ANTHONY STANDEN_La Ciencia Como Vaca Sagrada

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Primera edición, 1974

Según los derechos de propiedad adquiridos por el autor,

"no se puede reproducir ninguna parte de este libro, en

ninguna forma, excepto mediante el permiso escrito de

l os publicadores". Sin embargo pueden utilizarse sin el

permiso escrito "breves pasajes en relación con algún

comentario escrito sobre esta obra para revistas, perió-

dicos o programas radiales".

Los mismos derechos adquiere Editorial Libertador

para la versión en l engua española.

LA CIENCIA COMO VACA SAGRADA

Título en inglés: Science Is A Sacred CowAutor: Anthony Standen© Copyright 1950, por Anthony StandenAl/ rights reservedTraducción de M. Francisco Liévano R., Lic. en LetrasPublicado en español por Editorial Libertador, Apartado1 331, Maracaibo, Venezuela©Editorial Libertador, 1974Derechos reservados en lengua españolaPortada:Impreso por TEA - Maracaibo

Anthony Standen nació en Inglaterra. Graduó en la

Universidad de Oxford, con honores de primera clase,

en Química. Luego obtuvo el título de Ingeniero

Químico en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

Trabajó en las Industrias Químicas Imperiales desde

1930 a 1939. El señor Standen fue miembro de la

facultad de la Universidad San Juan, en Annapolis,

Maryland, de 1942 a 1946. Trabajó con Interscience

Publishers como editor de la Enciclopedia de tecnologíaquímica, desde 1946 a 1971. Actualmente goza de su

merecido retiro.

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CONTENIDO

1 DICEN QUEES UNA MARAVILLA 1

II COMO SE NOS PRESENTANLOS CURSOS DE LA CIENCIA ... 19

III LO MEJOR DE LA CIENCIA:LA FISICA 37

IV LA BIOLOGIA:CONOCETE A TI MISMO 63

V EL ESTUDIO CONVENIENTE:LA SICOLOGIA 81

VI EL ANIMAL SOCIAL 101VII LA VERDADERA CIENCIA

LAS MATEMATICAS 127VIII CUIDADO

CON LOS CIENTIFICOS 149

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DICEN QUE ES UNA MARAVILLA

Cuando el científico, cubierto con bata blanca, ,

- aparta sus ojos momentáneamente del microscopio o delciclotrón, y hace una declaración para el público engeneral, tal vez no se la entiendan, pero puede estarseguro por lo menos de que se la van a creer. Nadieduda nunca de lo que dice el científico. Se critica y sepone en tela de juicio lo que dicen los hombres deestado, los industriales, los ministros religiosos, los diri-gentes políticos, los filósofos; pero nunca, lo que dicenlos científicos. Estos son seres exaltados que están en elpináculo del prestigio porque tienen el monopolio de lafórmula: "Se ha comprobado científicamente que . . . "Tal fórmula parece que ahuyenta toda posibilidad de_desacuerdo.

Así el mundo puede dividirse en científicos y nocientíficos. Los científicos son los que practican el artede la infalibilidad; los no científicos, llamados algunasveces laicos, en forma despectiva, son los que tienen quecreer lo que dicen los primeros. Los laicos ven los prodi-gios que ha hecho la ciencia, están conmovidos, intimi-dados. Einstein dijo que la materia se podía convertiren energía. Los científicos atómicos pusieron a pruebaesa hipótesis, y el resultado fue la bomba atórr ica.

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¿Cuál otra clase de gente ha producido un invento tanmaravilloso como ése? La ciencia ha realizado tantascosas, y ha tenido la razón tantas veces, que es difícilcreer que pueda equivocarse en algo. Esto es verdadespecialmente para el laico, que no tiene suficientesconocimientos sobre la materia para poder refutar, yaque las afirmaciones de la ciencia son extremadamenteseductoras. Los beneficios que hemos recibido de ellason tremendos, desde la televisión hasta la penicilina; yno hay razón que nos haga suponer que se detendráen prodigarlos. El cáncer puede ser curado mañana opasado mañana, y tal vez, los físicos nucleares puedanhallar fácilmente la manera de erradicar de esta edad deoro los afanes y la esclavitud. Los que son realmentelaicos tienen aturdida la imaginación por estas maravi-llas, son verdaderamente humildes, y miran a los cien-tíficos como seres humanos nobles e intachables.

"Científico es el hombre de integridad y fe que con-fía en las leyes fundamentales de la naturaleza y de lainteligencia, para que lo guíen por los senderos de laverdad. Su, lealtad ala verdades indiscutible. Su capa-cidad para la investigación paciente y abnegada sólo estálimitada por su resistencia; su devoción al métodocientífico es firme; su objetivo es el bienestar de lahumanidad; y sus descubrimientos, ya sean de medicinade mecánica, de sicología o de lo que sean, son propie-da de todos los pueblos democráticos del mundo".*Esta es la opinión del señor Stewart Cole, en Educaciónliberal en la democracia, y es probable que sea un ejem-plo claro de lo que muchos laicos suponen que sea laverdad; aunque, si los científicos tienen que ser tal comoel señor Cole cree que son, habría muy pocos científicos.

Puesto que es simplemente humano aceptar la lisonjade esa clase, los científicos aceptan la opinión que deellos tienen los laicos. Estos, por otra parte, reciben lainformación sobre los científicos de los mismos cien-tíficos, y así el asunto se vuelve un círculo vicioso como

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el movimiento de vaivén del tiovivo. No que los cien-tíficos se envanezcan individualmente por. ello. Ellosafirman, muchas veces con sinceridad, que son hombresmodestos y que desconfían aún de sí mismos. Creenque la alabanza extravagante es para la ciencia en general,de la cual ellos son humildes representantes. Pero ellosmismos serían los primeros en decir que la ciencia es sim-plemente una abstracción, y que alabar a la ciencia esalabar a los científicos, y así, estos hombres individual-mente humildes, tienen su orgullo colectivo tan infladocomo una bomba de chicle bien preparada. Mientrastanto los laicos aceptan su inferioridad casi sin gemidoalguno.

Los científicos están convencidos de que ellos, comocientíficos, poseen cierto número de cualidades humanasadmirables, como la exactitud, la observación, la capaci-dad de raciocinio, la curiosidad intelectual, la toleranciay hasta la humildad. Además, ellos suponen que estascualidades se pueden impartir a otras personas, hastacierto punto, mediante la enseñanza de la ciencia. Enlos profesores de las ciencias, por tanto, la arrogancianatural de los científicos (arrogancia colectiva; quede esobien claro) se intensifica, porque ellos creen que enseñares predicar. Ellos exponen su tema con gran espíritumisionero, y confían que algunas de las virtudes queellos creen poseer se filtren en sus alumnos por ósmosis.Así que los profesores son los propagadores, los que vanal frente de la ciencia. Podemos descubrir mucho másfácilmente lo que es realmente la ciencia si le ponemosverdadera atención a lo que dicen los científicos y lasrazones por las cuales creen que se debe enseñar.

"El éxito del método científico . . . se basa entera-mente sobre una honestidad absoluta de la mente ysobre el apego a la verdad". Esto es lo que afirma elprofesor Hendren, de la Universidad de Georgia, paraexplicar por qué debemos leer su libro de física. "Elprejuicio dogmático, la mentira, la falsificación de los

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ciencia en cualquier cosa que se haga, desde las laboresagrícolas hasta la reparación de un carro Ford, y quesería muy difícil conseguir una persona que no estéenterada de esto, sin necesidad de mucha propagandapor parte de los expositores de la ciencia. Lo que senecesita, de un modo práctico, es información clara sinnecesidad de exageraciones. La gente debe saber todolo posible sobre el funcionamiento del televisor, de lalavadora de platos y de cuantas cosas plásticas se creannecesarias para simplificar la vida moderna. Mientrasmás información de esta clase obtengan todos, cuántomejor. Pero, están engañados los que, al ofrecer estainformación, piensan que tiene alguna relación con losvalores morales y con investigación paciente y abnegada.

La energía atómica, por supuesto, ha dado un granempuje a la ciencia de la educación, para gentes de todaslas edades, desde cinco hasta cien años de edad. Losniños juegan a la bomba atómica y los adultos, a loslibros y a los artículos de revistas que tratan de aclarar-les el significado de la fórmula física E =mc 2 (fórmulapara convertir la materia en energía). Hubo algún tiem-po, después de la destrucción atómica de Hiroshima,cuando se apreció más o menos la seriedad de la energíaatómica; pero no se puede continuar la vida día trasdía y semana tras semana, sabiendo que la bomba atómi-ca no se está volviendo menos peligrosa, sino másamenazante. La fórmula E =mc 2 es aterradoramenteimportante. Pero este libro no es simplemente otro so-bre la energía atómica; porque ese descubrimiento infer-nal no cambia el cuadro de la humanidad fundamen-talmente, sino que lo hace más agudo y más serio. Laguerra científica ya era suficientemente mala cuandose descubrió la energía atómica; ahora es diez mil vecespeor. Estamos obligados a hacer decisiones sobre laenergía atómica, o a dejar que las hagan los representan-tes que hemos elegido. Nosotros, y nuestros represen-tantes, debemos saber cuanto nos sea posible sobre el

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uranio 238 y sobre los neutrones. Es inquietante, perocierto, que lo mejor sería saber mucho más; y esto nosobligaría a realizar un largo y rígido curso de física,puesto que no hay ningún provecho en poseer sólo unconocimiento vacilante sobre los neutrones.

A pesar de todas estas razones excelentes por las cua-les todos debieran estudiar ciencias en dosis mayores, loscientíficos agregan a su actitud que la razón verdaderaes, en conjunto, algo diferente, más elevado, más noble.Son como los poetas isabelinos, que alababan los ojos,la nariz, los labios, etc. de su reina, y luego decían:"Pero si pudiéramos ver la virtud que mora dentro de supecho, todavía encontraríamos más deleite". Ellos noinvitan a los adultos ni intimidan a gritos a sus alumnosen el salón de clase por alguna razón utilitaria básica. Nies tampoco el resultado de las ciencias lo que más propa-gan. Siempre hablan del "método científico", de la"actitud científica", o de una variedad de virtudes mís-ticas ocultas. Los hechos útiles son solamente la espu-ma. Este es el método subyacente que purifica y refinael alma. "La ciencia nos enseña a pensar correctamente,a evadir la decepción, a hacerle bien a la humanidad hon-rando la autoridad de la verdad",* dice un químico.Cierto biólogo favorece los "criterios emotivos". Unode estos criterios es el de creer en la actitud científicacon ferviente convicción, "de alguna manera análoga ensu intensidad a la fe religiosa".** Este quiere enseñarnoslas leyes de la salud, enseñarnos que la naturaleza segobierna por medio de leyes, y que sus alumnos debenamar los pájaros, los árboles, las flores, etc. Le gustadar lo que él llama "una clara comprensión de las plan-tas y de los animales". El profesor E. G. Spaulding, dePrinceton, "considera que es de gran importancia elcultivo de las actitudes científicas sin limitaciones en lapoblación, como medio de crítica reconciliadora y paraque sirva de resistencia al convencionalismo de la res-ponsabilidad con los requerimientos de la sociedad".*

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Así que, si uno quiere realizar esa reconciliación, seacual fuere su significado, tiene que tener la actitudcientífica. El señor B. C. Gruenberg, que es autoridaden la enseñanza de la biología, favorece la enseñanza delas ciencias "para enriquecer y estabilizar nuestros pen-samientos en común" Y afirma: "El contacto con-tinuo con el progreso de la ciencia serviría como puentesobre el abismo existente entre los viejos y los jóvens,tan esencial para la integración familiar y social".**(El puente es esencial, pero no el abismo.) Según él,tendríamos que sentarnos por las noches junto al fuego,y charlar sobre la fisión atómica.

Otro educador científico cree que los científicostienen una responsabilidad especial de ayudar a adultosy jóvenes y adolescentes a hallar nuevas concepciones eideas que reemplacen a las creencias religiosas tradicio-nales con respecto a la naturaleza del universo, y allugar que el hombre ocupa en él, y con respecto al sig-nificado y valor de la vida humana, todo lo cual esinsostenible según la ciencia".* ** (Las creencias tradi-cionales se han hecho insostenibles, pero no la vidahumana, pues esto fue escrito en 1935, mucho antes dela era tómica).

Y el señor Gerald Wendt, notable publicista cien-tífico, dice: "El estudiante y el ciudadano necesitan ab-sorber la actitud científica, dominar el método científicodel pensamiento y entender los conceptos básicos de lasciencias. Sólo así, ahondando debajo de la superficie, yesquivando la carga de lo técnico, podrán estar listospara leer con mayor amplitud y para entender, en lasdécadas venideras, lo que está haciendo la ciencia y loque puede hacer. Sólo así podrá su inteligencia ponerseen acción".* ¡Misericordioso cielo! ¿Y dónde estabanlos hombres inteligentes antes que la ciencia fuese in-ventada?

¡ Ay! No es verdad, ni siquiera que todos los cien-tíficos son inteligentes. El señor Hilaire Belloc señala

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que la ciencia ha cambiado grandemente, pero que vade mal en peor desde que llegó a ser popular. Haceunos cien años o un poco más, sólo los espíritus verda-deramente originales, muy raros, eran atraídos por laciencia. El trabajo científico, por tanto, era realizado enese tiempo por hombres de inteligencia excepcionalActualmente hay producción de científicos en masa ennuestras universidades, lo cual permite la inclusión dehombres ordinarios y mediocres. Con esto no quierodecir que no debemos continuar produciendo científicosen gran número; su trabajo, aunque no es indispensable,es sumamente útil. No hagamos nada para impedir esaproducción. Pero nos estamos engañando si nos dejamosconvencer de que nuestros científicos, todos así engrupo, son cerebros privilegiados. Ellos son profesiona-les corrientes que conocen su propia profesión comocualquier profesional de otra carrera. Algunos de ellosson genios, en la misma forma como hay gigantes inte-lectuales en cualquiera otra clase de trabajo. Hay ungrupo regular intermedio de personas bastante inteligen-tes en su propia rama, tal como en la población en gene- -ral hay bastante gente de regular inteligencia en cual-quier aspecto.

Y hay mucho trabajo, en las ciencias, que lo puedenhacer los ciudadanos que no saben nada de ciencia. Mu-cha de la investigación agrícola, por ejemplo, es así: sequiere saber lo que producirían ciertos fertilizantes endiversas cantidades y en combinaciones. Se divide uncampo grande en parcelas a las cuales se les hace untratamiento con fertilizadores en todas las posibles com-binaciones. Luego se pesa la cosecha, sea de manzanas ode papas. Este procedimiento no requiere sino un pocode atención a los detalles. Pero, saber cuál fertilizantees realmente el mejor sí exige que se sepan matemáticasun poco complicadas. Las propias matemáticas fuerondesarrolladas por hombres inteligentes, pero casi se lepueden enseñar a cualquiera para que las use.

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Este tipo de trabajo no se confina, de ninguna mane-ra, a la agricultura solamente. Calculando grosso modopodemos decir que el 90 por ciento de todas las publica-ciones científicas son de esta clase; y a veces son tan sen-cillas que no tienen ni siquiera el procedimiento mate-mático. No hay, pues, razón para que nos dejemos enga-ñar en el sentido de que nos hagan pensar que hay virtu-des maravillosas en lo que puede hacer cualquiera, y entodo caso con poco esfuerzo.

Si la cosecha de papas no rinde el 90 por ciento, elnúmero es alguno semejante. Todo se reduce a correla-ciones (una palabra favorita de los científicos). Ellosmiden dos cosas, y descubren que cuando una de ellascambia, la otra también cambia. Esto lo llaman unamagnífica correlación. Y en seguida se les pone el rostrosolemne y expresivo, como si la correlación fuese algoen sí misma. Muy a menudo afirman que una de lascosas causó la otra, y puede haber sido todo completa-mente lo contrario. Se ha descubierto que los trabaja-dores ejecutivos tienen un buen vocabulario. Con unateoría absurda como la de algunos científicos, sólo ten-dríamos que aprender diez palabras nuevas cada día parahacernos ejecutivos. 0, de otro modo, podría haber unargumento basado en el siguiente principio general: unhombre se embriaga el martes con wisky y soda; se em-briaga otra vez el jueves con coñac y soda; y el viernesvuelve a emborracharse con ginebra y soda. ¿Qué es loque causa su embriaguez? Obviamente, el factor común,la soda. Los científicos mismos son personas sobrias.Sus asambleas y reuniones no son tan excitantes comolas de los comerciantes. Ellos no saben más sobre temasdistintos a los propios de ellos de lo que pudiera sabercualquier otro grupo de personas. Tal vez sepan menos,puesto que son gente muy ocupada que pasa largas horasponiéndose al día con todas las publicaciones científicas(tales como el 90 por ciento de rendimiento en la cose-cha de papas). Descansan de vez en cuando, y tienen su

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propio humor algo profesional. Fácilmente absorbenlos prejuicios de la gente que los rodea, y muchos sonmoderadamente reaccionarios; y tienen sentimientos conrespecto a la clase media y prejuicios raciales en formaindiscreta.

Ya hemos visto que los científicos son individual-mente humildes, en su mayoría, particularmente losmejores. Aunque colectivamente ellos forman una so-ciedad de mutuo aplauso de palmadas en el hombro, notodos se dedican activamente al proselitismo científico.Los que hacen eso son casi todos profesores científicos,pero los demás no hacen ningún esfuerzo para controlarlos excesos ridículos de estos buhoneros de las ciencias.Puede decirse que el silencio de los demás avala el pro-selitismo de aquellos. Al fin y al cabo, con una lista devirtudes como la que el señor Cole ha ensartado en unsolo hilo, ¿quién va a molestarse en negarles la alaban-za? Y como la propaganda convence siempre más alpatrocinante que al público, los científicos se convencen,y permanecen convencidos de que ellos tienen la llavede lo absoluto, y de que nada le puede hacer mejorprovecho al señor Ciudadano Medio que atestarlo deelectrones, protones, neutrones, neutrinos, genes, cromo-somas, glándulas, hormonas, cloruro de potasio, gasolinacon muchos octanos, vibraciones ultrasónicas y la teoríade la relatividad.

¿Qué es exactamente eso tan sumamente estimadoque llaman "Ciencia"? Se han gastado cubos de tintatratando de definirla, pero la más simple definición es lasiguiente: "Ciencia es cualquier conocimiento al cual sellega por el método científico". Entonces tenemosque definir el método científico. Se han gastado muchoscubos más de tinta para explicar este método, pero esen-cialmente se puede describir con facilidad, como unaserie de pasos que, en general, son los siguientes: Primeroobservación. Generalmente lo que se observa es el resul-tado de un experimento planeado deliberadamente (pero

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no necesariamente, pues la astronomía es una ciencia,aunque es imposible hacer experimentos -con - las estre-llas). Se colecciona cierto número de observaciones; yentonces, el científico conferencia consigo mismo yforma una hipótesis, o sea una posible explicación dealguna naturaleza para explicarse los hechos que ha ob-servado. Una hipótesis es, si se quiere, cierta clase deimaginación. En esta obra veremos luego algunas de lashipótesis de la ciencia y cómo funcionan. En el segundopaso, el científico se dice: "Si mi hipótesis es verdadera,entonces cuando haga tal experimento y tal otro, tendráque suceder esto y esto". El paso final es hacer elexperimento apropiado, y ver si en él se confirma lahipótesis. Si el resultado del experimento es diferentedel esperado, la hipótesis se rechaza de una vez; estabaerrada. Si el experimento confirma la hipótesis, ésta esaceptada tentativamente.

Luego, por medio de otros experimentos, hechos talvez por otros científicos, la hipótesis se somete conti-nuamente a la prueba del experimento, y si sobrevivedespués de un gran número de experimentos, y en todosellos es posible la explicación, la hipótesis pasa a ser unateoría. Lo que llamamos teoría es alguna hipótesis bienprobada, pero no hay alguna línea precisa que las divida.Aun la mejor teoría puede estar errada: puede que ma-ñana se haga algún experimento que la contradiga abso-lutamente. Los científicos suponen que ellos siemprerecuerdan esta desalentadora sombra de duda que cuelgasobre todas las teorías; pero, en la práctica, como loveremos posteriormente, olvidan eso con mucha frecuen-cia.

Además de estos fundamentos del método científico,hay otras cualidades generalmente asociadas con la cien-cia, envueltas en el mismo significado de la palabra. Unade ellas es la exactitud en la observación. Claro que esmuy necesaria. También se le da singular importanciaal análisis cuantitativo. De importancia todavía mayor

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se considera la ausencia de prejuicios. Los científicoscreen que ellos gozan de completa libertad de prejuicios.En el reino superior de la ciencia, en realidad,es excep-cionalmente difícil ser verdaderamente imparcial cuandose comparan dos teorías: la propia con la ajena. Tam-bién es muy difícil estar seguro, al formular la hipótesis,de que se le está dando igual valor al resultado delcompañero y al propio.

La mayoría de los científicos hacen esto tan bien ytan claramente, en su propia especialidad, que merecenencomio; pero es discutible que puedan practicar estavirtud fuera de su pequeña laguna de pato. Hay ocasio-nes cuando alguno de ellos le pasa la mano fuertementeal otro, por haber hecho algún experimento sin consulta.Sin embargo, ellos se reservan la más alta loa para supropia objetividad. Durante todo el entrenamientocientífico se le da importancia al hecho de que losubjetivo no puede entrar en ese terreno. El científicoregistra el resultado de sus experimentos como observa-ciones que, usualmente, son lecturas de instrumentos.No se detiene a pensar si le gustan o no. El estáhablando de los objetos que tiene al frente, y no de sussentimientos con respecto a ellos. Tiene que registrarcualquier resultado que contradiga su teoría tan objeti-vamente como aquellos que la comprueban. Según algu-nos científicos, uno pudiera definir la ciencia casi comola esencia pura concentrada de la objetividad. Esto nosexplica por qué la ciencia es, para algunos, libre deapelaciones; y por qué deja por fuera muchas cosas queson de interés para todos. Porque nosotros, no comocientíficos, sino como seres humanos, somos comple-tamente nuestros, tremendamente interesados en nues-tros sentimientos internos.

Otra convicción firmemente sostenida por los cien-tíficos, aun por los más serenos, es la de que ellosdefinen exactamente los términos, y que se expresan conuna precisión digna de ser alabada e imitada por todos.

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Es difícil entender por qué ellos sostienen esto, en vistade que todos ellos dedican bastante tiempo a leer lo queescriben los demás científicos, y de que la expresiónclara es rara entre ellos como en cualquiera otra parte.La solución para este rompecabezas puede ser sólo ésta:que los científicos no son mejores lectores que losdemás, y que no ven el escrito claramente cuando leen.Sea como fuere, ellos dedican mucho esfuerzo a la fabri-cación de definiciones para sus palabras. Algunas vecesla definición dice realmente lo que significan las palabras;pero otras veces no. Ellos, sin embargo, quedan impre-sionados, y enseñan las palabras con la idea de quehaciendo así, están enseñando la ciencia. Quieren quellamemos a los mamíferos mammalia y a los vertebradosvertebrata. Nos enseñan que la araña no es insecto y quela ballena no es pez; y algunas veces, por el mal uso delas palabras, quieren enseñarnos en nombre de la cienciaque el tiburón no es pez (porque no es un pez de hueso).También desean enseñarnos que el nombre de algúnanimal o de alguna planta en latín es el nombre cien-tífico, como si uno pudiera saber algo de ciencia porel solo hecho de saber nombres latinos; aunque ellosmismos están dispuestos a admitir que todo el sistema declasificación de nombres científicos se encuentra en unaconfusión aterradora. Quieren enseñarnos que "trabajoes el producto de la fuerza por el espacio", en vez de sercualquier cosa desagradable que uno hace para conseguirdinero. En el reino superior de las abstracciones, deseanenseñarnos expresiones como éstas: "resonancia elec-trónica", "evolución emergente"; y las definen confrases herméticas que sólo tienen significado para losque ya las entiendan. Llegado el momento de algúnexamen, uno lo aprueba si es capaz de reproducir laspalabras exactas de las definiciones. Y estas palabrasno tienen más relación con la ciencia de la que puedetener el conocer los nombres de las piezas y de loscuadros del juego de ajedrez con la capacidad de jugarlo.

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La terrible confianza que los científicos tienen enellos mismos, no solamente es, por su exageración, muyajena al verdadero espíritu científico, sino que ni siquierase justifica desde el punto de vista superficial. Porsupuesto, es muy posible escribir la historia de las cien-cias como un prolongado crescendo cuya última proezaes la presente. ¡Quiere decir eso que somos gentemaravillosa! Siempre acostumbran decir eso, los queenseñan ciencias, como parte de una corta introducciónque es una charla animadora sobre la ciencia específicaque se va a estudiar. Los griegos fueron hombres muysagaces: dejaban pasar la introducción, y luego pensabansobre muchas teorías ingeniosas, pero eran perezosos,pues no hacían experimentos con las manos. Su másrenombrado filósofo fue Aristóteles. Ahora se acostum-bra decir que él no obró tan mal que se diga; pero losmedievales sí obraron mal, puesto que creyeron cosasbasadas en la autoridad de Aristóteles. La cienciamoderna comienza con Galileo y Newton. Desde enton-ces se ha desarrollado firmemente; pero la velocidad desu progreso ha aumentado en los últimos cincuenta años,pues han aparecido fenómenos como la radiactividad,Einsten, Bohr, la estructura del átomo, Oppenheimer, elproyecto de Manhattan y la Comisión de Energía Atómi-ca (sin tomar en cuenta la Comisión de ActividadesAntidemocráticas).

Podemos contar la historia al revés y en lenguajehumillante: si el hecho de que ahora conocemos elátomo constituye el climax y el pináculo, entonces loque se sabía hace treinta años tenía que ser decidida-mente imperfecto, puesto que la ciencia ha andado agrandes trancos desde ese tiempo para acá. Lo que sesabía hace cuarenta años era todavía más imperfecto; yla ciencia de hace setenta años casi no tenía valor alguno.Usando un poco la imaginación, podemos preguntar:¿qué le sucederá a la ciencia de hoy, dentro de veinte otreinta años? A menos que el avance de la ciencia

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tenga una moderación notable (de lo cual no hay señalalguna), el mejor conocimiento que tengamos hoy sobrela ciencia se volverá discordante.

Puesto que los científicos tienen una confianza arro-gante en sus propias habilidades (es decir, en su habilidadcolectiva), no nos extraña, en ninguna manera, que nohagan el esfuerzo de enseñarnos las limitaciones de laciencia; ya que ellos no reconocen casi ninguna.

Sin embargo, puede haber límite para las realizacionesde la ciencia. Consideremos, por ejemplo, esta pregunta:¿Puede la ciencia rechazar la existencia de los espíritus?En el período de mayor confianza en la ciencia, haciael fin del siglo pasado, cuando se suponía que existíaconflicto entre la ciencia y la religión, en el cual ibaganando la ciencia, cualquier hombre culto podía dis-tinguirse por declaraciones como la que sigue: "La cien-cia ha probado que no existen los llamados espíritus;esas son supersticiones de los ignorantes". La educaciónsiempre ha marchado en la retaguardia; y todavía preva-lece esa condición, de muchas maneras, en nuestro día.Todavía oímos que alguien dice: "La ciencia ha proba-do, con toda certidumbre, que no existen los espíritus".Pero, ¿es cierto eso?

Supongamos, solamente supongamos para poder se-guir el orden del argumento, que los espíritus puedenaparecer ocasionalmente cuando las condiciones sico-lógicas le son propicias; y supongamos que una de lascondiciones necesarias es la ausencia de científicos (locual puede ser muy cierto). Pues bien, la ciencia (esdecir, los científicos) continuaría investigando aparicióntras aparición, y rechazando la existencia de los espíri-tus; y los espíritus continuarían apareciendo donde loscientíficos no estuvieran presentes.

Este es un caso simple, que tal vez no tenga ningunaimportancia; pero que ilustra la imposibilidad de probarlo que se niega, por el método científico. Por lo menos,es suficiente para probar que la ciencia no es infalible. Y

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si la ciencia tiene defectos más serios que la incapacidadde percibir la aparición ocasional de un fantasma en laesquina, es de suma importancia que los ciudadanos engeneral sepan cuáles son esos defectos. Sin embargo,esta clase de conocimientos brilla por su ausencia tantoen el pueblo en general como en los programas de losinstitutos de enseñanza.

Los no científicos no saben ni siquiera lo que puedehacer la ciencia. Los científicos están tan obsesos conlos eventos pasados y las posibilidades futuras de supropia especialidad, que no tiene una idea real delcampo propio de la ciencia en sentido general, ni reco-nocen en ella limitaciones de ninguna clase. Piensan quelo que ellos no pueden hacer, es probable que algún otrocientífico lo pueda realizar. Así han llegado a pensarque la Ciencia (así con mayúscula inicial), o más biensu esencia destilada y concentrada que es el métodocientífico es la panacea universal para la humanidad.

Están equivocados, porque la ciencia no es una pana-cea. Las presunciones de los espíritus de la ciencia sondescabelladamente exageradas. La ciencia tiene muchaslimitaciones de importancia, las cuales irán apareciendoen forma creciente en el curso de este libro. La idea deque la ciencia es infalible y de que está exenta de lacrítica es engañosa y peligrosa. La enseñanza de la cien-cia solamente perpetúa esa decepción, por el hecho deque siempre la enseñan científicos que viven tan ocupa-dos en ponerse al día con la ciencia que no puedenconsiderarla desde afuera. Como los científicos estánprofundamente metidos en la ciencia no pueden verla; ylos no científicos están muy intimidados para poderexpresar su opinión. Así que difícilmente podrán, nilos unos ni los otros, reconocer lo que es la ciencia enrealidad: la gran vaca sagrada de nuestros tiempos.

Juan Dewey, uno de los adoradores del altar de laciencia, dijo: "El futuro de nuestra civilización dependede la amplia propagación y del profundo arraigo del

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hábito científico de la mente". Pero tal vez sea máscierta una antigua bufonada de Oliverio Wendel Holmes:"La ciencia es un magnífico mueble para que el hombrelo tenga en la cámara alta como prueba de que él tienesentido común en la planta baja".

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COMO SE NOS PRESENTANLOS CURSOS DE LA CIENCIA

"Todo hombre y toda mujer de mente normal necesi-tan ver las realidades básicas demostradas por medio dela química, la física, la geología, la botánica, la zoología,la biología humana, la sicología, la economía, las cien-cias políticas y la ciencia ética".* Así ha dicho el señorFranklin Bobbitt, profesor emérito de la Universidad deChicago, que aprecia tanto las gías que hasta amplía lalista, pues la biología humana está incluida en la zoolo-gía, y tanto ésta como la botánica son parte de la biolo-gía. La ciencia ética tampoco existe. Pero, aunque to-memos en cuenta estas duplicaciones, todavía nos que-dan los nombres de doce ciencias, y es posible cierta-mente encontrar muchos hombres y muchas mujeres demente completamente normal que no ven las realidadesbásicas sino en unas pocas de ellas, y eso si acaso las ven.

Indudablemente, si uno trata de aprender en el tras-curso de sus estudios algo acerca de estas doce ciencias,dichos estudios tienen que ser muy superficiales. Pero,¿no sería mejor dedicarse uno, digamos a unas tres cien-cias, y dejar las otras a un lado, con la esperanza de queel espíritu de las ciencias le penetre por ósmosis? O,¿no sería todavía mejor concentrarse en una sola cienciacon todo ahinco? Como los profesores de ciencias selevantan de golpe contra este problema, antes que exami-

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nemos detenidamente las ciencias una por una, en loscapítulos siguientes, para ver cuál está más cerca de lasvirtudes místicas que se reclaman para todas ellas, pode-mos ver cómo tratan los hombres de ciencia, en la prác-tica, la cuestión difícil de si deben hacer la ciencia suma-mente superficial para abarcarla toda, o escoger lo mejor.Porque los científicos profesionales, es decir, los profe-sores de ciencias, tienen una posición que les concedegran influencia sobre todo el mundo. Por medio deesa gente logran los científicos llevarnos agarrados de lanariz.

El procedimiento de escoger lo mejor ha sido tradicio-nal en las últimas generaciones. La mayoría de las per-sonas que no son tan ancianas ni tan jóvenes han estadosometidas a este procedimiento. La persona comenzabacada año fijándose en una larga lista de materias, ydecidía si prefería la ventaja de escuchar a un notableprofesor indulgente que pondera la desventaja de daruna conferencia a las nueve de la mañana; y si era mejor,debido al tedio que ocasiona algún curso sobre "econo-mía doméstjca", escoger la conveniencia de levantarse alas once de la mañana, y luego ir a algún salón de confe-rencias situado convenientemente cerca del club de es-tudiantes. Unos escogían la materia llamada Base Quí-mica de la Vida, mientras otros preferían IngenieríaDiesel. A unos se les enseñaba a pensar correctamentepor medio del estudio de Sicología de los Anormales, ya otros se les enseñaba a evitar el engaño mediante elestudio de Historia de las Rocas. No importaba cómo sellamaba el curso, ni qué había dentro de sus límites. Loimportante era que se pudiera definir como ciencia.

Se creía, pues, cuando se empleaba este procedimien-to, que la ciencia tenía la virtud de ennoblecer, ya se lla-mara Química de la Leche, Sicología Industrial, HigienePersonal, Fotografía, Arreglo del Hogar, Culinaria Prác-tica o Selección y Confección de Ropas. Y este pro-cedimiento estaba tan lejos de "estabilizar y enrique-

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cer el acervo común de nuestros conocimientos", quemás bien parecía que tuviera el propósito de separar lagente, pues era una garantía de que no hubiera dospersonas que tuvieran igual fondo cultural.

El procedimiento de escoger lo mejor comenzó enforma muy apacible con el Sistema Electivo del presiden-te Eliot en la Universidad de Harvard, durante la décadaque comenzó en 1870. Aun en esos primeros días, lacomplejidad de la vida había llegado a tal punto que serequería mucho estudio especializado para cualquierprofesión, de tal modo que el tiempo que se necesitabapara adquirir esos conocimientos impedía que la personase dedicara en serio a su educación. El audaz golpe deEliot era el de permitir que cada estudiante escogieracierto número limitado de materias que le ayudaran real-mente en la profesión elegida. En su forma original, elsistema de materias electivas era probablemente exce-lente, y ayudó a que los programas de estudios se libe-raran de los estudios clásicos, secos como el polvo, loscuales se estudiaban por la única razón de que siemprese habían estudiado. En su desarrollo posterior, estesistema se convirtió en cierta clase de subasta en la cualcada departamento y cada profesor competía con losdemás para atraerse la atención del estudiante. El"aprendizaje motivado" llegó a ser el santo y seña,puesto que en ese tiempo los sicólogos habían descubier-to que realmente la gente comprende más fácilmente siestá interesada en lo que estudia (o, como lo expresanlos sicólogos, "el éxito en el aprendizaje está amplia-mente determinado por impulsos emocionales").

Los científicos hacen sus motivaciones extremada-mente prácticas; suponen lo que no es del todo cierto:que un curso sobre Herramientas Científicas en el Hogaratrae más estudiantes que un drama isabelino, debido aque se puede poner en práctica inmediatamente. Parajustificar esa posición, dicen presuntuosamente que "esaes la aplicación del método científico a las situaciones de

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la vida", o algo por el estilo. Podría dejarse la termo-dinámica, aunque es sumamente científica, y ofreceralgo más práctico como "Ciencia del consumidor", comosi la ciencia fuera una para el consumidor y otra para elproductor. La ingeniería diesel y el aire acondicionadose podrían enseñar, no solo como medios de vida, sinocomo parte de la educación, como si el hecho de estudiarestas materias en un campo cubierto de hiedra, en edifi-cios de forma colonial, en vez de estudiarlas en los talle-res donde se practican, le pudiera enseñar a alguno, nosólo a tener un medio de vida, sino también qué hacercon ese medio de vida cuando lo haya adquirido.

