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Arnould Clause. Hacia una escuela pluralista Nuñez Cubero , L. Entrevista realizada a Arnould Clause, impulsor de la escuela pluralista, en la que quepan hombres y mujeres procedentes de todos las ideologías. El socialismo constituye la organización de la libertad individual. Además de revitalizar la enseñanza en Bélgica, ha aporta-do una teoría analítica, epistemológica del hecho educativo. Desde una perspectiva histórica- sociológica, revisa los fundamentos sobre los que se ha sustentado y se sustenta la educación y cultura occidental. Profesor emérito de la Universidad de Lieja (Bélgica), fue el fundador del Instituto de Psicología y Ciencias de la Educación de dicha Universidad y —hasta su jubilación— Director del Servicio de Pedagogía General y Metodología. Además de revitalizar la enseñanza en su país, ha aportado, con una singular visión crítica, una teoría ana-lítica, epistemológica, del hecho educativo. Desde una perspectiva histórica-sociológica revi-sa los fundamentos sobre los que se ha sustentado, y en gran medida se sustenta, nuestra educación y cultura occidental. Su análisis cultural y estructuralista le lleva a superar, con sólidos argumentos, tanto las hipótesis idealistas como las materialistas, creando una metodología que prestigiosos pedagogos han identificado como «relativista-funcional». A nivel estrictamente teórico, se suele hablar del «nuevo humanismo de Arnold Clausse», aunque —como el propio autor afirma en esta entrevista— se trata del «humanismo de siempre», el único posible: aquel que coloca al hombre en el centro de toda reflexión educacional y axiológica; ahora bien, contemplado a la luz de las filosofías modernas y teniendo en cuenta los progresos científicos y técnicos de nuestro «momento» histórico. En el terreno de la práctica pedagógica propone un nuevo modelo de, escuela —escuela pluralista— en la que, a través

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Arnould Clause. Hacia una escuela pluralistaNuñez Cubero , L.Entrevista realizada a Arnould Clause, impulsor de la escuela pluralista, en la que quepan hombres y mujeres procedentes de todos las ideologías. El socialismo constituye la organización de la libertad individual. Además de revitalizar la enseñanza en Bélgica, ha aporta-do una teoría analítica, epistemológica del hecho educativo. Desde una perspectiva histórica- sociológica, revisa los fundamentos sobre los que se ha sustentado y se sustenta la educación y cultura occidental.

Profesor emérito de la Universidad de Lieja (Bélgica), fue el fundador del Instituto de Psicología y Ciencias de la Educación de dicha Universidad y —hasta su jubilación— Director del Servicio de Pedagogía General y Metodología. Además de revitalizar la enseñanza en su país, ha aportado, con una singular visión crítica, una teoría ana-lítica, epistemológica, del hecho educativo. Desde una perspectiva histórica-sociológica revi-sa los fundamentos sobre los que se ha sustentado, y en gran medida se sustenta, nuestra educación y cultura occidental.Su análisis cultural y estructuralista le lleva a superar, con sólidos argumentos, tanto las hipótesis idealistas como las materialistas, creando una metodología que prestigiosos pedagogos han identificado como «relativista-funcional». A nivel estrictamente teórico, se suele hablar del «nuevo humanismo de Arnold Clausse», aunque —como el propio autor afirma en esta entrevista— se trata del «humanismo de siempre», el único posible: aquel que coloca al hombre en el centro de toda reflexión educacional y axiológica; ahora bien, contemplado a la luz de las filosofías modernas y teniendo en cuenta los progresos científicos y técnicos de nuestro «momento» histórico.En el terreno de la práctica pedagógica propone un nuevo modelo de, escuela —escuela pluralista— en la que, a través de una acción auténticamente democrática, quepan todos los hombres y mujeres procedentes de todos los horizontes ideológicos, sin distinciones ni privilegios, y cayo fin primordial sea la construcción de una nueva escala de valores éticos, a través de la confrontación leal de las ideas y el respeto mutuo entre los hombres; o, lo que es igual, a través del ejercicio de una libertad responsable. De ahí que para Arnold Clausse el socialismo sea la organización de la libertad individual. C. de P.: La crisis de