APROXIMACION Y REFLEXIÓN EN TORNO AL CONCEPTO DE CULTURA POLITICA

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APROXIMACION Y REFLEXIÓN EN TORNO AL CONCEPTO DE CULTURA POLITICA: diferentes miradas Giovanny Andrés Avendaño L. La definición de la cultura política ha sido tema de discusión y controversia no sólo al interior de la disciplina de la ciencia política, sino también en otras disciplinas de las ciencias sociales, en las cuales dentro de sus intereses académicos se ha producido un acercamiento a ésta temática. Como ejemplo de ello es posible mencionar a la sociología, la antropología, la psicología y la historia. Cada una de estas, desde su perspectiva disciplinar y sus elaboraciones metodológicas han cuestionado, construido y aportado a dicha discusión. En ese intento por dilucidar y comprender la cultura política, las combinaciones metodológicas de las disciplinas mencionadas han alimentado y contribuido en el avance del conocimiento sobre el tema. La literatura existente sobre el tema, artículos en internet, revistas y libros, brindan la posibilidad de acercarse a éste y observar el estado del arte sobre dicha temática. Con el propósito de argumentar lo anterior, se mostrará las distintas ideas y perspectivas que sobre el tema han realizado autores de diferentes disciplinas. Antes de introducir las diferentes ideas que los autores han elaborado sobre el tema, es preciso señalar un aspecto que es relevante y que genera dificultad, pero al mismo tiempo posibilita y abre caminos para la comprensión de la cultura política. Siguiendo lo anterior, se puede decir que al hablar de cultura política, se observa la relación entre lo cultural y lo político. Así, las diferentes perspectivas e ideas que se constituyen alrededor de la cultura política, tienen su base en la forma como se concibe la cultura y la política. La mirada de la política y la cultura enmarcada en una forma estática de estas, tendrá unos resultados muy diferentes de aquella en la cual ello se concibe de manera dinámica y cambiante (Escobar, Álvarez, Dagnino, 2001). Siguiendo lo anterior, un punto central en la discusión sobre la cultura política ha sido lo referente a si es conveniente hablar de cultura política ó culturas políticas; si se busca la homogenización y universalismo de la cultura política o por el contario la existencia de culturas políticas, dada la particularidad de los diferentes grupos y sectores poblacionales existentes al interior de un país, como también las diferencias entre las distintas sociedades. Cabe decir que este cuestionamiento surge a partir del acumulado de experiencias y la historia de las distintas sociedades y los grupos que se encuentran al interior de ellas; también los diferentes cambios y transformaciones que toman lugar con el paso del tiempo; las rupturas, pero también las continuidades; y otros aspectos que

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APROXIMACION Y REFLEXIÓN EN TORNO AL CONCEPTO DE CULTURA POLITICA: diferentes miradas

Giovanny Andrés Avendaño L.

La definición de la cultura política ha sido tema de discusión y controversia no sólo al interior de la

disciplina de la ciencia política, sino también en otras disciplinas de las ciencias sociales, en las

cuales dentro de sus intereses académicos se ha producido un acercamiento a ésta temática. Como

ejemplo de ello es posible mencionar a la sociología, la antropología, la psicología y la historia.

Cada una de estas, desde su perspectiva disciplinar y sus elaboraciones metodológicas han

cuestionado, construido y aportado a dicha discusión. En ese intento por dilucidar y comprender la

cultura política, las combinaciones metodológicas de las disciplinas mencionadas han alimentado y

contribuido en el avance del conocimiento sobre el tema. La literatura existente sobre el tema,

artículos en internet, revistas y libros, brindan la posibilidad de acercarse a éste y observar el estado

del arte sobre dicha temática. Con el propósito de argumentar lo anterior, se mostrará las distintas

ideas y perspectivas que sobre el tema han realizado autores de diferentes disciplinas.