¡Ay! Tal aprendizaje "práctico" sin suficienteteoría, ni siquiera es práctico. Lenín dijo: "No puedehaber práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria"Y eso es verdad tanto en las revoluciones como en lasciencias. Un curso práctico de radar o de eléctronicale enseña a uno cuáles son los cables que se deben conec-tar, o cuál botón debe hacerse funcionar cuando algomarcha mal. Tal curso no ofrece ninguna comprensióngenuina de los electrones, ni del método científico pormedio del cual fueron descubiertos los electrones, debi-do a que eso requiere que uno aprenda antes ciertasmatemáticas complicadas. Cuando mucho, en tal curso,uno podrá aprender sobre radar o sobre electrónica loque sabe ahora. Y, puesto que la educación está atrasadageneralmente en unos veinte años, lo que uno aprendees algo que ya es discordante. Dentro de veinte añosno tendrá ninguna utilidad.

Supongamos que alguien hizo un curso "práctico" deradio hace veinte años, según las ideas que ya estabanpasadas de moda en ese tiempo. Tal persona habrá oídoque existen las baterías, y las barbas de gato y ciertocristal. Luego aparecieron los tubos y todo el sistemaeléctrico; y las baterías pasaron de moda. Más tarde vinola frecuencia modulada; y ya el estudiante práctico deaquel tiempo no pudo entender las nuevas vibraciones

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(realmente, nunca ha entendido qué son las vibracioneso qué es lo que vibra). Posteriormente fue inventadoel radar con lo cual quedó completamente anulado; perotodavía faltaba la televisión que es aún más complicada.El día de mañana traerá algunos cambios aún mas radica-les, después de lo cual no hay otro remedio que regresara la casa de estudios para aprender algo de la cienciateórica que ha debido estudiar hace veinte años.

Una de las razones mayores por las cuales el procedi-miento de escoger lo mejor les llama mucho la atencióna los rectores de las universidades, es el hecho de quepermite rellenar magníficamente el programa de estu-dios. En vez de tener uno, dos o tres cursos fundamen-tales, pueden hacer una gran lista de materias. El depar-tamento de química crea otro departamento de inge-niería química; la física ofrece nucleónica para todo elmundo; la astronomía se convierte en un pequeño de-partamento por su propia cuenta; y la biología se divideprimero en bótanica y zoología, y luego, brotan la bac-teriología, la biometría, la ecología, la endocrinología,la taxonomía, la zoogeografía y, tal vez, la paleobo-tánica. Todo esto, por supuesto, es un sueño fantástico.Cuando uno lee semejante programa, dice: ¡Qué univer-sidad tan altamente desarrollada! ¡Qué lista de posibi-lidades tan notablemente variada, y sin embargo, tanbien balanceada! No obstante, esta apariencia bienbalanceada sólo está en el programa, es decir, en lamente del rector. No hay persona que pueda tomartodos estos cursos. La gente escoge un poquito de acáy otro poquito de allá. Eso no importa. El ConsejoUniversitario puede convencerse fácilmente de que, si sesaca un promedio de las materias elegidas por todos losalumnos, esas migajas de información aumentan realmen-te la educación, aunque algunos sólo aprendan a leer laRevista nacional geográfica, y otros, el Diario del comer-cio.

Probablemente ya hemos superado los grandes días

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de la práctica de escoger lo mejor en los programasuniversitarios, pues la educación, como todo lo demás,viene por temporadas, y tiene la normal tendencia huma-na de conformarse con cualquier cosa mala mientrastanto, y luego se precipita hacia el otro extremo. Bajoel procedimiento electivo, la ciencia se dividía en troci-tos cada vez más menudos. En la reacción contra esemétodo, los trocitos se han unificado en unidades aunmayores que las de antes. El resultado lleva por nombreCurso Panorámico, lo cual significa que salta ligeramentesobre una gran gama de asuntos, casi sin volver a caer entierra. Los cursos panorámicos empezaron hace unoscincuenta años, y su popularidad ha aumentado, y esposible que todavía va en aumento. Se basan en el prin-cipio de extenderse a todo en forma general. En vez deestudiar botánica (plantas) y zoología (animales) separa-damente, el curso panorámico mete toda la biología enun solo año lectivo, es decir, la botánica y la zoologíacombinadas. Y se dirá que j ese curso ofrece "las reali-dades básicas de" todas las ciencias subsidiarias de labiología, desde la bacteriología hasta la zoogeografía.Antes, un curso de física era eso: sencillamente, física(y ése, por sí solo, es un estudio para toda la vida); peroel curso panorámico de física pondría sobre la física laastronomía y la geología. No contento con eso, el cursopanorámico de física incluiría la química, que es unamateria amplia, comparable en tamaño a la misma físicade tal modo que pueda ofrecer un deslumbrante panora-ma de todo, desde el átomo hasta la nebulosa más dis-tante.

En un curso de esa naturaleza se aprende que el Soldista 150 millones de kilómetros de la Tierra; que laluz de alguna nebulosa puede demorar cien mil añospara llegar a la tierra; que el período Paleozoico duró350 millones de años; que el diámetro de un átomo dehidrógeno es igual a la diezmillonésima parte de uncentímetro; que se conocen más de cien mil compuestos

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de carbono; que bajo una presión sumamente alta, elhielo puede conservarse a temperatura mayor de cerogrados centígrados; que el plutonio se obtiene bom-bardeando el Uranio 238 con neutrones lentos. Y detodos estos hechos hay que tomar apuntes rápidos. Di-cen que esta clase de estudios estimula la imaginación;pero se apilan tantas cosas unas sobre otras que es comosi le dieran a uno en la cabeza un garrotazo intelectual.No queda tiempo para cultivar el hábito del pensamien-to exacto y preciso. La marcha es sumamente jadeante;no hay tiempo para ninguna observación meticulosa ylibre de prejuicios; sólo hay tiempo para que le digan auno que alguien hizo las observaciones apropiadas. Tam-poco hay tiempo para practicar ninguna de las virtudescientíficas: hay que absorber cuanto sea posible, y olvi-dar lo menos que sea posible de una serie de hechos yhechos y hechos.

Es más. De vez en cuando han aparecido cursos deIntroducción a la Ciencia, o algo semejante, que combinala física (con todas sus ramas) y sus auxiliares, lageología y la astronomía, con la química y hasta con labiología y todas sus ramificaciones, y una buena canti-dad de meteorología y de "ciencia de los suelos", paraformar así lo que pudiéramos llamar un esquema generalde todo absolutamente, administrado sin dolor, en formade cápsulas.

El problema, entonces, es el siguiente: Si le damosuna pasada ligera a una docena de ciencias diferentes,el famoso método científico se diluye tanto que es impo-sible reconocerlo; si dividimos toda la ciencia en peque-ñas partes, nadie puede obtener una comprensión total.No hay problema para el especialista (que se toma sutiempo para estudiar totalmente la materia de su especia-lidad); él se convertirá en científico, y, presumiblemente,desarrollará la apropiada integridad, la fe, la lealtad a laverdad y la capacidad para la investigación paciente ycon sacrificio. Pero, ¿cómo se puede enseñarle a una

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persona esas virtudes si no tiene tiempo, sino paraobtener un ligero conocimiento de las ciencias? Enverdad, eso es absolutamente imposible.

Tanto los científicos como los profesores de cienciashan reexaminado cuidadosamente este asunto; y, aunquelas conclusiones a que han llegado son fundamentalmen-te las mismas, han arribado a ellas por diferentes cami-nos.

Cuando un científico desea saber por qué debe élenseñar ciencia (según su lenguaje, desea "determinarla objetividad de la educación científica"), su manera deempezar es sumamente extraña. El Comité de laFunción de la Ciencia en la Educación General (de laComisión de programas de Estudios de EducaciónSecundaria, de la Asociación para la Educación Progresi-va, para completar el titulito) cita la obra de tres profe-sores de educación media en Colorado, que adoptaronla actitud científica en relación con un curso de químicafuncional: "Uno de nuestros principales problemas fueel de descubrir qué podrían esperar los estudiantes dequímica, de un curso de esa naturaleza, que les fuera devalor como parte de su educación general. Al principiodel experimento era imposible decir con alguna exacti-tud cuál debía ser esa objetividad. Durante varios añosse les preguntó a los estudiantes en qué pensaban ellosque podría contribuir la química en forma útil. Lasrespuestas se tabularon. Las que aparecieron repetidasveces se tomaron en cuenta para la organización delcurso".

Esos químicos, pues, por ser científicos, tuvieron queemplear cierta clase de experimento para saber por quéestaban ellos enseñando química; y el experimento con-sistió en preguntarles a otros. Pero no les preguntarona los químicos, personas que, debido a su conocimien-to de la química, pudieran tener alguna idea en cuantoa si vale la pena estudiar algo de química o no. No. Másbien les preguntarón a los estudiantes, los cuales eran

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precisamente estudiantes por el hecho de no saber nadade química. Por tanto, para cualquier persona de mentenormal, ellos serían los menos autorizados para dar larespuesta.

Los estudiantes de este experimento, tal vez imagi-nando qué era "lo que quería el profesor", respondieroncon una lista de "objetivos" como estos: "El estudio dequímica tiene que ayudarme a desarrollarla habilidad deinvestigar inteligentemente cualquier problema indivi-dual que me interese".* "Este curso me ayudará a ad-quirir maneras de ver las cosas que me permitirán selec-cionar bienes y servicios en la forma correcta" ** Lasrespuestas incluyeron "actividades sanas para el tiempode ocio"; "hábitos adecuados de salud" y unas pocascosas más. Particularmente hicieron hincapié en el"hábito de pensar científicamente", lo cual agradó engran manera a los investigadores, por lo cual dijeron:"Este objetivo era tan amplio que se hizo necesariodescubrir las características del pensamiento científi-co".*** ¡Aparentemente también iban a averiguar esocon los estudiantes!

Se descubrió que el hábito del pensamiento cien-tífico incluye: suspensión del juicio hasta que todoslos posibles hechos hayan sido averiguados y analizados;aprender a distinguir entre la opinión prejuiciada y ladesprejuiciada; exigir una evidencia adecuada antes, dellegar a conclusiones definidas; confiar sólo en resultadosprobados por investigadores de buena reputación; insis-tencia en la exactitud; ser curioso, observador, tolerante,de mente amplia y dispuesto a actuar sobre - hipótesistentativas, con la seguridad de que detrás de todo resul-tado hay alguna causa adecuada; y usar el métodocientífico para resolver los problemas. De este modo,esos estudiantes de secundaria, ingeniosos y usandotácticas sabias, alimentaron a los científicos con lasmismas sobras de paja y la misma bazofia que ellos desea-ban.

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Otro experimento de la misma naturaleza, hecho conseñoritas de la escuela de posgrado de cierta universidad,dio resuitados aún más raros. Se realizó con muchacordura, nó antes que ellas hubieran terminado el curso(o mejor dicho, un curso especial sobre la historia delas ideas científicas), sino después. La mayor parte delas respuestas las dieron en lenguaje convencional;"apreciación del método científico", "comprensión dela importancia de los métodos dé observación y de lahonestidad científica". Pero ellas agregaron una nuevapeculiaridad, pues incluyeron el valor social al afirmarque el curso había contribuido a la conversación en elcomedor.

De vez en cuando los mismos científicos agreganalgún nuevo aliciente llamado "aprendizaje de nuestroambiente". Esto lo practican particularmente los queenseñan geología o un baturrillo de estudios inventadorecientemente y llamado "Ciencia de la tierra". Algunasveces agregan "ambiente físico", el cual, por lo menos,es preciso; pero algunas veces es simplemente eso:ambiente. "Conocimos el ambiente", es la primeraoración del primer capítulo de uno de los libros detexto. Y continúa: "Islas brillantes con colinas cubier-tas de vegetación, valles, haciendas y villas. Alrededor,brazos azules de agua salada".* La idea subyacente sebasa en un dicho que a los científicos les gusta quecorra: "El hombre es el producto de la herencia y delambiente". Lo que quieren decir es que un hombre fueproducto de la herencia y del ambiente; porque nadiesabe de dónde le vino la herencia al hombre. (El eslabónperdido todavía está perdido.) Esta afirmación se puedediscutir todavía, pues el calvinista, por ejemplo, diceque el destino del hombre depende de la predestinación.Esto contrarresta todo lo relacionado con la herencia yel ambiente. Pero el calvinista no es científico, portanto, lo que diga no tiene ningún valor. Y los científi-cos se han dicho mutuamente tantas veces: "El hombre

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es el producto de la herencia y del ambiente", que todosellos lo creen sin discusión.

Pero, ¿cuál es el ambiente del hombre? Claro, ellugar donde vive. El hombre vive sobre la superficie dela tierra, y puede descender, tal vez, unos tres kilómetrosdebajo de la superficie, y ascender al espacio unos trecekilómetros. (Cuando el hombre está en vuelos interpla-netarios o en la Luna, ya no está en su ambiente-nota del traductor-.) Y esta delgada capa de unos16 kilómetros sobre la superficie del globo es su ambien-te. De ahí la importancia de la geología, la geografía yla ciencia de los suelos. Estas son ciencias útiles. Nadieobjeta su ' estudio, pues son de gran utilidad. Peroestudiarlas sólo para aumentar la palabrería insinceraes incurrir en la más cándida equivocación sobre elverdadero valor de conocer el ambiente del hombre.

Un criminal puede ser criminal debido en gran parte(aunque no completamente) al ambiente; pero no fuela geología de aquella parte determinada de la superficieterrestre donde él pasó la juventud la que lo llevó a laprisión. Más bien fue el hecho de que, desde su niñezha vivido con gente que practica la violencia y la perse-cución policíaca, y el hecho de que aprendió a ser ladrónen el mismo regazo materno. Tal vez el sabio hayasido influido para la elección de su carrera por el ambien-te culto y libresco de su hogar. Este sí es el ambienteque importa estudiar; no el ambiente químico y físicode la superficie de la tierra, ni los vientos prevalecientes,ni las bacterias de los suelos.

Hay otra clase de ambiente cuyo estudio es de másvalor que el de el ambiente físico que estudian los cursosde ciencias. Vivo en Hauppauge, Long Island. Esesitio constituye el ambiente de mis hijos. Es una villacampestre donde se realiza la caza. Si viviéramos unostreinta kilómetros al oeste, en Syosset, el ambientesería bastante diferente, pues Syosset es un pueblo de lacosta norte de Long Island de gran intercambio comer-

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cial. Hauppauge es una villa muy vieja. La mismapalabra Hauppauge es india, y significa agua-dulce. Elcentro comercial que utilizamos, Smithtown, fue funda-do por Ricardo Smith en 1659. No lejos de la villa estála patria chica de Walter Whitman. Estos hechos his-tóricos son parte del ambiente. Confío que mis hijoslos aprendan, y también que sepan los hechos relaciona-dos con los presentes días y con lo futuro, tales comoel hecho de que el ferrocarril de Long Island pertenecióen alguna época a Pensilvania, y que actualmente seencuentra en dificultades; que a pocos kilómetros alsureste de Hauppauge está el areopuerto de McArthur; yque un poco más afuera de la isla, en Brookhaven, se es-tan realizando investigaciones atómicas. El ambientefísico -la clase de suelo y de clima- también vale la pe-na conocerlo; pero eso está muy lejos de ser todo.

Los profesores científicos exaltan el ambiente enforma aún más fuerte que los científicos regulares. Loconsideran como algo fijo, estable, que está ahí. El querecibe la educación debe ajustarse a él. El señor GeraldoWendt, publicista que desea que el estudiante y el ciuda-dano absorban la actitud científica para que pongan enacción la inteligencia, declara que "la educación ... es,en primer lugar, el ajuste de cada individuo al ambiente,de tal modo que tenga éxito en él, y tenga una vidafeliz".* Esta es la oscilación pendular que aleja la disci-plina de la maestra de escuela, y también es la estupidezdel diez por ciento de las escuelas aldeanas, donde se leshan creado a los estudiantes complejos que los inhabili-tan para cualquier clase de ambiente durante el resto dela vida. Por supuesto, la educación que no toma encuenta los desajustes sociales no es correcta. Ciertamen-te, los educadores deben tener el cuidado de que lo queles suministran a los alumnos no los trastorne de por vi-da; ya sea por la disciplina sumamente estricta o por pro-veerles un ambiente tan abrigado y deleitoso que, alcompararlo con el mundo de afuera, éste les parezca

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intolerablemente áspero. Eso estaría bien en lo negativo,pero como medida positiva sería mostruosa y horrible.

Porque no es verdad que el hombre tiene que mode-larse para poder ajustarse al medio ambiente. El hombrees muy capaz de ajustar el ambiente de tal modo quele convenga. La misma ciencia es útil para conocer elambiente y como instrumento para cambiarlo. Laciencia no puede decirnos en qué sentido se debecambiar el ambiente, ni siquiera si se debe cambiar.Si aceptamos humildemente la idea de que el hombretiene que ajustarse al ambiente, ¿por qué tenemosreformadores? ¿Por qué tenemos revolucionarios ?¿Cómo podemos siquiera pensar en hacer mejor lascosas? ¿Hubiéramos hecho la revolución americana, silos héroes de la independencia hubieran sido educadoscon todo éxito para que pudieran ajustarse al ambientecolonial? ¿Por qué leemos sobre utopías como la deAbbey Théléme, Noticias de ninguna parte y Miradaretrospectiva por Ballamy y otras, si no tuviéramos unavisión gloriosa de que somos capaces de satisfacer algu-nas insatisfacciones en vez de conformar nuestras satis-facciones con el ambiente? El educador que no hayatenido el éxito de dejar aunque sea una magnífica huellade insatisfacción con nuestro ambiente social miserable,debe considerar que ha fracasado en su trabajo.

Aunque el procedimiento de hacer todo superficialpara abarcarlo todo, en forma de Cursos Panorámicos oEsbozos Generales, o algo de nombre semejante, estáprobablemente en aumento todavía; ya el procedimientode escoger lo mejor está en rápida salida. Son pocaslas universidades donde el crecimiento lozano y sin podaestá en marcha como antes. En el día de hoy, hay algún"consejero" que modera la elección de las materias porparte de los estudiantes. Este consejero se convierte aveces en tutor y hasta en preceptor. Cualquiera que seasu título, se encarga de que el estudiante que tieneinterés literario o artístico no abarque en un solo año,

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digamos, unos tres cursos en ciencias, tales como Ento-mología Económica, Manejo de Maquinaria Comercialy Repostería Doméstica. Prefiere que se haga algúnarreglo como el siguiente: un estudiante del primeraño debe tomar alguna de las ciencias biológicas o físicas,y en el segundo, la que no estudió en el primero, de talmodo que no reciba mucho de ninguna de ellas, paraque no vaya a caer completamente en las ciencias.Algunas veces las materias están ordenadas por "seccio-nes", o "áreas", o "programas básicos", o "materiasobligatorias y materias electivas", o "combinacionesadecuadas", debido a que los educadores están constan-temente tratando de resolver sus problemas haciendoarreglos sobre el papel. Los partidarios de la educación,

que son los más verbosos, buscan expresiones aún másaltisonantes. Los educacionistas son peores que loscientíficos porque les gusta la pura palabrería y la jeri-gonza pesada, y además, porque son políticos. Ellos"orientan el programa de estudios" hacia los "valoreshumanos intrínsecos". También planifican "cursosunificados de estudio" y prevén la "fusión de varioscursos" para evitar el excesivo número de "departa-mentos". Instituyen la "exploración crítica de losproblemas"; prevén "mecanismos de repaso para situa-ciones personales de ajuste"; consideran que "el enfoquecrítico de los valores" sería una influencia democrati-zante". También creen que se debían empezar "losexámenes comprensivos" o el "plan independiente deestudios", o "el curso de verano", o "el curso de invier-no". Asimismo dicen que "el nuevo método de vitalizarla forma y el contenido" sería "pedagógicamente signi-ficativo", y, por supuesto, tendría como consecuencia"una significación realzada" obtenida mediante la "revi-talización de la forma y el contenido". Cierta materia"representaría notables valores educativos", lo cual quie-re decir que ellos piensan que se debe estudiar, peroque no saben por qué. Y si no saben eso, entonces

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dicen que es parte de las Artes Liberales (siempre conmayúscula, como si fueran sagradas), aunque es lo másdifícil saber qué son estas artes y por qué se llamanliberales.

Muchos ricos insisten en que sus hijos están estudian-do educación "liberal", pero se aterrarían si hubieraalgún peligro de que sus hijos se vuelvan liberales.

El efecto de toda esta tergiversación de la actualenseñanza, en los departamentos de ciencia, se puedeilustrar por medio de una breve historia. Una historiaimaginaria relativa a una universidad imaginaria, peroque es típica de lo que sucede. En cierta universidadhabía un profesor de física, jefe de su propio departa-mento, pequeño, pero notable. Durante algunos añosse conformó con dar un buen curso de física a los pocosestudiantes que resolvían estudiar esa materia tan pelia-guda. Luego llegó a la escuela el gusanito del panorama,es decir, del curso de esbozo general. Se nombró unacomisión para que estudiara las posibilidades de esaclase de curso, desde el punto de vista de "los valoresculturales de las ciencias exactas". Esta comisión rindióun informe favorable ante el Decano, quien le dio ins-trucciones al Jefe de Departamento de Física, para queinstituyera "cursos, tanto de finalización como profesio-nales". Esto significaba que los que estaban estudiandola especialidad de física continuarían estudiando elmismo curso de antes, el curso que se había ganado lareputación de "pesado", porque demandaba muchotrabajo duro, de aquel que es necesario para entenderrealmente algo de física. En cambio, a los que noestaban especializándose en física se los incitó a entraral aula en que se ofrecía un Corto Curso Panorámicollamado Curso Especial de Finalización, debido a quecon él se podía completar la carrera en física.

Y así resultó, en forma sumamente rápida, pues elJefe de Departamento, despreciando su propia opiniónque consideraba eso como una adulteración de la cien-

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cia, hizo arreglos para que el instructor del penúltimoaño diera el curso. Este era un joven de ambiciónardiente, de gran talento matemático, que no teníaninguna habilidad para enseñar, pero que, al fin y al cabodetestaba ese curso, porque según entendía, la enseñan-za de esa materia no contribuiría a su mejoramientoprofesional. Y tuvo que experimentar profunda tristezapues los estudiantes, en vez de entrar al aula, se queda-ron alejados en manadas.

Al fin, el gran hombre decidió demostrar que éltambién podía ser culto. Resolvió bajar y ofrecer elcurso a los estudiantes que no estudiaban ciencias.Para motivarlos, dio el curso por el método del asombroante los hechos, es decir, el método de preguntar conasombro: "¿No les parece maravillosa la ciencia? ¡Ima-gínense, por el precio de un centavo de electricidad,pasan trece billones de electrones a través del alambrede ese tubo eléctrico! " El resultado fue que aquelcurso quedó atiborrado de todo lo que no es ciencia,aunque a ninguno le importaba eso.

Pero también hubo un resultado inesperado del cualel profesor se preocupó grandemente. El había hechomuy fácil ese curso anticientífico, mientras el cursoprofesional del penúltimo año era tan rígido como antes.Esto había determinado que nadie escogiera el curso"pesado", puesto que les bastaba el "curso de finaliza-ción". De manera que ya no egresarían especialistas enfísica. Esto le pareció mal, no solamente para el Depar-tamento, sino para su propia posición personal, pues élconfiaba en los experimentos de rutina que realizabanlos estudiantes que iban a graduar, para la preparaciónde las tesis científicas que tenía que publicar, por lomenos una vez al año, para poder conservar su puestoen la Facultad.

Así que el profesor resolvió volver a su viejo sistema;a dar su curso de física en el cual enseñaba física sindisparates. Pero ¿cómo podía justificar esa decisión

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ante el Decano y la Facultad? Después de muchopensar ese problema, el asunto le resultó mucho másfácil de lo que se imaginaba. La universidad ya estabaen una oscilación pendular que la liberaba de los cursospanorámicos. El lema de ese momento era: "La educa-ción como influencia liberalizante". Cuando nuestroprofesor de física anunció sagazmente a la Facultad que"la física es una materia liberal," se sorprendió al vercuán fácilmente los hizo creer. La razón fue que losjefes de todos los departamentos estaban pensandodecir lo mismo sobre su propia materia. Nadie se atrevíadice del siguiente modo: "La opinión del buen físico,Puesto que ninguno tenía la más remota idea en cuantoa cuáles materias son liberales y cuáles no lo son, nisiquiera sabían qué significa la palabra liberal, todo elasunto se arregló con la mejor buena voluntad y contoda armonía; y la universidad continuó felizmentecomo antes.

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LO MEJOR DE LA CIENCIA:

LA FISICA

Se pueden arreglar en orden las diversas ciencias,desde las muy buenas, pasando por las mediocres, hastalas muy malas. Concediendo que los científicos pongansu mejor pie adelante, nosotros también podemoscomenzar con lo mejor de las ciencias, es decir la física.

En sentido general, la física es el estudio de la materiano viviente del mundo. Vista de este modo, la químicallega a ser una rama de la física. La distinción conven-cional entre la "química" y la "física" es en gran parteasunto de conveniencia, y en todo caso, uno puedellamarlas en conjunto "ciencias físicas". La astronomía,la geología, la meteorología y otras similares son cienciasderivadas de las ciencias físicas, puesto que toman lasgeneralizaciones de la física y de la química, y las apli-can a ciertas áreas en particular: los astros, las rocas yel tiempo. La siguiente división general de las ciencas esla biología, que se relaciona con los seres vivientes. Lue-go viene la sicología, que no se confina a las cosasmateriales, sino que trata sobre el pensamiento (mejordicho, intenta hacer eso). En último lugar está el estu-dio, o el batiborrillo de estudios que tratan de las rela-ciones entre los hombres, que algunos entusiastas (pero,de ningún modo, todos los científicos) han denominado"ciencias sociales".

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La física es la ciencia más altamente desarrollada, yes también la más antigua, pues comenzó su buenamarcha en la primera parte del siglo XVII. Las otrasciencias aparecieron más tarde, y a sus proponentes lesgusta pensar que la razón por la cual no han progresadomás es porque no hace mucho tiempo que comenzaron.Realmente, hay otras razones, como lo veremos mástarde, pero por lo menos hacen bien en entender ladiferencia y en respetar la física, que es incuestionable-mente lo mejor de la ciencia.

Lo primero que hay que comprender con respecto ala física es algo que muy pocos profesores de físicaaclaran bien: su oblicuidad extraordinaria. Parece quecomenzara con cuestiones directas, pero hay ciertastrampas en ella desde el mismo principio. Se le dicea todo estudiante de bachillerato que, según Aristóteles,al dejar caer dos cuerpos, el más pesado de ellos caeráprimero, pero que Galileo, al dejar caer dos pesos dife-rentes de la inclinada torre de Pisa, probó que Aristó-teles se había equivocado, pues descubrió que los dos ca-yeron exactamente en el mismo tiempo. Y, sin embargo,Aristóteles tenía razón: el cuerpo más pesado cae prime-ro, en consideración a que la resistencia del aire retardala caída del cuerpo más liviano. El más pesado caesolamente un poco más rápido, es verdad, y es posibleque no se pueda medir la diferencia, pero, como loscientíficos afirman que ellos usan los términos con granprecisión, es justo exigirles que cumplan eso.

Si uno apremia a algún físico sobre este punto, élestará dispuesto a admitir que lo que él quiere decir esque los dos cuerpos caerían con igual velocidad en elvacío. Y si uno continúa concretándolo al respecto,admitirá con mucho disgusto que nadie jamás ha logradohacer un vacío verdadero; que lo más cercano al vacíoque hasta ahora se haya logrado todavía contiene millo-nes de moléculas de gas por centímetro cúbico. Así

- resulta que cuando el físico afirma que dos cuerpos caen

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a igual velocidad, se refiere a un estado completamentehipotético e irreal de las cosas; en cambio, lo que dijoAristóteles se refiere al mundo real en que vivimos. Estees un signo característico de toda la física. Sin embargo,debido a esa razón, y no a pesar de ella, la física es lamejor de las ciencias. Porque la física no es una cienciadel mundo real, sino sobre abstracciones del mundo real.Por esa razón es muy científica. Tiene todos losatributos (la importancia de las medidas exactas, lareducción de todo a fórmulas matemáticas, los términoscuidadosamente definidos y precisamente usados, lasdisciplinas rígidas y despiadadas del pensamiento lógico)que se le asignan comúnmente a todo lo que se distinguecon el nombre de ciencia.

Las otras llamadas ciencias, son ciencias en tantoque se acerquen a la dignidad de la física, y sería so-lamente una leve exageración decir que la física es laciencia física y nada más. Porque la física realiza mása menudo, más claramente y con más éxito que cualquie-ra otra rama de la ciencia, aquella operación que esverdaderamente científica, es decir, la formulación dehipótesis para explicar o hacer inteligibles los resultadosde la observación o sea del experimento. Las hipótesisse hacen siempre en forma de abstracciones que son,hablando estrictamente, irrealidades, tales como el vacíoperfecto en el cual se supone que todos los cuerposcaen con igual velocidad. La física teórica sigue feliz-mente su marcha con estas abstracciones irreales, perosus conclusiones son verificadas, en cada punto posible,por medio de experimentos. Los experimentos tienenque ponerse de acuerdo con la teoría tan estrechamentecomo sea posible; pero, como no se pueden tomar medi-das sin alguna inexactitud aunque sea leve, el acuerdono es absolutamente completo. Para un físico, las expre-siones "casi igual" e "igual' son iguales.

Las mejores cosas en física son tan exactamente admi-rables como los científicos dicen que son, y tal vez

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aún más, si tenemos en cuenta el hábito de los científi-cos de alabar la ciencia por razones equivocadas. Loshumanistas, que son los que sirven profesionalmente aShakespeare y a otros genios, afirman que su especiali-dad lo pone a uno en contacto con "lo más refinadoque haya producido la mente humana". Los físicoshacen lo mismo, pues sería difícil hallar, en toda lahistoria del pensamiento humano, una concepción másgrande que las leyes del movimiento y la teoría de lagravitación de Newton. Esta es una asunción sorpren-dentemente atrevida, o más bien, un par de asunciones,que ya son tan propias de nuestro pensamiento que casino se da cuenta uno de su carácter sorprendente y pas-moso. Primero, se supone que un cuerpo que se mueveno requiere, como supondrían todos a simple vista, unafuerza que continúe impulsándolo, sino que, al contra-rio, continuaría moviéndose permanentemente si nofuera porque alguna lo detiene.

La segunda asunción es, comparándola con la prime-ra, aún más absurda. Es aquella de que cualesquierados cuerpos, en cualquier parte, se atraen mutuamentetodo el tiempo. No se da ni la más leve sugestión encuanto a cómo se realiza esta misteriosa "atracción",aunque se realice a distancia, aun a gran distancia, sinque haya ni siqueira señal de alguna cosa que expliquequé pasa en el espacio que media entre los dos objetos.Haciendo estas dos suposiciones extravagantes que sue-nan como improbables, y unas pocas suposicionessecundarias con respecto a la magnitud de la fuerza deatracción y a los efectos de dicha fuerza sobre losobjetos, se obtienen lós más asombrosos resultados. To-dos los fenómenos de la astronomía, que han desconcer-tado las más agudas mentalidades desde la aurora de lahistoria, el movimiento de los cielos, del sol y de laluna, los complejísimos movimientos de los planetas, derepente se vienen todos abajo y se hacen inteligiblesmediante una suposición que hace tambalear: la supo-

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sición de esta misteriosa "fuerza de atracción". Y nosólo los movimientos de estos cuerpos celestes; muchomás que eso, también se considera que los movimientosde los cuerpos terrenos están sometidos a la misma leyque sólo es definible matemáticamente, en vez de ser,como fueron para todos los filósofos antiguos, merosacontecimientos casuales imprevisibles. Esta es cienciaen gran escala; ciencia digna de saberla.

Muy pocas personas de las que han estudiado físicasaben algo con respecto a la gravitación de este modo.Porque en vez de enseñarla como una aventura intelec-tual, extraña, conmovedora y de éxito glorioso, seenseña como una de las primeras cosas que se debenaprender por medio de un curso de "Introducción a laFísica I". Se les da a los estudiantes la ley, y, comodicha ley aparece regularmente en la primera parte delcurso, antes que el trabajo comienza a ponerse realmentearduo, se les permite leer varias páginas de textos senci-llos que se dedican a alabar a Newton en forma extra-vagante, sin siquiera explicar por qué merece tanta loa,ni dar alguna idea sobre cómo descubrió él su famosaley. El curso pasa rápidamente a otras cuestiones, por-que todavía queda tanto programa por ver que es difíciltomar tiempo para explicar siquiera por qué debemolestarse uno estudiando física.

La física está llena de magníficas teorías: la verdaderasustancia de la ciencia. Una de las más finas es lateoría ondulatoria de la luz. Fina, porque a pesar deser excesivamente indirecta, tiene un éxito sorprendenteen explicar lo que hace realmente la luz en general, ytambién en detalle, con cálculos matemáticos bien com-plicados. Se supone que la luz consiste en vibraciones omovimientos ondulatorios, en una cosa u otra, algocomo las ondas de la superficie del mar, pero quese mueve mucho más rápidamente. Esta teoría es parti-cularmente digna de estudiarla, pues le enseña a uno lorelativo a las vibraciones: lo que ellas hacen y lo que no

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hacen.Ahora bien, cualquier adivino o aficionado a la

física es capaz de decir algo pasajero con respecto alas vibraciones, generalmente sin tener la más leve ideade lo que está hablando. Un pequeño conocimientosobre la física de la luz es, por tanto, de los más útilpara reconocer a los chiflados por sus propias caracte-rísticas (hay muchos farsantes de vibraciones que dicentonterías absolutas, y embaúcan a mucha gente). Debehaber cursos especiales sobre Teoría de las Vibracionespara Personas que Quieran Comprenderla o sobre Vibra-ciones para Ocultistas. Estos cursos aportarían una exce-lente razón para aprender algo de física. Pero pareceque los profesores de física no ven este asunto de lamisma manera. Para ellos, la física se debe estudiar conel propósito de saber física: un punto de vista muyestrecho.

La teoría de la luz ofrece también un maravillosoejemplo de otra de las grandes ideas de la ciencia: elexperimento decisivo, o, como se acostumbraba expre-sar esto en latín con fina dignidad: experimentum crucis.Digamos que algún científico tiene una teoría que expli-ca alguna cosa (las propiedades de la luz, la conductade las gotas de agua que caen, o cualquiera otra cosa).Algún otro científico tiene otra teoría bastante diferen-te, que también es para explicar la misma cosa. ¿Cuáles correcta y cuál está equivocada? Para resolver elproblema, estudian todas las posibles consecuencias delas dos teorías, hasta llegar al punto en que una teoríadiga una cosa, y la otra, algo muy diferente. Luego,sólo es necesario hacer el experimento apropiado (yéste sólo hará una de las dos cosas), el cual, según sepretende, "prueba" la una y desaprueba la otra.

Esto es exactamente lo que sucede en el caso de lasteoría sobre la luz. Una teoría más antigua que laondulatoria, atribuida al mismo gran Newton, decíaque la luz no consiste en vibraciones, sino en pequeños

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corpúsculos o trocitos de algo, que son extendidos enlíneas rectas por cualquier objeto brillante. Cuandoestos corpúsculos tocan el ojo -es cuando vemos. Estateoría también puede explicar muchas de las propiedadesde la luz, aunque es bastante diferente a la otra teoría.Casi desde el comienzo del siglo XIX, la teoría de lasondas ha sido adoptada generalmente, en razón de quepuede explicar muy exacta y fácilmente determinadonúmero de cosas que habían sido descubiertas para eseentonces, y que hubieran requerido que se forzara y setorciera notablemente la teoría corpuscular. Más tarde,en el siglo XIX, se hizo un experimento muy decisivo.Consistió en medir la velocidad de la luz, lo cual serealizó en la siguiente forma: en la teoría de las ondasera necesario suponer que la luz viaja más despacio en elagua que en el aire, pero en la teoría corpuscular setenía la confianza de que viajara más rápido en el agua.Medir la velocidad de la luz no es fácil, pero tan prontocomo estuvo listo el aparato para hacer eso, se realizóel expermiento decisivo el cual demostró que la luzviaja más despacio en el agua que en el aire, y la diferen-cia era precisamente la exigida por la teoría ondulatoria.Así pues, los científicos concluyeron que la teoríacorpuscular estaba equivocada, y que la teoría undula-toria era la correcta. Y este experimento hermoso ydecisivo se ha considerado como uno de los puntosculminantes de la ciencia.

