Acciones Memoria PERNASETTI

22
1 En De la Peza, Carmen (coord.) Memoria(s) y Política. Poéticas, experiencias y construcciones de nación, Prometeo editores, Buenos Aires, 2009. En la cavidad iluminada en que este instante es perla pródiga escucho el ronco abrirse de mi memoria como una puerta al viento Alejandra Pizarnik Acciones de memoria y memoria colectiva. Reflexiones sobre memoria y acción política Cecilia Pernasetti Dentro de las problemáticas que plantean los estudios sobre la memoria, quisiera detenerme en este punto: el vínculo entre memoria y acción política. ¿Podemos otorgarle a la memoria un rol político de central importancia? ¿Está vinculada la memoria con acciones de transformación de un orden social? Por acción política voy a considerar la posibilidad de intervenir en lo público, en lo que es común de una comunidad, de manera tal que esa intervención suponga el inicio de una transformación de un estado de cosas. Estoy tomando como referencia de base la idea de “Acción” en el sentido en que la propone H. Arendt como una actividad fundamental de la vida entre los hombres, que involucra su capacidad creativa, la posibilidad siempre latente en cada ser humano de iniciar algo nuevo y de crear un espacio para el diálogo con otros, las condiciones humanas de la natalidad y la pluralidad. 1 La acción involucra, de ese modo, tanto la creación de un espacio en el que sea posible el diálogo con otros como la expresión de un punto de vista singular sobre el mundo y una intervención en él, cuyas consecuencias no puedan ser previsibles en el sentido de que no están pre-diseñadas, sino que llevan consigo la posibilidad de algo diferente a lo conocido. Desde este punto de vista, entiendo que la acción política hace referencia a la capacidad de proponer frente a los otros –lo cual significa la posibilidad de decir y de ser escuchado— una mirada distanciada sobre el orden normativo vigente y la capacidad de intervenir para Magíster en Comunicación y Política por la UAM-X. Miembro del Programa de Estudios sobre la Memoria del Centro de Estudios Avanzados. UNC 1 Arendt, 1996.

description

identidad y memoria

Transcript of Acciones Memoria PERNASETTI

  • 1

    En De la Peza, Carmen (coord.) Memoria(s) y Poltica. Poticas, experiencias y construcciones de nacin, Prometeo editores, Buenos Aires, 2009.

    En la cavidad iluminada en que este instante es perla prdiga

    escucho el ronco abrirse de mi memoria como una puerta al viento

    Alejandra Pizarnik

    Acciones de memoria y memoria colectiva. Reflexiones

    sobre memoria y accin poltica Cecilia Pernasetti

    Dentro de las problemticas que plantean los estudios sobre la memoria, quisiera detenerme en este punto: el vnculo entre memoria y accin poltica. Podemos otorgarle a la memoria un rol poltico de central importancia? Est vinculada la memoria con acciones de transformacin de un orden social?

    Por accin poltica voy a considerar la posibilidad de intervenir en lo pblico, en lo que es comn de una comunidad, de manera tal que esa intervencin suponga el inicio de una transformacin de un estado de cosas. Estoy tomando como referencia de base la idea de Accin en el sentido en que la propone H. Arendt como una actividad fundamental de la vida entre los hombres, que involucra su capacidad creativa, la posibilidad siempre latente en cada ser humano de iniciar algo nuevo y de crear un espacio para el dilogo con otros, las condiciones humanas de la natalidad y la pluralidad.1 La accin involucra, de ese modo, tanto la creacin de un espacio en el que sea posible el dilogo con otros como la expresin de un punto de vista singular sobre el mundo y una intervencin en l, cuyas consecuencias no puedan ser previsibles en el sentido de que no estn pre-diseadas, sino que llevan consigo la posibilidad de algo diferente a lo conocido. Desde este punto de vista, entiendo que la accin poltica hace referencia a la capacidad de proponer frente a los otros lo cual significa la posibilidad de decir y de ser escuchado una mirada distanciada sobre el orden normativo vigente y la capacidad de intervenir para Magster en Comunicacin y Poltica por la UAM-X. Miembro del Programa de Estudios sobre la Memoria del Centro de Estudios Avanzados. UNC 1 Arendt, 1996.

  • 2

    modificarlo y establecer uno nuevo, que permita superar situaciones de violencia, injusticia e inequidad. Es decir, asumo que lo poltico supone la capacidad de imaginar y crear modos de organizacin social, y el reconocimiento de esa capacidad creativa de los grupos sociales. Parte de la accin poltica es precisamente ese advertir la historicidad de las formas de organizacin, creencias, normas e instituciones sociales, por lo tanto la posibilidad de ser modificadas.2 De ese modo, me interesa indagar en el vnculo entre memoria y cambio social. La memoria como continuidad Para iniciar esta indagacin, retomo los conceptos claves formulados por Maurice Halbwachs, quien invent trmino memoria colectiva y estableci las bases para su estudio por parte de las ciencias sociales3. La memoria, an la individual, es para Halbwachs una construccin social, a partir de lo que llama marcos sociales de la memoria, es decir, el conjunto de nociones que orientan la vida cotidiana en el presente, y que hacen que un individuo pertenezca a una sociedad y a un grupo. Cuando recordamos dice el autor partimos del presente, del sistema de ideas generales que est siempre a nuestro alcance, del lenguaje y de los puntos de referencia adoptados por la sociedad, es decir de todos los medios de expresin que pone a nuestra disposicin (Halbwachs, 2004: 40). A esas nociones que orientan la vida en el presente, a lo largo del libro tambin las llama: sistema de representaciones actuales o conciencia colectivao visiones del mundo. Esto marca dos caractersticas centrales de la memoria: su naturaleza social, producto de la pertenencia a un grupo, y su naturaleza racional-reflexiva: supone un trabajo de re-construccin del pasado. Con respecto a lo primero, segn este punto de vista lo que hace que recordemos u olvidemos algo son los marcos sociales del presente que permiten esos recuerdos u olvidos, porque la memoria se construye socialmente, a partir de las normatividades en el sentido de visiones de mundo- vigentes en un grupo. Los recuerdos no se reencuentran sino que se reconstruyen a partir de las nociones vigentes en la sociedad en el momento de la reconstruccin. La memoria se construye con los otros, nunca en soledad: Slo tenemos capacidad de recordar cuando nos situamos en el punto de vista de uno o de varios grupos

