ALFARES Y HORNOS ROMANOS EN ANDALUCA

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Alfares y hornos romanos en Andalucía. Historiografía de la investigación y claves de lectura ALFARES Y HORNOS ROMANOS EN ANDALUCÍA. HISTORIOGRAFÍA DE LA INVESTIGACIÓN Y CLAVES DE LECTURA Miguel BELTRÁN LLORIS Director del Museo de Zaragoza 1.- Introducción. La invitación que amablemente me hicieron llegar los representantes del Comité Organizador del Congreso Internacional Figlinae Baeticae supuso para mi un motivo de honda satisfacción por cuanto me permitía volver, una vez más, a mis raíces con la cerámica romana, y de forma especial teniendo en cuenta que se trataba de poner énfasis en las principales líneas historiográficas y claves de lectura del mundo bético, al que he tenido oportunidad de dirigirme en otras ocasiones, sobre todo desde el mundo de las ánforas. La presente reunión, organizada con sabiduría e inteligencia según se deduce de las normas elaboradas para el desarrollo de las ponencias, parece un resultado lógico de las reflexiones en las que está sumida en el momento presente la investigación sobre la cerámica romana. Y en ese espíritu he redactado las siguientes líneas que he debido rematar “postrado en el lecho del dolor”, circunstancias maléficas que me han impedido compartir los buenos momentos de nuestra reunión sobre las figlinas béticas. En la escala de los criterios que deben presidir nuestros trabajos, se sitúan tres parámetros esenciales: forma, función y origen (procedencia o fábrica). Superados estos criterios, que son la base en la caracterización cerámica, podemos avanzar a un segundo nivel en el que las cerámicas dejan de ser artefactos cerámicos para estar en condiciones de asumir su papel como documento histórico de primer orden. Estos humildes materiales, en dicha situación, nos permiten abordar los sistemas culturales y tecnología de los usuarios y productores, y por supuesto la vida económica, la sociedad y los acontecimientos políticos de la Bética. Estamos en posesión de unos documentos privilegiados para acercarnos a la historia pasada de la Provincia Baetica, pero para que podamos situar en su justo valor los conceptos tales como alimentación, mercados, comercio y difusión, para que podamos aquilatar el papel de los comerciantes y negotiatores, de los consumidores y clientes, para que podamos desentrañar otros aspectos derivados, necesitamos despejar las incógnitas del primer nivel de conocimiento y en ellas lógicamente ocupa un lugar destacado la mejor caracterización de los centros de producción cerámica, objetivo primordial de la presente reunión. Una lección inaugural no puede, sin embargo, ser una puesta al día de los numerosos problemas que afectan al complejo y extenso mundo que encierran las cerámicas béticas, desde las producciones de mesa hasta los contenedores de transporte, a Actas del Congreso Internacional FIGLINAE BAETICAE. Talleres alfareros y producciones cerámicas en la Bética romana (ss. II a.C. – VII d.C.), B.A.R., int. ser., 1266, Oxford, 2004, pp. 9-38. las que nos hemos referido en términos generales en otras ocasiones (Beltrán 1990). Como enuncia el título del trabajo, solo podemos aspirar a dar unas cuantas claves de lectura en torno a las figlinae béticas, (dejando a un lado, deliberadamente las cuestiones tipológicas) claves que evidenciarán de forma inmediata el enorme y cada vez más concienzudo conocimiento que poseemos de la cerámica romana bética y de su contexto real, pero también de las grandes lagunas que sigue manteniendo la investigación. El conocimiento de los centros productores o figlinas se ha abordado de forma muy desigual, en un terreno en el que se han primado los estudios tipológicos por encima de cualquier criterio. Incluso dentro de la propia tipología ha habido unas especies cerámicas que han desbancado a otras familias menos vistosas y (aparentemente) con menos información, lo que ha provocado un desfase gigantesco entre los conocimientos de las cerámicas denominadas de mesa (sigillata, paredes finas, barniz negro…) y las lucernas y las incluidas genéricamente en el apartado de las cerámicas comunes, de cocina y mixtas, además de los contenedores de transporte o almacenaje. Incluso dentro de este segundo apartado, menos visitado, determinadas formas o familias por su carácter más atractivo desde el punto de vista de la información epigráfica, por ejemplo, han conocido una atención desmedida, como el elevado número de trabajos dedicados a la epigrafía de las ánforas Dr. 20 (Chic 2001) y la práctica ausencia hasta el momento de excavaciones en sus centros productores. 2.- Breve recorrido historiográfico. 2.1.- Las primeras prospecciones del Guadalquivir: las ánforas olearias Dr. 20. Las ánforas Dr. 20 han recibido un tratamiento privilegiado por parte de los investigadores, a partir de la enorme riqueza y atractivo de la epigrafía que ostentan impresa o pintada y que en el Testaccio de Roma alcanza proporciones gigantescas: más del 80% de las ánforas acumuladas, son béticas y olearias (Dressel 1878, 118 ss; id. 1879, 36 ss.) (fig.1). En los antecedentes el informe de Bonsor entregado a la Sociedad Arqueológica de Carmona en 1885, en el que interpretó una serie de estampillas recogidas en Arva, como identificativas de los productores de las ánforas, significa el primer intento de comprensión de los centros productores (Bonsor 1888, 56 ss.; Maier 2001, 393 ss.). A este trabajo seguirá, con la colaboración de Clark-Maxwell, la conocida prospección del valle del Guadalquivir (1899-1901) (Bonsor 1901, 837 ss.), aunque hasta el año 1931 no verá la luz el manuscrito original de Bonsor haciendo bético el tipo de ánfora sobre el que aparecían tan frecuentes estampillas y llevando a cabo las primeras atribuciones a talleres determinados (Bonsor 1931). El propio Bonsor acometió una de las primeras excavaciones de hornos del Guadalquivir en una de las estructuras de “las Delicias” (Bonsor 1931, 29 ss.). 9

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Alfares y hornos romanos en Andalucía. Historiografía de la investigación y claves de lectura

ALFARES Y HORNOS ROMANOS EN ANDALUCÍA. HISTORIOGRAFÍA DE LA INVESTIGACIÓN Y

CLAVES DE LECTURA• Miguel BELTRÁN LLORIS Director del Museo de Zaragoza

1.- Introducción. La invitación que amablemente me hicieron llegar los representantes del Comité Organizador del Congreso Internacional Figlinae Baeticae supuso para mi un motivo de honda satisfacción por cuanto me permitía volver, una vez más, a mis raíces con la cerámica romana, y de forma especial teniendo en cuenta que se trataba de poner énfasis en las principales líneas historiográficas y claves de lectura del mundo bético, al que he tenido oportunidad de dirigirme en otras ocasiones, sobre todo desde el mundo de las ánforas. La presente reunión, organizada con sabiduría e inteligencia según se deduce de las normas elaboradas para el desarrollo de las ponencias, parece un resultado lógico de las reflexiones en las que está sumida en el momento presente la investigación sobre la cerámica romana. Y en ese espíritu he redactado las siguientes líneas que he debido rematar “postrado en el lecho del dolor”, circunstancias maléficas que me han impedido compartir los buenos momentos de nuestra reunión sobre las figlinas béticas. En la escala de los criterios que deben presidir nuestros trabajos, se sitúan tres parámetros esenciales: forma, función y origen (procedencia o fábrica). Superados estos criterios, que son la base en la caracterización cerámica, podemos avanzar a un segundo nivel en el que las cerámicas dejan de ser artefactos cerámicos para estar en condiciones de asumir su papel como documento histórico de primer orden. Estos humildes materiales, en dicha situación, nos permiten abordar los sistemas culturales y tecnología de los usuarios y productores, y por supuesto la vida económica, la sociedad y los acontecimientos políticos de la Bética.

Estamos en posesión de unos documentos privilegiados para acercarnos a la historia pasada de la Provincia Baetica, pero para que podamos situar en su justo valor los conceptos tales como alimentación, mercados, comercio y difusión, para que podamos aquilatar el papel de los comerciantes y negotiatores, de los consumidores y clientes, para que podamos desentrañar otros aspectos derivados, necesitamos despejar las incógnitas del primer nivel de conocimiento y en ellas lógicamente ocupa un lugar destacado la mejor caracterización de los centros de producción cerámica, objetivo primordial de la presente reunión. Una lección inaugural no puede, sin embargo, ser una puesta al día de los numerosos problemas que afectan al complejo y extenso mundo que encierran las cerámicas béticas, desde las producciones de mesa hasta los contenedores de transporte, a

Actas del Congreso Internacional FIGLINAE BAETICAE. Talleres alfareros y producciones cerámicas en la Bética romana (ss. II a.C. – VII d.C.), B.A.R., int. ser., 1266, Oxford, 2004, pp. 9-38.

las que nos hemos referido en términos generales en otras ocasiones (Beltrán 1990). Como enuncia el título del trabajo, solo podemos aspirar a dar unas cuantas claves de lectura en torno a las figlinae béticas, (dejando a un lado, deliberadamente las cuestiones tipológicas) claves que evidenciarán de forma inmediata el enorme y cada vez más concienzudo conocimiento que poseemos de la cerámica romana bética y de su contexto real, pero también de las grandes lagunas que sigue manteniendo la investigación. El conocimiento de los centros productores o figlinas se ha abordado de forma muy desigual, en un terreno en el que se han primado los estudios tipológicos por encima de cualquier criterio. Incluso dentro de la propia tipología ha habido unas especies cerámicas que han desbancado a otras familias menos vistosas y (aparentemente) con menos información, lo que ha provocado un desfase gigantesco entre los conocimientos de las cerámicas denominadas de mesa (sigillata, paredes finas, barniz negro…) y las lucernas y las incluidas genéricamente en el apartado de las cerámicas comunes, de cocina y mixtas, además de los contenedores de transporte o almacenaje. Incluso dentro de este segundo apartado, menos visitado, determinadas formas o familias por su carácter más atractivo desde el punto de vista de la información epigráfica, por ejemplo, han conocido una atención desmedida, como el elevado número de trabajos dedicados a la epigrafía de las ánforas Dr. 20 (Chic 2001) y la práctica ausencia hasta el momento de excavaciones en sus centros productores. 2.- Breve recorrido historiográfico. 2.1.- Las primeras prospecciones del Guadalquivir: las ánforas olearias Dr. 20. Las ánforas Dr. 20 han recibido un tratamiento privilegiado por parte de los investigadores, a partir de la enorme riqueza y atractivo de la epigrafía que ostentan impresa o pintada y que en el Testaccio de Roma alcanza proporciones gigantescas: más del 80% de las ánforas acumuladas, son béticas y olearias (Dressel 1878, 118 ss; id. 1879, 36 ss.) (fig.1). En los antecedentes el informe de Bonsor entregado a la Sociedad Arqueológica de Carmona en 1885, en el que interpretó una serie de estampillas recogidas en Arva, como identificativas de los productores de las ánforas, significa el primer intento de comprensión de los centros productores (Bonsor 1888, 56 ss.; Maier 2001, 393 ss.). A este trabajo seguirá, con la colaboración de Clark-Maxwell, la conocida prospección del valle del Guadalquivir (1899-1901) (Bonsor 1901, 837 ss.), aunque hasta el año 1931 no verá la luz el manuscrito original de Bonsor haciendo bético el tipo de ánfora sobre el que aparecían tan frecuentes estampillas y llevando a cabo las primeras atribuciones a talleres determinados (Bonsor 1931). El propio Bonsor acometió una de las primeras excavaciones de hornos del Guadalquivir en una de las estructuras de “las Delicias” (Bonsor 1931, 29 ss.).