Pero ¡ay! aunque parezca que la teoría corpuscu-lar quedó completamente muerta, no quedó así deun todo. Se hizo absolutamente necesario revivirla. Sedescubrió que la luz tiene modos extraños de comportar-se que sólo pueden explicarse suponiendo que alguna co-sa viene en pequeños paquetes separados, que ahora selos llama "quanta" para poder escapar de la palabra cor-púsculo que es la de Newton. Pero, entonces, estántambién los fenómenos que la teoría ondulatoria explicacon gran éxito, y, por supuesto, el hecho decisivo de que

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la luz viaja más despacio en el agua que en el aire, el cualse suponía que la teoría corpuscular quizás no podríaexplicar. Se hizo, pues, necesario inventar una teoríaque explique las cuestiones de ambos modos, combinan-do los rasgos buenos de las dos teorías anteriores."Enseñamos la teoría quántica, lunes, miércoles y vier-nes; y la teoría ondulatoria, martes, jueves y sábados",dijo Sir William Bragg, y así no se le dio la importanciadebida al gran experimento decisivo que se suponíahabía resuelto las cuestiones definitivamente. No handebido restarle importancia, sino, más bien, darle más,porque uno aprende por medio de ello algo sobre lo quees realmente la física.

La física no es un cuerpo de verdad indisputable oinmutable; es solamente un cuerpo de opinión probable,muy bien sostenida, y sus ideas pueden refutarse encualquier momento. Esto debe saberse más generalmen-te y se debe publicar ampliamente. Tal vez sea difícilpara la naturaleza humana esperar que los físicos haganeso por sí mismos, pero alguien debe hacerlo por ellos.Los físicos, puesto que no son en manera alguna diferen-tes al resto de la población, tienen memorias limitadaspara lo que les es inconveniente. Millikan, norteamerica-no ganador del premio Nobel en física, escribió un libropopular sobre ciencia en 1936, en el cual dijo textual-mente: "En ciencia, una vez descubierta la verdad,permanece siempre como verdad".*

En tiempos pasados, cuando la teoría ondulatoriaafirmaba que la luz consistía en vibraciones, y fueindiscutiblemente "probada", y se consideró como ver-dad que no era discutida por nadie, los científicospropusieron la teoría de que el éter (o aether luminife-rous) era el que causaba las vibraciones. Era como ciertaclase de . . . bueno, es difícil decir cómo era, porqueno era como ninguna sustancia de las que conocemos;pero, ora fuera una cosa, ora fuera otra, estaba en todaspartes, penetraba todo el espacio, ya estuviera ocupado

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por materia, ya no lo estuviera. Tenía que tener lasmás sorprendentes propiedades, si se podían llamarpropiedades: la razón entre su elasticidad y su densidadtenía que ser mucho más elevada que la de cualquierotra sustancia conocida (un 9 seguido de 20 ceros), y nodebía ofrecer resistencia a ningún cuerpo sólido que semoviera a través de él, si podía uno decir verdaderamen-te que algo se podía mover a través de él. Pero, aunquefuera difícil creerlo y estrictamente imposible imaginar-lo, uno solo tenía que suponer que allí estaba, y deese modo se hacían completa y absolutamente explica-bles todos los fenómenos de la luz conocidos en eseentonces. Y la ciencia pone la mira precisamente enesto: la formulación de algún postulado que expliquelos fenómenos. Lord Kelvin, físico inglés del sigloXIX, quedó tan satisfecho con este triunfo de la cienciaque él mismo declaró que estaba tan cierto de la existen-cia del éter como puede estar seguro el hombre decualquier cosa.

Los físicos modernos, sin embargo, no le ponenninguna atención al éter. Simplemente, han desistidode molestarse con respecto a eso. Comenzaron a abrigarsospechas sobre el asunto cuando les pareció que jamáspodrían descubrirlo, aunque lo buscaran desesperada-mente. Si el éter llena el espacio, entonces la Tierra, ensu movimiento de rotación y en el de traslación, debemoverse a través del éter. Ha debido ser posible, enton-ces, obtener evidencia experimental de este movimientode la Tierra a través del éter. Pero no fue posible. Nose pudo hallar alguna huella de tal movimiento. ¿Talvez sea posible que la Tierra, en cualquier dirección enque mueva, siempre lleva el éter alrededor de ella? Hu-bo también objeciones a esta idea. No importaba lo quehicieran los físicos. De ningún modo podían hallar eléter: no se les reveló como resultado de ningún experi-mento. Por tanto, los científicos reconsideraron su ideacon expresiones como éstas: Al fin y al cabo, ¿por qué

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se nos ocurrió suponer que existe el éter? Pues porquedescubrimos que la luz es vibraciones y tiene que haberalgo que vibre. Pero, ¿tiene que haber realmente eso?Esa es solamente una necesidad gramatical: la de proveerun sujeto para el verbo vibrar. No estamos atados a ne-cesidades gramaticales. ¡Fuera tales necesidades! Asíque desecharon el problema, y ni siquiera se preocupa-ron de consultar a algún espiritista para averiguar quépensaba Lord Kelvin sobre el particular.

Cuando los físicos llegan a las teorías peculiarmentemodernas (y llegan a ellas tan pronto como sea posible,porque las aprecian mucho), admiten cándidamentecierta cualidad de aquellas de Alicia en el país de lasmaravillas, con respecto a la ciencia. Ellos pregonancon orgullo, a son de trompeta, los cambios funda-mentales en toda nuestra filosofía que, según ellos, sghan hecho necesarios por las teorías de la relatividady de los quanta. La teoría de la relatividad ciertamentedesbarata las cosas. Según ella, el orden cronológicode dos eventos puede ser discutido por dos observadores.Un observador piensa que A precede a B; pero el otro(que, supuestamente, se mueve con una velocidad in-creíblemente alta para pasar al primer observador) des-cubre que B precede a A. ¡Maravilloso! ¿No es cierto?¡Y absolutamente destructivo de todas nuestras ideaspreconcebidas con respecto al tiempo!

Pero los propagadores de la ciencia, que se deleitanen derribar de un solo golpe al infortunado laico, conesta clase de asunto que parece una paradoja, no expli-can siempre que los eventos A y B tienen que estar su-mamente separados en cuanto a espacio (miles de millo-nes de kilómetros), y a la vez muy cercanos en cuantoa tiempo. Están tan lejos que, después que el primerobservador ha visto el evento A, no puede hacer nadapara impedir que se produzca el evento B; y de la mismamanera, el segundo observador, luego de haber visto elevento B, no podría hacer nada para impedir que suceda

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el evento A. Nuestras ideas ordinarias de causa y efectono se han alterado de ningún modo: A no puede ser lacausa de B, ni B la causa de A, para ninguno de los dosobservadores, ni para ningún otro. Pero si dos eventos,digamos C y D, están suficientemente cercanos en el es-pacio y distantes en el tiempo, de tal modo que C puedehaber sido la causa de D (es decir, si alguna señal proce-dente de C pudo llegar a tiempo para detener a D, o paracausar dicho evento), entonces C pudo haber sido lacausa de D para todos los observadores, sin importar larapidez con que puedan estar zumbando por el espacioen todas las direcciones. Nuestras ideas ordinarias sobrela casualidad no quedan trastornadas ni en lo mínimo.Son pocos los científicos que se molestan, cuandoexplican ampliamente las maravillas de la moderna rela-tividad, en aclarar verdaderamente este asunto. Ellosse deleitan en las paradojas, aun en las superficiales.

Los científicos le tienen horror a lo absoluto, pero ala palabra, no al concepto; porque son pocos los quetienen alguna idea sobre su significado. La relatividades aceptada con gran satisfacción por los científicosmodernos. A Einstein se lo considera como el que su-primió lo absoluto, y colocó en lugar del espacio abso-luto y el tiempo absoluto, un espacio-tiempo continuode cuatro dimensiones, que es agradablemente relativo.El impulso de estos hechos pasó a otros campos, por loque toda cosa posible se considera ahora relativa: lamoral es relativa, los significados de las palabras sonrelativos, hasta la verdad es relativa. Mientras mayornúmero de cosas pueda describir el hombre como rela-tivas mayor será su prestigio como pensador moderno.Y sin embargo, Einstein no destruyó lo absoluto. Tam-bién existe lo absoluto en las ciencias. En el siglo XIXera el éter, pero cuando la teoría del éter se vino abajoy se desintegró, no quedó ningún absoluto (esto fueintolerable para los científicos, aunque ellos no conocenel éter).

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Einstein hizo relativos el tiempo y el espacio, pero,para poder hacer eso, tuvo que hacer otra cosa: tuvoque hacer también absoluta la velocidad de la luz. Lavelocidad de la luz ocupa un sitial extraordinario en lafísica moderna. Es un crimen de lesa majestad hacerlecualquier crítica a la velocidad de la luz. Esta velocidades una vaca sagrada dentro de la vaca sagrada, y es casilo más absoluto de lo absoluto en la historia del pensa-miento humano. Hay un libro de física que se usa comotexto, el cual dice claramente: "La relatividad se aceptaahora como una clase de fe".* Esta declaración, aunquees absolutamente sorprendente, por lo que dice que es laciencia, infortunadamente es demasiado cierta también.

En los grandes días del siglo XIX, los físicos estabanconvencidos de que todo marcha según las leyes natura-les. Estas leyes de la Naturaleza tenían que ser descu-biertas, después de lo cual sería posible resolver todo.Los cursos de los astros, todos obedecían a la ley de lagravitación. Para ellos, la luz estaba constituida porvibraciones, y éstas se comprendían casi completamente.La electricidad era lo que mas problemas causaba; peromuchas de sus leyes habían sido descubiertas, y se creíaque el resto de ellas serían descubiertas con el tiempo. Yque, cuando todas las leyes de la Naturaleza estuvierandescubiertas, sería posible predecir todo, con sólo tenera mano los datos necesarios. Pensaban que si podíamossaber la posición y la velocidad (y tal vez otros pocosdatos) de cada átomo de la materia del universo entero,entonces las leyes naturales podían emplearse parapredecir completamente el curso futuro de todo el siste-ma del universo. Esta manera de creer se llama determi-nismo, y les pareció bastante plausible hasta el fin delsiglo XIX. Pero la teoría de los quanta se desarrolló enel cruce entre los siglos XIX y XX, por lo cual sacudióseveramente al determinismo, y desde entonces, la físicaha perdido mucha de su confianza descarada en sí misma(con lo cual ha mejorado grandemente).

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La teoría de los quanta es un asunto tramposo. Paraentenderla cabalmente se requieren muchas matemáticas,y está muy lejos de ser fácil la explicación de sus impor-tantes conclusiones, sin hacer exageradas simplificacio-nes. R. C. Toldman profesor de química física y dematemática física en el Instituto Tecnológico de Califor-nia, dice al respecto lo siguiente: "De acuerdo con elprincipio de incertidumbre de Heisenberg, vemos ahoraque no es suficiente el conocimiento completo del esta-do del sistema físico, en algún momento determinado,para que podamos hacer una predicción exacta sobre elcomportamiento futuro del sistema. Lo mejor que po-demos hacer es realizar cálculos estadísticos con respectoa cuál sería ese comportamiento futuro que se puedeesperar como promedio. Como consecuencia de ello,ahora tenemos que considerar la conexión entre la causafísica y su efecto como algo estadístico, y dejar la ideade que el comportamiento del mundo físico está deter-minado estrictamente".*

Estas palabras escuetas significan que los físicos handescubierto ya que el determinismo no es eficaz cuandose aplica a cosas sumamente pequeñas, consideradasindividualmente, tales como los electrones y los átomos.No pueden predecir lo que va a hacer el electrón, nicuándo lo va a hacer. Pueden decir algo con respectoa un gran número de electrones, en forma de promedio.Pueden decir, por ejemplo, que de un millón de electro-nes, "600.000 realizarán tal y tal maniobra dentro deun segundo, y que 400.000 no la realizarán. Y aunqueen el evento pueden entrar 600.001, o tal vez 600.002,¿qué es un electrón, o qué son dos entre tantos? Para elpropósito ordinario y práctico, la incertidumbre conrespecto a uno o dos electrones no importa nada, puescuando tratamos normalmente de electrones, no habla-mos de simples millonés sino de quintillones, pero encualquier cantidad que se tomen, el anticuado determi-nismo ha desaparecido.

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Ahora se cree que nunca será posible predecir loseventos completamente, no importa cuánto conocimien-to se tenga actualmente, aunque sea sumamente amplio.Este es un gran cambio con respecto a la idea del sigloXIX. Pero, aunque todos los físicos bramen y rujanreclamando un cambio fundamental de nuestra filosofíabásica en atención a la relatividad, muchos de ellos sonreacios a que se haga tal cambio en atención al "princi-pio de indeterminación de Heisenberg". Sir ArthurEddington, y algunos otros, afirmaron que este principiode incertidumbre (indeterminación) toma en considera-ción el libre albedrío. Se abstuvieron cuidadosamentede afirmar que "prueba" el libre albedrío (no lo prueba,solamente lo toma en consideración); pero otros físicosles han caído encima, por haberse atrevido a decir talcosa. La actitud científica ortodoxa es que sólo los po-pularizadores de la ciencia y los que andan en pos desensacionalismos, que no entienden las altas verdades dela física moderna, tienen la idea de que el descubrimien-to de Heisenberg tiene alguna relación con el antiguoproblema del libre albedrío. El profesor Toldman lodice del siguente modo: "La opinión del buen físico,de que el principio de indeterminación le devuelve almundo el libre albedrío y la responsabilidad moral, casino puede considerarse como sensible. Hasta donde yosé, la responsabilidad moral nunca ha salido del mun-do".*

Hay una razón que explica esta curiosa reverenciade los físicos hacia la obtención de cualesquiera conclu-siones importantes de su propio descubrimiento de inde-terminación. Esa razón es que ellos nunca antes habíansacado la conclusión propia del principio de certidum-bre. En los tien pos antiguos (digamos hace cien añoso más), cuando los científicos eran más claros, mejorespensadores y mejores filósofos, se creía que la naturalezainanimada seguía un patrón completamente determina-do; pero no se tenía ninguna clase de certeza sobre si la

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materia de los seres vivos seguía la misma norma. Pudohaber habido una "fuerza activa" o un "élan vital" (ocualquiera otra cosa de cualquier nombre) que era lo quedistinguía a la materia viva de la materia muerta. Entiempos mucho más recientes, los científicos comenza-ron a pensar, realmente sin ninguna razón que los obliga-ra a ello, que eso no era así. Y entonces supusieronque el determinismo se fue por el universo con la materiamuerta, la materia viva y todo lo demás. Pero, ellos nosacaron completa la conclusión de este hecho. Si lo quehace el lector en los próximos diez segundos está com-pleta y absolutamente determinado por la posición pre-sente y pasada de los átomos del cuerpo, entonces nohay eleccióñ, ni libre albedrío, ni responsabilidad moral.Los físicos modernos no izaron banderas de bienvenidacuando regresó la responsabilidad moral, simplemente,porque no cayeron en la cuenta de que se había marcha-

do.Pero, dejando a un lado, momentáneamente, estos al-

tos reinos filosóficos, podemos observar a los químicos,que son primos hermanos, si no son hermanos, de losfísicos. Los químicos son en general como los físi-cos, tal vez un poco menos. Ellos no incurren muchoen los mismos errores maravillosos. Mucho de lo quehacen los químicos es un arte culinario, en vez de sercienciá verdadera. Tienen sus momentos y sus recursosde legítimo orgullo. Ellos no dividen átomos como losfísicos, más bien los unen, la cual es una actividaddigna de loa. Su lema es el mismo que lleva el papel decorrespondencia de una de nuestras firmas químicasmás grandes: "Mejores cosas para una vida mejor,mediante la química". Los químicos usan mucho lasmismás persuasiones que usan los otros científicos ensu propaganda y en sus razones explícitas por las cualesuno debiera preocuparse por esa ciencia; y ademásagregan cierta nota histérica que parece caracterizar a losartistas del tubo de ensayo: "Después de siglos de arduo

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trabajo, un prolongado e incierto amanecer se deshacepara dar paso a un pleno día fulgurante cuando, al fin,en la mitad del siglo pasado, los químicos aprendierona unir algunas de las unidades estructurales de la materia,y a convertirlas así en sustancias nuevas. A este procesose lo llama síntesis. Con el advenimiento de la químicasintética nació el mundo moderno".*

Estas son las razones exotéricas; y las razones eso-téricas son éstas: " . . . No tanto para impartir unconocimiento detallado de una amplia serie de hechos,como para crear un espíritu científico, un espíritu detolerancia, de aventura intelectual y de honestidadintelectual, el cual busca siempre aumentar nuestro co-nocimiento del mundo externo, y basar ese conocimien-to, no en la tradición ni en la autoridad, sino en hechoscomprobados".** La misma historia antigua. ¡ Ojaláfuera cierta!

Los químicos tienen el hábito de comenzar en lamitad de las cosas, y luego hacer cortas excursiones haciaatrás. La clase de Química I se reune con sus 300alumnos enérgicos, por primera vez, para oír al granhombre que anuncia con voz rugiente: "El átomo dehidrógeno está constituido por un electrón y un protón".Más tarde es cuando ellos van a investigar qué significanlas palabras "átomo", "electrón", "protón", y aún mástarde, cuando van a descubrir (si acaso los descubren)algunos de los hechos que hacen que los científicoscrean en estas cosas. Más tarde, la clase puede embarcar-se en un proyecto de construir con madera y alambre, elmodelo sumamente complejo que demuestra lo que sesupone que es el átomo. No hay necesidad de decir quesólo unos pocos estudiantes que desean especializarse enquímica hallarán, después de años de estudio, la eviden-cia experimental sobre la cual se basan todas estascomplejidades; y cuando ellos lleguen a ese punto, yatoda la teoría de la estructura atómica puede ser com-pletamente diferente.

Queda, pues, absolutamente

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descartada cualquier pretensión de inculcar la virtud dereservar el juicio hasta que se tengan todos los hechos.Pero hay otras virtudes. El químico cree que el enfoquecuidadosamente simplificado de la estructura atómicaes "evidencia maravillosamente inspiradora de una uni-dad cósmica penetrante (casi religiosa)".*

Para evitar que los intrincamientos de la estructuraatómica se vuelvan en conjunto demasiado excitantes,se introducen fragmentos históricos de vez en cuando.Esto se hace porque se cree comúnmente, en las univer-sidades, que un poquito de historia de la química contri-buye a la cultura. Puesto que nadie tiene ninguna idea

clara sobre lo que es la cultura, es difícil que los huma-nistas les contradigan eso a los científicos, quienes seanotan, de ese modo, otro triunfo en la batalla con-tinua que sostienen para aumentar las apropiaciones.

La "cultura" y el "interés humano" son arrastradospor el cuello y metidos en la química en forma depequeñísimas biografías de químicos famosos del tiempopasado. Juan Dalton, padre de la teoría atómica, nacióen Inglaterra en 1766. Fue maestro de escuela enManchester. "La teoría atómica, sobre la cual descansaprincipalmente su fama, la publicó en 1807. Era hombrede carácter sereno, retraído y modesto. Dalton halló

su mayor satisfacción en la búsqueda de la verdad

científica. Habiendo alcanzado estos logros, y habiendoalcanzado su nombre el reconocimiento y el honor,tanto en su país como en el extranjero, Dalton murióen Manchester en 1844" **Uno de los contemporáneos,Avogrado, y otro que llegó a ser químico más tarde,Cannizaro, los cuales contribuyeron grandemente en elmismo asunto, no se tienen por dignos de publicarlesbiografías posiblemente porque eran italianos. Lavo-

isier, aunque era francés, siempre tiene su biografía, porcausa del dramático fin de su vida. El fue guillotinadoen la Revolución 'Francesa, mientras se le dirigían estasdespectivas palabras: "La Repúblia no necesita sabios".

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Las cosas realmente interesantes con respecto a estasbiografías no se dicen. Manchester tiene la reputaciónde ser una ciudad muy monótona, y la biografía co-rriente de Dalton sólo ayudó a confirmar eso. Pero enla primera mitad del siglo XIX, la ciudad estaba muylejos de ser monótona. Eso le vino precisamente enmedio de la revolución industrial, y en las angustias detrasformarse de pequeña villa en una gran ciudadmanufacturera. Dalton no vino por accidente, es decir,no fue la figura sobresaliente lanzada al mundo casipor un error de un pueblo desconocido. Hubo muchascosas interesantes que salieron de Manchester: la Es-cuela de Economistas de Manchester, el ComercioLibre, El guardián de Manchester. Y se decía: "Loque Manchester piensa hoy, Londres lo pensará maña-na". La conocida biografía de Dalton se apega sóloa Dalton, sin ofrecer nada especial que haga interesanteslos hechos biográficos y dignos de ser conocidos, alencadenarlos con el resto de la historia.

De cualquier modo, los químicos recuerdan lo queellos mismos dicen con respecto al método científico(más o menos hasta la mitad). Raras veces fallan endar un relato tedioso de algunos de los experimentosimportantes de Lavoisier, para demostrar cuán libreestaba él de prejuicios, cómo aprendió la verdad de lanaturaleza, y todo el resto de artificios corrientes. De lateoría atómica de Dalton, ellos pesan cuidadosamentetoda la evidencia, y demuestran que la hipótesis explicalos hechos. Ellos conservaron esa manera de ser hastala última parte del siglo XIX, y luego cayeron en unestilo mucho más fácil: el de decir simplemente cuálesson las teorías y dejar que los hechos vayan agregados.Uno pensaría que el famoso método científico muriócon Lavoisier en la guillotina, o que fue sepultado conDalton en Manchester.

Si se amontonaran los ídolos de los científicos, unosencima de otros, a la manera de una pila totémica, el de

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encima sería un fetiche burlón llamado Medición. Tantolos químicos como los físicos se postran para adorarlas mediciones. Ellos explican muy ciertamente quesólo mediante cuidadosas mediciones han podido avan-zar las ciencias físicas; que casi cualquiera puede inven-tar alguna explicación vaga, cualitativa e imprecisa decualquier cosa de la física, pero que estaría propensaal colapso cuando se someta a la prueba cuantitativa.

Por otro lado, si una teoría puede explicar las cosas,se espera que las explique, no sólo en una manera bruscay general, sino con detalles exactos. Así podemos tenermayor confianza para suponer que esta teoría es verda-dera, o por lo menos sumamente plausible. Por ejemplo,la teoría ondulatoria de la luz requiere que la velocidadde la luz sea menor en el agua que en el aire; pero novagamente menor. Tiene que ser 25 por ciento menor,ni más ni menos. Las mediciones confirmaron esto. Yesta teoría famosa ha demostrado de muchas otras ma-neras acuerdo exacto con las mediciones. El científicofísico, por tanto, mide las cosas para ver si concuerdanprecisamente con su teoría; y si no tiene la teoría en elmomento, de todos modos toma las medidas, con laesperanza de que la teoría aparezca más tarde. La me-dida viene a ser la segunda naturaleza del científicofísico. El mide por la fuerza del hábito. Esta es laexplicación del extraordinario grado de pesadez quepenetra en los períodos de laboratorio en los cursos defísica; una pesadez tan aguda que, para muchas personas,es la experiencia más amarga de la educación.

El físico ve todas las cosas por sus medidas, y piensaque debe adoctrinar a sus alumnos sobre este particular.Mostremos un imán a un físico y también a un hombrede la calle. ¿Qué sucede? El físico quiere medirle el"momento magnético"; el otro señor prefiere usarlo pararecoger agujas de algún fonógrafo. Si hay algún peso, elfísico tiene que pesarlo; y si el peso está "cayendolibremente por ley de gravitación", tiene que medirle la

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velocidad y la aceleración; si es la electricidad del cuarto,tiene que saber de cuántos voltios es, y de cuántos ci-clos; y cuando se conecta la corriente, tiene que medirlos amperios y contar los electrones. Si hay luz en elcuarto, tiene que medirla en lúmenes (medida deluz). Y si un taladro neumático comienza a funcionaren la calle, el físico, en vez de taparse los oídos con losdedos, mide el sonido de decibelios, (décima parte delbel, unidad de medida de los sonidos).

Puesto que las medidas son tan terriblemente impor-tantes, es completamente natural que los físicos tenganideas definidas al respecto. Sobre todo, es necesario quelos diversos físicos, que trabajan tal vez en diferentespartes del mundo, sean capaces de obtener iguales medi-das de las mismas cosas (como, por ejemplo, la velocidadde la luz, o la masa de la tierra, o la intensidad de lasradiaciones solares). Para poder hacer esto, ellos handesarrollado las llamadas "definiciones de operación",que son descripciones claras, no de lo que se va a medir,sino de los medios precisos que deben adoptarse pararealizar las mediciones. En vez de explicar qué es unacosa, dicen cuántas veces es más grande que otra (y esoes realmente medir). Así, para el físico, la manera demedir una cosa es con esa misma cosa: la luz mide pre-cisamente tantos lúmenes, el ruido, tantos decibelios, elimán, tantas unidades de momento magnético. Y así, lamanera de explicar cualquiera de los conceptos másabstrusos de la física, es hacer que los estudiantes lomidan de una vez; aunque fácilmente podemos encon-trarnos con que la víctima del curso de física puede ha-cer perfectamente las operaciones, obtener exactamentelas medidas correctas, y aún no tiene ninguna idea sobrelo que ha medido.

"Cuando uno puede medir aquello de que está ha-blando, y lo expresa en números, ya sabe algo conrespecto a ello; pero cuando no puede medirlo, ni puedeexpresarlo en números, el conocimiento que tiene es

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escaso e insatisfactorio: puede ser el comienzo delconocimiento, pero apenas si ha avanzado su pensamien-to hacia el estado de la ciencia": Así estableció su ley

Lord Kelvin. Y aunque completamente equivocada, esavez obtuvo el respaldo de la ciencia oficial moderna. Noes verdad que cuando uno puede medir aquello de quehabla, ya sabe algo sobre ello. El hecho de poderlomedir ni siquiera prueba que tal cosa existe. Esto puedeparecer extraño, pero es cierto, y hay muchos ejemplosen la física. Tomemos el éter, por ejemplo. ¿No midie-ron la razón entre su elasticidad y su densidad? Peroese hecho no hizo que la existencia del éter fuera cierta.Tomemos otro ejemplo de la astronomía. Vayamoshacia atrás un tiempo considerable: el antiguo astróno-mo Tolomeo y Copérnico, el astrónomo del Renacimien-to (y todos los astrónomos que aparecieron entre ellos),explicaron los movimientos de los planetas de acuerdocon una teoría llamada por ellos "epiciclos", a la cualllegaron mediante la aplicación del moderno métodocientífico. Estos epiciclos se medían, y el tamaño seregistraba con gran precisión. Sin embargo, los epicicloshan desaparecido por completo. Durante 300 años omás, ningún astrónomo ha usado epiciclos, ni cosas quese parezcan.

Si uno mira, digamos, el borde de una tabla, sabeque la tabla está allí, y la puede medir, poniendo unaregla tantas veces cuantas sean necesarias sobre su borde.Pero el hecho de que la puede medir no es el que deter-mina que uno sepa que la tabla está allí. Completamentelo contrario: uno la puede medir, porque realmente estáallí. Y uno la mide tomando un patrón de comparación:la regla. Y poniéndola sobre lo que se mide: la tabla.Estas son medidas genuinas, y sólo pueden medirse asílas cosas que realmente existen. Infortunadamente, hayen física muchas mediciones que no se hacen en modoalguno de esta manera genuina.

Cuando los físicos dicen que el diámetro del átomo

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de hidrógeno mide la diezmillonésima parte de uncentímetro, ¿acaso quieren decir que tomaron una regladividida en diezmillonésimas de centímetros, la pusieronsobre el átomo de hidrógeno e hicieron la comparación?No, ni en lo mínimo. Ellos no hicieron nada de eso.Simplemente, hicieron una hipótesis. Luego pensaronque si el diámetro del átomo fuera la diezmillonésimaparte de un centímetro, entonces el resultado de talexperimento debería ser éste o aquél, exactamente loque ya se sabía que era. La misma clase de "medición"indirecta se hizo en el caso de los epiciclos y en el deléter; se pensó que si la razón entre la elasticidad y ladensidad del éter fuera ese enorme número, entonceslas propiedades directamente mensurables de la luzserían precisamente las que se habían hallado.

Muchas de las mediciones de los físicos son de estaclase indirecta, que no dan ninguna prueba sobre laexistencia de la cosa que se afirma que se está midiendo.No es verdad que sepamos algo sobre los átomos enrazón de que los átomos han sido pesados, medidos ycontados, aunque los físicos a menudo implican eso ensus declaraciones. No es verdad que sabemos que existenlos átomos por el hecho de que hay ciertas clases detrabajo en física que se describen como "trituración deátomos"; puede ser que los físicos estén completamenteengañados al pensar que los resultados que obtienen desus ciclotrones están relacionados en alguna forma conlos átomos. No es verdad que tiene que haber átomos,pues aunque es cierto que existe la bomba atómica,todavía queda la pregunta: ¿Es realmente atómica?Está dentro de los límites de lo posible que los físicosque existan dentro de cien años miren restropectivamen-te y se diviertan al pensar en los días cuando los científi-cos pensaban que esa bomba cruda que tenían, guardabarelación con los átomos. Entonces dirán: "Así decíanellos. Por supuesto, ahora comprendemos mejor eseasunto".

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¿Tenemos, entonces, alguna prueba de que existenesas cosas que llamamos átomos? La respuesta es quela física nunca puede probar las cosas del modo comolas prueban las matemáticas: eliminando todas las alter-nativas posibles. No es posible decir cuáles son esasalternativas posibles. En el presente, nadie puede pensarsobre alguna alternativa para la teoría atómica, pero esono prueba que mañana o pasado mañana no puedaalguien pensar en alguna teoría absolutamente sorpren-dente y nueva que excluya los átomos. Y así la teoríade la existencia de los átomos no está probada; sóloestá considerada como sumamente probable. Pero se havuelto sumamente probable. Las evidencias que nosllevan a creer en los átomos son muchas, y a pesar deser muy diferentes, todas nos conducen en la misma di-rección.

La medición de un átomo no prueba su existencia; nitampoco muchas mediciones, si siempre son exactamen-te las mismas medidas, porque no se le agrega nada enparticular si se repite muchas veces el experimento. Pe-to los átomos pueden medirse mediante varias clases deexperimentos, y el hecho de que en todos ellos sea deigual tamaño nos da mucha confianza de que lo que seestá midiendo es un átomo que realmente existe. Laexpresión "mucha confianza", dice menos de lo que sequiere decir. La evidencia de los átomos es tan grandeque es sumamente improbable (aunque no es completa-mente imposible) que alguien explique alguna vez todoslos hechos que se conocen ahora, sin usar átomos de al-guna naturaleza. Esto es casi suficiente para comprobartodos los propósitos prácticos, y justifica ciertamenteque los físicos sigan adelante, como lo hacen, con una feinconmovible en sus átomos. Y aún con eso, hacen másde lo necesario. Un físico dijo una vez: "Una de las co-sas que distingue a nuestra generación de todas las ante-riores es esta: NOSOTROS HEMOS VISTO NUESTROSATOMOS".* El no quiso decir exactamente eso. El

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sabía que hay muy buenas razones para pensar quenunca podremos ver átomos. La idea que tenía ensu mente se puede traducir así: "El sendero de un sim-ple átomo de alta velocidad se puede observar y foto-grafiar tal como se puede observar la huella de una estre-lla fugaz". Sólo quiso decir que él puede ver las huellasdel átomo.

Ahora, supongamos que algún cazador anuncia: "Viun tigre en Long Island ayer". Si se le pregunta qué qui-so decir con eso, explicaría que lo que quizo decir fue:"Vi las huellas de un tigre". ¿Se le creería eso en el club?

Aunque es fácil echarles la culpa a los físicos porexcesos y algunas exageraciones, cuando hablan sobresu propio tema, también es fácil alabarlos. La enormeimportancia de su ciencia ha llegado a ser reconocidarecientemente. En la última guerra, todos los avancesnotables (el radar, las espoletas de aproximación, elvuelo ciego, la gran bomba atómica) se debieron a losfísicos. En la guerra anterior, los químicos recibieronese honor. Ellos perfeccionaron horribles explosivos ylos más atroces gases venenosos. En el tiempo quetrascurrió entre las dos guerras se vieron fotogra-fías horrorosas en las cuales aparecía un químico vam-

piresco con una mirada penetrante sobre un tubo deensayo, mientras el resto de la población tenía que andarcon máscaras antigás. Estas posibilidades de hacer elmal convierten a los químicos en las personas más temi-das y respetadas. Y, con la influencia social que les ganóeste prestigio, continuaron adelante con la producciónde rayón, nilón, cauchos mejores, baterías, gasolina,narcóticos, plásticos, etebrina y DDT. Esos veinte añosy pico fueron el gran período de la química aplicada.

La expresión "profesor de física" tenía en esos díasel significado de una persona tímida y risible que se escu-rría furtivamente por la ciudad universitaria. Ahora elasunto es completamente direrente. Los profesores defísica se mantienen erguidos y son muy capaces de acer-

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carse al despacho del rector de la universidad, darle unapalmada en la espalda, y decirle: "¿Qué le parece si nosda un millón de dólares para el laboratorio nucleónico7

Los físicos dicen, en su propaganda, las razones porlas cuales la otra gente debe ponerle atención a lo queafirman ellos. Y los físicos dicen más de lo necesario.Pero, en cuanto a eso, todos hacen lo mismo. Y sejustifican ciertamente por lo menos algunas de las afir-maciones de los físicos. Es verdad que la física da unamaravillosa enseñanza sobre el pensamiento lógico ypreciso (con respecto a los físicos). La física dependeverdaderamente de experimentos que se reproducenexactamente, y sus hipótesis son hechas con toda lalibertad posible del prejuicio dogmático. Y, si éstasfueran las cosas realmente importantes de la vida, lafísica sería un estudio esencial para todo el mundo.

La física es una materia espléndida hasta donde puedellegar, pero no llega muy lejos. No pasa de ser física(lo relativo al mundo físico). Los físicos no estánsiempre completamente enterados sobre las limitacionesdel método que usan para hacer las cosas. Pero ellospudieran contradecir esto con sólo hacer una pregunta:¿Y quién está completamente enterado de las limita-ciones del suyo? El abogado ve las cosas en función deleyes y casos; el soldado las ve en función de la defensanacional y de la preparación militar que ha recibido;el periodista, en función de títulos y noticias adelanta-das; los educadores, en función de aulas y horas semes-trales; la Asociación Nacional de Industriales, en funciónde la manufactura. Y los demás las ven de acuerdo conlo que hacen.

Si queremos saber cuáles son las limitaciones de losfísicos, no debemos acudir a algún físico. Pero, de quetiene limitaciones, no hay duda: consideremos el cuadroque nos presentan. Es un mundo formado de electronesy protones (¡ Ah, sí, y también de positrones, y neutro-nes, y deuterones, y mesotrones, y algunos otros ones)

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que están contínuamente en interacción, y algunas vecessaltan de un lugar a otro de modo imprevisible. Pero,¿debe considerarse el universo en función de protonesy electrones? ¿O se debe considerar en función de lobueno y lo malo? Con sólo hacemos estas preguntas,estamos reconociendo una limitación muy importantede los físicos.

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LA BIOLOGIA:CONOCETE A TI MISMO

"Toda persona que vive hoy desciende de una líneaininterrumpida de antepasados desde hace once millonesde años, los cuales se han apareado por lo menos unavez en el trascurso de su vida. Es totalmente cierto quela mayor parte de estos antepasados casi no supieronpor qué se apareaban, ni previeron las consecuencias.Simplemente seguían un patrón de conducta (como elamor maternal) impuesto por ciertos elementos quími-cos maravillosos que tenían en el torrente sanguíneo".*

Tal vez ellos no previeron las consecuencias, pero sísabían por qué se apareaban: hallaban placer en el apa-reamiento.

Evidentemente, en biología hay la misma tendenciaal disparate absoluto y pomposo que caracteriza a todaclase de ciencia. Pero, ¿tiene la biología las virtudes dela ciencia? Eso es discutible.

Si una de las razones por las cuales nos deberíapreocupar la ciencia es el pensamiento lógico, entoncesla biología debe desaparecer del mapa. Si uno toma uncurso de biología, o lee cualquiera de sus libros de texto,encontrará muy poco que pueda llamarse científico, enel sentido científico de la palabra. Porque en ella nohay prácticamente nada que no sea hechos descriptivos,y los hechos solos no hacen la ciencia.

