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Prólogo

El cuadernillo que llega a tus manos ha sido alumbrado por el “Colectivo Letras Libres” integrado por un grupo de personas interesadas por la literatura como herramienta de reflexión, cuestionamiento crítico y expresión transformadora. A cada sesión semanal, de octubre a junio en Chiclana de la Frontera, acuden personas de varios municipios. En ellas se discuten ideas, se comentan libros, se recibe a autores que presentan sus obras… y, como malabaristas, se juega con las palabras en un intento de navegar por las cualidades creativas de sus integrantes, poniendo el mundo bocabajo para intentar recomponerlo de una forma más racional, verdadera, intensa y bella. Se trata de averiguar qué y por qué nos comunican, y a veces nos estremecen, los textos literarios, estimulando la creatividad con ejercicios de escritura. Este taller lo brujulea Miguel Ángel García Argüez, poeta y cantautor, quien semanalmente marca el rumbo, orienta, corrige y estimula las diversas creaciones de los miembros del taller.

Al final de cada curso se publica un cuadernillo, en torno a

un tema común, que engloba textos de todos los participantes, pero que es un trabajo colectivo, ya que cada texto es corregido y pulido entre todos en las sesiones del taller.

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En el verano de 2008, algunos de sus miembros continuaron con la actividad, proponiendo sus propias tareas de escritura, dando así un paso más en 2009 y obteniendo como resultado “Amores”, una serie de textos, relatos y poemas, que versan sobre el amor en el sentido más amplio; de hecho es una de las palabras que más adjetivos admite. Aunque cada texto va encabezado con su propio título, puedes imaginarte un enorme mueble lleno de pequeños cajones, cada uno con una etiqueta que indique el tipo de amor que alberga en su interior. Entonces, después de leer cada texto, puedes ubicarlo en el cajón que te parezca más idóneo, sin dejarte condicionar por el título.

Los autores de este cuadernillo deseamos que disfrutes

plenamente de su lectura.

Colectivo Letras Libres

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“El amor le es dado a cualquiera pero... entre el empleo, el dinero y demás,

día tras día, endurece el subsuelo del corazón.” Mayakovski

Amores emigrantes

Rosa, Rosita había heredado el talle de la abuela, el porte de su padre y de su madre Tomasa, las hechuras. Rosa, Rosita movía las caderas con la suavidad de los pétalos, desprendiendo sensualidades que se enrollaban en las fragancias de sus entresijos y en los rizos abiertos de su melena que balanceaba con el orgullo de hembra bien plantá.

Bien plantá la llamó Manuel pa sacarla a bailar y pedirle de novios.

Bien plantá llegó al altar con su cara lavá de blanco

virginal.

Bien plantá pa hacerle un hijo y otro y otro y lavarle, y coserle, y tenerle la casa repercujía y hacerle las faenas de la huerta y aviarle los bichos del corral, y cuidarle al padre cuando enfermó y aguantarle los soplidos a la suegra y los rencores a la cuñá y hasta las miradas sedientas de Benigno, el del colmado, cuando encubría su deseo maloliente en la

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frase de ansiedades reprimidas, tú pagas en la tienda porque quieres, si tú quisieras…

Bien plantá pa seguir a su marido en ese tren que les

llevaba a una nueva vida. Allí les esperaba su hermano, Gervasio, que llevaba ya dos años en aquel pueblo de Alemania -Osterah- y que contaba maravillas de su situación: en la fábrica se trabajaba con camisa blanca, impoluta; el sueldo era increíble más de cuatro veces lo que ganaban en el pueblo -les daría para ahorrar y volverse enseguida a España a poner una ferretería en Jaén como siempre habían planificado-; ¡todo estaba tan nuevo y tan bien hecho! -ya se sabe la tecnología alemana era la mejor del mundo-; las mujeres podrían ayudarles trabajando por horas en casas alemanas dónde sólo había que limpiar sobre limpio; había pistas de deportes para los chicos y colegios con aulas por edades, y calefacción central en todas las viviendas y… allí…

Allí se plantaron y la tierra estaría enriquecida pero la bien

plantá no agarró, comenzó a sesgarse, la melena se enrareció y se le blanqueó, se le cayeron los pétalos de las caderas por los enormes zapatones para el frío alemán que le daban un andar renqueante y su mirada se agrisó de veladuras hechas de silencio. La había desplantao el desarraigo: desde el primer día se dio de bruces con el futuro al que ella no pertenecía, al que nadie la invitaba, dónde nadie la acompañaba.

