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Este artículo fue publicado en: Dora Celton-Mónica Ghirardi-Adrián Carbonetti. Poblaciones históricas. Fuentes, métodos y líneas de investigación. Serie de Investigaciones, 9, Asociación Latinoamericana de Población (ALAP), Río de Janeiro, 2009: 403-425. ISBN: 978-85-62016-08-0 Representaciones familiares de las mujeres negras en el Tucumán Colonial. Un análisis en torno al mundo doméstico subalterno Florencia Guzmán (CONICET- UBA) 1 Subalternidades de raza, clase y género 1. En 1768 el Obispo del Tucumán en una carta dirigida al Rey mencionaba la preocupación de la Iglesia por los “vicios” de la “gente de servicio”, que incluían amancebamientos, adulterios e impedimentos de matrimonios. 2 Explicaba la autoridad, que los impedimentos de afinidad (ex copula ilícita) eran frecuentes y que como generalmente se descubrían luego de contraído el matrimonio, nada se podía hacer al respecto. Se quejaba el Obispo de las pocas denuncias de amancebamientos que había, y sobre la plebe ninguno. Por lo general, afirmaba, derivan de un conflicto, y esto según el propio el informe, hacen por venganza lo que tendrían que hacer por justicia. Más adelante, acusaba “que las indias, negras y mulatas, sean madres sin estar casadas, cargaban a sus hijos a la vista de todos, sin temer el castigo ni ocultando el pecado, y al provecho que les daban esta situación a los amos por los esclavos que de ellas nacían”. Incluso, denunciaba a éstos 1 Investigadora del CONICET. Sección de Asia y África, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Buenos Aires. Proyecto de investigación plurianuales. CONICET, Los “negros” en Argentina: Cambio y continuidad en las representaciones e imágenes sociales de Otros raciales (1750-2005) . PIP 2009-2011. 2 “Carta del Obispo de Tucumán a su Majestad, 23 de agosto de l768”. Padre Antonio LARROUY. Documentos del Archivo de Indias para la Historia del Tucumán. Tomo II. Biblioteca de Autores españoles, Madrid, l927: 249- 379 (la cita corresponde a la pp.266/270).

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Este artículo fue publicado en: Dora Celton-Mónica Ghirardi-Adrián Carbonetti. Pobla-ciones históricas. Fuentes, métodos y líneas de investigación. Serie de Investigaciones, 9, Asociación Latinoamericana de Población (ALAP), Río de Janeiro, 2009: 403-425. IS-BN: 978-85-62016-08-0

Representaciones familiares de las mujeres negras en el Tucumán Colonial. Un aná-lisis en torno al mundo doméstico subalterno

Florencia Guzmán (CONICET-UBA)1

Subalternidades de raza, clase y género

1. En 1768 el Obispo del Tucumán en una carta dirigida al Rey mencionaba la preocupación de la Iglesia por los “vicios” de la “gente de servicio”, que incluían aman-cebamientos, adulterios e impedimentos de matrimonios.2 Explicaba la autoridad, que los impedimentos de afinidad (ex copula ilícita) eran frecuentes y que como generalmente se descubrían luego de contraído el matrimonio, nada se podía hacer al respecto. Se quejaba el Obispo de las pocas denuncias de amancebamientos que había, y sobre la plebe nin-guno. Por lo general, afirmaba, derivan de un conflicto, y esto según el propio el informe, hacen por venganza lo que tendrían que hacer por justicia. Más adelante, acusaba “que las indias, negras y mulatas, sean madres sin estar casadas, cargaban a sus hijos a la vis-ta de todos, sin temer el castigo ni ocultando el pecado, y al provecho que les daban esta situación a los amos por los esclavos que de ellas nacían”. Incluso, denunciaba a éstos de hacerlos abortar ante la posibilidad de perderlas, especialmente si fuesen ellos los autores del feto.

De que las indias, negras, y mulatas sean madres sin ser casadas, no se hace aprecio, y aún pienso que los dueños de las esclavas, si no las hacen a espaldas para cometer muchas ruindades, se ale-gran de las que cometieron por el provecho que se les sigue de los esclavos y esclavas que de ellas nacen...3

Desde que vine, no ha llegado a mi noticia aborto alguno procurado, porque como las madres de los fetos pecaminosos no temen el castigo, no procuran ocultar su preñado. Examinado he a mu-chas, y no tienen empacho de confesar sus flaquezas. Del mismo que en España andan las casadas cargadas con sus hijos, andan aquí las solteras con los suyos. Y si son esclavas, a vista, ciencia y paciencia de sus amos. Si estos hubiesen de perder a las esclavas, temo que las harían abortar, por no perderlas, y de aquí se seguiría la perdición de infinitas almas. Creo, señor, que estos mis mie -dos son muy bien fundados, porque más estiman los criollos a los esclavos que a los hijos, y más extremos de dolor han por la muerte de un esclavo que por la pérdida de un hijo. Y si supiesen que descubierto el desliz de la esclava se habían de quedar sin ella, muy de antemano procurarían el aborto, especialmente si fuesen ellos los autores del feto…4

1 Investigadora del CONICET. Sección de Asia y África, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Buenos Aires. Proyecto de investigación plurianuales. CONICET, Los “negros” en Argen-tina: Cambio y continuidad en las representaciones e imágenes sociales de Otros raciales (1750-2005). PIP 2009-2011.

2 “Carta del Obispo de Tucumán a su Majestad, 23 de agosto de l768”. Padre Antonio LARROUY. Do-cumentos del Archivo de Indias para la Historia del Tucumán. Tomo II. Biblioteca de Autores españo-les, Madrid, l927: 249-379 (la cita corresponde a la pp.266/270).

3 Ibídem, p. 2674 Ibidem, p. 268

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2. La más alta jerarquía eclesiástica del Tucumán, en su denuncia al Rey se refiere explícitamente a las relaciones carnales entre esclavas con amos, a quienes acusa de ser (muy probablemente) los progenitores de la prole ilegítima. Esta declaración, poco co-mún entre los documentos coloniales, nos remite a las dimensiones de raza/clase y géne-ro, y nos introduce en el análisis del entramado doméstico subalterno, del que mucho se ha hablado y todavía poco sabemos. Las fuentes en este sentido son escurridizas y muy fragmentarias, y dado el carácter multirreferencial de estas prácticas, cualquier análisis de este tipo impone apelar a una gran cantidad de indicadores. En este caso, nuestro propósi-to es más sencillo: es el de reflexionar en torno de un estudio de caso del siglo XIX, en el marco de las investigaciones históricas y antropológicas contemporáneas.5 Partimos del consenso acerca del carácter variado que asumen las formas familiares de los sectores subalternos, que incluyen exogamia, consensualidad e ilegitimidad, al margen de la nor-matividad y del discurso colonial oficial. Asimismo, de la certeza de que tanto la sexuali-dad como las familias negras constituyen una manera particular, compleja y multirrefe-rencial de ejercicio de poder. La esclavitud produjo un orden social que asignaba a las mujeres negras, fueran esclavas o libres, el rango inferior de la jerarquía social. En virtud de ello (naturaleza jerárquica de la sociedad colonial) las uniones entre “blancos” y “ne-gras”, por regla general incluyeron explotación, y en algún caso adoptaron la forma de concubinatos esporádicos (muy excepcionalmente de matrimonios). Por último, está la certidumbre acerca de que la ideología de la pureza de sangre, que supone un elemento de diferenciación, de autoafirmación y a la vez, de discriminación socio-cultural, habría facilitado y/o permitido el dominio de los varones “blancos” sobre las mujeres de los gru-pos subalternos: indígenas y esclavas.

