Arango Inmigración y Diversidad Humana

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Inmigración y diversidad humana Una nueva era en las migraciones internacionales Joaquín Arango E l saludable recordatorio de que la especie humana es una es- pecie migratoria y de que las migraciones humanas son cual- quier cosa menos nuevas ha adquirido carta de naturaleza en los últimos años, hasta el punto de devenir un lugar común. Pero no es menos cierto que en cada época han sido diferentes, en las causas que las motivan, las principales modalidades que revisten, las con- secuencias que entrañan, la significación que se les atribuye y las emociones que suscitan. Las de nuestros días son marcadamente diferentes a las de cualquier época anterior, tanto que permiten ha- blar de una nueva era en la historia de las migraciones internacio- nales. Y de las características que revisten y del contexto histórico en el que se producen derivan su extraordinaria relevancia y las grandes implicaciones que justamente se les atribuyen. De aquéllas y éstas tratan las páginas que siguen. [ 5 ]

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  • Inmigracin y diversidadhumanaUna nueva era en las migracionesinternacionales

    Joaqun Arango

    El saludable recordatorio de que la especie humana es una es-pecie migratoria y de que las migraciones humanas son cual-quier cosa menos nuevas ha adquirido carta de naturaleza en losltimos aos, hasta el punto de devenir un lugar comn. Pero no esmenos cierto que en cada poca han sido diferentes, en las causasque las motivan, las principales modalidades que revisten, las con-secuencias que entraan, la significacin que se les atribuye y lasemociones que suscitan. Las de nuestros das son marcadamentediferentes a las de cualquier poca anterior, tanto que permiten ha-blar de una nueva era en la historia de las migraciones internacio-nales. Y de las caractersticas que revisten y del contexto histricoen el que se producen derivan su extraordinaria relevancia y lasgrandes implicaciones que justamente se les atribuyen. De aqullasy stas tratan las pginas que siguen.

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  • La nueva realidad migratoria es resultado de un conjunto degrandes cambios histricos encadenados. El primero y ms decisi-vo es el profundo cambio del mapa de las migraciones internacio-nales acaecido en la segunda mitad del siglo XX. En ese tiempo, unnuevo mapa ha sustituido al que estuvo vigente durante la era cl-sica de las migraciones de masas, la de las grandes migracionestransocenicas del siglo XIX y primera mitad del XX. Heredero di-recto del sistema mundial de predominio europeo, definido porImmanuel Wallerstein y configurado por la expansin de Europadesde el siglo XVI, el mapa anterior estuvo vigente hasta bien pasa-da la segunda guerra mundial. El centro de gravedad de ese siste-ma resida en el polo emisor, Europa. Nueve de cada diez emi-grantes internacionales partan del Viejo Continente para buscarfortuna en los Nuevos Mundos.

    El primer hito en la configuracin del nuevo panorama se re-gistr en los aos cincuenta del pasado siglo, cuando unos cuantospases europeos, en su mayora situados en el cuadrante norocci-dental del continente, cambiaron su tradicional signo emigratorio,en virtud de circunstancias excepcionales, y empezaron a importartrabajadores forneos, primero de sus ex-colonias los que las ha-ban tenido y enseguida de su periferia mediterrnea.

    Este fue un cambio histrico cuya trascendencia difcilmentepuede ser exagerada: y ello por varias razones. Por primera vez ac-cedan a la condicin de receptores de inmigracin pases con unfuerte pasado emigrante, intensivos en trabajo y escasos en tierra,naciones formadas de antiguo, y reacias a la recepcin de migracio-nes de establecimiento. Buena prueba de ello es el hecho de quecuando, en un perodo de vigorosa expansin econmica, requirie-ron el concurso de mano de obra fornea para suplir sus carenciasdemogrficas, percibidas como transitorias, optaran por la importa-cin de trabajadores temporales, a los que designaron con el eufe-mismo de trabajadores invitados o guestworkers. Aunque contaba con el

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  • precedente del Bracero Program adoptado en los Estados Unidosen los aos de la segunda guerra, esta frmula supona una rupturahistrica con el modelo de inmigracin para asentamiento indefini-do que haba estado vigente hasta entonces. Cancelado en Europaa medidados de los 1970, el modelo guestworker florece en nuestrosdas en otras latitudes, principalmente en el Golfo Prsico y Asia.

