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Arqueología y Prehistoria del
Interior Peninsular
01
2014
SARPI 01
Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular
Publicación Anual: 2014 ISSN: 2341-2496 Dirección: Primitiva Bueno Ramírez (UAH) Subdirección: Rosa Barroso (UAH) Consejo editorial: Manuel Alcaraz (Universidad de Alca-lá); José Mª Barco (Universidad de Alcalá); Cristina de Juana (Universidad de Alcalá); Mª Ángeles Lancharro (Universidad de Alcalá); Estibaliz Polo (Universidad de Alcalá); Antonio Vázquez (Universidad de Alcalá); Pie-dad Villanueva (Universidad de Alcalá) . Comité Asesor: Rodrigo de Balbín (Prehistoria-UAH); Margarita Vallejo (Historia Antigua- UAH); Lauro Olmo (Arqueología- UAH); Leonor Rocha (Arqueología – Uni-versidade de Évora); Enrique Baquedano (MAR); Luc Laporte (Laboratoire d'Anthropologie, Université de Rennes); Laure Salanova (CNRS). Edición: Área de Prehistoria (UAH)
SUMARIO 1.– PREVIO 04-21 Más sobre cronología del Paleolítico cantábrico: Tito Bustillo. Asturias De Balbín Behrmann, Rodrigo y Alcolea González, Javier 2.– ARTICULOS 22– 46 Restos óseos y contextos arqueológicos neanderthales en el Levante y Sur peninsular. Pérez Hernán, Rebeca 47– 63 Inicio al estudio de la piezas de arte mueble finipaleolóticas y azilienses sobre soporte lítico. De Juana Ortín, Cristina 64– 85 Dinámicas de ocupación y transformación del territorio medieval en el Alto Tajo (Guadalajara). Checa Herraiz, Joaquín 86- 108 Sur del Tajo, 1937. Patrimonio de una batalla de la Guerra Civil. Ruiz Casero, Luis Antonio 109- 120 La documentación epistolar como fuente Arqueológica Sánchez Salas, Francisco 121– 142 La Web en la investigación bibliográfica. Una herramienta para el historiador. Barco Belmonte, José María
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INICIO AL ESTUDIO DE LAS PIEZAS DE ARTE
MUEBLE FINIPALEOLITICAS Y AZILIENSES
SOBRE SOPORTE LÍTICO
Cristina de Juana Ortín (1)
Resumen
En este trabajo se presenta una propuesta metodológica y la creación de un catálogo para el estudio
completo de los cantos y placas decoradas, con cronologías de Final del Paleolítico y Aziliense. Los resultados
marcan tendencias claras en la elección del soporte y de la decoración de acuerdo con el periodo, que invitan a
profundizar en su estudio. A partir de este análisis , basado principalmente en la literatura clásica , se pone de
manifiesto la necesidad de un estudio detallado de estas piezas de arte mueble y por lo tanto también de los
contextos de la mismas. Esto nos ayudará a aclarar aspectos de la transición del Paleolítico al Neolítico.
Palabras clave: canto, placa, Aziliense, Paleolítico Final.
Abstract
In this work we present a methodological proposal and the creation of a catalog for the complete study
of decorated rolling stones and tablets, of Final Paleolithic and Azilian chronologies. The results make clear
trends in the choice of support and the decoration according to the time which invites to deepen their study.
From this analysis based mainly on classical literature makes clear the need for a detailed study of these pieces
of furniture art and therefore also of the contexts of the same. This will help us to clarify aspects of Paleolithic-
Neolithic transition.
Key words: rolling stones, tablet, Azilian, Final Paleolithic.
1. Becaria FPU. Área de Prehistoria UAH- [email protected]
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HISTORIOGRAFÍA Y ESTADO DE LA CUESTIÓN
Hasta que en 1895 el arqueólogo francés
Piette dio a conocer los resultados de los estudios
realizados en Mas d´Azil (Francia) no existían teo-
rías o evidencias materiales que sirvieran para pro-
poner una evolución en la transición Paleolítico-
Neolítico que no supusiesen un "corte abrupto"
entre ambos periodos ya bien definidos.
Entre 1909 y 1911, después de los hallaz-
gos en Mas d´Azil, la región cantábrica cobró pro-
tagonismo al convertirse en objeto de estudio del
Instituto de Paleontología Humana de París. Di-
chos trabajos fueron dirigidos por Breuil y Ober-
maier que llevaron a cabo prospecciones y excava-
ciones en Cantabria, mientras Hernández Pacheco
lo hacía en Asturias "integrando esta provincia en
la investigación arqueológica prehistóri-
ca" (Fernández-Tresguerres, 198: 14).
A estos prehistoriadores les siguieron otros
como J. Cabré, C. de la Vega del Sella, etc. incorpo-
rando en poco tiempo numerosos yacimientos
como La Riera, El Valle, El Pendo, Cueva Morín,
etc.
Sin embargo, la información que tenemos
en la actualidad de las piezas halladas en estos
primeros trabajos en la Región Cantábrica resulta
incompleta y desigual, además de poco frecuentes
si en número los comparamos con los cantos fran-
ceses. Obermaier, en El Hombre fósil, ya nos dice
que "los cantos pintados son hasta la fecha rarísi-
mos en España, dado el clima humedísimo de Can-
tabria, opuesto a su conservación" (Obermaier,
1925: 381).