Antes de introducir las diferentes ideas que los autores han elaborado sobre el tema, es preciso

señalar un aspecto que es relevante y que genera dificultad, pero al mismo tiempo posibilita y abre

caminos para la comprensión de la cultura política. Siguiendo lo anterior, se puede decir que al

hablar de cultura política, se observa la relación entre lo cultural y lo político. Así, las diferentes

perspectivas e ideas que se constituyen alrededor de la cultura política, tienen su base en la forma

como se concibe la cultura y la política. La mirada de la política y la cultura enmarcada en una

forma estática de estas, tendrá unos resultados muy diferentes de aquella en la cual ello se concibe

de manera dinámica y cambiante (Escobar, Álvarez, Dagnino, 2001).

Siguiendo lo anterior, un punto central en la discusión sobre la cultura política ha sido lo referente a

si es conveniente hablar de cultura política ó culturas políticas; si se busca la homogenización y

universalismo de la cultura política o por el contario la existencia de culturas políticas, dada la

particularidad de los diferentes grupos y sectores poblacionales existentes al interior de un país,

como también las diferencias entre las distintas sociedades. Cabe decir que este cuestionamiento

surge a partir del acumulado de experiencias y la historia de las distintas sociedades y los grupos

que se encuentran al interior de ellas; también los diferentes cambios y transformaciones que toman

lugar con el paso del tiempo; las rupturas, pero también las continuidades; y otros aspectos que

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pueden ser relevantes y que es conveniente tener en cuenta. Todo lo anterior debe mirarse en

relación con la dimensión espacio temporal, ya que ello permite observar los sucesos presentes en

diferentes regiones, en diferentes momentos. Las distintas elaboraciones de los autores respecto a la

cultura política evidencia la importancia de esa mirada. Como ejemplo de ello, Almond (1999)

refiriéndose al estudio de la cultura política menciona que varios autores especialistas en la

cultura política contemporánea se han concentrado en la experiencia y las diferencias de tres

regiones: la cultura política de las sociedades industriales, las sociedades comunistas y las

sociedades de los países del sureste asiático (pp. 205). Ello muestra que en realidad hay diferencias

y por lo tanto la mención acerca de la existencia de culturas políticas es válida.

Para entrar a revisar las distintas nociones de cultura política, es adecuado mencionar que la

aproximación a ello se ha dado principalmente desde 2 posturas y perspectivas diferentes. Aquella

desde la cual se da una mirada que se alimenta del funcionalismo, el estructuralismo y el

comportamentalismo y otra en la que se relaciona el interpretativismo, la fenomenología y el

posestructuralismo (Heras, 2002).

En la primera perspectiva que se señala, la mención al trabajo de Almond y Verba (1963) “The civic

culture” es inevitable. Este trabajo se concibe como el pionero en el estudio de la cultura política y

es referente para muchos especialistas en el tema. El trabajo que hicieron se enmarca en dicha

perspectiva, la cual marca la forma como se realizo el estudio y la metodología empleada. Así, los

autores en The civic culture definen a la cultura política como aquel conjunto de conocimientos que

se tiene sobre el tema político, el grado en el cual los individuos se identifican con el sistema

político y la evaluación que estos tienen respecto al sistema político. Así, entonces se ven tres

elementos presentes, los cuales son: cognitivo, afectivo y evaluativo. Esta noción de cultura

política debe ser vista en el marco y contexto en el cual fue escrito dicho texto. Entre las corrientes

que hacían carrera en la academia en ese entonces, se pueden ver al behaviorismo ó

comportamentalismo, con claro contenido positivista y cuantitativista y el conductismo o

conductivismo de la psicología. De esta manera, la noción que los autores tienen de cultura política

y la relación que hacen de ésta y la cultura cívica, es bastante influenciada por dichas corrientes y

formas de pensamiento. En esa misma línea, el trabajo de Inglehart (1988), el cual es referenciado

por Seligson y Booth, (1990), ofrece una noción de cultura política en la cual establece una relación

entre el nivel de desarrollo económico y actitud política, además de incluir allí la religión.

