Amaneció con lluvia

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  • 8/8/2019 Amaneci con lluvia

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    Amaneci con lluvia.

    Pero no es suficiente para lavar la sangre... Cunta sangre

    tena ese cuerpo!...y aquel... y todos.

    No es el delirio sonmbulo de Lady Macbeth, sino algo menos

    potico, ms ordinario: Soldados cados en un campo debatalla. Peleada con especial denuedo y no demasiada

    sofisticacin de armamento pero para la poca, era tecnologa

    de vanguardia: haba artillera ligera y fusiles cuyos

    proyectiles alcanzaban a penetrar, atravesar y desgarrar

    msculos, romper arterias y huesos. Pero la muerte no llegaba

    instantneamente, mientras late el corazn, la sangre fluye

    por las heridas. Ms aun, la carga desorganizada de invasores

    y el agrupamiento y arrojo de los defensores, oblig a un

    enfrentamiento cuerpo a cuerpo en el que el uso de palos,

    bayonetas, espadas y machetes convirti aquello en unaverdadera carnicera en la que ningn bando poda reclamar la

    jornada.

    Para la mayora de los cados, la guerra haba terminado.

    Pero muchos infelices yacan en dolorosa agona, entre la

    hierba mojada y el fango teido de sangre.

    La guerra es un pecado, pero la gente buena suele decir que

    dar la vida por tu semejante es un acto supremo de amor. No

    lo s de cierto pero intuyo que debe ser verdad. Con todo, no

    puedo dejar de pensar que la joven que aquella maana salide su casa era una tonta, una loca.

    Sali para ayudar a sus hermanos, a nuestros hombres.

    Arrostrando el peligro sin nada ms que una canasta con

    vendas, agua y linimentos curativos. Poca cosa para la ardua

    e ingrata tarea de atender a los heridos, ponerles vendas y

    darles a beber un poco de agua fresca para reconfortar su

    espritu, que sus cuerpos lacerados en su mayora ya estaban

    desahuciados.

    En silencio, los cados del bando enemigo miraban anhelando

    que aquella doncella se compadeciera de ellos. La joven se

    acerc para ayudarlos. Hizo de su regazo una almohada para

    recostar sus cabezas, limpiar sus rostros, darles un poco de

    alivio y reconfortar a aquellos jvenes. Y eso era todo?

    S, para ellos era TODO: madre, esposa, hermana; un ngel de

    consuelo en su sufrimiento. La miraban con ternura y con

    gratitud infinita, y con el ltimo aliento musitaban una

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    oracin para bendecirla.

    Pero no muy lejos la lucha continuaba. La joven alz la

    mirada exclamando: Dios mo, esto es la guerra!, cuando una

    bala perdida seg su vida, cayendo junto a aquellos a quienes

    haba socorrido.

    Su muerte no fue en vano, los sobrevivientes dieron

    testimonio del herosmo y bondad generosa de aquella muchacha

    cuyo nombre qued en el olvido. No hay un monumento ni

    registro en la historia oficial. Pero quedan las crnicas de

    la poca que ltimamente se han rescatado.

    P.S.

    Haca tiempo que quera escribir sobre este tema como un

    modesto tributo a una verdadera herona: La Doncella de

    Monterrey.

    Checov