AQUÍ EMPIEZA NUESTRA HISTORIA

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AQUÍ EMPIEZA NUESTRA HISTORIA Tobias Wolff La niebla entró temprano otra vez. Este era el décimo día consecutivo. Los camareros y las camareras se reunieron junto al ventanal para verla, y Charlie empujó su carrito a través del comedor para poder mirarla con ellos mientras llenaba los vasos de agua. Las barcas iban entrando adelantándose a la niebla, que se alzaba amenazadora tras ellas como una enorme ola. Las gaviotas planeaban desde el cielo hasta los pilones del muelle, donde se sacudían las plumas, se balanceaban de un lado a otro y miraban furiosas a los turistas que pasaban. La niebla cubrió los puntales del parque. El puente parecía flotar suelto a medida que la niebla penetraba ondulante en el puerto y empezaba a dar alcance a las barcas. Una por una las fue engullendo a todas. Eso es lo que yo llamo espeluznante –dijo uno de los camareros–. No me harías salir de ahí fuera ni por amor ni por dinero. Bonita conversación –dijo el camarero. Una camarera dijo algo y los demás echaron a reír. El maître salió de la cocina e hizo chascar los dedos. ¡Chico! –gritó. Una de las camareras se volvió y miró a Charlie, el cual dejó la jarra con la que estaba sirviendo el agua y empujó el carrito a través del comedor hasta el lugar que le estaba asignado. Durante la siguiente media hora, hasta que llegó el primer cliente, Charlie dobló servilletas y puso cuadraditos de mantequilla en pequeños cuencos llenos de hielo picado, y pensó en las cosas que le haría el maître si alguna vez tuviera al maître en su poder. Pero esto era un entretenimiento; en realidad no odiaba al maître. Odiaba este trabajo sin sentido y su temor a perderlo, y más que nada odiaba que le llamaran chico, porque eso le hacía más difícil pensar en sí mismo como un hombre, cosa que estaba aprendiendo a hacer. Esa noche sólo entraron en el restaurante unos cuantos turistas. Todos ellos estaban solos, con las bolsas de sus compras en la silla de enfrente, y miraron taciturnos en dirección al Golden Gate, aunque no se veía nada más que la niebla presionando contra los ventanales y unas gotas de agua grasienta resbalando por el cristal. Como la mayoría de la gente que está sola, pidieron los platos más baratos, gamas o bacalao o el “Plato del Capitán”, y quizás una jarra pequeña de vino de la casa. Los camareros le sirvieron de manera descuidada. Los turistas comieron muy despacio, dieron excesivas propinas y se marcharon más profundamente hundidos en la decepción que antes. A las nueve de la noche el maître mandó a casa a todos los camareros, excepto a tres, y se fue él. Charlie esperó que le hiciese también a él una indicación, pero le dejó de pie junto a su carrito, donde dobló más servilletas y renovó el hielo a medida que se derretía en los vasos de agua y bajo los cuadraditos de mantequilla. Los tres camareros no paraban de irse a la despensa a fumar droga. Para cuando cerraron el restaurante estaban tan colocados que apenas podían tenerse en pie. Charlie emprendió la vuelta a casa por el camino más largo, por Columbus Avenue, porque el Columbus

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  • AQU EMPIEZA NUESTRA HISTORIATobias Wolff

    La niebla entr temprano otra vez. Este era el dcimo da consecutivo. Los camareros y las camareras sereunieron junto al ventanal para verla, y Charlie empuj su carrito a travs del comedor para podermirarla con ellos mientras llenaba los vasos de agua. Las barcas iban entrando adelantndose a laniebla, que se alzaba amenazadora tras ellas como una enorme ola. Las gaviotas planeaban desde elcielo hasta los pilones del muelle, donde se sacudan las plumas, se balanceaban de un lado a otro ymiraban furiosas a los turistas que pasaban.

    La niebla cubri los puntales del parque. El puente pareca flotar suelto a medida que la nieblapenetraba ondulante en el puerto y empezaba a dar alcance a las barcas. Una por una las fue engullendoa todas.

