Alberto Castilla Buenaventura - Unibague · 2018. 9. 19. · 57 Alberto Castilla Buenaventura Tulio...

Alberto Castilla BuenaventuraUn bohemio iluminado

Alberto Castilla. Foto suministrada por José Antonio Camacho

Por: Antonio Melo Salazar

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Alberto Castilla Buenaventura


Como la de cualquier bohemio la vida de Alberto Castilla se repartía entre una agitada actividad intelectual en la que el tiempo se empleaba en la com-posición, la cátedra y la escritura de artículos para los periódicos de la época compartida con noches repletas de música en las que departía con sus ami-gos locales e intelectuales que visitaban asiduamente la ciudad. Un día, tras una fragorosa jornada nocturna, se presentó en el Conservatorio con uno de los habituales visitantes bogotanos. A poco de llegar a la institución se per-cató de que su estado no era el más elogiable y manifestó: “He profanado este lugar”, procedió a renunciar y se retiró a la hacienda Tolima, en el Cañón del Combeima, que era propiedad de su pariente Martín Restrepo.

Ante su reticencia a regresar, un grupo de niños, alumnos del Conser-vatorio, tomaron un vehículo y llegaron a la casa de la hacienda en Pastales y lo convencieron de volver pues de otra manera ellos también se retirarían de la institución.

Comunidad educativa del Conservatorio. Entre los profesores se encuentran Alberto Castilla, Martín Alberto Rueda, Teresa Melo y Conchita Lamus. Fotografía suministrada por José Antonio Camacho

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Tolimenses que dejan huella

OrígenesNació Alberto Castilla Buenaventura el 19 de abril de 1878, 18 días después de que Julián Trujillo Largacha se hubiera posesionado como presidente de la República de los Estados Unidos de Colombia. Alberto y su hermano Jor-ge fueron los únicos hijos del matrimonio formado por Clodomiro Castilla un “abogado, orador, poeta, magistrado, escritor público y amigo sin par”, según palabras de Fabio Lozano Torrijos, y de Mercedes Buenaventura, pa-rienta de Leonorcita Buenaventura de Valencia.

Cédula de ciudadanía de Alberto Castilla. Foto suministrada por José Antonio Camacho

Joaquín Castilla, bisabuelo de Alberto, había dejado Chaparral para ins-talarse en Medellín, su hijo Camilo se casó allí con María de Jesús Baenas y fueron padres de Clodomiro, Joaquín, Francisco, Luis y Ricardo (todos ellos, con el tiempo, regresaron al Tolima).

La épocaEran tiempos turbulentos, los del final del siglo XIX, pues el país se debatía, como lo había hecho desde la Independencia, entre dos concepciones del

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Estado radicalmente opuestas, pues mientras una abogaba por una organi-zación federal, con libertad de expresión y de prensa, libertad de cultos, de-rechos plenos para la mujer, separación de Iglesia y Estado, educación laica y hasta divorcio vincular, la otra era partidaria de una organización centra-lista, unitaria, confesional, con limitaciones para el ejercicio de los derechos y educación pública bajo parámetros religiosos. A los vaivenes de esa con-frontación se sucedieron los gobiernos y las diferentes constituciones que rigieron al país tras la guerra de Independencia. Los unitarios y centralistas se impusieron y con el apoyo del cuatro veces presidente Rafael Wenceslao Núñez Moledo (que había sido liberal y tornó en acérrimo conservador) se firmó un Concordato con la Santa Sede en 1883 y se proclamó la Constitu-ción de 1886 que recogió gran parte de su nuevo ideario y posiciones. De tales hechos se derivó una creciente exclusión del liberalismo de todas las actividades oficiales y la administración pública, que condujo a la rebelión en 1899 con la Guerra de los Mil Días.

La cruenta guerra que se libró entre 1899 y 1903 dejó mutilado al país, quebrada a la sociedad colombiana y enfrentadas a las facciones en conflicto en antagonismos que se mantuvieron por años. El más terrible de los efectos fue la secesión del departamento de Panamá a instancias del gobierno de los Estados Unidos y con la complicidad del hijo del presidente de entonces, José Manuel Marroquín.

Al lector que quiera profundizar sobre tan convulsa época se le reco-miendan cuatro libros clásicos del historiador Indalecio Liévano Aguirre: Núñez, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Bo-lívar y Mosquera y Los bienes de manos muertas. Así como Colombia 1854: Melo, los artesanos y el socialismo de Gustavo Vargas Martínez.

