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214 Ars Medica. Revista de Humanidades 2002; 2:214-239 España y el patriotismo en la obra de Santiago Ramón y Cajal Spain and Patriotism in the Work of Santiago Ramón y Cajal José Luis González Quirós Resumen Numerosos artículos y publicaciones se han encargado de estudiar y analizar la labor científica de Ramón y Cajal, así como su biografía. En este artículo se analiza un aspecto central en los ensayos cajalianos, esto es, su concepto de España y sus reflexiones, abundantísimas en sus escritos, acerca del sentimiento patriótico. Palabras clave Ramón y Caja. Patria. Patriotismo. España. Abstract Many articles and publications have aimed at studying and analyzing the scienti- fic work of Ramón y Cajal, as well as his biography. This article analyzes a central aspect of the Cajalian trials, that is, his concept of Spain and deep thoughts, extremely abundant in his writings, on the patriotic sentiment. Key words Ramón y Cajal. Homeland. Patriotism, Spain. Artículo especial El autor es Investigador del Instituto de Filosofía, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Nota de la Redacción. El autor de este artículo se ha ceñido a las normas de estilo habituales en las revistas de “letras” (“normas de Harvard“), en vez de seguir las “normas de Vancouver” de uso casi exclusivo en las publica- ciones biomédicas. Entre paréntesis se indica, en primer lugar, la fecha de publicación de la edición de la obra manejada y, en segundo lugar, la página de donde se extrajo la cita o la información. La “n” que aparece, en oca- siones, a continuación del número de la página, nos indica que el texto recogido en el artículo ha sido tomado de una nota al pie. Adviértase que en la bibliografía las obras de un mismo autor están colocadas cronológica- mente, según la fecha de publicación de la edición que se ha manejado para la consulta (véase: www.lmu.ac.uk/lss/ls/docs/harvfron.htm).

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    Espaa y el patriotismo en la obrade Santiago Ramn y Cajal

    Spain and Patriotism in the Workof Santiago Ramn y Cajal

    Jos Luis Gonzlez Quirs

    Resumen Numerosos artculos y publicaciones se han encargado de estudiar y analizar la

    labor cientfica de Ramn y Cajal, as como su biografa. En este artculo se analiza un aspecto centralen los ensayos cajalianos, esto es, su concepto de Espaa y sus reflexiones, abundantsimas en susescritos, acerca del sentimiento patritico.

    Palabras claveRamn y Caja. Patria. Patriotismo. Espaa.

    AbstractMany articles and publications have aimed at studying and analyzing the scienti-

    fic work of Ramn y Cajal, as well as his biography. This article analyzes a central aspect of the Cajaliantrials, that is, his concept of Spain and deep thoughts, extremely abundant in his writings, on thepatriotic sentiment.

    Key wordsRamn y Cajal. Homeland. Patriotism, Spain.

    Artculo especial

    El autor es Investigador del Instituto de Filosofa, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas.Nota de la Redaccin. El autor de este artculo se ha ceido a las normas de estilo habituales en las revistas deletras (normas de Harvard), en vez de seguir las normas de Vancouver de uso casi exclusivo en las publica-ciones biomdicas. Entre parntesis se indica, en primer lugar, la fecha de publicacin de la edicin de la obramanejada y, en segundo lugar, la pgina de donde se extrajo la cita o la informacin. La n que aparece, en oca-siones, a continuacin del nmero de la pgina, nos indica que el texto recogido en el artculo ha sido tomadode una nota al pie. Advirtase que en la bibliografa las obras de un mismo autor estn colocadas cronolgica-mente, segn la fecha de publicacin de la edicin que se ha manejado para la consulta (vase:www.lmu.ac.uk/lss/ls/docs/harvfron.htm).

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    No soy en realidad un sabio sino un patriotaSantiago Ramn y Cajal, La psicologa de los artistas (1972, 132)

    La obra cientfica de Santiago Ramn y Cajal (1852-1934) reviste una importancia que estuniversalmente fuera de duda. Adems de haber llevado a cabo una autntica revolucin enel estudio del cerebro y del conjunto del sistema nervioso que est a la base de cuanto hoyda, ms de cien aos despus, se sigue investigando1, la pericia de Ramn y Cajal en sus tra-bajos de investigacin fue tal que, como dice Reinoso (1981, 19), ha sido comn el sentir demuchos neuroanatmicos que si un supuesto hallazgo estaba en contradiccin con una afir-macin de Ramn y Cajal no era tal hallazgo. La historiografa reciente ha puesto de relie-ve, contra tpicos necia e innecesariamente mitificadores de la obra cajaliana, cmo su tra-bajo se apoy en una urdimbre acadmica (no exenta de tradiciones y de individuos brillan-tes) que empezaba a consolidarse y modernizarse y cmo, fundamentalmente gracias a suinflujo y ejemplo personal, el avance experimentado en Espaa por la histologa, y en gene-ral por los saberes biolgicos, fue realmente extraordinario, hasta el punto de que, de haberseguido as las cosas, se hubiese apagado de manera definitiva cualquier atisbo de excepcio-nalidad en el caso de la ciencia espaola2. No sin legtimo orgullo afirm el propio Ramn yCajal (1981, 342) en su plena madurez que la pretendida incapacidad de los espaoles paratodo lo que no sea producto de la fantasa o de la creacin artstica, ha quedado reducida atpico rampln.

    El inusitado tesn de Ramn y Cajal en sus tareas de investigacin tena unas motivacio-nes personales muy reflexivamente asumidas que se van haciendo perfectamente explcitasa lo largo de toda su obra. Adems de su inaudito trabajo de laboratorio y de la audacia y lacalidad de sus intuiciones y aportaciones tericas, Santiago Ramn y Cajal fue un ciudada-no ejemplarmente consciente de la importancia crucial del papel de la investigacin cient-fica en el desarrollo cultural de la sociedad en su conjunto, y, muy especialmente, en el casode Espaa. Ramn y Cajal asumi, entre otros, un papel de divulgador de la mentalidad cien-tfica en la sociedad espaola de finales del XIX y no se hurt al anlisis de los no pequeosproblemas polticos y culturales que nos afectaron en ese tramo tan decisivo de nuestra his-toria contempornea.

    Consecuentemente con esa responsabilidad social, aceptada con su caracterstico empujey optimismo, su obra no estrictamente cientfica es tambin muy amplia: escritos biogrfi-cos, filosficos y literarios, adems de un cierto nmero de discursos. Se trata de un material

    1 Como ha escrito Reinoso (1981, 21), aunque hoy un trabajo cientfico se hace viejo a los cinco aos, sus hallaz-gos siguen siendo actuales y sus argumentos sobre la teora neuronal irrebatibles.2 Lpez Piero (2000, 238) ha recordado, por ejemplo, cmo en 1937 el Hospital de la Piti en Pars tena un nicomicroscopio en comparacin con la buena dotacin del laboratorio de la Residencia que lleg a tener 18 micros-copios.

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    en el que abundan repeticiones y variantes y que merecera una edicin crtica; en todo caso,a su travs, podemos examinar el sistema de ideas en que Ramn y Cajal basaba su visinpersonal sobre los valores civilizatorios y morales de la ciencia, y la relacin que cabe esta-blecer entre estas visiones cajalianas y la situacin moral de la Espaa sobre la que aspirabaa influir de manera modlica.

    Ramn y Cajal se nos trasparenta en su obra como un autor de personalidad arrolladora,de frrea voluntad3, trabajador infatigable4, liberal5, lleno de las ms variadas iniciativas, lec-tor universal, amante de la precisin y erudito un tanto puntilloso6, y, sin embargo, ms tole-rante y persuasivo que dogmtico, ms crtico que doctrinario, empeado en todo caso enargumentar, en conocer la verdad de las cosas ms all de las convenciones y de los tpicos.Precisamente por eso, su lectura contina siendo hoy una experiencia muy gratificante peseal obvio envejecimiento que afecta a la retrica y el estilo de una poca ya muy lejana delpresente.

    Para un lector contemporneo es extraordinariamente llamativa la importancia queRamn y Cajal concede a la idea de patria, al concepto de patriotismo. Para Ramn y Cajal,dicho en sntesis, la apelacin al patriotismo es la ms alta y rotunda que pueda hacerse enorden a movilizar las energas morales de un ciudadano, de un compatriota. No sera difcilprobar que patriotismo (y sus anlogos en abstracto o referidos a Espaa) es la palabra msfrecuente en sus escritos no histolgicos. Como es lgico, cuando Ramn y Cajal, que no eradesde luego un filsofo poltico7, utiliza esta clase de trminos, no se detiene a analizarlos8

    (lo que tal vez le pareciera indigno y, en cualquier caso, inadecuado a sus propsitos de esti-mulacin) y, aunque a su respecto haga distingos harto pertinentes, no los examina a fondosino que da por supuesta su pertinencia y asume que sus lectores (como sin duda as fue) leentendern sin dificultad.

    El objeto de este breve estudio es, precisamente, mostrar la consistencia de la idea cajalia-na de patriotismo y estudiar el papel que juega dicho concepto en los anlisis que nuestroautor haca de la sociedad, de la cultura y de la historia espaola.

    3 (1981, 70): Bien puede afirmarse que las conquistas cientficas son creaciones de la voluntad y ofrendas de lapasin.4 (1981, 98): Slo durante 1890 publiqu 14 monografas, sin contar las traducciones. Hoy me asombra aquellaactividad devoradora, que desconcertaba hasta a los investigadores alemanes, los ms laboriosos y pacientes delorbe. Lan (1982, 14) recoge un dicho atribuido a Ramn y Cajal: Cuando un aragons se decide a tener pacien-cia que le echen alemanes.5 (1961, 127): por instinto atrame el llamado credo democrtico, que casaba admirablemente con mi exagera-do individualismo y mi ingnita antipata ante el principio de autoridad.6 Producen verdadero asombro al respecto sus observaciones sobre autores clsicos y cuestiones eruditas en Elmundo visto a los ochenta aos.7 De hecho se describe a s mismo como lego en la materia, no sin cierta irona (1972, 102): un infeliz como yoabsolutamente lego en eso que llaman ciencias morales y polticas (Y para qu han servido?).8 En (2000, 113) afirma incluso que el patriotismo, como la pasin de la gloria, debe sugerirse y nunca analizarse.