Establece así un vínculo entre desarrollo económico y democracia. Al igual que Almond y Verba

(1963), Inglehart para su investigación diseña unas encuestas por medio de las cuales obtiene la

información que le permite inferir dichas conclusiones y establecer esas relaciones. En esa misma

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perspectiva el trabajo de Seligson y Booth (1990) “Cultura política y democratización. Vías

alternas en Nicaragua y Costa Rica” el cual también puede ser visto en la línea del comparativismo

al igual que los 2 anteriormente mencionados, se observa la actitud que los ciudadanos

nicaragüenses y costarricenses tienen respecto al sistema político de sus respectivos países,

prestando atención a los regímenes que tomaron lugar en cada uno de esos países, como también a

la tradición política de cada uno de ellos. A través de encuestas en las que preguntaban acerca de las

actividades que pueden realizarse para alcanzar objetivos políticos; la participación en grupos o

partidos políticos; la receptividad y tolerancia hacia ideas políticas contrarias a las propias,

obtuvieron respuestas que les permitió observar la existencia o no de democracia en sus países, lo

cual era el objetivo de su investigación. Para ellos la noción de cultura política se desprende de la

relación que puede establecerse entre la cultura y la estructura, limitando así, esta noción de cultura

política a la actitud y opinión que los ciudadanos tienen acerca del sistema político. Al respecto, en

una obra posterior, “Una disciplina segmentada. Escuelas y corrientes en las ciencias políticas”

Almond (1999) señala que “los valores, sentimientos y creencias políticos no son mero reflejo de la

estructura sociopolítica, y tampoco son reductibles al individualismo de la elección racional” (pp.

202). En relación con esto, ello sugiere que hay otros aspectos que deben estar presentes en el

momento de realizar investigaciones y los análisis correspondientes.

Al comentar las anteriores nociones que los autores tienen acerca de la cultura política, se evidencia

limitaciones y sesgos. En estas no se tiene en cuenta el entramado de símbolos, significaciones,

valores e imaginarios que se construyen y toman lugar en este campo. Contraria a esa perspectiva y

con diferentes nociones de la cultura política, se encuentra la segunda perspectiva que fue señalada,

la cual se alimenta del interpretativismo, la fenomenología y el posestructuralismo.

Dentro de esa perspectiva se encuentra el trabajo de Norbert Lechner (1996) “Cultura política y

gobernabilidad democrática” para quien la cultura política va mucho más allá de la actitud y

conocimiento que los individuos tienen respecto del sistema político, argumentando que la política

se despliega a través de complejas redes, formales e informales, en las cuales participan actores

políticos y sociales, desbordando así el sistema político. Esta argumentación va de la mano con la

aparición de nuevos actores políticos y la puesta de nuevos escenarios en los cuales se desarrolla la

política. En referencia a ello, Lechner plantea que es preciso repensar las dimensiones de espacio y

tiempo en que se inserta la política. Además, el acelerado cambio y transformación que se presenta

en diferentes esferas y dimensiones de la realidad social y a diferentes escalas, requiere de nuevas

formas para poder ser interpretados. La erosión de los mapas ideológicos que permitían el análisis y

la estructuración dentro de posiciones muy marcadas, ha producido una ruptura , ya que

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anteriormente se sometía la realidad a un esquema prefabricado, mientras actualmente se reconoce

la complejidad social (pp.14). Lecnher expresa que “faltan códigos interpretativos para ordenar y

estructurar la nueva realidad. Ese es el problema de fondo de la cultura política” (pp.12). Respecto

a lo anterior, la búsqueda de nuevas formas de interpretación, el empleo de conceptos y métodos de

diferentes disciplinas, se convierte en una necesidad, en la búsqueda de nuevos horizontes que

arrojen luces hacia el estudio de la cultura política.

