Argan, el fin terrestre cap. 8

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VIII Vías —Creí que solo seriamos cinco, ¿qué haces aquí muchacho? —dijo un hombre de los que venían con John y Carl, sin pensar en absoluto de que Richard fuera el sobrante. Marc sentía que se corazón se le salía. Tratando de hablar, solo dijo palabras sin sentido. John le interrumpió, mientras miraba una hoja holográfica que traía en la mano derecha, mientras que en la otra sostenía una tableta de cristal como el del doctor Yao Yi. —Según los últimos informes de la misión, han enviado un nuevo elemento a último minuto — John soltó el holograma dejando que se desvaneciera en el aire y miro a Marc—. Y por suerte nos enviaron a mi sobrino, alguien de mucha confianza. Marc estaba perplejo por la intervención de John. Inmediatamente voltea hacia Carl y este le asiente con la cabeza. —No me agrada la idea de que nos enviaran de imprevisto a otro soldado, pero no nos hace mal tener a otro hacker en el grupo —dijo el mismo hombre de cabello negro y corte militar, quien parecía tener la autoridad en el grupo. —Bien, solo tengo que hablar en privado con él —Dijo John, mientras empujaba a Marc de los hombros. —Está bien pero no tarden, en un par de minutos partiremos —dice el mismo hombre que interrogo a Marc. —Ahora dime, ¿qué rayos haces? —Dice John con un tono brusco y silencioso— ¿sabes que te harían si descubren que te haces pasar por un soldado rebelde? —Marc niega con la cabeza y la vista en sus pies, mientras que los demás integrantes del grupo de la misión entran al vagón— Te tomaran por espía de la Nación Americano o traición a la organización rebelde. Tuvimos suerte de que confíen en mí por ser el único hacker del grupo, ahora haz lo que te diga: no hables sobre ti, no estés nervioso, tienes que aparentar estar seguro en tus decisiones y haz caso a todas las indicaciones y señales discretas que te haga, ¿entendido? Marc afirma con la cabeza levantándola para ver la mirada intimidante de John y dice: —Yo solo quería ayudar, no sabía que… —Solo no hagas tonterías que te delaten —dice John con frialdad, dirigiéndose al vagón. Dentro del vagón, Marc, admira su interior iluminado por una luz blanca. Era esférico, hecho de acero y, aunque su exterior era tan horrible como la decoración del subterráneo, el interior estaba bien cuidado. Pintado de blanco por dentro, con una franja azul horizontal que daba vuelta a todo el vagón. Tenía una ventana arriba de la franja que igualmente rodeaba el mismo, y un par de asientos largos y encorvados por la forma del vagón, que estaban de frente entre sí. Marc es el último en entrar y se sienta en el último espacio vacío, a lado de John y enfrente de Richard, quien estaba con los brazos cruzados y la vista cubierta por su sombrero. Unos segundos después de que Marc entro, una puerta eléctrica se cierra rápidamente evitando dejar entrar a alguien más. Los vagones son programados de manera que al entren cierto número de personas las puertas se cierren, sin embargo, la programación era para cinco personas. John había alterado la programación del vagón de manera discreta desde su tableta de cristal, para que Marc pudiera entrar. En el momento en que Marc se sienta, el vagón empieza andar a gran velocidad. En el interior

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Marc se entra de que su tío se aventura a una misión. Su imprudencia y sed de justicia lo llevan a creer que el también puede ayudar gracias sus nuevas habilidades, aun desconocidas. Pero al escabullirse hasta donde John, entiende el error que ha cometido.

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VIII

Vías

—Creí que solo seriamos cinco, ¿qué haces aquí muchacho? —dijo un hombre de los que

venían con John y Carl, sin pensar en absoluto de que Richard fuera el sobrante.

Marc sentía que se corazón se le salía. Tratando de hablar, solo dijo palabras sin sentido. John

le interrumpió, mientras miraba una hoja holográfica que traía en la mano derecha, mientras

que en la otra sostenía una tableta de cristal como el del doctor Yao Yi.

—Según los últimos informes de la misión, han enviado un nuevo elemento a último minuto —

John soltó el holograma dejando que se desvaneciera en el aire y miro a Marc—. Y por suerte

nos enviaron a mi sobrino, alguien de mucha confianza.

Marc estaba perplejo por la intervención de John. Inmediatamente voltea hacia Carl y este le

asiente con la cabeza.