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Figura 1.- La tabla tipológica de ánforas de Dressel (CIL XV, 2). 2.2.- Aproximaciones a los centros de producción cerámica. Corresponde a P. Paris y G. Bonsor, la sugestión en 1926 sobre la fabricación de vasos de paredes finas en la Bética, a partir de la publicación de las necrópolis de Baelo Claudia (Paris, Bonsor et alii 1926), opinión que fue recogida más tarde por Comfort con atinados comentarios (1939). En 1946 Jiménez Reyna llamó la atención sobre un horno de planta rectangular en Bobadilla (Málaga) dedicado a la cerámica común, en noticia prácticamente desapercibida, como ocurrió con la publicada en 1958 por Jiménez Cisneros sobre los hornos de ánforas (Dr. 7-11) localizados (y excavados) en Villanueva (Puerto Real, Cádiz) (Jiménez Cisneros, 1958, 469 ss). Un año más tarde Pemán recoge numerosas referencias, con valor desigual, sobre los hornos cerámicos gaditanos, sobre todo de ánforas, en noticias que solo modernamente han sido valoradas (Pemán, 1959, 169 ss). Independientemente los trabajos teóricos de los años 30 (Frank 1936, 87 ss.) y 40 (Callender 1948; Etienne 1949, 151 ss.) sobre aspectos tipológicos o comerciales de las ánforas béticas, que no tuvieron reflejo en la Bética, son los estudios de los investigadores franceses de la década de los 50 (Thévenot 1950), los que tuvieron eco en nuestros lares, provocando algunos trabajos (García y Bellido 1951, 230 ss.; 1952, 399; id., 1952a, 399; González, 1958, 199) que enfatizan el interés de los centros productores, en este caso de ánforas en el valle del Genil (Astigi).

Figura 2.- Alfares de sigillata hispánica, lucernas, paredes finas y barniz negro. 2.3.- La década de los sesenta: Incorporación de la Bética al mundo de la sigillata y atribución bética de la familia Dr. 7-11. 2.3.1.- Sigillata. En el año 1966, Sotomayor (1966; 1966a) presenta a la comunidad científica las primeras producciones de sigillata en la Bética, (Granada) incorporándose así la provincia a las producciones hispánicas ya puestas en valor internacional desde la Monografía de Mezquíriz (1961), que afectaba fundamentalmente a la Tarraconense y que puso de relieve un inmenso vacío en nuestro territorio. En el año 1968 presentó nuevamente Sotomayor, en el Congreso Nacional de Arqueología de Mérida, siete hornos de sigillata del mismo lugar (Sotomayor 1970, 713 ss.) que produjeron sigillata, cerámica engobada (granatensis), común y materiales de construcción (fig.2).

2.3.2.- Cerámica engobe rojo. Solo cabe reseñar en este momento la copia de estos recipientes detectada por Vegas en Munigua, sin localización de los centros productores (Vegas 1969, 224 ss.).

2.3.3.- Lucernas. Luzón (1967, 141 ss.) atribuyó al área de Riotinto (Huelva) formas derivadas de la Dr. 4, las denominadas “lucernas mineras”, fechadas entre los siglos II y III d. C. y de circulación esencialmente regional. En el mismo año las excavaciones de Carteia proporcionan una valva de molde en nivel tardío (Woods, Collantes 1967, fig. 15).

2.3.4.- Ánforas. Ignorándose el trabajo mencionado de Jiménez Cisneros es la propuesta de F. Zevi (1966, 208 ss.) en el año 1966, en sus apostillas de la tabla de Dressel, la que pasa por ser la que sitúa por primera vez a una conocida familia de ánforas, las Dr. 7-11, en los territorios béticos, a partir de la paleografía de los tituli picti conocidos sobre estos envases, y gracias a su comparación con los pertenecientes a la familia olearia Dr. 20.

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Cercano es el trabajo conjunto de Ponsich y Tarradell (1965) sobre las industrias de salazón del mediterráneo occidental, que sentó las bases de futuros estudios económicos, e insistiendo en el valor de los pequeños recipientes asociados a las factorías (ampulla) destinados al garum de alta calidad. En 1967, en el Congreso Nacional de Arqueología de Mahón, presentó M. Sotomayor el resultado de la primera excavación de los hornos del Rinconcillo de Algeciras (Sotomayor 1969, 389 ss.), que durante muchos años han constituido la única referencia de fábrica firme para la procedencia de determinadas ánforas béticas. Sotomayor resaltó los tipos fabricados y la estructura del horno que comparó a los descubrimientos de Puerto Real realizados por Jiménez Cisneros. Dejando a un lado las precisiones tipológicas de Tchernia (1967, 216 ss.) sobre la forma Dr. 20, en el año 1965 asistimos al primer corpus general de estampillas de Callender, que ha supuesto un importante punto de partida sobre todo en el estudio epigráfico de las ánforas olearias, a pesar de su ordenación alfabética y no nominal (Callender 1965). En 1967 debemos reseñar el trabajo de De la Peña sobre alfares y marcas del Guadalquivir (De la Peña, 1967, 129 ss ) y a final de la década los sugestivos comentarios de Domergue (1969) sobre la producción de ánforas y ladrillos en Baelo.

2.4.- La década de los setenta. Trabajos de síntesis y nuevos descubrimientos el : vino bético y la sigillata de Andujar. Comienzan las cerámicas comunes.

2.4.1.- Sigillata Sigue siendo Sotomayor el que en el año 1972 ofrece la primera noticia sobre el segundo centro de producción de sigillata bética en Andújar (1972, 1973), llamado a convertirse en uno de los focos más significativos de la península ibérica gracias a un proceso de excavaciones ininterrumpidas, desde dicho momento hasta 1981 (Sotomayor 1977, 1977-78; Sotomayor, Roca, Sotomayor 1979) (fig. 3). En dicho momento ve la luz además la tesis doctoral de Serrano (1976; 1979) sobre los hornos de Granada.

2.4.2.- “Las cerámicas de barniz rojo julioclaudias” Corresponde la denominación a Remesal (Remesal et alii 1977, 1179) a propósito de la difusión de estas cerámicas en Baelo, con una difusión intensa en yacimientos béticos hasta Málaga y Corduba. Están copiando los repertorios primitivos de la TSI. 2.4.3.- Paredes finas. En este momento solo están las alusiones de Vegas (1973, 85) recogiendo la noticia de Bonsor. Más tarde se dan a conocer las producciones de Andújar, un unicum hasta la fecha, (Sotomayor, Pérez, Roca, 1976, 111 ss; Sotomayor, Roca, Sotomayor 1979). Este taller de mediados del s. I d. C., produjo las formas Mayet XXV y XXVIII con decoración arenosa. Estando todavía inédito, no fue recogido entonces

Figura 3.- Terra sigillata hispánica. Andújar. Formas con decoración burilada (seg. Sotomayor, Roca, Fernández). por Mayet en su conocida monografía (1975) en la que planteó, con base en la densidad de hallazgos, la producción en la Bética de vasos de sus formas XXXIV a XLI, entre ellos las conocidas series denominadas de “cáscara de huevo”, producciones que atribuyó a la obra de una sola generación (fig.4). 2.4.4.- Cerámica de engobe rojo pompeyano. Surgen las imitaciones enseguida en el ámbito hispánico y en la Bética se han identificado por Vegas en estratos tardorrepublicanos de Sevilla y en Lacipo (Casares, Málaga) (Vegas 1973, 48 ss.).

2.4.5.- Cerámica común. Los descubrimientos de Andújar no se concentraron solo en el estudio de la sigillata, pues pronto fue abordado el estudio monográfico de las producciones comunes del centro, que constituyen la parte sobresaliente de las cerámicas de este taller (Serrano 1976, 215 ss.), que se unieron a las de la Cartuja de Granada (Gamer 1972, 152 ss.), estudiada monográficamente por Serrano (1978). En ambos hornos fue predominante la cerámica común, tejas y ladrillos, ocupando las sigillatas el segundo lugar. En el primero además se constató la fabricación de lucernas (Sotomayor 1979, 465 ss.).

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Figura 4.- Cerámica de paredes finas de la Bética (seg. Mayet). Taller de Andújar (seg. Roca et alii). 2.4.6.- Ánforas. “Las ánforas romanas en España” de M. Beltrán (1970), significan el primer intento de sistematización, entre otras cuestiones, de las producciones hispánicas de ánforas, especialmente las béticas, que fueron agrupadas en seis formas, partiendo de Dressel y añadiendo al elenco bético las nuevas formas II a y b, entre otras novedades, poniendo énfasis en los contextos de las ánforas y en los aspectos relacionados con los talleres productores. Se llevó a cabo igualmente la recogida de cierto número de alfares de la costa malagueña y granadina y de la bahía de Cádiz y se planteó como argumento la continuidad del comercio bético aceitero en el Bajo Imperio. En la presente década las dos convocatorias de la Escuela Francesa de Roma, en 1971 y 1974, situaron en el foro de la discusión científica las producciones béticas de aceite en el Testaccio de Roma (Rodríguez Almeida 1972, 107 ss.) y el conjunto de las formas de salazones béticas y sus hornos, así como la problemática de la producción del vino en el mismo ámbito (Beltrán Lloris 1977, 97 ss.). En 1978, publicó Rodríguez Oliva un trabajo, prácticamente desapercibido, en el que se documentaban los restos de una alfarería de producción mixta (material de construcción y cerámica común y ánforas de la familia Dr. 7-11) en Barbésula (San Roque) (Rodríguez Oliva 1978, fig. 2). En el mismo año se publican las consecuencias del horno de Rancho Perea (San Isidro de Guadalete) (Chic, Giles y Sáez 1978, 43 ss.) y finalmente breves notas sobre los hornos de los Cipreses (Puerto de Santa María) y el Olivar de los Valencianos (Puerto Real) (López de la Orden, Pérez López 1979-80, pp. 51-54; López de la Orden 1979-80a, pp. 59-62).

En la reunión de Roma de 1974 se planteó, desde los alfares conocidos, la existencia del vino bético en torno a las formas Dr. 1 y Dr. 2-4 (Beltrán Lloris 1977; id. 2001, 446.). En dicha línea es mérito de A. Tchernia, en 1971 (Tchernia 1971, 41), la atribución al sur de Hispania de una nueva forma, la Ha. 70, tenida hasta el momento como salazonera. Después el pecio de Port Vendres II (Colls, Etienne et alii 1977, 33 ss.), demuestra la procedencia de la Ha. 70 y de su contenido, el vino bético, con análogas conclusiones para la Dr. 28 (Colls, Etienne et alii 1977, 47). En el valle del Betis, hasta las trascendentales prospecciones de Ponsich (Ponsich 1974, id. 1979), no encontraremos trabajos referidos a las producciones olearias. Más tarde son los trabajos de J. Remesal (1977-1978, pp. 87 ss.), los primeros que de forma científica abordan el estudio de los centros productores dentro del mecanismo económico de la Bética, siguiendo en las estampillas el sistema nominal de ordenación de Dressel. En dicho momento sigue siendo deficitario el conocimiento de los centros de producción a pesar de algunos hornos, como el de la Catria, que Remesal da a conocer parcialmente en el año 1978 (Remesal 1977-78, 92 ss.). Al mismo tiempo resurge con fuerza el progreso de la investigación del Testaccio de Roma, básico para la puesta al día de las ánforas béticas olearias, con los trabajos de Rodríguez Almeida sobre los aspectos topográficos y la distribución cronológica de los hallazgos (Rodríguez Almeida 1972, 113 ss.; 1977, 203 ss.) con firmes conclusiones sobre los mercatores de aceite y clarificando la ordenación nominal de los sellos (Rodríguez Almeida 1979, 873 ss.). En 1978 el Primer Congreso Internacional sobre “Producción y el comercio del aceite en la Antigüedad” (AA.VV. 1980), supuso una puesta al día de los problemas sobre las ánforas Dr. 20, aunque los aspectos productivos siguieron ligados al estudio de las figlinae a través de la información epigráfica (Remesal 1980, 131 ss.; Rodríguez Almeida, 1980, 57 ss.). 2.4.7.- Final. Termina así esta fructífera década que ha puesto de relieve en lo internacional, aspectos de relevancia, como el valor de la arqueología submarina (Parker 1992), la necesidad de la investigación directa de los centros de producción cerámica y el carácter imprescindible de los análisis petrológicos de las pastas (Peacock 1974, 232 ss.;1977, 261 ss.).

