Anexo al punto 3 de La filosofía medieval a través de El nombre de la rosa.

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 La belleza del cosmos no procede sólo de la unidad en la variedad, sino también de la variedad en la unidad. (Guillermo de Baskerville) Umberto Eco. El nombre de la rosa.  

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Con este anexo pretendo ampliar la información de lo expuesto en mi trabajo La filosofía medieval a través de El nombre de la rosa, en concreto la parte dedicada a la figura de Guillermo de Ockham –el venerable fundador de la nunca derrotada escuela nominalista -, centrándome en el problema de los universales.

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 La belleza del cosmos no procede sólo de la unidad en la variedad,

sino también de la variedad en la unidad.

(Guillermo de Baskerville) Umberto Eco. El nombre de la rosa.  

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 Anexo al punto 31

Con este anexo pretendo ampliar la información de lo expuesto en mi

trabajo  La filosofía medieval a través de El nombre de la rosa, en concreto la

parte dedicada a la figura de Guillermo de Ockham –el venerable fundador de la

nunca derrotada escuela nominalista2-, centrándome en el problema de los

universales.

El debate sobre los universales fue uno de los principales problemas en la

filosofía medieval y, por supuesto, Umberto Eco lo tiene muy presente en su

novela. La cuestión de los universales surge en el momento de la Historia en que

ocurre una escisión ontológica y epistemológica entre el yo y el mundo. Ante la

confusión y la extrañeza ante un mundo que se presente cambiante y plural; un

mundo cuya explicación se aleja del “mí – mismo” en cuanto a “percepción”

inmediata de lo real, surge la pregunta: ¿De qué está hecho el mundo? Y se

instaura la creencia general de que tras el caos del cosmos existen una

permanencia oculta y una unidad discernibles por la mente. Para llegar a este

fundamente subyacente de toda realidad “[era] preciso ir más alla´de lasapariencias sensibles. [De lo particular] […] valiéndose de la razón especulativa:

la unidad que afirmaron era, sin duda, una unidad material, pero una unidad

puesta por el pensamiento […] abstracta [que por tanto expresaba una idea

general de mayor “simplicidad” que el caos cambiante las cosas particulares3].”

  Ya en el siglo V, Boecio abrió la brecha con la siguiente cuestión:

“¿Existen los géneros y las especies en sí o solo en el pensamiento? Y si existen

realmente, ¿son corpóreos o incorpóreos? Y si son incorpóreos, ¿estánseparados de las cosas sensibles o se encuentran en ellas?”

Me permito hacer aquí un inciso, para recalcar que Boecio también es

mencionado en   El nombre de la rosa,   y aunque sea de forma breve y casi

1 La figura de Guillermo de Ockham en El nombre de la rosa.2 http://www.rafaelrobles.com/wiki/index.php?title=Crisis_de_la_Escol%C3%A1stica_medieval_y_el_desarrollo_cient

%C3%ADfico_del_siglo_XIV._Guillermo_de_Ockham3 Frederick Copleston. Historia de la filosofía I Ediciones Ariel, 1969. pp.36.

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desapercibida, no es banal. Lo hace Adso, como narrador octogenario, en el

prólogo: “En las páginas que siguen no me permitiré trazar descripciones de

personas […] porque, como dice Boecio, nada hay más fugaz que la forma

exterior, que se marchita y se altera como las flores del campo cuando llega el

otoño. Por tanto, ¿qué sentido tendría hoy decir que el abad Abonne tuvo una

mirada severa y mejillas pálidas, cuando él y quienes lo rodeaban son ya polvo y 

del polvo ya sus cuerpos tienen el tinte gris y mortuorio (sólo sus almas, Dios los

quiera, resplandecen con una luz que jamás se extinguirá)?”

El tema de la muerte y corrupción del cuerpo está muy presente en la

obra. Ya mencioné en la página 20, al final del punto 4, dedicado a  La mujer en

la Baja Edad Media, la descripción que hace Ubertino da Casale sobre la

 verdadera belleza de la mujer (“toda esa gracia consiste en mucosidades y en

sangre, en humores y en bilis”.)

Pero volvamos al tema que nos ocupa: Boecio plantea una cuestión según

la cual: a los universales les corresponde sólo una existencia propia, mientras

que a las cosas particulares derivan y dependen de ellas; o sólo las cosas

particulares tienen una existencia real y los universales son meros nombres.Esto dará lugar a tres corrientes filosóficas: realismo, nominalismo y 

conceptualismo.

Centrándome en Guillermo de Ockham (1280-1349), referente del

personaje de   El nombre de la rosa, Guillermo de Baskerville, explicaré

 brevemente qué es el nominalismo:

Según esta corriente, en la realidad sólo existen las cosas particulares:

individuales. Los universales son, pues, sólo existentes en la mente humana,

concebidos entonces como conceptos abstractos de las cosas o como nombres

convencionales.

