Antimanual Del Mal Historiador

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  • ANTIMANUAL DELMAL HISTORIADOR

    O cmo hacer hoy una buena historia critica?

    Carlos Antonio Aguirre Rojas

    Los libros d

  • Primera edicin:Ed. La Vasija, Ciudad de Mxico, Mxico, febrero de 2002.

    Segunda edicin:Ediciones Desde Abajo, Bogot, Colombia, octubre de 2002.

    Tercera edicin:Editorial Prohistoria, Rosario, Argentina, enero de 2003.

    Cuarta edicin:Ed. La Vasija, Ciudad de Mxico, Mxico, marzo de 2003.

    Quinta edicin:Editorial Magna Terra, Ciudad de Guatemala, Guatemala, agosto de 2004.

    Sexta edicin:Ed. Centro "Juan Marinello", La Habana, Cuba, noviembre de 2004.

    Sptima edicin:Ed. Contrahistorias, Ciudad de Mxico, Mxico, octubre de 2005.

    ISBN 999-3969-22-2

    CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS Contrahistorias. La otra mirada de Clo

    Estamos por la difusin ms amplia posible de la cultura. Se permite la repro-duccin total o parcial de esta obra por medios electrnicos, mecnicos, qumi-cos, pticos, de grabacin o fotocopia, con el simple permiso escrito del editor.

    Diseo grfico y formacin: ALFREDO QUIROZ ARANA

    Impreso en Mxico / Printed in Mxico

    NDICE

    PRLOGO

    INTRODUCCIN

    CAPTULO IDE ANTIMANUALES Y ANTIDEFINICIONES

    DE LA HISTORIA

    CAPTULO IILOS SIETE (Y MS) PECADOS CAPITALES

    DEL MAL HISTORIADOR

    CAPITULO til

    EN LOS ORGENES DE LA HISTORIA CRTICA

    CAPTULO IVPOR LOS CAMINOS DE LA BUENA HISTORIA

    ANTIPOSITIVISTA

    , .

    CAPTULO VLAS LECCIONES DE 1968 PARA UNA POSIBLE

    CONTRAHISTORIA RADICAL

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    CAPITULO VI

    QU HISTORIA DEBEMOS HACER Y ENSEAR HOY?UN MODELO PARA (DES)ARMAR 111

    BIBLIOGRAFA ESENCIAL DEL BUEN SEGUIDORDE ESTE ANTIMANUAL 129

  • WALTER BENJAMN

  • "Slo tiene derecho a encender en el pasadola chispa de la esperanza aquel historiador

    traspasado por la idea de que ni siquiera los muertosestarn a salvo del enemigo si este vence..."

    Walter Benjamn, Sobre el concepto de historia,tesis VI, ca. 1940.

  • PRLOGO

    Edeliberto Cifuentes Medina

    Qu HISTORIA HAY QUE CONSTRUIR y ensear a principios del siglo xxi?.Es la historia un ejercicio intelectual y profesional que constituyeuna verdadera necesidad y urgencia para la comprensin, interpre-tacin y explicacin de un mundo en crisis?. Y es todava til eimportante aprender y ensear historia, en el mundo globalizadode hoy, y dentro del vertiginoso proceso de vaciamiento de lasubjetividad que ahora vivimos?. Tiene sentido que una personadedique su tiempo y su vida a un quehacer que en la mayora delos casos no requiere, supuestamente, de ninguna formacin pro-fesional y/o acadmica?.

    Porque si bien es ampliamente reconocida la funcin que tienela memoria para el sujeto, y tambin la importancia que posee elpasado en la sociedad, vale la pena preguntarse, de qu memoriase trata, y qu parte de ese pasado est estructuralmente expre-sado en el presente?. Y qu diferencias o similitudes existen entrela memoria individual y la colectiva, y de otra parte la historia?.Pero tambin, cul es el sentido de investigar y escribir historiaen un momento en el que aparecen nuevas interrogantes, e hipte-sis, y problemas, todos ellos sobre el sentido de la sociedad, sobrelas estructuras del poder y sobre el contenido de lo humano?. Yan ms: cul es la importancia del trabajo del historiador, en unapoca de generalizada confusin y de crisis de los paradigmas enlas ciencias sociales, pero tambin en los tiempos de un supuestocarcter exclusivamente narrativo del discurso historiogrfico, pro-vocado por la anacrnica sobrevivencia del positivismo y defen-dido en las delirantes posiciones del discurso posmoderno?.

    Y es que, sin duda, ningn historiador que se considereverdaderamente imbuido de su responsabilidad profesional, y

  • CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROJAS

    comprometido con su propia sociedad, puede dejar de plantearseestas preguntas, y de realizar un serio y profundo anlisis de sutrabajo, lo mismo que de la funcin y de los efectos que el mismopueda tener en el desarrollo social. Y aunque no es frecuente que elhistoriador reflexione sobre su quehacer, y sobre la importancia ytrascendencia del mismo en la percepcin, comprensin, interpre-tacin y transformacin de las complejidades de su sociedad, esono impide que todo trabajo historiogrfico cumpla una funcin, yque tenga por lo tanto una utilidad y un sentido, sea en la lnea dela humanizacin, o por el contrario, en la de la deshumanizacinde esa misma sociedad.

    Es decir que todo trabajo o ensayo sobre la sociedad, sobre lamemoria, o sobre la historia, se enfrenta siempre a un claro dilemaineludible, que es el de, o bien tener impactos perversos sobre laevolucin y el desarrollo de la sociedad, o por el contrario, con-vertirse en cambio en una verdadera herramienta para la estruc-turacin de subjetividades individuales y colectivas que estn encorrelato con una condicin humana plena, y con un conjunto devalores y prcticas diferentes y superiores a las actuales. Por eso,todo posible ensayo de este gnero, o bien reproduce prcticasautoritarias, o en cambio, se abre hacia la pluralidad de las accio-nes, los procesos y los hechos; o bien se construye como una ver-dadera y rigurosa forma de pensar, o por el contrario, se reduce alsimple ejercicio del recuerdo y la nostalgia.

    En suma, todo trabajo historiogrfico, desde el ms ingenuoy espontneo hasta el ms elaborado y crtico, deja su impronta,impacta y produce efectos en la conformacin del sujeto y en lassubjetividades, lo mismo que en el rol que las mismas juegandentro de la existencia y para la transformacin de los modelos devida.

    Por ello, ningn trabajo historiogrfico puede estar al margende los desarrollos filosficos, de los debates polticos, de los mto-dos y de las reflexiones que otros saberes hacen sobre lo humanoy lo social. As, no es posible que el trabajo del historiador existaal margen de los aportes, problemas, hiptesis y mtodos del resto

    A N T I M A N U A L DEL MAL HISTORIADOR

    de las ciencias sociales y de las reflexiones filosficas ms impor-tantes. Por ello, el historiador que asuma su funcin como un tra-bajo creativo y comprometido con su sociedad no podr atenerse alas viejas fuentes y a las viejas prcticas de recuperacin del pasadoconcebidas slo como un regodeo personal, o como un discursoque sirve para entretener a los ociosos y a los "jubilados", llenandopor ejemplo las secciones de la prensa en los fines de semana, en lasimple lgica de ofrecer una "sana" distraccin dominical.

    Es decir que para construir una historia nueva y profunda-mente renovada, ser necesario ubicar a esos diversos discursoshistoriogrficos en su funcin o de legitimadores, o de superadoresde lo establecido. Caso este ltimo en el que el trabajo del histo-riador por esa historia nueva, ser a la vez un anlisis y supera-cin de sus fuentes, de sus tcnicas, de sus mtodos y hasta delestilo de construccin del relato, junto a una inquietud y verdaderoentusiasmo para recuperar y recrear por cuenta propia las nuevasformas de construir la historia, a partir entonces de otras fuentes, ypor ende de toda huella, creacin y produccin de lo humano.

    Es pertinente, en consecuencia, en esta construccin de una his-toria crtica, acotar las particularidades de la historia tradicional yde la historia crtica moderna, y sealar que no solo hay una radicaldiferencia en cuanto a la percepcin, comprensin, y explicacinde los procesos sociales, sino a la vez una diferencia rotunda encuanto a cmo asumir y concebir las relaciones de poder y de vida:porque si la historia tradicional es aburrida y llena de fechas, per-sonajes, protocolos palaciegos, siendo adems legitimadora y con-servadora, la historia crtica es en cambio una historia abierta a lavida, a las creaciones y a las resistencias populares, lo mismo que atodos los procesos que le dan centralidad a las expresiones huma-nas ms esenciales.

    Y es que el oficio de historiar implica tareas y prcticas verda-deramente interesantes, novedosas y a tono con los sueos y crea-ciones de los grupos que resisten y que luchan en los diversoscampos y frentes sociales por una vida mejor. Por eso, hacer estahistoria genuinamente crtica implica superar los modelos que atan

  • CARLOS ANTONIO A J U I R R K ROJAS

    el trabajo del historiador a la simple narracin del pasado, y a con-tracorriente de esto, proponer que el trabajo del historiador actualdebe situar su objeto de estudio dentro de inesperadas y siempreheursticas coordenadas del tiempo, del espacio, del tema y hastade los resultados.

    En suma, se trata de recuperar para el trabajo del historiadoraquellas tradiciones crticas forjadas en un previo esfuerzo de teo-rizacin y de reflexin, pero tambin de luchas, de debates y deprcticas que recuperan el cambio, el movimiento, y los estilos devida solidarios y sustentados en la pluralidad, la verdad y la justi-cia. Se trata, seriamente, de asumir el trabajo de historiar en todassus complejidades, en su rigor, en su profundo compromiso conla verdad, pero a la vez, con su funcin altamente edicadora ygratificante de saberse militante por la vida, lo mismo que por elverdadero enaltecimiento de la condicin humana.

    Este libro de Carlos Aguirre Rojas, que ahora se reedita portercera ocasin en Mxico, despus de haberse editado ya enColombia, Argentina, Guatemala y Cuba, nos ofrece un expedientedocumentado y riguroso sobre el por qu y cmo escribir esa his-toria crtica antes mencionada, a la vez que nos devela los propsi-tos deshumanizantes que se ocultan en la historia tradicional, enla historia oficial y en la versin ms elaborada, pero no por ellomenos perversa de la historia positivista.

    Desde indicarnos los deslices simplificadores y de control de lahistoria acartonada tradicional, hasta comentar los siete (y ms)pecados capitales del mal historiador, desde hacer una sistemticay rigurosa exposicin de los orgenes de la historia crtica hastaexponer las formas y/o modos de una historia antipositivista, ydesde un sealamiento de los vicios y perversiones de la historiaelaborada desde el poder, hasta la exposicin de los nuevos discur-sos historiogrcos que afloran a partir de los movimientos con-trasistmicos de 1968, de emergencia y expresin planetaria, es quese arma el argumento de este libro.