    En segundo lugar, con la transicin migratoria del noroeste eu-ropeo apareca una segunda regin migratoria, tras la constituidapor Norteamrica. Y, finalmente, en los flujos internacionales em-pezaron a predominar otros emigrantes distintos de los europeos,procedentes en su mayora de Asia, Africa y Amrica Latina.

    Simultnea y coincidentemente, en parte por el influjo de losprogresivos aires de este histrico decenio, las puertas de algunosde los principales y ms clsicos destinos ultramarinos empiezan aabrirse, o a hacerlo ms ampliamente, a inmigrantes no-europeos,hasta entonces minoritarios. Hasta mediados de esa dcada, Aus-tralia y Canad mantenan leyes de inmigracin que respondan ala ominosa expresin white only. Desde entonces, la seleccin enbase a criterios tnicos o raciales pas a considerarse incompatiblecon la sensibilidad moral y poltica de las sociedades democrticas.Algo parecido ocurri con la legislacin basada en cuotas naciona-les que hasta 1965 rega en Estados Unidos. Como consecuencia delos consiguientes cambios legislativos, en Norteamrica empezarona predominar los inmigrantes latinoamericanos, caribeos y asiti-cos, y en Australia estos ltimos. Ello tambin result de la menorafluencia de europeos, de la creciente preferencia por inmigranteslatinoamericanos en el caso de Estados Unidos y de la reorienta-cin de Australia hacia su nuevo rol de potencia regional, acordecon el hecho de que casi dos tercios de sus mercados se encontra-ban ya en Asia.

    Un tercer hito puede fecharse en la histrica coyuntura de1973-74, tras la guerra de Yom Kippur y la primera crisis del petr-

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  • leo. En Europa la crisis puso el ltimo clavo en el atad del pero-do de inigualada expansin que el recientemente fallecido CharlesKindleberger tild de supercrecimiento. El cambio de coyuntura con-llev un cierre de fronteras que persiste hasta hoy. A su vez, elloprecipitara el fin de la emigracin masiva de la Europa meridional,y, trascurridos unos aos, su cambio de signo, ampliando y com-pletando la regin migratoria europea. Este cambio del sur de Eu-ropa supondr la conversin de Europa en un sistema mundial: lasmigraciones intraeuropeas dejarn paso a flujos Sur-Norte, y elpredominio de los europeos meridionales en las poblaciones inmi-gradas de sus vecinos ms septentrionales dejar gradualmente pa-so al de ciudadanos del llamado Tercer Mundo.

    Pero lo que para Occidente fue crisis del petrleo, para otros fueel inicio de una gran y sostenida bonanza, de la que result, a los efec-tos que nos ocupan, el fenomenal enriquecimiento de los seis pasesproductores de crudo ribereos del Golfo Prsico. Emerga as unanueva regin migratoria, llamada a registrar las ms elevadas tasas deinmigracin y las mayores proporciones de extranjeros. Inicialmentelos inmigrantes de la regin fueron reclutados entre sus vecinos ra-bes, pero ms tarde las preferencias se desplazaron hacia el sur y el su-deste de Asia, para minimizar las posibilidades de integracin de losinmigrantes, a los que ni siquiera se les otorga tal consideracin.

    Finalmente, en el ltimo cuarto del siglo ha ido tomando formauna nueva regin migratoria, quizs la ms multiforme y dinmicade todas, en la ribera occidental del Pacfico. Al viejo destino cons-tituido por Australasia, que se asiatiza y, en el caso de Nueva Ze-landa, se abre hacia las islas del Pacfico, se han aadido Japn deimportancia creciente, y que tambin ve diversificarse las proce-dencias de sus inmigrantes, los cuatro tigres industriales y, ms re-cientemente, Malaysia y Thailandia.