—No me agrada la idea de que nos enviaran de imprevisto a otro soldado, pero no nos hace

mal tener a otro hacker en el grupo —dijo el mismo hombre de cabello negro y corte militar,

quien parecía tener la autoridad en el grupo.

—Bien, solo tengo que hablar en privado con él —Dijo John, mientras empujaba a Marc de los

hombros.

—Está bien pero no tarden, en un par de minutos partiremos —dice el mismo hombre que

interrogo a Marc.

—Ahora dime, ¿qué rayos haces? —Dice John con un tono brusco y silencioso— ¿sabes que te

harían si descubren que te haces pasar por un soldado rebelde? —Marc niega con la cabeza y

la vista en sus pies, mientras que los demás integrantes del grupo de la misión entran al

vagón— Te tomaran por espía de la Nación Americano o traición a la organización rebelde.

Tuvimos suerte de que confíen en mí por ser el único hacker del grupo, ahora haz lo que te

diga: no hables sobre ti, no estés nervioso, tienes que aparentar estar seguro en tus decisiones

y haz caso a todas las indicaciones y señales discretas que te haga, ¿entendido?

Marc afirma con la cabeza levantándola para ver la mirada intimidante de John y dice: —Yo

solo quería ayudar, no sabía que…

—Solo no hagas tonterías que te delaten —dice John con frialdad, dirigiéndose al vagón.

Dentro del vagón, Marc, admira su interior iluminado por una luz blanca. Era esférico, hecho

de acero y, aunque su exterior era tan horrible como la decoración del subterráneo, el interior

estaba bien cuidado. Pintado de blanco por dentro, con una franja azul horizontal que daba

vuelta a todo el vagón. Tenía una ventana arriba de la franja que igualmente rodeaba el

mismo, y un par de asientos largos y encorvados por la forma del vagón, que estaban de frente

entre sí.

Marc es el último en entrar y se sienta en el último espacio vacío, a lado de John y enfrente de

Richard, quien estaba con los brazos cruzados y la vista cubierta por su sombrero. Unos

segundos después de que Marc entro, una puerta eléctrica se cierra rápidamente evitando

dejar entrar a alguien más.

Los vagones son programados de manera que al entren cierto número de personas las puertas

se cierren, sin embargo, la programación era para cinco personas. John había alterado la

programación del vagón de manera discreta desde su tableta de cristal, para que Marc pudiera

entrar.

En el momento en que Marc se sienta, el vagón empieza andar a gran velocidad. En el interior

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no se notaba la velocidad en la que iban, si no fuera porque se puede verse el exterior, por las

ventanas de vidrio tan grueso como el armazón del mismo vagón.

Todos hablaban entre ellos como personas normales en un transporte escolar sin vigilancia,

excepto Richard y Marc que miraba por la ventana las paredes grises del túnel que parecían

retroceder a una velocidad increíble.

Unos minutos después de que el vagón empezó a andar, el hombre de corte militar decide

incluir a Marc en la conversación:

—Me puedes llamar Alex, no tienes que estar tan serio, somos distintos al ejército de la Nación

Americana —dice quien está al otro extremo del asiento donde esta Marc.

—Me llamo Marc… —se detiene al darse cuenta que habla muy nervioso y tímido, e intenta

hablar de la manera más normal posible— Está bien, tratare de acostumbrarme.

—Yo soy Marian. Ya que eres nuevo, no temas en preguntar todo lo que quieras— dijo la

mujer de piel morena con el cabello sujeto en cola de caballo, ubicada delante de Alex.

—A mí ya me conoces y el de mi lado es Richard, creo que también lo conoces. Marian tiene

razón, será mejor que te involucres más al grupo si queremos que todo salga bien —dice Carl

que se encuentra entre Marian y Richard.

Después de las presentaciones, la plática de antes cesa y cada quien se mantiene en sus

asuntos, como John en su tableta de cristal y Alex en su arma corta. Marc vuelve la vista a la

ventana y le llegan muchas dudas, decidiendo acudir a John.

— ¿A qué lugar nos dirigimos?— dice en voz baja, pensando que nunca en la vida ha salido de

la ciudad industrial en la que ha vivido.

Alex ve a Marc de reojo sin dejar de frota un pedazo de tela en su arma.

—¿No leístas detenidamente el informe? —El chico de paraliza del miedo y Alex sonríe al ver

su expresión— Tienes entre 16 y 17, ¿no? —Marc afirma con la cabeza— No te preocupes, mi

primera misión de este calibre la tuve a la misma edad que tú y también olvide el nombre del

lugar a donde nos dirigíamos.

