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ISSN-e 2443-4442 , ISSN-p 1856-9153
Aproximación histórica del proyecto ético de Adela Cortina en una sociedad plural
Vielma Jonathan
APROXIMACIÓN HISTÓRICA DEL PROYECTO ÉTICO
DE ADELA CORTINA EN UNA SOCIEDAD PLURAL
Resumen
El pensamiento de la Adela Cortina se funda-menta en la autonomía de la persona humana que tiene como base común a la ética cívica de mínimos morales, junto a la cual puedan coexis-tir las diversas éticas de máximos morales. La articulación de unos mínimos morales comparti-dos y exigibles de Justicia, así como el respeto efectivo a los distintos máximos morales o invi-taciones a la felicidad, constituyen para Cortina el auténtico pluralismo moral que supera el poli-teísmo axiológico como el relativismo moral. De ahí que, esta autonomía se subscribe en una actitud dialógica, es decir, en condiciones simé-tricas donde los interlocutores consideren nor-mas justas las que han sido queridas por los afectados, con el fin de lograr en el ámbito ético su universalidad mediante criterios mininos mo-rales para lograr una sociedad justa y responsa-ble .
Palabras clave: diálogo, máximos morales, mí-nimos morales, politeísmo axiológico, pluralis-mo moral.
HISTORICAL APPROACH TO ADELA CORTINA'S ETHICAL PROJECT IN A
PLURAL SOCIETY Abstract
Adela Cortina’s thought is based on the autono-my of the human person that has as a common basis the civic ethics of moral minima, next to which moral maxima ethical diversities can co-exist. The joint of moral minima shared and de-mandable of justice, as well as the effective re-spect to the different moral maxima or invita-tions to happiness, constitute what Cortina calls the authentic moral pluralism that goes beyond the axiological polytheism as the moral relativ-ism. Hence, this autonomy is subscribed in a dia-logical attitude; it means in equal conditions where interlocutors consider fair rules required by people involved in, this with the purpose of reaching its universality by moral minima crite-ria to get a fair and reasonable society. Keywords: autonomy, dialogue, moral maxima,
moral minima, axiological polytheism, moral
pluralism.
Recibido: 24/01/2015 Aceptado: 08/06/2015
Jonathan Vielma
Magíster em Filosofía Universidad de Carabobo
DE ADELA CORTINA EN UNA SOCIEDAD PLURAL
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Aproximación histórica del proyecto ético de Adela Cortina en una sociedad plural
Vielma Jonathan
Introducción
La aproximación histórica del proyecto ético de la
filósofa Adela Cortina versa sobre dos realidades
latentes en la filosofía práctica que son: El poli-
teísmo axiológico que es consecuencia de la caída
del único código moral-religioso como guía de
las verdades universales y únicas, para regir el
comportamiento moral de las personas. Dicho de-
clive trajo como consecuencia una sociedad relati-
vista, es decir, la valoración moral de los indivi-
duos dependerá de su criterio de bondad o maldad
que tendría su ápice en la humanización o deshu-
manización. Por tanto dicho politeísmo axiológico
consiste en creer que las cuestiones de valores, y
por supuesto las cuestiones de valores morales son
“muy subjetivas”, que en el ámbito de los valores
cada persona elige una jerarquía de valores u otra
(relativismo moral) .
En otras palabras, el soporte epistémico de nuestra
autora es la autonomía de la persona y su actitud
dialógica, donde la justicia y solidaridad son ex-
presiones de respeto por dicha autonomía y por
ello exige un mínimo moral, donde sólo se con-
sideran normas justas las que han sido queridas
por los afectados, tras un diálogo celebrado en
condiciones de simetría.
Y la segunda connotación filosófica , que desa-
rrolla nuestra autora como realidad histórica que
vive la ética como filosofía práctica es el pluralis-
mo moral , que consiste en compartir unos míni-
mos morales desde lo que es posible construir jun-
tos una sociedad más justa, y en respetar, precisa-
mente desde esos mínimos compartidos, que cada
quien defienda y persiga sus ideales de felicidad.
Esta máxima de Cortina de compartir unos míni-
mos morales es la manera como se enfrenta al po-
liteísmo axiológico. Desde estas dos realidades se
inserta nuestra reflexión sobre la aproximación
histórica del proyecto ético de Adela Cortina
(Cortina,1994)
Ahora bien, la caída del código moral-religioso
como unificación de significado, se expresa en un
relativismo religioso, social, sobre la verdad y
moral. En otras palabras, este fenómeno moral-
religioso como único criterio unificador de com-
portamiento moral de las personas en la socie-
dad ,es conocido como nacional catolicismo, tra-
yendo como consecuencia secuelas perniciosa el
código moral único (Cortina,1994). En efecto, pa-
ra resolver los problemas de disgregación com-
portados por la modernidad, se toma como argu-
mentos fundantes y verdaderos a la tradición ca-
tólica, con el fin de unificar criterios como ele-
mento de cohesión y de reducción de la conflicti-
vidad ideológica y social. Por tanto, las restantes
concepciones morales y religiosas, quedan exclui-
das por atentar con esta unificación.