¿Dónde estaba?, se decía cuando el trazado de las calles,

los letreros, los escaparates, los semáforos… eran el escenario de un espacio que no descifraba.

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¿Qué era aquello?, Para qué servían y cómo todos esos artilugios con los que tenía que trabajar diariamente para una señora de la que sólo conocía sus órdenes escritas en mensajes congelados de frigorífico que si no llega a ser por Gervasio no hubiera descifrado jamás…

¿Qué le decía la panadera?, ella quería pan, el que estaba

allí enfrente, en los estantes, a su alcance, pero tardó varios días en conseguir que la dependienta adivinase cuántos necesitaba y otros tantos para asegurarse de que lo que le costaba era una barbaridad por un pan más negro que lo que se le estaba poniendo la vida.

¿Cómo se va a…? ella era casi analfabeta. Su Manuel le

había enseñando a firmar y conocía las letras pero esa maldita lengua no la descifraría jamás… además ¡qué poca paciencia! enseguida se enfadan: si cruzas la calle tiene que ser por dónde ellos piensan que hay que hacerlo; o te gritan por todo: cuando no pagas el billete del autobús - pero… ¿dónde se compra?-, o cuando abres paquetes en el supermercado para ver lo que hay dentro -pero… ¿Cómo voy a saberlo?-

¿Qué les pasó a los hijos?: Madre ¿Por qué se viste así que parece una vieja?, ¿Por qué

sigue haciendo esas comidas grasientas?, ¿Por qué no se corta el pelo?, ¿Por qué no quita esa radio todo el día con las mismas horteradas de las canciones del pueblo?, ¿por qué se pone el velo para ir a misa… por qué esto o por qué aquello… si ya no está en el pueblo?

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Madre, le digo que voy a salir con estas pintas que la que está trasnochá es usted y que no me espere despierta o me arme un taco como el del viernes pasado delante de mis amigos porque me besen en la puerta o lleven el pelo largo o encarnao…le digo, que me deje en paz, que no me hable con esa lengua de país retrasado, que aprenda a ser como los demás… ¡qué mujer!

¿Dónde anda mi Manuel? Ya no viene a rondarme a la

ventana porque aquí no se abren de par en par, ni recubren los besos robados las ropas colgadas al sol ¡Cómo le gustaba besar al Manuel en la azotea! Pero aquí no hay. Manuel sale tan temprano y llega tan cansado y cualquiera le quita de ir a escuchar radio internacional con los pocos del pueblo y menos si hay partido y juega el Madrid, o incluso el Albacete. Los domingos hace chapuzas y regresa más cansado todavía. Le ha comprado un televisor pero le aburre ver y ver y callar y callar…

Y allí va rumiando sus nostalgias, por allí van pasando sus

recuerdos de Rosa, Rosita que ya parece que no le pertenecen, allí va quedándose como muerta en una vida a la que no la invitan, y velándose, velándose… desarraigándose de la existencia, olvidada de vivir, secándosele uno a uno los pétalos.

Y yo, Rosita, dejo sobre tu tumba las rosas que sólo huelen

cuando tu recuerdo las balancea en mi memoria.

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Amores de novia

¿Qué te daría niña, el amor que tanto quieres?, ¿mañanas de azul sereno?, ¿tardes que te encienden?, ¿plateadas noches que guiñan las coplas que más te sienten…?

¿Qué te dio, qué tanto le quieres?... ¡qué guardas su lengua

blanca, en el dorado vientre…! dejas que enrede con sal tus pensamientos…

Tu voz, tu risa, tu llanto… ¡tan de sal que te vuelves!... que

ya… no sé que eres. Si la cuna de mis pasiones, si la casa de mil gentes o, tal

vez, un sol que brilla en el latir azul celeste… ¿Qué te daría niña, la mar, que tanto quieres?, qué vives

con sus hermanos, ¡caprichos que le consientes! Y juegan por las esquinas, persiguiendo tus colores… ¡oro, verde, blanco… ¡bermellón de tus balcones!... ¡ya sé lo que quieres!, que dejaste que te adornaran sus barquitas y sus veleros, sus historias y sus truenos!, y que… de vez en cuando… ¡te besaran los marineros!

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Amores primerizos

La primera vez que la presentí, mi pecho fue el epicentro de un movimiento telúrico producido por el balanceo de sus caderas.

