Arqueología e Historia del Valle del río San Francisco y zonas vecinas-Jara R

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Calco pintura rupestre en Serranías de Calilegua1SUMARIOPRESENTACIÓN…………………………………………………………3 Primera Parte: ANTECEDENTES ARQUEOLÓGICOS DEL VALLE DEL RÍO SAN FRANCISCO…………….......................................................10 Segunda Parte: LOS INDÍGENAS DEL ORIENTE JUJEÑO EN EL PERÍODO PREHISPÁNICO………………………………………...….41 Tercera Parte: EL CONTROL TERRITORIAL……………… ………62 Cuarta Parte: EL PROGRAMA DE ARQUEOLOGÍA DEL PARQUE NACIONAL CALILEGUA………………………………………………80 Quinta Parte: LA CARTA ARQUE

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Calco pintura rupestre en Serranas de Calilegua

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SUMARIOPRESENTACIN3 Primera Parte: ANTECEDENTES ARQUEOLGICOS DEL VALLE DEL RO SAN FRANCISCO.......................................................10 Segunda Parte: LOS INDGENAS DEL ORIENTE JUJEO EN EL PERODO PREHISPNICO....41 Tercera Parte: EL CONTROL TERRITORIAL 62 Cuarta Parte: EL PROGRAMA DE ARQUEOLOGA DEL PARQUE NACIONAL CALILEGUA80 Quinta Parte: LA CARTA ARQUEOLGICA101 Sexta Parte: HISTORIA DE LA CREACIN DEL PARQUE NACIONAL CALILEGUA...144 GLOSARIO DE TRMINOS ARQUEOLGICOS.178 BIBLIOGRAFA186 ANEXOS201 NDICE..221

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PRESENTACIN El objetivo de este texto es la difusin de los proyectos formulados por el Programa de Arqueologa del Parque Nacional Calilegua (PNC). Este programa se inici en el ao 2007 propiciado por la suscripcin de dos Convenios de Cooperacin y Asistencia Tcnica; el primero de ellos firmado entre la Administracin de Parques Nacionales (APN) y la Municipalidad de Libertador General San Martn, y el segundo entre la APN y el Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (CONICET). La intervencin del Estado (APN, Municipalidad de Libertador General San Martn, CONICET) en el rescate de un pasado regional, seala un fuerte compromiso con la sociedad en el reconocimiento y valoracin de la historia de los pueblos que habitan en el territorio. La necesidad de contar con un espacio fsico donde poder desarrollar tareas especficas propici el reacondicionamiento de una habitacin de los edificios de la Intendencia del PN Calilegua donde se instal una oficina-laboratorio. Este espacio cuenta con el equipamiento necesario para realizar tareas de registro, anlisis y conservacin de material arqueolgico. Por intermedio del Programa de Arqueologa se implement la ejecucin de proyectos de investigacin arqueolgica e histrica de los departamentos Ledesma y Valle Grande, como tambin otros conducentes a la recuperacin de la memoria de ocupacin del Parque Nacional Calilegua y al esclarecimiento de los hechos y circunstancias histricas que dieron lugar a la creacin de ste ltimo. Resulta conveniente destacar que los trabajos no se han circunscripto a la investigacin, sino que adems se lleva adelante tareas relacionados a la conservacin y manejo del Patrimonio Cultural que contemplan la capacitacin y entrenamiento del personal de las reas protegidas, tcnicos y administrativos en cuanto al tratamiento de los Recursos Culturales, a fin de lograr un manejo integrado de los mismos. El Patrimonio Cultural est conformado por las diversas manifestaciones desarrolladas por la actividad humana y sus relaciones con el medio ambiente que las circundan. En jurisdiccin de Parques Nacionales el Patrimonio Cultural comprende el3

conjunto de recursos culturales arqueolgicos, histricos y antropolgicos que se encuentren dentro de las reas protegidas, y el manejo de los mismos se lleva a cabo a travs de planes, programas y proyectos orientados a su conservacin, investigacin y uso pblico. En cuanto a las investigaciones arqueolgicas e histricas si bien se han centrado en los departamentos Ledesma y Valle Grande por ser sta una divisin polticaadministrativa reciente en relacin a la historia de ocupacin del territorio que delimitan, la caracterizacin arqueolgica e histrica que aqu se presenta necesariamente sobrepasa estos lmites, ya que para comprender los procesos que dieron forma a estos departamentos tal como los conocemos hoy es necesario abordarlos y estudiarlos como integrantes de una unidad mayor, a la que podemos entender como provincia de Jujuy, inmersos en una dinmica de relaciones sociales, polticas, econmicas y religiosas que desde siempre excedieron los lmites definidos actualmente. Los escasos trabajos arqueolgicos realizados en ms de un siglo, se pueden explicar atendiendo a razones tales como: grandes extensiones de tierras dedicadas a actividades agrcolas que han modificado sustancialmente el paisaje; imposibilidad de acceso a las fincas privadas, especialmente las que pertenecen a la Empresa Ledesma; inconvenientes de trnsito y visibilidad en lugares donde se ha conservado la selva virgen (vegetacin espesa y/o espinosa, gran cantidad de hojarasca, relieve quebrado, etctera); clima riguroso; inexistencia o mal estado de caminos que entorpecen el traslado de personas y equipamiento a zonas potencialmente interesantes para la investigacin; etctera. Objetivos y metodologa Se ha propuesto revertir la idea de desierto verde que histricamente le fuera atribuida a la regin, construccin que en parte se debe al vaco en la informacin arqueolgica de la zona. En base a esta proposicin uno de los objetivos del Programa de Arqueologa es la conformacin de la Carta Arqueolgica de los departamentos

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Ledesma y Valle Grande. Se pretende que una vez definida, sta se constituya en un elemento que favorezca la deconstruccin del concepto de desierto verde, a la vez que ayude a integrar al Parque Nacional Calilegua en la historia de la ocupacin de la zona y en la puesta en valor de los puestos de ganadera trashumante que forman parte de su pasado. Para la conformacin de esta carta se lleva adelante tareas de prospeccin sistemtica con apoyo en el uso de cartas topogrficas, imgenes, geoposicionadores satelitales (GPS) y fotografa digital. Los sectores ya investigados han sido prospectados predictiva y aleatoriamente, cartografiados y georeferenciados. Los sitios arqueolgicos prehispnicos y las ocupaciones histricas registradas mediante los trabajos de campo fueron geoposicionados, relevados planimtricamente, graficados y fotografiados. Se procedi al muestreo sistemtico de la cultura material presente en la superficie y en los casos que se juzg conveniente se realiz sondeos de verificacin. Las tareas de gabinete consisten en una exhaustiva revisin de los antecedentes bibliogrficos, en el anlisis y sistematizacin de los datos recogidos en los trabajos de campo y en las entrevistas realizadas a pobladores de las localidades vecinas. En el laboratorio se realizan tareas de registro y conservacin del material cultural recuperado en los muestreos (registro fotogrfico, anlisis composicional, remontado y reconstruccin arqueolgica) como as tambin los anlisis tipo-morfolgicos y estilsticos que permiten establecer filiaciones culturales y cronolgicas. Todos los sitios registrados son objeto de un detallado informe de acuerdo a lo que establece la legislacin en cuanto al Manejo de los Recursos Culturales en jurisdiccin de la APN y/o provincial, segn corresponda. En base a los resultados obtenidos en la fase de prospeccin y procesamiento de datos, en el futuro se proyecta profundizar en el estudio de aquellos sitios que se consideren de mayor relevancia cientfica y/o patrimonial, lo que implicar la programacin y ejecucin de excavaciones arqueolgicas.

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Otro de los objetivos fijados se relaciona con la institucin del PN Calilegua e involucra el esclarecimiento de los hechos que propiciaron la creacin del rea protegida, elucidacin que debiera contribuir al cambio del concepto, actualmente generalizado, que se tiene sobre la generosa y difundida donacin de las tierras por parte de la Empresa Ledesma. Esta empresa mantena contratos de arriendo con pobladores del departamento Valle Grande que realizaban prcticas ganaderas de trashumancia como su actividad econmica principal; prctica que se mantuvieron hasta la creacin del rea protegida. Con el cambio de dominio de las tierras sobrevino el desalojo de los puesteros, originndose un conflicto territorial entre el Estado Nacional y los campesinos ganaderos que afectara en forma permanente las relaciones con el Parque. La Creacin del Parque Nacional Calilegua se llev a cabo durante la poca de la Dictadura Militar que se instaur en nuestro pas en el ao 1976. Sin embargo el origen de las negociaciones que culminaron en este acontecimiento es anterior a la dictadura y se remontan al ltimo gobierno democrtico de la dcada del 70. El conocimiento de cuales fueron los verdaderos intereses empresariales y gubernamentales que propiciaron este hecho son de vital importancia para mejorar en la actualidad el entendimiento entre esta Institucin y los pobladores del departamento Valle Grande Organizacin del texto El texto se ha estructurado en seis partes con el fin de ordenar la informacin que se presenta, facilitar al lector la comprensin de los temas abordados y situarlo temporal y espacialmente en la regin de estudio. La informacin presentada en las dos primeras partes es resumida, ya que el objetivo planteado es la divulgacin de las nuevas investigaciones. Sin embargo juzgamos necesario situar en un contexto ms amplio a la zona de estudio y posteriormente introducir al lector a los trabajos generados por el Programa de Arqueologa,

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desarrollados a partir de la Tercera Parte, pudiendo ste profundizar sobre temas de la Primera y Segunda Parte mediante la consulta de las fuentes citadas en la bibliografa. La Primera Parte es una sntesis de los principales antecedentes arqueolgicos del Valle del Ro San Francisco, a partir de los trabajos de investigadores como Serrano (1962), Dougherty (1974, 1975), Fernndez Distel (1988/89, 1994, 1997, 2002), Ortiz (1993, 1998, 2002, 2003) y Kulemeyer (2002) entre otros, que resume los conocimientos que se tenan de la zona de estudio hasta el ao 2007. Esta parte ha sido particularmente orientada a la descripcin del Complejo Agroalfarero San Francisco, por ser considerado la manifestacin cultural arqueolgica representativa de la regin, en razn de que mayormente el material cermico recuperado en los sitios investigados se corresponde con los estilos cermicos adscriptos a esta tradicin alfarera. Creemos que los escasos trabajos arqueolgicos no han favorecido el estudio en profundidad de la zona y por lo tanto no se cuenta con los elementos suficientes para representar otros perodos. Por lo general los hallazgos de sitios arqueolgicos, no han sido producto de investigaciones programadas sino ms bien de situaciones fortuitas que implic la necesidad de realizar rescates arqueolgicos y en algunos casos facilit la investigacin cientfica. Por ejemplo sitios que fueron detectados por obreros o personas involucradas en tareas de construccin, como es el caso de Moralito que fue descubierto cuando se realizaban tareas de remocin de tierra para el tendido del gasoducto Atacama. Otra de las circunstancias que ha favorecido el conocimiento de la existencia de algunos sitios ha sido la contribucin de vecinos o lugareos que ante el ocasional hallazgo de un yacimiento lo pusieron en conocimiento de las autoridades o profesionales en la materia. En esta Primera Parte tambin se describen algunos sitios ubicados hacia el oeste del Valle del Ro San Francisco, por haberse encontrado en ellos material que los investigadores adscribieron a la tradicin San Francisco y se analizan posibles vinculaciones entre stos sitios y los localizados en el Valle del ro homnimo.

