Aldo Pellegrini: La soledad del ArtistaSi te gusta innovarhttp://www.taringa.net/empleos/En Taringa! Hay proyectos para vos.Click aquAldoPellegrini. La soledad del Artista, uno de los ensayos en su libro "Para contribuir a la confusin general", Buenos Aires: Nueva Visin (1965)

AldoPellegrini (Rosario (Santa Fe) 1903 1973), poeta, ensayista y crtico de arte argentino.Dos aos despus de la publicacin del Primer manifiesto surrealista de Andr Breton en 1924, funda junto a Marino Cassano, Elas Piterbarg y David Sussman el primer grupo surrealista de Sudamrica en Argentina, que desemboca en la publicacin de dos nmeros de la revista Que en 1928. Particip en la creacin y edicin de las revistas Ciclo,Letra y Lnea,A partir de cero. Su importante obra potica fue reunida en un volumen bajo el ttulo La valija de fuego, publicada por la Editorial Argonauta en 2001. En el terreno de las artes plsticas desarroll asimismo una destacada labor como terico e infatigable portavoz de los primeros artistas abstractos de la Argentina, publicando innumerables artculos en revistas especializadas de arte. En 1967 organiz en el Instituto Di Tella la importante muestra Surrealismo en la Argentina

ALDOPELLEGRINILa soledad del artista

.El tema de la soledad del artista no es nuevo, quizs, hasta est un poco envejecido, y despida cierto tufo a romanticismo, haciendo sonrer imperceptiblemente a aquellas personas que han logrado colocarse ms all de todo. No hay duda de que el romanticismo, al afirmar la existencia del individuo, actualiz el problema y lo populariz en cierto modo. Pero la soledad del artista es tan vieja como el mundo: No fueron solitarios Dante o Shakespeare?. Habra que decir ms bien que la soledad del hombre es tan vieja como el mundo. Pero hoy, en este estupendo mundo en que vivimos, el problema de la soledad ha adquirido proporciones gigantescas. Ya no se trata de literatura: se trata pura y concretamente de soledad, de decantada, cristalina, slida e impenetrable soledad.El fenmeno de la soledad parece inherente al hombre desde el momento en que se multiplica, y a mi juicio responde a una ley matemtica. A medida que crece el nmero de hombres que viven en comn crece la soledad de cada uno de ellos en particular. Se trata de una relacin inversamente proporcional: donde hay diez hombres la soledad es mayor que donde hay tres. Por eso es tan pavorosa la soledad en el mundo moderno.Y podra decirse que esta relacin tambin depende la distancia: a medida que ms juntos estn los hombres, ms crece la soledad de cada uno. Mientras menos apiados estn, las probabilidades de estar solos, son menores. Qu mayor soledad que la que existe en los departamentos modernos? Cientos de personas viven all codo a codo como extraos. El campesino no es, en general un solitario y s lo es el hombre de las grandes urbes. Ni siquiera el ermitao es solitario, es simplemente un hombre aislado. Soledad y aislamiento son dos cosas absolutamente distintas y hasta cierto punto opuestas. Y la razn est en que la soledad es un suplicio de Tntalo: el hombre tiene a los otros hombres prximos, los mira, los ve, oye sus voces, desea acercarse, pero cuando lo intenta cae en la cuenta de que lo separa una slida e impenetrable muralla de cristal y que las voces que oye slo son un murmullo, no dicen nada. Y su hambre de acercamiento crece monstruosamente ante aquellos otros seres que estn tan prximos, casi al alcance de su mano. Ese es el suplicio de Tntalo de la sociedad moderna y ello explica la diferencia fundamental entre la soledad y el aislamiento.Por qu razones el artista, que parece destinado a concitar inters a su alrededor, slo provoca malestar y alejamiento? Casi podra decirse que la piedra de toque del verdadero artista estara dada por la rapidez con que el hombre normal le hace el vaco. Aunque el artista trate de pasar inadvertido suscita inmediatamente la desconfianza de ese hombre normal, desconfianza que rpidamente toma caracteres de la malevolencia y el rencor.En el panorama general de la incomunicacin social, al artista le toca la parte del len. Lo que podra llamarse su convivencia con el ambiente es mala, directamente desastrosa. En ese ambiente creado para el hombre comn, todos son indulgentes entre s, todo se lo perdonan mutuamente, todo se lo justifican, pero lo que no justifican de ningn modo es al artista. Este es una presencia perturbadora: para el hombre normal