La primera vez que la contemplé, me perdí en el cielo roto

de sus pupilas y en las maravillosas curvas de su cuerpo, que conformaban una figura no descrita en los tratados geométricos conocidos.

La primera vez que la escuché, las cavidades de mis oídos

rebosaron de rumores de fuentes y risas que manaban de su voz.

La primera vez que la percibí, mis papilas olfativas

inspiraron su aroma de juventud y se colapsaron mis nervios simpáticos.

La primera vez que la degusté, su boca me ofreció un

dulzor de miel trigueña, que me hizo olvidar todos los sinsabores recibidos hasta entonces.

La primera vez que la rocé, mis dedos se convirtieron en

tenazas ardientes que no logran soltar la pieza semifundida que retienen entre ellas.

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La primera vez que la amé, descubrí todo lo que un ser humano es capaz de entregar por amor.

La primera vez que la gocé… ¡ah!, la primera vez que la

gocé… aprendí el poemario de su cuerpo palmo a palmo, hasta el último soneto que podría repetir indefinidamente.

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Amores por carta

Un sobre y una flor, eso es lo que llevaba Rosa en las manos cuando cerró el portón del diecinueve de la calle Sagasta. Allí dejaba a Doña Dolores que no se había fijado ni en una cosa ni en la otra. Y es que ni había despegado los ojos de la telenovela mientras le decía a Rosa que se quitara el delantal, que ya podía irse, que hasta mañana.

Mientras caminaba por la calle, Rosa contemplaba su

nombre escrito en el sobre. Se atusó la falda, se arregló el escote, y cuando enfrentó los ojos de una vieja levantó el mentón con un respingo. Al llegar a la plaza de San Antonio se sentó en un banco y se puso a adornar sus labios con ribetes de carmín y a algodonar sus párpados de azul. Cuando terminó, posó la mirada en la luna del reloj de la iglesia de San Antonio. La aguja más delgada ya iba acercándose a lo alto y la muchacha fue contando los segundos que faltaban para las seis:

Cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve… ¡Las seis! El timbre sonaba al fin en la clase de Antonio. El

chico guardó el libro de Bécquer, cerró la cartera y se colocó en la posición de “listos” esperando que Don Francisco diera el pistoletazo de salida. Pero desoyendo los bufidos de la

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clase, el profesor siguió con su cantinela sobre los reyes católicos. Tardó casi media hora en soltar el esperado: “Podéis marcharos.”

Cuando por fin oyó esas palabras, Antonio salió

despavorido, dejó atrás la clase, sorteó la avalancha de los de primero y bajó las escaleras a saltos. Cuando detuvo su carrera, ya había dejado el colegio muy atrás. Tomó aire, se arregló el pantalón, se limpió los zapatos con saliva y se puso el pelo de punta. Sacó un papel de la cartera y empezó a ensayar unas palabras, tan solo para descubrir ademanes de flan en su cuerpo y en su voz. Así que decidió ponerse recto y enfiló la calle Veedor con un aire de marcha militar. El reloj marcaba casi las siete menos cuarto.

Llegó a San Antonio. En el caer de la tarde, la plaza estaba

bañada por una luz suave y anaranjada. El chico se apostó escondido detrás de una farola. Cerca de allí, una muchacha sentada en un banco golpeaba nerviosamente el suelo con uno de sus tacones. Con las manos arrancaba el último pétalo de una flor y luego rompía un sobre en pedazos que iban cayendo al suelo. La muchacha sacó el móvil, tecleó un número y empezó a hablar con alguien:

- Lo he vuelto a hacer. Quilla, no sé que tengo, tiene que

ser que les espanto, porque no me lo explico. No, esta vez es que ni le he visto la cara. Lo que me quedaba ya, vamos. Sí, una carta con una flor, esta mañana me la encontré… en la puerta de la casa donde estoy trabajando. “Para Rosa” ponía. Yo, al principio me reía, pensando: ¿quién será este loco? porque es que me decía unas cosas: “Si alguien forjara los

