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    244SELECCIN, PRLOGO Y CRONOLOGA

    Gregory Zambrano

    BIBLIOGRAFA

    Gregory Zambrano y Yely Soler

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    Fundacin Biblioteca Ayacucho, 2008Coleccin Clsica, No 244Hecho Depsito de Ley

    Depsito legal lf50120083001403 (rstica)Depsito legal lf50120083001402 (empastada)

    ISBN 978-980-276-452-5 (rstica)

    ISBN 978-980-276-453-2 (empastada)Apartado Postal 14413

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    que Jos Antonio Calcao firma desde Liverpool, hace una importanteacotacin sobre el estilo:

    Los lectores patrios, como los extranjeros, vern respectivamente con el inte-rs del que recuerda y el que aprende, consignados aqu en gran copia, noti-cias, tradiciones y conocimientos relativamente (sic) a la historia antigua y lamoderna de Venezuela, a sus pobladores, a la fundacin de sus ciudades, a lasproducciones de su suelo y la exuberancia de ellas en todos los reinos; y a suscostumbres, las que han desaparecido y las que subsisten; en la narracin detodo lo cual an ser muchas veces una gran novedad para los ultramarinos ellenguaje mismo, que, ora por los giros y construcciones, ora por lo extrao delas locuciones y frases, ya por lo provincial de las voces, deja ver que el autor

    ha querido expresamente narrar en venezolano lo que a venezolanos tan slose refiere.1

    Tambin son de este perodo y los incluye en el mencionado volu-men algunos de los textos que, haciendo homenaje al barn Alejandro deHumboldt, conforman los textos que Eduardo Rhl compil bajo el ttulogenrico de Humboldtianas, editado en 19242. Rojas se propone hacer

    amar a Humboldt, incorporarlo en la dbil memoria nacional de los vene-zolanos3. En esa devocin que manifest Rojas por la obra de Humboldtest expresada su propia perspectiva cientfica e intelectual, la cual resideen el hecho de que ambos procuraron en su obra hacer la interpretacinesttica de la naturaleza4.

    Con estos primeros trabajos, Rojas emprendi la tarea de cuidar dela historia nacional. Nada que tuviera relacin con lo incgnito fue ajeno

    a su curiosidad intelectual, y la indagacin era una forma de relacionarsecon su presente, pero tambin con los retos del futuro. Muchos de estos

    1. Jos Antonio Calcao, Introduccin, Un libro en prosa, Arstides Rojas, Caracas, RojasHermanos Editores, 1876, pp. III-IV.2. Los textos de Rojas sobre Humboldt se publicaron enLa Opinin Nacionalentre 1879 y1880. El primero de la serie lleva por ttulo La casa de Humboldt en Caracas.3. Mariano Picn Salas, Formacin y proceso de la literatura venezolana, Caracas, EditorialCecilio Acosta, 1940, p. 133.

    4. Vase al respecto el artculo de Eduardo Arcila Faras, La naturaleza en Arstides Rojas,Revista Nacional de Cultura (Caracas) Nos 11-12 (1939), pp. 163-173.

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    escritos de su primera etapa como investigador de la geografa, la histo-ria y las ciencias naturales, pasaron a formar sus monografas y estudios,los cuales, tambin en parte fueron publicados de manera independiente,

    conformando folletos difciles de encontrar hoy en da.Una brevsima nota biogrfica, escrita por Jos E. Machado y reprodu-cida en medios diversos, nos da la seal inicial de su procedencia:

    Arstides Rojas, hijo de don Jos Mara de Rojas y de doa Dolores Espaillat,naci en Caracas el 5 de noviembre de 1826; adquiri la primera enseanza enel clebre Colegio de la Independencia, que diriga don Feliciano Montenegroy Coln; estudi medicina en nuestra Universidad Central, donde obtuvo el

    grado de doctor el 31 de octubre de 1852. Durante tres aos ejerci su pro-fesin en el interior de la Repblica, y sobre todo en Escuque y Betijoque,poblaciones del estado Trujillo. La muerte de su padre, en 1855, le hizo volvera Caracas. A poco sigui a Europa, donde estuvo algn tiempo; luego pasa Puerto Rico. De esta isla regres a la ciudad natal en 1864 y abandon porcompleto a Hipcrates y Galeno. En 1873 se uni en matrimonio con la se-orita Emilia Ugarte, fallecida un ao despus. Desde entonces dice BoletPeraza Arstides prometi, como otro Duque de Ganda, no querer nunca

    ms a quien pudiera morir, y am slo sus libros los amigos inmortales!5

    Arstides Rojas haba nacido en el seno de una familia dominicana,de Santiago de los Caballeros, avecindada en Caracas. La capital polti-ca de Venezuela era entonces una ciudad de unos treinta mil habitantescuando el pas daba los primeros pasos en la vida republicana. Sin em-bargo, prevaleca la anarqua y los caudillos locales tenan el control de

    la mayor parte del territorio sin que hubiera lmites institucionales quevigilaran su poder6. El mismo ao 1826 se inicia la Cosiata, movimientopropugnado por Jos Antonio Pez, que era de carcter antibolivaria-

    5. Jos E. Machado,Prembulo, Arstides Rojas, Estudios histricos, Caracas, Lit. y Tip.del Comercio, 1926 (Serie primera), pp. VIII-IX.6. Luis Barrn, La tradicin republicana y el nacimiento del liberalismo en Hispanoamricadespus de la independencia: Bolvar, Lucas Alamn y el Poder Conservador, Jos

    Antonio Aguilar y Rafael Rojas; comp., El republicanismo en Hispanoamrica, Mxico,Fondo de Cultura Econmica-CIDE, 2002, p. 275.

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    no y separatista, el cual culmin con la disolucin de la Gran Colombiaen 1830.

    Aquella ciudad, fundada en 1567, exploraba nuevos derroteros en

    medio de un clima poltico convulso, cuyos caudillos andaban constru-yendo su lugar en la historia. Los veteranos de la guerra que recin ter-minaba deambulaban contando sus hazaas. La infancia y adolescenciade Arstides Rojas se cubrieron de ese sabor nico que da la experienciade lo nuevo, y lo nuevo era el camino que ensayaba Venezuela, desapegadaya de las autoridades de la Colonia cuya impronta tena un peso de ms detrescientos aos.

    Aquel perodo de aprendizaje lo fue tambin para la conformacin

    de la vida republicana. El panorama no era halagador pues el caudillismoavizoraba mayor presin y sumisin frente a las masas populares, no habaun plan econmico ni cultural, menos an educativo y social; se imponala dominacin y los privilegios, mientras que las labores productivas, co-mo la ganadera o la agricultura, sucumban ante las constantes revueltas.Sin embargo, son los mismos aos en que se fragua un ideario nacional,representado en el magisterio y la palabra de intelectuales como Valentn

    Espinal (1803-1886), Fermn Toro (1806-1865), Juan Vicente Gonzlez(1810-1866), o Cecilio Acosta (1818-1881). Era una poca difcil para eldesarrollo de una cultura nacional que permitiera incorporar al hombrevenezolano al gran proceso de reconstruccin patritica y utilizara los re-cursos vitales de la tierra. En esas condiciones la ilustracin de los indivi-duos era casi siempre patrimonio de los afortunados a quienes los bienesde riqueza les permitan estudiar y viajar7.

    MAESTRO DE S Y DE SU GENERACIN

    Rojas tuvo desde siempre predileccin por comunicar sus hallazgos, com-parta sus preguntas y daba prolijamente a sus ms cercanos condiscpulosel reto de la enseanza. Ya lo deca muy claramente en un texto de 1891:

    7. Juan Saturno Caneln,Arstides Rojas, mensajero de la tolerancia , Caracas, Litografa delComercio, 1944, p. 37.

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    La enseanza es una de las conquistas del progreso. Por qu no aspirara ella? Contribuyamos por una vez ms, con nuevos granos de arena y conbuena voluntad, al monumento que levante a la historia patria la juventud

    del porvenir8

    .Es una manera de expresar la conciencia de su presente y es tambinun guio al futuro. Lo paradjico es que el legado de Rojas pareciera cir-cunscribirse al entorno de su tiempo. Luego de su muerte, ocurrida en1894, su herencia intelectual pareci oscurecerse con su ausencia. En par-te, su presencia tena que ver con la utilidad de su trabajo en la respetuosavaloracin de sus contemporneos; luego el silencio de la muerte cay tam-bin sobre sus papeles.

    Quizs se perdi de vista un proyecto de publicacin conjuntiva y sis-temtica, que propusiera una sintaxis para leer su obra toda en la variedadde temas y formas de expresin. Sin embargo, hay que subrayar el hecho deque an muy parcialmente, su obra sigue siendo una referencia obligada ala hora de fijar las pautas fundacionales de la cultura, la historia y la cienciaen Venezuela.

    Rojas, con humildad no reclama para s la primaca de todo cuanto

    pueda significar la recuperacin de una memoria histrica, que de no serpor su esfuerzo se hubiese perdido definitivamente; lo que llama leyenda yque ms precisamente quiso llamar literatura de la historia de Venezuela,conforma lo ms extenso de su produccin y sistemticamente, el tema desus mayores recurrencias. Consciente del valor de lo histrico como for-mador de la herencia de los pueblos, exige para la Historia su condicin deciencia de la verdad:

    Es necesario despojar a nuestra historia de los mitos con que hasta hoy lahan hermoseado los pasados cronistas, restablecer la verdad de los sucesos, yfijar el verdadero punto de partida de los futuros historiadores de Venezuela.Reconstruyamos la historia: no, que esto sera excesiva presuncin de nuestraparte: tratemos de despejar las incgnitas marcando rumbo seguro a los quenos sucedan. En materias histricas, ms que en ninguna otra, todo aquello

    8. Arstides Rojas, Introduccin,Leyendas histricas de Venezuela , Caracas, Imprenta dela Patria, 1890 (Primera serie), pp. III-IV.

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    que no est apoyado en documentos autnticos y narraciones fieles, debe des-preciarse como una cantidad negativa, y toda aseveracin que no haya sidoinspirada por la verdad, basada en el estudio y la crtica, es de ningn valor.9

    Su perspectiva histrica mucho se haba nutrido de la escuela positivis-ta. Su asimilacin de los elementos cientficos y ms an la filigrana de suspostulados aparece frecuentemente interpolada con sus reflexiones sobrelas orientaciones que deban sustentar a la disciplina histrica.

