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Capítulo III SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS EN EL ALTIPLANO CUNDIBOYACENSE. SÍNTESIS INVESTIGATIVA Virgilio Becerra Profesor Asociado Departamento de Antropología Universidad Nacional de Colombia Generalidades La pregunta alrededor de las formas sociales y culturales que existieron en el altiplano Cundiboyacense entre el II milenio a.C. y el I milenio de nuestra era, ha abierto una compleja trama de búsquedas, investigaciones e interpreta- ciones alrededor del desarrollo, surgimiento, influjo o aparición de las prime- ras sociedades agrícolas y alfareras de la región. Cada uno de estos términos, elevados al nivel de conceptos descriptivos, han implicado enfoques diferen- ciales alrededor del cambio y la dinámica social y cultura!, con una incidencia nada escasa en importancia, no sólo para acceder al conocimiento de las comu- nidades de este período, sino también de sus relaciones históricas con otros grupos, tanto del altiplano como de otras regiones. Es decir, el problema ha superado la inscripción de estas sociedades agroalfareras dentro de un territo- rio en una temporalidad definida para extenderse en un plano diacrónico- historicista y multirregional. Desde mediados de los años 80, en el curso de varios proyectos de investi- gación en la región, nuestra preocupación por una mayor profundización alre- dedor de los estudios sobre el período conocido como Herrera, nos ha conducido a enfrentar múltiples discusiones sobre la clarificación de éste, relacionadas con los problemas técnicos, metodológicos y teórico-interpretativos de su bús- queda y conocimiento 46 . Paralelamente, en el curso de estos años, las investi- Una síntesis se encuentra en Becerra, Serna (1996); Becerra (1998. T. II y 111).

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C a p í t u l o I I I

S O C I E D A D E S A G R O A L F A R E R A S T E M P R A N A S E N E L A L T I P L A N O C U N D I B O Y A C E N S E . S Í N T E S I S I N V E S T I G A T I V A

Virgi l io B e c e r r a Profesor Asociado

Departamento de Antropología Universidad Nacional de Colombia

Gene ra l i dades

La pregunta alrededor de las formas sociales y culturales que existieron en el altiplano Cundiboyacense entre el II milenio a.C. y el I milenio de nuestra era, ha abierto una compleja trama de búsquedas, investigaciones e interpreta­ciones alrededor del desarrollo, surgimiento, influjo o aparición de las prime­ras sociedades agrícolas y alfareras de la región. Cada uno de estos términos, elevados al nivel de conceptos descriptivos, han implicado enfoques diferen­ciales alrededor del cambio y la dinámica social y cultura!, con una incidencia nada escasa en importancia, no sólo para acceder al conocimiento de las comu­nidades de este período, sino también de sus relaciones históricas con otros grupos, tanto del altiplano como de otras regiones. Es decir, el problema ha superado la inscripción de estas sociedades agroalfareras dentro de un territo­rio en una temporal idad definida para extenderse en un plano diacrónico-historicista y multirregional.

Desde mediados de los años 80, en el curso de varios proyectos de investi­gación en la región, nuestra preocupación por una mayor profundización alre­dedor de los estudios sobre el período conocido como Herrera, nos ha conducido a enfrentar múltiples discusiones sobre la clarificación de éste, relacionadas con los problemas técnicos, metodológicos y teórico-interpretativos de su bús­queda y conocimiento46. Paralelamente, en el curso de estos años, las investi-

Una síntesis se encuentra en Becerra, Serna (1996); Becerra (1998. T. II y 111).

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gaciones de otros arqueólogos han favorecido nuevas aproximaciones y retos para asumir dichos problemas,

De acuerdo a estas consideraciones preliminares, el presente documen­to busca acceder a una interpretación amplia de la dinámica regional en este momento histórico, dejando un panorama diagnóstico de lo que se conoce has­ta el presente. Para ello no sólo recapitula las informaciones que las investiga­ciones antecedentes han arrojado sobre este primer período agroalfarero del alt iplano, sino que refiere nuevas localidades registradas en el departamento c\e. B o v a c á míe v i enen íi f í w n r p o p r ntrí is np rcnp r í ÍV Í ÍQ n 1 psjfuHio HP pctp p v t p n í n

proceso de configuración de las primeras sociedades multi terri toriales del alt iplano.

Así, sobre la recopilación, balance y síntesis, se presenta una interpretación regional de estos grupos humanos profundizando en las variables temporales, sincrónicas y diacrónicas, y espaciales, intraterritoriales, interterritoriales y multiterritoriales, que permiten ampliar el campo de observaciones y discusio­nes alrededor de estos procesos protagonizados en el seno de múltiples diná­micas socioculturales.

Hacia el IV milenio a.C. se produjo un profundo cambio medioambiental, marcado por un aumento de la sequía y de las temperaturas promedio anuales. Este cambio parece conllevar una disminución de la población o de la ocupa­ción humana en toda la región del altiplano central, que fue casi abandonada totalmente en beneficio de zonas aún no precisadas. Este cambio medio am­biental es, por ahora, la sola explicación dada del cambio social y cultural constatado entre los períodos de recolectores-cazadores y las primeras socie­dades agroalfareras.

Sin embargo, la dinámica evolutiva de los recolectores-cazadores habría sido marcada por procesos de cambio que, a pesar de no percibirla sino a partir de ciertos aspectos como la utilización de abrigos rocosos y el cambio en los sis­temas de subsistencia, fue importante y marcó condiciones específicas para el desarrollo de nuevas relaciones entre las sociedades y el ecosistema.

Es decir, si existió un cambio medioambiental y un desplazamiento asocia­do, sería posible afirmar que la posibilidad de desplazarse, en función de las limitaciones del medio, era asumida por un cuerpo social que podía enfrentar las dificultades y los obstáculos ligados a la movilidad de un grupo y que podía reconocer estos cambios para garantizar sus tareas de subsistencia y de ocupa­ción de otras regiones más ventajosas ecológicamente.

Las excavaciones parecen mostrar que en el II milenio a .C , existe un fondo medioambiental más propicio para la reocupación humana de las tierras altas

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así como a la aparición de condiciones necesarias a la introducción de la agri­cultura. En el II y I milenios a . C , los grupos de cazadores-recolectores no habitaban preferencialmente los abrigos rocosos, sino que expandían cada vez más su habitat hacia las terrazas no inundables, a finales de un período seco y a comienzos de un periodo más húmedo, con condiciones similares a las que conocemos hoy día.

Es p r o b a b l e que en es ta época las pa r tes bajas de la sabana , an tes inundables , hayan sido ocupadas . Los sitios de Aguazuque , en Soacha, y Vistahermosa, en Mosquera, correspondan efectivamente a dos hábitats a cielo abierto con algunas adecuaciones, vigas horizontales a nivel del suelo, para afrontar, tal vez, la humedad sobre los sitios de habitación. Estos sitios han arrojado dataciones de 4030 y 3410 años a. P , respectivamente (Correal, 1984, 1990). En la segunda ocupación de Chía (3120 años a.P), parece evidenciar­se no solo un aumento de la recolección, sino tal vez, también, un comienzo en la domesticación de plantas, en un momento donde la densidad demográ­fica parecía crecer con relación a las ocupaciones precedentes. La presencia de piedras de río con bordes desgastados, asociadas al empleo de vegetales, favorecería esta hipótesis.

Sin embargo, estas consideraciones dejan abiertas múltiples preguntas alre­dedor del periodo de cambio y de la naturaleza de los cambios mismos. En esa época encontraríamos otro tipo de recolectores cazadores. El hecho que ciertas formas de ocupación y aún de tecnologías persistan, no implica necesariamen­te que correspondan cronológicamente con las precedentes, no sólo porque esas formas de ocupación y esas tecnologías hayan operado transformaciones intrínsecas al interior de los grupos mismos en sus formas y en su dinámica, sino también a causa del panorama general en el que se situarán los grupos agrícolas y preagrícolas. Históricamente, y sociológicamente, esta diferencia­ción a partir de los modos de producción coexistentes es completamente posi­ble. No podríamos pensar que los grupos existían de manera independiente o estaban aislados entre ellos.

Con el fin de aprehender mejor esos grupos sería importante precisar las regiones hacia las cuales se desplazaron los recolectores cazadores durante el IV milenio a. C , excluyendo su extinción eventual, y qué tipo de relación tuvieron con las tierras altas y con los grupos humanos que se habían quedado en la región.

Teniendo en cuenta el hecho que las relaciones entre el valle del Río Mag­dalena y las tierras altas fueron multiterritoriales y muy móviles, es posible que el valle como las zonas de vertientes, hayan sido el teatro de una ocupación por grupos de recolectores-cazadores nómadas que obtuvieron parte de sus

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recursos de las selvas húmedas y de zonas planas abiertas, continuando la fre­cuentación episódica de las tierras altas, en actividades de caza, por ejemplo.

El desplazamiento de la selva hacia las vertientes y de las zonas abiertas hacia la sabana y hacia el altiplano en general, es considerado paralelamente a los desplazamientos hacia sitios más apropiados por parte de los recolectores-cazadores, lo que, de una cierta manera, constituía una adaptación a presiones ecológicas. Sin embargo, no parece haber sido una colonización, fue una nece­sidad frente a la deficiencia de la recolección. Podemos pensar también que el acceso a numerosos productos por medio de la recolección haya confluido en un mejor conocimiento y de éste a su domesticación. Aparece de nuevo una hipótesis similar a la esgrimida para explicar el uso de materias primas Eticas en los mismos marcos del valle del Magdalena y de las tierras altas. De todas maneras, esta hipótesis del origen de la domesticación de plantas está en rela­ción con la domesticación de animales que aparece como anterior.

Sobre esta base, podemos pensar que los desplazamientos hacia ecosistemas diferentes permitieron, gracias a los recursos de éstas, el desarrollo de una tra­dición de manejo de plantas y el comienzo de la alfarería. El análisis de mate­riales cerámicos antiguos hace notar que los grupos humanos guardaban uña relación importante con las tierras bajas pero no necesariamente según los es­quemas difusionistas. Esta relación estaba determinada fundamentalmente por una constante interacción entre grupos y más allá de estos, entre grupos cuyos medios no estaban necesariamente compartimentalizados. Si aceptamos la mo­vilidad de los recolectores-cazadores, no podemos limitarla a la región del alti­plano, sino por el contrario integrar también el acceso a zonas extensas y a medios múltiples con todo lo que esto implica.

Si debiéramos comparar los complejos culturales de las tierras bajas y los complejos culturales de las tierras altas, no hay duda que éstos últimos están definidos por una serie de prácticas interactivas con el entorno sólo porque no se difundieron o porque, consideradas definitivamente en el plano arqueológi­co, pueden no ser aún reconocidas en lo que concierne a los grupos de cazado­res recolectores antiguos.

Los sitios excavados en la periferia de la sabana de Bogotá parecen particu­larmente importantes, puesto que mostrarían una posible continuidad entre las tradiciones precerámicas y las primeras tradiciones agrícolas, como lo mostra­ría la ocupación de los abrigos del Tequendama.

En este sentido, el período arcaico sobre el altiplano está determinado por procesos de interacción con las vertientes, por un desarrollo tan complejo da­das las implicaciones de la movilidad, una variable a la que deberíamos asociar

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otras variables demográficas y de subsistencia, que consideramos se le daría de nuevo una identidad al período arcaico regional. Las investigaciones de los últimos diez años, sobre las vertientes de la cordillera hacia el valle del Magda­lena, sugieren cada vez más un desarrollo agrícola regional antiguo en esta parte del país.

En su tesis de doctorado María Pinto sugiere que es alrededor del V milenio que los grupos de cazadores recolectores que habitaban el altiplano central de Colombia iniciaron un proceso de sedentarización. Señala además que, según los datos de su excavación en Galindo, al oeste de la sabana de Bogotá, los habitantes del altiplano desde el IX milenio readecuaban también hábitats a cielo abierto.

Si es verdad que ia visión general del habitat de los cazadores recolectores en la prehistoria, analizado en un largo período de tiempo, mostraría que hay una tendencia a considerar un pasaje de hábitats en abrigos rocosos a hábitats a cielo abierto, consideramos sin embargo, que nada prueba que antes de la fecha propuesta por Pinto, los cazadores recolectores no hayan adecuado abri­gos temporales a cielo abierto. La densidad preferencia! de los hábitats regis­trados en abrigos rocosos, depende, a nuestro juicio, de la detección más fácil de esos tipos de sitios arqueológicos.

Si tenemos en cuenta las características particulares del entorno natural en el centro de Colombia , representadas por la gran diversidad de cl imas en zonas relativamente restringidas, por la movilidad de los grupos de cazado­res recolectores mostrada por los vestigios arqueológicos que provienen de pisos térmicos diferentes, y de la posibilidad de considerar también el altipla­no central de Colombia y sus vertientes como una ancha zona de captación de recursos, podríamos considerar que desde siempre en la sabana de Bogo­tá, el saber de los cazadores recolectores integraba la readecuación de cam­pamentos a cielo abierto.

1. Las an t iguas sociedades de agroa l fareros

El análisis de una periodización asociada a los agroalfareros tempranos en el altiplano Cundiboyacense, ha estado sustentado en una serie de características un tanto fragmentarias que, pese a ello, son las que en últimas le han entregado un cuerpo descriptivo. Hasta el momento actual de las investigaciones, un análi­sis interpretativo exige una revisión de los criterios que han permitido estas ca­racterizaciones, de globalizar las discusiones y de centralizar una serie de aspectos relacionados con procesos que, en su amplitud y heterogeneidad, han ocupado un lugar determinante en las discusiones en arqueología, como la relación nomadismo/sedentarización, los patrones de movilidad, las pautas de habitabilidad

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y habitacionalidad, la domesticación, los principios de la agricultura, los proce­sos de complejización social y, más allá, la relación entre tradición/innovación; de los cuales se espera que el registro arqueológico denuncie algunas considera­ciones bien por reflejo o bien por transformación definiendo así esquemas perió­dicos. Estos esquemas, proclives desde las perspectivas de la investigación arqueológica en los años 50, aún en su limitación nos enfrentan a una discusión central: ¿el período Herrera constituye un período arcaico o un período formati­vo regional? Trascender esta pregunta y ampliar el nivel de las pertinencias de las periodizaciones, aparece como una urgencia para comprender este lapso tan extenso entre cazadores recolectores y sociedades complejas tardías.

De esta manera, queda abierta la idea alrededor de que el pasado es lo que fue y lo que se ha dicho de él (Becerra, Serna, 1997a) que, en esta doble dirección, plantea la necesidad de una evaluación misma de los escenarios históricos que, desde la propia disciplina arqueológica, han permitido este ejercicio interpretativo. Para ello, es necesario recluirse en dos preocupaciones fundamentales: en primer lugar, la configuración de variables que le entregan una ubicación sincrónica y microespacial a la periodización; en segundo lugar, la misma ubicuidad de esta per iodizac ión en el conjunto más amplio de los procesos sociocul tura les prehispánicos del altiplano, es decir, una ubicuidad diacrónica y macroespacial. A esta abstracción metodológica subyace el problema general de transformar ia arqueología de sitios en una arqueología regional.

2 . Las var iab les

El estudio e interpretación del período de los agroalfareros tempranos del altiplano se ha realizado siguiendo el análisis de una serie de variables especí­ficas que han determinado una serie de correlaciones entre ellas:

1) La técnica de manufactura alfarera.

2) La correlación cronológica de materiales cerámicos.

3) La correlación objetual, material cerámico con elaboraciones en piedra, pinturas rupestres y petroglifos.

4) La ocupación y utilización espacial, horizontal y vertical de yacimientos.

5) La dispersión macrorregional.

Estas variables y sus múltiples correlaciones han surgido y respondido a mo­mentos históricos específicos del desarrollo del pensamiento arqueológico, y su interpretación y discusión no son pertinentes en el presente documento; no obs­tante, es importante ubicarlas para buscar una propuesta de interrelacionalidad

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que efectivamente permita un balance y una síntesis descriptiva de este período. Habitualmente esta correlación no ha estado exenta de polémicas por la dificul­tad y en algunas oportunidades las inconsistencias en la combinación de varia­bles materiales cerámicos/cronología, materiales cerámicos/análisis espacial, análisis microrregional/dispersión macrorregional, interpretación intrasitio/inter-pretación intersitio, etc.

Producto de la polémica que han suscitado estas correlaciones se encuadra el hecho de que hasta el momento no existe una interpretación clara sobre los procesos de cambio social y cultural que se operaron en este período tanto con relación a los cazadores recolectores como a los agroalfareros tardíos, así como al interior del período mismo. Por una parte, mientras algunas variables permi­ten afirmar continuidades algunas conducen a lo contrario y viceversa. Por otro lado, la rigidez de las variables en su sentido sincrónico le resta alternati­vas a la comprensión histórica (diacrónica en un sentido más restrictivo) de un período de más de veinte siglos del cual seguramente podemos esperar algo más que procesos transicionales; como por ejemplo, procesos de configura­ción y consolidación de diversas formas y estrategias culturales.

Obviamente que estas limitantes y polémicas están determinadas por la na­turaleza misma del registro arqueológico relacionado con evidencias de este per íodo . En pr imer lugar, es evidente la escasez de si t ios a rqueológicos estratificados que permitan precisar un cuadro comparativo regional amplio. En segundo lugar, la limitación y fragmentación de los contextos arqueológi­cos en algunas áreas de habitación en abrigos rocosos y viviendas a cielo abierto, basureros, escasos enterramientos, etc. En tercer lugar, el grado de alteración, deterioro y casi desaparición de sitios y yacimientos de agroalfareros tempranos por los procesos históricos que sucedieron tras ellos pero, fundamentalmente, por el peso de los procesos ocupacionales del espacio que se dieron desde el siglo XVI con el modelo hispánico.