Es que en la sociedad colonial latinoamericana la imagen y la cotidianeidad de la mujer habían estado atadas a las reglas de la pureza de sangre y del honor. El matrimonio era el único medio válido de legitimarse en sociedad y de legitimar a la descendencia. Así, los siglos XVII y XVIII estuvieron signados por reglamentaciones morales que mar-caban los límites entre lo que era aceptable y lo que no lo era, aunque quienes quedaban limitadas eran las mujeres. Pero estas reglas se aplicaban principalmente entre los grupos hegemónicos. Así, mientras las conductas sexual y moral de las mujeres de la elite esta-ban altamente controladas, las mujeres que no pertenecían a esa clase social tenían cierto margen de libertad porque el prestigio, la herencia y los bienes familiares no eran un ob-jeto de disputa.6 Sin embargo esta relativa libertad de los sectores subalternos, sobrelleva en el caso de las mujeres negras, una mayor vulnerabilidad a los excesos sexuales que el resto de las mujeres. Estas mujeres consideradas de “baja esfera” (que por lo general du-

5 La bibliografía histórica/antropológica es muy amplia. Destacamos a Pilar GONZALBO AIZPURU, y Cecilia RABELL (comp.) La familia en el mundo iberoamericano. Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994. Pilar GONZALBO AIZPURU. Introducción a la his-toria de la vida cotidiana. Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, 2006. Verena STOL-CKE. Racismo y sexualidad en la Cuba Colonial. Madrid, alianza Editorial, 1992. Para Buenos Aires: Ri-cardo CICERCHIA. “Familia: La historia de una idea. Los desórdenes domésticos de la plebe urbana por-teña. Buenos aires, l776-l850”. Catalina Wainerman (comp.). Vivir en familia, Unicef/Losada, l994: 49-72. Para el Tucumán: Florencia GUZMÁN. Matrimonio, mestizaje y familia en el Valle de Catamarca, l770-l810.Tesis de Doctorado. Universidad Nacional de La Plata, 2002. Inédita. Isabel ZACCA. "Matri-monio y mestizaje entre los indios, negros, mestizos y afromestizos en la ciudad de Salta (l766-l800). En Andes, 8, l997, pp.243-269.Por último, dos compilaciones que nos resultaron muy útiles: María BJERG &Roxana BOIXADÓS. La familia. Campo de investigación interdisciplinario. Teorías, métodos y fuentes. Buenos Aires, Universi-dad Nacional de Quilmes, 2004; David ROBICHAUX (comp.). Familia y diversidad en América Latina: estudios de caso. Colección CLACSO; Grupos de Trabajo, Buenos Aires, 2007. 6 Susan SOCOLOW,. The Women of Colonial Latin America, Cambridge University Press.2000b

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plicaban a los varones), eran vistas como menos respetables u objetivos más fáciles de la agresividad o explotación masculina, que las más atentamente vigiladas mujeres de la eli-te. El sólo hecho de que las esclavas quedaran directamente situadas bajo el control social y económico de sus amos, implicaba que estos las eligieran para satisfacer su sexualidad; mientras que, por otra parte, algunas de estas mujeres preferían estas uniones, aunque fueran consideradas ilícitas, por el hecho de que tener hijos con sus amos les proporcio-naba una cierta garantía de mejor trato, aunque no significara un reconocimiento jurídico para obtener la libertad.7 Estas uniones se reprodujeron, precisamente, porque como es-clavas estaban a disposición permanente de sus amos o de los hijos y parientes de estos y hasta de los mismos mestizos que convivían en el mismo contexto social. A consecuencia de esta localización permanente de la mujer negra en domicilios estables, estas mujeres fueron el medio para las uniones que siendo casuales, nos obstante, condujeron a la mula-tización de una parte de las poblaciones que vivían en relaciones dependientes del mundo español. También dieron lugar a una serie de hogares encabezados por mujeres solteras con hijos y un número considerable de niños ilegítimos. De modo que aquí tenemos otra certeza: las familias matrifocales8, y la ilegitimidad son, en alguna medida, derivaciones de las relaciones entre amos y esclavos, y en palabras de Verena Stolcke, resultado de la marginalidad de las mujeres negras dentro de la graduación del honor en la sociedad co-lonial y poscolonial.9

Otra consecuencia menos conocida, pero no menos importante, y en la que pon-dremos un especial énfasis, tiene que ver con el conjunto de representaciones sexuales respecto a la mujer negra. La convivencia forzosa de amos y esclavos dio origen al mito de la sensualidad negra, pero también al estereotipo de lujuriosas, pecaminosas, carentes de moral y de honra, tal cual surge del discurso colonial.10 Una vez más traemos aquí la voz del Obispo del Tucumán, quien recordemos afirmaba, que estas mujeres eran madres de fetos pecaminosos que no temen al castigo ni procuran ocultan su preñado.11 No es casualidad que los mitos y estereotipos, que la sociedad colonial y poscolonial han crea-do en torno a las mujeres negras giren, en gran medida, en torno a su sexualidad. Estas fueron etiquetadas como “objeto sexual”, como “objeto de goce” de los “otros”. Una vi-7 Christine HUNEFELDT “Mujeres. Esclavitud, emociones y libertad. Lima 1800-1854”. Documento de

Trabajo, Nº 24. Instituto de Estudios peruanos. IEP.  Serie Historia Nº 4. Marzo 19888 Se entiende por matrifocalidad a las unidades domésticas en las que la cabeza de familia es una mujer, aunque sobre ella caben distintas consideraciones. Para algunos autores, por ejemplo, este tipo particular de organización familiar es un vestigio modificado de la cultura africana; para otros es producto del efec-to disruptivo que tiene sobre la familia de esclavos las condiciones que se dan en el mundo colonial. Es -tos enfoques son básicamente históricos. Para los estudios antropológicos la discusión gira esencialmente en torno a la transferencia progresiva de la autoridad del marido-padre a la esposa-madre a lo largo del ci-clo del desarrollo de la familia, en lugar de centrarse desde el principio en unidades que carecen de un va-rón y las causas de esto. También la familia matrifocal es el resultado precisamente de uniones en las que no se intenta establecer una familia “estable. En este caso, (según Stolcke) el sistema de emparejamiento es el principio formativo central de la estructura social. El matrimonio y el concubinato constituyen dos tipos diferentes de elección que producen dos tipos de organización familiar formalmente diferentes. (La discusión sobre este tema se puede ver en Verena STOLCKE. cit, 1992:195.) 9 Verena STOLCKE. cit. Racismo y Sexualidad en la Cuba Colonial…, 1992: 205-21110 La bastardía, según Carmen BERNAND se origina en el adulterio y otros ilícitos y punibles ayunta-mientos como describía Solórzano: “pocos españoles de honra hay que se casen con indias o negras, el cual defecto de los natales les hace infames (…) sobre él cae la mancha del color vario y otros vicios que suelen ser como naturales y mamados de la leche”. Carmen BERNAND. “Los Híbridos en Hispanoaméri-ca. Un enfoque antropológico de un proceso histórico”. Guillaume Boccara y Silvia Galindo (edit.). Lógi-ca Mestiza en América. Instituto de Estudios Indígenas. Universidad de la Frontera. Temuco, Chile, 2000: 61-83 (la cita corresponde a la pp.73-74). Juan SOLÓRZANO PEREYRA. Política Indiana. Madrid, BAE, l972.11 LARROUY. Documentos del Archivo de Indias para la Historia del Tucumán, cit.,p. 265.

