Alvaro Matute

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Juan Antonio Ortega y Medina Alvaro Matute Instituto de Investigaciones Históricas. UNAM Una tarde de principios de febrero de 1965, en el salón 201 de la Facultad de Filosofía y Letras, fue la primera vez que escuché al doctor Juan Antonio Ortega y Medina. Era la clase de Historiogra- fía General. Más adelante llevé con él Imperio Español en Amé- rica y el seminario de Historiografía Mexicana del siglo xix. En él se combinaban el gusto por leer historiadores del siglo xix con la disciplina para analizar sus textos. Esto último era y ha sido fundamental en el largo magisterio del doctor Ortega. Si enumero las clases que seguí con Ortega no es porque quiera hacer público mi propio curriculum estudiantil, sino porque si se inscribe uno muchas veces con un maestro es que desde la primera sabe que ese maestro sí le está enseñando. Su clase de Historiogra- fía General era sabia y rigurosa. Para comenzar, nos interrogaba por escrito acerca de por qué estábamos ahí, qué esperábamos de la historia y hacia qué rumbo de ella queríamos transitar. Más adelante nos hacía leer a los padres de la historia. De ese lejano tiempo datan nuestras primeras y sorprendidas incursiones en Herodoto y Tucídides a quienes no sabemos si realmente enten- díamos o no. Más tarde nos llevaba hojas mimeografiadas con fragmentos de Quintiliano y Alfonso el Sabio. En el segundo semestre, una excelente traducción suya de Schiller hacía volar nuestra imaginación, para al fin especular con Windelband lo que los neokantianos pensaban de la historia.

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  • Juan Antonio Ortega y Medina

    Alvaro MatuteInstituto de Investigaciones Histricas. UNAM

    Una tarde de principios de febrero de 1965, en el saln 201 de la Facultad de Filosofa y Letras, fue la primera vez que escuch al doctor Juan Antonio Ortega y Medina. Era la clase de Historiografa General. Ms adelante llev con l Imperio Espaol en Amrica y el seminario de Historiografa Mexicana del siglo xix. En l se combinaban el gusto por leer historiadores del siglo xix con la disciplina para analizar sus textos. Esto ltimo era y ha sido fundamental en el largo magisterio del doctor Ortega.

    Si enumero las clases que segu con Ortega no es porque quiera hacer pblico mi propio curriculum estudiantil, sino porque si se inscribe uno muchas veces con un maestro es que desde la primera sabe que ese maestro s le est enseando. Su clase de Historiografa General era sabia y rigurosa. Para comenzar, nos interrogaba por escrito acerca de por qu estbamos ah, qu esperbamos de la historia y hacia qu rumbo de ella queramos transitar. Ms adelante nos haca leer a los padres de la historia. De ese lejano tiempo datan nuestras primeras y sorprendidas incursiones en Herodoto y Tucdides a quienes no sabemos si realmente entendamos o no. Ms tarde nos llevaba hojas mimeografiadas con fragmentos de Quintiliano y Alfonso el Sabio. En el segundo semestre, una excelente traduccin suya de Schiller haca volar nuestra imaginacin, para al fin especular con Windelband lo que los neokantianos pensaban de la historia.

  • Siempre tuve la inquietud de saber si mis maestros eran historiadores o solamente profesores de historia. Buscaba en los ficheros de las bibliotecas qu haban escrito y desde entonces me encontr con los distintos ttulos que Ortega y Medina haba publicado hasta el momento. Me llamaba la atencin su lnea de investigacin fundamental que se puede resumir con la frmula de Mxico en la conciencia anglosajona. Haba un libro sobre el que me fui de lleno. Era un pequeo volumen que recoga distintos trabajos breves y que lleva por ttulo Ensayos, tareas y estudios histricos (1962). En la advertencia preliminar me encontr con un prrafo en el que expresaba con precisin los elementos que debe contener una resea crtica, despus de una breve reflexin sobre una parte sustancial del quehacer del historiador. Reproduzco un largo fragmento:

    ... estas tareas histricas menores que todo historiador o todo profesor de historia est obligado a realizar como parte importante de su profesin: ensayos, notas, crnicas, resmenes de lecturas, etc., constituyen las actividades cotidianas de los profesionales de la Historia. Aunque hemos llamado menores a estas tareas, no son fciles de ejecutar, y para bien llevarlas a cabo hay que realizar un serio esfuerzo intelectual, y esto lo saben a la perfeccin todos aquellos que conscientemente las practican. En una pequea nota crtica, pongamos por caso, el recensor est obligado a dar cuenta en poco ms de seis cuartillas de los siguientes temes: resumen brevsimo yfiel del contenido de una obra, subrayando al mismo tiempo los temas esenciales; noticia concisa sobre el autor, en la que seale a la vez su categora y la de la obra denti'o de la jerarqua temtica que le conesponda; alusin al mtodo histrico empleado y al buen o mal empleo del aparato crtico y de las fuentes, sin olvidarse de remitir al lector a las faltantes, cuando sean esenciales; por ltimo, apuntar las discrepancias o acuerdos crticos, insinuando depasoy hbilmente el valor atractivo o repelente que pueda poseer la obra con vista al presunto lector o especialista. Y todo esto (y an ms), como hemos dicho, en cinco o seis cuartillas!