Obviamente, esta actitud queda debilitada, cuando
se comienzan a garantizar y fundamentar la liber-
tad ideológica, religiosa y de culto de los indivi-
duos y las comunidades, constituyendo así , una
implacable dosis de veneno mortal, en contra de
este nacional catolicismo, y por tanto su código
moral único como hegemonía absoluta de una
determinada moral católica, que quería ser univer-
sal .
Frente a esta realidad histórica, nace el nuevo reto
del proyecto ético que promueve y defiende Adela
Cortina en esta aldea global. Dicho reto, se funda-
menta en unos criterios mínimos morales, expre-
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sada en su ética mínima, que tiene su raíz en la
autonomía y diálogo simétrico de las personas,
como autolegisladores donde cobra fuerza la dig-
nidad como fuente de normas morales. Por consi-
guiente, el declive del código moral único como
hegemonía absoluta, donde la nueva máxima so-
cial y moral seria, si dios está muerto se permite
todo, y su nefasta consecuencia llamada relativis-
mo moral, expresado en el politeísmo axiológico .
De allí que , este proyecto nace como respuesta a
este relativismo, desde una ética mínima que re-
conoce en la sociedad un pluralismo moral para
fundamentar el entendimiento o la voluntad de
entendimiento de las personas en la socie-
dad ,mediante el consenso en el que los hombres
se reconozcan recíprocamente sus derechos.
Por consiguiente, la base ontológica de la ética
desarrollada por los clásicos y rescata por los filó-
sofos modernos entre ellos Emmanuel Kant, argu-
mentan que el ser y deber ser de los actos morales
de las personas sustentado desde la reflexión éti-
ca, consiste en forja el carácter, para lograr una
vida buena y un buen vivir, donde la máxima del
arte de vivir, se traduce como sabiduría práctica
de la perfección humana. Es decir, fundamentar
cuáles son las razones que tienen los seres huma-
nos para actuar moralmente guiados por valores
universales y universalizables , tales como la li-
bertad, igualdad, solidaridad y justicia.
Otra tarea titánica, del proyecto ético de nuestra
autora es la problemática social del crimen orga-
nizado y desorganizado que cobra diariamente
medio centenar de víctimas en la que la seguridad
social, muy deficiente, ni siquiera beneficia a la
mitad de la población laboralmente activa, ade-
más su función de resguardar la seguridad de to-
dos los ciudadanos resulta ineficiente frente al de-
lito, en que la violación de las leyes es normal.
(Cortina, 1985).
En otras palabras, observamos como la impuni-
dad oscila entre la falta de aplicación de la ley pe-
nal y la evasión y distorsión del ejercicio de la ac-
ción penal. En la primera quienes deben procurar
la justicia y quienes deben dictar las sentencias
que señala la ley no actúan eficazmente o simple-
mente no actúan. En la segunda quienes deben ser
castigados, no lo son, por distintas razones, o bien
se sustraen del ejercicio de acción penal por ocul-
tarse o por medio de artimañas legales.
De allí que, muchos “expertos”, expresan que el
papel de la ética como reflexión de la moral es
urgente y necesario, ya que estamos frente a una
sociedad relativista, es decir, la valoración moral
de los individuos dependerá de su criterio de bon-
dad o maldad que tendría su ápice en la humaniza-
ción o deshumanización.
De lo anterior, es necesario aclarar que la ética
como disciplina filosófica tiene como objeto de
estudio a la moral, el cual analiza el comporta-
miento moral de los individuos a través de los ac-
tos concretos en que se manifiesta, es decir, tratar
de averiguar cuáles son las razones por las que
tiene sentido que los seres humanos se esfuercen
en vivir moralmente. Y la moral trata del bien en
general, y de las acciones humanas en orden a su
bondad o malicia. (Sánchez, 1969).
En otras palabras, “la moral es el conjunto de nor-
mas aceptadas libre y conscientemente, que regu-
lan la conducta individual y social de los hom-
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bres” (Sánchez, 1969,p.61) .De la definición ante-
rior, se desprenden nos aspectos esenciales del
comportamiento humano y combina un plano do-
ble en el que se especifica su carácter objetivo
estos aspectos son: el plano normativo y factico.
