es la comparacin entre los servicios que recy los que presta. Cuanto ms grande sea el valor de lo que recibe del patrnmediador en relacin con lo que debe retribuir, ms probable ser que el clienvea el lazo como un vnculo legtimo. El ujo entre los distintos puntos de la res el elemento central en la legitimidad de la relacin.

    En el caso de las prcticas clientelares peronistas, este argumento es problemtCierto es que el balance de intercambio est vinculado a la transformacin de lagitimidad del lazo (cuanto ms obtiene el cliente, ms tender ella o l a ser leasu patrn). Sin embargo, poner demasiado nfasis en el equilibrio de la reciprocipuede hacernos perder de vista un aspecto central en el caso peronista:la legitimidadde la red clientelar como forma de resolver problemas independientemente de este oaquel patrn o mediador (si bien los estilos personales especcos marcan una difere

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    en la manera de dar de los mediadores).Cholo (miembro del crculo ntimo de Matilde, y activo reclutador de asistentes a l

    actos para la fraccin partidaria en la que ella milita) ilustra claramente este elemencentral en el funcionamiento del clientelismo peronista. En reiteradas ocasiones, pu

    en entredicho el equilibrio de la reciprocidad con Matilde: Yo valgo ms que eso, dijo en ms de una ocasin, rerindose al salario que recibe gracias a la intervencde Matilde; Estoy realmente cansado de esta cosa con Matilde. Durante sus 15 ade activismo peronista, Cholo ha trabajado para muchos otros mediadores. Matildes una referente ms, seguramente no la ltima, en una larga serie de polticos cquienes, en algn momento, el equilibrio de la reciprocidad se torn desigual. Cholsin embargo, no busc otra forma de hacer poltica, sino que cambi lealtadesentremediadores perodentro del Partido Justicialista . Sigui siendo peronista (sin importarotras posibilidades ms atractivas en trminos de acceso a recursos, sobre todo

    los aos de gobierno provincial y nacional Radical). Y, lo que es ms importante, legitimidad del clientelismo como forma de resolver problemasmientras se hacepoltica nunca se puso en tela de juicio. La poltica clientelar, tanto para Cholcomo para la mayora de los miembros de los crculos ntimos, es algo que se da pdescontado, es la poltica normal (y normalizada).

    Lmites

    Sin duda, la aceptacin no discutida del mundo de la resolucin de problemas a travde la mediacin poltica constituye la ventaja de la posicin de los mediadores, eltima instancia es la expresin de su legitimidad. Sin embargo, al mismo tiemprepresenta su mayor debilidad. La legitimidad es producto de una relacin cercancotidiana, fuerte, entre el resolvedor y el detentador de problemas, una relacin qudebe sostenerse y practicarse constantemente. Este trabajo de mantenimiento de lrelacin depende de la capacidad que el mediador tenga para sostener la fortaleza dlazo, algo que depende de su capacidad de cumplir, aunque no exclusivamente. Ecapacidad es limitada y dependiente de otros factores: limitada porque el referen

    puede conseguir trabajos o remedios, realizar un favor esencial, o ayudar a algucomo si fuese parte de su familia, para una cantidad restringida de gente. En el cade Matilde, la mediadora ms poderosa en la villa, el grupo que est casi literalmete atado a ella mediante lazos fuertes no abarca a ms de cien personas (en upoblacin de ms de siete mil votantes). La capacidad del mediador para mantenel lazo es tambin dependiente de la relacin que ste establezca con un tercero (intendente, en este caso), quien le da los bienes para distribuir.

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    As, para el caso que he analizado, la imagen de una electorado extenso y cautimagen que suele prevalecer en las descripciones del clientelismo peronista, es ericamente incorrecta. Aunque esto es signicativo, difcilmente puede dar cuentala conquista del voto y de la creacin del consenso electoral que usualmente

    atribuye al clientelismo. Si hemos de usar el concepto, debemos restringirlo al crntimo. Sin embargo, esto no quiere decir que debamos olvidarnos del estudio dclientelismo, no slo porque constantemente se reproduce la dominacin y la digualdad en el interior de los crculos ntimos, sino tambin porque los lazos fuerforjados all son de suma importancia para la poltica local. Especcamente, el funnamiento de los crculos de lazos fuertes proporciona una impresionante durabilidal PJ. Por un lado, a pesar de ser reducida, es una cantidad muy importante duranlas elecciones internas no slo en cuanto a votantes, sino tambin como militantescales durante los das de votacin, cuando las tentaciones de fraude electoral

    muy grandes si las dems lneas internas no envan a los suyos. Por otro lado, mienresuelven sus propios problemas, los miembros de los crculos ntimos solucionadicultades organizativas para los lderes partidarios, dado que mantienen la estrtura partidaria y a sus miembros activos durante los periodos sin elecciones.6 De estamanera, los crculos ntimos son elementos cardinales en la fortaleza organizativen la penetracin territorial del partido.

    CODA : Desde el punto de vista del dirigente

    En la medida en que la resolucin de problemas (intercambios materiales y siblicos, en que se otorga una cosa, un favor y se comunica un mensaje) se incla legitimar un estado de cosasde facto, un equilibrio de poder desigual, podemosdescribir esas soluciones, siguiendo a Bourdieu, comomquinas ideolgicas . El actode dar, las acciones sacricadas y preocupadas de los mediadores, transformo intentan transformar una relacin social contingente la ayuda a alguique necesita en una relacinreconocida , acreditada como duradera. Resolvemosun problema y, al mismo tiempo, reconocemos a Matilde o Juancito como nue

    tro resolvedor de problemas. Este reconocimiento es bsico en la resolucinproblemas mediante la intermediacin poltica. Dentro de un ambiente ideolgide cooperacin, compaerismo, y solidaridad, se construyen lazos que congelandeterminado equilibrio de fuerzas: cuanto ms ntima es la relacin, ms se co

    6 Vase Levitsky, 1997.

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    parte la ideologa de cuidado por los pobres, de ayuda social, propuesta por lreferentes, y ms completa es la negacin de la asimetra que une al dirigente coel cliente. Dar, ahora desde el punto de vista del dirigente, termina siendo unamanera de poseer.

    recibido en diciembre de 2001aceptado en febrero de 2002

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