  • Si pondero estas lneas y la huella que han dejado en m desde hace tantos aos es porque he sido reseista de corazn y de disciplina. A ese prrafo y a la enseanza que sobre la marcha me dio Ramn Xirau debe mucho de lo que ha sido mi ejercicio profesional en ese campo.

    No s si en estos casos la presentacin del premiado debe incluir una semblanza exhaustiva de su vida y su obra. No creo que as deba ser. No creo necesario hablar de que el doctor Ortega naci en Mlaga el 10 de agosto de 1913 y que lleg a Mxico en 1940. Que en este pas, donde ha transcurrido la mayor parte de su vida (51 contra 27 aos) vino a completar su formacin, primero en la Escuela Normal Superior, donde estudi con don Miguel Othn de Mendizbal, quien lo persuadi acerca de las bondades de la poca prehispnica y que luego se dirigi hacia la Facultad de Filosofa y Letras, en la Ribera de San Cosme, donde el magisterio de O Gorman lo orient hacia el que ha sido su campo fundamental de especializacin que es la historia de la historiografa, dentro del cual ha encaminado muchas vocaciones. De las ms de cien tesis que ha dirigido, muchas son de asunto historiogrfico.

    Pronto fue profesor de tiempo completo en su propia Facultad, hasta que Jorge Gurra Lacroix lo anim a incorporarse al Instituto de Investigaciones Histricas, donde ha ejercido una notable carrera, culminada, primero, con el nombramiento de investigador emrito y despus con el otorgamiento del Premio Universidad Nacional. Antes, mucho antes, la Academia Mexicana de la Historia lo haba recibido como miembro de nmero.

    El doctor Ortega es autor de una amplia bibliografa que, esas, no voy a mencionar en este breve discurso. Son magistrales algunos de sus trabajos, como las clebres ediciones de Humboldt y Prescott, tanto por sus estudios introductorios como por sus apndices que hacen a los textos mucho ms manejables. Su excelente seleccin de trabajos reflexivos sobre la historia en su Polmicas y ensayos mexicanos en tom o a la historia ha sido leda por muchas generaciones de estudiantes que ah se enfrentan a lo que mexicanos del siglo xix y primer tercio del xx pensaron que era y deba ser

  • su quehacer. Don Juan es, adems, cosmopolita. Ya mencion aquella traduccin de la Filosofa de la Histoa de Schiller. Tambin est su traduccin y seleccin de Ranke y Guillermo de Humboldt, a quienes presenta dentro de un magistral trabajo de historiografa europea del xix. En fin, son muy conocidas sus reflexiones sobre cmo la conciencia anglosajona ha visto a Mxico y los mexicanos a lo largo del tiempo. Su bibliografa es rica y sustanciosa. Ahora que se pondera tanto la productividad, don Juan no necesit de programas de estmulos para lograr una de enorme riqueza en cantidad y en calidad.

    Pero, como l dice en su advertencia a su libro de 1962, tambin hay tareas menores. Esa es la cotidiana, la que consiste en no dejar de leer y comentar textos. De ah el prrafo mencionado y de ah el que estemos aqu celebrndolo. Se reconoce ahora que la lectura y lo que escribi como resultado de ella acerca del excelente libro del maestro Luis Gonzlez, El oficio de historiar, fue la mejor resea publicada en 1989. Coincido con el jurado en que se trata de un texto magistral. Debo decir, y lo digo como profesional del reseismo, que es ms difcil comentar libros buenos que libros malos; que es ms fcil pegar que reconocer, por el temor de incurrir en el elogio fcil. Si, por el contrario, se pega y se desbarata, la fama de uno se acrecienta. En cambio, elogiar, pero elogiar con sustantivos es tarea difcil. No se trata de adjetivar sino de decir con razones porqu es bueno un libro, en este caso, porqu es bueno un libro tan bueno como el de Luis Gonzlez.

    Y aqu cabe especular acerca de cmo se enfrentaron dos espritusy dos formas tan distintas de aproximarse a la historia, que no obstante tienen muchas cosas en comn. La diferencia entre ambos es lexicolgica. Y lo digo como viejo alumno de Ortega. Con don Juan no hay que dejar lejos el diccionario. En su clase escuch una palabra que me dej estupefacto y que ahora Televisa ha trivializado: crestomatas. En cambio don Luis y su afn comunicativo han hecho del lenguaje del historiador algo laxo y de fcil digestin. En la resea hoy reconocida est la reaccin esperada en un espritu de apertura que muestra que un maestro no sigue

  • dogmticamente sus modos de ser, sino que admite lo diferente. Eso es ser maestro.

    La resea en cuestin apareci en el boletn Histricas, del propio Instituto al que pertenece el doctor Ortega, con el cual ratifica su calidad, dado que no es la primera vez que un texto publicado en l obtiene un reconocimiento.

    Don Juan. Los que hemos aprendido de usted nos sentimos orgullosos de este reconocimiento aun aspecto valioso de su obra. Enhorabuena.