El primero, está constituido por las reglas o nor-
mas que enuncian algo que debe ser. Y el segun-
do, lo constituyen ciertos actos humanos que se
dan efectivamente, es decir, que son, independien-
temente de cómo estimemos que debieron ser.
De allí que, la relación entre ambos planos es dia-
léctica, uno implica al otro, pero de una manera
especial, lo normativo existe para ser realizado, lo
cual no quiere decir que se realice necesariamente.
Por consiguiente, postula una conducta que se
considera debida, es decir, que debe realizarse,
aunque en la realidad efectiva no se cumpla la
norma. De tal manera que la esencia de lo moral
se busca, pues, en ambos planos.
Ahora bien, dado la urgencia y el nuevo reto his-
tórico de la ética que promueve y defiende Adela
Cortina en esta aldea global que se enfrenta al re-
lativismo y a la caída del único código moral-
religioso, surgen nuevos problemas que aquejan a
la humanidad y por tanto, imprimen la necesidad
discursiva de un nuevo ethos mundial. En primer
lugar, notamos como la actividad tecnológica y la
misma biotecnología favorece un crecimiento de
riqueza mediante su producción y comercializa-
ción en esta aldea global, sin menoscabar sus bon-
dades, observamos una brecha generacional. Don-
de estas nuevas realidades promueven una des-
ventaja competitiva con relación al concierto in-
ternacional, fundamentalmente en ámbitos de
mercado y producción de bienes y servicios, como
lo afirma Cortina (2008) en su libro Ética y Globa-
lización. Por consiguiente, esta realidad crea en los
individuos un consumismo tan grande que acre-
cienta más la desigualdad social, el más acto per-
manece.
Dicha riquezas son ganancias de las grandes cor-
poraciones transnacionales y mundiales que vie-
nen a ser el disfrute de unos pocos frente a una
gran mayoría que todavía en pleno siglo XXI vi-
ven bajo el nivel de la pobreza extrema, la priori-
dad es darse cuenta e impedir que la gente siga
muriendo de hambre y de frío. Asimismo, vemos
con estupor como los niveles de solidaridad entre
los humanos han retrocedidos a los tiempos de la
barbarie. Frente a esta barbarie según Cortina y
Pereira (2009), existen voluntades para erradicar
la pobreza como prioridad en esta globalización
de mercado.
Frente a lo anterior, el nuevo reto de la ética que
promueve y defiende Adela Cortina en esta aldea
global es la de fundamentar una praxis ética que
busca el consenso | entre sujetos simétricamente
dialógicos, a partir de unos mínimos acuerdos éti-
cos, cuyo autonomía es fundamento de deberes
universalmente exigibles: sólo las personas, en
virtud de su autonomía, tienen que ser universal-
mente respetadas. Son, pues, los afectados quienes
tienen que decidir qué intereses deben ser prima-
riamente satisfechos, pero para que tal decisión
pueda ser racional, argumentable, no dogmática,
el único procedimiento moralmente correcto para
alcanzarla será el diálogo que culmine en un con-
senso entre los afectados, que se enfrenta al relati-
vismo y a la caída del único código moral-
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religioso en el mundo occidental como forma de
cohesión social de fundamentación de normas y
de legitimación del poder político. Es decir, el có-
digo religioso-moral como proyecto de un ethos
mundial, había dejado de aglutinar a los ciudada-
nos y ellos parecían comportar la muerte de la mo-
ral. (Cortina, 1994).
De lo anterior, podemos decir que la visión única
del mundo, como el universo simbólico y de signi-
ficado de verdad universal cae en declive a conse-
cuencia del nacimiento de la modernidad y su se-
llo disgregador manifestado en lo social y cultural.
Dicha fragmentación da paso a que cada sector
tales economía, política, ciencia, educación entre
otros, se agrupen autónomamente y desarrollen
sus propias normas e interpretaciones, para darle
sentido a la vida cotidiana desde su enfoque. Co-
mo consecuencia de lo anterior aparece una socie-
dad pluralista, como lo han acuñado los sociólo-
gos.
Ahora bien, al surgir una sociedad pluralista, don-
de impera el politeísmo de valores, carecemos de
valores absolutos y verdaderos vinculantes, aun-
que no de integración social. Esto proceso se dio
gracias a la modernización, influyendo de manera
directa a los países occidentales desde los albores
de la modernidad, dando paso al progreso. De
acuerdo a lo anterior, el progreso de la racionali-
zación de las estructuras sociales y las formas de
pensar, como el impacto de ese progreso en aque-
llas formas de pensamiento religioso y morales,
que eran el referente social (Weber,1984).