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Como ya se seal por el momento no se cuenta con la suficiente informacin como para realizar una caracterizacin de los perodos medio, de desarrollos regionales e inca, por sa razn estos perodos no se encuentran desarrollados en este texto y se contina con el perodo de contacto hispano. Si bien las investigaciones que se vienen realizando han arrojando datos interesantes, particularmente relacionados al perodo de contacto inca, la informacin es aun insuficiente, por lo que en la Cuarta Parte nos limitamos a enumerar y describir brevemente los sitios prospectados y entre los descriptos se encuentran algunos que entendemos estn relacionados a este perodo. La Segunda Parte es una resea histrica sobre los ocloyas, churumatas, tobas, mataguayos, chiriguanos y otros grupos indgenas; que al parecer se encontraban habitando en la zona al momento de la llegada de los espaoles. Esta resea est basada en los trabajos de historiadores como Lorandi (1984, 1980, 1987), Ferreiro (1994), M. Sarasola (2005), Cruz (2006), Sanchez (1990, 1997, 2003) y Sica (1990, 1997, 2008) quienes realizaron sus investigaciones apoyndose en la informacin contenida en crnicas cmo las de Rui Daz de Guzmn (1612), Diego Ruiz (1683), Pedro Lozano (1733, 1754) o Nicols del Techo (1897); los diarios de viajes de exploradores del siglo XVIII, tales como los de Gernimo Matorras (1774) y Fray Francisco Morrillo (1780) o en documentos oficiales: Archivo Histrico de la Provincia de Jujuy, Archivo de Tribunales de Jujuy, etctera. La Tercera Parte es una exgesis bibliogrfica de investigaciones sobre la historia regional, que abordan el proceso de transformacin territorial que se dio a partir del siglo XVII asociado directamente a la fundacin de fuertes, instalacin de reducciones, pueblos de indios y haciendas; cmo y quienes tuvieron acceso a las tierras y la influencia que ejerci el surgimiento y consolidacin de los ingenios azucareros en la conformacin del mapa social y econmico actual. La Cuarta Parte se aboca especficamente al Programa de Arqueologa del Parque Nacional Calilegua, los objetivos fijados por el mismo, las actividades realizadas y los resultados alcanzados. Se desarrolla el proyecto Relevamiento de sitios con posibles manifestaciones arqueolgicas e histricas en el Parque Nacional Calilegua y zonas

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vecinas, uno de los proyectos que dieron inicio a este programa. Fue especialmente formulado con el propsito de recuperar la historia de ocupacin por parte de ganaderos trashumantes antes de la creacin del Parque y ampliar los conocimientos en cuanto a la ubicacin de los restos de los puestos de ganadera de trashumancia ubicados en las tierras que hoy conforman el rea protegida. Para lograrlo, adems de la revisin de los documentos oficiales se llevaron a cabo una serie de entrevistas a pobladores de la localidad de San Francisco, por ser algunos antiguos ocupantes y otros familiares de los mismos. Fragmentos de estas entrevistas han sido transcriptos en esta Cuarta Parte. La Quinta Parte desarrolla ntegramente a los trabajos de investigacin que ha llevado adelante el Programa de Arqueologa y que han permitido dar inicio al desarrollo de la Carta Arqueolgica mediante el registro histrico y arqueolgico de los departamentos Ledesma y Valle Grande. Aqu se describen brevemente los sitios relevados y el material cultural identificado en los mismos; inclusive los que corresponden a las ocupaciones histricas (puesto de trashumancia) del Parque Nacional Calilegua. Se exponen los logros y las conclusiones a las que se ha arribado de acuerdo a los resultados obtenidos hasta el momento. La Sexta Parte es una revisin de los hechos histricos que promovieron la creacin del PNC. Las circunstancias polticas y econmicas y los conflictos gremiales que influyeron decisivamente a nivel empresarial y gubernamental en la firma del acuerdo que convertira parte de la Finca San Lorenzo, propiedad de Ledesma SAAI, en el nico Parque Nacional de Argentina con una explotacin petrolera dentro de sus lmites. Para situarnos en la realidad social de la dcada del 70 (oficialmente el parque fue creado el 19 de julio de 1979) se ha recurrido a los diarios de sa poca que ilustran elocuentemente la situacin por la que atravesaba la regin y el pas.

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Primera Parte: ANTECEDENTES ARQUEOLGICOS DEL VALLE DEL RO SAN FRANCISCO INTRODUCCIN El poblamiento de la provincia de Jujuy (y del noroeste argentino en general) se habra iniciado con la llegada de grupos nmades cazadores-recolectores hace aproximadamente 11.000 aos antes del presente (Cremonte, 2003). Al respecto Muscio (1999) propone que para el rea ubicada por debajo del Altiplano puneo los primeros procesos de expansin de la colonizacin humana habran sido en sentido Norte-Sur, Este-Oeste, constituyndose la Cordillera de los Andes en una barrera biogeogrfica, y por lo tanto se habran conformado poblaciones aloptricas (mecanismo por el cual una especie origina otra u otras especies en reas diferentes debido al aislamiento geogrfico. Lgicamente Muscio se refire a una alopatra tnica) a uno y otro lado de la misma. Posteriormente y favorecidos por el mejoramiento de las condiciones medioambientales el flujo poblacional habra sido multidireccional. Los registros ms tempranos, obtenidos hasta el momento, sobre estas poblaciones colonizadoras, se recuperaron de las excavaciones realizadas en cuevas de quebradas que comunican la Quebrada de Humahuaca con la Puna (Inca Cueva, Huaichichocana, Pintoscayoc). Los restos de la cultura material (armas, herramientas, cestera) indican que se trataba de grupos mviles que cazaban camlidos, crvidos y roedores y recolectaban races, bulbos, leguminosas y gramneas, y que adems obtenan bienes de otros ambientes (mar, selva y chaco) como resultado de sus desplazamientos. Estos desplazamientos habran sido generados por la oferta estacional de determinados recursos (frutos, semillas), el aprovechamiento oportunista de piezas de caza y por las variaciones climticas que podran haber afectado la productividad del ambiente (Muscio, 1999).

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Alrededor de 4.000 aos atrs, estos grupos iniciaron un proceso de transformacin que les permitira un mejor aprovechamiento de los recursos naturales disponibles, proceso que se manifestara mediante el manejo de los primeros cultivos de especies silvestres domesticadas de maz, man, papa oca, poroto, aj y calabaza (Muscio, 2001; Lorandi y Ottonello, 1987), y con el mantenimiento de camlidos en cautiverio (Yacobaccio, 1994). El registro arqueolgico de Huachichocana, Cueva III, e Inca Cueva 7, para el momento que citamos, incluye, adems de las evidencias de domesticacin de especies de flora y fauna, recursos de las tierras bajas, principalmente de la Selva y el Chaco (caas, semillas de cebil, maderas duras, plumas de aves tropicales, cueros de lagartos, huesos de tapir), pero tambin de la costa del Pacfico (conchas marinas) (Fernndez Distel, 1974; Lorandi y Ottonello, 1987) El acceso a estos bienes debi haber sido mediante el manejo de redes de interaccin, que conformaron un complejo sistema de intercambio (Muscio, 2001), en el que participaron grupos asentados en ambientes alejados como las llanuras chaqueas. Gradualmente los grupos desarrollaran una economa basada en actividades agrcolas y pastoriles (3.000 aos atrs), que favoreci la adopcin de hbitos sedentarios, la incorporacin de la metalurgia, la cermica y la construccin de viviendas, directamente vinculadas a las reas de explotacin agrcola (cultivos de papa y maz) y ganadera (pastoreo de llamas), que posteriormente conformaran las primeras aldeas (Cremonte, 2003). Si bien esta sucesin temporal se realiz en base al registro arqueolgico de cuevas de la puna, en trminos generales es aplicada para toda la provincia de Jujuy, hasta tanto nuevos hallazgos, en se u otros ambientes, permitan a los investigadores contar con otras evidencias que contrasten o refuercen lo formulado sobre la colonizacin humana de la regin. Es tambin importante destacar que dentro de la periodizacin cermica de la provincia de Jujuy las cermicas ms tempranas (Sitio Abra de los Morteros: 3.460 110 AP = 1.510 aC - Fernndez Distel, 1994) fueron identificadas en el rea surandina (Boman, 1903) y conformaron un estilo que dio en llamarse Tradicin San Francisco

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(Serrano, 1962) aludiendo al valle donde se hicieron los primeros hallazgos. En consecuencia se propuso que eran caractersticas de las tierras bajas. Sin embargo y a medida que el registro arqueolgico de la provincia se fue ampliando, este estilo cermico evidenci una dispersin espacial ms amplia, (tierras bajas bolivianas) en sitios localizados fuera del rea nuclear propuesta por Dougherty (1975a) y localizados en otros ambientes (Quebrada de Humahuaca). Inferimos que estos nuevos registros llevarn a replantear los actuales conceptos definidos, en cuanto al origen, dinmica de dispersin y antigedad, para este estilo cermico. Ambiente y recursos de selva Segn Cabrera (1976) en el territorio jujeo se identifican cinco regiones fitogeogrficas que ha dado en llamar provincias, y que de oeste a este son: la Altoandina, la Punea, de la Prepuna, de las Yungas y la Chaquea. Nuestro inters se centra en la provincia de las Yungas, tambin conocida como Selva Tucumano-Boliviana, que se desarrolla sobre la vertiente oriental de las Sierras Subandinas, y comprende una angosta faja de masas boscosas, que ingresan a Argentina desde Bolivia, por el norte de Salta y el este de Jujuy. Estas sierras constituidas por una serie de cordones montaosos que de oeste a este reciben los nombres de Zenta, Calilegua, Santa Brbara, Centinela, Maz Gordo y Lumbrera, con alturas entre los 2000 y 5000 msnm, se encuentran separadas en dos grupos por el amplio y llano valle del ro San Francisco, nacido de la confluencia de los ros Grande de San Pedro y Lavayn, que en su derrotero hacia el ro Bermejo (Salta) recibe, en Jujuy, las aguas de numerosos afluentes como el Ro Negro, Ledesma, San Lorenzo, Sora , Los Berros y Piedras. El clima de las Yungas es subtropical, registrndose una temperatura media anual de 17 C, con estacin seca y ocasionales heladas en el invierno. Las precipitaciones se producen en el verano con valores promedio entre los 800 y 1500 mm anuales. Siendo una formacin de montaa, la variacin altitudinal es un importante factor en la composicin florstica de la selva, diferenciada en cuatro pisos ecolgicos: selva

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pedemontana (400 700 msnm), selva montana (700 1.200 msnm), bosque montano (1.200 2.500 msnm) y pastizal de altura (2.500 - 3.000 msnm) (Cabrera, 1976). Cada uno de estos pisos presenta, adems de las diferencias topogrficas muy marcadas, condiciones climticas especficas y una gran variedad de especies vegetales y animales representativas para cada uno de ellos. En el pasado los grupos humanos asentados en la selva desarrollaron un tipo de agricultura itinerante conocida con el nombre de roza y quema o tumba y quema, que consista en talar y quemar un pequeo sector de selva y, sobre la parcela resultante, realizar la siembra de diferentes especies, entre las que se destacaron variedades de maz, papas y cucurbitceas. Al cabo de algunos aos la parcela se vuelve improductiva debido a la degradacin de la capa frtil, originada, entre otros factores, por la erosin causada por las abundantes lluvias de la regin, entonces la parcela es abandonada y se busca un nuevo lugar donde aplicar la misma tcnica. En algunos casos, dependiendo de las caractersticas edafolgicas de la tierra los rastrojos, nombre que se le da a las parcelas abandonas, pueden volver a ser utilizados una vez cumplido el ciclo de descanso (entre 10 y 20 aos) (Ardn Meja, 1993; Ramadori, 1995). Asimismo en las zonas altas (por encima de los 2.500 msnm) encontramos abundancia de pasturas aptas para el desarrollo de la ganadera de camlidos, que posterior a la llegada de los espaoles se viera reemplazada por la ganadera vacuna. (Ventura, 2007; Moritan y Brown, 2007; Hilgert, 2007). Por otro lado las selvas ofrecieron a los grupos que la habitaron una amplia gama de recursos naturales y minerales de inters econmico (maderas y caas macizas, frutos, mieles, carne, cueros, plantas medicinales) y suntuario (plumas, platas tintreas, sustancias alucingenas y entegenas, pieles de animales) (ver Tabla I) que utilizaron para consumo propio y como bienes de intercambio con grupos asentados en ambientes vecinos, de los que obtenan sal, conchas marinas, variedad de frutos y rocas para la fabricacin de armas y herramientas (principalmente obsidianas y basaltos), entre otros (Albeck, 2000).

