Arte Cristã

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Tema 10. Mitología e Iconografía María Isabel Espiñeira Castelos Tema 10. La iconografía mariana. El Apocalipsis. 1. Temas de iconografía mariana anteriores al Nacimiento de Jesucristo. Determinados episodios de la vida de la Virgen se encuentran muy ligados a la de Jesús. Encuentro en la Puerta Dorada. María, en hebreo Miriam, era hija de Joaquín y Ana, y procedía según se dice en la leyenda dorada, de la tribu de Judá y de la estirpe de David. La historia de la Natividad de María, escrita por san Jerónimo, cuenta que tras veinte años de matrimonio los esposos no tenían descendencia, y Joaquín se había retirado al desierto para hacer penitencia y se le apareció un ángel que le anuncio que tendrían una hija a la que pondrían de nombre María, y que vendría al

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Tema 10. Mitología e Iconografía

María Isabel Espiñeira Castelos

Tema 10. La iconografía mariana. El

Apocalipsis.

1. Temas de iconografía mariana anteriores al Nacimiento de Jesucristo.

Determinados episodios de la vida de la Virgen se encuentran muy ligados a la de Jesús.

� Encuentro en la Puerta Dorada. María, en hebreo Miriam, era hija de Joaquín y Ana, y procedía según se dice en la leyenda dorada, de la tribu

de Judá y de la estirpe de David. La historia de la Natividad de María, escrita por san Jerónimo, cuenta que tras veinte años de matrimonio los esposos no tenían descendencia, y Joaquín se había retirado al desierto para hacer penitencia y se le apareció un ángel que le anuncio que tendrían una hija a la que pondrían de nombre María, y que vendría al

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mundo llena del Espíritu Santo por haber sido santificada en el seno de su madre. La niña sería consagrada a Dios desde su infancia. De ella nacería Jesús, el Salvador del mundo. El ángel también le mandó a Joaquín que regresase a Jerusalén y en la Puerta Dorada se encontraría con su esposa Ana, a quien también se le había aparecido el ángel. De todo el ciclo de Joaquín y Ana, el Encuentro o Abrazo en la Puerta Dorada es el episodio que más se ha ilustrado en la Puerta Dorada. Los teólogos medievales lo explican como un símbolo de la Inmaculada Concepción, la redención del pecado original de Eva. Se representa a los esposos, ya ancianos, abrazándose. La composición ofrece pocas variantes y se basa en la iconografía de la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel. Giotto es el primero que representa a los esposos besándose. El tema desaparecerá de las artes en el Concilio de Trento, y se da un nuevo impulso al símbolo de la Inmaculada Concepción, representada entonces por la Virgen de las Letanías, relegando así el episodio de la Puerta Dorada.

� Natividad de la Virgen. La fecha de su nacimiento no se sabe con seguridad aunque se puede situar hacia el año 15 a.C. Hay distintas

opiniones sobre el lugar; se habla de Nazaret, Belén o Jerusalén. La iconografía de su nacimiento, que los

Evangelios canónicos no mencionan, está inspirada en la de Jesús, aunque se

traslada al interior. Los artistas del Renacimiento convertirán el tema en una escena de género y la despojan de su sentido religioso, situándolo en estancias suntuosas, incidiendo en el ambiente femenino, doméstico y pragmático. En el fresco mariano de Ghirlandaio se representa la escena en una alcoba de un palacio florentino. Santa Ana observa recostada a las tres mujeres que la atienden y que preparan el baño de su hija, en presencia de un elegante cortejo de damas. Solo la alusión a la escena del abrazo en la Puerta Dorada permite identificar la escena mariana. La vuelta al orden de la Contrarreforma propició una mayor austeridad en la interpretación del tema, retomando su carácter divino al incorporar a unos ángeles alrededor de la recién nacida.