la educación actual, de la que usted habla frecuentemente en sus obras y artículos, ¿podría expresar una crisis de la pedagogía como ciencia?, ¿o, por el contrario, habría que buscar sus causas en la crisis de valores de la sociedad capitalista occidental?A. C.: No existe ni crisis ni revolución pedagógica; sólo existen revoluciones, simplemente, que afectan a la sociedad e inciden a largo o corto plazo, sobre la pedagogía. La crisis actual de nuestra sociedad es, sin lugar a dudas, una verdadera crisis de civilización. En síntesis, las dos revoluciones industriales que han sacudido al mundo occidental a partir de mediados del siglo XIX conmovieron profundamente las estructuras y las condiciones económicas, sociales, intelectuales y morales de nuestra sociedad tradicional (1). A estos cambios, la pedagogía, o mejor la educación debe dar una respuesta, si no queremos ser

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rebasados por un mundo dominado por un auténtico frenesí de transformaciones que se despliegan según una curva asintótica. La crisis que atraviesa la pedagogía, llena de titubeos, ensayos, confusiones, no es sino la consecuencia y la expresión de un conflicto muy agudo entre las fuerzas reaccionarias y las fuerzas progresistas; son ellas quienes imponen estas transformaciones y las vicisitudes y dificultades que provocan encuentran también su expresión en el dominio educacional.Usted, a lo largo de toda su obra, da una gran importancia a la axiología ¿se puede educar con ausencia de valores, o con valores que nos resultan extraños, importados de otras civilizaciones occidentales?En toda reflexión sobre el problema educacional, la primera premisa debe ser, de orden axiológico. En efecto, toda pedagogía se justifica por su pertinencia en la dinámica general del campo cultural, es decir, del medio histórico donde ella inserta su acción. En otros términos, es muy importante extraer y precisar bien los valores que es preciso promover, es decir, los objetivos que hay que alcanzar. Como dice Durkheim (2): el hombre que la educación realiza en nosotros, no es el hombre abstracto, ideal, una perfección humana vista a través de una filosofía eterna, sino el hombre tal como la sociedad quiere que sea. Esto significa que la educación tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño un cierto numero de estados físicos, intelectuales y morales, es decir, un cierto número de valores sobre los cuales se apoyan la economía general, los estilos de vivir y de pensar, las aspiraciones de un medio histórico determinado. La condición necesaria y previa a toda actividad educativa, es trazar el plan de la obra. De no ser así, seríamos como un albañil que coloca ladrillos sobre ladrillos sin saber lo que construye, si es una casa, un puente, una iglesia...Se ha dicho de usted, de su pensamiento, que inaugura un nuevo humanismo educativo, ¿sobre qué bases se sustenta éste?Brevemente, me gustaría definir lo que se ha dado en llamar mi «nuevo humanismo»: en mi opinión, la cultura de hoy debe renunciar, en su formulación y sus intenciones, a toda referencia infra o supra-humana. Debe considerar al hombre en la plenitud exclusiva de su realidad existencial. El hombre no es la expresión o la realización de no se sabe qué voluntad deliberada fuera de el mismo; o de un plan racional concebido por un ingeniero o arquitecto supremo. El hombre es un azar sin ser una necesidad. Es una historia que se hace, tanto en el plano mental como en el plano somático. El espíritu mismo, del cual parece tener el patrimonio y el privilegio, no es una «naturaleza», una «esencia», sino una función, del mismo modo que la circulación o la respiración. No puede, pues, definirse más que por lo que hace, por lo que aporta de medios o de provecho al organismo viviente. Es la herramienta que ha llegado a ser poco a poco extraordinaria y perfeccionada, por la cual explotamos y medimos el entorno a nuestro provecho en una realización, cada vez mas amplia y más alta, que se llama civilización. Ahora bien, tanto en el plano biológico como en el de la civilización, la historia del hombre se traduce en la conquista de libertades cada vez más numerosas y más grandes. La especificidad humana se define por la libertad. Desde el estadio biológico, el más modesto, hasta el grado social tan complejo en el que hoy nos afirmamos y en el que cumplimos nuestro destino, la historia del hombre es la de una victoria progresiva sobre el medio físico, biológico

