Anselm Kiefer - Jose Alvarez - 1998

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Texto extraido del libro correspondiente a la muestra “Anselm Kiefer. El viento, el tiempo, el silencio”, que tuvo lugar en el Palacio de Velazquez de Madrid en 1998.

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Vasto como la noche, vasto como la claridad Jos lvarez

(extraido de Anselm Kiefer. El viento, el tiempo, el silencio 1998)

El arte de Anselm Kiefer comienza con los libros. Los libros sellan la alianza entre el artista y su obra, sellan las obras entre s, generando un atractivo irresistible, una voluntad de coherencia, un sentimiento de contigidad, de fusin y de efervescencia que congrega a sus elementos en un universo cerrado en su inmanencia. As, cada obra en su unidad lleva consigo una pluralidad de obras. Entre perodo y periodo, trabajos en apariencia muy diversos se van respondiendo armoniosamente sin perderse en la infinitud de las proposiciones, como el universo, que "no se constituye sino a medida que se va volviendo ilimitado en una infinidad de universos". En conclusin, la pintura de Kiefer se afirma en la afluencia de textos cuya huella se inscribe en la superficie del cuadro o bajo la espesa capa de materia que los cubre, dando origen a una descendencia luminosa, irrefutable. Los textos dicen y dibujan el lugar en el que se forman las imgenes. Esos textos son los cimientos de la obra. Una obra que en buena medida se convierte a su vez en libro. Desde su adolescencia, aun antes de saber que sera pintor, Anselm Kiefer quiso componer libros, no como un estigma contra la futilidad del saber, ni tampoco por vanidad, sino como una reaccin en contra de la barbarie humana, la ignorancia y la amnesia. Para recordar lo que la fbula no dice, el arcasmo de la belleza de las cosas.

Anselm Kiefer invierte el proceso tradicional de representacin del libro, que deja de ser un motivo del cuadro unas veces como atributo de retratos artistocrticos, o smbolo de la sabidura, otras como smbolo del saber del artista, estuche filosfico u objeto de meditacin... para convertirse en obra que ocupa un lugar privilegiado. Da la impresin incluso de que todo el arte de Anselm Kiefer no tiene otra vocacin que la de convertirse en libro. En su caso, el libro es la prolongacin del relato de la fbula del cuadro. No es que avale a la obra, pero la acompaa ofreciendo una lectura ms acerada y potica de la misma, y participa en la transmisin de sus valores estticos y espirituales, dotndola de una factura de inmortalidad.

Para la produccin de esos libros, sus instrumentos son los mismos que los del pintor, el fotgrafo, el escritor y el encuadernador. Asistido por sus ayudantes, el artista instruido los fabrica en la oscuridad del laboratorio fotogrfico normalmente, las fotografas componen las pginas, mientras la claridad intensa de la biblioteca-estudio en la que se elaboran se engalana de caligrafas, de flores secas, de ropas de nio cubiertas de ceniza, de arena, de pipas de girasol pegadas con cola... Toda una iconografa compleja, reveladora de un sentimiento de prdida, de un mundo escondido, melanclico: un universo alusivo en el que se comunican y trascienden la historia, la memoria y la poesa. Como espacios de meditacin que son, esos libros le proporcionan asimismo a Anselm Kiefer la oportunidad de dar libre curso en ellos a su jovialidad, y a toda su irona.