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La riqueza en recursos y su posicin articuladora entre los ambientes vecinos de puna, quebrada y chaco, fueron componentes claves en el desarrollo de estas sociedades (Albeck, 2000). El Complejo Agroalfarero San Francisco En el extenso territorio conformado por el valle del ro San Francisco, se desarroll el Complejo Agroalfarero San Francisco, tambin llamado Tradicin San Francisco, conocido fundamentalmente a travs de restos cermicos, en tanto que las condiciones climticas de la zona, altas temperaturas e intensas precipitaciones, no favorecen la conservacin de materiales orgnicos (maderas, huesos, semillas, tejidos) que por esta razn se encuentran pobremente representados en el registro arqueolgico. Las primeras noticias de este complejo agroalfarero fueron enunciadas, a principios del siglo XX, por Nordenskild (1903) y Boman (1903-1908). Posteriormente Fock (1960-1961), Serrano (1962), Gonzales (1963), Dougherty (1974a y b -1975a y b), Tarrag (1989), Ventura (1991-1999-2001), Ortiz (1993) y Nez (1994), entre otros, en base a posteriores registros arqueolgicos, formularon sus interpretaciones en cuanto al posible origen de los grupos portadores de estas cermicas, la forma de aprovechamiento de los recursos naturales, el modo de ocupacin del espacio, los avances tecnolgicos en la produccin de la cermica, armas y herramientas, la inhumacin de sus muertos y las relaciones de intercambio con grupos asentados en otros ambientes. Obviamente estas interpretaciones sern nuevamente revisadas y gradualmente modificadas en base a los resultados de las investigaciones en curso y posteriores; sin embargo y a los efectos de la descripcin de los antecedentes arqueolgicos de la zona, que cmo ya se mencionara es uno de los objetivos de este trabajo, difundiremos los conceptos ms reconocidos hasta el momento y algunas re-interpretaciones menos difundidas, pero no menos importantes, referidas principalmente a los modos de ocupacin del territorio y a la cronologa asignada en cuanto a la perduracin de la Tradicin San Francisco.

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Algunas consideraciones sobre la procedencia y perduracin de los grupos San Francisco A ms de cien aos de las primeras noticias sobre los grupos productores de la cermica San Francisco, que se habran asentado en el valle del ro homnimo, an no se ha llegado a un acuerdo en cuanto al origen de estas poblaciones colonizadoras. En base a estudios comparativos entre esta cermica y otros estilos presentes en la regin, los investigadores han arribado a conclusiones parcialmente compartidas en algn caso y contrapuestas en otro. Existe cierto consenso en cuanto a suponer que estos grupos debieron de haber ingresado por el este, procedentes de la Floresta Atlntica, alrededor del 1.500 a.C (Ortiz, 2003), considerando como un rasgo caracterstico de estas poblaciones el entierro de sus muertos en urnas cermicas (Boman, 1903-1908; Fock, 1960-1961; Rex Gonzalez, 1963). Boman (op.cit.) sugiere que si bien estos grupos habran compartido con los asentados en el rea Calchaqu la costumbre de inhumar a los nios en urnas, la alfarera San Francisco sera cualitativamente inferior a la Calchaqu y propone que estas semejanzas seran producto de influencias ejercidas por ese u otros grupos andinos desde la regin Valliserrana1, pero que en definitiva los grupos San Francisco seran de origen guaran. En general Fock (op.cit.) comparte las apreciaciones en cuanto a la posible influencia de los estilos cermicos de la regin Valliserrana (Condorhuasi, Cienaga, Vaqueras, Candelaria) pero difiere en cuanto al origen de las corrientes colonizadoras, las que supone fueron pre-guaranes que habran ingresado por el este a travs de los ros de la vertiente atlntica (Pilcomayo y Bermejo).

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El rea valliserrana central o simplemente regin valliserrana comprende un conjunto de valles y quebradas situadas entre los 1500 y 3000 metros sobre el nivel del mar que se desarrollan en gran parte de las provincias de Catamarca, La Rioja, norte de San Juan, oeste de Tucumn y el oeste de Salta a lo largo del valle Calchaqu (Gonzlez, 1977)

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Por su parte Rex Gonzalez (op.cit) adhiere a la presuncin sobre el ingreso de grupos provenientes de la floresta tropical pero, para este autor, fueron los grupos San Francisco los que habran influenciado en la regin Valliserrana (Cultura Candelaria en su fase ms temprana), y entre los rasgos que habran introducido estaran los entierros en urnas, las hachas de piedra con cuello y las asas estribo, entre otros. Dougherty tambin encuentra influencias San Francisco en el perodo temprano Valliserrano, pero este investigador sugiere que el surgimiento de los estilos cermicos San Francisco tiene su origen en el altiplnico boliviano (Chullpa-Pampa y Chiripa), lo que luego se reflejara en los estilos de la regin Valliserrana. Es interesante destacar el cuestionamiento formulado por Kulemeyer (et al. 2002) en cuanto al porqu ninguno de los investigadores citados anteriormente, que se pronunciaron sobre los posibles orgenes de los grupos surandinos, buscaron vnculos con la regin valliserrana y no con las tierras bajas de Bolivia o el occidente de Paraguay. La Tradicin San Francisco se presenta entonces como la manifestacin alfarera ms antigua registrada en el territorio argentino (Lorandi y Ottonello, 1987) asociada a contextos cronolgicos muy tempranos, entre el 1200 aC al 700 aC (Ortiz, 1998), aunque existen discrepancias sobre el fechado catalogado como ms temprano, puesto que Fernndez Distel (1994) presenta un fechado con una antigedad de ms de 1500 aC (Abra de los Morteros). En cuanto a su perduracin en el tiempo, en base a los fechados radiocarbnicos que se disponen hasta el momento, se postula que estos grupos habran ocupado el valle del ro San Francisco en forma ininterrumpida por ms de mil aos, entre el 800 aC y el 400 dC (Ortiz y Seldes, 2007). Esta hiptesis permiti, en base a comparaciones de tipos cermicos, plantear posibles conexiones entre este complejo cermico con otros complejos que se desarrollaron en pocas posteriores y en otros ambientes, tales como el de Candelaria en Tucumn, Vaqueras y Las Cuevas en Salta y Angosto Chico Inciso de la Quebrada de Humahuaca. (Lorandi y Ottonello, 1987). Por otro lado debemos mencionar que en la Quebrada de Humahuaca se recuperaron fragmentos San Francisco en un contexto fechado entre el 1280 dC y el

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1480 dC (Cremonte y Garay de Fumagalli, 1995) y posteriormente Ortiz (1998a) refiere haber recuperado cermica de clara filiacin San Francisco asociada a cermica colonial en un sitio cercano a la confluencia de los ros Grande de San Pedro y Lavayn. Estas ltimas contribuciones al conocimiento de las cermicas San Francisco nos lleva a reflexionar sobre los lmites cronolgicos asignados a este complejo como as tambin en los procesos involucrados en su dispersin espacial. Modos de ocupacin del espacio De acuerdo a las investigaciones estamos en presencia de grupos mviles cazadores, recolectores, pescadores y con agricultura incipiente y por lo tanto la localizacin de sus campamentos, el tiempo de permanencia y la posibilidad de rehso de estos campamentos, estara relacionado con la captacin de los recursos necesarios para su supervivencia y con factores climticos. A estos determinantes de movilidad Ortiz (2003) considera que tambin debiera de agregarse factores mitolgicos (como por ejemplo el peregrinaje en bsqueda de la tierra sin mal de los chiriguanos) (Saignes, 1985), polticos (alianzas para la guerra) (Niklison, 1916), de sanidad (malos olores o exceso de basura en los alrededores del rea de habitacin), rituales (la muerte de un pariente o miembro del grupo) y de variabilidad o agotamiento del suelo o de los recursos (agricultura de roza y quema, recoleccin selectiva). En base a estas proposiciones los sitios debieran de reflejar la forma de ocupacin del espacio y la movilidad de estos grupos y por tanto se espera encontrar sitios que pudieran indicar en unos casos asentamientos de uso prolongado, y en otros temporales o de uso casual. En 1994 Graham presenta un modelo de movilidad estacional pensado para grupos agricultores, cazadores y recolectores, con el fin de determinar el tipo de ocupacin, en base a las particularidades de los sitios. En este modelo se basar Ortiz (2003) para realizar una caracterizacin de los sitios registrados hasta se momento. Tenemos entonces sitios residenciales de uso prolongado (con ocupacin permanente a los largo del ao) que se manifiestan en terrenos extensos (de hasta 8 km2)

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con concentracin en superficie de material cultural, particularmente ltico (en especial instrumentos de molienda) y cermico; cercanos a algn ro con rgimen permanente que les asegurara la disponibilidad de agua para la poca seca, les permitiera el aprovechamiento de los recursos de pesca y posiblemente la prctica de agricultura con riego. Estos sitios deberan presentar estructuras de almacenamiento para alimentos; reas definidas, dentro del asentamiento, para la depositacin de los deshechos (basurales) y obras para riego. Para el caso de estructuras habitacionales se esperara encontrar indicios que sugirieran un mayor empleo de energa, en su construccin, que en los sitios de residencia breve o casual. Esto podra manifestarse, por ejemplo, con el uso de piedras en la construccin de las estructuras o como en el caso de Moralito, mediante la profundizacin del terreno que conformara la base de la vivienda que luego se completara con materiales perecederos como ramas y barro amasado (estructuras habitaciones de tipo semipozo o casa pozo). Sin embargo Ortiz, basndose en los trabajos de corte evolucionista de Shiffer y McGuire (1992) entiende que las casas pozo estaran indicando poca inversin de energa en su construccin y que caracterizaran a grupos que cambian de residencia en tiempos relativamente cortos. Sin embargo otros investigadores (Jimnez Jimez, 2006-2007) mencionan que este tipo de estructura podra ser habitada por lapsos de entre 7 y 25 aos, dependiendo del mantenimiento que se le realice. Segn Ortiz los sitios Aguas Negras (Ortiz, 2000), Moralito (Echenique y Kulemeyer, 2003) posiblemente La Manga (Nordenskil, 1903; Boman, 1908; Dougherty, 1975a), El Fuerte (Dougherty et al. 2003) entraran dentro de esta categora. Sitios residenciales breves (con ocupacin estacional) destinados a la captacin de algn recurso especfico. Estos sitios se identificaran en el terreno por una menos concentracin o una menor diversidad de material cermico y ltico. Por ej: Finca Torino y Media Luna (Ortiz, 1997). Sitios de ocupacin corta o espordica para captacin de recursos especficos (con ocupacin transitoria), por ejemplo: Naranjito (Ortiz, 1999) y Los Hornos

