antologia consejeria juvenil
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8/18/2019 antologia consejeria juvenil
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Colección
de
Artículos
sobre
Consejería
Juvenil
Compilador
Dr. Jaime Morales Herrera
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Contenido
¿Qué hago c uando me piden c onsejo? ......................................................................................................... 4
Mis Padres se separaron… ¿Y ahora que hago? ........................................................................................... 6
Por Cristian Franc o ........................................................................................................................................ 6
¡Rompa las c adenas! ................................................................................................................................... 11
Espiritualidad y sexualidad (Primera parte) ................................................................................................ 19
Espiritualidad y sexualidad (Segunda parte) ............................................................................................... 22
Espiritualidad y sexualidad (Terc era parte) ................................................................................................ 24
Espiritualidad y sexualidad (Cuarta parte) .................................................................................................. 27
Hablando de sexo c on nuestros hijos ......................................................................................................... 29
Esperanza
para
el
homosexual
...................................................................................................................
34
Reflexiones sobre la homosexualidad ........................................................................................................ 40
Carta a un alc ohólic o ................................................................................................................................... 47
Cuando la gente buena sufre c osas malas .................................................................................................. 63
El sexo y los jóvenes .................................................................................................................................... 69
No al maltrato, sí al desarrollo infantil ....................................................................................................... 79
Como ac onsejar en el dolor ........................................................................................................................ 87
Adolesc enc ia: ¿Tan difícil c omo dicen? ...................................................................................................... 93
¿Sentimientos de culpa? ¡Libérese de ellos! ............................................................................................ 105
La c risis de la muerte ................................................................................................................................ 115
La c odic ia sexual: la guerra interior .......................................................................................................... 128
Ac onsejando en el sufrimiento ................................................................................................................. 140
El sexo solitario ......................................................................................................................................... 149
¿Esperar c uánto es esperar sufic iente? .................................................................................................... 158
La c onsejería prematrimonial ................................................................................................................... 167
Crisis
provec hosas
en
las
familias
c on
adolesc entes
................................................................................
175
Los c ristianos no somos inmunes ............................................................................................................. 185
El c ristiano y la masturbac ión ................................................................................................................... 192
Consejos sobre matrimonio y noviazgo .................................................................................................... 195
Apuntes para el trabajo pastoral de la preparac ión prematrimonial ....................................................... 201
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¡Huye! No seas esc lavo de la lasc ivia ........................................................................................................ 210
¡Carrera hac ia la libertad! ......................................................................................................................... 217
“Desordenes de Comer” ........................................................................................................................... 220
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¿Qué hago cuando me piden consejo?
por: Verónica Domínguez García (1/Enero/2000)
publicado en: www.paralideres.org
Resulta que tú como líder, estás planeando actividades, esforzándote al máximo para que en
cada reunión, a través de los estudios y dinámicas que preparas, los jóvenes aprendan y crezcan
en el conocimiento de Dios, y de repente te das cuenta que esto no es suficiente para aclarar
todas sus dudas o problemas. Por supuesto que esto que tú estás haciendo, Dios puede usarlo,
de hecho puedo asegurarte, que por este medio algunos jóvenes encuentran respuestas a sus
dudas e inquietudes y toman decisiones importantes en sus vidas. Sin embargo, algunas
ocasiones los problemas o las necesidades de cada joven son muy específicas y es entonces
cuando se acercan al líder para pedir consejo o ayuda para tomar una decisión. ¿Te resulta
sencillo dar consejos?
Creo que es una de las áreas que como líderes debemos aprender a manejar con mucho
cuidado, en primer lugar, porque en medio de los errores y las deficiencias que tenemos, para
los jóvenes somos un modelo a seguir y nuestras palabras tienen especial influencia en ellos; en
segundo lugar, es importante considerar que no siempre tenemos todas las respuestas y
debemos estar dispuestos a que Dios también hable a través de otros medios al corazón del
joven. Si tomamos la decisión que les corresponde tomar a cada uno de ellos, seguramente nos
agradecerán si trae resultados buenos, pero si son malos también nos harán responsables.
¿Qué hacer entonces cuando llegan a pedirte un consejo?
1. Escuchar. Lo primero y más importante es escucharlos. Tal vez sólo te dicen que se
sienten mal por una determinada situación, pero tú puedes ayudarlos a poner en claro sus
sentimientos y pensamientos, a través de algunas preguntas claves:
• ¿Qué fue lo que sucedió?
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• ¿Cuál es el sentimiento más fuerte en esos momentos?
• ¿Qué piensas de lo que pasó?
2. Empatizar / Consolar Independientemente de que tú hayas vivido o no una experiencia,
duda o problema similar, en este punto es imprescindible que empatices ‐"te pongas en sus
zapatos"‐ para comprender y poder realmente ayudar al joven. No se trata de que nosotros
aprobemos una acción que consideramos equivocada, pero sí, de que los jóvenes se sientan
aceptados y amados. Todos nos equivocamos, todos nos llegamos a desviar de alguna o de otra
manera, pero el perdón y el amor de Dios nos ayudan a levantarnos y a renovarnos día con día.
No hemos sido puestos como jueces, así es que no tomemos un papel que no nos corresponde.
No acuses, ni regañes a los jóvenes, Si uno de ellos comparte contigo algo de su vida que está
siendo difícil, lo mejor que puedes hacer es abrazarlo y no olvides tener siempre cerca una caja
de pañuelos. Hazle saber que su vida ha sido tan valiosa a los ojos de Dios, que para quitar sus
cargas, envió a su Hijo, para que Él las llevara.
3. Confrontar. La confrontación no debe hacerse inmediatamente, tal vez debes escuchar
más y continuar consolando durante un tiempo, pero tampoco debes dejar de advertir de los
riesgos
o
preparar
al
joven
para
tomar
una
decisión.
Algunas
preguntas
que
pueden
ayudar
a
confrontar pueden ser:
• ¿Qué piensas hacer?
• ¿Qué es lo que te haría sentir mejor?
• ¿Cuáles consecuencias traería a tu vida, tomar esa decisión?
• ¿Qué es lo que agradaría más a Dios y cumpliría los propósitos que Él tiene para tu vida?
Espero
que
Dios
te
dé
sabiduría
en
este
aspecto,
pero
sobre
todo,
que
te
haga
sentir
toda
la
compasión y el amor que ÉL ha tenido para cada uno de sus hijos.
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Mis Padres se separaron… ¿Y ahora que
hago?
Por Cristian Franco
Tomado del Consejero Bíblico
http://www.luispalau.net, usado con permiso
Hay un «club» que día a día gana más integrantes. La condición para entrar no es pagar una
cuota, inscribirse o hacer mérito. De un día para el otro uno pasa a ser parte sin siquiera
buscarlo. ¿Cómo se les llama a los «afiliados»? «Hijos de padres separados». Y yo soy uno de
ellos.
Sí,
así
es.
En
1985
mi
padre
se
separó
de
mi
mamá,
y
desde
entonces
tanto
mi
hermano
Ezequiel como yo hemos pasado estos dieciséis años sin él.
Existe una gran cantidad de escritos que tratan sobre el matrimonio, otro tanto sobre cómo
resolver los problemas que ocurren dentro de esa relación y algunos sobre la separación y el
divorcio. No voy a ocupar estas líneas para hablar acerca del matrimonio, o si es bíblico o no
divorciarse. Lo que sí haré es conversar contigo de corazón. Porque... ¿quién nos habla a
nosotros,
los
que
sufrimos
de
«segunda
mano»?
No
hay
mucha
orientación
cristiana
al
respecto. Se condena mucho, se aconseja poco y la tristeza inunda el corazón de miles, que
cantan con sus labios pero lloran en su interior.
Y tal vez tú seas un hijo o una hija cuyos padres han roto su relación matrimonial. Pues bien,
quiero ponerme a tu lado y hablarte desde el alma, como alguien que a los 24 años se sienta a
reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro sin tener a papá y a mamá juntos.
Tres Lágrimas Inevitables.
Cuando tus padres se separan pasan tres cosas inevitables dentro tuyo:
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1).‐ «NO PUEDO MÁS, ¿POR QUÉ TUVO QUE PASARME A MÍ?» (TRISTEZA).
De pronto se fue. Ya no está. Papá o mamá dejó el hogar... ¿por qué? «Todos tienen a su papá,
¿y yo? ¿Por qué esto tiene que pasarme a mí?» La tristeza y la depresión te visitan apenas
comienzan los problemas en casa y se adueñan de tu corazón cuando ocurre la separación.