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    El patriotismo como sentimiento

    A poco de comenzar el relato de su infancia y juventud, anota Ramn y Cajal tres recuer-dos decisivos de su primera infancia y uno de ellos9 se refiere precisamente a la impresinque le causaron los festejos con que se celebraron en Valpalmas para celebrar la entrada delas tropas espaolas en Tetun en el ao de 186010. Ramn y Cajal (1961, 39-40) lo comen-ta de este modo: Fue esta la primera vez que surgieron en mi mente, con alguna clarivi-dencia, el sentimiento de la patria y sus races histricas. Representa por lo comn el patrio-tismo pasin tarda; invade el espritu durante la adolescencia cuando penetran en el sensoriolas primeras nociones precisas acerca de la historia y geografa nacionales. Estas nocionesexceden y dilatan el mezquino concepto de familia y, sin mitigar la devocin al campanario,nos ensean que ms all de los trminos de la regin viven millones de hermanos nuestrosque aman, esperan, luchan y odian al unsono con nosotros; que hablan, en suma, la mismalengua y tienen iguales prosapia y destino.

    En este texto testimonial, (redactado ya en la madurez) aparecen claramente enlazadosvarios elementos consustanciales al patriotismo tal como lo entiende Ramn y Cajal: elpatriotismo es un sentimiento, depende de una cierta madurez que permita la conciencia des mismo, se vincula con el medio fsico y con la memoria del pasado histrico, compite, dealgn modo, con la devocin al campanario11, supone una superacin del mbito familiar(del mezquino concepto de familia) de lo afectivo y se vincula con una igualdad que se apoyaen compartir la lengua, la cultura y el destino. Es evidente que Ramn y Cajal est hablandoms de un patriotismo cultural, o de raza, por decirlo como l lo dira empleando la termi-nologa de la poca, que de un patriotismo poltico o de poder, con nada que pueda con-fundirse con cualquier forma de nacionalismo.

    Este sentimiento patritico, hace notar Ramn y Cajal (1961, 40), es un sentimiento bifron-te que se plasma en afectos y aversiones y que, por ste costado, puede envolver una injus-ticia que, segn nuestro autor afirma, hay que corregir. Efectivamente, tan absurdo es con-siderar bueno en exclusiva aquello que nos es propio y cercano como estimar malo o nega-tivo todo aquello que nos es ajeno o distante.

    9 Los otros dos son la cada de un rayo que produjo la muerte de un sacerdote y un eclipse de sol.10 Unos sucesos a los que ms tarde se referir Ramn y Cajal (1944, 89) de modo harto ms crtico: importadeclarar, desde luego, que el patriotismo espaol, aptico o latente, pero jams anulado en absoluto, alcanz derepente en 1808 con la guerra de la independencia que nos sorprendi como siempre, sin soldados, sin dineroy sin material- notable pujanza. Esta exaltacin culmin todava en 1860, con ocasin de la expedicin a fricaemprendida -ironas de la historia!- con miras inconfesables de caudillaje militar y de preponderancia de un par-tido poltico. 11 Ramn y Cajal (1961, 28) hace notar que (nacido, por as decir, entre Navarra y Aragn) al carecer de patriachica bien delimitada, mis sentimientos patriticos [...] han podido correr ms libremente por el ancho y gene-roso cauce de la Espaa plena.

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    El patriotismo cajaliano es siempre crtico, rema contra corriente del tpico y se niega a con-denar lo extrao cuando sea admirable lo mismo que a defender lo propio cuando no existanmotivos. A Ramn y Cajal le interesa subrayar que las diferencias entre distintas naciones oentre distintas culturas no son radicales en lo que se refiere a la bondad o la maldad, pero sison decisivas en cuanto al esfuerzo y la inteligencia que cada cual ha sabido desplegar. As, afir-ma que (1961, 40) en punto a agresiones injustas y desapoderadas, all se van todos los pue-blos. Todos hemos hecho guerras justas e injustas. Y al final han prevalecido, no los ms vale-rosos sino los ms ricos, industriosos e inteligentes. No es, pues, de extraar que ms adelanterepudiara la inquina y antipata del extranjero para no cultivar sino la faz positiva del patrio-tismo, es decir el amor desinteresado de la casta y el ferviente anhelo de que mi pas desem-peara en la historia del mundo y en las empresas de la civilizacin europea un lucido papel.

    El sentimiento patritico, pues, se ha de depurar con la inteligencia, con la experiencia, conla generosidad para reconocer al extrao, refuerzos morales que le son necesarios pero queno lo contradicen, y si no se hace as, se corre el riesgo de que el patriotismo pueda perecera manos de su faz negativa. El patriotismo que proclama Ramn y Cajal no puede servir deexcusa de nada agresivo o tonante, sino que, acicateado por un espritu de emulacin de lomejor, ha de ser, por el contrario, fuente inagotable de una conducta ciudadana ejemplar.

    Esa contraposicin cajaliana entre la inquina a lo ajeno y el verdadero patriotismo, reflejaun dualismo que estuvo siempre presente en sus anlisis de la vida social y poltica, una ten-sin moral que define el triunfo de la excelencia humana o el fracaso de la barbarie, la igno-rancia, la vulgaridad, el sometimiento a la rutina y al culto financiero, segn una de susexpresiones favoritas. Recordando las travesuras infantiles, en las que fue ciertamente unTitn, hace notar (1961, 130) que las contiendas de los muchachos implican un sentimien-to loable; el amor a la gloria, es decir, el anhelo a la aprobacin y admiracin de los iguales;nunca y esto bastara para hacer simpticos a los nios el srdido inters. Saber y gloria,siempre frente a poder y dinero12.

    El sentimiento patritico se aguza y purifica con la distancia (2000, 103), con el extraa-miento y puede llevarnos a un exceso de idealizacin provocado por la ausencia de roces debi-da a la expatriacin13. La comparacin de otros pases con la patria nos hace amar ms inten-

    12 En carta a Unamuno (Durn y Snchez Duarte, 1983b, 282) se queja Ramn y Cajal: He perdido atacados definancierismo agudo, tantos discpulos tcnicamente perfectos y admirablemente entrenados para hacer ciencia.13 As se dirige Ramn y Cajal (1981, 308) a los mdicos espaoles que viven en Argentina y le rinden un home-naje: Oh los nobles, los nostlgicos, los fervorosos compatriotas emigrados, flor de raza y espejo de laboriosidadcallada, perseverante y heroica! En medio de vuestras tribulaciones, sois con una Espaa grande, redimida porla cultura y por la tolerancia. Por decir estoy que sois los nicos grandes y buenos espaoles que nos quedan. Ladistancia, mitigadora del sentimiento, ha exaltado en vuestro espritu el santo amor de la patria. Apartada en elespacio, cuanto cercana en vuestro corazn, Espaa aparece en vuestras retinas como una estrella de primeramagnitud; no como es, sino como anhelis que sea. He aqu una noble pasin al par que un magnfico progra-ma: porque en cuanto todos lo queramos con emocin cordial y profunda, Espaa volver a ocupar en el mundoel rango que perdi.

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    samente nuestras peculiaridades, pero nos hace tambin sentir con picante acidez nuestrosdefectos y carencias cuando experimentamos directamente las virtudes de la vida ciudadanade otras naciones, las ventajas y los aciertos que otros han sabido consagrar como hbitosbenficos, unas formas plenarias de vida que desearamos poseer y disfrutar con los nuestros.Adems aprendemos a ver cmo nos ven otros y esa imagen que los extranjeros se hacen denuestra sociedad, aunque nos haga lamentar las injusticias que se pueda cometer a nuestracosta, suele servir para ensearnos algo que a veces no acertamos a ver con claridad14.

    Ramn y Cajal distingue ntidamente el patriotismo del nacionalismo o del chauvinismo,dos males que sufri en su propia carne en forma de desprecio e inatencin hacia su traba-jo porque (1981, 41) Admitase que Espaa produjera algn artista genial, tal cual poetamelenudo, y gesticulantes danzarines de ambos sexos; pero se reputaba absurda la hiptesisde que surgiera en ella un verdadero hombre de ciencia. Este rechazo se converta paraRamn y Cajal en indignacin cuando era interiorizado15 por los mismos espaoles queaceptaban mansamente nuestra incapacidad para la ciencia y constitua para el Ramn yCajal maduro un extraordinario estmulo para excitar el celo investigador y el orgullo patri-tico de los ms jvenes, de quienes no quisieran resignarse a esa posicin insignificante desegundones en el universo internacional de la investigacin cientfica original (2000, 211):tened a la vista, escritas en gruesos caracteres para que toda distraccin sea imposible, esasamargas frases de desprecio, esas palabras de depresiva conmiseracin, u esas punzantes iro-nas con que escritores extranjeros nos han echado mil veces en cara nuestra falta de origi-nalidad y nuestra pretendida incapacidad para la labor cientfica.

    Esa energa positiva del patriotismo es capaz de mover al sacrificio y a la renuncia de unaposicin social de mayor brillo aparente y mejor remunerada econmicamente, y es tambineficaz para satisfacer el legtimo egosmo del orgullo, del anhelo de brillo y de fama. Por estasrazones le parece a Ramn y Cajal que el patriotismo es un distintivo del verdadero cientfi-co (1981, 56-57): Las dos grandes pasiones del hombre de ciencia son el orgullo y el patrio-tismo. Trabajan, sin duda, por amor a la verdad, pero laboran an ms en pro de su prestigio

    14 Ramn y Cajal (1981, 224) se arrepiente de ciertos arrebatos suyos (algunos de sus artculos en El Liberal(1944, 91[n]) ante la crisis cubana cuando un bibliotecario norteamericano, que se proclama admirador de Espaa,le hace ver que los incendiarios artculos de la prensa espaola atacando e insultando a los Estados Unidos habanjugado un papel decisivo en que se desencadenase la guerra de 1898: Esos peridicos, exclam, son respon-sables de la mitad de la culpa de nuestra pasada guerra! Nos provocaron, imprudentemente, calificndonos demercachifles, choriceros y cobardes!... Telegrafiados, traducidos y comentados tan soeces insultos por nuestraPrensa, causaron profunda indignacin hasta en los amigos y admiradores de Espaa, entre los cuales tena yo elgusto de contarme!. Cajal comenta: Qu pena tener que or tales censuras y tener que reconocer su justicia!.15 Ramn y Cajal (1981, 28) recuerda las reticencias con que eran recibidos sus primeros escarceos investigado-res por algunos colegas: Con ocasin de estos tmidos ensayos de investigador, lleg a mis odos una frase desa-lentadora de algunos profesores: Quin es Ramn y Cajal para juzgar a sabios extranjeros! Tan en la entraa denuestra raza haba arraigado la conviccin de nuestra triste y radical incapacidad para el cultivo de la ciencia!.Sobre esta incomprensin de sus colegas espaoles dice Del Ro Hortega (1990, 424) que estos eran reacios acomprender el repertorio de ideas y palabras nuevas ligadas a los nuevos hechos descubiertos por Cajal.

