Actualicemos la Ley de Memoria Histórica y Democrática...2020/09/20 · hubo en España a...
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Desde la Puerta del Sol
La Puerta del Sol madrileña, en la que se encuentra el punto kilométrico 0 de España, creemos es un buen enclave para formalizar un juicio de lo que pasa en el país, lo que podemos alargar a Hispanoamérica y al resto del mundo. Con esa idea nos hemos situado junto el oso y el madroño, desde donde saludar a nuestros amigos
Actualicemos la Ley de
Memoria Histórica y Democrática
a nueva Ley aprobada por el Consejo de Ministros nos invita a que busquemos en los
campos, en las cunetas, en cementerios, hasta en el Valle de los Caídos, a los muertos que
hubo en España a consecuencia de la guerra entre
los años 1931 y 1939. Durante ese periodo hubo
diferentes enfoques al respecto, por eso nos permitimos
anticipar el conflicto a la fecha de 1936, que es el momento
de arranque de la auténtica guerra de trincheras que parte
del levantamiento del 18 de julio de ese año. Los españoles
que de verdad padecimos y sufrimos la guerra en todos los
aspectos hace año decidimos dejarlo en el arcón de la
buena Historia, trayendo el recuerdo de los que perdieron
su vida durante aquellos años para cantar sus glorias, lamentar su muerte injustificada, y elevar
nuestras oraciones por cuantos se fueron encomendándolos a quien todo lo perdona. Pero ahora
se da el caso de que son los descendientes de muchos de los desaparecidos, o perdieron su vida
de cualquier forma que fuera, quienes se empeñan en abrir el arcón para poner sobre la palestra
ese lamentable recuerdo, y recuperar unos muertos que en la mayoría de los casos ni conocieron;
pero seamos justos, teniendo en cuenta todo ese periodo, sacando a relucir cada uno de los
hechos que tuvieron lugar, y exhibiendo la credencial de quién fue cada quien y cuál su
currículum. Como nosotros podemos empezar a aportar historia al respecto, hoy la iniciamos. Y
estamos dispuestos a recibir toda la que se nos envíe.
Necesidad de honor, Emilio Álvarez Frías Roma no paga traidores, Manuel Parra Celaya Que no nos engañen, son comunistas, Eduardo
García Serrano Los postureos de los falsarios Iceta (PSC) y
Rufián (ERC), Somatemps
(16 septiembre, 2020)
Damas y caballeros,
ebo ante todo felicitarles por los profundos sentimientos filiales que demuestran ustedes
hacia sus padres y abuelos. Actitud tanto más loable cuanto que otro partido, el PP, ha
tratado de criminales a sus propios padres y abuelos, culpándolos de la guerra civil. En
ese sentido son ustedes un modelo de piedad, como de abyección lo son los jefes del PP.
Nada más natural, por tanto, que ustedes, sin necesidad de investigar más, hayan concluido que
los antepasados recientes de ustedes fueron unos dechados de cultura y virtud democrática y
progresista, vilmente masacrados por los antepasados del PP.
Sin embargo, existen investigaciones fidedignas que demuestran que su estima por sus padres y
abuelos (electivos, pues muchos de ustedes proceden de familias franquistas), aun si moralmente
encomiable, no se corresponde con la realidad histórica. Y dado que la ignorancia de un pasado
aun nada remoto es inconveniente para personas que mandan en España, permítanme que les
ilustre brevemente al respecto.
Sus padres y abuelos, señores del gobierno, comenzaron la república incendiando más de cien
iglesias, bibliotecas, centros de enseñanza y numerosas obras de arte. Ustedes estarán de
acuerdo en que resulta difícil considerarlos apóstoles de la cultura. Pero es que la afición a
quemar o destruir bibliotecas, obras de arte o edificios de valor histórico, continuó, alcanzando
un cenit en la insurrección socialista-separatista de 1934, y ya desmadrándose absolutamente al
reanudarse la guerra en 1936. Con certeza puede afirmarse que ningún partido en toda Europa
ha destruido más bibliotecas y arte que los del Frente Popular, es decir, los padres y abuelos de
ustedes.
No fue esa afición al fuego lo único que distinguió a sus padres y abuelos. No menor fue su afición
a la sangre. En los dos primeros años de la república, gobernados por las izquierdas, las víctimas
mortales de violencias políticas ascendieron, según cálculos moderados, a unos 500. Las víctimas
fueron en su práctica totalidad gentes de derechas, más un número de izquierdistas asesinados
por otros izquierdistas. ¿Se identificarán ustedes con ellos después de conocer estos «detalles»?
El violento caos del bienio izquierdista de la república hizo que la opinión pública reaccionase
dando una amplia victoria electoral a la derecha en 1933. ¿Y cómo reaccionaron sus padres y
abuelos, damas y caballeros del gobierno? Unos intentaron un golpe de estado, y otros, el PSOE
y los separatistas catalanes, se declararon en pie de guerra contra la legalidad republicana y la
democracia. ¿Llamarían ustedes demócratas a sus abuelos y padres comprometidos en tales
cosas? Piénsenlo.
La declaración de guerra del PSOE y los separatistas se tradujo en una insurrección armada. El
PSOE pretendía con ella implantar un régimen como el de la Unión Soviética de Stalin; y los
separatistas trataban de avanzar hacia la disgregación de España, separando a Cataluña. Vencer
aquella insurrección costó casi 1.400 muertos, con nuevas y masivas destrucciones de edificios,
fábricas, bibliotecas y obras de arte, una verdadera guerra civil durante dos semanas en Asturias
y muertos en más de la mitad de las provincias de España.
La derrota de aquellos planes no hizo cambiar de actitud a los antepasados directos de ustedes,
sino que en 1936 procedieron a falsificar las elecciones, ocupar el poder y desde él derribar la
legalidad republicana para instalar un régimen de terror y arbitrariedad, con unos 400 muertos
en solo cinco meses. Reflexionen, una vez más: ¿llamarían ustedes en serio demócratas a sus
abuelos y padres?