  Antes de pasar a explicar con mayor precisión y extensión la teoría

nominalista de Ockham, me parece oportuno recordar cómo se nos presenta a

Guillermo de Baskerville en la novela de Umberto Eco, cuando da pruebas de

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gran agudeza al descubrir dónde se encontraba el caballo perdido del Abad,

Brunello:

“Aquel día no pude contenerme y volví a preguntarle sobre la historia del

caballo.

-Sin embargo –dije-, cando leísteis las huellas en la nieve y en las ramas aún no

conocíais a  Brunello. En cierto modo, esas huellas nos hablaban de todos los

caballos de aquella especie. ¿No deberíamos decir, entonces, que el libro de la

naturaleza nos habla sólo por esencia, como enseñan muchos teólogos insignes?

-No exactamente, querido Adso -respondió el maestro-. Sin duda, aquel tipo de

impronta me hablaba, si quieres, del caballo como verbum mentis, y me hubiese

hablado de él en cualquier sitio donde la encontrara. Pero la impronta en aquel

lugar y en aquel momento del día me decía que al menos uno de todos los

caballos posibles había pasado por allí. De modo que me encontraba a

mitad de camino entre la aprehensión del concepto de caballo y el

conocimiento de un caballo individual. Y, de todas maneras, lo que

conocía del caballo universal procedía de la huella, que era singular.

Podría decir que en aquel momento estaba preso entre la

singularidad de la huella y mi ignorancia, que adoptaba la forma

  bastante diáfana de una idea universal. Si ves algo de lejos, sin

comprender de qué se trata, te contentarás con definirlo como un cuerpo

extenso. Cuando estés un poco más cerca, lo definirás como un animal, aunque

todavía no sepas si se trata de un caballo o de un asno. Si te sigues acercando,

podrás decir que es un caballo, aunque aún no sepas si se trata de  Brunello o de

 Favello. Por último, sólo cuando estés a la distancia adecuada veras que es

 Brunello (o bien, ese caballo y no otro, cualquiera que sea el nombre que quierasdales). Éste será el conocimiento pleno, la intuición de lo singular. Así, hace una

hora, yo estaba dispuesto a pensar en todos los caballos, pero no por la vastedad

de mi intelecto, sino por la estrechez de mi intuición. Y el hambre de mi

intelecto sólo pudo saciarse cuando vi al caballo individual que los monjes

llevaban por el freno. Sólo entonces supe realmente que mi razonamiento previo

me había llevado cerca de la verdad. De modo que las ideas, que antes había

utilizado para imaginar un caballo que aún no había visto, eran puros signos,

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como eran signos de la idea de caballo las huellas sobre la nieve: cuando no

poseemos las cosas, usamos signos y signos de signos.”

Guillermo de Baskerville no cree en las ideas universales. Como

Guillermo de Ockham, mantiene que las cosas individuales son los

existentes. Para Ockham, los conceptos son signos que nos llevan a algo

distinto. Veamos: un concepto está presente en el alma y representa algo

distinto de lo que representa en el enunciado. Esto nos lleva a tener que conocer

lo que suponer para conocer el significado de un término. Esta doctrina de los

signos y las suposiciones, ya la había propuesto Pedro Hispano en sus

tratados de las   Summulae logicales en el siglo XIII. Este pensador –que más

tarde sería nombrado papa como Juan XXI- distingue la significatio de la

suppositio de los términos. “La primera función de un término consiste en la

relación del signo a la cosa significada. […]Dice Pedro Hispano, se debe

distinguir entre significatio y  suppositio, ya que la segunda presupone a la

primera4”.

Durante el siglo XIII, la doctrina aristotélica de la abstracción estuvo en

auge. Según esta doctrina, el conocimiento consiste en asimilar al objeto

mediante una imagen intencional del mismo, producida en mí por el objeto. Elconocimiento se trataría de un proceso que iría desde la sensación hasta el

conocimiento conceptual del objeto. Para ello, deberían entrar en juego muchos

factores: “pervivencia de la huella de la sensación en un acto de la imaginación

(fantasma), acción del entendimiento agente sobre ese fantasma, en el que, por

 virtud de la iluminación a cargo de dicho entendimiento agente, se destaca la

forma del objeto; luego, lograda esa forma que, como tal, está desmaterializada

  y desindividualizada, ya el entendimiento posible puede conocerlaconceptualmente, asimilándose a ella5”.

Contra este complicado proceso, Ockham propone el principio de

economía (entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem. La navaja de

Ockham). Por otro lado, no admite la distancia cognoscitiva de la realidad

concreta individual que defienden los universalistas. Ockham considera que el

4 Frederick Copleston. Historia de la filosofía III. Ediciones Ariel, 1969. pp.60.5 Sergio Rabada, J.L.F Trespalacion y J.M Benavente. Historia de la Filosofía. G. del Toro editor,1976. pp.92.