    2 Sigo en este sentido la distincin que Raymundo Mier hace entre lo poltico y la poltica. Ver Mier, Raymundo: Apuntes para una reflexin sobre comunicacin y poltica- Revista Versin 10. UAM-Mxico, Octubre de 2000 3 Los marcos sociales de la memoria y La memoria colectiva (Halbwachs, 2004 y 2005)

  • 3

    y nos ubicamos nuevamente en una o ms corrientes del pensamiento colectivo (Halbwachs, 2005: 172)

    En cuanto a lo que aqu consideramos como la segunda caracterstica central del concepto de memoria de Halbwachs, la memoria es resultado de un trabajo racional y un proceso reflexivo: Entendemos por marco de la memoria, no solamente el conjunto de las nociones que podemos percibir en cada momento, puesto que ellas se encuentran ms o menos en el campo de nuestra conciencia, sino todas aquellas en que se alcanza partiendo de stas por una operacin del espritu anloga al simple razonamiento. (2004: 156). Tanto es as que afirma, refirindose a la reconstruccin de recuerdos de la infancia: No es necesario, pues, que el recuerdo haya permanecido, puesto que la conciencia actual posee en s misma y encuentra tambin en torno suyo los medios de fabricarlo. Si ella no lo reproduce es porque esos medios son insuficientes (2004: 115). Pero hay tambin, una tercera caracterstica que se desprende de las anteriores, lo que podramos llamar como el rol cohesionador que Halbwachs le otorga a la memoria. Esto se hace claro cuando se refiere a la memoria familiar y a la memoria religiosa. En el primer caso, an cuando las nuevas familias que forman las generaciones jvenes establecen, para diferenciarse de su familia de origen, su propio modo de ser, la memoria de lo que era vivir en familia se transmite dndole al grupo un sentido de continuidad y de pertenencia fundamentales para su vida social; la memoria ofrece el modelo de familia posible y deseable. En el caso de las religiones, seala que nunca una nueva religin parte de la nada, sino que retoma costumbres y creencias anteriores y las reinventa y adecua a su nueva situacin. Digamos que el autor dirige su mirada a lo que lo nuevo tiene de continuidad y no a lo que tiene de ruptura; seala la permanencia y no lo que cambia. Halbwachs pone el nfasis en lo que tiene la memoria de recurso de estabilizacin y regulacin. Creo que el autor permanentemente est hablando del problema del cambio o la permanencia en las sociedades, pero su inters est orientado a dar una interpretacin de cmo es que las sociedades siguen vivas y vigentes a pesar de los cambios. Como indica Grard Namer en el postfacio a la ltima edicin de Los marcos sociales de la memoria (Namer, 2004), es significativo el hecho de que Halbwachs haya comenzado a trabajar este libro en 1921, despus de las primera guerra mundial y de la enorme crisis que deriva a partir de sta en toda Europa. La terrible memoria de la guerra convive al mismo tiempo con la constatacin de que hay tambin una memoria colectiva despedazada. Esta situacin histrica marcara el inters de los estudios de Halbwachs, sobre todo en el rol tico que le otorga a la memoria

  • 4

    colectiva en su funcin restauradora de los vnculos sociales degradados por la guerra. El acento, en esta mirada, se pone en lo que tiene la memoria de cohesionador. Y con frecuencia el propio concepto de memoria pasa de funcionar como trmino descriptivo de un fenmeno a trmino normativo de una tica esperada o esperable. La memoria actuara como fuente de inspiracin para orientar las acciones en el presente: la sociedad (a diferencia de los historiadores) que emite juicios sobre los hombres durante su vida y tambin en el momento de su muerte, as como sobre los hechos, cuando se producen, conserva en realidad en cada uno de sus recuerdos importantes no solamente un fragmento de su experiencia, sino tambin un reflejo de sus reflexiones. Dado que un hecho pasado es una enseanza, o un personaje desaparecido, un estmulo o una advertencia, eso que entendemos por marco de la memoria es tambin una cadena de ideas y juicios (2004: 327). Pero para que tal reflexin y construccin de la memoria suceda, los recuerdos no pueden entrar en conflicto con las nociones establecidas por los marcos sociales. Llevando a su extremo esta propuesta, podramos decir que para el autor slo es posible recordar aquello que est en armona con las normatividades establecidas. Incluso no deja de destacar cierto carcter conservador de la memoria: sostiene que una sociedad tiende a separar de su memoria todo lo que podra separar a los individuos, alejar a los grupos unos de otros, y en cada poca ella modifica sus recuerdos para reajustarlos con las condiciones variables de su equilibrio (2004:336). Si estamos poniendo el nfasis en preguntarnos acerca del rol poltico de la memoria en la gestacin de propuestas de nuevos rdenes sociales, lo que interesa entonces, desde este punto de vista, es cmo se crean y modifican esos marcos. Y desde este razonamiento, nunca es la memoria la que rompe o pone en crisis esos marcos. En realidad, para Halbwachs, la memoria y los marcos sociales son casi la misma cosa: dentro de esta nocin, la memoria sera una forma de la visibilidad de los marcos sociales, tanto que cuando stos desaparecen lo hace tambin la memoria convocada por esos marcos. Podemos recordar solamente con la condicin de encontrar, en los marcos de la memoria colectiva, el lugar de los acontecimientos pasados que nos interese (...) El olvido se explica por la desaparicin de esos marcos o de una parte de ellos (Halbwachs, 2004: 323). Michel Pollack (2006) atribuye a la tradicin durkheimniana de Halbwachs su nfasis en destacar las funciones positivas desempeadas por la memoria colectiva: reforzar la cohesin social, mediante la adhesin afectiva al grupo, destacando los procesos de negociacin orientados a conciliar las memorias