    Porque este ltimo es una crtica (en su acepcin de examensistemtico), de las diversas versiones tradicionales de la historia,

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    ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

    pero a la vez, una propuesta, para la prctica de un o'cio verdade-ramente vital y a tono con los desarrollos actuales ms avanzados.Es decir, una propuesta que no solo supera a las corrientes y dis-cursos que reproducen lo formal y lo esquemtico, sino que, avan-zando a contracorriente, se apoya tambin en aquellas versionesque ya han comprobado su poder y su fuerza para acceder hastalas estructuras ocultas, hasta los entornos mas oscuros, en el obje-tivo de iluminar ahora el lado generoso y creativo que practicangrandes sectores de la humanidad.

    As, para un todava vasto sector de nuestro medio latinoameri-cano, y por ejemplo para Guatemala entera y tambin an paraMxico, la reedicin de este Antimanual del mal historiador, O cmohacer hoy una buena historia crtica? representa la existencia de unmaterial de capital utilidad para el debate y para la profesionali-zacin de un ocio que, en todava amplios espacios de nuestrashistoriografas de Amrica Latina, arrambla los lastres de esa his-toria positivista, desde sus expresiones ms vulgares, hasta las am-biguas formas de una supuesta historia cultural, o de una historiapoltica, o tambin de una sociologa completamente inmediatista.

    Con la riqueza de una trayectoria intelectual intensa y fructferade ya largos aos, y con experiencias en diversas Universidadesy pases de todo el mundo, aunque en pleno gozo de una de susjuventudes; con la ya extensa realizacin de estudios y publicacio-nes, pero con la reiterada novedad de ofrecernos siempre un tra-bajo que, desde la primera idea hasta la ltima propuesta crtica, nodeja de provocarnos y de transmitirnos reflexividad, entusiasmoy energa por el ejercicio de una profesin que es y ser siempreedificante si se le asume con los afectos, rigores e imaginacin queexige la prctica de toda ciencia; y con la ya conocida apabilidad yparticular deferencia hacia todas las naciones de nuestra AmricaLatina, expresadas en las mltiples visitas acadmicas realizadasen los ltimos cuatro lustros, pero siempre con una renovadafrescura de nuevos saberes, Carlos Antonio Aguirre Rojas deja,con esta publicacin y con su magisterio, su impronta dentro de laactual historiografa latinoamericana.

  • CARLOS ANTONIO A G U I R R K ROJAS

    Corresponde entonces a los seguidores realmente crticos deClo, en este espacio nuestro que llamamos Latinoamrica, con-tinuar rompiendo lanzas por una historia renovada, actualizada,crtica y alimentada en las ms aejas tradiciones de resistencia,de lucha y de esperanza. Y ello, con la ms profunda conviccinde que nuestro trabajo y nuestros afanes, inscritos en el horizontedel objetivo de alcanzar la existencia de "Un mundo en el quequepan todos los mundos posibles", y con la seguridad de que"Otra Amrica Latina es todava posible", sern siempre un trabajoy unos afanes profundamente gratificantes y socialmente convo-cantes.

    Ciudad de Guatemala,octubre de 2004.

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    INTRODUCCIN

    "Creo en el futuro porque yo mismoparticipo en su construccin"

    Jules Michelet

    En Mxico, algo muy importante comenz el primero de enero de1994. Hasta el punto de que podemos armar que el "breve sigloxx", que a nivel general comienza con la Primera Guerra Mundialy con la Revolucin Rusa de 1917, para cerrarse con la cada delMuro de Berln, ha comenzado en cambio, en nuestro pas, conel estallido de la Revolucin Mexicana de 1910, para concluir pre-cisamente en esa fecha simblica importante que representa lairrupcin pblica del movimiento neozapatista mexicano. Porquelos siglos verdaderamente histricos se construyen, precisamente, apartir de las diversas duraciones de los fenmenos que dentro deellos se despliegan, dndole temporalidad y sentido a las distintascurvas evolutivas que esos mismos siglos representan. Entonces,cuando se cierra un siglo histrico, distinto del simple siglo cro-nolgico, se cierran con l esos mismos procesos fundamentalesque le dieron vigencia y sustancia, cambiando la pgina de la his-toria, para inaugurar nuevos procesos y nuevas situaciones, igual-mente correspondientes al nuevo siglo y al nuevo ciclo histricoque comienza.

    Por eso, entre tantas otras razones, es que se impone tambinla construccin de un nuevo tipo de historia. Y esto, en el doble sen-tido de participar activamente en la transformacin de esa historiareal que los hombres y las sociedades construimos todos los das,pero tambin en la lnea de intentar edificar un nuevo tipo de saberhistrico y de discurso historiogrfico, capaz de aprehender y de

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    reflejar adecuadamente a esas nuevas realidades de la historia real,pero tambin capaz de proveernos de algunas de las herramientasintelectuales necesarias para intervenir eficazmente en dicha cons-truccin renovada de esa historia real.

    Algo que por lo dems, ha sido tambin planteado por los ind-genas rebeldes de nuestro pas. Pues ellos han insistido constante-mente en que su lucha es tambin una lucha de la memoria contrael olvido, lo que significa que es tambin un intento por recuperary por mantener viva la memoria de su propia historia, la memoriade sus luchas y de sus reclamos, tanto como la reivindicacin delpasado, del presente y del futuro que ellos, como indgenas, repre-sentan, y que la historia oficial ha borrado e ignorado sistemtica-mente durante siglos.

    Porque si la historia la escriben siempre los vencedores, y sicada clase que domina reinventa al pasado y a las tradiciones paralegitimar su propia dominacin, entonces es claro que el papelque han tenido los indgenas mexicanos, dentro de las mltipleshistorias oficiales escritas durante siglos en nuestro pas, ha sidoun papel completamente marginal e irrelevante. Ya que lo mismoen la visin abiertamente racista, que trata al indgena como sihubiese sido una simple "materia prima" de los conquistadores,como presa y punto de apoyo de la sociedad colonial que "lo mes-tiza", que en la visin paternalista y despreciativa que lo quiere"normalizar", "modernizar" e incorporar al "progreso" de nuestramodernidad capitalista, el papel que se le ha asignado a los pueblosindgenas de Mxico, ha sido siempre el de simples objetos pasivosy receptivos de la historia, pero nunca el de sujetos activos, rebeldes,actuantes y poseedores de un proyecto propio y especfico de vida,de sobrevivencia, de resistencia y de modernidad alternativas, eincluso de propuestas de caminos diferentes para el desarrollo deciertos procesos en nuestro pas.

    As que cuando los neozapatistas reclaman mantener viva laherencia de sus muertos y de sus antepasados, lo que estn reivin-dicando es justamente ese pasado que ellos mismos han construi-do, y en el que siempre han sido los sujetos de su propia historia,

    A N T I M A N U A L DEL MAL HISTORIADOR

    pasado que a travs de luchas, insurrecciones, rebeliones y resis-tencias prolongadas y continuas, han logrado preservar y man-tener vivo hasta el da de hoy.

    Por eso urge reescribir toda la historia de Mxico, incorporandode manera orgnica y sistemtica dentro de su trama, entre variosotros, tambin a este sujeto indgena y al conjunto de sus acciones,intervenciones, luchas y resistencias especficas. Como tambinurge comenzar a ver la historia, en general, de un modo nuevo y dife-rente, hacindola, escribindola, investigndola y ensendola deuna manera radicalmente distinta a como lo hemos hecho hastaahora, una manera diferente que sea realmente acorde con estosnuevos tiempos que han comenzado a vivirse en Mxico despusde 1994.

    Pero es claro que es imposible construir una historia nueva, conlas viejas y desgastadas herramientas que corresponden a los tam-bin ya anacrnicos modos en que se ha practicado hasta hoy eloficio de historiador en nuestro pas. Pues son esas viejas concep-ciones de la historia, y esas viejas fuentes y tcnicas consagradasdurante tantas dcadas, y repetidas durante lustros y lustros en lasaulas, las que han forjado esa historiografa oficial que no slo haignorado a los indgenas, sino tambin a las mujeres, e igualmentea los campesinos, a los obreros y a las grandes masas populares, ala vez que se concentraba solamente en el estudio de la vida de lospresidentes y de los polticos mas conocidos, en las pugnas de lospequeos y elitistas grupos o facciones de las clases dominantes,o en el anlisis de los discursos y las obras de tal o cual literato,cientfico, o 'gran personaje' de nuestra historia nacional. Poniendoentonces el nfasis en ese estudio de las guerras, de los tratados, delas acciones del Estado y de la biografa de los supuestos "grandeshroes" de la nacin, la historia oficial e incluso una inmensa ma-yora de la historia acadmica, ha hecho hasta el da de hoy casoomiso de las realidades econmicas, sociales, culturales y civiliza-torias que, en profundidad y de una manera esencial, han definidolas grandes lneas de la evolucin de nuestra historia en general.

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    Por eso, hace falta llevar a cabo una doble tarea transformadoradentro del vasto espacio de nuestros estudios histricos actuales:en primer lugar, un trabajo sistemtico de crtica permanente deesa historia oficial, positivista y tradicional, trabajo que al mismotiempo que denuncia y demuestra las inconsistencias y la pobrezade los resultados historiogrficos producidos por esta historia li-mitada que ha sido dominante en nuestro pas hasta el da de hoy,hace evidente tambin la clara funcin conservadora del statu C\UQque ha cumplido y que cumple este mismo tipo de historia pere-zosa y complaciente con los actuales grupos y clases dominantes.Pero tambin y en segundo lugar, es ahora necesario mostrar conclaridad los nuevos rumbos por los que debe transitar la nueva his-toria que urge comenzar a elaborar, explicando con paciencia ydetalle el conjunto de herramientas intelectuales y de puntos deapoyo que habr que utilizar en la construccin de esa otra histo-ria diferente y crtica, a la vez que avanzamos, audazmente, en lasprimeras aplicaciones y reconstrucciones de los diferentes temas yperodos que comprende nuestra propia historia nacional.

    De este modo, promover e impulsar una historia nueva, actua-lizada, cientfica y crtica en nuestro pas, no es otra cosa que inten-tar asumir, dentro de nuestro propio oficio de historiadores, lasconsecuencias importantes de la situacin histrica tambin nuevaque ahora vivimos. Pero no para renovar y reciclar una vez ms,vistindola con nuevas ropas, a la vetusta y siempre bien vista his-toria oficial complaciente con el poder y dispuesta eternamente alegitimarlo y a servirlo, sino ms bien para volver a conectar a estarenovada ciencia de la historia con sus races fundadoras esencia-les, pertenecientes a las mejores tradiciones del pensamiento socialcrtico contemporneo. Es decir, renovar a la historia para resti-tuirle su dimensin profunda como historia crtica, vinculada a losmovimientos sociales actuales y a las urgencias y demandas prin-cipales del presente, a la vez que dispuesta a contribuir y a colabo-rar, en la medida de lo posible, en la construccin de un futurodiferente, donde se elimine la explotacin econmica, el despo-tismo poltico, y la desigualdad y discriminacin sociales, y en

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    A N T I M A N U A L DEL MAL HISTORIADOR

    donde el porvenir no sea visto, como sucede hoy, con aprehensiny con temor, sino por el contrario, con verdadero optimismo y conprofunda esperanza.