3 . La per iodización

Aquello que podríamos definir como la vida útil del concepto metodológico de período se extiende desde los principios de la arqueología científica como una forma de ubicar la caracterización formal de los objetos sobre unas se­cuencias cronológicas e históricas, expuestas sobre los criterios de determina­dos desar ro l los cu l tu ra les . El e squema de per íodos fue propic io para la arqueología del altiplano, no sólo porque era e! análisis de los objetos el que evidenciaba la existencia de distintas etapas, sino también porque permitía or­ganizar unos procesos socioculturales prehispánicos que se mostraron cada vez más antiguos y complejos.

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Hasta las pr imeras décadas del pasado siglo todas las manifestaciones objetuales antiguas subyacentes a la región, fueron asociadas indistintamen­te a los c h i b c h a s o m u i s c a s y en ese s e n t i d o , el e s q u e m a de é p o c a s , historiográfico reducía los procesos prehispánicos a la dinámica de estas so­ciedades tardías. Esta situación, pese a las insinuaciones o planteamientos de la eventual existencia de un horizonte o fase, premuisca (Hernández de Alba, 1937; Duque Gómez, 1955), se mantuvo hasta la década de los setentas, bá­sicamente por el influjo de varias tendencias: por un lado, el difusionismo que trazó áreas de origen de determinados alcances como la alfarería y la agricultura, desde la costa norte y ubicó a las tierras del interior como sim­ples receptoras de los mismos 'd iagonal izando ' las secuencias de procesos socioculturales. Por otro lado, el concepto mismo de período que, aún limita­do en sus variables clasificatorias, recurría a criterios formales excesivamen­te amplios para alinderar una temporalidad específica, como por ejemplo, la ex is tenc ia de cerámica . Si bien en los lugares de origen se extendió una profundización periódica, en las áreas de recepción esta periodización esta­ría sujeta a esta misma profundización por analogía o comparación o even­tualmente a la sugerencia de desarrollos locales a partir de la tradición creada desde las áreas de origen.

En los años 70 dos tendencias investigativas tienen particular relevancia para cualificar y sofisticar el esquema de los períodos regionales: por un lado, las investigaciones en la sabana de Bogotá y en otras áreas del Altiplano por parte de Sylvia Broadben t ; por el o t ro , el p royec to de Medio Ambiente Pleistocénico y Hombre Prehistórico en Colombia de Gonzalo Correal y Thomas Van der Hammen, que además ha contado con la participación de investigado­res de distintas universidades y que se constituyó en uno de los programas de punta de trabajo interdisciplinario en arqueología.

Las investigaciones de Sylvia Broadbent, particularmente en la laguna de la Herrera, Mosquera, Cundinamarca (1971), permitieron clasificar tipológicamente materiales cerámicos que no estarían asociados al período Muisca y que co­rresponderían a una fase más temprana semejante a la descrita para los prime­ros desarrollos alfareros de la costa norte y el valle del Magdalena, caracterizada por la decoración incisa en la cerámica. En esta misma época, Correal y Van der H a m m e n ya hab ían p r e s e n t a d o las p r i m e r a s r e fe renc ia s sobre las excavaciones en los abrigos rocosos de El Abra, Zipaquirá/Tocancipá, Cundi­namarca, que referían una etapa lítica o precerámica cuya fecha se extendió a 12.400 años antes del presente (1969).

El esquema de períodos favorecería desde este momento una mayor cla­ridad para la ubicación cronológica de determinadas tradiciones técnicas y tecnológicas. No obstante, el problema que adquirió mayor relevancia estu-

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vo relacionado con los procesos que se sucedieron entre períodos relacio­nados con el cambio social y cultural. Desde este momento el esquema de períodos presenta una notable ambigüedad: si bien permitió concederle una ubicuidad a determinadas t radiciones y visibil izó un período agroalfarero temprano que superaba la propuesta de cazadores recolectores a l tamente estructurados como antecedentes de los muiscas, es claro que no se podía resumir el período Herrera como un simple intersticio temporal de transi­ciones, si se tiene en cuenta que la extensión cronológica y espacial de los Herrera alcanzó áreas semejantes sino mayores a la Muisca y donde la agri­cul tura y la alfarer ía es tuvieron acompañados por la implementac ión de prácticas socioproduct ivas tan relevantes como la explotación de sal. Por otra parte, si bien demarcó cronológicamente estos desarrollos y estuvo aten­to a denunciar las consideraciones medioambientales que incidieron en los procesos de cambio , no responde a los procesos de coexistencia de tradi­ciones que se dieron tanto entre el II milenio a.C. como en los primeros siglos de nuestra era. Finalmente el problema de la periodización por su mismo ca­rácter tipológico le resta alternativas para sugerir interpretación alguna a más de veinte siglos de ocupación del altiplano, donde seguramente el denominativo de agroalfarería estuvo inscrito dentro de otros procesos más amplios y segura­mente más complejos con relación a la organización social y a las estrategias culturales.

En s ín t e s i s , sobre es tos dos c r i t e r ios fo rmales de las var iab les y la periodización, los aportes al conocimiento de los agroalfareros tempranos han sido notables y han dejado abiertas las propuestas de nuevas interpretaciones. Este ejercicio hermenéutico se enfrenta así a recurrir nuevamente al panorama directo de los sitios como al de las elaboraciones teóricas, metodológicas y técnicas para abordar una descripción cultural.

4. Contextos e in te rpre tac iones a l rededor de los sitios de agroalfareros tempranos en el al t iplano Cundiboyacense

Las investigaciones arqueológicas en el altiplano, hasta el momento, han dejado un inventario de sitios con material del período Herrera que en conjunto y por encima de la cierta homogeneidad de la cerámica, presentan diferencias que inspiran una nueva propuesta de interpretación47.

El siguiente inventario descriptivo se fundamenta en los informes o publicaciones tíñales, que deter­minan ei estado de las investigaciones hasta la fecha de elaboración o publicación. En algunos casos, en los textos los análisis cerámicos corresponden a la colaboración de otros investigadores pero para esta presentación se mantiene la unidad de la publicación en torno al investigador principal. En algunos casos se citan otros textos producto de las investigaciones.

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Cercado del 7dpa - Facatativá (Cundinamarca) , Haury, Cubillos, 1953

Los estudios en el parque arqueológico de Facatativá, al extremo occidental de la sabana de Bogotá, registraron la presencia de tres basureros en inmedia­ciones de abrigos rocosos que fueron definidos como los sitios Facatativá 1, 2 y 3. Dentro del material hallado en estos sitios, se presentan seis fragmentos con decoración incisa simple, aplicaciones y punciones con baño rojo que fue­ron clasificados por los investigadores dentro de los tipos D (pasta blanda y gruesa) y E (pasta blanda delgada, el más probable de pertenencia exclusiva­mente prehispánica). La distribución de este material fue predominante en las trincheras definidas como 4, 5 y 6, las más cercanas al abrigo rocoso.

El trabajo clasificatorio de esta investigación ha sido sujeto a múltiples dis­cusiones. La alterabilidad del sitio que condujo a la mezcla de materiales y la limitación cronológica que asumen los investigadores, donde sólo se recono­cen tres grandes períodos: chibcha, colonial y reciente, los lleva a inscribir la cerámica dentro de un continuum de perfeccionamiento y degeneración como vía para inscribirla históricamente. Así, la cerámica gruesa e incisa, por ejem­plo, por su carácter burdo, se asume como más reciente, aunque refieren: "La pasta blanda tanto en D como en E, por regla general, con desgrasante vegetal fino (ceniza?), las formas de la decoración son representadas pobremente en la colección lo que sugiere de una vez que son manifestaciones de la cultura nativa [chibcha]" (Haury, Cubillos, 1953: 34),

Broadbent, en su investigación en la laguna de la Herrera (1971), encuentra semejanzas entre los tipos D y E definidos por los investigadores, con el tipo Funza cuarzo fino que se ha considerado tardío del altiplano prehispánico y asociado a los muiscas. En un sentido semejante se desplazan las observacio­nes de Hoyos (1985). No obstante. Peña (1991) encuentra material de este tipo Funza cuarzo Fino asociado a materiales del período Herrera, que lo conduce a extender la profundidad cronológica de este tipo.

La cerámica del tipo E, que se considera efectivamente la de preconquista, es la que mayores similitudes presenta con algunos de los tipos del período Herrera (1953: 29, Fig. 6; 1953: 41 , Fig. 11, m-o). Pa rae l sitio Facatativá 1 la descr ibe en "[.. .] una porción de fragmentos con muchís imos poros en la pasta y con excesiva cantidad de huequecillos en la superficie, debido a la pérdida de un ingrediente de la pasta, de naturaleza indeterminada" (1953: 40) . Esta cerámica sería semejante al Mosquera roca tri turada descrito por Broadbent (1971).

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de residuos humanos [...] y la poca densidad de los depósitos, indican que la

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ocupación no fue intensa ni prolongada, por lo cual se deduce que el lugar no fue de mayor importancia para la vivienda" (1953: 49).

Pueblo Viejo - Facatativá (Cundinamarca) , Haury, Cubillos, 1953; Hoyos, 1985

Haury y Cubillos desplazaron sus investigaciones hacia el sector de pueblo Viejo, al suroeste de Facatativá en las laderas del Cerro de Manjuy, que encie­rra la sabana de Bogotá por el occidente. Allí excavaron tres sitios en una zona de terrazas adecuadas para la construcción de viviendas y que presentaba a su vez concentraciones de cerámica superficial (1953: 53). Aquí nuevamente re­gistran material de los tipos D y E, corroborando la antigüedad del tipo E que no se presenta en el sitio PV 3 donde predomina lo colonial y reciente y que conduce a los investigadores a señalar que este tipo se remontó a una antigüe­dad superior a las de los otros tipos referidos. La particularidad de la cerámica del tipo E es el desgrasante que catalogan como orgánico, que consideran dife­rente al chibcha (no orgánico). El asunto se torna complejo porque dejan abier­ta la duda sobre si esta particularidad es producto de una mayor profundidad temporal o eventualmente de una tradición cerámica foránea típica de una zona de frontera. Esta recurrencia a explicar la presencia de tradiciones alfareras diferentes a la típica muisca por medio de la recurrencia invasionista panche no sólo será ratificada por Duque Gómez (1965), sino que hará carrera en muchos de los estudios de la vertiente suroccidental de la cordillera Oriental (por ejem­plo, Rojas de Perdomo, 1975) involucrando a sociedades tardías dentro de tra­diciones cerámicas que no necesariamente les fueron contemporáneas y que hoy en día se precisan más antiguas.

En los años 80, la investigación arqueológica en este mismo sector, aproxi­madamente 200 metros más abajo, 2650 msnm, propendió fundamentalmente por la ubicación del cacicazgo muisca de esta parte del occidente de la sabana de Bogotá. En el sitio de El Cementerio se evidenciaron dos aterrazamientos artificiales asociados con material cerámico de los tipos Funza cuarzo fino, Funza cuarzo abundante y Guatavita desgrasante tiestos. Del primero, la discu­sión sobre su ubicuidad cronológicamente quedó planteada en el aparte ante­rior; en cuanto al segundo, algunos lo emparentan con el Mosquera Rojo Inciso que como la propia investigadora sugiere, conviene unificarlos, pero que otros arqueólogos prefieren ubicarlo dentro de un período de transición entre perío­dos agroalfareros. El tercer tipo se ubica como típico del período Muisca.

Sogamoso (Boyacá), Silva Celis, 1967

Las investigaciones en los alrededores de Sogamoso, oriente del departa­mento de Boyacá, permitieron detectar una serie de áreas de enterramiento \

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s i t ios de hab i t ac ión . Los r e su l t ados de la inves t igac ión han apa rec ido fragmentariamente en diversos escritos del autor desde los años cuarentas, época desde la cual emprendió estas investigaciones.

A partir de maíz carbonizado, obtenido en un área de enterramientos, se obtuvo una fecha de 310 años d.C, que le permitieron al investigador señalar la antigüedad de los muiscas, aunque éste aduce que la profundidad cronológica de este pueblo debe ser aún mayor, probablemente desde los últimos siglos antes de nuestra era. Con estos datos, el investigador interpreta la presencia temprana de Bochica, a quien asocia con estos procesos de complejización de la sociedad Chibcha. Pese a lo anterior, existen múltiples consideraciones para advertir que esta fecha no corresponde a la sociedad Muisca y algunos prefie­ren incluirla dentro de los desarrollos tardíos del período Herrera.

Laguna de la Herrera - Mosquera (Cundinamarca) , Broadbent, 1971

A principios de la década de los 70, las investigaciones adelantadas en la laguna de la Herrera (Madrid / Mosquera-Cundinamarca), al occidente de la sabana de Bogotá, permitieron establecer un primer inventario de variables con relación al período agroalfarero temprano del altiplano a partir de doce sitios con material cerámico localizados en el área.

En las laderas al sur de la laguna, se evidenciaron una serie de núcleos de habitación del tamaño de una aldea en uno de cuyos niveles inferiores se refirió la presencia de un piso de piedra con artefactos y ausencia de tiestos que, al parecer de la investigadora, "[...] pueden representar un sitio de taller de una época precerámica" (1971: 176); estos pisos de piedra serán igualmente registra­dos en algunas ocupaciones del período precerámico, como en Tequendama (Co­rreal, Van der Hammen, 1977), Zipaquirá (García, Gutiérrez, 1983). Chía (Ardila, 1984) y Checua IV (Groot de Mahecha, 1992). Los fragmentos cerámicos halla­dos en el nivel superior correspondían a materiales no clasificados hasta ese momento para la sabana de Bogotá, que presentaban básicamente en su manu­factura desgrasante con alta presencia de materiales volcánicos y en su elabora­ción la presencia de incisiones y baños en rojo. Estos fragmentos fueron definidos dentro de los tipos de Mosquera roca triturada y Mosquera rojo Inciso, asociables a funciones domésticas relacionadas con el tratamiento de vegetales.

En cuanto al manejo espacial del entorno subregional de la laguna de la Herrera, la investigadora señala que "[...] en ninguna parte de la seriación de sitios que hemos formulado se presenta una concentración geográfica de sitios muy cercanos uno a otro, lo cual sugiere un patrón normal de unas cuantas aldeas ubicadas a cierta distancia una de otra y constituye evidencia en pro de la interpretación cronológica de las semejanzas y diferencias en las cantidades

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de tipos de cerámica y en contra de una interpretación como especializaciones locales [...] sitios muy cercanos uno a otro son generalmente muy diferentes" (Broadbent, 1971: 189-190).

Pasca (Cundinamarca) , Herrera , 1972

En la investigación conducente a caracterizar una de las frontera de la socie­dad muisca con relación a los panches, se realizaron una serie de prospeccio­nes y excavaciones con material asociado fundamentalmente al período muisca. El páramo de Pasca, de acuerdo a la investigación, constituyó un santuario para los grupos colindantes. En este trabajo, en un abrigo rocoso, se describió material cerámico asociable al período Herrera, particularmente fragmentos con decoración ungulada o seudoungulada, baño rojo y/o decoración incisa, que posteriormente será cotejado con el referido para éste período en la vertiente suroccidental del altiplano Cundiboyacense.

Tibacuy (Cundinamarca) , Arango, 1974

Las investigaciones en la hacienda La Vuelta, en una planada en la ladera del cerro Quininí, al suroccidente del altiplano Cundiboyacense, evidenciaron la presencia de material cerámico emparentado con el del período Herrera, par­ticularmente con los tipos Mosquera rojo inciso y Mosquera roca triturada, con presencia igualmente del tipo Quininí gris liso que por algunas decoraciones y formas se relacionará con los tipos incisos más tempranos de la región de Tocaima, particularmente con el Pubenza rojo bañado (Cárdale, 1976).

Silvania (Cundinamarca) , Montoya, 1934

El análisis del material cerámico de la subregion de Silvania. suroccidente de la sabana de Bogotá, reportó la presencia de material con baño rojo y deco­ración incisa semejante al descrito como Mosquera rojo inciso. De la misma manera, se encontró material relacionable con el área de Tocaima y otros perte­necientes al período Muisca.

Pubenza - Tocaima (Cundinamarca) , Cárdale de Schrimpff, 1976

Las investigaciones arqueológicas en Pubenza constituyen las primeras en determinar una secuencia cultural más precisa alrededor de las tradiciones ce­rámicas incisas y pintadas de la vertiente occidental de la cordillera Oriental, y que desde esa época han favorecido la ampliación de los nexos entre los desa­rrollos de los agroalfareros tempranos del altiplano Cundiboyacense y proce­sos similares a nivel del valle del Magdalena.

124 L O S C H I B C H A S

La localidad arqueológica está ubicada sobre la cordillera de Alonso Vera, en un área que divide la zona baja del río Bogotá y el valle geográfico del río Magdalena. Dentro de la localidad, el sitio excavado fue denominado PUB III, que arrojó los mayores resultados, sobre los restos de una antigua terraza flu­vial. En el sitio se evidenció material cerámico, artefactos en piedra y huesos y se obtuvieron tres fechas: en el estrato 1 del corte I, una de 985 años a.P.; en el estrato 2 del corte I, una de 630 años a.P.; en el corte II, estrato 2, una de 560 años a.P. Estas fechas permitieron establecer una secuencia cultural asociada a la tipologización de dos períodos cerámicos: uno determinado por la presencia de Pubenza rojo bañado y otro determinado por la presencia de Pubenza polí­c romo.