    Eso es lo que yo llamo espeluznante dijo uno de los camareros. No me haras salir de ah fuera nipor amor ni por dinero.

    Bonita conversacin dijo el camarero.

    Una camarera dijo algo y los dems echaron a rer.

    El matre sali de la cocina e hizo chascar los dedos.

    Chico! grit.

    Una de las camareras se volvi y mir a Charlie, el cual dej la jarra con la que estaba sirviendo el agua yempuj el carrito a travs del comedor hasta el lugar que le estaba asignado. Durante la siguiente mediahora, hasta que lleg el primer cliente, Charlie dobl servilletas y puso cuadraditos de mantequilla enpequeos cuencos llenos de hielo picado, y pens en las cosas que le hara el matre si alguna vez tuvieraal matre en su poder.

    Pero esto era un entretenimiento; en realidad no odiaba al matre. Odiaba este trabajo sin sentido y sutemor a perderlo, y ms que nada odiaba que le llamaran chico, porque eso le haca ms difcil pensar ens mismo como un hombre, cosa que estaba aprendiendo a hacer.

    Esa noche slo entraron en el restaurante unos cuantos turistas. Todos ellos estaban solos, con lasbolsas de sus compras en la silla de enfrente, y miraron taciturnos en direccin al Golden Gate, aunqueno se vea nada ms que la niebla presionando contra los ventanales y unas gotas de agua grasientaresbalando por el cristal. Como la mayora de la gente que est sola, pidieron los platos ms baratos,gamas o bacalao o el Plato del Capitn, y quizs una jarra pequea de vino de la casa. Los camareros lesirvieron de manera descuidada. Los turistas comieron muy despacio, dieron excesivas propinas y semarcharon ms profundamente hundidos en la decepcin que antes.

    A las nueve de la noche el matre mand a casa a todos los camareros, excepto a tres, y se fue l. Charlieesper que le hiciese tambin a l una indicacin, pero le dej de pie junto a su carrito, donde dobl msservilletas y renov el hielo a medida que se derreta en los vasos de agua y bajo los cuadraditos demantequilla. Los tres camareros no paraban de irse a la despensa a fumar droga. Para cuando cerraronel restaurante estaban tan colocados que apenas podan tenerse en pie.

    Charlie emprendi la vuelta a casa por el camino ms largo, por Columbus Avenue, porque el Columbus

  • Avenue tena las farolas ms luminosas. Pero con esta niebla las farolas eran slo una presencia, unamancha lechosa aqu y all entre el vapor. Charlie anduvo despacio y pegndose a las paredes. No seencontr a nadie en el camino; pero una vez, cuando se detuvo para secarse la humedad de la cara, oyun extrao ruido de pasos tras l, y al volverse vio a un perro de tres patas surgir entre la niebla. Pasjunto a l dando una serie de sacudidas y desapareci.

    Dios dijo Charlie.

    Luego se ri, pero el sonido fue poco convincente y decidi meterse en algn sitio durante un rato.

    Justo a la vuelta de la esquina, en Vallejo, haba un caf donde Charlie iba a veces en sus noches libres.Jack Kerouac haba mencionado este caf en The Subterraneans. Hoy en da los clientes eranfundamentalmente italianos que venan a escuchar la msica del tocadiscos automtico, que estaballeno de peras italianas, pero Charlie siempre levantaba la cabeza cuando entraba alguien; poda serGinsberg o Corso, que pasaban por all recordando los viejos tiempos. Le gustaba sentarse all con unlibro abierto sobre la mesa, escuchando la msica que l consideraba clsica. Le gustaba pensar que lamujer grosera y desastrada que le traa su cappucino haba sido en otros tiempos la amante de NeilCassady. Era posible.

    Cuando Charlie entr en el caf, los nicos clientes que haba eran cuatro viejos sentados en una mesajunto a la puerta. l cogi una mesa al otro lado del local. Alguien se haba dejado una revista italiana decine en la silla junto a la suya. Charlie oje las fotografas, llevando el ritmo de El coro del yunque conlos dedos, mientras la camarera le preparaba su cappucino. La mquina del caf silb cuando ella le dioa la manivela. El local se llen del grato olor del caf. Charlie not tambin el olor a pescado y se diocuenta de que vena de l, que apestaba a pescado. Sus dedos se quedaron inmviles sobre la mesa.

