Apetito de muerte, Martín Ríos López
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Apetito de Muerte Martín Ríos López
I
En la novela Vivir para Contarla Gabriel García Márquez señala una frase clave que nos permi-
te entender la historia,en tanto historia, ésta es “la vida no es lo que uno vivió, sino lo que se re-
cuerda, y cómo se recuerda para contarla”. La historia se compone de dos elementos fundamen-
tales: por un lado el res gestae, que es el flujo material original de hechos aquello que realmente
ocurrió, y por otro el rerumgestarum, que es la narración, la reconstrucción. Los hechos cuen-
tan la historia, pero las narraciones sobre los hechos dan cuenta del sentido histórico que noso-
tros le podemos dar. Pero pareciera que la historia se resiste a ser contada, ya que existen múlti-
ples narraciones para un mismo hecho: parece ser que la historia, en tanto hechos, es irreductible
frente al intento de explicarla mediante una única escritura; jamás será ésta el fin de la historia.
II
Por otro lado, la tradición genealógica de Michael Foucault nos enseña que el sentido de la his-
toria no consiste en una búsqueda/rescate de un origen (Ursprung), sino más bien lo hemos de
reconocer como una intento constante de interpretar aquello que nosotros mismos inventamos
(Erfindung).La historia es un personaje de espíritu inquieto que resulta muy difícil de estan-
darizar y fijar, ya que pareciera que siempre nos deja en la mente un “tal vez…”.
La historia no es la presentación de un único problema, ya que la búsqueda de su sentido
nos lleva a problematizarla cada vez más.Por otro lado, cada desplazamiento de sentido es aná-
logo a un deslazamiento de un locus: tanto en su perspectiva de localia (espacio físico y meta-
físico) como de locución (lenguaje que permite tener un mundo [Welt]). Dentro de cada locus
distinto acontece también un problema distinto, y cada uno de ellos irrumpe en el continuum
histórico de tal modo que no permite que exista una única forma de entenderla.En fin de cuen-
tas, la historia, vista desde ésta perspectiva, es un continuo generar irrupciones en lo establecido,
en lo dicho, posee una actitud revolucionaria. Donde hay revolución hay historia, y viceversa.
III
La historia es revolucionaria porque siempre reacciona ante lo nuevo, sus conceptos siempre son
alterados frente a un suceso importante, y ejemplo de ello es la revolución Francesa. Aquella es
destacable porque es la primera que involucra la condensación del pensamiento de la ilustración
del siglo XVIII. Ella ofrece, como buena hija de su tiempo, un nuevo estado de hombres libres,
iguales y fraternos. Pero a cambio padece la condena más grande que existe: la muerte. El lema
completo es: liberté, égalité, fraternitéou le mort (libertad, igualdad, fraternidad o la muerte). En
la revoluciónde Cuba ocurrió algo similar, su lema fue “Revolución o Muerte”. Al parece no
existe disyuntiva entre ambos conceptos, más bien la revolución que busca libertad se sirve de la
muerte para poder ponerse en marcha y trazar su camino; cumplir su objetivo. La muerte enton-
ces se nos hace presente mediante el terror: aquel es el método y el dispositivo racional usado
para impartir justicia.Toda historia de libertad moderna es historia de terror y muerte.
IV
Ya se señaló que la historia es revolucionaria, pues ahora se agregará algo más: toda historia de
la libertad es historia de un acto fallido.Existe un punto en común entre las revoluciones en
Cuba (1959), Alemania (1917-18), Rusia (1917) y Francia (1789) y es que su historia es una
paradoja: en todas ellas, cuando se vislumbró una posible forma de autonomía, el pueblo se
volvió libremente permitiendo que se les pusieran los grilletes nuevamente; volviendo a quedar
en el mismo estado en el cual estaban antes.
Si la historia no son hechos, sino reatos de sentido, entonces hay un relato particular que
permite dar sentido a ésta notable paradoja. Es un relato que se encuentra en Tótem y Tabú de
Sigmund Freud (1913). Allí se postula que el origen de la civilización es un acto revolucionario
que tiende a repetirse constantemente en la civilización humana. Freud piensa que, antropológi-
camente, existen rasgos comunes independientemente de la localización geográfica del sujeto, y
estos son: el Tótem y el Tabú. Freud observó el ritual totémico y se percató que su origen es un
acto de parricidio en el cual, producto de la conciencia de culpa, se busca el aprisionamiento de
la libertad que dicho acto les produjo, con el fin de volver constantemente a donde ya estaban
antes de cometer el asesinato. Dicha pulsión de muerte (Thanatos) es la paradoja misma: en ella
está el germen que da origen a la civilización pero, a su vez, contiene los gérmenes de la des-
trucción dentro de sí. La culpa es la culpable de que luego de haber obtenido la libertad se opte
libremente por renunciar a ella misma.
Pero ¿por qué renunciar a lo que se tiene en mano? Tal vez el verdadero placer no está en
tener, en consumar el acto, sino en la “posibilidad” de obtener aquello. El verdadero goce no
está en el fin (Telos) sino en el medio mismo. La gran paradoja, vista desde otro ángulo, es que
la libertad siempre lleva consigo la promoción de la muerte. La libertad no se muestra en el
hecho de ya no ser esclavos, sino en la posibilidad de dar la estaca al tirano.