    La adicin de un elevadsimo nmero de pases, de origen yde destino, al mapa mundial de las migraciones internacionales

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  • se completa con una fuerte tendencia a la diversificacin de ru-tas y conexiones origen-destino. Si el mapa vigente en la era pre-cedente poda fcilmente dibujarse con unas pocas flechas degran grosor que partan del Viejo Continente y desembocaban enlos Nuevos Mundos, el actual, incomparablemente ms comple-jo, aparece cruzado por infinidad de lneas ms delgadas que co-nectan casi cualquier punto del globo con cualquier otro.

    Este conjunto de cambios ha supuesto la mundializacin de lasmigraciones. Utilizo este trmino, y no el ms usual, globalizacin,no tanto porque ste sea un anglicismo, ni porque aqul connotems vvidamente lo que ambos designan, sino para evitar la pre-suncin de una relacin de causalidad que es al menos discutible.Si por globalizacin entendemos el desarrollo de un escenario o es-pacio mundial unificado, no cabe duda de que, aunque subsistanimportantes barreras y reductos proteccionistas, sta se ha produ-cido en mbitos tales como la produccin de bienes, el comercio ylas finanzas, pero tambin las comunicaciones, los transportes y lainformacin. En todos los terrenos mencionados, el mundo es cadavez ms uno. Ello entraa la supresin de obstculos y la liberali-zacin de flujos y de intercambios.

    Ciertamente, ello no ha ocurrido en lo que atae a la libertad decirculacin de las personas. Algunas de sus principales modalida-des estn severamente restringidas, en especial las migraciones la-borales y las que conducen al establecimiento indefinido, precisa-mente las que eran preeminentes en el perodo anterior. En nues-tros das, la libertad de circulacin es la excepcin; la regulacin yla restriccin, la norma. La supresin de barreras y la liberalizacinde flujos que son consustanciales a la globalizacin no se han ex-tendido a las migraciones internacionales.

    Ello es muy cierto. Pero tambin lo es que las migraciones in-ternacionales se han mundializado, en una medida inusitada. Enefecto, las migraciones internacionales de nuestros das tienen por

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  • escenario el planeta todo: las gentes van de todas partes a todaspartes. La mundializacin de las migraciones internacionales pue-de verse como el correlato de la globalizacin en el terreno de lamovilidad humana, pero constituye una faceta de la globalizacindistinta de las restantes. Recurriendo a un neologismo, se puedecalificar de fronterizada. Es decir, es una mundializacin erizada defronteras y de barreras, una mundializacin que se ha producido apesar de stas y no gracias a su eliminacin; y con los costes y lasimplicaciones derivados de la superacin de tales obstculos.

    Implicaciones de la mundializacin

    Esta mundializacin de las migraciones tiene grandes implica-ciones, algunas directas y otras indirectas. La primera es la conver-sin en pases receptores de inmigracin de sociedades diametral-mente opuestas a las clsicas. Hasta hace tan slo medio siglo, cin-co pases Estados Unidos, Canad, Argentina, Brasil y Australia,todos ellos prolongaciones ultramarinas de Europa, absorban elgrueso de los emigrantes que cruzaban fronteras internacionales.Los cinco eran gigantes de dimensiones continentales, con grandesextensiones de tierras vrgenes que anhelaban brazos que las pu-sieran en cultivo, y para los que la venida de los inmigrantes entra-aba la vertebracin del territorio, adems de grandes economasde escala. Eran, adems, pases nuevos, en proceso de formacinnacional, hijos de la inmigracin, construidos por sucesivas oleadasde inmigrantes. Pues bien, en la segunda mitad del siglo XX, a la lis-ta de pases receptores se han aadido una veintena de pases eu-ropeos; media docena de pases en el Golfo Prsico; y otros tantosen la regin del Pacfico occidental. Todos ellos presentan caracte-rsticas muy distintas a las de los tradicionales pases de inmigra-cin. Son, por lo general, pases de dimensiones reducidas, en cuyo

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  • pasado la poblacin tuvo que pugnar reiteradamente con recursosescasos; muchos de ellos estados viejos que hace siglos dejaronatrs la fase de la construccin nacional; y, finalmente, sociedadespresididas por concepciones excluyentes de la nacin.