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    personal o de la soberana intelectual de su pas. Soldado del espritu, el investigador defien-de a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio. Por donde, lejos deacoger con agrado y curiosidad la conquista realizada en extraas tierras, la recibe receloso,como si le trajera insufrible humillacin. A menos que el invento sea de tal magnitud y tras-cendencia industrial que ignorarlo constituyera pecado de leso patriotismo. Cuntas veces,en mi ya larga carrera, he padecido los desalentadores defectos de tales miserias!... Ms ade-lante, empero, tendr ocasin de elogiar a sabios que, por honrosa excepcin, sienten placeren realzar, con trabajos de confirmacin y ampliacin, el mrito forastero preterido o igno-rado. Pero qu raros tan nobles caracteres!...

    Su trato frecuente con cientficos eminentes de distintos pases y el amplio reconocimien-to que alcanz entre ellos le llev a comprender que la ciencia acabara, en cierto modo, porfuncionar como una entidad supranacional en la que los lazos personales y el conocimientomutuo suavizara enormemente las aristas nacionalistas de las diversas escuelas cientficas(1981, 91): Slo el trato modera y suaviza las actitudes ariscas del chauvinismo; merced a l,mulos y rivales pertenecientes a pases diversos, acaban por comprenderse y estimarse,adquiriendo al fin plena conciencia de que son colaboradores y camaradas en obra magna ycomn, llena de dificultades y de tenebrosos arcanos16.

    De hecho, el disgusto de Ramn y Cajal fue enorme cuando, con motivo de la primera granguerra, muchos de sus rivales y amigos murieron o debieron abandonar sus trabajos. Por esole exasper especialmente esa guerra y rechaz con firmeza las legitimaciones17 que tendana ocultar la verdadera causa del conflicto: el nacionalismo y el militarismo en comandita.Refirindose a la tertulia del Caf Suizo, en la que tom parte activa durante aos, anota(1981, 146 ): All, en fecha no muy lejana, nos sobrecogi de horror y de abominacin,borrando las ltimas reliquias del optimismo juvenil, la monstruosa guerra europea, que nofue, como se complacen en propalar espritus candorosos tocados de abogadismo incurable,el conflicto por los mercados ni la pugna entre dos concepciones antitticas del Estado, sinomuy principalmente el fruto amargo del orgullo nacional, el choque inevitable entre oligar-quas militares todopoderosas, desvanecidas por la soberbia y codiciosas de gloria y de domi-nio. Esta constatacin no borra ni ensombrece su patriotismo, porque ste le sirve no parala guerra, sino para la vida buena. Refirindose a esa misma tertulia, a rengln seguido deesa condena absoluta del conflicto blico, aade: supimos tambin elevarnos a menudosobre las pequeas miserias de la vida, sentirnos cada vez ms humanos y ms patriotas, yavanzar algunos pasos por senderos de paz y de amor hacia luminosos ideales.

    16 En (2000, 150) pueden verse sus quejas respecto al chauvinismo de franceses, alemanes e ingleses.17 Ramn y Cajal fue siempre muy crtico con las literaturas de exaltacin y las apologas guerreras (1972, 103):hoy los agresores, cuando son fuertes, escriben libros eruditos, repletos de alta filosofa, no slo para cohonestarsus atropellos e iniquidades, sino para presentarse ante el mundo como una raza superior a la que todo est per-mitido.

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    Ramn y Cajal estaba convencido de que la forma de articular el patriotismo es decisivapara determinar la prosperidad de una nacin, de una cultura. Por eso se preguntar hacia1921 (1978, 215-216): Cmo ensear patriotismo? Cmo conocernos y conocer a losdems? De qu modo sacar a nuestros polticos de esta inmunda charca en que se agitan yse entredevoran movidos por mezquinos egosmos? Arduo es el empeo, pero urgentsimo,en estos calamitosos tiempos de nacionalismos e imperialismos exacerbados y de bancarro-tas de pueblos. Para nosotros (para los espaoles), uno de los remedios lo hemos dicho yaes proclamar la verdad, por molesta que sea, exponiendo ruda y francamente no slo en loslibros sino hasta en las paredes de las aulas y de los paraninfos, con sus excelencias y mri-tos, los defectos y fracasos de la raza.

    El convencimiento de que el patriotismo puede ser enseado es esencial al concepto caja-liano, pero si a este respecto Ramn y Cajal hubiese podido tener alguna duda, esa certezase consolid con motivo de sus visitas a las universidades de Cambridge y de Clarke, con oca-sin de recibir sendos reconocimientos a su labor investigadora. Su admiracin, no sin esp-ritu crtico en otros aspectos, hacia el espritu patritico de los anglosajones se desborda alevocar un canto hermanado de profesores y alumnos, de ingleses y americanos, tras la cenade homenaje que le rindieron (1981, 222): todos los comensales ingleses y americanospasaban de 100 pusironse en pe y, con voz robusta y vibrante, entonaron acordes, pri-mero el himno americano y despus el God save the Queen. En el silencio y oscuridad de lanoche, aquellas estrofas alzadas briosamente de todas las gargantas, sonronme a sublimecntico religioso. [...] El espectculo era tan emocionante como instructivo [...] Quin cono-ce el himno patritico de la raza hispana? Ms adelante aade, advert en qu consiste ladecantada superioridad del pueblo anglosajn. Artfices de su grandeza son, ciertamente, larobusta mentalidad y la rectitud y energa de su carcter. Considero, sin embargo, como prin-cipales resortes dos cosas totalmente descuidadas en Espaa y en los pases de nuestra estir-pe: la educacin del patriotismo y la inoculacin intensiva del espritu de solidaridad. Ciencia,cultura superior, austeridad administrativa, orgullo ciudadano, herosmo militar, etc., repre-sentan transformaciones de una misma energa primordial: el amor de la raza. En los felicespases de lengua inglesa aparece el patriotismo como algo espontneo, profundamente ms-tico, como un fanatismo incontrastable inoculado en la niez y fortalecido despus por laeducacin poltica. Esa misin pedaggica encaminada a dotar a los espaoles de una nuevaconciencia y un nuevo impulso patritico que nos hiciese capaces de volver a colocarnos enun lugar bien visible entre los estados que promueven la ciencia y la civilizacin fue su msntima aspiracin (1981, 344): Mi papel principal ha consistido en fomentar el entusiasmo.

    No se trata slo de una teora. Ramn y Cajal dio, en numerosas y difciles ocasiones, ejem-plo de fidelidad al patriotismo que predicaba. Haremos una somera mencin de las msobvias y en un orden cronolgico.

    Al poco de terminar la carrera de medicina, Ramn y Cajal se neg a pedir la excedenciacomo mdico militar para evitar ir a Cuba, decisin que, adems de que a punto estuvo de

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    costarle la vida y le provoc dolorosas, largas y complejas secuelas, le vali un sonoro enfren-tamiento con su padre18; una vez en Cuba se jug de nuevo la recuperacin de su salud, surepatriacin y casi la vida por acabar con la intolerable corrupcin reinante en el Hospital alque fue destinado.

    Con ocasin de su doctorado honoris causa de Cambridge anota como rasgo de exquisitacortesa anglosajona que (1981, 155) sobre el estrado presidencial, ocupado por Lord Kelviny varias autoridades acadmicas, flameaban entrelazadas las banderas inglesa y espaola, yen 1899, poco despus de la derrota frente a los Estados Unidos, slo acept, tras diversasvacilaciones y consultas, la invitacin para pronunciar una conferencia en la norteamerica-na Universidad de Clarke pero a condicin de que la bandera espaola ondeara en laUniversidad y presidiera el acto en sitio de honor19.

    La derrota de 1898 le supuso un autntico parn en su trabajo de investigador, tal fue laconmocin que experiment entonces y a consecuencia de ello sus investigaciones sobre elintrincado y variadsimo sistema de entrecruzamiento de los nervios pticos en invertebra-dos y vertebrados quedaron suspendidas20. Como veremos, la reflexin directa sobre la derro-ta de 1898 le ocup en varias ocasiones, y vio siempre que la causa de tal desastre se encon-traba en la ausencia general de un verdadero espritu patritico, lacra moral derivada a suvez de la ignorancia y arrogancia absurda de nuestros polticos, una carencia que, segn suanlisis, tuvo que ser pagada, como siempre, por el pueblo, por la gente de a pie.

    Ya en plena madurez y en la cumbre de su fama, Ramn y Cajal acept el nombramientocomo director del Instituto Nacional de Higiene Alfonso XIII, cargo que no ambicionaba y quele apartaba del camino investigador que se haba trazado, ante la amenaza de que la pesteque se haba presentado en Portugal pudiera invadir Espaa (1981, 211): En tales circuns-

    18 Ramn y Cajal confiesa (1961, 217), a fuer de sincero, que adems del sentimiento del deber patritico le atraade marchar a Cuba un algo romntico y aventurero: Tenaz siempre en mis propsitos, ataj sus razones dicin-dole que consideraba vergonzoso desertar de mi deber solicitando la separacin del servicio. Cuando termine lacampaa ser ocasin de seguir sus consejos; por ahora, mi dignidad me ordena compartir la suerte de mis com-paeros de guerra y satisfacer la deuda de sangre con mi patria. A fuer de sincero declaro hoy que, adems de delaustero sentimiento del deber, arrastrronme a Ultramar las visiones luminosas de las novelas ledas, el afn irre-frenable de aventuras peregrinas, el ansia de contemplar, en fin, costumbres y tipos exticos....19 Segn el testimonio aducido por Garca Durn Muoz y Julin Snchez Duarte (Ramn y Cajal 1954, 76).20 As lo cuenta en el libro en que pormenoriza la historia de sus investigaciones (1981, 194-196): Mi obra cien-tfica durante el ao de 1898 fue bastante parca y pobre en hechos nuevos. Comprndese fcilmente: fue el aode la funesta y vesnica guerra con los Estados Unidos; guerra preparada por la codicia de nuestros industrialesexportadores, la rapacidad de nuestros empleados ultramarinos y el orgullo y cerril egosmo de nuestros polticos.A ella dieron ocasin, sin duda, defectos hereditarios del carcter nacional, entre otros, un errado sentimiento delhonor y cierta puntillosidad caballeresca excusable en los individuos, absurda y antinacional en los pueblos; peroms que nada nos arrastr a la catstrofe la vergonzosa ignorancia en que vivan nuestros partidos de turno dela magnitud y eficiencia reales de las propias y las ajenas fuerzas. [...] La trgica noticia interrumpi bruscamen-te mi labor, despertndome a la amarga realidad. Ca en profundo desaliento, Cmo filosofar cuando la patriaest en trance de morir?...Y mi flamante teora de los entrecruzamientos pticos qued aplazada sine die.