En relación con lo manifestado por Lechner sobre la dimensión espacio-temporal, y los diferentes

cambios que han tomado lugar, la cultura política también puede ser observada y estudiada dentro

del ámbito generacional. Fabio López (2000) en su artículo “Aproximaciones al concepto de cultura

política” se refiere a ello. López hace notar que las atmosferas generacionales, dentro del contexto

histórico en el que se desenvolvieron, tuvieron mayores ó menores grados de sensibilidad frente a lo

político. La sensibilidad política colectiva de los 60´s y 70´s es diferente a aquella de los 80´s y

90´s. Ante ello explica el autor, que el clima y contexto de socialización de los jóvenes que

crecieron dentro de los parámetros característicos de cada una de esas generaciones, dejan una serie

de herencias en términos de valores e idearios colectivos, que a la vez producen formas de

identidad, permitiendo así entender las diferentes formas de actuar. En relación con lo político, las

formas de organización y acción política van a estar muy influenciadas por estos aspectos.

Con base en lo anterior, la noción de cultura política que se desprende de esas apreciaciones,

rescatan el hecho de que existe un sedimento compuesto por las experiencias y también por

elementos del acervo cultural, que entra en juego en el momento en que se analiza la cultura

política. Las formas como se transmiten valores, significaciones y sentidos de lo político,

encuentran un vínculo entre lo actual y lo pasado. Las rupturas y continuidades que pueden

producirse, poseen en sí mismas, elementos del pasado, de la historia. La aceptación o rechazo al

sistema político, el tipo de vínculo que existe con lo político, la apreciación de ésta, se desprende

en muchos sentidos tanto de la experiencia personal frente a la política, como de la experiencia

colectiva y lo que se construye alrededor de esta. Lo individual y lo colectivo se conjugan aquí.

En esa conjunción de lo individual y lo colectivo, se encuentra otra noción de la cultura política

que es elaborada por Giacomo Sani (1981), quien es referenciado por Aquiles Chihu (2005 )en su

artículo “Nuevos desarrollos en torno al concepto de cultura política”. En el artículo se muestra la

noción de cultura política que brinda Sani, quien plantea que ésta involucra el conjunto de

conocimientos relativos a las instituciones, la práctica política, las fuerzas políticas que operan, las

diferentes actitudes frente a las instituciones, las prácticas, la participación, y la tolerancia a las

diferentes fuerzas y actores políticos. En esta noción se reconoce la diversidad de formas y actores

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que se involucran en la esfera política. Además, en el mismo artículo, Chihu manifiesta que en la

cultura política se debe tener presente la doble dirección de las relaciones gobierno-gobernados, la

mutua influencia que ejercen en su relación y que ésta no se reduce a la acción política del

escrutinio, a la votación que ejercen los ciudadanos. Agrega, que existen formas de participación

que toman lugar en la cotidianidad, que esas formas de participación y acción política pueden ser

permanentes. Ello lleva a pensar en las organizaciones populares o movimientos sociales que

tienen una forma de acción política muy dinámica. Al interior de estas organizaciones o

movimientos sociales se edifica día a día una cultura política que da identidad a sus formas de

organización. En relación con ello, se puede decir, y siguiendo los comentarios de Chihu, que en la

cultura política se puede encontrar una tradición cultural que permite la reproducción y

mantenimiento de las estructuras de poder ó por el contrario, una serie de elementos con los cuales

se cuestiona, se rechaza y además se busca la transformación de dichas estructuras. Cualquiera que

sea la posición que se tome, aceptación o rechazo, ello involucra e incluye el mundo de las

costumbres, los lazos afectivos, la memoria colectiva, las leyendas, los mitos y todo un universo de

valores y también patrones de conducta que se desprenden de ahí, y todo ello está anclado espacio

temporalmente (Chihu, 2005 ).