    El segundo cambio decisivo en el alumbramiento de la nueva realidad migratoria es la sustitucin del predominio numrico de loseuropeos en los flujos internacionales por el de africanos, asiticosy latinoamericanos. Y esa sustitucin es ms frecuente de lo que secree: hasta mediados de los aos 1960 los europeos predominabanen todos los flujos migratorios internacionales importantes.

    A su vez, este ltimo cambio ha tenido considerables conse-cuencias en cadena. Las dos ms primigenias son, por un lado, laaparicin de un gran mismacht o desequilibrio entre oferta y de-manda de inmigrantes, por expresarlo en trminos econmicos, ypor otro la multiculturalizacin y plurietnicizacin de las sociedadesreceptoras. Por lo que hace a la primera, el nmero de candidatos ala emigracin, y no digamos el de inmigrantes potenciales, se hamultiplicado, tanto por el aumento del nmero de pases de origencomo por el fenomenal crecimiento demogrfico que ha tenido lu-gar en el ltimo medio siglo en Asia, frica y Amrica Latina. To-mando prestado un trmino popularizado hace cincuenta aos porel Nobel de Economa jamaicano W. Arthur Lewis, podemos decirque la oferta de trabajo emigrante ha devenido ilimitada.

    Por el contrario, en el otro lado de la relacin, la demanda deinmigrantes ha dejado de ser ilimitada, como prcticamente lo fuedurante la era de las grandes migraciones transocenicas. No cabeduda de que todas las economas desarrolladas demandan de factotrabajo forneo, y algunas tambin de iure. Pero la demanda de in-migrantes, entendida como lo que los economistas denominan de-manda solvente en este caso la capacidad efectiva de acogida de lospases receptores o, en otras palabras, el nmero de inmigrantesque los pases receptores estn dispuestos a aceptar, se ha reduci-

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  • do considerablemente en el conjunto de los pases receptores, con-secutivamente a la disminucin relativa de la demanda de trabajoen general, tanto por procesos de mecanizacin e intensificacin decapital y tecnologa como por una nueva divisin internacional deltrabajo que ha relegado las operaciones ms intensivas en trabajoa pases con niveles salariales ms bajos. Sin duda hay demanda detrabajo inmigrante, pero en general se sita en sectores donde la ta-sa de beneficio depende de bajos salarios, por dificultades para au-mentar la productividad, como ejemplifican diversos tipos de ser-vicios y actividades agrcolas. Y por ello es limitada en volumen.En algunos pases receptores, particularmente los del Golfo Prsi-co y algunos asiticos, la demanda sigue siendo intensa, pero sumagnitud no altera el mismacht a escala mundial. Si en el pasadoera ilimitada la demanda, ahora lo es la oferta.

    En segundo lugar, la mundializacin de los flujos, la diversifi-cacin de orgenes entraa una creciente heterogeneidad tnica enlas sociedades receptoras, frente a la relativa homogeneidad ante-rior. Ello est conduciendo, en un corto espacio de tiempo, a suconversin en sociedades multiculturales y pluritnicas, una trans-formacin histrica de profundidad e implicaciones sin preceden-tes. El paisaje social de Londres, Pars, Amsterdam o Berln, y nodigamos el de New York, Sydney o Toronto, es radicalmente dife-rente del que exista tan slo hace cincuenta aos. Ms de cuatrode cada diez residentes en Toronto ha nacido en pases distintos deCanad; y la proporcin asciende a tres de cada cuatro si a ellos seaaden los nacidos en Canad cuyos padre o madre vinieron defuera. En la misma vena, en el curso de la ltima campaa electo-ral britnica, el entonces ministro Robin Cook se vanagloriaba deque en Londres, cuando las familias se renen en torno a la cena,se hablan ms de trescientos idiomas. De Estados Unidos se ha podido decir que, por primera vez en la historia, un pas tiene unapoblacin compuesta por todas las razas del mundo, todas las reli-

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  • giones y todas las lenguas.Trgico reflejo de ello es el hecho de queen los atentados del 11 de Septiembre contra el World Trade Cen-ter perdieran la vida ciudadanos de 78 pases.