2.5.- Década de los ochenta: el afianzamiento de las ánforas olearias de la mano del Testaccio. Se define y amplía el área de la sigillata y se valoran las producciones de lucernas.

2.5.1.- Ánforas. Abre la década el 2º congreso internacional sobre “Producción y comercio del aceite en la Antigüedad” (AA. VV. 1982), con las referencias sobre uno de los primeros centros excavados, pero de forma incompleta, en el valle del Baetis, el del Tejarillo, que proporcionó dos hornos, documentando la producción de ánforas y sellos asociados,

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desde el s. II (Dr. 20) al III d. C. (Dr. 23 y Tejarillo I – III) (Remesal 1983, 119 ss.), referencias que se unen a las escasas intervenciones arqueológicas en otros alfares frente a la proliferación de trabajos sobre la epigrafía de la forma Dres. 20 y el Testaccio. En el año 1984, la monografía de S. Keay sobre las Late roman amphorae. (Keay 1984), significa el punto de arranque y referencia obligada para el conocimiento de las producciones tardorromanas entre el siglo III y el VII d. C., incorporando de forma sustantiva una nutrida serie de envases bajo la denominación de “southern Spanish origin”, que aglutinó inicialmente producciones de la lusitania y de la bética. En este momento, al tiempo que se prolongan determinadas prospecciones en el valle del Guadalquivir, de la mano de Ponsich (1982, 173 ss.) (fig. 5), los trabajos de G. Chic (1985 y 1988) marcan el primer esfuerzo por llevar a cabo, partiendo de Bonsor y Ponsich, el corpus de las estampillas epigráficas olearias del Baetis. Toma ahora intensidad el estudio de los centros productores de ánforas atendiendo a la composición de las pastas, y al estudio de las láminas delgadas según las áreas de fabricación (Martin-Kilcher et alii 1985, 173 ss; Peacock y Williams 1986, 14, 17-19). Entre otros trabajos (Mayet, 1986, 285 ss.), se producen corpora internacionales de sellos sobre la Dr. 20 a cargo de Remesal (1986) y de tituli picti severianos por Rodríguez Almeida (1989). En 1989 se inician las excavaciones en el Monte Testaccio de Roma, bajo la dirección de Blázquez, Remesal y Rodríguez Almeida (1994; Blázquez 2001, 32 ss.; Rodríguez Almeida 2001, 1279 ss.), confirmando las excavaciones que dicho lugar fue ante todo un basurero estatal del aceite de la Annona, vital en su influencia económica en la Bética. En lo relativo a los centros de producción de ánforas de salazones, cabe reseñar los trabajos de Beltrán y Mora (1982, 149 ss.) sobre el alfar de Torrox en la costa malagueña, los resultados de Cerro del Mar y Manganeto (Arteaga 1984, 34 ss.; 1985, 177 ss.) y los de Haza Honda y Puente Carranque, que fabricaron tipos análogos a los de Puerto Real (Loza, Beltrán Fortes 1988, 991 ss.). En el ámbito gaditano resalta la prospección del alfar de el Olivar (Chipiona) ( Ramos 1981, 5 ss.). Completa el panorama, en 1989, la intervención en excavación de urgencia en Huerta del Rincón (Torremolinos)(Baldomero, Serrano, 1991, 354 ss.), en la C/Gregorio Marañón de Cádiz (Blanco, 1993, 78 ss.) y el trabajo de síntesis económica de Ponsich de 1988 sobre el aceite de oliva y las salazones en el que insistió en la localización de nuevos alfares, como en el Chorruelo (Algeciras) (Ponsich, 1988, 49 ss.). Finalmente, en 1985 vieron la luz los materiales de las excavaciones de Colchester, en las que se identificó por

Sealey (1985, 96) una variante de pasta de las ánforas Dr. 2-4 atribuida al Guadalquivir, en propuesta que no recibió el esperado eco por los investigadores.

2.5.2.- Sigillata. Esta década ve la prolongación de las excavaciones del centro de Andújar y sobre todo los primeros resultados de los estudios llevados a cabo que sitúan el complejo entre los grandes centros productores de Hispania, juntamente con las producciones riojanas. Los trabajos llevados a cabo permiten establecer las grandes líneas de la evolución de esta familia de la sigillata, cuyo inicio se coloca en la primera mitad del s. I d. C., detectándose influencias significativas del mundo itálico entre sus fuentes de inspiración. La importancia de los descubrimientos llevados a cabo en la década anterior y la necesidad de objetivar y asimilar toda la información producida, provoca la Mesa redonda del Museo Arqueológico nacional (AA.VV. 1983) y ve la aparición de una monografía sobre la sigillata hispánica debida a Mayet (1984) que sitúa definitivamente a Andújar entre los grandes complejos regionales (con Tritium) y a Granada como modelo de taller de difusión local, planteando además las estructuras de producción y recogiendo un catálogo de sellos. Atribuye igualmente Mayet al taller de Andújar, a partir de análisis de Picon las denominadas producciones de barniz rojo julioclaudio (1984, 16) que Serrano desde los descubrimientos de Los Castillones (Granada) denominó “imitación de cerámica aretina” (1988), pero que también se produjeron en Peñaflor (Martínez Rodríguez 1989) en cuyo ámbito se conocen piezas defectuosas y restos de alfarerías ligadas al ánfora Dr. 20. En el mismo año lleva a cabo su síntesis Juan Tovar que reúne en dos trabajos la práctica totalidad de los talleres conocidos hasta la fecha en Hispania y lógicamente en la Bética (1984, 1985). Tiene lugar también otra gran aportación de Mezquíriz que pone al día su tesis de 1961 incorporando y valorando las novedades béticas y el listado de oficinas con sellos (1985). Pero esta década es también la de la ampliación de los centros alfareros, con el descubrimiento de un segundo centro, el Albaicín, en Granada (Sotomayor, Sola, Choclan 1984) y se localizan otros en territorio de Málaga en Singilia Barba, en el Castillón (Antequera) (Serrano Ramos, Atencia 1983; Serrano 1986), y en Alameda (Málaga)(Serrano Ramos, Atencia, Rodríguez Oliva 1984). 2.5.3.- Común. El alfar de Torrox, además de las ánforas produjo cerámicas de mesa variadas y dolia (Rodríguez Oliva, Atencia 1983, 226 ss.), además de morteros, y en 1988 se publica un horno de planta circular y pasillo central en Vélez Málaga (Recio et alii 1988, 21 ss.) que produjo cerámicas comunes no definidas y materiales de construcción. También de dicho momento son los dos hornos de Peñarrubia (Málaga) nuevamente con cerámicas comunes (jarros, contenedores) y

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materiales de construcción (Serrano, Atencia, Luque 1983). En 1987 fueron dados a conocer los talleres de Marchena (Sevilla)(horno de planta Id) dedicados a las jarras y a cazuelas que copiaban tipos africanos (Romero 1987, 864 ss.) y Rumina (Mojácar) con restos indeterminados (Cara, Ortiz 1987, 90). En los alfares del Guadalquivir se fabricaron macetas para cultivos específicos, como puso de relieve Chic (1984).

Figura 6.- Lucerna de C. Iun Draco (seg. Corzo). 2.5.4.- Lucernas. El centro de los Villares de Andújar produjo también lucernas de forma Dr. 3 con motivos característicos (sello M.C.S., hoja bifoliácea) (Sotomayor et alii 1981, 309 ss.) y formas Dr. 11 (López Rodríguez 1984, 381). En los mismos años Corzo (1982, 389 ss.) sugiere la existencia de un taller en la bahía de Cádiz (C. Iun. Drac.) con decoraciones

específicas (fig. 6), en el Cerro de los Mártires, formas de volutas Dr. 11 y 12 (Corzo, 1981-82, 279 ss.) y López Rodríguez identifica una producción local “del Minotauro”, (sin alfares también) en Italica (tipo Dr. 11/14) (1981, 19 ss.; 1984, 383 ss.). En Córdoba detectó Amaré (1988-89, 108) la producción de formas emparentadas con las lucernas de volutas. 2.6.- La década de los 90: el inicio del estudio de las figlinas béticas. Es este un momento de brillantez por cuanto se refiere a la fijación de problemas, áreas de producción y despertar de una conciencia a favor de trabajos sistemáticos sobre los centros de producción, analizando el territorio de forma pormenorizada, así como las producciones de los hornos, su distribución regional y en términos globales la explotación de los contextos estratigráficos, algunas de cuyas conclusiones se recogen de forma sucinta en el manual general de Beltrán Lloris (1990) atendiendo a las denominadas entonces “imitaciones de barniz rojo julio claudio”, los talleres de sigillata de Granada y Andújar, las paredes finas y las escasas referencias a alfares de cerámica común, además del elenco de centros de ánforas y las referencias a los centros de fabricación de lucernas. 2.6.1.- Ánforas. Al comienzo de la década, como consecuencia de estudios anteriores (Diogo 1985; Diogo, Faria, Ferreira 1987, 77 ss.), el progreso en la definición y fijación de centros lusitanos modificará el panorama productor (Alarcao, Mayet 1990; Fabiao, Guerra 1993, 995 ss.; Fabiao 1996, 329 ss., id. 1997, 59 ss.), y permitirá una mejor caracterización de los productos béticos, aunque habrá que esperar para su mejor y definitiva atribución (Dr. 14, Almagro 51c, Beltrán 72, etc.). En lo que se refiere a los centros olearios del Guadalquivir, las últimas prospecciones han proporcionan como novedad talleres bajoimperiales, con ánforas Dr. 23 (Remesal 1991, 355 ss.). En conjunto, en el valle del Betis se conoce casi un centenar de alfares (fig. 7), cifra que contrasta con la escasez de yacimientos excavados o estudiados exhaustivamente a pesar del aumento de las prospecciones, como en Arva (Remesal Revilla et alii, 1997, 151 ss.; Remesal 2001, 386). De este momento es la actualización de Chic del corpus de estampillas olearias siguiendo el orden de los nombres de control que aparecen en los tituli (Chic 2001). Se llevan a cabo además revisiones sistemáticas de los alfares de la costa granadina que evidencian la falta de un estudio intensivo, reducidos a la simple constatación de la existencia de los talleres y a su filiación tipológica (Bernal, Navas, 1998, 92 ss). Al tiempo la Universidad de Málaga propicia la monografía sobre las figlinae malacitanae que pone al día los conocimientos sobre las producciones anfóricas de dicho territorio (AA. VV. 1997), ilustrando distintos modelos de centros, especializados, de carácter urbano (Rambla, Mayorga 1997, 61), o villae. La bahía de Cádiz (fig. 8) cuenta con dos obras de enorme alcance, preludiadas por intensas prospecciones (Villalobos

