Arene, Paul - Las Babuchas

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LAS BABUCHAS PAUL ARENE Libros Tauro

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    Cuando vio que, a fines de Diciembre el cielocontinuaba azul, como un palio de seda azul, que lashojas no se ponan amarillas, y que las mismasenormes flores color de fuego brillaban en los rbo-les; cuando vio que los pjaro-moscas, con diaman-tes en la cola y oro en las alas seguan zumbando entorno de las flores; cuando comprendi, por fin, quea pesar del calendario el gran calor persistira, y elinvierno no iba a llegar, el pequeo Friquet se sintiinvadido por el fastidio, y sentndose al pie de, unrbol del que caan bananas ya maduras, exclam:

    -Qu horrible pas! Otro ao sin nochebuena!El nio, ya que hay que decirlo todo, era hijo de

    un pobre desterrado; haba seguido a su padre aldestierro, y aunque una feliz casualidad los hubiesearrojado al pas ms hermoso del mundo, echabande menos su Francia que para ellos era el pas msbello.

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    Al acercarse Navidad, sobre todo, el bueno deFriquet senta redoblar su tristeza.

    -Una nochebuena en que no sople el fro; unanochebuena que no nos traiga nieve; una nochebue-na que llega en pleno verano, puesto que aqu el ve-rano dura doce meses, no es, no puede sernochebuena!

    Dos cosas faltaban, por otra parte, a la noche-buena del pequeo Friquet, dos cosas raras en cli-mas en que la gente anda delcaza y no necesitacalentarse:

    Una chimenea y zuecos!Felizmente record que su padre posea un par

    de babuchas de cuero blando, bordadas de perlas,objeto curioso dado por un jefe salvaje a cambio deuna botella de aguardiente.

    Las babuchas serviran de zuecos, el agujeropracticado en el techo de la cabaa para dejar salidaal humo de la cocina, de chimenea...

    Llegada la noche, el pequeo Friquet coloc,pues, una de sus bordadas babuchas debajo de aquelagujero azul salpicado de estrellas; luego, despus debesar a su padre que, triste tambin, casi lloraba, sefue a acostar medio consolado, y con el corazn

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    henchido de esperanza. -Oh, que buen descanso yqu hermoso sueo!

    Tan lejos, tan lejos de la patria, el pequeo Fri-quet, se encontr sin saber cmo, en su propia al-dea, tal como es la noche de nochebuena.

    La estrecha calle blanca y solitaria, entre dos filasde fachadas adornadas de hielo, se aclaraba al reflejojubiloso de las ventanas iluminadas interiormente; enel aire haba canciones, un agradable olor de cocina yde vino dulce, y por sobre los techos, con sus botasque no sonaban a causa de la nieve espesa, el buenode Noel, el repartidor de los dones de Navidad, conescarcha en la barba, pasaba mirando por la aberturade cada chimenea, y echando dentro juguetes quesacaba de una gran caja.

    Luego, el bueno de Noel se detuvo, y arrimn-dose a un cao exclam:

    -Vaya! Ya he concluido mi jornada! ahora de loque se trata es de respirar un poco y de fumar unabuena pipa. -Pero de repente, rascndose la punta dela nariz, que el cierzo le haba puesto roja, agreg:-Ah, caramba! Ya me iba olvidando del pequeoFriquet!.. Desgraciadamente lo he distribuido todo...Qu diablos pondr en las babuchas bordadas deperlas?

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    Friquet, desde su cama, se deca:Si Nol, ya que no tiene nada, pudiera traerme

    aunque slo fuera un puado, un gran puado denieve, de esa nieve blanca y fra que tanta tristeza meda todos los aos, yo me contentara con eso: as meacordara de Francia!

    Entonces, y como si lo hubiese odo, el buenhombre recogi del alero un buen puado de nieve,lo meti en la caja, encendi la pipa y parti. La pipabrillaba en la noche.

    Algunos pastores la tomaron por una estrella.-Ay! -pensaba el pequeo Friquet. -El viaje es

    largo, el buen hombre es viejo! Por mucho que ca-mine y se apresure bajo el sol ardiente, a travs delos desiertos, la nieve se habr derretido antes deque pueda llegar hasta aqu!..

    Y cuando el bueno de Noel lleg con su caja,sudoroso y jadeante, aun quedaba en el fondo unpoco de nieve, pero tan poco, tan poco, que apenasera del tamao de una avellana.

    Detrs del agujero, sobre el techo iluminado porun rayo de luna, el pequeo Friquet vio distinta-mente al buen Noel, que estaba sacudiendo su caja.

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    Cay un copo; luego otro, luego un tercero, lue-go cien, luego mil: la caja pareca inagotable, y todolos copos caan en la babucha.

    La babucha no tard en rebosar: la nieve invadila cabaa; entonces, una bocanada de viento barrila nieve que, marchndose por la puerta y remoli-neando sobre el pas como un enjambre de moscasblancas, cubra la montaa y la llanura y colgaba delas espinas de los cactus, de las guirnaldas de las lia-nas, de las recortadas palmas de los cocoteros, in-mensos cortinajes de plata.

    La cabaa, entonces, tena vidrios, y esos vidriosse haban cubierto con los lindos dibujos que formala escarcha. Tambin tena chimenea, y sobre sushierros, un enorme tronco se deshaca en brasa,mientras que, chorreando jugo, con la piel dorada,un pavo estaba asndose delante de ella.

    Embozados y con nieve en los pies, tiritandocon delicia, iban llegando amigos y vecinos.

    Se calentaron todos bien, se estrecharon; all alabrigo, se oa silbar el cierzo. Qu linda cena! Unaverdadera cena de nochebuena!

    Pero eso s, a la maana siguiente, la cabaa ha-ba vuelto a ser cabaa; afuera no quedaba huellaalguna de nieve: un cielo azul, un sol abrasador; los

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    pjaro-moscas seguan zumbando, los grandes araschillaban sobre los rboles.

    Sin embargo, el pequeo Friquet encontr com-pletamente hmedas sus babuchas bordadas de per-las... pero poda ser que fuese el roco de la noche...

    Y eso es verdad?No me atrevera a jurarlo! ni aun cuando se

    trate del buen Noel, yo no tengo fe en los milagros.Pero el pequeo Friquet cree a pie Juntillas en laaventura. Me la ha contado con la mayor gravedad...