Otra noción de cultura política es ofrecida por Marc Abelés (1988), quien considera que ésta

incluye un conjunto de símbolos y rituales que se encuentran estrechamente ligados a las formas

como se construye, se consolida y se mantiene el poder. Así, se observa el ejercicio tanto de las

élites políticas, las instituciones, como también los actores no estatales, ya que en ello se encuentra

todo un universo de símbolos que al ser analizados e interpretados, se puede hacer visible el

ejercicio de poder y las estructuras sobre las cuales este se apoya.

En relación con lo anterior toma relevancia aquellas perspectivas dentro de las cuales se observa la

cultura política con elementos de la lingüística y más exactamente de la semiótica. Bajo este tipo de

análisis, la cultura política puede ser leída como un texto y descifrar con ello las relaciones de

poder. López (2000) en su artículo referencia a Adler (1994), quien en su trabajo “Redes sociales,

cultura y poder” elabora una síntesis de lo que puede ser la cultura política, diciendo que esta es la

gramática de las relaciones de dominación, subordinación, cooperación; es decir, la gramática del

control social; la gramática del poder y su forma de expresarse. Este es un tipo de aproximación a la

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cultura política bastante interesante ya que da relevancia a factores y elementos que están presentes

en la sociedad, pero que “permanecen ocultos”.1

Desde esa perspectiva se analizan las formaciones discursivas, las cuales son aquellos discursos e

ideas que permanecen a través del tiempo y que pueden ser vistas como una continuidad en las

estructuras de `poder. Ello se refiere a que el discurso político puede ser analizado e interpretado a

la luz de estas perspectivas, las cuales se alimentan de elementos de la antropología, la psicología y

la lingüística. Así, la cultura política entendida como un universo de símbolos, valores, identidades,

imaginarios y sentidos, que se encuentran en una red “invisible” en la cual las significaciones no

pueden ser captadas como hechos independientes de sus expresiones concretas, a la vez que los

sentidos, ideas, valores no toman relevancia y cobran “vida” más allá de las maneras como son

aplicados y materializados, permite comprender aquello que se esconde tras las fachadas de la

bondad discursiva y los diferentes símbolos que está presentes en la sociedad. En ese orden de

ideas, la cultura política puede ser observada en los géneros discursivos y estéticos. A ello se refiere

Oscar Landi (1992), quien ha realizado análisis del discurso político en los noticieros de televisión.

Para ello se desarrolla una especie de etnografía de las audiencias televisivas, con lo cual se busca

obtener información acerca de la forma como se produce la recepción de noticias, en relación con

las maneras de hacer política a través de los medios de comunicación, lo cual ha sido llamado por

algunos autores como videopolítica.

Esa analítica discursiva, el intento por descifrar aquellos símbolos, significaciones y sentidos que

están en las relaciones que se establecen dentro de la política, ha arrojado resultados muy

interesantes. Para ejemplificar lo anterior se debe mencionar el texto de Carlos M. Perea (1996)

“´Porque la sangre es espíritu … …” en el cual se realiza un análisis del discurso político y de los

imaginarios de las élites políticas de la ciudad de Bogotá en la década del 40. En esta obra, el autor

elabora una noción de la cultura política en la cual señala que ésta es una trama de símbolos por la

cual se reproduce las relaciones de poder. Su estudio tiene como objeto buscar y descifrar la

relación entre la cultura política y violencia en Colombia en los años 40´s. El estudio y la forma

como realizó éste, emplea una técnica muy interesante, la cual consiste en la revisión detallada de

los diarios-periódicos, la prensa escrita de esos años, la cual constituía en el momento, el medio

óptimo para la difusión de las ideas de cada partido político de entonces. Así, revisa los diarios El

Tiempo, El Siglo y La Jornada, siendo cada uno de ellos el instrumento de difusión de las ideas de

1 Quienes se encuentran en la cúspide de la pirámide en las relaciones de poder buscan que estos

permanezcan ocultos, que no sean descifrados, ya que ello puede provocar una acción y pensamiento

contrahegemónico.