Y ya durante la guerra, la afición al incendio y la sangre de aquellas buenas gentes alcanzó tales
cimas de brutalidad y de sadismo que dan escalofríos a cualquier persona medianamente
sensible. Y no fue eso todo. El PSOE envió a Moscú las reservas de oro de España, convirtiendo
a Stalin en amo de la alianza de sovietizantes y separatistas en que consistió el Frente Popular.
Ello aparte, el PSOE organizó una campaña masiva de robos y expolios a particulares y al tesoro
histórico artístico de la nación. Esos cuantiosísimos fondos dieron lugar en el exilio a reveladoras
y sórdidas peleas entre los dirigentes, en particular entre Negrín y Prieto. Todos estos hechos
son indiscutibles, y, lamentablemente, damas y caballeros, esta es la verdad sobre sus padres y
abuelos, sean físicos o electivos.
Dirán ustedes que los nacionales también practicaron el terror. Cierto pero hay tres diferencias
cruciales. El terror fue comenzado por sus padres y abuelos ya desde la quema de conventos,
bibliotecas etc., seguido por las violencias del primer bienio y la insurrección de 1934. En todo
ese tiempo, más del 90 por ciento de los asesinatos fueron perpetrados por sus padres y abuelos.
No se puede equiparar el terror de quienes comienzan y agreden y el de quienes finalmente
recurren a él para defenderse. En segundo lugar el sadismo y ensañamiento de sus padres y
abuelos, damas y caballeros, no tiene paralelo con el terror contrario. Y finalmente, los
nacionales no ejercieron el terror entre ellos mismos, mientras que los partidos del Frente
Popular se asesinaron a mansalva entre sí, culminando en una guerra civil entre ellos mismos.
¿Ignoraban ustedes estas cosas? Pues es hora sobrada de que las conozcan, porque no son
invenciones de propaganda.
Dirán ustedes también que si el PP ha reconocido la criminalidad de los suyos, para qué
molestarse en investigar más. Es una actitud errónea. Los hechos históricos constatables y
documentados pesan mucho más que las opiniones de ocasión de los políticos, de sus fáciles
condenas o alabanzas. El problema está en que no han sido ustedes los únicos en falsificar la
historia, también ha colaborado en esa labor el PP, y con entusiasmo, figurándose que con ello
se hacía el demócrata. Y el resultado es la repetición de viejos errores, el resurgir de los odios
que destrozaron a la república, unas tensiones separatistas que amenazan la integridad
nacional…
Y algo más: han elaborado ustedes una ley de memoria que llaman histórica o para mayor
sarcasmo democrática, cuyo contenido es la persecución de las libertades de opinión, expresión,
investigación y cátedra. ¿Por qué, para perseguir el franquismo que desapareció hace más de
cuarenta años, se ven ustedes obligadas y obligados a atacar los fundamentos mismos de la
democracia? ¿No les hace reflexionar esta evidencia? Con esa ley y las medidas derivadas de
ella, ustedes están dando pasos decisivos en la destrucción de una democracia acordada por
abrumadora mayoría popular en 1976, de la ley a la ley. ¡Lo mismo que hicieron sus padres y
abuelos durante la república, damas y caballeros!
Particularmente, tengo escritos numerosos trabajos de investigación sobre estos temas, preparo
uno sobre el nacimiento, evolución y destrucción de la república, y hace unos meses publiqué
Por qué el Frente popular perdió la guerra. Me permito recomendarles que los lean y los mediten,
porque quizá estén ustedes a tiempo de superar su ignorancia y frenar su carrera enloquecida
hacia la repetición de los viejos y funestos errores que dieron lugar a la guerra. Una guerra que
es de esperar que ahora se dirima en el plano de las ideas y de la democracia y que ustedes
volverían seguramente a perder, si persisten en su ceguera.
(El Correo de España) Periodista y Miembro de la Real Academia de Córdoba
o más curioso que trajo el crimen de Estado, el asesinato salvaje, la muerte de Calvo Sotelo,
fue el miedo que se apoderó de todos los españoles. Bueno, el miedo, y la división que se
produjo en todos los sectores de la vida española. Porque aquella jornada del 14 de julio
ya comenzaron los Hunos y los Hotros a tomar posiciones, a buscar refugios, a cambiarse de
residencia, a preparar las armas, a comprar munición y a concretar quiénes eran los amigos y
quiénes los enemigos. El miedo que se apoderó de todos como un virus, como una epidemia,
como este coronavirus que nos tiene acollonados a todos desde marzo
Como pudo verse en las primeras páginas de los periódicos del día siguiente, ya que todos,
desde El Sol a La Vanguardia, incluyendo a Crisol, El Debate, La Voz, El Liberal, La Nación, El Siglo
Futuro, ABC, Luz, La Libertad coincidieron con un titular idéntico: «¡ES LA GUERRA!»... Incluso el
nombre de Calvo Sotelo, el asesinato y hasta la foto del cadáver pasaron a ser la segunda noticia
del día... ¡Porque la noticia era ¡la guerra!... ¡y, ciertamente, fue la guerra! Como se supo después
aquellos días que pasaron entre el
13 y el 18 de julio las carreteras y
las fronteras españolas tuvieron
más tráfico que en todos los años
de la República. Familias enteras
que abandonaban sus domicilios,
otras que cargaban sus coches y
se marchaban, vía Extremadura
hacia Portugal, vía Aragón y
Cataluña hacia Francia... o a la
finca, o a la casa del vecino... o
remodelaban las «Casas del
Pueblo» o se sacaban y se
limpiaban las escopetas. Sí, la muerte de Calvo Sotelo era la guerra. Y lo fue.