    * * *

  • MARC BLOCH

    CAPTULO i

    DE ANTIMANUALESY ANTIDEFINICIONES DE LA HISTORIA

    "En pocas palabras, podemos decirque (...) un mal Manual solo merece

    ser fulminado...".

    Marc Bloch, "Manuales o Sntesis?",AHES,vol. V, 3933.

    Por qu escribir y publicar hoy, en los inicios de este tercer mileniocronolgico, un Anti-manual y adems, un anti-manual del "malhistoriador"?. Porque estamos convencidos de que la mayora delas instituciones acadmicas que hoy forman y educan a los futuroshistoriadores de nuestro pas, lo que estn educando y formandoes a malos historiadores, y no a historiadores crticos, serios, creativosy cientficos. Y tambin porque sabemos que el sentido que tienen,en general, todos los "manuales" es el de simplificar ideas o argu-mentos complicados, con el fin de volverlos asequibles a un pblicocada vez ms amplio.

    Pero nuestro objetivo en este pequeo libro es muy distinto: loque queremos no es hacer simples, ideas que son complejas, sinoms bien combatir y criticar viejas ideas simples, rutinarias y yasuperadas sobre lo que es y sobre lo que debera ser la historia.Ideas que a fuerza de repetirse, desde la educacin primaria mselemental hasta el nivel universitario de la licenciatura y de lospostgrados, han terminado por ser aceptadas y reconocidas por lainmensa mayora, construyendo as la empobrecida y deformadanocin de lo que hoy se llama comnmente "historia".

    Al mismo tiempo, y luego de criticar esa visin anacrnica ylimitada hoy imperante, de lo que es y de lo que debera ser la

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    historia, queremos presentar, tambin de modo accesible a unvasto pblico, ciertas ideas y propuestas, complejas y elaboradas,de lo que en nuestra opinin debera ser y es en verdad la historiams actual y ms de vanguardia. Pero no convirtiendo a esas pro-puestas e ideas en tesis y nociones simples, sino ms bien refor-mulndolas de una manera sencilla, que a la vez que mantiene sucomplejidad, las ilustra con ciertos ejemplos y las desmenuza conms detalle, retraducindolas a un lenguaje ms cercano y ase-quible a ese amplio pblico.

    Porque lejos de esa imagen que nos han impuesto, y que repro-ducen con tenacidad la inmensa mayora de nuestras escuelas yde nuestras Universidades, imagen que presenta a la historia comoalgo aburrido y memorstico, que slo se ocupa de cosas viejas y derancios pasados ya muertos y lejanos, la historia ms actual y devanguardia es en cambio algo vivo y apasionante, que investiga losms relevantes problemas del ser humano y de las sociedades con-temporneas, con una riqueza de instrumentos intelectuales, y demtodos y tcnicas, que deslumhran de inmediato a todos aquellosque deciden introducirse seriamente en sus interesantes e intrinca-dos laberintos.

    As, para nosotros, la historia no es una disciplina asociada sola-mente con los archivos, y con los hechos, personajes y sucesos yadesaparecidos y muertos, sino una ciencia tambin de lo social yde lo vivo, atenta al perpetuo cambio histrico de todas las cosas,y directamente conectada, de mil y una maneras, con nuestro pre-sente ms actual, lo mismo que con nuestra vida social mediata einmediata, en todas sus mltiples y variadas manifestaciones.

    Adems, si el tipo de historiador que hoy se forma en la granmayora de las escuelas y de los postgrados de historia de nuestropas, es de manera predominante un mal historiador, poco actua-lizado respecto de las principales corrientes historiogrficas msactuales, y poco informado de los trabajos y de las obras de los msimportantes historiadores del siglo xx, entonces el tipo de historiaque tambin de un modo generalizado se produce y se publicaentre nosotros, es una historia puramente descriptiva, monogr-

    ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

    fica, empobrecida y profundamente acrica. Porque no hay dudade que es inofensivo y hasta conveniente para los actuales poderesy grupos dominantes, que se repitan hasta el cansancio -de losalumnos y hasta de los propios profesores- las "gestas gloriosas"de nuestra Independencia, los cuentos sabidos y archir repet dosde nuestra historia colonial, las versiones paternalistas y hastaindulgentes de nuestra etapa precolombina o prehispnica, y lassiempre ligeramente preocupadas versiones de nuestro "agitado" y"catico" siglo xix. Y todo ello, para confortarnos al final con la ideade que hoy, a pesar de todo, estamos mucho mejor que en cualquie-ra de esas pocas del "pasado", y para demostrarnos por ensimaocasin que, a fin de cuentas, "hemos progresado".

    Sin embargo, y desde hace ya ms de un siglo, la verdadera his-toria cientfica ha peleado abiertamente para dejar de ser ese simpleinstrumento de legitimacin de los poderes estatuidos, tratandode distanciarse tanto de la "historia" oficial -en verdad, ms biensimple crnica de las conquistas, de las victorias y de los 'logros' deesos mismos poderes-, como de las distintas versiones de la igual-mente limitada y sometida historia tradicional. Ya que es imposiblehacer una historia seria, de cualquier hecho, fenmeno o proceso,en cualquier momento o etapa del "pasado" o del "presente", queno muestre en su anlisis la necesaria finitud y caducidad de loque se estudia, haciendo evidentes el carcter efmero y los lmitestemporales de ese problema investigado, y subrayando el obligadocambio histrico al que estn sometidos todos esos procesos, fen-menos y sucesos mencionados.

    Pero entonces, si practicamos el anlisis histrico desde estaidea de la historia siempre atenta al cambio, y siempre enfocada enesa dialctica de permanencia y de transformacin de todos susobjetos de estudio, desembocamos necesariamente en una histo-ria genuinamente crtica, que junto al "lado bueno" de las cosasobserva y analiza tambin su "lado malo", desmitificando a loshroes y normalizando a los personajes y a las situaciones extraor-dinarias y excepcionales, al tiempo que "desglorifica" los orgenesy las gestas fundadoras, e introduce sistemticamente los fracasos

  • CARLOS ANTONIO AGUIRRF. ROJAS

    junto a los xitos, la vida cotidiana al lado de los "grandes momen-tos histricos", los procesos sociales y econmicos por debajo de lasgrandes batallas militares o de los resonantes sucesos polticos, ylas creencias colectivas y la cultura popular junto a las brillantesideas y las "obras geniales" de la ciencia, la literatura o el cono-cimiento de lo social, por mencionar slo algunos de los tantosejemplos posibles.

    Una historia crtica, que siendo forzosamente opuesta a las his-torias oficiales y tradicionales hasta hoy dominantes, se desplazasistemticamente de las explicaciones consagradas y de los lugarescomunes repetidos, para intentar construir nuevas y muy dife-rentes interpretaciones de los hechos y de los problemas histri-cos, para rescatar e incorporar nuevos territorios, dimensioneso elementos hasta ahora ignorados o poco estudiados por loshistoriadores anteriores, y para restituir siempre el carcter din-mico, contradictorio y mltiple de toda situacin o fenmenohistrico posible. Una historia difcil, rica, aguda y crtica, que secultiva muy escasamente en nuestro pas, y que es sin embargo lanica historia realmente valiosa y aceptable, si es que deseamosescribir y ensear una buena historia, y si es que pretendemos, enesa misma prctica histrica, estar por lo menos a la altura de losdesarrollos y de los progresos ms recientes que ha alcanzado hoyel oficio de historiador, en el mundo entero, y en estos inicios deltercer milenio cronolgico que ahora comenzamos a vivir.

    Si un manual tradicional, que ayuda a formar malos historiadoresoficiales y tradicionales, comienza siempre por ciertas definiciones,entonces un Antimanual como este, que persigue abrir el espacioy coadyuvar a crear las condiciones para formar buenos historia-dores crticos, debera comenzar tal vez con toda una serie deantidefiniciones. Anticonceptos, antinociones y antidefiniciones delo que debemos entender por la historia, de cul es su especfico

    ANTTMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

    objeto de estudio, de sus mtodos principales y de sus tcnicas fun-damentales, lo mismo que de sus objetivos, sus resultados y susmodelos, teoras, categoras y problemticas ms esenciales.

    Entonces, definiendo o estableciendo lo que para nosotros no esla historia y los problemas a los que no debera de limitar su estu-dio, y las tcnicas en las que no debera estar confinada, etc., quizsea posible no slo identificar con ms precisin a este tipo dehistoria tradicional y aburrida que todava hoy padecen nuestrosestudiantes a lo largo de toda su formacin, sino tambin ayudara desbrozar el camino para superar a este tipo de historia, y paraser capaces de proponer y de practicar otra historia, completamentediferente y nueva.

    Historia diferente a la que hoy se cultiva mayoritariament, queno es "la ciencia que estudia los hechos y situaciones del pasado".Porque, ms all de que es totalmente imposible fijar con rigor ycertidumbre la fecha, o momento, o etapa que hoy divide nuestro"presente" de nuestro "pasado", es claro tambin que la historiano es esa aburrida y temerosa ciencia del pasado, sino ms bien laciencia que se consagra al estudio de "la obra de los hombres en eltiempo", segn la acertada definicin de Marc Bloch, y por lo tanto,el examen crtico que abarca lo mismo el ms pretrito periodo dela mal llamada "prehistoria" humana, que el ms actual e inme-diato presente.

    Ya que es claro que esta definicin de la historia, como cienciaque estudia el pasado, no slo pretende rehuir el compromisosocial del historiador con su propio presente, sino que tambinconfunde a nuestro oficio, con la simple y burda tarea del anticua-rio. Porque son el anticuario o el coleccionista de antigedades,los que se ocupan "slo del pasado", rompiendo artificialmente unalnea temporal que es esencialmente continua, lnea que nos de-muestra permanentemente que cualquier 'presente' -y por ende,tambin cualquier 'pasado'-, no es ms que una compleja articu-lacin estratificada de distintos "pasados todava presentes", esdecir de diversos hechos y fenmenos histricos que remontansu origen y su vigencia a muy diferentes lneas y magnitudes

  • CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROJAS

    temporales, magnitudes que incluyen desde el estricto ayer deunos das, semanas o meses, hasta los varios pasados de lustros,dcadas, siglos o hasta milenios.

    Historia entonces que estudia tanto el "pasado" como el msactual y candente "presente", y adems sin caer en su falsa y siem-pre artificial separacin, que explica que hoy exista, con plenalegitimidad y reconocimiento social, el rea de la llamada historiacontempornea, tambin nombrada a veces como historia inme-diata, o historia del tiempo presente, historia que tomando comosu objeto de anlisis a esos fenmenos actuales del ms diversoorden, es capaz de integrarlos y de explicarlos dentro de una visinque restituye en profundidad toda su carga y toda su densidadhistricas especficas.