    La multiculturalidad y su malestar

    Una breve visita a cualquiera de las ciudades que ms leguashan recorrido en el camino de la multiculturalidad sugiere que s-ta no carece de ventajas. Los inmigrantes han vivificado barriosdecados y han contribuido a la renovacin de las artes, por no ha-blar de la gastronoma. En cuanto a la contribucin que los inmi-grantes hacen a la economa, lo menos que se puede decir es que suconcurso resulta imprescindible.

    Pero sera errneo deducir de ello que el acomodo de la diver-sidad, por usar la vieja terminologa de Georg Simmel, es asuntofcil. Ni siquiera lo es en las tradicionales sociedades receptoras deinmigracin de Norteamrica o Australasia, donde aqulla ha sidoun mecanismo esencial en la construccin de las respectivas nacio-nes. Pues bien, incluso en stas, quizs con la excepcin de Cana-d, las orientaciones restrictivas son patentes, y la preocupacin vaen aumento, especialmente en Estados Unidos, donde las actitudespopulares tradicionalmente comprensivas hacia los inmigrantespueden estar cambiando significativamente en los ltimos aos co-mo nunca lo hicieron antes. Cada vez se manifiestan ms temoresa la supuesta inintegrabilidad de los nuevos inmigrantes, se oyen vo-ces que lamentan la prdida de calidad de la inmigracin, y florecenmovimientos nativistas y propuestas de English only, inten-tando encontrar en una lengua nica que nunca ha tenido carcteroficial el elemento de cohesin que conjure los temores a una di-versidad supuestamente inmanejable. No debera sorprender queesta conversin sea particularmente difcil en Europa, donde un

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  • largo pasado emigratorio y una tradicin de concepciones exclusi-vistas de la nacionalidad han dejado poderosos sustratos culturalesque militan en contra de la plena incorporacin de los inmigrantesa la sociedad. El temor a la prdida de homogeneidad o cohesinsocial y a la difuminacin de la identidad nacional se han instaladoen amplios segmentos de la sociedad europea, y dado voz a parti-dos que hacen del rechazo a la inmigracin su principal bandera.

    Como consecuencia de todo ello, han cambiado acusadamentelas actitudes hacia la inmigracin. Si bien a sta nunca le han fal-tado enemigos, en el pasado tenda a prevalecer una valoracin po-sitiva de la misma. Basta analizar la mitologa dominante en el ima-ginario colectivo de las viejas sociedades receptoras para confir-marlo. La principal preocupacin en relacin con la inmigracinera asegurarse un suministro abundante de trabajadores. Tanto sullegada como su integracin en la sociedad como pobladores per-manentes se fomentaban activamente. Aunque no slo, la inmigra-cin era sobre todo vista como una fuente de oportunidades, de vi-vificacin econmica, cultural y de todo orden, incluso como unabendicin. El magnate Andrew Carnegie la defini como un rode oro que fluye a nuestro pas cada ao.

    Por el contrario, hoy en da la inmigracin es vista ante todo co-mo un problema que hay que gestionar, mitigar o contener, cuandono combatir; como un problema y como un motivo de preocupa-cin. En algunos sitios se desea en cierto volumen, pero como ne-cesidad temporal y localizada, no para su asentamiento indefinido.

    La era de las fronteras entrecerradas

    A su vez, lo que antecede ha tenido por consecuencia la gene-ralizacin de las polticas de control de flujos, las restricciones sis-temticas a entradas y permanencias. Donde antes predominaban

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  • las acciones de reclutamiento y la bienvenida a los recin llegados,reinan ahora el control y la restriccin. Todos los pases receptorescontrolan y limitan la admisin de inmigrantes; algunos, adems,los seleccionan. Las limitaciones son tantas que alguien ha descri-to nuestra poca como la era de la inmovilidad involuntaria. Elcontrol de entradas y trficos se ha erigido en preocupacin pree-minente de los gobiernos.