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(Fernndez Distel, 1988/1989; Ortiz, 1993-1999). En el ltimo mencionado, los bajos valores de homogeneidad con respecto a la diversidad cermica estaran sugiriendo una utilizacin menos diversificada del espacio y un menor nmero de actividades desarrolladas (Ortiz, 2003). Sitios con estructuras monticulares de funcionalidad indeterminada. Por ej: El Infante (Serrano, 1962; Dougherty, 1975a; Ortiz, 1993-1997) Finca Cachepunco (Ortiz, 1993), y tal vez Finca El Rosario (Pellisero, 1988-1989). Segn Ortiz esta sera para Dougherty la foma tpica de asentamiento para estos grupos y lo que le habra permitido postular una ocupacin sectorizada de la regin relacionada a la obtencin de recursos y a las caractersticas ambientales. Luego esa autora menciona que, lejos de ser una constante los sitios con estructuras monticulares son los menos representados en el registro arqueolgico. Sea de una u otra forma no queda claro cules seran las particularidades de estos sitios. Trnsito casual (no sitios o registro aislado de baja densidad). Cabe aclarar que de acuerdo a la revisin bibliogrfica que hemos realizado se observan ciertas contradicciones en cuanto a asignar un sitio a una categora y en un trabajo posterior asignar el mismo sitio a otra. Si bien suponemos que esto puede deberse a la dinmica de la investigacin, por cuanto nada es definitivo y a medida que se profundiza en el conocimiento de un determinado sitio van surgiendo nuevos elementos que modifican los presupuestos que se tenan hasta se momento, este hecho, ha acarreado no pocos problemas a la hora de realizar esta sntesis. La cermica Por el momento el aspecto mejor estudiado del Complejo Agroalfarero San Francisco o Tradicin San Francisco es su componente cermico. Esto se debe principalmente a que las condiciones ambientales de la regin no favorecen la preservacin de material orgnico, salvo en casos excepcionales, en que stos se

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encuentran en el interior de vasijas que luego fueron enterradas originando la creacin de un microambiente que result apto para la conservacin de su contenido. Ventura (1998) refiere a textiles (Rolandi, 1984-1985), metal (Ventura, 1985) y restos seos hallados en esas circunstancias. Una tradicin alfarera comprende una lnea o varias lneas de desarrollo alfarero aBotelln en forma de tortuga

travs del tiempo y con ciertas constantes

tcnicas y decorativas (Figura 1). Este desarrollo debe poder rastrearse en sucesivos perodos temporales, perodos en los que pueden surgir diferentes estilos cermicos que se harn evidentes dentro de la tradicin. Serrano (1962) fue el primer investigador que realiz una clasificacin de Tradicin San Francisco, determinando dos grandes grupos Arroyo del Medio y El Infante, nombres que adopt de los sitios por l excavados. Posteriormente Dougherty (1975a), revis, modific y ampli el trabajo realizado por Serrano y propuso una nueva clasificacin: San Francisco Pulido y San Francisco Ordinario, que en trminos generales se correspondan con los grupos Arroyo del Medio y El Infante respectivamente. En el ao 1997 Ortiz vuelve sobre la cermica San Francisco clasificndola en siete grupos cermicos, pero bsicamente se mantienen las dos grandes categoras. La primera gran categora se corresponde con el grupo San Francisco Pulido y est integrado por cermicas de coccin reductora, de color gris oscuro a negro, con superficie pulida y decoracin incisa, gravada y pintada, y piezas pulidas sin decoracin. La decoracin incisa se realiz sobre la pasta fresca (pre-coccin) mediante el uso de elementos punzantes de hueso o madera. Los motivos son mayormente geomtricos compuestos por lneas y puntos; incluyen escalonados, aserrados, lneas quebradas, figuras triangulares, romboidales y trapezoidales.

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En la cermica con decoracin pintada se han usado los colores rojo, ante o amarillo y en menor proporcin el negro. Pueden ser piezas con engobe pulido, incisas y pintadas (la pintura se ha usado para rellenar los motivos incisos) o solamente pintadas. Otra de las tcnicas observadas es el modelado y se encuentra presente en asas, apndices adosados a escudillas y vasijas, o en la confeccin de las pipas y colgantes. Los motivos representan figuras animales (sapos, monos, felinos, aves) o humanas. En este grupo predominan las pequeas vasijas para consumir alimentos y servir comida: escudillas, cuencos, platos, vasijas globulares (que no van al fuego, es decir no son utilizadas para cocinar), botellas, botellones. Tambin encontramos pipas de fumar y adornos colgantes. La segunda categora engloba las cermicas San Francisco Ordinario y est integrada por cermicas de coccin oxidante, gruesa y tosca, generalmente de color anaranjado, ocre o castao; con superficies alisadas, con o sin decoracin; vinculadas a actividades culinarias o de almacenamiento. Las tcnicas decorativas ms representadas son el corrugado, las impresiones dactilares, el acanalado inciso o grabado, el mamelonado y las improntas de red u otros objetos. La pintura es escasa pero se pueden observar piezas con un bao amarillento o ante. Tambin est presente el modelado, mayormente representado por caras humanas, adosadas a las paredes de los recipientes. Con esta cermica se elaboraron grandes vasijas usadas como urnas funerarias, como las del Cementerio Arroyo del Medio, o para almacenar alimentos; ollas para cocinar, tapas de ollas, botellones, platos y jarras. La industria ltica El registro arqueolgico de los sitios asignados a los grupos agroalfareros San Francisco presenta gran cantidad de material ltico repartido entre artefactos rudimentarios, con escaso trabajo de formatizacin y mantenimiento y los artefactos tallados y pulidos. Entre los primeros se encuentran percutores, pulidores y lascas. Entre

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los

artefactos

pulidos

se

encuentran

morteros planos y cilndricos, manos de moler, hachas cilndricas con garganta para enmangue, hachas planas, mazas, pipas para fumar y colgantes. Las puntas de proyectil son menos frecuentes, y dada la ausencia deHachas de piedra - Calilegua

restos de talla de esta materia prima se

supone que fueron obtenidas por intercambio. Las hachas pulidas constituyen una industria local. Las materias primas ms frecuentes utilizadas en su fabricacin (rocas baslticas) se presentan en estado natural en los lechos de ros y arroyos locales (Ortiz, 2003). No se conoce con certeza la utilidad de estos instrumentos pero se infiere que pudieron haber servido en la caza, la lucha, la recoleccin de vegetales y el trabajo de la tierra (Kulemeyer y Echenique, 2002). Los morteros planos estaran asociados al procesamiento de sustancias alimenticias (harinas) o para machacar y reducir races, frutos u hojas; en tanto que los morteros cilndricos, mas pequeos, podran haber sido usados para reducir, a una textura ms fina, sustancias como arcillas, pigmentos o minerales en pequeas cantidades (Echenique y Kulemeyer, 2003). Los adornos colgantes y las figurillas y perfiles de piedra con motivos animales y humanos (Fernndez Distel, 1997) constituyen, al igual que las puntas de flecha, hallazgos menos frecuentes. Otro aspecto a considerar se refiere al hallazgo de tres morteros mltiples (Trigo Pampa, Trece Fuentes de Calilegua, Abra de los Moteros) en distintos sectores de selva, que Fernndez Dstel (2002) cataloga como pertenecientes a la Cultura San Francisco y a los que les atribuye funciones de molienda de alimentos o minerales, aunque no descarta posibles funciones rituales. Se trata de grandes bloques ptreos sobre los que se han horadado conjuntos de tacitas o cpulas.Colgante de piedra Museo de Calilegua

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La metalurgia La metalurgia de los grupos San Francisco es un aspecto poco conocido y escasamente representado en el registro arqueolgico de los sitios tempranos detectados hasta el momento. No ocurre lo mismo para pocas ms tardas, a las que se adscriben una importante cantidad de piezas de metal recuperadas de las excavaciones de los cementerios Manuel Elordi (Oran-Salta) y El Talar (Dougherty y Beln, 1979; Ventura, 1985) (Ortiz, 2003). El cobre parece haber sido la principal materia prima, utilizada en la fabricacin de piezas de uso probablemente personal, seguida del oro y la plata. Entre las formas ms comunes se encuentran los llamados brazaletes y anillos. (Gonzles, 1979) (Ortiz, 2003). A diferencia del oro que puede encontrarse en la naturaleza en estado casi puro los otros metales suelen presentarse en diversas combinaciones. El cobre por ejemplo es posible encontrarlo como elemento nativo, como xido y carbonato de cobre (malaquita), o como sulfuro de cobre (calcopirita). Es decir un mismo metal puede obtenerse de diferentes minerales. Conocer el mineral de donde fue extrado el metal es fundamental para reconstruir la tcnica metalrgica empleada, porque, por ejemplo, el mtodo empleado para extraer un metal de un oxido es diferente del usado para extraerlo de un sulfuro. Por otro lado, es posible, en base a estudios mineralgicos identificar qu minerales fueron utilizados para obtener esos metales y determinar su distribucin geogrfica, e incluso establecer el lugar de donde se extrajo la materia prima (Gonzales, 1992) (Angiorama, 2001). El oro, el cobre, el estao y la plata han sido los metales preferidos para la fabricacin de objetos por los grupos prehispnicos de la provincia de Jujuy. En nuestra regin se registran yacimientos de cobre, plata y oro (Catastro minero de Jujuy) aunque se desconoce si los grupos que habitaban el Valle del San Francisco tuvieron los conocimientos metalrgicos necesarios para su explotacin o si pudieron haber integrado alguna de las etapas de la cadena productiva de estos metales (Figura 2).