Las noticias sobre cantos en el Norte penin-
sular comienzan en 1909 cuando Breuil y Ober-
maier intervienen en la cueva de El Valle y en poco
tiempo se sucederán nuevos hallazgos. En 1917, en
La Riera, en el nivel Aziliense, aparecía un canto
con signos pintados y en 1921, en contacto con el
nivel Asturiense de la cueva de Balmorí, se hallaba
un canto similar al del Pindal y otro con señales de
haber sido utilizado como percutor, que en uno de
sus planos presentaba "un dibujo profundamente
inciso" como informa el Conde de la Vega del Sella
(Jordá, 1957: 272).
En 1957 se descubría el guijarro con una
franja de color de la Cueva de El Pindal que fue
atribuido al Aziliense aunque apareció en superfi-
cie durante los trabajos de acondicionamiento de
la cueva (Jordá, 1957: 270).Y así, prácticamente a
modo de cuenta gotas van sumándose sucesivos
descubrimientos de "cantos azilienses".
Entre 1974 y 1990 Juan Fernández-
Tresguerres excavó la Cueva de Los Azules, en
Cangas de Onís, Asturias, dando a conocer el con-
junto de cantos azilienses peninsulares más nume-
roso hasta esa fecha, con una importante decora-
ción en la que se podían distinguir los temas, ade-
más, de encontrarse asociados parte de ellos a un
enterramiento (Fernández-Tresguerres y Junceda,
1995).
En los últimos veinte años nuevos traba-
jos arqueológicos han dado a conocer cantos con
características azilienses pertenecientes a diferen-
tes cronologías y a diferentes ámbitos geográficos
que hacen necesaria una revisión. Hallazgos
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"aziloides" en yacimientos "no Azilienses" como
los cantos puramente azilienses encontrados en
Estebanvela en Segovia (C. Cacho et al, 2001) o en
Levante (Casabó 2004:230), así como placas con
grabados geométricos asociadas a arpones azilien-
ses en León (Neira et al, 2006), proponen intere-
santes elementos de reflexión para una continui-
dad Paleolítico-Epipaleolítico (Bueno et al, 2008).
En marzo del 2012 dábamos inicio a la
tesis Cantos decorados del magdaleniense final y
azilienses de la Península Ibérica dirigida por los
doctores D. Rodrigo de Balbín y Dña. Primitiva
Bueno de la Universidad de Alcalá (Madrid). La
misma tiene como base para su realización la con-
sulta de las piezas in situ, después de que un estu-
dio preliminar, el Trabajo Final de Máster, titulado
Cantos y Placas decoradas finiglaciares en el Norte
de la Península Ibérica, dirigido por la Dra. Primiti-
va Bueno Ramírez, pusiese de manifiesto esta ne-
cesidad.
En este trabajo hemos recogido ciertos
aspectos del Trabajo Final de Máster para resaltar
nuestras líneas de estudio. Dicho TFM fue realiza-
do sobre los cantos y placas decorados, publicados
y conocidos, de la Región Cantábrica.
Elegimos la Región Cantábrica, para co-
menzar nuestro estudio, por ser la que mayor tra-
dición arrastra en el estudio del Magdaleniense
Superior final desde los trabajos de Sanz de Sauto-
la en 1890 (González Sainz, 1989:7) y por el interés
que suscitó algunos paralelismos entre lo hallado
en Mas d´Azil y yacimientos cantábricos. Recorde-
mos que ya en 1909 el Instituto de Paleontología
Humana había mostrado interés por esta región
debido a dichos paralelismos.
El marco cronológico que vamos a abor-
dar aquí, a diferencia del TFM que consideraba
desde el Gravetiense hasta el Neolítico, compren-
de el hiato cultural entre el Magdaleniense y el
Aziliense, por ser de nuestro máximo interés, y va
a contar con los datos ya actualizados, gracias al
estudio directo de las piezas de La Paloma y Los
Azules.
OBJETIVOS
Estudiaremos cantos y placas finiglacia-
res que más allá de los catálogos sobre arte mue-
ble (Barandiarán, 1976; Corchón, 1986) en otros
trabajos solían formar parte de las listas de mate-
riales, no siendo tratados con la atención debida.
Tan sólo hemos podido contar con dos
estudios del ámbito europeo que tratasen en pro-
fundidad lo relativo a los cantos decorados, el que
hiciera Couraud (1985) sobre cantos pintados y el
de D´Errico (1994) sobre cantos grabados, ambos
franceses.
Recientemente, se han realizado estudios
completos que incluyen análisis mediante el em-
pleo de la arqueología experimental sobre cantos
pertenecientes a yacimientos puntuales y que dan
nuevas perspectivas sobre su valoración. Por ejem-
plo, el estudio sobre los cantos de Urtiaga (País
Vasco, España) ha permitido determinar si su de-
coración ha sido anterior o posterior a su función
útil (Ruíz Idarraga y Berganza, 2008). En este sen-
tido queremos destacar el trabajo de T. Aubry y J.