—Nos dirigimos a Stinfir City, una ciudad ubicada a más de 2000 kilometritos de la

organización rebelde. En donde se encuentra un centro de investigación muy importante para

la Nación Americana y he ahí donde esta nuestro objetivo, investigar sobre las nueva arma que

nos informaron espías que se encontraban en ese centro —contesta John a la pregunta de

Marc.

—¿Qué paso con esos espías?

—Después de que enviaron el último informe, no volvimos a saber nada de ellos. Lo más

probable es que los hayan atrapado.

Después de las últimas palabras de John, hicieron que Marc tragara saliva y deseara no

haberse involucrado en los asuntos de los rebeldes. Trato ocultar su miedo volteando a la

ventana de nuevo, y noto que a pesar de la gran velocidad a la que iban, la trayectoria aún era

horizontal y recordaba que cuando llego al subterráneo, callo de una altura considerablemente

alta.

—¿Llegaremos a otra ciudad subterránea?— dice con la pregunta en el aire para que

cualquiera le contestara.

—No, solo hay una ciudad subterránea, todo los demás son túneles ¿Por qué lo preguntas? —

Contesta Marian.

—Nos hemos estado moviendo de manera recta.

—A simple vista parece que vamos completamente horizontal, pero hay una pequeña

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inclinación— Indica Marian con una amistosa sonrisa.

Carl estaba profundamente dormido. Marian saco de uno de sus bolcillos una tela que parecía

piel de conejo. Lo puso entre sus dedos y empezó a deslizarlo en la cara de Carl.

Inmediatamente se despertó dando un grito y quitándose la mano de Marian, quien se reía sin

parar. Alex, John e incluso Marc también reían. Solo Richard era el único que mantiene la

misma cara de seriedad.

—Hehe buena, pero no fue tan gracioso— Exclama Carl frotando su cara como si aún tuviera

algo.

—Carl le tiene miedo a las arañas —Le explica Marian a Marc.

—Son aterradoras, tan solo pensar en ellas me dan escalofríos.

Al haber vivido en una ciudad llenos de soldados de la Nación Americana con una actitud muy

estricta le extrañaba que su grupo, a pesar de que sean soldados en una misión, se divierten

como si nada pasara.

No sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero sentía como si hubiera pasado casi una hora.

—Son muy extensos —se dijo Marc a sí mismo.

—¿Qué cosa? —le pregunta Carl, quien hacia lo posible por no dormirse.

El chico espabilo por un momento y finalmente respondió.

—Los túneles… son muy extensos, me preguntaba ¿de dónde consiguen toda la energía para

alimentar estas vías?

—No sabemos cómo se las arreglaron para construir todo esto sin que se dieran cuenta la

Nación Americana. Cuando nos unimos a la Organización Rebelde ya estaban hechos, nustros

líderes son unos genios por haber construido estos túneles —sonríe Carl mirando las paredes

de los túneles—. En varias ciudades de la Nación Americana que están conectados por estos

túneles, hay plantas de energía ocultas. El Escuadrón de Recolección se encarga de obtener los

recursos para hacerlos funcionar. Pero la energía que tenemos no es suficiente para abastecer

la ciudad subterránea, así es que se reserva para lo más importante. Si no utilizaríamos estos

vagones para trasladarnos, nos llevaría días movernos de un lugar a otro.

Marc se limitó a continuar viendo las paredes en retroceso de los túneles. Volteo al frente y

Richard aún continuaba en la misma posición en la que habían iniciado el viaje.

—Gracias —le dice el chico a Richard de una manera muy seria— por haberme ayudado

cuando llegue.

El hombre de la espada solo se limitó a observarlo y un segundo después volvió a cubrir su

vista con su sombrero. Carl rio de manera reprimida, Marc lo vio con incredulidad y John le

contesta.

—No te preocupe, así es Richard, solo conseguirás que diga una palabra si lo que le preguntas

es algo realmente importante.

—Un hombre tan serio siempre guarda secretos que oculta por buenos motivos —dice Marian.

—¿Te cuento un secreto? —le pregunta Carl a Marian.

—Carl, tu nunca tendrás absoluta seriedad —Le contesta riendo.

En lo que quedaba del viaje, continuaron bromeando sobre la seriedad de Carl hasta divagar a

otros temas distantes.