    Los aos de su formacin intelectual coinciden con los de la cons-truccin de la nacin venezolana. La continuidad de las guerras, desde lade Independencia (1810-1830) hasta la Federal (1859-1863), y las cons-

    tantes escaramuzas que propendan al control del poder, dieron durante lamayor parte del siglo XIX una gran inestabilidad poltica. El caudillismo,con sus diversos tintes y objetivos, fue dando un perfil a la nacin que severa un poco ms delineada hacia el ltimo tercio el siglo XIX. Gobiernoscomo los sucesivos de Antonio Guzmn Blanco (1829-1899), fueron apor-tando algunas de las bases de la modernizacin de las ciudades, sobre todode la capital y una incipiente transformacin urbana que coincide con la

    institucionalizacin de la cultura10. Caracas, la ciudad capital se rehace; seconstruyen nuevas redes simblicas que son captadas por el discurso pe-riodstico y literario de manera inmediata. Tambin la ciudad se consolidaen el recuento histrico, que toma distancia y promueve el contraste entrelos hechos y sus escenarios dentro de un clima que se muestra a todas lucescomo modernizador11.

    9.Ibid., p. VI.10. Sobre las transformaciones que lleva a cabo el gobierno de Guzmn Blanco, en lo urba-nstico y en lo cultural, vase Paulette Silva Beauregard, Una vasta comarca de enmascara-dos. Poesa, cultura y modernizacin en Venezuela a finales del siglo XIX, Caracas, La Casade Bello, 1993. Tambin ofrece importantes datos sobre el particular la investigacin deRoldn Esteva Grillet, Guzmn Blanco y el arte venezolano, Caracas, Academia Nacionalde la Historia, 1986.11. En ese sentido, seala Julio Ramos, la ciudad no es simplemente el trasfondo, el esce-nario en que vendra a representarse la fragmentacin del discurso distintiva de la moderni-dad. Habra que pensar el espacio de la ciudad, ms bien, como el campo de la significacin

    misma, que en su propia disposicin formal con sus redes y desarticulaciones est atrave-sado por la fragmentacin de los cdigos y de los sistemas tradicionales de representacin

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    Como un testigo excepcional de las propuestas modernizadorasque fueron implantadas en Venezuela, Rojas vivi de cerca la creacinde las Academias. La de Ciencias Sociales y Bellas Letras, que haba sido

    fundada en 1869, dio paso a la de la Lengua en 1883. Luego sera la de laHistoria (1888), la conversin de la Universidad de Caracas a UniversidadCentral de Venezuela, la creacin de la Biblioteca Nacional, y cuando pa-reca que el poder poltico era omnmodo, l logr sellar su compromisono con las coyunturas polticas que parecan desdibujarse casi siempre,sino con el saber, con la investigacin, sus documentos y cacharros. As,en los breves remansos de la pacificacin, se hizo propicio el cultivo de lasartes y las letras. Su fe cristiana, su liberalismo, el romanticismo que se di-

    lataba en su ocaso, y al mismo tiempo una probada confianza en la cienciay el progreso, fueron los ingredientes de tan avasalladora personalidad sincuyo concurso Venezuela no tendra la fisonoma histrica que hoy pode-mos leer como herencia.

    Su perspectiva de historiador lo pone en el camino de comprender losprocesos de la manera ms exhaustiva posible. La mayor parte de sus mo-nografas son pioneras en ese sentido de organizar por primera vez la in-

    formacin, ofrecer la documentacin que sustenta la explicacin histrica,lo cual le otorga en el sentido historiogrfico su impronta fundacional. Deuna manera novedosa establece un modelo de propuesta bibliogrfica quecombina, en un mismo volumen, el conjunto de recreaciones histricas,cargadas de sus elementos creativos, plenas de su propio estilo literario y lashace acompaar con los documentos que le sirvieron de base. Los Orgenesvenezolanos estn asentados sobre esas investigaciones y sobre el acervo

    documental que le sirvi de hipotexto. En ellas se encuentra el germen delas que habran de sucederse, tratando de dar explicacin cientfica a loshechos del pasado y sobe todo, aportando sustentacin documental paracomprender e interpretar su presente. La Venezuela que ausculta, se hareconstruido ante sus ojos a partir de los vestigios de una espacialidad y unatemporalidad que corresponden a una sociedad ya desaparecida.

    en la sociedad moderna,Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina. Literatura ypoltica en el siglo XIX, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1989, p. 118.

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    Muchos de los elementos que sustentan su curiosidad histrica y do-cumental eran parte de una atmsfera de poca que cunda en algunos lu-gares del continente, forjando tradiciones muy fuertes e influyentes como,

    por ejemplo, la de Ricardo Palma en el Per. Aunque con otros propsitos,explcitamente irnicos, pintorescos y humorsticos que subyacen en elrelato de las tradiciones: Palma dictamin que la tradicin era un gneroancilar de la historia, un sucedneo para ilustrar a un pueblo poco letradosobre su propio pasado; una graciosa hermana menor que le agregaba a laotra la dimensin de la fantasa, la supersticin y la voluntad mitificadoray legendaria del espritu popular12. Y con ese criterio se model todo ungnero que tena como estrategia discursiva incorporar elementos de la

    historia, la remota y la prxima a la literatura.

    VENEZUELA: LA ESCRITURA DE SU HISTORIA

    En la revisin de las fuentes primeras sobre la historia de Venezuela, Rojasadvierte muy claramente que a Jos de Oviedo y Baos la historiografanacional le ha levantado un nicho. Y opta por reconocer que ste mucho

    copi del verdadero cronista, que es fray Pedro Simn. Por ello sealaque hay muy poca materia original en Oviedo: Oviedo y Baos no es elhistoriador primitivo de Venezuela sino un compilador del verdadero,que es fray Pedro Simn. Oviedo y Baos para la elaboracin de su his-toria no tuvo necesidad de apelar a los archivos, en los cuales nada podahallar respecto a la conquista de Venezuela, sino a la lectura y estudio desu predecesor, tan rico en pormenores, tan minucioso en la narracin de

    los incidentes13

    .No slo estos antecedentes llaman la atencin de Rojas, tambin lasaportaciones que alemanes, ingleses, franceses, italianos y holandeses hi-cieron a nuestra historiografa a travs de testimonios, relatos de viajes,crnicas y otros documentos escritos en aquellas lenguas; muchos de ellos

    12. Jos Miguel Oviedo, Historia de la literatura hispanoamericana, Madrid, Alianza

    Editorial, 2001, v. 2, p. 123.13. Arstides Rojas, Introduccin, Leyendas histricas,p. IX.

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    no traducidos en su momento y donde se dan detalles de todo cuanto sig-nific la conquista, colonizacin, poblamiento y por supuesto, los detallesblicos que dieron continuidad a la saga de los filibusteros de finales del

    siglo XVII y comienzos del XVIII14

    . Para conformar sus escritos Rojas echamano de todas las fuentes que tiene a disposicin, por ello la riqueza devertientes informativas descansa en buena medida en testimonios de laoralidad y en documentos inditos, en las crnicas coloniales, los relatosde viajeros y archivos eclesisticos, entre otras fuentes.

    Por supuesto que toda esta gran amalgama de versiones, aportes y re-laciones, tiene un punto de partida que Rojas reconoce en los primeroscronistas, a quienes llama cronistas de Indias, de nombramiento regio,

    entre quienes nombra a Gonzalo Fernndez de Oviedo y Valds, cronistamayor de Carlos V y Antonio de Herrera, cronista de Felipe II, al igual queBartolom de las Casas, y la muy particular obra de Juan de Castellanos,Elega de varones ilustres de Indias (1589), la cual, no obstante la belleza ycolorido en que abundan las descripciones, adolece de errores capitales,ya en la narracin de los sucesos, ya en las fechas cronolgicas. Debe por lotanto consultarse con cuidado15.

    Con atencin anota Rojas los aportes de la historia escrita por RafaelMara Baralt; reconoce en el modo como el zuliano incorpor muchos de losdocumentos disponibles en su poca, pero sin embargo, repara en que dejde lado otros de suma importancia, entre ellos, los escritos de fray PedroSimn. Para Rojas, Baralt tuvo ms abundancia de compiladores que dehistoriadores, no obstante, reconoce los aciertos de su obra y su legado:

    De manera que sin haber conocido Baralt a Oviedo y Valds, Las Casas,Castellanos, Benzoni, fray Simn, Cauln, etc., etc. ni los cronistas ingleses,

    14. No es casual que ante esta labor de revisin, acopio y rectificaciones, Enrique BernardoNez site tres momentos en lo que corresponde a la historia de Caracas: Por sobre todoRojas ha sido el historiador y el cronista de Caracas. Son tres historiadores en tres pocasdistintas de su historia: el primero viste hbito franciscano, el otro se envuelve en capa es-paola y el ltimo usa chaquet y sombrero meln. Entre fray Simn y Oviedo y Baos correun siglo. Entre Oviedo y Rojas siglo y medio, Enrique Bernardo Nez,Arstides Rojas,

    anticuario del Nuevo Mundo, Caracas, Ediciones de El Universal, 1944, p. 22.15. Arstides Rojas, Introduccin,Leyendas histricas , p. XVI.

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    holandeses y franceses de la poca de los filibusteros, obras muchas de ellas demuy fcil adquisicin en estos das, el trabajo de Baralt, acerca de la historiaantigua de Venezuela, a pesar de sus lagunas, puede reputarse como brillantesntesis, tanto por la belleza y claridad del estilo cuanto por lo selecto de cada

    resumen histrico.16

    Para Rojas lo ms importante es reconstituir lo que l denomina la histo-ria patria. Est consciente de los esfuerzos que se han hecho y se hacen paraesclarecer los dramas humanos del pasado17. En su papel de resguardo, seconvierte en una especie de arquelogo del pasado nacional. Encomiendala responsabilidad a un nmero importante de intelectuales, historiado-res e investigadores que en diversas partes del pas sostienen una labor

    en ese sentido: como los hermanos Ramos, en Cuman, Lpez Rivas, deMaracaibo y Febres Cordero, de Mrida, dediquen sus fuerzas y talentos alestudio de la crnica local, obedeciendo a las atracciones de la familia; queotros, como Gil Fortoul y Alvarado, tiendan a la disquisicin filosfica ysocial, y al engrandecimiento del todo contribuyan con fuerzas superiores;que otros, en fin, como Martel Larruscain, Yanes, Aguilera, Zumeta y otrosms, se fijen en la biografa, en la leyenda o en rectificaciones histricas, es

    lo cierto que todos, animados de nobles sentimientos, converjan en un cen-tro: la historia patria18. No pierde de vista que el desarrollo de la nacinva en sintona con los aspectos econmicos, sociales, polticos y culturales;ve con optimismo a su pas y reconoce los adelantos logrados por otrasnaciones cuya influencia se evidencia de diversas maneras.