Davide Sampaio (2012) en el que se llevan a cabo
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una serie de experimentos integrados en un cua-
dro metodológico dedicado a reconstruir la técni-
ca empleada sobre un canto, con restos de pig-
mentos conservados y que apareció en asociación
estratigráfica con placas grabadas con motivos
figurativos o geométricos, hallado en la unidad
estratigráfica 4 de Fariseu (Portugal). Ésta se ha
situado en Magdaleniense Final, aunque recientes
trabajos argumentan su contemporaneidad y su
relación cultural con el Aziliense cantábrico, preci-
samente a través de los productos decorados
(Bueno et al. 2007, 2009).
Ante lo interesante que puede resultar
para la prehistoria, y en concreto para el horizon-
te cultural del Epipaleolítico de la Península Ibéri-
ca, una interpretación completa de estas piezas
en un ámbito geográfico mayor, hemos decidido
iniciar un estudio sobre esta cuestión que incluye
además la creación de un catálogo. Dicho catálo-
go englobará los cantos y placas documentados y
publicados, hallados en las comunidades autóno-
mas de Asturias, Cantabria, País Vasco (y Treviño)
y Navarra, con las limitaciones que esto supone
como trataremos más adelante. Para ello nos
hemos basado principalmente en las recopilacio-
nes de arte mueble que hicieron Barandiarán
(1972) y Corchón (1986), y en los trabajos que
recientemente hemos llevado a cabo de docu-
mentación de algunas de las piezas.
Esperamos que nuestro catálogo sea el
principio de trabajos más profundos y amplios,
pues, nuestra intención es crear una base accesi-
ble a toda la comunidad científica, que incluya
datos precisos de las piezas y su lugar de depósito
actual, en aquellos casos en que sea posible. La
libertad de acceso al catálogo permitirá su am-
pliación así como las modificaciones que fuesen
necesarias.
METODOLOGIA
1.– Búsqueda de Información.
Queremos hacer una breve mención so-
bre los métodos de localización de las piezas de
estudio ya que si bien la bibliografía tradicional ha
sido nuestra principal fuente de información, los
recursos en red han sido determinantes para algu-
nas piezas.
Esto se debe a que existen problemas de
diferente índole:
1. La ausencia de descripciones indivi-
dualizadas.
Cuando acudimos a las publicaciones lo
que encontramos son breves referencias en el
apartado de arte mueble de yacimientos que han
tenido gran relevancia por sus restos materiales.
Esas referencias generalmente son descripciones
vagas, de conjunto, poco concretas y casi nunca
acompañadas de imágenes. De tener posibilidad,
lo ideal sería acompañar las descripciones con una
fotografía y un calco realizado adecuadamente.
2. La dispersión de las piezas físicamente
y en la bibliografía.
En la bibliografía tenemos como ejemplo
las piezas de Cueto de la Mina, en Asturias. Cor-
chón (1986) en su trabajo recoge las piezas co-
rrespondientes al Solutrense Superior y Fernán-
dez –Tresguerres (1981) hace referencia a un úni-
co canto Aziliense que no hemos encontrado físi-
camente en los museos consultados y del que no
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hay imagen. Esto obliga a rastrear de forma prácti-
camente individual cada pieza y a tener especial-
mente cuidado con las descripciones.
3. Confusiones en cuanto al número de
piezas.
En la obra de Corchón (1986: 447 y 480) de
gran interés para nosotros, las piezas del yacimien-
to de El Valle aparecen como dos cantos pertene-
cientes al Magdaleniense Superior Final y dos per-
tenecientes al Aziliense. Sin embargo, en la biblio-
grafía clásica (Breuil y Obermaier, 1913:3; Ober-
maier, 1916:170) destaca un sólo canto "pintado de
rojo, negro y amarillo" con manchas de color y no
verdaderos signos azilienses (Obermaier, 1925:172).
Fernández-Tresguerres (1994) habla de un segundo
canto que carecía de manchas amarillas, pero si
rojas y negras, hoy desaparecido. De esta manera
hemos tenido que obviar las consideraciones de
Corchón sobre dichos cantos e incorporar sólo dos
piezas al catálogo.
Aún así, en los trabajos llevados a cabo, en
el mismo yacimiento, por García-Gelabert (2005) se
recuperaron nueve guijarros rodados bien pulidos,
sin decoración, colocados alrededor de las platafor-
mas/soportes de una hoguera, que nosotros en esta
primera recopilación no hemos considerado.
4. La ubicación, en el momento actual, de
las piezas.
Para los dos cantos de El Valle (Rasines,
Ramales, Santander) en la bibliografía encontramos
diferentes ubicaciones. Mientras Corchón (1986) los
localiza en el Museo de Prehistoria de Santander,
en el artículo publicado por Fernández-Tresguerres
(1994) titulado El arte Aziliense se nos informaba de
la desaparición de uno de ellos y de la ubicación del
segundo en el Museo Arqueológico de Madrid, he-
cho este último que hemos podido verificar gracias
a CERES.