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Figura 8.- Alfares de salazones de pescado en la bahía de Cádiz (seg. Lagóstena y García Vargas). 1987, 97 ss.; Lazarich, Alonso et alii 1991, 89 ss.; Lazarich, Alonso et alii 1991a, 98 ss.). El trabajo en 1996, de L. Lagóstena ofrece sugestivas consecuencias sobre el proceso de ocupación económica, desde el mundo púnico, poniendo en relación la actividad alfarera con las formas sociales y completando de forma notable los mapas de dispersión de las industrias y sus producciones. Dos años más tarde E. García Vargas centra un magnífico trabajo en el mismo espacio, poniendo al día la tipología de los antecedentes púnicos, las imitaciones de ánforas itálicas durante la república y sobre todo analizando el desarrollo de las producciones de alfares ligados a las villas o a los fundí especializados en cerámicas, sintetizando con sentido crítico los alfares conocidos y concluyendo con un análisis histórico (García Vargas 1998b). 2.6.2.- La confirmación del vino bético (fig. 9). El progreso en la investigación regional permite llevar a cabo atribuciones de origen, y los descubrimientos del Rinconcillo incorporan la Dr. 1 A a la familia vinaria (Fernández Cacho 1995, 71 ss.). Los trabajos de Lagóstena en la bahía de Cádiz corroboran la fabricación de la forma Dr. 1 en Puerto Real (Lagóstena 1993, 100, fig. 26), Puerto de Santa María (Lagóstena 1996, 100, figs. 3, 11) y Cádiz (García Vargas 1996, 54) y la Ha. 70 se incorpora en el horno de la Catria (Molina 1997, 145), en Venta del Carmen (Bernal, Lorenzo 1998, 339) y en el Puerto de Santa María ( Lagóstena 1996, 32) y la Dr. 2-4, se localiza en la Loma de Ceres de Molvizar (Granada)(Gener et alii 1993) y en el Guadalquivir en Posadas (Carreras 2001, 424, n. 11). Finalmente la Dr. 28 se ha detectado por primera vez en Venta del Carmen (Bernal 1998).

Figura 9.- Alfares vinarios en la Bética. Los trabajos de D. Bernal a finales de la década de los noventa solucionan el vacío vinario en la baja romanidad, poniendo de relieve con apoyos petrológicos, el valor de las formas Gauloise 4, Matagallares I, Dr. 30 y Beltrán 68 (Bernal 1996, 251 ss.; 1998g, 543 ss.) (figs. 10 y 11). 2.6.3.- Primeras excavaciones integrales de figlinas (de ánforas). Las excavaciones de figlinas a mediados de los noventa (fig. 12), rompen el desequilibrio existente entre un cada vez más apurado conocimiento tipológico (Berni 1998) y la escasa documentación de los centros productores. Se da a conocer, en 1994, la nueva excavación en el Olivar de los Valencianos (Campano 1994, 135 ss.) y las excavaciones de El Gallinero (García Vargas, Sibón 1994, 53 ss.). En los años 1995 y 1996, se interviene en excavaciones de urgencia (con publicación integral) en el yacimiento de los Matagallares en la costa oriental de Granada (Bernal, Navas 1998a, 109 ss.), descubriéndose un complejo alfarero, del siglo III d. C., con testares y hornos, que fabricó ánforas de salazones y salsas de pescado, vinarias y de aceite, además de cerámicas comunes en importante proporción (30%) (cazuelas, ollas, morteros) (Bernal, Navas et alii 1998, 307 ss.; Bernal, Navas, et alii, 1998 a, 363 ss.) y material de construcción en forma de tégulas, ímbrices, ladrillos de opus spicatum, simples, de columna y de bóveda (Torrecilla 1998, 395 ss). Se confirma el carácter bético de la Dr. 14, producida mayoritariamente, como la Almagro 51 c y la Dr. 30, siendo minoritaria la Dr. 20. (Vigil, Cuevas et alii 1998, 473 ss). Las excavaciones del alfar de Venta del Carmen, además de incorporar nuevas formas de ánforas (Venta del Carmen I) (Bernal 1998b, 143 ss.), constituyen otro modelo de excavaciones recientes, juntamente con las ejecutadas en el Ringo Rango (Los Barrios) en el año 1998, dependiente de la villa de Puente Grande (Almagro 51 c, Keay XVIC e imitaciones africanas Keay VI) (Bernal, 2001a, 1311 ss). Las primeras han proporcionado estructuras asociadas a los hornos y como producción propia, ánforas y sobre todo, de forma complementaria, material de construcción (tégulas, ímbrices y ladrillos variados) (Redondo, Borge 1998), además de la presencia de un taller de vidrio.

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Figura 10.- Sistematización de las ánforas tardías de la Bética (seg. Bernal).

Figura 11.- Sistematización de las ánforas tardías de la Bética (Bernal).

Figura 12.- El proceso de excavación de figlinas en la Bética hasta los años 90. En la costa de Málaga, en la Finca del Secretario, se excavaron diversos hornos de ánforas, asociados a una villa con termas y factoría de salazones (Villaseca, Hiraldo 1993, 387 ss.) y se presentan a comienzos de la década las formas producidas en el centro de Huerta del Rincón (Serrano, Baldomero, Castaño, 149 ss.). En el año 1993 se excavan dos hornos en Azanaque (Romo 1993, 776-777), documentándose además otras zonas del complejo fechado entre el alto imperio y el siglo V d. C. y comprobándose el trabajo de los hornos por parejas. De 1997 son las excavaciones de alfares de ánforas Dr. 20 en las Delicias, permitiendo un primer acercamiento a las zonas de servicios de estos complejos (almacenes y vertederos) y documentándose la fábrica de la forma Ha. 70 (Sáez et alii 1997; García Vargas 1998; id. 2001, 92). En las mismas fechas se investiga en la Casilla de Malpica, un almacén y determinados cubicula estacionales de los trabajadores (García Vargas 1998 a, 105 ss.; id. 2001, 92 ss.). A las formas de estos centros se unen las dadas a conocer en Puerto Real (1 y 2), en cuyo alfar se hicieron excavaciones de urgencia en 1994 (García Vargas, Lavado 1995, 215 ss.; id., 1996, 197 ss.; Bernal, Lorenzo 1998a) y se documentan al paso de las producciones locales (Dr. 12, 14, 20), las imitaciones de envases galos (Gaul. 4, Dr. 30) o africanos (Keay IV y V), mientras que las excavaciones de alfares de Sevilla (Hospital de las Cinco Llagas) (García Vargas 2001, 93) permiten establecer una dicotomía de las producciones (Dr. 20 y Ha. 70, Beltrán II a, Dr. 28), en contraste con los alfares del interior del Guadalquivir. Finalmente las estratigráficas del alfar del Rinconcillo a comienzos de los noventa, permitieron la documentación cronológica y contextual de esta importante alfarería, documentándose cuatro fases de ocupación-producción y confirmándose la pluralidad de envases de salazones, vinarios y oleícolas y con carácter complementario los

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Figura 13.- La ampliación de los centros de fabricación de aceite en la Bética. materiales de construcción (tégulas y ladrillos), cerámicas de cocina y mesa para autoconsumo, pesas de telar y terracotas (Fernández Cacho 1995, 181 ss. id. 1995 a, 70 ss.; Bernal 1998b). Los nuevos descubrimientos permiten una enorme variación en los criterios de procedencia admitidos hasta el presente. Así se documentan la Dr. 14, en la bahía de Cádiz y en la costa granadina y la Dr. 20 fuera de sus zonas epónimas (Arteaga 1985, 183 ss.; Villaseca 1991, 365 ss.; Baldomero, A. et alii 1997, 153, ns. 7 y 9; García Vargas 2001,100) (fig. 13). 2.6.4.- Un hito en la investigación de las ánforas: Ex Baeticae amphorae (1998) y la colección Instrumenta. La presente reunión (AA. VV. 2001), entre obras bondades científicas, presenta un apurado estado del conocimiento de las ánforas béticas, con artículos de referencia debidos en primer lugar a E. García Vargas y D. Bernal. El segundo sitúa el conocimiento de las ánforas bajoimperiales en el nivel científico que venían demandando, partiendo en las hipótesis de trabajo y conclusiones, de la solidez y buen método de las excavaciones practicadas en los alfares referenciados. Ambos trabajos constituyen la mejor síntesis obrada hasta el presente, siendo los resultados especialmente significativos para equilibrar la balanza de conocimientos entre las producciones olearias del valle del Guadalquivir, de conocimiento privilegiado a partir del Testaccio y las producciones béticas de salazones de pescado y vinarias. Las puestas en valor desarrolladas por D. Bernal (2001), han evidenciado la producción de ánforas béticas en el Bajo Imperio entre el s. III y el comienzo del V d. C. especialmente entre Cádiz y Almería. La producción en el s. III, se caracteriza por la perduración de formas de tradición altoimperial (Beltrán II B y Dr. 14 y Puerto Real I y II, Dr. 20 y Dr. 23), la producción de ánforas de fondo plano (Dr. 30), la imitación de formas africanas (Keay IV, V, VI) o galas (Gaul. 4) y la presencia de formas inéditas

(Matagallares I y II, Majuelo I y II, Baelo I, Carteia I), mientras que se manifiestan mayores dudas para el momento final de estos centros, en ausencia de alfares fechados. En la misma reunión la ponencia de J. Remesal (2001) pone al día los importantes proyectos en torno a las ánforas olearias béticas, apoyados sobre todo en el desarrollo del “Corpus de la epigrafía anfórica” y la ingente documentación epigráfica del Testaccio, quedando clara constancia de la falta, todavía, de una excavación in extenso en un complejo productor del Guadalquivir, a pesar de algunas acciones como en Palma del Río (Díaz Trujillo, 1992), Casilla de Malpica (García Vargas, 1998a), el Castillejo (Arva) (Remesal, Revilla, Carreras, 1997) circunstancias que siguen haciendo recaer el peso de la investigación en los tituli picti, los grafitos ante cocturam y los sellos. Otra nutrida serie de comunicaciones puso de relieve, entre otros aspectos, la producción de las ánforas Dres. 7-11 y Haltern 70 en el interior de la Bética en el Guadalquivir (Carreras 2001, 422 ss.) (fig.14). El final de siglo asiste a la aparición de significativos esfuerzos como el Corpus International des timbres amphoriques (Unión Académica International) en el que participa activamente el CEIPAC con monografías en la serie Instrumenta, dirigida por el profesor Remesal, sobre fenómenos comerciales y de difusión de las ánforas Dr. 20, en Cataluña y en Britannia (Berni, 1998; Carreras, Funari 1998), con conclusiones tipológicas que exceden del enunciado de los trabajos (fig. 15) (Berni 1998, 26 ss.). En el capítulo de los corpora epigráficos, cabe reseñar la aportación sobre los materiales de Puerto Real (Pérez López, Alonso, Nuñez 1999, 695 ss.).

Figura 14.- El Lacus Ligustinus centro de producción salsaria y vinaria (seg. Carreras).