    En ese sentido, Rojas resalta las transformaciones que han propicia-do culturas como la estadounidense desde la proclamacin de su Indepen-

    dencia, de la cual se haba celebrado ya el primer centenario (1776-1876).Destaca de este pueblo

    16. Ibid., pp. XXVI-XXVII.17. Con acierto seala Arturo Uslar Pietri que Rojas se ha percatado muy pronto de queel conocimiento cientfico de las civilizaciones indgenas es el prembulo necesario de todoestudio histrico de la nacionalidad. No el relato de la resistencia heroica de los caciques,que est en Oviedo y Baos, sino el conocimiento de sus lenguas, de sus usos, de sus artes, desu evolucin y de las diferencias que existan entre sus distintas naciones,Arstides Rojas

    (1826-1894), Caracas, Ediciones de la Fundacin Eugenio Mendoza, 1953, p. 39.18. Arstides Rojas, Introduccin, Estudios histricos. Orgenes venezolanos, p. 17.

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    su portentosa industria, su comercio que cruza todos los ocanos y penetraen todos los pueblos de la tierra; su ciencia representada por las conquistasde la mecnica, de la nutica, de la astronoma, de la meteorologa, de lamedicina, etc., etc.; y esos otros luminosos factores que se llaman imprenta,

    telgrafo, telfono, motor. Ha dado tambin al mundo, grandes escritores,historiadores que no contentos con estudiar la influencia de la raza anglo-sajona en el continente de Coln, han penetrado en los archivos espaolespara regalarnos obras selectas sobre la conquista castellana y las galas de suesplndida literatura.19

    Igualmente subraya los logros alcanzados por la cultura francesa alpunto de haber celebrado tambin el primer centenario de su revolucin

    (1789-1889). De esta cultura resea sus adelantos, y aade que la misma harevelado a todos los pueblos que la Repblica inspirada por el sentimientopatrio, puede sostenerse en medio de monarquas enemigas; y ha pasmadoal mundo con las obras de su industria, con las creaciones del arte modernoy con sabias monografas en todos los ramos del saber humano20.

    El balance que hace Rojas de estas dos culturas al filo de la celebracindel centenario de hitos claves de su historia, lo contrasta con aquellos lo-

    gros alcanzados por Venezuela, que se apresta a celebrar el primer cente-nario de su Independencia (1810-1910). Aunque est consciente de que nopresenciar este momento, muestra su optimismo en cuanto a que podrnpresentarse con orgullo el desarrollo de nuestras conquistas intelectua-les, industriales y sociales; cree de manera optimista que los venezolanoshabremos biografiado a los principales actores del gran drama; habremosacabado de completar las colecciones histricas hasta hoy conocidas; ha-

    bremos estudiado con ms criterio la poca de la Revolucin y el carcterde sus hombres21.Su aporte entonces, va guiado no slo por un optimismo declarativo

    sino por una contribucin germinal que supera no solamente el sentidocoyuntural del centenario de la revolucin de independencia, sino que ci-

    19.Ibid., p. 15.

    20.Ibid., pp. 15-16.21.Ibid., p. 16.

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    mienta la piedra angular para el conocimiento de la historia cultural delpas. De tal manera que sus estudios histricos, que l denomina orgeneshistricos, son su contribucin anticipada para esa necesaria tarea de co-

    nocer y comprender el proceso histrico del pas:Remontarnos a los orgenes de nuestra historia, en cada una de sus grandesetapas; aplicar al estudio de los hechos la crtica filosfica; rectificar sucesosmuy mal apreciados por ausencia de documentos y de estudio; sacar del olvidofiguras histricas que traen a la memoria hechos gloriosos; estudiar las costum-bres y tendencias de cada poca; presentar, en suma, a la historia lo que seadigno de la historia, segn la clebre frase de Voltaire: tales son los propsitosque nos guan en esta labor continuada hace ya algunos aos.22

    l mismo se ocupa de ofrecer la nmina de estudios que contribuirancon esa tarea llena de amor patrio y de fe en el porvenir. De este entramadotemtico se puede deducir la amplitud de sus intereses, comprendidos enla necesidad de esclarecer las incgnitas del pasado y, ms an, de explicargradualmente los procesos de conformacin de la cultura nacional a lolargo de su historia:

    Los filibusteros en las costas venezolanas, durante el siglo XVI; Los fili-

    busteros en las costas venezolanas, durante el siglo XVII; Las escuadras

    extranjeras en las costas venezolanas, durante el siglo XVIII; La obra de losmisioneros, El elemento alemn en la conquista de Venezuela, El granSolano y su obra, Orgenes de la imprenta en Venezuela, La Revolucin de1810 y sus hombres, El general Emparan. El cannigo Corts Madariaga,El constituyente de 1811 y sus hombres, Las campaas de Miranda en

    Venezuela, Orgenes de los partidos polticos en Venezuela, La mono-mana sobre monarqua es hija de la revolucin, Orgenes sobre la diploma-cia en Venezuela, Campaa de 1813, Boves, Las legiones extranjerasauxiliadoras de la revolucin, Miguel Jos Sanz, El general Morillo, Lafamilia caraquea, etc., etc.23

    22. Arstides Rojas, Introduccin,Leyendas histricas de Venezuela , p. V.23. Arstides Rojas, Introduccin, Estudios histricos, pp. 16-17.

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    Muchas de estas monografas se escribieron, otras, como la referida alelemento alemn en la conquista de Venezuela, se qued en proyecto24. Esimportante destacar que en su conjunto, la mayor parte de estos estudios

    corresponde a un sentido fundacional de la nacionalidad. Sus monografasse asumen como elemento constitutivo de una tarea necesaria, que con-siste en el develamiento de los hitos fundamentales de la historia patria,tanto la remota como la ms prxima. Por esta razn son abundantes susdatos respecto de los elementos constitutivos del orden jurdico, de losdeslindes territoriales, la conformacin de las instituciones polticas yciviles. Es esa la Venezuela que se est fundando, que est construyendosu propio camino.

    REIVINDICACIN HISTRICA DE ANDRS BELLO

    Muchos son los prejuicios que se fraguaron en torno a la figura de AndrsBello (1781-1865). Su participacin como integrante de aquella selecta mi-sin diplomtica, la primera, enviada a Londres en 1810, con la finalidadde lograr apoyo britnico para la causa independentista, estuvo tocada

    por la sospecha. Esta embajada singular, comprendida por Bello, SimnBolvar y Luis Lpez Mndez ha deparado en la historia de Venezuela nopocos equvocos e infundadas lucubraciones pero, independientementede los aspectos polticos y estratgicos que la motivaron, posee como coro-lario los interrogantes sobre las razones que motivaron la decisin de Bellode permanecer en Londres y, ms an, el hecho de que ya no retornara aVenezuela pese a las gestiones de algunos de sus compatriotas influyentes

    entre ellos el mismo Bolvar de motivarlo a regresar.Luego del largo periplo londinense que se extendi desde 1810 hasta1829 y su posterior y definitiva escala en Chile, hasta su muerte en 1865

    24. En una nota inserta en las Humboldtianas, Eduardo Rhl seala que tuvo la ocasin dever un archivo con trabajos inditos de Rojas pero que no logr localizar la Humboldtianaintitulada: El elemento germano en la historia de Venezuela, de que se habla en otro ca-ptulo de esta obra y la que don Arstides Rojas dej en preparacin, Arstides Rojas,

    Humboldtianas, comp. de Eduardo Rhl y prlogo de ngel M. lamo, Buenos Aires,Editorial Cecilio Acosta, 1942, v. 2, p. 206.

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    quedaron en suspenso las razones de una supuesta delacin del movimien-to de abril de 1810 por parte de Bello. El joven intelectual entonces co-menzaba a ejercer funciones como hombre pblico y ocupaba el puesto

    de oficial mayor de la Secretara de la Capitana General. Arstides Rojasse ocupa de elaborar un menudo seguimiento a la vida y obra de AndrsBello. Desde sus aos juveniles en la Caracas colonial, y su proceso de for-macin intelectual, hasta su decidida participacin en los acontecimientospolticos que se generaron a favor de la Independencia. Rojas ofrece me-nudos detalles sobre los hermanos Jos Ignacio, Luis y Javier Ustriz, encuya casa departan los polticos y letrados ms distinguidos de la Caracasde entonces, entre quienes se encontraban Simn Bolvar, Antonio Muoz

    Tbar, Francisco Iznardi y Vicente Salias, entre otros.En esa casa, especie de ateneo, tuvo Bello contacto con obras clsicas de

    la lengua francesa e inglesa, que ya desde muy joven haba aprendido y do-minaba al igual que el latn. Su visita a la casa de los Ustriz se produce entre1797 y 1810. Rojas relata minuciosamente el da en que Bello se encuentracon un ilustre recin llegado, el barn Alejandro de Humboldt: Bello, jovenentonces de diez y ocho aos, es presentado al viajero, quien puede calarle

    desde la primera conversacin en francs que con aquel entabla. El prusiano,al ver cmo lata aqul corazn animado del sentimiento de lo bello y delamor a la naturaleza, estrchale la mano y le alienta con frases lisonjeras25.

    De tal suerte, Rojas tiene el firme propsito de aclarar los malenten-didos y sobre todo desenmaraar la calumnia que se haba forjado contraBello desde 1810, sobre conjeturas y falsas imputaciones. Ofrece una do-cumentacin y un razonamiento que asume con deber de patria. Esto es,

    no slo limpiar la memoria de Bello de toda mcula que sus adversariossembraron, sino exaltar de manera fehaciente su obra y su herencia inte-lectual. Por ello se propone:

    Vindicar la memoria de un hombre clebre, prez y honra de Venezuela y deAmrica: disipar el dicho vulgar con que, hace ms de sesenta aos, han que-rido calumniarle sus enemigos polticos y ms despus sus mulos: interrogar

    25. Ibid., p. 21.

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    los documentos, penetrar en el laberinto de las conjeturas y opiniones con-tradictorias, en solicitud de la verdad: estudiar a la luz de la sana lgica lasopiniones dadas por los enemigos y los amigos de la Revolucin de 1810: ape-lar, en fin, al criterio histrico y, armado de la crtica severa, juzgar los hechos

    consumados, tal es el noble fin que hoy nos estimula a escribir, en defensa delhombre ilustre que sirve de tema a este estudio, del tan aplaudido en el mundode las letras, a quien las generaciones sucedidas desde 1810, han venerado, ycuya fama es ya imperecedera.26

    La revisin pormenorizada de documentos, de relatos histricos y lasdiversas versiones de los hechos, que puntualiza ao tras ao, dejan al des-cubierto que se trat de un infundio, que se hizo pblico una vez que Bello

    ya haba abandonado el pas, acompaando la misin diplomtica. Estosrumores fueron perpetrados por algunos funcionarios espaoles y susten-tados en los relatos de los historiadores, primero espaoles y despus ve-nezolanos, que repitieron sin fundamento las acusaciones iniciales27. Rojasconcluye que la historia de nuestras guerras civiles descubre que, en lamayora de los casos, las revoluciones se transparentan, ms por la impru-dencia y poco sigilo de sus autores, que por la delacin de alguno o muchos

    de sus cmplices28. Rojas deshila la maraa y deja claramente sentado quese trat de una ignominiosa calumnia. Al tiempo de explicar en detalle lasrazones que motivaron a Bello para trasladarse a Chile y no a Venezuela,donde le ofrecan trabajo, Rojas abre una discusin e invita a sus lectores ahurgar en el episodio; as entra en el debate que haba empezado muchosaos antes. Sin embargo, estaba consciente de que no trabajaba para lageneracin de su presente sino para los historiadores del futuro.