Dicho progreso paralizó a la comunidad creyente,
pues trajo un retroceso de las imágenes del mundo
religioso y morales compartidas, es decir, las
creencias religiosas y morales mantenían encanta-
do, hechizado al mundo, de ahí que el proceso de
desencantamiento se da gracias a la racionaliza-
ción
Por consiguiente, el progreso de racionalización
se extendió a diferentes ámbitos sociales y las di-
ferentes formas de pensar. En efecto la razón está
habituada a descubrir qué medios son adecuados
para alcanzar los fines que se persiguen como me-
dir las consecuencias, los fines y valores últimos
se aceptan o rechazan, por tanto, no es posible
argumentar a favor de unos u otros, pretendiendo
que son racionalmente superiores, porque no hay
otros fines o valores (ajustar a la normativas sobre
la elaboración de referencias)
Ahora bien, esos valores y fines últimos fueron
justificados tradicionalmente por las imágenes re-
ligiosas del mundo (único código moral religioso),
y al presentarse la razón instrumental, que se ha
erigido como la nueva diosa, van quedando rele-
gadas como irracionales, como metas que se acep-
tan o rechazan por algún tipo de fe pero las que se
pueden argumentar. Al avance de la racionalidad,
el desencantamiento religioso y axiológico del
mundo llega a su última consecuencia, el politeís-
mo Axiológico.
En este sentido, podemos decir que el politeísmo
axiológico consiste en creer que las cuestiones de
valores, y por supuesto las cuestiones de valores
morales son “muy subjetivas”, que en el ámbito
de los valores cada persona elige una jerarquía de
valores u otra (relativismo moral). Por eso, se pro-
duce en el terreno de los valores un politeísmo,
porque cada uno se “inclina y adora” a su dios,
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acepta su jerarquía de valores y no deja que otro le
diga que valor debe asumir como verdadero refe-
rente, de ahí que sea imposible encontrar razones
morales que puedan llevarnos a encontrar un
acuerdo común a través del argumento, es posible
que alguno piense que este relativismo es un sin-
cretismo, o donde se cree en todo y no se termine
creyendo en algo.
Sin embargo, la visión del politeísmo axiológico
desarrollada por Adela cortina no cabe tal afirma-
ción, porque para ella la existencia del politeís-
mo axiológico se manifiesta en los diferentes có-
digos morales que tiene una sociedad, pero en
donde no hay una comunicación ni consenso entre
las personas que tienen diferentes principios. Por
tanto, cada individuo traza su propio proyecto de
vida, no le interesa los valores o comportamientos
comunes, sino solo lo que él piense y como actué;
es entonces que podemos deducir de que existe
una moral subjetiva, la moral es un asunto priva-
do, ya no depende lo que todos pensemos y discu-
tamos, sino la idea individualista.
Ahora bien, quienes defiendan el subjetivismo
moral se alistan en las filas del politeísmo axioló-
gico, y no en la de un sano pluralismo. Ya que el
pluralismo, es totalmente incompatible con el sub-
jetivismo moral. Y esto porque, el pluralismo con-
siste en compartir unos mínimos morales desde lo
que es posible construir juntos una sociedad más
justa, y en respetar, precisamente desde esos míni-
mos compartidos, que cada quien defienda y per-
siga sus ideales de felicidad. De allí que, el pro-
yecto ético de Adela Cortina reconoce la impor-
tancia del diálogo, como reconocimiento de las
personas, donde es posible convivir ciudadanos de
distintas confesiones religiosas y distintas concep-
ciones de felicidad, para así lograr fundamentar en
esta sociedad pluralista unos mínimos elementos
éticos racionales que se puedan compartir.
En este sentido dice Cortina (1994):
...Se necesita una voluntad común nacidas desde el interior de las personas, aunque esa voluntad se limite a unos mínimos elementos compartidos. Tales mínimos son en realidad indispensable para hablar de pluralidad y no existe, en cambio, en una sociedad en que impera el politeísmo axiológico. (p.45).
Pues bien, para que este proceder relacionar tenga
éxito, es menester aceptar que entre hablantes y
oyentes se produce una doble relación: hermenéu-
tica y ética. La relación hermenéutica es necesaria
porque sin un entendimiento mínimo, sin un míni-
mo acuerdo entre hablante y oyente la acción no
puede prosperar. Por tanto, el acuerdo tiene que
ser simétrico, y en actitud dialógica, como expre-
sión de reconocimiento mutuo.