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Figura 16.- Terra sigillata hispánica. Taller de Antikaria. Cerámica con decoración burilada (seg. Atencia, Serrano). 2.6.5.- Sigillata. Nuevamente la provincia de Málaga amplía la nómina de centros productores con el hallazgo de productos de desecho y un horno en la Fábrica, Teba (Serrano, Gómez, Castaños 1992), y en Antikaria (Atencia, Serrano 1997) pertenecientes a la segunda mitad del siglo I de C. Se producen dos reuniones científicas significativas en Andújar. Un curso de Arqueología en 1996 (AA. VV. 1998) y una Mesa Redonda en el año 1997 (AA.VV. 1999), que presentan un estado de la cuestión de las producciones de sigillata hispánica, con especiales referencias al gran complejo de Andújar, del que todavía ignoramos el tipo de instalaciones que poseyó, confirmándose el inicio del taller en la época de Tiberio-Claudio (quizás alfareros de origen itálico) y su final a mediados del s. II (Sotomayor 1998; Fernández García 1998; Roca 1998; Sotomayor, Roca, Fernández 1999). También se ponen al día los conocimientos sobre los talleres de las provincias de Málaga y Granada (Serrano Ramos, 1998, 165 ss.; Serrano Ramos, 1999, 137 ss.). Se ha supuesto que los centros de Granada con sus dos fases (Albaicín y Cartuja) y Singilia Barba se ponen en marcha por impulso de Andújar, éstos, con Alameda, Antikaria (fig.16) y la Fábrica estuvieron activos en la 2ª mitad del s. I, cesando a mediados del II por la competencia de la cerámica africana (Serrano 1999, 150). En la misma reunión se ponen de relieve las imitaciones de sigillata o hispánicas precoces en el taller de Peñaflor, a orillas del Guadalquivir (Amores, Keay 1999)

(fig. 17) y se confirma la presencia de restos de hornos. También se constatan las imitaciones de producciones lisas gálicas y africanas y hornadas de ánforas Dr. 20, además de cerámica común de tradición ibérica.

2.6.6-. Común. El trabajo de Lagóstena (1996) en la bahía de Cádiz pone de relieve la frecuente asociación de cerámica común en los hornos de ánforas de salazones, como en La China (morteros, jarras, vasos) y Los Tercios en Puerto de Santa María; Cerro de Ceuta, Villanueva (amplia producción de pondera, imbrices, material de construcción, macetas…), Puente Melchor (terracotas femeninas y cerámica variada), El Gallinero (terracotas femeninas, cerámica común), Olivar de los Valencianos (común de mesa, dolia, construcción), Torrealta B (de mesa, construcción), La Zarza, Cantera Lavalle (dolia) en Puerto Real; Cerro de los Mártires (común de cocina y mesa) en San Fernando. Se confirma la producción de cerámica común en el alfar del Albaicín (Granada) (Serrano 1999, 143), semejante a la de Cartuja y se da una referencia a producciones defectuosas (comunes y de construcción) en la Casería de la Mancha, Antequera (Medianero, Romero 1990), una notable producción de cerámica de cocina en Singilia Barba (Serrano 1998, 176). Tiene lugar también un trabajo de síntesis de Serrano (1994, 227 ss.) en el ámbito de la reunión sobre la cerámica común altoimperial celebrado en Ampurias, en el que presenta un resumen de los alfares conocidos, centrándose en las producciones de la Cartuja, Andújar Torrox y la Depresión de Antequera, definiendo los materiales desde la tipología y la función, resaltando formalmente ciertos rasgos característicos de los talleres béticos (incisiones en el interior de los morteros) y sus fuentes de inspiración y poniendo de relieve la difusión regional de algunos talleres (Andújar) o local (Granada)(fig.18). Se relaciona además el cese en la fabricación de la sigillata en el s. II d. C. con el hundimiento de estos talleres, debido a la competencia norteafricana, aunque las cerámicas bajoimperiales dejan ver la existencia de centros de producción local pendientes de identificación (fig.19). Entre las producciones especiales sobresalen las imitaciones de cerámicas africanas de cocina, presentes de forma importante en Marchena (Sevilla), los Matagallares (Bernal et alli 1998, 335 ss.) y en los talleres antequeranos (Serrano 1997, 219 ss.). Las excavaciones del Tejarillo demuestran la especialización de determinados alfares en materiales de construcción sobre todo y ánforas (Remesal, Revilla, Carrera, Berni 1997). 2.6.7.- Lucernas. La densa actividad cerámica de D. Bernal se centra sobre las lucernas del taller de Andújar (1993a, 207 ss.) y vuelve sobre el centro conocido del Cerro de los Mártires a través de un molde, y de su comparación con pastas anfóricas de la misma procedencia (1995, 147 ss.). Bernal (1993, 210) pone de relieve igualmente el centro de Córdoba (activo desde el s. I

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Figura 17.- Cerámica de imitación de la sigillata de Peñaflor (seg. Martínez). a.C. al I d. C.), que produjo (entre otras) formas Dr. 3, tipo Andújar, Dr. 28 y copias de las firmlanpen padanas (Strobilius) s. I d. C., asociadas a cerámicas comunes y vasos de paredes finas (Mayet XXXVII) (Marfil, Ventura, 1991; Bernal 1990-91, 151). La densidad de la forma Dr. 30B (de disco) en la Bética, ha llevado a plantear su fabricación en dicho territorio (Morillo, 1999, 109). 2.6.8.- Barniz negro. En el alfar de Torrealta, San Fernando (Lagóstena 1996, 113) se produjeron minoritariamente imitaciones de campaniense A, juntamente con modelos de ánforas púnicas (s. II a.C.) y en el Rinconcillo cerámica de barniz negro sin especificar (Fernández Cacho 1997, 173 ss).

2.7.- Los comienzos del tercer milenio. 2.7.1.- El centro de Andujar. Parecen consolidadas las tres fases de actividad de este centro: 1ª (Tiberio-Claudio) con sigillata de prototipos clásicos en el repertorio itálico, influencias de las paredes finas, producción intensa de cerámica ibérica (todavía pendiente de estudio), cerámica común, paredes finas y lucernas; 2ª (flavios) con formas clásicas de sigillata,

abundante cerámica común y disminución de ibérica y paredes finas; 3ª (hasta mediados del s. II) la peor conocida, limitada formalmente. Está claro el papel motor del alfar respecto de los centros granadinos y malagueños (Sotomayor, Roca, Fernández 1999). 2.7.2.- Barniz negro. Únicamente reseñar en la Tabla redonda de Mataró la aportación de Adroher/López (2000, 152) sobre determinadas cerámicas (sin alfares) de Almuñecar, de imitación de la A, en el s. II a. C. y la de Ventura (2000, 185) sobre un taller de barniz negro de pasta gris que debe localizarse en el Bajo Guadalquivir y zona costera del Golfo de Cádiz, según los hallazgos (Itálica, Dos Hermanas, Jerez de la Frontera, Huelva y Cádiz). 2.7.3.- Ánforas. En las ánforas salsarias (fig. 20), destacan dos monografías, la tesis doctoral de L. Lagóstena y el trabajo de R. Etienne y F. Mayet (2002). El primero aborda de forma sistemática las industrias conserveras en Hispania, dedicando un destacado puesto a la información de la Bética y trazando una importante visión diacrónica de los procesos productivos, poniendo de relieve el curso seguido por las instalaciones piscícolas y la relación mutante entre factorías y alfares, resaltando la concentración de la industria en época flavia, un cierto descenso en el siglo II d. C. y la reestructuración en los

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siglos III y IV d. C. hasta los siglos V y VI, con la elaboración de un corpus exhaustivo de estampillas hispánicas relacionadas tipológicamente. En el segundo trabajo, se abordan la salazones hispánicas desde el estudio de las materias primas, los centros de producción de salazones, la tipología anfórica, los talleres de origen y los problemas de difusión y comercialización, presentando un primer corpus de mercatores contenidos en los tituli en posición βEtienne, Mayet 2002, 215 ssasí como un repertorio de los 56 talleres de ánforas localizados hasta la fecha, precisiones que contrastan con la falta de datos fiables desde el punto de vista cronológico, que tienen que tomar como referencia todavía la presencia de contenedores hispánicos en yacimientos externos bien fechados (Martin Kilcher 2003, 69 ss.)(fig. 21). También abordan Etienne y Mayet una síntesis sobre el vino hispánico (2000, 73-92) que en lo relativo a la Bética elimina las formas Dr. 1 C y Dr. 2-4, insistiendo especialmente en las formas Dr. 28 y Ha. 70 como genuinas de esta provincia (Carreras 2003). La incorporación de los resultados producidos recientemente (Lagóstena 1993; id. 1996; García Vargas 1996; Gener et alii 1993; Villaseca, Hiraldo 1991; Villaseca 1997; Bernal 1997b; 1998) permitiría una reconsideración más amplia de los contenedores vinarios béticos. En el terreno de las figlinas olearias, la situación ratifica la carencia de excavaciones integrales de estos complejos mientras que los aspectos comerciales y difusores concretos han visto la luz en la serie Instrumenta, así el proyecto del Testaccio (Blázquez, Remesal 2001, 2003), que cuenta ahora además con la espléndida monográfia de Aguilera (2002). 2.7.4.- Cerámica común. Nuévamente nos ofrece una síntesis actualizada del territorio malacitano Serrano Ramos (2000), que detalla los centros de fabricación atendiendo a los talleres del litoral (Torrox, Málaga, Vélez Málaga), y a los de la Depresión de Antequera, cuya difusión estudia en la Villa de los Castillones (Teba) y la de Manguarra y San José comprobando el carácter localista de la difusión de la sigillata y cerámicas comunes. Pone de relieve la autora la simultaneidad de producciones (ánforas y cerámica común) en la mayoría de los alfares. Los costeros dedicados primordialmente a las salazones y de forma minoritaria a la cerámica común: Torrox, Málaga entre los ríos Guadalmina y Guadalorce (Alcazaba, Carreterías, Puente Carranque, Haza Honda), Huerta del Rincón, Secretario (Fuengirola). Los talleres del interior, que atendieron núcleos urbanos concretos, simultanearon la sigillata con la cerámica común y de construcción, con ciclos de producción distintos (Singilia Barba, Antikaria, Teba y Alameda) y en una tercera vertiente solo se fabricaron cerámicas comunes y de construcción: Casería de la Mancha(Antequera), Cortijo de las Monjas (Campillos), Bobadilla, Las Viñas (Cuevas del Beccero) y Peñarrubia (fig. 22).

Figura 18.- Terra sigillata hispánica. Moldes del alfar del Carmen de la Muralla (Granada) (seg. Serrano Ramos). 2.7.5.- Los materiales de construcción. Siguen siendo en este momento una grave laguna (con las únicas excepciones de Matagallares y Venta del Carmen), a pesar de formar parte muy importante de las producciones de los alfares béticos, especialmente en los del valle del Guadalquivir y normalmente asociados a la producción de ánforas (La Corregidora, Remolino, Las Delicias, Motores de Malpica, Isla de la Liñana, El Portillo, Azanaque-Castillejo, etc., Chic 2001, 53, 67, 80 ss.). Las revisiones de sellos pueden llevarnos a importantes conclusiones, como las derivadas del alfar del Rinconcillo en donde constatamos los mismos sellos en ánforas y ladrillos en experiencia que se prolonga en los hallazgos de Baelo, que permiten identificar al dominus S.C.G. que produjo ladrillos y ánforas de vino y salazones, figurando aislado o a través de uno de sus officinatores, M. Lucretius, como expresa la fórmula conjunta localizada en Baelo: S.C.G. + Op(us) . M. Lucre (Beltrán Lloris 1970, ns. 355, 356).