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siete mares en dos piedras preciosas, no serían más bellos que tus ojos”. Y yo: “Uy, por favor” A mí, estas cosas, no… hombre, a una siempre le gusta que le echen piropos, pero ¿quién habla así hoy, quilla? Yo pensé que era un viejo verde. Me citó esta tarde a las seis y cuarto… en San Antonio. Y no iba a venir, ¿eh? Pero es que al final, me dice: “Nos veremos muy pronto, Florecita”. Sí… no te rías, encima. Escucha, eso es lo que me decía mi madre de chica, “Florecita”, así que digo: tiene que ser alguien que yo conozca, pero eso no se lo voy diciendo yo a mucha gente… Sí, hombre, sí, el Rafael con lo bruto que es. Sí, ese nada más que sabe hablar de tetas. Si me habla sin mirarme a los ojos. La cosa es que yo ya estaba intrigada, porque se veía que lo sentía, que me estaba preocupando y todo: “Ayúdame, esta soledad me está deshaciendo. Lloro todas las noches pensando en ti” me decía. Otra vez, que no te rías. Pero mira luego, casi una hora llevo aquí. Yo ya lo tengo claro, los tíos por derecho, si no… Con el Luis, lo mismo… Muy buenas palabritas, y luego... Claro… no… todos iguales. Pero esto tiene que haber sido algún gracioso. Como yo lo coja, vamos…

Cuando la muchacha colgó, Antonio ya había devuelto a la

cartera el papel que llevaba en las manos. Las líneas que había memorizado se iban desvaneciendo de su mente como el sol en la tarde. Agachó la mirada y echó a andar por donde había venido. Iba a cruzar la calle cuando oyó una voz, una voz de mujer gritar a su espalda:

- ¡Antoñito!

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Antonio se quedó petrificado, como si toda la plaza le estuviera mirando y señalándole. No pudo más que girarse y hacer una mueca, esperando que pareciera una sonrisa.

- ¿Qué haces aquí, tío? ¿Vienes del colegio? ¿Qué guapo

vas, no quillo? He salido de tu casa hace un rato. Tu madre se levantó hoy mejor.

Antonio respondió agachando la cabeza. Mientras miraba

aquellas piernas de fin de semana, acertó a decir algo: - El Barbas nos ha tenido en clase casi media hora de más. - Uf, es que ése es un pesao, -contestó la chica- a mí

también me dio clase. ¿Vas a tu casa? Anda, vente conmigo y tomamos algo. Yo te invito.

Cuando iban llegando a la plaza del Mentidero, el sol les

acariciaba con una luz tibia. Antonio sintió que algo erizaba su espalda hasta el cuello del jersey. Entonces aquella voz le susurró de nuevo, temblorosa:

- Antoñito, escúchame una cosa. Cuando te eches novia,

trátala bien, cuídala y dale cariño. Y de vez en cuando, le haces algún regalito, para que vea que te acuerdas de ella. Pero nunca, acuérdate lo que te digo, nunca le escribas cartas de amor.

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Amores tiernos

Tengo ganas de besarte y acariciarte con ternura. El amor es caprichoso y no entiende de celos ni egoísmos ni malos modos, me regalas la felicidad sin darte cuenta, mi mirada entra en la tuya con la intención de encontrar tu alma y fundirse en ella.

Te busco en mis más bellos pensamientos, y siempre te

encuentro. Todo lo que me rodea parece hablarme de mi pasión por ti, mi ser traspasado por una espiral de infinitas emociones.

Me transportan a un firmamento tapizado de sentimientos. No me importa construir castillos en el aire donde vivamos

juntos tú y yo. Suspiro por cada palabra que pronuncian tus labios. Sin querer, escribes el guión de mi vida. Tengo suerte al tener la eternidad en media hora: el tiempo

que tardas en tomarte un café junto a tu novia, todas las mañanas, desde hace un año en mi cafetería.

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Amores propios

Al fin llegó la hora; no podíamos acabar de otro modo, ya lo sabes. Has sido toda mi vida hasta ahora, todo lo que siempre había deseado. Pero un amor tan apasionado siempre tiene fecha de caducidad y el nuestro no iba a ser una excepción. Sé que me lo has dado todo... pero debes reconocer que también me has negado mucho. A tu lado, en todo momento he sido un esclavo, prisionero de tu egoísmo, encadenado a tus ansias de poder y de gloria infinitas; una marioneta enmascarada tras tu sombra, siempre orgullosa, y a menudo vacilante.

Mientras me mantuve... perdón, me mantuviste ciego, todo

fue de color de rosa, un idílico arco iris desenfrenado de pasión, sexo, rabia y locura sin límite ni control. En definitiva, me colmaste de placeres mundanos con el fin de mantener esa venda de ilusiones sobre mis ojos.