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Los objetos recuperados en los sitios estudiados podran provenir de puna o quebrada, ambientes a los que estos grupos tuvieron acceso a travs de redes de intercambio (Ortiz, 2003b). Segn Yacobaccio (1999) es posible que pastores puneos haya recurrido a la explotacin y trfico de minerales (oro, estao, plata) requeridos por grupos de otras reas y de esta manera se articularon en una red de intercambio que les permiti acceder a artculos que ellos mismos necesitaban (Angiorama, 2006). Recientemente se han recogido evidencias sobre actividades mineras en las Serranas de Calilegua, al menos para la poca de contacto con los incas. Estas actividades actualmente estn siendo investigadas por el equipo que lleva adelante el programa de arqueologa del PNC. En la zona del cerro Fundicin se han encontrado numerosas minas, un posible molino para mineral y varios tramos de caminos y sendas prehispnicas que comunican las cumbres de estas serranas entre s y que posiblemente se integraban al ya conocido camino inka que una Santa Ana (Humahuaca) con Valle Colorado (Valle Grande). Por otro lado en la documentacin histrica y administrativa de la zona se registra al menos una mina de oro y varias de cobre y plata en los departamentos Valle Grande, Ledesma, San Pedro y Santa Brbara (Angelelli, 1950; Juzgado Administrativo de Minas, 2007). Estructuras de combustin El conocimiento y manejo del fuego le ha permitido al hombre alcanzar importantes avances tecnolgicos, tales como la cermica y la metalurgia. El hombre prehispnico debe haber experimentado con la construccin de diferentes estructuras de combustin hasta haber logrado maximizar cuantitativa y cualitativamente la produccin de los artefactos que necesitaba, ya fueran de uso domstico o ritual, para consumo interno o destinado al intercambio, cermicos o metlicos. La escasez de materiales combustibles convencionales, como la madera y el carbn, que sufrieron grupos asentados en regiones como la puna, puede haber

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favorecido el surgimiento de soluciones ingeniosas, como por ejemplo el aprovechamiento del guano de los animales; pero en la zona de selva donde abundan maderas de todos los tipos, la obtencin de este recurso no fue un problema. Si bien, como se expresara anteriormente los grupos San Francisco, al menos en pocas tempranas, no manejaron las tcnicas metalrgicas, s tuvieron una prolfera produccin alfarera, lo que implic el manejo de toda la cadena productiva cermica, incluido la construccin de hornos y el manejo de las temperaturas de cocimiento. Hornos de diferentes caractersticas han sido registrados en los sitios excavados (Douguerty 1975a; Ortiz 1993, 1999, 2001; Lucas et al. 1997; Soria et al. 2000; Echenique y Kulemeyer, 2003). A modo de ejemplo reproduciremos aqu la descripcin que Echenique y Kulemeyer (2003) realizan de los hornos del sitio Moralito (San Pedro): tienen una planta en forma circular, un cuerpo de forma abovedada y, en la cspide, una abertura circular de 35 centmetros de dimetro. Poseen una altura de 60 a 70 centmetros y en la base un dimetro de 60 centmetros. En un caso se observa una pequea abertura circular que, tal vez, hubiera funcionado como chimenea2. Si bien estos autores no les asignan ningn nombre creemos que podra tratarse de los llamados hornos fogn similares al estudiado por Ortiz (2001) en el sitio Aguas Negras. Ortz tambin menciona la existencia de grandes hornos excavados directamente en tierra a los que llama del tipo campana. Sin embargo en trabajos posteriores reconsidera las funciones de estas estructuras a las que interpreta como estructuras para almacenamiento de alimentos (Ortiz, 2003). Es interesante destacar que en el sitio Media Luna (San Pedro) se hallaron restos seos humanos en el interior de una estructura similar (Ortiz y Seldes, 2007), por lo que consideramos que sigue siendo prematuro asignarles una determinada funcionalidad, al menos hasta que el registro arqueolgico se ample y permita la realizacin de estudios comparativos entre varios sitios.

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ECHENIQUE, M. y KULEMEYER, J. La excavacin arqueolgica de una mancha blanca, el sector M43C en el sitio Moralito, departamento San Pedro, provincia de Jujuy, Repblica Argentina. En: La mitad verde del mundo andino. Investigaciones arqueolgicas en la vertiente oriental de los Andes y las tierras bajas de Bolivia y Argentina. Editado por G. Ortiz y B. Ventura. CREA. Universidad Nacional de Jujuy. 2003. p.111.

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Los enterramientos El tratamiento conferido a los muertos va a depender de las creencias y costumbres de cada pueblo, as es que los investigadores podrn encontrarse con tumbas cuyos restos reflejen complejas prcticas de momificacin, por ejemplo, o bien con cuerpos que sin ms tratamientos han sido directamente depositados en una fosa excavada en la tierra. Como ya expresramos las condiciones ambientales de nuestra zona no favorecen la preservacin de los materiales orgnicos, sin embargo al menos tres tipos diferentes de prcticas mortuorias, es decir las formas en que los gruposRepresentacin de un enterramiento en urna

que la habitaron han dispuesto de los restos de sus muertos, han podido ser registradas. Una de estas prcticas y tambin de los hallazgos ms divulgados es el entierro de nios en urnas cermicas del sitio Arroyo del Medio (departamento Santa Brbara) (Figura 3) (Boman, 1908; Nordenskild, 1903), excavado hace ms de un siglo, y el nico en su tipo registrado hasta el momento para los grupos de la Tradicin San Francisco; aunque cabe mencionar que la inhumacin en urnas es una costumbre tambin practicada por otros grupos selvticos (Candelaria), como por valliserranos (Cinaga, Santa Mara) y chaqueos. El sitio Arroyo del Medio ha sido catalogado como un cementerio de nios. De all se excavaron 4 urnas funerarias conteniendo los huesos de nios de corta edad, (de 0 a 2 aos). Una quinta urna haba sido desenterrada por un lugareo y las huellas de una sexta an se notaban en el terreno al momento de la excavacin. En el interior de cada una de las urnas se encontraron junto con los restos seos varios trozos de carbn, por lo que se propuso que los cadveres haban sido sollamados con carbones ardientes, no quemados, sino parcialmente afectados por el fuego, que a decir de algunos investigadores sera una prctica ritual funeraria propia de esta regin. (Ortiz, 2003)

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En todos los casos el ajuar funerario consisti en cuentas y caparazones de caracoles terrestres y marinos. Asociado a este cementerio, por debajo de las urnas se encontr el esqueleto de un adulto con entierro directo, tambin acompaado de cuentas de caracol. Se ha postulado que los nios en urnas del Cementerio de Arroyo del Medio pudieron haber sido sacrificados, prctica ritual que tambin fuera atribuida a grupos de la cultura Cinaga (Lorandi y Otonello, 1987). Sin embargo debido a que no se han registrado otros hallazgos similares en el Valle de San Francisco, es una suposicin vlida pero no concluyente. Otra de las prcticas mortuorias aludidas es el entierro directo de adultos que fueron registrados por Nordenskild (1903), Dougherty (1974) Lucas et al. (1997) y Ortiz (1999). Todos los adultos presentaban deformacin craneana en alguna de sus variantes, aunque la tabular oblicua pareciera haber sido la ms comn. La deformacin craneana es un rasgo cultural que puede darse tanto en pueblos vivientes como en grupos extintos. Su prctica ha tenido una amplia difusin en las culturas prehispnicas de toda Amrica y puede ser considerada como un adorno o como un signo de pertenencia a un grupo social destacado. Las tcnicas usadas para lograr la deformacin deseada fueron variadas, desde la simple aplicacin de vendajes comprimiendo toda la circunferencia de la cabeza hasta la utilizacin de aparatos en las cunas, y se aplicaban al recin nacido aprovechando la plasticidad de los huesos del crneo. Con respecto al ajuar de los entierros directos es, por lo general, escaso y consiste principalmente en cuentas de collar fabricadas con valvas de caracoles. Si bien, hasta el momento se trata de un caso excepcional, es interesante mencionar que en uno de los entierros de Saladillo Redondo fue hallado en la boca del esqueleto exhumado un tubo confeccionado con un hmero humano, que a decir del autor se asemejaba a una pipa. (Nordenskild, 1903). Finalmente debemos mencionar el entierro registrado en el sitio Media Luna (Ortiz y Seldes, 2007) por tratarse de una modalidad diferente a las mencionadas. En este caso el individuo adulto haba sido colocado en una estructura que en principio fuera

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explicada como un horno tipo campana y luego reinterpretada como un silo. Aparentemente no encontraron ajuar asociado a este enterramiento y no nos queda claro si se trat de un entierro primario o del entierro secundario de los huesos. Sern necesarias mayores investigaciones para dilucidar los interrogantes que se plantean en torno al tratamiento que los grupos San Francisco confirieron a sus muertos, si existieron o no sacrificios de nios o el porqu de las prcticas mortuorias diferenciadas entre los adultos Las plantas sagradas El uso de plantas nativas que por sus propiedades sirvieron para el tratamiento y curacin de enfermedades, as como para la comunicacin con planos sobrenaturales ha sido, y sigue siendo en la actualidad, un recurso fundamental en las sociedades de todo el mundo (Tabla 1). Sin embargo debemos diferenciar las exclusivamente medicinales de las que adems de sus propiedades curativas son consideradas plantas sagradas ya que posibilitan a la persona que las utiliza entrar en un estado de conciencia amplificado (), gracias al cual se modifica la percepcin, y sea a travs de sensaciones corporales, auditivas, visiones, o impactos cognitivos, se puede entrar en contacto con planos o entidades sobrenaturales3 (Llamazares y Sarasola, 2004). A estas plantas sagradas se las ha comenzado a denominar entegenas (que genera a Dios en nuestro interior), en reemplazo de los trminos psicoactivas, psicotrpicas y/oPipa cermica-Moralito, Jujuy

alucingenas, muy difundidos en el mbito acadmico, pero

muy tcnicos, ya que estos remiten particularmente a los efectos que las sustancias provenientes de estas plantas causan sobre el organismo pero no abordan el significado espiritual que, para estas sociedades, conlleva su utilizacin. Particularmente el uso del3

LLAMAZARES, Ana Mara y MARTNEZ SARASOLA, Carlos (editores). Principales Plantas sagradas de Sudamrica. En: El lenguaje de los dioses. Arte, chamanismo y cosmovisin indgena en Sudamrica. Biblios. Buenos Aires. 2004. p. 263.

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trmino alucingeno est cargado de connotaciones negativas ya que nuestra sociedad occidental moderna lo asocia a los efectos derivados del consumo de drogas y a otros semejantes a los que producen ciertas patologas o desordenes mentales. La palabra alucinacin es equiparable a delirio, es decir percibir cosas inexistentes y por lo tanto todo el que alucina es considerado enfermo o alterado (Ruck et al. 1979). Las plantas entegenas fueron, entonces, un elemento ceremonial de gran importancia porque se constituyeron en el nexo que vinculaba el mundo de los humanos con el de los seres sagrados a travs de los chamanes. La informacin obtenida a travs de las investigaciones arqueolgicas indica que los grupos asentados en esta zona consuman Cebil, Tabaco y Coro (gneros Anadenanthera y Nicotiana), seguramente en asociacin a sus ritos religiosos (Prez Golln y Gordillo, 1993). En el caso del Cebil, el polvo obtenido de la molienda de las semillas se fumaba en pipas, se inhalaba por las fosas nasales o se mezclaba con bebidas rituales, pero a juzgar por la cantidad de hallazgos arqueolgicos de pipas cermicas en sitios adscriptos a la Cultura San Francisco, la forma de ingestin ms comn en nuestra regin parece haber sido fumando el polvo, probablemente mezclado con Tabaco. Esta es, por otra parte, la manera en que an lo utilizan algunos grupos indgenas del norte de la Argentina como los wichi y los chiriguano (Llamazares, 2000). Debemos destacar que los grupos pertenecientes a la Cultura San Francisco constituyen el ncleo ms temprano y septentrional en el uso de pipas de cermica (Llamazares, 2000) y el hallazgo de stas ha sido particularmente numeroso en el sitio Moralito (departamento San Pedro).

