Anderson- Italia- Resmen (Cap 6)

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1 Anderson: Estudio de caso Italia : El estado absolutista surgió en la era del Renacimiento. Italia preparó el terreno para muchas de sus técnicas administrativas y diplomáticas. De ahí que sea preciso preguntar: ¿Por qué no alcanzó nunca la propia Italia un absolutismo nacional? Las instituciones medievales universalistas del papado y del Imperio actuaron como freno en el desarrollo de una monarquía territorial ortodoxa, tanto en Italia como en Alemania. El papado resistió contra toda tentativa de conseguir la unificación territorial de la península. Fue la ausencia de un poder en Italia lo que permitió las maniobras políticas del papado. El determinante fundamental del fracaso radica en el desarrollo prematuro del capital mercantil en las ciudades del norte de Italia, que impidió la aparición de un poderoso estado feudal reorganizado en el plano nacional. La riqueza de las comunas lombardas y toscanas derrotó el esfuerzo por establecer una monarquía feudal unificada. Italia del sur era la única parte de Europa Occidental en la que se combinaban una jerarquía feudal en forma de pirámide, implantada por los normandos, y un fuerte legado bizantino de autocracia imperial. El reino de Sicilia se había desmoronado en la más completa confusión durante los últimos años de gobierno normando. El control estatal del comercio exterior de grano produjo grandes beneficios a las propiedades reales, las mayores productoras de trigo en Sicilia. La solidez y la prosperidad de esta fortaleza de los Hohenstaufen en el sur permitió a Federico II realizar una formidable tentativa para crear un Estado imperial unitario a lo largo de toda la península.

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Anderson:Estudio de caso Italia :

El estado absolutista surgió en la era del Renacimiento. Italia preparó el terreno para muchas de sus técnicas administrativas y diplomáticas. De ahí que sea preciso preguntar: ¿Por qué no alcanzó nunca la propia Italia un absolutismo nacional? Las instituciones medievales universalistas del papado y del Imperio actuaron como freno en el desarrollo de una monarquía territorial ortodoxa, tanto en Italia como en Alemania.

El papado resistió contra toda tentativa de conseguir la unificación territorial de la península.

Fue la ausencia de un poder en Italia lo que permitió las maniobras políticas del papado. El determinante fundamental del fracaso radica en el desarrollo prematuro del capital mercantil en las ciudades del norte de Italia, que impidió la aparición de un poderoso estado feudal reorganizado en el plano nacional. La riqueza de las comunas lombardas y toscanas derrotó el esfuerzo por establecer una monarquía feudal unificada.

Italia del sur era la única parte de Europa Occidental en la que se combinaban una jerarquía feudal en forma de pirámide, implantada por los normandos, y un fuerte legado bizantino de autocracia imperial. El reino de Sicilia se había desmoronado en la más completa confusión durante los últimos años de gobierno normando.

El control estatal del comercio exterior de grano produjo grandes beneficios a las propiedades reales, las mayores productoras de trigo en Sicilia.

La solidez y la prosperidad de esta fortaleza de los Hohenstaufen en el sur permitió a Federico II realizar una formidable tentativa para crear un Estado imperial unitario a lo largo de toda la península.

Reclamando toda Italia como herencia suya, y reuniendo para su causa a la mayor parte de los señores feudales dispersos del norte, el emperador tomó la Marca e invadió Lombardía. Durante un breve período de tiempo sus ambiciones parecieron estar a punto de realizarse.

Los éxitos temporales de la dinastía se mostrarían finalmente ilusorios: en las prolongadas guerras entre güelfos y gibelinos 1 el linaje de los Hohenstaufen acabó derrotado y destruido.

El papado fue el vencedor formal de esta contienda, orquestando la lucha contra el “Anticristo” imperial y su progenie. Pero el papel ideológico y político de los papas sucesivos – Alejandro III, Inocencio IV, y Urbano IV- en el ataque contra el poder de los Hohenstaufen nunca correspondió a la verdadera fuerza política y militar del papado.

Durante largo tiempo la Santa Sede careció incluso de los modestos recursos administrativos de un principado medieval.