es el individuo de los excesos. Es cierto, el artista es el hombre de los curiosos excesos, de los exasperantes excesos, porque en l se dan simultneamente y en toda su demasa los estados opuestos: el exceso de silencio junto con el exceso de expresin, el exceso de generosidad con el exceso de egosmo, el exceso de altivez con el exceso de humildad, el exceso de seguridad con el exceso de desamparo, el exceso de pasin con el exceso de renunciacin, el exceso de amor con el exceso de desamor. Para el hombre normal ese tipo de exceso constituye la marca del desorden, para el artista significa la seal de un vivir humano en plenitud. Sin lugar a dudas el hombre medio no es capaz de ningn tipo de exceso, todo lo vive en muy reducida escala; as vive sumergido en una abyeccin descolorida ( y por eso mismo doblemente abyecta) sustituye la generosidad por el trueque de favores ( y as logra suprimir aparentemente el egosmo), sustituye la altivez, que es spera e hiriente, por la vanidad, que es roma y chata; sustituye la pasin por la avidez y la codicia, y como es incapaz de amor, desconoce el desamor, con lo que el lugar que corresponde a ellos queda mondo y vaco para llenarlo con lo que menos le disgusta, desde un vnculo matrimonial, hasta el t de las cinco, desde los amigos de caf, hasta las cenas de homenaje. Todos estos sentimientos descoloridos estn servidos con la ms exquisita pulcritud, de modo tal que adquieren todo el aspecto de virtudes, de virtudes tambin descoloridas; porque hay una sola virtud verdadera: la grandeza de alma, y esta s la posee el artista autntico. Pero no hay que ser totalmente injustos con el hombre normal: es capaz de sentimientos intensos, pero slo en una direccin: es muy propenso al exceso de odio y resentimiento, entindase bien que llamo hombre normal no a la gran masa de humildes, oprimidos y descastados, sino a aquellos que tienen una participacin activa en la conduccin de la sociedad, a aquellos que forman la opinin e imponen normas.Esta desmesura en los sentimientos coloca al poeta, como al criminal, fuera de la ley. Se lo acusa de locura o estupidez. Es el idiota que no comprende la vida: la vida que para el comn de los hombres significa desgarrarse las carnes a dentelladas para conquistar el dinero con miras a obtener el poder, o para conquistar el poder con miras a obtener dinero. El artista pregona una riqueza intil, la riqueza del espritu. Busca en la vida un sentido que no es el de la vida prctica. Se convierte a su vez en testigo acusador de la realidad trivial, de la existencia sin sentido. El artista ofrece un mundo de valores distintos, los valores que surgen del vivir con autenticidad. El artista afirma su ser, y al afirmarlo, solo conquista la soledad, en un mundo de hombres que tienden a aniquilar su ser, disolvindose en la masa, en grupo-masa que responden slo a rtulos vacos. El hombre comn rehuye el problema de la soledad adoptando la vida vegetativa de las amebas; vive muerto.En esta actitud de distanciamiento con su medio, el artista llega a una situacin tal de desamparo en que se ve obligado a decir como Pessoa: Nada me une a nada.Tal es la posicin del artista en el rea del hombre comn. Pero se dir: tiene a sus hermanos de sangre, los otros artistas. Nadie podr describir en forma aproximada la intensidad de sentimientos que abarcan el odio, el resentimiento, la envidia, la indiferencia, abundantemente condimentados por la intriga, la calumnia, la deslealtad, la vileza, el despecho, la degradacin, el saqueo, la estafa, que esos llamados hermanos de sangre tienen hacia un artista autntico. En este caso especial suele despertar de un modo prodigioso la imaginacin de estos hermanos de sangre, y entonces realizan una verdadera multiplicacin de los pecados capitales, que como milagro no queda a la zaga de la multiplicacin de los panes. Por eso el artista est todava ms solo entre los falsos artistas. Estos ltimos forman una multitud desesperada en busca del xito: se patean, se codean, se empujan, pero en definitiva se unen y se apoyan para defenderse del artista autntico, porque ellos tambin tienen derecho a la vida. Y por ese derecho a la vida lanzan baratijas para consumo de los idiotas: cantidades innumerables de cuadros, poemas, novelas, teatro, que llegan por montaas, por toneladas, en medio de un alboroto de aplausos, exclamaciones, admiradoras radiantes de felicidad que se levantan