Sé que no te encontrabas muy a gusto cuando me perdía

entre aquellos libros... sí, aquellos que hablaban de desapegos, felicidad y sufrimientos. Tú ya eres feliz, me repetías con insistencia, no necesitas perder el tiempo hundido en semejante literatura, eso son cosas de gente desequilibrada emocionalmente y poco seguras de sí mismas... pero tú, que lo tienes todo en la vida, olvida todas

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esas tonterías filosóficas sin sentido y vayámonos al cine, a ver una buena película de acción, de aquellas que gustabas ver antes, ¿te acuerdas? Lo que disfrutábamos juntos...

Esas eran tus palabras; ¡cuántos sermones así he tenido que

aguantar en estos últimos tiempos! Me lo has puesto bien difícil. Comenzar a escudriñar en mi interior fue la gota que colmó el vaso, y, a la postre, mi liberación; pronto comprendiste que algo andaba mal, que ya no era el mismo de todos los días, tu fiel compañero y amante. Por Dios cuánto has luchado por mantenerme a tu lado, bajo tu yugo... Pero esta vez no pudiste conmigo, la paciencia y el tesón siempre tienen su recompensa, y, en mi caso, la recompensa fue lograr desenmascararte.

Ahora ha llegado el momento de emprender mi viaje.

Vendrás conmigo, por supuesto; nunca podremos separarnos, lo sabes, y si consigues comprenderme seremos muy buenos amigos, ya lo verás. Lo pasaremos bien, sólo que de otra manera diferente, una más sana y sincera, sin tanta hipocresía ni falsas apariencias. Te gustará, créeme; en cuanto sientas bajo tu piel ese hormigueo recorriendo todo tu ser hasta desembocar en una sonrisa plena y veraz, comprenderás lo que te estoy diciendo. Prometo que te volverás adicto a esa sensación inigualable de dicha eterna que te espera; y será entonces cuando me des la razón, dejarás de resistirte y te convertirás en mi mejor aliado y compañero en este nuevo camino que vamos a emprender juntos.

Creo que será un viaje tranquilo, no hay mucha gente que

cruce el estrecho camino de un país tan remoto y pobre... No

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empieces otra vez, ya sabes que la palabra loco dejó de tener para mí connotaciones negativas, así que no insistas.

Lo primero que tendré que hacer contigo será cambiarte el

nombre; ese será un buen comienzo. A partir de ahora dejarás de ser mi Ego para convertirte en mi Alma amiga, ¿qué te parece? Bueno, ya te acostumbrarás.

Vamos, ya anuncian nuestro vuelo.

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Amores Big Bang I

Los idiomas se olvidarán Los mares se secarán Los ciclos se cerrarán Mezquitas y catedrales serán tierra La tierra será polvo cósmico El polvo cósmico será aspirado por un Big Bang inverso... Menos mal que tu mano asirá la mía

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Amoriños

Pocitos (Montevideo) 17 de febrero de 2000

Estimada Flora:

Sé que no debería decirlo pero esta mañana al reconocer los desgarbados rasgos de tu letra en el sobre que me entregó el cartero, mis manos temblaron ansiosas y el deseo por desvelar su secreto venció al ejército de fantasmas que se agolpaban en mi pecho.

Al abrirlo una inesperada bengala iluminó los escondrijos

agazapados en las curvas del final de mi adolescencia. Deambulando entre ellos estabas tú. Rememoro nuestro tiempo de estudiantes y ahí estás llevando el timón en las asambleas, con la palabra enardecida y el tono rotundo, esa voz tan tuya que hacía que me quedara embobado escuchándote. Confieso mi admiración incondicional por todo lo que hacías. Aún ahora puedo sentir el rocío en mis labios al pronunciar tu nombre.

Deduzco de tu carta que has seguido el hilo de los

acontecimientos de mi vida; ya ves, yo de la tuya no he vuelto a saber nada desde aquella noche tormentosa en que abandone tu puerto para zarpar a otra bahía. Entonces no

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tuve el valor suficiente para decirte lo que pensaba hacer, y mucho menos para expresarte el verdadero motivo de mi partida. Siempre fui un cobarde.

A los pocos meses de instalarme aquí, en Pocitos, conocí a

Graciela, la madre de mis tres hijos, que me ha dado el reposo que desconocía y la serenidad que necesitaba para olvidar las locuras vividas contigo. Ella y su familia me han arropado desde el primer momento y han sido mi mayor consuelo, sin ellos no sé que habría sido de mí, estaba tan perdido.