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He aquí un ejemplo representativo de lo que ofrecela biología" (no un resumen completo, puesto que seríamuy tedioso, sino lo suficiente para adquirir alguna ideade ella). La sustancia fundamental de la materia vivientese llama protoplasma. La materia viviente está organiza-da en células. Los animales más sencillos son de unasola célula. Las plantas sintetizan los hidratos de carbo-no por medio de la clorofila. La estructura de un tibu-rón es . . . (aquí hay que seguir un montón de detallesdescriptivos del tiburón). El cuerpo de cualquiera delos animales superiores, incluyendo al hombre, es muyparecido al del gato (y, por supuesto, hay que despeda-zar el gato). El sistema nervioso es de esta manera en elmamífero, de esa manera en el reptil, y de aquélla en elpez (y lo mismo se dice con respecto al esqueleto y aotros sistemas). La reproducción se efectúa mediantela función de ciertas glándulas llamadas gonadas. Yseguimos: anabolismo y catabolismo; estímulo y respues-ta; talofitas, briofitas, pteridofitas, espermatofitas; pa-rásitos y aves rapaces; la sucesión de las plantas en lagu-nas; los insectos sociales; y así continúa hasta el fin delcurso. ¡ Caramba! ¿Dónde puede ser científico todoesto? Uno puede obtener altas notas en el curso, yleer hasta el fin del libro de texto, sin encontrar ningúnorden de razonamiento.

La ciencia genuina comienza también, por supuesto,con hechos descriptivos, pero hace mucho más que eso:los explica, haciendo hipótesis o teorías que tienen queconcordar con el experimento, preferiblemente de unmodo exacto y cuantitativo. Los "átomos" de la físicaexplican muchísimas cosas. Así también las "ondas" olos "corpúsculos" ( no importa cuáles de ellos) en quehan pensado los físicos para explicar la luz. Eí seguir lasconsecuencias de estas hipótesis le dilata considerable-mente a uno los músculos de la mente; y el esfuerzode seguirlas ciertamente justifica algunas, pero no todaslas afirmaciones extravagantes de los científicos. Pero

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uno puede aprobar un curso de biología con sólo tenerbuena memoria (aunque hay muchas otras maneras deejercitar la memoria).

Un ejemplo típico de lo que sucede en biología es elde la "teoría de la célula". Esta goza de una brevehistoria original: En 1838, un botánico alemán llamadoSchleiden notó que, en un gran número de plantas, lostejidos vivientes siempre estaban divididos en células.Un año después, el zoólogo Schwann hizo la mismaobservación en tejidos animales. Los dos científicos sereunieron y quedaron admirados de la similitud de susdescubrimientos que habían hecho en esos dos camposdiferentes. De ahí resultó la teoría de que todos losorganismos vivos están divididos en células. "Hoy sa-bemos que la teoría celular de los organismos vivos esun hecho: ya no es sólo teoría". Entonces, ¿qué?Entonces los tejidos vivientes de todos los seres vivosse dividen en células. Esta no es una teoría, en el sentidoen que los físicos entienden esta palabra, sino una sim-ple declaración de la observación de los hechos.

¡ Y, sin embargo, el biólogo admitiría cándidamenteque hay algunos organismos vivos que no tienen células!Esas son cosas degradadas que se llaman moho orgánico.Los biólogos llegan a esa conslusión por medio de unasutileza típica de los científicos: todas las células tienennúcleo (otra declaración sobre un hecho observado);el moho orgánico tiene muchos núcleos, pero en vez deestar separados por paredes celulares precisas, están dis-persos como se sirven las ciruelas en el budín. Debeser que estos organismos inferiores están constituídospor células degradadas y que las paredes celulares sehan desvanecido. Así que, hablando estrictamente(puesto que los científicos insisten en que ellos hablanestrictamente), la teoría (o mejor dicho, la observación)no es verdadera.

Luego, basta pulir un poco la declaración, y paradisfrazar un poco la sutileza, se puede hacer un pro-

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nunciamiento oficial de algún modo, con palabras quesuenen como si la afirmación tuviera significado, talescomo estas: "La célula es la unidad fundamental dela vida". Cualquiera puede aprender y recordar estadeclaración, y si alguna vez tiene que someterse a uninterrogatorio de biología, esa es la respuesta; eso es loque se espera que se escriba. Y, sin embargo, ¿qué signi-fica esa declaración? Si la célula es una unidad, en elsentido de que los organismos más grandes se formande células, la tal declaración sólo vuelve a repetir elhecho de que los organismos vivos están formados porcélulas (excepto aquellos que no lo están). Pero si lacélula es la unidad fundamental, ¿qué significado tieneel adjetivo fundamental? Debemos pensar en esto todoel tiempo que queramos y podamos, pero si nos tocaresponder algún interrogatorio, no nos afanemos, puesnunca se nos preguntará qué significa tal palabra.

Otra de las ideas gloriosamente vagas de la biología esla del protoplasma. El protoplasma es la sustanciaviviente fundamental, el contenido de la célula. Es vivaen sí misma, y cuando muere, comienza inmediatamentea descomponerse, y deja de ser protoplasma. No existeprotoplasma muerto. La composición química del pro-toplasma es sumamente compleja, y no es igual ni siquie-ra en dos animales o plantas, aunque tengan relaciónestrecha, y es probable que no sean enteramente igualesni en dos individuos de la misma especie. Pero losbiólogos lo llaman "protoplasma" sin importar de dóndeprocede. Protoplasma es una palabra conveniente, tanconveniente que los biólogos están convencidos de quetodo lo que se llama protoplasma es, en alguna maneramisteriosa, lo mismo, aunque sea diferente en realidad.Ellos no son capaces de explicar precisamente en quéforma es igual todo el protoplasma. Por tanto, se refu-gian en una declaración altisonante: "Todo protoplasmaes esencialmente igual". Y nadie les pide que expliquen,por lo que más quieran, qué es lo que desean decirnos

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con eso. El significado, si es que tiene alguno, es estric-tamente místico, o, como lo dirían ellos, "metafísico".

La verdad es que los biólogos no piensan, por lomenos en el sentido estrecho, en llegar a conclusionesformales a partir de premisas definidas. Sus procesosmentales se desarrollan por analogía. La analogía es unamaravillosa forma de pensar, muy útil y de lo más impor-tante. Y la biología está saturada de analogías. No hayalgo peor que un horrible batiborrillo de hechos confu-sos; y los hechos son confusos, a menos que tengan al-gún ritmo o alguna razón que los explique. Los físicosbuscan la razón de sus hechos; los biólogos buscan algoque se parece mucho al ritmo. El ritmo es una clase deanalogía. Observemos con cuidado, dicen ellos, y conun poco de imaginación, el brazo del hombre, la patadelantera del caballo, el ala del murciélago y la aletade la ballena, y veremos cómo aparecen analogías clarasy bellas; porque todos estos miembros tienen los mismoshuesos, y en el mismo orden, modificados de varias ma-neras. (Los biólogos preferirían aquí la palabra "homo-logía", y conservarían la "analogía" para otras clases desemejanzas, pero siempre usarán palabras en sentidotécnico y especial). El feto humano presenta clarasanalogías con el del pez, y, usando más vigorosamentela imaginación, el biólogo puede apreciar parte del oídohumano en la mandíbula del pez. Esta habilidad de ha-cer analogías, esta capacidad fina y arrebatadora de versemejanzas en medio de las diferencias es la grandezade la biología; pero los biólogos no saben esto; ellosse alaban por razones equivocadas. Han estado siemprefascinados e intimidados por el superior prestigio de lasciencias físicas exactas, y creen que deben imitarlas. Asíanuncian solemnemente que están "haciendo hipótesis"y "probándolas" a la manera de los físicos.

Para continuar en su esclavitud de imitar a los físicos,los biólogos piensan que ellos deben darle definicionesprecisas a su terminología. Los resultados son ridículos.

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Es sumamente difícil definir la vida. Afortunadamenteno hay ninguna necesidad de definirla. El estímulo y larespuesta los definen uno en función del otro. Ningúnbiólogo puede definir la especie, y en cuanto a géneros,todos los intentos se reducen a lo siguiente: "Géneroes la agrupación de especies que algunos notables espe-

cialistas en taxonomía han llamado géneros" (Y no esbroma, es la pura verdad).La biología consta de un gran número de analogías,

muy diferentes en verdad del pensamiento lógico y fríode los físicos.En sus alcances superiores, tales como la

genética, la bioquímica, laneurofisiología y otras logias,los

biólogos realmente hacen algunas hipótesis y lasprueban con experimentos, aunque, aun a esas alturasson capaces de hablar de "comprensión en funciónde . - . ", o de "recalcar este o aquel aspecto ... " En sucontenido sustancial, la biología no es pensamiento exac-to,

sino observación exacta, pensamiento imaginativocon asombrosas generalizaciones. "La unidad de la vida"es una frase sobrecogedora a la cual son muy adictos,aunque difícilmente se podría considerar esto como unexperimento confirmado, porque casi es imposible decirqué es lo que significa, si acaso tiene algún significado.

La más sorprendente y la mejor de todas las grandesgeneralizaciones de la biología es la teoría de la evolu-ción, si puede llamársela teoría, pues no ha sido probadapor medio de ningún experimento. Claro que no seríaposible regresar a las remotas eras geológicaspara averi-guar lo que sucedió realmente.

Por tanto, tal teoríasólo puede probarse de un modo muy limitado, median-te la observación de lo que sucede ahora. Los biólogoshan estado criando drosophila (es decir, las moscas delplátano, que son sus criaturas predilectas para esta clasede trabajo) durante miles y miles de generaciones; hanlogrado desarrollar moscas con ojos rojos, con alas cor-tas, sin pelo, enanas, aturdidas y de otros modos, tanmodificadas que no parecen moscas; pero nunca han

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tenido éxito en hacer que la drosophila evolucione haciauna mosca de diferente clase, y mucho menos hacia unacriatura de especie diferente. Pero los científicos se hanestado diciendo, y le han estado diciendo a los demás,que "los científicos siempre prueban sus teorías conexperimentos", tan frecuentemente que a fuerza de larepetición de sus brillantes experimentos, la evoluciónse ha hecho digna de que la crean los demás y aún losmismos científicos.

¿Qué es la teoría de la evolución? Es fácil sabereso de manera vaga, pero muy difícil saberlo precisa-mente. Eso sucede en consideración a que realmenteson dos las teorías: la vaga y la precisa. La teoría vagaha sido probada muchas veces con abrumadora eviden-cia, de tal modo que es imposible dudarla. La teoríaprecisa de la evolución no ha sido probada nunca. Sinembargo, tal como se hace con la relatividad, se aceptacomo un hecho de fe.

La evolución vaga es algo difícil de formular, precisa-mente por ser vaga, pero es sumamente fácil verla.Cualquier libro de biología está lleno de esta teoría. Hasido tan completamente popularizada que casi no haypersona que no la conozca. Esta teoría presenta lassorprendentes similitudes entre los cuerpos de los hom-bres y los de los monos; desde los más leves parecidosentre los hombres y los demás mamíferos hasta las se-mejanzas que tiene con los picudos ornitorrincos,, a loscuales llama Huxley "un museo de reminiscencias repti-les", y con los mismos reptiles, con los peces, tanto conlos selacios como con los teleósteos, y así sucesivamente,tal como puede verse en cualquier buen libro de biolo-gía. La evolución también indica el desarrollo embriona-rio: 'el embrión trepa en el árbol genealógico". Ytambién ofrece el testimonio de las rocas, según el cualhubo peces antes de haber reptiles, y reptiles antes dehaber mamíferos. Cualquier cosa que se pruebe de estemodo (parece probar que toda forma de vida está rela-

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cionada en alguna manera) es disputable.Pero, ¿en qué forma? Para contestar esta pregunta

necesitamos una teoría precisa.La teoría precisa de la evolución sostiene que todas

las formas de vida que existen hoy sobre la tierra proce-den de alguna forma original de vida, por medio de unaserie de cambios, los cuales, en cualquier punto, fueronnaturales y explicables para la ciencia.

Pues bien, G. K. Chesterton ha señalado la razón porla cual la evolución ha inspirado siempre tan intensointerés popular desde los días de Darwin. Es esta: quela evolución no es solamente científica, sino tambiénenvuelve lo moral, es decir, la conducta humana. Escompletamente diferente, digamos, de la teoría que diceque la Tierra gira alrededor del Sol o el Sol alrededorde la Tierra, puesto que en último análisis, desde elpunto de vista humano, es de muy poca importanciasaber quién da vueltas y alrededor de quién las da. Lacuestión en disputa con la teoría precisa de la evoluciónes si Dios les imprimió a las cosas un impulso evolutivoa intervalos frecuentes (o tal vez permanentemente), olas hizo al principio y las dejó que maduraran. En cual-quiera de los dos casos está Dios, a menos que uno creaque las cosas se hicieron por sí solas, pero el puntoimportante es si Dios "interfiere" en las cosas que haysobre la tierra o las deja que marchen por su cuenta. Losbiólogos nunca hablan acerca de Dios (tal vez hablende El los domingos, cuando no están en su trabajo),pues se considera impropio de un científico el hablar deDios. Con esta limitación, no pueden discutir apropia-damente las implicaciones de la evolución; y al mezclarla teoría vaga de la evolución con la teoría precisa, danla impresión de que las dos han sido probadas, mientrasque la teoría precisa está más lejos de ser probada quelos hombres de la posibilidad de llegar a Marte.

En cuanto a las evidencias de la evolución precisa,puesto que la evolución es un asunto muy delicado, lo

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mejor es dejar que hablen los biólogos. He aquí elprofesor Bateson: "Es fácil imaginar cómo evolucionóel hombre de la ameba; pero no podemos imaginarnosen forma plausible cómo evolucionaron la veronicaagrestis y la veronica palita, si alguna evolucionó de laotra o las dos evolucionaron de una forma común. Notenemos ni siquiera un indicio sobre los pasos por loscuales pasó el gallo argentado como descendiente delgallus bankiva, y casi no podemos creer que el unodescendió del otro".* Para el punto de vista grande yglorioso de los biólogos, la evolución es tan fácil comosolamente ella pudiera serlo, pero cuando hay que expli-car los detalles reales, comienzan las dificultades.

El profesor J. Arthur Thomson explica este asuntode la siguiente manera: "Muchos de los árboles genea-lógicos, a los cuales era tan aficionado Haekel, se hanvuelto pedazos. ¿Quién puede decir algo, excepto ensentido general, de los antepasados de los pájaros y delos vertebrados? El origen de las especies se publicó en1859, pero, ¿quién ha logrado en nuestro día llegar a laclaridad con respecto al origen de cualquiera de las espe-cies? "* * Y sin embargo, mientras más se acerca elcientífico a la conclusión de que no sabe nada precisocon respecto a la evolución, más se convence de la reali-dad de ella; "como fórmula modal", tiene cuidado alexplicarla, como si eso significara más que una cortinade humo detrás de la cual las cosas tienen dos modosde ser. Los árboles genealógicos, que tenían el propósitode indicar cómo evolucionaron los animales que hoyconocemos, son muy conocidos. Si indican que algúnanimal desciende de otro animal particular (excepto enalgunos casos restringidos), son embusteros. Los anima-les no descienden realmente de animales, sino de antepa-sados hipotéticos. Los árboles genealógicos presentandeterminado número de ramas, y en las puntas de lasramas aparecen el hombre, los grandes simios, los otrosmamíferos y, tal vez, si el árbol es bien amplio, aparece-

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cerán los pájaros, los reptiles, los anfibios, los peces yposiblemente otras cosas.

Tiene que haber una serie completa de animales quesuben por el tronco principal y siguen por todas lasramas hasta llegar a las puntas donde se hallan los anima-les de nuestro tiempo.

No hay ningunos. Los árboles de Haekel se han vuel-to pedazos, porque la madera que los sostenía era made-ra hipotética. Y sin embargo continúan apareciendo entodos los libros de aprendizaje.

J. Arthur Thomson también discute el asunto decómo empezó la vida. El- examina varias ideas, talescomo aquella de que vino de otro mundo (lo cuales petición de principio). O la de que comenzó porsí misma. También otra que él piensa que es diferente,es decir, aquella que afirma que Dios la hizo. O, digá-moslo como él mismo lo dice, citando a algún hilvana-dor de expresiones mágicas: "el protoplasma es unpuñado de polvo encantado por Dios". El retrocedehorrorizado de esta afirmación, porque piensa que ello"implica un abandono prematuro de la investigacióncientífica".

El profesor W.R. Thompson es un biólogo que hatrabajado brillantemente, basado en el conocimientoerudito del muy despreciado Aristóteles. Si él usara eltérmino "modal", realmente sabría su significado. "Quela evolución ha sido gradual y continua -nos dice- esuna inducción basada en ciertos casos particulares talescomo el del caballo y el de los elefantes; no es un hechoclaro que emerge del complejo de los documentospaleontológicos" También dice: "La doctrina darvi-niana, por tanto, ha sido usada, no como hipótesis detrabajo, en el sentido estricto de la palabra, sino comoprincipio de explicación que es suficiente para ilustrarpor medio de ejemplos, pero no por medio de la verifi-cación".*.

Citamos solamente a un biólogo más: al profesor

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R. S. Lull, profesor de Paleontología en la Universidadde Yale: "Desde el tiempo de Darwin, la • e voluciónha sido aceptada más generalmente por mentes informa-das. Para los hombres que piensan bien, no hay dudade que es la única manera lógica para poder interpretary entender la creación. No estamos muy seguros, sinembargo, con respecto al modus operandi, pero podemosestar seguros de que el proceso se ha realizado de acuer-do con las leyes naturales, algunas de las cuales no se co-nocen todavía, y tal vez nunca las podamos conocer".**

Y así los biólogos continúan "seguros". Pero unopuede sentirse tentado a preguntar: si algunas de lasleyes naturales son todavía desconocidas, ¿cómo pode-mos saber que existen? Y si algunas parecen inconce-bibles, ¿cómo podemos saber que son "lógicas"?

No es justo echarles la culpa a los biólogos por laexpresión "el eslabón perdido"; hay notables biólogosque no están de acuerdo con eso. Y es una expresiónsumamente confusa, en consideración a que sugiere quesólo hay un eslabón perdido. Sería más exacto decirque la mayor parte de la cadena se ha perdido, de talmodo que ni siquiera es completamente cierto que existala cadena. Con cada. descubrimiento de fósiles humanoso de animales superiores, el árbol genealógico se tornamás complicado hasta que comienza a parecerse a unacota de malla a la cual le faltan muchos anillos de unión.Cualquier laico desprejuiciado y prudente pudiera llegara la siguiente conclusión: "Puede suceder que algúndía el origen biológico del hombre sea tan claro comoel del caballo o el del elefante, o puede suceder que no.Esperemos a ver qué sucede". Los biólogos no son asíde cautos. Ellos tienen una fe inconmovible en LO QUELA CIENCIA HA DE HACER ALGUN DIA.

Un curioso cambio de tono se ha manifestado desdelos días de Darwin y Huxley y Herbert Spencer. Estosgigantes del siglo XIX hablaron en función de "la super-vivencia del más apto", expresión a la cual se le resta

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importancia en nuestro tiempo. Esto sucede en partepor razones técnicas legítimas. Los primeros darvinia-nos habían hecho un hincapié excesivo en la superviven-cia del más apto. Hay otros factores que tienen que te-nerse en cuenta con respecto a la evolución. Pero tam-bién se le ha restado importancia por razones ocultas.La supervivencia del más apto condujo al concepto de"pintar la naturaleza con dientes y garras". Esos no sontérminos suficientemente benignos para los científicosmodernos. Ellos prefieren expresarse en términos mu-cho más suaves: ciertas mutaciones tienen un "valor desupervivencia"; o lo dicen un poco más retorcido: "tie-nen valor positivo de supervivencia". En todo caso, so-brevivieron los que estaban más aptos para sobrevivir, detal modo que el significado de todo esto es que lasupervivencia del más apto es que la supervivencia serepite de nuevo, pero teniendo cuidado de que no suenetan áspera. La palabra "valor" es altamente apreciadapor los científicos, por causa de su habilidad para sacaral lector de sospechas (dejemos esto para capítulos pos-teriores).

¿Por qué debe uno incomodarse con respecto a labiología? Es algo difícil decirlo. Por supuesto, si lapregunta se hiciera de una manera un poco diferente,por ejemplo, ¿por qué debe uno estudiar los animales?,la respuesta sería completamente clara. Los animalesson interesantes en sí mismos. Algunas personas seinteresan más en ellos que otros; pero solamente lapersona hastiada y acostumbrada solamente a la ciudad,es la que no siente ni la más leve vislumbre de interés enlos animales salvajes, cuando los ve en la naturaleza. Alos niños, que no han tenido tiempo para hastiarse, lesinteresa ver los animales vivientes. Los indios y los sal-vajes, que no están acostumbrados a las ciudades, sonmagníficos observadores de los animales, y saben muchocon respecto a ellos. No saben las mismas cosas quesaben los biólogos oficiales, pero conocen los hábitos de

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los animales, y son capaces de seguirles el rastro, y deconstruir ingeniosas trampas para atraparlos, basados enel conocimiento detallado y preciso de sus hábitos. Perola biología regular, como todas las "logias", tiene que

ser científica, lo cual significa en la práctica que tieneque hacerse obtusa. Talofitas, briofitas, pteridofitas,espermatofitas son el catecismo más corto el botánico.

Una de las razones por las cuales los biólogos piensanque su materia es digna de estudiarla es para inculcarle ala gente un modo especial de ver las cosas, que es casitodo lo que les ha dejado el método científico practica-

do por los físicos. De esto resulta una jerga peculiarque contribuye en gran parte a que la biología oficialsea tan mortalmente torpe como lo es. Todo tiene queexpresarse en términos absolutamente impersonales. Siuna ardilla almacena nueces, no es para proveerse alimen-tos para el invierno, como uno supondría naturalmente,sino en respuesta a un reflejo que se inició por causa deltiempo frío, o tal vez por causa de los días más cortos.

Si una oruga o cualquiera otra criatura se muevehacia la luz, eso es fototropismo; si se aleja de la luz, esoes fototropismo negativo; y parecidamente, hay geotro-pismos, quimiotropismos, muslotropismos, e igual paravarias otras clases de movimientos.

Si uno le dice al perro que venga, está produciendoen el animal un reflejo condicionado. No permita elcielo que algún científico diga que un pollo cruza lacarretera para llegar al otro lado; eso no sería científico."toda su acción debe entenderse en función del estímuloy la respuesta". "El hambre es uno de los impulsos quehacen que las ratas de laboratorio se vuelvan activas".*"Aunque otras sensaciones tienen diversos grados dehedónismo, el dolor es notoriamente desagradable".

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El propósito explícito de todo esto es que sea"científico", en el sentido en que los biólogos compren-den la ciencia; pero hay también un propósito implícito,el cual raras veces se expresa abiertamente: es el de

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inculcar algún "ismo", que puede ser el materialismo, elmecanicismo el determinismo. No importa mucho elnombre. Esto lo ha dicho muy bien Alexis Carrel, quiense quejó de que los hombres "no han entendido que suscuerpos y sus consciencias están sujetas a leyes naturales,más oscuras que las leyes del mundo sideral, y tan inexo-rables como ellas".** Estaes una terrible afirmación,en caso de que sea verdadera, porque llega hasta la nega-ción del libre albedrío. Pero, ¿cómo podemos saber sies verdadera? Si los científicos no han descubiertoestas leyes, ¿cómo podemos saber que son inexorables?

Pero, si se objeta que el doctor Carrel fue un cripto-facista, y que lo que él dice está manchado desde suorigen, he aquí lo que dice la primera página del primercapítulo de la obra Los genes y el hombre, escrita porBentley Glass, profesor asociado de biología en la Uni-versidad de Goucher: "Toda característica del individuosólo puede ser resultado de la interacción del factorhereditario y del factor ambiental".*** Según esto, noes posible que el individuo haga alguna cosa por sí mis-mo. Cada vez que uno toma cualquier determinación, ohace uso de su "libre albedrío" en cualquier forma, nomerece el crédito por ello (ni la culpa cuando fracasa),pues lo que se haga será el resultado "de la interaccióndel factor hereditario y del factor ambiental". Si ellector escucha alguna vez afirmaciones tales como lasde Carrel y Glass, la mejor respuesta es decir primeroen alta voz: ¡Absurdo! Luego se puede_ retar al cientí-fico a que pruebe su afirmación. Así resultará que elcientífico no tiene ni rastro de alguna prueba para ello,y todo el asunto se convierte en otro ejemplo de LOQUE LA CIENCIA SIEMPRE VA A HACER ALGUNDIA. O, más bien, de LO QUE LA CIENCIA YA NOTRATA DE HACER, puesto que los físicos, como lohemos visto, han abandonado el determinismo. Estotodavía no les ha penetrado a los biólogos (aunque ellospiensan que sí). El determinismo es singularmente inep-

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to en biología, pues llega hasta mirar los seres vivoscomo si estuvieran muertos. Pero los biólogos continúanpensando en forma determinista, simplemente porque,como son científicos, no saben hacer algo mejor.

Muchos biólogos y profesores de biología piensanque, al enseñar esta materia, tienen que seguir el viejoconsejo: "Conócete a tí mismo". Para cumplir estepropósito, arreglan los cursos de tal modo que incluyanconsiderables conocimientos de anatomía y fisiologíahumanas. Eso es muy interesante y muy útil paraconservar la salud personal. En este caso son, también,cursos de dietética, que se amparan en el arte culinario.El ejercicio físico debe realizarse siempre, en dosisapropiadas, conjuntamente con la educación, aunquenadie piensa que el ejercicio físico es educación. Loprimero entrena el cuerpo, lo segundo ejercita la mente.Los estudios del hígado humano sirven mejor paraejercitar la mente que los estudios bien arreglados delarte culinario; y estos no son tan buenos para la saluddel hígado como un buen juego de baloncesto. Elcuerpo no es la primera preocupación en la educación.Los atletas bien entrenados no son notables por su buenaeducación. Si uno estudia el cuerpo humano, entoncesestá progresando muy poco en conocerse a sí mismo.Porque el hombre no es solamente cuerpo, así como lanaranja no es solamente jugo, ni el hogar es solamente eldormitorio. "Conócete a tí mismo" significa mucho másque conocer uno su cuerpo.

Sin embargo, otra razón por la cual los biólogospiensan que se debe estudiar la biología, se debe a suprofunda convicción de que el hombre es un animal. Enefecto, ellos dicen que si estudiamos los animales apren-deremos con respecto al hombre. Así aprenderemos queel hombre pertenece a cierto filo, a cierta clase, que es lade los mamíferos, a cierta división de la misma clase. Aesto se lo llama "comprensión del lugar que le correspon-de al hombre en la naturaleza". Muchas veces se descri-

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be al hombre como "uno de los animales de una comuni-dad de organismos", aunque esto da una interpretacióncompletamente forzada, no un violento tirón, al signifi-cado de la palabra "comunidad". Los mosquitos tam-bién son organismos de esta llamada comunidad, pero,puesto que nunca haríamos algo a favor de los mosqui-tos, a menos que obtengamos algún beneficio de ello,nuestra conducta hacia ellos es completamente opuesta ala vida de comunidad.

Algunos biólogos llevan esta analogía entre el hombrey el animal hasta el exceso. Puesto que ellos explicanlas cosas constantemente por medio de analogías, muyfácilmente se dejan confundir por ellas. Ellos les darían,por ejemplo, alcohol a las ratas, o a los conejillos deIndias, para observar los efectos. Estos roedores tienenestómagos , más débiles que los nuestros. Por tanto, parahacer el experimento completamente bien, en vez dedarles el trago, les dan el olor del alcohol. El resultadoes muy malo, pues la progenie de estas vacilantes criatu-ras es diminuta, débil y peor en todo sentido que la delos animales que no se someten a dicho experimento.Por otra parte, las aves alcohólicas tienen descendenciaque realmente es mejor que la de las otras. Y sorpren-dentemente, cuando se crían los roedores generacióntras generación, siempre sometidos al olor del alcohol, seproducen mejores ratas y mejores conejillos de Indias.Se cree que el alcohol elimina a los animales enclenques;así que solamente los finos y robustos sobreviven. Perola analogía entre el hombre y el animal no puede am-pliarse para ponerle alguna moral a estos experimentos,porque, aunque los biólogos reconocen cuándo está enmejores condiciones un conejillo de Indias, no tiene lamenor idea en cuanto a qué es lo que puede hacer mejoral hombre.

Algunos científicos ultramodernos han tratado deobtener algún indicio de lo que debieran hacer los hom-bres cuando observan lo que hacen los animales. Ellos

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observan solemnemente que los animales se esfuerzanpara sobrevivir, por lo menos teniendo en cuenta lalucha de la madre para preservarles la vida a sus hijos,para garantizar la supervivencia de la especie. Sólo estonos lleva a la fulgurante conclusión de que el hombredebe luchar para garantizar la supervivencia de su espe-cie. Todos los animales se adaptan al ambiente. Portanto, el hombre debe adaptarse a su ambiente. Y sinembargo, esta conclusión, tan débil como es, no es estric-tamente válida. Si consideramos el asunto con sumaobjetividad (la cual se espera que sea una de las virtudesde la ciencia), tenemos que darnos cuenta de que notodas las especies de animales se adaptan al ambiente, yno todas las especies sobreviven. Algunas se extinguen.Si observamos la vida animal con verdadero desprendi-miento, nos damos cuenta de que algunos animalessobreviven y algunos se extinguen. Eso es todo. ¿A cuálde los dos grupos imitamos? Con toda probabilidad, laraza humana decidiría sobrevivir, si puede; pero no hayrazón científica que le sirva de base a esta decisión.

El hombre no es un animal. El hombre es un animalpensante (y también es un animal que se ríe, y hace tem-plos, y mira con repugnancia la unión incestuosa). ¿Elunicornio es un caballo? El unicornio es un caballomás un cuerno, no es solamente un caballo. El hombrees un animal más alguna cosa (es decir, más la habilidadde pensar, y esta habilidad establece una diferencia mu-cho mayor entre el hombre y el animal que la que haceel cuerno entre el unicornio y el caballo). Claro, en unsentido el hombre es animal, pero en otro sentido nolo es. Hay hombres y hay animales, y son diferentes.Decir "animal", sin agregarle el calificativo "pensante",es excluir al hombre. La biología nos puede hablar deanimales, los cuales son interesantes para sus propiospropósitos. Y nos puede hablar de nuestros cuerpos; yesto es interesante y sumamente importante; pero haygraves lagunas en cuanto a lo que pudiera decimos con

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respecto al hombre.

Los animales se alimentan y se reproducen. Algunoshombres se conducen como animales; otros no. Hayalgunas personas cuyas vidas se limitan casi exclusiva-mente a alimentarse y a reproducirse; pero hay otrasque son completamente diferentes, y absolutamente di-ferentes de cualquier animal. Hay hombres y mujeresque voluntariamente restringen la reproducción. Haypersonas que llevan una vida de extremo ascetismo, yles agrada esa vida. Admitimos que son pocos y queson santos; pero la gente que imita a los santos, aunquesea en grado débil, es verdaderamente abundante. Y sinembargo, el científico se ha dejado turbar tanto por laanalogía entre el hombre y el animal, que es capaz dedecir: "Lo que sé sobre biología me lleva a creer quenuestra conducta es motivada en realidad por un objeti-vo vital y de suma importancia, el cual no es diferente, silo consideramos objetivamente, del fin único de toda laexistencia animal. Ese objetivo, en una sola palabra, esla comodidad".*

He aquí la única y necesaria respuesta en este caso:¡ Absurdo!

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EL ESTUDIO CONVENIENTE:LA SICOLOGIA

Si el estudio más conveniente para la humanidad esel hombre, entonces la biología es solamente una de suspartes, y no la más importante. La otra parte es lasicología. Esta palabra procede de una palabra griegaque significa alma. Por tanto, sería mucho más clara,pero menos elegante, la palabra almología. No hay nadamisterioso en decir que el hombre tiene alma.

Piense el amable lector en sí mismo. ¿Es solamentecuerpo? Ese yo que tiene su cuerpo es su alma. Elmisterio se mete en este asunto si nos dedicamos a dis-cutir si el alma del hombre es inmortal. Esto se puedediscutir, y en efecto, se discute; pero uno no está obliga-do a entregarse a cualquier creencia sobre este particularpor el sólo hecho de que el hombre tiene alma. Elcuerpo tiene peso, el alma no. Esta es una distinciónperfecta entre los dos.

En el tiempo antiguo, cualquier desalmado cirujanomaterialista podía usar su conocimiento de anatomíapara negar la existencia del alma, diciendo simplementeque no la había encontrado en ninguno de sus rigurososanálisis anatómicos (en los cuales despedaza el cuerpo).En nuestros días no se asume completamente una acti-tud de esa naturaleza. Los sicólogos estudian el alma,pero son reacios a manifestamos claramente qué es lo

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que realmente estudian. El hombre se compone de cuer-po y alma. La definición del alma la dio en forma com-pletamente clara Aristóteles (pero eso ya hace muchotiempo). Los sicólogos, como los demás científicos, seenorgullecen de ser sumamente modernos, y por tanto,mucho mejores que cualquier grupo de personas que ha-ya existido. Ellos han descubierto, con aire de asombro,lo que por los sentidos nadie había dudado: que el almay el cuerpo tienen los más profundos efectos mutuamen-te. Como están fundamentalmente con la mente confu-sa, por haber notado esta estrecha relación entre el cuer-po y el alma, suponen que las dos partes son una mismacosa: "el aspecto físico y el aspecto mental del hombre-nos dirían ellos- no pueden separarse". Claro quepueden separarse, matando el cuerpo; pero este procesoes drástico e irreversible, y raras veces es necesario poner-lo en práctica. Podemos saber que el alma y el cuerposon diferentes en una manera completamente fácil, con-siderando observaciones como la siguiente: "El estabaen el aula, pero su mente no estaba allí, sino en elcampo deportivo".

Los sicólogos, que siguen a los biólogos, los cualesa su vez siguen a los físicos, creen que ellos deben serobjetivos a toda costa. Por tanto, estudian al hombrede un modo desapasionado, como si ellos mismos nofueran hombres. El señor Sidney Hook se ha preguntadoseriamente en su obra Educación para el hombre moder-no, si el hombre es en realidad inteligente. Dice queesta es una cuestión empírica sobre la cual la evidenciase ha acumulado considerablemente. Uno pensaría que,puesto que el señor Hook ha conocido a varios hombres,debería saber si son inteligentes o no lo son. Pero no.La reserva científica les exige que su declaración seaprudente: "la evidencia se ha acumulado': Pero,¿cómo se puede acumular la evidencia? Tal vez nosería tan atrozmente atrevido el llegar a la conclusiónde que "por lo menos algunos hombres poseen algo

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de inteligencia". Míster Hook ha podido llegar a estaconclusión mediante la observación de sí mismo. Peroeste es el problema: según las reglas del juego científico,no se le permite contemplarse a sí mismo. Eso no seríaobjetivo, sino subjetivo. Así estaría usando la introspec-

ción, procedimiento que todos los verdaderos científicosmiran con la más oscura suspicacia.

Es fácil estudiar los objetos objetivamente. Y si elobjeto es vivo, eso no detiene al científico, porque puedeser completamente objetivo con respecto a una ameba,por ejemplo, o con respecto a un chimpancé. Tambiénpodemos estudiar a otro hombre tan objetivamentecomo nos plazca. Podemos ser objetivos con respectoa nuestros pensamientos, y aún podemos realizar mila-grosos análisis de nosotros mismos, y todavía ser obje-tivos con respecto a nuestras emociones.

Pero, ¿por qué debemos ser objetivos? Si debemosser objetivos con respecto a una piedra, no se deduce deellos que debemos serlo con respecto al hombre. Elsalvaje considera la piedra, o el animal que desea atraparpara alimentarse, o cualquiera otra cosa, desde el puntode vista animal, le atribuye deseos y sentimientos comolos propios. Por esta razón, los salvajes son excelentesbiólogos, en cierto sentido práctico; pero como físicosno son nada. La piedra no tiene sentimientos. Sólose puede progresar en el estudio de las piedras, dolorosa-mente, sin tener en cuenta ningún sentimiento, siendoobjetivos, según el método clásico de la física, es decir,según la ciencia clásica.