De allí que el reconocimiento, está vinculado ne-
cesariamente a una relación ética tiene que tener
en cuenta el reconocimiento recíproco de los in-
terlocutores como persona, es decir, como seres
con autonomía (Cortina, 1992). De allí, que la éti-
ca dialógica asumida por Adela Cortina retoma el
concepto moderno de autonomía, que en la filoso-
fía Kantiana distinguía a todo hombre como fin en
sí mismo, como absolutamente valioso, razón de
ser de imperativos categóricos.
En este sentido, podemos decir que la ética dialó-
gica ofrece una reconstrucción dialógica del impe-
rativo moral Kantiano, es decir, el principio de la
autonomía de la voluntad, por el que cualquier ser
racional tiene dignidad y no precio, cobra ahora
cuerpo dialógico al convertirse en derecho a parti-
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cipar en discursos que afecten las decisiones de
todas las personas, dicho derecho capacita a las
personas para intervenir en condiciones de sime-
tría, es decir, entre interlocutores; además tienen
derecho a que sus propias intervenciones tengan
un peso decisivo en el resultado final, si el impe-
rativo Kantiano pudo parecer abstracto, cobra aho-
ra consenso social al convertirse en imperativo
dialógico.
En este orden de ideas, Levinas (1977) en su obra
Totalidad e Infinito, nos recuerda la importancia
del discurso como medio necesario del hombre y
de la mujer para ponerse de acuerdo en cualquier
tema, y dice:
La comunicación de las ideas, la reciprocidad del diálogo, ocultan ya la esencia profunda del lenguaje. Esta reside en la irreversibilidad de la relación entre el yo y el otro, en la maestría del maestro coincidiendo con su posición de otro y de exterior. (p. 124).
Esta afirmación de Levinas expresa lo importante
que es el diálogo como reciprocidad entre las per-
sonas, ya que hoy más que nunca es necesario el
diálogo en esta sociedad pluralista, porque pare-
ciese que los valores moral-religiosos ya no dan
razones valederas ni tienen una base racional para
dialogar. Al respecto, lo que se quiere lograr es
que en esta sociedad pluralista nos pongamos de
acuerdo a través del diálogo en unos mínimos ele-
mentos éticos racionales, para así poder comenzar
a construir una sociedad más humana y humaniza-
dora.
Por tanto, ante esta realidad social es necesario
hallar un criterio de verdaderas razones, comuni-
cables y aceptables por todo ser racional, como lo
describe muy bien Adela Cortina .En consecuen-
cia, antes de hallar criterios racionales como en-
tendimiento entre sujetos, para lograr acuerdos y
consensos bajo el fundamento de la intersubjetivi-
dad. Por tanto, es necesario el reconocimiento mu-
tuo como interlocutores válidos con el fin de lo-
grar unos mínimos fundamentos éticos tales como
justicia, libertad, igualdad, bondad y fraternidad
que sean comunicables y aceptables en una socie-
dad pluralista.
En otras palabras, un mínimo de respeto a los de-
rechos de los demás hombres y mujeres, el aprecio
a unos valores; y la estima a una actitud dialógica
que permita tener una base común para ir constru-
yendo desde ellos responsablemente y en serio un
mundo humano y solidario.
En efecto, allí donde se encuentre a un ser racio-
nal, que es fin en sí mismo y no simple medio pa-
ra fines egoístas, en términos kantianos, está
prohibido privarles de la vida, forzarles física o
moralmente, negarles los elementos materiales y
culturales exigidos por un contexto para ser un
interlocutor facultado en los diálogos sobre cues-
tiones que le incumbe . De allí que , la reconstruc-
ción dialógica del imperativo moral Kantiano del
principio de la autonomía de la voluntad, determi-
na que cualquier ser racional tiene dignidad y no
precio, cobra ahora cuerpo dialógico al convertirse
en derecho a participar en discursos que afecten
las decisiones de todas las personas, dicho dere-
cho capacita a las personas para intervenir en con-
diciones de simetría, es decir, entre interlocutores
validos; además tienen derecho a que sus propias
intervenciones tengan un peso decisivo en el re-
sultado final. Esto implica a su vez, reconocer a
cualquier persona como relación comunicativa
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que se produce entre un hablante y un oyente, esto
es interlocutores válidos, donde uno y otro se re-
conocen recíprocamente en esa acción como per-
sonas autónomas, siendo así que pueden responder
con un sí ó con un no a la oferta del diálogo; pero
ante este reconocimiento es necesario fortalecer
los lazos de seguridad para seguir siendo persona.