    Una historia que no se construye, adems, slo con documentosescritos, ni tampoco slo con los testimonios depositados en losarchivos histricos. Porque el buen historiador no se forma slo enlos archivos, sino tambin, y muy esencialmente, en la observacinacuciosa y aguda de la vida ms actual y de la vida del pasado entodas sus mltiples y variadas manifestaciones. Ya que hace msde siglo y medio que aprendimos que las fuentes del historiador nose reducen slo a los textos y a los testimonios escritos, sino queabarcan absolutamente a toda huella o trazo humano que nos per-mita descifrar y reconstruir el problema histrico que acometemos.As, lo mismo la dendrocrenologa, que nos permite volver a trazarlas diferencias del clima durante cientos de aos, que el anlisis delcarbono 14, que hace posible datar la antigedad de un hueso fsil,e igualmente la fotografa area, que nos deja ver las diferentesformas que adquieren los campos de cultivo en las distintas regio-nes de un pas, o la iconografa, que nos entrega parte de las acti-tudes y de las prcticas cristianas de un culto religioso, son todasfuentes pertinentes y legtimas del trabajo actual y cotidiano de loshistoriadores. Ya que cuando se trata de comprender, y luego deexplicar un hecho o proceso histrico determinado, el historiadorinteligente est autorizado a recurrir a cualquier elemento o indicioposible que le permita entender o analizar el especfico problema

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    que aborda. Lo que explica el hecho de que, en la actualidad, lahistoria se haga apoyndose lo mismo en la fotografa o en el cineque recurriendo sistemticamente a los testimonios orales, e igual-mente interpretando una pintura o un monumento, que constru-yendo una serie econmica, demogrfica o cultural, entre tantasotras posibles fuentes de las que ahora disponen los historiadoresen el ejercicio de su oficio.

    Otra "antidefinicin" importante de la historia verdaderamentecientfica es la que afirma que no es posible hacer la historia deMxico, o de Francia, o de Chile o Espaa, e incluso la historia deEuropa, o de frica, o de Amrica Latina, si uno se queda limitadoal anlisis de los procesos y de los hechos puramente mexicanos,franceses, chilenos, espaoles, europeos, africanos o latinoameri-canos, segn los diversos casos respectivos. Porque despus delsiglo xvi, y del profundo e irreversible proceso de radical universa-lizacin histrica que la humanidad ha vivido en los ltimos cincosiglos, es cada vez ms imposible entender las historias locales,nacionales o regionales, si uno se encierra en el limitado y siempreparcial horizonte local, nacional o regional. Y sin embargo, todavahoy siguen siendo muy comunes y difundidas, por ejemplo, esashistorias "nacionales" que no van ms all de sus propias fronteras,limitndose en el mejor de los casos a considerar ciertos elemen-tos que desde esta perspectiva, suelen calificarse como los "fac-tores externos" de esos mismos procesos nacionales estudiados-factores externos que, en este caso, son siempre concebidos sola-mente como un simple "complemento" marginal e inesencial, parala explicacin del "cuadro total"-, cuando no simplemente ignorantotalmente la existencia misma del resto del mundo, en el peor delos casos.

    Pero si Henri Pirenne gustaba de repetir que no haba "historiaposible de Blgica, que no fuese a la vez una historia de Europa",y si tanto March Bloch como Fernand Braudel han retomado estasentencia pirenniana para agregar que, adems, no hay historiaposible de Europa que no sea a la vez una historia del mundo,entonces no existe hoy historia cientfica posible que no rompa

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    totalmente con el limitado marco nacional, incorporando y con-siderando el rol siempre esencial que juega la historia universaldentro de cada una de las historias regionales, continentales, nacio-nales y hasta locales de cualquier espacio o rincn de nuestroplaneta. Y esto, no al simple modo secundario de los "factoresexternos", sino como dimensin fundamental subyacente a los pro-cesos ms locales, sin la cual es imposible la adecuada comprensinde los problemas estudiados. Porque, por ejemplo, los movimien-tos y los procesos complejos de las Independencias de Mxico, ode Colombia, o de toda Amrica Latina como conjunto, no puedenentenderse adecuadamente, sin tomar tambin en cuenta los ele-mentos fundamentales que aporta la existencia de la crisis pro-funda que entonces vive Europa, y que determina el sentido de losprofundos reacomodos internos europeos de esos mismos tiem-pos, que sern factor decisivo para la irrupcin de dichas Indepen-dencias. De la misma manera en que el movimiento de 1968 enMxico, o el proceso del 'Cordobazo' argentino de 1969, resultanincompletos en su explicacin, si no los resituamos dentro de uncuadro mucho mas global que permita compararlos y vincularloscon las similares y tambin simultneas experiencias de, por ejem-plo, el mayo francs, la primavera de Praga o la gran revolucincultural china de 1966, entre otros.

    Otra antinocin importante, es la que afirma que el historiadorbien formado y capaz de enfrentar los problemas actuales e histri-cos ms importantes, no se forma leyendo slo textos y trabajos deotros historiadores o de otros practicantes del mismo oficio. Porquesi bien es cierto que sin conocer la obra de los principales historia-dores, y de las principales corrientes historiogrficas de los ltimosciento cincuenta aos, es imposible aspirar a ser un verdadero his-toriador, tambin es claro que el buen historiador se educa y seforma, hoy en da, lo mismo en la lectura de los economistas quede los antroplogos, y lo mismo con los buenos textos clsicosde la sociologa, la geografa o la sicologa, que leyendo buenasy muchas novelas, junto a los trabajos mas importantes y a lasobras principales de los cientistas polticos, de los etnlogos o delos especialistas del derecho, entre otros.

    ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

    En este punto, alguien podra observar y con razn, que enuna gran parte de nuestras escuelas de historia no se estudia nise lee ni siquiera a los propios historiadores importantes del sigloxx, ni tampoco a las principales obras de historia paradigmticas yejemplares de las ms importantes corrientes historiogrficas hoyvigentes en el mundo entero. Pero si esta observacin es legtima,slo seala la doble laguna que debemos an colmar, leyendo tantoesas obras de historia y a esos historiadores, como tambin a losautores esenciales de todo el conjunto de las hoy llamadas cien-cias o disciplinas sociales. Porque es obvio que la historia abraza,dentro de sus vastos territorios, a todo el inmenso abanico de losocial-humano en el tiempo, lo que quiere decir que slo puedeconstruirse adecuadamente, desde un conocimiento slido e igual-mente amplio de los principales aportes de todas esas ciencias queversan sobre los distintos aspectos que incluye esa dimensin de losocial-humano en su totalidad. Lo que implica, entre tantas otrascosas, que una buena licenciatura en historia, debera de incluir ensu plan de estudios, buenos y slidos cursos de introduccin o denociones bsicas de la antropologa y de la economa, lo mismo quelos fundamentos de la geografa histrica -o mejor an, de la geo-historia-, de la sociologa, de la ciencia poltica o de la sicologa,por mencionar slo algunos de los varios ejemplos posibles.

    Antidefiniciones de una buena historia crtica, que incluyentambin, necesariamente, la idea de que esta historia cientfica yrigurosa no puede elaborarse con seriedad, si se rechaza o se vecon desprecio, o incluso si se considera slo marginal o secunda-riamente, a todas esas dimensiones fundamentales que son las dela filosofa, la teora, la metodologa y la historiografa. Ya que esnecesario reconocer que, en el tipo de historia que hoy se hace yse ensea predominantemente en nuestras escuelas y en nuestrasdivisiones de postgrado, reina una visin de la historia terrible-mente empirista y hasta antiterica.

    As, toda reflexin que vaya ms all del mero enunciado de lossupuestos "datos duros" y de los "hechos comprobados", y todoesfuerzo por preguntar acerca de los modos en que se organiza

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    e interpreta el material historiogrfico, o por los modelos que seponen en juego para llevar a cabo la investigacin histrica, lomismo que las mltiples preguntas sobre el sentido especfico quetiene la eleccin de un tema de estudio, sobre el cuestionario queorganiza la pesquisa histrica, respecto de las categoras que seutilizan para explicar los fenmenos abordados, o sobre la formaen que habrn de presentarse y de transmitirse los resultados deltrabajo realizado, todo esto es rpidamente descalificado por losactuales promotores de la mala historia oficial, positivista y tradi-cional, que se nos intenta imponer desde las aulas. Descalificacinque, inmediatamente, presenta a todo este tipo de preguntas y dereflexiones como si fuesen problemas "metafsicos", "filosficos" enun sentido peyorativo del trmino, y ms en general, como simpley perniciosa "prdida de tiempo".

    Y es que domina todava terriblemente, entre el gremio de losseguidores de Clo, un antiteoricismo ampliamente difundido, querechaza los debates tericos fuertes e ignora totalmente los pro-blemas de orden metodolgico, mirando desdeosamente a losfilsofos que se atreven a incursionar en la historia, y abandonandociegamente el fundamental campo o rama de la historia de la histo-riografa. Con lo cual, no existen en nuestras carreras y postgradosde historia, buenos y slidos cursos de teora de la historia y demetodologa histrica, a la vez que tanto la filosofa de la historiacomo la historiografa, son casi siempre rebajadas a un aburrido yelemental recuento cronolgico de autores y de obras, que se enu-meran y resumen de la manera ms simplista posible, sin ubicarjams los contextos historiogrfieos, intelectuales, sociales y gene-rales de dichos autores y obras, por no mencionar la ausencia totalde clasificaciones, de periodizaciones razonadas y comprehensi-vas, de estudios serios de filiaciones y de tipologas, a la vez que dereagrupamientos globales, de lneas de tendencia y de itinerariosms estructurales.

    Pero sin teora no hay buena historia, como no la hay tampocosin el desarrollo de un cierto entrenamiento en el campo de lareflexin filosfica, sin la comprensin y el manejo de sus mltiples

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    metodologas, y sin el diagnstico y balance permanente que re-presenta su propio autoexamen, desarrollado justamente por esarama que constituye dicha historia de la historiografa.

    Tambin es importante, para poder escribir y ensear una his-toria seria y digna de este nombre, afirmar la antinocin de que lahistoria no es una disciplina antiqusima, bien establecida y delimi-tada, con su objeto, sus mtodos, sus tcnicas y sus conceptos yadefinitivamente constituidos y determinados. Por el contrario, lahistoria concebida como proyecto realmente cientfico data de haceslo ciento cincuenta aos, siendo una disciplina que se encuentratodava en sus primeras e iniciales etapas de desarrollo, y por ende,en un intenso y continuo proceso de crecimiento y de enriqueci-miento constante, y an a la bsqueda de nuevos objetos, paradig-mas, modelos tericos, conceptos, problemticas y tcnicas an pordescubrir.