El t ipo Pubenza rojo bañado presenta amplias semejanzas con el t ipo Mosquera rojo inciso, particularmente en la pasta. La investigadora es extensa en examinar las relaciones de los materiales obtenidos en su estudio, con los r e f e r idos tanto para el va l le del M a g d a l e n a como para el a l t ip lano Cundiboyacense; "[...] el tipo de cerámica Pubenza Rojo Bañado pertenece a una tradición de cerámica con baño rojo y decoración incisa que estuvo difun­dida a lo largo de una zona relativamente grande. Es probable también que esta tradición durara casi dos milenios" (Cárdale, 1976: 418).

La investigadora concluye que "[...] durante algunos siglos antes y después del año 1000 a.C. una gran parte de la zona drenada por los ríos Panche y bajo Bogotá estuvo habitada por gentes que utilizaban cerámica del tipo Pubenza Rojo Bañado; vivían en clima templado [...] y hasta cálido; construían sus ca­sas sobre pequeñas planadas en las vertientes de los cerros. Según parece por el reducido tamaño de algunos de los planes habitados en la zona de Pubenza, vivían familias nucleares, pero tal vez agrupadas en poblados dispersos forma­dos por las habitaciones de varios parientes" (1976: 421). Y continúa afirman­do que "practicaban la agricultura pero por las exigencias del terreno ésta fue indudablemente del tipo cultivo alternativo, dejando ciertas zonas para regene­rarse, probablemente regresando luego a ellas [...]. También lograron cazar algunos mamíferos pequeños y comían cangrejos de agua dulce" (1976: 421). Hacia el final del primer milenio aparecería en la región una nueva tradición cerámica -Pubenza Polícromo- que relaciona con la tradición pintada del Alti­plano Cundiboyacense -per íodo Muisca/Guane- ,

Abrigos rocosos del Tequendama, Soacha (Cundinamarca) , Correal, Van der Hammen , 1977

En el contexto del proyecto sobre ocupaciones tempranas en el altiplano, se desarrol laron ias investigaciones arqueológicas en los abrigos rocosos de! Tequendama, en el suroccidente de la sabana de Bogotá. El sitio arrojó una

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 125

amplia secuencia de ocupaciones precerámicas en el Altiplano entre 10.920 y 6,395 años antes del presente; en su última ocupación. Zona IV, se evidenció la presencia de grupos que ya tenían un conocimiento de la cerámica en una fe­cha de 2.225 años a.P.

Al parecer, los primeros grupos agroalfareros habrían utilizado igualmente los abrigos rocosos como sitios de vivienda, aunque accediendo progresiva­mente a las terrazas más amplias sobre las cuales estos se encontraban, tal como lo evidenciaría la ubicación de un fogón sobre un piso de piedra fuera de las áreas del abrigo excavado. El material cerámico de esta última ocupación fue inscrito dentro de los tipos definidos por Broadbent, Mosquera rojo inciso y Poroso (Roca Triturada), asociables a funciones domésticas.

¿Qué sucedió entre la última ocupación de los cazadores recolectores y la ocupación de los primeros agroalfareros? Según los investigadores, en estos cua­tro mil años sucedió una reducción poblacional en la sabana que estuvo determi­nada por el aumento de temperatura que empujó a desplazamientos a otras regiones; 3000 años a.P., con un clima menos caliente y más húmedo " [ . . . ] se ejerció nuevamente una 'presión ecológica' sobre las poblaciones humanas y brindó mejores posibilidades para la agricultura en ciertas partes de la cordillera" (Correal, Van der Hammen, 1977: 170). A esta misma época de la última ocupa­ción se remontan las primeras referencias sobre la domesticación de fauna pe­queña, como el curí.

Zipaquirá, Nemocón, Cogua y Tausa (Cundinamarca) , Cárdale de Schrimpff, 1981

La investigación en Zipaquirá, Nemocón, Cogua y Tausa, al norte de la sa­bana de Bogotá, relacionada con la explotación salinífera prehispánica, no sólo arrojó nuevas cronologías, tipos y pautas de utilización del espacio de los gru­pos agroalfareros tempranos, sino que evidenció en ese período la estructuración de otras faenas socioproduct ivas , la explotación de sal, que de una u otra forma ampliaron e! horizonte sobre la dinámica prehispánica temprana.

En Zipaquirá V se evidenció la continuidad en la utilización de material lítico en chert y se registró material cerámico asociado a los tipos Mosquera rojo inciso, considerado como intrusivo y Mosquera roca triturada, así como uno nuevo, el Zipaquirá desgrasante de tiestos, éste último relacionado tam­bién con funciones domést icas pero part icularmente con la producción de sal. Los tipos Zipaquirá rojo sobre crema y la forma de ollas con decoración u n g u l a d a e s t a r í an r e l a c i o n a d o s con funciones ceremonia les y faenas de almacenamiento. Todos los tipos, a excepción del primero, serían de manufactura local.

126 L O S C H I B C H A S

La investigación también registró el hallazgo de tres figurinas que insinua­rían una aproximación a la vida espiritual de ¡os agroalfareros tempranos. La investigadora refiere que "[...] es interesante anotar la ausencia casi total de vasijas completas de este período, en museos y colecciones particulares. Como las vasijas enteras se encuentran generalmente en tumbas, todo parece indicar que esta gente enterraba a sus muertos sin ajuar funerario o que disponía de ellos de otra manera" (Cárdale de Schrimpff, 1981: 159). La investigación tam­bién reportó el hallazgo de áreas de habitación, evidenciadas en las huellas de postes directamente sobre el suelo arcilloso y distantes de cualquier conjunto de abrigos.

La cronología para esta área se extiende entre los últimos siglos antes de Cristo y los primeros siglos de nuestra era. La fecha más temprana se remonta a 2100 años antes el presente y la más tardía a 1890 antes del presente. El sitio de Zipaquirá, de acuerdo a la presencia de material Mosquera rojo inciso, cons­tituye el área más antigua de extracción de sal y, como la propia autora lo señala, el lugar de provisión de los grupos agroalfareros del suroccidente. A partir del cálculo de producción de sal, la autora señala que para los primeros siglos de nuestra era la región sostenía aproximadamente 30000 habitantes.

Posteriormente el área sería ocupada y utilizada por grupos muiscas, que se relacionan con el área Zipaquirá III, entregándole una mayor profundidad tem­poral a la producción salinífera a la conocida para las sociedades indígenas de la conquista.

El Infiernito, Villa de Leiva (Boyacá), Silva Celis, 1981-1983-1986

Las investigaciones arqueológicas en El Infiernito buscaban inscribir las cons­trucciones megalíticas de este valle, en el centro-occidente del departamento de Boyacá, dentro de lo que se conocía para la sociedad Muisca, posición que el investigador reitera hasta el presente por encima de las fechaciones y los resultados sobre una fase intermedia entre el período temprano y la sociedad tardía. La información sobre esta investigación resulta altamente fragmentaria porque no se conoce el análisis del material cerámico ni los procesos del traba­jo de excavación.

En este sitio, de hileras de columnas y monolitos asociados con material cerámico, se obtuvieron fechas de 2880, 2490 y 2120 años a.P, que cronológi­camente inscribirían estas construcciones en piedra dentro del período Herrera. Para algunos autores, la fechación en el Instituto de Asuntos Nucleares de Bo­gotá sugiere inexactitudes, como sucedió con fechas de otras investigaciones (Lleras , 1989: 48) ; adic ionalmente , el material cerámico asociado parece relacionable con el período Muisca (Boada, 1987), lo cual ha conducido a que las fechas sean asumidas precavidamente por parte de los arqueólogos. Como

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 127

lo señala Lleras al respecto, "[...] no se puede descartar que nuevas investiga­ciones revelen una mayor antigüedad de la cultura Muisca aunque no es proba­ble que se remonte más allá del siglo VI a.C." (1989: 51).

Zipacón (Cundinamarca) , Correal, Pinto, 1983

En el contexto de las investigaciones sobre el hombre temprano en Colom­bia, ¡a investigación arqueológica en Zipacón se remitió a un abrigo rocoso ubicado en el área lindante de la suela plana del occidente de la sabana de Bogotá, sobre la curva de nivel de los 2500 msnm.

En el abrigo de Zipacón se registraron evidencias típicas del período de cazadores recolectores asociadas a material cerámico y a restos vegetales y faunísticos. El materia! cerámico fue ubicado tioolócdcamente dentro de los definidos por Broadbent (Mosquera roca triturada y Mosquera rojo inciso), por Cárdale (Zipaquirá Desgrasante Tiestos) así como dentro de nuevos tipos, el Zipacón cuarzo fino y el Zipacón rojo sobre crema, todos relacionados con funciones domésticas, adquisición de sal y almacenamiento. Resulta igualmente relevante que otra parte de los materiales fue clasificado dentro de los tipos referidos para el valle del Magdalena, Pubenza rojo bañado y Pubenza policro­mo (Cárdale de Schrimpff, 1976).

En el sitio se encontraron evidencias de prácticas cultígenas tempranas de maíz y batata. De la misma forma, se encontraron evidencias de vegetales (agua­cate) y animales (gasterópodos y crustáceos, pero particularmente de fauna como el pécari) relacionados con el valle del Magdalena. El sitio arrojó una fecha de 3270 años (siglos XII y XIII a .C) , la más antigua hasta el momento en la sabana de Bogotá asociada con cerámica. Todas estas evidencias, pero particularmente la composición cerámica, conduce a sugerir que deben pro­fundizar las relaciones de estos grupos tempranos del suroccidente del altipla­no con el valle del Magdalena, como lo había planteado aunque sin una posición generalizante Cárdale (1981: 159).

Finalmente, los autores sugieren cuatro hipótesis para explicar esta relación entre grupos cazadores recolectores y agroalfareros tempranos a partir del sitio de Zipacón: la primera, que éste "[...] representa un refugio temporal que pue­de representar uno de los puntos de contacto inicial entre los ascendentes gru­pos portadores de técnicas agrícolas y alfareras, y los grupos de recolectores cazadores tardíos de la altiplanicie de Bogotá [...]". La segunda refiere "[...] que los grupos c e r a m i s t a s más an t iguos de la sabana de Bogo tá , ya sedentarizados, hayan elaborado artefactos como consecuencia de sus prácti­cas secundarias de cacería y aún recolección incipiente, usando los modelos de manufactura y material de general usanza en la altiplanicie por pobladores

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a n t e c e d e n t e s f . . . ] " . La te rcera p lantea "[ . . . ] que los grupos de cazadores recolectores en su contacto con los más desarrollados que pudieron ascender desde el Valle del Magdalena hacia la altiplanicie hayan podido ser absorbidos por éstos". La última, y más improbable a su parecer, señala "[...] que en la misma época aunque en períodos distintos el abrigo haya sido ocupado por dos grupos de tradiciones diferentes mezclándose sus evidencias de ocupación sobre la roca subyacente, sobre la que desarrollaron sus actividades" (Correal, Pinto, 1983: 186).

La Loma, Facatativá (Cundinamarca) , García, Gutiérrez, 1983

Paralelamente a las investigaciones de Zipacón, se realizaba un proyecto de investigación conducente a resolver el problema existente sobre el vacío entre la última ocupación de cazadores recolectores y la primera ocupación de gru­pos agroalfareros, vacío orientado por la secuencia del Tequendama que había dejado abierto el interrogante sobre lo que sucedió entre el V-VI y el II milenios a.P. Para ello se escogieron tres sitios en áreas diferentes de la sabana de Bogo­tá: en La Loma, Facatativá, al occidente; en "Tequendama III", Soacha, al suroccidente; en Quebraditas, Zipaquirá, al norte. Las preguntas de las investi­gadoras eran claras: "¿Dónde quedó la descendencia del paleoindio, del habi­tante hasta ahora más antiguo de la sabana de Bogotá, después de haber logrado su adaptación y la conquista del mundo que lo rodeaba? Acaso por alguna razón inexplicable se extinguió, para darle cabida a migraciones costeñas o ribereñas de grupos conocedores de la cerámica y la agricultura? Y aunque esto fuera así ¿dónde pudo haberlo aprendido y desarrollado?" (1983, T I : 3).

En Facatativá se realizó la excavación en unos abrigos rocosos en el sitio de La Loma, antigua hacienda La Chueca, una zona no inundable de la sabana. Se refirió ausencia total de evidencias exclusivas del período lítico o precerámico, cazadores recolectores, pero presencia de abundantes fragmentos cerámicos, de piedras trabajadas, de huesos de animales así como de manifestaciones pic­tóricas relacionadas con un sólo período cerámico.

El material cerámico del período Herrera se inscribió dentro de los tipos Mosquera roca triturada y Zipacón rojo sobre crema, mezclado con material del período Muisca, Funza cuarzo fino y colonial. La variedad en los motivos decorativos insinuaría profusos contactos con comunidades de las tierras ba­jas, típico de una región fronteriza. El material en piedra estuvo conformado por raspadores, navajas, piedras de moler, martillos, afiladores y lascas. Con el carbón obtenido en un fogón y asociado con la mayor proporción de fragmen­tos de cerámica del período Herrera se accedió a una fechación de 310±70 a.P, que corresponde al período colonial.

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 129

Las autoras concluyeron que "El lugar fue utilizado sólo esporádicamente, posiblemente como resguardo de las inundaciones, que se sabe ocurrían en la parte baja aledaña al río Chueca, como zona de caza, ya que se recogieron abundantes huesos de animales" (García, Gutiérrez, 1983; 1985: 82).

Tequendama I I I - Soacha (Cundinamarca) , García, Gutiérrez, 1983

e sitio, en inmediaciones del área que trabajaran Correal y Van der Hammen, c o r r e s p o n d e i gua lmen te a un abr igo rocoso ub icado en la hac ienda Tequendama. Se encontraron dos pisos de piedra correspondientes a dos ocu­paciones diferentes pero consecutivas. En el primer piso se localizaron líticos relacionables con las tradiciones técnicas y tecnológicas del altiplano. Las in­vestigadoras refieren que el área del Tequendama, antes de los muiscas, "[...] fue la vía de acceso de grupos migratorios, que... podían tener... contacto para adquirir materias primas para la elaboración de artefactos indispensables para la cacería" (1983, T. III: iii). En el segundo piso se encontró material cerámico de dos períodos: del tipo Mosquera roca triturada y Funza cuarzo abundante del Herrera y Funza cuarzo fino asociable a los períodos agroalfareros muiscas del altiplano.

En la excavación se encontraron huel las de postes cuya ocupación no fue determinada, aunque señalan que "[...] por su forma [...] podría pensar­se que más bien cor responden a vivienda adaptada a la protección de la roca, con características de la época cerámica" (1983, T. III: v). Al respecto señalan finalmente que Tequendama III, con relación a los otros dos sitios, "[.. .] se reveló como vivienda probablemente permanente . . . tanto para la etapa cerámica , como para la lírica [. . .]" (1983 , T. III: 134). También se registró un enterramiento con evidencias de cremación y un ajuar corres­pondiente a lascas de chert con ausencia de material cerámico . Para este sitio no se obtuvieron fechas.

Quebraditas - Zipaquirá (Cundinamarca) , García, Gutiérrez, 1983

Este sitio se encuentra en un abrigo rocoso en inmediaciones del área de Tibitó y El Abra, sitios donde se han reportado las evidencias más antiguas de cazadores recolectores en el Altiplano, en la hacienda Quebraditas, al suroriente de la cabecera municipal de Zipaquirá. Como el sitio de La Loma, en Facatativá, corresponde a un área aislada cerca del río Neusa. Como lo refieren las inves­tigadoras, "[...] no parece haber sido un sitio de ocupación continua del lugar por los hallazgos, no muy abundantes ni en cerámica, ni en líticos [...]" (1983, T I; 59),

La primera ocupación de Quebraditas correspondió a un taller lítico con abun­dantes evidencias en chert que, con muestras de carbón asociado, fue fechado en

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5360 años antes del presente. La segunda ocupación está caracterizada por la pre­sencia de material cerámico así como con artefactos líticos de los cuales señalan las autoras que "[...] no se ve diferencia en la elaboración de los artefactos y la materia prima utilizada [con relación a los de la primera ocupación]" (García, Gutiérrez, 1983, T I: 60; 1985: 81). El material cerámico que refieren como Grupo 2 puede corresponder al Mosquera roca triturada tanto por el desgrasante, con abundante roca molida, como por la decoración de líneas incisas pandas paralelas. Los otros materiales corresponden a cerámica de los períodos muiscas y moderno.

En síntesis si bien no se consiguieron todos los resultados de la investiga­ción, como se señala en ella misma, es claro que estas informaciones alojan toda una serie de preguntas y propues tas a l rededor de a lgunos procesos s u b r e g i o n a l e s de in t e r r e l ac ión ent re cazado re s r eco l ec to re s y grupos agroalfareros tempranos. Al final las autoras concluyen precisamente que el problema de subsanar el vacío sobre los primeros agroalfareros "[...] radica principalmente en la cerámica. Aunque se han establecido tipos, fechas y todo lo concerniente a un análisis riguroso de cerámica, falta la relación de esas cerámicas con el artífice que las realizó [...]" (1983, T. III: 135).