De tal manera, la idea kantiana de la dignidad hu-
mana cobra vigencia, ya que la persona es vista
como un ser valioso en sí mismo, bajo el enfoque
de la ética dialógica, la cual constituyen un buen
programa, “para una ética de los ciudadanos del
siglo XXI”. En este sentido, Adela Cortina (1994),
afirma:
La autonomía seguirá siendo el principio cla-ve de la ética, pero entendida como participa-ción en las discusiones sobre normas por las que se puede resultar afectado, y en la inci-dencia en la decisión final. En este derecho a la participación son todos los hombres igua-les, como muestran el desarrollo del juicio sobre la justicia, el constructivismo kantiano y el discurso práctico; la solidaridad la virtud que permite extender universalmente la preo-cupación por los mínimos morales, más allá de la simpatía. (p.96).
Por consiguiente, autonomía y solidaridad son en-
tonces las dos claves de este personalismo dialógi-
co, que rompe los esquemas de cualquier indivi-
dualismo abstracto. Por ende, surge un nuevo hu-
manismo que prolonga, no la tradición individua-
lista moderna sino la también moderna tradición
del sujeto autónomo en el que se articulan de mo-
do inseparable subjetividad e intersubjetividad,
autonomía y solidaridad.
El proyecto ético de Adela Cortina se enmarca en
un conjunto de valores y normas que comparte
una sociedad moralmente pluralista que permite a
los distintos grupos, no sólo coexistir, no sólo
convivir, sino también construir la vida juntos a
través de proyectos compartidos y descubrir res-
puestas comunes a sus desafíos esos valores no
son estáticos ni pertenecientes a un grupo social
reducido, sino a toda la humanidad.
Por tanto, en una sociedad pluralista que tiene co-
mo clave para fundamentar el entendimiento o la
voluntad de entendimiento al hombre como fin en
sí mismo, debe promover en la vida social valores
como la autonomía, la igualdad, la solidaridad y la
justicia serían una teleología existencial que nos
ayudaría a exclamar que la vida es digna de ser
vivida, yquien la viviera desearía seguir viviéndo-
la. Atender a este lado experiencial del reconoci-
miento recíproco es indispensable para lograr la
voluntad de entendimiento de los sujetos morales
(Cortina ,2007).
De esta forma el reconocimiento que atiende al
vínculo comunicativo en su integridad, Adela Cor-
tina le llama “reconocimiento cordial” y
“reconocimiento compasivo”, porque es la compa-
sión el sentimiento que se a preocupa por la justi-
cia. Pero no entendida como condescendencia,
como la magnanimidad del fuerte que se aviene a
tener en cuenta al débil, sino como la capacidad
de compadecer, (padecer con) el sufrimiento y el
gozo de quienes se reconocen recíprocamente co-
mo carne de la propia carne y hueso del propio
hueso.
Por consiguiente, en este proyecto ético la justi-
cia y bondad van de la mano, para lograr en los
ciudadanos una vida buena y un buen vivir. Ya
que, los seres humanos somos los únicos que tene-
mos dignidad y no precio, valor absoluto y no re-
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lativo, valor en sí y no para otra cosa
(cortina ,2009). De allí que es inmoral instrumen-
talizar al hombre, ni utilizarlo para metas ajenas a
su bien, sean económicas, científicas o políticas,
ni tampoco suplantarse a la hora de decidir en qué
consiste su bien.
En efecto, la dignidad humana nos lleva a recono-
cer la autonomía de las personas y sus derechos a
la autorrealización con el fin de poder llevar ade-
lante sus planes vitales, siempre que no perjudi-
quen los planes de las otras personas. De ahí que,
el mandato supremo de la autonomía es el de "no
instrumentalizar" a los seres humanos, es decir, no
intervenir en sus cuerpos, en sus mentes o en sus
conductas para conducirles adonde no desean ir.
Esta es la función del estado, lograr que la justicia
y el bien se ejecuten en una sociedad pluralista
donde la dignidad humana se respete y defienda.
De allí, la necesidad de retomar la discusión sobre
qué es lo justo y lo bueno en una sociedad plural.
Ya que, la ética mínima como es sabido busca los
“mínimos de justicia”, derechos humanos, a los que
sería ya inmoral renunciar, razón por la cual se
transmiten de generación en generación.
En este sentido , vemos que los requisitos mínimos
que deben ser universalmente cumplidos por todos,
creyentes y no creyentes es la justicia , pues cuando
estimo que algo es “justo” no estoy expresando un
sentimiento meramente subjetivo o grupal, relativo
a mi cultura o circunstancia, sino que pretendo que
lo tenga por justo cualquier ser racional que quiera
pensar moralmente, esto es, que se sitúe en condi-
ciones de imparcialidad y de universabilidad, pues
se intenta sumar y no restar, detectar cuáles son
nuestros valores comunes a todos, también a todas
las religiones, a saber la no violencia y el respeto a
la vida.