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Hasta el SXII, tras el conflicto de las investiduras con el Imperio de Alemania, el papado no tuvo una corte normal comparable a la de los estados seculares de la época, con la constitución de la Curia Romana2

Dentro de la Iglesia Universal, el papado construyó una autoridad autocrática y centralista. La “plenitud de potestad” concedida al papa no estaba limitada por ninguna de las restricciones feudales normales, los beneficios clericales de toda la cristiandad llegaron a estar controlados por él, las transacciones legales, se concentraron en sus tribunales, y un impuesto general sobre la renta del clero se estableció con éxito.

Sin embargo, la posición del papado como como Estado italiano permaneció débil e ineficaz.

El papado medieval no pudo establecer ningún control seguro ni siquiera en la pequeña región que estaba bajo su soberanía nominal, la misma ciudad de Roma era con frecuencia turbulenta y desleal. No se creó ninguna burocracia viable para administrar el Estado papal, cuya situación interna fue confusa y anárquica durante largos períodos de tiempo

Los costos de su mantenimiento y protección fueron probablemente mucho más altos que los ingresos que producía. El servicio militar era insuficiente para cubrir sus necesidades defensivas.

La razón básica del fracaso de los Hohenstaufen en su intento por unificar la península, radica en la superioridad económica y social del norte de Italia, que tenía el doble de población que el sur y la mayoría de los grandes centros urbanos productores de comercio y manufacturas. Las prósperas comunas de Lombardía, Liguria y Toscana importaban el grano a causa de su avanzada división del trabajo , y de su concentración demográfica.

Los recursos de las comunas siempre fueron mucho mayores que los que el emperador podía movilizar en Italia. Su misma existencia como repúblicas urbanas autónomas se veía amenazada por la perspectiva de una monarquía peninsular unificada.

Con el traslado de la base dinástica de lo Hohenstaufen desde Alemania a Sicilia y la implantación de la monarquía centralizada de Federico II3 en tierras del sur de Italia, el peligro de una absorción monárquica y señorial aumentó para las comunas.

Las ciudades lombardas, dirigidas por Milán, fueron las que frustraron esencialmente el avance del emperador hacia el norte.

Los banqueros güelfos de Florencia, exiliados después de Montaperti4, fueron los arquitectos financieros de la ruina final de la causa Hohenstaufen. Sus créditos hicieron posible la conquista angevina5 del Regno. Fueron las comunas quienes proporcionaron los fondos en la larga lucha contra el fantasma de la monarquía unificada, así como la mayor parte de las tropas.

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Las ciudades lombardas y toscanas se mostraron incapaces de reorganizarse bajo un orden feudal, eran incapaces de alcanzar la unificación peninsular: el capital mercantil no tenía ninguna posibilidad de dominar una formación social de dimensiones nacionales.

La Liga Lombarda pudo defender el norte, pero no fue capaz de conquistar el sur feudal: fueron caballeros franceses quienes atacaron Sicilia.

La rebelión Siciliana contra el dominio francés terminó con la integridad del propio Regno.

Los territorios de la baronía del Sur se dividieron en lucha abierta entre los angevinos y los aragoneses, que los reclamaban. El papado, mero rehén de Francia en ese momento, fue deportado a Aviñón, abandonando la península por medio siglo.

El eclipse del imperio y del papado convirtió a Italia en el eslabón débil del feudalismo occidental: desde mediados del siglo XIV hasta la mitad del siglo XVI, las ciudades situadas entre los Alpes y el Tiber vivieron la revolucionaria experiencia histórica que los propios afectados bautizaron como “Renacimiento”, el renacimiento de la civilización de la antigüedad clásica tras el oscuro intervalo de la “Edad Media”. El Renacimiento se descubrió a sí mismo con una consciencia nueva e intensa de ruptura y de pérdida.

La recreación del mundo clásico sería la formidable novedad y el ideal de lo moderno. El Renacimiento italiano presenció así una revitalización e imitación deliberadas dde una civilización por otra, en todos los planos de la vida civil y cultural, sin ejemplo ni secuela en la historia. El derecho romano y las magistraturas romanas ya habían vuelto a salir a la superficie en las últimas comunas medievales. Los cónsules latinos sustituían a laas autoridades episcopales en la función de gobierno. Los tribunos de la plebe proporcionaron muy pronto el modelo para los capitanes del pueblo en las ciudades italianas. Arquitectura, pintura, escultura, poesía, historia, filosofía, teoría política y militar rivalizaron entre sí para recuperar la libertad y la belleza de las obras que habían caído en el olvido (ej: discursos de Maquiavelo).