las faldas para ofrecer su nico don; y el xito, la fama, los altavoces, los titulares, los afiches; los espectadores y los lectores mueren de un placer exquisito, y resucitan y vuelven a morir; las adolescentes agonizan en brazos de sus madres, oh agona del goce! Agobiado por tanto placer entran ganas de pedir: Por favor slo un segundo de respiro! Pero no: la inmersin, la asfixia en un torrente de deleites intelectuales, y nuevas toneladas de libros, de cuadros, hasta ya no poder ms. Y entonces llega la industrializacin de tan suculentos artculos de goce, con su cohorte de editores, productores, marchands, crticos, vendedores, promotores, sus investigadores de mercado, y la publicidad, la enorme, seductora y alucinante publicidad, que lleva de la mano al hipnotizado consumidor hasta esas quintaesencias del placer. Y entre los mercaderes del xito y especuladores de la falsificacin, el artista est solo; no, no est solo: lo empujan, lo patean, lo sacuden, lo chocan, lo derriban, en su desesperada carrera, aquellos que acuden sofocados a la distribucin de premios, medallas, honores, pauelos de seda, todo en un escenario sembrado de ramos de flores delicadamente envueltas en celofn, que rpidamente se vuelven malolientes, y de vaginas que aspiran a compartir la fama (el delicioso gusto amargo de la fama); y algo ms all la madre grita: Oh, tengo un hijo genial!, y el padre es tan dichoso que slo le queda la salida del suicidio, y naturalmente se suicida, porque no hay nada como la procreacin para crear un desmesurado sentimiento de culpa. Despus de esa gran aventura slo quedan pequeos plagios y algunos jirones de retrica. Y acaso no basta? No queda tambin despus del amor, del ms grande amor, un poco de ceniza?Pero volviendo a un terreno menos agitado, nos encontramos con el solitario que ha sido escupido, vejado y derribado, y su cabeza minuciosamente pisoteada, porque hay que decir la verdad, lo han reconocido y lo han apartado de modo harto eficiente. De todo este acontecimiento, el solitario slo conserva una gran fatiga y un sueo, un inmenso sueo. Qu ha pasado? El solitario no comprende nada. Acaso su vida difiere de los otros? No come, bebe, se emborracha, fornica, fuma, juega a los naipes, sufre de gripe y de clicos, cruza calles, se fractura, se baa en sudor, se baa en agua, toma vitaminas, purgantes etc? La misma jornada de todos. Pero su tiempo es otro; su tiempo de minutos infinitos, distintos, densos o fugaces, dilatados o sobrios, hrridos o resplandecientes, o hirientes, espinosos, clidos. En todos esos minutos hay una partcula de un ingrediente secreto: una partcula de eternidad.Es la gratuidad del arte, su absoluta inutilidad lo que constituye una afrenta para la mente comn. Pero en esa inutilidad reside precisamente su importancia. Es tan intil como el amor. Y el argumento de que no sirve para los fines prcticos de la vida, no queda sino rebatirlo con la aclaracin de que no sirve para vivir, justamente porque es la vida misma. Arte y vida son trminos ligados. El arte es un modo de manifestarse la vida, sin el cual queda mutilada. Pero ni lerdo ni perezoso, el hombre comn ha sabido convertir el arte en mercadera, en valor cotizable en el mercado; le dio un precio a la inutilidad. Y al mismo tiempo que le daba un precio lo perverta. Los mercaderes de obras de arte, los productores de libros: en qu medida promueven la labor del artista? En qu sutil medida, acaso, no van carcomiendo el espritu del artista, no lo despojan de su autenticidad?Hay otro motivo para la soledad. El artista penetra en las comarcas inexploradas, en esa selva virgen del espritu donde habitan los ms terribles engendros del terror y de la angustia. Es la zona de todos los riesgos. All nadie lo acompaa. Est solo con su delirante empeo de penetrar en lo ms profundo, en lo ms denso, en alcanzar lo ms distante, lo inalcanzable. As penetra en la comarca del amor hasta su ltimo lmite para descubrir su apasionante misterio., all donde el placer fsico y la uncin religiosa se encuentran, all donde se produce la metamorfosis de la carne en espritu, all donde el amor aparece como principio y fundamento de todas las cosas, y la ley nica que preside a todos los movimientos posibles.Esta exploracin por territorios nunca transitados es la que rehuye el hombre comn. El artista es un exiliado ms all de las fronteras de una vida social. Ya no se trata de ser