Su trasegarCastilla anduvo por Italia a comienzos del siglo XX donde fortaleció su enor-me acervo cultural. A su regreso estudió Ingeniería (nunca se graduó) pero los conocimientos adquiridos le fueron especialmente útiles en su vida pro-

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fesional como profesor de matemáticas en el colegio de San Simón en Iba-gué, como funcionario en el trazado en los ferrocarriles de Girardot y del Pacífico, durante los gobiernos de Rafael Reyes y Carlos E. Restrepo, a más de diseñador y constructor de la primera línea de acueducto en Ibagué, tra-zada entre la pila de la Plaza de Bolívar y la casa que fuera de su prima Emma Castilla de Melo en la carrera Cuarta con calle 11 donde hoy está la sede de Seguros Bolívar, contigua al Hotel Colombia, de propiedad de Martín Res-trepo, que también se benefició del primitivo acueducto en 1915. En esa casa habitó Castilla, con su hermano Jorge, hasta su muerte el 10 de junio de 1937 a las 7:30 de la noche víctima de un aneurisma.

Fuente de la plaza de Bolívar de Ibagué. Fotografía suministrada por Hernando Bonilla

El espíritu libertario de Castilla le hizo abandonar los estudios de inge-niería, así como los de piano y tiple que realizaba en la Academia Nacional de Música en Bogotá, para engrosar las tropas liberales revolucionarias co-mandadas en el Tolima por José Joaquín Caicedo Rocha. En la contienda participó en la sangrienta batalla de la hacienda La Rusia con las tropas de

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Tulio Varón el 31 de agosto de 1901 en la que murieron 500 soldados del ejército conservador.

La guerra terminó con la derrota de la revolución, una herida que tardó mucho en cicatrizar, con la Secesión de Panamá y un país devastado.

En familiaTerminada la guerra y tras su viaje a Italia, Castilla se radicó en el Tolima donde había regresado gran parte de su familia. Su tío Joaquín era médico y a la vez propietario de una botica, que era el sitio donde se preparaban los medicamen-tos con las fórmulas elaboradas por los médicos, ya que en esa época no se con-seguían medicamentos fabricados en laboratorios. A la vez era importador de instrumentos musicales y artículos de lujo desde Europa. El cuñado de Joaquín, el empresario Martín Restrepo, era el propietario de una inmensa hacienda llamada Tolima que iba desde el barrio Libertador, en las afueras de Ibagué, hasta el nevado del Tolima y juntos, Martín y Joa-quín, a más del primer acueducto ya anotado, importaron ganado Jersey desde Inglaterra al Tolima. Martín Restrepo, por cierto, ins-taló la primera planta eléctrica en la región para el servicio de la hacienda Tolima y traía hielo des-de el nevado en yunta de bueyes para hacer helado en Ibagué con el propósito de deleitar a sus fa-miliares.

Alberto Castilla, a más de trabajar en los ferrocarriles de

Villancico compuesto por Alberto Castilla. Suministrado por Leonorcita Buenaventura

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Girardot y del Pacífico, componía villancicos para las reuniones familiares de Navidad que se escenificaban en Cajamarca (por los trabajos del ferroca-rril), Ibagué o la hacienda Tolima en la que todos cantaban e interpretaban diversos instrumentos.

PersonalidadCastilla era bohemio y librepensador. Tras haber combatido por sus ideas ahora empleaba la pluma para reivindicarlas. Escribió en diversos perió-dicos como El Renacimiento, El Pueblo, El Cronista y El Derecho que se editaban en Ibagué. Sus escritos no era de buen recibo entre los dueños del poder de entonces y, mucho menos, de la jerarquía católica, que sentía que las propuestas liberales de educación laica y libertad de cultos darían como resultado una mengua de su enorme poder político y espiritual lo que le valió a Castilla la excomunión y continuos señalamientos desde los púlpitos.

Cédula liberal de Alberto Castilla. Foto suministrada por José Antonio Camacho

EjecutoriasEn 1908 con base en la conocida inclinación de los ibaguereños por la mú-sica se dio a la tarea de restaurar una escuela de música que había nacido el

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siglo anterior bajo las poco auspiciosas bases de una banda militar. El sueño de Castilla era mucho más ambicioso: un conservatorio en donde confluye-ra la danza, el canto, la pintura, la escultura, la escritura, los idiomas y, por sobre todo, la música.

Castilla con los niños de “El muñequero”. Foto suministrada por José Antonio Camacho

Desde el inicio, utilizando como base grupos de niños organizados en lo que se llamó “el muñequero” y a petición de un grupo de jóvenes estudian-tes organizó los que habrían de ser los Coros del Tolima que tanto renombre le dieron a la institución y a la región (de cuyo nombre se ha adueñado un abusivo mercenario, contratista del erario). Con el apoyo de Joaquín Castilla se dio a la tarea de importar los pianos, las violas, los violonchelos y los violi-nes requeridos para la conformación de una orquesta y el Conservatorio fue tomando cuerpo.