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    tancias parecime pusilanimidad antipatritica declinar un cargo que me impona gravesresponsabilidades, y celo y actividad perseverantes.

    En otra ocasin, estuvo apunto de dejarse convencer por Segismundo Moret de aceptar lacartera de Instruccin Pblica, puesto que el jefe de gobierno quera llevar adelante los pla-nes que el propio Ramn y Cajal le haba recomendado; tras muchas vacilaciones acabonegndose a aceptar el cargo y la razn que aduce para ello es la siguiente (1981, 287): Antemis compaeros de profesin, y, sobre todo, a los ojos de los polticos de oficio, iba yo a resul-tar, no un hombre de buena voluntad vencido por las circunstancias, sino un vulgar ambi-cioso ms. Y esto repugnaba a mi conciencia de ciudadano y de patriota.

    Las afirmaciones cajalianas sobre el patriotismo no slo son abundantsimas sino que, enocasiones resultan realmente sorprendentes por la intensidad afectiva y la importancia con-ceptual que adquieren en el pensamiento de Ramn y Cajal: en un breve ensayo sobre elQuijote, llega a comparar a Dulcinea como imagen ideal con la Patria porque entiende queslo ella puede merecer el homenaje de la devocin total (1972, 61): el eterno amor deDulcinea..., de esa mujer ideal, cuyo nombre, suave y acariciador, evoca en el alma la sagra-da imagen de la patria....

    El patriotismo como ideal: ciencia y patriotismo

    Cuando Ramn y Cajal sistematizo sus consejos a los jvenes cientficos, basados en lareflexin y la experiencia, estableci como condiciones esenciales de la vocacin cientfica yla profesin de investigador las siguientes (2000, 49): la independencia mental, la curiosi-dad intelectual, la perseverancia en el trabajo, la religin de la patria y el amor a la gloria.

    Esta unin del patriotismo con el ideal de la investigacin cientfica como elemento civi-lizador es enteramente peculiar en Ramn y Cajal. Independientemente de que, como vere-mos, fuese de hecho un ardiente defensor de una idea unitaria de Espaa, el patriotismoespaol de Ramn y Cajal es radicalmente moral y polticamente neutral, puesto que se for-mula en trminos de solidaridad, de virtud ligada al ejercicio de la inteligencia y al fortale-cimiento de la voluntad, enteramente ajeno a las razonables disputas que caben en las cues-tiones polticas.

    Ramn y Cajal considera que poder investigar es, adems, un privilegio, porque permiteejercer con plenitud e independencia las mejores cualidades humanas; ello explica que poderdedicarse a esa tarea constituya un motivo de gratitud hacia la sociedad que la promueve yla sufraga soportando costes y sacrificios. La mejor condicin de vida del investigador res-pecto a muchos trabajadores le confiere tambin obligaciones y responsabilidades adiciona-les. Conforme con ello, Ramn y Cajal fue siempre un administrador celoso y cuidadossimode los fondos que se le asignaban y tuvo siempre presente la obligacin de rendir cuentas yde resultar eficaz en el gasto de fondos extrados de esfuerzos ajenos, del trabajo y el sudor

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    de obreros, campesinos y empleados. En varias ocasiones se refiri a la sobriedad21 personalnecesaria en el gasto privado e inexcusable con los caudales pblicos (1972, 42): yo he pro-fesado siempre sacrosanto respeto al dinero del contribuyente, y singularmente al del humil-de labriego porque (1972, 75n) aun sin querer columbro siempre, al travs de cada mone-da recibida, la faz curtida y sudorosa del campesino quien, en definitiva, sufraga nuestroslujos acadmicos y cientficos.

    Ramn y Cajal es consciente de que su promocin del patriotismo como virtud moral eintelectual est expuesta a diversas objeciones y se ocupa en polemizar con alguna de ellas(2000, 65): Algunos pensadores, Tolstoi entre otros, inspirados en un sentimiento humanita-rio tan reido con la realidad como inoportuno en estos tiempos de crueles competenciasinternacionales, declaran que el patriotismo es sentimiento egosta, inspirador de guerrasincesantes, y destinado a desaparecer, para ceder su lugar al ms noble y altruista de la fra-ternidad universal.

    Ramn y Cajal acude entonces a una distincin elemental apoyndose en la mxima Inmedio stat virtus22, de modo que procede distinguir entre un patriotismo razonable y ladeformacin grotesca y patriotera de ese sentimiento, lo que se conoce por chauvinismo(2000, 65): Fuerza es reconocer que la pasin patritica, exagerada hasta el chauvinismo,crea y sostiene entre las naciones rivalidades y odios harto peligrosos; pero reducida a pru-dentes lmites y atemperada por la justicia y el respeto debidos a la ciencia y virtud delextranjero, promueve una emulacin internacional de bonsima ley, en la cual gana tambinla causa del progreso, y en definitiva hasta de la Humanidad.

    Como, en este pasaje, se dirige a jvenes cientficos, a rengln seguido, les recuerda igual-mente que para evitar esos excesos carentes de cualquier legitimacin sentimental o inte-lectual (2000, 65), son eficacsimos los Congresos cientficos internacionales. Porque muchossabios que en un principio se miraban recelosamente, ya por rivalidad internacional, ya envirtud de la noble y loable envidia aprobada por Cervantes, al ponerse en contacto acabanpor conocerse y estimarse.

    Si hacemos caso de sus manifestaciones, la verdadera razn que tuvo Ramn y Cajal parapublicar su primer manual fue precisamente el patriotismo, la quemazn de comprobar quesus colegas espaoles no parecan capaces sino de copiar ciencia, nunca de hacerla, la humi-llacin de tener que reconocer que incluso entre los manuales publicados por espaoles nohaba ni siquiera grficos y preparaciones originales, de manera que se sinti empujado por(1981, 43): el patritico anhelo de que viera la luz en nuestro pas un tratado anatmico que

    21 La sobriedad se justifica tambin un tanto ascticamente en la paz necesaria para el trabajo. As recuerda sullegada a Madrid ya precedido de una fama poco comn (1961, 132): Segn costumbre ma, instleme modes-tamente, cual cumple al obrero de la ciencia que siente el santo horror del dficit, como deca Echegaray, y sabeque las ideas, a semejanza del nenfar, florecen solamente en aguas tranquilas.22 Se trata del principio que l mismo cita expresamente en alguna ocasin (1944, 35n).

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    en vez de concretarse a reflejar modestamente la ciencia europea, desarrollara en lo posibledoctrina propia, basada en personal investigacin. Sentame avergonzado y dolorido al com-probar que los pocos libros anatmicos e histolgicos no traducidos, publicados hasta enton-ces en Espaa, carecan de grabados originales y ofrecan exclusivamente descripciones ser-vilmente copiadas de las obras extranjeras.

    La gloria personal y el patriotismo son para Ramn y Cajal como dos caras de la mismamoneda. Respecto a la publicacin de la edicin francesa de su Textura del sistema nervio-so del hombre y de los vertebrados anota (1981, 258): Pero, ante todo y sobre todo, desea-ba que mi libro fuera y perdneseme la pretensin el trofeo puesto a los pes de la de-cada ciencia nacional y la ofrenda de fervoroso amor rendida por un espaol a su menos-preciado pas....

    Ms sorprendente resulta, si cabe, su afirmacin sobre el malestar que experimentaba alcomprobar la suficiencia y la ignorancia de quienes hablaban sin empacho sobre un tema desu predileccin como la fotografa (1981, 323): A la verdad, mi sentimiento patritico irri-tbase sobremanera al or como desbarraban muchos aficionados de cierta cultura (aboga-dos, mdicos e ingenieros etc.), en cuanto discurran sobre las posibles causas de un tonofalso en las autocronas, o sobre los hechos fsicos en que se fundan los diversos mtodos tri-crmicos.

    Ramn y Cajal estaba tan convencido de que cualquier persona decente, cualquier espa-ol de bien, tena que ser sensible a su argumentacin con el patriotismo que insiste una yotra vez en emplear ese estmulo, precisamente, para excitar el celo de los investigadores, delos espaoles que imagina y desea en un mejor futuro para Espaa. Cree que la verdad dichacon valor fortalecer ese estmulo y pretende que evitemos los engaos del falso patriotis-mo que se refugia en glorias del pasado, reales o imaginadas, a guisa de bastn que nosayude a mantenernos en pe ante un presente oscuro y lamentable. Por eso (2000, 154)advierte que el patriotismo del joven investigador debe ser ardiente, pero consciente y dis-cursivo: lejos de los candorosos optimismos de ciertos patriotas, o, mejor dicho, patrioteros,que con pronunciar cuatro o cinco nombres prestigiosos indgenas creen haber demostradola colaboracin decisiva de su pas en la obra de la cultura nacional, nuestro joven siente pro-fundo descontento por la pobreza y mezquindad de dicha contribucin, ante los juicios seve-ros, pero en el fondo justos, con que la crtica extranjera flagela la esterilidad de nuestrossabios y filsofos, no responde con frenos patriticos o jactanciosas promesas, sino afilandosus armas y haciendo resolucin de emplear sus bros en el combate universal contra laNaturaleza.

    La exhortacin de Ramn y Cajal al patriotismo de los investigadores adquiere tintes dra-mticos al constatar, ya en su ancianidad, que (2000, 211) No bastar para nivelarnos conlos pases ms cultos progresar con el ritmo perezoso de siempre; tan rezagados estamos queser preciso concentrar en breves aos la energa productora de siglos. A la vista de la urgen-cia de la situacin (cuando ya su labor haba rendido esplndidos frutos personales y de

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    escuela) decide redoblar la dosis de estmulo patritico y propone (2000, 211) que Si para lamagna y redentora empresa os faltara valor, rodearos de estmulos poderosos, de esos exci-tantes morales que caldean el cerebro e hipertrofian el corazn: insultos que provoquen eltrabajo iracundo, recuerdos que aviven continuamente el amor a la patria y contina reco-mendando que (2000, 211) junto a la retorta, la balanza o el microscopio, poned la banderanacional, que os recuerde continuamente vuestra condicin de guerreros (qu funcin deguerra, y hermossima y patritica es arrancar secretos a la Naturaleza con la mira de defen-der y honrar a la patria).