    Pag a la camarera cuando ella le sirvi. Tena la intencin de beberse el caf y marcharse. Mientrasesperaba a que el caf se enfriara entr una mujer con dos hombres. Miraron a su alrededor,conferenciaron y finalmente se sentaron en la mesa contigua a la de Charlie. No bien se sentaronempezaron a hablar sin preocuparse de si Charlie les oa. l escuch, y al cabo de unos minutos empeza lanzarles miradas. No lo notaron o no les import. Se mostraban indiferentes a su presencia.

    Charlie dedujo de su conversacin que los tres eran miembros del coro de una iglesia y que iban a decopas despus de ensayar. La mujer se llamaba Audrey Tena el lpiz de labios corrido, lo cual haca quesu boca pareciese un poco torcida. El marido de Aubrey era alto y corpulento. Cambiaba de posturaconstantemente, araando el suelo con las patas de su silla al hacerlo, y pasaba su sombrero de unarodilla a la otra repetidas veces. A pesar de su corpulencia, el traje verde que llevaba le sentabaperfectamente. Se llamaba Truman, y el otro hombre se llama George. George tena una voz tranquila yaguda, que disfrutaba utilizando. Charlie le vio escuchndose al hablar. Era profesor de algo, cosa queno sorprendi a Charlie. George le recordaba a los catedrticos jvenes que haba tenido en sus tresaos de universidad: gafas sin montura, jersey de cuello vuelto, el fantasma de una sonrisa siempre enlos labios. Pero George no era joven realmente. Su cabello abundante, con raya al medio, habaempezado a encanecer.

    No, al parecer slo Audrey y George cantaban en el coro. Le estaban contando a Truman un viaje quehaban hecho recientemente a los ngeles, a un festiva de cors. Truman miraba alternativamente a sumujer y a George segn hablaban, y meneaba la cabeza cuando describan los lamentables caracteres delos otros miembros del coro y las excentricidades del director del mismo.

  • Por supuesto, el padre Wes no es nada comparado con monseor Strauss dijo George. MonseorStauss estaba positivamente loco.

    Straus? dijo Truman. Quin es Strauss? El nico Strauss que conozco es Johann.

    Truman mir a su mujer y se ri.

    Perdona dijo George. Estaba siendo crptico. George a veces se olvida de lo elemental. Cuandoconoces a alguien como monseor Strauss supones que todo el mundo ha odo hablar de l. Monseorfue nuestro director durante cinco aos, antes de la toma de posesin del padre Wes. Le dio un ataquede religiosidad y se fue al subcontinente justo antes de que Audrey se uniera a nosotros, as que,naturalmente, no tenas por qu conocer el nombre.

    El subcontinente? dijo Truman. Qu es eso? ?

    Por Dios santo, Truman dijo Audrey. A veces me avergenzas.

    dijo George. Calcuta. Teresa y todo eso.

    Audrey le puso una mano en el brazo a George.

    George dijo, cuntale a Truman esa maravillosa historia que me contaste a m acerca de monseorStrauss y el filipino.

    George sonri para s.

    Ah, s dijo, Miguel. Es una larga historia, Audrey. Quiz sera mejor dejarla para ota noche.

    Si es tan larga dijo Truman.

    No lo es dijo Audrey. Golpe con los nudillos sobre la mesa. Cuenta la historia, George.

    George mir a Truman y se encogi de hombros.