� Presentación de María en el Templo. A los tres años de su nacimiento fue llevada al templo para ser ofrecida a Dios, y sube sin ayuda los quince escalones que la separan del altar. Allí la dejan sus padres y es educada con otras doncellas. Esta iconografía se distingue de la de la Presentación

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de Jesús en el Templo en la diferencia de edad y en que la Virgen se

ofrece en solitario al Señor. Es recogida por el sacerdote Zacarías. El arte posterior a Trento ya no sigue fielmente los textos apócrifos y se da mayor protagonismo a los padres, introduciendo a nuevos personajes anecdóticos y aprovechando al motivo la escalera como alarde de composición y perspectivas.

� Anunciación. El Arcángel San Gabriel se aparece a María para anunciarle que dará a luz al Mesías, el Hijo de Dios. Cuando José se dio cuenta de que su esposa iba a ser madre antes de haber vivido con ella, no quiso denunciarla, decidiendo repudiarla en secreto. Pero se le apareció un ángel en sueños y le dijo que recibiese a María en su casa, porque lo concebido en ella era obra del Espíritu Santo, añadiendo que tendría un Hijo al que pondría por nombre Jesús y que salvaría a su pueblo. José recibe en su casa a María. Este episodio se cuenta en el Evangelio de San Lucas, aunque el arte cristiano busca nueva inspiración en los Evangelios apócrifos. El tema también recibe el nombre de Salutación angélica y ha sido objeto de muchas interpretaciones. Las primeras representaciones aparecen en las catacumbas romanas del siglo IV. En la Edad Media la escena se irá enriqueciendo, quedando las variaciones sujetas tan solo a los gestos de los personajes y al escenario. Generalmente e arcángel

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aparece por la izquierda, ya sea volando, caminando o arrodillado, y

señala a María con el índice. La Virgen suele situarse en un ambiente sombrío y de recogimiento, aunque la habitación se irá haciendo más lujosa al llegar el Renacimiento, y se puede transformar incluso en una iglesia, un pórtico o un jardín. Recibe el anuncio de pie o sentada, y en el arte occidental también arrodillada sobre un reclinatorio y sosteniendo un libro en sus manos. Desde finales de la Edad Media, el ángel, con hábito blanco o dalmático de diácono porta un bastón de mensajero o un cetro y le ofrece un lirio a la Virgen. La escuela de Siena prefirió una rama de olivo, según se ve que entrega el arcángel de Simone Martini, junto a un jarrón con azucenas, símbolo de la pureza de María. La paloma del Espíritu Santo suele aparecer volando sobre la cabeza o el vientre de la Virgen. El Concilio de Trento dota a la escena de la magnificencia perdida por las licencias de los artistas y posteriormente el arcángel se aparecerá por la derecha en una nube, acompañado de una corte angelical, mientras la figura de María gana en importancia.

� Visitación. También el arcángel San Gabriel anuncia a la Virgen que su prima Isabel, casada con Zacarías, espera un hijo a pesar de su avanzada edad, y cuando su embarazo es de seis meses, María va a visitarla. Este episodio se narra en los Evangelios de San Lucas y tiene similitudes iconográficas con el tema de la Puerta Dorada, pues las dos primas se abrazan ante la casa de Isabel. A partir del siglo XV y sobre todo en el arte de la Contrarreforma, la anciana Isabel se arrodilla ante la Virgen, venerada como Madre del Salvador. En los Evangelios apócrifos se narra que tras el encuentro María entona el Magnificat, asiste al Nacimiento de

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San Juan Bautista y regresa a Nazaret con su esposo.

2. Temas de la icnografía mariana posteriores a Pentecostés. A partir de la vida pública de Jesús la presencia de la Virgen casi pasa desapercibida hasta el ciclo de la Pasión, donde cobra un protagonismo dramático.