  • 5

    individuales con las del grupo. Pollack advierte que si bien el autor sugiere un carcter potencialmente problemtico en la construccin de memorias comunes, la mirada no se detiene en eso sino en su fuerza estabilizadora. Los estudios contemporneos sobre memorias colectivas, desde la antropologa y la historia oral, por el contrario, ponen el acento en sacar a la luz la conflictividad inherente a la construccin de las memorias y sobre todo develan la existencia de memorias dispares, ocultas, subterrneas, como parte integrante de las culturas minoritarias de los grupos dominados, en los mrgenes de las memorias institucionalizadas, y en permanente disputa con ellas. Al contrario de Maurice Halbwachs dice el autor este abordaje acenta el carcter destructor, uniformizante y opresor de la memoria colectiva nacional (2006: 18). Pollack introduce el concepto de memorias subterrneas, refirindose a las memorias de grupos que han silenciado sus recuerdos porque estn en conflictos con las memorias dominantes, pero que permanecen vivos durante muchos aos o incluso siglos, que se transmiten oralmente al interior de crculos afectivos o de grupos organizados y pasan de una generacin a otra. En algunos casos los propios grupos no quieren que sus memorias sean llevadas al orden de lo pblico, porque corre algn tipo de riesgo su aceptacin social (el caso de soldados alsacianos reclutados por la fuerza por el ejrcito alemn) o porque sus versiones del pasado son tan inquietantes que no encuentran mbitos de escucha (por ejemplo el caso de sobrevivientes de campos de concentracin que despus de su liberacin volvieron a vivir a Alemania o a Austria). En otros casos esas versiones del pasado son directamente prohibidas por el aparato legal y represivo de un estado o una comunidad. Estos recuerdos vergonzosos, indecibles o prohibidos encuentran en ocasiones el mbito propicio para salir a la luz: esas memorias subterrneas prosiguen su trabajo de subversin en silencio y de manera casi imperceptible afloran en momentos de crisis a travs de sobresaltos bruscos y exacerbados (2006:18) Al analizar el vnculo entre memoria e identidad social, Pollak introduce el concepto de memoria encuadrada, en reemplazo de memoria colectiva y de trabajo de encuadramiento de la memoria, referido al trabajo de establecer un cuadro de referencias y de puntos de referencias, por parte de un grupo, tomados de los datos de la Historia y de la propia biografa del grupo o de sus individuos. Cuando una memoria est encuadrada dice este autorno cesa el trabajo permanente de su mantenimiento y actualizacin, precisamente porque la cohesin e identidad del grupo descansa en gran medida en lo que construyen como su memoria comn. Los grupos sociales ms poderosos de una comunidad, o las instituciones de una comunidad organizada en un territorio,

  • 6

    como el Estado, a travs de ese encuadramiento, establecen modos institucionales de mantenimiento de la vigencia de una memoria; pero tambin entre las memorias subterrneas es posible observar ese trabajo de encuadramiento e incluso reconocer a la figura del empresario de la memoria, personas que asumen la tarea de resguardar la historia del grupo y su versin.4. De esa manera, se busca mantener la cohesin interna y defender las fronteras de aquello que el grupo tiene en comn, incluyendo el territorio, en el caso de los Estados; estas seran las dos funciones centrales de la memoria comn La idea de marcos sociales de la memoria de Halbwachs encuentra aqu una actualizacin. La nocin de memoria encuadrada, an cuando se proponga no slo para analizar las memorias fuertemente constituidas como la memoria nacional, sino tambin las memorias subterrneas o minoritarias, sigue insistiendo en la funcin cohesionadora y estabilizadora de la memoria al interior de los grupos, porque est ligada a una preocupacin ms amplia: el tema de la identidad. La memoria colectiva aparece otra vez como un modo de analizar las formas de permanencia de un grupo a lo largo del tiempo, la vigencia de un modo de ser y su resguardo frente a la amenaza sobre su identidad ya establecida: la memoria como un bien que hay que preservar y conservar, como un patrimonio. Desde este punto de vista, la memoria est ligada casi exclusivamente a la idea de resistencia, tanto por parte de los grupos minoritarios como de los grupos dominantes: resisto (para no desaparecer o para mantener mi dominio) en la medida en que me reconozco parte de un grupo y una de las formas de cohesionarse de ese grupo es negociar, consensuar, sostener y defender un sentido del pasado que sea coherente con el modo de pensar del grupo. En sntesis, la idea de memoria colectiva vinculada a la identidad de grupos sociales, tal como la sugiere Halbwachs y como la desarrolla Pollack, entre otros, es slo un punto de vista desde donde mirar acciones de memoria. Si se desplaza la mirada y se trata de indagar no en cmo los grupos sostienen su modo de ser a lo largo del tiempo sino cmo las normatividades sociales entran en crisis o al menos son cuestionadas, es posible advertir otro rol para la memoria colectiva, o, mejor dicho, otro tipo de acciones de memoria que no estn orientadas solamente al resguardo o mantenimiento de una identidad.

    4 Cfr. Memoria, Olvido, Silencio y Memoria e Identidad Social en M. Pollack, 2006. Elizabeth Jelin prefiere usar el trmino emprendedores de la memoria. Ver: Jelin, 2002