    Vicente Cacho Viu (1997, 53 y ss.) ha resaltado cmo la generacin de Ortega (esos teen-agers de 1898 que luego se vieron extraamente privados de tal motete generacional alhacerse de l usos abundantemente imprecisos), ofreci, bajo el impulso y el liderazgo delfilsofo, el ideal de la ciencia como modelo de encontrar una nueva Espaa, esa Espaa que,segn la retrica orteguiana, haba dejado de existir y que, en palabras del filsofo madrile-o (1983, X, 167) era, por tanto, slo el nombre de algo que hay que hacer, una idea, por cier-to, que difcilmente podramos encontrar en un texto de Ramn y Cajal.

    Sin poner en duda el impulso orteguiano, parece difcil considerar que Ramn y Cajal fueseun mero caso aislado, una voz en el desierto, aunque esa haya sido la visin orteguiana delcaso Ramn y Cajal. Como ya se ha insinuado anteriormente, los historiadores23 han podi-do hablar de una generacin de sabios para referirse a los nacidos en torno a 1850 de losque Ramn y Cajal fue, sin duda, la figura seera (pero no la nica).

    Parece necesario insistir, por el contrario, en que la obra de Ramn y Cajal fue socialmenteeficaz y propuso con ms conviccin que ninguna otra ese modelo moral de la ciencia pararegenerar, por decirlo con trminos de Canovas y de Costa que el mismo Ramn y Cajal empleen ms de una ocasin, el clima cultural de Espaa. La escuela de Ramn y Cajal hizo escuelay el hecho de que la guerra del 1936 viniera a interrumpir bruscamente esa tradicin (como porlo dems la incipiente tradicin orteguiana) no puede ocultarnos su eficacia y su significado.

    La moral patritica de la ciencia que Ramn y Cajal propona e impulsaba tena adems,un par de notas muy especficas que en buena medida se difuminaron en el mensaje orte-guiano posterior. En primer lugar, llamaba al patriotismo por encima de la poltica, y aunqueRamn y Cajal tuviese sus preferencias, siempre comprendi con claridad que la reformadeba ser de las personas antes que de las instituciones, que esa poda ser una especie de dis-culpa eterna para dejar de hacer o para seguir haciendo mal lo que s se poda hacer bien. Aeste respecto, anota a su vuelta de Gttingen (1981, 97): De esta rpida excursin por lasUniversidades extranjeras saqu la conviccin profunda de que la superioridad cultural deAlemania, Francia e Italia no estriba en las instituciones docentes, sino en los hombres. Lo hedicho ya: los recursos materiales de que disponan sabios insignes parecironme poco supe-riores a los nuestros, y en algn caso, notoriamente inferiores.

    23 Puede verse al respecto Gonzlez Blasco, Jimnez Blanco y Lpez Piero (1979, 84 y 89).

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    De hecho, cuando Ramn y Cajal se refiere, sin duda que admirativamente, a Ortega (2000,157) lo sita precisamente, en la lnea de Costa, como un reformista poltico y cultural, no comoalguien que est proponiendo la solucin de la ciencia: el exquisito escritor y pensador Ortegay Gasset, quien propone, como condicin esencial de la ascensin cultural y tica de Espaa, laplena conciencia de nuestra miseria espiritual y de nuestra corrupcin poltica y administrativa.

    La moral de la ciencia entendida al modo orteguiano implicaba de algn modo una reformade las instituciones y en las vigencias que, al menos nominalmente, tena ms calado que lasincitaciones cajalianas a la ejemplaridad, la sobriedad, el orgullo y el esfuerzo personal. Se trata-ba, desde luego, de una propuesta ambiciosa pero un tanto genrica, un plan ante el que el geniopersonal de Ramn y Cajal le hara mostrarse siempre un tanto reticente, lo que no le impidi,cuando ya era una figura consagrada, alabar el talante y las propuestas orteguianas.

    Ramn y Cajal, en virtud de su individualismo pertinaz, pensaba menos en las solucionescolectivas que en el esfuerzo personal de todos y cada uno, conforme a su conviccin de queson las personas, antes que las ideas o los programas de reforma, las que logran alcanzarmetas deseables y definen el resultado de una esfuerzo moral. Su conviccin de que el reme-dio deba venir por el esfuerzo y el entusiasmo patritico era inconmovible: en las disculpashabituales de falta de medios o de tiempo no vea sino (2000, 105) alegatos del dolce farniente o disculpas de un patriotismo desmayado, para aadir expresamente a continuacin,fcil ser reducir a su cabal valor tales lamentaciones e insistir de pasada en esta verdadcapital: para la obra cientfica los medios son casi nada y el hombre lo es casi todo. En stesu breviario de iniciacin a la investigacin dej escrito incluso que (2000, 106): Las buenasleyes constituyen factores de prosperidad positivos, aunque secundarios.

    La segunda diferencia entre la moral del patriotismo cientfico cajaliano y las sugerenciasposteriores depende de la escasa valoracin que Ramn y Cajal haca de la mera palabra, dela ausencia de trabajo emprico y concreto que resultaba endmica en Espaa, pas clsico dela hiprbole y de la dilucin aparatosa (2000, 137) puesto que, aade, lo primero que senecesita para tratar de asuntos cientficos, [...] es tener alguna observacin nueva o ideal tilque comunicar a los dems. Nada ms ridculo que la pretensin de escribir sin poder aportara la cuestin ningn positivo esclarecimiento, sin otro estmulo que lucir imaginacin calen-turienta o hacer gala de erudicin pedantesca con datos tomados de segunda o tercera mano.

    Se trataba de poner coto a la tendencia a la retrica y a la vaguedad que para Ramn yCajal malograron los esfuerzos de los institucionistas. La distancia de Ramn y Cajal frente ala moral cientfica de los institucionistas fueron siempre muy claras y se manifiestan conentera nitidez en los comentarios que dedica a la figura de Simarro, un personaje a quienelogi repetidamente, y en el que se inspir para desarrollar algunas de sus tcnicas msrevolucionarias, con el que mantuvo buenas relaciones hasta que le separaron de l, a causade, segn nos confiesa (1972, 36), nuestro brutal y enconado sistema de oposiciones a cte-dra; pero tambin de la adulacin. A propsito de Simarro escribi que, aunque ste estabadotado de un gran talento (1981, 57n), Desgraciadamente [...] careca de la perseverancia, la

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    virtud de los modestos y que (1972, 36), Simarro no ha sido apreciado en toda su vala porhaberse dejado prender en las redes de la Institucin libre, uno de cuyos cnones sacro-santos consiste en estudiar y no escribir.

    Sus juicios sobre Simarro condensan las dos grandes objeciones de Ramn y Cajal a la filo-sofa de los institucionistas: adems de buenas ideas y palabras, hace falta trabajar sin des-canso y, adems, hay que hacerlo con las cosas ms que con los libros.

    Aunque tampoco se pueda afirmar que haya una pura linealidad en la relacin entre losinstitucionistas y la obra de Ortega, parece evidente que, entre ambos, se ha establecido unacierta continuidad en la historia intelectual de la Espaa de aquellos aos, en virtud de lacual, la moral de la ciencia pasara de los institucionistas a Ortega y sus proyectos, de mane-ra que Ramn y Cajal vendra a ser una especie de caso aislado como afirma Cacho Viu (1997,63), que es justamente como, un tanto sesgadamente, tendi a verlo Ortega.

    Con el predominio de la nueva generacin de la que Ortega fue el lder indiscutible, CachoViu (1997, 39) constata que hay una cierta crisis del cientificismo que se nota en el descensode la influencia institucionista; pero si la aparicin de nuevas influencias de doctrinas ms vita-listas (Nietzsche, Unamuno en cierto modo, o el propio Ortega), no puede negarse24, ver en eldescenso de la influencia intelectual de la institucin una merma de la moral de la ciencia esolvidar que, al margen de ambas escuelas, de los institucionistas y del vitalismo postpositivistade los orteguianos, Ramn y Cajal fue el verdadero y eficaz promotor de la moral de la ciencia.

    Ramn y Cajal vea en la ciencia un medio de reformar Espaa, de salvarla para una nuevagrandeza mediante la disciplina y el esfuerzo de la ciencia; se trata de cambiar entre todosuna Espaa que, segn afirma taxativamente (2000, 14) no es verdad que haya degenerado,pero que s est sin educar, y se propuso ser el promotor eficaz y ejemplar de ese patriotis-mo cientfico.

    Las obvias diferencias entre el diagnstico de Unamuno y el de Ortega25, a las que Cacho(1997, 43) se ha referido hablando de la excentricidad de Unamuno frente a la moral de laciencia, no impidieron que Ramn y Cajal26 le escribiera a Unamuno para reconocerle quecoincida esencialmente con l (advirtindole, nicamente, que slo hay una ciencia):Puede que en algunos puntos secundarios haya divergencias entre las ideas de usted y lasmas sobre el plan de elevacin intelectual de Espaa; pero creo que en lo esencial coincidi-mos. Trabajamos en campos diferentes y por eso nos impresiona ms aquella parte o sectorde decadencia y atraso situado cerca de nosotros, o en la corriente de nuestros gustos.Somos, en fin, diversos pero complementarios. Lo mucho y exquisito que dice usted en sulibro Mi religin (que por desgracia le despus de redactar mi libro) lo suscribo casi por ente-

    24 Aunque en definitiva, como dice Cacho (1997, 68), Taine prevalezca al fin sobre Nietzsche.25 Puede verse al respecto Cacho Viu (1997, 69).26 Carta a Miguel de Unamuno, como Director del laboratorio de investigaciones biolgicas de 26 de marzo de1913, publicada por Durn Muoz, Garca y Snchez Duarte, Julin (1983 b, pp. 282-283).

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    ro. Creo que Espaa debe desarrollar su ingenio propio, en arte, en literatura, en filosofahasta en el modo de considerar la vida, pero en ciencia debemos internacionalizarnos. Hayescuelas filosficas, literarias, artsticas, polticas; pero slo hay una ciencia, la cultivadadesde Galileo a Pasteur y Claudio Bernard. Todo nos urge, pero nos urge sobre todo la cien-cia que es de lo que vamos peor. Y si por este lado no completamos nuestro patrimonio espi-ritual, corremos grave riesgo de ser expropiados como nacin y aniquilados como raza. Espreciso, en suma, ser completos para ser respetados.

    Espaa, su historia y su futuro

    La idea que Ramn y Cajal se hace de la historia de Espaa est muy influida por Cnovas,Mallada, Costa, por los regeneracionistas: Las teoras de Canovas y de Costa son hoy doctri-na inconcusa. Naciones desangradas y empobrecidas por guerras intiles, emigraciones con-tinuas y exacciones agotadoras no suelen sentir ansias de cultura superior. Harto hacen convegetar oscuramente y conservar inclume la semilla de la raza (2000, 173).