El Palacio de Velzquez no est iluminado, sino que est penetrado por la luz, una luz que se ofrece a la vista. Si su arquitectura de cristal, que da la impresin de fabricar la luz, est muy alejada de aquella otra arquitectura mineral del "falansterio-estudio" legado del siglo pasado que es la Ribotte de Barjac, recuerda, en cambio, sin nostalgia a la espaciosa fbrica de ladrillos de Hpfingen, cerca de Francfort, que Anselm Kiefer transform en los aos 80 en estudio. De aquella poca, y de otras, el artista ha ido guardando hasta no caber ms en la penumbra de los stanos que llama "las bvedas" residuos, vestigios de cuadros que tambin constituyen su memoria, integrados por juguetes, ropas, arrogantes e irrisorios trofeos, plantas, animales disecados.., maniticamente inventariados sobre las etiquetas de unos casilleros metlicos. Vida detenida que da la impresin de haber sucumbido vctima del hundimiento producido por el peso de algn secreto. Olvidado de su anterior vida comn, Anselm Kiefer concibi hacer realidad un sueo largamente aplazado: entregar esa vida en su desvergonzada teatralidad a la cruel e infinita luminosidad del Palacio de Velzquez. Pero por qu turbar el profundo sueo de las cosas? El sentimiento de la profanacin le tortur. Finalmente, no trasladara en exilio a Madrid el contenido de "las bvedas", pero las consagrara la obra fundamental de la exposicin: Sternen-lager, 1998, ttulo que conserva el doble sentido de Almacn de estrellas y Campo bajo las estrellas. Igual que si estuvieran en estado de ingravidez, esas estrellas se hallan representadas en la ms implacable de las perspectivas, la cual permite observar cmo convergen sus rayos en un foco que constituye su centro. El arte de Kiefer se manifiesta en este caso, dentro de su capacidad para multiplicar las expresiones escnicas, en el espacio ilimitado de la representacin, con el fin de lograr el acuerdo perfecto. Al definir la ndole de "las bvedas", lo que las mismas muestran, lo que puede ocurrir si la mirada se atreve a detenerse en el espectculo de su abandono, el artista restablece el dilogo creando un espacio onrico, dinmico, con la ayuda de una perspectiva radial de la cual dice Palladio que, "segn todas las reglas de la perspectiva, su punto de vista debe situarse en el centro, al objeto de que la representacin posea Maest y grandezza". A la par pura apariencia y sueo de realidad, Sternen-lager es una meditacin sobre la encarnacin de las bvedas. Representacin fustica, confiesa entre cielo y tierra su verdad, una verdad de una perfeccin similar a una irremediable apuesta metafsica. La imagen se nutre de su ambivalencia, el sentido oscila entre el espejismo y la realidad, la claridad y la oscuridad, la calma y el tumulto.

Pero no es slo la luz la que atraviesa las cristaleras del Palacio de Velzquez: es tambin el cielo, ese cielo que contemplamos a menudo desde la tierra y que tan frecuente es en los cuadros de Kiefer, dotado de una claridad ms material, mejor encarnada, una claridad que prefiere la evidencia de la realidad al teatro de la ilusin ptica (Stars, 1995; Cette ohscure clart qui tombe des toiles, 1996).

Al igual que la poesa, la pintura de Kiefer despliega una retrica cuyas figuras son la cbala, el cosmos, la germanidad... Palabras sepultadas bajo los estratos de una arqueologa pictrica, o bien palabras reveladas, amplias e inclinadas, que nivelan la opulenta superficie del cuadro, y refuerzan lo que Suzanne Pag denomina su "hiper-presencia". Pero no nos equivoquemos: detrs de la violenta plasticidad de estos cuadros se esconde un artista al que mueve el gusto por una cultura enciclopdica y humanista. La imponente materialidad, la pastosidad, el tratamiento dado a las distintas capas a las cuales se aaden a veces plantas u objetos de plomo o cermica, se encuentran motivados en la obra de Kiefer por unos temas que son los que nutren los dilogos de su espectculo. Un espectculo violento, narrativo, infestado de humanismo, rico en metforas filosficas o histricas, que resulta fascinante. Aqu, el espectculo de la pintura, el trnsito de la idea a la obra, est indisociablemente unido a la materialidad de la obra. El espectculo de su conclusin es inseparable del proceso de su elaboracin.

Expuestas a las miradas que se pierden ensimismadas en la infinita dispersin de la luz cenital del Palacio de Velzquez, las obras ejecutan un juego musical, polifnico. Ms all de la fuerte masa pictrica que se encara con el espectador, el cuadro representa una brecha de luz, un espacio ilimitado e inmutable por donde puede vagar libremente la mirada, un texto dispuesto para ser interpretado. De su comprensin depende precisamente el brillo de la obra, su poder onrico.

Entre las obras que se exponen sobre un tema muy querido por el artista, como es el de la infinitud, figuran una pelcula y una serie de fotos realizadas en abril de 1998 que evocan la explosin primordial del universo, la noche infinita. Presencia de una ausencia ya revelada por medios fotogrficos y que se vuelve an ms real dentro (del receptculo de claridad del Palacio de Velazquez, que parece asignarse a s mismo la vocacin de intentar prolongar la experiencia del estudio. El caos es final y principio, y las fotos no revelan otra cosa que no sea una soledad fundamental, irremediable, los desechos muertos de la energa que envuelve al universo, a su universo. Materia consumida por la luz, polvo del tiempo que se ha acumulado en las ropas de las obras que ella misma irradia, (Lilith), de igual forma que se deposit sobre el mundo, difractando la luz, dando vida a las ruinas (las ruinas de las fbricas de ladrillos, (Nur mit Wind, mit Zeit und mit Klang, 1998...), las pirmides y otras ruinas, (Nebelland hab ich gesehen, nebelberz hab'ich gegessen, 1997).., los numerosos libros). Constituye el murmullo de las piedras, "el lento poso de la luz en el silencio del tiempo". Y al final regresa a las ruinas, que representan el decorado de su nacimiento. Memoria del olvido, es ella la que dice que la eternidad es la paciencia del tiempo. "El amor es casi tan viejo como el caos'', aseguraba Fedro. El amor, ese otro absoluto, ese deseo insuperable por imposible de saciar, ese error perpetuo y necesario del cual puede desprenderse el sentimiento de amar, devuelve al hombre, remedando la infinitud del cielo, a su soledad.