  • 7

    La memoria como ruptura Me gustara introducir la categora de acciones de memoria para poder analizar el complejo proceso a travs del cual damos sentido a hechos del pasado que nos involucran como grupo o sociedad. La posibilidad de focalizar la mirada en el momento en el cual el pasado es revisado desde el presente, podemos tal vez advertir el modo en que esa mirada hacia atrs permite construir inspiraciones para el porvenir. Es posible reconocer, entonces, otra participacin de la memoria en relacin a procesos de crisis y de transformaciones, que no se restringen al juego de disputas por sostener, imponer o descalificar versiones del pasado, dirigiendo la mirada no solamente a los modos en que un grupo preserva su memoria, sino a cmo en ciertas ocasiones algunas imgenes, voces, sucesos, fechas, nombres, relatos, dichos, personajes, etc., que se reconocen pertenecientes a un tiempo pasado son trados al presente, pero no como un patrimonio para ser conservado sino que ese acto de traer al presente un saber del pasado es en s mismo una accin creadora que cuestiona, trastoca, a ese presente al mismo tiempo que lo ilumina. Creo que es posible interpretar de ese modo la afirmacin tan sugerente de Walter Benjamin cuando se refiere a la visin del pasado como un relmpago que alumbra en un momento de peligro. Es precisamente en los momentos de crisis, cuando se siente la necesidad de ofrecer un nuevo sentido a lo que se ve en el presente, cuando el pasado es reclamado y asume su capacidad de iluminacin. Dicho de otro modo: ms all de las motivaciones y los condicionamientos concientes o inconcientes que motivan una accin de rememoracin, hay situaciones en que una rememoracin desencadena consecuencias que no pueden ser previsibles . Michel de Certeau, alejndose deliberadamente de las concepciones que vinculan a la memoria solamente con identidades estticas, en La invencin de lo cotidiano. 1 Artes de hacer (1996) se refiere a la memoria como un arte de decir, que es por eso mismo un arte de hacer, refirindose a aquellos relatos que, al introducir la experiencia del tiempo al introducir otro tiempo en el tiempo del presente-- tienen la particularidad de poner en crisis nuestras nociones aceptadas cotidianamente: un narrador ofrece su relato de tal modo que irrumpe precisamente creando un quiebre de lo cotidiano, aprovechando hbilmente un instante en que es posible producir esa experiencia, al que llama la ocasin. La fuerza del relato reside en que la memoria aparece y su aparicin cuestiona el conjunto de nociones que apuntalan y domestican nuestra vivencia cotidiana. Para este autor, al encuadrar la memoria en

  • 8

    marcos sociales se pone un velo en la fuerza disruptora que puede tener el traer un relato del pasado al presente en el momento oportuno. Desde este punto de vista, lo que se destaca no es la racionalidad que Halbwachs encuentra en la memoria, como cadena de juicios de reflexiones orientadoras para la vida del presente, compartido por un grupo, a partir del pasado considerado como enseanza, organizado en un todo coherente. Al contrario, a de Certeau le interesa sealar cmo un narrador con su relato desata la memoria sin direccin prevista, y pone en crisis cualquier idea de finalidad instrumental. Desde este punto de vista, no se pueden medir las consecuencias de un acto de memoria, generado, adems por un acontecimiento no previsible. Hay que aclararlo: de Certeau advierte cul es el sentido que est usando del trmino memoria, en una nota al pie: Memoire en el antiguo sentido del trmino, que designa una presencia en la pluralidad de tiempos y no se limita pues al pasado (1996: 92). Su planteo parte ms bien del reconocimiento del tiempo como movilizador de un espacio que se pretende inmvil y eterno: La memoria mediatiza las transformaciones espaciales. Con el mtodo del momento oportuno (griego, kairos), produce una ruptura instauradora. (1996: 95). El tiempo que viene a desestabilizar un espacio organizado. Esto tiene que ver con su esfuerzo por desenmascarar la idea de control que est en la raz de la cultura occidental, que aspira clasificar los grupos humanos de una vez y para siempre (el orden de lo escriturario) y cmo esta aspiracin se ve cotidianamente resistida o subvertida por las experiencias del hombre comn y sus jugarretas que le permiten introducir el movimiento en esa quietud planificada. La ciencia y su aspiracin a la clasificacin tambin las ciencias sociales trabaja en la misma direccin, con lo cual fuerzan la realidad a acomodarse a conceptos que la normalizan, en la medida en que conocer se plantea como sinnimo de etiquetar, clasificar y organizar.5 Es notable que para ambos puntos de vista la memoria nunca acta sola. Quiero decir: un hecho, un momento, un personaje del pasado no aparecen solamente por la fuerza misma del hecho, momento, personaje, que llega desde lo profundo de la historia. Desde las dos perspectivas, se presupone que la memoria no es una fuerza autnoma que irrumpa en el presente, sino que son

    5 Los anlisis cientficos contemporneos, que hacen entrar de nuevo a la memoria en sus cuadros sociales, o las tcnicas intelectuales de los clsicos que, en la Edad Media, tan hbilmente la transformaron en una composicin de lugares y que as prepararon la mutacin moderna del tiempo en espacio controlable, olvidan o rechazan sus subterugios, aun si presentan el inters capital de explicar mediante qu procedimientos y por qu reazones estratgias legtimas la ocasin este instante indiscreto, esta ponzoaha quedado controlado por la espacializacin del discurso letrado. Incesantemente, la escritura cientfica, constitucin de un lugar propio, devuelve el tiempo, ese fugitivo, a la normalidad de un sistema observable y legible. De este modo, no hay sorpresas. Un mantenimiento de los lugares elimina las jugarretas (de Certeau, 1996: 98)

  • 9

    los sujetos desde el presente los que construyen sus relatos del pasado; pero en sentidos diferentes. Para Halbwachs son los marcos del presente los que establecen cundo y cmo interviene el pasado en el presente y qu de ese pasado es posible re-construir. Para de Certeau, en cambio, lo que moviliza a la memoria es la ocasin, un concepto que incorpora la idea del azar, de lo inesperado. Es decir, el narrador sabe encontrar el momento oportuno, que da lugar a que el transcurrir del tiempo se haga visible y el pasado aparezca en el lenguaje, en la conversacin. Ese momento no se prev ni se planea, se toma y abre esa posibilidad de quebrar el espacio del presente. En un momento que no se puede prever ni controlar un narrador atento a la oportunidad puede desencadenar una fuerza que estaba latente, informe, en todas partes y en ninguna parte. As, incluso una historia ya conocida adquiere una capacidad reveladora si es narrada otra vez en la circunstancia adecuada.6 Despus de esa irrupcin, no se regresa igual. Porque esa accin de memoria permitira la experiencia de la presencia persistente de lo que parece ya no estar, de lo que no es visible porque no entra en ninguna clasificacin de lo evidente, de lo que pareca muerto y desaparecido, pero que aparece renovado en la medida en que viene convocado por una ocasin diferente. Tambin este punto de vista arraiga a la memoria en el presente, e insiste en que es desde el presente desde donde se da sentido al pasado. Pero ese presente no tiene el mismo significado en estas dos miradas. En Michel de Certeau sus consideraciones sobre la memoria estn dentro de su manera de entender lo real, el mundo, que no se restringe solamente a lo que se ve, lo evidente, lo que est dentro del marco de lo aceptable y previsible. Es decir: lo real (el presente) es mucho ms que lo que se ve a simple vista. Y es la ocasin, eso inesperado que desencadena la memoria, lo que nos permite tener una experiencia de la profundidad de lo real. Lo central, entonces, en este planteo, no es el contenido de la memoria o no solamente, sino el momento en que es convocada, es decir, la ocasin. Y la ocasin no es otra cosa que el contacto con el otro. Y esto queremos destacar para abonar nuestra bsqueda por el vnculo entre memoria y accin poltica:

    Tal vez por, otra parte dice este autor, la memoria slo sea el recordar o el llamar por el otro, cuya impresin se trazara como una sobrecarga en un cuerpo ya alterado por siempre jams, pero sin saberlo. Esta escritura originaria y secreta saldra poco a poco, all donde unos

    6 Explica el autor: Como las aves que slo ponen en el nido de otras especies, la memoria produce en un lugar que no es el suyo propio. Recibe su forma y su implantacin a partir de una circunstancia ajena, aun si el contenido (el detalle faltante) procede de s misma. Su movilizacin resulta indisociable de una alteracin (1996: 96).

  • 10

    toques la alcanzan. La memoria es ejecutada por las circunstancias, del mismo modo en que el piano da sus sonidos al tocar de los dedos. Es el sentido del otro. Asimismo, se desarrolla con la relacin en las sociedades tradicionales, como entre dos personas amorosas mientras que se atrofia cuando hay autonomizacin de lugares propios. Ms que grabar, responde, hasta el momento en que, al perder su mvil fragilidad, incapaz de nuevas alteraciones, no sabe sino repetir sus primeras respuestas. (1996: 94-97).

    El lugar propio, al que se refiere, es el modo de la imposicin de un orden social que aspira a ser previsible y controlable: una cuadrcula en la que se clasifican de una vez y para siempre a los sujetos sociales. Si en Halbwachs la pregunta por la memoria requiere detenerse en los marcos sociales a partir de los cuales la memoria es posible, con Michel de Certeau hay que detenerse en lo contrario: la posibilidad de que una narracin irrumpa en la cadencia de lo cotidiano y proponga la nota fuera de tono, que violenta, que quiebra el ritmo, incomoda e inquieta: slo entonces es convocada la memoria. Dice el autor: (la memoria) se construye (...), ligada a la expectacin que algo ajeno al presente va a producir o debe producir. Muy lejos de ser el relicario o el bote de basura del pasado, vive de creer en lo posible y en esperarlo, vigilante, al acecho.(1996: 97)7 Actos de memoria como accin poltica Es posible sospechar que desde este punto de vista, la distincin entre memoria individual y memoria colectiva no resulte pertinente: el acto de memoria de un individuo puede tener consecuencia sociales, incluso ms all de su grupo afectivo ms cercano. Al mismo tiempo, las categoras de marcos sociales o encuadramiento de la memoria, que acompaan al concepto de memoria colectiva, iluminan un aspecto, sin duda sustancial del fenmeno de la memoria en la vida social, pero no lo agotan. Nos hacen advertir que la memoria, en la medida en que se

    7 Michel de Certeau hace explcita su crtica a la idea de los marcos sociales de la memoria de Halbwachs: Los anlisis cientficos contemporneos que hacen entrar de nuevo a la memoria en sus cuadros sociales, o las tcnicas intelectuales de los clsicos que, en la Edad Media, tan hbilmente la transformaron en una composicin de lugares y que as prepararon la mutacin moderna del tiempo en espacio controlable, olvidan o rechazan sus subterfugios, aunque presentan el inters capital de explicar mediante qu procedimientos y por qu razones estrategias legtimas la ocasin ese instante indiscreto, esa ponzoaha quedado controlado por la espacializacin del discurso letrado. (1996: 98)

  • 11

    construye con otros, involucra la compleja trama de normatividades que orientan la interaccin al interior de una sociedad o un grupo. Pero proponemos que el rol poltico de la memoria -su fuerza creativa- no se explica de manera acabada si nos restringimos a destacar que son los marcos sociales los que permiten el recuerdo o orientan el olvido, precisamente porque si alguna fuerza transformadora puede tener la memoria se manifiesta en su capacidad de poner en crisis esos marcos, hacindolos evidentes. Antes de seguir desarrollando esa idea, son necesarias algunas aclaraciones. En primer lugar, cuando hablamos de memoria concretamente estamos pensando en discursos que le otorgan sentido a un hechos sucedidos en el pasado, y esa significacin est dada por el contenido los sucesos que menciona y el modo en que los presenta, por el momento la oportunidaden que se los enuncia y por la particularidad del enunciador el agente que realiza ese acto de memoria. Porque habra que recordar antes de todo que la memoria es una forma del ejercicio del lenguaje. Ese puede ser el sentido inicial en el que hay que considerar lo que Halbwachs propone: que la memoria, an la ms individual, se construye con los otros8. Si aparece un recuerdo o un saber del pasado, es porque ese recuerdo o saber se formula con palabras y se hace comunicable9. En segundo lugar, y desde este punto de vista, la distincin entre memoria e historia estara dada por el modo de configurar ese discurso. En el caso de la historia, se trata de enunciados que se distinguen fundamentalmente porque