Cuidado, es normal ponerse triste, porque uno ama a sus padres. Pero el problema es dejarse
dominar por la tristeza, y muchas veces lo hacemos.
2).‐ «POR MI CULPA... POR TU CULPA... POR NUESTRA CULPA PASÓ ESTO» (CULPA).
Otra cosa que sucede es que te sientes culpable. «Se fueron por mí», «Yo podría haber hecho
algo para evitar que se divorciaran». O tal vez le echas la culpa a tus padres: «Mamá no lo
cuidó, por eso él se fue con su secretaria. Papá no amaba a mamá, ¿para qué se casó con ella?»
Y así elaboramos una lista sin fin de culpables, y mentalmente establecemos un juicio sin piedad
contra todos, buscando aliviar la carga de enojo que tenemos adentro.
Pero te puedo asegurar que esto no resuelve para nada las cosas.
3).‐
«¡YO
LOS
VOY
A
VOLVER
A
JUNTAR!»
(MESIANISMO).
Apenas ocurre la separación, y también en varias ocasiones más, te sientes responsable de
hacer algo para unir nuevamente a tus padres, como si fueras el salvador (el mesías). Esto es
muy común entre los que somos hijos de Dios.
Nos creemos los delegados por el Señor para restaurar las cosas, lograr que nuestros padres
vuelvan a amarse y así tener una familia exitosa. Y entonces empieza nuestro plan: hablarle
bien
a
papá
de
mamá
y
viceversa,
concretar
salidas,
decirles
qué
lindos
son,
pedirles
que
se
unan por nuestro bien (el de sus hijos). Algunos llegan a decir: «¡arrepiéntanse porque se van al
infierno!»
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Ahora, si bien es cierto que Dios puede usarte como instrumento de reconciliación (y de hecho
ha ocurrido en muchos hogares), no somos nosotros ni nuestros esfuerzos los que cambiarán
sus corazones. Sólo Dios puede hacerlo.
Cómo Volver a Sonreír.
¡Hay esperanza! Dios está presente en nuestra vida y no nos abandona.
«...Aunque ustedes estén tristes, su tristeza se convertirá en gozo» (Juan 16.20b).
Quiero compartir contigo tres cosas que me devolvieron la alegría en medio de mi propia
experiencia como hijo de padres separados. Te las comparto a corazón abierto:
1).‐ «LOS PERDONO» (EL PODER DEL PERDÓN).
Tienes que perdonar. Así de sencillo y así de directo. Perdona a tu papá por haberte dejado
solo, quizás sin sostén económico, tal vez sin visitarte. Perdona a tu mamá por haberte
descuidado debido a su depresión. Perdónalos a ambos por sus errores, pecados y descuidos.
No te pido que te hagas el tonto y les des una sonrisa prefabricada, diciendo: «todo está OK»,
pasando
por
alto
la
situación.
Eso
no
es
perdón.
El
perdón
lo
damos
por
amor,
aunque
el
otro
no lo merezca (¿no hace Dios así con nosotros?).
Perdonar quizás no hará que tus padres se vuelvan a unir, pero tú experimentarás libertad y paz
en tu vida.
2).‐ «SEAMOS AMIGOS» (LA BENDICIÓN DE LA AMISTAD).
Arrímate al fogón... Un carbón separado de los demás se apaga pronto... Tener amigos es una
gran bendición. Algunos evitan la amistad por temor a ser rechazados, y entonces se aíslan. No
tengas miedo. Ante todo Dios está a tu lado, y Él es el mejor amigo. Y también desea que
compartamos nuestras vidas con otros.
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Sólo aquellos que tienen a Jesús como su mejor amigo pueden ser buenos amigos («el hombre
que tiene amigos ha de mostrarse amigo, y amigo hay más unido que un hermano» –
Proverbios 18.24). Dios creó a los amigos para compartir con ellos las alegrías y las tristezas, los
buenos y los malos momentos. No pienses que eres el único que sufre, también hay otros que
experimentan situaciones difíciles. Una vez que encuentres amigos verdaderos disfrutarás lo
que significa compartir la carga. Como dice un pastor amigo: «Una carga compartida pesa
menos».
3).‐ «TÚ ERES MI PADRE» (DIOS: UN PADRE PERFECTO).
Y lo mejor de todo: Dios es tu Padre. Él se convierte en tu papá o tu mamá cuando éstos te
faltan. Y Él es un Padre que no te falla. Muchos, al pensar en Dios como Padre,
inconscientemente proyectan la imagen de sus padres terrenales a Él, y por eso no pueden
relacionarse bien o le tienen miedo.
La Biblia dice que Dios es amor. Él te ama. Por eso, la mayor alegría que puedes tener (y lo digo
por experiencia propia) es saber que «aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo Dios
me
levantará»
(Salmo
27.10).
Él va contigo a la escuela. Está en las gradas mirando y aplaudiendo las jugadas que haces. Te
acompaña en las horas de la noche mientras estudias para el examen. Te conoce por nombre
aunque estés rodeado por una multitud.
La Mejor Decisión de la Vida.
Hace
dieciséis
años
que
no
tengo
papá:
Juan
José.
Hace
más
de
dieciséis
años
que
sí
tengo
Papá: Dios. ¿Y todo gracias a qué? Un día recibí a Cristo en mi corazón, lo reconocí como Señor
y Salvador de mi vida, creí que murió por mí en la cruz y que resucitó de entre los muertos con
poder. Entonces la vida comenzó, y nunca estoy solo.
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¿Le has dicho sí a Jesús? ¿Es Dios tu Padre? Si tu respuesta es afirmativa, avanza con todas tus
fuerzas para adelante, porque siempre hay esperanza, aunque seas hijo o hija de padres
separados. Pero si nunca le abriste la puerta de tu corazón, hoy es el día. Sé valiente. Habla con
Él, aunque no entiendas todas las cosas. Pídele que llene tu vida con su presencia. Y te puedo
garantizar algo: ¡Él nunca te fallará!
El autor, Cristian Franco, argentino, es miembro de la Asociación Evangelística Luis Palau y vive
en Buenos Aires.
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¡Rompa las cadenas!
por Ross Gunn III
Las adicciones son difíciles de combatir porque las mantienen vivas las mentiras que anidan en
nuestros corazones. El camino hacia la libertad requiere sinceridad personal y compromiso
inamovible con la verdad de la Palabra.
Ya todos están durmiendo y ha sido un día bastante ajetreado. Había transcurrido otro
domingo típico: salí temprano de casa, di la clase de escuela dominical, almorcé con el equipo
de liderazgo, en la tarde mantuve algunas sesiones de consejería, y, en la noche, unas cuantas
llamadas importantes. ¿Quién ha dicho que es fácil ser pastor?
Esta semana trabajé como setenta y ocho horas y, aunque siempre estoy rodeado de gente, me
siento solo. Nadie podría entender las enormes presiones, responsabilidades y tentaciones que
enfrento cada día. Sencillamente creo que nunca podré cumplir con todos los estándares de
perfección que la gente espera que satisfaga. ¡Ya no puedo con mi culpabilidad y vergüenza! Se
supone que la iglesia es un lugar para demostrar amor incondicional, pero me siento como si
viviera en una prueba constante y siempre necesitara demostrar a la gente quien soy.
Es durante las altas horas de la noche que puedo bajar mis defensas para, por fin, suplir mis
propias necesidades y sentirme humano de nuevo. Con el pretexto de ministrar a más
personas, me conecto a la Internet (al menos eso es lo que me he estado diciendo). Ahí es
donde «chateo» con Susana, nuestras conversaciones siempre son emocionantes y
satisfactorias. Apenas tiene dieciséis años, pero me ha demostrado un grado de empatía difícil
de encontrar en mujeres que le triplican la edad. Sé que no debería abrirme y contarle todo a
ella, pero, después de todo, soy pastor. Quizá no deberíamos ser tan descriptivos ni intimar
tanto en nuestras conversaciones, pero así es como a ella le gusta y por eso me lo permito. No
cabe duda de que mi esposa desaprobaría nuestra amistad, pero Susana y yo poseemos mucho
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en común, y lo mejor de todo es que me hace sentir… como un verdadero hombre, siento que
valgo para alguien.
Sin embargo, lo que más me turba de mis conversaciones con Susana es la fantasía sexual que
mantengo de ella. Así es como lo manejo, porque sencillamente no podemos vernos y por eso
paso horas viendo pornografía después de conversar con ella. Sé que la pornografía es mala
pero es lo único que me permite intimar con alguien, aunque ocurra solo por medio de
fotografías.