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sión que al provenir de los sectores hegemónicos de la sociedad se convierte en referente a partir del cual se vive, se experimenta, se concibe, y se valora la sexualidad: la propia y la de los demás. Precisamente por ello resulta imperativo explorar el campo de lo simbó-lico, de la marginalidad, de las representaciones sexuales y los estereotipos, como un campo de valoraciones, como un horizonte del mundo histórico cultural. ¿En qué medida las imágenes negativas que la sociedad dominante fue creando y recreando en torno a las mujeres afro contribuyeron en el trazado de las trayectorias individuales y familiares?

Apuntes acerca de los recorridos familiares

Hasta no hace mucho tiempo se creía y afirmaba que los esclavos no podían for-mar familias. Estigmatizados como lujuriosos y lascivos estos eran representados fuera de los vínculos familiares. Un número alto de mujeres esclavas solas con hijos, y una proporción considerable de niños ilegítimos, parecían confirmar esa imagen. En los últi-mos años nuevas investigaciones generaron una revisión y comprensión más diferencia-da de las posibilidades que tuvieron los esclavos de formar una familia, unirse en matri-monio y de mantener vínculos de parentesco, aunque también comporta el riesgo de mi-nimizar la naturaleza coercitiva de la esclavitud. Casi por definición, cualquier estudio de las familias esclavas introduce nuevas variables de análisis. ¿Cuáles son estas varia-bles? En primer lugar, y quizás la más importante, es la falta de libertad. Estamos lejos de creer que la decisión de casarse, con quien hacerlo o quedar célibes, le correspondie-ra totalmente a los esclavos. Había serios impedimentos para ello (sobre todo para los matrimonios consagrados por la Iglesia) y éstos tienen que ver con la tensión entre el derecho de propiedad de los amos, la legislación civil y eclesiástica, los intereses de la Corona y una serie de cuestiones, algunas ya mencionadas sobre el sistema social; ade-más, de la compleja trama de representaciones, valoraciones e ideologías a las que hici-mos referencia.

La Iglesia, por su parte, sin llegar a tocar el tema espinoso del matrimonio de los esclavos, lo que sí hizo fue denunciar lo que imperaba en general, como son los aman-cebamientos, atropellos de los amos a los esclavos para que estos no formaran familias (según surge de varias fuentes y también se revela en el documento que presentamos al inicio de esta presentación). Las autoridades eclesiásticas acusaron y trataron parcial-mente de remediar estos problemas mediante una serie de disposiciones, obviamente in-suficientes, puesto, que paradójicamente, la institución participaba también de la socie-dad esclavista, cuyos valores y fundamentos ideológicos contribuyó poderosamente a difundir entre los mismos esclavos (para la iglesia tratar el tema del sacramento del ma-trimonio exigía que se hiciese hincapié sobre la condición imprescindible para contraer-lo, o sea la libertad, de la que se hallaban precisamente privados los esclavos). 12

No son pocos los estudios para América Latina, y concretamente los que abarcan el espacio del Antiguo Tucumán, que revelan la existencia de familias entre los escla-vos, y no solamente de propiedad religiosa. De estas investigaciones surge que no exis-tió una forma única de “familia esclava”, sino que hay diferentes “familias de esclavos”, con diferentes patrones y modalidades, relacionados a la corresidencia, al parentesco y a actividades en común. Los trabajos llevados a cabo, tanto en Córdoba, Salta, Tucumán,

12 Nos resultó muy interesante el artículo de Solange ALBERRO sobre “Las representaciones y realidades familiares de los negros bozales en la Predicación de Alonso de Sandoval (Cartagena de Indias, l627) y Nicolás Duque de Estrada (La Habana, l796)”. Pilar Gonzalbo Aizpuru y Cecilia Rabell (comp.) La fami-lia en el mundo iberoamericano. Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994: 73-94

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Catamarca y La Rioja, basadas la mayoría de ellas en el análisis de los censos y libros parroquiales, dan cuenta, que el matrimonio legítimo, también, es una opción concreta entre los esclavos, aunque no necesariamente es el punto de partida de la formación de la familia, ni tampoco de la reproducción de los hijos ; asimismo, que los varones ne-gros se casaban bastante más que las mujeres, lo cual trajo como consecuencia que los matrimonios entre libres y esclavos fueron más numerosos que los matrimonios que reunían a dos esclavos.13 Mientras el número de novias que aparecen en los registros pa-rroquiales era pequeño, no puede decirse lo mismo sobre el número de esclavas madres que aparecen en los registros de bautismos. Para las esclavas, las uniones consensuales y los grupos familiares compuestos solo por mujeres y niños parecen ser bastante más comunes, no obstante que, por su propia naturaleza estas unidades no se incluyeron en los registros parroquiales. Algunos autores argumentaron, incluso, que a través del con-cubinato, las mujeres podían disminuir el peso que les imponía la esclavitud, a ellas o a sus hijos. No obstante es difícil tratar el tema del concubinato como un estado sin grille-tes para las esclavas, a la luz de las distorsionadas diferencias de poder entre amos y es-clavos. El número considerable de madres solteras claramente indica que las mujeres es-clavas no se casaban en proporciones altas: por lo tanto las uniones consensuales y el concubinato prevalecían, como resultado, en parte de lo que ya se expuso, aunque tam-bién podían ser consecuencia de la propia decisión de las mujeres, según surge de algu-nos expedientes eclesiásticos.14 Se ha verificado, además, que los hijos ilegítimos no ne-cesariamente eran producto de relaciones ilícitas entre esclavas y negras libres con hom-bres situados más arriba en la jerarquía social. La ilegitimidad tocaba a un sector muy vasto de la sociedad y ponía en juego una gran variedad de dinámicas sociales.

¿Cuántos de estos hijos naturales y de mujeres solas con hijos tienen que ver con uniones casuales, con violencia, coerción, explotación sexual por parte de los amos? ¿Cuántos de ellas con relaciones extrarresidenciales temporales que acababan con el abandono de la mujer negra por una mujer de mayor status social? ¿Cuántas con uniones consensuales entre sujetos de castas que ocurrían al margen de la moral vigente? ¿Qué grado de determinación individual por parte de las esclavas tienen estas realidades fami-liares? Evidentemente estamos lejos de contar con la evidencia necesaria para responder estas preguntas, por lo que nuestro propósito aquí sigue siendo el de explorar las tramas interétnicas de amos e esclavas en los ámbitos domésticos. Nos interesa, asimismo, exa-minar las respuestas, resistencias, adaptaciones y agencias de las mujeres negras, lo cual implica adentrarnos en la compleja trama de las motivaciones individuales. Con estos ob-jetivos en las próximas páginas presentamos y reflexionamos sobre un caso de divorcio ocurrido en la ciudad de Córdoba en las primeras décadas del siglo XIX.