    8 Halbwachs distingue dos clases de recuerdos: los que rpidamente recordamos a voluntad y los que no obedecen fcilmente a nuestro llamado. Por extrao y paradjico que parezca, los recuerdos que nos resultan ms difciles de evocar son justamente aquellos que no nos conciernen sino a nosotros, que constituyen nuestro bien ms exclusivo, como si no pudieran escaparse a los otros sino a condicin de escaprsenos tambin a nosotros (2005: 184) 9 En ese sentido, habra que cuestionar la idea de las memorias traumticas si por trauma se entiende aquello que no puede ser puesto en palabras. Es pertinente hablar de trauma cuando nos referimos a memorias? El trauma no es lo contrario de la memoria, es decir, algo que no puede ser dicho, narrado, reflexionado, compartido, transmitido? El trauma no es algo que ni siquiera puede ser reconocido como experiencia?. Qu pasa cuando las experiencias traumticas no se pueden transmitir, decir, compartir? Es posible la memoria?. Mara Ins Mudrovcic traslada la nocin de trauma de la psicologa al concepto de memoria literal que plantea Todorov y se pregunta De qu modo una comunidad, cuyos diferentes grupos han experimentado directa o indirectamente eventos traumticos, deja de estar atrapada compulsivamente por su pasado y transforma los acontecimiento trgicos de la que es heredera en recuerdos ejemplares que guen las acciones presentes? En definitiva, cmo se realiza el duelo social? (...) Adelantar, en parte, la respuesta. El duelo social se realiza cuando el grupo logra integrar el evento traumtico en una narracin compartida, en definitiva, cuando puede narrar el miedo. All es cuando esa memoria literal devendra en memoria ejemplar (Mudrovcic, 2006: 211) De todas maneras, creo que las nociones de duelo y trauma siguen siendo categoras relativas a un sujeto, y que si el duelo se realiza, es en el interior del individuo. Si ese individuo puede narrar su experiencia y es escuchada por otros, puede o nosuceder que sujetos que han experimentado situaciones lmite similares puedan a su vez encontrar palabras para narrarlas. Es decir, el relato es individual, no grupal, aunque las consecuencias de ese acto de lenguaje repercutan ms all de un solo individuo.

  • 12

    siguen las normas establecidas por parte de las instituciones existentes para tal fin: la universidad, la comunidad de historiadores, etc., que se supone permiten garantizar una mirada objetiva en el sentido de concordante con los acontecimientos que efectivamente tuvieron lugar o que establezcan un acuerdo entre sujetos acerca de la exactitud de lo que se narra. Con memoria estaramos haciendo referencia a aquellos relatos que no necesariamente siguen las normas marcadas por la comunidad de historiadores, y que se transmiten sobre todo oralmente o a travs de soportes diversos fuera de los libros de historia, desde testimonios hasta novelas, pelculas, documentales, panfletos, revistas, pancartas, placas recordatorias, etc. Los regmenes de legitimidad de esos discursos una vez formulados, dependen del grupo al que pertenece el enunciador o enunciadores y de la relacin con los otros grupos y con la comunidad. Sin embargo, un sujeto puede hacer entrar al pasado en el presente en una conversacin ocasional, inspirndose en algo ledo en un libro de historia. Precisamente, este comentario introduce la tercera aclaracin necesaria: el pasado que se trae a colacin en una accin de memoria puede ser un recuerdo personal, o puede ser un saber resultante de las diversas maneras que las culturas se dan para transmitir sus conocimientos de sucesos que estn ms all de la biografa de cada individuo, y en esto necesariamente incluimos tanto los discursos considerados arriba como propios de la historia y aquello nombrados como parte de la memoria ms adelante volver sobre este punto. En cualquier caso, asume la forma de un discurso al que podemos llamarle relatos o narraciones del pasado. En cualquier caso, la movilizacin de la memoria no sera posible sin un narrador no tiene una inquietud de tomar la ocasin para voltear al pasado y volverlo fuente de inspiracin y fuerza para el cambio teniendo como inters y preocupacin su vida en comn con los otros individuos y el mejoramiento de esa convivencia, a eso me refiero como acto de memoria. Si lo que gana es la aceptacin de la uniformidad, lo repetido, la creencia de que no hay posibilidad de algo diferente y la cancelacin de un deseo de cambio, se cancelara tambin la posibilidad de una experiencia tal que permita movilizar la memoria. La memoria est en riesgo cuando el mundo cotidiano se uniformiza en el espacio y en el tiempo y no ofrece ms que una repeticin de s mismo como horizonte de futuro. La memoria se desata a partir de que se vislumbra la posibilidad de otra cosa y se convoca como un modo de re-pensarse al interior de un grupo, de replantear hbitos y normatividades vigentes. La consigna de recuperar la memoria que tantas veces se ha levantado en los ltimos aos en Argentina, en realidad ms bien debera entenderse como

  • 13

    ejercitar la inquietud frente al orden de lo social tal como est dato y no declinar en el deseo de algo diferente para el futuro: resistir la imposicin de una forma de vida nica vlida para todos. La accin poltica sera aquella que se oriente a permitir la experiencia de lo extrao en un presente que aparece como repeticin incesante de lo mismo. En ltima instancia, la ltima resistencia a ese mundo es la sospecha de que hay algo ms de lo que se ofrece a simple vista: ver lo que no se ve, creer lo que en lo que no es evidente (que sera un modo de transgresin de la creencia moderna en lo visible, pre-visible y mesurable, segn sugiere M. de Certeau).10 En el caso de la memoria como resguardo de la identidad, estara ms referida a los grupos que buscan consolidar su legitimidad frente a otros grupos. La memoria del grupo sera la fuente de cohesin interna del grupo, en la medida en que la posibilidad de reconocer un pasado comn o una manera comn de reconstruir el pasado, es posible porque se comparten en el presente una serie de categoras a partir de las cuales dar sentido al pasado (los marcos sociales). Aqu tambin la memoria est orientada desde el presente, pero en el sentido de reconstruir el pasado a partir de los marcos sociales (o las corrientes de pensamiento) que posee el grupo para interpretar el mundo. Es decir, los marcos sociales del grupo son los que le dan forma a sus memorias y si esos marcos sociales entran en conflicto con las memorias, sucede el olvido, que no sera la desaparicin del recuerdo sino las imposibilidad de reconstruirlo a partir de marcos vigentes y que puede ser reconstruido si nuevos marcos sociales lo permitieran-; o significa que el grupo deja de existir, porque los recuerdos ya no son reconstruidos de la misma forma por sus miembros. Si el grupo se encuentra disputando su legitimidad, se tiende a reconstruir las memorias de tal modo que estn en consonancia con el marco social del grupo. La memoria sera una de las maneras de reforzar un modo particular (del grupo) de entender los vnculos sociales y su normas. Es slo desde este punto de vista que se puede hablar de memorias colectivas en pugna discursos sobre el pasado que intentan imponerse como los legtimos frente a otros, y llegar a constatar que ocasionalmente una memoria se impone porque un grupo logra adquirir relevancia frente a otros. Pero, si analizamos ms detenidamente, no son las memorias las que estn en disputa, sino los marcos sociales que posibilitan esa memoria, o que indican el modo de dar sentido al pasado. O, en todo caso, la lucha por la memoria (por imponer una memoria o un sentido del pasado frente a otros) es un modo de la bsqueda por establecer particulares marcos de convivencia en el presente. El objeto de la