Pero, lo que hoy quiero resaltar son las reacciones que tuvieron los dirigentes de las Izquierdas,
de las Derechas y de los Intelectuales. ¿Qué dijeron al conocer la noticia de la muerte de Calvo
Sotelo líderes como Azaña, Largo Caballero, Indalecio Prieto, la Pasionaria... o Alejandro
Lerroux, Miguel Maura, Gil Robles, o José Antonio (desde la cárcel)... o personajes como Don
Miguel de Unamuno, Don José Ortega y Gasset, Don Salvador de Madariaga, Don Antonio
Machado, Don Federico García Lorca o Rafael Alberti?
Las izquierdas
Bien pues comencemos por las Izquierdas: el primero, Don Manuel Azaña, el Presidente de la
República. Según he podido comprobar Azaña dio dos versiones, una privada y otra pública. A
los amigos, a los familiares les dijo lo que ya les adelantaba ayer: «Cipriano, dimito ¿sabes lo de
Calvo Sotelo? –Sí lo sé. –¡¡Están locos, locos de remate!!... ¡Ese crimen es la guerra... y yo no
quiero guerras! Organiza cuanto antes un viaje de urgencia y nos vamos a la casa esa que has
alquilado en Suiza... Dimito y nos vamos. No estoy dispuesto a convivir con locos y... a partir de
hoy, asesinos». En público y a la prensa dijo: «Señores, es un crimen execrable, pero ya lo saben,
quien siembra vientos recoge tempestades y el señor Calvo Sotelo desde que regresó de su exilio
había sembrado muchos vientos».
Largo Caballero, el «Lenin» español, el del programa para su Frente Popular («la independencia
del Marruecos español; la liberación de las “naciones oprimidas”: Cataluña, Vascongadas y
Galicia; la confiscación de todas las tierras de la Iglesia y de los terratenientes; armar a obreros
y paisanos del Frente Popular; la confiscación o control de bienes y empresas y anular todas las
deudas adquiridas por campesinos y pequeños comerciantes con la banca, que, en siguientes
etapas, sería nacionalizada») y el defensor a ultranza de la Dictadura del Proletariado («La lógica
histórica aconseja soluciones más drásticas. Si el estado de alarma no puede someter a las
derechas, venga, cuanto antes, la dictadura del
Frente Popular. Dictadura por dictadura, la de
izquierdas. ¿No quiere el Gobierno? Pues
sustitúyale por un Gobierno dictatorial de
izquierdas... ¿No quiere la paz civil? Pues sea la
guerra civil a fondo. Todo menos el retorno de las
derechas»): «No me ha sorprendido, era un
provocador y ha encontrado, tal vez, lo que
deseaba... ¡Eso sí, por España!» –dijo al conocer
la noticia del asesinato
Margarita Nelken, la amiga de algunos de los
asesinos y, al parecer, pareja sentimental del guardia de asalto que iba en la camioneta de la
muerte José del Río: «Ya se sabe, quién a hierro mata a hierro muere... y el señor Calvo Sotelo
había matado a más de uno, ¿o no fue él un asesino cuando la Dictadura? Hoy, solo les puedo
decir una cosa, los autores, para mí, han sido unos héroes».
Indalecio Prieto, el hombre de Estado y ejemplo de Democracia y el de los 17.000 fusiles y 2.000
ametralladoras para la revolución de Asturias para unos y para otros, el del oro y las joyas del
«Vita», el creador de «La Motorizada» (la Gestapo del PSOE), el que esconde al capitán Condés,
el jefe del grupo asesino, el que manda robar a mano armada el sumario que se había abierto por
el asesinato, el que consigue una amnistía de los delitos cometidos antes del 15 de julio de 1936
(para dejar sin castigo a los asesinos), el protector
de Luis Cuenca, el que dispara los dos tiros de la
muerte, escribe al día siguiente en El Liberal de
Bilbao: «La trágica muerte del señor Calvo Sotelo
servirá para provocar el alzamiento que ya es
inminente... y que será una batalla a muerte,
porque cada uno de los bandos sabe que el
adversario, si triunfa, no le dará cuartel» esto en
público, pero en privado le dice a Julián
Zugazagoitia, en ese momento director de El
Socialista" y uno de sus más íntimos
colaboradores: «Zuga», lo hemos conseguido. Ese hombre era un peligro para nuestro proyecto.
Con él muerto y Primo de Rivera en la cárcel, los militares solos no tendrán nada que hacer. Ahora
hay que proteger a los nuestros y ayudarles a salir bien como sea». Y más, el 15 de julio, en la
Diputación Permanente de las Cortes habla en público por primera vez de los dos crímenes y
decimos crímenes porque Prieto siempre unió la muerte de Calvo Sotelo a la del Teniente
Castillo, como dejó por escrito en su artículo sobre los dos entierros: «La España actual, reflejada
en el cementerio», en el que retrata el clima de guerra civil que vive España «Son tan profundas
nuestras diferencias, que ya no pueden estar juntos ni los vivos ni los muertos». En realidad, Prieto
trató, incluso en los años de exilio, de justificarse de la muerte de Calvo Sotelo, dado que casi
todos los asesinos eran amigos suyos o miembros de «La Motorizada» que él había montado (a
dos de ellos les daría, ya en Guerra, cargos de responsabilidad en su Ministerio de Marina).
La Pasionaria, la comunista por excelencia, la del «No pasarán» y la que le amenazó en las Cortes
en varias ocasiones: «Señor Calvo Sotelo, usted que ha sido cómplice de miserables asesinos de
antes y de ahora, para vergüenza de la República se está mereciendo la justicia del pueblo» o
esto: «Y yo le digo a su Señoría que hay que comenzar por
encarcelar a los patronos que se niegan a aceptar los laudos del
Gobierno y a los que con cinismo sin igual, llenos de sangre de la
represión de Octubre y a los que torturaron y asesinaron a cientos
de inocentes y que habrá sangre y no sólo de la nuestra, también la
habrá vuestra y tal vez antes de lo que vuestra Señoría crea». Y
después, al ser preguntada por la muerte de Calvo Sotelo: «Pues,
que ha sido una muerte merecida. Lo que le ha pasado se lo
merecía, era un peligro para España. Él, como todos los suyos, no
deben seguir vivos. La justicia del pueblo no lo va a permitir».