Juicio de divorcio de doña María Antonia Mercado y don Alexo Gil13 Florencia GUZMÁN. “Familias de los esclavos en La Rioja tardocolonial (l760-l810)”. Revista Andes, Universidad Nacional de Salta, 8, l997:225-241. Florencia GUZMÁN. Tesis de doctorado, cit., 2002; Is-abel ZACCA, cit, Andes, 8, l997:243-269; Jovita NOVILLO. “Africa y afromestizos en Tucumán (l800-l814). Una aproximación a las relaciones interétnicas”. X Jornadas Interescuelas/departamentos de Histo-ria, Rosario, 2005. María del Carmen FERREIRA. “El matrimonio de las castas en Córdoba, l700-l779”. III Jornadas de Historia de Córdoba, Córdoba, Junta Provincial de Historia de Córdoba, l997:285-326, María del Carmen FERREIRA. “Matrimonios de españoles con esclavas durante el siglo XVIII. Estudios de caso”. Mónica Ghirardi (comp.). Cuestiones de familia a través de las fuentes. Córdoba, Centro de Es-tudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, 2005:91-139.14 Hemos encontrado varios juicios en el Archivo del Arzobispado de Córdoba de esclavas y mulatas li -bres que rehúsan casarse con hombres con los que tenían relaciones, e incluso hijos; todo indica que el matrimonio no siempre era la mejor opción, incluso para una mujer que ya hacía vida maridable.

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El estudio de caso sobre el pretendemos reflexionar es un juicio de divorcio pro-movido en el mes de julio de l812 en la ciudad de Córdoba. El referido pleito se encuen-tra en el Archivo del Obispado de Córdoba en la sección Divorcios y Nulidades y tiene la particularidad de extenderse por más de casi cuatro décadas.15 El inicio del mismo da-ta del año l805 y todavía en l841 continúan las presentaciones y declaraciones de las partes. Es decir que este expediente atraviesa casi toda la primera mitad del siglo XIX y buena parte de la vida de los protagonistas, tanto de los amos como de los esclavos. Do-ña María Antonia Mercado inicia este juicio contra su marido don Alexo Gil, luego de compartir siete años de matrimonio. La pareja había contraído enlace en el año l798 y de esta unión nacieron dos hijos legítimos: Marta y Julián. Tras constantes desavenen-cias, según surge de la declaración de María Antonia, ella entabla primeramente pleito civil contra su marido, a fin de privarle de la administración de sus bienes dotales (el monto de la dote introducido por la contrayente fue de $4000 pesos entregados el 14 de diciembre de l798).16 Luego de la sentencia favorable solicita, ante a los tribunales ecle-siásticos, la “perpetua separación de su esposo”, fundando su solicitud en sevicia, total desobligación de las responsabilidades de subsistencia familiar y adulterio reiterado con esclavas y criadas.

En la demanda de divorcio del año l812, la mujer explicaba que se veía en la obligación de iniciar este pleito debido a los intentos de su marido de recuperar la admi-nistración de sus bienes dotales. Quizás por ello, y forzada por esta situación, se anima a denunciar los recurrentes amancebamientos y adulterios de don Alexo, buscando, segu-ramente impedir, que la curia avalase los requerimientos para recuperar “los derechos de esposo” que el hombre reclamaba17 (resulta oportuno traer aquí las declaraciones del Obispo de Tucumán, presentadas al inicio, en los que este escribía que los amanceba-mientos muy pocas veces se denuncian; generalmente derivan de un conflicto, y esto se-gún el propio informe, hacen por venganza lo que tendrían que hacer por justicia). Pa-san los años y el pleito sigue sin resolverse, aunque la pareja había optado por la separa-ción de hecho (tal cual surge de la reconversión que realiza el poder eclesiástico para que el matrimonio volviera a la antigua unión).18 Finalmente la causa quedó trunca, no consiguiendo María Antonia alcanzar la “separación perpetua” de su marido, por la cual había luchado ante el poder eclesiástico durante treinta años. En fecha tardía, casi pro-mediando la mitad del siglo, en l841, aparecen todavía sucesivos nombramientos de tes-tigos y comparencia de algunas de las esclavas implicadas en el pleito que declararon una vez más sobre hechos acaecidos en su juventud (Es el caso de Josefa quien dijo te-ner ahora más de cuarenta años).

15 El Obispado del Tucumán databa desde 1570 e incluía, además de Córdoba, los territorios de Tarija (ac-tual Bolivia), Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y La Rioja, luego de Catamarca. La sede original de dicho obispado, sufragáneo de la Arquidiócesis de Lima estuvo primeramente en Santiago del Estero, hasta que en 1699 fue trasladado a Córdoba a instancias de Fray Manuel Mercadillo. En el año l806 nació el Obispado de Córdoba, integrando las provincias de Córdoba, San Juan, Mendoza, San Luis y La Rioja, que integraban también la jurisdicción de la Gobernación Intendencia de Córdoba. A pesar de la situación de crisis política administrativa como consecuencia de la guerra, la conformación del obispado persistió después de la emancipación de España. En l820 con la disolución del gobierno central, tanto la cabecera como las provincias que conformaban el obispado declararon su independencia, ejerciendo el gobernador de la provincia el patronato sobre la Iglesia Católica (citado por Mónica GHIRARDI. “Historias íntimas de hombres y mujeres en el orden finicolonial cordobés”. Colonial Latin American Historical Review, 2003: 373,414.) 16 Mónica GHIRARDI, cit, 2003: 39217 Ibídem, 2003:393. 18 La reconversión esta fechada en Córdoba el 23 de octubre de l817

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¿Cuál es la importancia de este documento para nuestra investigación? En primer lugar, la visibilidad de algunas prácticas sociales, inasibles en otras fuentes; en este caso, el entramado interétnico/sexual entre amos y esclavos (al parecer frecuentes en el mundo colonial, pero de las que todavía conocemos muy poco). En segundo lugar, son testigos en este juicio varios esclavos/as y libres que estuvieran al servicio de la pareja y/o mantu-vieron relaciones ilícitas con el cónyuge, según surge de la denuncia de la esposa. Com-probamos en esta fuente, también, a diferencia de lo que ocurría en otros partes de Amé-rica, que el esclavo aquí declara, atestigua, confiesa y generalmente casi sin intermedia-rios. El Defensor de pobres y naturales –que es quien se encarga de la defensa de los in-dios, de los esclavos y de aquellos que no pueden acceder a un pleito judicial particular- suele estar presente, pero no siempre es él quien declara por el negro o el mulato. Por ello, esta situación constituye una ocasión privilegiada de acceder a las “voces” de una sociedad altamente mestizada, en la que los “negros” están claramente insertos en el fun-cionamiento cotidiano del núcleo social. Por último, pensamos que el expediente se transforma en un núcleo verdaderamente interesante desde el cual rescatar las “miradas del otro”; la práctica judicial como creadora de estigmas, saberes, verdades, que remiten a relaciones de saber-poder que circulan en las relaciones sociales.19

La riqueza cualitativa del expediente lo confirman, además, dos artículos realiza-dos por Mónica Ghirardi. En el primero de ellos la investigadora analiza este pleito desde una perspectiva de género, entendido como construcción cultural de diferencias no bioló-gicas del ámbito masculino y femenino.20 En el segundo y junto a otros juicios, la autora analiza mecanismos por los cuales en forma deliberada, los actores sociales generaron es-trategias tendientes a sostener, o contrarrestar los convencionalismos sociales y legales vinculados principalmente a normativas medievales concernientes a la Iglesia Católica. Ghirardi afirma que las prácticas carnales de los sujetos españoles con gente de su servi-cio podían constituir verdaderos desahogos para hombres casados, favoreciendo la perdu-ración de matrimonios tediosos, pero convenientes. En el caso de los solteros resultaba un entretenimiento hasta el momento del casamiento y a veces postergado por años hasta alcanzar una posición que garantizara un casamiento adecuado.21 Coincidimos con la in-vestigadora en que no se pueden hacer extensivas estas prácticas al conjunto social, ni asegurar que todas las denuncias relatadas en el expediente fueran fidedignas, de hecho don Alexo Gil las reputó de calumniosas, acusando a su mujer de haber comprado el tes-timonio de las esclavas y otros sirvientes para utilizarlas en su contra en el juicio. No obstante, entendemos que estas eran mucho más frecuentes de lo que nos imaginamos y contaban con la complicidad del vecindario y de las propias autoridades, siempre y cuan-do no tomaran estado publico y salieran de la discreción impuesta para estos asuntos.22