� Dormición o Tránsito de la Virgen. Según la Leyenda Dorada, en una ocasión en que la Virgen se encuentra llorando la muerte de su Hijo, se le apareció un ángel para anunciarle que en tres días se reuniría con Él. Se trataba del arcángel San Miguel, el psicopompo, o conductor de almas, el príncipe de la milicia angélica, defensor de las almas frente al demonio, ángel de la muerte y del Juicio Final. María le pide protección y el ramo le promete colocar un ramo de palma sobre su féretro para que le proteja de los ataques del diablo. También le dice que los apóstoles la acompañarán en el momento de su muerte y que se le harían exequias de honor. El alma de la Virgen sale de su cuerpo y vuela a

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la eternidad en brazos de Jesucristo. Este episodio de la muerte de la Virgen, al que la iglesia bizantina llama Koimesis, Dormición, y en la latina se conoce como Tránsito, ocurre según la Leyenda Dorada a los doce años de la muerte de su Hijo. Su iconografía se remonta al arte bizantino y el tema se representa en marfiles y mosaicos desde el siglo X. Generalmente la Virgen aparece recostada en

su lecho, rodeada por los apóstoles velando su cuerpo, con unos ángeles sobrevolando. En algunas obras San Juan apoya su cabeza en el pecho de la Virgen, como había hecho con Jesús en la Última

Cena, mientras San Pablo besa los pies de María y San Pedro porta un incensario. Cristo está de pie entre sus discípulos para recoger el alma de su Madre, en forma de niña desnuda, y llevarla al cielo. El arte occidental representa a la Virgen agonizante con un cirio en la mano, e incluso en algunos casos sentada o arrodillada, aunque es bastante común aceptar el esquema bizantino de representarla recostada, y la escena se ambienta en interiores. Al principio se sitúa en Cristo en majestad en la mandorla, aunque con el tiempo su imagen desaparece, y ejerce simplemente de receptor del alma de la Madre, ayudado por psicopompos. También hay cambios en la jerarquía de los apóstoles, primando

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san Pedro portando un libro de plegarias, mientras San Juan lleva una palma o recoge el cirio de manos de María. En la tabla de Mantegna el suceso se sitúa en un lujoso interior ilusionista de Mantua, con la Virgen descansando en un catafalco, rodeada por los apóstoles, con San Pedro al frente. Caravaggio escandalizará a la sociedad romana del siglo XV cuando no hace caso de las normas contrarreformistas y presenta a la Virgen como una mujer con el cuerpo hinchado y deformado, sin simbolismo religioso alguno. Progresivamente irá tomando importancia el momento de la Asunción y la Coronación de la Virgen.

� Asunción. Jesús había pedido a los apóstoles que enterrasen a su Madre en el valle de Josafat y que no se moviesen de allí hasta que se reuniera con ellos al cabo de tres días. Él se presentó como había prometido y entonces el alma de María se unió a su cuerpo y la Virgen ascendió a los cielos acompañada por ángeles. Tanto la Asunción como la Coronación pertenecen al ciclo de glorificación de la Virgen. La iconografía de la

Asunción desplaza desde el siglo XIII al episodio de la Resurrección de María. El arte bizantino mantiene la representación de la Dormición, en la que solo el alma y no su cuerpo son precedidos de psicopompos. La Asunción de la Virgen se diferencia de la Ascensión de Cristo en que Éste se eleva solo a los cielos, y su madre es impulsada por ángeles. En el caso de la Inmaculada Concepción en que en este caso se representa el descenso de la Virgen a la tierra. Pero las tres iconografías se van contaminando mutuamente y por ejemplo Tiziano representó una Virgen que asciende a los cielos sola en medio de un coro angelical, y luego esta iconografía inspiraría a El Greco, que imagina a María sobre una luna en cuarto creciente, con los brazos

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extendidos y mirando a lo alto. El arte italiano incorpora a la Asunción el episodio inspirado en la resurrección de Cristo en donde Santo Tomás recibe del cielo el cordón o cinturón de la Virgen, la Sacra Cintola.

� Coronación de la Virgen. Generalmente la Virgen es coronada por

Dios Padre y Jesucristo en presencia del Espíritu Santo, aunque otras veces esta ceremonia puede ser solo oficiada por un ángel, por Jesús o por Dios Padre. La iconografía del tema surge en Francia en el siglo XII, y se atribuye al abad Suger de Saint Denis. El tema se encuentra esculpido en muchos tímpanos de los pórticos de catedrales francesas. La imagen presenta muchas variantes; la Virgen aparece arrodillada, sentada o de pie, y puede ser coronada por un ángel, su Hijo, Dios Padre o la Trinidad, según lo importante que sea el culto mariano en ese momento. La escena también se puede enriquecer con un séquito celestial y la

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presencia de santos, como en la obra de Fra Angelico. A veces el tema se presenta juntamente con la Asunción.