Ángel Galarza: «Lo sabía, sabía que un día u otro moriría como ha muerto... No se puede ir por
la vida sembrando pasiones y aplaudiendo Golpes de Estado. Les aseguro que hoy envidio a los
autores».
Casares Quiroga, el Presidente del Gobierno ese día: «Me lo temía y hasta creo que él mismo lo
deseaba. Esta España no era su España... el señor Calvo Sotelo solo tenía en su cabeza una forma
de Estado: la Dictadura».
Rafael Alberti el gran poeta de «Marinero en tierra» y el comunista que idolatra al tirano Stalin,
el que pone en marcha «el Mono Azul» y dirige los «paseos» de los milicianos asesinos: «¿Ya ha
muerto Calvo Sotelo? ¡Estupendo!... Ese nos estaba haciendo pupa. Pero no será el único, la pena
es que no cazaran también al de los “300”» (se refería a Gil Robles).
Las derechas
Comencemos por la carta que el Nuncio del Vaticano en Madrid envía al Secretario de Estado
informándole del asesinato de Calvo Sotelo con fecha 14 de julio. Decía así: Madrid, 14 Luglio 1936
Nº 114/18
Assassinio
Sig. Calvo Sotelo
Eminenza Reverendissima,
Facendo seguito al mio rispettoso cifrato N. 1 di stamane, compio il dovere di dare all'Eminena
Vostra Reverendissima qualche particolare sull'efferato assassinio di cui é rimasto vittima il
Deputato Sig. Calvo Sotelo, Capo del Blocco Nazionale.
Seguido por mi respetuoso cifrado N 1 de esta mañana, cumplo el deber de dar a Su Eminencia
Reverendísima los detalles del asesinato del cual ha sido víctima el Diputado Señor Calvo Sotelo,
Jefe del Bloque Nacional.
Seconde la versione piú comune, alle 3 di ieri mattina un gruppo di circa 20 persone, vestite di guardie
di assalto, hanno circondato l'alloggio del Sig. Calvo Sotelo, situato in questa capitale; vi si sono
introdotte a viva forza, ed hanno costretto la povera vittima a prendere posto nel loro autobus, col
pretesto, pare, di condurla alla Direzione Generale di Sicurezza per mettere al sicuro la sua vita, che
dicevano in pericolo.
Según la versión más común, a las 3 de ayer de la madrugada un grupo de cerca de 20 personas
vestidos de guardias de asalto han rodeado el alojamiento del Sr. Calvo Sotelo, situado en esta
capital, los cuales se han introducido a viva fuerza, y han obligado a la pobre víctima a tomar un
puesto en su autobús, con el pretexto, parece, de conducirla a la Dirección General de Seguridad
para poner a salvo su vida, que decían en peligro.
La esposa del infeliz diputado, preocupadísima por cuanto había ocurrido bajo sus propios ojos,
después de haber intentado en vano ponerse en comunicación telefónica con la Dirección General
de Seguridad (el hilo del teléfono estaba cortado) consiguió al final telefonear, con otro aparato de
los vecinos, a dicha Dirección General de Seguridad, llegando a conocer con gran sorpresa y dolor
que en la Dirección General de Seguridad no se sabía nada.
Y habiendo resultado negativas las primeras indagaciones hechas al efecto por la Policía, se
pensaba que se tratase de un secuestro de la persona.
Hacia el mediodía de ayer la pobre víctima ha sido identificada en el cadáver de un desconocido,
llevado a las 4 de ayer madrugada a la cámara mortuoria del cementerio municipal de La Almudena
de esta capital con el mismo autobús y los mismos individuos que habían perpetrado el asesinato,
los cuales al entregarlo al personal de servicio del cementerio dijeron que se trataba de un
desconocido, encontrado muerto en una calle de Madrid.
Parece que el referido delito se debe atribuir a la venganza o represalia por el asesinato del Oficial
de la Guardia de Asalto Sr. Castillo, cometido en la tarde del domingo pasado, 12. c.m, sobre la vía
pública de esta capital por 4 desconocidos.
Con Calvo Sotelo desaparece una de las más bellas figuras de la vida pública española.
Hombre de alta cultura, ferviente patriota, óptimo católico (hacía pocos días que había tomado los
Santos Sacramentos) y excelente padre de familia, deja en el profundo luto a la esposa y cuatro
hijos, el mayor de los cuales es una hija de 17 años.
El horrible asesinato ha producido en todo el país una enorme impresión. No parece todavía que
el orden público haya sido alterado, contribuyendo a ello sin duda el Estado de Alarma proclamado
en toda la República (Alegato N.1)
El Consejo de Ministros se reunió ayer de urgencia, y ha tomado las primeras medidas para
garantizar el orden público gravemente amenazado, y ha comunicado a la Prensa y es difícil todavía
hacerse una idea sobre algunas de las previones que el horrible delito tendrá en el país.
Inclinado beso Su Sacra Purpura, con el sentir más profundo de respeto, tengo el honor de
reafirmarme ante Vuestra Eminencia Reverendisima.
Alejandro Lerroux: «Cuando tuve noticias del asesinato de Calvo Sotelo y de quién y quiénes lo
habían ideado y ejecutado sin quererlo me eché a llorar... no solo por la vileza humana sino por
España... y ya no lo dudé, preparé las maletas y el 17 de julio ya estaba en Portugal».