No fue lo que sucedió en este caso y quizás por ello hoy contamos y discutimos este jui-19 Mario RUFER. Historias negadas: esclavitud, violencia y relaciones de poder en Córdoba en el siglo XVIII. Córdoba, Ferreira Editor, 2005. Este autor, quien trabajó los pleitos judiciales sobre esclavos en la ciudad de Córdoba finisecular, afirma que la ingenuidad de creer en la literalidad de la fuente judiciales nos haría perder de vista las intencionalidades y las mediaciones circunstanciales, los matices discursivos; asimismo, la torpeza de perder su literalidad nos privaría de un acervo excepcional par recuperar los dis-cursos, inasibles en otros documentos.20 Mónica GHIRARDI. “Historias íntimas de hombres y mujeres en el orden finicolonial cordobés”. Colo-nial Latin American Historical Review, 2003: 373-414. 21 Mónica GHIRARDI. “Experiencias de desigualdad. El Régimen matrimonial, Homogámico y sus ten-siones en Córdoba en la transición del orden monárquico al republicano”. Nora Siegrist y Mónica Ghirar-di (coord.). Mestizaje, Sangre y Matrimonio en territorios de la actual Argentina y Uruguay. Siglo XVII-XX, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, 2008. 41-7222 Ibídem, 2008: 55

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cio, que como decíamos, tiene una gran riqueza cualitativa y constituye un acervo excep-cional par recuperar los discursos, inasibles en otros documentos. Pero antes de conti-nuar, creemos que ha llegado el momento de presentar a nuestros actores:

Doña María Antonia MercadoMaría Antonia era criolla, hija de don José Domingo Mercado y doña María Fran-

cisca Baigorri.23 Luego de la sentencia favorable para retomar la administración de sus bienes dotales se presenta y pide ante los tribunales eclesiásticos el divorcio contra su marido don Alexo Gil por la vida licenciosa y disipada que éste llevó mientras estuvo ca-sado. Afirma la mujer que se ve en la necesidad de entablar este juicio que la ley evangé-lica y la Iglesia tienen deparado contra los maridos “infidentes”, “escandalosos”, “por desagraviar a la consorte fiel y salvar del contagio la inocencia de los hijos, preservándo-los de tan venenoso ejemplo”. Agrega más adelante, “porque no podía sincerar su vida lúbica y licenciosa con que tenía adulterado el tálamo nupcial entregándose a cuantas ne-gras y pardas [que) entraban a su servicio por compra o por conchavo…”24

En una larga presentación, María Antonia denuncia las continuas relaciones que su marido mantuvo durante mucho tiempo con diferentes esclavas o pardas de su servi-cio. Algunas de estas relaciones fueron duraderas, otras más efímeras, pero en todos los casos fueron públicas y humillantes, en tanto se realizaban en su propio hogar a la vista del resto de los criados y en el medio de los comentarios de éstos. Decíamos que debido a ello esta mujer solicita ante la justicia secular la interdicción en la administración de sus bienes dotales, lo que obtuvo rápidamente por sentencia del Superior Gobierno Nacional. En esa oportunidad son reconvenidos los cónyuges a volver su antigua unión, a lo que ella rehúsa con gran determinación. Unos años más tarde nos encontramos sorpresiva-mente con un nuevo escrito, esta vez del Defensor de Pobres, en representación de don Alexo Gil, quien solicita una audiencia pública y una revisión del caso. Requiere ahora la intercesión de la Curia diocesana para volver a la vida maridable (“recuperar los derechos de esposo”). Esto motiva un nuevo escrito de doña María Antonia, donde de manera cate-górica se niega a esta solicitud, entablando el juicio de divorcio en todos sus efectos ca-nónigos y civiles. En un tono todavía más severo que el anterior, afirma que las pruebas por ella aportadas de la infidelidad de su marido “son hechos de una prueba privilegiada como domésticos. La mala forma de mi marido con sus esclavas y sirvientas hace semi-plena prueba”. En otro párrafo expresa: “Así pude cruzar y poner un dique a la constante de sus injustas e ilegales pretensiones. El comportamiento de Gil, “ofendía a la moral, a la religión, a la sociedad y a la fe del matrimonio por el abandono en lujuria que degra-da hasta confundir la honorabilidad”25

En esta oportunidad agrega más prueba y se extiende en detalles sobre las reitera-das infidelidades de su antiguo cónyuge. Explica una y otra vez las sucesivas humillacio-nes, y violencia que padeció en los años que estuvo casada. Se refiere de manera particu-lar a las peleas con Juliana (esclava de la vivienda) por los hijos que tenía ésta con su ma-rido, su comportación, la difamación en toda la casa, el reconocimiento de su paternidad y la libertad que les otorgo a estos hijos esclavos llamados Fermín y Vicenta en medio de su necesidad y teniendo don Alexo hijos legítimos. Incluye además el testimonio de doña Josefa Almeida, quien en su declaración confirma un hecho significativo: el momento en que una de las esclavas de la vivienda (María de los Ángeles) salio gritando que don

23 GHIRARDI, 2003:392, cita 7224 Juicio de Divorcio, leg. 201, exp. 7, fol. 10v 25 Juicio de Divorcio, leg. 201, exp. 7, fol. 9

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Alexo la mataba a doña María Antonia. En palabras de esta última: “vinieron y le encon-traron estropeándome en el suelo porque había mandado el candelero a su esclava Juliana que estaba de parto, diciéndome que yo pusiera la vela en el suelo” (Pensamos que se trataba del momento en que nació uno de los hijos que Gil tuvo con la respectiva escla-va). En sus declaraciones se reitera la humillación que le provocaban no solo la conducta del ex marido, sino (y sobre todo) la publicidad y el comentario continuo tanto de los sir-vientes, esclavos, y del resto del vecindario acerca de este comportamiento. En otras pa-labras, la exposición pública de la infidelidad y del agravio. “No se dice otro tanto de los vesinos de esta Ciudad; y sería cosa de extrañar, sino fuese cierto, que solo contra mi marido se alarmasen sus sirvientes para tan obscena impostura”. 26

Agrega María Antonia que los adulterios de su marido son sostenidos por los pro -pios dichos de los esclavos, según surge de sus respectivas declaraciones a quienes acusa de ser cómplices del adulterio, y de la difamación en toda la familia. Surge de la exposi-ción que su marido tuvo reiterados infidelidades con tres esclavas: Josefa, Mercedes y Juliana, además de la parda Asunción Díaz. De estas cuatro relaciones quedaron tres hi-jos: dos de ellos con Juliana, (al parecer una relación que se mantiene por varios años) y según declara: “se hizo público en toda la familia por ella misma, sin haver dado en con-trario durante los años que son procesos para tenerlos y criarlos…La fisonomía de los muchachos acusa la filiación procedente de mi marido; él los quiere mucho según Mateo (también esclavo de la familia) le llaman Padre; y con el comían y dormían según Josefa (otra criada de la casa) son además reputados de público y notorio hijos suyos; el les dio la libertad por escritura pública, que les otorgó en medio de sus necesidades extre-mas…”27