    No le eches la culpa a George dijo. Se bebi lo que quedaba de coac. De acuerdo. Aqu empiezanuestra historia. Monseor Strauss tena algn dinero y todos los aos viajaba a lugares exticos. Alregresar a casa siempre traa algn recuerdo extrao que haba adquirido en sus viajes. De Argentina setrajo unas semillas que se convirtieron en plantas cuyas flores olan a, con perdn, merde. Las habacomprado en una tienda argentina de artculos de broma, si te puedes imaginar semejante cosa. Cuandovolvi de Kenya pas de contrabando un lagarto que cazaba moscas con la lengua a una distancia ametro y medio. Monseor llevaba este lagarto a todas partes sobre un dedo, y cuando una mosca sepona a tiro deca: Mirad esto!, y apuntaba al lagarte como si fuera una pistola, y paf se acab lamosca.

    Audrey apunt a Truman con un dedo y dijo:

    Paf.

    Truman se limit a mirarla.

    Necesito otra copa dijo Audrey, y le hizo una sea a la camarera.

    George pas un dedo por el borde su copa de coac.

  • Despus del lagarto continu hubo un enorme roedor vivo que acab en el zoo, y despus del roedorvino un ser humano de diecinueve aos originario de las Islas Filipinas. Se llamaba Miguel Lpez deConstanza, y era un taxista de Manila a quien monseor haba contratado como chfer durante suestancia all y al cual le haba cogido afecto. Cuando monseor volvi toc unas cuantas teclas enInmigracin y unas semanas ms tarde lleg Miguel. No hablaba ingls realmente, slo unas cuantaspalabras chapurreadas para los turistas de Manila. El primer mes o cosa as se aloj con monseor en larectora; luego encontr una habitacin en el hotel Overland y se traslad all.

    El hotel Overland dijo Truman Eso es un tugurio lleno de drogotas en la parte alta de Grant.

    El hotel Sobredosis dijo Audrey. Cuando Truman la mir, ella aclar: As es como le llaman.

    Pareces estar muy puesta en la nomenclatura coment Truman.

    La camarera vino con las bebidas. Cuando vaci la bandeja se qued de pie detrs de Truman y empeza escribir en un cuaderno que llevaba. Charlie dese que no se acercara a su mesa. No quera que losotros se fijaran en l. Adivinaran que haba estado escuchndoles y quiz no les agradara la idea.Podran dejar de hablar. Pero la camarera termin de hacer sus anotaciones y se volvi a la barra sinmirar siquiera a Charlie.

    Los viejos sentados junto a la puerta estaban discutiendo en italiano. La ventana que haba tras ellosestaba toda empaada, y Charlie not la prxima mitad de la niebla. El tocadiscos tragaperras brillabaen el rincn. La cancin que estaba sonando acab bruscamente, la maquinara zumb y volvi a sonarEl coro del yunque.

    Y por qu el hotel Overland? pregunt Truman.

    Truman prefiere el Fairmont dijo Audrey. Truman cree que todo el mundo debiera alojarse en elFairmont.

    Miguel no tena dinero explic George. Slo el que le daba monseor. La idea era que se quedara alljusto el tiempo suficiente para aprender ingls y un oficio. Luego conseguira un trabajo y podramantenerse.

    Parece razonable dijo Truman.

    Audrey se ech a rer.

    Truman, me haces gracia. Eso es exactamente lo que pens que diras. Pero demos la vuelta a las cosaspor un minuto. Digamos que por alguna razn t, Truman, te encuentras en Manila sin un cntimo. Noconoces a nadie, no entiendes nada de lo que hablan y vas a parar a un hotel donde la gente se estpinchando y palmndola en las escaleras y prendiendo fuego a sus habitaciones todo el rato. Cuntoespaol aprenderas viviendo de esa manea? Qu clase de oficio? S realista. Esa no es una existenciarazonble.

    San Francisco no es Manila dijo Truman. Creme, yo he estado all. Por lo menos aqu tienes unaposibilidad. Adems, no es cierto que no conociera a nadie. Qu pasa con monseor?

    Fantstico dijo Audrey. Un cura que va por ah con un lagarto en un dedo. Un amigo estupendo. O,como t diras, un contacto estupendo.

    Nunca, que yo sepa, he usado la palabra contacto en ese sentido dijo Truman.

  • George haba estado con la vista clavada en su copa de coac, que sostena con ambas manos. Levantlos ojos y mir a Audrey.