En efecto, estos mínimos acuerdos racionales mo-
rales irán creciendo pero no alcanzaran la totali-
dad de una vida personal que encuentra sus res-
puestas en “Éticas de Máximas”. La clave funda-
mental del pluralismo consiste entonces en com-
partir unos mínimos de justicia progresivamente
ampliables y en respetar activamente unos máxi-
mos de felicidad y de sentido a la vida.Es por ello
que, desde la noción de sujeto, la exigencia de li-
bertad o es universal o no es moral, la aspiración
de una sociedad sin dominación es irrenunciable,
la solidaridad es el humus (terreno, base, fuente)
desde el que un individuo deviene persona, y sólo
si alcanza a todo hombre puede reconocerse como
auténtica solidaridad.
Analizar, por tanto, el pluralismo moral lleva re-
conocer que es la antítesis del politeísmo axiológi-
co y del monismo moral. Pues, rechaza cualquier
forma de desmoralización en la apuesta irrenun-
ciable por potenciar el tono moral de las socieda-
des, contrasta además una forma de defensa en el
diálogo entre ética y religión y que en definitiva,
consiste en la defensa de la dignidad humana, por-
que todo hombre es un fin en sí mismo, y le co-
rresponde deberes de justicia y obligaciones de
gratuidad. La realización personal conlleva tam-
bién vincularse a los demás mediante la vivencia
de bienes intangibles como el cariño, la compa-
sión o el consuelo.
Por este motivo conviene articular la ética de mí-
nimos y de máximos, distinguirlas en las exigen-
cias de justicia y obligaciones o aspiraciones de
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Aproximación histórica del proyecto ético de Adela Cortina en una sociedad plural
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felicidad. Las éticas de máximo crecen en profun-
didad, en interioridad y admiten que el misterio
forma parte de lo humano, en ellas surge la expe-
riencia básica de la ética del reconocimiento recí-
proco.
Por eso, lo que importa es indagar si en una socie-
dad pluralista, que ha superado la etapa del código
moral único (moral-religioso), existen unos valo-
res morales compartidos entre los ciudadanos que
les permiten trabajar juntos y si esos valores tie-
nen algún fundamento racional. Sobre esta moti-
vación Adela Cortina, hilvana una respuesta al
problema actual, de la sociedad pluralista que su-
perando el código moral único, promueve unos
mínimos elementos éticos racionales compartidos
entre personas. Tales mínimos son en realidad in-
dispensable para poder hablar de pluralismo moral
y no se quiere en cambio que en una sociedad
pluralista impere un politeísmo axiológico.
En consecuencia, los mínimos se alimentan de los
máximos, y desde allí recordar que los mínimos se
alimentan también de los máximos, es decir, quien
proclame unas exigencias de justicia lo hace desde
un proyecto de felicidad, por eso sus premisas es-
tán fundamentadas en el ámbito de las éticas de
máximos.
No obstante, es necesario y urgente fortalecer esos
proyectos, que no se defienden de forma cerrada,
dogmatica sino antes bien están dispuestos a de-
jarse revisar críticamente. Dicha urgencia es una
condición sine qua non en las sociedades pluralis-
ta, Porque los poderes políticos deberían aprove-
char, en el buen sentido de la palabra el potenciar
dinamizador de los máximos, ya que el arte de
hacer política no es solamente eliminar los pro-
blemas sociales, sino sobre todo el de intentar re-
solverlos de modo que la solución favorezca el
bien de todos los ciudadanos, con sus diversos
proyectos de felicidad dinamizados por criterios
mínimos de justicia.
Por eso ,urge explicitar que los criterios de los
máximos de felicidad han de purificarse desde los
mínimos, ya que los mínimos cívicos se nutren de
los máximos y pueden a su vez encontrar desde
ellos nuevas formas sugeridas de justicia, sin olvi-
dar que con frecuencia las éticas de máximos de-
ben auto- interpretarse y purificarse desde los mí-
nimos.
En consecuencia, hay que poner a la mesa social
los acuerdos mínimos, con actitud de reconoci-
miento , es decir, simetría en el diálogo, que se
deben promover y respetar como criterio compar-
tido entre los ciudadanos, sin asumirlos como un
mundo aparte de las distintas propuestas de felici-
dad. La ética cívica se ha ido desarrollando desde
las propuestas de felicidad que conviven y por eso
puede exigírseles desde la intimidad de la con-
ciencia que la acepten y potencien. El proyecto
ético desarrollado por Cortina, quiere fundamentar
una ética universal y universalizable desde unos
mínimos acuerdos que es igual desde la ética mí-
nima, donde la idea kantiana de la dignidad hu-
mana como algo valioso en sí mismo es la base de
la ética del diálogo basada en el valor del recono-
cimiento mutuo para construir una sociedad más
justa y humana. El proyecto ético de Adela Corti-
na, plantea y profundiza el problema de la ética
dialógica como responsabilidad solidaria, frente a
la situación de la caída del único código moral-
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religioso.