Este caso que se extenderá unas décadas más, en el cual doña María Antonia de-berá declarar en reiteradas oportunidades ante las diferentes instancias legales, tanto ante la justicia secular como la eclesiástica. En todas ellas repite lo mismo: que no podía so-portar la dilapidación de los bienes patrimoniales y la vida licenciosa y disipada de su marido, que incluía reiterados ayuntamientos y mancerías realizados con esclavas en el propio hogar. Los cargos presentados son los siguientes: Dilapidación de los bienes patrimoniales El juego reiterado y otros vicios Ayuntamiento con la esclava Josefa con quien tuvo un hijo Contubernio con otra esclava llamada Juliana, con quien tiene dos hijos a los que lue-

go les da la libertad El escándalo con la parda Asunción Díaz. Las peleas de las esclavas y negras por sus hijos y su hombre. El estropeamiento que le hizo don Gil a María Antonia por esta mandar el candelero

a su esclava que estaba de parto (pensamos que se trata de la esclava Juliana que da-ba a luz a un hijo ilegítimo de don Alexo)

La libertad que les otorgó a estos hijos esclavos (los hijos de la esclava Juliana) en medio de sus necesidades y teniendo don Gil dos hijos legítimos

El escándalo con la esclava Mercedes que cuando fue violentada sexualmente por su marido huyo y fue seguida por don Gil desnudo ante el comentario de los vecinos

Los reiterados escándalos y los comentarios de los esclavos y los vecinos

Don Alexo Gil

26 Juicio de divorcio, leg. 201, exp.7, fol. 9v.27Juicio de divorcio, Leg. 201, exp. 7 folios 9v/12.

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Don Alexo era español europeo, nacido en Zaragoza y se desempeño como funcionario de la Corona en el cargo de Administrador General de Tabacos. En todas las declaracio-nes no se hace cargo de las denuncias realizadas por su mujer. Niega las paternidades, y todas las imputaciones de ésta a quien acusa de inventar, calumniar y comprar el testi-monio de las esclavas y sirvientas que confirmaron sus adulterios. A lo largo de todo el juicio menciona una y otra vez su estado de pobreza en la que había quedado como con-secuencia de haber entregado los bienes dotales, cuya administración la mujer había lo-grado por intervención de la justicia civil.28 Muy preocupado por su situación económica y declarándose “pobre de solemnidad”, está dispuesto a regresar a la vida maridable con la clara intención de recuperar los bienes perdidos. Declara luego que sólo acepta los tér-minos del divorcio, siempre y cuando le devuelvan la casa conyugal, que según palabras de María Antonia, “fue adjudicada en pago de mis acciones dotales, costas procesales, sensos que ( ) redimió a San Francisco”. Agrega que esa adjudicación se hizo efectiva re-cién después de dos subastas, pasando varios años, en tanto hace 28 años que se le dio la misma judicialmente, y más de quince años que la casa fue vendida. Agrega que en veintiocho años don Gil no se había acordado de la casa. Este insiste nuevamente en su estado de pobreza y en una nueva declaración del año l842 don Gil pide se convoque a declarar nuevamente a algunos esclavos, entre ellos Josefa, quien vive ahora en la casa del Señor Canónigo Marín. Esta esclava en su exposición afirma que estando en la casa de su antigua ama doña Jerónima Marín (seguramente la hermana o pariente del canóni-go) “oyo que doña Antonia se quejaba de que su marido tenía trato licito con la criada Juliana pero que a ella no le consta”.29

Mientras tanto Don Gil expresa ante el Provisor Vicario General que su esposa ha entablado un pleito de divorcio y ha conseguido, ante los juzgados ordinarios, que se le entregue la dote por entero. Con este motivo lo ha dejado sin bienes y sin arbitrios para contestar el juicio y sobre todo para mantenerse, “pues no tengo en el día giro alguno, se-gún es público y notorio”. Se declara por tal motivo, “pobre de solemnidad”. Ante ello doña María Antonia solicita testigos para que declaren sobre las frecuentes visitas que don Gil hace a los juegos del billar, ejercitándose, según la mujer, en el ocio y en el jue-go. Lo cierto es que todavía en el año l841, éste continuaba reclamando bienes, solicitan-do juicio verbal y rechazando acusaciones que la defensa de su esposa le atribuía.

La esclava MercedesMercedes es esclava al servicio del matrimonio de doña María Antonia Mercado y de don Alexo Gil. En una oportunidad fue violentada sexualmente por el amo, logrando huir, incluso de la persecución de éste, que se había levantado desnudo de la cama para correrla. Este hecho promovió no sólo un escándalo en el vecindario, sino también la de-nuncia de la esclava ante el Señor Gobernador don Diego Pueyrredón, a quien solicita su venta y cambio de dominio (siendo luego éste el nuevo propietario de la esclava). La co-rrida parece que fue “pública, tal que la parda Josefa la oyó a unas mujeres que lo habla-ban en la calle, como lo declara”.30

La parda Ascensión DíazLa relación entre don Gil y Ascensión Díaz, parda libre, se conoce a través de la declara-ción de algunos criados (el esclavo Mateo que “escuchó” a la parda Bernarda residente en Buenos Aires.). Según éste vieron al amo “entrar una siesta a su quarto de quien ha-

28Declaración de don Alexo Gil del 22 de septiembre de l814.29 Juicio de Divorcio, leg. 201, exp. 7. fol 2630 Juicio de Divorcio, leg. 201, exp. 7, fol. 9v

Page 11: Articulo nuevo - GEALA · Web viewRepresentaciones familiares de las mujeres negras en el Tucumán Colonial. Un análisis en torno al mundo doméstico subalterno Florencia Guzmán

bía oído decir que trataba ilícitamente con don Gil...”31 También se refiere a la contienda que Ascensión habría mantenido con la esclava Juliana (recordemos madre de dos hijos que tiene con don Alexo Gil) a la que luego nos referiremos.

La esclava Josefa NarvajaAl parecer pasó con el amo unos veinte días (“estuvo en su poder”) y salió embarazada de su contubernio, según surge de su declaración. “Ella divulgó su mancería y trato ilíci-to con su amo satisfecha de que jamás tomaría éste venganza por la verdad de su aman-cebamiento”. La esposa declara que esto lo supo por los dichos de Mercedes y Mateo, “esclavos de mi marido, para con quienes no tenía rubor de que la desmintieran. Así co-mo no tuvo recelo para divulgar su mancería entre los domésticos, tampoco la tuvo para llevar su informe a las autoridades como lo declara ella misma. De manera que este adul-terio de mi marido es sostenido por el dicho de la Josefa, cómplice del adulterio, por la difamación en toda la familia, sin tomar venganza mi marido y por la comportación que ha guardado con sus esclavas”. En su declaración Josefa afirma que el hijo que tiene es del amo “por no haber tenido trato ilícito con otro”. Agrega que este luego no quiso se-guir la relación y la devolvió a su primer propietario don Norberto Narvaja (que es indu-dable el que le da el apellido). El doctor le confirmó la “preñez”, ante lo cual su antiguo amo se quejó, nuevamente, al señor Gobernador don Martín de Pueyrredón, ordenando éste que quedase la esclava en su poder.32 Dice que no sabe su edad, pero cree que es ma-yor de 20 años. No firma porque no sabe. En una declaración posterior, veinte años des-pués y ante la petición de don Gil para que esta declare, esta afirma, una vez más, que el hijo que tiene es de don Alexo, y que cuando el primer amo le entrego a este estaba sana, y luego quedó encinta. Este hijo es el único que va a tener Josefa Narvaja, el cual com-parte la filiación con los esclavos hijos de Juliana. Josefa declara (igual que otras escla-vas) que don Gil le había hecho la promesa “que si salía embarazada de su trato ilícito con él, la dejaría libre a ella y a su hijo.33