El Conde de Vallellano y el Presidente Martínez Barrio. Reproducimos del Diario de Sesiones
por su interés y para que se sepa cómo funcionaban aquellas Cortes del Frente Popular el
«rifirrafe» que se produjo entre don Fernando Suárez de Tangil, conde de Vallellano y el
Presidente de las Cortes, don Diego Martínez Barrio, el día 15 de julio de 1936.
Inmediatamente después de la lectura del documento (se refiere al discurso que publicamos ayer)
el señor Suárez de Tangil lo entregó a la mesa e hizo ademan de retirarse.
El Sr. PRESIDENTE : Comprenderán los señores Diputados que el estado de dolor del señor Suarez
de Tangil y de la representación parlamentaria en cuyo nombre acaba de leer ese documento
fuerzan a la Presidencia a tener un criterio de amplitud que de otra manera no hubiera tenido. Todas
las manifestaciones hechas por el Sr. Suarez de Tangil, que corren a cargo de su exclusiva
responsabilidad, han podido producirse sin que les ataje la campanilla presidencial, habida cuenta
del estado singular de la conciencia personal y política de esos
grupos; pero no extrañará el Sr. Suarez de Tangil –cuando transcurra
algún tiempo me hará la justicia de rendir tributo a mi previsión y a
mi obligación– que todo lo que no es substancial en el cuerpo del
escrito que acaba de leerse, todo lo que significa inculpaciones que
pueden estar justificadas por ese estado de dolor, pero que no las
justifica ciertamente la realidad, no pase al Diario de Sesiones. (El St.
Gil Robles pide la palabra). Llegado el momento de que el
documento leído por el señor Suarez de Tangil sea estudiado por el
Presidente, este procurara, y cree que conseguirá, que quede libre y expedito el derecho del Sr.
Suarez de Tangil y de los grupos que representa a que manifestaciones de su estado de conciencia
política tengan constancia oficial ; pero aquellas otras que suponen una exacerbación de las
pasiones, unas acusaciones sobre las que no quiero entrar, pero que en estos instantes el
enunciarlas contribuirá a envenenar los ánimos aún más de lo que se hallan, el Presidente de la
Cámara, cumpliendo un deber que cualquier otro en mi lugar cumpliría también, impedirá que
tengan pase. No lo tome el Sr. Suarez de Tangil ni la representación de sus grupos a descortesía, a
falta de atención y, en lo que tienen de humano, a ausencia de colaboración y solidaridad con el
dolor que experimentan, que nos es común, sino a previsión obligada, mucho más en quien en
estos instantes las circunstancias le han deparado obligaciones tan amargas como las que sobre mi
pesan .
El Sr. Gil Robles tiene la palabra .
El Sr. GIL ROBLES: Sin perjuicio de tratar con la amplitud debida, en el momento oportuno, el tema
planteado por e1 Sr. Suarez de Tangil y recogido por la Presidencia, he pedido la palabra en
relación con las que acaba de pronunciar el Sr. Presidente de las Cortes. No he de ocultar que he
oído sus palabras con natural alarma. No es mi ánimo censurar la actitud de la Presidencia ni coartar
el uso de atribuciones que el Reglamento le confiere; lo que creo absolutamente excesivo, i ntolerable, desde el punto de vista de las oposiciones, es que la Mesa se arrogue la facultad de
tamizar las manifestaciones hechas por los Diputados en una
sesión de la Diputación permanente, que, a los efectos de
publicidad, debe tener igual rango que las sesiones de Cortes
para aquello que no constituya una ofensa o que sus autores no
sean capaces de mantener.
Si de las palabras del Sr. Suarez de Tangil, de los conceptos por él
vertidos que en gran parte hacemos nuestros se deducen
acusaciones, la Mesa no tiene más que darles la tramitación
adecuada. Tacharlas, hacer que no lleguen al acta, que no sean
transcritas en el Diario de Sesiones, es algo que significa un atentado al derecho, que nunca ha sido
desconocido, de las minorías, y que pondría a los que estamos en ciertos núcleos de oposición en
la necesidad de considerar si es posible que así habríamos de continuar en la Diputación
permanente y en las Cortes. Nada más.
El Sr. PRESIDENTE: El .Sr. Gil Robles ha advertido en sus primeras palabras que la Presidencia tiene
una función reglamentaria que, porque la puede ejercer, 1e es obligado cumplir. No pasará el
Presidente del ejercicio de esa función reglamentaria; se sostendrá estrictamente dentro de ella,
y cuando se haya producido, ejerciendo la facultad reglamentaria en la forma que su conciencia le
dicte y su deber le marque, entonces podrá recoger las censuras o los aplausos de los distintos
grupos que constituyen la Cámara y que están representados en la Diputación permanente. Antes
sería un poco extemporáneo que el Sr. Gil Robles adelantara el comentario.
La Presidencia lo que ha dicho y repite es que va a ejercer esa función reglamentaria; lo ha dicho
como tributo que debía al Sr. Suarez de Tangil. No quiero que si, como me tiene anunciado
particularmente, después de hacer las manifestaciones que hemos oído abandona nuestra
discusión, se vaya con el convencimiento de que va a pasar íntegramente al Diario de Sesiones el
documento que ha leído. Quiero que sepa que la Presidencia va a ejercer su función reglamentaria.
(El Sr. Suarez de Tangil pide la palabra). ¿Y cómo ha de ejercerla? Confíen los Sres. Diputados en
que yo he de procurar casar, dentro de las dificultades que ello tiene, el derecho de todos, dejando
a salvo ese derecho, pero procurando que al ejercitarlo no se agraven los mismos problemas que
el Parlamento tiene la obligación, por su alta jerarquía política dentro del país, de resolver.
El Sr. Gil Robles tiene la palabra
El Sr. GIL ROBLES: No era mi ánimo adelantar una censura, sino simplemente exponer un criterio.