3. La Virgen María y sus Advocaciones.

Las diferentes formas de nombrar a María son numerosas, hablaremos de las más importantes tan solo. En Bizancio se sintió una profunda devoción por la Virgen y por eso el arte bizantino ha originado distintas tipologías que luego pasaron al Medievo occidental. Entre otras representaciones de la Theotokos o Madre de Dios, destacan:

� Blacherniotissa o Platytera. Deriva el primer nombre de la iglesia de los Blachernes, en Constantinopla, donde se veneraba su icono. Se la representa de pie con los brazos extendidos en actitud de orar, llevando sobre el pecho un medallón o tondo con el Niño Jesús. En Occidente es la Virgen de O.

� Deípara. Este nombre lo recibe cualquier Virgen con el Niño. � Galaktotrophousa. Es la representación de la Virgen dando de mamar a

su Hijo. En Occidente la Virgen de la Leche � Glykophilousa. Es la Virgen de las caricias o de la ternura, porque el Niño

está acariciando a su Madre, que presenta un triste semblante. � Hodogitria. Se basa en un icono atribuido a San Lucas, es la Virgen

conductora, la que muestra el camino y se la representa llevando sobre uno de sus brazos al Niño, al que señala con la mano, mientras Jesús aparece bendiciendo.

Theotokos. Se aplica el término en líneas generales a la Madre de Dios, pero también a la Virgen sedente con el Niño en actitud de bendecir sentado en su regazo. En Occidente se llama Virgen en Majestad y la imagen suele estar enmarcada por un baldaquino. Destacan las Vírgenes de Giotto, Cimabue y

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Duccio en la Galería de los Uffizi de Florencia, que intentan superar el hieratismo de los modelos bizantinos. También en Occidente se encuentran distintas advocaciones marianas, aunque no todas gozaron de la misma importancia y difusión en las artes.

• Divina Pastora. Lleva un sombrero de paja con una guirnalda de flores y una cinta, y viste una túnica de piel de oveja que puede ser sustituida por una amplia falda y corpiño. Empuña un cayado y suele estar rodeada de corderos, con el Niño Jesús en brazos. Su iconografía surge en el arte barroco como el equivalente femenino a la figura del Buen Pastor.

� Inmaculada Concepción. El Concilio Vaticano I definió el dogma

de la Inmaculada Concepción en 1854, pero el tema fue tratado antes muchas veces en el arte. La Virgen se representa siguiendo el modelo de la mujer apocalíptica envuelta en sol, con la luna bajo los pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza. Lleva una túnica blanca, manto azul y corona estrellada, media luna y serpientes a los pies. La acompañan ángeles o cabezas de niños que se ven entre nubes. Su iconografía alude en la Edad Media al episodio de la Puerta Dorada y desde el siglo XVI se va

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representando progresivamente la Virgen de las Letanías,

redentora del pecado original de Eva. Su tipo iconográfico queda establecido en la pintura española del siglo de Oro. En Sevilla encuentra en el siglo XVII uno de sus focos de mayor exaltación y es entonces cuando el pintor y teórico Francisco Pacheco escribe Arte de la Pintura, diciendo el modo en que ha de pintarse la Inmaculada. De ahí parten las obras de Zurbarán, Velázquez y Martínez Montañés, que pintan a una María joven, recogida y con la mirada baja, rodeada por los símbolos de las Letanías. En la segunda mitad del siglo la simbología se simplifican y se gana en

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barroquismo, como en las pinturas de Ribera o Murillo. Confluye la temática de la Asunción y de la Inmaculada.

� Nuestra Señora de Loreto. Dice la tradición que la salida de los últimos cruzados de Tierra Santa a finales del siglo XIII motivó que la casa de la Virgen en Nazaret fuese llevada milagrosamente por los ángeles a la ciudad de Loreto, en Italia. Se representa a María sentada sobre el techo de la casa y acompañada por el Niño Jesús, cuando es transportada por los ángeles.