El Muelle - Sopó (Cundinamarca) , Langebaek, Zea, 1983

Las Investigaciones en el potrero de El Muelle, al nororiente de la Sabana de Bogotá, registraron un sitio (El Muelle II) con evidencias de dos ocupaciones agroalfareras distintas, una asociada al período Herrera y otra asociada al pe­ríodo Muisca.

La ocupación agroalfarera temprana fue evidenciada en un basurero de ollas campaniformes como las descrita para la evaporación de la sal. Los fragmentos ce rámicos fueron inscri tos dentro de los t ipos Mosquera roca tr i turada y Zipaquirá desgrasante tiestos, típico de la investigación salinífera (Cárdale de Schrimpff, 1981), así como dentro de un tipo más de composición calcifica, el Sopo Desgrasante Calcita, que al igual que sus formas análogas reportadas en Zipaquirá se ubica dentro de funciones como el almacenamiento. Langebaek refiere que "La cerámica incisa del período Herrera en El Muelle recuerda as­pectos de la alfarería encontrada en el valle del Magdalena pero [.]. opinamos que no es fácil decir que la generalidad de los tipos incisos de esta región se relacionan con el material cerámico temprano de la cordillera", dejando las eventuales relaciones a partir del tipo Mosquera rojo inciso que no fue reporta­do en la zona y considerando que no se puede desconocer la elaboración de cerámica local (Langebaek, 1986: 128).

La producción de sal en este período al parecer también fue de carácter local y no necesariamente supeditada al desarrollo de esta actividad en la región de

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 131

Zipaquirá pues se ha sugerido que "[ . . . ] existían fuentes de agua salada que los indígenas aprovechaban para evaporar y compactar bloques del mineral, un pro­cedimiento que ya se conocía en otros yacimientos contemporáneos como Zipaquirá y Nemocón [ . . . ] " (1986: 129). Finalmente se refiere el hallazgo de huesos de animales, venados, patos y ratones, que constituyeron un complemen­to proteínico a la dieta, así como de artefactos asociados a las faenas de caza.

Con relación a la segunda ocupación, asociada a los muiscas, si bien se reconocen conocimientos compartidos sobre la alfarería, la agricultura, habita­ción y el manejo de extensas redes de intercambio entre los grupos de estos períodos (Langebaek, 1986), el sitio de El Muelle II evidencia diferencias en los procesos de utilización del espacio así como en el material cerámico. De una u otra forma, si bien en uno y otro período se accedieron a locaciones s e m e j a n t e s , es tas se encuen t r an sepa radas no sólo c r o n o l ó g i c a sino culturalmente por el influjo de dos tradiciones diferentes. El material de este período se inscribió dentro de los tipos Guatavita desgrasante gris y Guatavita desgrasante tiestos, incluyendo además dos tipos que se consideran anteriores a estas como el Funza cuarzo abundante y el Funza roca triturada.

Langebaek considera que la tradición cerámica muisca está más relacionada con las tradiciones del norte de Colombia y Venezuela y los Llanos Orientales, en contraste con la tradición Herrera que pese a todo se presenta más relacio­nada con las tradiciones cerámicas del valle del Magdalena. "Es necesario in­dicar, refiere Langebaek, que la absorción de influencia foránea o la propia dinámica de la evolución inherente a toda sociedad humana, no parecen ser explicaciones suficientes para los contrastes que [...] se han señalado para los períodos Herrera y Muisca. Más bien, resulta plausible que investigaciones fu­turas den pie para pensar en un cambio más o menos brusco generado por ei arribo de grupos invasores, con o sin la sobrevivencia de aspectos de la cultura local previa" (1986: 137).

Utopía - Agua de Dios (Cundinamarca) , Correal, Toro, 1983

Los trabajos de prospección arqueológica en la vereda Utopía, en Agua de Dios, vertiente suroccidental del altiplano Cundiboyacense, registraron mate­rial cerámico emparentado con los descritos tipológicamente para el período Herrera del altiplano, particularmente con el Mosquera rojo inciso y con una serie de fragmentos arenosos.

Chía (Cundinamarca) , Ardila, 1984

La investigación arqueológica adelantada en Chía, en el norte de la sabana de Bogotá, constituye un referente importante no sólo para ubicar nuevos es-

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cenarlos de grupos agroalfareros sino también para comprender los procesos que se sucedieron entre 5000 y 2000 años antes del presente.

Aproximadamente 2000 años después de la última ocupación precerámica (Chía III), se evidencia una segunda ocupación (Chía I) fechada en 1170 años a . C , donde el autor sugiere un abandono de los abrigos rocosos y un patrón estable de asentamiento en la sabana sobre terrazas en sitios abiertos a lo largo de los ríos Sopó, Tibitó y Bogotá, con escasa movilidad hacia o desde el valle del Magdalena.

Resulta importante el hallazgo dentro del material Utico de cantos rodados con bordes desgastados (edge-ground cobbles) que se han relacionado en otras regiones, Chiriquí, Panamá, con la preparación de raíces cosechadas. Con ello se insinúa el principio de prácticas hortícolas aunque, lamentablemente, no se encontraron otras evidencias alternas para afirmar contundentemente esta po­sibilidad. El autor refiere que "los fuertes enfriamientos que ocurrieron circa 6000 a.P. [...] hicieron retirar al bosque subandino de la Sabana, disminuyendo sensiblemente los recursos disponibles y obligando a los recolectores del sitio Chía III a buscar nuevas posibilidades" (Ardila, 1984: 29), siguiendo con ello la propuesta de Correal y Van der Hammen con relación a lo que aconteció en la Sabana entre el III y el I milenio a.C.

La tercera ocupación de esta área (Chía II) se fechó en 2090 años a.P. sobre un piso de piedra. El sitio corresponde a un abrigo rocoso que era utilizado como sitio de paso, donde se encontró material cerámico tipológicamente Herrera como el Mosquera roca triturada, el Mosquera rojo inciso, el Zipaquirá Desgrasante Tiestos y el Chía Arenoso Inciso, este último con semejanzas al Mosquera roca triturada descrito en Zipacón. Esta cerámica fue igualmente hallada en el sitio de Chía I, segunda ocupación y principios hortícolas, para lo cual el autor señala que "[...] es poco probable que la relación de los habitantes de Chía I con el Valle del Magdalena les permitiera adquirir la cerámica por contacto con grupos alfa­reros ubicados en la vertiente occidental de la Cordillera Oriental. Por el contra­rio, lo que indican las excavaciones es que la cerámica empieza a aparecer de repente en la región, traída por gentes diferentes" (Ardila, 1984: 34).

Cueva del Nitro - Ubalá (Cundinamarca) , Botiva, 1984

La Cueva del Nitro o del Indio, en la margen izquierda del río Guavio, ha sido referida por distintos investigadores que han reportado el hallazgo de di­versos materiales arqueológicos óseos, líticos, cerámicos y orfebres. Producto de la guaquería se menciona el hallazgo de cuentas de collar, conchas marinas, vasijas en cerámica, esmeraldas, piezas de oro y huesos tanto humanos como de otros animales.

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS [ 33

En las investigaciones adelantadas dentro del programa de salvamento arqueo­lógico del proyecto hidroeléctrico del Guavio, se registraron fragmentos de cuen­tas o pesas de red en piedra argilita que "[...] recuerdan por su forma artefactos semejantes halladas en la Sierra Nevada de Santa Marta asociados a los Tayronas" (Botiva, 1984: 107). También se hallaron fragmentos de cuentas de collar, de con­chas marinas y de huesos humanos y de otros animales. El material cerámico del período Herrera se clasificó dentro del tipo de Mosquera roca triturada, mezclado con material del período Muisca del tipo Guatavita desgrasante gris. La ubicación de la cueva resulta importante porque "...sirve como indicador de la gran expan­sión que tuvieron las gentes del período Herrera [...]" (Botiva, 1989: 90).

Tunja (Boyacá), Castillo, 1984

Las investigaciones adelantadas en Tunja permitieron extender una secuen­cia cultural amplia para el actual departamento de Boyacá entre el siglo III y el siglo IX d.C. donde se definieron dos períodos de ocupación y una zona de contacto intermedia entre ellos.

El primer período de ocupación se encontró estratificado en los sitios de Tunja VII y IX, sitio de El Establo, y revuelto con otros materiales en los sitios de Tunja V y VI, inmediaciones de las columnas monolíticas de la UPTC, co­rrespondientes al complejo de cerámica incisa. Con relación a la cerámica aso­ciada al segundo período la autora afirma; "Las notables diferencias de esta cerámica con la conocida como muisca, permitió definirla como un complejo anterior a aquel y correspondiente a grupos culturalmente diferenciados" (1984: 212). En Tunja VI, una muestra asociada a la cerámica de este primer período arrojó una fecha de 1260 años antes del presente, 690 d.C.

Dentro de este complejo inciso la autora identifica los siguientes tipos, en cierta medida relacionables con los de la sabana de Bogotá, al sur: Tunja desgrasante de calcita, el más extendido; Tunja rojo sobre gris o crema, con incisiones y pintura roja de cuyas decoraciones la investigadora afirma que "[...] algunos de los motivos recuerdan símbolos existentes en pictografías del Altipla­no Cundiboyacense y particularmente en la zona cercana a Tunja [...]", (1984: 215); Tunja desgrasante de tiestos, asociable en algunos aspectos al de Zipaquirá y relacionado con la actividad salinífera. Adicionalmente, la investigadora des­cribió dos tipos más, el Tunja fino inciso y el Tunja carrnelito ordinario. En sínte­sis, los tipos descri tos para el complejo inciso en Tunja son relacionables respectivamente con el Mosquera roca triturada, el Zipaquirá rojo sobre crema y el Zipaquirá desgrasante tiestos. La investigadora, de acuerdo a los hallazgos en Tunja, señala una mayor extensión cronológica al período Herrera: desde el siglo XIII a.C. siguiendo la fecha de Zipacón hasta el siglo IX o X d . C ; como lo determina la secuencia de Tunja, un período de 2000 años aproximadamente.

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De la misma manera, la autora plantea una fase de contacto y transición determinada por la presencia del tipo Tunja arenoso, "[...] toda vez que este tipo es portador de elementos representativos de las dos tradiciones cerámicas que convergen en esta región, de manera que con él se introducen rasgos novedosos [...]" (1984: 218). Esta fase estaría ubicada entre el siglo VII y VIII d.C. hasta el siglo X o XI d . C , tras la cual estaría el período Muisca.

Cueva de la Antigua - Carrizal / San Gil (Santander), Bray et al., 11970-1972 / 1984

Sobre las investigaciones en la cueva de la Antigua, en el norte del altiplano Cundiboyacense, son escasas las referencias. Se reconoce la presencia de material clasificado dentro de las tipologías del período Herrera y asociables a los tipos de Tunja descritos por Castillo (1984) en el nivel inferior de! piso de una cueva en el macizo montañoso santandereano, al norte del altiplano Cundiboyacense. La cerámica correspondió a diferentes etapas de desarrollo desde el primer siglo a.C. hasta el VI siglo d .C, con unas fechas absolutas de 38 años a. C. y 280 y 582 años d.C. (Bray citado por Cárdale, Osborn, 1985: 144; Peña, 1991: 17). En el nivel superior se encontró cerámica asociada a los guanes.

Sierra Nevada del Cocuy - Boyacá, Osborn, 1985

La investigación etnoarqueológica en parte del territorio ancestral U'wa, en un sector de la Sierra Nevada del Cocuy, permitió profundizar en una serie de ocupaciones que se remontan al período Herrera.

El material cerámico y lírico asociado a las tipologías de este período fue ubicado en los sitios de El Upal y El Cerezal, municipio de! Cocuy, El Tablón municipio de Chita, El Jordán, municipio de Güicán y Pueblo de las Mercedes, municipio de Chiscas, todos al nororiente del altiplano y en el departamento de Boyacá.

Todos los sitios están relacionados con una ruta mítica al parecer delineada por la presencia de menhires, en algunos de los cuales fue donde precisamente se evidenció la asociación del material tipológicamente Herrera. Las relaciones del material cerámico con el descrito en Tunja, con los tipos Tunja desgrasante de calcita, Tunja rojo sobre crema y Tunja carrnelito ordinario, tiene sustento no sólo en la caracterización formal de la clasificación sino que se insinúa en el mito que vincula las dos áreas en modo directo aunque, como lo refiere la investigación, no se puede pensar en relaciones de comercio sino en una fabri­cación local por las variedades que se presentan en la manufactura. Junto con el material de este primer período se refirió la presencia de material muisca y guane en la región.

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Aunque lamentablemente el material del período Herrera sólo fue interpre­tado tangencialmente por las preocupaciones del estudio mismo, el mito U'wa y los antiguos sitios de ocupación de esta misma etnia, la investigación arroja toda una serie de informaciones que sin lugar a dudas disponen nuevos puntos de observación no sólo sobre la extensión espacial de los grupos de este perío­do y de algunos de sus alcances, sino también de una encrucijada compleja sobre las relaciones entre los grupos agroalfareros tempranos (¿uno o varios?) con las sociedades tardías que encontraron los conquistadores.

Montalvo - El Espinal (Tolima), Cifuentes, 1986

En el marco de las prospecciones y excavaciones en la vereda de Montalvo, se registró un sitio con presencia de material cerámico Herrera asociado con materiales tipológicamente pertenecientes al valle del Magdalena. En un yaci­miento a rqueo lóg ico en inmediac iones del río Magda lena , en la vereda Montalvo, al suroccidente de la vertiente del altiplano Cundiboyacense, se re­gistraron fragmentos de cerámica correspondientes a los tipos Mosquera roca triturada y Zipaquirá desgrasante tiestos. Otros fragmentos, por los diseños geométricos de sus motivos así como por algunas de sus formas, fueron rela­cionadas con el tipo Mosquera rojo inciso.

Vistahermosa-Mosquera (Cundinamarca) , Correal, 1987

El sitio de Vistahermosa, excavado en el marco de un estudio arqueológico de rescate como lo señala el propio investigador, si bien reportó la existencia de un sitio precerámico, sus fechas están inscritas dentro del marco cronológico que se reconoce como Herrera.

Efectivamente, las investigaciones en Vistahermosa evidenciaron una primera capa cultural con abundantes instrumentos líticos, artefactos de hueso y asta, restos de animales asociados a un taller lítico, varios fogones y enterramientos humanos. La fecha para esta primera ocupación fue de 3410 años antes del pre­sente4". La segunda capa cultural presentó igualmente artefactos líticos y huesos de venado, con una fecha de 3135 años a.P.

Para esta época ya se reconocían las primeras fases de desarrollo hortícola en el altiplano, en sitios como ¡os de Zipacón y aún reafirmando la importancia de cantos rodados con bordes desgastados de Chía.

Existe una confusión: en el lexto de 1987 aparece esta fecha como de 3140+/-35 años a. P: en el texte de Agua?uque -1990- aparece como fecha 3410+/-3S años antes del presente

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Valle de La Laguna (Boyacá), Boada, 1987

Las investigaciones arqueológicas en el valle de la laguna arrojaron muy escasas referencias del período Herrera. En el sitio Cucaita II, un área actual de cultivos altamente afectada, se reportó un sólo fragmento de borde de vasija campaniforme asociada con la producción salinífera, inscrita tipológicamente dentro dei Zipaquirá desgrasante tiestos. Adicionalmente, el sitio está en inme­diaciones de un abrigo rocoso que sugiere eventuales posibilidades para el asentamiento precerámico.

La investigadora refiere que "aunque es evidente que la muestra no es representa t iva para un anál is is in tens ivo , const i tuye un e lemento intere­sante ya que podría cons t i tu i r un marcador de ant igüedad para el s i t io" (1987 : 36) .

Leticia - Agua de Dios (Cundinamarca) , Avellaneda, 1988

Las investigaciones arqueológicas en la vereda Leticia, Agua de Dios, arroja­ron la presencia de material cerámico de la secuencia de Pubenza asociado con una serie de materiales no descritos ampliamente pero que fueron asociados al período Herrera del altiplano, particularmente al tipo Mosquera rojo inciso.

Bura - Sativasur (Boyacá), Pérez, 1988

El sitio está ubicado en la región del río Chicamocha, en el nororiente del altiplano Cundiboyacense. Un corte realizado en una terraza permitió detectar un paleosuelo con abundante material cerámico, óseo y en menor proporción de líticos. La excavación del paleosuelo permitió obtener muestras que arroja­ron una fechación de 1710 años a.P., 240 d.C, asociada a material cerámico muisca y, al parecer de la investigación, extendiendo la cronología que se tenía para este período.

Este material se relacionó con el tipo Busbanzá Carrnelito Ordinario (Archila, 1986) donde se evidencia "[...] la ausencia de decoración pintada, y[...] [de] algunos pocos fragmentos [que] presentaban decoración incisa y ungulada (si­milar al Mosquera Roca Triturada de la Sabana de Bogotá). Esto nos llevaría a sugerir que el tipo Carrnelito Burdo se encuentra emparentado con los prime­ros tipos cerámicos conocidos en la cordillera Oriental Colombiana (Cerámica Incisa)" (Pérez, 1988: 60).