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LOS SITIOS ARQUEOLGICOS AL OESTE DEL VALLE DEL RO SAN FRANCISCO Como ya se mencionara para comprender los procesos que dieron forma al territorio donde centramos nuestras investigaciones, es necesario estudiarlo teniendo en cuenta todas las posibles relaciones de las que hayan sido partcipes los grupos que lo habitaron. Es por esta razn que se describirn algunos sitios arqueolgicos registrados hacia el oeste del Valle del ro San Francisco, ubicados sobre valles menores, que se vinculan con ste a travs de las cuencas de los ros Valle Grande, Ledesma y Sora, ros que seguramente fueron utilizados como vas de acceso y comunicacin entre los grupos San Francisco y los asentados hacia el oeste. Cuenca del Ro Valle Grande Finca Tolaba. El yacimiento arqueolgico denominado Finca Tolaba se ubica en una zona de chacras adyacente al pueblo de Valle Grande (departamento Valle Grande). En este sitio se registraron restos de construcciones pircadas dispuestas en forma perpendicular a la pendiente formando pequeas terrazas; en otros sectores aparecen alineamientos de piedras que parecen conformar estructuras rectangulares, que al decir de los investigadores que trabajaron en este sitio, no pudieron ser relevadas debido a la baja visibilidad y a las malas condiciones de conservacin (De Feo y Fernndez, 1998). Las piezas de alfarera recuperadas tanto en superficie como en los pozos de sondeo han sido analizadas y de acuerdo a las caractersticas morfolgicas y a la arcilla utilizada se ha concluido que seran de manufactura local con influencias estilsticas de la Quebrada de Humahuaca. En cuanto al material ltico se ha diferenciado dos grupos, uno de manufactura local realizado con materia prima que se encuentra en abundancia en la zona y un segundo grupo compuesto por piezas tambin manufacturadas en el sitio pero con materiales alctonos (obsidiana).

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Morteros de tamaos variados y manos de moler evidenciaran tareas relacionadas a la molienda de semillas cultivadas o recolectadas y posiblemente con el procesamiento de pigmentos minerales utilizados en la manufactura de la cermica. La cantidad de restos seos recuperados pertenecientes principalmente a camlidos estara indicando que estos animales habran formado parte de la dieta alimenticia del grupo aqu asentado. Segn los investigadores este sitio tendra una antigedad de 700 aos y se habra encontrado habitado por colonias especializadas en la obtencin de recursos especficos de la regin de las Yungas, con el objeto de abastecer a comunidades asentadas en la Quebrada de Humahuaca (De Feo y Fernndez, 1998). La Cancha y Finca Apaza Estos dos sitios se encuentran en la localidad de San Francisco (departamento Valle Grande). En ambos sitios se han recuperado fragmentos de alfarera de filiacin quebradea al igual que en Finca Tolaba y presentan un alto grado de perturbacin debido a la actividad humana actual. La presencia de material ltico y restos seos se registr en mnima proporcin (De Feo y Fernndez, 1998). Alero con pinturas rupestres en San Lucas San Lucas es un pequeo poblado ubicado en el lmite occidental del departamento Valle Grande, muy prximo al departamento Tilcara. El sitio arqueolgico es un gran alero que se encuentra a aproximadamente a 1,5 km del poblado. El paredn con pictografas presenta figuras de cndores, aves zancudas, un felino, venados, caravanas de camlidos y personajes humanos. Todas las figuras han sido pintadas utilizando el color blanco y en menor medida el rojo y el negro. En la periferia del alero se producen hallazgos cermicos espordicos y superficiales. El contenido iconogrfico es similar al de otros sitios ubicados en la Quebrada y Puna de Jujuy (Fernndez Distel, 1997).

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El Santuario Inca del Cerro Amarillo Se encuentra ubicado en el Cerro Amarillo. El registro consiste en seis largas plataformas artificiales, emplazadas en la cumbre del cerro, sobre la ladera oeste. Descendiendo 150 m hacia el sur, en una explanada junto al filo del cerro, hay un conjunto de cuatro recintos. Las plataformas fueron construidas mediante slidos muros de contencin de 0,90 m de ancho. El terrapln resultante fue recubierto con grandes lajas. Los muros son dobles, alcanzan hasta los 2,50 m de altura y en dos casos cuentan con estructuras de refuerzo. El tipo de emplazamiento, las plataformas artificiales y el resto de la arquitectura superficial, conllevan al diagnstico de Cerro Amarillo como un Santuario Inca de Altura. Esta filiacin cultural es indudable atendiendo al trabajo de la piedra, el uso de refuerzos en los muros y las analogas de partes arquitectnicas apoyadas en la morfologa del yacimiento. Segn Raffino (1993) estas estructuras podran estar vinculadas a tareas de observacin y vigilancia a cargo de la guarnicin instalada en Pueblito Calilegua, unos 2 km. ms abajo (Raffino, 1993). Respecto al camino para llegar aqu, los arquelogos () [Raffino, Nielsen y Alvis] concluyeron que entre los poblados de San Francisco y Alto Calilegua hay tramos de calzada

incaica, cuidadosamente empedrada y con escalinatas. Desde este ltimo pueblito y hasta la cumbretambin hay algunos indicios. Evidentemente este camino se conectaba con todo un sistema vial que vena desde Humahuaca, pasando por Caspal y Valle Grande 4(Fernndez Distel, 1997). El Pueblito Calilegua Se sita en una hondonada prxima a la cumbre del cordn montaoso de Calilegua, cerca de la base del Cerro Amarillo. El yacimiento est junto a un arroyo de curso estacional y el acceso al mismo se realiza por la ladera occidental de la serrana, dado que la oriental del cerro cae a pique, constituyendo una infranqueable barrera natural. Raffino (1993) concluy que el trazado de este asentamiento constituye un clsico ejemplo de los patrones incaicos de organizacin del espacio5. Consta de una extensa plaza

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FERNNDEZ DISTEL, Alicia Ana. Jujuy Diccionario Arqueolgico. Milor. Salta. Argentina. 1997. p. 41.

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cerrada en dos de sus flancos por un muro semi-perimetral con dos vas de acceso; un tercer lado delimitado por una elevacin formada por un afloramiento grantico; y el cuarto por los propios recintos. En este extremo, el ms prximo al camino de acceso, se destaca un Torren Circular. Las construcciones se distribuyen en dos unidades simples adosadas al muro de la plaza y cuatro formados por varios recintos cada uno. Uno de estos grupos consta de un cerco perimetral con una habitacin en una de sus esquinas y siete collcas en su interior. La mayor parte de los recintos son de pirca doble y planta cuadrangular, observndose claramente las puertas. Aparentemente, los artefactos en superficie son muy escasos, siendo difcil establecerlo con certeza debido a la presencia de un alto pajonal que invade el sitio. Estas estructuras y su directa articulacin con el santuario del Cerro Amarillo, asignan una funcionalidad orientada hacia dos aspectos medulares del Sistema Inca: la ideologa religiosa y la prevencin de cualquier suceso que pudiera afectar su estabilidad. Es as como la construccin de este sitio, estaba destinado a prevenir cualquier ingreso desde el Chaco, a travs de una guarnicin fronteriza. Cabe enfatizar en el trmino prevencin y no defensa por cuanto Pueblito Calilegua carece de arquitectura militar defensiva, pero posee una articulacin directa con Humahuaca6 (Raffino, 1993) lo que acelerara el flujo de informacin desde esta zona a la Quebrada ante cualquier potencial de perturbacin territorial. Cuenca del Ro Ledesma Los sitios que se describen a continuacin se encuentran emplazados en la cuenca superior del ro Corral de Piedra que con distintos nombres, Ocloyas, Caulario, Candelaria y Ledesma desemboca en el ro San Francisco.

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RAFFINO, Rodolfo. Inka: arqueologa, historia y urbanismo del Altiplano Andino. Corregidor, Buenos Aires. 1993. p. 220.6

Ibid., p. 220.

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El Poblado Corresponde al emplazamiento del actual pueblo de Ocloyas, por esa razn no se distingue su instalacin. Los restos arqueolgicos fueron recolectados durante tareas de excavacin para la construccin de la escuela. Se observa abundante material cermico y ltico de filiacin San Francisco (Garay de Fumagalli, 2003). Trigo Pampa Se encuentra ubicado sobre el valle fluvial del arroyo homnimo. No se observan estructuras en superficie, pero se destaca un gran bloque de caliza donde se han tallado varios morteros muy similares a los descriptos para Abra de los Morteros (Fernndez Distel, 1994). Cerca del lugar se encontr material cermico de filiacin San Francisco (Garay de Fumagalli, 2003). Cucho de Ocloyas Los restos se encuentran sobre una superficie aplanada que corona una elevacin del terreno. Se trata de un ncleo habitacional rodeado por un muro perimetral de considerables dimensiones que slo est ausente en sectores donde ha sido visiblemente erosionado. En el interior se detectaron estructuras rectangulares y circulares. Las construcciones son de pircas dobles realizadas con bloques, en muchos casos canteados, que debieron ser transportadas desde el cauce de los ros. El conjunto cermico presenta elementos diagnsticos que indican que el sitio estuvo habitado durante el momento de ocupacin incaica (Garay de Fumagalli, 2003). Cuenca del Ro Sora Trece Fuentes de Calilegua La piedra de las Trece Fuentes se encuentra en una zona plana, entre dos arroyos afluentes del Ro Sora.

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Es un gran bloque de arenisca roja erecto del que se ha desprendido una seccin aplanada que qued apoyada horizontalmente en el piso. Esta faz plana tiene trece horadaciones poco profundas (fuentes) de un dimetro medio de 35 centmetros. El sitio fue estudiado por Alicia Fernndez Distel (2001) quien concluy que se est frente a un exponente de cpulas con finalidad utilitaria (molienda) relacionado con la cultura San Francisco. Consideraciones generales Es importante tener en cuenta que las caractersticas geogrficas de Valle Grande, convierten la zona en una especie de bolsn de difcil acceso. Hacia el oeste se conecta con la Quebrada de Humahuaca a travs de algunos pocos pasos (Abra de Minas, de Mudana, de Yala, de Potreros y de Remate) y hacia el este solo el Abra Grande lo comunica con la llanura chaquea. Sin embargo la presencia de colonias quebradeas se evidenciara en sitios como Finca Tolaba, La Cancha y Finca Apaza. Por otro lado encontramos dos sitios incaicos, Pueblito Calilegua y el Santurario del Cerro Amarillo que tambin habran estado en contacto con la Quebrada de Humahuaca como se evidencia por la presencia de algunos tramos de calzada incaica (Santa Ana Valle Colorado). El paredn con pinturas rupestres de San Lucas, representando caravanas de camlidos, as como la presencia de puntas de proyectil y de lascas de obsidiana en el sitio Finca Tolaba, con un posible origen puneo, contribuyen a sustentar la presencia de caravanas en el rea, que pueden tomarse como un indicador del intercambio a larga distancia. Todo indica que a pesar del aparente aislamiento geogrfico, el contacto entre la zona de Valle Grande con la Quebrada y Puna fue bastante fluido. Posiblemente la configuracin orogrfica, actuando como barrera natural, tuvo mayor relevancia en los contactos intertnicos hacia el valle del San Francisco, hacindolos ms complejos que hacia el oeste (De Feo y Fernndez, 1998).