    10 Ver Maneras de creer, captulos XIII y XIV, op.cit.

  • 14

    lucha no es el pasado sino el presente. Es slo a partir de este punto de vista que es posible analizar a la memoria como parte de las estrategias de lucha de los grupos sociales. Pero de ese modo tal vez estaramos dejando fuera de la mirada la intervencin ms sugerente de la memoria dentro de lo poltico. Lo poltico en el sentido fuerte que aqu hemos asumido, como aquella accin que provoca un distanciamiento enrarecimiento del presente, que cuestione el modo de organizacin social vigente y que simultneamente impulse la imaginacin que permita crear nuevos sentidos y esbozar nuevos regmenes de convivencia. La accin poltica as entendida tampoco es previsible, pero s se puede decir que es entonces cuando se ve estimulada la posibilidad de que narraciones sobre el pasado sean formuladas y escuchadas y desplieguen su potencialidad crtica y creativa. No se puede decir, en este caso, que se luche por la memoria, sino que convocar a la memoria es parte de la lucha. Si algo es posible hacer, en este sentido, no es trabajar sobre la memoria sino sobre nuestra manera de considerar el presente, y advertir sus huecos y zonas oscuras, no reguladas, no inmovilizadas, a travs de los cuales se pueda vislumbrar la ocasin que sea capaz de hacer resurgir aquello que lo ponga en cuestin, que toque a la memoria y con ella incorpore la dimensin temporal y le otorgue a ese presente su carcter de histrico, es decir, de construido y que permita vislumbrar porvenires diferentes, por lo menos ms generosos. Luchar por la memoria, en este caso, sera precisamente interrogar al presente e imaginar otro futuro. Dicho de otro modo: slo si existe espacio para el encuentro, el dilogo, el desacuerdo, la insatisfaccin y el deseo de otra cosa, es posible que la potencialidad de la memoria se despliegue, convocada por esa ocasin que va a aparecer en la medida en que exista esa bsqueda, ese dilogo y ese deseo de renovar los vnculos construyendo sentidos sobre el de dnde venimos, precisamente porque estamos construyendo nuevos sentidos de quines somos y hacia dnde vamos. Un momento que anuda el presente con el pasado y el presente con el futuro, que establece un vnculo entre lo que soy y lo que fue, entre lo que fue y lo que quiero ser; entre el mundo actual y el tiempo transcurrido, entre el porvenir y lo ya sucedido. La memoria encuadrada y custodiada para que permanezca inmvil se vuelve repeticin, hbito, institucin. Si un relato de memoria tiene que ser custodiado como tal, es porque el conjunto de datos y sentidos que lo conforman han perdido su capacidad de elocuencia y en todo caso slo representan el temor frente a la amenaza a una identidad establecida. Es interesante advertir que los relatos institucionalizados sobre el pasado, no tienen un enunciador identificado: es como si se contaran solos, como si fueran la verdad del pasado que se enuncia

  • 15

    por su propia voz, la voz de la memoria. Sin embargo, es imposible imponer un relato para que se vuelva parte de una memoria, porque es imprevisible lo que un relato puede desatar en los sujetos. La misma idea de memorias subterrneas lo sugiere. Los sujetos podemos repetir una letana de datos y de fechas, que pueden no significar nada ms que palabras sin sentido, o que pueden significar otras cosas que nada tienen que ver con las palabras recitadas. O podemos ver todos los das un monumento en el centro de la plaza sin que eso suponga otra cosa ms que una referencia casi cartogrfica. Y tambin puede ser que en otro momento imposible de ser prefigurado desaten en un sujeto otro sentido insospechado en relacin al pasado que dicen enunciar. Actos de memoria: entre la historia, la memoria colectiva y la creatividad Ese dilogo al que nos referimos cuando un sujeto trae el pasado a incomodar el presente, es voluntario, no una imposicin ni una necesidad en el sentido estricto. Hay un deseo de convocar la memoria, por parte de un sujeto frente a otros11. Y conlleva una responsabilidad, en la medida en que su aparicin en escena involucra a otros, o podra tener consecuencias en otros. El acto de memoria introduce el pasado en el dilogo, en la medida en que se piensa de manera comn en un futuro comn: se mira al pasado para imaginar el futuro. Es cierto que actualmente, el temor del olvido se vive como una amenaza, pero esto sucede no porque el pasado est en riesgo. Lo que est en riesgo no es el pasado, sino el futuro. Si no necesitamos construir una imagen de lo que queremos para el futuro porque se impuso la idea de que ya est diseado por algo que est ms all de la voluntad, como por ejemplo un sistema econmico que funciona como un motor que se autoalimenta, difcilmente volvamos

    11 No Jitrik dice, en este sentido: la memoria como objeto puede permanecer tal cual si nada perturba su estar que, en esa situacin, podra ser un estar siempre all. Es, pues, en el espacio del sujeto que la transformacin logra su forma por obra de un impulso o necesidad, como la que situamos en el orden del enunciar, que se infunden a un pensar la trasformacin tendiente, semiticamente, a producir u obtener una significacin. Lo que si, por un lado, quiere decir que la transformacin radica en un lugar, por el otro tal lugar no es slo el de la intencionalidad de un sujeto sino uno al que, traduciendo las nociones de impulso y necesidad, apelando a un lenguaje psicoanaltico, podemos llamar el lugar del deseo , donde la necesidad promueve u el impulso hace emerger. Y si esa necesidad brota, por incercia, de una carga excesiva de lo que ser trasformado en una memoria, slo el deseo de transformacin responder a esa demanda, lo cual ocurre en el mbito de un sujeto deseante (Jitrik, 2005).