Gracias al empleo de DOMUS en los mu-
seos de nuestro interés que participan en CERES
(Red Digital de Colecciones de Museos de España)
hemos accedido a los catálogos de diferentes Mu-
seos y hemos localizado como ejemplos significati-
vos:
El canto Aziliense de la Cueva de El Valle
(Rasines), al que hacíamos referencia, cuyo nú-
mero de inventario es: 1951/37/37/1/1, hallado
por Breuil y Obermaier a principios del s. XX,
del cual también existe foto en el Museo Ar-
queológico de Madrid.
Un canto de la Cueva de Sovilla (San Felices de
Buelna) con el número: DO00031, pertenecien-
tes al Museo de Arqueología y Prehistoria de
Cantabria.
Además, por este método podemos saber
en cada momento dónde se encuentran piezas que
por diferentes motivos hayan salido del museo al
que pertenecen. Hace un par de años, por ejemplo,
podíamos localizar en el Museo de Altamira un can-
to de Los Azules después de que el Museo Arqueo-
lógico de Asturias lo cediera al primero en el 2001.
En la actualidad dicho canto ha vuelto al Museo
Arqueológico de Asturias y por eso no aparece en el
catálogo en Red del Museo de Altamira.
5. Ausencia de imágenes.
En otro orden de búsqueda resulta que
existen cantos o placas que aparecen nombrados en
determinados artículos pero, los cuales no cuentan
con fotografía o calcos de los mismos. Por este mo-
tivo, recurrimos a internet y en ocasiones un blog
particular puede ayudarnos. Es lo que nos ha ocurri-
do con la imagen de la placa de Berroberría. Julio
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Asunción, en su blog: (http://
arqueologianavarra.blogspot.com/2011/06/museo-
de-navarra-epipaleolitico-8500.html) nos informa
de la presencia de esta placa en el museo de Nava-
rra y nos aporta una buena foto. Dicha placa se
nombraba también en: http://
www.cuevasurdax.com/alkerdi.html# pero, en esta
página la fotografía era peor, aunque incluía la des-
cripción de la pieza.
6. Ausencia de la pieza misma.
Hemos decidido tener en cuenta el conjun-
to de piezas que hoy en día conocemos sólo por la
bibliografía pero, que sabemos que han desapareci-
do, que no existen, como el que nombrábamos ha-
ce un momento de El Valle. Así obtendremos valo-
raciones de conjunto aunque somos conscientes de
que de querer ser estrictamente rigurosos quizás se
deberían obviar.
Y por último, están aquellas piezas que a
pesar de saber de su existencia, los grupos de inves-
tigación no las han publicado (y por tanto, no las
podemos incluir) o se publican de forma incomple-
ta porque están en estudio. Por ejemplo, en el catá-
logo de Corchón, de 1986, aparecen piezas de Las
Caldas (S. Juan de Priorio, Oviedo, Asturias) que no
incluían su reproducción gráfica porque se había
preferido posponerla con el fin de “acompañarla del
resto de la industria lítica y ósea de su propio con-
texto industrial” (Corchón, 1986: 356).
Por estos motivos y a pesar de nuestro
esfuerzo por ser lo más minucioso posible, sabemos
que pueden existir ausencias que en poco tiempo
sean subsanadas al completar el catálogo con revi-
siones o con nuevos hallazgos.
Vamos a tener en cuenta todos aquellas
piezas que han sido publicadas, con descripciones
de conjunto o individuales, hayan desaparecido o
no, porque pretendemos obtener “imágenes globa-
les”.
2. La elaboración del catálogo
Las fichas de nuestro catálogo (Fig. 1) han
sido realizadas en FileMaker que es un software de
base de datos, es decir, permite el almacenamiento
sistemático de una serie de datos pertenecientes a
un mismo contexto y su posterior tratamiento.
Además permite la visualización de los
resultados rápidamente, incorporar imágenes como
hemos hecho nosotros y posee herramientas útiles
para personalizar nuestra base en función de las
necesidades de cada momento.
Así, hemos obtenido una base de datos
fácil de subir a internet y que podemos modificar
en función de la información que se quiera incorpo-
rar.
3. Información referente a las piezas:
La ficha de cada pieza consta de los si-
guientes apartados:
Número de inventario.
Pondremos en primer lugar un número asignado
por nosotros (I.G. –inventario general-) y a conti-
nuación el número de inventario que tenía en la
fuente consultada, que coincidirá con la última cita
bibliográfica, o su propio número asignado por el
museo en el que está depositado.
Tipo de pieza: canto, placa, útil o colgante.
ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 01– 2014 53
Hemos decidido diferenciar entre canto, placa o
plaqueta, útil y colgante para clasificar nuestras
piezas decoradas en relación con los soportes que
las constituyen y su funcionalidad. Los cantos ro-
dados corresponden a un volumen de mineral re-
dondeado y/o aplanado como consecuencia de
haber sido transportados, y, por tanto, erosiona-
dos en un medio líquido. Las placas, serían porcio-
nes de rocas de escaso espesor que muestran dos
caras o superficies (según las líneas de fractura-
exfoliación) paralelas y más o menos planas, con
los bordes de la fractura relativamente frescos.