    26. Arstides Rojas, Andrs Bello y los supuestos delatores de la revolucin, Estudioshistricos (Serie segunda), p. 36.27. Como sucede siempre en las revueltas, figuran en ella actores indignos, y uno de estoscensur el nombramiento de Bello para secretario de la comisin que iba a Londres en 1810[] Esta pregunta que con insistencia se han hecho todos los venezolanos amantes de supatria y admiradores de este sabio, ha quedado resuelta por los eruditos trabajos de autorescontemporneos, Federico Salas,Discurso en el centenario de Andrs Bello celebrado en laciudad de Mrida el da 10 de diciembre de 1881 por la ilustre Universidad, Mrida, Imprenta

    de Juan de Dios Picn Grillet, 1882, p. 15.28. Arstides Rojas, Andrs Bello, p. 38.

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    ARSTIDES ROJAS Y JOS MART

    En enero de 1881 lleg Jos Mart (1853-1895) a Venezuela. Primero to-

    c tierra en Puerto Cabello y luego arrib a Caracas desde La Guaira. Sonmuchos los testimonios escritos acerca del impacto que caus el cubanoen la intelectualidad caraquea de la poca y existen importantes valora-ciones sobre su obra venezolana, tanto desde el punto de vista periodsti-co, que culmin en la empresa de fundarLa Revista Venezolana , como dela literatura misma, de su trabajo periodstico y potico. Pero lo que meinteresa destacar aqu es el modo como los trabajos de Rojas, al parecerya conocidos por Mart en algunas publicaciones peridicas, contribu-

    yeron en buena medida a su familiarizacin con la realidad histrica ycultural de Venezuela. En los propsitos de suRevista Venezolana , Martconvoca a muchos de los intelectuales ms destacados de la poca: Devenir aqu empean promesa, y ya les vemos venir en procesin de ven-cedores, Arstides Rojas, con la Amrica a cuestas; con sus profticasvisiones ()29.

    En diversos trabajos se ha sealado el modo como este descubri-

    miento de la Venezuela histrica y cultural de Mart mucho debi a Rojas.Principalmente, las recopilaciones de leyendas histricas y sus estudios so-bre la reconstruccin del mito de Amalivaca (o Amalivac), a partir de losapuntes de Humboldt y Filippo Salvatore Gilij, son la base de una de susms hermosas narraciones, como lo es La leyenda del moriche. sta fuepara Mart una poderosa fuente que luego convertira en el icono latino-americano de su esperanza continental: el gran Sem, el padre de la semilla

    nueva, con que cierra su clsico ensayo Nuestra Amrica: La imagendel Gran Sem procede, sin duda, por su condicin de energa sembradorade una humanidad nueva, de la figura mtica del padre Amalivaca30.

    El mito de Amalivaca atraviesa la impronta del encuentro de 1492.ste ha tenido diversas manifestaciones en la oralidad, en la literatura, y en

    29. Jos Mart, Propsitos,Revista Venezolana (Caracas), No 1 (1881), Edicin Crtica deRamn Losada Aldana, Caracas, UCV, 1993, p. 33.

    30. Cintio Vitier, Una fuente venezolana de Jos Mart,La Nueva Revista Venezolana(Caracas), No 1 (2006), p. 2.

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    el arte plstico. Sin duda que se trata de un antiguo vestigio del mundo in-dgena de la antigedad prehispnica. El mito recrea la figura de un viajero,navegante de ros y mares:

    era un fundador de pueblos. Un ser superior, lleno de sabidura, con la mi-sin de ensear, de proporcionar conocimientos para domear a la natura-leza para proteger a los hombres () De all su relieve en la vida cultural deestos hombres, y explicable que el relato haya quedado grabado en algunaspiedras, en las figuras de los petroglifos, aun todava sin descifrar, y en todala oralidad, es decir, en la memoria colectiva de la mayora de los indgenasde Guayana.31

    Por supuesto, se trata de redimensionar un relato de profunda razamericana, cuyo valor se universaliz en la escritura de diversos viajeroseuropeos, que ha sido retomado y puesto en dilogo cultural con otrosrelatos para realzar su valor universal.

    As como la fbula est enraizada con el mito fundacional de Amrica,en toda su geografa, la escritura fue cimentando un relato que por su po-der de conviccin estableci una verdad histrica y jurdica que trataba

    de desplazar a la verdad ficcional, esto es, al relato oral cuya transmisin ypermanencia se sustenta en su condicin verosmil. Desde el siglo XVIII, elrelato sobre las andanzas de Amalivaca, un ser dotado de poderes sobrena-turales, impact la escritura de algunos viajeros y cronistas, como FilippoSalvatore Gilij (1721-1789) quien residi entre los aborgenes del AltoOrinoco por ms de dos dcadas y dej una extensa obra titulada Ensayode historia americana32. Gilij, al referirse al mito de aquel hroe fundador

    impone el dogma del origen del hombre contra el relato antropognico delos tamanacos. Al respecto escribi: De Amalivaca los Tamanacos hablancomo de un hombre que estuvo con ellos en Maita, dicen que andaba ves-tido, que era blanco, y cosas semejantes no convenientes a quien los cre,sino a quien los llev el primero a aquellos lugares. Por lo contrario, la

    31. Trino Borges, Amalivaca, una afirmacin necesaria en la Venezuela de los 500 aosfestivos,Actual(Mrida), No 23 (1992), p. 90.

    32. Filippo Salvatore Gilij,Saggio di Storia Americana, escrito en italiano y publicado enRoma en 1780.

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    formacin del mundo, la de ellos mismos, y del Orinoco, etc., son proezasde divinidad33.

    Igualmente, el sabio alemn Alejandro de Humboldt, tambin dedic

    sendas pginas a resaltar la presencia del hroe y lo dej registrado en suViaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo (1799), donde seal:

    Los pueblos de raza tamanaca [] tienen una mitologa local relacionadacon unas piedras pintadas donde Amalivaca, el padre de los tamanacos,es decir, el creador del gnero humano [] lleg en un barco al momentode la gran inundacin que llaman la edad del agua, cuando las oleadas delocano se estrellaban, en el interior de las tierras, contra las montaas de La

    Encaramada.Todos los hombres contina Humboldt o por decir mejor,todos los Tamanacos se ahogaron, con la excepcin de un hombre y de unamujer quienes se salvaron sobre las montaas cerca de las orillas de AsiveruAmalivaca viajando en un barco, grab las figuras de la luna y del sol sobre laRoca Pintada (Tepumereme) de La Encaramada.34

    En el siglo XIX se incorpora el mito a la cultura letrada; su forma escritamucho debe a la investigacin de Rojas, y a un libro pionero sobre las le-

    yendas de Venezuela. La leyenda del moriche fue recogida por ArstidesRojas en su libroLeyendas histricas de Venezuela (1890)35. Ya en el sigloXX se estabiliz el mito vinculado en primera instancia al papel de un hroesalvador. Cuando se produjo el diluvio universal y estaban los tamanacosa punto de morir: vieron de pronto una extraa canoa que avanzaba porencima del oleaje, manejada por un hombre alto y fuerte, de agudos ojosbrillantes como la luz. Era Amalivaca, padre de las gentes que naceran

    despus, el cual traa con l en la canoa a su hermano Vochy y a sus dos

    33. F. Salvatore Gilij, Ensayo de historia americana, Caracas, Academia Nacional de la Historia,1965.34. Alejandro de Humboldt, Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo, Caracas,Monte vila Editores, 1985, v. 4, pp. 403-404. La primera edicin en francs data de 1799,titulada Voyage aux rgions quinoxiales du Noveau Continent. La primera versin en cas-tellano es de 1826.35. Arstides Rojas,Leyendas histricas de Venezuela , pp. 1-8. Tambin refiere el episodio de

    Amalivaca cuando interpreta Los jeroglficos venezolanos, Estudios indgenas, Caracas,1944.

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    hijas36. Este hecho se relaciona con el fin de un perodo y el inicio de otro,y determina el hilo mismo de la relacin mtica y el comienzo de un ciclo ci-vilizatorio. Amalivaca expande el fruto de la palma moriche del cual habra

    de nacer una humanidad nueva37

    .Son muchos los elementos de tipo documental, los datos histricos ysobre todo aspectos simblicos que le proporcionan los escritos de Rojasa Mart. Para el cubano stos poseen un valor mtico y ms an, le sirvenpara refundir en su propia obra elementos csmicos con los cuales plena lasinterpretaciones telricas de lo raigal americano. La estima que tuvo el jovenescritor por el ya consagrado don Arstides continu en la correspondenciaque enviaba desde Nueva York a sus amigos venezolanos38, luego de su preci-

    pitada salida de Venezuela, en julio de 1881. A esa amistad, llena de gratitud,le sum Mart el reconocimiento que le expres en memorables pginas desuRevista Venezolana: Arstides Rojas agota cuanto toca () Van en Rojasunidas, con muy rara presteza, la idea y su ejecucin: ni en idear se le sacadelantera, ni en ejecutar se le gana hora39. Esa perspectiva se muestra in-variable entre quienes se han acercado a la esencia de esa relacin intelectual,de afecto e intercambio, esto desde la perspectiva de estudiosos cubanos y

    venezolanos, como es el caso de Ramn Losada Aldana para quien

    el cubano tena predileccin por Arstides Rojas () Mart encomia la culturaenciclopdica de Rojas y expresa admiracin por el conocimiento que tieneel venezolano de mayas, quipus quechuas, aztecas, tupes, muyscas, guara-nes, cumanagotos, siboneyes. La prueba de que estos conocimientos no son

    36. Mito tamanaco. Amalivaca,Literatura indgena de Venezuela, Caracas, Kapelusz,

    1981 (seleccin, estudio preliminar y notas de talo Tedesco).37. Este motivo es retomado por Jos Mart en dos oportunidades. Vase: Maestros ambu-lantes, Obras selectas, La Habana, Centro de Estudios Martianos-Editora Poltica, 1978,v. 1, p. 80, y Nuestra Amrica, Obras selectas, La Habana, Centro de Estudios Martianos-Editora Poltica, 1978, v. 1, p. 527.38. Al respecto comenta Pedro Grases: Escriba Mart con toda ilusin, encariado comoestaba en el contacto con sus amigos de Venezuela, a quienes quera entraablemente, tantopor los vivos afectos que haba dejado en Caracas, como por el eco que llevaban a su almaenamorada de los valores histricos del pas cuna de Bolvar y de Bello al que se habaofrecido como hijo dispuesto a servirlo, Un nuevo libro de Jos Mart,Revista Nacional

    de Cultura (Caracas), No 96 (1953), p. 57.39. Jos Mart, Libros nuevos,Revista Venezolana (Caracas), No 1 (1881), p. 54.