Después de todo, necesito sentirme bien, liberarme de todas las presiones del día.
Por lo menos, no soy como mi abuelo y sus sucias revistas ni tampoco soy como el adúltero de
mi padre.
Sin embargo, cada vez que realizo mi ritual de chatear, ver pornografía y masturbarme, al final
reconozco que algo está muy mal. En ese momento, me siento avergonzado y le pido a Dios que
me perdone, pero todo sigue igual. Me siento como un verdadero hipócrita, un mentiroso y la
persona más despreciable del mundo.
Desearía
tanto
cambiar
pero
no
puedo.
Más
bien
pareciera
que
cada
semana
quiero
más
y
más.
Mis actividades nocturnas ya están dañando a mi familia y mi ministerio. Me siento como si
viviera en un c i c l o interminable de pecados, confesiones y juramentos de que nunca más lo
volveré a practicar. ¡Ojalá mi esposa nunca se entere de eso! Por un momento, siento que lo
estoy logrando pero cuando estoy solo empiezo a soñar despierto con Susana y me muero
porque sea domingo por la noche para conversar con ella de nuevo.
Esta
historia
ilustra
parte
del
daño
que
una
adicción
sexual
provoca
en
la
vida
de
un
pastor,
en
su matrimonio, familia y ministerio. Desde que empezamos nuestro programa de ayuda en
1998, he identificado un c i c l o recurrente en la vida de aquellos que luchan contra alguna
adicción sexual.
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El ciclo de la adicción sexual podría describirse de la siguiente manera:
Problemas internos: La Biblia afirma que el corazón es como un lugar donde atesoramos cosas
(Sal 119.11, Lc 2.51). En él guardamos nuestras creencias más profundas acerca de Dios, de
nosotros mismos y de otras personas. Ahí resguardamos nuestros valores, estima, propósito,
significado, sentido de seguridad, dolor y recompensas y nuestras ideas más profundas sobre la
fe, la esperanza y el amor. Estos «tesoros» pueden ser buenos o malos, beneficiosos o
perjudiciales y a menudo los percibimos en términos de blanco o negro. Muchos de nuestros
recuerdos de traumas, abusos o abandonos yacen en los rincones más oscuros de nuestro
corazón. También es en él donde mora el Espíritu Santo. En fin, el corazón impacta todos
nuestros pensamientos, sentimientos, decisiones, conductas y relaciones.
Fuentes de estrés: Todos sufrimos de estrés, pero existe un cierto tipo que refuerza nuestros
problemas internos y nos tienta a experimentar aquello que nos puede perjudicar. Cuando
nuestro corazón pierde la «sintonía» con el Espíritu Santo y con la Palabra, tendemos a ver y
vivir la vida desde una perspectiva distorsionada. Al perderla, nos volvemos vulnerables ante las
fuentes de estrés que pueden inducirnos a pensamientos, decisiones, sentimientos y actos que
destruyen nuestra vida. Estas fuentes de estrés intensifican el dolor en nuestro corazón.
Emociones negativas: ¿Alguna vez le ha pasado que escucha una pésima canción y después le
resulta imposible sacársela de la cabeza? Pues bien, lo mismo ocurre con los sentimientos
negativos atados a nuestro corazón enfermo. Empezamos a deprimirnos, a amargarnos, a
sentirnos ansiosos, culpables y temerosos a medida que alimentamos nuestro dolor interno.
El papel de víctima: Al no poder manejar el dolor, nos sentimos víctimas. Las excusas y
acusaciones así como ideas torcidas y auto‐compasión surgen con la esperanza de encontrar
alguna
razón
que
explique
todo
y
así
dejar
de
sentir
dolor.
Sentido de necesidad y de derecho: Inmersos en nuestro dolor, creemos que merecemos
sentirnos mejor así que negamos cualquier responsabilidad personal, nos sentimos con el
«derecho» de suplir nuestras necesidades para acabar con el dolor.
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Fantasías: Entonces, la persona, intentando escapar del dolor, empieza a navegar en un mar de
fantasías que van más allá de los límites de una conducta normal o aceptable, por ejemplo,
salas de chateo, pornografía, encuentros sexuales, masturbación. Las fantasías por lo general
son para sentirse mejor, atenuar el dolor y/o sentir cierto poder y control.
Ideas falsas: Las ideas falsas nos impulsan a salir de nuestros límites internos y a formar
nuestras fantasías. Generalmente culpamos a otros, justificamos nuestras acciones o bien
podemos llegar a negarlo o redefinir nuestra realidad para que calce con nuestra perspectiva
torcida.
Ejecución: Una vez que las ideas falsas han liquidado cualquier pensamiento sano, buscamos la
manera de concretar nuestras fantasías, y por eso empezamos a cruzar los límites que nos
frenaban. Nuestro cerebro libera un «cóctel» de drogas compuesto por dopamina, endorfinas y
adrenalina (calificadas como más poderosas que la cocaína), el cual llega a controlar y disfrazar
al dolor. Es solo cuestión de tiempo, y, según las oportunidades que se nos presenten,
llevaremos a la realidad las fantasías.
Expresión: Las conductas relacionadas con cualquier adicción sexual pueden expresarse de
diferentes formas. Sin embargo, le comparto las cuatro etapas que, según mi criterio, son las
más comunes. Estas etapas reflejan una necesidad de más y más sexo con el fin de mantener el
efecto deseado de la adicción.
• Etapa #1 La persona no sostiene ningún contacto real con alguien de carne y hueso.
Ejemplos de algunas conductas sexuales: lujuria obsesiva o compulsiva, masturbación, revistas,
fotografías,
películas
o
cualquier
fuente
en
Internet
que
contenga
material
pornográfico.
• Etapa #2 Aquí sí hay contacto o comunicación con una persona, por ejemplo:
pornografía interactiva por Internet, llamadas a líneas sexuales, salas de chateo, centros
nocturnos de bailarinas exóticas, prostitución, adulterio, relaciones sexuales con varias
personas al mismo tiempo, etcétera.
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• Etapa #3 La persona practica conductas sexuales consideradas como más depravadas.
• Etapa #4 Aquí las conductas sexuales tienden a ser extrañas, ilícitas, homosexuales o
con un pago de por medio. También pueden ocurrir violaciones y sexo de alto riesgo con
personas que sufren de alguna enfermedad.
La expresión de cualquiera de estas conductas sexuales se convierte en una «realidad»
momentánea donde se alivia temporalmente el dolor del corazón, sin embargo, este dura muy
poco. Además, la vergüenza y el dolor rápidamente reaparecen y la «medicina» no consigue
curar el dolor que sufre el corazón.
Remordimiento: Casi inmediatamente, el dolor regresa. Los sentimientos de culpa y de
vergüenza son inevitables y provocan que uno se sienta más miserable que antes. Al no poder
cumplir con los estándares de perfección que nos hemos impuesto, el amor condicional nos
lleva a sentirnos condenados y avergonzados, y nos negamos a ver la gracia de Dios que está
disponible para nosotros. A menos que toquemos fondo y perdamos todo, nunca nos
rendiremos ante Dios, ni diremos la verdad ni tampoco buscaremos ayuda.
Confesión
protegida:
Al
confesar
nuestros
pecados
a
Dios,
a
nosotros
mismos,
y/o
a
nuestra
pareja, tendemos a compartir solamente lo que nos resulta «seguro» revelar. Esta confesión
protegida nos permite resguardar la fuente de nuestra adicción y placer, y refuerza la adicción
en vez de destruirla.
Normalidad ficticia: Por un tiempo, todo parece normal. Todas las situaciones parecen estar
bajo control, al menos hasta que los problemas internos vuelvan a surgir debido a las presiones
diarias.
La
adicción
sexual
puede
expresarse
en
un
sinnúmero
de
formas,
pero
el
ciclo,
por
lo
general, siempre es el mismo y cada vez empeora cuando la persona lleva a culminación
cualquier conducta de las ya comentadas. La adicción sexual es un reflejo del corazón (Mr 7.14–
23), por eso el nivel de adicción refleja a menudo el grado del daño que sufre en su vida, su
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corazón y en lo más íntimo de su ser. Cuanto más se sane su corazón, más listo está para
disminuir, desmantelar y romper el ciclo de la adicción sexual.