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y cultural. Debemos, pues, colocar el fin supremo del hombre en el hombre mismo, es decir, en cada individuo y en todos los individuos sin distinción de raza, sexo o status social. Nuestra ambición debe ser liberar al ser humano de todas las limitaciones que le disminuyan o esclavicen. Y esto no es otra cosa que la democracia, esa opción mayor, ese ideal, esa manera de comprender y explotar la vida, esa voluntad y ese deseo que abarca todos los aspectos de la existencia. La democracia es, pues, la oposición a todos los privilegiados y a los privilegios de toda clase, la lucha contra las alienaciones, las limitaciones, las segregaciones, las ignorancias, los dogmatismos que garantizan el dominio de los favorecidos por la fortuna, por la raza, por la cuna, por el poder económico, o filosófico y moral. La democracia debe permitir al hombre desarrollarse en toda la riqueza de su personalidad, poseer la medida de su propio destino, el poder de afirmarse en la independencia y en la dicha. Así pues, mi humanismo no es nada nuevo; expresa simplemente una de las dos filosofías entre las que el pensamiento humano se debate desde hace siglos (3).En su obra «Hacia una pedagogía racional», se observa que concede una gran importancia al papel que ha desempeñado la Iglesia a lo largo de la historia en la educación de Occidente. ¿Cree que actualmente la Iglesia ha perdido esa hegemonía educativa?La función educativa del sacerdote es válida en la medida en que la Iglesia es aun representativa de las necesidades, aspiraciones y posibilidades de la sociedad; es decir, en la medida en que la concepción religiosa del universo y de la vida expresa, en su moral, su filosofía y la política que de ella dimana, los ideales de una civilización determinada, de la nuestra en particular. Por consiguiente, es completamente fiel a una óptica general que expresa constantes históricas de naturaleza social, moral y política (conservadurismo, fijación doctrinal que responde a una fijación moral y social). La acción educadora de la Iglesia (directa, a través de sus propias escuelas, o indirecta, por la acción que ejerce sobre las escuelas públicas) se adapta, en cierta medida, a las circunstancias: acepta hoy lo que ayer rechazaba. Pero su mayor reivindicación sigue siendo lo que ella llama «la libertad del padre de familia». Ahora bien, esta reivindicación —hecha incluso en nombre de la democracia y de la libertad— es la negación de la libertad democrática. Se trata, en efecto, de la libertad del «grupo», pero en absoluto de la libertad del individuo que el día de mañana será el niño de hoy. Pero ello le permite, a expensas de la colectividad, realizar una enseñanza católica específica con la única ambición de condicionar al niño en el sentido de la doctrina católica. Ahí es donde desempeña la Iglesia plenamente su influencia educativa.El laicismo ha sido, y es —nos atreveríamos a afirmar—, para algunos, sinónimo de «materialismo», de «ateísmo», o de ambos conceptos a la vez: «materialismo ateo». ¿Estos apelativos pueden justificarse históricamente?; ¿o, por el contrario, expresan simplemente la defensa de una clase dirigente, que teme perder sus privilegios ante una nueva concepción del hombre y una nueva planificación de la soledad?¿Qué es para mí la laicidad? Acabo de decir que dos filosofías se enfrentan desde siempre en la historia. Una es aquella que fija al hombre en una situación conforme a un plan racional considerado como inmutable. Adquiere formas muy diferentes, pero siempre recurre a todo un abanico de consideraciones que