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    otra cosa que estmulos a la recuperacin de la autenticidad latinoamericanaconsiste en que el cubano incorpora a su propia obra antropogonas, mitos,leyendas y elementos culturales indgenas aprendidos en don Arstides.40

    La relacin intelectual y amistosa de Arstides Rojas y Jos Mart quedaevidenciada en documentos y testimonios. Dos grandes personalidadesconvergen en un momento histrico en el cual se estn definiendo cambiosfundamentales en la cultura del continente. Estos pasan por la transfor-macin de modelos estticos, modificaciones en el sentido de la ciudada-na, y el nuevo rumbo de muchos de los pases hispanoamericanos haciala modernizacin. En ese sentido, es importante tomar en cuenta el valor

    de la palabra que sustenta las races de la cultura propia, y as cada una delas transformaciones de aquella modernidad que se pretende impulsar enmedio de profundas contradicciones.

    LAS PRIMERAS PALABRAS SOBRE VENEZUELA

    En el estudio que Rojas titul La primera colonia en aguas de Venezuela

    (1498-1550), se establecen las coordenadas iniciales del arribo de Colna Venezuela, su estada en el golfo de Paria, el descubrimiento de la perla ytodo cuanto signific el trazado de la primera ciudad del Nuevo Mundo.

    Los referentes iniciales de la espacialidad, de la geografa y la natu-raleza de lo que hoy en da es Venezuela, se remontan al relato contenidoen la Carta de relacin del tercer viaje (1498) de Cristbal Coln, escritaa los Reyes Catlicos. En ella se da cuenta del impacto que el nimo

    del almirante sinti frente al paisaje. En ella describa por vez primera,en la lengua que sera dominante, el golfo y la pennsula de Paria; y lo quecrey que era un mar de aguas dulces, ignorando que se encontraba anteel Orinoco, uno de los ms grandes ros de lo que luego se llam Amrica.Con un relato occidentalizado, escrito en una lengua que no era la ori-

    40. Ramn Losada Aldana, Jos Mart y suRevista Venezolana, Alberto Rodrguez

    Carucci (comp.);Jos Mart en Venezuela y Nuestra Amrica, Mrida, Universidad de LosAndes / Ctedra Latinoamericana Jos Mart, 1992, p. 82.

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    ginaria del cronista comenz una fbula, una mitologa, una leyenda ytambin una historia.

    Este relato signific tambin en trminos de constitucin discursiva,

    la creacin del Nuevo Mundo. En la mentalidad de Coln se hace eviden-te que su situacin presente se contrasta con lo aprendido. l sabe queun ro de gran magnitud que impacta fuertemente en su encuentro con elmar no exista en Asia segn lo aprendido de la descripcin geogrfica dePtolomeo. Entonces

    en su mentalidad de hombre de la Edad Media lo que se le ocurre pensar esque aqul debe ser uno de los cuatro ros que salen del Paraso Terrenal, a

    donde no poda llegar nadie salvo por voluntad divina, pero tena entendidoque el Paraso estaba en Asia y esto no concuerda con la nocin del inmensoterritorio que est al sur, segn le informaron algunos pobladores a sus ma-rineros. Menos an se corresponde con la idea de que a esa altura haya rosemejante en el continente asitico, segn lo que ellos saban. Por eso, intui-tivamente, escribe que seguramente est en presencia de una nueva tierra, deotro mundo.41

    El auge y ruina de Cubagua que tanta importancia tiene en el proce-so del posterior poblamiento de Venezuela, tiene mucho que ver con lainvestigacin histrica que adelant Rojas y que nutri La leyenda delmoriche. Sin embargo, en su aproximacin al estudio de aquella prime-ra colonia, destaca el carcter cruel que tuvo el proceso. La llamada porColn Tierra de Gracia, fue hospitalaria desde la llegada de los nave-gantes en 1498. Los habitantes de las costas saludaron a los ocupantes de

    las carabelas, las mujeres de bellos portes y agraciadas formas llevaban enel cuello y brazos sartas de perlas. Esta imagen, recreada de manera deta-llada por Rojas, le sirve de marco para explicar los pormenores del auge ydestruccin de la Nueva Cdiz como se le llam a la isla, que ostent susriquezas e hizo gala de sus edificios y de su comercio, y que al travs de lostiempos deba desaparecer en medio de los cataclismos de la naturaleza, al

    41. Arturo Uslar Pietri,La creacin del Nuevo Mundo, Caracas, Centro de Estudios La-tinoamericanos Rmulo Gallegos, 1990, p. 11.

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    agotarse los indios y las perlas, y al alejarse de ella, como de suelo maldito,los seres que la haban explotado durante cincuenta aos42.

    El relato acerca del reconocimiento, colonizacin y destruccin de

    Cubagua podra ser un ejemplo de cmo la precisin del dato histrico,sumada a unos recursos retricos que llenan de colorido al relato, prestanuna gracia especial que resalta su valor plstico:

    Cubagua es la primera feria de la riqueza indgena; la primera Colonia des-de la cual el conquistador deba despoblar a Venezuela; el gran mercado deesclavos que abre la historia de la conquista espaola en la porcin Sur delContinente. Cubagua es el punto de reunin de los filibusteros salteadores de

    la familia americana, y de todos los malhechores que, monstruos salidos delabismo, destruyeron en el espacio de cincuenta aos, lo que la Providenciahaba concedido a aquellos sitios; la perla que guardaban las aguas; el indiolibre, hospitalario, amante del hogar, destinado a sucumbir por el hambre yel dolor.Cubagua es cuna, feria, colonia, campo de muerte, prisin y tumba. All fueronconducidas las familias indgenas de todos los puntos de la costa por mercade-res salteadores, para ser esclavizadas. Qu significaba aquella C enrojecida,humeante, que arrancaba ayes lastimeros y dejaba surcos de sangre sobre elrostro de las madres, de los jvenes, de los nios arrebatados al calor de sushogares, para ser conducidos a La Espaola como esclavos? Castilla, Caribe,Cubagua, qu importa lo que significaba esa inicial, si ella dejaba siempresobre el cuerpo del hombre libre el sello del oprobio y de la muerte!43

    De esta manera Rojas, pionero en los estudios histricos sobre la funda-cin de Venezuela, se ocupa tambin de otros elementos que tienen de igual

    manera un carcter fundacional. Prueba de ello son sus estudios sobre laslenguas indgenas, sobre las narraciones y testimonios de aquellas culturas;pero tambin de todo el proceso de organizacin poltica, econmica y socialque fue evolucionando con los aos de la Colonia. Son reveladores sus ensa-yos y monografas sobre los orgenes de la imprenta, de los partidos polticos,

    42. Arstides Rojas, La primera colonia en aguas de Venezuela (1498-1550), Estudios

    histricos, p. 20.43.Ibid., pp. 22-23.

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    ser de sus das, fue el aliciente que le permiti darse la tarea de ayudar a laconstruccin espiritual de la nueva nacin. Y en ello influy necesariamentela reciprocidad que recibi de muchos de sus contemporneos, la aceptacin

    de su trabajo intelectual, la estima de sus compaeros de generacin, que seconvirti en respeto incondicional con el correr de los aos: Don Arstidespudo ejercer accin benvola y benfica, porque la sociedad de su pocasupo orlo, y de l aprendi a reconocerse mejor, a tener confianza discretaen s misma, a buscar su mejoramiento45. Quizs el paso de los aos y losnuevos derroteros que fueron tomando el pas son la clave de su magisterio yla ensea de su vocacin profundamente venezolanista.

    ENTRE LA TRADICIN Y LAS COSTUMBRES

    El desarrollo de la cultura nacional luego de culminado, por lo menos mi-litarmente, el proceso de constitucin del Estado nacional, estuvo acom-paado por una importante reflexin que ayud a consolidar una formainclusiva de lo literario, en tanto conciencia de lenguaje y una escritura conpretensiones filosficas, sociolgicas y por supuesto histricas.

    As como se consolidaron los nombres de algunos pensadores, tam-bin se super la anonimia de la escritura potica, presente durante la gue-rra de Independencia y comenzaron a destacarse los nombres de algunospoetas. En el campo de la narrativa, se produce una alianza entre el perio-dismo que, tambin superado el escollo de la Guerra Federal, dio impulsoa formas escriturales no necesariamente politizadas a favor o en contra delos bandos opuestos. Un buen nmero de autores dejaron su impronta en

    el periodismo, en publicaciones comoLa Guirnalda (1839), El relmpago(1843), El palo encebado (1846), El diablo Asmodeo (1850), El Mosaico(1854), El Jejn (1854), entre otras, que sirvieron de espacio difusor paraunos intelectuales que ejercan su oficio, a veces de manera ocasional, y quetodava no constituan el gremio del escritor profesional, que se desarrolla-ra con el modernismo, pocos aos ms tarde.

    45. Santiago Key-Ayala, Arstides Rojas, institucin, Obras selectas, Madrid, Edime,1955, p. 608.

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    Aun cuando en la clsicaAntologa de costumbristas venezolanos enel sigloXIX(1940), de Mariano Picn Salas no se incluye el nombre deArstides Rojas, s lo hace Pedro Daz Seijas en el ensayo titulado Hacia un

    concepto del costumbrismo en Venezuela, que se insert como apndiceen la reedicin que se hizo de aquel libro en 196446. En todo caso, Rojastambin, aunque parcialmente, participara de una tradicin donde loscuadros se hallaban afianzados en sus funciones didcticas e histricas,que la historiografa literaria reconoce entre los momentos germinales dela narrativa venezolana como un subgnero relativamente tardo y discon-tinuo. Javier Lasarte Valcrcel considera al costumbrismo como un gneroque a lo largo del siglo XIX, participa en la discusin y produce imgenes

    sobre las ideas de nacin y de pueblo, haciendo la salvedad de que, para lamayora letrada de ese momento, una y otra se recortaban sobre el paisajehumano de la ciudadana, es decir, la parte ilustrada de esa comunidad, ycomo gnero al que concurren miradas diversas, decidoras de la particularsituacin y posicin desde la cual sus escritores producen los cuadros 47.

    Esa prctica discursiva muestra una incipiente intencin esttica, quefue base fundamental para el desarrollo posterior de la literatura nacio-

    nal; como lo seala Juan Liscano: Los costumbristas van a ser los realis-tas de esa sociedad incipiente que, apenas salida de las guerras, va a pararen las dictaduras. Ellos se sitan entre los publicistas de la Independenciay los escritores de ficcin por venir. Anuncian el fin de la epopeya y el prin-cipio de la novelstica48.