    Sin embargo, diversas razones hacen inviable, en las sociedadesdemocrticas, la pretensin de limitar drsticamente los flujos deinmigracin, y dificultan la de seleccionar a los deseados. La pri-mera deriva del hecho de que tales sociedades no pueden dejar dereconocer circunstancias que habilitan a determinadas personas aestablecerse en su territorio. Hay, sobre todo, dos grandes ttuloshabilitantes: uno es el derecho a vivir en familia, que da lugar a losflujos conducentes a la reagrupacin familiar; el segundo es el de-recho de asilo reconocido por la Convencin de Ginebra, que obli-ga a admitir a los que aducen persecucin. Estas dos vas han de-terminado, por ejemplo, que los pases europeos hayan seguido re-cibiendo considerables flujos de inmigracin, a pesar del cierre delas fronteras. En algunas importantes regiones, las migraciones la-borales, en trminos formales, han dejado de ser predominantes;ahora lo son las basadas en derechos o ttulos habilitantes (entitle-ments): la reunificacin familiar y el asilo.

    Y, por supuesto, no hay barreras que sean lo suficientementecompactas y tupidas como para carecer de poros. Por ellos consi-gue pasar un nmero creciente de personas que cuentan con la su-ficiente motivacin para arriesgarse y arrostrar los costes de la in-migracin irregular, contraviniendo las reglamentaciones de losEstados receptores. Los pases democrticos experimentan gran-des dificultades para controlar las fronteras y las permanencias, ypara ejecutar esa ltima ratio del control que es la expulsin de losinmigrantes irregulares. Adems, en las sociedades desarrolladas

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  • existe demanda de trabajo forneo, y cuando demanda y ofertacoinciden, la realidad tiende a imponerse sobre las leyes. La con-tradiccin entre la demanda de trabajo forneo y las restriccionespolticas a la entrada de inmigrantes ha sido sintetizada en la lite-ratura con la expresin estados versus mercados popularizada por Ja-mes Hollifield, que alude a la existencia de intereses contrapuestosentre la esfera poltica, sensible a la opinin pblica y preocupadapor los intereses electorales, y la empresarial, preocupada ante to-do por cubrir ventajosamente sus necesidades laborales. Estos flu-jos irregulares forman, junto a la de familiares y a la de deman-dantes de asilo, la triloga de nuevos flujos que han sustituido a lostradicionales de la migracin laboral y de establecimiento.

    No pocas de las dificultades que los pases democrticos a di-ferencia de los autocrticos experimentan para llevar a la prcti-ca sus polticas restrictivas derivan precisamente de aquella condi-cin, reforzada por un influyente proceso de cambio histrico, ope-rado grosso modo en el ltimo medio siglo, y tributario de un gradualprogreso de la conciencia moral colectiva. Me refiero a lo que se hadado en llamar el paradigma de los derechos humanos, que consis-te en la gradual emergencia de un corpus mal definido de derechosinternacionalmente reconocidos. En el caso que nos ocupa, talesderechos pueden ser esgrimidos por inmigrantes incluso contra lavoluntad del Estado que los alberga. En no pocas ocasiones, esasdemandas han sido amparadas por tribunales de justicia. Aunquetodava limitado, este progreso moral de las sociedades democrti-cas supone el reconocimiento de derechos que emanan de fuentesdistintas a la soberana nacional y, al tiempo, una autolimitacinpor parte de estas sociedades que afecta de manera importante a laeficacia de sus polticas de inmigracin. El mismo progreso moralha llevado al reconocimiento de una cierta cuota de derechos a losinmigrantes irregulares, a proscribir las deportaciones colectivas oa la judicializacin de las rdenes de expulsin de extranjeros.

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  • Ms all de su eficacia limitada, que ha creado, sobre todo enalgunos pases, una extendida impresin ciudadana de que los Es-tados son incapaces de controlar sus fronteras, las polticas de con-trol generan considerables y crecientes costes, logsticos y de per-sonal, y producen importantes consecuencias no deseadas. En pri-mer lugar, el deseo de esquivar las barreras desemboca en innume-rables tragedias humanas. Adems, la proliferacin de estos trfi-cos ha dado lugar al desarrollo de una poderosa industria de la mi-gracin clandestina, generadora de beneficios astronmicos, com-parables a los que deparan el narcotrfico o el trfico de armas.Otra consecuencia no querida es la saturacin de los cauces esta-blecidos para la demanda de asilo. Y hay ms.