A medida que se libere de esta adicción, es importante que usted:
Se vuelva a Dios y a su Palabra para encontrar respuestas que lo ayudarán a sanar el dolor y el
daño que ha sufrido su corazón. Empiece siendo sincero con DIOS y cuéntele todo sobre su
historial sexual, rituales, ciclos y luchas. La confesión es medicina para el alma y corazón y lo
ayuda en el proceso de sanidad. Dígale que ha intentado romper con el ciclo de su adicción sin
pedirle Su ayuda, que ha tratado de salir con sus propias fuerzas, pero que ha fracasado
amargamente. Pídale que lo perdone y busque Su ayuda y fortaleza porque él quiere que usted
confíe en él mientras experimenta este proceso de sanidad (Pr 3.5–6). Empiece a llenar y
limpiar su corazón con la Palabra de Dios (Sal 119.11) y descubra lo que él dice acerca de cómo
los problemas íntimos influyen sus pensamientos, sentimientos, decisiones, conductas y
relaciones. Por último, debe identificar aquello que sus pecados sexuales han dañado y el
impacto global que ha recibido su mundo y vida entera. La sanidad resulta imposible sin la
ayuda y fuerza de DIOS.
Sea conciente de sus pensamientos, sentimientos, decisiones y conductas. Compárelos con
aquello que la Palabra afirma que es verdadero y correcto. Confíe en la Palabra de Dios por
encima de lo que piensa y siente. Además, sea conciente de las ideas falsas para tomar
decisiones basadas en la Palabra de Dios. Cuide de no leer en la Biblia mensajes que el texto no
respalda. Si empieza a espiritualizar las cosas más de lo que debería, a volverse legalista o a
demandar absoluta perfección, en lugar de crecer durante su proceso de santificación y de
gracia,
lo
único
que
sentirá
será
vergüenza
y
culpa.
Ambas
garantizan
un
fracaso
constante
en
su intento de romper con el c i c l o de la adicción sexual.
¡No pelee con sus propias fuerzas! Resulta casi imposible que usted en soledad logre romper
con el c i c l o de adicción sexual. Por dicha razón, es esencial que luche junto a otras personas
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que sufren problemas similares, ya que entre todos se apoyarán para mantenerse «sobrios».
Muchas iglesias, organizaciones y ministerios ayudan a personas que buscan librarse de las
ataduras sexuales para volver su corazón y el de sus familiares a Dios. Es importante unirse a un
grupo cristiano que ayude a hombres y que aborde específicamente la adicción sexual. También
es muy indispensable que se reúna con un consejero cristiano especializado en este tipo de
adicción para que trabaje junto a él cuando salgan a la superficie sus problemas internos.
Sea totalmente sincero con su esposa, consejero y grupo de apoyo. La única manera de huir de
la oscuridad es saliendo a la luz. Las oraciones y apoyo (no codependencia) de estas personas
marcan un cambio provechoso en su vida y matrimonio.
Guarde su corazón y computadora. Las Escrituras nos exhortan a cuidar nuestro «corazón,
porque de él mana la vida» (Pr 4.23). Es obvio que necesitamos vigilar lo que permitimos que
ingrese en nuestro corazón. La computadora, si no somos cuidadosos, es una puerta que el
enemigo usa en contra de nosotros. Necesitamos ser sabios y cuidadosos. Aquí le comparto
algunos consejos muy prácticos:
1.
Coloque
la
computadora
en
un
área
donde
el
monitor
esté
a
la
vista
de
todos.
2. Fije una contraseña en su computadora y compártala con su cónyuge para que sepa
exactamente lo que está haciendo en la computadora.
3. Establezca un horario para utilizar responsablemente la computadora.
4. Instale filtros para bloquear páginas electrónicas de contenido inapropiado.
Por último, tenga cuidado con los pensamientos «mágicos». La adicción sexual no es algo que
se
resuelva
de
la
noche
a
la
mañana.
El
tiempo
promedio
de
recuperación
es
de
cinco
años,
así
que no juegue de ingenuo. No piense que Satanás no va a luchar para evitar que escape de esta
esclavitud. ¡La recuperación es DIFÍCIL! Si es sincero, después de cinco años de sobriedad, habrá
salido victorioso de esta guerra por su matrimonio y familia. ¡Se habrá convertido en el
guerrero que DIOS siempre quiso que fuera! Usted puede superar esta adicción con la ayuda de
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Dios y de un grupo de apoyo. Entienda también que Dios no está en contra del sexo, Él lo creó y
lo dio para que fuera un hermoso regalo de bodas (Gn 2.25), no obstante, Dios sí se opone al
orgullo y a aquellos que mal utilizan y pervierten su maravilloso obsequio. En estos tiempos,
Dios está buscando un ejército de hombres fuertes que hayan roto las cadenas de la adicción
sexual con el fin de batallar en contra de ella y ayudar a los niños y a las futuras generaciones a
librarse de esta atadura. Con Su ayuda y la de un fuerte grupo de apoyo, usted puede romper
con el c i c l o de la adicción sexual y ¡convertirse en uno más de los guerreros que Dios utiliza
para ganar esta batalla global!
©Apuntes Pastorales XXIV‐4
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Espiritualidad y sexualidad (Primera parte)
por Juan Stam
Algunas enseñanzas sobre sexualidad deben corregirse a la luz de los enfoques hebreo y
cristiano, los cuales pueden moldear nuestra espiritualidad desde nuestra sexualidad.
La teología bíblica del cuerpo físico (1)
Desde su primera página, la Biblia insiste en el valor positivo de toda la creación material.
Según el primer relato de la creación (Génesis 1:1‐2:4a), mientras Dios lo va creando, siete
veces declara «bueno» el mundo material (la luz 1.3; tierra y mar 1.10; vegetación 1.12; astros
1.18; peces y aves 1.21; animales 1.25; humanidad 1.31). La última de ellas, después de la
creación del ser humano, el Señor califica «todo lo que había hecho» como «bueno en gran
manera». Frente a mitologías contemporáneas que atribuían el origen del mundo a pleitos y
caprichos de los dioses o filosofías antiguas que despreciaban la materia y el cuerpo, la
tradición hebrea afirmaba enfáticamente lo bueno de la realidad creada.
Esta concepción de la materia y del cuerpo se refleja a través de las escrituras hebreas en la
franqueza y la naturalidad con que tratan los temas biológicos y las funciones fisiológicas, tanto
que nuestros modernos traductores a veces lo encubren con eufemismos menos chocantes a la
sensibilidad occidental. Se expresa, también, en una muy simpática anécdota del Talmud:
Cierto día el Rabí Hilel enseñaba a sus discípulos y lo sorprendió la necesidad urgente de ir al
baño. Cuando pidió permiso para ausentarse, sus discípulos, un poco picarescos, le
preguntaron, «¿y a dónde te diriges?» Su respuesta los sorprendió: «Voy a cumplir un precepto
divino».«¿Eso es un precepto divino?”» —le preguntaron. Y contestó: «Sí, el de cuidar el
cuerpo, porque Dios lo creó y lo declaró bueno». (2)
Mucho de la actividad del Mesías consistía en sanar los cuerpos, alimentarlos y dignificarlos.Es
importante recordar que el pensamiento hebreo no admitía ninguna dicotomía dentro de la
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persona humana. El dualismo de cuerpo y alma, o la tricotomía de cuerpo, alma y espíritu, no
proceden de la enseñanza bíblica sino de filosofías griegas. Al traducir los términos hebreos de
Ruach (viento, aliento) y Nefesh (vida) por pneuma y psujé, respectivamente, en las escrituras
cristianas, el dualismo extra‐bíblico invadió al cristianismo por la tendencia de entender los
términos en su sentido griego en lugar de su original sentido bíblico. (3) Esa infiltración condujo
a una exaltación del espíritu o del alma racional y un desprecio al cuerpo. En la antropología
hebrea, cuerpo y espíritu son inseparables y merecen igual respeto.
Un cántico a la vida del cuerpo es el libro de Cantares, en contraste con los constantes
esfuerzos de espiritualizar su mensaje. Describe detalladamente el cuerpo femenino (4.1–5) y
masculino (5.10–16) con gran realismo y erotismo. El libro respira «el placer de saberse cuerpo
digno de ser cantado». (4) Bien comenta Elsa Támez que sería imposible imaginar Cantares «sin
cuerpos, caricias y besos, pero tampoco se puede deleitar la lectura del texto pasando por alto
la fertilidad de la tierra, la frescura de las frutas y la belleza de los animales». (5) En las
Escrituras, la teología de la creación es de una sola pieza.