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pueden ser religiosas (como en Santo Tomás de Aquino, Bossuet o Juan Pablo II), metafísicas (como en Platón), políticas (como en Mussolini), racistas o biológicas (como en Hitler), económico-sociales (como en Stalin) o ético-morales (como en Franco). Invocan a los valores eternos, los arquetipos, las revelaciones, las «esencias». Tienen en común que no otorgan confianza al hombre y que lo consideran como un perpetuo menor. En el lado opuesto, encontraremos las concepciones que yo llamo laicas, es decir, aquellas que expresan la filosofía humanista de que antes hablaba. Son, por definición, no ateas sino agnósticas, porque quieren reservar la libertad total de los procesos intelectuales. En cuanto a la acusación de materialismo se trata de una concepción que, después de Einstein, no tiene ya ningún sentido. Es preciso sustituirlo por el término de «monista» que expresa la creencia en la unidad del universo, comprendido el hombre. La laicidad se reclama de este monismo.Usted distingue el concepto de civilización del concepto cultural ¿donde sitúa la diferencia fundamental?La civilización es el conjunto de las realidades, de los componentes físicos, intelectuales, morales, que constituyen un «campo cultural» o, si se quiere, el conjunto de los medios de todos los órdenes que explota una sociedad para vivir. Es una realidad objetiva, un «organismo», una estructura viviente cuyos elementos son interdependientes en una casualidad multívoca. La cultura es subjetiva puesto que es la reacción o la actitud comportamental del individuo. Es conocimiento, en primer lugar, comprehensión, apreciación y crítica de lo que es, es decir, de los elementos de la civilización. Para ser claros, se podrían presentar las cosas como sigue: Platón era, sin lugar a dudas, menos civilizado que nosotros, porque la civilización en que vivía era inferior, dispondría de medios mas mediocres que los nuestros, pero estaba más cultivado, tenía una cultura más elevada que usted y que yo, porque su pensamiento dirigía sobre su civilización una mirada más aguda, mas penetrante, y la juzgaba con una mayor lucidez. Puesto que la cultura es actitud reflexiva de la inteligencia y de la sensibilidad ante la realidad, es, por definición, revolucionaria e implica mutación, mientras que la civilización se aferra más a lo heredado.¿De cuál de ambos conceptos se encuentra más próxima la educación?En consecuencia, la educación, que es transmisión de valores de una sociedad, puede ser extraña a la cultura tal como la acabo de definir. Fenómeno de continuidad, puede oponerse a la cultura, fenómeno de juicio, de crítica y, por tanto, de variación. Dicho esto, va de suyo que la distinción entre educación y cultura será tanto más clara, el hiato que las separa tanto más amplio, cuanto la civilización en cuestión sea mas estática tiende a aproximarse a la cultura, puesto que debe preparar al niño para un mundo que aún desconocemos, debe prepararlo, capacitarlo para enfrentarse a situaciones y problemas nuevos.Hace muchos años, una veintena casi, usted vaticinó las muchas dificultades que llevaría consigo la instauración del «pluralismo escolar»; dificultades y serios peligros de desunión e insolidaridad entre los ciudadanos. Frente al pluralismo escolar ¿presentaba Vd, alguna alternativa?Antes que nada, es preciso evitar una confusión cometida con frecuencia, y distinguir claramente como dos contrarios el «pluralismo escolar» y «la escuela pluralista». En el primer caso se opera una segregación de alumnos según la

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filosofía de sus padres. En el segundo caso, se unen en una misma escuela todos los niños procedentes de todos los horizontes filosóficos sociales o morales. Favorece de este modo la confrontación de puntos de vista, está abierta a todas las opciones y —por los cambios que promueve— prepara a los hombres a reconocer y a aceptar la personalidad de los demás; la escuela pluralista parte pues, de un enriquecimiento de la persona y crea el espíritu de tolerancia, forma suprema de la libertad.Se acusa de que «su» escuela pluralista, es una gran idea, pero... irrealizable. ¿Existe alguna experiencia concreta de escuela pluralista en su país?La escuela pluralista constituye una de las mutaciones más importantes que ha sufrido nuestro sistema escolar, enquistado en el pluralismo de las instituciones. No solamente no es irrealizable, una utopía, sino que acabará imponiéndose, ya que expresa las exigencias de la civilización moderna abierta hacia el progreso y la libertad. Eso sí, deberá derribar muchos obstáculos vencer muchas oposiciones procedentes de las fuerzas de la reacción. Es una escuela esencialmente democrática y tiene en contra a todos los enemigos de la democracia, todos los dogmatismos y autoritarismos de todas las especies. Pero, ante las extraordinarias realizaciones del mundo moderno, ante los progresos llevados a cabo y la acción, se puede decir que hoy las utopías han dejado de existir. ¿No fue Anatole France quien escribió aquello de: «tendremos razón porque llevamos razón»?