Tibaná (Boyacá), Lleras, 1989

El sitio de Tibaná 1, registrado en la investigación arqueológica en el alto valle de Tenza, está ubicado en una pequeña cueva en la cual se encontraron los fragmentos de una vasija del período Herrera. Los fragmentos, con la re-

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construcción de la forma, fueron asociados al tipo Mosquera roca triturada. Del hallazgo el investigador deduce que "es posible que la presencia de esta vasija en la cueva esté indicando la realización de algún tipo de ofrenda, en forma similar a las ofrendas muiscas [...]" (Lleras, 1989: 34).

Los fragmentos de la vasija estaban asociados a cerámica moderna y basura reciente, a la vez que el sitio está ubicado en un lugar cercano a una serie de columnas cilindricas megalíticas y a tumbas asociadas al período Muisca. El sitio de Tibaná 1, como lo sugiere el investigador, presenta relaciones con el excavado por Becerra (1985) en Piedra Pintada, aunque igualmente señala que "es probable que la habitación en abrigos rocosos no fuera el único ni el más importante patrón de asentamiento y que la dieta basada en la cacería fuera marginal frente al cultivo organizado" (Lleras, 1989: 34),

Guaduero, Guaduas (Cundinamarca) , Hernández, Cáceres de Fulleda, 1989

Las investigaciones arqueológicas en Guaduero permitieron registrar un extenso basurero prehispánico en las áreas de confluencia de los ríos Guaduero y río Negro. La ubicación de este sitio dentro del inventario de los sitios del período Herrera se fundamenta en consideraciones que pueden aparecer en alguna manera discutibles: por un lado, su cronología entre los últimos siglos antes de Cristo y los primeros de nuestra era (Peña, 1991); la segunda, la pre­sencia de materia! asociable a la tipologización de Guaduero junto con mate­rial tipológicamente Herrera en el valle dei Magdalena (Cifuentes, 1993); en tercer lugar, las eventuales semejanzas es t i l í s t icas de algunos materiales cerámicos de esta área de vertiente con los reportados en ei altiplano.

El basurero arrojó dos fechaciones. una por carbono 14 de 230 años a.C. y otra por termoluminiscencia de 480 años d.C. Las investigadoras concluyen, a partir de la densidad de materiales y la extensión temporal del sitio que "la ma­nufactura de las vasijas debió desempeñar un papel muy importante dentro de las actividades diarias de este grupo cultural, que les permitió satisfacer, no sólo las necesidades domésticas propias de la comunidad, sino que, a juzgar por la cantidad, pudo abastecer otros grupos vecinos" (Cáceres, Hernández, 1989: 80),

Sobre los tipos, las formas de subsistencia y aún el manejo regional, la inves­tigación de Cáceres y Hernández ha estado sujeta a discusiones y críticas (Therrien, 1990; Becerra, Montenegro, Serna, 1996). La asociación de este contexto ar­queológico con otros excavados en el valle del Magdalena, como en Pubenza (Cárdale, 1976) y la ampliación macrolocal del mismo teniendo en cuenta el área general dei valle de Guaduero, hubieran favorecido no sólo una aproximación más aguda a algunos de los datos sino una correlación de áreas en un mismo horizonte geográfico. Adic iona lmente , la segunda fechación por termolu-

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miniscencia no puede asumirse contundentemente, menos para aseverar una uti­lización de más de cinco siglos para un área de basurero donde, peculiarmente, son escasas las variaciones en la manufactura del material cerámico.

Aguazuque - Soacha (Cundinamarca) , Correal, 1990

La secuencia cultural de Aguazuque, obtenida en el contexto de las investi­gaciones sobre Medio ambiente pleistocénico y un hombre prehistórico en Co­lombia, están relacionadas con las obtenidas en Vistahermosa (Correal, 1987; 17). El sitio, donde se evidenciaron áreas de vivienda a cielo abierto, taller y tumbas, corresponde a una estación de cazadores recolectores.

En el sitio, no obstante, se registraron evidencias cerámicas en su mayoría muiscas y modernas, con una escasa proporción de material del período Herrera del tipo Mosquera roca triturada (3 fragmentos).

Ar iar i - Cabrera (Cundinamarca) , Alarcón, 1990

Las investigaciones arqueológicas en la región de Cabrera registraron en la vereda Ariari, por medio de dos cortes en un basurero cerámico, la presencia de material del período Herrera t ipológicamente asociado al Mosquera rojo inciso, al Mosquera roca triturada y al Zipaquirá desgrasante tiestos. El sitio fue ubicado dentro del formativo intermedio que será definido por Peña (1988; 1991) entre los siglos III a.C. y II d.C. Un segundo grupo, hallado superficial­mente y no asociado directamente con el Herrera, lo constituye el material cerámico del tipo Pubenza rojo bañado descrito por Cárdale (1976). La agri­cultura está representada por evidencias de maíz y quinua, que estaría inscrita junto con actividades paralelas de caza y adquisición de sal.

El autor concluye afirmando que "[...] con las excavaciones efectuadas en Cabrera se amplió el territorio que ocuparon las comunidades indígenas agroalfareras del período Herrera. Los asentamientos investigados en la ve­reda Ariari, al estar localizados en la parte alta del valle del río Sumapaz, abren una nueva ruta probable para explicar el surgimiento de las comuni­dades de agricul tores tempranos en el a l t iplano cundiboyacense , como lo pudo haber sido el río Sumapaz, que comunica el valle caliente del río Mag­dalena con las tierras frías y paramunas de la cordillera Orienta!" (Alarcón, 1990: 38).

Cachipay y Apulo (Cundinamarca) , Peña, 1991

El trabajo en la cuenca media del río Bogotá constituye uno de los mejor i c t i K I p c i H r t f m r H c p r i i o n r i q l ^ a r •=» 1 n o r í r \A r\ T-I c*r rp*rn r \ a r n p c n , í r , i e l l i 7 e i r l n p n r P -• o i u c i v - L i u o . ) p c l i n ,nv_\-L4V_nv,iL4,ii¿.<ai V, i u c i iv jv iU l i t ^ i i ^ - i t u . , u u i a v , j p u ^ i u i i i , u i i v * - " ' *--

ación con el valle del Magdalena y en advertir una serie de consideraciones

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importantes para conocer las eventuales interacciones entre las áreas de ver­tiente y las partes altas de la cordillera Oriental.

Producto de esta investigación está el registro de una serie de sitios en la ver­tiente occidental de la cordillera Oriental donde predominan materiales cerámicos Herrera y Pubenza; de éste último, tipologías de sus dos períodos, temprano y tardío definidas por Cárdale (1976). Dos sitios en particular fueron excavados: en Cachipay el sitio de Salcedo I, que evidencia en el primer corte como una primera ocupación un sitio con evidencias Eticas y ausencia de material cerámico que pudo constituir un sitio de paso de los antiguos grupos de cazadores recolectores. En la capa cuatro se encontró una ocupación cerámica fechada en el año 10 a.C. con material cerámico definido dentro del tipo Salcedo arena de río.

En el corte II la ocupación cerámica está representada por los tipos Mosquera roca triturada. Mosquera rojo inciso y Zipaquirá desgrasante tiestos, asociadas a materiales Salcedo arena de río, Pubenza rojo bañado, primer tipo del hori­zonte de Pubenza, y Tunjuelo cuarzo fino propio del período Muisca. El inves­t igador ubica esta capa en los primeros siglos después de Cristo. El sitio constituyó un basurero cerámico, aunque el investigador igualmente refiere la presencia de un entierro secundario de gente del grupo Herrera perteneciente a tres individuos con asociación de cerámica incisa y artefactos líticos. Uno de los cráneos evidenció " [ . . . ] un aplanamiento del cráneo en la región frontal, con aumento en las protuberancias parietales, lo cual sugiere una deformación fronto-occipital de tipo tabular erecto" (Peña, 1991: 121). El sitio habría sido abandonado por gentes del período Herrera y reocupado por grupos del perío­do Pubenza tardío; se obtuvo una fecha de 830 años d.C donde predomina el tipo Pubenza polícromo, fechado entre los siglos X y XIV d.C. En inmediacio­nes de los sitios Salcedo I y II y Quintas II, el autor refiere la presencia de petroglifos de los cuales no se aventura a plantear interpretación alguna sobre sus gestores, refiriendo únicamente que " [ . . . ] por la repetición de motivos que conservan la misma técnica de elaboración, se puede suponer que fueron rea­lizados por las gentes de una misma ocupación" (1991: 39).

En Apulo la excavación del sitio Tocarema 5 también se remitió a un basu­rero. La primera ocupación se fechó en 800 años a.C. donde " [ . . . ] algunos artefactos líticos sugieren que sus habitantes derivaron su sustento de la caza y la recolección alternado con prácticas de agricultura" (1991: 25). La cerámica estuvo representada por los tipos Herrera Mosquera roca triturada. Mosquera rojo inciso, Zipaquirá rojo sobre crema y Zipaquirá desgrasante tiestos con una baja proporción de Tunjuelo cuarzo fino, éste último aumentará progresiva­mente en los niveles superiores junto con otros materiales cerámicos del perío­do Muisca del tipo Cachipay desgrasante gris emparentado con el Guatavita desgrasante gris.

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El horizonte A! evidencia un reacondicionamiento constante en varios mo­mentos donde se registró una eventual área de habitación de poste en tierra y que fue fechada en 130 años d.C. donde la agricultura ganó predominancia así como los tipos Tunjuelo cuarzo fino y Cachipay desgrasante gris.

Otros sitios referidos con materiales cerámicos del período Formativo del altiplano y del valle del Magdalena fueron los restantes de Tocarema y Salcedo, así como los Guacamayas (I, II, III y IV) y Las Quintas (I, II y III). que ofrecie­ron menores condiciones para la investigación arqueológica con relación a los dos basureros excavados. Los yacimientos estaban sobre terrazas aluviales, coluviales y coluvio-aluviales sobre la cuenca media del río Bogotá.

El autor plantea una secuencia de tres subperíodos para el período Herrera: Ei primero, temprano, está asociado a Zipacón; el segundo, intermedio, está asociado a la secuencia de Zipaquirá; el tercero, tardío, está asociado a la se­cuencia de Tunja. Adicionalmente, levanta un inventario de cronologías y de­termina la densidad de sitios del período Herrera por límites biogeográficos, climáticos y administrativos

Tunja (Boyacá), Pradil la et al., (Equipo de Arqueología de la UPTC), 1995

En el sitio del Laboratorio-La Muela, en predios de la UPTC en Tunja, ex­tensa área a rqueo lóg ica donde ya habían t rabajado inves t igadores como Hernández de Alba (1937) y Castillo (1984) y donde desde hace algunos años trabaja el Equipo de Arqueología de dicha universidad se evidenció un área de enterramientos y actividades rituales por parte de grupos humanos prehispánicos particularmente Muiscas donde se registró material asociado al período Herrera.

La cerámica se inscribió dentro de los tipos descritos por Castillo -Tunja desgrasante de calcita, Tunja rojo sobre gris o crema, Tunja carrnelito ordinario, Tunja cuarzo abundante y Tunja fino inciso, siendo predominante el primero de todos (152 fragmentos del total de 255)-. Los materiales de una tumba de pozo (estrato C) fueron fechados en 150 años a.C, los materiales encima de esta arroja­ron una fecha de 630 años a.C. pero el cuerpo arrojó una fecha de 1760 años d.C. Las discrepancias entre las fechas son advertidas por los investigadores como pro­pias de la perturbación del terreno. No obstante, los autores refieren que en 1994, en inmediaciones del sitio de La Muela, fue excavada una tumba que al parecer corresponde con el período Herrera: "[...] el cuerpo estaba acostado con los miem­bros flejados, modalidad poco frecuente en los entierros muiscas del sector; los únicos objetos asociados al enterramiento, son dos tiestos grandes, pertenecientes al tipo Tunja desgrasante de calcita del período Herrera colocados sobre el cráneo, intencionalmente deformado" (Pradilla et al., 1995: 26). La fechación de los hue­sos arrojó una fecha (calibrada) de 1680 años a.P, siglo III d.C.

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 141

Los autores señalan igualmente que la cerámica Herrera se encuentra funda­mentalmente en la suela plana del área universitaria y que su densidad es abun­dante hasta los siglos IX-X. La gente de este período, señalan, tendría entre sus actividades la explotación de sal y tal vez el trabajo de megalitos; "[...] a ellos se ha atribuido el trabajo del Templo de Goranchacha" (1995: 25).

Funza (Cundinamarca) , Bernal, 1992

En Funza, en el centro occidente de la sabana de Bogotá, las investigaciones conducentes a identificar el antiguo cacicazgo de Bogotá, arrojaron en algunos de los sitios la presencia de material tipológicamente Herrera. En los sitios El Hato (2 y 4) y La Negrita se registró material del tipo Mosquera rojo inciso junto con material tipológicamente Muisca, Guatavita desgrasante gris, Tunjuelo arenoso fino pintado, Tunjuelo cuarzo fino y Funza laminar duro.

En Serrezuelita nuevamente se registró material Mosquera rojo inciso junto con material tipológicamente Muisca, GDT y TAFP, con evidencias Eticas y restos de animales. En la vereda La Florida, la investigación reportó dos sitios más. En La Hacienda de Catama el material Herrera correspondió al tipo Zipaquirá rojo sobre crema asociado con los dos tipos muiscas anteriores. En la hacienda El Escondite se evidenció un alto porcentaje de material del tipo Mosquera rojo inciso junto con material muisca, Guatavita desgrasante tiestos y Tunjuelo cuarzo fino.

El sitio de Pozo Hondo 1, una terraza baja lacustre, evidenció una ocupa­ción relacionada exclusivamente con material tipológicamente Herrera, parti­cularmente con presencia de Mosquera rojo inciso. En una terraza aledaña semejante se encontró material del mismo tipo pero en una proporción muy inferior y asociada con material muisca TCF.

Neusa - Tausa (Cundinamarca) , Rivera, 1992

La unidad 2A de la excavación realizada en Neusa permitió evidenciar la presencia de grupos recolectores cazadores semisedentarios que si bien mantu­vieron la industria lírica antecedente estaban desarrollando formas asociadas con la domesticación de vegetales, como los cantos rodados con bordes des­gastados (edge-ground cobbles) al parecer semejantes a los descritos en Chía (Ardila, 1984). En la capa más profunda de la unidad estratigráfica 1 se encon­tró una variedad primitiva de maíz que compara con las referidas para el valle de Samacá (Boada, 1987) y Tunja (Pradilla et al., 1991): "Dichas muestras vegetales hacen pensar en la posibilidad de que estos desarrollados agrícolas tempranos hayan sido traídos por las rutas del Norte, al menos como su proce­dencia inmediata, pudiendo haber llegado a aquellas regiones, desde el valle del Magdalena, a través de la cuenca hidrográfica del río Sogamoso" (Rivera, 1992: 46).

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El investigador ubica en otro período las culturas agroalfareras, que llega­rían al Neusa al mismo tiempo que al resto de la región, fundamentándose en los materiales cerámicos comparables a los descritos antecedentemente para el período Herrera. Estos materiales se encuadran en los tipos Mosquera roca tri­turada, Zipaquirá rojo sobre crema y la forma de ollas con decoración ungulada. También refiere cerámica incisa asociable con las descritas para el Valle del Magdalena. "Otros [tiestos], ya un poco más tardíos, parecen provenientes del Norte" (1992: 47).

Checua - Nemocón (Cundinamarca) , Groot de Mahecha, 1992

En Checua, al norte de la sabana de Bogotá, las investigaciones pudieron determinar una secuencia cultural entre 8500 y 3000 años antes del presente a partir de cuatro zonas de ocupación fundamentalmente asociadas a grupos ca­zadores recolectores.

La cuarta zona de ocupación resulta pertinente para el presente estudio, más por su asociación cronológica y las transformaciones que el registro arqueoló­gico denuncia con relación al manejo del espacio, que por las evidencias de cerámica misma de las cuales la investigadora refiere que "aunque en los pri­meros 20 cm. se encuentran en una frecuencia muy baja fragmentos de cerámi­ca, consideramos que éstos fueron traídos posteriormente al lugar en forma ocas ional e integrados en el estrato por act ividades agr íco las" (Groot de Mahecha, 1992: 84).

El piso de piedra de la subunidad 8a fue asociado con: 1) El descrito por Broadbent (1971) en la laguna de la Herrera y que se definió como un taller p r e c e r á m i c o . 2. Con la p lan ta de v iv ienda de la cuar ta ocupac ión del Tequendama, que estaba asociado a material cerámico Herrera con fecha de 2500 años a.P. (Correal, Van der Hammen, 1977). 3) Con Chía I, un yacimiento a cielo abierto, fechado entre 5000 y 3000 años a.P. (Ardila, 1984). 4) Con el piso de acumulaciones de areniscas de Vistahermosa fechado en 3135 años a.P (Correal, 1987). 5) Con la unidad estratigráfica 5, (quinta zona de ocupación) de Aguazuque fechada en su parte inferior en 2725 años a.P. (Correal, 1990).

Alrededor de las transformaciones medio ambientales que se sucedieron hace cinco mil años, la investigadora concluye que "[...] las evidencias señalan un cambio en las pautas de asentamiento orientadas hacia el retiro de los abrigos y la ocupación de terrazas y colinas a cielo abierto. Los hallazgos en la Sabana de Bogotá señalan esto, pero, a la luz de los datos obtenidos en Checua no se puede decir que hay cambios en las pautas de asentamiento porque desde va­rios siglos atrás los grupos de cazadores y recolectores venían incursionando en sitios como estos y habitándolos por largas temporadas" (1992: 86). Lo que

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se hizo evidente en Checua, refiere la investigadora, es un cambio en el tamaño de la vivienda. La tercera zona de ocupación, fechada por asociación con Aguazuque entre 5000 y 4000 años, había dejado al descubierto huellas de poste dispuestos en forma circular que, en la cuarta ocupación al parecer se reducen como una forma de enfrentar el enfriamiento.