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Pero por otro lado en la regin meridional de la Quebrada de Humahuaca, las Yungas estn mucho ms cercanas al mbito de prepuna, los fondos de la quebrada no son muy propicios para la agricultura y los valles orientales ofrecen bienes muy preciados por los pueblos andinos (cebil, maderas duras, miel, pieles, plumas, hierbas medicinales), como as tambin, la posibilidad de obtener ciclos de maz anticipado (michca) en relacin con la quebrada. Esto podra haber impulsado a la poblacin meridional de la quebrada a ocupar sectores de las Yungas dentro de un sistema de complementariedad ecolgica que form parte de una esfera muy compleja de interrelaciones tnicas y econmicas (Garay de Fumagalli, 1992 a y b; Otonello y Fumagalli, 1995). En esta zona los pasos hacia el este son ms accesibles que en la zona de Valle Grande. El Cucho o Antigal de Ocloyas permite controlar la va de acceso ms importante desde el este, constituida por el ro Catres-Corral de Piedras (Ledesma), que tiene sus nacientes en la Quebrada de Humahuaca, y que tras recibir distintos afluentes y nombres, lleva directamente al ro San Francisco y por lo tanto a las planicies chaqueas. Este sitio, parece formar parte de un sistema de asentamientos instalados por los Incas en la frontera oriental, que les permitira controlar la entrada de la principal va fluvial hacia el este, ruta principal de los grupos provenientes del Chaco (Garay de Fumagalli, 2003) Asimismo los hallazgos detectados en los sitios El Poblado y Trigo Pampa, confirman que sociedades San Francisco se asentaron ms al oeste de lo que se conoca, en pisos ecolgicos ms altos. El hecho que, en un territorio reducido, se encuentren tres sitios de esta naturaleza y que en uno de ellos, Trigo Pampa, se hallen morteros mltiples de grandes dimensiones, similares a la piedra de las Trece Fuentes de Calilegua, indicara que estas ocupaciones no fueron ocasionales, sino de carcter estable y prolongado (Garay de Fumagalli, 2003; Fernndez Distel, 2002-1997). En sntesis, todo estara indicando que los contactos intertnicos entre grupos del valle de San Francisco y los asentados en regiones de la Quebrada y Puna existieron desde pocas tempranas y se remontaron hasta el momento de la ocupacin incaica. Las

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relaciones entre las tierras altas y las tierras bajas ha sido siempre un tema muy controvertido en la arqueologa sudamericana. Los modelos relacionales que se han propuestos van desde la ocupacin militar hasta el intercambio econmico, pero seguramente todos hayan funcionado, incluso ms de uno a la vez, dependiendo de situaciones geogrficas e histricas determinadas (De Feo y Fernndez, 1998).

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Figura 1: Fragmentos cermicos San Francisco con decoracin

a

b

c

d

e

f

g

h

i

j

k

l

m o

n a-b-e: fragmentos con decoracin corrugada; c: incisa punteada; d-f: incisa lineal; g: con aplicacin de mamelones; h: con aplicacin de mamelones e incisiones; i: con improntas de red; j-k-l-n: decoracin modelada antropomorfa; m: asa con decoracin modelada zoomorfa (rana); o: pintada e incisa.

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Figura 2: Cadena productiva. Tomado de Vargas (2007)

Figura 3. Urnas funerarias de Arroyo del Medio. Tomado de Boman (1903)

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Tabla 1. Inventario de recursos silvestres de las Yungas jujeas

7

7

Tomado de CRUZ, Pablo. Monte Adentro. 2009.

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Segunda Parte: LOS INDGENAS DEL ORIENTE JUJEO EN EL PERODO PREHISPNICO Los registros ms tempranos sobre los indgenas de Jujuy fueron suministrados por los integrantes de las primeras expediciones colonizadoras y luego ms detalladamente por los misioneros religiosos que acompaaron desde muy temprano el proceso de colonizacin y conquista. No es el propsito de este trabajo realizar una descripcin de todos y cada uno de los grupos indgenas nombrados en las fuentes y en los trabajos de historiadores y etnlogos, sino la de caracterizar en forma concisa las principales parcialidades que habran estado habitando la zona que nos ocupa, al momento de la llegada de los espaoles. Determinar si estos indgenas eran originarios del lugar donde se encontraban habitando al momento que fueron citados en los documentos histricos sigue siendo objeto de investigacin ya que tanto los Incas con el sistema de mitimaes, como los espaoles con las encomiendas y reducciones de indios, trasladaban y re-localizaban grupos indgenas de acuerdo a las necesidades de los conquistadores de turno: control territorial, mano de obra especializada, evangelizacin. As es que la documentacin de la poca da cuenta de una trama cultural muy compleja; su estudio y descripcin por parte de los primeros cronistas debi ser complicado si tenemos en cuenta que buena parte del territorio del noroeste era el escenario de luchas intertnicas y de resistencia contra el colonizador europeo y por tanto tardamente pacificado. Como consecuencia la informacin que llega hasta nuestros das est muy sesgada.

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Los Indgenas del pedemonte El pedemonte es la regin conformada sobre el abrupto territorio que desciende desde las alturas de la puna hacia el este. En la provincia de Jujuy el pedemonte se identifica al este de los actuales departamentos de Tumbaya, Tilcara y Humahuaca y en el departamento Valle Grande. Para esta zona y al momento de la entrada de los espaoles se encuentran citados los ocloyas, churumatas, ossas, paipayas y yalas (Sanchez y Sica, 1990). Ocloyas, Churumatas, Osas, Paipayas y Yalas La de los ocloyas parece haber sido una de la parcialidades ms importantes de la zona de Valle Grande (Cruz, 2006). Se sabe que tuvieron una lengua propia de la que el padre Osorio hizo un vocabulario. () Fue el primero en entrar a la provincia del Chaco, y repiti dos veces la expedicin; en la tercera obtuvo la palma del martirio. Aprendi el idioma de los tobas con intento de predicarles. Tambin saba las lenguas tonocot y quichua, y compuso un diccionario de la ocloya. ()8 Para Lorandi (1984) la filiacin de los ocloyas admite dos posibilidades: que fueron una parcialidad de los omahuacas, adhiriendo a lo postulado por Bomn (1908), Tomasini (1933), Salas (1945), Serrano (1946), Canals Frau (1950) y Vergara (1966), trasladados desde tiempos preincaicos para controlar recursos en los valles clidos del Chaco, lo que sera un ejemplo de control de un piso ecolgico diferente ya que () los indios de omaguaca tenan en el valle de ocloyas sus chacras donde siembran su michca () 9; pero de ser as se plantea la incgnita sobre cul fue el vnculo de sujecin de los ocloyas, ya que se sabe que los primeros tenan lengua propia distinta a la de los omahuacas (Sanchez y8

DEL TECHO, Nicols. 1897. Historia de la provincia del Paraguay de la Compaa de Jess. Madrid Librera y Casa Editorial A. de Uribe y Cia. Asuncin del Paraguay. Tomo Quinto, Libro Duodcimo, Cap. XXVIII.9

SANCHEZ, Sandra; SICA, Gabriela. La frontera oriental de Humahuaca y sus relaciones con el Chaco. En Bull. Inst. fr. tudes andines, 19, N 2. 1990. p. 483.

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Sica, 1990). La otra posibilidad es que fueran grupos relocalizados por los Incas, soldados cuya funcin sera la defensa de la frontera del imperio, mientras que osas y paypayas realizaran tareas agrcolas y ganaderas y los gaypetes (fraccin de los ossas o paypayas) estaban encargados de la extraccin y el trabajo de minerales (Sanchez y Sica, 1990). Sotelo de Narvez en 1582 habla de los ocloyas y dice () los indios estn en una tierra fragosa que llaman Ocloya tierra de mucho oro, a las vertientes de la cual est la gente que hemos dicho del ro Bermejo. Esta gente de Ocloya como diez leguas del valle; es gente del Per, confina con otra gente que llaman los Tobas, ()10 Para los tiempos prehispnicos los investigadores ubican a los ocloyas, churumatas, osas y paipayas dispersos en los valles de las serranas de Zenta (Sanchez y Sica, 1990; Ventura, 2009). Escribe Carrizo (1935) que en 1582 Sotelo Narvez al referirse a la ciudad de Salta dice: Estar este valle de Salta del valle de Calchaqui como doce leguas y el de Xuxuy estar como otras quince, Valle es de poca gente, pero muy apacible, y que tiene dos ros, el uno grande y de pescado, cazas y lo de ms que los otros, los indios estn en una tierra fragosa que llaman Ocloya ()11. En otro apartado el autor menciona que () Segn las Ordenanzas de Alfaro estas tribus eran de tierras altas y fragosas, identificables con las montaas de Zental y Calilegua ()12. Del Techo (1897) identifica a Sicaya, al noreste de la Quebrada de Humahuaca, como el primer pueblo de los Ocloyas, Por su lado Sanchez y Sica (1990) refieren a ocloyas para el 1593 viviendo en el pueblo de Tecalayso cerca del ro de Zenta al que llaman pueblo viejo o antiguo. Sin embargo Tommasini (1933) y segn un documento de 1638, refiere al primer asentamiento de los ocloyas () de la parte del lado de la Cuesta Larga a donde est la piedra con su Cruz en la Cabecera fabrica de los antecesores..esquina de la pea de Calilegua con su nombre llamado Soraite en donde fue el primer pueblo de esta gente ()13 . Segn esta cita Soraite podra ubicarse entre los cerros

10

CARRIZO, Juan Alfonso. Cancionero Popular de Jujuy. Universidad Nacional de Tucumn. Tucumn. 1935. Captulo III, Ttulo I, II.11

Ibid., Captulo III, Ttulo I, II. Ibid., Captulo III, Ttulo I, II.

12

13

FERREIRO, Juan Pablo. 1994. El Chaco en los Andes. Churumatas, Paypayas, Yalas y Ocloyas en la etnografa del oriente jujeo. En: Poblacin y Sociedad, diciembre 1994. N 2. p.18.

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Fundicin y Amarillo de la Serrana de Calilegua, o al pie de ellos donde se encuentra el sitio Pueblito referido por Raffino (1993). Asimismo es importante destacar que en las Serranas de Calilegua, en la zona del Abra Grande que comunica Valle Grande con las tierras bajas orientales, se encuentran las nacientes del ro Sora vocablo que segn Ferreiro (1994) podra guardar alguna relacin con Soraite e interpretarse como Cerro de Soras. Al respecto debemos sealar que los Soras conformaban una de las naciones que los colonizadores espaoles encontraron a su entrada en territorio boliviano y que habran sido mitimaes incas para el trabajo en las minas. Segn Lozano, los churumatas y los yalas se encontraban asentados en un mismo territorio. Asimismo Sanchez y Sica (1990) proponen que el hbitat de los yalas, al momento de la conquista espaola, pudo haber estado en la localidad conocida como Yala de Monte Carmelo, al oriente de Tilcara (Sanchez, 2003). Esta interpretacin tambin fue expuesta por Salas (1945) que ubica esta localidad cerca de los poblados ocloyas de Guispiza y Chicza, al norte de los ros Normenta y Catalde, y al sudoeste de Zenta, camino a Valle Grande. Desde all y en una fecha que no se ha podido determinar fueron trasladados a los alrededores de la laguna de Yala (departamento General Belgrano) (Ferreiro, 1994). Por otro lado Lozano describe los lmites occidentales del Chaco Gualamba diciendo que los ros Normenta, Teculera y Caulami juntos con el Nacas descienden por entre las serranas hacia el oriente, para desaguar en el ro Grande o Bermejo. Esto puede interpretarse como varios ros corriendo paralelos o un mismo cauce que cambia de nombre en algunas secciones o cuando le aporta un afluente (segn Ferreiro Lozano lo entenda como la segunda interpretacin). La zona del ro Normenta (topnimo que se conserva actualmente) fue asiento de los ocloyas, y Teculera o Tuculera el sitio en el cual paipayas y churumatas mantenan contacto entre s. El ro Nacas tambin parece ser asiento de los paipayas segn se desprende de un alegato, presentado en 1671, en un pleito entre Argaarz y Salas y Valdez, en el cual dicen de los paipaya, en se momento asentados en Palpal, que su

