Ana y el tesoro del rey Ulises

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Cuentos creados por niños

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ANA Y EL TESORO

DEL REY

ULISES. Por Lara Saiz.

En los pobres barrios de Nueva York, había una niña llamada

Ana que estaba harta de vivir en la calle pues veía a mucha

gente viviendo en esas condiciones y decidió que los iba a sacar

a todos de allí. Cuando se lo dijo a los pobres de su barrio ellos

le contestaron a coro:

-Ja, Ja, Ja, ¿cómo nos vas a sacar tú de aquí? Si sólo debes de

tener 7 años.

-¡Pues, para tu información-les contestó ella-tengo 8 años! ¡Y

se me ha ocurrido un plan genial!

-Ah sí-le dijo el ``jefe´´-Sé que voy

a perder el tiempo con esto

pero...dímelo.

-Vale, podíamos hacernos piratas e

ir reuniendo a todos los pobres

que podamos y buscar tesoros para

no volver a vivir aquí, en la calle.

-Me gusta la idea. Vamos a

empezar robando un barco, y yo seré el capitán, todo lo que

encontréis me lo diréis o sino moriréis.

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Y todos respondieron a coro:

-¡Sí, mi capitán!-y se fueron a por un barco. Fueron surcando

los mares durante muchos años hasta que, un día...su capitán

murió apuñalado. Sus últimas palabras

fueron dirigidas a Ana que, ya tenía 12 años, había considerado

al capitán su padre durante muchos años y entre los dos

consiguieron que su tripulación fuera la más temida del mundo.

Bueno a lo que íbamos, que era...ah sí, lo que le dijo el capitán

a Ana fue:

-A ti hija mía, te dejo la tripulación y un secreto que no debes

contar a nadie-.Luego le susurró-el secreto es...el mapa del

Tesoro del Rey Ulises.

Le entregó un pergamino y, después, cayó al suelo y murió,

entonces Ana dijo:

-Papá, papá, no, no -y gritó- noooooooooooooo.

Yo creo que el grito sé oyó por

todo el universo. Ana se puso a

llorar. Salió corriendo hacia el

camarote de su padre, que, ahora

era el suyo. Se pasó encerrada

allí meses y meses y meses hasta

que un día decidió leer el

pergamino que le dio su padre y,

efectivamente era el mapa del

Tesoro del Rey Ulises y por su

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padre decidió salir del encierro e ir a buscarlo. Se dispuso a

salir y... ¡un grito la paralizó! ¡Era un grito de guerra! Estaban

haciéndose con el barco, pero debían de ser extranjeros porque

el grito era un poco raro. Decía así:

-¡Aaaaag juletivo tecautoma petoitacula.

-No sé qué significa - pensó Ana- pero seguro que no es nada

bueno.

Ana salió del camarote y se dirigió a la popa, donde estaban los

extranjeros. Vio a su tripulación luchando y se fue acercando a

ellos. Cuando estaba a punto de soltarle un palazo con la espada

al enemigo, algo le tapó los ojos, debía de ser muy pequeño

porque sus manos eran enanas, suaves y peluditas. Entonces

pensó:

-Estos piratas me suenan de algo- cogió una de las enanas

manos que la agarraban y, cuando vio lo que la había agarrado,

no podía creer lo que veían sus ojos.

Era… ¡un mono! ¡Era el famoso mono pirata! Entonces se le

ocurrió algo, no me preguntéis qué, porque no leo la mente.

Sacó el puñal con el que ataron a su padre y…

¡tenía el mismo signo que esos piratas! De repente la cólera

empezó a invadir todo su cuerpo, quería cargárseles a todos

pero ella sola no podía. Lanzó al mono por los aires y empezó a

reunir a unos cuentos de su tripulación. Los demás se quedaron

luchando mientras ellos iban a su camarote para idear un plan.

-Os he reunido a algunos de vosotros, para comunicaros que-

hizo una pausa y siguió –esos piratas son los que mataron a mi

padre y pagarán por ello.

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-Sí- gritaron a coro –pagarán por ello- y se pusieron a idear un

plan. Estuvieron media hora preparándolo todo y, sus piratas

aún estaban combatiendo, prepararon algunas trampas. Cuando

lo tuvieron todo listo entraron en acción los seis más rápidos y

se pusieron cada uno delante del otro bando, se lanzaron una

mirada y dijeron todos a la vez:

-Aquí te espero, comiendo un huevo, patatas fritas y caramelos-

y echaron a correr hacia el camarote de Ana donde les

esperaban otros seis piratas con una cacerola cada uno para

darles un cacerolazo. Detrás estaba Ana para tirar de una

cuerda y dejarles colgando boca abajo. Así hicieron con todos y

cuando la sangre se les quedaba en la cabeza les tiraban al mar.

Cuando se tranquilizó todo vieron algo que se movía, era…¡un

polizón! Ana fue a ver si era del otro bando para matarle y vio

que tan solo era…¡un niño! y le preguntó:

-¿Cómo te llamas?¿cuántos años tienes?¿por qué estás aquí?- Y

el niño respondió:

-Me diamo Daniel, tego 4 anos y eztoy aquí poque vivo en la

cadie y en el pueto que eztuvizteis hace doz díaz me zubí

poque unos nenes maloz me perceguian y pada ezcondeme me

metí en esté baco y empezó a navegad.