    En realidad dijo, Miguel no estaba totalmente perdido. De hecho, se las arregl bastante biendurante algn tempo. Monseor Strauss le meti en un curso para mecnicos en la casa Porsche-Audien Van Ness, y aprenda el ingls a una velocidad tremenda. Es asombroso, verdad?, lo que uno escapaz de hacer cuando no tiene alternativa George hizo rodar la copa entre las palmas de sus manos.Los drogotas le dejaron en paz, por muy increble que parezca. No se metan con l en los vestbulos ninada. Era como si Miguel viviera en una dimensin distinta de la suya, y en cierto modo as era. Iba amisa diariamente y cantaba en el coro. All fue donde yo le conoc. Miguel tena una hermosa voz debartono, verdaderamente hermosa. Estaba sumamente orgulloso de su voz. Y tambin de su cuerpo.Coma exactamente tanto de esto y tanto de lo otro. Haca complicados ejercicios todos los das. Y hastase daba masajes faciales para evitar que le saliera papada.

    Ah lo tienes dijo Truman a Audrey. Existe el carcter como ella no contest, aadi: Lo quequiero decir es que uno no est necesariamente limitado por las circunstancias.

    Ya s lo que quieres decir dijo Audrey. La historia no ha terminado todava.

    Truman pas su sombrero de una rodilla a la mesa. Cruz los brazos sobre el pecho.

    Tengo todo un da por delante le dijo a Audrey.

    Ella asinti, pero sin mirarle.

    George bebi un sorbo de coac. Despus cerr los ojos y se pas la punta de la lengua por los labios.Luego baj la cabeza de nuevo y fij la mirada en la copa.

    Miguel conoci a una mujer dijo, como nos pasa a todos. Se llamaba Senga. Yo supongo queprimitivamente su nombre sera Agnes, y que le dio la vuelta con la esperanza de resultar msinteresante a las personas del gnero masculino. Senga tena por lo menos diez aos ms que Miguel,puede que ms. Tena una hija en octavo, creo. Senga era una especialista en finanzas en B. of A. Norecuerdo dnde se conocieron. Salieron durante algn tiempo; luego ella cort. Supongo que para ellafue algo intrascendente, pero para Miguel era serio. Adoraba a Senga, y uso esa palabra conconocimiento de causa. Mont un pequeo altar para ella en su habitacin. Una foto de Senga cuandotermin los estudios secundarios, rodeada de diversos objetos que ella haba llevado o utilizado. Peines,pauelos, frascos de perfume vacos. Un montn de cosas. Cmo los consigui, no tengo ni idea, si ellase los dio o l los cogi. Lo extrao es que slo sali con ella unas cuantas veces. Dudo mucho quellegaran a acostarse.

    No se acostaron dijo Truman.

    George le mir.

    Si se hubieran acostado dijo Truman no le habra puesto un altar.

    Audrey mene la cabeza.

    Truman puro dijo, Truman de ley.

  • l le palme un brazo.

    No te ofendas le dijo.

    Sea como sea dijo George, Miguel no estaba dispuesto a renunciar, y sa fue la causa de todo elproblema. Primero le escribi cartas, largas cartas sensibleras en un ingls entrecortado. Me dio a leeruna para que le corrigiera la ortografa y esas cosas, pero era totalmente imposible. Era todo fragmentosy repeticiones. Sin prrafos. Simplemente se la devolv al cabo de unos das y le dije que estaba bien.Miguel pensaba que las cartas convenceran a Senga, pero ella nunca le contestaba, y despus de algntiempo empez a llamarla a todas horas. Ella se negaba a hablar con l. En cuanto oa su voz le colgaba.Finalmente consigui un nmero que no apareca en la gua telefnica. Quera que fuese a B of A adefender su causa, que actuara como una especie de garante de su carcter. Cosa que, despus de algunareflexin, acept hacer.

    Aj dijo Truman. La trama se complica. Entra Miles Standish.

    Saba que diras eso dijo Audrey.

    Se termin su bebida y mir a su alrededor, pero la camarera estaba sentada en la barra, de espaldas aellos, fumando un cigarrillo.