    Porque como bien lo ilustra la historia de esa historiografa queen sentido estricto podemos llamar contempornea -es decir, la quese despliega desde los trabajos y los aportes del proyecto crtico deCarlos Marx desarrollados dentro de este campo y hasta nuestrosdas-, es claro que con cada nueva generacin de historiadores,nuestra disciplina se ha ido desarrollando y haciendo ms com-pleja, en la medida en que incorpora, todo el tiempo y de modoincesante, a esas nuevas tcnicas, nuevos problemas, nuevos mo-delos, teoremas, paradigmas y conceptos que antes hemos mencio-nado. Lo que entonces, y quiz ms que en otras ciencias, obliga alhistoriador a estar atento, siempre y con mirada gil y despierta,a los nuevos desarrollos y a los progresos y avances ms recientesde su propia disciplina. Por eso, Fernand Braudel nos ha recordadoque la historia no puede ser ms que la "suma de todas las historiasposibles, pasadas, presentes y futuras", es decir slo el conjuntoarticulado de todos los progresos de una ciencia que se encuentratodava en su infancia, y a la que an le falta un largo y ampliocamino por recorrer.

    Otra antinocin necesaria es la que nos ensea que la historia noes ni la simple "cronologa" o recuento sucesivo de gobernantes y

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    batallas, ni tampoco un titnico y siempre aburrido ejercicio de lamemoria de los alumnos y los estudiantes, a los que se quiere obli-gar a repetir y acumular en la cabeza una serie de fechas, lugares,datos, cifras y ancdotas, en su mayora intiles e irrelevantes,an cuando a veces puedan ser pintorescos y hasta emocionantes.Porque todava hoy, existen en nuestro pas eruditas colecciones denuestra historia "contempornea", cuyo criterio de periodizacinsigue siendo, asombrosamente, el de los cortes sexenales o cua-trianuales de los sucesivos gobiernos de los presidentes, como siun pas entero cambiase totalmente, o incluso cambiase significa-tivamente, con cada uncin de un nuevo presidente de nuestrarepblica. Y es todava el da en que se sigue equiparando a la his-toria, con el aprendizaje memorstico de lugares y batallas de nues-tra "ruta de la independencia", o de decretos y leyes emitidas porlos gobernantes liberales o conservadores, lo mismo que por lasdisputas, golpes de estado, rebeliones o consolidaciones de tal ocual Estado, gobierno o rgimen poltico.

    Sin embargo, y felizmente para nosotros los historiadores, lahistoria es mucho ms que esas solas cronologas polticas de pre-sidentes, gobernantes, facciones polticas y Estados, abarcando ladensidad misma del tejido completo de las sociedades, e incluyen-do entonces dentro de sus territorios a la historia econmica y ala historia cultural, a las transformaciones demogrficas y a lasgrandes mutaciones sociales, lo mismo que a la evolucin reli-giosa, psicolgica, artstica o de la familia, entre tantos y tantosotros temas que no "ajustan" jams sus itinerarios evolutivos, alos simples cortes del "gobierno del presidente x", o del "rgimenpoltico de Y".

    Adems, y si es claro que toda historia seria necesita de buenasy sistemticas cronologas, de mapas y Atlas b'ien proyectados ybien concebidos, de buenas y slidas series cuantitativas, y deestadsticas pertinentes de hechos, cifras y datos precisos y riguro-sos, tambin es evidente que todo esto no es otra cosa que el soportefctico, o la plataforma de los hechos indispensable, sobre la cual seconstruye la verdadera historia, es decir la explicacin comprehen-

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    siva, la interpretacin inteligente, y la reinsercin cargada de sen-tido profundo, de todo ese conjunto de hechos y de fenmenos,dentro de los procesos histricos globales especficamente investi-gados.

    Finalmente, una ltima antinocin en contra de la mala histo-ria positivista y oficial, se refiere al hecho de que la historia noest ni obligada ni condenada fatalmente, a ser slo el registro y elinstrumento de autolegitimacin de las clases dominantes y de lospoderes existentes en turno. Pues aunque siempre han existido, yseguirn existiendo, los historiadores y los profesores de historiaque estn dispuestos a rebajar a Clo a la simple y limitada funcinde ser una clara "memoria del poder", que rehace la tradicin yreinventa todo el tiempo el pasado, para construir la historia desdeel "punto de vista de los vencedores", tambin han existido siem-pre los historiadores valientes y crticos, que "pasando el cepilloa contrapelo de la historia" han sido capaces de construir la histo-ria "desde el punto de vista de las vctimas" y de los vencidos, for-jando contrahistorias y contramemorias histricas que rescatan esosmltiples "pasados vencidos", pero vivos y actuantes, de que hablaWalter Benjamn.

    Entonces, rompiendo con los lugares comunes de la historia ofi-cial, y haciendo frente a ese proceso de legitimacin de lo existente,que siempre concluye por explicarnos que "vivimos en el mejor delos mundos posibles", y que tal o cual proceso actual puede serbueno, regular o malo, pero que es inevitable e ineludible -como enel caso actual de la mal llamada "globalizacin"-, rompiendo conestas visiones interesadamente fatalistas del pasado y del presente,el buen historiador genuinamente crtico, nos recuerda siempreque ayer igual que hoy, la historia es un terreno de disputa cons-tante, donde de manera contradictoria y tenaz se enfrentan siemprevarios futuros alternativos posibles, varias lneas abiertas de posi-bles evoluciones diferentes, y en donde la lnea o futuro que resultafinalmente vencedor y que se actualiza, se decide justamente desdey dentro de las condiciones concretas de ese espacio de combate.

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    Por eso "ni siquiera los muertos estn a salvo" s el enemigo hoyen el poder vuelve a vencer, precisamente recodificando y rein-ventando el pasado en funcin de sus intereses, y de sus propiosmitos y justificaciones ideolgicas especficas. Y frente a ello, sloes posible encender de nuevo "la chispa de la esperanza", si nosubicamos del lado de los oprimidos y de las vctimas, defendiendoesos pasados que hoy han sido provisionalmente derrotados, peroa los que posiblemente les corresponde la victoria del maana.

    Y por eso tambin, en lugar de escribir un aburrido manualpara malos historiadores, lleno de definiciones anacrnicas sobreuna historia plana, acomodaticia con el poder, acendradamenteempirista y limitada en sus concepciones, en sus fuentes y en sushorizontes, hemos preferido mejor, intentar esbozar esta suertede Antimanual, con ciertas "antidefiniciones" iniciales, y que tomapartido abiertamente por una historia ms densa y ms profunda,aunque tambin ms difcil y compleja. Una historia que ubicn-dose claramente dentro de las tradiciones del pensamiento socialcrtico, desarrollado desde hace siglo y medio, est atenta a la teora,a la filosofa y a la metodologa, a la vez que se reivindica comoabierta y vasta en la definicin de su objeto, sus fuentes, sus tcni-cas, sus modelos y sus paradigmas ms esenciales.

    Despus de haber definido el tipo de historia que no queremoscontinuar haciendo, y que no deseamos que se siga enseando eimponiendo en nuestras aulas, pasemos a ver ahora los "pecados"recurrentes del mal historiador, pecados que es necesario evitar atoda costa, si es que realmente intentamos construir otro tipo dehistoria, genuinamente cientfica y genuinamente crtica.

    CAPITULO u

    LOS SIETE (Y MS) PECADOS CAPITALESDEL MAL HISTORIADOR

    "...la historia que se nos enseaba a hacerno era, en realidad, mas que una deificacin

    del presente con ayuda del pasado. Perorehusaba verlo -y decirlo-".

    Lucien Febvre, Combates por la historia, 1953.

    La mala historia es mil veces ms fcil de hacer y de ensear que labuena historia, que la historia crtica. Por eso, entre otras razones,ha proliferado tanto y se ha mantenido viva, en nuestro pas yen muchas otras partes del mundo, durante tanto y tanto tiempo.Pero si es mucho ms fcil y exige mucho menos esfuerzo ser unmal historiador, tambin es cierto que la medida de esa dificultadreducida y de esos magros esfuerzos, es igualmente la medidade los limitados resultados y de las pobres obras histricas quese obtienen. Porque el fruto directo de esa mala historia hecha yenseada, son justamente esos libros aburridos y pesados en tantossentidos, que nadie lee y que nadie toma en cuenta, con la excep-cin de los pobres estudiantes a los que se obliga literalmente arevisarlos y a consultarlos, para poder obtener la nota o la califi-cacin necesaria correspondiente.

    Libros y artculos que duermen en las bodegas de las editoria-les universitarias, o en los anaqueles de las libreras y bibliotecaspblicas, que slo se dedican a repetirnos por ensima vez, en rela-tos grises y sin chiste, las "Actividades del Congreso Constituyentedel Estado de x, en el momento de la revolucin de Y" o "La bio-grafa del general M, lder del movimiento N, en los aos de 18..o 19..", o tambin "La historia del Virrey B, en el siglo c" o "La

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    historia de la inmigracin E, y su influencia en nuestro pas durantelos aos de la Revolucin F". Ensayos y libros que, en su mayora,no contienen ni siquiera investigacin emprica nueva de hechoshistricos relevantes, sino que en el peor de los casos resumen lo yadicho e investigado por otros autores, y en el mejor de los casosslo rescatan el fruto casual de algn trabajo directo de visita acierto Archivo, realizado de manera azarosa y sin sistema, y en elque los datos e informaciones que se recolectan no tienen ningnorden ni sentido, al carecer de la definicin de una problemticahistrica especfica, y de un slido cuestionario que hiciese posibleorganizar dicha recoleccin de aquellos datos y hechos histricosque sean realmente los hechos significativos, en torno al problemaconcreto y especfico que se quiere resolver. Trabajos pues carac-tersticos de esa mala historia positivista, perezosa y fcil, quegeneralmente terminan por recuperar y poner juntos, de maneraindiscriminada, lo mismo sucesos y datos importantes para losprocesos histricos generales, que acontecimientos e informacio-nes totalmente irrelevantes e inesenciales.

    Mala historia, fcil de hacer y aburrida para ensear, y que seplasma en una gran mayora de los libros de historia que hoy seescriben y se editan en nuestro pas, y que generalmente repro-duce, en mayor o en menor medida, a los siete y a veces ms"pecados capitales" del mal historiador, pecados que abordamos acontinuacin.

    El primer pecado capital de los malos historiadores actuales es eldel positivismo, que degrada a la ciencia de la historia a la simpley limitada actividad de la erudicin. Muchos historiadores siguencreyendo hoy en da, en pleno comienzo del tercer milenio cro-nolgico, que hacer historia es lo mismo que llevar a cabo el trabajode investigacin y de compilacin del erudito. Y aunque ha pasadoya ms de un siglo, desde la poca en que fue escrito el tristemente

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    clebre Manual de Ch. V. Langlois y Ch. Seignobos, titulado Intro-duccin a los Estudios Histricos, este libro contina siendo todava laBiblia de esos malos historiadores positivistas.