    Finalmente, una consecuencia inevitable de las polticas restric-tivas y una faceta crnica de la realidad inmigratoria contempor-nea es la existencia de proporciones ms o menos extensas de in-migrantes irregulares, de la que derivan considerables dilemas,contradicciones y consecuencias no deseadas. Quizs la contradic-cin primordial resida en el conflicto entre la flagrante quiebra delEstado de Derecho que supone la existencia de una elevada y cr-nica proporcin de irregulares y la inevitable permisividad que lospoderes del mismo Estado tienen que mostrar hacia una realidadtan extensa ante la que las posibilidades de actuacin rigurosa soninevitablemente limitadas.

    Las dificultades de la integracin

    Otra caracterstica de la nueva era, influida por los rasgos querevisten en nuestros das las migraciones internacionales y el con-texto histrico en el que se producen, es la creciente dificultad parala plena incorporacin de los inmigrantes y las minoras tnicas a lassociedades receptoras. A riesgo de incurrir en generalizacin, puede

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  • decirse que en el pasado, la integracin apareca como el desenlacenatural de la inmigracin, que ello se aceptaba por la sociedad re-ceptora y que, en la mayora de los casos, terminaba producindose,en moldes asimilacionistas que nadie discuta. Los inmigrantes seamericanizaban o argentinizaban en un par de generaciones, y, de esemodo, la etnicidad quedaba restringida al desvn del folklore, enuna suerte de crepsculo de la etnicidad. Y se produca espont-neamente, por la accin ordinaria de la sociedad civil y del mercadode trabajo, sin intervencin especfica de los poderes pblicos.

    No es arriesgado sostener que en nuestros das poderosos obs-tculos se oponen a la integracin, tanto que los poderes pblicosse sienten en la necesidad de promoverla mediante una amplia pa-noplia de polticas pblicas. Y, a pesar de ellas, las luces constitui-das por experiencias felices coexisten con extensas sombras de se-gregacin, discriminacin, exclusin social y xenofobia. A la ex-tensin y persistencia de las sombras contribuyen las adversas con-diciones en las que se desenvuelven hoy en da los procesos de in-tegracin. Entre ellas se cuentan, entre otras, el menor vigor delcrecimiento econmico en comparacin con el de pocas anterio-res; la peor calidad relativa de buena parte de los empleos ocupa-dos por los inmigrantes; las menores oportunidades de movilidadsocial que de ello resultan; las fuertes reticencias de algunas socie-dades receptoras, entre ellas las europeas, a la plena incorporacinde los inmigrantes a la sociedad y a la comunidad poltica; y el cli-ma social adverso creado por la fuerte prioridad otorgada a las po-lticas de control y a la lucha contra la inmigracin irregular.

    Ello redunda en la generacin de nuevas desigualdades y en laresurreccin de fracturas sociales que parecan en vas de supera-cin. En no pocos pases receptores, en nuestros das, la principalfractura social es la que distingue a nacionales y extranjeros. Elideal de la ciudadana universal fraguado en el tercer cuarto del si-glo XX resultante de aadir los derechos socioeconmicos propios

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  • del Estado de Bienestar a los derechos cvicos y a los derechos po-lticos que se haban ido conquistando anteriormente en las socie-dades democrticas ha ido dejando paso en ltimo cuarto a unaescala de gradaciones de la ciudadana. En el primer escaln se si-tan los nacionales; luego vienen los naturalizados, los denizens oresidentes indefinidos, y los temporales; y, finalmente, los irregula-res. Y, para complicar las cosas, en algunos pases de inmigracinlos obstculos a la adquisicin de la nacionalidad son tan conside-rables que los inmigrantes llevan camino de convertirse en extran-jeros perpetuos. Alguien ha calculado que, de mantenerse las tasas denaturalizacin vigentes en Europa, se requeriran 150 aos para lanaturalizacin de los ya presentes, a condicin de que no entraseninguno nuevo entre tanto.