Debo decirte que tu arraigado sentido de la equidad, tu

permanente crítica social, tu osada lucha por las libertades y sobre todo tu valía como persona ponía en constante evidencia mi falta de compromiso político. Por eso huí de tu lado.

En sus cartas Hugo jamás te menciono, por lo que

desconocía que mi primo siguiera estando en contacto contigo. Tal vez deba maldecirlo por haberte facilitado mi dirección y con ella la llave para volver a abrir una herida que creía cerrada y que ya comienza a supurar.

A pesar de la crisis económica, política y social que vive

Uruguay en estos momentos, yo no puede quejarme; las cosas no me van nada mal y soy feliz, bueno o por lo menos eso creía hasta esta mañana.

Mis días transcurren placidamente enfrascado en el trabajo

y en la bendita rutina excepto los días de fiesta, que

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aprovecho para dar una larga caminata por la limpia arena de esta costa del Río de La Plata, nada parecida a aquellas desenfrenadas carreras persiguiéndonos sin tregua hasta acabar extenuados uno en brazos del otro.

Ante mi próxima jubilación, Graciela y yo tenemos en

proyecto dedicar un tiempo para disfrutar de todas las cosas que llevamos pospuestas en estos años. Como te decía antes soy feliz, y así debe seguir todo.

Por tanto te ruego que te olvides de mí y, por favor, no

avives el incontrolable dolor de tu ausencia. No deseo que tu voz me susurre el canto de cada nuevo amanecer ni de que tu sombra se despierte en cada uno de mis sueños.

Afectuosamente

Martín Ferreiro Seoane

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Amores de playa

Quise acercarme a tu cuerpo, quise mirarte a la cara, perderme en ti, mar de versos de esta playa de palabras. El violento fragor de olas que a mi espíritu atenaza, se lleva con mi lamento la mitad de las palabras. Y va expirando su vida, olvidadas en la playa, mientras el mar erosiona su tímida y leve esperanza de volver a aquella noche mil veces imaginada, donde por azar se fundan con la pasión de las almas. Pinté tu rostro en la arena, lo llené de etéreas galas, y hasta levanté un castillo pero el mar se los llevaba.

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Más pondré en jaque a los hados que a otro puerto te aventaban. Ya te siento entre mis brazos ¿o eres sólo su fantasma? Pero es batalla perdida, han llegado los piratas, me han robado ese tesoro ese que tanto anhelaba. Y con él van pasión, sueño, deseo, ilusión… y rabia. Al final quedó desierta la playa de las palabras.

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Amores otoñales

Otoño agrieta en la piel que te extraña en rojo duele y en el amarillo distancia se pierde la mirada de no verte Otoño colorea en mis entrañas de gris ausente, del blanco helado de sin quererme del negro tortura si te acercas sin verme Cae el otoño desde mis sienes que te añoran en marrón pensarte y en verdes marchitos de esperarte y en lilas de amor pendiente Llueve el otoño en mi memoria que recuerda en morado dolor y en púrpura llanto no se consuela del amor arrancado sin color

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Amores enjaulados

Soñé que era un pequeño pájaro, de fino cantar y colores sutiles, agradables a la vista. Y en este sueño, mi hogar era una imponente jaula, bañada en oro y rematada en rubíes; hermosos trapecios colgaban en lo más alto, sus suaves balanceos me alegraban el dormir. Y justo enfrente, un gran ventanal, desde donde cada mañana me saludaba el amanecer, y por donde cada noche me visitaban las estrellas.

Mi dueño, un gentil caballero, me colmaba de goces. Las

más deliciosas semillas no faltaban en mi pesebre, y el agua, siempre fresca y transparente. No pasaba un solo día sin que limpiase mis rincones, y la jaula en todo momento lucía esplendorosa.

Nada podía haber que enturbiase mi suerte. Pero un día cualquiera mi amo se despistó, la puerta dejó

entreabierta y el aire, mi libertad me anunció. Y volé. Al despertar, abrí la jaula a mi canario. Me miró

sorprendido, y continuó con su trinar.