    Como si todo el siglo veinte cronolgico, y toda la historiografacontempornea que arranca con el proyecto crtico de Marx, desdelos aos de 1848, no fuese justamente una protesta permanente yuna crtica sistemtica de esta versin empobrecida de la historiaque ha sido la historia positivista. Una historia que limitando el tra-bajo del historiador, exclusivamente al trabajo de las fuentes escri-tas y de los documentos, se reduce a las operaciones de la crticainterna y externa de los textos, y luego a su clasificacin y orde-namiento, y a su ulterior sistematizacin dentro de una narracinque, generalmente, solo nos cuenta en prosa lo que ya estaba dichoen verso en esos mismos documentos.

    Historia positivista que se autodefine justamente como la "cien-cia que estudia el pasado", y que autoconcibindose a s mismacomo una disciplina hiperespecializada, ya terminada, precisa ycerrada, es alrgica y reticente frente a la filosofa, la teora, lametodologa, e incluso frente a cualquier forma de interpretacinaudaz y creativa de los hechos histricos. Teniendo entonces horrorrespecto de toda interpretacin que se despegue, aunque solo seaun poco, de la simple descripcin de los datos "duros" "compro-bados" y "verificables", esta historia positivista reduce no obstantedicha Verificabilidad' a la simple existencia o referencia de dichosdatos, dentro de un documento escrito de archivo, que sea siempreposible citar, con toda precisin, en el pie de pgina correspondien-te. Una historia justamente enamorada de los "grandes" hechospolticos y de las acciones resonantes y espectaculares de los Esta-dos, igual que de las "grandes" batallas militares, que es tambingeneralmente acrtica con los poderes y con los grupos dominantesque existen en cada situacin.

    Y si bien es claro que sin erudicin no hay historia posible, tam-bin es una gran leccin de toda la historiografa contempornea,desde Marx y hasta nuestros das, que la verdadera historia solo seconstruye cuando, apoyados en esos resultados del trabajo erudito,

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    accedemos al nivel de la interpretacin histrica, a la explicacinrazonada y sistemtica de los hechos, de los fenmenos y de losprocesos y situaciones histricas que estudiamos. Porque solo tran-sitamos desde esa erudicin todava limitada hasta la verdaderahistoria, si reconocemos la importancia fundamental de este tra-bajo de la interpretacin y de la explicacin histricas, que construyenmodelos comprehensivos, que ordenan y dan sentido a los hechosy fenmenos histricos, integrando a estos ltimos dentro de lasgrandes tendencias evolutivas del desarrollo histrico, y estable-ciendo de modo coherente y sinttico, tambin los porqus y loscornos de los distintos problemas investigados.

    Porque de qu nos sirve saber cundo y dnde acontecieronciertos hechos histricos, si no somos capaces de explicar tambinlas causas profundas, mediatas e inmediatas, que provocaron ysuscitaron estos hechos, y si no tenemos la habilidad de explicar,igualmente, las razones concretas y el sentido esencial que deter-minan que tal hecho se haya producido en ese momento y no antesni despus, en ese lugar y en ninguna otra parte, y adems quehaya acontecido del modo concreto en que sucedi y no de otraforma, teniendo por aadidura el peculiar desenlace o resultadoque tuvo y no cualquier otro destino posible?. Y son precisamentetodo ese tipo de preguntas, las que nunca se plantea el historiadorpositivista, ocupado solo de expurgar los documentos de archivo,para fijar nicamente las fechas y los lugares de los "hechos tal ycomo han acontecido".

    Marginando entonces a un plano secundario, cuando no igno-rando de plano, este nivel imprescindible de la explicacin histrica,y de la genuina reconstruccin del sentido profundo que tienen losproblemas histricos, los malos historiadores positivistas se dedi-can solo a componer esas "colecciones de hechos muertos" que yaMarx ha criticado acertadamente desde sus propios tiempos.

    El segundo pecado capital del mal historiador es el del anacro-nismo en historia. Es decir, la falta de sensibilidad hacia el cambiohistrico, que asume consciente o inconscientemente que los hom-

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    bres y que las sociedades de hace tres o cinco siglos o de hace msde un milenio, eran iguales a nosotros, y que pensaban, sentan,actuaban y reaccionaban de la misma manera en que lo hacemosnosotros. Es decir, una historia que proyecta al actual individuoegosta y solitario de nuestras sociedades capitalistas contempo-rneas, como si fuese el modelo eterno de lo que han sido los indi-viduos, en todo tiempo y lugar, y a lo largo de toda la curva deldesarrollo humano.

    Pero con esto, se cancela una de las tareas primordiales de lahistoria, que es justamente la de mostrarnos, primero a los histo-riadores y despus a toda la gente, en qu ha consistido precisamenteel cambio histrico, qu cosas se han modificado al paso de los siglosy cules se han mantenido, y tambin cules han sido las diversasdirecciones o sentidos de esas mltiples mutaciones histricas.Y no para afirmar, al modo de la mala historia oficial y tradicio-nal, una "necesaria" evolucin o progreso ineluctable y fatal de lahumanidad, sino ms bien para comprender de manera crtica yautocrtica, el camino que hemos recorrido y los muchos erroresque hemos cometido.

    As, no hay buena historia posible sin la capacidad de "extraa-miento" y de "autoexilio" intelectual de nuestra propia circunstan-cia histrica, y tambin de nuestros propios valores y modos dever, capacidad que nos prepara, justamente, para percibir y apre-hender realmente otras culturas y oros modos de funcionamientode la economa, de la sociedad y de la poltica, y por lo tanto, paracomprender de manera adecuada esas otras etapas y momentos dela historia que son tambin parte de nuestras preocupaciones.

    Cuntas biografas "histricas" de personajes del pasado nohemos ledo, en donde su sicologa y su actitud nos son tan cer-canas como si fuesen nuestros contemporneos, a pesar de habervivido hace treinta, o cien, o trescientos o ms aos?. Y cuntashistorias del siglo xix, o de la Independencia, o del periodo colonialno hemos ledo, que ignoran por completo que, en el transcursode uno o dos siglos y a veces en periodos an ms cortos, mutancompletamente las tcnicas militares, o los hbitos sexuales, o las

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    formas de organizacin de la familia, o los modos de explotacineconmica, o las formas de conflicto entre las clases, o las cosmo-visiones culturales, entre tantos y tantos elementos que, sin decirloexplcitamente, se asumen como si fuesen idnticos o casi, en todosestos periodos mencionados?.

    Y si todo el mundo comprende que no se piensa igual cuandouno vive en un palacio que cuando uno vive en una cabana, enton-ces tambin debera de ser claro que la vida y el mundo en su con-junto, no se construyen del mismo modo hoy que en la primeramitad del siglo xx, y mucho menos en el siglo xix o xvi, o vn, oantes. As, por ejemplo, qu nocin del tiempo y de la distanciapuede tener un habitante de Nueva Espaa, cuando las noticias dela Metrpoli tardan alrededor de noventa das en llegar a la Colo-nia y viceversa?, y qu idea del mundo puede tener un campesinofrancs del siglo xm, que puede nacer, vivir y morir sin haber salidojams en su vida de un radio de solo cien kilmetros, en torno dela pequea aldea en la que vio la luz por vez primera?, y qu sig-nifican, en cambio, nociones incluso como las de "China" o "Rusia"o "frica" para un nio urbano conectado a travs del Internet,de cualquier ciudad del mundo hoy?. Estas son preguntas que losmalos historiadores nunca se plantean, lo que los hace ver la his-toria como una misma tela gris, en donde cambian solo los nom-bres, las fechas y los lugares, pero donde todo el resto permanececomo si no existiera el cambio histrico de las sociedades, de lasculturas, de las economas y de las psicologas de los diferentesgrupos humanos.

    Un tercer pecado capital de la mala historia, hoy todava impe-rante, es el de su nocin del tiempo, que es la nocin tradicionalnewtoniana de la temporalidad fsica. Una idea del tiempo que loconcibe como una dimensin nica y homognea, que se despliegalinealmente en un solo sentido, y que est compuesto por uni-dades y subunidades perfectamente divididas y siempre idnticas,de segundos, minutos, horas, das, semanas, meses, aos, lustros,dcadas, siglos y milenios. Es decir, una idea que asume que el

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    tiempo de los relojes y de los calendarios, es tambin el tiempo dela historia y de los historiadores, y que por lo tanto, cualquier siglohistrico tiene siempre cien aos, y cualquier da de la historia esidntico a cualquier otro, aunque el primero sea el 9 de noviembrede 1989 el 1 de enero de 1994, y el segundo sea el 17 el 18 el 19de junio del ao de 2001.

    Pero como nos lo han explicado tan brillantemente Marc Bloch,Norbert Elias, Walter Benjamn o Fernand Braudel, entre otros, eltiempo newtoniano de los fsicos, medido por calendarios y relojes,no es nunca el verdadero tiempo histrico de las sociedades y de loscultivadores de Clo, que es ms bien un tiempo social e histrico,que no es nico sino mltiple, y que adems es heterogneo y varia-ble, hacindose ms denso o ms laxo, ms corto o ms amplio, ysiempre diferente, segn los acontecimientos, coyunturas o estruc-turas histricas a las que se refiera. Porque para el buen historia-dor cada siglo tiene una temporalidad distinta, lo que le permitehablar lo mismo del "largo siglo xix" que comienza con la Revolu-cin Francesa y termina con la Primera Guerra Mundial, que del"breve siglo xx", iniciado con esa primera guerra y con la Revolu-cin Rusa de 1917, y concluido con la cada del Muro de Berln en1989. Y si los siglos o las jornadas histricas no son nunca iguales,tampoco son precisas las fechas de mltiples acontecimientos yfenmenos histricos, como por ejemplo la 'revolucin cultural de1968' que en algunos casos comienza en 1966 y en otros en 1967,pero tambin a veces desde 1959, y otras solo hasta 1969 inclusive.

    Adems, como bien lo saben los historiadores crticos, no soniguales los tiempos en que una sociedad vive una verdadera revo-lucin social, que los tiempos de lenta evolucin, igual que difierenlas temporalidades para una sociedad que se encuentra en plenoauge y crecimiento, que para otra que vive en cambio su procesode decadencia y eclipsamiento social. Puesto que si cada fenmenohistrico tiene su singular y especfica duracin que le corresponde,y si la historia no es, en ese sentido, ms que la compleja sntesisde todas esas mltiples y diversas duraciones histricas diferencia-das, entonces lo que el historiador tiene que aprender a detectar

  • CARLOS ANTONIO A G U I R R K ROJAS

    y establecer, es justamente esas mltiples temporalidades o dura-ciones histricas distintas de todos los fenmenos que investiga,asumiendo las implicaciones complejas que esa misma diversidadtemporal conlleva para sus anlisis.