El Infiernito - Tocaima (Cundinamarca) , Mendoza, Quiazúa, 1992

Las investigaciones arqueológicas en el sitio de El Infiernito se realizaron sobre una terraza coluvial aledaña al río Bogotá donde se evidenció una doble ocupa­ción estacional por parte de grupos humanos. La primera ocupación corresponde a un taller alfarero y a un área de habitación asociada a faenas de caza, pesca y recolección con presencia de material lítico de la clase abriense. El material cerámico de esta ocupación fue inscrito dentro del tipo Salcedo arena de río. Esta ocupación arrojó una fecha de 2390 años antes del presente, 440 años antes de Cristo.

La segunda ocupación corresponde a un basurero alfarero de grupos dedi­cados a la caza y a la recolección con material cerámico del tipo Tocaima Inci­so. Esta ocupación arrojó una fecha de 1360 años antes del presente.

Bremen - Honda (Tolima), Cifuentes, 1993

Dos cortes estratigráficos en la Hacienda Bremen, márgenes del río Saban­dija, sobre el Valle del Magdalena, evidenciaron la presencia de material cerámico Herrera (50% del total de los dos cortes) asociado con material cerámico de los definidos en Guaduero, en el nivel más inferior del corte.

El material cerámico Herrera se inscribió dentro de los tipos Mosquera roca triturada, Mosquera rojo inciso y Zipaquirá desgrasante tiestos, asociado con el tipo Guaduero liso. El investigador acude a la subperiodización propuesta por Peña (1991) sobre Formativo Temprano, determinado en Zipacón, Formativo Medio determinado por la secuencia de Zipaquirá y Formativo Tardío determi­nado por la secuencia de Tunja.

Las comparaciones de los materiales arqueológicos y de las cronologías inducen al investigador a afirmar que "se podría suponer entonces que alfareros con una tradición cerámica del altiplano y ubicados de manera estratégica en las regiones saliníferas de Zipaquirá y Nemocón, entre otros lugares, efectuaron una coloniza­ción hacia los pisos medio y cálido del Valle del Magdalena" (Cifuentes, 1993: 49).

Valle de Fúquene (Cundinamarca) , Langebaek, 1993

La investigación en el valle de Fúquene no sólo planteó una serie de discu­siones vitales para asumir la comprensión de este período agroalfarero tempra-

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no, sino que de la misma manera reportó nuevas localidades, principalmente de tres.

El primero de estos asentamientos se registró en el área del bajo río Soche; el segundo, casi semejante al primero en extensión, se encontró en las laderas de los cerros de Táquira; el tercero, inferior a los dos primeros, se encontró en la Peña de Moiba. La investigación plantea debates fundamentalmente a las consideraciones sobre demografía y patrones de asentamiento que se habían planteado para los grupos del período Herrera, de lo cual sugiere que no es clara la interpretación sobre cómo fue la vida útil de los asentamientos y que la densidad poblacional en la región para este período fue baja no sólo con rela­ción a otras regiones sino con relación a ella misma en el período subsiguiente o Muisca.

En cuanto a la descripción del período mismo, y con base en el valle de Fúquene, el autor puntualiza asentamientos nucleados y dispersos refiriendo la posibilidad de que "[...] los asentamientos Herrera más extensos fueran ocupa­dos sólo periódicamente por la gente que a menudo vivía en los asentamientos más reducidos [...]" (Langebaek, 1993; traducción nuestra). Estos asentamientos estuvieron en áreas fértiles de cultivo, sobre terrazas coluvio-aluviales sobre la curva de los 2600 msnm y cercana al antiguo nivel de la laguna y fueron dedi­cadas principalmente al cultivo del maíz para autosubsistencia.

El materia! cerámico más abundante de este período se inscribe dentro del tipo de Mosquera roca triturada, que por su manufactura local empuja al in­vestigador a considerar una limitada interacción social con otras áreas y re­giones . En menor proporción se encuadra el Zipaquirá desgrasante tiestos que por su presencia escasa deja abiertas dudas sobre la dimensión de un eventual intercambio con otras zonas por parte de las gentes que en este pe­ríodo habitaron el valle.

Galindo - Mosquera (Cundinamarca) , Pinto Nolla, 1996

En el sitio de Galindo, al centro-occidente de la sabana de Bogotá, la inves­tigación registró cuatro niveles con ocupaciones diferenciales. En el nivel III de ocupación, fechado en 7730 años a.P., cazadores recolectores, se evidencia una organización espacial de la terraza con adecuaciones antrópicas clay pan como relleno, relacionadas con una ocupación muy densa de la misma. Aso­ciadas a estas adecuaciones están una serie de cavidades que la investigadora insinúa como eventuales almacenamientos de granos, aunque no pudo encon­trar en ellos restos de vegetales (Pinto, 1996: 262-263).

En el nivel de ocupación IV se encuentra material cerámico, asociado fun­damentalmente a una vasija del tipo Mosquera roca triturada con presencia

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más escasa de fragmentos de los tipos Mosquera rojo inciso y Zipaquirá desgrasante tiestos. Superior a estas, refiere material del período Muisca, en el cual incluye el Tunjuelo cuarzo fino. El nivel de ocupación Herrera evidencia que en este período no se realizaron adecuaciones a la terraza y que se trató de una ocupación estacional con baja densidad de población. El material cerámico apareció asociado a evidencias de talla in situ junto con un yunque-percutor. La autora también refiere que las áreas de ocupación Herrera debieron estar en las partes bajas en inmediaciones de la terraza, donde se evidencia una mayor cantidad de material. La ocupación agroalfarera temprana de Galindo la rela­ciona muy extensamente con el período ubicado entre 3270 y 1260 años a.P., sin especificar un momento u otro sitio determinados.

Otros Sitios

Aparte de este inventario de sitios, se encuentran una serie de referencias sobre hallazgos de material cerámico relacionado o emparentado con los des­critos tipológicamente para el período Herrera del altiplano. En la región del valle del Magdalena la cerámica descrita como panche en el sitio de Méndez (Jiménez, Ochoa, 1943) presenta rasgos asociables a los tipos rojos incisos de la vertiente suroccidental del altiplano. Otra cerámica definida como panche y hallada en Guaduas (Rojas de Perdomo, 1975), presenta rasgos estilísticos y de forma relacionables con el material cerámico descrito en Guaduero que fue fechado entre los últimos siglos antes de Cristo y los primeros de nuestra era. Ávila, en su prospección en la cuenca del río Venadillo, departamento del Tolima. refiere presencia de material cerámico semejante al de Guaduas, aun­que la presentación de su investigación, donde el análisis cerámico no ubica espacialmente el material- impide afirmar contundentemente que éste corres­ponde a la zona del Valle o a las laderas de la cordillera Central. En el sitio de Santa Marta, en Suárez, departamento del Tolima (Torres, 1988), encuentra una cerámica Rojo sobre Crema que Mendoza y Quiazúa relacionan con las descritas para el área de Tocaima. Una cerámica similar fue encontrada en esta misma área de Suárez, en una terraza aluvial en la confluencia del río Magda­lena con el río Bogotá (Rozo, 1989).

En la región del Sumapaz, al sur del altiplano Cundiboyacense, Cifuentes (1987) evidencia cerámica con decoración aplicada y forma de vasija asociables al período Herrera. En la sabana de Bogotá, al nororiente, en La Calera, Cárdale refiere material asociable al período Herrera en un sitio a cielo abierto. De la misma forma, las investigaciones de Uprimny en el Alto del Cubia, Bojacá-Cundinamarca (1969), refieren dentro del material cerámico fragmentos que pueden ser inscritos o emparentados a los tipos del período Herrera, particular­mente los que la investigadora incluyó dentro de los tipos Cubia Pulida Grisosa (decoración ungular y líneas incisas con baño rojo, rosado, amarillo y gris),

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Cubia pulida carmelita (incisiones paralelas con baño rojo y amarillo), Cubia lisa rosada (incisa con baño rojo). Algunos de estos tipos pueden ser cotejados con los propuestos por Brando en las investigaciones en los sitios La Fragua y Montanel, también en Bojacá (Brando, 1971).

Al occidente del departamento de Boyacá, en Pailitas, municipio de Otanche, en el curso del programa de rescate arqueológico del oleoducto La Belleza-Vasconia, investigadores de la Corporación antropológica para la investigación (CAÍN) encontraron material cerámico asociable al período Herrera con una fecha de aproximadamente 3400 años antes del presente (comunicación perso­nal). Los resultados de este estudio están en mora de ser difundidos49.

5. Considerac iones p re l iminares

Si bien las relaciones de los agroalfareros tempranos con el valle del Magda­lena se han ampliado gradualmente desde los trabajos de Cárdale (1976 y 1981), Correal y Pinto (1983) y más recientemente con los trabajos de Peña (1991), Mendoza y Quiazúa (1990 y 1992) y Cifuentes (1993), no son muy claros los desarrollos de estos grupos tempranos hacia el norte del territorio del altiplano a excepción de los trabajos de Osborn (1985) en la Sierra Nevada del Cocuy, de Bray en el departamento de Santander (citado en Osborn, 1985) y de Pérez (1988 y 1990) en Sativa sur. El trabajo más reciente en el norte del departamento de Cundinamarca (Langebaek, 1993), no sólo registró nuevos sitios sino que plan­teó una serie de excelentes consideraciones y cuestionamientos, sobre todo las relacionadas con los procesos de interacción entre los grupos del período Herrera, constituyéndose en el primer trabajo sistemático y conducente a una clarifica­ción interpretativa de la vida de estos grupos. Quizás el único antecedente es el de Cárdale (1981) desde el análisis de un contexto espacial microrregional con base en una subregion específica, el Valle de Fúquene.

Con miras a aportar elementos en esta misma dirección, desde mediados de los años 80 se emprendieron una serie de reconocimientos y prospecciones a lo largo de un eje sobre el sector oriental-nororiental del departamento de Bo­yacá que comprende las actuales subregiones de Ventaquemada, Samacá, Tunja, Duitama, Belén, Tasco, Chita, Chiscas.

Este eje no responde a una arbitrariedad cualquiera, sino que se enclava en una ser ie de c o n t e x t o s g e o - e s p a c i a l e s bien de f in idos : la subreg ion de

El trabajo de campo, los análisis y las discusiones alrededor de esta investigación se realizaron con la participación del antropólogo Adrián Serna y de los estudiantes Angela Ramírez, Freddy Guerrero y Guillermo Peña, de la carrera de antropología de la Universidad Nacional de Colombia. A ellos, como a don .Alvaro Martínez en Duitama. quien nos acompañó en algunos recorridos y nos dio informacio­nes sobre algunos hallazgos fortuitos, nuestros especiales agradecimientos

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 147

Ventaquemada-Samacá constituye una zona natural de frontera entre la sabana y cuenca del río Bogotá y los valles medios boyacenses; la subregion de Tunja constituye uno de los sitios determinantes para contextualizar el panorama ar­queológico regional; la subregion de Duitama y Belén constituyó una área de frontera natural con las montañas santandereanas donde se enclava el Páramo de La Rusia; Tasco, Chita y Chiscas constituyen enclaves diferenciados en el contexto de la vertiente de la Sierra y la Sierra Nevada del Cocuy misma, que d iv ide los val les b o y a c e n s e s , la montaña s an t ande reana y la ver t i en te cordillerana oriental hacia los llanos. En éste sentido, el trabajo de reconoci­miento y prospección buscaba ubicar otras áreas de extensión de los grupos agroalfareros tempranos. Resultado de esta investigación fue la excavación rea­lizada en Piedra Pintada, que arrojó una fecha de 2160 años a.P. para grupos agroalfareros tempranos (Becerra, 1985),

De acuerdo a los resultados preliminares del reconocimiento y prospección arqueológica, tres zonas principales arrojaron la posibilidad de circunscribir un contexto microrregional específico; el valle de Ventaquemada-Tunja, el va­lle de Duitama y la región de Chita; estos se exponen en el presente artículo. De la misma manera, se reseñan los otros sitios y materiales registrados en la prospección general.

5.1 Piedra p in tada - Ventaquemada (Boyacá)

La investigación arqueológica en Ventaquemada, sur del departamento de Boyacá en inmediaciones del alto valle de Tenza, se remitió a la interpretación de la utilización de los abrigos naturales en los t iempos prehispánicos y al inventario de pinturas rupestres en la zona. En el curso de esta investigación, se realizó la excavación del sitio de Piedra Pintada, Puente de Boyacá.

El sitio de Piedra Pintada o "Piedras de Barreiro", como es mejor conocido evidenció la utilización de abrigos rocosos conjuntamente con nuevas adecua­ciones habitacionales que se dedujeron a partir de las huellas de poste encon­tradas sobre un piso acompañadas por un fogón.

Asociados a estas evidencias, se registró una gran cantidad de evidencias líricas así como de material cerámico, éste último relacionado con los tipos Zipaquirá rojo sobre crema, Zipaquirá desgrasante de tiestos y Mosquera roca triturada, asociados a tareas ceremoniales, de producción de sal y domésticas respectivamente. También se hallaron evidencias de fauna menor, particular­mente de venados, curies, ratones silvestres y armadillos.

El sitio arrojó una fecha de 2160 años antes del presente 210 a.C. Adicional­mente, el investigador refirió 21 locaciones más para el período Herrera en el altiplano (Becerra, 1985 y 1997).

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5.2 E l valle de Duitama. Consideraciones geográficas, geológicas y bióticas

El valle de Duitama se encuentra al oriente del departamento de Boyacá, ubicado geoastronómicamente a los 5" 50' de latitud norte y a los 73" 03' de longitud al oeste de Greenwich, con una extensión total de 186 kilómetros cuadrados .

La suela plana del valle está a la altura de los 2530 msnm, custodiada por las cuchillas de Laguna Seca y páramo de Pan de Azúcar, las lomas Los Patíes, Buenavista y El Cordón y el Páramo de La Rusia, de las cuales se desprenden las laderas medias y bajas, aproximadamente de 120 a 150 metros de altura, que caen al valle y a las cuales pertenecen también algunas colinas disectadas que a modo de islas se alzan en la suela plana. Estas condiciones hacen del valle un área con dos pisos térmicos bien diferenciados: el frío, que correspon­de a 85 kilómetros cuadrados del territorio y el páramo, que corresponde a 101 kilómetros cuadrados. El valle es atravesado por los ríos Chicamocha, Surba y Ch i t i cuy a los cua les l legan otros cauces menores ( IGAC, 1980: 587) . Geológicamente el valle se encuentra en la formación Villeta, especialmente en las áreas que surca el río Chicamocha, sobre la suela plana, que corresponde a pizarras hojosas oscuras y grises azulosas o negras, con bancos delgados a gruesos de areniscas claras de grano habitualmente fino. Se encuentran en las pizarras, además de estas intercalaciones de areniscas de 6 a 15 m, bancos de calizas de grano fino que pueden presentar formaciones fosilizadas de valva y amonitas entre 50 cm y 2 m (IGAC, 1976: 6).

El valle en sí corresponde a una formación cuaternaria producto de proce­sos fluvio lacustres, que generan valles en forma de U, correspondiente a zo­nas p lano-cóncavas de áreas pantanosas sobre ¡as cuales se forman suelos orgánicos (IGAC, 1976: 13). El valle en sus partes altas, de acuerdo al sistema de clasificación de zonas de vida de Holdrigde, presenta vegetación de bosque pluvial Montano (bp-M) y bosque muy húmedo Montano (bmh-M) con climas de páramo húmedo y frío húmedo con presencia de frailejones (Espelet ia gladulosa y Espeletia congestiflora), chucas o plantas de páramo (Baccharis floribunda y Baccharis nítida), siete cueros (Polylepis boyacensis y Tibouchina lepidota) y encenillos (Weinmannia tomentosa) entre otras. La zona baja co­rresponde a vegetación de bosque húmedo Montano Bajo (bh-MB) de clima frío húmedo con especies como el encendió (Weinmannia tomentosa), el tuno (Miconia sp.) y el roble (Quercus humboldtii) entre otras (IGAC, 1976). La fauna silvestre hoy día está casi extinta, aunque se reconoce la presencia de venados (Odoco i l eus v i rg in i anus ) , cur ies (Cavia p o r c e l l u s ) , a rmadi l los (Dassypus kappleri) y morrocoyes (Geochelone denticulata) entre otros. En los ríos había truchas y sardinatas, hoy totalmente extintas.

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 149

El estudio arqueológico

El estudio de reconocimiento y prospección del valle de Duitama se em­prendió desde finales de los años 80, acudiendo al reconocimiento sistemático de paisa jes , al inventario de sitios ant iguos y a la prospección de áreas focalizadas de dispersión de materiales arqueológicos^".