Ibagué, poco a poco, iba dejando de ser el villorrio de paso al Camino del Quindío. Su designación como capital del Estado Soberano del Tolima en 1861, del que se desmembraría el Huila en la parte sur, cuando ya se había convertido en departamento, la convertían en el centro de los acontecimien-tos de la región y desde ese pequeño poblado se originaban las ideas y los planteamientos que un grupo de ciudadanos nacidos en la región habrían de

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proyectar a una nación agobiada por el oscurantismo cuando terminara la hegemonía conservadora en 1930.

El proceso de crecimiento de Ibagué reclamaba de una más sólida in-fraestructura de servicios que ni siquiera habían sido requeridos en el pasado. A instancias de Castilla y con la colaboración de ciudadanos partidarios del progreso se creó la Sociedad de Mejoras y Ornato, cuya primera misión, en el segundo decenio del siglo XX, consistió en erradicar las aguas apozadas e insalubres de la población mediante la construcción de un alcantarillado que sirviera a los 26 mil habitantes que ya se radicaban en la capital del Tolima.

Con los mismos amigos de la Sociedad de Mejoras se conformó un gru-po de aportantes que se reunieron para adquirir una carroza fúnebre, con caballos y conductor debidamente uniformado con casaca y chistera, para prestar los servicios funerarios a la comunidad.

Carta de agradecimiento de Castilla. Colección personal de Antonio Melo

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Castilla hizo parte del grupo que en 1912 fundó el Círculo de Ibagué, un club estructurado a imagen de los clubes ingleses y que adaptó los es-tatutos del Jockey Club de Bogotá. Como sus similares ingleses lo primero en establecerse en el club fue una surtida biblioteca que con el tiempo llegó a contar con la más selecta colección de obras clásicas en primorosas edi-ciones en papel cebolla. El trasegar del club por diversas sedes tuvo como colofón que la biblioteca desapareciera, que los volúmenes fueran a parar a aviesas manos que, también, se llevaron las arañas, bronces y cuadros que engalanaban los salones y paredes de la institución, ya en la segunda mitad del siglo XX.

La agitación ideológica era permanente y el estigma de la pérdida de Panamá no se borraba del alma de los colombianos. Ni siquiera los períodos de Rafael Reyes (1904-1909) y Carlos E. Restrepo (1910-1914), que se ca-racterizaron por involucrar a miembros de otros partidos en los equipos de gobierno, contribuyeron a aplacar los resentimientos. El pago de una indem-nización de 25 millones de dólares, por parte de Estados Unidos a Colombia, solo sirvió para exacerbar el rechazo que la desmembración del istmo pro-ducía en la ciudadanía.

El Partido Liberal se propuso recuperar el poder mediante la fuerza del voto y las ideas. Fue fundamental en ese propósito la Convención Liberal realizada en 1922 en Ibagué, en la que Castilla jugó un destacado papel. De nuevo los temas relativos a la libertad quedaron encabezando el ideario: la libertad de expresión y de prensa, libertad de asociación, separación entre Iglesia y Estado, derechos fundamentales e independencia para la mujer y educación laica recibían permanente atención.

En el Conservatorio, en tanto, se lograba lo que parecía imposible: la labor y actividad mancomunadas entre quienes, unos años atrás, se habían enfrentado a sangre y fuego. La música y las demás artes se convirtieron en el bálsamo que paulatinamente se encargó de curar las profundas heridas, al menos en el seno de la sociedad tolimense.

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Actividad políticaYa se había anotado que Castilla era permanente defensor de las ideas libera-les en la prensa que se publicaba en la época. También tuvo destacado papel en la administración departamental de la que fue secretario de Gobierno y de Hacienda. Simultáneamente desarrolló una reconocida carrera política en la que fue diputado a la Asamblea Departamental y, luego, congresista, con recordadas intervenciones no solo de tipo ideológico, en las que se fustigaba a la hegemonía conservadora, sino por su vertical rechazo de la Matanza de las Bananeras en diciembre de 1928 que se convirtió en punto de quiebre del gobierno de Abadía Méndez y del predominio conservador.

Con la llegada de los liberales al poder en1930 soplaron otros vientos para la cultura y la educación y el Tolima comenzó a tener un papel prepon-derante en los designios y desarrollos de la nación y la conformación de sus instituciones.

