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AMAR A DIOS
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Primera Edición
OCTUBRE 2017
5,000 Ejemplares
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AMAR A DIOS
"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todo tu
espíritu. Este es el más grande y el primer
mandamiento.
Amar a Dios con todo el ser. El amor es una
pasión, no un deber. Amar como se ama la
vida. ¡Amad a Dios con desmesura!
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Y luego amar al prójimo como a uno mismo.
No conformarse y "tolerar" al otro, sino
dejarse llevar por una infinita ternura hacia
aquel a quien Dios mira como me mira a mí,
con una pasión que llega al extremo de morir
de amor.
Hay que “amar como Él nos ha amado”. Hay
que ir en busca de aquel mendigo de Dios, hay
que dejar que Dios sea cercano a los demás a
través de nosotros, hay que amar con la
ternura con la cual Dios nos ama. De tal
manera, que cuando amemos así, ellos vean,
en ese amor, a Dios mismo y se encuentren
con Él. Es necesario, salir de nosotros mismos
para encontrarnos con aquel que nos ama y
compartir, ese mismo Amor con los demás.
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Si ustedes están buscando a Dios, recuerden
que, si quieren encontrarle, no deben
buscarle sin corazón, ni con corazón falso, ni
con doblez de corazón, ni con corazón a
medias, sino que “me hallareis” dice Dios,
“porque me buscareis en vuestro corazón”.
“Nada es más importante que encontrar a
Dios; y amarlo de un modo absoluto, y hasta
el final.
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Aquello de lo que estés enamorado, y
arrebate tu imaginación, lo afectará todo.
Determinará lo que te haga levantar por la
mañana y lo que hagas con tus atardeceres;
cómo pases los fines de semana, lo que leas y
a quién conozcas; lo que te rompa el corazón
y lo que te llene de asombro con alegría y
agradecimiento.
Enamórate, permanece enamorado de Dios
Padre.”
Amar a Dios no es algo así como un amor
adolescente. Es un compromiso total y sin
reservas con Él. Significa que no nos
contenemos en nuestro apego emocional a Él.
Significa que permitimos que la presencia de
Dios se hunda en lo más recóndito de nuestro
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ser y more allí. Significa que lo honramos con
cada pensamiento y con cada acción diaria.
“No améis al mundo, ni las cosas que están en
el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor
del Padre no está en él. Porque todo lo que
hay en el mundo, los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida,
no proviene del Padre, sino del mundo. Y el
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mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre”.
Alguien que ama a Dios verdaderamente no
perseverará en ningún pecado de la carne.
Amar a Dios significa también una renuncia
continua. Y tal renuncia, ciertamente es un
sacrificio.
Cuánto batalla nuestro espíritu a diario con los
deseos de la carne; cuando quisieran nuestros
ojos ser satisfechos por el materialismo y
cuánto anhelaría nuestro caído, torcido y
orgulloso corazón, el reconocimiento y la
vanagloria.
Pero la fortaleza la tenemos en Dios, en quien
todos los deseos de nuestra carne son
mortificados en quien ponemos nuestra
mirada y quien es nuestra propia Gloria.
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Que Dios nos
provea la gracia
necesaria para
amarle
verdaderamente
todos los días de
nuestra vida.
Quien ama a Dios
verdaderamente,
dejará de poner
su mirada en las
cosas de esta
tierra y meditará con mucha más frecuencia
en las celestiales.
El amor verdadero a Dios nos mantiene firmes
aún en medio de la misma adversidad.
Cuando agobiados por las necesidades,
confiamos qué poderoso es el Dios que nos ha
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bendecido con toda bendición espiritual, en
Cristo Jesús.
De nada sirve llamarnos “cristianos” si no
tenemos una relación íntima con Dios. El
verdadero significado de ser cristianos es
tener a Cristo en nuestro corazón. Como
creyentes en Él, es común pensar que asistir a
la Iglesia es todo lo que tenemos que hacer
para estar bien con nuestras consciencias y
libres de culpas, sin embargo, no es así. Lo que
nos hace estar bien es la presencia de Dios en
nuestro corazón. La presencia de Dios se
manifiesta en aquellos que buscan su rostro, y
le anhelan a Él. “NOSOTROS PODEMOS IR A LA
IGLESIA CON FRECUENCIA, PERO ESO NO
QUIERE DECIR QUE SE MANIFIESTE LA
PRESENCIA DE DIOS EN NOSOTROS”.
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Una de las características de Dios es que Él se
encuentra en todos lados, Él es omnipresente.
Dios puede estar en todo lugar y en todas
partes al mismo tiempo, sin embargo, la
presencia de Dios no se manifiesta en todo
lugar. Dios se manifiesta donde es buscado,
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honrado y amado. Nosotros podemos ir a la
Iglesia con frecuencia, pero eso no quiere
decir que se manifieste la presencia de Dios en
nosotros. La Palabra nos dice que su presencia
se manifiesta en los que lo aman.
“Dios es Espíritu” y debemos buscarle “en
espíritu y en verdad. El Padre busca personas
que lo adoren de esa manera” es decir, que le
honren y busquen tener esa relación con Él.
En nuestra vida como creyentes es un error
solo buscar a Dios cuando creemos que no
podemos. Un ejemplo muy sencillo es cuando
nosotros como hijos buscamos a nuestro
padre para que nos de dinero, pero
analizando bien la situación, Él no solamente
desearía que le buscáramos por tal motivo.
Así, nuestro Padre Celestial, Él no quiere
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solamente que lo busquemos cuando
necesitamos de algo.
No se trata de negarte al contacto con el
mundo y negar tu carne apartándote de todo
y aislándote del mundo. La solución no está en
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encerrarse, alejarse y vivir fuera de la
sociedad, pues el pecado sigue ahí.
La respuesta a la pregunta de “¿qué hago con
mis deseos?” “Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en
la fe del Hijo de Dios”. ¿Por qué renunciaré a
mis deseos y mis pecados? La motivación no
debe ser porque la gente en la Iglesia o mis
padres lo digan, sino porque Él me amó y se
entregó a Sí mismo por mí.
¡Que nuestra motivación sea la correcta!
Agradar a Dios en obediencia y santidad
porque Él nos amó primero y murió por
nosotros.
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ORACIÓN:
PADRE NUESTRO DESEAMOS AMARTE CON
TODO NUESTRO CORAZÓN, ALMA, MENTE Y
FUERZAS. AL MISMO TIEMPO NOS
COMPROMETEMOS A AMAR A NUESTRO
PRÓJIMO SIN DISTINCIÓN DE SEXO, EDAD,
RAZA, RELIGIÓN O POSICIÓN SOCIAL. POR
AMOR A JESUCRISTO.
AMÉN.
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