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lugar de origen est en las cabeceras del ro Nacas y que tenan sus sementeras en Tuculera y Lormento (Ferreiro, 1994). En base a esta descripcin Ferreiro deduce que el ro Nacas se encuentra cercano al Normenta, entonces cree posible que los paipayas hubieran ocupado la vertiente oriental de la serrana de Zenta o de Calilegua, cerca de los churumatas, y con acceso al Chaco. Salas y Tommasini han consensuado que el ro Normenta histrico (actualmente existe un arroyo Normenta, afluente del ro Candelaria-Ledesma al sudoeste del departamento Ledesma) se encuentra en el departamento de Ledesma, en el extremo sur del departamento Valle Grande, donde actualmente se identifica un ro Tormento o Lormento, y que sera una seccin del ro San Lorenzo que desagua en el San Francisco o Ciancas histrico. Al San Lorenzo tambin desembocan el Ro Negro, el Valle Grande, el arroyo Totorillas y el ro Duraznal o Catalde histrico, por lo tanto interpreta que los ros Nacas, Teculera y Caulani podran ser los actualmente nombrados como Negro, Valle Grande y arroyo Totorilla respectivamente (Ferreiro, 1994). Ventura (1979, 2009) comprob en cercanas del ro San Andrs (serrana de Zenta) la existencia de restos de instalaciones indgenas ubicadas en lugares estratgicos que dominan la visin de los ros, sobre explanadas naturales en faldeos de los cerros y hace alusin al trabajo de Lorandi (1984) donde se menciona que () De los ocloyas, se dice que tenan muchos pueblos de casas redondas y calles bien ordenadas y que no tienen ros sino pozos ()14. Por el momento parece difcil identificar con acierto, a la llegada de los espaoles, el primer asiento de los ocloyas que en razn del sistema de encomiendas sufriran varios traslados hasta el ltimo conocido como el actual pueblo de Ocloyas en el Departamento General Belgrano.

14

OLIVETO, l. Guillermina y VENTURA Beatriz. Dinmicas poblacionales de los Valles Orientales del sur de Bolivia y norte de Argentina, Siglos XV-XVIII. En: Aportes Etnohistricos Y Arqueolgicos Poblacin y Sociedad N 16. 2009. p. 132.

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(historico)

Mapa ubicacin de serranas, ros, pueblos y reducciones mencionados en el texto

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Al igual que los ocloyas, a los churumatas se los sita ocupando el pedemonte jujeo, y para el ao 1595 los espaoles los encomendaron y trasladaron desde su asiento original en el oriente de la Quebrada de Humahuaca hacia los parajes de ro Perico (Ferreiro, 1994) con el fin de evangelizarlos y hacerlos trabajar en las haciendas cercanas a las fundadas ciudades de Jujuy y Salta (Cruz, 2006). Carrizo (1935) haciendo alusin a la captura en Purmamarca de Viltipoco, curaca de los omaguacas, donde este preparaba un alzamiento de ms de diez mil indios de guerra entre los cuales se contaban: Diaguitas, Chichas, Omaguacas, Churumatas, Lules y Apanatas, para asolar Jujuy, Salta, la villa de Nueva Madrid y La Rioja15 dice que, segn lo expresa Juan de Chaves, testigo en las probanzas de mritos de Argaarz, en ese mismo ao de 1595 () con iguales artes prendi Argaars al cacique Laisa general de los indios churumatas e yapanatas que estauan tras de la cordillera de Jujuy e Omaguaca ()16 () al qual despus de preso y a sus capitanes los dio y entreg al capitn Juan Rodrguez su enconmendero 17. Nos parece interesante introducir un tema nuevo en relacin a los churumatas, y es especficamente el del nombre Calilegua. Existe una leyenda muy difundida en la zona sobre un cacique de nombre Calilegua que en la lucha contra los espaoles, ante su inminente captura, se habra inmolado saltando al vaco desde un cerro. La leyenda vara en cuanto a la parcialidad a la que habra pertenecido este cacique, algunos aseguran que se tratara de un cacique toba (Tschamler, 1998) mientras otras versiones sostienen que habra sido chriguano. Por otro lado, algunos autores como Andrs Fidalgo (Vocabulario y Toponimia jujea, 1965) atribuyen un origen quichua a este vocablo y cuyo significado sera mirador de piedra, mientras que Antonio Paleari (1987) refiere a una palabra de origen aimara formada por los vocablos cala y lejhue que significara sesos y piedra respectivamente18.15

CARRIZO, Juan Alfonso. Op.cit., Captulo II, Ttulo III, X. Ibid., Captulo II, Ttulo III, X. Ibid., Captulo III, Ttulo IV, VI. Jujuy Diccionario General. Tomo II. Ediciones Gobierno de la Provincia de Jujuy. Jujuy. 1992.

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Sin embargo, recientemente, durante el proceso de revisin bibliogrfica, hemos encontrado dos artculos (Ferreiro, 1994 y Sica, 2008) que citan el testimonio de () miguel caleleba yndio Churumatas sujeto al cacique laisa () 19 (juicio entre Alonso de Tapia y Juan Rodrguez de Salazar, ao 1629). En este pleito testificaron paipayas y churumatas. Otro de los testimonios fue el de () Don diego Calao cacique del pueblo de Paipaya (...) [f.21 v.] dixo que este testigo conocio al indio lupay churumata en su pueblo de Cinta [Zenta] ques el rio deste mismo nombre donde residian entonces los dichos churumatas()20 hasta que fueron trasladados a Perico por su encomendero Juan Rodrguez de Salazar (Sica, 2008). Las fuentes mencionan a los churumatas viviendo en la zona de las serranas de Zenta o Calilegua. Resulta llamativa la similitud entre los vocablos Calilegua y Caleleba, por cuanto podramos proponer que ambos estn relacionados. Por otro lado Lozano menciona que los churumatas tenan lengua propia (Ferreiro, 1994) as es que cabra la posibilidad de realizar un estudio lexicolgico que permita, en principio, conocer si estamos ante la presencia de vocablos de la lengua churumata, y posteriormente corroborar la existencia de una relacin entre ambos. Los churumatas tambin han generado en los historiadores supuestos que tienen que ver con su origen y su rol dentro de la expansin del Imperio Inca. Salas (1945) sostiene que el primitivo asentamiento de este grupo fue el sur de Bolivia y les atribuye una posible filiacin chicha, posicin compartida por Canals Frau (1953). Por su lado Lorandi (1980) ubica a los churumatas en el valle de Ocloya, junto a ocloyas, chichas y chuis, y plantea la posibilidad de que su origen fuera chaqueo, en tanto que su conducta andinizada21 sera una consecuencia de las funciones que cumplan para los incas (Sanchez y Sica, 1990). Sanchez (2003) sostiene que () el sector oriental de la Quebrada de

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SICA, Gabriela. 2008. f.18 v. ATJ, Pleito entre Rodrguez de Salazar y Alonso de Tapia, 1629, Leg. 89. En: El papel y la memoria. Medios de construccin de los procesos de identificacin local en los pueblos de indios de Jujuy. Siglo XVII.20

Ibid.

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En el sentido de imponrseles elementos culturales de los pueblos andinos como la vestimenta, comida, la manera de explotar los recursos, los dioses y hasta la lengua (Cruz, 2006).

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Humahuaca fue una de las ltimas porciones de la frontera oriental del Tawantinsuyu, poblada por diversos grupos: ocloyas, churumatas, osas, paypayas y chuis, emplazados en calidad de mitimaes, algunos de los cuales pudieron tener vinculacin con el sur de Bolivia.22, y que la calidad de mitimaes que se le otorga a los ocloyas respecto a los omahuacas lo hace extensivo respecto a los osas y paypayas para con los tilcara, de los que, segn sus investigaciones, dependan polticamente. De esta forma tanto omahuacas como tilcaras habran accedido o reforzado su acceso a otro piso ecolgico y sus recursos, a la vez que controlaban el intercambio con los grupos del oriente. Cruz (2006) considera a los churumatas colonos militares que conformaran una larga frontera militar y colonizadora que viene desde el oriente boliviano y llega hasta el sector montaoso del Chaco Occidental 23 y que junto con los yalas, paipayas, yapanatas, tomatas y azamatas integraran una unidad lingstica y cultural que resulta difcil individualizar por las variadas relaciones de intercambio y hostilidades que sostuvieron con las tribus vecinas del Chaco, a lo que hay que sumar las indefiniciones sobre el tipo de dependencia que mantuvieron con los omahuacas y tilcaras. Respecto a los rasgos culturales de las parcialidades mencionadas, Cruz (2006) seala que hay menos referencias histricas sobre el tema, pero que como algunos autores adhieren a la filiacin chicha de estos pueblos se les podra atribuir sus caractersticas culturales. Acerca de la vestimenta, los cronistas la comparan con la de los llamados orejones, entendiendo entonces que el uso de los uncus debi ser comn. Dice Lozano que los churumatas estaban en un valle que nace en la cordillera del Per en la vertiente del chaco y que labran minas de plata de cuyo metal forman su ajuar y hacen adornos para sus mujeres y los hombres chimapas, penachos y pillos para bailar al uso del inga [inca]. Los chichas orejones que viven en dicho valle, junto con los churumatas, son indios que ocupaban los emperadores ingas [incas] en las minas y conquista de la cordillera (Lozano, 1754) (Sanchez y Sica, 1990). Carrizo (1935) haciendo alusin a las costumbres de los indgenas de Jujuy y de22

SANCHEZ, Sandra. Un viaje entre la historia y la memoria: los ossa jujeos. En: Anuario de Estudios Americanos. Tomo LX, 1. 2003. p. 44.23

CRUZ, Enrique Normando. Historia de Jujuy Perodo Indgena. Universidad Nacional de Jujuy.2006. p. 58.

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los valles del sur y del naciente remite a Lizrraga () Fray Reginaldo de Lizrraga, que como vimos anduvo en la regin en 1600, dice hablando de los calchaques: El vestido es como el de los omaguacas y chichas; los indios, con manto y camiseta; las indias, unas camisetas largas hasta los tobillos; no hay ms vestidos. Es posible que este traje, que no es sino el unco, haya sido tambin el de los jujuys, osas y paipayas ()24 y en otro prrafo dice Probablemente estos indios seran agricultores y cultivaran pequeas parcelas con maz y quinua, pues el clima y el suelo se prestan para ello25. Sobre los orejones debemos aclarar que stos podan ser incas o bien miembros de privilegio de otros grupos tnicos que trabaron con los incas relaciones de alianza y que tenan puestos de importancia en el control y administracin de los territorios sometidos. Los servicios de los orejones se recompensaban con ropas tejidas con la lana de los carneros de la tierra (llamas), plumas, alhajas de oro y plata y mujeres (Oliveto y Ventura, 2009). En cuanto al idioma, siguiendo a Carrizo (1935), dice De