    El costumbrismo fija un conjunto de patrones sobre los personajes, el

    46. Gnero de costumbres, pero ms consecuente con la historia, el tradicionismo se re-monta a nuestros primitivos orgenes. Febres Cordero, Arstides Rojas, entre los mejores,han dejado una apreciable obra inspirada en nuestra ms genuina tradicin y en la cual sehace presente el sentido de nuestras costumbres arcaicas. Pedro Daz Seijas, Hacia un con-cepto del costumbrismo en Venezuela, Mariano Picn Salas,Antologa de costumbristasvenezolanos en el siglo XIX, Caracas, Monte vila Editores, 1980, p. 428.47. Javier Lasarte Valcrcel, Nacin, ciudadana y modernizacin en el costumbrismo ve-nezolano, Luis Barrera, Carlos Pacheco y Beatriz Gonzlez; coords., Venezuela: tradicinen la modernidad, Caracas, Fundacin Bigott / USB-Equinoccio, 1998, p. 176.48. Juan Liscano Ciento cincuenta aos de cultura venezolana, Mariano Picn Salas,

    Augusto Mijares y otros, Venezuela independiente 1810-1960, Caracas, Fundacin EugenioMendoza, 1962, pp. 452-453.

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    espacio y el tiempo de narracin, como un relato en el que se elabora unaestampa con visos histricos, donde la ancdota es lo ms resaltante. Porencima de estos elementos formales, estn los temticos y principalmente

    el lenguaje. Para Arturo Uslar Pietri, el gnero costumbrista se haba ex-tendido desde Espaa a toda la literatura hispanoamericana. Es el gneropor excelencia del periodismo romntico. Rojas estuvo entre los que culti-varon con ms asiduidad esas estampas satricas y graciosas. Sin embargo,en el momento de formar su libro, parece repudiar el gnero49.

    Sin embargo, creo que es necesario ir mucho ms all, a lo ms definito-rio de esa tradicin en cuanto a la concrecin de un perfil de la nacin quese estaba comenzando a pensar y sobre todo a fijar mediante la escritura.

    En ese contexto se enmarca la impronta fundacional del costumbrismo,que tiene diversas etapas. Alba La Barrios establece un primer perodoque ella llama Primer Costumbrismo, entre 1830-1859. Acota el hechode que es a partir de ese ltimo ao cuando aparecen cambios literariosy no solamente hechos histricos, discutiendo as el modelo que en 1940haba propuesto Picn Salas50. A las pocas corresponden los hitos de lahistoria poltica: (1830-1848): perodo en que se ubica la oligarqua conser-

    vadora; (1848-1864), correspondiente a la oligarqua liberal y a la GuerraFederal; (1864-1885), correspondiente al Despotismo Ilustrado, presididopor Antonio Guzmn Blanco51.

    En el cambio histrico-poltico se asume tambin un cambio en lasmentalidades, se impone como necesidad la superacin del culto a los h-roes y se trueca por una necesidad de conocer las races de lo propio, dela herencia colectiva; importa tambin la filosofa de la historia que no se

    alcanza sino despus de un difcil proceso de sntesis y elaboracin inte-lectual. Interesan los hechos concretos: la pintura de costumbres, los ele-

    49. Arturo Uslar Pietri, op. cit., p. 35. Opinin similar expresa Felipe Tejera cuando sealaque Rojas No tan feliz parece en el gnero de costumbres, sin que por eso le neguemosalgunos aciertos y escenas bien copiadas del natural; mas no es all donde Rojas puede lucirsus mejores prendas. Arstides Rojas, Perfiles venezolanos, Caracas, Presidencia de laRepblica, 1973, p. 210.50. Mariano Picn Salas,Antologa de costumbristas venezolanos del siglo XIX (1830-1900) ,

    Caracas, Ministerio de Educacin, Biblioteca Venezolana de Cultura, 1940.51. Alba La Barrios, Primer costumbrismo venezolano, Caracas, La Casa de Bello, 1994.

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    mentos de folklore y de espritu popular que hay en toda historia, aquellosdetalles pintorescos que son los que suscitan la impresionable imaginacindel lector52.

    Entre los elementos que funcionan como vnculos de esta forma narra-tiva tenemos, por un lado, la presencia de la primera persona del narrador.ste es un rasgo de escritura que se aprecia en los cuadros reunidos desdesus primeras etapas. Por otra parte, cada cuadro, por su naturaleza, es unanarracin breve, concisa, que trata un solo tema a manera de ancdota,donde los rasgos elocutivos predominantes son la narracin y el dilogo.

    Es frecuente tambin la utilizacin de un recurso enunciativo median-te el cual el narrador presupone a su receptor, para quien se narra en segun-

    da persona; en algunos casos est presente la forma epistolar. En el cuadrode costumbres hay una manifiesta intencin de crear tipos humanos,singularizados por su actuacin con un papel que le otorga comportamien-tos fijos y por lo tanto predecibles, como el baladrn, el petardista, el ro-mntico, el cura pcaro, el poltico corrupto, etc. Picn Salas en su ensayoVenezuela: algunas gentes y libros, seala:

    La teraputica de la exageracin y la sensiblera enfermedades de todo ro-manticismo es en nuestra literatura criolla el cuadro de costumbres en quelos escritores de 1840 y uno de ellos con tanta gracia y vigor como DanielMendoza empiezan el inventario de tipos populares que, en crudo lenguajede la calle caraquea o de la vaquera llanera, viven su vida especialsima ovuelcan su juicio sobre la injusticia, arbitrariedad y el abuso que soportan losvenezolanos. Si el costumbrismo es, a veces, humorismo, frecuentementeejemplariza las moralidades de nuestro siglo XIX.53

    A fines del siglo XIX se imprime en el pas el proyecto de construiridentidades colectivas que se reconozcan en su propia historia, que recu-peren un orden histrico y un orden jurdico. En ese sentido se engrana

    52. Vase Mariano Picn Salas y Guillermo Feli Cruz,Imgenes de Chile. Vida y costum-bres chilenas en los siglos XVIII y XIX a travs de testimonios contemporneos, Santiago deChile, Nascimento, 1937, p. 12.

    53. Mariano Picn Salas, Venezuela: algunas gentes y libros, Venezuela independiente,pp. 11-12.

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    el modo como se le representa socialmente en tanto polgrafo, poseedorde un gran prestigio intelectual y responsable de una abundante produc-cin intelectual.

    Por ello explic muy claramente en la introduccin de susLeyendashistricas que Nuestra historia no ha sido todava escrita, porque as lohan exigido el tiempo y los acontecimientos; pero hemos llegado ya a lapoca en que deben aglomerarse todos los datos, aclararse los puntosdudosos, rechazarse las fbulas, estudiarse los pormenores a la luz dela filosofa, cotejarse, restablecerse las pocas y descubrir el verdaderocarcter, tendencias, influjo de cada uno55. Ese reclamo grave era paras un acto de fe en su propio trabajo de anticuario y recopilador de voces

    dispersas para devolverlas a la nacin. Lo mejor de su obra se produjobajo el influjo de la tradicin romntica; aquella podra enmarcarse en lallamada literatura historicista: que era una gran veta que esta tendenciaexaltaba como un modo de robustecer las races nacionales, destacar lotpico y estimular la imaginacin popular mediante historias tradiciona-les que combinaban la fantasa con ancdotas y episodios compartidospor la colectividad56.

    Simultneamente, no slo las tendencias historiogrficas sino las li-terarias mismas se movan a un ritmo vertiginoso. En Venezuela la poesacomenzaba a mostrar la nueva pedrera expresiva. La novela empezaba aasomarse y se consolidara con la publicacin de Peona, de Manuel VicenteRomero Garca en 1890. El costumbrismo entra en decadencia como g-nero. El modernismo se va apoderando del lenguaje creativo de escritoresy periodistas, y las tendencias arraigadas en la temtica de lo nacional se

    afianzan en el criollismo. Para el momento ya Rojas se acerca indeclinable-mente a su ocaso vital.Y despus se referir de manera puntual a la manera de construir ese

    discurso sobre lo histrico y lo haca sobre la conciencia de constituir unelemento fundante: Siguiendo un orden metdico y sinttico podremosreunir los materiales del edificio, y fijar la base slida y levantar las colum-

    55. Arstides Rojas,Introduccin,Leyendas histricas de Venezuela , pp. VI-VII.56. Jos Miguel Oviedo, op. cit.,v. 2, p. 118.

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    nas que llevarn por capiteles los trofeos gloriosos de nuestra emancipa-cin poltica57.

    La perspectiva histrica de Rojas es sistemtica. No sobrevala un

    perodo con respecto a otro sino que lo comprende como una sucesinde hechos que van sumndose al presente para constituir un todo que esnecesario explicar y documentar:

    La historia de Venezuela est conexionada, no slo con la del pueblo primitivoque habit nuestra zona, el hombre prehistrico, y despus con la del puebloque supo conquistarlo, sino tambin con la historia de las naciones europeas,durante los dos siglos que siguieron al descubrimiento de la Amrica. Lo est

    igualmente con la poca sangrienta de los filibusteros en el mar antillano y entodas las costas del continente, y con las guerras sostenidas por Espaa desdeel siglo dcimo sexto, contra las poderosas naciones del viejo mundo.58

    De esta manera establece un nexo con su lector. Parte de una conside-racin general para luego ir precisando los detalles de su mtodo y al mis-mo tiempo indicar, con absoluta amplitud, sus objetivos. Est conscientede su labor pionera, por ello abunda en los detalles que marcaron el camino

    de su investigacin:

    Remontarnos a los orgenes de nuestra historia, en cada una de sus grandesetapas; aplicar al estudio de los hechos la crtica filosfica; rectificar sucesosmuy mal apreciados por ausencia de documentos y de estudio; sacar del ol-vido figuras histricas que traen a la memoria hechos gloriosos; estudiar lascostumbres y tendencias de cada poca; presentar, en suma, a la historia loque sea digno de la historia, segn la clebre frase de Voltaire: tales son los

    propsitos que nos guan en esta labor continuada hace ya algunos aos.59

    Rojas, quien consideraba que la enseanza era una de las conquistas delprogreso, mantuvo a lo largo de su vida una cuidadosa relacin con el poder,entindase como tal, el apego desmedido a alguno de los depositarios, por

    57. Arstides Rojas, Introduccin,Leyendas histricas , p. VII.

    58. Ibid., pp. VII-VIII.59. Ibid., p. V.

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    la va que fuese, de los altos cargos pblicos. Con modestia y tino elegantesupo mantener la distancia para as consagrarse al estudio, al cultivo delconocimiento, y a la noble tarea de transmitirlo.