    George se quit las gafas, las sostuvo a la luz y se las volvi a poner, diciendo:

    As que George sale resueltamente para conocer a Senga. Senga no os sugiere ese nombre a unareina de la selva? Ojos que relumbran, daga en la cadera, pechos asomando por encima de una piel deleopardo. Pues no era el caso. Esta Senga segua siendo una Agnes. Delgada, con aspecto de ejecutiva.Y muy gruona. No bien mencion el nombre de Miguel, me ense la puerta y me dio un mensaje paral: si volva a molestarla pondra a la polica tras l. Esas fueron sus palabras, y las deca en serio. Unasemana despus, ms o menos, Miguel la sigui desde el trabajo a casa, e inmediatamente ella contrata un abogado para ocuparse del caso. El resultado fue que Miguel tuvo que firmar un papel diciendo queentenda que sera arrestado si volva a escribir, llamar o seguir a Senga. Firm, pero con reservas, comosi dijramos. Me dijo: Jorge, firmo, pero no acepto. Le contest: Nobles palabras, pero ms te valeaceptar, porque de lo contrario esa mujer te har encerrar. Miguel dijo que la prisin no le asustaba,que en su pas todas las mejores personas estaban en prisin. Efectivamente, a los pocos das sigui aSenga a su casa una vez ms y ella cumpli lo prometido: le hizo encerrar.

    Pobre chio dijo Audrey.

    Truman haba estado intentado atraer la atencin de la camarera, que rehua mirarle. Se volvi aAudrey.

    Qu significa eso de pobre chico? Qu me dices de la chica? Se Senga? Est tratando de conservarun trabajo y de alimentar a una hija, y mientras tanto tiene a un filipino persiguindola por toda laciudad. Si quieres sentir pena por alguien, sintela por ella.

    Lo siento dijo Audrey.

    De acuerdo entonces.

    Truman mir de nuevo a la camarera y en ese momento Audrey cogi la copa e George y bebi un sorbo.George le sonri.

  • Qu le pasa a esa mujer? dijo Truman. Mene la cabeza. Renuncio.

    George asinti.

    En resumen dijo, fue un asunto serio. Trs srius. Fijaron una fianza de veinte mil dlares, quemonseor Strauss no pudo reunir. Y por descontado, un servidor tampoco. As que Miguel se qued enla crcel. El agobado de Senga quera sangre y meti a los de Inmigracin en el asunto. Amenazaban conrevocar el visado de Miguel y expulsarlo del pas. Finalmente monseor Strauss consigui sacarle, perofue, como dira el duque, por los pelos. Result que a Senga iban a trasladarla a Portland al cabo de unmes o cosa as, y monseor le convenci de que retirase los cargos, con la condicin de que Miguel no seacercara a quince kilmetros de los lmites de esa ciudad mientras ella viviera all. Hasta que ella semarchara Miguel vivira con monseor Strauss en la rectora, bajo su supervisin personal. Monseoracept tambin pagar los honorarios del abogado de Senga, que eran disparatados. Absolutamentedisparatados.

    Y cul era la ltima condicin? pregunt Truman.

    La simplicidad misma respondi George. Si Miguel no cumpla, le pondran en el primer avin paraManila.

    Eso parece ilegal dijo Truman.

    Quiz. Pero se era el acuerdo.

    Empez una nueva cancin en el tocadiscos tragaperras. Los viejos de la puerta dejaron de discutir, ycada uno de ellos pareci ensimismarse de repente.

    Escuchad dijo Audrey. Es l. Caruso.

    El disco estaba gastado y produca el efecto de ruidos parsitos detrs de la voz de Caruso. La msica,llegando a travs del ruido parsito, le hizo recordar a Charlie las emisiones de radio culturales deEuropa que sus padres escuchaban con tanta gravedad cuando l era nio. A veces la voz de Caruso casse perda, pero luego volva a subir. Los viejos estaban inmviles. Uno de ellos empez a llorar. Laslgrimas caan libremente de sus ojos abiertos y corran por sus mejillas.