3.- Claves de lectura. Generalidades. El estado de las investigaciones en la Bética permite afirmar que el horno o complejo alfarero no existe aislado como una entelequia, es un lugar en el que se concentran otras muchas actividades y que se inserta en un territorio concreto, siendo éstas las premisas que permiten su clasificación socioeconómica. En función de su situación y apariencia pueden establecerse diversas clasificaciones dependientes de

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Figura 19.- Alfares de cerámica común y de materiales de construcción. la mayor o menor complejidad de los centros productivos y de las figlinas (asociadas o independientes) de fenómenos, políticos, económicos (tipos de explotación e implantación) y cronológicos. Se han determinado hasta la fecha los siguientes factores a tener en cuenta: 1. En lo relativo a las ánforas, los productos de consumo (aceite, salazones, vino…), cuyas áreas parecen delimitar: un territorio costero ligado a las explotaciones pesqueras y de conservas de pescado, un territorio fluvial en torno al Baetis ligado a la producción olearia, y zonas específicas asociadas a la producción vinaria situadas generalmente en la retrotierra. A pesar de esta especialización, vino y aceite se asocian minoritariamente a los centros de producción alfarera salazoneros. 2. La situación geográfica de los medios de producción, caracterizados por su proximidad a las vías de comunicación o proximidad costera, atendiendo además a la situación natural de los sustratos arcillosos. 3. El tipo de producciones de los centros alfareros.

4. Relación de los centros de producción con los centros de producción de bienes (en el caso de las ánforas) y núcleos urbanos o agropecuarios de los que dependen. 5. La propia estructura tipológica de los centros de producción (modelos de hornos, tipos de figlinae, estructuras asociadas). 6. La evolución en el tiempo de los distintos modelos productivos, desde las implantaciones del siglo I a. de C. hasta la baja romanidad, guiados por la ordenación del territorio y según las formas de dispersión o reagrupación que manifiesten. 7. Las diversas formas de propiedad y gestión de las figlinae, según modelos enunciados, como el de Remesal referente al aceite (1980, 135) con variables, según se sitúen en propiedades privadas (explotadas por su dueño para envasar aceite propio; produciendo envases para si y para otros; desvinculada del fundo produciendo para otros y explotadas: directamente, por intermediario o arrendada a un conductor) o públicas (arrendadas a un conductor o regidas por un procurator dependiente de la administración).

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Figura 20.- Alfares de ánforas de salazones de pescado. Estos factores permiten, en consecuencia, una primera aproximación con modelos, no exhaustivos, entre los que sobresalen: a. “Centros costeros”. Situados para llevar a cabo una salida rápida de los productos. Predominan las ánforas de salazones entre sus producciones, pero se complementan y amortizan las instalaciones fabricando otros productos (cerámicas comunes y materiales de construcción) de forma estacional y para atender necesidades locales, propias o muy inmediatas. Se ligan con puertos comerciales y con vías de comunicación, especialmente marítimas. Pueden ser autónomos (Matagallares) o tener alguna dependencia respecto de un núcleo habitado (Loma de Ceres). Son los puertos de distribución y su conexión con algunas ciudades, los que condicionan en ocasiones las instalaciones, (bahía de Algeciras). b. En la misma línea estratégica se sitúan los hornos de los ríos Guadalquivir y Genil, cuya navegabilidad, accesibilidad y proximidad de los recursos naturales es semejante a la de los situados en la costa. Estas figlinas pueden o no coincidir con el fundus correspondiente.

c. Hay hornos dependientes de villas, destinadas fundamentalmente a la producción vinaria y salazonera (Loma de Ceres, Molvízar, Granada). d. “Centros urbanos”, intramuros, o situados en la inmediata proximidad de determinados núcleos habitados, que pueden abastecer a mercados regionales y especialmente a ciudades como sucede con las figlinas de la depresión de Antequera (sigillata, cerámica comun y materiales de construcción: Singilia Barba, Peñarrubia, Teba) o con los de Granada. No suelen ser de ánforas habitualmente, pero se conocen algunos modelos, como en Cádiz en época temprana (s. I a. C.). 4.- Propuestas. 4.1.- Modelos de alfares autónomos. Parecen destinados a satisfacer tanto la demanda local como la regional, siendo esencial su posición geoestratégica, como los Matagallares (Bernal et alii 1998, 97), en la desembocadura del río Guadalfeo, presto para atender al interior (cerámica común), así como para abastecer a determinados centros de producción de alimentos en un radio de acción determinado. Se explican así, en las ánforas, los grandes centros productores de salazones sin alfares asociados (como Sexi), al igual que el fenómeno inverso.

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Figura 21.- Agrupaciones cronológicas según yacimientos fechados. Recopilación de Martín-Kilcher. Estos centros tienen entre sus producciones habituales los materiales de construcción (a veces en proporción importante) y las cerámicas comunes y además se constatan otras producciones como los vidrios y la cal (Venta del Carmen) (Fuentes 1998, 255 ss.) o las lucernas (Cerro de los Mártires), de modo que estamos ante centros de producción diversificada que en la bahía de Algeciras, p. e., abastecen a Carteia, Iulia Traducta y Portus Albus. En la bahía de Cádiz se observa el paso de la producción en pequeños alfares de villae a una cierta industria cerámica, desligada de las actividades agropecuarias, a mediados del s. I d. C., como sugeriría el Olivar de los Valencianos (Campano 1994, 135 ss.; García Vargas 1998, 228) o el Cerro de los Mártires y Gallineras (San Fernando) (s. I d. C.) (Beltrán Lloris 1977, 104 ss.; García Vargas 1998, 164 ss ). Destaca el establecimiento de Puente Melchor, cerca del mar y en la Vía Augusta, caracterizado por una evidente especialización en la producción cerámica: ánforas de salazón y vinarias, cerámicas comunes, e incluso exvotos de terracota (Pérez López et alii 1996, fig. 5), que coincide con una etapa de crisis en la que sobreviven los talleres mejor situados (García Vargas 1998, 230 ss.). En la Bahía de Algeciras, el Rinconcillo (Bernal 1998b, 21 ss.), produjo mayoritariamente ánforas de salazones de pescado, vino y aceite, además de materiales de construcción

Figura 22.- Morteros béticos (Seg. Serrano Ramos). y cerámicas comunes de autoabastecimiento, pesas de telar, terracotas figuradas (Bernal 1993, 147 ss.), y cerámica de barniz negro, con presencia además de un horno de tapaderas de ánforas (Fernández Cacho 1995, 70, 195; 1997, 173 ss). Venta del Carmen (Augusto-flavios), en la esfera de influencia de Iulia Traducta, produjo envases de salazones y vinarios (Bernal 1998 a, 143 ss), además de materiales de construcción variados (Redondo, Borge 1998, 231 ss.) y un horno de ungüentarios de vidrio (Fuentes 1998, 255 ss; Bernal, 1998c, 399 ss.) elementos que dan idea de la diversificación de las instalaciones, en el momento de mayor auge de la Bahía de Algeciras (Bernal, Lorenzo 2001, 1306 ss.). En la costa de Málaga el complejo de Huerta del Rincón, Torremolinos (Baldomero, Corrales et alii 1997, 147 ss.), presenta hornos y estancías auxiliares propias del alfar en forma de piletas y ámbitos para el tratamiento de arcillas, produciendo desde la etapa altoimperial, ánforas salsarias y de aceite hasta el bajo imperio. Subsidiariamente fabricó cerámica común variada (cuencos decorados, fuentes, morteros, tapaderas, jarras, lebrillos, etc.). 4.2.- Modelos dependientes de Villae. Son modelos productivos de pequeño tamaño dependientes, en el caso de las ánforas, de villas agropecuarias, de producción diversificada (vino, salazones, aceite), como evidencian algunos ejemplos, en la cuenca del río Guadalfeo (Loma de Ceres). Este fenómeno es temprano en villae de Puerto de Santa María (Los Tercios, Las Manoteras) y Puerto Real (Santo Domingo) de Cádiz y se sitúa en la segunda mitad del s. I a. C., de la mano de asentamientos itálicos que producen para consumo propio o bien para la venta (García Vargas 1998, 220), en tendencia que se asienta en el s. I d. C.

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Este modelo de alfar en el que coinciden propietarios de predios como gestores de los alfares, se manifiesta desde el altoimperio (Augusto) tanto en el valle del Guadalquivir como en otros ámbitos. La generalización de las marcas sobre las ánforas evidencia un cambio en la gestión de estos alfares. El grado de independencia de los alfares, respecto de las villae y el trabajo para terceros, depende de la demanda y de las alternativas de la difusión y el estudio epigráfico de las estampillas. Así, el alfar del Olivar de los Valencianos (bahía de Cádiz), dependió de una villa inmediata y fabricó ánforas para terceros, según demuestra el repertorio epigráfico (Campano 1994, 135 ss.; García Vargas 2001, 115), al igual que el alfar de Torrox (Málaga) ( Rodríguez Oliva 1997, 271 ss.). También de explotación agropecuaria y marítima, es la villa de Puente Grande (Los Barrios, Cádiz) (s. I - IV d. C.), con producción de ánforas de salazones (Bernal 2001a, 1311 ss). 4.2.1.- Centros “aceiteros” del valle del Baetis. Estos centros dibujan un complejo en el que las diferentes fases de fabricación, trasvase y exportación de aceite han originado el nacimiento de grandes empresas junto a las orillas del Baetis, en donde se ha producido una importante concentración de medios. Se comprueba como los alfares se sitúan en zonas ricas en arcilla y dependiendo de una villa de forma habitual (Chic 2001, 444 ss.). Algunas de las alfarerías llegaron a tener proporciones enormes (20 hectáreas de la Catria). Entre los escasos centros conocidos el del Tejarillo produjo, desde el siglo II d. C. al Bajo Imperio, ánforas Dr. 23 y Tejarillo I-III, en baterías de hasta cinco hornos (Remesal 1983, 119 ss). El centro de las Delicias de Écija (García Vargas 1998; Sáez et alii, 1997; García Vargas 2001, 92 ss.), asociado a una villa, ha proporcionado un horno, vertederos, almacén y taller del s. I d. C. que fabricó ánforas Dr. 20 y de vino (minoritarias) y material de construcción. En la misma línea el centro de Azanaque (Lora del Río), pertenece a un gran complejo y puerto de embarque, que abrigó la elaboración del aceite, la producción de ánforas, cerámicas de construcción y vajillas comunes (Romo, Vargas 2001, 410 ss.). 4.3.- Modelos de dependencia urbana. Son los alfares peor conocidos, incluso en el resto de Hispania. Debieron ser sistematizados en barrios específicos y hay atisbos de figlinas de ánforas en Cádiz (Calle Javier de Burgos), Puerto de Santa María (C/ Gregorio Marañón), Málaga (Rambla, Mayorga 1997, 61 ss.) y posiblemente en Baelo Claudia (Etienne, Mayet 2002, 65). Determinados talleres de sigillata están en función de una ciudad y de su entorno inmediato: Iliberri (Sotomayor, Sola, Coclan 1984, 18), Singilia Barba, Antikaria, Alameda y Teba.