    Pero esa explicacin, por llamarlo de alguna manera, de los males de la patria no cons-titua, de ningn modo, para Ramn y Cajal una disculpa, un permiso para continuar en loque estaba mal hecho. Lo que Ramn y Cajal apreciaba en esa manera de ver nuestra insig-nificancia del presente es que las razones aducidas para explicar la postracin espaola hacanperfectamente imaginable y posible que el futuro pudiera ser distinto, no impedan que losmales pudiesen tener remedio: al no tratarse de explicaciones esencialistas sino de anlisisque, a su modo de ver, estaban pegados al terreno, presentaban in noce un proyecto de solu-cin.

    Su amor a Espaa pasaba por reconocer los errores y las vergenzas, para hacer posiblecambiar el estado de cosas. Las teoras que hacan recaer en algn factor esencial (o que setuviese por tal, como el supuesto factor religioso27) el atraso cientfico y el marasmo polti-co de Espaa le parecan falsas disculpas, le irritaban; no crea que hubiese un factor idio-sincrsico o ideolgico dominante, sino que, por tanto, de todas partes podan venir losesfuerzos para solucionar nuestras carencias y evitar en el futuro nuestros errores histricosy por eso apoyaba sin vacilar a cualquiera que estuviese haciendo bien las cosas, fuese repu-blicano o monrquico, conservador o socialista.

    Toda su vida insisti en que las cosas tenan remedio, en que nuestros mayores enemigos(1981, 279) ramos nosotros mismos, que haciendo las cosas bien (2000, 210) el sol de la

    27 Admitiendo que el factor religioso haba podido coadyuvar al atraso de Espaa, aade muy significativamen-te (2000, 176) Pero aun reconociendo y proclamando todo esto, pensamos sinceramente que la hiptesis delfanatismo religioso es, en el terreno histrico, notoriamente exagerada, y en el terreno prctico, peligrossima paralas esperanzas puestas en el resurgimiento de Espaa y en los altos destinos de la raza.

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    gloria acariciar todava nuestra mustia bandera, no tan escarnecida por los extraos comopor nosotros. Como buen mdico crea que tenamos cura y del mismo modo que compro-b a sus expensas cuando era un chaval que el fro por si mismo, por intenso y doloroso quefuese, no era causa de ninguna infeccin, se empe en comprobar que el atraso cientficono era nada consustancial con nosotros y, desde luego, sali enteramente convencido de laprueba. Su modestia proverbial cuando ya era una figura legendaria (nuestro hroe!), tena,por tanto, adems del fundamento de su personalidad y de su moral, una funcin claramen-te pedaggica: no fueran a creer sus compatriotas que lo que haba logrado l no lo podralograr otro espaol cualquiera, eso s, que estuviese dispuesto a trabajar y esforzarse tantocomo l lo hizo.

    Los males espaoles que fustiga Ramn y Cajal son mayoritariamente intelectuales y siem-pre individuales o individualmente corregibles: la pereza, la ignorancia, la aficin desmedidaa la hiprbole, la falta de ambicin terica, la corrupcin, las trampas, la mana de imitar, laverborrea, la cortedad de miras, la lentitud28, el abogadismo y el financierismo, como elgust llamarlos.

    La corrupcin, que Ramn y Cajal no disimula cuando la encuentra, no es nada distinto aun conjunto de errores personales, es un mal que puede ser erradicado con el ejemplo y laperseverancia en la conducta recta, un crimen que cometen unos pocos y que pagamos todos(1961, 251): Oh nuestros inveterados abusos administrativos, y cun caros los ha pagado lapobre Espaa, siempre esquilmada, siempre sangrante y siempre perdonando y olvidando!.

    El espritu de escalafn y gandulera est para Ramn y Cajal espantosamente extendidoentre los espaoles que aprenden a vivir una vida de burocracia y tertulia simptica peroenteramente improductiva e intelectualmente detestable. Con un texto vivsimo, que des-graciadamente sigue teniendo no poca actualidad, nos explica Ramn y Cajal las razones desu apartamiento de una tertulia de mdicos militares en el Caf Levante (1981, 143): Entreestos simpticos compaeros, reinaba franqueza fraternal, y a ratos su conversacin era viva,chispeante e instructiva. Pero un hado adverso nos persegua: casi todos los das, fatal, irre-mediablemente, los comentarios derivaban hacia la murmuracin contra los superiores jerr-quicos o hacia el escalafn de Sanidad Militar; ese escalafn maldito, destructor de todo est-mulo noble y de toda ambicin generosa, rmora de la justicia, asilo a la gandulera y una delas mayores calamidades que padecemos en Espaa. El mal careca de remedio! Aquellosbenemritos compaeros, no exentos ciertamente de talento, aunque petrificados por laociosa vida de campamentos, cuarteles y casinos, slo lean la Gaceta y el Boletn deSanidad .

    28 (1961, 212): Gracin deca: los espaoles son valientes pero lentos. Por algo la reconquista se prolong sietesiglos, y nuestras guerras civiles duraron siempre seis o siete aos. Felices los pases en los que la diligencia esuna de las formas de la honradez patritica! Para cada general dinmico a lo Espartero, Crdoba y MartnezCampos, hemos contado con docenas de tardigrados con batn. Oh santa pereza musa de nuestros polticos y sol-dados!... Si al menos hubiramos logrado propagar nuestra enfermedad del sueo a los extranjeros... .

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    Una de las pocas veces en que Ramn y Cajal se deja llevar del pesimismo es cuando diag-nostica que ser imposible aplicar en Espaa alguna de las recetas que son corrientes enGttingen y a las que cabe atribuir en parte el buen funcionamiento de la universidad ale-mana (1981, 95): Supresin de exmenes, autonoma universitaria, retribucin por losalumnos, ingreso sin oposicin y sin concurso y, frecuentemente, por una especie de contra-ta!... He aqu un conjunto de reformas que, aplicadas a Espaa, pas clsico de la rutina y elfavoritismo, nos haran retroceder antes de diez aos al estado salvaje.

    Ya en su vejez, Ramn y Cajal advierte que esta desidia de los espaoles con los bienescomunes no se ha corregido tanto como sera deseable (1961, 245): Cun desconsoladorpara un corazn de patriota es, despus de cuarenta y nueve aos, reconocer que todavabuena parte de nuestros militares, empleados y hasta prceres polticos siguen entregados alsaqueo del Estado! Y es que para muchos espaoles el Estado es pura entelequia, vacuo entede razn. Estafarle equivale a no estafar a nadie. Singular paradoja creer que no se roba anadie cuando se roba a todos!.... Perdido el sentimiento religioso, que antao contuvo algoinveteradas codicias, no hemos sabido sustituirlo con el patriotismo, la religin fuerte ymoralizadora de las naciones poderosas. Precisamente en su obra ms popular insiste con unsumario de este argumento (Charlas de caf. Pensamientos, ancdotas y confidencias, 1978,208): Nada ms fcil que diferenciar en el orden poltico un ingls de un espaol. El prime-ro cree que su primordial deber es mantener el Estado; mientras que el segundo cree que elEstado debe mantenerle a l.

    Lo ms irrevocable que Ramn y Cajal admite entre las causas de la decadencia espaolatiene un aire, inevitablemente biolgico: afirma (1961, 224) que es probable que haya sidoun error para la prosperidad econmica de la Amrica espaola el no haber desde el princi-pio aprovechado preferentemente para la empresa colonizadora nuestras fuertes razas delNorte, laboriosas, econmicas y desbordantes de natalidad, en lugar de recurrir predilecta-mente a la gente extremea y andaluza, inteligente, generosa y capaz de todos los heros-mos, segn acredita la Historia, pero de inferior aptitud para las fecundas luchas del comer-cio y la industria. En cualquier caso, se trata de un mal empleo de los recursos humanos,como ahora diramos, que, evidentemente puede remediarse.

    Los males y debilidades de la patria no le llevan al abandono o al desdn, sino a un amormayor. Citando a Renan (que est bajo el influjo de la derrota francesa frente a los alema-nes en 1870) escribe (2000, 209): El dolor mismo nos ser til, porque el dolor es el graneducador de almas y creador de energas. Para los que aman a la patria, las desdichas repre-sentan un lazo moral ms. Como dice elocuentemente Renn, la patria est formada por losque han sufrido juntos, porque el dolor comn une ms que la alegra. Slo de corazonesingratos y de espritus innobles es abandonar a la patria en das de luto y de amargura. Alcontrario, las almas bien nacidas deben medir el amor a los suyos por la grandeza de sus des-gracias. Y la patria es tanto el terruo como la historia, tanto los presentes como los veni-deros, lo mismo nuestras glorias que nuestros dolores. El buen patriota debe llenar su cora-

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    zn con un sentimiento de sublime paternidad a todos sus conciudadanos, de una inmensay efusiva caridad que alcance hasta a los venideros.

    El dolor tiene que transformarse en energa positiva, en bsqueda de remedio eficaz, por-que (2000, 208) no es hora ya de filosofar sobre las causas de nuestra cada, sino de levan-tarnos lo ms rpidamente posible.

    Como buen cientfico, Ramn y Cajal piensa que decirnos la verdad es la primera de lascondiciones para encontrar la solucin con tal de que no nos haga caer en la inaccin o nosvuelva rehenes del pesimismo. Ramn y Cajal fue duro y taxativo cuando tuvo que criticarincluso a quienes admiraba y haba elogiado en otros momentos.

    La derrota de 1898 frente a los Estados Unidos fue un aldabonazo en la conciencia de todos,pero Ramn y Cajal no cambi su manera de pensar, se confirm en su diagnstico y redobllos esfuerzos para convencer a todos de la necesidad de salir adelante, de no perder ms eltiempo en intiles batallas y querellas, en susceptibilidades y orgullos mal entendidos, paraponer mano a las reformas que fueran necesarias sin asustarse por las enormidades que hubie-ra que acometer. Alguien tan poco sospechoso de hostilidad hacia el ejrcito como l, subrayaNez Florencio (1990, 332), no se recat de recomendar, por ejemplo, que se destinase a ins-truccin pblica lo que se vena gastando intilmente en Guerra y Marina (1972, 115).