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los partidos liberal, conservador y el gaitanismo ó liberalismo revolucionario, respectivamente. A

partir de esa revisión, el autor elabora una reflexión respecto al modo como a través de este medio

de comunicación se elabora las bases y soporte para la construcción de la hegemonía de las

colectividades políticas mencionadas. En el análisis que Perea hace, denota como en los titulares y

en los discursos que eran recopilados en los diarios mencionados, se realizaba una especie de

destrucción verbal del adversario. A ello el autor lo llama el “gesto del enfrentamiento”. Una

pregunta clave que realiza el autor es “¿en qué se funda ese gesto del enfrentamiento que gobierna

la vida política de la década? Para intentar dar respuesta a esa pregunta, busca elementos

explicativos en las formas de la religión de ese tiempo, el catolicismo; en los programas de gobierno

de cada uno de los partidos políticos, liberal y conservador; en el cuerpo educativo y la función de

socialización de la educación; en las políticas económicas de entonces; y también en otros aspectos

que menciona a lo largo de su libro. Entre los resultados que obtuvo de su interesante y detallada

investigación, Perea señala que en la cultura política del país en ese entonces, el agente de dominio

en lo social no era el Estado colombiano, sino el partido político. Ello permite constatar de cierta

forma que, el sentido de los ideales alrededor del partido, lo simbólico, la identidad que ello genera,

son aspectos muy fuertes y relevantes para la comprensión de la cultura política. Lo interesante de

este trabajo, es que es una muestra de la importancia que una aproximación a la investigación de la

cultura política bajo esa perspectiva puede ofrecer muchas explicaciones, que seguramente serían

limitadas con el empleo de otro tipo de perspectiva y metodología. Así, el libro muestra el estado de

la cultura política de la década de los 40´s en Colombia, la cual seguramente es muy distinta de la

cultura política en la actualidad.

Otros elementos de análisis y nociones sobre la cultura política pueden encontrarse en el texto de

Escobar, Dagnino y Álvarez (2001) en el cual se hace una reflexión aguda acerca de la cultura

política en Latinoamérica y los movimientos sociales.

En el texto, Dagnino se refiere a la relación entre cultura y política, haciendo notar que ésta relación

no estuvo en el centro del debate de la izquierda latinoamericana y que en los pocos casos cuando se

tuvo presente, ocupo un lugar secundario en las discusiones; la cultura siempre fue algo marginal y

relegado. Esta tendencia se derivó de la mirada realizada en el marco del marxismo clásico, bajo la

cual predominaban los aspectos económicos, siendo algo reduccionista, y el protagonismo de la

clase obrera como sujeto político encargado de realizar la revolución y emancipación.

El aporte de Gramsci a la izquierda y el pensamiento crítico latinoamericano fue muy grande. Su

referencia a sociedad civil, la hegemonía y la transformación social, en los cuales se introducen

elementos para un análisis más amplio, constituyo un punto importante que oxigenó a la izquierda

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latinoamericana, tanto en la producción teórica-conceptual, como también en la acción a llevarse a

cabo. La ruptura de una tendencia muy ortodoxa y radical que fue posible gracias al pensamiento y

propuestas de Gramsci, otorgan un importante reconocimiento al papel de la cultura, viendo en ésta

la posibilidad de transformación social. Sus concepciones alimentan la práctica de los diferentes

movimientos sociales en América Latina, ya que estas escapan al reduccionismo de la cultura

pensada en términos de ideología y la política como un campo que va más allá del Estado. Ello fue

central para la transformación de una cultura política de los diferentes grupos y activistas, que se

proponían la transformación de la sociedad dentro del marco de la lucha armada.

Sus ideas alrededor de la pluralidad de las relaciones de poder, constituyeron una pauta en la cual

los movimientos sociales re-crearon sus estrategias y forma de acción, permitiendo con ello poner

en evidencia que la acción política se encuentra en la cotidianidad, que ella está siempre presente.