-Entonces has estado aquí desde que zarpamos.

-Zí.

-Gracias, tendrás hambre ¿no?- dijo Ana alagada.

-Zí y mucia, mucia, mucia, mucia y tambié tego ced.

-Vale, ven conmigo y ya le digo a mis tripulantes que te traigan

algo de comer y beber y mientras me cuentas cosas sobre ti.

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Por cierto, ¿tuviste miedo en la pelea?

-No, me guztó mucio como luciabaiz y e mono me cogió y dio

de pegué una tota, zadió voando y atedrizó en e má.- Ana

acogió a Daniel como un tripulante más, aunque más preciado

por ella. Como un hijo, ya que tenía 30 años. Estuvieron un

año más en alta mar y Daniel, cada vez demostraba más su

inteligencia, destreza, fuerza e ilusión por ser pirata. Un día el

vigía gritó:

-¡Tierra! ¡Tierra firme! ¡Estamos llegando! ¡Síííííííííí!

Entonces Daniel salió

corriendo del camarote, se

chocó con el mástil y se

asomó por la borda taaanto

que casi se cae. Entonces

llegó Ana y vio una graaan

montaña. Cuando llegaron a la

isla, algunos de la tripulación

se pusieron a cavar y cavar y

cavar, pero, como no

encontraron nada se sentaron

en la arena desolados y sin

consuelo. Algunos creían

que esa no era la isla correcta

y habían estado navegando

casi toda su vida para nada, y otros incluso creían que el tesoro

no existía y su antiguo capitán les había mentido pero entonces,

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Ana vio salir humo de detrás de la montaña. Al principio Ana

pensó que la montaña era un volcán y el humo salía de dentro,

pero, luego le preguntó al vigía que qué era. Cuando el vigía le

respondió que era una montaña tuvo la curiosidad de saber que

era el humo que salía de detrás de la montaña y les dijo a sus

hombres que iban a ir a investigar. Cuando se fueron

adentrando en la inme3nsa selva los hombres iban

desapareciendo, pero, Ana no se dio cuenta hasta que

desapareció Daniel y, de repente, la cogieron a ella. Eran unas

personas que vivían boca porque estaban en contra de cómo

era la vida y no querían vivir como los demás así que vivían

boca abajo. Les quitaron la ropa sucia para lavársela y les dieron

unos trajes para que no tuvieran frío. Les preguntaron si sabían

dónde estaba el tesoro, pero… no entendían su idioma. Por

suerte el jefe tenía un consejero que sí que sabia su idioma y se

pusieron a hablar con él:

-¿Cómo tú llamarte?- le preguntó a Ana.

-Yo me llamo Ana y este es mi hijo Daniel- dijo señalando a su

hijo mientras él se escondía.-Llevamos muchos años navegando

y con una sola meta.

-¿Cuál ser meta?- dijo el consejero- Ah, por cierto, yo

llamarme Millagui.

-Ah, así que se llama Miyagi.

-Miyagi no, Millagui. Repita conmigo Mi-lla-gui.

-Millagui, bueno hemos venido aquí por- y le susurró –el

Tesoro del Rey Ulises.

-Ah, mucha gente venir aquí por eso y ninguno conseguirlo, ja,

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ja, ja.

-Que ánimos más buenos.

-Ya saber, yo saber dar buenos ánimos, ahora tú echar atrás.

-De eso nada- y después gritó- ¡vamos a por el tesoro!

-¡Adiós! ¡Vosotros no volver! ¡Ja, ja, ja, je, je, ji, ji, ji, jo, jo, ju, ju,

ju! ¡Adiós! ¡Ja, je, ji, jo, ju!

Cuando

llegaron

vieron una

cueva y todos quisieron salir por patas,

menos Ana y Daniel. Pero ella no les

dejó. Se acercaron al dragón que había en

la entrada poco a poco y aprovechando que estaba dormido le

agarraron de las alas y le amordazaron para que no pudiera

echar fuego, entonces, el dragón dijo:

-No voy a haceros nada, yo solo estoy aquí cuidando del tesoro

y, por cierto, es muy aburrido estar aquí solo. Me dejáis que os

hable de mi nieto y después os dejo coger el tesoro.

-Vaaaaaale. Pero ya sabes, poco rato.

-Bien pues, cuando nació era un día soleado…

Así estuvo 3 horas y, al final, Ana dijo:

-¿ Has terminado ya? Porque llevamos aquí 3 horas.

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-Si ya he terminado, ¡esperad todavía

no os he dicho mi nombre! Me llamo

Buen Fuego y mi nieto es Félix

seguro que le conoceréis en vuestro

viaje de vuelta. Tomad el tesoro.

-¡Qué bien! Vamos a verlo. ¡Qué

emoción! Es… ¡Un telescopio bañado

en oro! Que guay lo venderemos,

compraremos una casa y mandaré a

Dani al colegio. ¡Adiós Buen Fuego!

-¡Buen viaje Ana y Dani! ¡Qué os vaya

todo bien!

- ¡Gacias iguamete Bue Fuego! ¡Arios!-

Y se fueron a Nueva York felices y contentos. Por cierto Buen

Fuego tenía razón, conocieron a Félix en su viaje de vuelta.

FIN

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