VisionarioComo gobernador del Tolima fue designado Andrés Rocha Álvarez, quien nom-bró a Castilla secretario de Hacienda y lo apoyó en el proyecto concebido para construir una sala de conciertos que parecía fuera de contexto para el pequeño poblado de la época, en el que ejecutorias de esta magnitud no eran comunes.

Los diseños fueron de Castilla a los que se sumaron las luces y el ex-quisito gusto del arquitecto Helí Moreno Otero para levantar, donde existía un vetusto edificio administrativo, la sala que Castilla determinó llevara el nombre de Beethoven para lo que en su inauguración en 1934 se entronizó un busto del genio alemán.

La sala fue adornada por lienzos con las efigies de los más destacados compositores, elaborados por Domingo Moreno, hermano del arquitecto, formado en Europa y que había expuesto sus trabajos en la Academia de San Fernando de Madrid. A diferencia de ahora, las obras fueron terminadas dentro del tiempo pactado, con exquisito gusto, estética superlativa, excelen-te sonido y dentro de los presupuestos establecidos.

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Fachada del Conservatorio. Portada de la Revista Aquelarre. Volumen VI, No. 12. 2007.

Castilla había restablecido su amistad con el insigne filólogo Manuel Antonio Bonilla (resquebrajada por diferencias ideológicas) y, entre los dos, crearon la Revista Arte, dirigida por Bonilla, que se convirtió en la voz del Conservatorio y un foro respetadísimo desde 1934, en el que se publicaron colaboraciones originales de plumas tan renombradas como don Miguel de Unamuno y don José Ortega y Gasset.

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Carátula de la revista Arte. Colección particular de Hernando Bonilla

Por petición popular la Sala de Conciertos vino a llamarse Alberto Cas-tilla (a pesar de la oposición de su inspirador) para su inauguración en 1934. En 1935 ya se había posesionado el presidente Alfonso López Pumarejo (na-cido en Honda) quien llevó al gobierno a un destacado grupo de tolimenses que marcó la pauta de la llamada Revolución en Marcha, que con el liderazgo de Darío Echandía convirtió en realidad el ideario expresado en la Conven-ción Liberal de Ibagué. A ese grupo pertenecían Carlos Lozano y Lozano, Antonio Rocha Alvira, Rafael Parga Cortés, Alejandro Bernate y el tolimen-se por adopción Alberto Camacho Angarita. A esa generación se atribuye el hecho de haber situado al país en el siglo XX. Fue en ese año que se le rindió un homenaje nacional a Castilla en el Conservatorio y el gobierno nacional

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le impuso la Cruz de Boyacá en época en la que no se prodigaba esta exal-tación.

La Cruz de Boyacá que le otorgó el presidente Alfonso López Pumarejo. Colección de Antonio Melo

La músicaA la par de la línea política y gubernamental que partía desde el Tolima se producía un evento que impactaría por mucho tiempo el ambiente artístico nacional. Con el liderazgo de Castilla y en las flamantes instalaciones del Conservatorio se desarrolló la Semana Nacional de la Música y el Primer

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Congreso Nacional de la Música, al que concurrió lo más granado del am-biente musical de la nación y fueron dadas a conocer varias obras originales de los compositores nacionales asistentes. El Congreso duró cinco días y el escenario principal fue la Sala de Conciertos, en la que una orquesta local interpretó un nutrido y selecto programa con obras de Bach, Beethoven y Grieg. El Segundo Congreso se llevó a cabo en Medellín en 1937 (ya había muerto Castilla) y el Tercero en Ibagué, con ocasión del Centenario del Con-servatorio en el 2008.

Orquesta del Conservatorio, en el Congreso Nacional de la Música celebrado en Ibagué en 1935.

Muchos suponen que la labor como compositor de Castilla se reduce al Bunde Tolimense (una pieza musical originalmente concebida sin letra y que luego fue adoptada como himno del departamento y cuenta con dos letras a falta de una) y unos villancicos inspirados en las celebraciones familiares en los diciembres. Sin embargo, de la fecunda imaginación del compositor surgieron, entre 1910 y 1937, una Misa de Réquiem, un Trisagio al Sagrado Corazón, marchas, pasillos, danzas, guabinas y valses, con nombres como La Reliquia, Romanza de la Fuente, Barcarola, María Amalia, Beatriz, Pica-leña, Vaivén, Rondinella, Talura y Chipalo. El poco prolijo manejo dado a los

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archivos del Conservatorio en los años siguientes hace difícil encontrar las partituras originales de estas y otras obras del Maestro.