    As como vivi de cerca la intimidad con el pasado nacional, prefirila soledad productiva que le acompaaba en su estudio y en el tan mencio-nado desvn de anticuario donde conviva con toda la imaginera de sutiempo, con objetos y documentos que atesor de una manera nica e irre-petible. Rojas se esmer no solamente por coadyuvar en la construccinde la idea de nacin sino que tambin aport al modo como sta poda serpercibida, es decir, contribuy a fomentar el sentimiento de nacin comoforma de identificacin y pertenencia.

    La obra de Rojas, en sus mltiples formas tuvo como claro horizonte lanecesidad de ahondar en la psicologa popular. Y para ello consider nece-sario superar el sentido de epopeya que gui el discurso sobre los hechosrecientes de la emancipacin; darle un asidero documental a las fbulas yproporcionarles a los hombres que hicieron las hazaas de independenciaun carcter humano, ms all de esa fbula heroica. Consider necesarioafianzar lo histrico y para ello fue necesario domesticar la leyenda.

    Si bien es cierto que mucho del prestigio humanstico de Rojas se debea susLeyendas histricas, no es menos cierto que el inmenso volumen desus contribuciones en otros rdenes del saber, nos sitan frente a la nece-sidad de reconocerlo como un humanista. Sus investigaciones superan enmucho el simple recuento de su historia anecdtica. Su camino consistien buscar la verdad de lo sucedido en las fuentes directas, recuperar ydesempolvar viejos documentos, revelar, en el sentido ms amplio del tr-

    mino lo que estaba oculto: Cada objeto de arte, cada libro es un testigoadmirable que nos dice la verdad, sin agregar ni empobrecer la historiade las generaciones que yacen en la tumba. La humanidad no perece en elmovimiento del progreso; una porcin de ella se ausenta, otra surge: ambasse complementan60.

    Arstides Rojas emprendi la tarea de historiar desde los detalles ms

    60. Arstides Rojas, Historia de una coleccin de cacharros, Caracas, Litografa del Comercio,1940, p. 60.

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    estaba consciente de las transformaciones que en su momento se estabandando en esta forma discursiva. El molde que utiliz desde el punto devista formal y el canal que le sirvi de soporte para la difusin: el peridi-

    co, lo convierten en un pionero del nuevo gnero que como una forma deprofesionalizacin de la escritura y del oficio de escritor, se estaba dandoen las principales capitales de Hispanoamrica. El hecho es que muchosde sus escritos sobre la capital venezolana, que l pensaba agrupar bajo ladenominacin de Caracas, se corresponden formalmente con la modali-dad discursiva de las crnicas. Son textos que combinaban sus fronterasentre el periodismo y la literatura63, los cuales reclamaran hoy para Rojasun sitial entre aquellos fundadores del gnero que alcanzaron su plenitud

    creadora con el modernismo.

    ASPECTOS FUNDACIONALES DE LA CRNICA

    Arstides Rojas, convencido de su labor divulgadora, se dio a la tarea deconfeccionar una serie de estampas bajo la formalizacin de relatos cir-cunscritos por el espacio y destinados para ser difundidos en la prensa.

    Dio a la imprenta una serie de crnicas, que han sido, en el transcurrir deltiempo, sus textos ms difundidos, reimpresos y organizados con criteriosdiversos en colecciones que toman de los conjuntos originales, aquellosconsiderados como de mayor aceptacin entre sus lectores.

    El gnero de la crnica fue muy popular en el siglo XIX. Los grandesescritores de la poca, que empearon su pluma en la labor de difusintuvieron en esa forma escrita uno de los soportes ms eficientes para di-

    fundir un ideario, conformar un gusto literario o simplemente, aportara la discusin de los hechos principales de la vida cotidiana. Tambin,

    comp., Historia de la Literatura Hispanoamericana II, Del neoclasicismo al modernismo,Madrid, Ctedra, 1987, p. 544.63. Sobre este sentido fundacional de la crnica en el siglo XIX, La crtica modernistacomo prctica cultural revel un profundo corte epistemolgico. No slo la duda ocupabael centro del pensamiento, sino que la temporalidad invada como un marco casi palpable.

    Todo era perecedero, cambiante, imperfecto y masivo, Susana Rotker, Fundacin de unaescritura. Las crnicas de Jos Mart, La Habana, Casa de las Amricas, 1992, p. 154.

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    la crnica de Rojas, sta tiene sus races en el relato histrico; el molde esnuevo, los contenidos dibujan unas coordenadas ancladas en el pasadoremoto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la mayora de sus

    crnicas, publicadas en la prensa caraquea, tenan como destinatario,en muchos casos, a lectores nuevos, que haban ido incorporndose pau-latinamente al proceso educativo formal de los gobiernos finiseculares,principalmente el encabezado por Antonio Guzmn Blanco, desde 1870.La mayora de la poblacin era analfabeta, sin embargo, por los detallesreportados por muchos de sus contemporneos, los textos de Rojas cala-ban sin dificultad en diversos sectores de la poblacin que tenan accesoa la lectura.

    En todo caso, se trataba de composiciones llenas de novedad, conlenguaje cuidadoso, no carente de intencionalidad potica, que aborda-ban viejos temas, sabidos en parte, intuidos otros y que Rojas, gracias asu erudita investigacin, ofreca con lujo de detalles. De all que se mani-fieste frecuentemente la alta estima que sus contemporneos tuvieronpara sus textos.

    Eso, por otra parte, generaba un alto sentido de identidad, de perte-

    nencia, pues en el discurso subyaca en su casi totalidad una intencin pro-fundamente nacionalista. Entindase esta expresin como un acendradointers por dar a conocer elementos constitutivos de la patria, que se ibarehaciendo tanto en el plano de las instituciones como en el de las repre-sentaciones. En ese aspecto, el periodismo, el arte pictrico y la literaturaofrecan un espacio privilegiado.

    LA NUEVA CIENCIA, EL NUEVO SABER

    La educacin, las ciencias naturales y las artes venezolanas en la dcada delos setenta del siglo XIX se vieron transformadas por los nuevos ordena-mientos de la filosofa positiva. En 1868 se haba organizado la Sociedadde Ciencias Fsicas y Naturales. Como presidente fue nombrado AdolfoErnst y Arstides Rojas como segundo vicepresidente. Como rgano dela mencionada Sociedad comienza a editarse la revista Vargasia. En elseno de esta Sociedad se discuten y difunden las orientaciones del pen-

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    samiento positivista. Se debaten las teoras de Charles Darwin sobre latransformacin y evolucin de las especies. Entre los participantes de estaSociedad figuran hombres prominentes de las ciencias en Venezuela, tales

    como Adolfo Frydensberg, Francisco de Paula Acosta, Agustn Aveledo,Jernimo Blanco, Lino Revenga, Elas y Tefilo Rodrguez, Fermn Toro yManuel V. Daz, entre otros.

    Todas las ideas universales de su momento histrico tienen su representa-tivo en aquel grupo de hombres de la Sociedad de Ciencias Naturales quese iniciaba. Trabajan y crean como obreros que realizan una tarea urgente yorientan sin afirmaciones hueras.

    Rojas est en la avanzada. Su acucia lo indaga todo. Su optimismo y su genero-sidad impulsan a otros. Y se piensa no solamente en el terrn venezolano sinoen la latitud latinoamericana.Ese anhelo de cohesin, de unidad y esfuerzo continental, que hoy es prdicay actitud, estaba en ellos con tanta fuerza como en los antepasados de 1810.65

    El proyecto educativo que propici el gobierno de Antonio GuzmnBlanco desde 1870, impuso como norma los postulados de Augusto Comte

    (1798-1857). El Cours de philosophie positive (1830-1842) se lea y comen-taba en las aulas universitarias. Era necesaria una explicacin que dieracuenta de la ley general sobre la marcha progresiva del espritu humano,esto es, sobre los hechos cientficos y sociales.

    Por ello, desde el seno de la universidad se encarga esta labor difusoraa dos insignes maestros, quienes llevan a las ctedras la nueva ciencia. Aldoctor Adolfo Ernst (1832-1899), alemn, quien haba llegado a Venezuela

    en diciembre de 1861, le fue encomendada la misin de desarrollar losestudios positivos en su ctedra de Historia Natural en 1874, y el doctorRafael Villavicencio (1838-1920), se ocup de hacer lo propio un pocoantes en la ctedra de Historia Universal. Pronto la nueva enseanza cun-di las aulas y se postul prcticamente una filosofa oficial para los estu-dios superiores. sta se adecuaba al proyecto modernizador y ms an

    65. Jos Nucete Sardi, Arstides Rojas y su poca, evocacin creadora, El Universal(Caracas), (2 de mayo de 1944), p. 4.

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    mente que el ritmo de los tiempos, con su carga de novedad, le impone unnecesario deslinde de sus pasiones profesionales:

    renuncia a su profesin de mdico para mejor cumplir su misin de escritor.Va coleccionando una hermosa biblioteca, objetos de cermica, cacharros,documentos, pinturas, objetos indgenas, curiosidades modernas, mueblesantiguos, tapiceras, autgrafos y otros enseres preciosos que poco a pocosern un nmero entre su nutrido y variado gabinete de estudio, que l mismollam el Desvn de un anticuario y donde fueron naciendo progresivamen-te sus trabajos de geologa, de botnica, ciencia y poesa, historia, leyendas,folklore, numismtica, herldica, que hicieron de nuestro autor una ilustre

    personalidad en las letras de la Venezuela del siglo XIX.71

    Igualmente, exploraba con disciplinas que estaban perfilndose connuevos mtodos y que iban haciendo insospechados hallazgos, como, porejemplo, los estudios sobre la lengua:

    Arstides Rojas no pierde ocasin para publicar los primeros esbozos y lo-gros de las dos obras ms hermosas que dedicara al lenguaje: Ensayo de un

    diccionario de voces indgenas de uso frecuente en Venezuela (1881) y Cienvocablos indgenas de sitios, ros, alturas, vecindarios, pueblos, ciudades ynacionales, en los Valles de Caracas, del Tui y de la costa venezolana (1882).En esta ltima, da en la diana descriptiva al privilegiar, por encima de otrosasuntos, el anlisis de los topnimos para la reconstruccin de los orgeneslingsticos nacionales.72

    Metafricamente, Enrique Bernardo Nez haba adelantado una ex-

    plicacin sobre este inters por el conocimiento y lo haba relacionado conlas primeras descripciones y desciframiento de los jeroglficos venezolanos:Las rocas altsimas que se ven junto al Orinoco estaban entonces a flor deagua y el hombre poda detenerse en su canoa y grabar aquellos signos.Estas piedras perdidas en la espesura forman una gua. Son el primer librovenezolano. Rojas ha ledo ese libro de piedra y comienza a decirnos parte

    71. Juan Saturno Caneln, op. cit., p. 28.72. Francisco Javier Prez, op. cit.,p. 29.

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    de ese contenido73. En muchos de sus escritos se percibe el tamiz de sumtodo y se evidencia la influencia de la filosofa positivista. Sin embargo,es importante tener en cuenta que

    su mtodo no consiste en establecer postulados preconcebidos para luegopretender justificarlos () Rojas cambia el empirismo de nuestros estudioshistricos por el positivismo verdaderamente cientfico, que no incurre en lagrosera exageracin a que ha llegado el positivismo comtiano, el mal llamadodeterminismo cientfico o el fanatismo sociolgico, tan en boga ulteriormen-te como avanzada novedad, a pesar de que hace mucho tiempo cayeron endescrdito.74

    Para Rojas la importancia del mtodo radica en el sentido de ver-dad que debe guiar al historiador. Esa intuicin, que se hace certeza ensu praxis de historiador, no obedece tempranamente a ninguna forma deapreciacin acadmica. Se sita, ms bien, en la lnea de un aprendizajeautodidacta pero guiado con sentido crtico. Esto es, el modo como ejerceun cuestionamiento velado sobre el relato histrico que no se preocupapor la objetividad.