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Amores contrarios

Contra mi mal humor, tu risa franca contra mi mal poniente, tu buen levante contra mi alopecia genética, tu melena rubia contra mis apatías, tus desvelos contra mi desdén, tus caricias contra mis desaires, tus desvivires contra mis desapetencias, tus voluptuosidades contra mis necedades, tus agudezas contra mis noches, tus amaneceres contra mis desatenciones, tus lágrimas contra mis ironías, tus recelos contra mis fiestas, tus dolores contra mi amargura, tu dulzura contra mi congoja, tu felicidad contra mi pereza, tu voluntad contra mi soledad, tu alegría contra mi frío, tu calor contra mi frío, tu amor contra mi frío, tu pasión

¿Comprendes ahora porqué me eres imprescindible?

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Amores de tendedero

Sabía que todo lo que iba componiendo sus cuerdas vocales era parte de su artimaña para convencerme, una vez más, de su legendaria inocencia, por eso esta vez, más que endulzarme, su enjambre de halagos me estaban empalagando.

- Basta -le dije- que hasta la cabeza me duele de

escucharte. No digas más tonterías. Clavó sus niñas en las mías, y en su cara leí el desespero de

quien sabe que acaba de perderlo todo, porque jamás levanté la voz, jamás una evidencia de mi repulsa, y con la ira por mi rebeldía calcó las líneas de su mano en una de mis mejillas.

Y en aquel momento me juré que no habría quintas partes,

ni sábanas grandes, ni dos titulares, ni calzoncillos en mi tendedero.

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Amores víricos

En algún lugar alguien respira... una molécula poligonal, portando su ser inundado de luz, fija su anclaje en un suelo mullido; arquea lentamente sus agujas y hunde sus colmillos en el huésped, penetrando, violando, sin encontrar resistencia. La proteína sale de su cápsula, serpenteando, mientras desciende por un cilindro hueco protegido por miles de perlas. Ya dentro de la célula el genoma inyectado se desnuda, dejando al descubierto sus atributos nucleicos. Los ácidos invaden los ribosomas en un abrazo mortal, aprendiendo, aprovechándose de su capacidad replicante, mientras la incubadora se presta, se ofrece sumisa. Las partículas creadas maduran, la futura madre las introduce en cápsides con delicadeza, con amor, acunándolas cada una en sus panales.

Comienzan los dolores, las réplicas se aglutinan en la pared

celular, la rompen, se liberan. Ella las desliza suavemente al exterior, las siente alejarse sin darse cuenta que su piel se vuelve pétrea como un terrón de azúcar olvidado, se marchita como un cactus enterrado en agua, se muere mientras que el reproductor se encamina a la caza de su próxima víctima, orgulloso de sí mismo, proclamándose un ser vivo.

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Amores obnubilados

I

No entiendo a las mujeres. Me embarqué en aquella gran hazaña por ella y la despreció de forma cruel.

No lo comprendo, quería hacerle la mejor ofrenda, la más

hermosa y grande de todas. Me esforcé tanto en conseguirla que me sentí como aquel caballo salvaje que corría eufórico, lacerando al mismísimo levante con sus crines. Era un gran guerrero en mi desvariada ensoñación...

Pero no, mi orgullo de héroe se vio convertido en un

pequeño Pinocho que no llegaba a niño siquiera, con las orejas gachas ante sus gritos, riñéndome por no entiendo qué travesura malvada, cuando me presenté ante su puerta con aquel regalo fruto de mis más nobles sentimientos hacia ella.

Sé que llevo varios soles y lunas fuera y puede que me

eche de menos ahora, pero después de todo tengo espíritu libre y ya lo debería saber, no es la primera vez que desaparezco, sobre todo aquellas noches de verano cuando me asfixia el calor de su alcoba o aquellos momentos en que siento el flagelo del deseo y me nublo con un contoneo cualquiera. Sí, sé que me echará de menos ahora y yo... yo añoro mucho sus caricias y sus albóndigas.

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II

Toda una semana que no lo veo, por mucho que lo llamo no da señales de vida y enmascaro mi pena que no me atrevo a confesar a nadie.

No lo entiendo, aquel día sentía que lo quería de forma

especial, como si una nube me enturbiara el sentido, y le preparé sus albóndigas con más mimo que de costumbre.

Entonces lo vi aparecer, la boca y los bigotes

ensangrentados, ensuciando con un reguero el suelo recién fregado. Jamás vi una cosa tan horrible, dejó la rata muerta delante de mí, maulló un par de veces y se marchó.