Cuando son demasiado anchas pueden causar
problemas en su orientación, tomándose entonces
la convención de considerar el espesor como el
lateral menor a 1/5 de la longitud máxima. Asimis-
mo, si el eje mayor sobrepasa los 20 cm, estare-
mos ante una placa. (2). Dentro de este grupo
también hemos incluido las piezas que aparecían
descritas como lajas por los autores, ya que por
sus medidas se encuadran bien aquí. Útiles: Lla-
maremos de esta forma a todas las piezas cuyas
publicaciones hagan referencia a su uso. Era habi-
tual emplear cantos en las cadenas operativas
sobre sílex para llevar a cabo desbastes, extrac-
ción de láminas o retoques. También se emplea-
ban en tareas cotidianas como trabajos sobre piel
y hueso con una función de pulidor, además de
como machacadores o moletas para machacar o
pulverizar granos vegetales o colorantes minerales
(Barandiarán, 2001:162). Colgante: Hemos decidi-
do considerar esta denominación puesto que mu-
chos de los cantos o placas que encontramos pre-
sentan perforaciones que indican que pudieron ser
utilizados como colgantes, posiblemente asocia-
dos al adorno personal.
Hay cantos que han sido utilizados para
múltiples propósitos por eso es posible que una
misma pieza venga descrita como útil y como can-
to o placa por lo que señalaremos ambas opcio-
nes.
Características de su hallazgo.
Yacimiento donde fue hallada, localiza-
ción (provincia a la que pertenece), nivel estrati-
gráfico donde fue encontrada la pieza y adscrip-
ción cultural.
Debemos indicar que dentro de nuestra
denominación "Aziliense" se encuadran también
piezas adscritas al Mesolítico pero coincidentes en
cronologías por lo que hemos simplificado la no-
menclatura.
Imagen.
La imagen utilizada pertenecerá a la últi-
ma cita de la bibliografía. Siempre que hemos po-
dido la imagen se corresponde con el calco de la
pieza y en algunos casos la descripción es más
exhaustiva que lo que el calco permite observar.
También, habrá piezas que no tengan imagen por-
que no aparecía en ninguna de las fuentes consul-
tadas, en este caso también lo indicaremos en el
apartado “notas”.
Sólo en casos excepcionales no hemos
contado con los calcos pero, si con las fotografías
tomadas incluso por nosotros mismos.
(2) Las definiciones de cantos rodados y plaquetas están tomados de Sanchidrián, 2008:67; en la misma página citada conti-nua haciendo referencia a los bloques como “una masa informe o irregular de roca de notable peso y volumen” sin embargo nosotros no vamos a considerar esta denominación puesto que no es empleada en las publicaciones consultadas y no hemos tenido posibilidad de verificar las dimensiones de las piezas originales.
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Características decorativas de la pieza.
En este apartado se recoge la información
relativa la técnica, el color (si la pieza fue pintada),
el tema de decoración, la descripción de la pieza y
de la decoración.
Las técnicas:
1. Grabado: Barandiarán en su obra Arte
Mueble Cantábrico (1972) dedicaba un apartado
del capítulo “Técnicas” al grabado. Barandiarán
diferenciaba entre: trazos simples estrechos y so-
meros, trazos simples anchos y profundos, trazos
repetidos, trazos múltiples aislados, trazos múlti-
ples asociados, trazos cortos y técnica
“curvilínea” (conocida en el Magdaleniense pirenai-
co francés), pues, opinaba que era “excesivamente
simple aquella organización de todas las técnicas
de grabado paleolítico en dos categorías: el de tra-
zo fino y el grueso” (Barandiarán, 1972: 254-261).
Sería muy interesante que en la Península
Ibérica se llevaran a cabo más estudios en esta lí-
nea como ya hiciera D´Errico con cantos franceses
y en España I. Barandiarán y A. Cava al analizar las
huellas advertidas en la colección de Aizpea en el
2001.
En nuestro estudio, debemos señalar que
mayoritariamente contamos únicamente con las
descripciones que la bibliografía nos ofrece, que si
bien casi siempre es inexistente, cuando se da, es
incompleta y general. Por este motivo, estamos
trabajando para intentar documentar personal-
mente cada pieza y de esta forma atender a los
tipos de grabado de una manera rigurosa y adecua-
da.
2. Pintura: las técnicas pictóricas también
son utilizadas sobre soportes pétreos. En las piezas
en las que aparecen signos o animales contornea-
dos la pintura se ha aplicado mediante la técnica
del trazo continuo.
Pero, en nuestro catálogo abundan las
piezas que únicamente poseen manchas de color,
seguramente porque fueron utilizadas como ma-
chacadores de ocre. Siguiendo a Couraud (1985)
consideraremos las manchas como tema en nues-
tro estudio.
También hemos tenido presentes las pie-
zas no decoradas, pues, en algunos conjuntos apa-
recen piezas que no tenían restos de representa-
ción artística pero, que tenían características simi-
lares al resto de piezas en cuanto a tamaño y tipo
de soporte. No hay que olvidar que la pintura tiene
peores opciones de conservación y pudo formar
parte en origen de estas piezas.