¿Se nutre esta escuela pluralista realmente de la filosofía con que usted la dotó?Sí, la escuela pluralista es, en gran parte, la traducción, en los hechos escolares, en las estructuras, la organización, los métodos y el espíritu de la escuela, de la filosofía de la que he hablado, y que yo expreso por la palabra laicidad o, si se prefiere, de democracia, que le es sinónima. La escuela pluralista coloca a la persona humana en el centro de sus preocupaciones, rechaza todos los condicionamientos sistemáticos de cualquier filosofía, sea la que sea; tiene por meta preparar al niño para que sepa elegir verdaderamente y no para imponerle elecciones. En Bélgica existen, aunque muy modestas y limitadas, algunas escuelas pluralistas. La dificultad consiste en que deben reemplazar a todas las escuelas existentes y ello supone una legislación escolar que aún no ha sido puesta a punto. A este respecto diré que la escuela pluralista no puede recibir ninguna subvención según la actual legislación belga, y debe asumir sus propios gastos. Sobra, pues, añadir que estas realizaciones son, hasta ahora ensayos incompletos.En su ultima obra «La relativité éducationnelle», habla usted de las diversas hipótesis interpretativas de la historia (idealista, objetiva, racionalista, sociológica, marxista) y viene a decir que todas ellas —bien sean de uno u otro signo— coinciden en ofrecer soluciones unidireccionales ¿qué hipótesis de interpretación histórica de los hechos ofrece usted?La hipótesis de interpretación histórica que yo propongo es la que he dado en llamar hipótesis «culturalista». Como digo en mi obra «La relativité éducationnelle» (Labor, Bruxelles y F. Nathan, París, 1975, p. 25 y sig.), según esta hipótesis, la sociedad tal cual esta organizada en un momento histórico determinado, o un medio geográfico, constituye un todo dinámico, una estructura actuante, un verdadero complejo orgánico. En este complejo, todos los elementos actúan como factores. Que revelen hechos de dominio económico o del dominio del

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pensamiento, que sean técnicos o intelectuales, éticos o estéticos todos juntos forman —en su interdependencia— un todo mas o menos coherente y flexible de medios destinado a resolver los problemas de la existencia. Todos estos elementos forman una gran cadena, mil veces entrelazada, donde la menor sacudida afecta en mayor o menor grado a las diversas partes. A este propósito, he hablado de causalidad multívoca. Entiendo por ello que lo material actúa sobre lo espiritual y viceversa: una innovación técnica introduce en el «campo» un factor nuevo cuya acción se propaga y se extiende hasta el dominio de las concepciones filosóficas. Por el contrario, una novedad en el dominio del espíritu, en la concepción del alma o de Dios, puede modificar profundamente la actividad más cotidiana y material de los Hombres. Creer en Dios puede llegar a significar el rechazar a la ciencia, refugiarse en un ascetismo intelectual y moral que esterilice la investigación científica y técnica; inventar el arado significa contri-buir a la emancipación de las masas laboriosas y al reconocimiento de su dignidad humana más y mejor que lo hacen los tratados de filosofía mas generosos.Usted mismo ha afirmado que la Escuela Decroly (centros de interés) pertenece cada vez más a la historia. De los restantes movimientos educativos que se han dado en nuestro siglo ¿de cuántos podría hacer una afirmación semejante?La escuela Decroly, a la que he dirigido críticas en ocasiones muy graves (4) sigue siendo, a pesar de todo, muy actual y representa, en sus principios fundamentales, un ideal. Está, pues, lejos de haber pasado a la historia. Lo que en ella ha caducado es la concepción que hacia de los centros de interés. En efecto, éstos se reagrupan en un programa que resulta restrictivo, con intereses que pertenecen más al adulto que al niño (por ejemplo: las necesidades de alimentarse, de vestirse, de defenderse contra los animales salvajes, etc... que no existen en el niño porque de entrada, ellos están satisfechos). Decroly confunde la filogénesis con la ontogénesis. No obstante, se puede decir, lo mismo de otras escuelas llamadas nuevas, que se han realizado o cuya teoría ha sido