pisoteado, se trata de algo ms grave: nadie lo acompaa. Pero el artista no tiene vocacin de soledad, todo lo contrario: tiene la vocacin del amor, y ese amor se vuelca hacia el universo entero, y en primer trmino hacia los otros hombres, hacia todos los hombres. No ve en ellos maldad, sino simplemente desamparo. Los ve ms terriblemente solitarios que l mismo, en medio de su bullicio y de su simulada alegra, y los ve ms solitarios porque ignoran serlo, con lo que su soledad no tiene salida, creando esa angustia y ese malestar que desemboca en la agresividad y en el odio. Ama a los hombres, y para ellos es su mensaje, no para s mismo, nunca para s mismo; pero los hombres lo rechazan, porque quieren ignorarlo todo, porque tienen miedo al pnico de una revelacin que los dejara tocando la nada con dedos que tiemblan.Siempre hablo del arte en funcin de su contenido potico, y este contenido es el que impulsa al artista hasta el ltimo lmite. Lo potico es esa mano que no tiembla y atraviesa el plomo. La poesa desintegra lo compacto, tiene el cido irresistible que corroe las convenciones, que pone en evidencia la fragilidad de lo falso. La poesa es la mquina infernal que hace explosin en medio del letargo de un mundo sin sentido. Porque la poesa no tiene por objeto la bsqueda de una belleza serena y esttica, slo tiene por objeto la creacin de esa mquina explosiva, la mquina que pretende arrancar al hombre de su letargo. Un verdadero poema debe transformar al lector que lo comprenda. Despus de entrar en contacto con el poema, ese lector ya no ser el mismo hombre.El artista no se representa a s mismo en su obra, sino al hombre en s, a todo hombre. El pronombre que usa no es yo, sino nosotros. Representa al hombre cabal que hay en el interior de cada uno de nosotros, aunque lo neguemos; representa la rebelin de ese hombre sumergido en un mundo de mentiras, en el que se predica la libertad para ofrecer la esclavitud, en el que se predica el amor para ofrecer el odio.Por eso la poesa tiene que ser extraa, difcil e hiriente. Pero por sobre todo tiene que ser inmaculada. Qu ninguna mano sucia se pose sobre ella! Ninguna mano sucia, entindase bien. Puede soportar la risa, la sorna, el ms estpido gesto de incomprensin, pero ni el ms mnimo contacto con una mano sucia. Y es una misin fundamental en el poeta mantener alejada su obra de esa mano, llmese el que la lleve crtico, poeta, amigo o transente.Sobre el mundo de la simetra y el orden el artista construye el magnfico imperio del desorden. Y hay desorden hasta en la obra de Mondrian, pues, qu otra cosa sino desorden puede provocar una obra que aparta al hombre de la rutina cotidiana para lanzarlo a un universo de claridad y pureza indescriptibles? Ese imperio del desorden es un imperio de libertad, por eso todos los buscadores de un nuevo orden son promotores de esclavitud.En realidad, el artista va a la conquista de ese estado superior del hombre en el que las palabras orden y desorden no tiene sentido. Pero la conquista de ese estado humano ms alto no se logra sin dolor. En ese sentido, el arte es una experiencia de vida de una intensidad sin precedentes para el hombre medio, es la vida colocada a un grado de alta tensin. No se puede compartir ese estado, y el artista sufre el aislamiento con que se prescribe a los enfermos contagiosos.El problema de la soledad es el problema esencial del hombre, y est ligado al problema de la incomunicacin, que se ha constituido en el gran tema de nuestro tiempo: toda la literatura y el arte moderno estn cargados de l. En cuanto al hombre comn, decide ignorarlo y se aferra a los medios de informacin masiva que en gran escala ha lanzado la tcnica moderna y que constituyen en realidad falsos medios de comunicacin. El resultado es una soledad cada vez mayor del hombre, adherido a los peridicos, la radiotelefona, o la televisin, como un apndice vaco de humanidad. Pero la gran humorada, el terrible sarcasmo, es que aquellos falsos artistas, que por razones de insensibilidad no sienten ni pueden sentir la angustia de la soledad, la pregonan con gran altisonancia en sus versos, en sus prosas o en sus cuadros, que son todos productos de la cocina bastarda con la que se desfigura un problema que el artista siente y expone como arquetipo del hombre autntico. Y el asunto ha llegado a un grado tal de mistificacin que es el momento oportuno para decir: Basta ya de soledad!