3. Los colores: hemos decidido separar la
información referente a los colores empleados
cuando la técnica desarrollada es la pictórica por si
hubiera algún tipo de relación entre el color y el
motivo representado o entre el color y el soporte; o
si la relación viniese dada por el área geográfica.
Recordemos que en el conjunto de Los
Azules la mayor parte de los cantos presentan mo-
tivos en negro. Esto contrastaba con las piezas ha-
lladas en otros yacimientos de los Pirineos y más al
norte, donde siempre estaban pintados de rojo y
presentaban un tamaño mayor (Fernández -
Tresguerres, 1994:90).
En nuestro catálogo sólo vamos a encon-
trar tres grandes grupos de pigmentos, los amari-
llos, los rojos y los negros.
4. Temas. Ante la variedad iconográfica de
las representaciones prehistóricas hay autores que
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Fig. 1.– Ficha del catálogo
ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 01– 2014 56
suponen que esa variedad se debe sólo a la
“decoración como mero elemento “geométrico” o
abstracto, mientras que otros aluden a lo real como
símbolo más o menos estilizado o esquemático o
francamente realista” (Barandiarán, 2006: 39).
H. Breuil desarrolló unos argumentos, que
fueron determinantes, “en esta interpretación de
tantos iconos del imaginario como variantes de un
mismo argumento iconográfico”. “Razones de efi-
cacia (ahorro de gestos) y expresivas (conseguir
una simetría decorativa) habrían llevado a los gra-
badores del Magdaleniense avanzado a la plasma-
ción de tantas figuras “degeneradas y estilizadas”.
En esta hipótesis el grafismo “no-
real” (“decorativo”, “geométrico”, “signo”, etc.)
deriva, mediando un proceso de síntesis, del mejor
y más descriptivo imaginario realista. Afecta tal
esquematización a numerosas figuras de seres ani-
mados: cabezas aisladas o cuerpos vistos de frente
(cabras, caballos, bovinos, humanos, etc.), cuerpos
de costado o perfil (bovinos, caballos, serpientes,
peces, etc.) y animales en fila (caballos o cérvi-
dos)” (Barandiarán, 2006: 39).
Nosotros únicamente diferenciaremos
entre:
Temas simples: que englobarán a todos
los tipos de signos (puntos, rayas, cuadriculas,
combinaciones de los anteriores…)
Temas complejos: cuando lo representado
sea claramente figurativo (animales y antropomor-
fos, completos o fragmentados)
Manchas de color
Mixto: vamos a utilizar la definición de
“tema mixto” cuando se producen la coincidencia
de que algunas de las situaciones anteriores se han
dado simultáneamente sobre la misma pieza.
Características líticas de la pieza:
Cualquier posible interpretación sobre la
funcionalidad de los cantos y su valor simbólico
siempre se ha visto limitada principalmente por el
escaso interés mostrado tradicionalmente por va-
lorar arqueológicamente el lugar, disposición y
posibles asociaciones de los mismos en los yaci-
mientos donde fueron hallados. Además, hay que
tener en cuenta que algunos fueron recuperados
fortuitamente sin poder conocer su contexto de
forma precisa que es el caso del canto de El Pindal,
otros han desaparecido a lo largo del tiempo con-
tando únicamente con su descripción o su mención
en publicaciones antiguas, como ocurre con el can-
to de Balmorí que al parecer presentaba una franja
roja, y los más recientes están aún sin publicar.
Al comenzar este trabajo sobre cantos
decorados nuestro objetivo era desarrollar su estu-
dio desde el punto de vista artístico.
Sin embargo, muchas de las piezas que
encontrábamos catalogadas como “arte portátil”
eran útiles, algo común a una amplia generalidad
del arte mueble paleolítico, lo que nos animó a ini-
ciar un proceso nuevo de estudio en el que los ele-
mentos a analizar iban a ser de tipo lítico e indus-
trial (medidas, peso, orientación…).
Estos son los motivos por los que en nues-
tro catálogo decidimos introducir una “sección”
donde se pudiera recoger información para el estu-
dio de los cantos y placas como útiles prehistóricos.
No podemos hacer un estudio sobre las
piezas en concreto, porque nuestro trabajo está
basado en revisiones bibliográficas principalmente,
así que sólo podemos ceñirnos a aquellos datos que
los investigadores, en cada caso, han dejado que
conozcamos. Con la revisión de las piezas directa-
mente que proponemos para estudios futuros es-
ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 01– 2014 57
tas descripciones como útiles se verán enriquecidas
y completadas.
En las fichas de las piezas además de la
materia prima que las constituye, también hemos
considerado sus tamaños. Si las publicaciones hu-
biesen sido más rigurosas, o los estudios de las pie-
zas hubiesen sido hechos más en profundidad, po-
dríamos haber contado con descripciones de hue-
llas de uso o con estudios de las fracturas de las
piezas, que sería muy interesante de considerar.
Así, las dos fuentes de información con las
que podemos contar para relacionar nuestras pie-
zas con su empleo como posibles útiles son: su ma-
teria prima y su tamaño.
