Amrita

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Sin muerte Óscar Ordoñez Arteaga * Con el oboe de la tarde que duerme, poco a poco se despierta el tintineo de las luces del pueblo. Las nubes se apartan y reunidos todos al calor del fuego, vemos cómo esas luces bailan para nosotros. Luego de quince minutos, luces y ojos somos el círculo que rodea al calor. Es el instante preciso en que afloran los deseos, pues la vida (a través de los Dioses) ha dejado en distintos tipos de copas ese único don eterno para aquellos corazones favorecidos. Con el deseo de conseguir esa felicidad de Amrita, luces y ojos estamos aquí reunidos. —Yo, Madav, hijo de Zenón, declaro mi amor por Yalenka —dijo el primogénito del carpintero. Pero la joven luz contradijo a Madav arrojando semillas de sésamo a los pies del fuego. Cerró así las puertas a aquella voz enamorada de sus besos. Amid, otro joven ojos del grupo, interrumpe el silencio en que nos habíamos ocultado incorporándose con su caña en manos. Y como Madav la rompe al suelo jurando a Jezel amor constante más allá de los tiempos. Jezel, otra de las luces que bailó al fuego, sale al encuentro de Amid, según manda la tradición. Se detiene frente a él. Lo mira como si quisiera descubrir en su rostro algo que no logramos entender. Ahora, todos somos Amid. Y ella –consciente de ese suspenso– rompe de inmediato la caña al suelo… Galopan, entonces, los tambores; ríen traviesos los arcos que se apoyan –graves o agudos– en el cielo de sus cuerdas. Despiertan las palmas que acompañan devotas, una vez más, el tintineo de las luces del pueblo. ===== * Poeta, escritor y periodista boliviano.

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Sin muerte

Óscar Ordoñez Arteaga *

Con el oboe de la tarde que duerme,

poco a poco se despierta el tintineo de las luces del pueblo. Las nubes se apartan y reunidos todos al calor del fuego, vemos cómo esas luces bailan para nosotros.

Luego de quince minutos, luces y ojos somos el círculo que rodea al calor. Es el instante preciso en que afloran los deseos, pues la vida (a través de los Dioses) ha dejado en distintos tipos de copas ese único don eterno para aquellos corazones favorecidos. Con el deseo de conseguir esa felicidad de Amrita, luces y ojos estamos aquí reunidos.

—Yo, Madav, hijo de Zenón, declaro mi amor por Yalenka —dijo el primogénito del carpintero. Pero la joven luz contradijo a Madav arrojando semillas de sésamo a los pies del fuego. Cerró así las puertas a aquella voz enamorada de sus besos.

Amid, otro joven ojos del grupo, interrumpe el silencio en que nos habíamos ocultado incorporándose con su caña en manos. Y como Madav la rompe al suelo jurando a Jezel amor constante más allá de los tiempos.

Jezel, otra de las luces que bailó al fuego, sale al encuentro de Amid, según manda la tradición. Se detiene frente a él. Lo mira como si quisiera descubrir en su rostro algo que no logramos entender. Ahora, todos somos Amid. Y ella –consciente de ese suspenso– rompe de inmediato la caña al suelo…

Galopan, entonces, los tambores; ríen traviesos los arcos que se apoyan –graves o agudos– en el cielo de sus cuerdas. Despiertan las palmas que acompañan devotas, una vez más, el tintineo de las luces del pueblo.

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* Poeta, escritor y periodista boliviano.