La autora es optimista, con relación a la supera-
ción de la caída del único código moral. Este opti-
mismo tiene sus raíces en la argumentación y en el
diálogo entre las personas como verdaderos inter-
locutores autónomos. Dicho diálogo se expresa en
la búsqueda común de unos mínimos éticos com-
partidos en la sociedad. Esta actitud, es traducida
y profundizada en la reflexión y elaboración de su
pensamiento ético. Estos principios son a la vez,
el trasfondo donde se fundamenta su práctica co-
mo ciudadana de este mundo. El cual, invita a cre-
yentes y no creyentes a unir esfuerzos para cons-
truir juntos, desde unos mínimos éticos, una socie-
dad más justa, igualitaria y solidaria.
Por tanto, quien se oriente por el principio de la
ética dialógica, según Cortina, reconocerá a los
demás seres dotados de competencia comunicati-
va, y a sí mismo, como personas, es decir, como
interlocutores igualmente facultados para partici-
par en un diálogo sobre normas que le afecten y
fomentar la participación en ellos de todos los
afectados, como también en promover tales diálo-
gos; se comprometerá a respetar la vida de los
afectados por las normas y a evitar que los fuerce
a tomar una posición en los debates con presiones
físicas o morales, como también asegurar el respe-
to de cuantos derechos (expresiones, conciencia,
unión), hacen de los diálogos procesos racionales
en busca de entendimiento; se empañará en la ta-
rea en conseguir la elevación del nivel material y
cultural de los afectados de modo que pueden de-
batir en condiciones de simetría y los debates no
sean un sarcasmo, evitará tornar decisiones que no
defiendan intereses universalisables, lo cual signi-
fica que, no sólo no se orienta por sus intereses
individuales, sino tampoco por los intereses gru-
pales que pueden ser defendido por consenso fác-
tico; empeñará su esfuerzo en sentar la base de
una comunidad ideal de habla en la que las deci-
siones acerca de la corrección de normas se tomen
en condiciones de simetría.
De ahí que, sea necesario hacer una valoración
crítica a la ética dialógica, que puede pasar casi
inadvertidos a una sensibilidad propia del primer
mundo, pero de ningún modo a una realidad del
tercer mundo. La primera advertencia es, ver a la
realidad como punto de partida de la ética: la
realidad de la miseria y la explotación, de los opri-
midos y excluidos por la política, la economía, la
erótica o la pedagogía.
Porque ciertamente, se nos dirá, la ética es filoso-
fía primera en la medida en que comienza con la
realidad y la realidad humana es práctica, es siem-
pre ya a priori relación persona - persona en una
comunidad de comunicación presupuesta trascen-
dental. Pero esa comunidad de comunicación no
es sólo de lenguaje, sino también de vida; es me-
nester recordar que cualquiera de los juegos de
lenguaje de la comunicación real de comunicación
(político, económico, erótico, pedagógico) hay
excluidos de la comunicación, que resultan afecta-
dos, pero nunca serán participantes.
Por eso, es necesario que la ética de la liberación
reinterprete la ética dialógica desde "el otro", el
silenciado, el marginado, que puede identificarse
con pueblos enteros. Los diálogos reales, que ob-
servamos en nuestra querida América Latina
siempre excluyen desde los diversos poderes a un
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buen número de afectados, pueden creer haber
alcanzado la totalidad con sus consensos. Pero el
otro, el excluido del diálogo es el que irrumpe
desde la exterioridad, el que quiebra, cuestiona el
acuerdo y pone de nuevo en marcha el diálogo a
una luz diferente. No basta, pues, con pasar del
Yo al Nosotros, como han intentado hacer Hegel y
la ética discursiva porque, aunque es verdad en
que esta ética el nosotros es la comunidad de to-
dos los afectados, el uso que de este lenguaje sue-
le hacerse tiende a identificar el nosotros con los
participantes en el diálogo, no con los afectados, y
a creer que todo queda resuelto cuando tales parti-
cipantes han llegado a un acuerdo. Por eso, es ur-
gente indagar los mecanismos por los que en cada
diálogo hay excluidos y cambiarlos para que pue-
dan pasar a participar realmente. Porque en defini-
tiva, el acto interpélativo inicial es "tengo hambre
por ello exijo justicia”.
Referencias
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