El cuerpo recibe central importancia también en las escrituras cristianas. El anuncio de Juan el
Bautista
y
de
Jesús
de
Nazaret
era
que
el
Reino
de
Dios
se
había
acercado.
Los
discípulos
llegaron a percibir que Dios mismo estaba presente en este extraordinario galileo, presente de
manera única en una vida humana y en un cuerpo físico. El autor del cuarto evangelio lo
describió como una encarnación («El Verbo era Dios...y el Verbo fue hecho carne», Jn 1.1,14).
Mucho de la actividad del Mesías consistía en sanar los cuerpos, alimentarlos y dignificarlos. En
su cuerpo de carne y hueso, según el evangelio cristiano, nos redimió por la entrega de ese
cuerpo en la Cruz (cf. Romanos 8.3–4). Y con su cuerpo resucitó, se presentó a sus discípulos,
caminaba
con
ellos
y
comía
con
ellos.
San
Pablo
describe
el
cuerpo
de
los
fieles
como
«templo
del Espíritu Santo» (1 Corintios 3.16–17; 6.19–20). Y todo el Nuevo Testamento promete
también la resurrección final del cuerpo como triunfo definitivo de la vida sobre la muerte.
Después el libro de Apocalipsis termina con la promesa de una nueva creación, de cielo y tierra
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(Ap 21–22). Todas esas enseñanzas pueden ser muy discutibles, pero dejan más allá de toda
duda la importancia decisiva del cuerpo en las escrituras cristianas.
Especialmente significativo al respecto es el prólogo del cuarto evangelio (Juan 1.1–ß18). El
autor comienza con una terminología muy familiar y querida por los círculos filosóficos de la
época en Asia Menor: la doctrina del Lógos.6 El Logos era la primera emanación de dios
(theós), junto con sabiduría (sofía), virtud (areté) y otras. Pero ni dios ni ninguno de ellos tenían
la menor relación con la materia, mucho menos eran sus creadores. La materia la creó una
emanación muy inferior, mal nacida, llamada «el Demiurgo». Por eso, en esas filosofías (sobre
todo neoplatonismo y después gnosticismo), el Logos servía precisamente para aislar a dios de
todo lo material y físico.
Todas esas enseñanzas pueden ser muy discutibles, pero dejan más allá de toda duda la
importancia decisiva del cuerpo en las escrituras cristianas.Pero después de haber apropiado
así el lenguaje del Logos, el autor refuta toda esa filosofía con dos contradicciones rotundas.
Primero, afirma que todo fue creado por el Logos (no por el despreciado Demiurgo); nada del
mundo material fue creado sin él (Juan 1.3–4,10). Segundo, y con mayor escándalo, ese mismo
Verbo
no
sólo
creó
todo
lo
material
sino
él
mismo
también
se
hizo
carne,
se
hizo
cuerpo
físico
y
material (Juan 1.14). Era la refutación más contundente del idealismo antimaterialista de esas
filosofías. Como mucho pensamiento bíblico, este enfoque tan realista podría llamarse una
especie de «materialismo histórico», pero jamás «idealismo antimaterialista». Aunque ese
idealismo abstracto es en realidad lo más opuesto al enfoque bíblico, lamentablemente a través
de los siglos ha dominado mucho de la teología cristiana.
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Espiritualidad y sexualidad (Segunda parte)
por Juan Stam
La sexualidad, en el estado de inocencia descrito en Génesis, era pura y perfecta; el sexo en sí,
en todas sus dimensiones, es santo.
La teología bíblica de la sexualidad en Génesis
Los dos relatos de la creación al inicio del Génesis (1:1‐2:4a; 2:4b‐25) dan un lugar prominente a
la sexualidad. Cuando el relato sacerdotal describe la creación humana a la imagen y semejanza
de Dios, agrega que «hombre y mujer los creó» (Génesis 1.27). De esa declaración entendemos
que la condición sexuada, tanto de la mujer como del hombre, pertenece a la esencia de la
imagen de Dios en el ser humano.
En seguida el Creador pronuncia su bendición sobre esa sexualidad y da un mandamiento
sexual: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla» (1.28). Es obvio en
estos textos que la práctica sexual, única manera de procreación humana, pertenece al plan de
Dios y su perfecta voluntad para la humanidad.
La sexualidad, en el estado de inocencia descrito en Génesis, era pura y perfecta; el sexo en sí,
en todas sus dimensiones, es santo.Es importante insistir en que según este relato, la
sexualidad existe antes del pecado y totalmente aparte del pecado. Es más bien la intención
pura y original del Creador. Además, según la Biblia, el sexo no contribuyó en nada con el
origen del pecado en la humanidad. El relato de Génesis refuta dos de los «mitos» en que
creen muchas personas: la sexualidad comenzó con la caída en pecado y el trabajo se introdujo
como castigo por la desobediencia. Al contrario, la bendición y mandamiento de Génesis 1.28
sitúa la procreación sexual dentro del mismo orden de la creación, además, el contexto (1.26–
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30) implica que el trabajo también antecedía al pecado. El segundo relato es explícito: Adán,
aun antes de desobedecer, está llamado a labrar la tierra y a guardarla (2.15).
Ni el sexo ni el trabajo comenzaron con el pecado. La sexualidad, en el estado de inocencia
descrito en Génesis, era pura y perfecta; el sexo en sí, en todas sus dimensiones, es santo. El
pecado introdujo el desorden de lo creado (3.13, 16): el abuso del sexo, el usar a la otra
persona en vez de amarla. En forma parecida, la esencia del trabajo humano en el plan de Dios
era creatividad y libertad, a la imagen del mismo Creador. El pecado cambió el trabajo de
creatividad a fatiga y carga pesada.
Mientras el primer relato de la creación relaciona la sexualidad con la procreación, el segundo
lo enfoca en términos del amor, el compañerismo y la solidaridad de la pareja. En esta versión,
muy diferente del primer capítulo, Yahvé crea primero a Adán de la tierra (hebreo Adamah) y le
prepara un huerto (2.7–8). Pero por primera vez en la Biblia se advierte que algo de la obra no
resultó bien: «No es bueno» —afirma Dios— «que el hombre esté solo» (218). El ser humano
es por naturaleza un ente social, creado para el compañerismo con otros seres humanos.
Entonces, con un simbolismo curioso, frente a la soledad de Adán Dios crea los animales. Dios
los
lleva
a
Adán,
quien
les
da
nombre
(2.19).
«Sin
embargo,
no
se
encontró
entre
ellos
la
ayuda
adecuada para el hombre» (2.20). A continuación, Yahvé crea a la mujer del mismo ser del
hombre. Igual que antes, Dios la lleva a Adán y Adán le da nombre (mujer, Ishá). Ahora ha
aparecido la compañera para hacer completa la vida humana sobre la tierra y Adán la declara
«hueso de mis huesos y carne de mi carne» (2.23). En el perfecto designio de Dios, «los dos se
funden en un solo ser» (2.24) y ninguno sentía vergüenza de su desnudez (2.25). Llama la
atención que todo este relato yahvista se concentra en la relación humana como realización y
comunidad
de
la
pareja,
sin
la
menor
referencia
a
la
procreación
de
hijos
e
hijas.
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Espiritualidad y sexualidad (Tercera parte)
por Juan Stam
Cuando Dios bendice la sexualidad humana y ordena la práctica sexual de la pareja, también
bendice el mismo proceso de deseo y deleite que hoy también se experimenta.
La teología bíblica de la sexualidad en El Cantar de los Cantares
Otro texto que destaca, mucho más eróticamente, la relación de pareja es El Cantar de los
Cantares. Es un drama muy sensual, sin pudores ni tabúes, sobre el amor apasionado de la
sulamita y su muy enamorado novio. Los primeros renglones introducen el tono de intenso
deseo físico que caracteriza todo el libro. Suplica la sulamita a su amado:
«Ah, si me besaras con los besos de tu boca...
¡grato en verdad es tu amor, más que el vino!
Grata es también, de tus perfumes, la fragancia;
tú mismo eres bálsamo fragante.
¡Con razón te aman las doncellas!
¡Hazme del todo tuya!
¡Date prisa!
¡Llévame, oh rey, a tu alcoba!»