Las facultades que el Reglamento y la practica parlamentaria otorgan al Presidente de las Cortes
son, pura y simplemente, las de eliminar del Diario de Sesiones expresiones malsonantes,
excitaciones a la comisión de determinados delitos o violencias. De ahí nunca se ha pasado, ni en
las atribuciones del Presidente ni en la práctica parlamentaria.
No pretendo con mi juicio sustituir al de la Presidencia; pero sí me atrevo a afirmar, como un criterio
propio, que de las palabras del señor Suarez de Tangil no se deduce que el Presidente pueda hacer
uso de esas facultades para suprimir injurias, guitar expresiones malsonantes o eliminar conceptos
que pudieran ser delictivos.
La actitud que adopta el Sr. Presidente es extraordinariamente alarmante para las minorías. Si la
inviolabilidad del Diputado queda sometida a normas de la Mesa, a un criterio, que yo tengo la
seguridad de que ha de ser inspirado en este caso en los mis altos y patrióticos móviles, pero que
puede, evidentemente, coartar un derecho, la función parlamentaria está de más. Si admitimos aquí
las oposiciones la teoría de que no incurriendo en injurias, agravios, delitos o excitaciones a la
violencia, puede permitirse la Mesa quitar una frase, reducir un texto o introducir una .corrección,
ha desaparecido por completo la función parlamentaria, y nosotros, antes de que eso se produzca,
queremos que haya un criterio perfectamente definido por parte de la Diputación permanente de
las Cortes. Si es así, nosotros tenemos que declarar que la investidura parlamentaria no nos sirve
para nada.
El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Suarez de Tangil tiene la palabra.
El Sr. SUAREZ DE TANGIL: Había pedido la palabra para manifestar que por azares, en este caso de
una malaventura, tengo que sustituir como Vocal suplente en la Diputación permanente de las
Cortes a mi entrañable, fraternal y queridísimo amigo el Sr. Calvo Sotelo; que yo no venía aquí a
entablar un debate ni a producir polémica, sino sencillamente a decir lo que hubiéramos dicho en
una sesión pública de la Cámara, si esta se hubiera celebrado en el día de ayer o en cualquiera
otro, naturalmente el más próximo al hecho execrable que toda conciencia honrada debe
condenar.
En cuanto a la interpretación de los preceptos reglamentarios,
me atengo en absoluto a las manifestaciones que con más
autoridad que yo, desde todos los puntos de vista, ha hecho el
señor Gil Robles .
Y para quien se va a marchar, para quien mientras no cambie la
situación de España y dure este Gobierno, va a hablar por
primera y última vez, probablemente, en la Diputación
permanente de las Cortes, poco queda por decir. Entrega su
pleito a la representación de las demás minorías de la Cámara,
a la autoridad, siempre respetada personalmente por mí del Sr.
Presidente de la misma, y si él por su parte va a interpretar en conciencia sus deberes, yo entiendo
que en conciencia he cumplido ya los míos. Y puesto que no es ocasión ni momento, por lo que a
mí se refiere, de prolongar este debate incidental sobre el Reglaniento, a todas luces, desde mi
punto de vista, extemporáneo, dejo, como digo, en manos de la representación de las demás
oposiciones de la Cámara y a la propia conciencia del Sr. Presidente la resolución que hayan de
dar al asunto. Yo, por mi parte, he cumplido con mi deber, creo que con todo comedimiento y
respeto, dominando la situación de mi ánimo.
El Sr. PRESIDENTE: Espero y deseo que la retirada parlamentaria de los grupos de Renovación
Española y tradicionalistas, que han delegado su derecho en S. S., sea transitoria y que
circunstancias bonancibles para todos nos permitan contar de nuevo dentro de la Cámara con la
cooperación de SS. SS. (EI Sr. Suarez de Tangil abandona el salón).
Los intelectuales
Comenzamos por Don Miguel de Unamuno, el mentor de la Generación del 98, al enterarse del
asesinato de Calvo Sotelo comentó: «Lo dije en 1931 y lo digo hoy con más razón. Esta gente de
izquierdas son como una jauría de lobos que en las tinieblas y entre aullidos barruntan la presa...
pues ya han cazado su presa, el pobre Calvo Sotelo... ahora a esperar lo que viene… que ya lo
gritan los niños en las escuelas: “no queremos catecismos, queremos comunismo”. Que Dios nos
coja confesados».
Ramiro de Maeztu, cuando vio lo que se venía encima y pocos días antes en el Congreso de los
Diputados se adelantó y dijo: «si los socialistas sospecharan los sentimientos que animan a las
derechas de esta cámara no amenazarían con la revolución. Creo ser el hombre más inofensivo
de la tierra. En una batalla no serviría más que para víctima, porque nunca he llevado armas, ni
las llevo, y si las llevara no sabría usarlas. Pero cuando se me conmina con la revolución social,
que, después de la experiencia rusa, ya sé que implica la matanza general de los burgueses, me
entra el impulso incontenible de quitarme la chaqueta, no para pelear con nadie, sino para que
me den inmediatamente los cuatro tiros que me correspondan, porque es intolerable seguir
viviendo bajo el peso de una amenaza que me está perdonando la vida».
Así que cuando en la mañana del día 13 se enteró de la muerte de su amigo y correligionario
(«Acción Española») hizo las maletas y se fue a casa de su también amigo José Luis Vázquez
Dodero y le dijo: «José Luis, aquí me tienes, ya sabes que después de Calvo Sotelo yo estoy en la
primera fila. También a mí me la tienen jurada. En tu casa, por lo menos, no me cogerán solo». Y,
para desgracia suya, así fue, pues antes de que terminase el mes de julio lo detuvieron y unos
meses después le dieron los cuatro tiros anunciados en las tapias del cementerio de Aravaca.