El hombre sí tiene sentimientos. Uno desprecia lamejor oportunidad de comprenderlo si, deliberadamente,pasa por alto el hecho de que sus sentimientos puedenser similares a los propios. Si uno hace disgustar a algúnhombre, uno sabe cómo se siente dicha persona, porel hecho de que uno también ha tenido la experienciade estar disgustado. El chimpancé también tiene senti-mientos. Se puede saber perfectamente qué es lo que

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pasa cuando un chimpancé refunfuña en un rincón: "lehemos herido sus sentimientos" También le descubri-mos sus sentimientos cuando se pone celoso al ver quele dedicamos la atención a otro. (De paso, el chimpancétambién tiene alma, pero es un alma que no tiene todaslas facultades de que está dotada el alma humana.) Esperfectamente posible ser objetivo con respecto a unhombre disgustado, pero no es aconsejable, porque pue-de enojarse más. ¿Qué le pasó al mismo lector la últimavez que se enojó? ¿Y cómo sucedió eso?

El sicólogo verdaderamente objetivo (en caso de quehaya habido, que haya actualmente o algún día unapersona de- esa clase, o más bien, un monstruo de esaclase) no sería capaz de hacerse esas preguntas fulgu-rantes, porque eso sería adoptar la introspección, y ésaes una mala palabra. El tiene que proceder de acuerdocon el método científico, probando esto y aquello demanera sistemática, hasta que el hombre enojado lehaya destruido todo el laboratorio.

Estudiar a los hombres es completamente diferenteque estudiar palos, piedras u otros objetos físicos. Cuan-do se estudian los palos y las piedras no hay otropropósito que el de cultivar el verdadero desprendimien-to científico: se observan y se registran, sin prejuicioalguno, las cosas que suceden bajo estas o aquellas cir-cunstancias; y luego se hacen las hipótesis y se pruebanpor medio de experimentos. Pero, cuando estudiamosa los hombres, resulta que nosotros mismos somoshombres, lo cual es un hecho que nos presenta maravi-llosas oportunidades de entender lo que estamos estu-diando, pero no por el método de la objetividad. Asípues, los científicos se hallan perplejos, porque mientrasmás científicos sean (entendiendo el término "cien-tífico" como equivalente a "objetivo") más ciegos tienenque ser con respecto a la mejor manera que hay parasaber algo con respecto al hombre. Y así, aunque seespera que la ciencia sea "aquél reino del pensamiento

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humano en el cual es posible el acuerdo", los sicólogos

se dividen en un número crecido de "escuelas" todaslas cuales dependen de algún compromiso particular quehacen entre la extrema objetividad y el abandono delmétodo científico oficial. Lejos de haber llegado a unacuerdo universal, hay (o ha habido) sicología conduc-

tista, sicología Gestalt, sicología normativa, sicologíafuncional, sicología de los hechos, sicología estructural,sicología de la respuesta, sicología dinámica, sicologíareflexiva, y, para inyectar una nota de política izquier-dista, sicología del materialismo dialéctico.

Por allá, en uno de los extremos de la escala, estánlos sicólogos del experimento único, cuya escuela estárepresentada por el famoso trío Freud, Adler, Jung, ypor todos los siquiatras. (El siquiatra es la persona quetrata de curar almas enfermas. El siquiatra es al sicólogo,lo que el médico es al fisiólogo. El sicoanalista es unsiquiatra que utiliza una latosa técnica particular inven-tada por Freud.) Freud divide el alma humana en elego (que es la consciencia ordinaria), el ello, que esoscuro y amoral, el superego. El no descubrió estascosas por algún método objetivo. No hay experimentocientífico, ni instrumento que pueda detectar el ello.Freud solamente declara que existen. El se basó en loque había aprendido de la gente. No se basó en condi-ciones científicas que se puedan reproducir estrictamen-te, ni en experimentos que cúalquiera puede verificar,sino en las consultas que hacía en su cámara en privado.La relación necesaria entre el paciente y el siquiatra seecharía a perder si estuviera cerca cualquier científicocurioso, tratando de verificar y de confirmar los resul-tados. Ningún experimento le demostró nunca a Freudque ciertos objetos que aparecen comúnmente en lossueños son símbolos sexuales, y no hay experimentoque pueda confirmar eso. La idea se basa completa-mente, no en deducciones racionales de experimentos,sino la intuición, y esa es la razón, por la cual puede

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explicarnos mucho más luminosamente el alma humanaque el estricto método científico. Algunas de estas ideasque no han sido comprobadas por experimentos hansido aceptadas por todos, tanto sicólogos como laicos.Así es como todos hablamos del subconsciente (términode Freud), de complejos de inferioridad (expresión deAdler) y de personas introvertidas y extrovertidas (delas cuales habló Jung). La intuición y la deduccióncientífica no son iguales, pero en estos casos la intuiciónresultó más veraz que las estadísticas.

Los sicólogos ordinarios pertenecen a varios grupos, ydifieren algo, según "vean las cosas" de cierta manera,o hagan hincapié en algún aspecto. Estos permiten laintrospección de cierto modo objetivo. Al sujeto desu experimento le permiten decir: "Veo un rojo quesigue a la imagen", o "Hay un zumbido en mis oídos";pero no le permiten decir nada absolutamente personalcomo "Me fastidia su barriga" o "Te amo". Ellos cu-bren un campo enorme, comenzando con un estudiodetallado de todos los sentidos hasta la clasificación dela personalidad en función del ascendiente y de la sumi-sión, de las ideas imaginarias, de las actitudes de valora-ción o de las opiniones típicas. Ellos también extiendenla mano hacia los neurólogos (que son los biólogos queestudian los nervios), porque esperan explicar las accio-nes del alma por medio de las del cuerpo, y porque elcerebro del sistema nervioso parece ser la parte más ade-cuada del cuerpo para comenzar. Ellos le hablan a unode neuronas, de cilindroejes, de dendritas. La neurona esla célula nerviosa que, aunque es diminuta, tiene uncilindroeje que sale de ella el cual puede tener variosdecímetros de largo, y también tiene cierto número deramas pequeñas llamadas dendritas. Las dendritas delas neuronas chocan a menudo con el cilindroeje deotras, y el lugar donde se tocan se llama sinapsis. Algu-nas neuronas llevan mensajes sensoriales hacia el cerebro,otras llevan mensajes motores procedentes del cerebro.

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El arco reflejo, que es algo sumamente estimado por elsicólogo experimental, consiste en que una neurona llevaun mensaje sensorial al cerebro, trasmite el mensaje aotra pequeña neurona en el cerebro o en la médulaespinal, la cual lo trasmite a su vez a una tercera neuronade la cual parte un impulso para que se mueva algúnmúsculo. Algunas veces, en vez de una neurona inter-media, hay un número bastante crecido de ellas, lascuales están conectadas unas con otras por medio de lasdendritas, de tal modo que el impulso nervioso pudieraelegir entre un amplio número de senderos.

El arco reflejo puede explicar las acciones de animalesmuy sencillos, y algunas acciones simples de animalessuperiores, tales como aquella de que el perro se rascala pierna cuando alguien lo toca en cierto lugar. Pero elarco reflejo está a más de un millón de kilómetros depoder explicar lo que hacen los seres humanos. Lossicólogos del experimento único, que han desarrolladoalgunas intuiciones humanas verdaderamente útiles, hanhecho eso sin tener en cuenta las neuronas ni las sinapsis.Pero el profesor Clark L. Hull nos dice que "casi a todoslos estudiantes de la conducta les gusta creer que algúndía se conocerán las más grandes leyes neurológicas enforma adecuada para constituir los principios fundamen-tales de la conducta".* ¡El optimismo de los científicoses verdaderamente ilimitado!

En el otro extremo de la escala sicológica está ungrupo reducido que es el de los conductistas. Dirigidospor J. B. Watson, hicieron realmente un esfuerzo valientepara ser completamente científicos, en la segunda décadade nuestro siglo. Ellos no iban a permitir ninguna otracosa procedente de la introspección. Ni pensamientos,ni sentimientos, ni siquiera sensaciones; nada que no fue-ra conducta. Los primeros experimentos de Pavlov, enperros, les dieron considerable impulso. Estos experi-mentos se hicieron para estudiar el muy conocido re-flejo condicionado. Los perros son ideales para los

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conductistas, por el hecho de que si ellos piensan, osienten, o se hacen una introspección, por lo menosno nos lo pueden decir. Pavlov conectó algunos perrosa un ingenioso artefacto que medía la cantidad de salivaque se les producía cuando oían una campana que ellossabían por experiencia que se tocaba a la hora de comer.

El mismo experimento se realizó en seres humanos,y se descubrió que la boca humana también se vuelveagua cuando las personas reciben algún estímulo auditi-vo que tenga relación con la comida. Esto demostróque tanto los hombres como los animales tienen reflejoscondicionados. Se supone, como lo vimos en biología,que a los animales hay que entenderlos en función delestímulo y la respuesta. Los conductistas resolvieronentender a los seres humanos del mismo modo. Elconductista tuvo que resolver el problema: o daba elestímulo y predecía la respuesta, o daba la respuestapara predecir (como decía Watson) el estímulo. Ellenguaje es una respuesta verbal a un estímulo. Noexiste eso que llaman pensamiento, sólo existe un "ver-balismo sordo", o una "actividad faríngea semi-audible",o algo por el estilo. Los niños deben ser educados"acondicionándolos a esto o aquello, y los mayores pue-den mejorar "reacondicionándolos": Los hombres per-versos pueden convertirse en buenos ciudadanos por losmismos medios; y así, algún día, todos podríamos viviren un reino milenario suave, armonioso y reacondiciona-do. Naturalmente, eso nunca ha sucedido.

Las riñas violentas entre los sicólogos de las diversasescuelas ya son completamente sucesos del tiempo pasa-do. Hoy todos marchan con una armonía mucho mejor.Hasta ha sido posible hacer una lista de postuladosfundamentales sobre los cuales se espera que todos lossicólogos estén de acuerdo. Uno de esos postulados esel siguiente: "La conducta humana puede ser, y ha sidointerpretada desde diversos puntos de vista, ninguno delos cuales es necesariamente correcto ni incorrecto, y

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todos los cuales pueden contribuir al entendimientocompleto". Otro es la declaración convencional que casisiempre se usa como credo científico: "Ninguna inter-pretación de la conducta humana puede aceptarse com-pletamente, a menos que sea un hecho comprobado porla evidencia científica". A los sicólogos les gusta creerque ellos basan sus conclusiones en hechos comprobadospor la evidencia científica, pero ellos no los comprueban,puesto que otros dos postulados de ellos son: "Todaconducta humana tiene alguna causa", y "Potencialmen-te, toda conducta humana puede ser medida y descri-ta".** No hay ninguna prueba experimental de estasinterpretaciones.

Ciertos hechos de la conducta humana pueden teneralguna causa, y algunos pueden medirse y describirse,pero estas arrolladoras declaraciones sobre toda la con-ducta humana no son sino esperanzas piadosas. Lossicólogos le prestan un servicio muy insincero al métodocientífico. Lo usan solamente cuando les es convenien-te. Pero cuando no les conviene, hacen saltos salvajesde sus libres fantasías, y todavía creen que están agarra-dos firmemente en el hecho objetivo. El profesorGardner Murphy, por ejemplo, nos dice en el prólogode su libro de texto para el estudio de la sicología: "Paralo que pueda ser útil, me aventuro a escribir aquí laspocas doctrinas u opiniones que considero fundamenta-les en el texto presente, haciendo hincapié en que, apesar de que la evidencia es incompleta, creo que estosprincipios son en un sentido la armazón en referenciaa la cual se pueden comprender todos los detalles".*

¡ Qué científico! ¡Imagínese, si alguien puede, que unfísico dijera cosas como éstas! ¡ El sicólogo sabe que laevidencia es incompleta, pero él simplemente cree loque es correcto!

Si realmente queremos entender a los seres humanos,hay muchas personas a las cuales podemos acudir,además de los sicólogos. Hay hombres y mujeres que

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poseen un maravilloso entendimiento de los seres huma-nos, sin que lo hayan adquirido por algún procedimien-to científico. La mayor parte de las personas son inca-paces de comunicar su conocimiento, pero los novelistassí pueden comunicarlo. Son buenos novelistas precisa-mente porque son buenos sicólogos. En cierto sentido,son poetas; y muchos poetas (aunque no todos) sonsicólogos de primera clase. Si uno desea aprender algode sicología, no en una manera científica, sino de unmodo genuino, lo mejor que puede hacer es leer lasgrandes obras de la literatura. Los educadores sabeneso. Por ello, siempre le dan lugar a un poco de humani-dades en cualquier programa de estudios, y algunas vecesle dedican suficiente. Esto ha llevado a algunos de losespíritus rábicos de la ciencia, tales como el profesorBobbitt, el abanico de la logia, a un frenesí, porquecreen que no hay sentido en nada que no sea una dietade ciencias, y ciencias, y ciencias, desde los quince añosde edad en adelante.

El sentimiento general de la humanidad se opone aestos espíritus rábicos, porque todo el mundo se dacuenta de que la persona que no ha leído, digamos, porlo menos una comedia shakesperiana siquiera una vezen la vida, es, en cierto sentido vago, inculta; pero losenseñadores profesionales de Shakespeare, que debieransaber las razones por las cuales debemos estudiar litera-tura clásica, no han hecho lo mejor para que se conozcaeso. Han dado las razones débiles y no las buenas, paraque hagamos aquello con lo cual todo el mundo está deacuerdo que se haga. "El beneficio cultural" es unaexpresión fantasmona que no significa nada en absoluto.Si la traducimos, no significaría sino que es agradablehacer lás mismas citas que hacen las personas cultas, detal modo que podamos intercambiar las clásicas frasestrilladas, y hacer que la gente que no tiene instrucciónse quede por fuera de nuestra conversación.

Una razón mucho mejor para explicar la necesidad de

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leer obras literarias, pudiera expresarse (pero raras vecesse expresa) en una forma como la siguiente: 'La lecturade Shakespeare puede producir en algunas personas unplacer sumamente grande, pero aprender a hacer eso esun trabajo muy difícil. Por tanto, vale la pena hacerque todo el curso de jóvenes trabaje con Shakespeare,con la remota esperanza de que algunos de ellos puedandisfrutar la gran poesía en sus últimos años". Pero, siesta fuera la razón real de la literatura, casi no seríasuficiente. Si hubiera siquiera una pequeña posibilidad,como piensan algunos científicos que la hay, de evitaruna guerra mundial atómica, no enseñándole a la genteotra cosa que ciencia, valdría la pena, entre tanto, tirara la basura las obras de Shakespeare, Dante, Homero yCervantes, y dejarlas allí para siempre. Y sin embargo,nadie piensa hacer eso, a pesar del aprieto en que nosencontramos. Hay realmente razones importantes porlas cuales debemos leer literatura clásica: una de ellas esel hecho de que fue escrita por grandes sicólogos.

No es que se enseñe la literatura como si tuvieraalguna relación con la sicología. Se enseña más común-mente como si tuviera alguna relación con los "valores",con las "tendencias", o con las "formas". Los literatosprofesionales, aunque sean en alguna forma un pocopeores que los científicos, hacen todo como una obrade arte, con la excepción de que no se preocupan poraveriguar el significado de lo que hacen. Ellos evalúanla obra, luego la revalúan, y después escriben una valora-ción definitiva, que más tarde tiene que revalorizarse.Ellos consideran lo que significó Platón para el mundogriego, y lo que significó Maquiavelo para el renacimien-to italiano, en vez de considerar lo que significan. Ellosexplican a Milton hasta que lo dejan explicado. Tam-bién leen grandes obras "en su contexto cultural", sinpensar que, a menos que el libro tenga algo útil paranuestro tiempo, aquí y ahora, no vale la pena leerlo. Envez de considerar el contenido, es decir, lo que el escritor

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dice realmente, ellos analizan el estilo, y con este propó-sito, entran en alianza con los científicos, e inventanmaneras por medio de las cuales puedan tabular elestilo del escritor, a fin de que pueda ser utilizado enlas computadoras. Para esto tienen que hacer gráficosde patrones para ritmos y tonos, para asonancias y con-sonancias, para valores asociados y para series de dura-ción silábica.

La técnica de Tom Swyer para lograr que los demásmuchachos le pintaran la cerca es un ejemplo muy sim-ple de la sicología en la literatura infantil. Es tan simplecomo debe ser, y se usa para enseñar sicología científica,porque es realmente posible decir en términos perfecta-mente claros, qué fue lo que hizo Tom para lograr quelos muchachos estuvieran tan ansiosos de pasar todo eltiempo pintando.

Las grandes obras literarias no se pueden resumir muyfácilmente. Si fuera posible decir cómo se siente unosi fuera asesino, o si estuviera loco, Shakespeare hubierapodido decir eso en términos muy claros. Pero, en vezde eso, escribió la tragedia Macbeth, y otros estudiossobre la locura. Las intuiciones realmente grandes dela sicología no se pueden expresar en forma sencilla, asícomo tampoco se pueden expresar sencillamente muchasotras proposiciones. Sólo se pueden trasmitir por mediode fábulas o cuentos. Y no es probable que algún día"sean reconocidas" como resultados de los experimentosde laboratorio sobre los cilindroejes y las neuronas.

Para el científico, la emoción es sencillamente unobjeto de estudio como cualquier otro, y siguiendo aKelvin (no a un guía tan bueno), ellos piensan que hayque medirla. No es posible medir las emociones. Sinembargo, es posible medir los cambios somáticos que serealizan conjuntamente con ellas. Por ejemplo, si a unose le declara un sudor frío, los científicos son capaces demedir la cantidad de sudor. Si las manos tiemblan deemoción, se puede medir el temblor. Los latidos del

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corazón y el promedio de respiración se pueden medir,aunque cambian con las emociones. Y se pueden hacermedidas precisas sobre la resistencia eléctrica de la piel(la respuesta galvánica de la piel). Estas cosas han sidomedidas por los sicólogos en experimentos esmerados;pero todo lo que pueden decimos es que el sujeto experi-menta los cambios mientras experimenta la emoción. Elnúmero de pulsaciones sube algunas veces; otras vecesbaja. Lo mismo se puede decir de la respiración. Larespuesta galvánica de la piel varía por todas partes,cambiando de una manera errática e imprevisible, nosólo con las emociones, sino también con otras cosas.

Ni siquiera hay una clara diferencia, según lo que losinstrumentos pueden decirnos, entre los sentimientosagradables y desagradables. Tendríamos que preguntarleal sujeto para que nos lo dijera (y eso sería admitir la in-trospección). Gardner Murphy, con exceso de objeti-vidad, llega a preguntarse: "¿Pueden realmente distin-guirse las diferentes emociones unas de otras? " Esta esuna pregunta absolutamente absurda. Lo único quedemuestra es que se están investigando las emocionespor un método completamente equivocado.

Si aun las emociones simples eluden las investigacio-nes por medio de intrumentos de medir y registrar lasmedidas, ¿qué les sucede a los sentimientos más compli-cados? . El odio es análogo al amor (todos sabemos eso,pero no lo aprendimos por medio de los científicos). Lafascinación del horror es una de las experiencias máscomunes, pero esa emoción también elude al galvanóme-tro. Para ciertos sentimientos muy humanos ni siquierasería posible usar el galvanómetro. Byron describe la se-ducción de una mujer (procedimiento que domina-ba perfectamente, no científicamente, pero con todoéxito), y llega a esta conclusión: "Y susurrando que ellanunca consentiría, consintió". Esta mujer estaba en unestado deleitoso de mezcla de emociones, con toda segu-ridad de lo más interesante para el sicólogo, pero, ¿cómo

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podrían medirse estas emociones? Conectar la mujera cierta clase de aparato, sería arruinar la intimidad dela escena.

Como un intento para cruzar el vasto abismo que hayentre las ciencias, como las practican los físicos, y cual-quier sicología que valga la pena, sería elegante procla-mar en nuestro día, con aire de decencia por haber des-cubierto algo maravilloso, que no hay solamente unMétodo Científico, que son varios. Que cada cienciatiene su propia "lógica", y algunas veces tiene aun su"lógica interna", sin importar cuál sea, como si hubieraalguna lógica diferente de la antigua lógica común ycorriente. La ciencia se vuelve simplemente "lo que loscientíficos quieran hacer de ella"; y podemos definiral científico como la persona que ha estudiado unamateria llamada comúnmente "ciencia", y se ha recibidode doctor en filosofía. El pensamiento rígido y exactoque hace que la física sea un estudio realmente valioso,puede estar completamente ausente en alguna otra cien-cia. La ciencia, si le place, puede arreglárselas sin lasmatemáticas; y también sin mediciones, aunque loscientíficos se muestran reacios a abandonarlas. Lo únicoque les queda es la objetividad, y los pasos regulares delmétodo científico: observación, hipótesis, revisión dela hipótesis, y experimento. Y aun estos pasos se cali-fican mediante otro paso adicional que se agrega desdeel principio, para que el científico pueda hacerse lapregunta correcta, es decir, que pueda ser contestadapor medios científicos.

Esto le impone un límite severo a la sicología, porquesólo puede responder la clase de preguntas que se permi-ten. ¿Qué es lo que realmente deseamos saber con res-pecto al hombre? Tal vez queramos saber si es buencompañero. Eso es algo que no tiene ninguna relacióncon lo científico. ¡Fuera! ¿Es honesto el hombre?¿Se puede confiar en él? ¿Es egoísta? ¿Es materia-lista? ¿Es dado a la chismografía? ¿Es gatuno? ¿Le

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gustaría estar unido a uno en algún caso de emergencia,o más bien le metería un cuchillo por la espalda? ¿Lepodría uno contar sus angustias con la esperanza de queentendería? ¿Nos sería útil en cualquier dificultad?¿Sería un amante bueno? La ayuda que se puede obte-ner de los sicólogos para hallar la respuesta de estas pre-guntas sería ínfima. Y todavía sería más reducida laayuda si deseamos saber algo con relación a las cualida-des realmente importantes del ser humano, tales comola bondad y la santidad. El sicólogo se horrorizaría conel solo pensamiento de tener que decir algo con respectoa la santidad (excepto cuando se trata de los domingos,pero eso no se toma en cuenta). Es muy poco lo que elsicólogo puede decirnos con respecto al valor, o a favorde él. O con respecto a la humildad, o a la prudencia, oa la temperancia, o a la sabiduría, o a cualquiera de lasotras virtudes; aunque sí tiene mucho qué decimos conrespecto a los intrincamientos del ego. Es extraño, perocierto, que es posible aprobar muy bien un curso de si-cología, sin siquiera oír cuáles son las virtudes, o cuálesde ellas son intelectuales y cuáles morales. "Pero no hayacuerdo con respecto a las virtudes'; exclamaría contoda seguridad el sicólogo, con el alma científica suma-mente conmovida. Esto, en el caso de que alguno sugi-riera que ellos realmente deben mencionar tales cosas.Se les podría responder que tampoco hay acuerdo conrespecto a la sicología.

Hay muchos puntos de la sicología respecto de loscuales sólo se puede decir: "Freud y sus seguidoresexplican eso en función de esto y aquello; en tantoque los de la escuela Gestalt lo entienden así o asá ..."Sería perfectamente posible decir: "El orgullo es unavirtud en el paganismo, pero es un pecado en el cristia-nismo", y dejar que la gente escoja. Claro que esto nollegaría a expresarse desde la silla profesoral. A lossico-pedagogos les gusta pensar que ellos nunca cometenesa falta. No es que la evadan, porque, no importa cuán

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objetivamente se propongan presentar su exposición,raras veces se escapan de introducir pequeños tacos detolerancia, dirección, arte de vender y hasta de agresivi-dad. Esas son las cuatro virtudes modernas caracte-rísticas (en caso de que realmente sean virtudes). (Latolerancia es mejor que la intolerancia, pero la caridades todavía mejor.)

Es típico de los sicólogos que, aunque es muy pocolo que pueden decimos con respecto a los debereshumanos, sin embargo saben mucho con respecto a losanhelos, deseos y necesidades del hombre. Ellos losenumeran con gran cuidado. Una de esas listas constade ocho partes: alimento, vestido y refugio; actividad;esfuerzo efectivo; belleza, sexo; seguridad; prestigio; yalgo que llaman con amenidad "servicio", con lo cualquieren decir que el hombre anhela "ser útil a los de-más", no aquella clase de servicio que una obtiene en undepartamento de servicio, como uno podría suponer ob-viamente. Hay otras listas que difieren algo de esta, pe-ro, tanto ésta, como muchas otras tienen una enorme ynotoria laguna, porque no mencionan una de las más tre-mendas necesidades de toda persona: el deseo vehernen-te de saber. Es sorprendente que la lista que hemos ano-tado se tomó de un libro de sicología educativa. Ese au-tor tiene que haber descubierto que su enseñanza es untrabajo penoso, si no reconoce en sí mismo y en susalumnos la necesidad básica del conocimiento, de la cer-tidumbre, el impulso que mueve contínuamente a los ni-ños a que pregunten: ¿Porqué?

Las religiones han estado satisfaciéndoles a los hom-bres este deseo vehemente desde antes de la aurora de lahistoria, e incidentalmente, ese deseo es la fuerza motiva-dora de la ciencia.

Los sicólogos afirman orgullosamente que ellos tienenuna ciencia útil. Y en verdad es útil, algo de ella. No esla intención de este libro negar o empequeñecer las cosasútiles que ha hecho la ciencia; pero tampoco es necesario

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decir mucho aquí con respecto a las realizaciones de laciencia, pues ya hay muchos publicadores- científicosque están haciendo eso. La sicología adquiere su créditopor un buen número de realizaciones útiles: el trata-miento para los soldados que sufren conmocionescerebrales en la guerra, y un conocimiento muchomejor de algunas clases de enfermedades mentales sonejemplos sobresalientes. También la capacidad de probarlas aptitudes de las personas (que ahora se ha vuelto unarte fino), el análisis del trabajo que se realiza, la sicolo-gía de fa propaganda, las técnicas para poder obtenerla atención, los métodos de "motivar" a otras personas.Pero, a pesar de la utilidad de todo esto, las cuestionesrealmente importantes de la vida humana casi no lastocan los sicólogos. ¿Que los mentirosos crean suspropias mentiras? ¿Los propagadores sus propiasbaladronadas? ¿El placer y la felicidad son la mismacosa? ¿Es mejor haber amado, y perder el amor, quenunca haber amado o no ser capaz de amar? ¿Haysolamente una clase de amor, o hay varias clases? ¿Cuá-les clases de amor son compatibles con la irritación?¿Cuáles son compatibles con la ira, con el temor y conel odio del ser amado?

Uno puede estudiar curso tras curso de sicología, to-dos los cuales se ofrecen con la más alta jerigonza cien-tífica, y al fin de ellos no saber siquiera un poco mássobre estos asuntos que son tan prácticos e importantes.Ni aun en un plano más bajo de utilidad, aquel planoen el cual los científicos se sienten en casa, podremoshallar un pequeño curso completo sobre cómo resistir ala agresividad de los vendedores, o cómo deshacerse dealguna persona, o cómo evitar que los demás influyan enuno.

Aunque los sicólogos no tienen nada que decir enparticular sobre el amor (su pobreza en este aspecto esasombrosa en comparación con los poetas), tienen opi-niones muy definidas con respecto al odio. Ellos

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deploran que exista el odio; no desean defender un asun-to tan "negativo". "Las autoridades están de acuerdo"-dice Roger Williams, y hay que notar el autoritarismodel científico-. El no dice: "Los experimentos han de-mostrado". Los científicos son magníficos creyentes enla autoridad, -cualquier autoridad que no sea Aristó-teles- "en que el odio es una de las reacciones másperjudiciales, tanto mental como físicamente. Presumi-blemente produce venenos en el cuerpo, pero cualquieraque sea su mecanismo, sus efectos perjudiciales se reco-nocen generalmente".* ¡Qué horror! Esto es mons-truoso y absolutamente vil. Las otras aberraciones delos científicos que hemos visto hasta este momento,merecen que uno se ría de ellos a carcajadas, porque loscientíficos son paquidermos; pero ésta debe ser violen-tamentó pisoteada y extirpada. Nosotros tenemos eldeber de odiar. No de odiar a la gente (esa es probable-mente la única clase de odio que las autoridades estúpi-das tienen en mente), porque ningún hombre es tan maloque no tenga algun rastro de bondad en alguna parte;sino de odiar lo malo. Debemos odiar el mal adondelo encontremos. Y en este aspecto también, los poetasson más sabios que los científicos, pues muchos de losgrandes poemas son poemas de odio.

No debemos odiar a los sicólogos. Probablementehaya muchas cosas buenas en ellos. Es probable quedentro de muchos años, la gente piense de los sicólogos"objetivos", con sus arcos reflejos, con sus estímulos yrespuestas, como pensamos nosotros de los escolásticosmedievales de los cuales se ha afirmado que discutíancuántos ángeles pudieran danzar en la punta de un alfi-ler. Los sicólogos no pueden hacerse la pregunta correc-ta, y han abandonado (hasta cierto punto) el mejor mo-do que tenemos para comprender a los hombres, pero, apesar de esas limitaciones, hacen lo mejor que pueden.Mientras menos científicos sean, mejor hacen las cosas.Y, puesto que todos ellos se enorgullecen de la habilidad

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que poseen para razonar, y la mayoría de ellos tienen latendencia a carecer de un poco de humor, los dejamosque estudien el siguiente ejemplo simple de razonamien-to: "Hay muchas palabras verdaderas que se dicen enson de broma"; los científicos son abominablementesolemnes; por tanto, los científicos han desperdiciadomuchas palabras verdaderas.

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EL ANIMAL SOCIAL

Para crédito de los educadores, y de la mayor partede los aficionados a la "educación", ellos no enseñanlas ciencias sociales con la más alta ponderación del mé-todo científico. En vez de eso, enseñan estudios socia-les, porque son dignos de estudiarlos por su propio valor.Siempre debe absorberse aunque sea algún saber a cien-cia, y tal vez también algo de sabor a biología, parapoder inculcar la maravillosa humildad ante los hechosde la Naturaleza, los cuales se aprenden por el estudioatento de los libros, y por la falta de voluntad paraaprenderse las notas que se hacen casi al pie de la letra,de la conferencia que dictó alguna Autoridad, para en-tregárselas al profesor. Pero cuando es un asunto demenor importancia, como economía, gobierno, socio-logía y aun algún barniz de antropología, se las entregansin alguno de esos místicos absurdos científicos.

Entre los mismos científicos sociales, el asunto esdiferente. Comenzaremos diciendo que solamente algu-nos de ellos se llaman a sí mismos "científicos". Otrosse contentan con estudiar historia y se llaman historia-dores, o economía y se llaman economistas, sin estarhaciendo sonar continuamente la corneta científica.Ellos se clasifican como los sicólogos: los más científicosen un lado y los más sensibles en el otro. El distancia-

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miento entre ellos es aun mayor que entre los sicólogos.En un lado están los extremadamente científicos, quetienen una agresividad y una entera seguridad difícil deigualar, ni siquiera por los sicólogos. Como su materiade estudio, que son las relaciones de los hombres unoscon otros, es aún más vastamente complicada que elestudio del alma de un solo hombre, su confianza es dela clase de "aquella mujer que protesta demasiado".En el otro lado de la escala, se encuentran personascomo míster Walter Lippmann, para presentar un soloejemplo, que conoce por lo menos una rama de "estu-dios sociales" sumamente bien, y no se da ningún aireparticular de científico. Y si el señor Lippmann afir-mara ser científico, lo mismo se pudiera afirmar conbase en los mismos motivos, de los señores WalterWinchell y Westbrook Pegler.

A los científicos sociales les gustaría comenzar, comoes propio de los científicos, con definiciones. No hayacuerdo absoluto en cuanto a cuáles deben ser esas defi-niciones. El profesor G. A. Lundberg, por ejemplo, co-mienza su tarea así: "La persona es un individuo cuyocomportamiento, en virtud de su equipo simbólico tienehasta cierto punto (por ejemplo, "en sus pensamien-tos"), relación con otra persona o con otras personas.-¿Quién ha oído que haya alguna persona que no sehaya conducido así? - La unidad más elemental de lasociología es, pues, la persona, es decir, el` individuocon sus condiciones sociales. Spykman, siguiendo aSimmel, ha llamado a esta unidad elemental de la socio-logía, "Mónada".* Más tarde, llegamos al par de móna-das, es decir, la Díada. Y, como las díadas se reproducenalgunas veces, estamos obligados a llegar a las que po-dríamos llamar Variadas o tal vez, Familíadas, aunqueno las llamen así, pues no hay sociólogo que se quieramolestar en usar estas palabras. Al hombre y a la mujerse los puede llamar hombre y mujer, tan simplementecomo pudiera llamárselos mónadas. No se gana nada

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con las palabras rimbombantes.Los científicos sociales estudian al hombre colectiva-

mente, porque ellos han descubierto que el hombre esun animal social, es decir, un animal político. Si ellosestudian una sociedad primitiva, ese estudio lo llamanantropología; si estudian una sociedad civilizada, lollaman sociología. Ellos se mezclan un poco con la sico-logía, y a esa mezcla la llaman "sicología social". Tam-bién se extienden hacia los antiguos estudios respetablesde historia, economía, teoría política y otros. Luegomezclan todo eso para formar los nuevos y gloriosos es-tudios llamados Ciencias Sociales (en caso de que se pue-dan llamar ciencias, pues muchos discuten eso). LaCiencia real (así, con mayúscula inicial) la practicanrelativamente unos pocos. Los demás, en su mayoría,son perfectamente sensibles, y en muchos casos, com-pletamente admirables. Estos son los buenos. Si algu-nas veces ellos describen lo que hacen como "cienciasocial", lo hacen de una manera vaga, por falta de tér-minos adecuados. Así que no debemos levantamoscontra ellos.

Pero, si usamos las palabras con su significado exacto,el científico social es un "Científico Social". Y con esenombre se distingue un grupo pequeño, pero que hablamucho. Estos piensan que ellos tienen algo completa-mente nuevo en el mundo; algo mejor que cualquiercosa que haya habido. Lo nuevo en este modo de hacerlas cosas es la actitud científica del desprendimiento y laobjetividad. Es tal esta objetividad que llega hasta ver alhombre por el lado opuesto del telescopio, y pretendien-do que el aparato que está usando es un microscopioquirúrgico. Y si algunos de los resultados de este mé-todo telemicroscópico no alcanzan a hacer época, susproponentes admiten cándidamente que su ciencia se en-cuentra en el estado en que se hallaban las ciencias antesde Galileo. En el tiempo presente, ellos están reuniendoenérgicamente grandes cantidades de hechos, y están

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esperando que aparezca algún Galileo o algún Newton,para que establezca algunas leyes o concepciones, pormedio de las cuales se puedan unir todas las cosas paraformar un estrecho sistema lógico como la física. Hastaahora nadie ha hecho eso, ni siquiera ha llegado cerca.Las afirmaciones de que estos estudios son ciencia sebasan en LO QUE LA CIENCIA TODAVIA NO HACOMENZADO A HACER.

Los científicos no son perezosos en ningún sentido.Los científicos sociales son tan industriosos como lasabejas. Mientras esperan la llegada del Galileo sociólogo,escriben trabajos tales como los siguientes: "El desarro-llo del Demoscopio para la Investigación Social" • "LaRelación de la Densidad de Población con la Propinqui-dad Residencial como Factor en la Selección de Matri-monios` "Los Métodos de Cuestionario y los Métodosde Entrevistas en el Estudio de las Relaciones HumanasAmorosas"; "Muestra de 1001 Declaraciones Oídas porAzar en Manhattan". El profesor R. T. Lapiere, de laUniversidad de Stanford, dice que la actividad del cien-tífico social consiste en "obtener expresiones verbalesde grandes números de personas -opiniones, actitudes,credos, valores, o conocimientos, dependiendo de cómose consiguen y con qué se relacionan- y correlacionardichas expresiones con el statu quo económico, con laedad, con el sexo, y con las diversas acciones de esaspersonas".*

La correlación es algo casi sagrado; tan pronto comoel científico social se encuentra con alguna que sea decualquier modo importante, considera que le ha hechoun gran bien a la humanidad al agregar algo a la sumatotal de los conocimientos que son científicamente co-nocidos (y cualquier cosa que se conozca de otra maneraque no sea la científica, por supuesto, no se toma encuenta). Un equipo de científicos sociales hicieron unavez una de sus investigaciones típicamente elaboradas,en relación con el problema de por qué, en cierto pue-

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blo, las olas de perversidad aparecían periódicamenteen todos los muchachos simultáneamente. Anotarontodo lo imaginable, y unieron los hechos de diversas ma-neras trantado de hallar alguna correlación. Al fin la ha-llaron: las olas de perversidad coincidían con la aparicióndel superhombre en el cine.

