amor y pedagogia

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INTRODUCCIÓN A “AMOR Y PEDAGOGÍA” de MIGUEL DE UNAMUNO.

A) Miguel de Unamuno.

Miguel de Unamuno nació en Bilbao en 1864. Quedó huérfano de padre y fue educado por su madre que le inculcó fuertes convicciones religiosas. A los 16 años se traslada a Madrid para estudiar filosofía y letras, y sufre una profunda crisis religiosa. Estas preocupaciones son esenciales para entender buena parte de su obra y pensamiento. Unamuno se debate entre la razón, que le lleva al agnosticismo, y la necesidad de alguna creencia que satisfaga el ansia de inmortalidad del ser humano y su temor a la muerte como desaparición definitiva.

Asimismo, sus obras también muestran la preocupación por España propia de los autores de la generación del 98: Como consecuencia de la pérdida de las colonia españolas (Cuba y Filipinas) en 1898, surgieron numerosos intelectuales que propugnaban la necesidad de “regenerar” España para sacarla de su decadencia.

Unamuno, más que un escritor fue un intelectual completo. Fue profesor de griego de la Universidad de Salamanca, de la cual llegó a ser rector; se enfrentó a la dictadura de Primo de Rivera por lo que fue desterrado a la isla de Fuerteventura. A pesar de su militancia socialista en su juventud, se sintió decepcionado por la 2ª república y mostró inicialmente su apoyo al alzamiento de Franco, a pesar de lo cual mantuvo hasta el final de su vida su independencia de pensamiento. Es famoso su enfrentamiento con el general Millán Astray quien en un acto de la Universidad de Salamanca gritó “muera la inteligencia”, Unamuno tomó la palabra para responder: “Venceréis, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir, y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha.”. Después de este episodio, Unamuno permaneció bajo arresto domiciliario hasta su muerte.

Miguel de Unamuno es un escritor atípico. La literatura, que cultivó en todos sus géneros (novela, poesía, teatro, ensayo), era para él un medio para expresar sus preocupaciones intelectuales. En sus novelas (que él llamaba “nivolas” para indicar que no se trataba de novelas en un sentido tradicional), suprime todo lo que le parece accidental, centrándose en las preocupaciones existenciales de sus protagonistas.

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Entre sus novelas, destacan: Paz en la guerra (1897) situada en Bilbao durante la segunda guerra carlista, Amor y pedagogía (1902) sátira contra la pedagogía cientificista, Niebla (1914) que plantea la relación hombre-Dios a través de un personaje de novela y su autor, La tía Tula (1921) historia de una mujer deseosa de ser madre pero atrapada por su concepto pecaminoso de la sexualidad, y San Manuel Bueno, mártir (1930) que expone el conflicto entre fe y razón. B) Amor y pedagogía.

Amor y pedagogía es una ridiculización del positivismo y el determinismo de la época, frente a los cuales Unamuno aboga por el vitalismo.

El positivismo se basaba en la creencia de que el conocimiento sólo puede basarse en hechos reales, no en especulaciones metafísicas. El determinismo afirma que todo está sometido a unas leyes naturales de causa-efecto, de modo que nada ocurre por casualidad sino como resultado de otros factores. Para Unamuno, en cambio, la vida no puede explicarse solamente a través de los hechos y las causas que los determinan. La ciencia no puede resolver todos los conflictos humanos. Lo único seguro que sabemos del hombre es que existe, que tiene conciencia de su existencia y también de su muerte, y que por eso siente un ansia de inmortalidad que le angustia; así Unamuno participa de las corrientes vitalistas de principios de siglo, inspiradas en filósofos como Kierkegaard, y precursoras del existencialismo posterior.

En Amor y pedagogía, como sugiere el mismo título, se contrapone la concepción racionalista y científica de la vida (representada por la “pedagogía”), con la naturaleza, el instinto, el sentimiento (el “amor”). La vida no se explica exclusivamente a través de la ciencia.

Para ello, Unamuno inventa la historia de un individuo, don Avito Carrascal, profundamente convencido de que la ciencia es la única explicación válida de la realidad, y de que el método científico puede aplicarse en todos los órdenes de la vida. Así, a Carrascal se le ocurrirá la ridícula idea de casarse “científica y deductivamente” para tener un hijo al que piensa convertir en genio aplicando la “pedagogía sociológica”.

Carrascal empieza por seleccionar a la mujer adecuada para casarse y le dirige una particular carta de amor plagada de conceptos científicos, pero cuando acude a conocerla el instinto se cruza en su camino y don Avito se enamora de una amiga de ésta que se encuentra de visita en la casa. ¿Qué hará don Avito? ¿Casarse con Leoncia, la mujer escogida bajo criterios científicos, o con Marina, que ha despertado su deseo con la mirada? Don Avito debe escoger entre la razón y el instinto. Y escoge a Marina; es decir, cede al sentimiento y al amor, lo cual acabará siendo, para él, un error imperdonable (una “caída”) que le persigue obsesivamente.

Nace el niño, Apolodoro, y Carrascal acude a un filósofo (Don Fulgencio de Entrambosmares) en busca de consejo. Para don Fulgencio la vida es un gran teatro donde cada uno representa un papel asignado del que difícilmente puede escapar; o sea, que el hombre está sometido a un determinismo biológico y social que le impide ser verdaderamente libre. Lo máximo a lo que el hombre puede aspirar es, como los actores de teatro que introducen alguna improvisación en su texto (“morcilla” en el argot teatral), a encontrar un hueco para la improvisación, un momento de auténtica libertad para afirmarse individualmente.

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A parte de los peculiares métodos educativos de su padre y de los consejos de don Fulgencio, Apolodoro conocerá a otros “maestros” que le descubrirán diferentes aspectos de la vida: el poeta Menaguti (caricatura de los poetas modernistas) que le descubre el mundo del sentimiento; y el profesor de dibujo, don Epifanio, que le aconseja que viva la vida en lugar de analizarla (“hay que vivir”, le repite diversas veces).

Así Apolodoro llega a su experiencia vital más importante: el enamoramiento de Clarita, la hija de don Epifanio. Esta experiencia sentimental hace que Apolodoro se sienta auténticamente vivo y, en consecuencia, el fracaso posterior le sumirá en la pérdida total de sus ilusiones. Desesperado, Apolodoro acude de nuevo a don Fulgencio quien le incita a despreciar la razón para adoptar actitudes vitales, y le hace reflexionar sobre el problema del más allá: ante el temor a la desaparición absoluta (y despreciada la religión por no ser una verdad racional), el ser humano busca su perpetuación a través de acciones que perduren tras su muerte o de la descendencia. De modo que después de discutir con su padre acusándole de su infelicidad, Apolodoro, antes de suicidarse, buscará su perpetuación a través de un hijo con una criada.

A lo largo de todo el proceso, Carrascal va constatando el fracaso de su proyecto: su hijo no llegará a ser un genio. Ante esta realidad, Carrascal se resiste a reconocer que sus ideas son erróneas y se echa la culpa a sí mismo por las numerosas “caídas” en que ha incurrido: haber cedido al sentimiento al escoger a Marina como esposa, haber permitido una influencia excesiva de Marina en la educación de Apolodoro…

La moraleja final es expresada por Apolodoro en su último monólogo interior: “El genio nace y no se hace (…) y nace de un puro momento de amor”. En definitiva: la ciencia no nos enseña a vivir ni se basta por si sola para explicar la vida.