La esclava Juliana El otro amancebamiento del marido “infidente” fue con la esclava Juliana. “Con ella tie-ne dos hijos y se hizo público en toda la familia por ella misma, sin haber dado nota en contrario durante los años que son precisos para tenerlos y criarlos”.34 Recordemos que Juliana es la que pelea por celos con la parda Ascensión Díaz. Esta la demanda ante el amo, quien “en vez de reprender a su esclava tiene esta la señorial osadía de romperle el pañuelo y camisa en su presencia”. Don Gil, según los dichos de María Antonia, no cas-tiga semejante sindicación en su propio hogar, y hace lo posible para que Juliana no lo demande ante don Ambrosio Funes; eso sí, le pide que no vuelva más a dicho hogar. El resultado de tal reyerta y el beneficio de la misma a favor de “su” esclava y amante, son corroborados por el esclavo Mateo, quien una vez más, afirma haber escuchado estos he-chos. Juliana habrá de constituir fuertes conflictos en el matrimonio de Alexo y María Antonia. Uno de ellos, que todavía ella recuerda varias décadas después, tiene que ver con un incidente agraviante al honor de la esposa, según lo declara, por efecto de esa re-lación. “Mi criada María de los Ángeles salió, ahora años al barrio gritando que me mata-ba mi marido don Alejo Gil, y vinieron ustedes (se refiere a las señoras María del Rosario Almeida, su hermana y su madre) y le encontraron estropeándome en el suelo porque no había mandado el candelero a su esclava Juliana que estaba de parto; diciéndome que pu-

31 Juicio de Divorcio, leg. 201, exp. 7, fol. 4v32 Juicio de divorcio, leg. 201, exp. 7, fol. 6.33 Juicio de Divorcio, leg. 201, exp. 7, fols. 4-534 Juicio de Divorcio, leg. 201, exp. 7, fol. 5

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ciese la bela en el suelo”. 35. Decíamos que con Juliana don Gil tiene dos hijos a los que ahora nos referiremos.

Hijos esclavos de Juliana y don GilSegún María Antonia la fisonomía de los muchachos (los hijos de Juliana) “acusa la fi-liación procedente de mi marido”; éstos “le llaman Padre y con el comían y dormían”. Don Gil les dio la libertad por escritura pública “en medio de sus necesidades extremas no obstante tener hijos legítimos”. Afirma la mujer, más adelante, que conoce la circuns-tancia en que el excelentísimo Señor Facundo Quiroga lo llamó e increpó de muerte en Mendoza porque trataba de vender a sus propios hijos. 36

El esclavo MateoEsclavo de la familia, cuando declara afirma que tiene conocimiento del trato ilícito que tuvo su amo con su esclava Juliana por habérselo dicho ella misma. Que también sabe de la relación que mantuvo éste con la parda Ascensión por habérsele contado la parda Ber-narda antes de viajar ésta a Buenos Aires cuando estaba conchabada en la casa de su amo. Que igualmente conoce la relación con Josefa, por habérselo dicho ella misma, ase-gurándole que el embarazo que tenía era de don Alexo; que escuchó sobre la pelea que mantuvieron Juliana con Ascensión y que fue por celos con su amo…Finaliza afirmando que “nada le consta de todo esto, y solo lo sabe por haberlo oído a las referida parda… Antes sabe que su amo reza siempre el Rosario”. Sí sabe del hijo de la parda Josefa y de los dos que tuvo con la parda Juliana.

Final del proceso No obstante las declaraciones y testigos presentadas pro doña María Mercado, junto a los reiterados pedidos de separación absoluta de don Alexo Gil, la Iglesia no considero estas situaciones como causal suficiente para autorizar la separación de los esposos. Al fin de cuentas, escribe Ghirardi, y coincidimos con ella, las licencias que los varones ca-sados y solteros se tomaban con las mujeres esclavas y domésticas libres, no constituían una alteración al orden social, sino por el contrario podían ser saludables a la estabilidad, ya que incluso si había hijos los herederos legítimos no se veían perjudicados si no exis-tía reconocimiento a la prole ilegitima.37

Representaciones, estereotipos y exclusión

Este expediente nos muestra una realidad compleja para las esclavas y negras do-mésticas de la Córdoba de principios del siglo XIX. Se comprueba, una vez más, cómo las mujeres negras representaban las diferentes subalternidades de una sociedad jerárqui-ca, estamental y mestizada. Una suerte de completo dominio sobre los criados y sobre los esclavos que se atribuían algunos amos, en un espacio en el cual la lógica de la propiedad dominaba sobre cualquier funcionamiento. Esta lógica de propiedad, que se traduce en “violencia sexual” no creemos haya formado parte de una excepción. Pensamos que este panorama de prácticas sociales e intrafamiliares es más complejo que argumentar acerca de la benignidad de las costumbres. Es por ello que refutar las nociones de la esclavitud benigna es nuestra primera conclusión respecto a este documento.

35 Juicio de Divorcio, Leg. 201, exp. 7, fol. 21.36 Juicio de Divorcio. Leg. 201, exp. 7, fol... 9v, y 12. (los subrayados son nuestros)37 GHIRARDI, 2008: 55

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Se puede entrever, además, y esta es nuestra segunda reflexión, que las disputas domésticas no son simplemente un proceso de una sola vía de afirmación del poder, sino un asunto mucho más amplio y complejo. Estas “disputas” refutan aquí las nociones sim-ples de que tanto las mujeres como los hombres aceptaron de manera pasiva los manda-tos del poder, como también el derecho de algunos amos a ejercer la posición sexual ab-soluta y exclusiva. Si bien la fuente nos presenta distintos modos de explotación sexual y de dominio de género, al mismo tiempo nos muestra a las mujeres negras movilizando facultades de determinación, menos directamente violentas, pero tenaces y audaces. En el caso particular que presentamos encontramos que son cuatro las esclavas/pardas que tu-vieron una vinculación amorosa y/o sexual con don Alexo Gil. ¿Cómo reaccionaron estas mujeres frente a la situación que se les presentaba? Mercedes fue requerida sexualmente y huyó, gritó, y lo acusó al amo frente al vecindario; Josefa tuvo relaciones, estuvo con él cerca de un mes, quedó embarazada y luego fue separada del amo; Juliana, al parecer la más involucrada sentimentalmente, y con una relación de varios años (en el seno del pro-pio hogar conyugal con doña María Antonia) tuvo dos hijos con don Alexo, a quienes és-te luego les da la libertad y al parecer se quedaron a vivir en la vivienda española. Está también Ascensión quien pelea con Juliana en la propia casa por los favores del amo (Ju-liana le rompe el pañuelo y la camisa por “celos”).