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modo de conocimiento al cual accede el entendimiento a la realidad individual

no necesita la abstracción, sino que accede a ella a través de la intuición. La

intuición será considerada por los nominalistas como el proceso primario del

conocimiento y el único verdaderamente objetivo. “Conocer intuitivamente es

ponerse nuestra alma frente al objeto en un careo directo, es un contacto

cognoscitivo inmediato con el objeto6”.

“Los simples tienen algo más que los doctores, que suelen perderse en la

 búsqueda de leyes muy generales: tienen la intuición de lo individual7”.

Ockham contra la metafísica de las esencias.

Como ya hemos visto, Ockham se posiciona totalmente contrario a las teorías

universalistas. Para él, la teoría metafísica de las esencias aplica una limitación8 

a la omnipotencia y libertad divinas: Dios es gobernado en su acto creador por

las esencias divinas. Con semejante teoría, es fácil comprender que uno de los

pensadores medievales contra quienes se sitúa su línea de pensamiento es Santo

Tomás de Aquino, quien considera que los universales constituyen la estructurainteligible que el alma aprehende de la abstracción.

n  El nombre de la rosa podemos advertir una sutil muestra de repulsa hacia

Santo Tomás por parte de Guillermo de Baskerville:

-[…]Razonar sobre las causas y los efectos es algo bastante difícil, y creo que

sólo Dios puede hacer juicios de ese tipo. A nosotros nos cuesta ya tantoestablecer una relación entre u efecto tan evidente como un árbol quemado y el

rayo que lo ha incendiado, que remontar unas cadenas a veces larguísimas de

causas y efectos me parece tan insensato como tratar de construir una torre que

llegue hasta el cielo.

6 Ibídem.7 Guillermo de Baskerville/ Umberto Eco. El nombre de la rosa. Random House Mondadori,2010. pp. 293.8 “aunque mi amigo de Occam niegue que las ideas existan de ese modo, y no porque podamosdecidir acerca de la naturaleza divina, sino, precisamente, porque no podemos fijarle límitealguno”. Ibídem. Pp.29.

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-El doctor de Aquino –sugirió el Abad- no ha temido demostrar mediante la

fuerza de su sola razón la existencia del Altísimo, remontándose de causa en

causa hasta la causa primera, no causada.

-¿Quién soy yo –dijo Guillermo con humildad- para oponerme al doctor de

 Aquino? Además, su prueba de la existencia de Dios cuenta con el apoyo de

muchos otros testimonios que refuerzan la validez de sus vías. Dios habla en el

interior de nuestra alma, como ya sabía Agustín, y vos, Abbone, habríais

cantado alabanzas al Señor y a su presencia evidente aunque Tomás no

hubiera... –se detuvo, y añadió-: Supongo9”.

Para Ockham, la metafísica de las esencias fue una invención no-cristiana que

no tiene lugar alguno en la filosofía y teologías cristianas.

Por otro lado, nos encontramos al joven Adso , discípulo de Guillermo de

Baskerville, confuso, aún en vías de aprendizaje, pero más cercno a la tendencia

universalista, quiza´por ser la más laureada dentro de su entorno. Hacia el

tercer día en la abadía, el Adso octogenario narrador dice lo siguiente:

“El saber no es como la moneda, que se mantiene físicamente intacta incluso através de los intercambios más infames; se parece más bien a un traje de gran

hermosura, que el uso y la ostentación van desgastando10”.

Parece inevitable recordar las palabras de Nietzsche en Sobre verdad y mentira

en sentido extramoral :

"¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas,metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones

humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y 

retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera

firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha

olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible,

9 Ibídem. Pp.48.10 Ibídem. Pp. 262.

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monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como

monedas sino como metal11".

El saber y la verdad, tan abstractos en esencia, se nos muestran aquí concretos y 

susceptibles de ser corrompidos como el cuerpo de la muchacha en la hoguera12,

como el abad convertido en polvo tras la muerte.

“Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemos13”.

11 F. Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.

12 “Sin ningún pudor estallé en sollozos, y corrí a refugiarme en mi celda. Pasé toda la nochemordiendo el jergón y gimiendo impotente, porque ni siquiera me estaba permitido lamentarme–como había leído en las novelas de caballería que compartía con mis compañeros de Melk-invocando el nombre de la amada.Del único amor terrenal de mi vida no sabía, ni supe jamás, el nombre.” Umberto Eco. El

nombre de la rosa. Random House Mondadori, 2010. pp. 583.

13 Ibídem. Pp.713.