    As que se era Caruso dijo Truman cuando la cancin termin Siempre me haba preguntado a quse deba tanta fama. Ahora lo s. A eso lo llamo yo cantar.

    Sac la cartera y dej algo de dinero sobre la mesa. Examin el dinero que quedaba en la cartera antesde guardarla.

    Lista le pregunt a Audrey.

    No dijo ella. Termina la historia, George.

    George se quit las gafas y las puso sobre la mesa, al lado de su copa. Se frot los ojos.

    Est bien dijo. Volvamos a Miguel. Segn lo acordado, vivi en la rectora hasta que Senga se fue aPortland. Y adems se port bien. Ni cartas, ni llamadas, ni seguimientos. En pijama todas las nochesantes de las diez. Entonces Senga se fue y Miguel volvi al Overland. Durante algn tiempo parecabastante desesperado, pero al cabo de una semana pareci superarlo.

  • Digo pareci porque estaban sucediendo ms cosas de las que se vean. O al menos de las que veayo. Una noche estoy yo en su casa escuchando, lo creis o no,Tristn, cuando suena el telfono. Alprincipio nadie dice nada; luego llega una voz en un susurro: Aydame, Jorge, aydame, ynaturalmente, s quin es. Dice que necesita verme en seguida. Sin ninguna explicacin. Ni siquiera medice dnde est. Tengo que suponer que est en el Overland, y all es donde le encuentro, en elvestbulo.

    George lanz una risita.

    En realidad dijo, por poco no le veo. Tena toda la cara vendada, desde la nariz hasta la parte alta dela frente. Si no le hubiera estado buscando, no le habra reconocido. En la vida. Estaba sentado, rodeadode sus maletas y con un bastn blanco sobre las rodillas. Cuando le hice saber que estaba all, me dijo:Jorge, estoy ciego. Le pregunt qu haba ocurrido. No quera decrmelo. En cambio, me dio uncodazo de papel y me pidi que llamara a Senga y le dijera que se haba quedado ciego y que llegara aPortland en autocar a las once de la maana siguiente.

    Cielo santo dijo Truman. Lo estaba fingiendo, no es eso? Quiero decir que no estaba ciegorealmente, verdad?

    Esa es una pregunta interesante dijo George. Porque si bien he de decir que Miguel no estabarealmente ciego, tambin he de decir que no estaba fingiendo realmente. Pero sigamos. Senga no seconmovi. Me orden que le dijera a Miguel que no sera ella, sino la polica, quien le estara esperando.Miguel no le crey. Jorge, ella estar all, me dijo. Y eso fue todo. Se acab la discusin.

    Fue? pregunt Truman.

    Claro que fue dijo Audrey. La amaba.

    George asinti.

    Yo mismo le met en el autocar. Le conduje hasta su asiento, de hecho.

    As que segua llevando las vendas dijo Truman.

    Oh, s. Las segua llevando.

    Pero es un viaje de doce o trece horas. Si no le pasaba nada en los ojos, por qu no se quit el vendajey se lo volvi a poner cuando el autocar fuera a llegar a Portland?

    Audrey puso su mano sobre la de Truman.

    Truman dijo, tenemos que hablar de algo.

    No lo entiendo insisti Truman. Por qu viajar ciego? Por qu hacer todo ese trayecto en laoscuridad?

    Truman, escucha dijo Audrey.

    Pero cuando Truman se volvi hacia ella Audrey retir su mano y mir a George al otro lado de la mesa.George tena los ojos cerrados. Sus dedos estaban cruzados como si estuviera rezando.

    George dijo Audrey. Por favor. Yo no puedo.

  • George abri los ojos.

    Dselo dijo Audrey.

    Truman mir alternativamente del uno a la otra.

    Esperad un momento dijo.

    Lo siento dijo George. Esto no es fcil para m.

    Truman miraba fijamente a Audrey.

    Eh dijo.

    Ella empuj su vaso vaco adelante y atrs.

    Tenemos que hablar dijo.

    El acerc su cara a la de ella.