Como resultado de este trabajo, se caracterizaron tres (3) sitios específicos con material tipológicamente inscrito dentro del período Herrera, cada uno con características particulares dentro del contexto microrregional del valle. Estos tres sitios se denominaron respectivamente La Tolosa. Aguatendida y Tocogua.

a) La Tolosa

El sitio de La Tolosa está ubicado en ia colina del alio de La Tolosa, ai suroccidente de la cabecera municipal de Duitama, sobre los 2600 msnm. Esta colina hace parte de una formación de colinas más extensa que divide el occi­dente del valle y que desciende progresivamente hacia el SW donde nueva­mente se eleva para alcanzar una altura de 10 a 15 metros más baja que la cima de la colina. El sitio se encuentra a cielo abierto.

El área de dispersión de las evidencias está afectada hacia sus márgenes N y E por el paso de dos carreteables. Uno de ellos, que corre en dirección SE-NW dejó abierto un perfil en el cual la cerámica aparece asociada a rocas de arenis­cas a los 60 centímetros. Hacia el costado W y NW la colina se desprende bruscamente hacia la suela plana, costado donde las evidencias son más esca­sas. En términos generales, el sitio se encuentra afectado por diversidad de actividades recientes pero particularmente por el efecto de los procesos de ur­banización y el paso de los carreteables en mención.

En el sitio de implemento una recolección superficial sistemática sobre toda el área geográfica plana y se demarcaron las zonas de extensión y mayor den­sidad de material cerámico. En el costado SE-NW se procedió a la limpieza y a la ampliación de un perfil que permitió determinar la secuencia eslratigráfica de deposición de los materiales. En el W y en el N se circunscribieron dos áreas más con dispersión de material cerámico.

El área geográfica plana de la cima de la colina es de 8000 metros cua­drados - 2 0 0 m . de largo S-N x 40m. ancho W - E - en la cual se repor tó , hacia el sur, el área de dispersión de materiales arqueológicos sobre 3200

Las consideraciones teóricas y metodológicas y la concepción técnica del presente estudio se exponen ampliamente en Becerra. 1997: T. I.

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metros cuadrados 40 m de largo S-N x 80 m de ancho W-E; dentro de esta área de dispersión la densidad de materiales fue mayor en el SE, aproxi­madamente en un área de 100 metros cuadrados, 20 m de largo S-N x 5 m de ancho W-E.

h) Aguatendida

El sitio de Aguatendida se encuentra en el sector de este nombre, en un predio del barrio Camilo Torres, al oriente de ia cabecera municipal de Duitama, sobre la suela plana de los 2530 msnm El sitio se encuentra a cielo abierto.

El área de dispersión de las evidencias es de aproximadamente 20000 me­tros cuadrados, 100 m de largo S-N x 200 m de ancho W-E, trasgredida por los procesos de urbanización y por los cultivos que la han afectado notoriamente. De hecho, el sitio mismo se encuentra sobre un cultivo de maíz.

Al NW del área de dispersión de las evidencias fueron guaqueadas dos tum­bas que, por las inspecciones en campo y por las informaciones locales sobre la descripción de la cerámica, estaban asociadas con material muisca. Precisa­mente, en esta misma parte, sobre un área de 2500 metros cuadrados 50 x 50 m, se encontró cerámica muisca y colonia!. En el área restante se encuentra fundamentalmente cerámica asociada a las tipologías Herrera, siendo la de mayor concentración el área sur de la misma.

En el sitio se implemento una recolección superficial sistemática de materia­les arqueológicos y se revisaron pequeños perfiles formados por el carreteable que atraviesa el sector en sentido N-S por el W. Esta revisión permitió eviden­ciar una alta afectación del sitio por las tareas de cultivo así como por las prác­ticas mismas de guaquería.

c) Tocogua

Este sitio, en el sector de Mata de Rosa, vereda Tocogua, fue trabajado a finales de los años ochenta por Tito M. Becerra y paralelamente por Virgilio Becerra; el presente documento responde a algunos de los trabajos que se ade­lantaron en esa oportunidad y a nuevas revisiones adelantadas entre el año de 1996 y 1997. De los tres sitios, este corresponde al menos afectado por los procesos de urbanización y del cual se obtuvo una serie importante de mues­tras cuyos análisis han permitido fechaciones y estudios de suelos.

El sitio se encuentra algunos metros arriba de la suela plana del valle de D u i t a m a , sobre los 2590 m s n m , al sur de la c a b e c e r a m u n i c i p a l . Geoastronómicamente está ubicado a los 5" 49' 4 1 " de latitud norte y a los

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 151

73" 10' 5" de longitud al oeste de Greenwich. Actualmente el sitio constituye una zona de preurbanización, con reductos de bosques secundarios y potreros, irrigado en su costado SE por el río Chiticuy que dista 100 metros y con un aljibe en el costado W, El sitio correspondió a una doble ocupación a cielo abierto.

Allí se revisó un perfil formado por la apertura del aljibe y se implemento una trinchera de 1,50 x 1,50 n C . Como resultado de la trinchera estuvo el levantamiento de un perfil que permitió ubicar estratigráfica y contextualmente el material arqueológico. El área de dispersión de las evidencias en el contexto estratigráfico. sumando la trinchera, los sondeos y los diferentes cortes em­prendidos por Virgilio Becerra como por Tito Becerra, es de aproximadamente 200 metros cuadrados.

En la base del estrato 6 se evidenció una primera ocupación, con presencia de fragmentos de cerámica y carbón asociados. El nivel 190 ppm. (contenido de fósforo) de este estrato es el más alto de toda la secuencia estratigráfica -incluyendo la actual, donde el suelo es utilizado por una finca semirural- y evidenciaría una ocupación mediana del sitio. El estrato 7 presentó densidad de materiales arqueológicos una más alta con relación a la antecedente, aun­que el nivel de ppm. resultó más bajo, 695 ppm; la base del estrato correspon­dió a un horizonte de piedras medianas y pequeñas redondeadas, de naturaleza sedimentaria que difieren de las ubicadas en la superficie que corresponden a cantos rodados y conglomerados. Resulta particularmente relevante la natura­leza semejante del estrato 7 con el clay-pan que han encontrado en varias in­ves t igac iones de la Sabana de Bogotá , a lgunas veces con adecuac iones antrópicas (Vg, Pinto, 1996). Revisando la estratigrafía general, este tipo de suelo en Tocogua también pudo tener una función de adecuación espacial. Fi­nalmente, es importante anotar que el material cerámico apareció asociado a algunos fragmentos óseos en regular estado y a abundantes cristales de cuarzo.

Con base en muestras de tierra con fragmentos de carbón y otros materiales orgánicos, se obtuvieron dos fechaciones en el Centre des Faibies Radioactives, Laboratoire Mixte CNRS. - CEA.:

Estrato 6 1 , 3 0 - 1 , 40 mi560 ± 40 años a. P. (Calibrada) Gif-8243

Estrato 7 1,70 - 2,10 m 1920 ±50 años a.P. (Calibrada) Gif-8240

En el área Tito M. Recerra realizo otros cortes y trincheras cuyos resultados finales no se conocen ampliamente, a no ser por las referencias a un eventual período precerámico que aún no se puede afirmar contundentemente y cuyas lechas, que deben ser sujetas a un análisis minucioso, se remontan a ocupaciones de más de 19000 años antes del presente (T M. Becerra. 1994; Pinto. 1996).

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La primera ocupación del sitio se remonta, entonces, al siglo I d.C. Esta ocupación sería de un tipo permanente y probablemente decreció hacia finales del siglo IV d . C ; a partir de este momento se intensificaría nuevamente dando origen a lo que podríamos definir como una segunda ocupación. La continui­dad en la tradición estilística y técnica así como en el proceso de deposición de materiales apoyaría esta hipótesis de doble ocupación continua determinada por la intensidad en la utilización del sitio. Después del siglo V d.C. el sitio fue abandonado definitivamente hasta el presente.

Los materiales arqueológicos

El material arqueológico obtenido en el valle de Duitama correspondió bá­sicamente a cerámica. En algunos casos, asociadas a estas, se encontraron frag­mentos de conglomerados de areniscas sin forma alguna y de tamaños variados. Teniendo en cuenta esta anotación preliminar, la cerámica constituyó la varia­ble de análisis principal.

El material cerámico registrado en los sitios del valle de Duitama se inscribe dentro de las tipologías referidas para el período Herrera, para la fase de con­tacto y para el período Muisca del altiplano Cundiboyacense. No obstante, los materiales presentan algunas variaciones en su composición y manufactura que, adic ionalmente al afán de plantear un análisis de contexto microrregional macrorregional, promueve la concepción de unas tipologías paralelas a las de la Sabana de Bogotá y la región de Tunja. Una descripción general de estos tipos del Valle de Duitama se presenta en el anexo No. 1.

En el sitio de La Tolosa el material cerámico correspondió a las tipologías para los períodos Herrera, transición/contacto y Muisca. En el perfil SE, el material está asociado a los tipos Duitama desgrasante de calcita (11 frgs.), Duitama cuarzo abundante (31 frgs.) y Duitama Arenoso (7 frgs.), todos aso­ciados con funciones domésticas (49 frgs. en total, 15 decorados). Estos fue­ron reportados en el perfil a 60 cms. de profundidad, asociados a piedras areniscas y conglomerados. En el sector W, la recolección sistemática eviden­ció materiales de dos de los tipos anteriores, DDC (9 frgs.), DCA (15 frgs,), así como de los tipos Duitama desgrasante tiestos (2 frgs.), Duitama cuarzo fino (6 frgs.) y Duitama desgrasante gris (1 frgs.), mezclados (33 frgs. en total, 2 de­corados). En el sector norte del área de dispersión de materiales la muestra es más reducida con fragmentos de los tipos DDC (2 frgs.), DCA (3 frgs.) y DA (1 frg) (para un total de 6 fragmentos). El sitio reportó un total de material cerámico de 90 fragmentos.

En el sitio de Aguatendida la muestra de materiales es más amplia aunque la dispersión espacial original del material cerámico está altamente trasgredida

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 153

por los cultivos y la utilización reciente e intensiva del suelo. Esto conllevó, adicionalmente, a no poder acceder a un contexto estratigráfico para orientar verticalmente la disposición de las evidencias. La muestra más representativa se obtuvo del tipo Duitama cuarzo abundante (99 frgs.), seguida de Duitama cuarzo fino (65 frgs.), de Duitama arenoso (18 frgs.) y de Guatavita desgrasante tiestos (10 frgs.). El total del material cerámico prehispánico fue de 194 frag­mentos. De la misma manera, se evidenciaron fragmentos de cerámica colo­nial y moderna.

En el sitio de Matarrosa la muestra de material cerámica obtenida en el suelo de clay-pan antrópico correspondió fundamentalmente a los tipos Duitama desgrasante de calcita y Duitama desgrasante tiestos. Como un hecho particu­lar en todo el valle fue la ausencia del tipo Mosquera rojo inciso, reseñado en buena parte de los si t ios Herrera del Al t ip lano , pero par t i cu la rmente el suroccidente del mismo y en la vertiente occidental hacia el Valle del Magdalena.

Síntesis interpretativa microrregional de los sitios Herrera en el valle de Duitama

Los tres sitios Herrera detectados en el valle de Duitama permiten plantear una serie de hipótesis alrededor de un contexto microrregional en forma seme­jante a cómo lo delimitó Langebaek (1993) con el valle de Fúquene. Es de anotar, claro está, que estos sitios no constituyen los únicos asociados en este valle de Duitama al período Herrera; en nuestra consulta a algunos guaqueros de la región y presentándoles las muestras de material cerámico tipológicamente Herrera que obtuvimos, nos informaron la presencia de material semejante en varios sitios de la zona que fueron perturbados; estos sitios estaban ubicados fundamentalmente en las laderas y la suela plana más próxima a ellos.

El sitio de La Tolosa está sobre una colina del valle, comunicado con las laderas occidentales sobre las cuales puede preverse la ruta de desplazamiento de los grupos humanos hacia este sitio a cielo abierto. El carácter reducido del área de dispersión de evidencias con relación al área geográfica de la colina sugiere que se trató de un emplazamiento limitado y con escasa población. La disposición de las evidencias, con reducido efecto de borde concéntrico en las márgenes de la colina y con una densidad amplia en un costado de la misma SW, sugiere una eventual especialización en la ubicación/tratamiento y/o utili­zación de los materiales cerámicos. En la colina no se aprecian adecuaciones particulares por lo cual el sitio pudo corresponder a una estación de paso de grupos agroalfareros tempranos. Esta relación entre el área geográfica, el área de dispersión de cerámica y la densidad de material hacen prever que se trató de una utilización muy focalizada, no necesariamente asociada con una habita­ción de un grupo social amplio, en el ámbito de un núcleo familiar.

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Los sitios de Aguatendida y Tocogua sugieren una colonización de la suela plana orientada hacia ejes conformados por los ríos que atravesaban el valle y que constituirían las áreas de drenaje de la antigua laguna y de los pantanos de la zona. En estas áreas es probable que la recolección, actividad que progresi­vamente adquirió preeminencia con relación a la caza en los últimos milenios del período precerámico- hubiese accedido a un escenario más amplio con re­lación a las áreas de páramo y subpáramo con bosque húmedo. La extensión y densidad de material cerámico plantea una ocupación mayor con relación al sitio de La Tolosa, que bien puede corresponder o a un asentamiento más ex­tenso o a una ocupación de un sitio reducido por parte de dos grupos diferentes del mismo período. Esta segunda hipótesis es corroborable por la secuencia obtenida en Tocogua, donde se evidencia una doble ocupación separada por aproximadamente cinco siglos (I d.C. - V d .C) .

Resulta particularmente relevante en el sitio de Aguatendida que esta área de ocupación de grupos del per íodo Herrera haya sido reut i l izada poste­r iormente por los Muiscas como un área de enterramientos , un hecho que registrado en áreas como en Tunja (Pradilla et al., 1991 y 1995) sugeriría que esta misma función ceremonia l muisca haya sido concebida por los grupos del período Herrera. El sitio de Aguatendida se encuentra a escasos quin ientos metros en sentido SW de una zona de elevaciones montañosas donde se han reg i s t r ado mate r ia les ce rámicos de los per íodo Herrera y Muisca, y que pudo constituir el área de interacción con esta parte baja del Valle de Duitama.

Las condiciones de Tocogua, por la conservación estratigráfica del sitio, permite contextualizar en forma general las ocupaciones agroalfareras tempra­nas en el valle de Duitama. En primer lugar, corresponde a un sitio en la suela plana y alejado de áreas de abrigos rocosos, con relación a esta última caracte­r í s t i ca guarda seme janzas con La Tolosa y, más e s p e c í f i c a m e n t e , con Aguatendida, con una extensión de las evidencias in situ de 200 metros cua­drados donde se evidencia una doble ocupación, constante en su densidad poblacional con algunas variaciones entre ocupaciones. La primera ocupación se remonta a los primeros siglos de nuestra, en un momento donde el clima se tornó más húmedo producto del aumento del nivel de las precipitaciones que condujeron a la inundación de las áreas más bajas del altiplano Cundiboyacense (Correal, Van der Hammen, 1977). En este momento de trasgresión de las aguas hacia el valle, los grupos humanos estarían supeditados fundamentalmente a tareas de recolección, pesca y caza menor, que les permitía acceder a los recur­sos de los ríos y lagunas así como al habitat de bosque. A medida que el nivel de las aguas descendía, las actividades subsistenciales serían diversificadas con la implementación de tareas agrícolas.

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 155

d) Sierra Nevada del Cocuy - Chita

Los estudios de reconocimiento y prospección en Chita permitieron no sólo identificar otros sitios Herrera diferentes a los circunscritos por Osborn (1985), sino que permitieron acceder al registro de la hasta el momento más completa muestra de vasijas enteras que se encuadran dentro de las tipologías del perío­do Herrera.

El área de la investigación se inscribió en las laderas de esta alta sierra andina, entre las curvas de nivel de los 2800 y 3200 msnm

Hacia una interpretación general

Resulta al tamente compleja una propuesta de interpretación regional de una serie de procesos que, desde su premisa fundamental de período, impli­can la correlación de variables que determinan el curso de las discusiones, en algunos casos limitándolas. Desde los comienzos de la investigación, el in­ventario alrededor de los sitios del período evidencia una marcada preponde­rancia de las tipologizaciones cerámicas cuya incidencia no es escasa en la confusión existente alrededor de desarrollos locales y de relaciones con otras regiones tanto en el espacio como en el tiempo. Algunos trabajos han busca­do horizontes interpretativos más amplios favoreciendo una aproximación a la complejidad de la dinámica social y cultural de los grupos agroalfareros desde los cuales efectivamente se puede desatar el cuello de botella sobre el dónde, cómo y cuándo de los grupos del período Herrera; no obstante, algu­nos de ellos siguen determinados por la existencia de premisas generales en el ámbito arqueológico que permiten dar por supuesto una serie de realidades que resultan contradictor iamente obvias o difícilmente cotejables desde el registro arqueológico.

En esta situación, una propuesta interpretativa se enfrenta a decantar las informaciones existentes buscando insertarlas dentro de un contexto global tra­zado por la construcción de una hipótesis que, en este caso, constituye un ejer­cicio que busca reacomodar los datos existentes en torno a nuevas posiciones y no una definición contundente de los procesos que se sucedieron en el lapso de más de 2000 años en el altiplano.