    Ese sentido de objetividad podra ser considerado, en trminos delmismo Rojas como justicia histrica, la cual define como la luz quesostiene la vida de los mundos, y como sta penetra en los ms apartadosmundos, enaltece el mrito digno de premio, fustiga sin piedad al crimeny saca del olvido a las vctimas ilustres, llamadas a figurar, las primeras, enlos anales de cada pueblo75. Esto es para l un asunto de criterio. Y el ejer-cicio del criterio de Rojas parte de servir como mediador de una realidad

    remota, traerla hacia su presente y tener en cuenta que la misma ayudar acomprender los tiempos venideros.Muestra de ello es el hecho de preocuparse por ofrecer siempre, junto

    a sus consideraciones, afirmaciones o discusiones crticas de la herencia re-

    73. Enrique Bernardo Nez, op. cit., p. 15.74. G. Manrique Pacanins, Palabras del profesor G. Manrique Pacanins, de la Facultad deCiencias Polticas,Boletn de la Academia Nacional de la Historia (Caracas), No 36 (1926),

    p. 21.75. Arstides Rojas,Introduccin, Estudios histricos, p. 13.

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    cibida, una documentacin hasta entonces desconocida o difundida muyparcialmente. En su escritura se explicita la firme intencin de considerary asumir un mtodo que le permita ajustarse a lo acontecido con rigor cien-

    tfico, sin dejar espacios al azar. Por ello afirm que: Desde los caracteresms conspicuos o ignorados de la sociedad antigua; desde los ms inadver-tidos acontecimientos en el orden pblico, hasta los grandes cataclismoshumanos, todo obedece a las leyes inmutables del organismo social, comoobedece el huracn a leyes misteriosas del organismo terrestre76. As, alfinal de su vida, escribi: Al bajar la pendiente de la vida, la tolerancia nosacompaa en el estudio meditado, y el corazn se inclina al bien, porque hapodido emanciparse de esos fuegos fatuos, hijos del amor propio y de las

    vanidades sociales. Ni envidiosos ni envidiados77.En una escueta nota, consignada en la edicin conmemorativa del cen-

    tenario del nacimiento de Arstides Rojas, en 1926 se resea que el sabiohaba previsto que a su muerte se quemaran sus manuscritos. Como sueleocurrir el deseo no se cumpli y qued para sus sucesores el trabajo deorganizarlos, ordenarlos y darlos a la publicacin. Al parecer, dicha mani-festacin obedeca a la propia autocensura del escritor en torno a lo enreve-

    sado de su caligrafa. Explica Jos E. Machado que Rojas haba dispuestoque se quemasen todos sus papeles, por el temor muy fundado de que nose entendiese la escritura:

    En una apostilla colocada al pie de la pgina 737 del volumen Obras escogidasde Arstides Rojas, Pars, 1907, advierten los editores que la postrer (sic) dis-posicin del autor fue que se quemaran todos sus escritos, por el temor de queno se entendiese la escritura. Tales disposiciones casi nunca se cumplen, pero

    la previsin parece justificada, pues tipgrafos que todava viven, y compusie-ron originales de Rojas, nos han dicho que su letra era de tal modo ilegible quese dio el caso de no poder descifrar l mismo lo que antes haba escrito.78

    El tiempo vital no le alcanz a Rojas para ver concluida de manera

    76. Ibid.77. Arstides Rojas, Introduccin,Leyendas histricas de Venezuela , p. IV.

    78. Jos E. Machado, Dos palabras, Arstides Rojas, Estudios histricos, Caracas, Lit. yTip. del Comercio, 1927 (Serie segunda), p. II.

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    sistemtica la publicacin de sus obras. El entusiasmo que haba puesto enclasificar, depurar y preparar para la imprenta sus manuscritos se vio oscu-recido cuando en 1892 estall un nuevo levantamiento blico. El gobierno

    del general Raimundo Andueza Palacio haba propiciado un contrato parallevar a la imprenta sus obras de una manera sistemtica. Ahora, este go-bierno haba sido depuesto. Por unapraxis que tena visos de fatalidad, elpueblo venezolano pareca acostumbrado a los levantamientos armados ya una fugaz sensacin de paz. Para el anticuario no haba plazos mucho mslargos. Por ello, la programacin que haba pensado para sus obras en die-cisis o diecisiete tomos, ya no fue posible. Muchos de sus contemporneosno comprendan cmo Rojas, tan profuso en su produccin intelectual, no

    tena publicados ms libros orgnicos79.Resea Enrique Bernardo Nez que Rojas cambiaba a menudo los

    ttulos de sus escritos80 y que el plan inicial no se cumpli ni aun despusde su muerte cuando comenzaron a compilarse sus obras con diversos ttu-los y con ordenamientos temticos ms o menos afines, por ello repetitivosentre una y otra antologa. El mismo Nez dio forma al conjunto de tex-tos que Rojas haba escrito sobre su entraable ciudad, as que el primer

    conjunto orgnico de Crnica de Caracas, editado en 1946, se debe a suempeo y en parte a su propia perspectiva de ser un constante admiradory defensor de la historia de aquella Caracas de antao. Esto se prolonga ensu labor de cronista y, principalmente, en su libroLa ciudad de los techosrojos (1948).

    En la introduccin a susLeyendas histricas (segunda serie, 1891),Arstides Rojas deja constancia de que sus obras se estructuraran de la si-

    guiente manera: Estudios histricos (2 volmenes), Estudios indgenas (2volmenes),Leyendas histricas de Venezuela (5 o 6 volmenes),Siluetasde la Guerra a Muerte (1 volumen),Literatura de la historia de Venezuela

    79. Apenas haba dado a la imprenta: Ciencia y poesa, Caracas, Tip. de los Estados Unidosde Venezuela, 1868; Un libro en prosa, Caracas, Rojas Hermanos, 1876; Estudios indgenas,Caracas, Impr. Nacional, 1878; Orgenes del teatro en Caracas, Caracas, Casa Editora de LaOpinin Nacional, 1890; Estudios histricos, Caracas, Impr. y Lit. del Gobierno Nacional,

    1891, yLeyendas histricas de Venezuela , Caracas, Impr. de la Patria, 1890-1891, 2 series.80. Enrique Bernardo Nez, Esta edicin, Arstides Rojas, Crnica de Caracas, p. 7.

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    (1 volumen),La Revolucin de 1810 (1 volumen), Correspondencia in-dita de Bolvar(1 volumen), Caracas (1 volumen), Folklore venezolano (1volumen).

    El modo como se han ido componiendo las antologas de sus escritosborra prcticamente aquellas fronteras, que es necesario establecer entre lacrnica, la tradicin y la historia, propiamente. En Rojas el deslinde repre-senta verdaderamente un riesgo historiogrfico por cuanto su compren-sin del fenmeno humano y sus representaciones crean todo un complejosignificativo que exige no slo una visin amplia sino una perspectiva devasos comunicantes que permita explicar la produccin textual y el ampliointers temtico de sus escritos en torno a temas tan vastos como creencias,

    usos, costumbres, tradiciones, supersticiones, sentencias, adagios, refra-nes, dichos, canciones populares, etc.

    Por ello, cuando el lector se enfrenta a este tipo de universo expresivo,es importante que lo haga con sentidos abiertos, sin prejuicios. ManuelBermdez hace una interesante sntesis de esas facetas en comunicacindinmica: la leyenda est impregnada de dos ingredientes altamente cau-tivadores: la poesa y la verdad. A todo esto Arstides Rojas le aade su

    formacin cientfica y humanstica con lo que logra un encuadre formalque hace de sus leyendas verdaderas obras de arte81.

    Para Rojas era importante ofrecer los elementos ms precisos y com-pletos sobre la historia nacional, no para analizarla con un afn sociolgicosino para explayar sus propias posibilidades cognoscitivas. En ese sentido,ms que un divulgador, Rojas es un explorador de las palabras con las cua-les entreteje el nuevo entramado simblico de la patria.

    Su exposicin es didctica y, consciente de ello, posee al mismo tiempoel sentido ltimo del orden y riqueza de la escritura82. Asume plenamente

    81. Manuel Bermdez, Prlogo a Arstides Rojas, Crnicas y leyendas, Caracas, Montevila, 1979, p. 14.82. En ese sentido, la labor de Rojas mucho tiene de correlacin con la de Bello para quienhaba una labor civilizatoria en la escritura, especialmente en la gramtica, que ayudaraa consolidar el orden de la nacin. Vase al respecto Julio Ramos, El don de la lengua,

    Paradojas de la letra, Caracas, ExCultura-Universidad Andina Simn Bolvar, 1996, pp.3-21.

  • 8/14/2019 Aristides Rojas.origenes Venezolanos

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    LII

    ORGENES VENEZOLANOS

    su tarea de clarificar la historia, poner en su lugar los hechos, rectificar lostestimonios y documentar las afirmaciones. Para ello se vale de una docu-mentacin de primera mano que fue buscando, compilando y organizando

    con delectacin y esmero. Es una lstima que aqul emporio de objetos ypapeles, no los hubiese resguardado el pas como parte de su herencia,irrecuperable hoy en da. Queda s, aunque fragmentario todo su legadoescrito, resultante de esa pasin tenaz que se convirti en prctica de viday razn del intelecto.

    LA DINMICA DEL ESTILO

    El modo como el discurso conforma la realidad se convierte en elementodefinidor del estilo. Su riqueza depende de la claridad y abundancia lxicadel escritor. Un arte de la expresin est asociado a la finura, al dinamismo,a la prolijidad lxica y al juego sintctico. Si el estilo es el hombre, comosuele afirmarse, en Rojas confluye perfectamente, la conciencia del lengua-je y la mediacin que la escritura ejerce en el tema tratado. Su di