Sucesivos pasajes describen con delicado y cuidadoso detalle la belleza del cuerpo femenino
(4.1–5; 6.5–12; 7.1–9) y del masculino (5.10–16). Se hallan invitaciones a encuentros amorosos
en el jardín, en la alcoba y en el campo. Y sorprende que, en todo este largo poema, nunca se
relaciona el amor erótico con la familia ni con los hijos. El amor sexual, con todos sus anhelos y
deleites, se aborda en Cantares como un valor en sí mismo, sin necesidad de ninguna otra
justificación.
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El mandamiento de reproducción sexual se dio a la pareja antes de su pecado.En ese aspecto, El
Cantar de los cantares puede verse como un extendido comentario sobre el calificativo
«bueno» del primer capítulo del Génesis. Cuando Dios bendice la sexualidad humana y ordena
la práctica sexual de la pareja, también bendice el mismo proceso de deseo y deleite que hoy
también se experimenta. El relato implica que nuestro Dios creó todo el sistema fisiológico de
la sexualidad bueno y santo, antes de que mediara el pecado.
Todo el sistema nervioso asociado con la experiencia sexual, las diversas zonas erógenas del
cuerpo, las hormonas y las glándulas y todos los demás aspectos de esta maravillosa «máquina
de placer» (por expresar así este aspecto de la fisiología sexual) no los produjo el pecado, ni son
una trampa maliciosa de Dios para probar nuestra resistencia, sino una parte esencial de la
creación primigenia y de la imagen de Dios en los seres humanos. Como tal, es «bueno en gran
manera» (Génesis 1.27–31).
Algunas corrientes de ascetismo cristiano (p.ej. unos extremos del pietismo protestante) han
enseñado que el sexo es necesario y bueno como medio de procreación, pero que cualquier
placer sensual anexo al acto sería pecado. Llama la atención que las Escrituras hablan con
mucha
naturalidad
del
orgasmo
femenino
(«el
deleite»,
Génesis
18.12)
y
hasta
emplea
los
mismos términos para el deleite del alma en Dios (Salmos 36.9; cf vocablos parecidos en Salmos
1.2; 16.11). En ningún momento las Escrituras separan el acto sexual (como bueno) del placer
que conlleva (como malo).
En la extensa historia de la teología cristiana, con lamentable frecuencia se ha denigrado el sexo
y específicamente a la mujer como causa de pecado mediante el deseo erótico. En ese
contexto
es
muy
revelador
y
bastante
sorprendente,
un
pasaje
de
la
Suma
Theologica,
Parte
Primera, cuestión 98, primera parte. Aquí el «Doctor Angelicus» plantea dos preguntas
curiosas: ¿en el estado de inocencia existía la procreación? y ¿dicha generación hubiera sido
mediante el coito? A la primera pregunta Aquino contesta con un sí, porque el mandamiento
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de reproducción sexual se dio a la pareja antes de su pecado y, de modo contrario, el pecado
hubiera sido necesario para la bendición que Dios pronunció sobre la procreación humana.
A la segunda pregunta, en relación al coito, Santo Tomás explica que precisamente la dualidad
sexual es en orden a dicho acto sexual. Entonces a una tercer pregunta: ¿en el paraíso el coito
se hubiera acompañado del placer sensual (el orgasmo)? Aquino reconoce que la
concupiscencia desordenada es consecuencia del pecado, pero en seguida afirma que «en el
estado de inocencia el deleite sensual no hubiera sido menos sino tanto mayor en proporción a
la mayor pureza de la naturaleza [humana] y la mayor sensibilidad del cuerpo». (1)
Nuestro Dios creó todo el sistema fisiológico de la sexualidad bueno y santo, antes de que
mediara el pecado.Las escrituras cristianas afirman también el valor positivo del sexo y
exhortan a «tener todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado»
(Hebreos 13.2 BJ). Aunque San Pablo, por situaciones pastorales y por sus perspectivas
escatológicas, tiende más hacia cierto ascetismo, también afirma los valores del matrimonio y
lo presenta como figura de la relación entre Cristo y la Iglesia. En el contexto de consejos
pastorales, expresa la mutualidad corporal del sexo en términos de deberes y derechos: «El
hombre debe cumplir su deber conyugal con su esposa, e igualmente la mujer con su esposo.
La
mujer
ya
no
tiene
derecho
sobre
su
propio
cuerpo,
sino
su
esposo.
Tampoco
el
hombre
tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposa» (1 Corintios 7.3–4).
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Espiritualidad y sexualidad (Cuarta parte)
por Juan Stam
Desde su inicio, las Sagradas Escrituras ofrecen una valoración muy positiva del sexo, dentro de
perspectivas humanizadoras de esta dimensión tan importante de la existencia.
Encontramos en las Sagradas Escrituras una valiosa teología de la sexualidad, y quizá aun más,
una espiritualidad (o una mística) de la sexualidad humana. Desde el inicio ofrecen una
valoración muy positiva del sexo, dentro de perspectivas humanizadoras de esta dimensión tan
importante de la existencia. Podemos resumir esta visión de la sexualidad bajo los tres
propósitos del sexo que se encuentran en el recorrido por la Biblia:
Sin el amor genuino, la relación sexual se vuelve egoísta y frustrante, sin alcanzar su verdadero
propósito y sentido.1. El fin primordial de la sexualidad humana es la unión y comunión de dos
seres en amor (Génesis 2; Cantares).
Según Génesis 2 hemos sido creados para comunidad, con la tierra y con el reino animal pero
sobre todo con el sexo opuesto. Génesis 1 distingue la creación de los animales y su
reproducción de la creación y la sexualidad humana. Aunque los procesos fisiológicos son casi
idénticos, el sentido existencial y teológico es cualitativamente distinto. Y es precisamente la
profunda dimensión afectiva de la sexualidad humana, plasmada en una entrega total e
incondicional, la que marca el carácter interpersonal de nuestra sexualidad como seres
humanos. Sin el amor genuino, la relación sexual se vuelve egoísta y frustrante, sin alcanzar su
verdadero propósito y sentido.
Muchos pasajes bíblicos insisten en esta realidad. Muy dramático es el relato de Amnón, hijo de
David, que se enamoró locamente de su hermana Tamar (2 Samuel 13). Como ella no
respondió a sus galanteos, Amnón la engañó con un truco y después la violó con toda su fuerza.
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Una vez logrado su vil propósito, comenta el texto, «el odio que sintió por ella después de
violarla fue mayor que el amor que antes le había tenido» (13.15). Sexo sin amor termina en
desprecio y odio; sexo con amor sincero y compromiso mutuo, es la voluntad de Dios y trae
bendición y vida.
2. Un segundo propósito del sexo, que debe reconocerse y respetarse, es el placer erótico.
En su sabiduría Dios ha asociado dos funciones fisiológicas humanas, el comer y la
reproducción, con grandes estímulos sensuales. El Creador no hubiera diseñado un sistema tan
complejo de estímulos y respuestas, de anhelos y satisfacciones, si el placer que produce fuera
contra su propia voluntad. Dentro del debido compromiso personal, este placer debe
disfrutarse en su plenitud, con acción de gracias al Creador.
3. Un tercer propósito del sexo es, obviamente, la procreación.
Sin embargo, lejos de ser el definitivo «fin natural» que justificara los demás fines, es de hecho
el menos importante. Un matrimonio que procrea cada año un niño, pero sus miembros no se
aman ni disfrutan mutuamente del placer sexual, no está obrando la voluntad de Dios. En
cambio, una pareja que, por alguna razón, no es capaz de engendrar hijos o, por razones
justificadas,
planifica
su
procreación,
pero
el
amor
entre
ellos
es
sincero
y
profundo,
no
sufre
ningún desmedro sólo por la falta de los hijos. Por otra parte, una pareja que se ama pero que
se cierra al deleite mutuo que tanto engrandece y dignifica El Cantar de Cantares, procreen o
no hijos, no vive su unión según la visión bíblica del sexo. Se les recomienda leer juntos el libro
de Cantares, de noche en la cama, a la luz de una romántica candelita.
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Hablando de sexo con nuestros hijos
por Esly Regina Carvalho
Muchos adolescentes se entregan a la relaciones sexuales prematuramente buscando el amor
que no recibieron de sus padres y madres.