    Ya que los presidentes y los gobiernos pasan mientras que lassociedades permanecen, recorriendo estas ltimas lo mismo cicloseconmicos expansivos y luego depresivos, que coyunturas cul-turales a veces de florecimiento y ebullicin y a veces de aletarga-miento y repliegue, en dinmicas en donde hoy se habla casi lamisma lengua que hace trescientos aos, y se comen los mismosalimentos que hace un milenio, pero donde tambin se han insta-lado formas de urbanizacin que datan de hace solo unas pocasdcadas, o medios de comunicacin que tienen solo unos cuantosaos de existencia. Y son solo estas nociones del tiempo y de laduracin, mltiples, variables y flexibles, las que permiten captar lainmensa riqueza y diversidad de la historia, reducida en cambio enlas visiones de la historiografa tradicional, a siglos uniformes y afechas rigurosas, siempre bien ordenadas y siempre bien ubicadasen ese tiempo vaco, homogneo y lineal de los malos historiadorespositivistas.

    El cuarto pecado repetido de la mala historia, en los diversosmanuales tradicionales, es el de su idea limitada del progreso. Lo queest directamente conectado con el pecado anterior, con la nocindel tiempo como tiempo fsico, nico, homogneo y lineal. Pues siel tiempo histrico es concebido solo como esa acumulacin ineluc-table de hechos y sucesos, inscritos progresivamente en la suce-sin de das, meses y aos del calendario, la idea del "progreso"que desde esta nocin temporal se construye es tambin la de unaineluctable acumulacin de avances y conquistas, determinadasfatalmente por el simple transcurrir temporal.

    Una idea del progreso humano en la historia, que parece afir-mar que inevitablemente, todo hoy es mejor que cualquier ayer,y todo maana ser obligatoriamente mejor que cualquier hoy.Entonces, la humanidad no puede hacer otra cosa que avanzar

    ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

    y avanzar sin detenerse, puesto que segn esta construccin, lonico que ha hecho hasta hoy es justamente "progresar", avan-zando siempre desde lo ms bajo hasta niveles cada vez ms altos,en una suerte de "escalera" imaginaria en donde estara prohibidovolver la vista atrs, salirse del recorrido ya trazado, o desandaraunque solo sea un paso el camino ya avanzado. Y no cambiademasiado la cosa, si esta idea es afirmada por los apologistas ac-tuales del capitalismo, que quieren defender a toda costa la supues-ta "simple superioridad" de este sistema sobre cualquier poca del"pasado", o si es afirmada por los marxistas vulgares -que no porlos marxistas realmente crticos-, marxistas vulgares que han pre-tendido ensearnos que la historia avanza y tiene que avanzar,fatalmente, del comunismo primitivo al esclavismo, del esclavismohasta el feudalismo, y de este ltimo hacia el capitalismo, paraluego desembocar, sin opcin posible, en el anhelado socialismo ytal vez despus en el comunismo superior. Una visin extremada-mente simplista del progreso y de la historia, que el propio Marxha rechazado, y que ha sido tan brillantemente criticada tambinpor Walter Benjamn, en sus clebres "Tesis sobre la filosofa de lahistoria".

    Pero basta observar con cuidado lo que realmente ha sido la his-toria, para percatarse de que su desarrollo no tiene nada de linealy de simple, y que lejos de esa "escalera imaginaria" de avancesy conquistas ineluctables, sus itinerarios se despliegan ms biencomo una especie de complejo "rbol de mil ramas", que a vecesabandona totalmente una lnea evolutiva que haba seguido porsiglos y hasta milenios, para recomenzar de nuevo desde otro puntode partida, mostrando adems en esos mltiples itinerarios, igualavances que retrocesos o largos estancamientos, combinados consaltos dramticos de un nivel a otro, con rupturas radicales detoda continuidad, pero tambin con lneas que, efectivamente, pro-gresan y se enriquecen sucesivamente de manera permanente.

    Frente a esta idea entonces limitada y demasiado simple del pro-greso, propia de los malos historiadores positivistas, que lo concibecomo una lnea recta, siempre ascendente, majestuosa y llena de

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    avances y conquistas sin fin, el buen historiador crtico restituye ala nocin de progreso un sentido totalmente diferente, mostrandoesa multiplicidad de lneas y de trayectorias diversas que lo inte-gran, en un esquema que nos recuerda un poco al trabajo de loscientficos, que acometen muchas veces un problema hasta encon-trar su solucin, ensayando y equivocndose, avanzando en unsentido y luego dejndolo de lado, consolidando ciertas certezasadquiridas y recuperando en un momento posterior resultados queanteriormente crean poco tiles, y recomenzando la tarea tantasveces como sea necesario, hasta encontrar el buen modo de resolu-cin de dicho problema.

    Y es as como "progresa" la humanidad: explorando y avan-zando primero casi a ciegas en su propia evolucin, para ir muypoco a poco siendo consciente de lo que ha hecho y de por qulo ha hecho, a la vez que va asumiendo tambin, lentamente, laresponsabilidad consciente de que es solo ella misma la que debeconstruir la historia, y la que debe elegir de manera tambin cons-ciente los rumbos de su futuro desarrollo.

    Otro pecado capital del mal historiador, el quinto, es el de laactitud profundamente acrtica hacia los hechos del presente y delpasado, y hacia las diferentes versiones que las diversas generacio-nes han ido construyendo de ese mismo pasado/presente. Es decir,la tpica actitud pasiva que los historiadores positivistas mantienensiempre frente a los testimonios y a los documentos, lo mismoque frente a los resultados y a los hechos histricos "tal y comohan acontecido". Porque el mal historiador actual, educado en elManual de Langlois y Seignobos, o en el equivalente nacional deeste mismo texto, no slo es incapaz de leer los documentos con losque trabaja de una manera que no sea su lectura literal, sino quetambin es incapaz de "preguntarle" a esos testimonios escritos,algo distinto a lo que ellos declaran o pretenden decir de maneraexplcita. Es decir, que los malos historiadores ignoran por com-pleto lo que Marc Bloch llamaba la "lectura involuntaria" de lostextos, en donde una memoria autobiogrfica puede usarse ms

    ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

    bien para reconstruir la cultura de las clases dominantes de unapoca, o en donde un documento de gobierno puede ser utilizadoms bien como fuente para la reconstruccin de las formas deexclusin social de una determinada sociedad.

    Con lo cual, esta historia acrtica no solo tiende a ser involun-tariamente ingenua, y tambin cmplice de las ilusiones que losindividuos se han hecho sobre s mismos y sobre su mundo encada poca dada, sino que tambin termina por legitimar y hacerpasar como verdaderas, a esas falsas percepciones sociales queexisten siempre en toda sociedad, y que prosperan persistente-mente dentro de la cultura y el imaginario colectivo de los pue-blos y de las sociedades humanas. Adems, y en la medida en quecada poca histrica rehace siempre el pasado, en funcin de susintereses y urgencias ms importantes, este historiador positivistaacrtico va tambin hacindose solidario de esas diferentes visio-nes sesgadas y sesgadoras de los hechos histricos, al recoger demanera solo pasiva y puramente receptiva esas distintas reinter-pretaciones de las historias anteriores, codificadas en cada uno delos momentos ulteriores a su propio desarrollo.

    Por eso, es natural que este mal historiador tenga casi horror aluso del razonamiento "contrafactual", y que rechace toda especu-lacin acerca de lo que hubiese podido acontecer si el desenlace deldrama histrico hubiese sido distinto al que fue. Pero si la historiala han hecho siempre los propios hombres -de modo ms o menosconsciente-, y si los resultados de cada encrucijada histrica hansido siempre el fruto de la confrontacin y el combate entre distin-tos proyectos de futuro, igualmente impulsados por clases socialeso por grupos humanos, entonces la historia que hemos vivido yconstruido no era la nica posible que poda desarrollarse, y solo seha afirmado sobre la derrota y el sometimiento de las varias histo-rias alternativas, vencidas pero igualmente factibles.

    Por lo dems, es claro que esta historia acrtica con los docu-mentos y con las mismas versiones ya rehechas del pasado, estotalmente compatible con el statu quo que existe y que dominaen cada momento. Pues si la historia que fue, era la nica que

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    poda ser, entonces el ltimo eslabn de esa cadena de necesidadesineludibles es la historia que es hoy, con los grupos y con las clasesque hoy dominan, y con los hombres y personajes que hoy disfru-tan de esa dominacin, la que por lgica derivacin, es tambin"necesaria" y es la "nica posible". Explicar entonces, de maneracrtica, por qu la historia que aconteci, lo hizo de esa forma yno de otra -una tarea primordial del historiador crtico-, implicaigualmente demostrar las otras diversas formas en que pudo haberacontecido, explicando a su vez las razones por las cuales, final-mente, no se impuso ninguna de esas otras formas, igualmenteposibles pero a fin de cuentas no actualizadas.

    Un sexto pecado capital de los historiadores no crticos es el delmito repetido de su bsqueda de una "objetividad" y "neutrali-dad" absoluta frente a su objeto de estudio. O dicho en otros trmi-nos, la pretensin de no tomar partido, no juzgar, no apasionarse yno involucrarse para nada con los personajes o con las situacionesque se investigan. Una idea ampliamente difundida de la posibili-dad de hacer una historia completamente "asptica", que inclusose utiliza como argumento para negarle al historiador la posibi-lidad de ocuparse, con mirada igualmente histrica, de los can-dentes y comprometidos hechos del "presente". Pero, como lo handemostrado incluso la fsica y la qumica contemporneas, resultaimposible estudiar cualquier fenmeno de manera cientfica, sinintervenir de manera activa dentro del propio proceso que se estu-dia, y por lo tanto, sin modificar en mayor o en menor medida lascondiciones mismas del objeto que se analiza. Lo que en el caso delas ciencias sociales y de la historia, se complementa adems conel hecho de que somos nosotros mismos los que hemos construidonuestra propia historia, a la que luego intentamos explicar y analizar.

    Por lo tanto, es imposible una historia que sea realmente neutral,y que sea "objetiva" si por esto ltimo entendemos una historiaen la cual no nos involucremos de ninguna manera, manteniendoun desinters, una distancia y una indiferencia totales hacia lo queexaminamos. Pero en cambio, si es posible una historia cientfica-

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    A N T I M A N U A L DEL MAL HISTORIADOR

    mente objetiva, en el sentido de no estar falseada conscientementecon ciertos fines de legitimar tal o cual inters mezquino o particu-lar, o en el sentido de silenciar aquellos hechos o fenmenos queno concuerdan con una interpretacin preestablecida, que es lo queen realidad si hacen las historias positivistas, las que sin embargoclaman de manera tan ruidosa por esta falsa 'objetividad' ya men-cionada.