Nueva York haba supuesto una etapa entre la salida de Anselm Kiefer de Alemania y su instalacin en 1992 en Francia. All present una obra compuesta por trescientos cincuenta cuadros apilados y una treintena de libros dispuestos sobre unas mesas y reunidos con el ttulo de 20 aos de soledad. Libros blancos con las pginas manchadas de salpicaduras amarillas (esperma) y araadas con textos caligrafiados uno de los cuales ofrece el arte de la creacin de un libro. Broma de artista? Reflexin sobre la insondable vanidad de los hombres? Mirada sin concesiones? Balance implacable! Se trata, es cierto, de una obra conseguida, pero conseguida al precio de veinte aos de soledad. En Barjac los libros descansaban sobre un anaquel (de la biblioteca; la exposicin de Madrid le proporciona a Kiefer la oportunidad de mostrarlos. Desde hace tiempo, soaba con la "instalacin escultrica" con la que los pondra en escena. En la actualidad, una docena de esos libros descansan en estelas com-puestas de lminas de plomo que por su ductilidad se adaptan a la forma de un libro, las cuales, a su vez, descansan sobre unas plataformas de hierro inspiradas en las que se utilizan para el transporte y el almacenaje de los libros. Ese plomo es el del tejado de la catedral de Colonia. Ese plomo, materia de la transmutacin, metal asociado a Saturno, dios de la fertilidad agrcola y planeta de la melancola, fue siempre para Kiefer "un soporte de las ideas". Su morbidezza permite muchas utilizaciones, razn por la cual interviene en numerosos cuadros suyos, ya sea en chapas dializadas, corrodas (Zweistromland, 1990-1997 Guggenheim, Bilbao), o en forma de imponentes esculturas cuya quintaesencia queda expresada en sus bibliotecas (Volszhlung, 1991 Hamburger Bahnhof, Berln), (Zweistromland, 1989, Oslo) y (Leviatn, 1987-1989).

En Barjac, fortaleza para el recogimiento, fbrica monstica, cada espacio, cada rincn es una obra. Cada cuadro, cada instalacin constituye una emanacin de la unidad del todo. Los aviones vuelven a las estrellas, las estrellas al polvo de las ropas de nio, la arena al desierto de las fotos.

Anselm Kiefer formula un solo deseo: trabajar permanentemente. Estar con y dentro de la obra. Que el trabajo se genere por un proceso natural, como una consecuencia, como una lgica secuela, que adquiere su materia y su vigor de esa continuidad interior pretendida y deseada por el artista. Pero acaso es posible hacerlo de otra manera cuando se trata de una obra pertinente? Lcido, Anselm Kiefer es demasiado consciente de s mismo como para correr el riesgo de diseminar los profundos lazos que conectan su deseo, su creatividad y su espritu con la accin. Y es en Barjac, en esa "Babel fabril", lugar de ensoacin y lugar imprevisto, alejado del mundanal ruido, donde bebe de las misteriosas fuentes que alimentan su obra, donde conjunta todas las fuerzas en una nica e irresistible armona, donde da rienda suelta a todos los resortes de la creacin, preocupado por transmitir un arte que sea adems una moral. Ese deseo de complementacin es el que trasluce la exposicin que tiene lugar en el Parque del Buen Retiro a travs de obras recientes algunas inditas de naturalezas diversas que dialogan entre s en un juego de reciprocidad asntota. Pues, aunque estas ltimas obras de Kiefer, las que se corresponden con el momento de su instalacin en Francia, parecen obedecer a una inspiracin ms serena, como si estuvieran exentas del furor y las convulsiones telricas de otras, se hallan atravesadas, sin embargo, por una misma e irrefragable melancola, pertenecen a una misma rbita espectacular. Ponen al descubierto esa esfera de lo ntimo en la que cohabitan y dialogan la melancola, el sentimiento de un mundo perdido o an por descubrir, y la irona junto con todo el vigor en que se asientan sus (in)certidumbres. Constituyen la conclusin lgica de la voluntad profunda del artista, y no hay nada que pueda librar al visitante de su desconcertante emocin. Por volicin o seduccin uno no se imagina poder evadirse ante una sensacin tan subyugante. Mayo, 1998