Pío Baroja, cuando el vasco se enteró del asesinato de Calvo Sotelo ya no dudó, como tantos
españoles más, aquello era la Guerra Civil e inmediatamente preparó con su sobrino Julio Caro
Baroja, la marcha a Vera de Bidasoa, su refugio veraniego y su mejor antídoto contra las
depresiones. En el viejo caserío de Vera a veces se sentía mejor que en Madrid y por eso cada
vez iba más. Pero antes de marcharse quiso hablar con sus amigos, «Azorín» y Maeztu, «Los Tres»
de antaño.
–¿Y vosotros qué opináis? ¿Qué puede significar la brutal muerte de Calvo Sotelo? –les preguntó
en cuanto los tuvo delante.
–¿Y tú lo dudas, querido Pio? –dijo «Azorín»–. Es la guerra
– Si los militares no actúan pronto –añadió Maeztu–. Me imagino que a estas horas los Generales
estarán afilando las espadas. Mola, Franco, Fanjul, Cabanellas y otros no creo que esperen mucho
más.
–Sí, pero la situación de hoy no es la del 32, cuando lo de Sanjurjo... Ahora están los comunistas
y esos tienen detrás a Moscú –dijo «Azorín»– Los Sindicatos están hoy mucho más fuertes y más
radicalizados.
–Sí, pero los «borregos» no tienen armas.
–No te preocupes, Pio, se las darán –añadió Maeztu.
–¿Y qué podemos hacer nosotros los intelectuales? –interrumpió Baroja.
–¡Rezar!
–¡No me jodas «Azorín»! Antes prefiero la muerte.
–No digas tonterías Pio, y olvídate ya de los curas.
–Bueno, pues yo ya lo tengo decidido. Esta misma tarde me voy con la familia a Vera. Allí estaré,
al menos, cerca de Francia.
Y en Vera de Bidasoa le cogió el 18 de julio, y allí le llegaron las noticias de la sublevación del
ejército de África y del General Mola.
Ramón Pérez de Ayala fue nombrado Embajador en Londres al llegar las Derechas al Poder tras
las elecciones de 1933 y al ganar el Frente Popular las elecciones del 1936 cogió las maletas y se
volvió a Madrid... y nada más llegar se reunió con sus amigos Ortega, Azorín y Marañón y esta
fue la conversación que mantuvieron:
–Ramón, siento decirte que esto ya no es la República que nosotros soñamos –dijo Ortega nada
más sentarse ante un café– España se hunde y estos locos quieren traernos una dictadura del
proletariado. Ya lo dije entonces y me quedé corto, «No es esto, No es esto»... No debimos
apartarnos y dejarlos solos
–¿Y qué podemos hacer ahora? –preguntó tímidamente Pérez de Ayala.
–¿Ahora? –se preguntó Marañón–... ahora, rezar. Si Dios no lo remedia esto, es decir nuestra
España, a no tardar mucho será un infierno... si ya se están matando unos a otros en las calles y
se odian a muerte.
–¡La Guerra Civil!... a eso estamos abocados, ya sólo falta la chispa que incendie el polvorín –
replicó Ortega.
–¿Y no hay ningún «cirujano de hierro» a la vista?
–Desgraciadamente, no, porque también el Ejercito esta superdividido...
–Bueno... –y Marañón bajó incluso el tono de su voz– por ahí se dice que hay un grupo de
generales que están estudiando la fórmula para poner orden en este caos y detener el avance
Comunista
–Pero ¿y Azaña? ¿No puede hacer nada como Presidente de la República?
–Azaña es peor que ellos –replicó Ortega– Azaña ya sólo es un títere y además, según me dicen,
está hundido y desmoralizado.
–Eso no me sorprende –intervino Pérez de Ayala–. Cuanto se diga de los desalmados mentecatos
que engendraron y luego nutrieron a los pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco...
Lo que nunca pude concebir es que hubiesen sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza.
Hago una excepción. Me figuré un tiempo que Azaña era de diferente textura y tejido más noble...
En octubre del 34 tuve la primera premonición de lo que verdaderamente era Azaña. Leyendo
luego sus memorias del barco de guerra –tan ruines y afeminadas– me confirmé. Cuando le he
visto, después de mi llegada de Londres, siendo ya Presidente de la República, me entró un
escalofrío de terror al observar su espantosa degeneración mental, en el breve espacio de dos
años, y adiviné que todo estaba perdido para España.
–Pues, perdida está, perdidos estamos todos –dijo el Doctor Marañón.
¡Ay!, pero lo peor vino días después, cuando el 13 de julio saltó la noticia del asesinato de Calvo
Sotelo, porque todos se dieron cuenta que aquello era ya la Guerra Civil y hasta con cierto miedo
volvieron a reunirse. Y así fue, ya que a los 5 días se sublevó parte del ejército y llegaron las
bombas y los cañones.
–Dios, estaréis de acuerdo conmigo que esto es la guerra –dijo el bueno de «Azorín» en cuanto
se sentaron en una cafetería de la calle Sevilla.
–¿La guerra? –respondió con cierta rabia Ortega–. Esto es un crimen de Estado, un acto terrorista,
una animalada... Ya podemos prepararnos, porque después de Calvo iremos nosotros... para esta
gentuza sólo hay sangre... ¿o es que habéis olvidado lo que hicieron con el Zar y su familia los
comunistas del «Lénin» ruso, el de verdad, no el de pacotilla que tenemos aquí?... si mataron hasta
el perro…
–Sí, sí, ha sido una salvajada –intervino el Doctor Marañón–, algo increíble... Pobre hombre... y
cómo le sacaron de la cama y cómo le mataron... ¡Dios! Sí, de aquí hay que marcharse ya... yo me
marcho esta misma tarde, de momento, a mi cigarral de Toledo.
–¿Y los generales? ¿Qué se sabe de Mola y de Franco?... como ellos no hagan algo estamos
perdidos. –dijo «Azorín», el más asustado de los cuatro.