Si analizamos estas conductas podemos advertir que el comportamiento subal-terno no es unívoco y que estas mujeres tienen una mayor agencia de la esperada; los hombres (don Gil) parecen, también, ser bastante más “permisivos” con ellas respecto a los cánones vigentes. Pensamos que la sociedad, no obstante su índole jerárquica y esta-mentaria, deja espacios para la maniobra individual, incluso para las esclavas, que flexi-biliza la posición de obediencia sumisa de estas mujeres de acuerdo con los estereotipos normativos del honor, la familia y la sexualidad. Esta constatación permite imaginarnos, también, los ambivalentes dilemas que enfrentaban las mujeres (sobre todo “blancas”), como personas engañadas, por los efectos dobles del género y de imperativos étnicos y de clase social. Doña María Antonia explica que la conducta de su marido “ofendía a la moral, a la religión, a la sociedad y a la fe del matrimonio por el abandono en lujuria que degrada hasta confundir la honorabilidad”. Si bien la denuncia y adjetivación es contra el marido por haberse entregado a la vida lujuriosa, la “lujuria” alcanza también a las esclavas en tanto estas son las elegidas para el goce pecaminoso. Se desprende de este párrafo un juego de comparaciones entre un “nosotros” y los “otros”, representaciones estas que constituyen un campo de valoraciones y un horizonte del mundo histórico y cultural.

Una tercera reflexión tiene que ver con el interrogante planteado al comienzo res-pecto de las derivaciones que tales conductas tendrían en sus recorridos familiares. Nos preguntamos ¿en qué medida las actitudes “ambivalentes” (y de “violencia sexual”) de la sociedad hispanoamericana colonial contribuyeron en el trazado de las trayectorias perso-nales y familiares de las mujeres negras? Hace tiempo ya que Verena Stolcke afirma que el carácter jerárquico del orden social produce la marginalización sexual de la mujer de color, afecta a la forma en que ésta se empareja y se manifiesta en la preponderancia del concubinato y la matrifocalidad.38 La autora piensa –y nosotros con ella que el predomi-nio de la matrifocalidad, es decir, de unidades domésticas en las que la cabeza de familia es una mujer, es el resultado de esta forma particular de iniciar las uniones interraciales que a su vez, era consecuencia de la marginalidad de la mujer de color dentro de la gra-dación del honor en la sociedad global. Estas uniones podían ser relativamente estables e

38 Verena STOLCKE, cit., 1992: 198-202

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incluso en algunas ocasiones acababan en matrimonio. Pero, generalmente eran (como pudimos leer) uniones extrarresidenciales temporales que acababan con el abandono de la mujer de color por preferir el hombre una mujer perteneciente a su misma clase. De mo-do, que las formas de emparejamiento y/o familia son un producto de la esclavitud, y mientras todavía persistía la esclavitud, parece ser más un resultado mediado. Creemos, al igual que Verena Stolcke y Christine Hunefeldt, que debido a las connotaciones racia-les del sistema, las mujeres negras participaron de este sistema de “explotación sexual”, como una medio eficaz para ellas y particularmente en beneficio de sus hijos.39 Conscien-tes de su sensualidad, estas son usadas como armas de seducción para lograr “ventajas”, (mejor trato, ropa, comida, libertad, como es el caso de la esclava Josefa, quien afirma que don Alejo le hizo la promesa de que si quedaba embarazada le daría la libertad a ella y a su hijo)

Por ello, una consecuencia menos conocida, pero no menos importante, y en la que queremos poner un especial énfasis, tiene que ver con el conjunto de representacio-nes sexuales respecto a la mujer negra. La convivencia forzosa de amos y esclavas dio origen al mito de la sensualidad negra, pero también al estereotipo de lujuriosas, peca-minosas, carentes de moral y de honra, tal cual surge del discurso colonial. Precisamente de allí proviene la doble discriminación que se han visto históricamente enfrentadas las mujeres negras: por su condición étnica son “marcadas” negativamente, y por su género son reducidas a objetos sexuales, sobre todo de los varones “blancos”, como un claro ejemplo de ejercicio del poder, que ha caracterizado las relaciones interétnicas e intergé-neros.40 Según Homi Bhabha el estereotipo cumple así una doble función: la de inclusión y reconocimiento, cuando las mujeres negras participan de los intercambios sexuales con ciertas ventajas ligadas a su capital corporal. Aunque esta situación les impide una rela-ción afectiva que trascienda el placer corporal por el que son valoradas. Finalmente esta situación provoca la segunda función, la de exclusión de las mujeres negras, cuando su valoración como sujetos predominantemente sexuales, con todos los calificativos que se asocia  a ello, se convierte en una limitante para valoraciones y vinculaciones más favo-rables o respetables en otras esferas sociales del mercado afectivo.41 Es decir, la exclu-sión se da cuando hay impedimentos para una relación afectiva que trascienda el placer corporal. Homi Bhabha habla de reconocimiento y renegación, placer y displacer, inclu-sión y exclusión, lo que explica cómo en los estereotipos sexuales se entrecruzan las cate-gorías de raza, clase y género.42

Si bien es cierto que las identidades culturales, étnicas, de genero, y las sexualida-des, así como las representaciones y los imaginarios sociales que se erigen en torno a ellas, deben entenderse como realidades dinámicas, vividos en contextos específicos y

39 Ibídem40 Kattia HERNÁNDEZ BASANTE. Sexualidades afroserranas: identidades y relaciones de gé-nero: estudio de caso. Quito, Editorial Abya Yala, 2005:110-120.41 Homi BHABHA."El estereotipo, la discriminación y el discurso del colonialismo". El Lugar de la Cul-tura. Editorial Manantial. Buenos Aires: 2002. Para el autor el estereotipo estigmatiza, fija al “otro”con el objeto de asentar las diferencias en aras de discriminar y marginalizar42 Ibídem.

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temporales particulares, es cierto también que tales concepciones y representaciones tie-nen sus sustento en los imaginarios del pasado. Imaginarios que han sido reproducidos y reforzados durante siglos a través de varios mecanismos, al punto de filtrar en el incons-ciente colectivo de quienes son etiquetados. De allí que estas representaciones sobre la sexualidad de las mujeres negras han incidido también en las construcciones colectivas e individuales de la auto percepción en torno a la propia sexualidad, a partir de un proceso muchas veces conflictivo de identificación con el “nosotros/as” y de definiciones respec-to de los “otros” y de los “negros/as”. Katia Hernández Basante en su libro Sexualidades Afroserranas, lo explica de esta manera: “las percepciones, concepciones y representa-ciones que las culturas y los individuos, hombres y mujeres construyen respecto de sus identidades y de su sexualidad responden a los sistemas simbólicos, representativos y normativos de su propia cultura, pero también a los imaginarios que los “otros”, los no negros han erigido en torno a los “negro”, en este caso en torno a la mujer “negra”.43

Por ello, creemos por último, que el estudio de las realidades familiares de las mujeres negras no puede entenderse fuera de la imagen negativa del otro racial. En tanto éstas se reproducen, no sólo desde la institucionalidad, sino también, desde la micro-esfe-ra social, desde los espacios más informales y cotidianos; aparejando, muy probablemen-te, considerables derivaciones sociales y culturales. Dicho de otro modo: la relevancia del estudio de las representaciones y estereotipos, es decir las imágenes negativas que la so-ciedad dominante fue creando y recreando en torno a las mujeres afro, radica en la inci-dencia que estas tuvieron en todas las esferas de la vida de estas mujeres, normando las relaciones afectivas y familiares del pasado, pero muy probablemente también del pre-sente.

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43 Kattia. HERNÁNDEZ BASANTE, cit., 2005:110-120.

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