Definitivamente, cuando el problema del cambio social y de las transforma­ciones de las estrategias culturales aparece con tanta relevancia, el concepto de período debe ser sometido a una crítica necesaria por su carácter totalizador y homogenizador. La fragmentación de los escenarios materiales de los grupos agroalfareros tempranos, la extensión espacial de los mismos por encima de las tradicionales áreas culturales traducidas a regiones arqueológicas y la pro­fundidad y extensión cronológica de sus desarrollos, sumados a los problemas

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de cambio social y cultural, exigen una herramienta teórica y metodológica más aguda conducente a explorar menos la existencia del período como un marco diferencial con relación a ios cazadores recolectores y a los muiscas -diferencia evidente y corroborada que sólo algunos rechazan- y más lo que éste significó en sí mismo y con relación a los procesos determinantes que lo encierran. No podemos conciliar el hecho de que el mismo concepto que per­mite espacio-temporalizar a los muiscas como período tenga la misma inciden­cia en un momento antecedente donde sobre el mismo territorio no sólo se dieron coexistencias entre cazadores recolectores y agroalfareros sino donde se trascendió la misma unidad espacial del altiplano Cundiboyacense como área cultural. No se trata de encerrar cuadrados entre círculos o mejor, cubos entre esferas, sino en discutir por qué la imposibilidad o posibilidad de tal em­presa desde la dinámica de esferas, cubos, círculos y cuadrados.

En este sentido, el esquema de período debe ser revaluado incluyendo sus subperiodizaciones para plantear un esquema de dinámicas interactivas y para asumir a los grupos agroalfareros tempranos dentro de un rango de sociedades de interapropiación espacial que no las homogenice sino que por el contrario vislumbre la posibilidad de múltiples proyecciones étnicas. Esta situación pue­de favorecer una aproximación a los problemas señalados en el párrafo ante­rior a la vez que se traduce en una al ternativa para la comprensión de la naturaleza del registro arqueológico de este período, donde escasean los sitios estratificados y donde habitualmente el material de diferentes períodos puede aparecer mutuamente en asociación en un mismo contexto. En sí, esta transfor­mación conceptual tiene implicaciones teóricas, metodológicas y técnicas que, con lo dicho, queremos abreviar de una reflexión más amplia".

A n e x o No . 1

D E S C R I P C I Ó N D E L A S S U B T I P O L O G Í A S P A R A E L V A L L E D E D U I T A M A , P E R I O D I Z A C I O N E S H E R R E R A A M U I S C A

Dui tama Desgrasante de Calcita (DDC)

Esta cerámica presenta características semejantes a las descritas para la sa­bana de Bogotá como Mosquera roca triturada (las caracterizaciones más am­plias se encuentran en Broadbent, 1971 y Cárdale, 1981) y Sopó desgrasante de calci ta (Langebaek, Zea, 1983) y para la región de Tunja como Tunja desgrasante de calcita (Castillo, 1984). En el valle de Duitama esta cerámica presenta las siguientes características;

Pas ta

Color: Negro, marrón y gris oscuro.

Textura : La mayoría de los fragmentos aprecia una alta porosidad que la hace bastante granular, ligeramente laminar.

Desgrasan te : En algunos de los fragmentos aún se aprecian partículas de calcita (con un tamaño de 1-3 mm.), en tanto que en otros se distinguen las porosidades producto de la descomposición de ésta. La calcita no presenta un lado de inclinación particular. Algunos fragmentos presentan inclusiones de piedrecillas de tamaño mediano (3 mm-4 mm.). Se aprecian igualmente partí­culas considerables de cuarzo y mica (0.3 mm-3 mm.) que le entregan diferen­cias a esta cerámica en relación con los otros tipos de desgrasante de calcita descritos para la sabana de Bogotá y Tunja. En los bordes y fragmentos deco­rados son más frecuentes las incrustaciones de cuarzo fino.

Grosor : 0.5 mm-22 mm, con una frecuencia alta de 9 mm.

Superficie

Color: En la superficie interna algunos de los fragmentos presentan un co­lor pardo oscuro y en otros café oscuro. Los bordes sin decoración presentan

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una tonalidad naranja. En la superficie externa los colores van de rojizo oscuro a carrnelito oscuro. Un borde presenta una tonalidad crema oscura.

Regular idad: El material presenta una superficie altamente porosa y granular; sólo en algunos fragmentos se aprecian alisamientos o superficies regulares con evidencias de abrasión.

Baño: Sólo algunos fragmentos mantienen el engobe que va desde una to­nalidad rojiza muy oscura, marrón oscuro a pardo oscuro que se distribuye en la parte interna y externa de la superficie. Algunos fragmentos presentan hue­llas de hollín.

F o r m a s y decoración

Un primer motivo decorativo corresponde a líneas incisas pandas de 2 mm de ancho, separadas entre sí por espacios que varían entre los 2 mm y los 2,5 mm. de ancho. Sobre estas líneas y en la misma dirección, se aprecian tres impresiones circulares, dos de ellas de 2 mm de diámetro y la restante de 1,5 mm de diámetro. Un segundo motivo corresponde a la decoración raspada, referida para el tipo Mosquera roca triturada en Zipacón (Correal, Pinto, 1983). Un tercer motivo decorativo se evidencia en un borde evertido recto, con lí­neas incisas paralelas a lo largo del labio. Estas líneas profundas tienen 2,5 mm de ancho y están separadas por espacios de 2 mm. El borde del labio es denticular, con incisiones profundas separadas por distancias irregulares. Los bordes que no presentan decoración son ligeramente evertidos y rectos, con un lab io bas tan te pequeño . Las formas p r e d o m i n a n t e s para es tos t ipos de desgrasante de calcita la constituyen vasijas con cuello y bordes directos y ever t idos, con refuerzo y doblados hacia afuera, forma subglobular y boca ancha. Se asocian a funciones domésticas.

Du i t ama Calcita Arenoso (DCA)

Esta cerámica presenta características semejantes a las descritas para la sa­bana de Bogotá como Tunjuelo arenoso (las caracterizaciones más amplias se encuentran en Broadbent, 1971) y para la región de Tunja como Tunja arenoso (Casti l lo, 1984). Esta cerámica presenta la particularidad de que existe una proporción importante de desgrasante de arena y, menor, de inclusiones de ca lc i t a . Teniendo en cuenta que presenta ca rac te r í s t i cas de los t ipos de desgrasante de calcita, particularmente su porosidad y algunas decoraciones así como de los t ipos a renosos , pa r t i cu l a rmen te en la compos ic ión del desgrasante, se ha optado por denominarla en función de sus semejanzas con estos dos tipos. Algunas de las características de este cerámica presentan seme-

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS ¡59

janzas con las descritas por Cifuentes (1993) como Grupo Cerámico (B) para la región de Honda en el Valle del Magdalena. En el valle de Duitama esta cerá­mica presenta las siguientes características:

Pas ta

Color: Negro, ocre rojizo, marrón y café oscuro.

Tex tu ra : Es compacta y granular. En algunos fragmentos se aprecia una textura laminar.

Desgrasante : Predomina la arena bastante fina, con partículas de menos de 1 mm. Al parecer hubo un mal control de la cocción toda vez que se aprecian conglomerados de desgrasante que afloraron en la superficie. Se aprecian in­clusiones de cuarzo, roca y, en algunos casos, de calcita. En los fragmentos decorados resalta la presencia de óxidos de hierro y mica.

Grosor : 6-10 mm 4 mm en la parte inferior de los fragmentos y 8 mm en los bordes. Los fragmentos sin borde se encuentran entre 6 y 7 mm.

Superficie

Color: Rojo, marrón, carrnelito oscuro y naranja, incluyendo en la superfi­cie interna el pardo oscuro y resaltándose la tonalidad naranja en los bordes.

R e g u l a r i d a d : Erna parte de la muestra presenta un alto grado de erosión. Algunos fragmentos presentan huellas de alisamiento o abrasión, que eviden­cia un excelente pulimento.

Baño: En la superficie interna se aprecian restos de engobe que se extiende entre marrón oscuro, carrnelito y naranja oscuro. En la superficie externa pre­domina un engobe marrón oscuro que, en los bordes, tiende a ser rojizo.

F o r m a s y decoración

Un primer motivo es la decoración raspada con patrones bastante regulares y visible sólo a contraluz; no obstante podría tratarse de huellas de alisado. Un segundo motivo presenta líneas incisas pandas más o menos paralelas entre sí, que alcanzan un ancho de 2 mm, separadas por espacios irregulares que van desde 1 mm hasta 5 mm de longitud. Sobre una de las líneas hay evidencias de decoración incisa punteada. Un tercer motivo, de pasta muy fina, presenta lí­neas incisas pandas y paralelas de 1 mm de ancho separadas por un espacio de 1 mm. de longitud. Paralelas a estas líneas hay una serie de motivos caracteri-

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zados por impresiones ovoidales. Este tercer motivo decorativo presenta en términos semejantes a la del tipo Mosquera roca triturada de Zipacón (Correal & Pinto , 1983). Un cuarto motivo lo const i tuyen una serie de tr iángulos concéntricos donde, paralelos a una de sus aristas, se perciben una serie de puntos. Uno de los bordes presenta decoración incisa profunda de 3 mm de ancho, bajo la cual se aprecian tres series de decoraciones punteadas dispues­tas en forma lineal paralela que mantienen la misma dirección de las líneas incisas. Cada punto tiene un promedio de 1.5 mm de diámetro. Se encontró un fragmento con aplicación aunque en muy mal estado de conservación. Las formas corresponden a cuencos de paredes verticales con bordes reforzados y boca ancha. Se consideran asociadas a funciones domésticas.

D u i t a m a Desgrasante Tiestos (DDT)

Esta cerámica presenta características semejantes a las descritas para la sa­bana de Bogotá como Zipaquirá desgrasante tiestos (Cárdale, 1981) y para la región de Tunja como Tunja desgrasante tiestos (Castillo, 1984). En el Valle de Duitama esta cerámica presenta las siguientes características:

P a s t a

Color : Crema a crema oscuro.

Tex tura : La cerámica presenta una textura compacta; algunos fragmentos, quizás por la erosión misma, observan una textura más porosa.

D e s g r a s a n t e : El componente principal es el tiesto molido distribuido en forma irregular. Se evidencia la presencia de cuarzo, aunque en una propor­ción muy reducida, así como de óxidos de hierro.

Groso r : 3 mm-9 mm.

Superficie

Color: En la superficie interna mantiene una tonalidad semejante a la déla pasta, en tanto que en la superficie externa, si bien también tiene predominio el tomo crema tiende a aparecer más rojiza en algunos fragmentos.

Regular idad: Se evidencia huellas de alisamiento, en unos fragmentos más perceptibles que en otros. La textura en la superficie externa tiende a ser más compacta .

Baño: Tanto en la superficie externa como interna se evidencia la presencia de un engobe carrnelito con algunas variaciones rojizas en unos fragmentos de la muestra.

SOCIEDADES AGROALFARERAS TEMPRANAS 151

Formas y decoración

La muestra no registró fragmentos decorados ni de bordes. No obstante, la forma de algunos fragmentos del cuerpo y, fundamentalmente, el análisis de composición sugiere aspectos semejantes a las vasijas relacionadas con fun­ciones domésticas, el típico cuenco hemisférico y la producción de sal -vasijas campaniformes,

Dui tama Cuarzo Abundan te (DCA)

Esta cerámica presenta característ icas semejantes a las descritas para la Sabana de Bogotá como Funza cuarzo abundante (Broadbent, 1971). Es im­portante clarificar el hecho de que mientras el ECA se considera un tipo transicional entre el período Herrera y Muisca en la sabana de Bogotá, el Tunja cuarzo abundante referido para el norte (Castillo, 1984) se considera t a r d í a , ú l t i m o s s ig los del p e r í o d o M u i s c a , en el nor te del A l t i p l a n o Cundiboyacense. En el valle de Duitama esta cerámica presenta ias siguien­tes características:

Pas ta

Color : Negro, rojo, carrnelito oscuro, ocre y naranja.

Textura: Granular compacta en la mayoría de la muestra; ligeramente lami­nar en sólo algunos.

D e s g r a s a n t e : Predominan partículas de cuarzo cristal ino y lechoso, así como algunos de tono amaril lento, con un tamaño superior a los 4 mm. Se parecían inclusiones menores de piedras, t iestos, mica y, en algunos frag­mentos, de huellas de calcita. En algunos casos, el cuarzo se encuentra tam­bién en las superficies.

Grosor : 5 mm-12 mm, siendo más común de 7-9 mm.

Superficie

Color: En las superficies presenta una gama cromática semejante a la de la pasta. Algunos fragmentos tienen huellas de hollín. En algunas superficies in­ternas se aprecian igualmente las huellas del pulidor.

Regu la r idad : Aunque la muestra está altamente erodada, se aprecian hue­llas de alisamiento en la superficie interna. Estas huellas se aprecian mejor conservadas en las superficies externas.

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Baño: El engobe está en una tonalidad entre rojizo oscuro, marrón y crema oscuro.

F o r m a s y decoración

En primer lugar, se aprecian incisiones pandas en líneas de 3 mm de ancho así como impresiones ovoidales. Algunos de los rasgos decorativos, particularmen­te la raspada, tienen semejanzas para los descritos dentro del tipo Mosquera roca triturada en Zipacón (Correal & Pinto, 1983). Uno de los fragmentos presenta un aplique de 15 mm. de largo por 10 mm de ancho, aunque éste se encuentra altamente erodado. Otro motivo decorativo corresponde a líneas incisas horizon­tales y pandas de 2 mm. de ancho, separadas por espacios de 1 mm. Al parecer también tenían líneas diagonales que se interceptaban con las horizontales, for­mando un zig-zag ángulos y verticales; estos fragmentos presentan la particula­ridad de que si bien conservan los rasgos generales de éste tipo, presentan partículas de cuarzo más pequeñas. Finalmente, un borde presenta una decora­ción de raspado con peine sobre una banda abultada. La muestra es poco repre­sentativa para la obtención de formas, pero se considera que responde a las formas descritas para los tipos principales, es decir, ollas sin cuello, ollas de cuello cor­to, copas y cuencos, jarras y ollas-cuenco (Castillo, 1984: 176).

Du i t ama Cuarzo Fino (DCF)

Esta cerámica presenta característ icas semejantes a las descritas para la Sabana de Bogotá como Tunjuelo cuarzo fino (Broadbent, 1971). Si bien se cons idera este t ipo dentro del período Muisca, existen discusiones al res­pecto a propósito del tipo Funza cuarzo fino (Broadbent, 1971) que si bien se ha considerado típico del muisca tardío, recientemente se ha considera­do con temporáneo de los t ipos Herrera (Peña, 1991: 82). En el valle de Duitama esta cerámica presenta las siguientes característ icas:

P a s t a

Color: Naranja fuerte; en algunos fragmentos se aprecian tonalidades roji­zas eventualmente por oxidación.

T e x t u r a : Predomina la textura compacta ; a lgunos fragmentos , por los mismos procesos erosivos, presentan una textura porosa y agrietada.

Desgrasante : Arena muy fina con inclusiones abundantes de cuarzos peque­ños angulares . Se aprecian igualmente part ículas negras (angulares) rojas (subangulares y redondeadas).

Groso r : 4 mm-12 mm. siendo más común de 6-9 mm.

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Superficie

Color: En las dos superficies el color es semejante al de la pasta, tornándose en algunos fragmentos de color crema oscuro.

Regular idad: Se alcanzan a percibir huellas de alisamiento, particularmente en las superficies externas.

Baño: Naranja con variaciones en su gama.

F o r m a s y decoración

Se evidenciaron fragmentos con decoración de líneas incisas muy delgadas (0.5 mm de ancho) y pandas. Corresponden a cuatro líneas agrupadas en pa­res; en cada par las líneas son paralelas entre sí. Un par de líneas se tiende en diagonal y el otro en forma horizontal que, juntándose, formarían una decora­ción angular. Se aprecian también bordes evertidos con decoración incisa de líneas longitudinales sobre el labio y líneas angulares sobre el cuerpo pandas. Se aprecian bordes de cuenco con decoración incisa en líneas pandas y anchas (acanalada) así como bordes achurados. La forma predominante la constitui­rían los cuencos.

Dui tama Desgrasante Gr is (DDG)

Esta cerámica presenta características semejantes a las descritas para la sa­bana de Bogotá como Guatavita desgrasante gris (Broadbent, 1971), para la vertiente occidental del altiplano como Cachipay desgrasante gris (Peña, 1991) y para la región de Boyacá como Tunja desgrasante gris (Castillo, 1984). Se consideran típicas del período Muisca. En el valle de Duitama esta cerámica presenta las siguientes características:

Pas ta

Color: Gris muy oscuro a negro. Se aprecian tonalidades rojizas eventual­mente por la oxidación.

Tex tura : Laminar, aunque algunas muestras presentan una alta porosidad debido al arrastre y la erosión.

Desgrasante : Inclusiones de piedra gris (arcillolita) en forma bastante irre­gular. Se aprecian en proporción muy reducida partículas rojizas y algunas de cuarzo lechoso.

Grosor : 7 mm.

Superficie

Color: En ambas superficies el color es semejante al de la pasta, aunque en tonalidades más claras.

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R e g u l a r i d a d : Parece que hubo un mal t ra tamiento, por la presencia de par t í cu las de desgrasan te en la pasta. Se a lcanzan a apreciar huel las de alisamiento. La superficie exterior presenta una mayor erodación.

Baño: Engobe de color blanco-amarillento a crema que es más intensa en la superficie exterior.

F o r m a s y decoración

Sólo se aprecia en un fragmento una línea incisa delgada (2 mm.) y profun­da. La forma más usual fueron las ollas globulares y subglobulares así como los cuencos.