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El amor de Juan

Cambié tu barracón por una casa; te di protección, todo lo que ansiabas…

Hice todo por ti, me casé contigo… Ni siquiera necesitabas

expresar lo que sentías: conversar, escribir, leer… ¿para qué?, si yo lo hacía por ti, mi amor.

Nunca te hizo falta, créeme. Sigo queriéndote así… muda,

sumisa, impotente. Tu inutilidad no me importó nunca. Me sirves, y serviste

para parir cinco hijos, ¿puedo pedir más? Temblando, siempre obedeciste, mi vida. Te amenacé, lo sé… pero me vi obligado. Siempre me has

respetado y temido. Soy tu vida… tu principio y tu fin. Ahora, estás más torpe que nunca. Has envejecido; tu

carne flácida y seca me asquea, he de ser sincero. Pero…, no sé, amor… llego a casa y te encuentro

siempre… solícita, callada… Te amo, sí… Creo que te he dado una buena vida.

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Amores, amor

… y mientras ellas van socavando los aires yo, como la espuma, subo a tu frente y la ciño de plata. Así, vagando acaso entre flores y láminas de sol, bajo hasta las profundidades doradas de tu esencia malva y oro y te escarcho un pájaro donde a veces gime el viento, donde algunas noches dormitan, casi en sueños, tremendas tempestades que me convocan sagradas al rito y al incienso y despiertan los acordes, y suenan los violines, y se alzan altivos tus brazos de mar, hombre de tierra y con lluvia, salitre y sal cantas al viento un beso tenue como el rocío y celeste como el éter … sin fin

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Amores callejeros

Llovía afuera y yo sin paraguas. Sin importarme la plancha del pelo recién hecha, salí corriendo por la calle Larga hasta la estación. Allí me resguardé del chaparrón debajo de un techo roto de uralita y esperé como cada tarde. A las seis y doce bajaba del tren, buscando con la mirada a alguien que no era yo. Tardaron en encontrarse lo que en disolverse en un abrazo y pasaron por mi refugio comiéndose a besos.

- Mañana no vuelvo- me dije, pero al otro día me pregunté

de nuevo qué pasaría si hoy sí me buscase a mí y me pinté los labios del rojo que a él le gustaba, me coloqué nuestro anillo de bodas, y salí corriendo por la calle Larga.

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Amores perversos

Al besarte, noto temblar la comisura de tu miedo, mis caricias son capaces de erizar tu sangre, adentrándome en tus heridas, te siento gozar, susurras pidiéndome que siga aterrándote con palabras que solo yo sé pronunciar y solo tú puedes entender... y si no crees en Dios no temas al Infierno pues él te espera en mis brazos y no te queda más remedio que aguardarme, temerme, amarme.

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Amores de despedida

No olvides tus sueños, dóblalos con cuidado y guarda bien tu sonrisa en un hueco entre las sábanas. Deja sitio para tu olor y tus miradas; ojalá no cupiera el miedo en las maletas. Pero llévate, llévate tus susurros, tus dudas más recónditas y todas las caricias que te quepan en las manos. Los besos, los abrazos. No olvides aquí tus sombras, que ya bastante la noche cantará tu ausencia.

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Amores Big Bang II

Si me lo pides Si me lo insinúas Si tan siquiera te lo adivino Compraré un billete para viajar en humos de mago Y me esfumaré Y te juro por el calor de tus labios que no lloraré Y te juro por el color de tus ojos que no sufriré Y que mis noches no serán suplicios Ni sentiré el flagelo de tu ausencia Por los rizos de tu pubis que no. Y por el aire de tu boca te prometo Que tu libertad será mi santuario Y yo el exvoto sin palabras, sin actos Que me esfumaré Como la nada se esfumó con el Big Bang

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AMORES es una obra colectiva compuesta y editada por los integrantes del Colectivo Letras Libres

Colaboraciones:

Ilustración de portada: “El Abrazo” de la artista Carmen Guardia

Diseño de las cubiertas: Paco Abad

Los miembros del Colectivo Letras Libres agradecemos

a ambos su colaboración y apoyo

AMORES está difundido bajo copyleft por lo que queda totalmente permitida la reproducción total o parcial de los textos

con cualquier sistema mecánico y/o digital siempre que sea sin fines lucrativos y citando la fuente original.

AMORES se editó en nostálgicos días del soleado octubre de 2009

en los talleres copisteros de MultiXero

Visita nuestro blog en la web: www.escueladeletraslibres.blogspot.com

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