–Nada. Ya lo veréis. Sublevarse es una cosa muy seria y muy peligrosa –añadió Pérez de Ayala.
–Es que tal como están las cosas eso no sería una sublevación, sería una salvación... que es lo que
vamos a necesitar: un milagro –sentenció Ortega.
Y los intelectuales siguieron hablando entre miedos y proyectos de defensa o de huida. Lo que
no sabían ese día es que tan solo 8 días después iban a tener que firmar, con la pistola en el
pecho, un «Manifiesto de los escritores antifascistas» a favor del Gobierno de los asesinos.
Aquel mismo día Marañón se marchó a su «cigarral» de Toledo y Pérez de Ayala y Ortega se
encerraron en sus casas, a la espera, ¡ilusa espera!, de que «aquello» sólo iba a ser un golpe de
estado. Error manifiesto, de ahí que sus vidas comenzaran a correr peligro.
Y así tuvieron que afrontar la humillación a la que les sometieron, un grupo de milicianos con las
armas en la mano y apuntándoles al pecho, cuando les obligaron a firmar un «Manifiesto de
Adhesión al Gobierno» o morir en el acto. Manifiesto que Ortega (como ya se ha contado en otro
lugar) rechazó en un primer momento y Pérez de Ayala firmó sin dudarlo (igual harían también
Marañón, Menéndez Pidal y otros). Pero Pérez de Ayala esa misma tarde ya no lo dudó y organizó
que sus hijos, Juan y Eduardo, se incorporasen al ejercito sublevado (y como soldados de Franco
lucharon toda la Guerra) y él mismo organizó su salida de España. Y se sabe que ya el mes de
septiembre estaba en París con su mujer, la norteamericana Mabel Rick.
José Ortega y Gasset, el hombre del «Delenda est Monarchía» («la Monarquía de Sagunto ha de
ser sustituida por una República que despierte en todos los españoles a un tiempo dinamismo y
disciplina, llamándolos a la soberana empresa de resucitar la Historia de España»), del «no es
esto»: «una cantidad inmensa de españoles que colaboraron con el advenimiento de la República
con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen
ahora entre desasosegados y descontentos: “¡No es esto, no es esto!”». La República es una cosa.
El «radicalismo» es otra. Si no, al tiempo): «Dios ¿y cómo podemos hablar con estos asesinos?
Porque está claro que lo que han hecho con Calvo Sotelo es un asesinato animal, trágico. Aquí ya
no hay salida: O ELLOS O ESPAÑA».
(El Correo de España)
s comunmente aceptado que el fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas y
miembro del primer triunvirato de Falange, junto a José Antonio y Ruiz de Alda, fue
asesinado tras ser sacado el 29 de octubre de 1936 de la cárcel de Ventas, junto a otros
presos entre los que se encontraba Ramiro de Maeztu y fusilado en la tapia del cementerio de
Aravaca esa misma noche.
Hace unos años, un historiador e investigador, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid,
buceando en el Archivo Histórico Nacional encontraba las declaraciones de dos de los partícipes
en el asesinato de Ramiro Ledesma Ramos. Gracias a este hallazgo, ni la fecha ni el lugar de su
muerte eran correctos y conocemos la brutalidad que se empleó en su asesinato. Incluso algún
comentario que se hizo tras el crimen cometido.
El 21 de noviembre de 1936, Ramiro Ledesma Ramos fue sacado de la cárcel de Ventas por un
grupo de anarquistas que presentaron, como único documento para hacerse cargo de él y otros
tres presos, una orden escrita del Comité Directivo del Ateneo Libertario de la Elipa.
Los presos fueron separados una vez llegados al centro anarquista. Ledesma fue conducido a una
habitación en la que estaban todos los miembros de la dirección del Ateneo. Estos extremos se
conocen gracias a las declaraciones de dos de los presentes, miembros del centro anarquista:
Lorenzo del Valle Penas, uno de los que acudieron a la cárcel de Ventas a por el político; y Antonio
Torno García, presente en el interrogatorio.
Uno de los responsables del Ateneo, Desiderio Recio, le interrogó en presencia de la junta y
varios de los milicianos que le habían llevado desde la cárcel. En un momento dado, Recio perdió
los nervios y fue a golpear a Ledesma, que se defendió agarrando a Recio de la solapa.
En ese momento, varios de los presentes se lanzaron contra el detenido y lo cosieron a puñaladas.
Según cuenta en su declaración Antonio Torno, no tuvieron suficiente con asesinarle, sino que
descuartizaron a puñaladas su cuerpo. Incluso, según el testigo, quienes no tenían un arma blanca
para ensañarse con el cuerpo discutían con sus compañeros anarquistas para que les dejaran las
suyas y colaborar en la macabra celebración. Preguntado por la razón de ese comportamiento
brutal, Torno, ante el tribunal que le juzgaba tras la Guerra Civil, explicó «para ver la maldad que
encerraba en sus entrañas».
Entre los que se lanzaron contra Ramiro Ledesma, se encontraba, siempre según las
declaraciones citadas de los testigos, Ciriaco Gil, quien presumía ante sus compinches de haber
asesinado con sus propias manos a un tío suyo que era sacerdote.
La junta directiva del Ateneo Libertario de la Elipa, que también participó en el salvaje asesinato,
estaba compuesta por Ángel Sardinero, Juan Romanillos, Rafael Abad y Julián Abad, estos dos
últimos eran hermanos y se les conocía por el apodo de «los molineros».
Después de este brutal asesinato, los otros tres presos que habían sido sacados de la cárcel junto
a Ledesma Ramos, fueron condenados a muerte y llevados al puente de La Elipa, donde fueron
fusilados. Allí, junto a los cadáveres de los tres recién asesinados, fueron abandonados los restos
descuartizados de Ramiro Ledesma Ramos, envueltos en una sábana vieja y en sacos de arpillera.