La nueva forma de pensar la relación entre cultura y política, conlleva a la idea de la

transformación social como una construcción histórica, en la cual es preciso tener presente las

particularidades de las sociedades. Ello ofreció un marco de análisis para los académicos y para los

mismos movimientos sociales, en el cual se reconocía lo específico de la historia de sus propios

países y sociedades (Dagnino: 58). Un aspecto relevante de todo el aporte de Gramsci, es aquel en

el cual se refiere a la sociedad civil, la cual debe buscar su fortalecimiento en su apuesta por la

democracia. El énfasis en la democracia es vital, ya que la mayoría de los países de Latinoamérica

habían enfrentado regímenes autoritarios. Así, entonces, los movimientos sociales hicieron su

apuesta por el fortalecimiento de la democracia, ya que la experiencia anterior frente al “fascismo”

y autoritarismo golpeó severamente a los sectores críticos y de izquierda. La búsqueda de una

democracia perdurable fue elemento central de las luchas que desde ese momento emprenderían los

diferentes movimientos sociales latinoamericanos. En esa medida, a partir de las diferentes

reivindicaciones por parte de estos movimientos, y al calor de la lucha, se fueron construyendo

nuevos conceptos y elementos que alimentaron tanto la producción teórica, como también la

elaboración de unas líneas “directrices” que permearon la estrategia de los movimientos. Entre esos

nuevos elementos de importancia para la permanente construcción de ideas, estrategias y

producción teórica, se encuentra el concepto de “nueva ciudadanía”. Ésta básicamente ofrecía una

mirada relevante a la igualdad de derechos en el marco de una sociedad democrática, insistiendo en

que las necesidades a suplir son derechos fundamentales. Así, los viviendistas, los luchadores por

servicios públicos, las organizaciones de mujeres, entre otros, se constituyen en ejemplos

característicos de esas nuevas luchas.

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Siguiendo lo anterior, esa pluralidad de actores políticos, la diversidad de intereses, las distintas

reivindicaciones puestas en escena, impulsan y generan una importante reflexión, respecto a las

nuevas elaboraciones teóricas y metodologías en relación con el estudio de los movimientos

sociales y también de la cultura política.

El impacto cultural que originó esta nueva forma de entender la democracia, la ciudadanía y la

acción/acciones de los movimientos sociales, abrieron importantes espacios para la reflexión y el

análisis.

Algunos comentarios finales

Bastante complejo el tema de la cultura política. Las distintas nociones acerca de la cultura política

no arrojan como resultado una definición única, sino que invita y amplía la discusión frente a éste

tema. Muy importante es la convergencia de diferentes disciplinas de las ciencias sociales alrededor

del tema. La “evolución” que se ha presentado respecto a éste, ha permitido el empleo de diferentes

metodologías, entre las cuales aparecen aquellas muy marcadas por los métodos cuantitativos, de

corte positivista, hasta aquellas que toman elementos de la semiótica, la lingüística y la psicología.

La forma de aproximación al tema ha sido bastante amplia, generando críticas al respecto, pero

también alimentando de manera positiva a este campo, que sin duda, constituye un punto central

para la comprensión de distintos problemas presentes en nuestras sociedades.

La falta de unidad y consenso sobre la cultura política, no debe verse como un problema, sino como

la posibilidad de explorar nuevas formas de análisis que permitan acercarse a la realidad. La

realidad no debe vestir la camisa de fuerza de la teoría, sino a partir del acercamiento, el análisis y

la comprensión de la realidad, deben surgir nuevas elaboraciones teóricas.

El surgimiento de nuevos actores políticos, las relaciones transnacionales de los diferentes

movimientos, producen redes e identidades que configuran nuevas formas de lucha y por tanto re-

crean las culturas políticas.

Los nuevos avances y desarrollos científicos-tecnológicos, ofrecen nuevas posibilidades en las

formas como se producen las relaciones sociales. Hoy día hablamos de agendas de conectividad,

gobiernos electrónicos y participación en línea, lo cual constituye un reto para los movimientos

sociales y otros actores políticos.

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