puesta a punto a lo largo de los últimos decenios, tales como la Escuela Freinet, la Escuela Feliz italiana, la «pedagogía del maestro-camarada» desarrollada en la Alemania anterior a Hitler, las teorías de Illich y de otras escuelas no directivas. Todas señalan una orientación general válida, pero se comprometen a veces en exageraciones o desviaciones que las llevan a la impotencia o a un nuevo dogmatismo.La pedagogía: ¿ciencia o arte?, ¿técnica o vivencia?, una larga y casi interminable polémica, aunque con multitud de matices. ¿Que papel juega la experimentación en la pedagogía?La pedagogía es, a la vez, un arte y una ciencia. Es, sin duda, una ciencia aplicada. Por consiguiente, la palabra misma está superada y se la reemplaza, cada vez mas, por la expresión «ciencias de la educación», que se adecua mas al carácter interdisciplinario de su acción. Las «ciencias de la educación» comportan el conjunto dedisciplinas que permiten realizar y mantener la salud mental (intelectual y afectiva). La psicología y sus ciencias auxiliares son a las ciencias de la educación lo que la fisiología y sus ciencias auxiliares son a las ciencias médicas. En otros términos, es preciso fijar una axiología. Las ciencias de la educación serían hoy el conjunto de las disciplinas que consideran, por una parte, los múltiples aspectos de la realidad del individuo (físicos, biológicos, psicológicos,

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sociales), por otra, las condiciones del medio en el seno del cual debe efectuarse la tarea educativa (sociedad, civilización, ideología), y por último las técnicas instrumentales aplicadas al objeto propio de la acción considerada.Aquí es, justamente, donde se sitúa el rol de la «pedagogía». Este rol es de gran importancia, aunque secundario cronológicamente hablando. Como la terapeútica en medicina, la «pedagogía» es lo que yo me permitiría llamar la síntesis instrumental de todas las disciplinas sobre las que se apoya. Le corresponde—y aquí es donde se plantea el problema de lo que se ha dado en llamar «pedagogía experimental» poner a nuestra disposición y en marcha los medios más adecuados, los métodos y las «didáctica» más seguras para alcanzar, con los menores costes posibles, nuestros objetivos. Sera, pues, esencialmente una «didáctica experimental» en el sentido más amplio: problemas de organización, cuestiones de métodos, elaboración y distribución de programas, selección y formación del profesorado, problemas de evaluación, de orientación escolar y progresiva, todas estas cuestiones están dentro de su competencia.Leemos en «Hacia una pedagogía racional»: «...se ha perdido de vista frecuentemente, que la metodología está ligada a la axiología y que no puede ponerse una metodología cualquiera al servicio de una filosofía que le es extraña». ¿Qué valor concede usted a la técnica metodológica?Por lo que acabo de decir se desprende que la técnica metodológica debe permitir realizar los objetivos definidos por la axiología, como los útiles del pintor y del escultor les permiten realizar su cuadro o su estatua.«...cada sistema educativo, por absurdo que parezca, es al fin y al cabo racional con respecto a los objetivos de una sociedad dada». Creemos ver un cierto determinismo en esta frase suya; como una imposibilidad de poder transformar la sociedad, el sistema, desde la educación misma...Una sociedad no puede tener y tolerar más que el sistema pedagógico que desea y necesita para realizar los fines que comporta su status y su ideología. No se puede modificar una pedagogia sin modificar primeramente y al mismo tiempo el sistema cultural considerado. En otros términos, si se quiere ser «revolucionario» en pedagogia, hay que serlo también y primeramente para la sociedad misma, si no nos queremos quedar en el terreno de los sueños sin mañana. Así pues, es preciso, en la concepción culturalista expuesta anteriormente, admitir una interacción recíproca como posible; una causalidad ambivalente que hace que, si la sociedad que cambia actúa sobre la pedagogía, la pedagogía progresista puede también ser un factor de cambio de la sociedad.¿Qué función asume la psicología con respecto a la pedagogía?Si las ciencias de la educación tienen por fin realizar la salud mental, se podría creer que la psicología es para las ciencias de la educación lo que la fisiología es para las ciencias médicas. Ahora bien, no ocurre así. En efecto, contrariamente a la salud física, la salud mental es una noción relativa, puesto que es reacción comportamental en un «medio» y que por ello cambia con este «medio»: la salud mental de un clérigo de la Edad Media, de un noble del antiguo régimen o de un burgués del siglo XIX, no es, en absoluto la misma. Ahora bien, la psicología, si por una parte puede facilitarnos indispensables informaciones sobre los mecanismos de la vida mental, por otra, es incapaz de indicarnos en que sentido debe efectuarse nuestro esfuerzo. Corresponde a la «axiología», a la filosofía