EscritosDe la misma manera su producción literaria y combativa prosa, en favor de los derechos y libertades y contra el oscurantismo, se ha perdido sin re-medio. Tan solo se conservan algunas desleídas copias de un corto trabajo denominado Reminiscencias de Ibagué: “El Paraíso”. Publicado en 1922 en el que se relata el origen de muchas de las familias raizales de la capital del Tolima, se describen las costumbres de esa virgiliana época y se muestra su relación con la hacienda El Paraíso, situada en Doima y que fuera propiedad de José María Varón y su esposa Mariana Durán. A lo que puede añadirse sus colaboraciones en la Revista Arte. Debe registrarse que tras la muerte de Castilla en 1937, la revista desapareció en octubre del mismo año.

Facsímil del escrito El paraíso. Colección de Antonio Melo

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El finalLa agitada vida de Castilla no le permitió acumular fortuna alguna por lo que siempre anduvo corto de dinero para atender sus necesidades de “tragos, automóviles, cinematógrafo y otras picardías”, como el mismo lo describió. Muy apegado a una tradición familiar en la que no se conoció riqueza distin-ta a la inteligencia y el conocimiento.

Como ya se mencionó Castilla murió a los 59 años, “ligero de equipaje”, el 10 de junio de 1937, a la hora de la cena, en casa de su prima Emma Cas-tilla Restrepo, por causa de un aneurisma.

Su muerte causó conmoción en la ciudad y a su entierro concurrieron miles de personas. Fue tan copiosa la asistencia, que encabezaron las dele-gaciones de los diferentes colegios de la ciudad, que el periódico El Derecho las calculó en 50 mil, cuando según las estadísticas Ibagué solo contaba con 36 mil habitantes.

En sus exequias llevaron la palabra Alberto Camacho, a nombre del go-bierno departamental; el maestro Manuel Antonio Bonilla, en representa-ción del Conservatorio; Nicanor Velásquez, como vocero de El Derecho y Abel Carvajal Sicard, en nombre de la Banda de Música del Departamento.

Sepelio de Castilla. Foto suministrada por Hernando Bonilla.

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La excomunión que le había sido impuesta por la jerarquía católica local fue levantada a las volandas para que pudiera ser enterrado en el cementerio católico. Más tarde sus restos fueron trasladados al Conservatorio donde re-posan en el patio de los caimos.

ReconocimientosEl autor hace expresos agradecimientos a la gran memoria de Hernando Bo-nilla Mesa, su sin par biblioteca y su colección de fotografías, ya que de con-versaciones con Bonilla y consulta a su colección de la revista Arte salieron muchas de las anotaciones aquí descritas.

Igual apoyo se obtuvo en los libros, Historia de la Música en el Tolima de Helio Fabio González Pacheco e Itinerario de una hazaña de Carlos Or-lando Pardo Viña.

Gran parte de la informa-ción aquí anotada se expresó en una nota elaborada por el autor en el número 12 de la Revista Aquelarre de la Uni-versidad del Tolima publicada en el 2007.

Adicionalmente se em-plearon documentos y fotogra-fías familiares proporcionadas por José Antonio Camacho Melo y otros documentos inéditos en poder de la familia del autor así como memoria oral de quienes compartieron la parábola vital de Castilla. Tumba de Alberto Castilla, en el Conservatorio del Tolima.

Foto tomada de la Revista Aquelarre

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Guía complementariaLas siguientes son preguntas sugeridas para estimular el diálogo en el aula. Se recomienda complementarlas a criterio de docentes y estudiantes.

1. Alberto Castilla Buenaventura nace en 1878, durante un periodo de nuestra historia en el que el país se llamó los Estados Unidos de Co-lombia. Consulte acerca de las causas por las cuales nuestro territorio adoptó este nombre y en qué época desapareció.

2. Durante los últimos años del siglo XIX, el país atravesaba por unos con-flictos sociales, económicos y políticos profundos. Consulte en algunos textos los siguientes hechos: La Regeneración, la Guerra de los Mil días, la pérdida de Panamá. ¿Cómo cree usted que estos hechos afectaron a Alberto Castilla Buenaventura?

3. Fueron muchas las contribuciones de Alberto Castilla Buenaventura a la región del Tolima y más específicamente, a la ciudad de Ibagué; tanto desde el punto de vista del desarrollo infraestructural como del artísti-co. Mencione las obras más importantes y explique por qué considera usted que son tan relevantes.

4. Durante los primeros 30 años del siglo XX, los gobiernos Conservadores dirigieron el destino del país. Sin embargo, Alberto Castilla Buenaven-tura fue un contradictor liberal que buscó transformar una sociedad dividida por el bipartidismo. ¿Cómo cree usted que aportó a la conci-liación de la región?

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