    As, puesto que toda historia es hija de su poca y de sus cir-cunstancias, y dado que el historiador es tambin un individuo quetiene un compromiso especfico con su sociedad y con su presente,toda historia reflejar necesariamente las elecciones y el punto devista del propio historiador, los que se proyectan incluso desde laeleccin de los hechos que son investigados y los que no, hasta elmodo de organizarlos, clasificarlos, interpretarlos y ensamblarlosdentro de un modelo ms comprehensivo que les da su sentido ysignificacin particulares. Y dado que no existe ni puede existiresa historia desde el punto de vista atemporal, eterno, ahistricoy fuera del mundo que proclaman los malos historiadores posi-tivistas, que claman por esa imposible neutralidad/objetividad, ypuesto que toda historia lleva entonces la marca de sus propioscreadores, lo ms honesto e inteligente por parte del buen historia-dor consiste en hacer explcitas las especficas condiciones que handeterminado su investigacin, declarando sin ambages sus tomasde posicin determinadas, as como los criterios particulares desus distintas elecciones del material, de los mtodos, de los para-digmas y de los modelos historiogrficos utilizados.

    Renunciando entonces a la falsa objetividad del mal historia-dor, el historiador crtico asume sin conflicto los sesgos de su tra-bajo y de su resultado hisfonogrfico, convencido de que la verdadabsoluta no existe ni existir nunca, y de que el modo ms perti-nente de acercarnos a verdades cada vez ms cientficas aunquesiempre relativas, es justamente este que hace explcitos los lmites,las condiciones y los sesgos de su propia actividad en el terreno dela historia.

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  • CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROAS

    El sptimo pecado capital de los historiadores que son seguidoresde los Manuales hoy al uso, es el pecado del postmodernismo enhistoria. Porque hacindose eco de algunas posturas que se handesarrollado recientemente en las ciencias sociales norteamerica-nas, y tambin en la historiografa estadounidense, han comenzadoa proliferar en nuestro pas algunos historiadores que intentanreducir a la historia a su sola dimensin narrativa o discursiva, eva-cuando por completo el referente esencial de los propios hechoshistricos reales. As, siguiendo a autores como Hayden White,Michel de Certau o Paul Veyne, estos defensores recientes del post-modernismo histrico, llegan a afirmar que lo que los historiadoresconocen e investigan no es la historia real, la que muy posiblementenos ser desconocida para siempre, sino solamente los discursoshistricos que se han ido construyendo, sucesivamente y a lo largode las generaciones, sobre tal o cual supuesta realidad histrica,por ejemplo sobre el carcter y los comportamientos del sector dela plebe romana, en las pocas del Bajo Imperio.

    Desplazando as la atencin del historiador, desde la historiareal hacia los discursos sobre la historia, esta postura de los maloshistoriadores termina por desembocar en posiciones abiertamenterelativistas e incluso agnsticas. Pues si segn este punto de vista,cada discurso histrico es siempre diferente, y siempre correspon-diente a la poca en que es producido, entonces no es posible esta-blecer jerarqua o comparacin entre todos esos discursos, lo quesignifica que no podemos saber si hoy conocemos ms o cono-cemos menos de la historia del Imperio Romano que lo que hanconocido los hombres y los autores del siglo xix, o del siglo xvi, odurante el siglo x. Y tampoco podemos decir que nuestra visinactual es ms o es menos "cientfica" o mas o menos Verdadera'que la que construyeron los historiadores de hace tres o siete otrece siglos.

    Incluso, y prolongando hasta el final su argumento, estos autoresposmodernos llegan a descalificar la pretensin misma de cons-truir una ciencia de la historia, afirmando que los historiadores sloescribimos "relatos con pretensiones de verdad", relativos a distin-

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    ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

    tos "regmenes de verdad" siempre cambiantes y siempre relativos.Por eso pueden concluir, sin sonrojo alguno, que la escritura de lahistoria se reduce, en ltima instancia, a la reconstruccin de unahistoria de la escritura, y que las razones para dedicarse a la his-toria no son la bsqueda de una verdad histrica cientfica, en elfondo imposible e inalcanzable, sino puramente razones de ordenesttico.

    Pero ms all de estas divagaciones logocntricas, y de estosdesvarios de claros tintes idealistas, persiste el hecho innegable deque los historiadores hacemos historia con el objetivo de conocer,comprender y luego explicar la historia real, la que constituye sinduda nuestro objeto de estudio principal. Adems, hacemos histo-ria convencidos de que somos capaces de establecer, cada vez ms,verdades histricas cientficas, y adems, verdades cada vez msprecisas y ms capaces de dar cuenta real de los problemas con-cretos histricos que investigamos. Desde una posicin abierta-mente racionalista, y que aspira a ser cientfica, los historiadorescrticos son tambin capaces de comparar y de criticar las distintasinterpretaciones que se han hecho de un cierto problema histrico,haciendo evidente como nuestras explicaciones actuales son, engeneral, mucho ms sofisticadas y complejas que las anteriores,y en trminos generales, ms adecuadas para captar los hechoshistricos y ms finas para poder encuadrarlos dentro de modelosglobales que les restituyen, cada vez de manera ms precisa, suverdadero sentido profundo. Porque "los hechos son testarudos",y ms all de las sutilezas del lenguaje, continan desafindonospara que seamos capaces de explicarlos de un modo racional ycoherente.

    Y si bien es obvio, que no existe historia posible que no seexprese a travs de una cierta construccin narrativa, tambin esun abuso ilegtimo querer reducir por ello a la historia a su soladimensin narrativa. Igual entonces que la erudicin, que no eshistoria pero si es una de sus condiciones imprescindibles y unode sus elementos importantes, as la narracin y el discurso no sontampoco historia, aunque si son tambin uno de sus componentesfundamentales e ineludibles.

  • CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROJAS

    Son estos los siete (y ms, pues los mismos se manifiestandespus en mltiples maneras) pecados capitales del mal historia-dor. Y si, con un comportamiento virtuoso y con una mirada vigi-lante y crtica, logramos esquivar el caer en todos ellos, podremosintentar hacer y ensear una historia diferente y muy superior ala que existe hoy en nuestro pas. Pero cmo elaboramos esta his-toria distinta y mejor?. Tratando de seguir las lecciones que noshan dado los historiadores realmente crticos, durante los ltimosciento cincuenta aos, lecciones que pasamos a ver a continuacin.

    CARLOS MARX

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  • CAPTULO ni

    EN LOS ORGENES DE LA HISTORIA CRTICA

    'Por primera vez se eriga la historia sobre suverdadera base; el hecho palpable, pero

    totalmente desapercibido hasta entonces, deque e! hombre necesita en primer trmino

    comer, beber, tener un techo y vestirse, y porlo tanto, trabajar..."

    Federico Engels, "Carlos Marx", 1877.

    Si rechazamos abiertamente volver a hacer la historia aburrida,complaciente, cmoda y estril de los historiadores positivistas, y siqueremos eludir conscientemente el caer en los ms de siete peca-dos capitales del mal historiador, debemos entonces intentar cons-truir y elaborar, y luego ensear, una historia nueva y diferente,que ser tambin sin duda una historia crtica. Y si lo que deseamoses ser capaces de inscribir nuestra labor como historiadores o comocientficos sociales dentro de este terreno de la historia crtica, loprimero que tenemos que hacer, es volver de nuevo la vista hacialos fundamentos mismos de esta historia crtica contempornea,hacia aquellas que fueron sus primeras versiones, y que afirmn-dose en tanto que tales, son las que sentaron las bases de toda his-toria crtica posible.

    Ya que la historia crtica no es un proyecto reciente, ni una preo-cupacin que haya aparecido solo en los ltimos tiempos, sinoque es, en las modalidades especficas que hoy presenta, un proyectoque prcticamente acompaa, desde su propio nacimiento, a losdiscursos y a las formas de hacer historia que hoy podemosllamar estrictamente contemporneas. Formas que habiendo comen-zado su desarrollo singular, desde la segunda mitad del siglo

  • CARLOS ANTONIO AGLURRE ROJAS

    xix cronolgico, se han desarrollado y complejizado de diferentesmaneras, para mantenerse hasta el da de hoy, como las especficasformas vigentes de hacer historia hasta la actualidad.

    Porque cuando investigamos con ms detalle, acerca de losorgenes histricos de los tipos de historia que hoy son todavavigentes en el mundo entero, resulta claro que dichos orgenes seencuentran en esa segunda mitad del siglo xix cronolgico. Ya quees en estas ltimas dcadas de ese siglo xix que se afirma, por unlado, el modelo de la historia positivista que antes hemos mencio-nado, y que intenta "copiar" la "exactitud" de las ciencias natu-rales, promoviendo una historia puramente descriptiva, fctica,empirista, especializada y reducida a "narrar los hechos tal y comohan acontecido", mientras que del otro lado se va configurandoy difundiendo, tambin progresivamente, la primera versin de lahistoria crtica contempornea, que es justamente la historia quese encuentra incluida dentro del complejo y ms vasto proyectocrtico de Carlos Marx.

    As, es claro que ha sido Marx el que ha sentado los fundamen-tos de la historia crtica, tal y como ahora es posible concebir a estaltima, y tal y como ella se ha ido desarrollando a lo largo de losltimos ciento cincuenta aos. Ya que no existe duda respecto alhecho de que, despus de Marx y apoyndose en mayor o menormedida en el tipo de historia crtica y cientfica que l ha promo-vido y establecido, se han ido afirmando, a lo largo de todo elsiglo xx y hasta hoy, distintas corrientes, autores y trabajos que,reclamndose abiertamente 'marxistas', han alimentado de maneraconsiderable el acervo de los progresos y de los desarrollos de todala historiografa del siglo xx. Y entonces, lo mismo los autores de laEscuela de Frankfurt que los del llamado austromarxismo, y hastalos autores de la actual historia socialista britnica o de la historio-grafa crtica neomarxista del "world-system analysis" (del anlisisdel sistema-mundo), y pasando por los trabajos histricos de lasescuelas marxistas polaca, o alemana, o italiana, o latinoamericana,entre muchas otras, son todas distintas manifestaciones y proyec-tos intelectuales que es necesario inscribir, dentro de esa vasta pre-

    ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

    sencia global y dentro de esa herencia todava viva y poderosa, deesa primera versin de la historiografa crtica, que ha sido la his-toria defendida y propuesta por el propio Marx.

    Y si bien la cada del Muro de Berln en 1989, ha significadosin duda la muerte de todos esos proyectos de construir mundos"socialistas" dentro de sociedades esencialmente escasas -es decir,de sociedades que carecan de las condiciones y del grado de desa-rrollo necesarios, en lo econmico, en lo social, en lo poltico, y enlo cultural, para intentar edificar sociedades no capitalistas-, tam-bin es claro que eso no significa, para nada, el fin del discursocrtico y de la historiografa tambin crtica marxistas, que encuen-tran en cambio su fundamento, no en esas sociedades del socia-lismo realmente existente que hoy estn en proceso de cambiosprofundos, sino en las contradicciones esenciales mismas del capi-talismo, hoy mas vivas y apremiantes que nunca, as como en lanecesidad todava vigente y urgente de la necesaria superacinhistrica de ese mismo capitalismo.

    Puesto que si es claro que, en donde hay explotacin habrlucha en contra de esa misma explotacin, y si donde hay opre-sin habr siempre resistencia, y si es una experiencia reiteradade la historia, q