� Nuestra Señora de la O, Virgen de la Cinta, de la Esperanza o

Nuestra Señora de la Expectación. Se muestra a la Virgen en estado de gravidez y se la suele representar con el vientre abultado.

� Santa María de las Nieves o la Blanca. Esta relacionada con la fundación de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, donde dicen que en el siglo IV la Virgen se apareció en sueños al patricio Juan y al papa Liberio para pedirles que allí se construyese un templo en su honor. La planta de la iglesia se la encuentran trazada en el suelo nevado de la colina del Esquilino, a pesar de estar en verano.

� Virgen del Carmen. Es patrona de la orden del Carmelo y va vestida de blanco y pardo, como las carmelitas, con el escapulario del Carmen y su escudo.

� Virgen Dolorosa (Virgen de la Soledad). Se presenta a la Virgen viviendo su propia pasión, reflejo de la de su Hijo, cuando se queda a solas con su dolor. Va vestida de oscuro, con un manto negro, y cruza las manos sobre el pecho, a veces atravesado por siete espadas, simbolizando los Siete Dolores de María. Esta Mater Dolorosa tiene mucha tradición desde la Alta Edad Media y su iconografía sale de la Virgen de la Piedad. Ha sido muy representada en España, donde los artistas como Luís de Morales

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seguirán el ejemplo de Memling y Tiziano. La Virgen vestida de luto, juntando las manos en oración y con las mejillas llenas de lágrimas. En escultura es muy representada, y suele formar pareja con el Ecce Homo. Pedro de Mena ha sido uno de los artistas que más la ha representado.

� Virgen de Guadalupe. Dice la tradición que en el cerro de Tepeyac, cerca de la ciudad de Méjico, se le apareció la Virgen al indio Juan Diego. Desde el siglo XVIII es la patrona de Méjico y se la representa dentro de una mandorla resplandeciente, con un manto azul estrellado que la cubre, y los pies apoyados sobre una media luna negra sostenida por un ángel. La imagen se parece ligeramente a la Inmaculada Concepción.

� Virgen de la Leche. Se la representa dando el pecho al Niño Jesús.

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� Virgen de la Merced. Viste el hábito blanco de los mercedarios, orden fundada en Barcelona por Pedro Nolasco en 1218, para redimir a los cristianos que habían caído en poder de los musulmanes. Se la suele representar acompañada de esclavos, que tras haber sido liberados le ofrecen sus cadenas.

� Virgen de la Misericordia. Se la representa desplegando su manto, como la Virgen de los Desamparados, y protege las órdenes religiosas, las cofradías o a los hombres en general.

� Virgen de Monserrat. Es una talla románica del siglo XII, que se venera en el monasterio de Monserrat, aunque su culto no se reduce a Cataluña, sino que se ha difundido por toda Europa y América del Sur. Es una Virgen sedente, de acusada frontalidad y con el Niño Jesús en su regazo, englobada en lo que se conoce como “las Vírgenes negras”.

� Virgen de la Piedad. Se la representa junto a su hijo después del Descendimiento de la Cruz. A veces Jesús está sobre las rodillas, y en otras a sus pies. En ocasiones puede estar acompañada por San Juan, la Magdalena y los donantes.

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� Virgen del Pilar. Durante la predicación en España de Santiago el Mayor, se le apareció la Virgen María, dejando como señal el pilar o columna que ha dado lugar a esta advocación. Se la representa de pie sobre un pilar, con el Niño Jesús en brazos, una corona rodeada de una aureola y un manto de rica tela bordado, en forma cónica.

� Virgen del Rosario. Su devoción data del siglo XIII y se liga a la figura de Santo Domingo de Guzmán. Se la representa en actitud sedente con el Niño sobre las rodillas, entregando el rosario a Santo Domingo. En ocasiones las cuentas del rosario se sustituyen por rosas que enmarcan a la Virgen como una mandorla.

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4. El Apocalipsis.