Algunas veces, por supuesto, las correlaciones sonmucho más importantes. Se pueden establecer correla-ciones entre los votos del pueblo, entre sus opiniones,o entre cualesquiera otras cosas, con su propio grupo,color del cabello, origen racial y cualquiera otra cosa, ylos resultados pueden ser sumamente útiles. Pero eso nohace que dichos resultados sean ciencia. Hay muchas ra-zones por las cuales se puede afirmar que las "cienciassociales" no son ciencia de ninguna clase. Una de ellas esque no hay algo fijo o constante sobre lo cual realizanlos estudios sociales. Otras ciencias están en marcadocontraste con las "ciencias sociales", pues estudian algodefinido, que permanece firme, de tal modo que el cono-cimiento que se obtenga de ello puede acumularse. Elcientífico físico mide, digamos, el punto de fusión delcobre: el cobre es cobre, lo mismo ayer que hoy; y losmétodos de medir los puntos de fusión ya se han estable-cido de manera que tampoco cambian. Aun el biólogoestudia algo que es comparativanlente definido. Si estu-dia las hormigas, éstas permanecen iguales con cambioscasi insignificantes al través de los años.

Pero, ¿qué es lo que estudia el sociólogo? El hom-bre: una criatura tan infinitamente variable que no haysemejanza que merezca mencionarse entre el sociólogo yel físico. El sociólogo no puede nunca especificar el ob-jeto de su estudio. No puede decir que es cobre, ni quees "Camponotus pennsylvanicus" (cierta especie de hor-migas). En vez de ello, el sociólogo dice: "Esta investi-gación se hizo en 1073 estudiantes de bachillerato de 14a 15 años de edad, en la zona centro-sur de Illinois".Esto lo dice con la perfecta comprensión de que los re-

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sultados serían diferentes en niños menores de 14 o ma-yores de 15, aun en otras partes del Estado de Illinois.Finalmente, también saben que para el año siguientepuede que ese resultado ya no sea cierto, y hasta puedesuceder que no sea cierto ni siquiera mañana, porquepuede suceder que para entonces ya hayan cambiadolas condiciones sociales de Illinois. Los científicos bus-can la manera de dominar este problema por medio deuna aplicación constante. Si ellos quieren realmente sa-ber qué era lo que la investigación iba a investigar, tienenque persuadir a otros para que provean fondos destina-dos a investigaciones posteriores en el Norte de Illinois,o tal vez, en Wisconsin. Luego tienen que conseguir másfondos para investigaciones adicionales sobre muchachosde 15 y 16 años, y así se continúa sin que parezca tenerfin el asunto. El célebre reporte del doctor Kinsey quelleva por título Conducta sexual del varón, está maltitulado. Debía titularse Conducta sexual del varónnorteamericano; o mejor, La conducta sexual de 5300hombres que estuvieron dispuestos a hablar sobre esteasunto; o todavía mejor, La conducta sexual de algunoshombres que no tienen verguenza.

Hay aún otra torpeza en esta clase de investigación.Es esta: aunque se tengan todos los datos, todavía no seha llegado al fin. Supongamos, por ejemplo, que algúncientífico increíblemente ingenioso se dedicara, con ungran ejército de investigadores, a hallar todas las causasnecesarias y suficientes que producen, digamos, el com-plejo de Edipo. Aun con todo ello, los resultados de esetrabajo solo se aplicarían al tipo de sociedad en la cualse hizo el trabajo. Como ya lo han demostrado los an-tropólogos, tal trabajo no sería aplicable en lo mínimoa las islas Trobriand. Es muy posible que ni siquiera sepueda aplicar en el mismo lugar donde se realizó, des-pués de la presente generación, porque puede haber mu-cho cambio social en el tiempo correspondiente a unageneración. Y hasta es completamente posible que los

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resultados no se pueden aplicar ni siquiera el día despuésde publicadas las investigaciones del científico. Y algu-nas veces hay importantes datos que tal vez no se puedenobtener, por ejemplo, el número de crímenes no des-cubiertos.

Este asunto lleva a los que practican los estudios so-ciales sensiblemente a no afirmar que son científicos enel mismo sentido como los físicos. El objetivo de los so-ciólogos es extremadamente variable y complejo, y elloslo saben. Ellos lo estudian lo mejor que pueden y dejanla habladuría científica para otros. Pero, para los verda-deros espíritus científicos, las dificultades tales como es-ta constituyen simplemente un reto: tan pronto comoestán determinados a afirmar que lo que ellos hacen escientífico, lo dicen de cualquier modo, e inventan razo-nes, buenas o malas, para defenderse. El meollo y laesencia del método científico, dirían ellos, es la formu-lación de las hipótesis y el someterlas a experimentos pa-ra probarlas. Por tanto han inventado técnicas para ha-cer que aparezca su trabajo como si fuera el de hacerhipótesis y probarlas.

Uno de los modos de hacer eso es el de decir que unotiene una hipótesis, y que esa hipótesis lleva a tales y ta-les conclusiones, sin tomar en cuenta si realmente llevahasta ellas, o si puede decirse genuinamente que puedeconducir a cualquiera otra conclusión. Sólo hay que te-ner el cuidado de que las conclusiones a las cuales seafirma que la hipótesis lleva, estén de acuerdo con algu-na investigación que uno mismo haya realizado o cual-quier persona. Todo esto es más fácil que en las cienciasfísicas, donde hay la tradición de que la hipótesis debeconducir a ciertas conclusiones definidas, a las cuales sellega por pensamiento lógico, de tal modo que los hom-bres no pueden estar en desacuerdo sobre las conclusio-nes de cualquier hipótesis. La teoría de que la atracciónde la gravedad es inversamente proporcional al cuadradode la distancia nos lleva, por lógica inexorable, a la

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conclusión de que el rumbo de un planeta tiene que seruna elipse; no puede tener la figura de un ocho, ni la for-ma de un huevo, ni de ninguna otra curva. Este pensa-miento lógico es el punto fuerte real de las ciencias físi-cas. El científico social salva el pellejo y deja a un ladoel punto fuerte. Cuando el científico social decide "en-tender" las culturas en función de O.I.D. (OntologíaImplícita Dominante) y del ethos (carácter) de cada una,procede a elaborar los postulados y los teoremas de cadacultura de la mejor manera seudocientífica, aunque talesteoremas no tengan mayor relación con esos postuladosque los sentimientos del jugador de caballos con las no-ticias de la última carrera. El resultado es la conjeturacubierta con largo manto de pavoneo.

Un modo aún más fácil de introducir la seudocienciaes el de decir que cualquier investigación es "la pruebade alguna hipótesis". Esto tiene una belleza infalible.Si algún sociólogo desea saber si es más probable que losricos voten por el Partido Republicano que los pobres,primero "hace la hipótesis de que hay una correlaciónpositiva entre las rentas y los republicanos", y luegosale a probar la hipótesis. Esto se puede hacer siempre,y hace que cualquier cosa suene maravillosamente cien-tífica. Si el lector desea saber si el lápiz está en la prime-ra gaveta del escritorio, hace la hipótesis de que está enella, y luego prueba la hipótesis. Esto es siempre verbal-mente posible, pero reduce la "hipótesis" a una cosa tanfrágil y miserable que le extrae todas las virtudes alta-mente pregonadas por el método científico. Una tradi-ción antigua, que todavía se mantiene viva hasta ciertopunto en las ciencias físicas (las cuales no están en com-pulsión desesperada de probar que son científicas, por-que es muy claro que lo son), consideraba el experimen-to como "una pregunta que se le hace a la Naturaleza".Si uno quería saber el punto de fusión del cobre, arregla-ba el aparato apropiado para hacerle la pregunta a laNaturaleza: ¿Cuál es el punto de fusión del cobre? El

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sociólogo haría primero la hipótesis de que el cobre sefundiría a los mil grados; de no ser cierto, diría que a losmil un grados, o a los dos mil, y así sucesivamente hastaque resulte cierta. Si algún biólogo desea saber cuántosdedos tiene un gato, no hace la hipótesis de que el nú-mero de las extremidades digitales de los felinos es cua-tro, cinco o seis; simplemente, mira el gato y se las cuen-ta. El sociólogo prefiere la expresión más prolija en cadaoportunidad, en atención a que una expresión tal produ-ciría una impresión espuria con respecto a la calidad decientífica que tenga la actividad que realiza. ¿Los fu-madores de tabaco golpean a sus esposas? Entoncesse dice que "hay que probar la hipótesis de que hay unacorrelación positiva entre la acción de fumar y la dedarle golpes a la esposa", lo cual suena mucho mejor.

El científico social llamado Stouffer hizo una investi-gación muy prolongada sobre la manera como cambiande apartamentos los habitantes de Cleveland. Pero ¿lahizo de la manera estúpida, basada en las emociones, co-mo la haría una persona no científica? De ninguna ma-nera. En forma sublime, rehusó ser guiado por el prejui-cio vulgar, y "consideró varias hipótesis que pudieranconstituir una descripción general de esta conducta",*y, después de mucho trabajo y cálculo matemático, llegóa la sigiuente conclusión: "El número de personas quese mueven hasta determinada distancia es directamenteproporcional al número de oportunidades que se pre-sentan hasta esa distancia e inversamente proporcionalal número de oportunidades que ya han dejado deser". * * En otras palabras, la gente no se muda más alláde lo necesario, pero no se dice nada con respecto a ladirección en que se muda: si se muda hacia una partemás agradable o más sucia de la ciudad, o para estar máscerca de algún familiar, o con algún propósito que seatan humano como ese. Se halló que la misma generali-zación matemática, con algunas modificaciones, era ver-dadera para todos los Estados Unidos, y también para

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Suecia. Y, puesto que todo este asunto se coloca en elplano exaltado de "la formulación de la hipótesis y lacomprobación de su acuerdo con el experimento", seha considerado como una de las aplicaciones más dignasde alabanza del método científico.

Serpenteando de este modo y de aquél, en sus esfuer-zos para describir su actividad como ciencia, los bracma-nes sabios sociales afirmarían que, de cualquier modo,sus esfuerzos les permitirían hacer predicciones. Y estándispuestos a que se los juzgue por esa razón, pues consi-deran la predicción como la prueba del budín científico.La astronomía, uno de los más altos pináculos de lasciencias físicas, puede predecir los movimientos de losplanetas hasta en fracciones de segundos. Hay ocasionesen que puede predecir el descubrimiento de nuevos pla-netas. El químico puede predecir lo que ha de sucedercuando mezcla dos sustancias conocidas en el tubo deensayo, y ha habido ocasiones cuando han predicho eldescubrimiento de nuevos elementos. El sociólogo nece-sita hacer lo mismo. Si alguien le pide que prediga lasmudanzas de los buscadores de apartamentos en Cleve-land, él responde: "El número de personas que se mue-ven hasta determinada distancia es directamente propor-cional al número de oportunidades, etc." Y así puedeser hasta cierto punto. Si la gente de Cleveland comien-za a mudarse algún día hasta una distancia no prevista,eso quiere decir que la ley de Stouffer ya no está en vi-gor, eso es todo. Puede que requiera modificacionestanto para los Estados Unidos como para Suecia, o pue-de que requiera un cambio más completo (o, tal vez,una reformulación, para que suene mejor). En todo ca-so, sería necesario hacer toda la investigación de nuevopara descubrir la nueva ley.

El Almanaque náutico, que ofrece las posiciones detodos los astros y planetas con un año de anticipación,es el gran monumento de predicción de las ciencias físi-cas. Los navegantes dependen de él, y su confiabilidad

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es en todo sentido admirable. Simplemente, comparé-moslo con un itinerario de ferrocarriles, para mencionaralgo del mundo social: tenemos que usar el itinerario,pero siempre hay la posibilidad, y con frecuencia larealidad, de que los trenes no estén marchando exacta-mente según el programa. Lo más alto en prediccionesde las ciencias sociales son las tablas de los actuarios delas compañías de seguros. Estas dan predicciones muydetalladas en cuanto al número de personas que se espe-ra que mueran cada año; algún tanto por mil, según laedad, el sexo, la educación y muchos otros pormenores.Se puede confiar muy bien en ellas, en lo que respectaa porcentajes, y esta confianza en porcentajes es suficien-te para que las compañías de seguros ajusten los preciosde las pólizas, de tal modo que puedan hacer el balanceen los libros y obtener utilidades.

Estas tablas representan lo mejor que pueden hacerlas ciencias sociales, y se debe anotar que ellas no pue-den hacer aquella clase de predicción que es verdadera-mente importante con respecto a muertes y que real-mente se debiera hacer. Ellos no pueden predecir cuán-do va a morir cierta y determinada persona. Lo únicoque pueden hacer, y que afirman que lo hacen, es prede-cir el promedio de muertes; y esto lo pueden hacer sólocon ciertas limitaciones, pues no hay compañía de segu-ros que puede predecir cuándo las bombas atómicas vana volver basura las tablas de los actuarios en Hartford,Connecticut.

Pues bien, hay una excusa normal, corriente entre loscientíficos sociales y también entre muchos de los cien-tíficos físicos, que condona esta inutilidad de las cien-cias sociales para predecir la muerte de alguna personaen particular, aunque puedan predecir el promedio demuertes (con ciertos límites). Los sociólogos basan esta,excusa en la incertidumbre de los principios de la física.Señalan que la física también tiene su propia incerti-dumbre: la física no puede hacer predicciones detalladas

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con respecto al comportamiento del electrón - y los fí-sicos aún se preguntan si hay sentido en decir que existeeso que llaman electrón-. Los físicos también hacenpredicciones de promedio que envuelven el comporta-miento de muchísimos electrones. Siempre hay un po-quito de incertidumbre; pero como no se trata con can-tidades menores de miles de millones de electrones, yusualmente con millones de millones, no importan lasincertidumbres así como tampoco importa el efectoque causa la muerte de algún Juan en particular en elpromedio general de muertes. Señalan, además, lossociólogos, que los físicos serían muy diferentes ante unser imaginario comparable en tamaño con el electrón;que de ningún modo observarían la bella regularidad delas leyes del movimiento de Newton. Observarían, sí,la conducta muy errática, y sólo serían capaces de for-mular "leyes", mediante el estudio estadístico de la con-ducta de un gran número de electrones.

Y así dicen que la dificultad en las ciencias sociales noestá en otra cosa, sino en que a ellos les gusta interesarseen la conducta individual, pero que las generalizacionescientíficas sólo se aplican en base a promedios. Este esun pensamiento bastante confortable para el científico,porque sugiere que los estudios sociales pueden ser cien-tíficos, al fin y al cabo, y que su materia de estudio estátan sujeta intrínsecamente a la "ciencia" como el mun-do físico. Infortunadamente ésta es una idea errónea.Los electrones, aunque pueden ser erráticos, o aun noexistentes individualmente, realmente es posible prede-cir algún promedio con respecto a ellos. Los hombresson completamente diferentes. No se puede predecirnada de ellos individualmente, ni tampoco colectiva-mente. Esto se debe a que ellos tienen libre albedrío.

Pero ni siquiera el libre albedrío intimida a los in-transigentes espíritus científicos. "Todo lo que tengoque señalar y establecer -dice Lundberg en ¿Puede la

ciencia salvarnos? - es la gran regularidad, tal que pue-

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de predecirse, con que los hombres quieren las cosas".*¿Verdad? Una mirada ocasional a la sección "Modalesy Costumbres'.' de la revista Time, puede convertir estacuestión en algo no científico. En una ciudad hubo unaepidemia de marcas de besos puestas con color labialpor muchachas adolescentes sobre las estatuas, los edifi-cios públicos, las esquinas, dondequiera. En otro lugar,las jovencitas se dedicaron a arrollarse las medias tobi-lleras tan bajas que no se les podían ver, aunque ningunade ellas sabía por qué lo hacían. En otra parte, los mu-chachos escolares comenzaron a teñirse el pelo de colorverde. De esto se nos da informe semanalmente. No separece en nada a los electrones.

Los científicos sociales conocen tales ejemplos, quemuestran que es casi infinitamente imposible predecirla conducta humana; pero a ellos no les afecta más de loque puede afectarle a un loco que se le diga que él no esNapoleón. Simplemente dicen que estas excentricidadesde la conducta humana no son importantes. Esto di-fícilmente pudiera servir de excusa para el físico, el cualse propone predecir la conducta del mundo físico, seaimportante o no. Y la excusa ni siquiera es verdadera:algunos caprichos imprevisibles de la conducta humanason sumamente importantes. ¿Predijo algún sociólogo,por allá en 1920, la conducta de un antiguo y oscuromilitar alemán llamado Adolfo Hitler? ¿Se ha predichoalguna vez la aparición de algún movimiento religioso?Los movimientos religiosos comienzan con una solapersona que gana unos pocos discípulos; al principioparece que sean nada más que necias chifladuras; son tancomunes como las oleadas de personas que comen carparoja, o como las hélices sobre los casquetes, y son detremenda importancia.

Le sería chocante a un científico social decir que elhombre posee libre albedrío. Pero los científicos pue-den, si quieren, ver claramente la diferencia entre loselectrones y los hombres. Sólo que hay muchas cosas

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que puede hacer el electrón, y todas las posibilidadespueden envolverse en cierta clase de paquete mate-mático de probabilidades. Ningún electrón comienzanunca un movimiento religioso, ni siquiera alguna chifla-dura entre los electrones. Si se puede predecir la conduc-ta de los hombres como la de los electrones, entoncesel científico social debe ser capaz, para validar susafirmaciones, de predecir por lo menos la próximachifladura de los sociólogos.

Sin embargo, "Puedo predecir la voluntad y las pre-ferencias del hombre, usando exactamente las mismastécnicas que uso para predecir otros fenómenos natura-les"*dice Lundberg. Y continúa: "Lo mismo se puededecir con respecto a Dios. El es claramente un ser dehábitos regulares notables y demostrables".** Aquí sehace muy claro que el profesor Lundberg no sabe dequé está hablando. Aun la ley sabe más que él: unacto de Dios es, legalmente, "un evento que ningúnhombre podría haber previsto".

La voluntad y las preferencias de los hombres sonsorprendentemente complicadas. Uno de los casos que,según ellos, se puede predecir en los asuntos humanos, esel control del tránsito. la policía sabe que en días labora-bles hay grandes corrientes de tránsito que sale de lasgrandes ciudades. Así que hacen arreglos para destacaroficiales que se encarguen de este asunto. La densidaddel tránsito que atraviesa el puente Triborough, quepermite ir de Nueva York a Long Island, se puedepredecir tolerablemente bien para diversas horas del día.No completamente, porque depende del tiempo. Eltiempo se puede predecir más o menos, con unos pocosdías de anticipación, lo cual es suficiente para ayudara que los oficiales de la policía arreglen su trabajo.¿Cuántos carros cruzarán el puente Triborough cualquierdía laborable del año entrante? Para poder contestaresta pregunta, uno tendría que tener en cuenta elnúmero de carros que van a ser manufacturados y vendi-

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dos por la General Motors y por otras compañías; yesto dependerá de cierto número de factores, algunosde los cuales son factores humanos. También ten-dríamos que saber qué clase de tiempo habrá dentrode un año.

Ahora bien, puede ser que el conocimiento de lasmasas de aire y de los frentes del frío sea tan avanzadoalgún día que se puedan hacer predicciones posiblemen-te con un año de anticipación, pero hay dificultades.El clima y el tiempo dependen de la condición forestal.La condición forestal depende del número de árbolesque se corten. Puede suceder que, en este mismomomento, uno o dos seres humanos, grandes comercian-tes en maderas, estén haciendo decisiones que influiránen el clima de Nueva York y en el número de carrosque ha de pasar sobre el puente Triborough algún díalaboral del año entrante. Se necesitaría un sicólogo quepueda predecir las decisiones de estos hombres, y seríamuy difícil hallar uno que sea capaz de enfrentarse a esetrabajo.

La ciencia social depende de la sicología. Para poderentender lás relaciones que hay entre los hombres, tene-mos que entender a los hombres. Vimos que la sicologíaes una ciencia (si acaso lo es) solamente hasta el puntoen que prefiera realizarse sin la manera más importantede comprender a los hombres, la cual procede del hechode que nosotros mismos somos hombres. La cienciasocial (si es ciencia) tiene una desventaja todavía mayor,porque, ¿cuál es el propósito de estudiar cualquier fasede la sociedad (debíamos decir. "de la conducta social",para que sea convenientemente amplio), si no es el dedecir al fin qué es lo que se debe hacer al respecto?Pero las reglas oficiales no le permiten al científicosocial decir qué es lo tque se debe hacer. Míster RobertoS. Lynd, el bien conocido autor de Ciudad Intermedia,ha recomendado a los científicos sociales que tomen uninterés real en las cuestiones sociales, y que hagan reco-

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mendaciones. Pero él ha sido duramente criticado porhaber dicho eso. Porque, en el momento en.que se diga"se debe hacer", quien lo dice deja de ser científico. Seconvierte en un ciudadano, es decir, en una persona, locual es mucho mejor. La ciencia ha abolido las expresio-nes "debemos" y "tenemos que". Por esa razón, nuncadebemos permitir que nos dominen los científicos. Ellosdeben ser nuestros siervos, y no nuestros señores.

Supongamos que se produzca un cambio social muygrande, por ejemplo, que los Estados Unidos se vuelvancompletamente comunistas con todo éxito. Uno deseaevaluar ese cambio para decir si es bueno o malo. Su-pongamos que nos proveen un ejército de investigadoressumamente eficientes. Llegan los primeros informes:el nivel de vida material de toda persona en los EstadosUnidos ha mejorado enormemente. Todavía tenemosque decidir si eso es bueno o no lo es. Pudiéramosaún decidir que eso es algo malo. Llegan los siguientesinformes: pero no hay libertad individual; la que hayes menor que la que había en el sistema capitalista. Otravez hay que decidir si esto es un bien o un mal. Elmétodo científico no puede hacer nada que no sea dar-nos los datos; lo bueno y lo malo se califica por métodoscompletamente diferentes a los de la ciencia.

En años recientes ha habido un torrente de actividaddestinada a que se vuelvan a introducir en la ciencia lasexpresiones "debemos" y "tenemos que". A este asuntolo llaman los científicos "el problema de los valores".La expresión suena muy bien, y posee una incertidum-bre conmovedora. Si alguna persona estima que el orotiene valor, se puede decir, bien que el oro es un valoro que el oro representa valores. Parecidamente la virtud,o la belleza, o cualquier cosa como esas, pueden servalores o representar valores, y en cualquier caso, sólopara algunas personas, de tal manera que todo el asuntosea agradablemente "relativo". Por tanto, este tematiene gran motivación para los científicos modernos; y

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ellos lo tratan generalmente de tres distintos modos, quecorresponden a tres grupo de personas: los filósofoscientíficos, los antropólogos, y un grupo que pudierallamarse los científicos sociales prácticos.

Los filósofos científicos escriben libros. Ellos estándeterminados a hallar el "se debe" y el "se tiene que"en la ciencia de algún modo, y también creen por anti-cipado que los resultados los llevarán a la conclusiónde que la democracia es la mejor forma de gobierno.Algunos basan sus argumentos en la evolución, otros en"experiencias científicas válidas", y otros, en modosque ellos mismos alegan que son científicos. Todosllegan lentamente a la conclusión de que la democraciaes la mejor forma de gobierno. Esto lo hacen pór mediode argumentos tan tenues que cualquier pequeña torce-dura los podría convertir en puro fascismo. Y unos yotros aumentan las resmas de papel 'con argumentospomposos y abstractos, sin indicar en ningún caso parti-cular, cómo se puede llegar a alguna decisión genuina-mente humana. Esta es una de las mayores empresasintelectuales de nuestros tiempos, y está condenada alfracaso. Llega hasta intentar el establecimiento de unsistema de ética sin Dios. Todos los libros cultos quetratan sobre este particular no contienen sino lo que losateos creen con respecto aa la ética, y eso es nada.

También tienen por costumbre rastrear el espíritu deAristóteles, y exhibirlo como prueba de que es posiblellegar a una ética sin Dios. El es un testigo no satisfac-torio para este punto de vista. He aquí parte de loque él dice en su obra de ética, de la cual se ha oídomucho, pero no se ha leído mucho: "La verdad encuestiones prácticas se discierne de los hechos de la vida.Si armoniza con los hechos, podemos aceptarla; perosi choca con ellos, tenemos que suponer que no es ver-dad sino teoría. Y el que ejercita la razón y la cultiva,por un lado parece estar en la mejor condición mental, ypor otro, es sumamente caro a los dioses. Porque, si

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los dioses, tienen cuidado de los asuntos humanos,tal como se enseña, sería razonable tanto que se deleitenen aquello que sería mejor y más semejante a ellos(es decir, la razón) y premien a los que más aman esoy le rinden honor, como que tengan cuidado de las cosasque ellos estiman y actúen tanto recta como noble-mente".* ¡Pobre Aristóteles! Se lo ridiculiza por mu-chos errores que hizo en física y en biología; perono se puede decir que es justo meterlo en el registroético como ateo.

Los antropólogos, que tratan el problema de los valo-res más bien indirectamente, en muchos sentidos tienenvidas muy divertidas. Primero van a alguna parte inte-resante e inaccesible del mundo a vivir con los nativos.Sólo escriben libros cuando regresan a la civilización y,como tienen algo que decir, escriben libros mejores quelos de los científicos filósofos. Comparando los apuntessobre todas las partes remotas del mundo que han visi-tado, han descubierto que es posible que los seres huma-nos vivan juntos en una extraordinaria variedad de con-diciones. Algunas tribus magnifican el sexo, otras leponen muy poca atención. En algunas tribus, el hombrese lanzaría a un paroxismo de dolor por la muerte de unfamiliar; en otras, todo el asunto funerario se trata conextrema serenidad y decoro. En algunas culturas, haymaneras definidas para volverse ritualmente loco; mien-tras en otras ven las cosas con un seño tan extremoque parece que estuvieran locos. Se cree comúnmente,y ciertamente es muy plausible, que si se toma un neneesquimal recién nacido, y se cría en una familia hoten-tota (en caso de que la familia hontentota lo quieracriar), llegaría a ser un hotentote; si se levanta con unafamilia neoyorkina, llegaría a ser un neoyorkino.

Cada cultura es un sistema consistente: no valetomar un poquito de esta cultura y un poquito de aque-lla. Cuando se encuentran dos culturas, generalmenteno se mezclan para formar una mejor, sino más bien

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algo intermedio. Por lo contrario, cuando los hombresblancos llegan a alguna isla del Pacífico, la culturanativa se desintegra, y la generación joven resulta serun gran chasco para sus padres, por las normas de sucultura, que no le conceden gran importancia a nuestrasnormas.

Los antropólogos, encantados con su nuevo descu-brimiento, están saturados de la idea de las variacionesentre las culturas. La poligamia es un crimen enalgunas culturas, pero es regular en otras. El suicidio yel comer carne humana son prescripciones rituales paraalgunos pueblos; pero son actos repugnantes para otros.Enfrentados a estas variaciones aturdidoras, es muy pocolo que pueden decir los antropólogos con respecto a loque "se debe" y a lo que "hay que", si suponemos quelos hechos hablan por sí mismos, mediante alguna clasede "relatividad moral", según la cual ninguna cosa esbuena ni mala sino en relación con las costumbres preva-lecientes. Lo único que uno no debe hacer es cualquiercosa que impida que su cultura sea un sistema integrado.Quitando eso, todo lo demás se puede hacer, pues nohay cultura que sea mejor que otra. Que prevalezca lafornicación no es barrera alguna para una cultura integra-da; por tanto no puede haber algo intrínsecamente maloen ella. Cualquier cambio que pueda sucederle a nuestracultura, siempre que contribuya al establecimientodel sistema, es muy bueno. Moralmente, no hay nadamalo; y por el mismo argumento, no hay nada moral-mente bueno. Y sin embargo, se ha informado que hayun profesor que da un curso de antropología culturalal cual le da el nombre de Etica.

No importa lo que los altos teóricos de la cienciapuedan decir respecto del juicio de los valores, ni loque los antropólogos dejen de decir con respecto a ellos,el científico social práctico los trata de una manera muysimple. Cuando estos científicos recuerdan sus votosde objetividad (lo cual no sucede siempre), consiguen a

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otras personas para que les hagan los juicios. No escientífico, puesto que no es objetivo, que uno mismohaga el juicio de algún valor, pero se considera admira-blemente científico el registrar los juicios que otros ha-gan de los valores, aunque cada uno de ellos se haya he-cho de alguna manera no científica tan humanamentecomo sea posible. Esto se debe a las complicadas técni-cas que se usan para levantar muestras, las cuales envuel-ven muchas matemáticas. En otras palabras, ellos usan lamuy familiar, comprobada y verdadera encuesta deGallup.

Ahora bien, sería un error tener en menos la eficaciade las encuestas extraoficiales, por el solo hecho de quefallaron en las elecciones de 1948 en los Estados Unidos.Los que hicieron la encuesta cometieron un gran erroren esa oportunidad, pero son capaces, por lo menos, deaprender algo de sus errores. El doctor Gallup haprometido enmendar sus procedimientos. Por eso reali-zó una encuesta Gallup, para descubrir en qué falló laprimera encuesta. La historia de las encuestas deopinión pública ha ido mejorando firmemente, y seprevé que no van a desaparecer gradualmente, comounas pocas personas pensaron cuando la primera sorpresade la victoria de Truman, sino que van a crecer y a me-jorar. Nunca serán infalibles, pero cada vez que se bajende la balanza, aprenderán algo nuevo y marcharán mejorque antes, hasta que algún nuevo truco les arme la zanca-dilla y las derrumbe. Muy posiblemente, sus fracasosfuturos sean menos espectaculares que el último. Decualquier modo, los científicos sociales se proponenconfiar firmemente en las muestras que se obtienen pormedio de las encuestas. El profesor Lundberg ha pro-puesto que se establezca un Laboratorio de OpiniónPública para averiguar qué piensa la gente con respectoal Plan Mrshall, y con respecto a las personas exiladas, alservicio militar universal, a los impuestos sobre lasventas, a la ayuda del gobierno para la beneficiencia

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pública, a la margarina en relación con la mantequilla, alproblema de la vivienda, al costo de la vida, y a todo lodemás. "Pudiera ser -nos dice él en ¿Puede salvarnosla ciencia? - que por medio de encuestas de opiniónpública administradas adecuadamente, los oficiales públi-cos de profesión puedan ofrecemos toda la eficienciaque ahora dicen tener los autoritarios administradorescentrales, y sin embargo, tengamos la administración entodo tiempo sujeta a un barómetro más delicado que esel de la voluntad de los pueblos. Este es más delicadoque el que suponen todos los bienes parafernales,técnicamente absoletos, de los procesos democráticostradicionales.* Todo lo cual es pavoneo con el cualse quiera decir: "que las encuestas se encarguen detodo".

Pero, ¿quién maneja las encuestas? Aquí precisa-mente tenemos que observar con todo cuidado a loscientíficos sociales, para que no nos metan en algunaencuesta rápidamente, o más bien, para que no nosembaúquen para que nos metamos nosotros mismos enalguna. Mientras tengamos "todos los bienes paraferna-les técnicamente absoletos, de los procesos democráti-cos tradicionales", podemos evitar el caer completamen-te bajo el control de alguien distinto de nosotros mis-mos. Nuestra democracia es muy difícil de manejar, yadmitimos que no es un "barómetro delicado"; pero esalgo que pertenece a un club poderoso, y el barómetrono se hace para que se use como club. Si algúnpolítico no hace aquello para lo cual lo envía el puebloa Washington, simplemente se deja por fuera en laspróximas elecciones. Pero, ¿qué podemos hacer con elque realiza las encuestas? Ese sería uno de esos "oficia-les públicos de profesión". Y nuestro control sobre losoficiales públicos es verdaderamente escaso. Es verdadque hasta ahora no ha habido sospechas de que las bienconocidas encuestas extraoficiales sean conscientementedeshonestas. Se ha sugerido que la preferencia incons-

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ciente del que realiza la encuesta puede manifestarse;pero hasta lo presente tales personas no se. han dejadosobornar. Pero, son solamente encuestas extraoficiales,lo cual quiere decir que no tienen carácter oficial. Silas decisiones políticas se basaran en los resultados dedichas encuestas, podríamos preguntarnos hasta cuándova a durar esta pureza de lirio blanco.

Fuertes alaridos de protestas se levantan en el instan-te, por supuesto, de parte de los hombres de ciencia, sise sugiere que la bocanada de deshonestidad pudieraatribuirse, aun en lo futuro, a la persona que realizala encuesta. % Por qué? La realización de encuestas esuna ciencia", -afirman indignadamente- y el científicoes, por definición, la persona de mayor honestidad eintegridad". Esto es cierto, en un sentido; pero significaque, si determinada persona llega a ser víctima del"prejuicio", a causa de influencias poderosas corrupto-ras y sutiles, deja de ser científico, aunque pueda tenerel doctorado en filosofía de media docena de universi-dades. Argüir de otra manera es argüir sobre una pala-bra, procedimiento este que sería rechazado con desdénpor los mismos hombres de ciencia, si alguien se atrevieraa utilizarlo.

Los científicos físicos probablemente merecen la re-putación de disfrutar de incorruptibilidad y de profesardevoción a la pura verdad. Esto se debe a que no valela pena sobornarlos. Ellos pueden exigir que no los per-suada a usar sus talentos para la destrucción, en vez deusarlos para el bienestar de la humanidad (durante laSegunda Guerra Mundial, sólo se convenció a muchoscientíficos de trabajar en la bomba atómica con elsiguiente argumento: "Si no la hacemos nosotros, laharán los alemanes"), pero no se saca ningún provechoal tratar de entremeterse en los resultados de su trabajo.Las verdades de los físicos atómicos son lo que son: silos científicos del Proyecto Manhattan hubieran dado uninforme distinto del que dieron, la bomba no hubiera

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dado resultado. Ellos estaban tratando con cosas, nocon gente. Las verdades, si son verdades de la cienciasocial, son nebulosas e inconstantes. ¿Quién es el quesabe qué es lo que quiere en un momento dado? ,Pue-de alguna investigación de alguno de los investigadoresde Elmo Roper, que se hace de puerta en puerta, sacarlos verdaderos pensamientos del hombre? Un cambiomínimo en las palabras de alguna pregunta, o aun en eltono de voz con que se hace la pregunta, puede hacerque la respuesta sea completamente diferente. Porejemplo, una pregunta oficial como "¿Cuál es su actitudhacia los judíos? ", obtendrá una respuesta oficial; perosi el que realiza la entrevista cierra luego su libro deanotaciones y dice: "Bueno, ya hemos terminado este

asunto. ¿Por qué no me dice usted lo que piensa real-mente con respecto a esos despreciables judíos? "es muy posible que obtenga una respuesta completa-mente diferente.

Con tal grado de flexibilidad, hay infinitas posibilida-des, y si se les atribuye cualquier importancia prácticaa las respuestas, valdría la pena que un poderoso grupode presión se gastara un buen rato averiguando si sehizo la "pregunta correcta" en el "tono de voz co-rrecto"

El glorioso futuro científico nos promete más en elcampo de los científicos sociales que en el de cualquierotro grupo. Míster D. W. Hill nos dice con muchaesperanza, en su obra La ciencia. su efecto en la indus-tria, la política, la guerra, la educación, la religión y ladirección. "No hay problema sobresaliente entre lasnaciones, que es el método científico no pueda resolverpor la centésima parte de lo que cuesta una guerragrande" * El doctor E. U. Condon, antiguo miembro dela Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos,dijo: "Dentro de poco, la más grande contribución quepuede hacer la ciencia para la seguridad real consisteen la extensión del método científico a las ciencias

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sociales y en dar una solución al problema de la aboli-ción completa de la guerra". *

* Además, la guerra en símisma es solamente un síntoma de tensiones sociales devarias clases. Por tanto, para evitar la guerra, es necesa-rio eliminar, o por lo menos reducir, las tensiones entrelas naciones. Pero primero tenemos que averiguar cuálesson estas tensiones, con lo cual regresamos a las técnicasque ahora relacionamos familiarmente con el doctorGallup y con el señor Elmo Roper.