En cuanto al tamaño debemos precisar
que el término general de formato de una obra
mobiliar se aplica a tres aspectos de su soporte: su
dimensión absoluta (=tamaño), sus proporciones
(=formato sensu stricto) y la forma de sus campos
(=los planos en los que parece articularse/
combinarse la distribución de los grafismos).
Hay consenso sobre las medidas de míni-
mo/máximo que delimitan su tamaño. Según Leroi
-Gourhan (1972:413) las dimensiones de las plaque-
tas del arte mobiliar varían de algunos centímetros
a varios metros.
A veces, el calificativo de mobiliar ha sido
aplicado a evidencias que no acuerdan bien con tal
concepto: frente a pesos portables sin dificultad
(…) se han incluido piezas con dimensiones y pesos
que hacen difícil su desplazamiento (Barandiarán,
2006:26).
Al principio de la investigación prehistóri-
ca, y por criterios prioritariamente formales (la téc-
nica de ejecución y la forma de expresión de la ima-
gen) se asumió como obra mobiliar alguna que por
su tamaño/peso no lo parece. Los listados de las
colecciones de La Marche, Limeuil y La Madeleine
incluyen muchos fragmentos de rocas (placas y
bloques) demasiado grandes.
Hay que tener en cuenta además, que
unas cuantas obras hoy mobiliarias lo son por acci-
dente sobrevenido de un desprendimiento de algo
que en origen era parietal (y bastante más grande)
o de rotura de una imagen completa mayor (y difí-
cilmente portátil) (Barandiarán, 2006:26-27).
Para poder obtener algo de información
sobre estas piezas que pudiera ser interpretado
desde el punto de vista tecnológico hemos debido
considerar las dimensiones de las piezas.
Si además de contar con el análisis de las
variantes del formato de los soportes pudiéramos
haber contado con la disposición y tipo de sus es-
tigmas, podríamos distinguir si se trataba de reto-
cadores, percutores, molinos, etc. Reconstitucio-
nes experimentales han testado las hipótesis de
funciones de uso (activo o pasivo) de esos cantos
en las cadenas de trabajo de la industria lítica pa-
leolítica (Beaune 1997: 87-118) .
En nuestro catálogo vamos a encontrar
cantos de forma alargada, de sección más o menos
plana o cilíndrica y de dimensiones varias con estig-
mas derivados de empleos diferentes: alisadores-
pulidores con marcas concentradas en los extre-
mos o en los lados del canto, percutores también
marcados en sus extremos y habitualmente con
roturas o frecuentemente esquirlados, retocadores
para el trabajo del sílex (según opinión de H. Breuil)
con pequeñas estrías/saltados en sus extremos,
colgantes, algún posible proyectil, cantos teñidos
de ocre, etc. (Barandiarán, 2001: 162).
Por otro lado, si atendemos a la materia
prima veremos como en el arte mueble es frecuen-
te encontrar piezas sobre una variabilidad de sus-
ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 01– 2014 58
tancias inorgánicas abundantes. En nuestro caso
van a ser abundantes las piezas sobre esquistos,
pizarra, arenisca, cuarcita y caliza.
La diversidad geográfica y cronológica, así
como la diferente calidad de los materiales, por su
materia prima y por la eficacia concreta de las téc-
nicas aplicadas, genera problemas que afectan di-
rectamente a la elaboración de tipologías (Eiroa et
al, 1999:36).
No vamos a elaborar tipologías porque no
es nuestro objetivo, pero, vamos a considerar las
materias primas de los soportes para poder com-
probar tendencias en las aplicaciones de las mis-
mas a nivel artístico o funcional , y su mayor o me-
nor empleo a nivel regional.
Por último, se incluye un apartado para la
bibliografía, donde aparecen las fuentes donde se
citaba dicha pieza y un apartado para notas donde
indicamos en qué lugar se encuentra físicamente la
pieza, y entre paréntesis el año en que se dio esta
noticia, o bien, donde indicamos si la pieza está
desaparecida o no posee imagen.
RESULTADOS
Aunque el catálogo inicial del TFM recogía
información de 36 yacimientos con una suma final
de 271 piezas, para este trabajo al reducir la horqui-
lla cronológica al Magdaleniense y al Aziliense he-
mos analizado 104 piezas procedentes de los si-
guientes 24 yacimientos: Tito Bustillo, El Castillo,
La Paloma, Collubil, El Pendo, El Valle, Atxeta,
Santimamiñe, Lumetxa, Urtiaga, Aitzbitarteiu,
Cueva Oscura de Ania, Los Azules, La Riera, Bal-
morí, El Pindal, Cueva Morín, Cueva de Sovilla,
Mendandia, Berroberría, Forcas, Anton Koba,
Urratxa y Cueto de la Mina.
También señalar que no hemos tenido en
cuenta sólo 6 cantos en el caso de Los Azules, que
son los que aparecen documentados con imágenes
en la bibliografía tradicional, si no la cifra de 15 que
son los que actualmente forman parte de la exposi-
ción permanente del Museo Arqueológico de Astu-
rias y que ya hemos podido estudiar directamente.