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Este libro estaba destinado a las siete iglesias de Asía Menor o Anatolia y según la tradición lo escribió San Juan Evangelista hacia el año 95, cuando Domiciano le desterró a la isla de Patmos. El título viene del griego y significa Revelación, referida al fin de los tiempos y a juicio de Jesucristo. Hay que entender que en aquel tiempo los cristianos vivían temiendo las persecuciones de que eran objeto y el fin del mundo y en el Apocalipsis se

encontraba una esperanza. Se hace referencia a las visiones de San Juan en la isla de Patmos; la visión de Jesucristo que envía siete mensajes a las siete iglesias mencionadas. La parte profética tiene la visión del trono de Dios y la del Cordero recibiendo el libro sellado que contiene el futuro. Hace también referencia a los siete sellos y las siete trompetas, y describe las plagas y calamidades que sufrirán los que no cumplan los mandamientos. En la visión de la mujer y el dragón se narra la lucha entre la Iglesia unida a Cristo y el demonio, seguida de las

bestias que persiguen a los justos, y luego está la visión del Cordero sobre el monte Sión. La derrota del demonio se describe en la visión de la siega y la vendimia, los siete cálices, la gran meretriz y la bestia y la ruina de Babilonia, finalizando con el Juicio Final y la visión de la nueva Jerusalén. El libro acaba

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con un epílogo. El Apocalipsis es uno de los libros más ilustrados en la Historia del Arte. Sus primeras representaciones se remontan al siglo V, en los mosaicos bizantinos de Roma y Rávena. Los manuscritos iluminados españoles de los siglos X y XI no ilustran el libro original sino el Comentario del Apocalipsis del Beato de Liébana. Los artistas mozárabes lo plasman en formas conceptuales y geométricas, con franjas de colores de fuego. Se considera que estas figuras inspiran en buena medida el bestiario de la escultura románica. Las visiones apocalípticas medievales también aparecen en tapices y vidrieras. En el Renacimiento este tema lo representa

Durero, sobre todo el grabado de los Cuatro Jinetes. Se ha interpretado como Cristo montando el caballo blanco, la Guerra, el Hambre y la Muerte, encarnada en la Peste. Esta obra de Durero marca la iconografía posterior y su obra pondrá fin a la interpretación cristológica del primer jinete, que volverá a encarnar la primera de las cuatro plagas, que se suele identificar con la Victoria. En los primeros tiempos la mujer de la Apocalipsis se interpretó como que simbolizaba la Iglesia y se convirtió luego en una prefiguración de la Virgen, que desde el siglo XVI se representa como la Inmaculada

victoriosa y que coronada de estrellas vence a la serpiente. También entrarán en el repertorio los cuatro animales (león, toro, hombre y águila) que según la visión de San Juan aparecen rodeando al Pantócrator. Se han asimilado a los Evangelistas, y a su iconografía se llama Tetramorfos. En la elaboración de la iconografía del Juicio Final los artistas se basarán en el Apocalipsis de San Juan y en el Evangelio de San Mateo. Durante la Edad Media el motivo se expresará en franjas horizontales superpuestas. En el registro superior suele aparecer Cristo en Majestad rodeado de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, los doce apóstoles o la Virgen y San Juan. En el friso central está el Pesaje de las Almas y la separación entre los elegidos y los condenados. En la franja inferior está la Resurrección de los muertos, que salen de sus tumbas desnudos al son de las trompetas angelicales. Se solía colocar en los tímpanos de las portadas

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centrales de las catedrales, aunque también se pueden colocar en edificios

civiles, como los ayuntamientos, a causa de la impartición de la Justicia. En Pintura se dispone en tríptico, con el Juicio Final en el panel central, enmarcado por el Infierno y el Paraíso. A mediados del siglo XVI Miguel Ángel rompe con toda esta tradición y en la Capilla Sixtina nos ofrece una visión más dinámica, colocando al Cristo Juez equiparado al Sol, en el centro de un torbellino caótico. Más tarde Tintoretto representa en Venecia una composición en círculos concéntricos inspirado en Dante.

BIBLIOGRAFÍA:

Mitología clásica e iconografía cristiana (UNED)