    Ramn y Cajal interpret la derrota cubana, como muchos de sus contemporneos, comouna consecuencia inevitable del desconocimiento de la realidad de los polticos y de los erro-res (y crmenes) cometidos por los militares29 durante la larga lucha cubana, un tema que lhaba conocido de primera mano. En sus primeras memorias reprocha a polticos que admi-ra su falta de conocimiento del caso (1961, 239): Con una falta de cordura incomprensibleen preclaros talentos, hombres como Castelar y Cnovas pensaban que Cuba esa Cuba quenos aborreca y cuya independencia anhelada por Amrica entera, era inevitable vala lapena de sacrificarle Espaa. La frase efectista del clebre estadista conservador, hasta el lti-mo hombre y hasta la ltima peseta, ha pasado a la historia como testimonio elocuente decmo en Espaa puede llegarse al pinculo del Poder sin conocer de cerca la causa de nues-tras discordias (que yo sepa ningn gobernante espaol de entonces visit a Cuba ni Amricadel Norte)30. Esa aficin al efectismo, a la retrica, al disimulo, ese intento de ocultar la rea-lidad tras meros gestos le parece ridculo y trgico, un defecto genuina y exclusivamenteespaol (1978, 210): Slo en la desventurada Espaa. Segn se ha repetido hasta la sacie-dad, se da la monstruosa paradoja de galardonar con ascensos las derrotas, imprevisiones einsensateces de los prceres de la poltica o de la milicia.

    29 (1961, 239): Asombra e indigna reconocer la ofuscacin y terquedad de nuestros generales y gobernantes yla increble insensibilidad con que en todas pocas se ha derrochado la sangre del pueblo!.30 El reproche tal vez no sea del todo exacto porque Canalejas haba viajado expresamente a conocer la situacinsobre el terreno y volvi convencido de que de no evitarse la guerra el desastre sera colosal, pero no hubo ni elpatriotismo ni la energa suficiente como para arrostrar los costes polticos de evitar la guerra y se prefiri el gestotorero y gallardo de ir a un enfrentamiento absurdo y sin sentido.

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    Ramn y Cajal subraya no la obvia diferencia de fuerza con los Estados Unidos, sino la faltade habilidad, el no haber sabido sacar provecho de las propias oportunidades, el haber des-baratado un patrimonio heredado, el no haber sido capaces de defender un proyecto viabley realista practicando, a ejemplo de otras naciones31, una poltica inteligente, previsora ypatritica sin dejarse llevar por la vanidad mal entendida (2000, 216) y por las puntillosida-des variopintas en las que camos como consecuencia de nuestro deficiente y poco entrena-do sentido de la realidad. Cajal piensa que lo malo no estuvo en ser dbiles, sino en serlo eignorarlo (1981, 194), pero lamenta an ms la crueldad y la mezquindad. En resumen, (1961,241): Camos porque no supimos ser ni generosos ni justos.

    Esa conjuncin de debilidad intelectual y de falta de grandeza moral es lo que han de com-batir los patriotas para enderezar el futuro de Espaa. Se trata de una reforma moral en elnico plano en el que las tales son posibles y una reforma que debe predicarse con la pala-bra y, sobre todo, con el ejemplo. Para concretar sus consejos no duda en repetir las palabrasdel mismo estadista al que reproch su efectismo en el tema cubano (2000, 171): Y apun-tando remedios, nos dice Canovas: Trabajad, inventad, economizad sin tregua; no contrai-gis ms deudas; no pretendis tanto adquirir como conservar; no fiis sino en vosotros mis-mos, dejando de tener fe en la fortuna...; que vuestro patriotismo sea, en fin, callado, melan-clico, paciente, aunque intencionado, constante, implacable.

    A Ramn y Cajal le parece obvio que la recuperacin para Espaa de un primer plano enla historia debe comenzar por una reforma de la educacin porque (1981, 343) vivimos enun pas en el que el talento cientfico se desconoce a s mismo y es deber de los maestroscorregir esta anomala. De hecho, puesto que la media ciencia ha sido la causa de nuestraruina (1972, 114), el remedio debe venir de abandonar lo que llam el prurito simiesco de laimitacin (1944, 50). Eso se consigue desterrando la admiracin a los que se empeen enpracticar una ciencia muerta de sutilezas escolsticas, de los transportes de la mstica y delos juegos del conceptismo y culteranismo (2000, 184) un tipo de sedicente saber (2000,185-186) esencialmente formal, la ciencia de los libros, donde todo parece definitivo (cuan-do nuestro saber hllase en perpetuo devenir), e ignoraron la ciencia viva dinmica, en flujoy reflujo perennes, que slo se aprende conviviendo con los grandes investigadores, respi-rando esa atmsfera de sano escepticismo, de sugestin directa, de imitacin y de impulsinsin las cuales las mejores aptitudes se petrifican en la rutinaria labor del repetidor o delcomentarista.

    31 (1961, 240): Harto ms hbiles fueron, en conflictos semejantes, otras naciones. Recurdese a Portugal yHolanda conservando sus colonias no obstante las codicias de naciones poderosas. Cunto desconsuela recono-cer que la rectificacin a tiempo de nuestras normas polticas, en orden al rgimen de las posesiones en Asia yAmrica, hubieran mantenido sin mermas el glorioso patrimonio de nuestros mayores! Al rectificar nuestra con-ducta, nada tenamos que inventar. Bastaba con imitar a Inglaterra, la maestra insuperable en las artes de la pol-tica, siempre atenta a las enseanzas de la realidad.

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    Este ensimismamiento nefasto en el que ha vivido Espaa, el alejamiento de Europa y eldesconocimiento de su espritu cientfico y renovador, debera remediarse de manera inme-diata y por eso Ramn y Cajal se aprest a favorecer los planes en este sentido y a presidirincluso el organismo encargado de promover esas salidas al exterior. Ramn y Cajal conce-da gran importancia a esta renovacin espiritual que vea permanentemente en peligrodadas nuestras tradiciones acadmicas32. Ya muy cerca de su muerte insista en su llama-miento a los profesores para que estuvieran a la altura de lo que Espaa necesita (1944, 211):Inculcadles, sobre todo, los mtodos de estudio, el arte de pensar por cuenta propia, las ideasprcticas, los principios fecundos y luminosos a cuya aplicacin se deben las invencionesindustriales y descubrimientos cientficos.

    Ese idealismo que nos falta, en tantos terrenos, deba fijarse, en primer lugar, en el culto a lapatria (1944, 99): Nos falta el culto de la patria grande. Si Espaa estuviera poblada de fran-ceses e italianos, alemanes o britanos, mis alarmas por el porvenir de Espaa se disiparan.

    La preocupacin poltica de Ramn y Cajal fue profunda y constante, ajena a cualquier sec-tarismo, empeada en ensear la convivencia. Es muy llamativa, por ejemplo, su amplitud demiras completamente ajena a cierto maniquesmo ideolgico o poltico con el que muchosespaoles (progresistas o conservadores) han credo y creen necesario adornarse: lo mismoelogia a Giner de los Ros que a Menndez Pelayo, al Rey que al presidente de la Repblica,a Balmes que a Unamuno.

    Su espaolismo era indudable (1972, 47): Soy, y se es mi orgullo, espaol; espaol quecifra su amor en Espaa. Su crtica a los errores que afeaban la faz de la patria fue constan-te, dura, profunda. Al final de su vida contemplaba, con enorme inquietud, lo que le pare-can, lisa y llanamente, intentos de separacin y de ruptura de la unidad espaola a cargo depolticos vascos y catalanes y de otros polticos, que le parecan irresponsables, que les deja-ban hacer. Su memorial de agravios en este terreno es extenso y se explica porque a lo largode su vida pudo asistir al nacimiento de ese fenmeno que le dejaba estupefacto y que lepareca una mezcla de ingratitud33, ignorancia histrica34 y de cobarda desleal.

    32 (2000, 138): de este pecado capital adolecen, por desgracia, muchas de nuestras oraciones acadmicas; nume-rosas tesis de doctorados, y an no pocos artculos de nuestras revistas profesionales, parecen hechos no connimo de aportar luz a un asunto, sino de lucir la facundia y salir de cualquier modo, y cuanto ms tarde mejor(porque, eso s, lo que no va en doctrina va en latitud), del arduo compromiso de escribir, sin haberse tomado eltrabajo de pensar. Ntese cunto abundan los discursos encabezados con estos ttulos, que parecen inventadospor la pereza misma: Idea general de... en introduccin al estudio de..., Consideraciones generales acerca de...,Juicio critico de las teoras de..., Importancia de la ciencia tal o cual..., ttulos que dan al escritor la incompara-ble ventaja de esquivar la consulta bibliogrfica, despachndose a su gusto en la materia, sin obligarse a tratar afondo y seriamente cosa alguna.33 (1944, 96): Cunta ingratitud tendenciosa alberga el alma primitiva y sugestionable de los secuaces del vacuoy jactancioso Sabino Arana.34 (1944, 96): No me explico este desafecto a Espaa de Catalua y Vasconia. Si recordaran la Historia y juzga-ran imparcialmente a los castellanos, caeran en la cuenta de que su despego carece de fundamento moral, nicabe explicarlo por motivos utilitarios.

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    Precisamente le preocupaba a Ramn y Cajal una correcta enseanza de la historia, limpiade mentiras y de falsas glorias, una historia que pudiese ser estmulo de nuevas empresas(1972, 113): Se necesita volver a escribir la historia de Espaa para limpiarla de todas esasexageraciones con que se agiganta a los ojos de nio el valor y la virtud de la raza.

    Por raros que hoy suenen sus dictmenes sobre la unidad de Espaa y la traicin de vas-cos y catalanes, ese era el sentimiento profundo de Ramn y Cajal y, hay que suponer, deotros muchos espaoles. Algunos de sus puntos de vista gozan hoy todava de plena vigen-cia, como por ejemplo su elogio a los heroicos liberales vascos que luchan en lo que l con-sideraba un feudo vaticanista (1944, 98n) esos grupos heroicos de demcratas liberalesvasconavarros que luchan briosamente contra la supersticin y la tirana intolerables de loscaciques.

    Su sentimiento favorable a la unidad estaba presidido por la doble conviccin de que eraconsecuencia, desleal en todo caso, de la decadencia espaola (un asunto remediable, comoes obvio, para l) y de que, de no ponerle fin, la acelerara hasta lograr la destruccin deEspaa, un pronstico en el que, afortunadamente y, al menos por el momento, se equivo-c35. Por eso su empeo en reunir, en unificar, en armonizar, por decirlo en sus propias pala-bras (1944, 99): Es menester imponer la unidad moral de la pennsula, fundir las disonan-cias y estridores espirituales en una sinfona grandiosa. Ms para ello hace falta el cirujanode hierro de que hablaba Costa.

    Le llamaban la atencin tanto la frialdad de los viejos partidos como la indiferencia de losnuevos y era consciente de que su patriotismo empezaba a ser considerado por estos unareliquia del pasado una antigualla burguesa (1944, 35).

