Autoformas cuento 2

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Había una vez un cerdito llamado Paolo que soñaba con volar y no podía hacerlo, por eso se mantenía triste, él vivía en una enorme granja acompañado de muchos animales, allí todos eran muy amigos y colaboradores. Un día la vaca Clara se percato de la tristeza de Paolo y en forma secreta convoco a una reunión para todos los miembros de la granja. Todos llegaron muy puntuales, siendo el primero en llegar el león Mario, seguido por la mariquita Margarita, el perro Tulio; lento pero seguro el Elefante Pacho acompañado por la gata Rosa, la araña Amelia, la abeja Nilsa, el hipopótamo Pepe, el piojo Javier, el pollo Kiko, la rana Tita y la más vieja de todos la tortuga María.

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Había una vez un cerdito llamado Paolo que soñaba con volar y no

podía hacerlo, por eso se mantenía triste, él vivía en una enorme

granja acompañado de muchos animales, allí todos eran muy amigos

y colaboradores.

Un día la vaca Clara se percato de la tristeza de Paolo y en forma

secreta convoco a una reunión para todos los miembros de la

granja. Todos llegaron muy puntuales, siendo el primero en llegar

el león Mario, seguido por la mariquita Margarita, el perro Tulio;

lento pero seguro el Elefante Pacho acompañado por la gata Rosa,

la araña Amelia, la abeja Nilsa, el hipopótamo Pepe, el piojo Javier,

el pollo Kiko, la rana Tita y la más vieja de todos la tortuga María.

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Intervino el león Mario y le dijo: ¡Tú quieres volar y yo te quiero

comer!, pero no puedo porque eres mi amigo, por eso te digo que no

podemos tener todo lo que queremos en la vida, dedícate a ser

cerdo y ya.

Más tarde exclamo la mariquita: Pues yo quisiera quitarme el nombre de

mariquita y solo ser margarita, yo que vuelo te digo que uno se cansa

mucho y le duelen sus alitas de tanto batirlas, no te aconsejo que

quieras volar.

De inmediato intervino el perro, no sé porque esa idea necia de

volar, me parece una perdedera de tiempo, jamás podrás hacerlo.

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Luego con una voz delgada hablo la gata rosa: miau miau, yo sé de eso,

las alturas son espantosas, yo me subí un día a un árbol y no me pude

bajar, desecha esa idea, es mejor estar en tierra que en el aire.

De inmediato la araña Amelia le propuso

que le tejería una telaraña que lo sostuviera para que éste pudiera

subirse a algún lado y volar, pero recordó que la telaraña no tenía

tal resistencia, pues no era a prueba de cerdos y prosiguió

diciendo: ¡Lo siento amigo!, no podre tejerte nada, porque sería

como matarte.

Cuando habló la abejita Nilsa, todos quedaron perplejos, pues era

un poco joven y dijo: Que rico que te construyas unas alas con

plumas y yo te enseño a brincar de flor en flor, el néctar es

delicioso y volar es espectacular, sientes el viento en tu rostro y

tienes la sensación de que todo lo puedes; pero lo único

importante es que pierdas peso para que puedas alzar el vuelo.

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De inmediato Paulo recordó a su madre Teresa que le decía: Hijo recuerda que el bienestar

tuyo está en tu buena alimentación.

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Nilsa al escuchar a Paolo expresó: Eso es verdad lo que

decía tu mama, porque perderías tu esencia de cerdo al

perder peso, para poder volar, entonces no dejes de ser

quien eres.

Luego como una voz ronca exclamo el hipopótamo Pepe:

¡Yo me acepto gordito y grisesito!, naci sin alas y no las

he necesitado jamás y tampoco quiero cambiar eso.

A esta voz se unió el piojo y la

rana, quienes expresaron que

estaban de acuerdo con lo que

decía pepe, porque ellos eran

felices con sus saltos y no

querían volar.

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Por último habló la más sabia y vieja, la tortuga María,

quien le digo: Mira cerdo por más que tú quieras volar

jamás lo lograrás. ¡No por correr más rápido se llega más

lejos!. Mejor acéptate y quiérete como eres: Un hermoso

cerdo, nunca reniegues de tu esencia porque eres

perfecto y así te hizo Dios.

Al escuchar las palabras de todos sus amigos, finalmente

Paolo entendió, que volar no era lo que lo haría feliz, pues él

podría ser el cerdo más feliz del mundo si se aceptaba tal y

como era.

.