Las encuestas son artículos de exportación, y hayencuestas extraoficiales como en una docena de países,tales como Inglaterra, Suecia, varios países de la Europaoccidental, algunos de los protectorados ingleses, y unospocos países avanzados de la América Latina. Inme-diatamente después de la guerra, había la esperanza dedesarrollar altamente las encuestas. S. C. Dodd propusoa las Naciones Unidas la formación de un Barómetro deSeguridad Internacional, "para detectar autoritariamentey a tiempo las tensiones que conducen a la guerra".Claro que habría algunas dificultades. Los que se dedi-can a hacer encuestas casi no podrían realizarlas conéxito en algunos países del Lejano Oriente, donde esprobable que la pregunta se conteste según lo que elinvestigador quiere que se conteste. Los que hacen lasencuestas no pudieran informar sobre un gran paísdonde el gobierno no les permitiría entrar. Y se pudieraseñalar que, aun si el tío José Stalin les permitiera reali-zar las más exactas encuestas en sus vasallos de tal modoque podamos conocer todos sus deseos y "tensiones", to-davía no sabríamos cuándo es probable que estalle laguerra. Porque las guerras no "estallan" por su propiacuenta; sino que alguna persona que tiene autoridaddecidé que estallen. Cualquier información valiosa sobrealguna guerra futura tendría que incluir la opinión delPolitburó, y, ¿cuál es el científico social que puededecirnos cuál es esa opinión?

Stuart Chase ha resultado ser un magnífico populari-

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zador de la ciencia social. El es autor del El estudio

propio de la humanidad. El señor Chase ve las dificulta-des un poco más claramente que algunos de los profesio-nales. El ve que la guerra es una institución profunda-mente inculcada en todas las sociedades, excepto en al-gunas de tipo primitivo, y que no es probable conjurarlapor medio de ninguna fórmula fecunda. El exigemás información de varias clases. Es deseable que hayalas "áreas de estudio", y él se siente complacido al saberque "las universidades de Columbia, Harvard, Yale, Stan-ford y California están estudiando a Rusia". Debierahaber una extensión de "los experimentos controladosde Kurt Lewin sobre el nivel de agresión en las diversasclases de clubes juveniles". También toma en cuentaotras cosas tales como la provisión mundial de alimentos,la distribución de materias primas, las naciones que tie-nen y las que no tienen estas materias. El exige quehaya un equipo de científicos políticos, historiadores,siquiatras, sociólogos, antropólogos, y sicólogos, que"estén empleados útilmente en analizar las relacionesde poder en diversos niveles".* El no dice qué haríanellos con los resultados, cuando los obtengan. ¿Permi-tirá el poder que se le haga realmente el análisis? Silas universidades de Columbia, Harvard y las demás seenfrentan al tío Jose Stalin, con sus análisis de poder,¿les prestará alguna clase de atención? El puede contes-tar negativamente a las sugestiones de ellos. Como unaalternativa, él pudiera decir que sí y prometer todo,pero el siguiente día pudiera derrocar otro de los paíseseuropeos. Para entonces las relaciones de poder habríancambiado, y no habría ninguna otra cosa que hacer, sinoanalizar todo otra vez.

El problema de la guerra es, algunas veces, más sutilde lo que pueda suponer cualquier científico social.Como es un problema de motivos humanos, ciertamenteno tiene ninguna cura fácil. Los hombres no son ángeles;y la única razón por la cual la ciencia no ha descubierto

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eso, es que la ciencia no sabe nada con respecto a losángeles. Hubo una sabiduría absolutamente profundaen el recinto del Senado, en el trascurso del debate sobrela inclusión de las ciencias sociales en la FundaciónNacional de la Ciencia, propuesta por el senador Willis:"Es asunto de ponerle algo de freno al egoísmo; eso estodo". El senador Willis entiende el problema del go-bierno con toda su simplicidad y su tremenda dificultad.Es muy improbable que él sea un científico social. Esaes la razón por la cual está en el Senado de losEstados Unidos; y esa misma es la razón por la cual noestán allí los científicos sociales.

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LA VERDADERA CIENCIA:LAS MATEMATICAS

Hay una ciencia, y solamente una, una que es real-mente verdadera: las matemáticas. Las otras, desde lafísica para abajo, no nos conducen a ninguna verdadconocida, sino a opiniones probables. Por supuesto,pueden ser sumamente probables. Por ejemplo, es suma-mente probable que el sol salga mañana, o que, si unodeja que se le caiga una pelota de la mano, caiga al piso.Pero si uno dice: "El número 7 no tiene factores", unosabe que eso es verdad. Para muchos propósitos de lavida, la distinción entre lo que es verdadero y lo que essumamente probable no es importante, pero ahí está esarealidad, y todos los propósitos de la vida no son prácti-cos.

Los mismos físicos ya han descubierto por sí mismosque las conclusiones de la física son sumamente proba-bles, aunque no necesariamente verdaderas. Ha desapa-recido la fe firme y la convicción que se tenía en elsiglo XIX de que la física llevaba a la verdad. Aun enla cumbre de ese período arrogante, los filósofos reco-nocieton esa realidad; pero, en consideración al clima enque se encontraba la opinión, no fueron capaces dellamar mucho la atención, ni de ser considerados como"dirigentes" Ellos descubrieron eso al ver que si lapelota se escapaba de las manos un millón de veces, las

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mismas veces caía al piso; pero que eso no prueba quevolvería a caer al llegar a un millón y una veces. "Laciencia se basa en la convicción de que el universo esconfiable en su manera de actuar" (aunque todavía espura asunción, porque no podemos probar nunca que eluniverso es completamente confiable). Ninguna de lasteorías de los físicos puede probarse; porque nunca seráposible decir que cualquier otra explicación concebibleha sido probada y resultó incompleta. Pero si uno quieresaber si el número 7 tiene cualquier número de factores,prueba todos los números menores que siete (sólo puedehaber seis) y descubre por cuenta propia que no tieneninguno, pues sólo es divisible entre la unidad y entre elnúmero siete, sin que quede algún residuo. Así que,solamente en matémáticas, y no en física ni en las cien-cias menores, es posible conocer las cosas.

Pero aunque en teoría los físicos saben que sus con-clusiones son probables, tal vez, sumamente probables,pero no ciertamente verdaderas, este asunto todavía lesqueda como una elevada teoría que no logra naufragaren sus consciencias. Casi en todo tiempo, en lo queellos dicen y piensan, olvidan sus propias conclusionesteóricas, y actúan como si la ciencia fuera indiscutible-mente verdadera, y más todavía, como si lo único verda-dero fuese la ciencia. Ellos señalan que la palabrase deriva de scientia, palabra latina que significa cono-cimiento, para apoyar su argumento, aunque si algúnotro saliera con esa clase de argumento de la derivaciónde la palabra, ellos se indignarían terriblemente. Huboun tiempo, en la Grecia antigua, cuando la palabraciencia tenía el mismo significado que la palabra conoci-miento, como cuando se hablaba del conocimientomatemático en comparación con la opinión probable.Pero las palabras cambian de significado, y los científi-cos, en otras ocasiones, son los primeros en señalar esehecho. Ahora la palabra ciencia (o, de cualquier modo,"ciencia física", la cual excluye matemáticas) se refiere

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solamente al muy estropeado resultado del viejo y admi-rable caballo llamado el Método Científico. Asíque la ciencia en nuestro día es opinión probable. No esconocimiento. Cualquiera otra información que se ob-tenga por cualquier medio que no sea el método cien-tífico, aunque sea verdadera, los científicos la calificande anticientífica. Y esta palabra la usan como una pala-bra manchada, porque connota, además, el significadooriginal, para indicar que la información es falta deveracidad, o aunque sea un poco falsa. Hay que obser-var a los científicos con mucho cuidado, pues son mal-vados maltratadores de palabras.

Los más avanzados pensadores de nuestro día (muyposiblemente aquellos en los cuales podemos confiarmenos) hacen lo mejor que pueden para probar que lasmatemáticas tampoco se pueden considerar como verda-deras. Señalan que nuestras ideas de números y del espa-cio (en relación con la geometría) no son, como suponíaKant, partes inherentes de nuestro equipo mental quenos vienen de alguna parte averiguable, sino que se deri-van de los sentidos. No podríamos utilizar las mate-máticas si no tuviéramos alguna idea del mundo físico.Los que dicen esto son sofistas, aunque son los máseminentes filósofos de nuestras universidades más respe-tables. Parece que ellos tienen una posición contra lacual es imposible argüir, a la manera de los sofistas; peroeso no es garantía de que tengan la razón. No se puedeargüir contra uno que sostenga, con el obispo Berkeley,que no existe nada, sino nuestras propias impresionesque nos vienen por los sentidos. Pero nadie cree real-mente eso. Esa es la manera correcta de tratar a lossofistas. La piedra está ahi, y uno puede saber esoporque le puede dar puntapiés. Hay una gran tentaciónde darle los puntapiés al sofista, pero eso no es estric-tamente necesario. Basta darle los puntapiés a la piedra.Alternativamente, uno puede esperar que cambie el cli-ma de opinión. Nuestros pensadores avanzados de moda

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están, naturalmente, fuera, en una extensa oscilacióndel péndulo, lejos de la oscilación anterior. Si uno quie-re saber cuál es el punto fijo del péndulo, lo mejorsería evadir a los pensadores más avanzados. Basta estaren toda la mitad de la oscilación y esperar que elpéndulo regrese.

He aquí una manera de ver la diferencia entre lasmatemáticas y la física. Tómese el 4, y agréguesele4, y otra vez 4 (tres cuatros juntos). El resultado es12. Tómese el 3, y agréguesele 3, y 3, y 3 (cuatrotreses juntos). El resultado es otra vez 12. Elemental,mi estimado Juan. Y nadie piensa que eso se haga deotro modo. 3x4 =4x3. Los sofistas señalan que estainformación se obtiene, fundamentalmente, tomandotres grupos de cuatro objetos, o cuatro grupos de tresobjetos. Luego, puesto que la verdad matemática sederiva de los objetos físicos, ellos dicen que las mate-máticas son en realidad cierta clase de física, que depen-de de la evidencia de los sentidos y participa de lairrealidad fundamental de la física.

Pero hay alguna diferencia. Escríbase un número de20 guarismos; si se multiplica, digamos, por un númerode 30 guarismos, se obtendrá un número enorme de49 6 50 cifras. Si tuviéramos que multiplicar el de 30guarismos por el de 20, llegaríamos al mismo númeroenorme de 49 6 50 cifras. Uno sabe que eso es verdadsin necesidad de efectuar la multiplicación. Este es unpaso que no se puede dar nunca en física: el de saberque algo es verdad, sin hacer algún experimento que loconfirme. En física no importa cuántos ejemplos setengan de lo que parece ser una generalización, no sesabe nunca qué ocurrirá en un nuevo caso, si sucederálo que la generalización dice que debe suceder. La con-clusión sólo es sumamente probable, y la generalizaciónsólo está muy cercana a la verdad. "Estar muy cercanaa la verdad" no es lo mismo que "ser verdadera" asícomo llegar muy cerca del hoyo en el golf' no es lo

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mismo que meter la pelota en el hoyo.Por supuesto, se puede conseguir una máquina cal-

culadora para multiplicar el número de 20 cifras porel de 30. Entonces también se podría decir que lamultiplicación es de un número de 30 cifras por uno de20. Siempre se obtendrá el mismo resultado, por supues-to, porque la máquina se hizo de ese modo. Hay máqui-nas calculadoras hechas recientemente, que tienen unaasombrosa complejidad y magnífica habilidad. Estascomputadoras harían en pocas horas hazañas de compu-tación que le exigirían años de trabajo a un equipo decomputadores humanos. Estas máquinas dan siempre larespuesta correcta en razón de que fueron hechas de esamanera. Sería también muy fácil hacer que den unarespuesta incorrecta, pues las máquinas no tienen enten-dimiento. Ellas hacen simplemente lo que se les dice.

Uno le dice a la máquina qué es lo que debe hacer,empujando botones, o insertando una tarjeta perforada,o un pedazo de alambre magnetizado de cierto modo, oalguna cosa parecida a ésas. La máquina realiza contac-tos eléctricos según los huecos que tenga la tarjeta; loscircuitos que así se forman actúan sobre ciertos tuboselectrónicos, los cuales a su vez actúan sobre otros tubos,y así sucesivamente, se realiza una asombrosa serie de

eventos físicos. El fin de todo esto es que la máquinaimprime una tarjeta perforada, o magnetiza un alambrede cierto modo. 0, de otro modo, las máquinas estánhechas para imprimir signos, los cuales representannúmeros para la gente que los ve, aunque para la máqui-na son solamente marcas de tinta hechas sobre el papel.Se necesita un ser humano para que le diga a la máquinaqué es lo que debe hacer en primer lugar, y tambiénpara que lea los signos que quedan marcados sobre latarjeta o sobre el alambre cuando termina el proceso.Es la combinación de ser humano y máquina la quehace el cálculo. La máquina por sí misma sólo realizaoperaciones mecánicas y eléctricas, según su naturaleza.

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Si tomamos una bolsa, y metemos dos piedras en ella, yluego metemos otras dos, ¿decimos que la bolsa calculaporque al terminar la operación hay cuatro piedras enella? La mejor máquina que se haya hecho no calculamás de lo que calcula la bolsa.

Uno de los descubrimientos recientes más fascinantesen la ciencia, es el de que las máquinas, cuando llegana un nivel suficientemente elevado de complejidad, co-mienzan a manifestar extrañas semejanzas con el cerebrohumano y con el sistema nervioso. Hasta padecen en-fermedades similares, y algunas veces se curan con tra-tamientos iguales, tales como el de sacudirlas violenta-mente, o el de pasar por ellas una fuerte corrienteeléctrica ("tratamiento de shok", se llamaría en la divi-sión sicopática). Las memorias que se les han hechoa las máquinas pierden la razón algunas veces, pues noolvidan lo que deben olvidar (La memoria, dijo un niñouna vez, es aquello con lo cual uno olvida). Una memo-ria mecánica puede persistir en arrojar la misma informa-ción añeja vez tras vez. El doctor Norbert Wiener, unode los teóricos de estas máquinas, compara este proble-ma con la preocupación continua, que según él, se cono-ce en la terminología de otra profesión con el nombrede consciencia. Algunos científicos han discutido muyseriamente la posibilidad de que estas máquinas piensen.Los mismos científicos piensan pero ellos no saben nadasobre el pensamiento.

Cuando algún científico (o algún laico) calcula, puedeque escriba algo sobre el papel o que no escriba nada; pe-ro si escribe algo, es con el propósito de que le sirvande ayuda los apuntes: los números están en la mente.Los números no entran en la mente de las máquinas,pues las máquinas no tienen mente. Todo lo que entraen las computadoras, y todo lo que sale, son pedazos depapel o de alambre magnetizado.

Pero, si los números no entran en la máquina,¿dónde están, y qué son? Esta es la respuesta: están

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exclusivamente en las mentes (no en el cerebro). ¡Enton-ces tienen que ser subjetivos! ¡Qué horrible tiene queser esta realidad para el científico!

En verdad, este asunto es horrible para los científicos,pues ellos no entienden nada de aquello que sea sub-

jetivo, lo cual es casi sorprendente, pues ellos no quierenponerle ninguna atención a ello. El punto de vistageneral de los científicos es algo así como lo que sigue:Todas las cosas pueden dividirse en objetivas y subjeti-

vas. Las objetivas comprenden todas las cosas del mun-do material que nos rodea: todo lo que podemos ver,oír, sentir, oler o gustar; y las subjetivas son nuestrospensamientos y emociones. No existe ninguna otra cosa;y aun las cosas subjetivas tienen una existencia solamen-te tenue y nebulosa. Luego supone el científico que, encuanto al mundo objetivo, todos podemos ponernos deacuerdo; mientras que el mundo subjetivo es asunto degustos: "A mí me gusta el café, a ti te gusta el té". Detal modo que es imposible ponernos de acuerdo. Ellosven las cosas en dos clases: la objetiva, que es igualpara todos; y la subjetiva, que es asunto de gustos (o"relativa", como dirían ellos). Por esta razón, ellosestudian solamente las cosas óbjetivas; y cuando tomanen cuenta una miga de lo subjetivo, como tienen quehacer los sicólogos, tratan de estudiarla objetivamente.

¡ Ay! Esta división neta en dos grupos está com-pletamente equivocada. Es verdad que podemos poner-nos de acuerdo en lo del mundo objetivo (más o menos).El mundo subjetivo no es tan simple. Ciertamente, partede él es cuestión de gustos personales. Otra parte de élson los números, porque, tal como hemos visto, losnúmeros existen solamente en la mente. "Para mí, cua-tro veces tres es igual a 13, pero para usted tal vez sea14". No hay desacuerdo con respecto a los números, locual quiere decir que hay mucho menos desacuerdo conrespecto a ellos que el que hay con respecto al mundo"objetivo', que no es siempre exactamente el mismo

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para todos. Si estamos buscando cosas sobre las cualespodamos obtener realmenté acuerdo completo.y univer-sal, sólo podremos encontrarlas en la mente.

A los científicos les gusta definir sus términos; perolos matemáticos se han dado cuenta de que es casi im-posible definir algunas de sus más simples concepciones.Si uno trata de dar una definición realmente precisa delpunto, de la línea, o de la línea recta, se hunde en unaciénaga de dificultades. Los matemáticos pueden meter-se en discusiones muy abstrusas sobre estas ideas, sinllegar a definiciones satisfactorias. Sin embargo, loextraño es que, aunque los puntos y las líneas son ator-mentadoramente difíciles de definir, son excepcional-mente fáciles de comprender. Aun los alumnos algomudos los entienden en el acto. Los alumnos más es-túpidos de la clase de geometría tienen toda clase dedificultades para entender las proposiciones, y paraseguir las pruebas, pero estas dificultades no dependenjamás de alguna incomprensión seria de lo que es unalínea recta. Ellos la entienden tan rectamente como lamisma línea. Eso es todo; y este entendimiento abso-lutamente anticientífico es suficiente para el completoacuerdo.

Euclides escribió un libro de matemáticas hace más dedos mil años, el cual contiene más de 400 proposiciones.Cada una de estas proposiciones es verdadera. Algunasde sus pruebas pueden ser criticadas severamente, peroningún matemático, vivo o muerto, duda de las conclu-siones. Las conclusiones de la geometría no euclidianatambién son ciertas. Difieren de las de Euclides, perono están en conflicto con ellas, porque se refieren a dosmundos distintos. Las proposiciones euclidianas se re-fieren a un mundo en el cual una, y solamente una línease puede trazar desde un punto dado paralelo a unarecta dada. Hay la geometría no euclidiana en la cual nohay líneas paralelas, y otra en la cual hay muchas (desdeun punto dado paralelo a una recta dada). Estas geome-

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trías se refieren a sus respectivos mundos y no al mundoeuclidiano. El asunto de si el mundo en que vivimos eseuclidiano o no lo es les corresponde a los físicos y no a

los matemáticos. La cuestión queda todavía abierta enel presente, y si la respuesta se halla en una forma o enotra, no tendrá ningún efecto sobre la verdad de todas

las geometrías. Así que, una de las razones por las cua-les se deben estudiar las matemáticas es simple y enor-

me: porque son verdaderas. Esta razón no es algo pare-

cido a la que dan los escaladores de montañas paratrepar en ellas: "porque ahí está la montaña", peromucho mejor.

Hubo un tiempo cuando los profesores de matemáti-cas reconocieron profundamente el gran mérito de lasmatemáticas, y las enseñaron como si realmente tuvieranvalor por sí solas. Pero, aunque ellos hicieron eso, noexplicaron por qué lo hacían. Así que enseñaron lasmatemáticas en una forma lerda y sin inspiración, si-guiendo las huellas de lo que se había hecho antes.Una escuela de educación estadounidense, que funcionóhace alrededor de cien años, era de esa clase. La clasese metió a estudiar secciones cónicas, porque esa era latradición, sin saber claramente pbr qué los hombrescultos tienen que estudiar secciones cónicas desde eltiempo de Apolonio. La más articulada expresión de laraison d' étre de la clase de matemáticas era esta:"Las matemáticas son una disciplina de valor". Comosi la disciplina en sí fuera la razón por la cual unoescoge la educación.

La "disciplina", como la "ciencia, es una palabra quetiene la cáscara seca del significado obsoleto, el cualpuede invocarse para confundir la situación. Original-mente, lo que estudiaba cualquiera de los discípulos dealgún maestro era una disciplina. De ahí el uso tradicio-nal de la palabra en educación, aunque su significado ac-tual es el de hacer y obedecer órdenes que le imponena uno en el ejército. Nuestros modernos equivoquistas

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usan dicha palabra para indicar algún estudio particular,pero con la connotación relativa al ejército. Así intro-ducen por la puerta de atrás algún vestigio de la antiguaidea de que cualquier estudio que sea difícil y desagrada-ble es beneficioso.

"El valor de la disciplina" es lo último que reclamaráalgún educador vejestorio y reaccionario, para evitardeshacerse de algún estudio que sigue en el programapor la única razón de alguna tradición absurda. Eseargumento se usó como última zanja de defensa dellatín, para preservar la tradición según la cual, hacecomo unos cien años, los muchachos de 12 años erancapaces de componer versos en latín. Incapaces depensar en alguna razón buena que justifique el estudiodel latín (aunque hay razones muy buenas), los clásicosdel antiguo modo se apoyan en la declaración: "Esuna buena disciplina que ejercita la mente".

Finalmente, se le hicieron a este asunto algunasmediciones "científicas" (medidas muy sistemáticas, almenos), las cuales demostraron que el muchacho queha estudiado latín no tiene ninguna ventaja, al estudiarotra materia, sobre el que no lo ha estudiado. No hay"trasferencia" en la educación. Se afirmó que esto sehabía probado. De otra manera, uno pudiera del mismomodo resolver crucigramas, puesto que ese es un ejerci-cio mental tan bueno como estudiar latín, y ademástambién amplía el vocabulario. Y sin embargo, nadiepiensa que se debe incluir este ejercicio en los estudiosescolares. Uno pudiera del mismo modo aprender ajugar cartas, para formarse el hábito de hacer decisionesrápidas: se ha demostrado que el juego de cartas leayuda a uno a hacer decisiones rápidas (en el juego decartas), pero no le ayuda nada para otras cosas. No haytrasferencia del juego de cartas a alguna otra cosa devalor en la vida. Esta idea de que no hay trasferenciase aplicó a las matemáticas, y los matemáticos, que handebido saber esto mejor, sucumbieron ante el argumen-

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to, y dejaron que las matemáticas se escaparan por laventana. Ahora, en vez de estudiar matemáticas, seestudia como "una ciencia auxiliar", o como un "mediode estudio". Se estudian las matemáticas solamente porsu utilidad en otras ciencias. Y sin embargo, hubo untiempo cuando las matemáticas eran llamadas "la reinade las ciencias". Ahora es la sierva de las ciencias. ¿Có-mo, pues, cayó tanto?

La declinación de las matemáticas vino por causa dela moderna filosofía unitaria. Esta estima que el únicopropósito de la ciencia, del conocimiento en general, dela educación, es el de contribuir a algún fin "útil".Aunque admitamos esta actitud, todavía tenemos quedescubrir cuáles son las cosas útiles. Y para qué son

útiles. No podemos contestar esta pregunta por mediode la ciencia. Y sin embargo, la respuesta es sumamentemás importante que cualquier cantidad de estudio cien-tífico. Tal vez nos ayude a contestar esta pregunta tantremendamente importante el estudio de un poco dematemáticas por el valor que ellas mismas tienen. Asíhan pensado antes los hombres inteligentes.

El estudio de las matemáticas por lo que ellas sonen sí mismas no es un asunto de trasferencia. No tendríaningún propósito que pueda descubrirse en algún exa-men que se aplique a los estudiantes del primer año de launiversidad, paralelamente con uno que se aplique a losdel último año para ver cuánto han mejorado (o, másbien, cuánto han absorbido). Los mejores propósitos dela educación no operan así tan rápido, sino a través dela vida, con efectos sumamentes demorados. Tampocoes un estudio particularmente preocupado en la educa-ción de la ciudadanía, porque hacer buenos ciudadanoses solamente uno de los propósitos de la educación.Otro de sus propósitos es el de hacer buenos hombres, locual nos lleva otra vez a la tremenda cuestión: ¿Qué esun buen hombre? ¿Qué haría un buen hombre? ¿Larespuesta no es la de decir que es el hombre que sigue lo

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verdadero, lo bello y lo bueno? (porque, seriamente,¿qué otra cosa es digna de seguirla? ). Nuestras escuelasponen considerable atención a la belleza, de ciertamanera coordinada; ellas rechazan lo bueno casi com-pletamente, y, por causa del uso degradado de lasmatemáticas, pierden una magnífica oportunidad deofrecer alguna experiencia de lo verdadero.

Tal como se pudiera esperar, el resultado de todo esoes deplorable. Los graduados de los liceos y de las uni-versidades carecen de la experiencia de saber realmentealguna cosa: de saberla, y de saber las razones. Ellosni siquiera tienen el hábito de querer saber las razonespor las cuales ellos mismos creen las cosas. Sus mentesestán atestadas de información, pero ellos prefierencreerla, digámoslo así, tal "como lo dice la ciencia" (o,"como lo ha demostrado la ciencia"). Hay profesoresde ciencia que afirman realmente que ellos enseñan un"saludable escepticismo". Nada de eso. Ellos enseñanuna profunda credulidad, y sus víctimas, que no estánpreparadas para pensar por cuenta propia, se tragaráncualquier podredumbre egregia, siempre que esté cubier-ta con largas palabras y con una afectación de objetivi-dad para que suene como si fuera científica.

Hemos visto que las ciencias se organizan en escaladesde la física que es la más alta hasta las profundidadesde las ciencias sociales. La física es la primera en consi-deración a que se parece mucho a las matemáticas. Lafísica puede ser, si se la enseña adecuadamente, unmagnífico entrenamiento del pensamiento lógico; y has-ta puede ser un entrenamiento útil de escepticismo, contal que el escepticismo se aplique en la misma física. Lafísica es una buena ciencia, pero como la extensión dela palabra "ciencia" se ha ampliado para incluir labiología, la sicología y las llamadas ciencias sociales, lafísica ha ido perdiendo una por una, todas sus virtudes.La biología envuelve el estudio de una masa de hechosdetallados, los cuales se relacionan, no por el pensamien-

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to lógico, sino por los grandes alcances de la imagina-ción. La sicología no puede hacerse la pregunta correcta,y para ser científica, demanda que no pretendamos sabermucho de lo que sabemos, simplemente por el hecho deque la información nos viene por métodos que son"anticientíficos" (como si esa palabra fuera sinónima de"incierto"). Y las "ciencias" sociales exijen que suspen-damos la pregunta: "¿Qué debemos hacer con respecto aeso? " Debemos hacer eso precisamente en aquellosasuntos en los cuales dicha pregunta es la más importante. ¿Qué es lo que tienen en común todos estosestudios que les da a los educadores esa fe en el amplioextendimiento y en el profundo agarre del hábito cien-tífico de la mente? ¿En qué consiste este hábito de lamente?

Reducido a su esencia, según los científicos, estehábito consiste en hacer juicios desprejuiciados. Elloslo envuelven en expresiones floreadas que a menudopresentan una vaguedad sobresaliente. Así, JamesHarvey Robinson, cuyo sonoro ensayo titulado Lamente en formación proclamó ideas pancientíficas enla primera parte de la década que comenzó en 1920,exige "una estructuración general de la mente" y "unaactitud crítica de mente amplia". Si ésta es la actitudde mente que se desea, de una vez se levanta la pregunta.¿Debiérámos estudiar ciencia para adquirir esa actitud?¿Por qué no estudiamos derecho? El juez tiene quehacer todo lo que se le exije al científico, en el sentidode suspender el juicio hasta tener a mano todos loshechos disponibles; y luego, juzgar imparcialmente, lomejor que pueda, basado en los elementos de juicio quepresenta el caso. El abogado presenta los dos lados delcaso, lo mejor que puede, sin tomar en cuenta en cuálde las dos partes están sus propias opiniones genuinas.Por seguro, esta práctica tiene que desarrollar la másrecomendable elasticidad de la mente, lo cual le ayudaríaa entender los puntos de vista del otro acusado, y a ver

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y a eliminar sus propios prejuicios. El estudio de losderechos del ciudadano tienen una ventaja inmensasobre la ciencia, pues realmente se relacionan con laciudadanía. Si realmente no hay trasferencia, tal comolos mismos científicos tendrían que creer, lo que se debeestudiar, indiscutiblemente, es derecho.

Podemos dar otra sugestión. Para practicar la deduc-ción científica mediante el pensamiento lógico, sin ideaspreconcebidas, ¿por qué no tomamos un curso sobreSherlock Holmes? Los detectives, o por lo menos losescritores de historietas de los detectives, se unen a loscientíficos para excoriar "el prejuicio dogmático, lamentira, la falsificación de hechos, la falsificación dedatos y el voluntarioso razonamiento falaz". Así lo hadicho el profesor Hendren, de la Universidad de Georgia.Que todos tomen un curso rígido con los detectives, yentonces tal vez haya algún pensamiento social algo me-jor, y lo mismo en los asuntos políticos y económicos;porque el detective tiene que ser fríamente judicial comoel científico, y tan científicamente imparcial como eljuez.

Pero nuestros educadores científicos no hacen lascosas en ninguna de estas maneras. Su récipe para llegara sus altas metas es el siguiente: "una de las cienciasbiológicas en el primer año, y una de las ciencias físicasen el segundo", o alguna de las fórmulas correspondien-tes. Se espera que se le haya ayudado a ser un buenciudadano al graduado universitario que haya estudiadoun poquito de bacteriología o de acústica. Se cree queesta experiencia le ayudará a eliminar las ideas preconce-bidas, llamadas algunas veces "prejuicios", palabras estasque también se emplean para expresar el odio racial enforma más afectada, pues en forma más apacible se dice:antipatía racial. Sin embargo, tiene que ser obvio que laciencia no guarda relación con los gustos ni con los dis-gustos. La ciencia es imparcial cuando examina todoslos hechos, y es (o debe ser) celosamente imparcial cuan-

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do considera si la teoría concuerda con los hechos o no,pero esto no tiene nada que ver con que guste o no gusteel objeto de estudio. ¿Tienen que gustarle los insectosal entomólogo?

El parasitólogo es tan imparcial como cualquier cosacuando está determinando si alguna enfermedad se debea algún virus o a una bacteria, o si es trasmitida poralgún mosquito o parásito, pero, tan pronto como hallala causa de la enfermedad, su actitud se hace comple-tamente parcial, y hace todo lo que puede para extirparla enfermedad. El químico de alimentos, tan prontocomo descubre alguna nueva vitamina, no se vuelveimparcial con respecto a ella, sino que hace todo cuantopuede para que todos la recibamos en los alimentos. Laciencia puede decimos todo lo que pueda descubrir conrespecto a los rusos: que ellos respiran el mismo aireque nosotros respiramos, que su capacidad craneana esla misma (aunque pudiera ser un poco menor o mayor);pero toda esta información no evitará que mucha genteconsidere a los rusos como una amenaza. La ciencia pue-de ser capaz de descubrir muchas cosas concernientes alas uniones laborales: hasta puede llegar a la conclusiónde que tales uniones traen como resultado que haya me-nos dinero en los bolsillos de los ricos; y, si eso es cierto,la mayor parte de los ricos se opondrán a los movimien-tos laborales, sea que hayan tenido preparación cien-tífica o que no la hayan tenido.

No es probable que los prejuicios sean reducidosconsiderablemente, ni siquiera en los científicos profe-sionales. Supongamos que una familia negra se muda acierta casa en una calle donde solamente vive gente blan-ca. Supongamos también que uno de los propietarios decasas en esa calle sea un profesor científico especialistaen la pigmentación de la salamandra. ¿Será posible quela admirable objetividad con que él considera la pig-mentación se trasfiera a la familia negra, y que este cien-tífico, en su actitud hacia ella, sea noblemente diferente

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de sus vecinos? Eso es posible; pero también es suma-mente probable que manifieste tantos prejuicios comocualquiera otra persona. Puede que le tenga puesto elojo a la propiedad de la familia negra para comprársela, yque sea el primero en formar parte de un comité que seencargue de forzar a la familia negra para que se vaya avivir con "su propia gente". Esto está de acuerdo con eldescubrimiento de la ciencia según el cual la trasferenciade cualquier experiencia particular solo es posible entredos cosas relacionadas muy estrechamente. En este caso,podría haber trasferencia de la salamandra más o menoshasta el renacuajo, pero de ahí no pasaría.

Todavía es menos probable, y ciertamente no es ob-servable, que millones de personas que han estudiadopasmosos cursos de ciencias, durante el tiempo que dedi-caron a la educación, desarrollen esa "actitud crítica demente amplia" hacia los importantes problemas políti-cos, en los cuales, como ciudadanos, tendrán que hacerdecisiones personales. El científico especialista, por lomenos, ha pasado muchos años de su vida practicandolas virtudes científicas (tales como son) en su propiorincón que es pequeño, pero magnífico. El graduado dela universidad ha hecho un puñado de experimentos enlos cuales, tal vez, él mismo haya podido usar el métodocientífico; se ha sometido a oír largas horas de conferen-cias llenas de bostezos, en los cuales se le hacen elogiosal método científico; y se ha atiborrado de las cosas quedice algún libro de texto sobre una serie de hechos que,según lo que dice el mismo libro, han sido descubiertaspor el mismo método tan altamente proclamado. Taluniversitario tiene alguna idea de cómo se descubrieronalgunos de estos hechos, pero en proporción muy peque-ña, que con mucho optimismo pudiera ser el uno porciento. También tiene alguna idea de cuán espléndida-mente amplios de mente han tenido que ser los descubri-dores originales de los hechos. En cuanto a lo demás,simplemente se le ha dicho que algún científico digno

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de alabanza ha sido de mente sumamente amplia alconsiderar esos hechos. Y así, el graduado universitariono tiene más experiencia para practicar realmente lasvirtudes científicas que las que pueda tener, para lanzarun sedal, alguien que solamente haya leído la obrade Izaak Walton titulada El pescador completo.

Aun los científicos profesionales no se preocupan mu-cho con respecto a la objetividad. Ellos la practican enlos objetos, con los cuales no hay la menor dificultad; yluego se dan palmadas en los hombros, de manera atroz,por haberla practicado. No es tan difícil ser objetivocon respecto a cualquier cosa que sea tan carente deemociones como la química de las hormonas, o la pre-sión diastólica, o la fisiología del sistema nervioso. Siuno quiere eliminar sus propios prejuicios con respectoa los genuinos problemas humanos, lo que debe haceres precisamente eso: estudiar los genuinos problemashumanos, preferiblemente aquéllos del pueblo en queuno vive; averiguar cuáles son los prejuicios propios yhacer lo mejor que se pueda para eliminarlos. Tambiénhabrá que decidir con respecto a los problemas, qué es loque se debe hacer con ellos, y hacerlo. Lo que no sedebe hacer es mirar una ameba a través del microscopio,y engañarse uno creyendo que ese hecho le va a mejorarel juicio con respecto a los problemas sociales. No leayuda. No le ayudaría más de lo que puede ayudarlela anchura de la ameba. Peor aún, uno pudiera engañarsepensando que ha realizado una gran cosa, cuando, enrealidad, no ha hecho nada. En este sentido, la cienciano es lo mejor que se puede estudiar, sino lo peor.

En oposición al resto de las ciencias, las matemáticasson a la vez dignas de estudiarse e importantes, aunquelas razones que explican esto no se pueden ver fácilmen-te en nuestro clima moderno de opinión científica. Senos hace necesario remontamos a los tiempos anterioresa Aristóteles, es decir, a Platón, quien tiene una misterio-sa facilidad de tener la razón cuando los demás están

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equivocados, pero es probable que sea una guía másconfiable que los pensadores avanzados de nuestrostiempos. Las realidades más grandes sólo pueden expre-sarse en forma de mitos; Platón expresó grandes verda-des sobre las matemáticas y sobre las ciencias por mediode un mito matemático: el Mito de la Línea Dividida.