La civilización renacentista parece una verdadera repetición de la antigüedad. Su común marco histórico en los sistemas de ciudad-estado proporcionó de forma natural la base objetiva de una ilusión evocadora.

Los centros urbanos en la Italia renacentista eran producto de ciudades-república autónomas, compuestas por ciudadanos conscientes de los temas municipales.

Estaban dominados en un principio por nobles, la mayor parte de los primeros ciudadanos poseían tierras en el entorno rural de la ciudad. Constituían centros neurálgicos de intercambio mercantil. El mar proporcionaba las principales rutas en cada caso. Exigían a sus ciudadanos el servicio militar en la caballería o infantería, de acuerdo con sus títulos de propiedad.

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Una alta proporción de ciudadanos ocupaban temporalmente cargos en el Estado.

A pesar de las características comunes con las Ciudades- Estado de la antigüedad clásica, la naturaleza socioeconómica del Renacimiento es profundamente diferente.

Las ciudades medievales, eran enclaves urbanos dentro del modo de producción feudal, estructuralmente posibles por la fragmentación de la soberanía, existían por lo general en la tensión dinámica con el campo, mientras que las ciudades antiguas eran una continuación de éste.

Las ciudades italianas comenzaron como centros mercantiles dominados por la pequeña nobleza y poblados de semicampesinos que combinaban frecuentemente las ocupaciones rurales y urbanas, el cultivo y la artesanía. Pero asumieron rápidamente un modelo completamente distinto del de sus predecesoras clásicas. Los mercaderes, banqueros, manufactureros o juristas se convirtieron en la élite patricia de las ciudades-república mientras la masa de la ciudadanía la constituyeron muy pronto los artesanos, en contraste total con las ciudades antiguas, en las que la clase dominante fue siempre una aristocracia terrateniente y el grueso de la ciudadanía lo formaban agricultores medios o plebeyos sin posesiones, y donde los esclavos constituían la gran subclase de productores inmediatos excluidos de toda ciudadanía.

Las ciudades italianas eran centros de producción urbana cuya organización interna se basaba en gremios de artesanos y con una división del trabajo y nivel técnico desarrollados, mientras que las ciudades de la antigüedad fueron principalmente centros de consumo, sin desarrollo del transporte marítimo, ni del capital mercantil y bancario.

Se expandió vigorosa y libremente la deuda pública, que aumentó los ingresos del estado y las posibilidades inversoras de los rentistas urbanos.

Las ciudades italianas estaban separadas de sus campos, el campo era la zona sometida sin acceso a la ciudadanía, en las ciudades el vasallaje fue expresamente prohibido en varias ocasiones, y la servidumbre fue abolida en los campos por ellas (las ciudades) controlados.

Se explotaba sistemáticamente al campo para la producción y el beneficio (tomado como rédito) urbanos, tomando reclutas y grano, fijando precios, política antirrural esencial para las ciudades italianas.

La competencia en el comercio y las manufacturas había llegado a ser el objetivo económico de las comunidades: los mercados y los empréstitos eran más importantes que los prisioneros. Eran complejos mecanismos industriales y comerciales cuya capacidad como beligerantes era limitada.

La infraestructura artesanal libre de las ciudades renacentistas produjo una civilización en la que las artes plásticas y visuales ocupaban una posición predominante (se organizaban en gremios)6 El “humanismo” estuvo limitado, y no

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hubo grandes aportes literarios o filosóficos, en comparación con el mundo clásico.

La evolución política, tras el desplazamiento del gobierno episcopal, condujo a que las ciudades italianas quedaran dominadas por una aristocracia terrateniente. Los regímenes consulares resultantes dejaron paso a gobiernos oligárquicos, donde los propios gremios plebeyos crearon sus propias contrainstituciones cívicas. Finalmente, el estrato más alto de maestros de los gremios, notarios y mercaderes dirigentes de la lucha del pópolo (pueblo), se fundieron por encima de éste con la nobleza urbana, para formar un solo bloque municipal de privilegio y poder, reprimiendo a la masa de artesanos que quedaba por debajo de ellos.