Igualmente, los datos que tenemos en cuenta para
el conjunto de La Paloma provienen de el artículo
Fig. 2.- Proporción entre cantos y placas.
ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 01– 2014 59
dado a conocer en las IV Jornadas de Jóvenes In-
vestigadores de la UAH titulado "Aproximación al
estudio del arte mueble en soporte lítico de crono-
logía Magdaleniense- Aziliense en el yacimiento de
La Paloma (Soto de las Regueras, Asturias)" (Juana,
2012) y no de los recogidos en el TFM.
En este conjunto de yacimientos del área
cantábrica que hemos analizado y partiendo de las
limitaciones que nos ha impuesto la bibliografía
tradicional, hemos podido observar como existe
cierta tendencia en la preferencia de los soportes
diferente para cada periodo. Así, mientras la placa
predomina en el magdaleniense, el canto lo hace
en el Aziliense (Fig. 2).
Este hecho se refleja también en la elec-
ción de la materia prima (Fig. 3), es decir, en el
Magdaleniense van a predominar aquellas materias
susceptibles de exfoliaciones laminares que den
lugar a placas como la pizarra, mientras que en el
Aziliense destacan aquellas que en contacto con el
agua favorecen la formación de "cantos rodados":
cuarcita, cuarzo, caliza. En ambos periodos existe
un empleo importante de la arenisca.
A pesar de estos resultados, debemos te-
ner presente por un lado que de un 20% de las pie-
zas analizadas no conocemos la materia prima y
por otro, que es posible que la búsqueda del
"canto" como "fósil guía" en niveles de cronologías
Azilienses nos haya desvirtuado los resultados, ya
que para el Aziliense hemos considerado piezas de
características similares aún sin presentar decora-
ción.
Hemos decidido extraer las piezas que
sabemos pudieron tener una función útil para ver si
existía algún tipo de tendencia. La utilización de
cantos o placas para la elaboración de adornos de
tipo personal como colgantes, en nuestro mues-
treo, únicamente aparece asociado al Magdale-
niense. Como observamos, en la gráfica realizada a
partir de las 42 piezas útiles de nuestro estudio
(Fig. 4), en ambos periodos la utilización de placas
decoradas o no y de cantos decorados es práctica-
mente la misma. Los cantos que no presentan de-
coración destacan en número en periodo Aziliense
pero como decíamos hace un momento recogimos
piezas que por sus características tipométricas y de
materia prima presentaban características simila-
res a las decoradas y por eso las incluimos. Por
ejemplo, los cantos de Mendandia, un grupo de 13
cantos, los más pequeños de 1 cm de diámetro, los
Fig. 3. - Materias primas.
ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 01– 2014 60
mayores entorno a 2 cm, de los cuales es difícil de-
terminar su funcionalidad pero, cabe la posibilidad
de su uso como proyectiles de honda o de útil simi-
lar cuya concentración indica que fueron recogidos
en un momento concreto para un determinado fin.
A pesar de que hubiésemos excluido estos 13 can-
tos del estudio, otros con huellas relacionadas con
la molienda, sin restos de colorante, harían que
siguiese destacando el canto no decorado como
útil.
Por último, vamos a analizar las piezas
decoradas. Como vemos en las gráficas las técnicas
están aparentemente polarizadas entre los dos
periodos en análisis (Fig. 5). Sin embargo, si obser-
vamos los temas, vemos como en el Aziliense pre-
domina la mancha de color haciendo parecer que la
pintura es mayoritariamente utilizada. Como la
mancha de color no implica necesariamente que la
pieza esté decorada, si no en contacto con ambien-
tes donde se utilizaron pigmentos , debemos to-
mar con precaución estos resultados.
Los signos parecen ser el tema que marca
continuidad pues aparecen de forma importante en
ambos momentos. Dentro de los signos hemos
agrupado representaciones en las que podíamos
diferencias temas compuestos por puntos y rayas
fundamentalmente.
Fig. 5. -Técnicas y temas.
Fig. 4. - Tipos de útiles
ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 01– 2014 61
Fig. 6.- Yacimientos con cantos y placas deco-radas de la Región Cantábrica adscritas a cro-nologías Magdaleniense-Aziliense. Las imáge-nes han sido tomadas de Corchón (1986) salvo en los casos en que se especifica lo contrario. Se ha elegido una pieza representativa de cada conjunto cuando ha sido posible.
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CONSIDERACIONES FINALES
Creemos que poder situar nuestras piezas
en su contexto, conociendo bien el modo en que
han sido decoradas y tratadas, en aquellos casos en
los que además tuvieron una función útil, puede
aportarnos nuevos puntos de vista a la hora de in-
terpretar tanto aspectos de la transición del Paleo-
lítico al Neolítico como a clarificar matices que evi-
dencien la continuidad en el periodo Magdalenien-
se Final-Aziliense.
Así, hemos comenzado la búsqueda minu-
ciosa de estas piezas, viendo cuáles están hoy loca-
lizadas y cuáles de ellas se han "perdido" quedando
meras descripciones bibliográficas. Este trabajo va
a ser la base de nuestra Tesis que esperamos apor-
te algo de luz a la interpretación del arte mueble en
nuestro periodo de estudio.
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