    Sus temores no eran ideolgicos, sino patriticos, espaoles (1944, 12-13): No es que measusten los cambios de rgimen, por radicales que sean, pero me es imposible transigir consentimientos que desembocarn andando el tiempo, si Dios no hace un milagro, en la desin-tegracin de la patria y en la reparticin del territorio nacional. Semejante movimiento cen-trfugo, en momentos en que todas las naciones se recogen en s mismas unificando vigoro-samente sus regiones y creando poderes personales omnipotentes, me parece simplementesuicida. En este respecto, acaso me he mostrado excesivamente apasionado. Srvame deexcusa la viveza de mis convicciones espaolistas, que no veo suficientemente compartidasni por las sectas polticas ms avanzadas, ni por los afiliados ms vehementes a los partidoshistricos.

    En sus primeras memorias recuerda el cario y la hermandad en que fue recibido en tie-rras catalanas cuando tom parte en alguna expedicin de la guerra carlista (1961, 216) yanota: Entonces los laboriosos catalanes amaban a Espaa y a sus soldados!... Despus... noquiero saber por culpa de quin, las cosas parecen haber cambiado.

    35 (1944, 98n): es obvio que tarde o temprano, lograrn los nacionalistas sus propsitos secesionistas, dado quecuentan con imponente mayora en los comicios y la borreguil paciencia de los espaoles unitarios.

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    Ramn y Cajal considera que (1944, 94n) El movimiento desintegrador surgi en 1900 ytuvo por causa principal, aunque no exclusiva, con relacin a Catalua, la prdida irrepara-ble del esplndido mercado colonial. En cuanto a los vascos, proceden por imitacin grega-ria. Resignmonos los idealistas impenitentes a soslayar las races raciales o incompatibilida-des ideolgicas profundas (que no niego en absoluto) para contraernos a motivos prosaicosy circunstanciales.

    En su tercer libro autobiogrfico esboz una propuesta para afrontar esta amenaza sepa-ratista: sus sugerencias fueron muy matizadas, reconociendo que en ellas pesaban ms laexperiencia y el pesimismo del anciano que sus verdaderos sentimientos. Afirm que si le pre-guntaran que hara l ante esa deriva secesionista, henchido de patriotismo exasperado(1944, 101), contestara sin vacilar: la reconquista manu militari, y cueste lo que cueste.Propondra la mxima de Gracin, (contra malicia milicia). Pero en los tiempos aciagos en quevivimos, dos guerras civiles equivaldran a la bancarrota irremediable de Espaa y a la consi-guiente intervencin militar extranjera. Adems una guerra suscita automticamente nuevosconflictos blicos. Fuerza es convenir que la fuerza, aplicada a las pugnas intestinas de unpas, no resuelve nada. Enconara las antipatas y cerrara el paso a soluciones de cordial con-vivencia. En trance de balcanizacin inminente [...] yo, si me asistiera el talento poltico yfuera diputado a Cortes, propondra pura y simplemente la separacin de las regiones rebel-des; separacin amistosa y hasta acompaada de algunas compensaciones fiscales.

    Ramn y Cajal amaba la unin de los espaoles, anhelaba un nuevo pasaje de esplendor,pero ese amor no le hace perder el sentido comn que dicta no estar uncido a quienes noquieren tirar del carro. Parece claro que en esa solucin tan pragmtica y tan a contra sen-tir ha debido verse influida poderosamente por el buen sentido de lo que le dijo un alto dig-natario sueco al que, con ocasin de su viaje a Estocolmo para recibir el Premio Nobel en1906, le manifest la sorpresa con la que se haba acogido en Espaa la separacin pacficade Noruega (1981, 284): el amable interlocutor en vez de deplorar amargamente el hecho,segn yo presuma, limitse a contestar con la sonrisa en los labios: Tontos de remate hubi-ramos sido si, por mantener por la fuerza nuestra unin con el vecino pas, hubiramos des-nivelado nuestro presupuesto en supervit, y suspendido la triunfadora campaa emprendi-da en pro de la cultura general y contra el alcoholismo.

    Su patriotismo era extensivo a todos los hispanohablantes a esas repblicas americanas enlas que vea reproducirse nuestros talentos y nuestras lacras, era, como ya hemos dicho, unpatriotismo de cultura antes que de nacionalidad, por fuerte que fuese su amor por la patriaespaola. Su esperanza estaba en que ese ancho mundo se articulase de un modo razonable,que se apoyase en su unidad de origen para fortalecerse y engrandecerse, una esperanza ins-pirada en el amor, nunca en el odio (1972, 142): fue el amor quien templ y enardeci mivoluntad y adiestr mis manos; pero un amor puro, fervoroso y santo, que todos los espa-oles debiramos sentir, transportados de emocin, como sentimos el amor sagrado de lamadre. Aludo harto lo adivinis al rendimiento y adoracin fanticos a la patria y a la

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    raza, tantas veces tildadas injustamente [...] de incapaces para las altas empresas de la cien-cia.

    La prdida de los ltimos vestigios del imperio espaol a consecuencia de una derrota mili-tar dolorosa y humillante le pareca tambin una oportunidad para apuntalar el patriotismoms necesario, el de la inteligencia, el de la civilizacin y la ciencia (1972, 135): En estos lti-mos luctuosos tiempos la patria se ha achicado; pero vosotros debis decir: A patria chica,alma grande. El territorio de Espaa ha menguado; juremos todos dilatar su geografa morale intelectual.

    En 1905, con motivo del tercer centenario de la publicacin del Quijote, Ramn y Cajal,que tras los doctorados, medallas y reconocimientos de los extranjeros ya era un emblemavivo de lo mejor de Espaa, ahond en el significado de una figura muy unida a las imge-nes de lo espaol y reflexion pormenorizadamente (antes que lo hiciera Ortega y tal vez sinhaber ledo a Unamuno) sobre el valor de la obra cervantina para entender la vida humanay, sobre todo, para la comprensin de la historia y la sociedad espaola.

    Su idea de fondo es que son necesarios tanto Sancho como el caballero andante, pero quees necesario que predomine la soberbia figura moral del idealista, sobre la tendencia ms aras del suelo del escudero. Ramn y Cajal piensa que no han escaseado en el pasado losQuijotes que fueron a Amrica y levantaron un imperio, pero que la sumisin de Espaa a losdesignios de las dinastas extranjeras36 nos ha llenado el pas de Sanchos que ya ni siquieraconocen el refranero. Como Unamuno, pues, recomienda una requijotizacin de Espaa, perosin ser sandamente quijotista (un calificativo que a veces se aplic a si mismo) (1972, 64):Aunque nos duela en el alma reconocerlo, es fuerza reconocer y declarar que a Espaa, fuerade sus pocas ms gloriosas, si le sobraron los Sanchos, le faltaron a menudo los Quijotes.

    Vista la intensidad y consistencia del patriotismo cajaliano cabe pensar que, lejos de serextrao, como se ha subrayado tantas veces37,38, que una figura de su categora haya podi-do surgir en una Espaa aislada, atrasada, con una tradicin cientfica poco brillante, tal vez

    36 (2000, 185 [n 10]): estoy muy cerca de pensar que la independencia espaola acab prcticamente con losReyes Catlicos y el cardenal Cisneros. Despus, con excepcin de algunos perodos de cordura patritica, fuimosa remolque de las ambiciones dinsticas y de las codicias de monarcas que reciban a menudo el santo y sea delas cortes extranjeras.37 Por ejemplo Eccles (1970, 136) dice: Ramn y Cajal, who late last century in Spain (which was completelyunfavourable) and with practically no support at all, became the worlds greatest neuroatomist, building up aworld famous school and making a magnificent scientific contribution that to this day we are still so muchdependent upon. There has so far only been one Ramn y Cajal in the sciences of the nervous system. He exem-plifies a very rare phenomenon; the high level of scientific performance that can be achieved by a genius underunfavourable conditions. 38 Po del Ro Hortega (1990, 424) afirma que los investigadores extranjeros experimentaban una dificultad gran-de en aceptar lo que para ellos pudiera ser una revelacin ms asombrosa, por lo inslita e inesperada, que lospropios descubrimientos del brioso investigador: la de que un espaol acertase a plantear y a resolver mejor quenadie los ms arduos problemas neurolgicos de la poca.

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    Espaa y el patriotismo en la obra de Santiago Ramn y Cajal

    no sea enteramente absurdo afirmar que la obra de Ramn y Cajal slo pudo ser hecha porun espaol, por alguien posedo de un inmenso deseo de fortuna cientfica, de gloria perso-nal, por alguien corrodo como l lo estuvo del injusto pero motivado39 sentimiento de infe-rioridad que deba acompaar a cualquier espaol a consecuencia de nuestra incultura cien-tfica, de nuestro rutinario discurrir sobre meras palabras, de nuestro atraso ensimismado porsiglos de mirar atrs en lugar de mirar hacia delante. Cabe conjeturar que un Ramn y Cajalalemn o francs podra haber realizado parte de los descubrimientos cajalianos (difcilmen-te todos, en cualquier caso40) pero no se habra extenuado sobre el microscopio, tal vez nose habra atrevido a romper las aguas tranquilas del consenso reticularista o habra renun-ciado, como lo hicieron en algn momento (1981, 265) otros tan destacados como su admi-rado Van Gehuchten y el propio Waldeyer (quien introdujo el trmino neurona), a la larga ysingular batalla que se libr en torno a esa decisiva cuestin en la que la razn le acab asis-tiendo al ciento por ciento. Fue, en todo caso, un espaol quien lo hizo y la gloria le acom-paar para siempre.

    Sus compatriotas debemos preguntarnos, para ser dignos de l, que hay detrs de la afir-macin de Ochoa (1981, 14): Es difcil comprender cmo teniendo Espaa un hombre de esanaturaleza, con la escuela que l cre, no haya tenido ms fuerza y haya arraigado ms eneste pas el deseo de hacer investigacin cientfica. Es muy difcil de entender y yo nunca melo he conseguido explicar.

    Tal vez la respuesta se encuentre tambin en palabras de Ramn y Cajal (2000, 106, [n1]):Existen actualmente (en 1923) laboratorios en Espaa tan suntuosamente dotados que losenvidian los sabios ms grandes del extranjero. Y, sin embargo, en aquellos se produce pocoo nada. Es que nuestros ministros y corporaciones docentes se han olvidado de dos cosasimportantes: que no basta declararse investigador para serlo y que los descubrimientos loshacen los hombres y no los aparatos cientficos y las copiosas bibliotecas.

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