El denominador común, ya no era el nacimiento, sino la riqueza, la posesión de un capital móvil o fijo

En la antigüedad, las tiranías habían surgido como modo transitorio, en el renacimiento, las tiranías cerraron el desfile de otras formas cívicas, la signorie7, fue el último episodio de la evolución de las ciudades república y su caída en el autoritarismo aristocrático, la llegada de las mismas terminó con el futuro de las ciudades italianas. No había posibilidad de unificación y conquista imperial debido a que no podían dirigir al conjunto de la formación social feudal, por su profunda esencia urbana y sus fuerzas militares eran inadecuadas para esa tarea.

Las ciudades italianas palearon la crisis del siglo XIV mucho más rápido que el resto de Europa, esto se debe principalmente al avance tecnológico de Italia del norte (sobre todo Lombardía). Pero también el campo vivó un ascenso demográfico, y las inversiones de capital tendieron a hacerse en la tierra. La calidad de las manufacturas se hizo más sofisticada (industrias de la seda y el vidrio), dirigidas a la exportación.

La organización gremial, puso límites internos al desarrollo de la industria capitalista, bloqueando la separación dentro de la economía urbana entre productores directos y medios de producción.

El capital manufacturero, se mantuvo así dentro de un espacio reducido con pocas posibilidades de reproducción ampliada. La competencia de las industrias extranjeras, más libres y situadas en el campo, con pocos costos de producción, acabaría arruinándolos.

El capital mercantil, floreció durante más tiempo porque no estaba sometido a esas trabas pero finalmente también tuvo que pagar el precio cuando el dominio marítimo pasó a las costas atlánticas.

El capital financiero mantuvo sus niveles de beneficio durante más tiempo porque estaba más alejado de los procesos materiales de producción.

El protagonismo económico de las ciudades del Renacimiento se mostró precario. Al mismo tiempo, la estabilización política de las oligarquías republicanas que habían surgido de las luchas entre los patriciados y los gremios fue muy difícil: los

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resentimientos sociales de la masa d artesanos y de los pobres urbanos siempre permanecieron bajo la superficie de la vida municipal.

Las repúblicas italianas se hicieron militarmente más vulnerables a medida que el tamaño y la capacidad de fuego de los ejércitos europeos se desarrolloba en la primera época moderna. El conjunto de estas tensiones, visibles en diferente grado según las diferentes épocas en las ciudades del norte y del centro, constituyó el marco para el auge de las signorie.

La red de comunas nunca había cubierto por completo el norte y centro de la península, entre ellas había persistido siempre grandes intersticios rurales, dominados por nobles señoriales. Estas zonas habían suministrado la mayor parte del apoyo aristocrático a las campañas de los Hohenstaufen contra las ciudades güelfas, y el origen de las signorie puede remontarse hasta los aliados o lugartenientes nobles de Federico II en las regiones menos urbanizadas.

La mayor parte de los primeros tiranos del norte fueron feudatarios que tomaron el poder valiéndose de su posesión en las ciudades. Crearon un aparato militar más grande y mejor adaptado a las necesidades modernas de guerra.

El vínculo de las signorie con la tierra de la que tomaban sus tropas y sus ingresos se mantuvo estrecho. El poder principesco pasó a través de los Alpes hacia el oeste y hacia este por el Po, dirigiéndose a Milán. Desde ese momento, Milán representó el principado más estable y poderoso, ciudad con la mayor riqueza rural, fue el trampolín para la primera signorie del norte con trascendencia internacional.

Florencia, quedó bajo el puño hereditario de los Médici. Sólo las repúblicas marítimas (Venecia y Génova) resistieron a la aparición del nuevo tipo de corte y de príncipe, por la relativa falta de cinturones rurales a su alrededor.

Génova resistió al imperialismo hispánico, en los demás sitios la mayor parte de las ciudades-república desaparecieron.

El mosaico de comunas del norte y del centro dejó lugar a un número menor de tiranías urbanas consolidadas, pero ninguno de los 5 Estados (Milán, Florencia, Venecia, Roma y Nápoles) tenía fuerza suficiente para superar a los otros ni para absorber a los numerosos principados y ciudades menores.

Para 1451 las ciudades del renacimiento ya habían desarrollado el gobierno y la agresión que habrían de legar al absolutismo europeo: las imposiciones fiscales, la deuda consolidada, la venta de cargos, las embajadas en el extranjero, surgieron por primera vez en las ciudades-estado italianas.