Infortunadamente, las traducciones de Platón lashan hecho tradicionalmente los clásicos "especializa-dos", los cuales no saben matemáticas. Sobre la puertade la academia de Platón estaba escrito lo siguiente:"Aquí no entran las personas que no sepan geometría".Algunos de los traductores no hubieran podido entrar aesa academia. Ellos han traducido la Línea Dividida tanhorriblemente que nadie la puede entender. En conse-cuencia, se omite en algunas de las ediciones popularesde La república. Los lectores de estas versiones mutila-das sólo leen un mito paralelo llamado el Mito de laCaverna, y pierden la experiencia de ver cómo las ma-temáticas pueden convertirse en la base de la poesía mássublime para el propósito de comunicar la verdad. ElMito de la Caverna ha sido siempre más popular, porquees más sorprendente y dramático que el de la LíneaDividida (tiene "valores literarios superiores", como silo literario fuese la razón verdadera por la cual se leea Platón), pero no tiene la misma profundidad de signi-ficado, porque no se basa en las matemáticas. La famosalínea de Platón se divide en dos partes desiguales, comosigue:

1 1A

B

Cada una de estas partes, A y B, se divide otra vez enla misma proporción:

1 1 1 11A'

A2

B'

B2

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Una consecuencia simple de esto es que A2 es iguala BI, Platón no explica esto explícitamente, y lostraductores se muestran dispuestos a dejarlo así, pero losestudiantes de Platón, todos han aprobado su examende geometría, y pudieron entender eso por cuentapropia.

Ahora aparece el mito. La parte más pequeña, A, eslo "sensible"; B es lo "inteligible". A es cualquier cosaque podamos ver, oír, sentir, oler o gustar, en otraspalabras, los objetos materiales, aquel reino al cual dedi-can su atención los científicos. Pero ese reino no esinteligible. Si alguno pensara que se pueden entenderlos objetos materiales, estaría equivocado.

Tanto lo "sensible" como lo "inteligible" se dividende nuevo como sigue:

Sensible

I nteligible 1 I I

A'

A2

B'

B 2

Espejismos

Cosas

Matemáticas

Conocimientos superiores

La sección pequeña, Al, se compone de fenómenoscomo los espejismos, las alucinaciones, y las cosas quevemos cuando "nuestros sentidos nos engañan". A2,que es un poco más importante, representa las cosas"reales". B1, que es la división menor de lo inteligible,representa los objetos matemáticos: los números, laslíneas, las cifras y todo eso. Recordemos que B1 es iguala A2. Esto representa el hecho de que las matemáticaspueden hacerse concordar con el mundo de los objetosmateriales. Esta concordancia de B 1 con A2 es precisa-metite lo que hace el científico.

Pero nuestros científicos se detienen cuando lleganal fin de B1, y en eso están equivocados. Más adelantede Bi, está B2, la sección mayor y mejor de todas. Lasmatemáticas son esenciales, pero no se deben estudiar

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por lo que ellas son en sí mismas, ni porque son "útiles",ni porque son matemáticas, en su sentido limitado, esdecir verdadero; sino porque pueden usarse como pasa-dera hacia el conocimiento realmente importante que es-tá en B2. Tratemos de hacer eso. No es tan insensato,como parece. Hagamos una prueba completa (por lomenos, varios años de nuestra vida). La sección mayorde nuestra línea dividida la hemos denominado en estelibro "Conocimientos superiores". Lo que dice Platóncon respecto a ella, se puede leer en cualquier ediciónbuena de La república, pero él es un poco indefinidoy no se puede entender con facilidad. Esto se debe aque, aunque él es un gran filósofo y poeta, apenas era unteólogo indiferente. Pero aún un teólogo indiferente esmejor que un científico moderno. Hubo un tiempocuando los científicos podían ser ateos definidos. Aho-ra, hay algunos científicos, como el difunto Lecomtedu Noüy, que se han propuesto hacer que Dios searespetable ante los científicos. Muchos científicosacuden a las iglesias, pero como ellos mantienen los do-mingos separados del resto de la semana, en estrechoscompartimientos de la mente, no pueden tener ni unateología definida ni una ateología definida.

Los científicos no tienen ni la menor idea de lo queconstituye la última sección de la línea dividida. Enconsecuencia, ellos no saben para qué es realmente laciencia. Ellos piensan que hay ciencia "pura", cienciaque hay que estudiar "por sus propios méritos", y cien-cia "aplicada", para el beneficio material del hombre.Hay muchos científicos que piensan que la ciencia apli-cada es la única que vale, y que los científicos "puros — ,si acaso los hay, son simplemente hombres de la torrede marfil. Están completamente equivocados al pensarasí. Han perdido el punto principal.

El principal propósito de la ciencia es saber algo conrespecto a Dios, y admirarlo, por medio de la obra desus manos. Si se obtiene alguná utilidad de ello (como

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en verdad se obtiene en grandes proporciones), ¡cuántomejor! Si los científicos miraran su trabajo en estaforma, cesarían de adorar la ciencia, y así llegarían a sermejores científicos. E incidentalmente, se les podríadesarrollar un buen sentido del humor con respecto ala ciencia, y esto los salvaría de caer tantísimas veces enel ridículo.

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CUIDADO CON LOS CIENTIFICOS

"Lo que la ciencia puede hacer para los hombres noes suficiente. Esto tiene que estar subordinado a lo quela ciencia puede hacerles a los hombres",* ha dichoOtis W. Caldwell, quien fuera secretario general de laAsociacion Americana para el Avance de la Ciencia.

La esperanza de lo que la ciencia puede hacerle alos hombres es horrible. Son también horribles la bombaatómica, los gases radiactivos venenosos y la guerra bac-teriológica, pero de una manera diferente. Todos sabenque existe la probabilidad de estos terrores en la próxi-ma guerra, y los científicos los saben aún más. Ellosdesean, más que ninguna otra persona, evitar que seutilicen sus servicios en ese desastre. Hay también algu-nos peligros de la ciencia que son mucho más sutiles, yproceden del hecho de que los científicos están com-pletamente desprevenidos con respecto a ellos.

Hemos visto que la ciencia comienza con la física: laciencia de los palos y de las piedras. Las que debieranser las ciencias más elevadas, las que tratan de las plan-tas, de los animales y del hombre, ya sea individualmen-te o colectivamente, son realmente inferiores a la física,por el hecho de que insisten en usar los métodos de lapalología y de la piedrología en el estudio de los seres

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vivos. Ellos no pueden hacerse las preguntas adecuadas,ni saben cómo obtener las respuestas acertadas, ni sabendecirnos qué debemos hacer con las respuestas que lo-gran obtener. Y, puesto que esta gente tiene una posi-ción de prestigio- extraordinario en comparación connosotros, aunque saben muy poco que valga la penasaberse, tenemos que tener mucho cuidado con respectoa ellos. No podemos confiar en nada que ellos hagan, yasea para los hombres o a los hombres.

He aquí una breve historia de un científico, parailustrar lo que ellos no ven. En el renombrado acuariode Nápoles, de fama mundial, un amigo mío conoció aun científico que estaba empeñado en experimentos conpeces. Los tenía atados con cuerdas a un artefacto queregistraba los movimientos de la cola. Algunos eranpeces enteros; a otros les había quitado una porción decerebro. Los peces que no tenían el cerebro entero ha-cían curvas suaves regulares en el dispositivo de registro;pero los que no habían sido mutilados hacían movimien-tos penosamente irregulares. El científico estaba encan-tado con este descubrimiento. "Se ve -decía- que loscentros superiores del cerebro son los que alteran elmovimiento básico normal de los músculos. Los pecesque carecen de una parte del cerebro hacen movimientosbellamente regulares" Este científico no era capaz dever alguna clase de conección entre lo que él estabahaciendo en el acuario y lo que estaba sucediendo alre-dedor de él en Italia, cuando Mussolini hacía que lostrenes cumplieran regularmente su itinerario, pero nopermitía que alguien concibiese algún pensamiento con-trario a su régimen.

Este científico era un ictiólogo y, por tanto, susexperimentos eran inocuos (menos para los peces).Otros científicos son más ambiciosos. Lancelot Hogben,en La ciencia y el ciudadano, habla del "programa socialde descubrir cómo se puede regular el cerebro humano,o cómo manejar las instituciones sociales".* Yo no

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permitiría que mi cerebro sea regulado por Hogben nipor ningún otro científico.

Uno de los maravillosos descubrimientos de la cienciaes el de las "ondas cerebrales". Las puede detectarun artefacto eléctrico que se ata en la cabeza. Sonútiles para diagnosticar la epilepsia. Los científicos lasestudian intensamente, para tratar de descubrir qué eslo que sucede en el cerebro. Hasta el tiempo presentelos científicos no han tratado de regular estos impulsoscerebrales, ni de cambiarlos. Si algún día se les ocurrehacer eso, tenemos que mantenemos alerta y cuidarnosde ellos. Porque, ya que la ciencia, como ya lo hemosvisto, no puede decimos qué es lo bueno ni qué es lomalo, y como los científicos no están preparados parapensar en alguna otra forma que no sea científicamente,ellos no tienen sino sus propias ideas, poco juiciosas,para decidir a quién hay que cambiarle los impulsoscerebrales y qué es lo que hay que cambiarles. Y aun-que los científicos pretenden no saber nada, como cien-tíficos, en cuanto a lo que debemos hacer, sino solamen-te en cuanto a la manera de realizar lo que hemos deci-dido hacer, ellos tienen en la práctica una manera muysimple de decidir lo que se debe hacer. Infortunada-mente es una manera muy mala.

En el caso de las ondas cerebrales (y sino fuera en elde las ondas, pudiera ser en el de las secreciones hormo-nales, o en alguna otra cosa), pudieran actuar en algunamanera como esta: Primero, algún científico anunciaríael descubrimiento de un nuevo tipo de impulso cerebral,irregular, como la línea que marca el pez que no hasido mutilado, y que solamente aparece en un pequeñoporcentaje de la población. A esto se lo llamaría unamuestra "anormal", puesto que sería diferente del pro-medio de los demás. Los promedios son siempre sagra-dos para los científicos. Luego, algún sicólogo investiga-ría qué es lo que les sucede a todas las personas quetengan las ondas "anormales". Les aplicaría pruebas

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' de toda clase: test de inteligencia, test de Rorschach,test de coordinación motora, test de integración de lapersonalidad, evaluación de la escala emocional, y todaslas otras prácticas sicológicas. Ellos pudieran descubriren la mayoría de estas personas, lo que los sicólogosdescribirían como serios desajustes emocionales. Diríanque estos desajustes fueron causados por las ondas cere-brales que se habían descubierto antes. (Pero, si hubie-ran descubierto primero las alteraciones emocionales,entonces, éstas hubieran sido la causa de los impulsosanormales. Esa es la manera de pensar los científicos, enla práctica.)

Luego, se meterían los científicos sociales en la esce-na. Estos estudiarían las acciones de las personas quetengan ondas irregulares "en su contexto social", o"en su significación social". Pudieran descubrir queesta minoría no acepta las valoraciones de la comunidad,y aún más, que ellos están persuadiendo a otras personasnormales para que se unan con ellos en sus ideas abe-rrantes. Si lo que dicen estas personas coincide concualquier ismo particular que esté ejerciendo oposiciónpolítica en el mismo tiempo, se dirá que el escenarioestá preparado para los últimos y más siniestros aconte-cimientos. Entonces llaman al neurosiquiatra, o tal vez,al médico sitosomático, el cual prepara alguna "cura"muy sencilla, la cual hará que estas personas vuelvan aser como el resto de la población, en todos los aspectoscientíficamente observables, ylos restaurará al gloriosoideal llamado promedio.

Y sin embargo, ¿qué sucedería si el promedio estuvie-ra equivocado? La vida moderna es sumamente an-tinatural: máquinas, teléfonos, radios, píldoras vita-mínicás, subterráneos, carros, trenes, aeroplanos, ascen-sores, inyecciones, televisión, y, pronto, contadoresGeiger, todo producto de la ciencia, y todo hecho indi-vidualmente para ayudarnos, para atormentarnos colecti-vamente día y noche, y para producirnos úlceras en el

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estómago y sometemos a la tutela del siquiatra. ¿Noparece enteramente posible que casi todos nos estamosvolviendo locos con todo esto? ¿No es plausible, yhasta probable que la mayoría tengamos anormales nues-tras ondas cerebrales? Y si eso no es así, ¿qué le pasaal sagrado promedio? Puede ser que la mayor partede nuestra sociedad esté loca. Los científicos, con suadoración al promedio, no usarían sus capacidades paracurar algo, sino para hacer que la gente sana se vuelvaloca.

Otra maravillosa, pero siniestra, invención de la cien-cia es el detector de mentiras. Realmente no detectamentiras, sino cambios emocionales, como la detenciónmomentánea de la respiración, y los cambios en la pre-sión de la sangre y en los latidos del corazón cuandose hace el pequeño esfuerzo necesario para sostener unafalsedad. El sujeto se sienta, con una faja alrededor delbrazo, que le registra la presión de la sangre y las pulsa-ciones, un tubo alrededor del pecho, que le registra larespiración, y electrodos en la mano izquierda, parainvestigar la respuesta electrodérmica (o sea el reflejosicogalvánico). Se le pide que conteste una lista depreguntas, comenzando con las inocuas, hasta las desa-gradables que se refieren a "¿quién hizo el crimen? "La misma lista de preguntas se repite tres veces. Si seregistra alguna contracción nerviosa en alguno de lostres interrogatorios, no se considera significativa, a me-nos que ocurra en el mismo lugar las tres veces. No esfácil engañar la máquina, pero ella no comprueba tam-poco completamente el engaño. En todo caso, los resul-tados tienen que ser interpretados por el especialista, yes muy incómodo tener algún especialista de esta clasecontra uno en el tribunal, ya que uno no puede conocer-lo tal como él es en su propio terreno. Los detectoresde mentiras han entrado muchas veces a los tribunales,cuando las dos partes convienen en usarlos. Si una de laspartes objeta su uso, tal vez no se admita la evidencia

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que se obtenga por medio de ellos; pero el estatutolegal no es completamente claro al respecto. Algunosde los científicos comprometidos en estos asuntos (perono todos) consideran a los abogados como una pandillade perezosos, porque no se apresuran a aceptar los mara-villosos hallazgos de la ciencia. Así que, por la inmuni-dad que disfrutamos de no tener que someternos obliga-toriamente al detector de mentiras, debemos darles lasgracias a los abogados, y no a los científicos.

Aun peores que el detector de mentiras son lasdrogas que obligan a decir la verdad: el sodio, laescopolamina y algunas otras. Con el detector de men-tiras, se puede disimular el hecho de que se está mintien-do; pero, bajo la influencia de estas drogas horribles, nose puede mentir de ningún modo, ni se puede dejar dehablar. Y algo más, no se puede recordar lo que se dijo,ni siquiera se tiene la más vaga idea sobre eso. La mismadroga se puede usar también para acciones buenas, porsupuesto. Ha dado resultados maravillosos en ciertoscasos de siquiatría. La droga capacita a los soldadosque han sufrido conmociones cerebrales en la batallapara hablar sobre sus temores secretos y librarse de ellos.La droga en sí no es buena ni mala; depende comple-tamente del uso que se haga de ella. La escopolaminaes una droga inocua, dicen los científicos, pero. ¿cuáles la idea que ellos tienen del término "inocuo"? Pues-to que ellos, como científicos, no tienen ninguna con-cepción de lo bueno ni de lo malo, ni tratan nunca dehacer algo fuera del pensamiento científico, sus atolon-dradas imaginaciones se limitan a la idea del daño físico."La escopolamina es una droga inocua cuando se admi-nistra correctamente. Una serie de individuos desperta-ron cinco horas después de haberla usado. y no estabanen peores condiciones por esa experiencia. Tomaron undesayuno nutritivo y les agradó mucho".* Así hace elque está condenado a muerte, según los registros. antesde encaminarse a la silla eléctrica. La fraseología de los

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científicos puede ser muy reveladora: "Bajo su influen-cia, el sujeto no tiene la capacidad de formular ni unamentira, ni de completar un engaño".** Notemos quela palabra "sujeto", tiene un sentido como el de vasallo,tal como son los sujetos en un reino o en una tiranía; notiene el significado de ciudadano, como si fuera en unarepública; ni siquiera de paciente, como si fuera en algúnhospital.

En esta República, que todavía no está loca por laciencia, hay inmunidad contra las drogas que obligan adecir la verdad, aunque es una inmunidad oficial; y lomismo sucede generalmente en los países que están aeste lado de la Cortina de Hierro. En el otro lado, loúnico que sabemos es que ellos pueden tener drogaspeores que las nuestras, y que pueden usarlas libremente.Estos son horrores que hasta ahora se nos han evitado.Tenemos que orar a Dios, y también hacer todo lo po-sible, para que se sigan evitando estas cosas. Tal vezno caigan nunca sobre nosotros. Puede suceder que sequeden en la espaciosa bolsa de trapo donde estáTODO LO.QUE LA CIENCIA NO HA HECHO TODA-VIA. Pero los científicos nos llaman tantas veces laatención a que veamos lo que todavía no han hechoque pudiera excusarse a cualquier laico que haga lo mis-mo ocasionalmente.

Aun en el reino de la política práctica, hay ya mucharazón de tener mucho cuidado respecto a los científicos.No estamos inclinados de ningún modo a comprenderesto, por causa de la creencia ampliamente difundida deque el progreso de la ciencia está estrechamente relacio-nado con la democracia. Esta creencia es sostenida yfomentada por los mismos científicos, pero, a pesar delo que ellos digan, la ciencia casi no tiene ninguna rela-ción con la democracia. El argumento de que hay estre-cha relación entre ellas rara vez pasa de ser algo mejorque lo siguiente: "Nos gusta la ciencia, y estamos afavor de ella; nos gusta la democracia, y estamos a favor

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de ella; por tanto, las dos son la misma cosa".Pero la ciencia y la democracia difieren grandemente

tanto en lo relacionado con el propósito como en lo querespecta a la manera de realizar las cosas. El propósitode la ciencia es descubrir la verdad de las cosas, el pro-pósito de la democracia es lograr la mejor clase degobierno. Como lo hemos visto, la ciencia no llega a laverdad. La democracia tampoco realiza, en la práctica,el mejor gobierno. De cualquier modo la ciencia buscala verdad, mientras que la democracia busca la justiciay las ventajas políticas. La verdad es cuestión de sabersi las cosas son de esta forma o de aquélla; la políticaes una cuestión de si debemos hacer esto o aquello,teniendo en mente lo mejor, tanto para el individuocomo para la sociedad. Y la ciencia no puede ayudarnosa decidir qué es lo mejor, así como una locomotora nopuede hacer las funciones de un compás.

Así como los objetivos son diferentes, así tambiénlos métodos de la democracia son enteramente diferentesa los de la ciencia. El instrumento más típico de losmétodos democráticos es la urna de votaciones. Lademocracia significa un estado de cosas en el cual sehacen las leyes, directa o indirectamente, por el voto delpueblo, o de una mayoría sustancial. La palabra tam-bién tiene muchos significados que pueden variar deuna persona a otra, tanto que los semánticos, que sedeleitan en mantener las cosas confusas, han tratado deconvencemos de que la "democracia" no tiene sentido.Pero, para el que pueda distinguir entre denotación yconnotación, el significado es todavía bien claro. Laciencia, como es asunto de reproducir experimentos, yde teorías aplicadas a los hechos mediante el uso de larazón, es completamente diferente, aunque uno casi nopuede pensar así, cuando oye o lee lo que los científicosdicen o escriben. Ellos están frecuentemente de acuerdocon "lo que la mayor parte de los expertos cree", o con"la comprensión de los especialistas sobresalientes".

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Cuando ellos hacen esto, lo que están haciendo es cienciasolamente de nombre, así como también, en algunospaíses, la democracia es solamente de nombre. La cien-cia genuina no procede, como la democracia, a contarcabezas, ni siquiera las cabezas de los jefes de departa-mentos en las universidades.

La ciencia puede florecer bajo cualquier clase degobierno que le sea favorable, y por tanto, puede flore-cer en la clase de democracia que nosotros practicamos.Podemos tener tanto la democracia como la ciencia.Pero las dos no son la misma cosa, de ninguna manera.Nos inclinamos a pensar en las dos conjuntamente porcausa de un accidente histórico. El siglo XIX fue unperíodo de gran expansión para la ciencia; también fueun período de gran extensión para la democracia. Estaes casi la única razón por la cual hay algunos que piensanque ciencia y democracia son palabras sinónimas. Perotal como lo hemos señalado, de acuerdo con el estrictométodo científico, lo único que podemos decir es que,en ese período, la ciencia y la democracia estaban asocia-das. Sería de los más anticientífico sacar la conclusiónde que la ciencia fue la causa de la democracia o vicever-sa. Y debemos tener en cuenta que el siglo XX, en elcual la democracia ha ido decayendo, ha sido, hasta elmomento, un período de expansión aún mayor para laciencia. Los alemanes no obtuvieron la bomba atómica;pero nuestro ejército tomó ávidamente el proyectil ale-mán V2. Los químicos alemanes son todavía magnífi-cos, como han sido durante los últimos cien años. Huboun indecoroso regateo entre las autoridades americanas ylas rusas para escoger los mejores científicos alemanes.

Los científicos más alarmantes son, naturalmente,los peores, es decir, lbs científicos sociales. El instru-mento típico del científico social es la encuesta extra-oficial, la cual tiene la apariencia de ser sumamentedemocrática. Sin embargo, como ya lo vimos, es im-portante saber quién dirige las encuestas. Tenemos

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menos control sobre los que realizan encuestas que elque tenemos sobre los políticos.

Las encuestas extraoficiales han sido objetadas mu-chas veces, pero por alguna razón equivocada, general-mente. Se ha discutido si es legítimo que alguna organi-zación le pregunte a tantísima gente en qué forma sepropone votar en las elecciones, para luego publicar losresultados de la encuesta. Los políticos que realizanencuestas venden los resultados de ellas a los periódicos,los cuales las publican como si fueran noticias. Losperiódicos no están haciendo nada diferente de lo quehacían antes de existir la encuesta de Gallup. En esetiempo, enviaban reporteros a entrevistar "al hombre dela calle". Ahora sólo hacen eso de una manera mássistemática. Es legítimo que les preguntemos a unospocos amigos, aun antes de decidir por quién vamos avotar, por quién van a votar ellos; entonces tambiénes legítimo preguntarle a muchísima gente lo mismo, opedir que una organización de opinión pública nos hagaese trabajo. Las preguntas que se hacen en una encuestapolítica extraoficial son completamente apropiadas. Elasunto es diferente cuando se trata de otro tipo de en-cuesta. Ese es el caso de la famosa investigación deldoctor Kinsey. Uno puede decidir por quién va a votar,después de haber preguntado por quién van a votar losdemás, pero uno no acostumbra regular la vida sexualpreguntándoles a los amigos qué es lo que ellos hacen enla cama. Las preguntas impertinentes son igualmenteimpertinentes, aunque sean científicas.

También se les han hecho objeciones a las encuestasextraoficiales, basadas en otra razón incorrecta, es decir,en la presunción de que las predicciones de ellas tiendena ocasionar su propio cumplimiento. La elección delpresidente Truman, a pesar de la predicción de una arro-lladora victoria republicana, ha hecho que todo el mun-do dude que esa presunción sea cierta. Los políticoshan descubierto que las encuestas extraoficiales son

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desconcertantes; ellos acostumbran decir en su propa-ganda, no solamente "Vote por mi partido",-sino tam-bién, "Es probable que gane mi partido"; porque decirde otro modo sería admitir alguna sombra de duda, yel político piensa que no va a obtener votos, a menosque él mismo se muestre como si estuviera estallandode confianza. Tal como las cosas están ahora, lospolíticos no saben si deben decir: "Las encuestas predi-cen la victoria para mi partido; por tanto, voten pormí"; o mejor decir: "Las encuestas predicen la victoriapara el partido contrario, pero recuerden las eleccionesde 1948, y voten por mí" Hasta ahora, la idea que lospolíticos tienen con respecto a las elecciones es la desaltar al partido ganador, como si la gente votara parapoder decir luego: "Yo voté por el partido que ganó".En las convenciones nacionales del partido, eso de saltaral partido que gana es un hábito muy conocido; porquelas elecciones internas son abiertas, y cada uno tienetemor de perder el respaldo si queda registrado que votócontra el ganador. Pero en las elecciones nacionales, elvoto es secreto, y parece que el público se porta exac-tamente como se espera que se conduzca un pueblolibre y nacional. A los republicanos se les dijo que eraseguro que Dewey ganaría. Así que ellos se echaronsobre los laureles y no se sometieron a encuestas. Alos demócratas se les dijo que era sumamente difícilque ganara su candidato. Así que ellos hicieron un granesfuerzo, y realmente ganaron. He aquí la moraleja.No le pongamos ninguna atención a las encuestas extra-oficiales. Cualquier cosa que digan pudiera estar equivo.cada. Los políticos tendrán que aprender a vivir conellas y a que les gusten.

La objeción real que se les puede hacer a las encuestasextraoficiales, aparte del problema relacionado conquién es el que las hace, es que ellas tienden a ser dema-siado científicas. Elmo Roper, en sus valientes esfuerzospara investigar por qué falló su encuesta en 1948, em-

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pleó seis meses de penoso trabajo, tratando de descubrirqué fue lo que pasó el 2 de noviembre de ese año. Losvotos habían sido, todos, debidamente contados; lasobjeciones hechas por los escrutadores oficiales habíansido aclaradas. Truman había regresado a la Casa Blanca,y Dewey a Albany, pero Roper quería saber, distritopor distrito, cómo se había realizado el proceso eleccio-nario. El quería estar en condiciones de hacer un análisiscientífico, de tal modo que pudiera decir por quién vota-ron los obreros, y por quién vótaron los hacendados, ypor quién, los ricos (se descubrió que éstos habían vota-do por Dewey), y por quién, las mujeres. El tuvo muchadificultad para obtener los detalles de los hechos, yquedó sorprendido y absolutamente adolorido por causade ello. "Como resultado del estado caótico en que seencuentran las facilidades de que disponemos en estepaís, para reunir las informaciones sobre los hechos, enel campo de las estadísticas electorales, hemos obtenidoalgunas informaciones particulares de algunas mesas devotación dispersas en todo el país ... Las hemos obteni-do personalmente! "* Cualquiera pensaría que todo elproceso eleccionario fue organizado con el propósito deproveerle al señor Roper la información que desea. Laselecciones de 1948 fueron, como tenían que ser, secre-tas. Confiemos, pues, que las elecciones futuras sigansiendo secretas, y no abiertas para todo el mundo, oparcialmente abiertas, cuando se trata de la cienciasocial.

Al presente, la mayor parte de los científicos socialesque se dan el nombre de científicos, reciben sus fondosa través de instituciones vinculadas a las universidades.Ellos se quejan grandemente de que no reciben suficien-tes fondos, porque sus ambiciones son tan grandiosasque no pueden ser satisfechas con provisiones proceden-tes de las cajas vacías de las instituciones superiores deeducación. De cualquier modo, el dinero de las univer-sidades es probable que esté tan incontaminado como

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puede estar el dinero, aunque puede que no esté entera-mente a salvo de los deseos y de las ambiciones de losricos que lo hayan donado. Cualquier persona que re-cuerde el contenido de la obra El paso del ganso, deUpton Sinclair, sabe que eso es así. Para que puedanrealizar sus proyectos mayores, los científicos socialestendrán que volverse menos escrupulosos con respectoa la procedencia de sus dotaciones. Ellos tienen queexplotar algunas fuentes que producen mucho dinero, envez de confiar en el chorrito que escurre gota a gota através del filtro parcialmente esterilizado de la univer-sidad.

Ahora bien, sólo hay dos grandes fuentes de dinero:los grandes negocios (o las fundaciones, que con unsolo movimiento hacen grandes negocios), y el gobierno.

Henry Ford II ha señalado que su famoso abuelogastó millones de dólares en la investigación científica,tal como se entiende corrientemente, sin gastar ningunasuma considerable en los problemas de los empleados,ni en la búsqueda de condiciones que los mantuvierafelices en su trabajo. Aquí hay posibilidades amplia-mente abiertas, sea para Ford o para cualquier otro quequiera aprovecharlas. La "investigación sobre las posi-bilidades de mercado", es común, por supuesto, yrepresenta el tipo de investigación inocua y hasta benefi-ciosa. Pero, ¿por qué tiene que avanzar hacia lo científi-co? La industria ha aprendido desde hace tiempo quela ciencia, es decir la ciencia antigua, ofrece por sí mismarecompensa generosa. El sistema Bedeaux fue uno delos primeros ejemplos de lo que hoy se dignifica con elnombre de ciencia, y la nueva ciencia se presta admira-blemente a la curiosidad organizada con los nombresimpresivos de "ingeniería social" o "biotecnología".Hay una esperanza real y tenebrosa de que los científicossociales van a encontrar patrocinadores bien provistos dedinero para el trabajo sobre "los problemas de los em-pleados". Ellos harán que los empleados estén, no so-

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lamente felices, sino felices en su trabajo. Se le permiti-rá al empleado que esté feliz mientras está en su trabajo,pero ¡ay de él si se le descubre alguna huella de aquelantiguo sentimiento que es el anhelo de independencia!

Pero si es indeseable que los científicos sociales reci-ban fondos de la Compañía XYZ o de la Corporaciónde Enormidad Internacional, ¿no sería perfectamenteadecuado que sus proyectos sean patrocinados por elgobierno? Hay razones que nos hacen pensar que estotambién entraña sus peligros. El señor Aldous Huxleylos ha visto muy claramente: "Los proyectos Manhattanmás importantes del tiempo futuro -ha profetizado él-serán vastas investigaciones patrocinadas por el gobierno,en las cuales los políticos y los científicos participantesse ocuparán del problema de la felicidad; en otras pala-bras, de hacer que la gente aprecie su condición de ser-vidumbre".

Los científicos sociales ven las cosas en forma diferen-te al señor Huxley. Ellos no se preocupan mucho conrespecto a la libertad ni a la servidumbre. En el libroEstudio de la ciencia social, de Marion B. Smith, profe-sor de sociología de la Universidad Estatal de Louisiana,es interesante notar que la palabra "libertad" no apareceen el índice. Tampoco aparece "liberación"; en cambiosí está "librerías". Sin embargo, se puede hallar en eltexto una breve discusión sobre la libertad y la libera-ción, como parte secundaria del capítulo titulado `Re-gulaciones'

Milton escribió la Aeropagítica, que es una defensade la libertad. John Stuart Mill escribió su famoso ensa-yo Sobre la libertad, para mencionar solamente a dosilustres autores que trataron sobre este tema antiguo.Pero éstos precedieron a los científicos, Patrick Henrypresentó su famosa declamación "Denme la libertad, ysi no, denme la muerte"; pero el científico social, comoes científico, no se le permite declamar absolutamentenada. En cuanto a mí, denme siempre a Patrick Henry

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Henry cuantas veces puedan.Las "conductas verbales, que no son medios para

llegar al fin, tienen muy poca significación sociológica.Aunque pueden indicar desequilibrios sociales, o lasmurmuraciones rebeldes del esclavo ... no son impor-tantes, a menos que conduzcan a las acciones".* Estadeclaración ha sido tomada de Sociología, obra delprofesor R. T. Lapiere, de la Universidad de Stanford,y significa que, si se puede impedir que actúen losesclavos, ¡lo que ellos digan o piensen no importa! Es-to solo es suficiente para demostrar por qué no se debie-ra permitir que los científicos sociales que están locospor la ciencia tengan relaciones demasiado estrechas conel gobierno. Hemos obtenido la libertad de la tiranía,pero todavía la premiamos altamente. Nuestras leyesproveen un sistema elaborado de obstáculo y equilibriospara evitar que el gobierno llegue a ser demasiado pode-roso. Simplemente, desconfiamos de cualquier cosaque tienda a hacer el gobierno aún más enorme y compli-cado de lo que es ahora. Es un poco difícil que uncientífico que cultiva la objetividad, vea algo tan abs-tracto como la libertad, particularmente si es un gran-dísimo tonto objetivo que piensa que no existe el pensa-miento, sino sólo "conductas verbales".

Si algún científico se vuelve realmente objetivo conrespecto a la libertad, ni siquiera sería capaz de definirla.El notaría que la palabra "libertad" parece significardiferentes cosas para diferentes personas. Para nosotros,la libertad de prensa significa que el gobierno no debeinterferir en ella; para los rusos, la libertad de prensasignifica que los desafíos capitalistas no deben interferiren ella. Los rusos están admiradós de que le tengamostemor al gobierno que nosotros mismos elegimos, segúnnuestra propia teoría política. El científico no debetener ninguna dificultad de entender este argumento;pero, por causa de sus métodos objetivos, le es muchomás difícil entender nuestra profunda desconfianza en

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la autoridad civil que se eleva por encima de todas lasdemás autoridades, aunque nosotros mismos la hayamospuesto en ese sitio de autoridad. La ciencia objetivano puede describirnos los sentimientos de los hombresde los bosques, en aquellos días de las exploraciones parafijar las fronteras (probablemente, los hombres más li-bres que haya habido jamás) cuando "todo hombre eratan bueno como cualquier otro, y aún mejor". Míster,Lymann Bryson, haciendo un gran esfuerzo científico,define a la sociedad libre como "aquella en la cualhay una rica variedad de normalidades".* Eso estaríabien, mientras que las tropas de choque de los comisa-rios no lleguen a decir: "No hay una variedad de norma-lidades suficientemente rica por aquí; algunos de ustedesdeben hacer otra cosa".

Todavía más objetiva y todavía más peligrosa seríala conclusión de que, puesto que la libertad se entiendede maneras diferentes por personas diferentes, ella tieneque ser solamente un sentimiento subjetivo, un estadode la mente. ¿Qué es lo que causa este sentimiento sub-jetivo? Evidentemente, el "acondicionamiento" (o laeducación) que han recibido las personas. El ruso pien-sa en forma diferente sobre la libertad, porque él hasido acondicionado en forma diferente. Eso es todo.Cualquiera que piense que es libre, libre es, según elacondicionamiento que haya tenido. La conclusióncientífica entónces sería muy simple: Acondicionara todos de la misma manera, y darles, en vez de libertad,lo que ellos hayan aprendido a pensar que es libertad.Para hacer todo esto más fácil de llevarlo a la práctica,sería bueno acondicionar la gente de tal manera quepiense que la libertad es algo fácil de proveerle. Pan ycircos, por ejemplo, o agradables programas de televisión.Esta es la última conclusión del método científico, apli-cada en forma estricta y objetiva; y, si los científicospueden persuadir algún día a los políticos a que aboguenpor esto, entonces le podemos decir: ¡Adiós! a la liber-

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tad. 1Cuando Galileo dejó caer dos objetos de una torrede Italia (no fue de la inclinada torre de Pisa, eso essólo en la leyenda del muchacho de escuela), él nosupo lo que estaba iniciando. El comenzó la modernaciencia física. Comenzó también, según el informe ofi-cial, el moderno método científico, que ya ha andadoun largo camino desde Galileo, y se ha desviado bastan-te de la física. Mientras más se aleja la ciencia de lafísica, peor se pone, sin sacrificar en nada la reputaciónde aquellos que están más cerca de merecer la reputaciónde científicos, que son los físicos, y solamente losfísicos. Y no solamente se pone peor, sino tambiénmás divertida. Tenemos que cuidamos mucho de loscientíficos, para no dejar que nos pongan algo encima,y para no aprender, por experiencia personal, qué eslo que la ciencia le puede hacer al hombre.

Pero mientras observamos a los científicos, podemosdivertimos de lo lindo. Podemos, y debemos reírnos acarcajadas de los científicos. Esta será la mejor manerade evitar que ellos nos regulen, o nos metan en supromedio, o nos acondicionen a la felicidad sintética.Porque, ¿qué es lo que ellos están haciendo? La cosamás risible del mundo. Ellos, todos, están apiñados einclinados adorando una vaca sagrada.

Cuidado con los Científicos / 165

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