Hay muchas jovenes que resultan embarazadas porque inconscientemente estaban buscando
el amor de su papá en los brazos de algún chico. Otras están tan «hambrientas de amor» que la
ilusión de algunos momentos de cariño es suficiente para convencerlas de entregarse a un
hombre. Lo mismo pasa con los chicos que empiezan a experimentar con relaciones
homosexuales. No subestimemos la importancia del amor paterno. Es fundamental en el buen
desarrollo sexual de nuestros hijos e hijas.Hoy en día hablar sobre este tema no es una opción:
es absolutamente esencial Quizás uno de los tópicos más difíciles para hablar con nuestros hijos
sea el tema de la sexualidad. Muchos padres y madres ven que sus criaturas se hacen
adolescentes y empiezan a temblar al pensar que necesitan hablar de «ciertos asuntos» con
ellos, y no saben cómo. Hoy en día hablar sobre este tema no es una opción: es absolutamente
esencial. Todo el mundo está hablando sobre sexo, y nosotros como cristianos tenemos que
hablar con claridad y firmeza desde la perspectiva bíblica.
¿Qué podemos hacer para facilitar el diálogo?
La verdad es que si esperamos para hablar sobre sexualidad a que nuestros hijos lleguen a la
pubertad, tendremos unos diez años de atraso. La sexualidad no significa solamente relaciones
sexuales. Tiene que ver con todo el desarrollo humano, desde la infancia hasta la tercera edad.
No nos «hacemos seres sexuales» al alcanzar la pubertad. Nacemos seres sexuales. Además,
Dios no se equivocó al hacernos de esta manera. No dijo: «¡Ay, se me fue la mano!» El nos creó
así a propósito. Es su propósito perfecto que seamos seres sexuales.
Entonces, ¿qué hace que sea tan dificil hablar de este tema?
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En primer lugar, lo más probable es que nuestros padres también nos hayan hablado poco
sobre el asunto. De alguna forma nos hicieron sentir o pensar que hay algo vergonzoso en la
sexualidad. Quizás en la escuela o en el colegio los demás se burlaron de nosotros. Las razones
son numerosas, pero lo cierto es que al hablar con nuestros hijos sobre sexo tenemos que tener
en cuenta nuestra propia sexualidad, que muchas veces está mal resuelta. Damos solamente
aquello que tenemos, y debemos buscar tener lo mejor posible.
Por otra parte, es común que nos sintamos inseguros de hablar del tema porque carecemos de
toda la información apropiada. Por lo tanto, es preciso que investiguemos en diferentes fuentes
para poder de este modo referirnos adecuadamente al respecto. (Además la información nos
ayuda con nuestras propias vidas) También es fundamental conocer qué dice la Biblia sobre
nuestra sexualidad, y no lo que pensamos que la Biblia dice.Quizás esa sea una buena regla:
hacer que la comunicación con los hijos sea tan fluida que cuando tengan preguntas (incluso de
naturaleza sexual) tengan la confianza de venir a nosotros con ellas. Debemos empezar a hablar
con nuestros hijos desde tierna edad. Cuando chiquitos hablemos de sus cuerpos: que Dios los
creó y que son buenos (todos sus miembros, incluyendo las partes privadas»), y sobre las
diferencias en hombre y mujer. No me olvido que una vez, cuando mi hija tenía tres años,
preguntó
a
todos
mis
invitados
al
entrar
«si
tenían
pipi».
Entonces,
pedí
permiso
la
llevé
al
dormitorio para conversar. Su pregunta era justificada y tenía curiosidad en saber quiénes
tenían pene y quiénes no, pero tuve que decirle que hay preguntas que debemos hacer en
privado. Lo más importante fue que aprendió que podía venir a preguntarme a mi lo que quería
saber.
Quizás esa sea una buena regla: hacer que la comunicación con los hijos sea tan fluida que
cuando
tengan
preguntas
(incluso
de
naturaleza
sexual)
tengan
la
confianza
de
venir
a
nosotros
con ellas. De ahí deducimos que solamente podremos hablar de sexualidad si ya nos hemos
empeñado en desarrollar un buena comunicación con nuestros hijos. ¡No debemos hacernos la
ilusión de que al llegar ellos a la adolescencia la comunicación se establece instantáneamente!
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Si no vamos trabajando la comunicación desde niños, será sumamente difícil (aunque no
imposible) hacerlo cuando lleguen a la pubertad.
Ciertamente, la comunicación es una línea de vida, un canal, y por él podremos pasar los
contenidos que consideremos importantes, inclusive la sexualidad. Quizás primeramente
debamos ocuparnos en desarrollar una sólida capacidad de comunicarnos con nuestros hijos
Después, toda la información circulará con facilidad.
Otro aspecto que nos debe alertar sobre la importancia de conversar con nuestros hijos e hijas
sobre la sexualidad es que vivimos en un mundo de enormes peligros sexuales, de libertinaje y
promiscuidad, de abuso sexual en proporciones epidémicas, y con una Iglesia mayormente
callada sobre este tema. ¿Cuántas veces hemos escuchado un sermón sobre el abuso sexual y
cómo protegernos? ¿Acerca de cómo enseñar a nuestros hijos e hijas a protegerse? ¿sobre la
transmisión del sida? ¿sobre la homosexualidad (que no consista exclusivamente en
condenación)? ¿sobre la violencia doméstica? ¿sobre cómo manejarnos en todas esas
circunstancias? Como he dicho en otros sitios, el mundo habla y habla mucho sobre este tema,
pero no desde la perspectiva bíblica. Al permanecer callados permitimos que el mundo forme
los
valores
de
nuestros
hijos.
Tengo un amigo médico, el Dr. Apolos Landa, que dice: «la ventana de oportunidad para hablar
sobre el sida con los niños es entre los 5 y los 12 años», Si no educamos antes de la pubertad,
es tarde. Estamos viendo jóvenes de 20 a 25 años infectados y muriendo de sida, porque
iniciaron una vida sexual activa diez años antes.
Quizás
una
razón
más
por
la
cual
es
difícil
hablar
sobre
sexualidad
es
que
como
cristianos
tenemos un mensaje que va totalmente en contra del que proclaman los medios populares,
Decimos que las relaciones sexuales son para el matrimonio, que debemos (y podemos) esperar
hasta entonces, que debemos guardar la fidelidad mutua de por vida con nuestro esposo o
esposa. Por el contrario, el mundo nos enseña que los jóvenes no pueden/no saben esperar;
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que deben tener relaciones sexuales protegidas»; que pueden acostarse con quienes se tiene
química» o atracción, en cualquier edad y con cualquier nivel de compromiso. El mundo dice
que no debemos privarnos de las delicias del sexo; en cambio, muchas v e c e s el mensaje
cristiano ha sido que hay que someterse al «deber conyugal». ¡Con razón los jóvenes prefieren
el mensaje del mundo!
Por esto, volvamos adonde empezamos: con nosotros. ¿Qué es lo que pienso sobre la
sexualidad? ¿Fue el pecado original? ¿Es un castigo para las mujeres «aguantar» los deseos de
sus esposos, al menos hasta la menopausia? ¿Las relaciones sexuales son apenas para tener
hijos? ¿Sólo los hombres pueden/deben disfrutar del placer del sexo? Esto no es lo que nos
enseña el Señor. Esté seguro de que lo que crea en su corazón sobre el sexo lo ha de transmitir
a sus hijos e hijas.
Muchos adolescentes se entregan a la relaciones sexuales prematuramente buscando el amor
que no recibieron de sus padres y madres, Hay muchas jovenes que resultan embarazadas
porque inconscientemente estaban buscando el amor de su papá en los brazos de algún chico.
Otras están tan «hambrientas de amor» que la ilusión de algunos momentos de cariño es
suficiente
para
convencerlas
de
entregarse
a
un
hombre.
Lo
mismo
pasa
con
los
chicos
que
empiezan a experimentar con relaciones homosexuales. No subestimemos la importancia del
amor paterno. Es fundamental en el buen desarrollo sexual de nuestros hijos e hijas.
Para finalizar, revisemos qué podremos hacer para poder hablar con nuestros hijos sobre la
sexualidad:
1.
Resolvamos
nuestros
propios
problemas
Podemos
empezar
por
admitir
delante
de
Dios
que nuestra sexualidad necesita sanidad, (¡Dios NO tiene verguenza cuando oramos sobre
algún tema sexual!)
2. Busquemos informaciones apropiadas Quizás aquí tenemos el desafío de buscar e
incluso desarrollar libros y manual científicamente sólidos y bíblicamente adecuados para la
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educación sexual en Iglesia. No hay ninguna vergúenza en saber. Lo terrible es seguir en la
ignorancia que puede matarnos a nosotros y a nuestros hijos, si no entendemos sobre el sida
otras enfermedades de transmisión sexual No basta simplemente con decir a nuestros hilos que
no deben tener relaciones antes del matrimonio. Hay que darles razon informarles sobre las
consecuencias una sexualidad inconsecuente y bendición de la sexualidad vivida dentro los
patrones de Dios.