El régimen de las signorie no podía cambiar los parámetros básicos del callejón sin salida en el que se encontraba el desarrollo político italiano después de la derrota del proyecto de una monarquía imperial de los Hohenstaufen. Representaban una reafirmación del ambiente rural y señorial, en el que siempre

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habían estado insertas. Pero en Italia del norte, la fuerza de atracción de las ciudades era demasiado grande.

Los señores que usurparon el poder en las repúblicas, eran con frecuencia mercenarios o aventureros, banqueros o mercaderes de elevada posición.

Por consiguiente, la soberanía de la signoria era ilegítima, por eso fuero incapaces de generar la forma de Estado característica de la primera etapa moderna, el absolutismo monárquico unitario.

La confusa experiencia histórica de estos señoríos, produjo la teoría política de Maquiavelo, era de hecho el programa idealizado de una signoria panitaliana, basándose en que la legitimidad de los reyes franceses provenía de la multitud de señores de antiguas familias.

Declaraba a la nobleza terrateniente como incompatible con cualquier orden político estable.

La teoría de Maquiavelo, induce a que un príncipe debe utilizar sus dos fuerzas naturales: la de hombre (leyes) y la animal (coerción=fuerza). Una sin la otra, no es duradera.

Este será el precepto básico del absolutismo: el temor de los súbditos.

Faltaba (según Anderson), el precepto principal: la legitimidad obtenida por el medio dinástico y la conjunción entre nobleza y principado. Una tiranía feudal, no podía tener como sustento para la coerción una milicia ciudadana, esto era incongruente.

Italia, estaba plagada de “microestados absolutistas”, una proliferación de pequeños principados que no podían combatir a las monarquías feudales.

Francia y España, se pusieron de acuerdo para su control a finales del siglo XV. Italia, incapaz de producir un absolutismo nacional desde adentro, se vio condenada a sufrir uno extranjero desde afuera. En 1557, los Valois8 fueron tenidos a raya por los Habsburgo y el premio recayó en España. El dominio español anclado en Nápoles, Sicilia y Milán, coordinó a la península y domesticó al papado bajo la bandera de la contrarreforma. Paradójicamente, el avance económico del norte de Italia la condenó a un atraso político.

El resultado final, una vez consolidado el poder de los Habsburgo, fue el retroceso económico: la ruralización de los patriciados urbanos, que en su decadencia abandonaron las finanzas y las manufacturas por las inversiones en las tierras.

Sería finalmente la monarquía piamontesa la que conseguiría la unificación nacional en la era de las revoluciones burguesas en occidente, porque sólo allí había aparecido un absolutismo riguroso y autóctono basado en una nobleza feudal, relativamente rudimentario en comparación por ej con Milán, y por esta razón tuvo después un avance político.

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Un hábil cambio de alianzas en la guerra de los 100 años, de Francia a Austria, aseguró a Piamonte el reconocimiento europeo para su elevación de ducado a monarquía.

Eliminó el carácter feudal de amplias áreas de tierras nobiliarias, aumentando así los ingresos fiscales, y construyó una gran estructura militar y diplomática en la que se integró la aristocracia, sometió a la Iglesia, y llevó a cabo un mercantilismo proteccionista. (siglo XVIII, estaba retrasado con respecto al resto de Europa occidental)

1 Los términos güelfos y gibelinos proceden de los términos italianos guelfi y ghibellini, con los que se denominaban las dos facciones que

desde el siglo XII apoyaron en Alemania respectivamente a la casa de Baviera (los Welfen, pronunciado Güelfen, y de ahí la palabra «güelfo»)

y a la casa de los Hohenstaufen de Suabia, señores del castillo de Waiblingen (y de ahí la palabra «gibelino»). La lucha entre ambas facciones

tuvo lugar también en Italia desde la segunda mitad del siglo. Su contexto histórico era el conflicto secular entre el Pontificado, que pasaría a

estar apoyado por los güelfos, y el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, apoyado por los gibelinos, esto es, los dos poderes

universales que se disputaban el Dominium mundi.

2 Curia en el medievo y, posteriormente en el latín usual, significa "tribunal" en el sentido de "corte real", más bien que "tribunal de justicia". La

curia romana, es la corte papal, y asiste al papa en el desempeño de sus funciones, es el conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede y

de la Iglesia Católica. Está compuesto por un grupo de instituciones que ejercen las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales.