    Otra novedad relativa, consecuencia tanto de cambios materia-les los espectaculares progresos experimentados por transportes ycomunicaciones, entre otros como ideacionales, que han afectadoa los proyectos y estrategias migratorios, es el desarrollo crecientede espacios y comunidades transnacionales. En lenguaje coloquialse alude a veces a esta emergente realidad contempornea dicien-do que los inmigrantes tienen un pie en la sociedad de destino y elotro en la de origen, para aludir al hecho de que los lazos que losinmigrantes mantienen con los lugares de origen son ms fuertesque nunca. Los espacios sociales transnacionales que de esas inte-racciones resultan tienen profundas implicaciones para la adapta-cin de los inmigrantes y para las respectivas sociedades civiles,adems de conllevar frecuentes demandas de doble nacionalidad.

    Implicaciones y dilemas

    Las novedosas caractersticas que revisten las migraciones in-ternacionales en nuestros das son decisivas para entender su ex-

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  • traordinaria significacin y relevancia. El origen de ellas se en-cuentra en la mundializacin de los flujos. Por un lado, ello ha ge-nerado un desequilibrio entre oferta y demanda capaz por s solode arrojar densas sombras sobre la viabilidad de la libre circula-cin. Por otro, ha entraado un acusado cambio en las proceden-cias de los inmigrantes y un marcado aumento en la heterogenei-dad de los flujos. Uno y otro, a su vez, estn a la base de las pro-fundas transformaciones experimentadas por el paisaje humano delas sociedades receptoras, vividas con variables grados de malestar.De una valoracin social predominantemente positiva de la inmi-gracin hemos pasado a su caracterizacin como problema. A elloha contribuido la conversin en receptores de pases diametral-mente distintos de los clsicos. Todo ello ha resultado en la gene-ralizacin de polticas de control, de eficacia limitada, costes consi-derables y graves consecuencias no deseadas. E incide desfavora-blemente sobre las perspectivas de la integracin y las actitudes ha-cia la misma. Un contexto histrico menos propicio y una insercinlaboral ms desfavorable contribuyen a hacerla menos fcil. Elcambio cultural, y el desarrollo de fenmenos transnacionales tam-bin exigen modelos de incorporacin diferentes o drsticas adap-taciones de los existentes.

    Todo ello entraa importantes implicaciones y dilemas. En lasdemocracias liberales, la sistemtica restriccin de la libertad decirculacin entra en abierta contradiccin con su condicin de so-ciedades abiertas insertas en un mundo cada vez ms interpenetra-do y global y con su defensa de las libertades en otros terrenos.Otra tensin conflictiva es la que enfrenta a inmigrantes y estados:a individuos que tienen derecho a cambiar de pas con estados quetienen derecho a decidir quines y cuntos entran. Esta contrapo-sicin de derechos tambin podra verse como un conflicto entrelos estados nacionales y la globalizacin. Por su parte, el gradualdesarrollo de un corpus de derechos desterritorializados, en el que

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  • pueden ampararse los inmigrantes en contra de la voluntad del es-tado que los acoge, choca a veces con la reivindicacin de la sobe-rana nacional por parte de ste. Yasmin Soysal ha llegado a suge-rir la posibilidad de una pertenencia post-nacional basada en el pa-radigma de los derechos humanos.

    Adems, las caractersticas contemporneas de las migracionesinternacionales sumen a los estados democrticos en mares de con-tradicciones: entre las necesidades del mercado de trabajo y un cli-ma social reticente a la inmigracin; entre la severidad del controle inevitables grados de tolerancia hacia extensas reas de irregula-ridad cronificadas; entre las exigencias de las polticas de control ylas de sus sistemas jurdicos garantistas; entre sus ideales de cohe-sin social y la necesidad de una cierta subclase que realice las ta-reas menos deseadas; entre el principio de la igualdad bsica de derechos y la necesidad de distinguir entre regulares e irregularespara que las polticas de control sean crebles; entre ese mismoprincipio y la condicin desfavorecida de los irregulares; entre elideal de la ciudadana para todos y la existencia de gradaciones enla misma. Adems se enfrentan a nuevas o acrecentadas preocupa-ciones y dilemas relacionados con la compatibilidad entre princi-pios esenciales de la vida democrtica laicismo, igualdad entrehombres y mujeres, derechos de los nios y los adolescentes yprcticas culturales que los vulneran.

    Seguramente todo ello ayuda a entender la extraordinaria rele-vancia alcanzada por las migraciones internacionales en nuestrosdas.

    J. A.

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