3. Hombres, ¡no entreguen la crianza de sus hijos a sus esposas! Ellas no pueden cumplir
las funciones masculinas tan necesarias para el buen desarrollo psicosexual de los jóvenes. Si
los padres no hiciesen falta, Dios no lo hubiera provisto a Jesús de José.
4. Desarrollemos buenos canales de comunicación con nuestros hijos desde que son
pequeños y, cuando sean mayores pasar informaciones sobre la sexualidad se volverá mucho
más fácil.
5. Enfrentemos con lucidez el mensaje del mundo. Como cristianos creemos que la Biblia
tiene palabras de vida; Debemos levantar nuestras voces proféticas y enfrentar el mensaje
hedonista de la sociedad que nos rodea, Vivimos en un mundo de desafíos enormes, pero
siempre ha sido así. Nunca fue fácil ser cristiano; sin embargo, podemos buscar que la próxima
generación crezca más sana a nivel sexual que nosotros.
Esly
Carvallio
es
Brasileña,
tiene
una
maestría
en
psicología
y
es
supervisora
de
psicodrama.
Además se desempeña como coordinadora de Exodus Latinoamérica.
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Esperanza para el homosexual
por Esly Regina Carvalho
La autora, una psiquiatra brasileña, escribe desde una perspectiva Bíblica sobre la
homosexualidad. La Dra. Carvalho ofrece ayuda después de que el homosexual admite su
pecado, lo confiesa a Dios y se arrepiente. La ayuda se presenta en forma de sugerencias en
cuanto a los «frutos dignos de arrepentimiento» (Lc. 3:8), es decir cómo aconsejar y ayudar al
que desee abandonar el pecado por completo y aceptar su rol como hombre o mujer, según el
caso, al entender que esta actitud de vida no es bien vista a los ojos de Dios.
En este artículo queremos presentar las causas que llevan a la homosexualidad y las
posibilidades de que quienes luchan con dificultades homosexuales logren un cambio. Hace
más de diez años apareció el libro de la Dra. Elizabeth Moberly Homosexuality: A New Christian
Ethic (Homosexualidad: Una nueva ética cristiana), que revolucionó el pensamiento cristiano
sobre la homosexualidad. Después de años de investigaciones, Moberly ofreció una nueva
comprensión de las causas de la homosexualidad. Antes, especialmente por la influencia de
Freud, se pensaba que el problema residía en la dificultad para relacionarse con el sexo
opuesto, inconveniente que nacería en la primera infancia. Moberly desafió esta posición y
afirmó que la dificultad radicaba en la relación con el mismo sexo, especialmente con el
progenitor del mismo sexo.En líneas generales, a los hombres en nuestra cultura se les ha
enseñado a ser machos, a no demostrar sus emociones –mucho menos a otro hombre o a su
propio hijo.Cuando nace un varón se enfrenta con algunas tareas emocionales significativas.
Nacido del cuerpo de una mujer (su madre) tiene que «desidentificarse» con ella para
identificarse con la figura masculina (su padre). Debe recibir de su padre el amor, la aceptación
y la confirmación necesarios para seguir en su proceso de desarrollo psicosexual. Si por alguna
razón esto no llegara a ocurrir, surgirían consecuencias graves para el niño, una de las cuales
puede ser la falta de madurez emocional psicosexual que conduce a una orientación
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homosexual. Esta carencia de una relación positiva, íntima y satisfactoria con el padre engendra
un vacío emocional y necesidades insatisfechas que la madre no puede suplir porque es un
asunto de varones.
Muchas circunstancias rompen la relación entre el hijo y el padre: padres violentos que no se
acercan a sus hijos con una actitud positiva; padres ausentes física y/o emocionalmente;
hombres que no logran una relación físicamente afectiva con sus hijos (muchos porque nunca la
tuvieron con su propio padre). Algunos niños «piensan» inconscientemente: «Si ser hombre es
ser como mi padre, no quiero ser hombre…» ¿Qué les queda? El vacío de identidad o
identificarse con una figura femenina.
Con las niñas puede suceder algo parecido, pero como nacen de una mujer, el proceso de
identificación es más sencillo, ya que la misma madre les sirve de modelo. Quizás por esta razón
haya una proporción de una lesbiana por cada cuatro homosexuales. Si la niña no hace el
proceso de identificación con una madre que apruebe y confirme su feminidad, puede
sobrevenir el lesbianismo.
Volvamos
al
ejemplo
del
varón.
El
niño
va
creciendo
con
el
vacío
del
amor
y
de
la
aceptación
que necesita de su padre. Al ingresar en la nueva etapa de la pubertad, la necesidad de amor
paterno se erotiza, justo en un momento de descubrimiento y experimentación sexuales
propios de esa edad. En esa situación el niño es muy vulnerable a un encuentro homosexual.
Como dice un amigo mío: «El chico sale en búsqueda del amor de su padre en los brazos de
otros hombres.» Si siguen los encuentros con otros hombres, el descubrimiento del ser
anónimo, o la ilusión de haber encontrado «la persona» en la compañía de otro hombre, se
establece
el
patrón
de
conducta
que
lleva
a
un
estilo
de
vida
homosexual.
En
otras
palabras,
el
joven busca satisfacer una necesidad emocional con la actividad sexual, por lo que la actividad
sexual nunca resolverá el problema.
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Sy Rogers, ex presidente de Exodo Internacional de Norteamérica, me comentaba que 80% de
quienes lo buscaban en su ministerio solicitando ayuda para abandonar la homosexualidad,
tenían una historia de abuso sexual en la infancia o adolescencia. Esto no significa que todas las
personas que son abusadas sexualmente serán homosexuales, sino que el abuso sexual
contribuye a inhibir el desarrollo psicosexual posibilitando en algunas personas inclinaciones
homosexuales.
Por lo que ya hemos dicho, podemos entender por qué las madres no pueden resolver la
situación de sus hijos varones. Sucede que ellos necesitan el amor de un padre, un hombre que
los ame y les confirme su sexo. Por esto de nada vale decir: «Fui madre y padre de mis hijos».
Quizás las mujeres pueden cumplir el rol de padres, pero no logran brindar a los hijos varones el
amor de un hombre, que también necesitan.
Al considerar la estructura y la dinámica familiares de nuestra cultura, apreciamos el grave
problema que enfrentamos como sociedad. Lamentablemente, la crianza y la educación
religiosa de los hijos han sido delegadas a la mujer. Me acuerdo de una amiga que me
comentaba sobre un conocido suyo que lloró ante su presencia al admitir que su hijo era
homosexual:
« H i c e
lo
que
consideré
era
lo
mejor:
entregué
mis
hijos
a
mi
esposa
para
que
ella
los criara».
En líneas generales, a los hombres en nuestra cultura se les ha enseñado a ser machos, a no
demostrar sus emociones –mucho menos a otro hombre o a su propio hijo. Es hora de enseñar
a los hombres a ser «machos espirituales»: firmes pero tiernos; con decisión pero con
compresión; líderes pero atentos a los deseos de la familia; además fieles a sus esposas,
amorosos
y
con
aprobación
para
con
sus
hijos.
Es
la
manera
de
prevenir
la
homosexualidad.
Pero ¿cómo podemos ayudar a las personas que ya se encuentran en esta situación, que ya son
homosexuales? Me gustaría compartir con ustedes algunas ideas provenientes de mi práctica
psicoterapéutica.
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Ayuda para los homosexuales
No creo que la homosexualidad sea biológica ni genética, ni que la gente nazca así. El
movimiento político homosexual que tiene mucho que ganar económica y políticamente,
quiere que creamos esta mentira. Muchos de los estudios científicos que esgrime tienen graves
fallas metodológicas. Fueron realizados por investigadores homosexuales. Nadie nace
homosexual, y por eso hay esperanza de revertir la situación. De hecho, muchos atestiguan
haber salido de la vida homosexual. Sy Rogers manifiesta que el pronóstico de recuperación de
una persona con dificultades homosexuales es mejor que el de la gente que lucha con el
alcoholismo. En conclusión, para ayudar a que alguien cambie, es necesario creer que esto es
posible.
Por cierto, la sanidad no ocurre de la noche a la mañana, aunque no dudo del poder del Señor
para hacerlo. En general, lo que veo como psicóloga es que la gente debe buscar sanidad para
ciertas áreas de su vida, como la relación con el padre, el vínculo con