4.4.- Otros modelos. En ausencia de datos, sobre las paredes finas, por ejemplo, solo cabe recoger las hipótesis generales emitidas sobre este

tipo de talleres, que aluden primordialmente a centros de tipo familiar o medio, por supuesto muy alejados de los centros productores de otras especies y de situación desconocida.

4.5.- Hornos de lucernas. Parece corroborarse la ausencia de oficinas dedicadas en exclusividad a la producción de lucernas (Bernal 1990-91, 155), que según los datos del Rinconcillo, Cerro de los Mártires o Andújar, formarían parte de complejos mayores dedicados subsidiariamente a dichos productos. Su difusión se limita a las zonas vecinas salvo excepciones que se expanden a mayor distancia como las producciones de Andújar que en lo relativo al Valle del Guadalquivir se difunden siguiendo las pautas de la TSH y en el resto de Hispania como mercancía de compañía de otras producciones, tal vez del aceite bético (Morillo 1992; id. 1999, 102).

5.- Bases epigráficas. Su interpretación está en función de la especie cerámica (Beltrán Lloris 1994), siendo los modelos más espectaculares los deducidos de las ánforas por la variedad de formulaciones e información que ofrecen los títuli picti y los sellos. 5.1.- Ánforas. La epigrafía anforaria mantiene diversos niveles. En lo relativo a la forma Dr. 20, ha sido seriada por Rodríguez Almeida (fig. 23) (1993, 95 ss., id. 2001, 1287 ss. fig. 8.). Se trata de la fase de producción del envase (grafitos in ventre, in collo), el sellado nominal del ánfora como control de salida al horno, el control fiscal del ánfora y contenido (tituli picti α, γ, y δ, y la adquisición final por el mercator (y la annona) (tituli picti β). De todos ellos el más complejo por su redacción y elementos, es el δ, control oficial de la mercancía con muy variadas referencias geográficas y onomásticas (Rodríguez Almeida 1972, 125 ss.; id. 1980, 67 ss. ; id. 2001, 1289. Berni 1998, 21 ss.; Remesal 1979, 386 ss). En las ánforas de salazones no son coincidentes los tituli δ y γ, que aluden, respectivamente, a los responsables, productores o propietarios de las oficinas de salazones (Lagóstena 2001, 286 ss., 293 ss., 304 ss.) y a los destinatarios o redistribuidores de las mercancías (Manacorda, 1977, 128 ss.; Etienne, Mayet, 1998, 214.). En posición α determinados apelativos tienen valor onomástico o geográfico (Lagóstena 2001, 288; Martínez Maganto 2001, 1215 ss), como algunas referencias del titulus δ en las Dr. 20 (Rodríguez Almeida 1972, 122 ss. Aguilera 2001, 1235.). Los grabados ante cocturam expresan diversas circunstancias que afectan a la propia estructura del producto y del lugar de fabricación (Rodríguez Almeida 1984, 254; id., 1989-90. 1 ss; id. 1993, 95-106; id. 2001, 1286 ss.; Beltrán Lloris 1994, 181 ss.). Entre los grafitos, los situados en posición invertida en el bajo vientre, (Rodríguez Almeida, 2001, 1287 ss.), se refieren al primer estadio de fabricación, a la rota figulina; con fecha consular y nombres en nominativo, a los que corresponden los verbos fecit y scripsit; finalmente el grafito inciso in collo responde por su carácter numeral a una sección determinada de la figlina.

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Figura 23.- Esquema interpretativo de la epigrafía sobre las ánforas Dr. 20 (seg. Rodríguez Almeida).

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En lo relativo a los sellos, son varias las interpretaciones atendiendo a la identificación con los propietarios agrícolas productores de los contenidos, o bien con los propietarios de las figlinae productoras de los envases (Colls, Etienne et alii 1977, p. 27, nota 30) e incluso simples comerciantes de envases (Chic 2001). Para Remesal los sellos sobre las ánforas Dr. 20 identifican al propietario del aceite en su calidad de productor-exportador o de comprador-exportador (Remesal 1980). Para Rodríguez Almeida se trata además del control de la cocción en el horno así como en el portus o zona de almacenamiento (Rodríguez Almeida 2001, 1288). Las posibilidades que expresan los sellos son distintas, atendiendo a su morfología y variedad epigráfica, que modulan diversas fórmulas internas, según distintos niveles sociales, desde domini o institores (Di Porto 1985; Manacorda 1985; Sáez 2001) (14 formulaciones distintas, desde un nomen, duo nomina, duo nomina + figlina, tria nomina, dominus + officinator, asociaciones, figlinas, etc.), officinatores (pueden ser esclavos) y posibles referencias a libertos. Las fórmulas usadas transparentan diversas modalidades de trabajo que se reflejaron en la organización de los centros productores y en función de los tipos anfóricos. Los sellos en los envases indican un proceso variado de estructura económica, no siempre fácil de explicar, con una etapa anepígrafa prácticamente generalizada más allá del s. IV de la Era (Beltrán Lloris 1994, 176 ss., Berni 1996, 311 ss). 5.2.- Otras cerámicas. En la sigillata la información es mucho más reducida. En Andújar (con 46 oficinas) se constata la presencia de nomina (13%), duo nomina (38%) y tria nomina (47%), como síntoma según Roca (1976, 102) de relación con productores tardoitálicos, con ausencia de cognomina griegos y exclusión por lo tanto de condiciones serviles (Mayet 1984, 44). Son por lo tanto personajes a identificar, domini o institores. De ellos destaca, en la primera generación, M. Satrus Montanus, un gran productor que dispone de vasos decorados y que parece alquilar su horno a productores menores (Quartio y Titi Oppi) (Sotomayor 1977, 22; Roca 1998). Las oficinas compraban los punzones y solo unas cuantas fabricaron formas decoradas (CVDAS, M.S.M., Q.S.P.). Solo se conoce una asociación de tres productores (EX.OF.M.S.M., C.P.F., y M.T.F) (Sotomayor 1977, 17; Mayet 1984, 217), vestigios que permiten atisbar sobre las formas de gestión y producción del taller de Andújar. En la primera generación, de jerarquización de talleres, intervienen officinatores libres con un nivel organizativo alto y capacidad de producción, servida en su difusión de largo alcance por el Guadalquivir. Las oficinas de la segunda fase, flavia (la de máxima expansión) solo fabrican cerámicas lisas, sin indicios de jerarquización y con simplificación del repertorio formal (Roca 1998, 117), como se aprecia también en otras familias cerámicas (ánforas). La dependencia de Granada (en sus dos fases) parece clara según el uso de punzones (de M.S.M. y QVARTIO) y moldes de Andujar (Serrano 1999, 142).

Menos expresivas son las informaciones de las reducidas producciones de lucernas, que nos llevan igualmente a los tria nomina de la bahía de Cádiz. El resto de las cerámicas no ofrece información salvo las consideraciones generales deducidas de otros ámbitos extrabéticos, que aunque ayudarían ahora, nos alejarían de nuestro propósito. Así las cosas conviene detallar varias interrogantes: 1.¿ Cual es el proceso de estampillado de las cerámicas, agrupadas por centros alfareros para observar su dinámica a lo largo del tiempo?, 2. ¿Cuáles son los momentos de máximo estampillado?, 3.¿ Cuando disminuyen o desaparecen los sellos?, 4.¿Cómo se relaciona dicho fenómeno con la mayor o menor complejidad tipológica de los recipientes?, 5.¿Qué variedad de estampillas pertenecientes a distintos individuos se aprecia por cada horno estudiado ? ¿ Cómo se explica este fenómeno cronológicamente? 6.- Líneas de desarrollo cronológico. Desde las ánforas, hay una base de tradición púnica que subyace a determinados territorios, como muestra el centro de Pery Junquera (San Fernando) (s. II a. C.), sobre el que incide el mundo romano, culminando el proceso de tránsito en la época tardorrepublicana. La bahía de Cádiz, oscila desde los centros iniciales (final del s. I a. C.) asociados a las villae hasta los centros industriales en pleno funcionamiento a mediados del siglo I d. C., el floruit económico de la Bética. En la Bahía de Algeciras, los centros mejor documentados, el Rinconcillo y las Ventas del Carmen cesan a mediados o finales del s. I , siendo una incógnita los alfares del siglo II d. C. (Bernal 1998b, 37), que se ha explicado como la individualización de un modelo de taller flavio-antonino (Lagóstena 2001, 281 ss.), siendo la tipología anfórica un indicio de la mayor o menor complejidad y atomización de los centros productores. Según García Vargas (2001, 119 ss.), a la (relativa) variedad inicial sucede en la segunda mitad del siglo I d. C. una mayor estandarización en los tipos de ánforas, que se ha interpretado como un proceso creciente de mayor “industrialización” (intervención de la Annona, incremento de sellos desde el s. II). Según conclusiones de Bernal, en la costa granadina, observamos una evidente prosperidad entre los siglos I y III d. C., con un momento de especial intensidad en el siglo III con figlinae normalmente activas hasta el siglo IV d. C. Durante el siglo III d. C. en la costa bética salazonera, se ha señalado un cierto continuismo bajo mínimos históricos, con diversas fluctuaciones (Lagóstena 2001, 317), en ritmos productivos que se recuperan en el s. IV, en muchos casos impulsados por núcleos urbanos de enorme potencia, como Malaca. Esta continuidad se constata en el siglo V d. C. según los contextos arqueológicos de determinadas factorías (Onuba, Gades, Baelo, etc.) y con un cierto continuismo sin niveles de intensidad en la VI centuria (Lagóstena 2001, 331 ss.).

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En lo relativo al ánfora Dr. 20, los hallazgos permiten interpretar que los propietarios de determinados dominios producían en pequeños alfares para sus propias necesidades, acompañándose de un comercio exportador reducido (primera mitad del s. I d. C.). Desde los flavios la intensa difusión del aceite bético, provocó un enorme incremento de la producción, con la conversión de determinados centros en auténticos talleres (Las Delicias, Casilla de Malpica, etc.). Se ha anotado por Chic que a mediados del siglo II d. C., está produciendo el 75% de los alfares del valle medio del Guadalquivir, mientras que a mediados del III d. C., es solo el 55%, circunstancias que dejan ver la concentración de la propiedad y el intervencionismo estatal. Estos grandes centros parecen desvincularse a nivel de gestión, de la actividad de los fundi correspondientes. Las producciones de sigillata y cerámicas comunes de mesa de Andújar se estructuran en tres fases (Tiberio-Claudio, flavios, s. I-II). Sus estímulos ponen en marcha los talleres de Granada y los malagueños, cuyo periodo de vida corresponde a la segunda mitad del s. I, cesando en el s. II debido a la concurrencia de las cerámicas africanas, que provocarán las producciones locales de imitación en determinados alfares del Guadalquivir y costas granadina y malagueña. Para el restos de las producciones béticas faltan elementos decisorios (lucernas, paredes finas, etc.). 7.- Tipologías arquitectónicas. Entre los diversos elementos que caracterizan la existencia de una figlina, son los hornos las estructuras mejor identificadas y las que han despertado mayor interés entre los investigadores (Sotomayor 1997; Fernández Cacho 1995, 70 ss.; Lagóstena 1996, 150). 7.1.- Hornos principales (fig. 24). La tipología establecida sigue girando en torno a modelos en cuyos antecedentes intervienen tradiciones prerromanas (Etienne, Mayet 2002, 152 ss.; Baena 1997, 98 ss.; De Frutos et alii 2000, 37 ss.) y cuya seriación cronológica y dependencia todavía no se ha establecido de forma clara, aunque determinados modelos de planta circular se mantienen hasta el Bajo Imperio (García Vargas, 2001, 95, fig. 12). Las dos formas generales siguen establecidas en torno a la cámara de combustión circular o elíptica (Cuomo 1971-72, tipo I; Sotomayor 1997, tipo 1) o de planta cuadrada/rectangular (Cuomo tipo II; Sotomayor tipo 2). Entre las formas dedicadas a las ánforas y material secundario (común y construcción) sobresalen: el tipo circular de pilar central (Ia) (Fuengirola y Málaga) de columna central y arcos radiales (variante Ia´) frecuente en las bahías de Cádiz (Lagóstena 1996, 146) y Algeciras (Loma de Chorrillo, Vejer de la Frontera, Puente Melchor, Venta del Carmen, etc.); el horno circular de arcos paralelos (tipo Id, Ie), además de la Lusitania, se documenta (ánforas y cerámica común) en la Bética oriental en Málaga (Faro de Torrox, Almayate Bajo, Torre del Mar, Peñarrubia) y en algún caso en el ámbito gaditano (Puente Melchor), en donde la fórmula puede ser ciertamente antigua (Pery Junquera, San Fernando (González Toraya et alii 2001, 175 ss.); otra variante mantiene columna central y bóveda anular (similis