Finalmente llegaron, el vagan se detuvo. Se abrió la puerta, todos se levantaron guardando sus

armas y demás que tuvieran en las manos. Richard dejo su posición de petrificación y junto a

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los demás, salieron de uno en uno. Marc fue el último en salir, se encontró con dos guardias

sin mascaras que los guiaron a una salida. El lugar al que llegaron, era una parada subterránea

de tren abandonada. Todo estaba destrozado y sucio, indicando que el motivo original de su

construcción había desaparecido hace varios años. El camino hacia el exterior estaba

bloqueados por escombros. Varios pasillos se expandían en túneles tan largos como el

subterráneo de los rebeldes.

Antes de llegar a la salida, subieron unas escaleras improvisadas de escombros. Al salir de

aquel subterráneo, notaron que aun siguieron sin salir realmente al exterior, pero era un lugar

más iluminado. Se encontraban en el primer piso de un edificio destrozado. El lugar estaba

repleto de soldados con trajes negros sin mascaras. Caminaban entre los escombros del

edificio putrefacto, y otros vigilaban como francotiradores desde las ventanas de pisos

superiores. El segundo piso tenía varios huecos enormes que permitían visibilidad a la segunda

planta.

Marc caminaba tratando evitar que le temblaran sus pesadas manos. Los guías los dirigieron a

un escritorio de metal ubicado al fondo de la misma estancia. Detrás del escritorio rodeado de

escombros apilados simulando ser paredes, se encontraba una mujer robusta de ceño

fruncido. Llevaba puesto el mismo traje negro que los guardias, pero esté tenía un parche rojo

en el hombro izquierdo. El parche tenía la insignia de una especie de ala con líneas doradas

que simulaban ser destellos de luz. Marc le pregunto a John sobre la insignia.

—Representa la libertad soñada por los rebeldes. Solo los llevan los que son de rangos

superiores a capitán.

—A mí no me falta mucho para tenerla, de hecho, si todo sale bien en esta misión que dirijo,

me la darán —exclamo Alex con una sonrisa en la cara.

Cuando se detuvieron al frente del escritorio gris, Marc dio un vistazo a la ventana rota, arriba

de un montón de escombros, que estaban a un lado de él. Nunca se imaginó lo que vería. Las

calles de la gran ciudad, pero no era como lo imaginaba o como en su escuela les hacían creer

que eran. Era como si una guerra hubiera pasado sobre ella. Trozos de concreto y demás

escombros por todos lados, edificios aniquilados como en el que se encontraba, autos

oxidados y destrozados se encontraban abandonados por todos lados. No había señal de vida

en aquellas calles, le costaba creer que personas del gobierno de la Nación Americana vivieran

en una ciudad con un cielo más oscuro que Clenford.

John le golpeo con el codo a Marc para que pusiera atención a la mujer robusta.

—Bien, las instrucciones de la misión son sencillas, se les brindara un vehículo tomado del

gobierno. Haciéndose pasar por soldados de la Nación Americana, llegaran al centro de

investigación ubicado a 20 kilómetros de aquí, utilizando dicho vehículo. Llevaran refuerzos

para hacer creíble el transporte de soldados del gobierno. También les ayudaran, mediante un

transporte más ligero y versátil, para cubrirlos en su trayectoria. Estas calles son peligrosas,

repletas de bandas criminales, bien armados que podrían detenerlos fácilmente en una

emboscada, a los que llaman “callejeros” —decía la mujer con voz alta y autoritaria. Se detuvo

para mirar un recuadro hecho de luz azul que sostenía—. Los agentes JHQ9 y REL3 se

encargaran de entrar y bloquear los sistemas. Los otros dos comandados por el capitán ACY5,

quien lleva una cámara-sonar en su traje, grabaran las pruebas que realicen con las armas.

Según los últimos informes de MHT2 y LEN8, hoy sería el día de presentación de sus proyectos

a sus superiores.

La comandante bajo el holograma y levanto la cabeza para ver las caras de las personas que

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irían a la misión, ignorando a los dos guías con armas largas en las manos.

—Creí que solo serían cinco, ¿porque hay uno de más?—dijo con severidad.

—Ya ves como son los generales, Lois, sus decisiones son…

—¡Utilicé los nombres claves, cadete insensato y muestre más respeto a sus superiores! —le

interrumpió la comandante a Carl.

—Pero nos conocemos desde hace años… —Esta vez fue interrumpido por una fulminante e

intimidante mirada de Lois. Se aclaró la garganta y continuo— disculpe comandante.