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cultural, determinar los valores que hay que adquirir, los comportamientos que hay que realizar para responder a las exigencias de la civilización considerada. Inspirándonos tan solo en la psicología estaríamos un poco en la situación de un viajero que dispusiera de los medios de locomoción más perfeccionados, pero que estaría continua-mente dando vueltas porque no habría fijado ni la dirección, ni el fin de su viaje. (5). ¿Cuáles serían para usted los rasgos dilferenciadores de una escuela socialista ?Para responder a esta cuestión sería preciso previamente, definir el socialismo. En la confusión actual de las ideas no se sabe muy bien lo que es, puesto que puede entenderse como socialismo desde el comunismo leninista hasta el socialismo reformista, pasando por el socialismo conservador de la socialdemocracia. Personalmente propondría la definición siguiente que—eso si—exigiría que fuese explicitada: ‘El socialismo es la organización de la libertad individual». Esta definición, que coloca en primer plano la libertad, rechaza la teoría del «laissez-faire», «laissez-passer», defendida por un liberalismo que conduce a la dominación del débil por el fuerte. Y puesto que, como decía Lacordaire, en las relaciones entre el rico y el pobre, entre el fuerte y el débil, es la libertad la que esclaviza y la ley la que libera y preserva, hace falta organizar esta libertad para asegurar la igualdad, la justicia y la dicha de todos. En resumen, tal como lo he definido, el socialismo integra a la democracia, que, a su vez, como he mostrado, integra el laicismo. La educación socialista es, pues, para mi, la que he defendido y cuyos principios, aspiraciones y medios he expuesto (6).Usted ha sido durante mucho tiempo Presidente de la Liga de Enseñantes Demócratas. Se trataba de un movimiento europeo. ¿Ejerció o ejerce algún tipo de influencia en la configuración de la educación en Europa?La influencia de la «Liga Internacional de Enseñantes Demócratas y Socialistas» está limitada por las insuficiencias, las lagunas y los errores de nuestro sistema democrático.Le llaman en su país : «El padre de la enseñanza renovada». Sobre la reforma educativa belga, ¿se podría hacer ya algún tipo de balance?La enseñanza renovada inicia, en Bélgica, sus primeros pasos. Son, con frecuencia, muy torpes, pero el impulso se ha llevado a cabo y se puede esperar que, progresivamente, encontrará su camino y que a los cambios en la forma que ha permitido, se sucedan poco a poco, cambios en el fondo; es decir, en el espíritu.¿Conoce el sistema educativo español? ¿Que opina—en líneas generales—de la educación en España?No conozco suficientemente el sistema español como para emitir una opinión.España ha entrado en una fase decisiva de su historia y trata de configurarse como un país democrático. Desde su experiencia de luchador por la democracia y por la educación, ¿podría dar algún consejo, alguna orientación a los educadores españoles?Tampoco sé, realmente, en qué medida la sociedad española se ha reencontrado con la democracia política y social.Le agradecemos su amabilidad por haber acudido a contestar a este extenso cuestionario.

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(1) CLAUSSE Arnold, Philosophie et métholodogie d-un enseignement renové, Ed. G. Thone, rue de la Commune, Liege, 1972.(2) DURKHEIM, Ernile «Education et Sociologie’ Alcan, París.(3) CLAUSSE Arnold.: «Hacia una pedagogía racional’: Marova, Madrid, 1972(4) CLAUSSE, Arnould: Le Milieu, moyen et fin de la culture. París. Scarabee, 1972.(5) CLAUSSE, Arnould: Iniciación en las Ciencias de la Educación, Kapelusz, Buenos Aires.(6) CLAUSSE, Arnould: Une doctrine socialiste de l´education. De Boeck, Liège . 1955.