    Acaso crees que porque gano mucho dinero no tengo sentimientos?

    Tenemos que hablar repiti ella.

    Ciertamente dijo George.

    Los tres permanecieron sentados durante un rato. Luego Truman dijo:

    Se acab el pastel.

    Unos minutos ms tarde los tres se levantaron y salieron del caf.

    La camarera estaba sentada en la barra sola, inmvil, excepto cuando levantaba la cabeza para lanzar elhumo al techo. Junto a la puerta, los italianos se estaban jugando los palillos de dientes a los dados. Elcoro del yunque sonaba nuevamente en el tocador tragaperras. Era la primera pieza de msica clsicaque Charlie haba odo suficientes veces como para hartarse de ella, y ahora estaba harto de ella.

    Cerr la revista que haba estado fingiendo leer, la dej sobre la mesa y sali.

    An haba niebla y haca ms fro que antes. El padre de Charlie le haba desaconsejado que setrasladara a San Francisco en mitad del verano, incluso haba citado a Mark Twain, en el sentido de queel invierno ms fro que Mark Twain haba soportado fue el verano que pas en San Francisco. Estehaba sido especialmente malo; hasta los nativos lo decan. La verdad era que estaba empezando adeprimir a Charlie. Pero no se lo haba reconocido a su padre, como tampoco haba reconocido que sutrabajo le agotaba y apenas le daba lo suficiente para vivir, o que los amigos de los que hablaba en suscartas a casa no existan, o que los editores a quienes haba enviado su novela se la haban devuelto sincomentario, todos menos uno, que haba garabateado a lpiz sobre la pgina del ttulo: Est usted debroma?

    La habitacin de Charlie estaba en Broadway, en la cima de la colina. La pendiente era tan acentuadaque haban tenido que hacer escalones en las aceras y cerrar la calle con un muro de cemento debido a

  • los coches que perdan los frenos al bajar. A veces, por la noche, Charlie se sentaba sobre ese muro ymiraba hacia las luces de North Beach y pensaba en todos los escritores que estaran all, inclinadossobre sus mesas, llenando pginas y pginas con palabras bien escogidas. Pensaba que estos escritoresse reuniran de madrugada para beber vino y leer la obra de los otros y hablar de las cosas que pesabanen sus corazones. Estos eran los hombres y mujeres brillantes y las conversaciones profundas de las queCharlie escriba a sus padres.

    Estaba al borde de renunciar. l mismo no saba hasta qu punto estaba al borde de renunciar hasta quesali del caf esa noche y not que acababa de decidir continuar a pesar de todo. Se qued all parado yescuch la sirena de la niebla en la baha. La tristeza de ese sonido, la idea de l mismo detenindose aescucharlo, la densidad de la niebla, todo ello le proporcion una sensacin de placer.

    Charlie oy violines tras l cuando la puerta del caf se abri; luego se cerr de un portazo y los violinescesaron. Una voz profunda dijo algo en italiano. Una voz ms alta le respondi y ambas voces sealejaron juntas calle abajo.

    Charlie se volvi y ech a andar cuesta arriba, pasando junto a las farolas que brillaban con gotas deagua, paredes que rezumaban y ventanas oscuras. Una china apareci a su lado. Sostena ante s unalangosta que agitaba sus patas de un lado a otro, como si estuviera dirigiendo una orquesta. La mujerapret el paso y desapareci. La pendiente empez a hacerse ms pronunciada bajo los pies de Charlie.Se detuvo para recobrar el aliento y oy de nuevo la sirena de la niebla. Saba que en alguna parte, allfuera, un barco se diriga a puerto a pesar del solemne aviso, y mientras caminaba Charlie se imaginabaarrodillado en la proa, con un farol en la mano, atento a la luz que brillaba justo ante l. Cualquierdistraccin desvanecida. Demasiado vigilante para tener miedo. La lengua humedeciendo los labio, losojos muy abiertos, listo para avisar en esta niebla cambiante, que en cualquier momento poda revelarcualquier cosa.

    Tobias Wolff, De regreso al mundo, Alfaguara, 1968