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4La Batalla de Montaperti se libró el 4 de septiembre de 1260 entre las repúblicas de Florencia y Siena en la Toscana como parte del conflicto entre los

güelfos y gibelinos. Ganó notoriedad por un acto de traición que cambió el curso de la batalla, que fue inmortalizada por Dante Alighieri en su poema la

Divina Comedia.

3 Nieto de Federico Barbarroja. El reinado de Barbarroja representó el apogeo del Sacro Imperio Romano Germánico, el primero que le dio ese nombre. Fue

responsable de afianzar el poder imperial tanto dentro de Alemania como en el norte de Italia, cuyas ciudades-estado se habían hecho independientes de facto

5 Casa de los Anjou (franceses). La Iglesia tuvo que comprometer una buena parte de sus propiedades inmuebles en Roma como garantía para obtener de los

banqueros toscanos y romanos las sumas necesarias para su aliado francés.

6 Tener en cuenta el “cambio de mentalidad”, en la antigüedad clásica, el trabajo manual era símbolo de desprestigio, los esclavos trabajaban, la aristocracia

no debía rebajarse a esa condición que era vista como algo degradante. Los artesanos renacentistas, por otro lado, no conocieron la servidumbre, por eso habla

de libertad.

7 Dictaduras principescas con un fondo puramente agrario, La Signoria (Señoría) fue el órgano de gobierno de Florencia durante la Edad Media y el

renacimiento. Sus nueve miembros, ("Priori"), eran elegidos de las filas de los gremios o cofradías de la ciudad: seis para las cofradías mayores y dos para las

menores. Para la toma de decisiones, la Signoria debía consultar a otros dos consejos electos, conocidos como "collegi".El primero era el de los veinte, y el

restante el "Sedici Gonfaloniere", formado por setenta ciudadanos. Otros consejos, como el de "Los diez de la guerra" , los "Ocho de vigilancia" y los "Seis de

comercio" , se elegían cuando las necesidades lo requerían.

8Dinastía de los Valois, rama de la Dinastía de los Capetos que gobernó Francia entre los años 1328 y 1589.

Felipe VI de Francia, hijo de Carlos de Valois, subió al trono francés en el año 1328 tras la muerte de su primo Carlos IV de Francia sin dejar heredero varón.

La polémica sucesión hizo posible la pretensión al trono de los reyes de Inglaterra -que a su vez eran los señores feudales más importantes en Francia-. Eso

originó la Guerra de los Cien Años, en la que los Valois fueron derrotados en un principio, hasta que el territorio sobre el que gobernaban quedó reducido a

una mínima expresión. El juego de alianzas del resto de casas nobles, como la Casa de Borgoña, independiente en la práctica, hizo el conflicto interminable.

Las campañas de Juana de Arco cambió el destino de la guerra, que dejó como misión sagrada de la dinastía, teñida de providencialismo, reunir bajo su

soberanía la multiplicidad de entidades en que estaba dividido el territorio entre el río Rin y los Pirineos. Con Luis XI de Francia ya se consigue un poder real

compatible con lo que serán en el contexto europeo occidental las monarquías autoritarias.

Ya en el siglo XVI -y coincidiendo con el reinado de Carlos I de España- reinaba Francisco I (desde 1515 hasta 1547) sucesor de Luis XII. Uno de sus logros

fue fortalecer el poder real, así como ganarle a los suizos y hacer el tratado de Noyon que le daba derechos sobre el Ducado de Milán. También era uno de los

candidatos al trono del Sacro Imperio Romano Germánico. Todas estas cuestiones lo convierten en rival de Carlos I de España, lo que se materializa en las

guerras de Italia donde es apresado en Pavía. El tratado de paz de Chateau-Cambresis termina por conseguir un equilibirio: la mayor parte de Italia para

España y la mayor parte de Borgoña a Francia.

El monopolio español sobre América también es discutido, así comienzan las expediciones a Canadá.

La reforma protestante fue muy activa en Francia, dejando una importante minoría de calvinistas o hugonotes.

Enrique II de Francia se casa con Catalina de Médicis y tienen tres hijos varones Francisco II de Francia, Carlos IX de Francia y Enrique III de Francia

quienes por su incapacidad de gobernar, dejan un papel destacado a su madre. En este contexto - y con la intervención de Felipe II de España- se desatan las

Guerras de Religión, que acaban destruyendo a la dinastía.