—Lo lamento, en último momento se agregó a un agente nuevo— dijo Alex.

Lois reviso rápidamente el holograma, deslizando sobre el su mano derecha.

—No me agrada que la organización haga estos cambios sin avisar antes. Está bien, pero esto

modificara nuestros planes. Tendríamos que quitar un refuerzo del vehículo. Además, si entran

seis al centro de investigación, podrían sospechar —dijo bajando nuevamente el holograma.

—Estoy de acuerdo con su postura sobre la organización ¿pero es necesario que pasemos

todos por la entrada principal? —pregunto Alex.

—¿A qué se refiere, capitán?

—Puedo infiltrarme sin problemas por otro medio, así será más a fácil bloquear los sistemas de

seguridad —dijo Richard con su gélida voz que provoca escalofríos.

—¿Está seguro de conseguirlo? —pregunto la comandante Lois.

—Solo llévenme cercas del lugar —contesto Richard dando la espalda y dejando la habitación

hecha por escombros.

—Todo estará listo por la mañana, podrán pasar la noche en la segunda planta.

La comandante les dio la orden a los guías para que los llevaran al lugar indicado. Al salir de la

oficina improvisada de Lois, Marian soltó una carcajada que trataba de reprimir y dijo.

—Por más que lo intentes, ella te sigue odiando, Carl.

—Se le debió de haber subido a la cabeza su nuevo título —contesto Carl riendo.

Marc, quien iba cercas de ellos, los mira con una cara confusa.

—Hace un par de años la comandante Lois era nuestra capitana, cuando Alex era su teniente.

Todo el tiempo que estuvo con nosotros detesto a Carl, no le agradaban sus bromas —explico

Marian.

—No tiene sentido del humor, pero muy en el fondo sé que le agrado —exclamo Carl

sonriendo y Mar también rio. No estaba acostumbrado a convivir con soldados de ese tipo,

pero le agradaban.

Subieron por otras escaleras improvisadas con escombros. En la segunda planta, los guías los

llevaron a la parte norte de la estancia, dónde había mantas doblas, comida enlatada y agua

embotellada.

Todos permanecían sentados entre los escombros de concreto, excepto Richard quien estaba

alejado del grupo. Mientras comían, Alex planificaba los últimos detalles de la misión.

—Bien, ¿entendieron?, mientras John y Richard se encarguen del sistema de seguridad,

nosotros nos encargaremos de lo demás, no se cambiara mucho el plan original.

Todos asentían envueltos en mantas, con una débil lámpara (para no llamar la atención en el

exterior) en medio del semicírculo que formaban. La noche era muy fría, igual que en los

desiertos. Marc nunca había sentido un frio tan intenso, pues aunque viviera en una casa-

prisión, tenía calefacción. No se podía acomodarse bien entre escombros, el insomnio le

invadía, estaba demasiado preocupado por lo que fuera pasar mañana. John y Marian habían

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logrado conciliar el sueño. Carl y Alex seguían hablando en voz baja, sobre el otro lado de la

tenue luz, que solo permitía ver las caras del alrededor. Marc los miraba, hasta que sus ojos

empezaban a ponerse pesados y quedo profundamente dormido.

Permanecía parado volteando por todas partes, hundido en una espesa neblina. Una colosal y

horrible cara gris con una mirada de brillo rojizo apareció de entre la masa de gas. Se acercaba

a Marc, quien sin pensarlo dos veces, se echó a correr. La gigantesca cabeza flotante le seguía

a gran velocidad, acercándose más cada instante. El chico volteo hacia atrás para comprobar la

distancia en la que se encontraban. Para su alivio, había desaparecido, pero volteo hacia

enfrente… y ahí estaba… la criatura de metal flotante, con su maligna sonrisa entre cocida y

sus largos dedos puntiagudos que le doblaban el antebrazo en longitud. Ahora tenía normal el

tamaño de su cabeza. Marc lo miraba atónito y asustado, sin que sus piernas le reaccionaran

cada vez que lo veía.

— ¿Qué haces? No lo mereces. ¡YO SOY QUIEN DEBERIA ESTAR AL MANDO! —dijo la criatura

con una voz terrorífica que enchinaba la piel.

En eso, estiro su brazo para alcanzar a Marc con sus punzantes dedos. Estaba paralizado, no

podía hacer nada más que cerró los ojos. Una mano humana lo estremecía. Había despertado

de su vivida pesadilla.

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Autor: L. M. Daniel

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