Figura 24.- Modelos de hornos de Puerto Real (A), Jerez de la Frontera (B) y el Rinconcillo de Algeciras (C) y reconstrucción del alfar de las Cinco Llagas de Sevilla (seg. García Vargas). Ia) en los hornos de ánforas Dr. 20 de Almodóvar del Río (de la Peña 1967, B, C, E), Alcotrista, etc.. Destinados a la sigillata y producciones secundarias son: el tipo de pilastra central (Ia, 1.1) de Andújar (4 hornos), el tipo circular de corredor central (Id ), según el horno 10 de la Cartuja (Granada) y otro de Teba, y de planta cuadrada y corredor central (IIb, 2.1) de Granada y Peñarrubia, con la variante de doble corredor (IId, 2.2) en Granada. A la cerámica común se dedicaron estructuras de forma Ib (Huerta del Rincón, Torremolinos y Marchena, Sevilla) (fig.25) y IIb (Bobadilla y Peñarrubia, Málaga) y a las tejas y ladrillos, estructuras rectangulares (Cruz Verde. Brenes) (Ponsich 1974, 108). Los sistemas de producción solían asociar grupos o baterías de hornos en función de las producciones y sus ciclos, sobre todo en el caso de las ánforas (cinco del Tejarillo, y el Hospital de las Cinco Llagas, series de Arva, baterías del Cerro de los Mártires, etc.). 7.2.- Hornos secundarios. Se localizan estructuras de hornos de pequeñas dimensiones asociadas a producciones secundarias de los centros alfareros, como la de tapaderas del Rinconcillo de Algeciras.

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7.3.- Otros ámbitos constructivos y producciones secundarias. Además de las estancias de significado confuso se han identificado espacios singulares en estos complejos: alojamientos de trabajadores (Casilla de Malpica) (Remesal 2001, 385; Chic 2001, 115), estancias con pasillo comunicado con el horno (Puerto Real, Gallinero) (Campano, 1994, 136), estancias vestibulares respecto de los hornos (Venta del Carmen, Hospital de las Cinco Llagas) (Bernal, Lorenzo, 105 ss.; García Vargas 2001, fig. 38), almacenes (Huerta del Rincón, Matagallares) (Baldomero, Corrales et alii 1997, 149, fig. 2A), lotes de ánforas reservadas (Villanueva) (García Vargas 1999), silos de arcillas (Azanaque) (Romo, Vargas 2001, 408 y 410), piletas de decantación y elaboración de arcillas (Huerta del Rincón, Azanaque) (Baldomero, Corrales et alii 1997, 149, 150, figs. 2E, 3 I), superficies de secado (Azanaque, Olivar de los Valencianos) (Romo, Vargas 2001, 409; Chic 2001, 140), estructuras relacionadas con el suministro hidráulico (Huerta del Rincón, Venta del Carmen) (Bernal, Sánchez 1998, 121 ss.; Baldomero, Corrales et alii 1997, 149, fig. 2E; Romo, Vargas 2001, 409; García Vargas, Lavado 1995, 217; Jiménez Cisneros 1971, 143 ss.; Lazarich et alii 2001, 207), espacios para el torneado de piezas (Baldomero, Corrales et alii 1997, 150), algunos con rueda de alfarero como en el Castillejo (Chic 2001, 226), vertederos (Bernal, Sánchez 1998, 145), almazaras (Azanaque) (Romo, Vargas Jiménez 2001, 409 ss.; Chic 2001, 213), depósitos para el aceite prensado (Chic 2001, 53) y otras producciones cerámicas, además del utillaje alfarero. 8. Algunas necesidades. Para concluir, se pueden señalar algunas necesidades: a. El estudio intensivo de las estructuras identificadas como complejos alfareros, ahondando no solo en los hornos como tales, sino en todos los establecimientos o formas arquitectónicas secundarias. b. Excavaciones en los alfares cuyo contexto estratigráfico, permita seriaciones cronológicas fiables, independientemente de la propia cronología cerámica. El vacío es acuciante en lo referente a los centros olearios del Betis y a los alfares de los siglos tardíos (ss. IV y V ante todo). c. La caracterización petrológica exhaustiva por centros de producción corroborada por análisis químicos. d. El estudio macroeconómico de todos los hallazgos, determinando las producciones principales y las secundarias de las figlinas y detallando cronologicamente los ciclos productivos de las distintas especies (ánforas, sigillata, cerámicas de cocina y mixta, materiales de construcción…) que deben obedecer a estímulos diversos. e. Cartas de distribución por alfares y producciones para discernir y clasificar los centros desde el punto de vista local (cerámicas comunes sigillata malagueña), regional o de gran difusión (sigillata de Andújar) o transmarino (aceite, salazones).

Figura 25.- Horno de cerámica común de Marchena (Sevilla) (seg. Romero Moragas). f. El estudio conjunto y exhaustivo de la epigrafía asociada a cada de las producciones de los centros productores, para diseñar la trayectoria económica y las fórmulas de producción ensayadas a lo largo de su historia. g. Una mejor definición y estudio de las producciones de cerámicas comúnes y de construcción de los hornos del Guadalquivir, constatadas superficialmente en numerosos puntos. h. El estudio comparado entre las producciones agrícolas y piscícolas y las alfareras, para determinar el grado de concordancia y dependencia entre ambos, como el abandono salazonero a finales del s. I de la Era, al que parece corresponder determinados centros productores de ánforas. i. La comparación entre los contextos lusitanos y béticos para entender la competencia entre ambos territorios salazoneros y el auge o declive de algunos en función de la ascensión lusitana que parece dibujarse en determinados momentos. j. El estudio sistemático de los procesos de producción anfórica en época julioclaudia, la concentración industrial y tipológica de la etapa flavia, así como la indefinición que parece afectar a los envases a finales del siglo II d. C. k. El proceso productivo de los talleres de sigillata y cerámica común de Andújar, Granada y Málaga y su cese en el s. II como consecuencia de la concurrencia de producciones africanas. l. Estudio detenido de los procesos de estandarización de formas (sigillatas, ánforas, desaparición de paredes finas…)

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en la etapa flavia, coincidentes con un fenómeno de concentración y cambios en la gestión y difusión de los productos. m. Entre las carencias, falta la localización de numerosos productos tenidos como béticos, sin alfares hasta la fecha: Paredes finas, atribuidas al Golfo de Cádiz y a Córdoba, (formas Mayet XXXIV y XXXVI-XL especialmente); lucernas de Cádiz, Córdoba e Italica. 9.- Bibliografía. AA.VV. (1983): “Terra Sigillata Hispánica”, Bol. M.A.N., 1-2, Madrid. AA.VV. (1997): Figlinae Malacitanae. La producción cerámica romana en los territorios malacitanos, Málaga. AA.VV. (1998): Terra Sigillata Hispánica. Estado actual de la Investigación, Jaén. AA.VV. (1999): Terra Sigillata Hispánica. Centros de fabricación y producciones altoimperiales, Málaga. AA.VV. (2001): Congreso Internacional. Ex baeticae Amphorae. Conservas, aceite y vino de la Bética en el Imperio Romano, Sevilla – Écija, 17 al 20 de diciembre de 1998, (IV vols.). ADROHER AUROUX, A.M., LÓPEZ MARCOS, A. (2000): “Contexto de barniz negro en la Alta Andalucía entre los siglos II y I a.C.”, La ceràmica de vernís negre dels segles II i I a. C. : Centres productors mediterranis i comercialització a la Peninsula ibèrica, (Ampurias 4 i 5 de junio de 1998), Mataró, pp. 149-176. AGUILERA MARTÍN, A. (2001): Los tituli picti ddel convento astigitano en el primer tercio del s. III d.C.”, Ex Baeticae Amphorae, IV, Écija, pp. 1231-1240. ALARCAO, J., MAYET, F. (1990): As Ânforas romanas. Tipologia: Produçao. Comercio, París. ALONSO VILLALOBOS, C., (1987): “Prospección para la localización de yacimientos de producción anfórica de época romana. Cádiz”, A.A.A. 1986, tomo II, pp. 97-105. AMARÉ TAFALLA, M.T. (1988-89): “Notas sobre un posible taller de lucernas romanas en Córdoba”, Ifigea, 5-6, pp. 103-115. AMORES CARRIAZO, F., KEAY, S. (1999): “Producciones tipo Peñaflor”, Terra sigillata hispánica. Centros de fabricación y producciones altoimperiales, Málaga, pp. 235-252. ARTEAGA, O. (1982) "Die römischen öfen von Manganeto bei Torre del Mar (Málaga)", MM, 23, pp. 234-246. ARTEAGA, O. (1984): "Zur stratigraphischen entwicklung der punischen und römischen amphoren auf dem Cerro del Mar (Málaga)", MM, 25, pp. 34-71. ARTEAGA, O. (1985): "Los hornos romanos del Manganeto, Almayate Bajo (Málaga). Informe preliminar", NAH ,23, pp. 177-197. BAENA DEL ALCÁZAR, L. (1997): “Arquitectura y tipología de los hornos romanos malacitanos”, AA.VV., 1997, pp. 95-106. BALDOMERO NAVARRO, A., SERRANO RAMOS, E. (1991): “Notas sobre la producción de ánforas en la Huerta del Rincón (Torremolinos, Málaga)”, Baetica, 13, pp. 149-154. BALDOMERO, A., CORRALES, P. ET ALII (1997): “El alfar romano de la Huerta del Rincón: síntesis tipológica y momentos de producción”, AA.VV., 1997, pp. 147-176. BELTRÁN FORTES, J., MORA SERRANO, B. (1982): “Tipología de los productos cerámicos del alfar romano de Torrox-Costa (Málaga)”, I Congreso andaluz de Estudios Clásicos”, Jaén, pp. 149-155. BELTRÁN LLORIS, M. (1970): Las ánforas romanas en España, Monografías Arqueológicas, n. 8, Zaragoza. BELTRÁN LLORIS, M. (1977): "Problemas en torno al concepto histórico-geográfico que recubre la noción de tipo. Aportaciones a la tipología de las ánforas béticas", Méthodes classiques et

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Alfares y hornos romanos en Andalucía. Historiografía de la investigación y claves de lectura

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Miguel Beltrán Lloris

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