  • 16

    nuestra mirada al pasado. Se vuelve la mirada al pasado en busca de inspiracin. En el momento de la construccin de monumentos que celebraban una accin o un personaje, se los propone como ejemplos para ser imitados, o como sucesos que no deben ser repetidos. Pero sirven de inspiracin en la medida en que existan sujetos libres capaces de tomar decisiones que tengan inters en el orden de lo pblico: en la medida en que sea posible la accin humana, en el sentido de Hannah Arendt. Considero que es importante detenerse a analizar el fenmeno de la memoria en el momento en que hace su aparicin, en el que es convocada: all est la memoria viva, y no la repeticin de una narracin que se acomoda al mantenimiento de una situacin identidad- establecida. Tal vez una va para ese anlisis sera trabajar sobre relatos de memoria que resultaron irritantes o generaron discusiones y pusieron en crisis ciertas convenciones aceptadas de manera ms o menos generalizadas. Las preguntas a hacerse podran girar en torno a qu visiones del presente y que proyectos hacia el futuro estn estimulando el surgimiento de esos nuevos sentido del pasado, quines son los sujetos que los proponen y en qu circunstancias. Noe Jitrik (2005) sugiere que cualquier transformacin tiene lugar a partir de la memoria, pero poniendo deliberadamente en suspenso lo que la memoria dice, es decir, olvidando, o actuando en contra de la memoria. Retoma la distincin realizada por Raymundo Mier acerca de la memoria: dos universos de modalidades de la afeccin, en tanto memoria, muy diferenciadas: el pasado como experiencia, que engendra memoria y el pasado como inferencia lgica construido por la va de los hbitos y las regulaciones definidos categorialmente, ajeno a la vida, aunque capaz de incidir en ella para modelar su fisonoma a lo que llama memoria como saber, como asumir lo credo como un territorio de la propia vida (Mier, 2000:), referida al pasado que est ms all de la experiencia biogrfica. Jitrik sugiere las consecuencias de esta diferenciacin, a la que llama la doble dimensin de la memoria: De una manera no muy fcil de explicar podra postularse que la respuesta a estos modos de la memoria distribuye y califica a los enunciadores. Lo que va, quizs, del academicismo a la vanguardia, del as es y ser del lenguaje de las estructuras hasta el tal vez de cualquier idea de cambio (2005:60). Podra interpretarse esta sugerencia sin relacionar exclusivamente la posibilidad de cambio a la memoria como experiencia (lo vivido en el propio cuerpo en el tiempo de la vida), sino al hecho de que no son las estructuras, es decir, las instituciones y las versiones del pasado que se establecen como creencias las que movilizaran un cambio, sino los sujetos, que se ven afectados por un deseo de cambio y pueden volverse enunciadores de versiones movilizantes del

  • 17

    pasado aunque stas no supongan necesariamente recuerdos integrados a su biografa. Desde este punto de vista se podra analizar la compleja problemtica del testimonio y la fuerza de su intervencin en el dilogo sobre sentidos del pasado12. Pero ahora yo voy a desistir de usar la categora de testimonio porque lo que me interesa es la posibilidad de analizar acciones de memoria que activaron discusiones y promovieron la revisin y elaboracin de nuevos sentidos al pasado. Vale la pena detenerse en un caso que suscit discusiones sobre el modo de narrar y el qu narrar del pasado reciente en la Argentina, sobre todo referido a la militancia armada previa a la ltima dictadura. Se trata de la publicacin en la revista La Intemperie de Crdoba, Argentina, del testimonio de un ex-guerrillero que relata dos ajusticiamientos cometidos por su grupo a dos jvenes considerados potenciales traidores. En seguida, intentar analizar esos acontecimientos como actos de memoria, teniendo en cuenta los elementos mencionados ms arriba:

    - El contenido: los sucesos que menciona y el modo en que los presenta - El momento: la oportunidad en que se los enuncia - El enunciador: el agente que realiza ese acto de memoria.

    El contenido: En los meses de octubre y noviembre de 2004 la revista La Intemperie public una entrevista realizada a Hctor Jouv, quien haba sido miembro del EGP, Ejrcito Guerrillero del Pueblo, una organizacin guerrillera impulsada por el Che Guevara. La revista explica as en su introduccin a la entrevista: Durante poco ms de medio ao, el Ejrcito Guerrillero del Pueblo (EGP) -un grupo de no ms de 20 personas, enre los que se incluan varios cordobeses, sobrevivi con extremas dificultades en el monte salteo. No llegaron a realizar ningn operativo. Cuando la gendarmera lo desarticul, ya haba varios muertos; algunos de ellos producto de fusilamientos realizados por el propio grupo.13 Precisamente, Jouv relata dos de esos fusilamientos de compaeros. A partir de la lectura de la entrevista, el filsofo Oscar del Barco mencionado por Jouv, entre otros, como intelectuales que en su momento inspiraron los jvenes que alimentaron aquella guerrillaenva una carta a la revista en la cual asume la responsabilidad por dichas muertes, al mismo tiempo que hace una dura crtica a la militancia armada y a figuras de la izquierda como el Che Guevara. En los nmeros siguientes una serie de cartas

    12 Es interesante la crtica a la idea de testimonio como portador indudable de verdad que plantea Beatriz Sarlo en Tiempo Pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusin. Siglo XXI, Buenos Aires, 2005 13 Revista La Intemperie nmero 17- Octubre de 2004

  • 18

    al director responde a la carta de Oscar del Barco y se inicia un debate que contina inclusive hoy y que se traslada a otras publicaciones en Buenos Aires. El momento: tanto la publicacin de la entrevista en la revista La Intemperie como la carta de Oscar del Barco aparecen en un momento en Argentina en que por primera vez el Estado Nacional asume una clara poltica de revalorizacin de las vctimas de la dictadura y de castigo por los crmenes por ella perpetrados. Se derogan las llamadas Leyes del Perdn (Ley de Obediencia debida, Ley de Punto final y los indultos) lo cual permite la iniciacin o continuacin de los juicios a los acusados por los delitos de tortura, asesinato, desaparicin de personas y robo de nios. El presidente Nstor Kirchner y su esposa se asumen como parte de aquella generacin castigada por la dictadura y por primera vez son recibidas en la Casa Rosada las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Al mismo tiempo, sitios donde funcionaban los campos clandestinos de detencin y tortura son entregados a la sociedad civil para construir lugares de memoria. Y en un gesto sumamente importante, Kirchner descuelga el cuadro del ex dictator Jorge Rafael Videla. En el ao 2006 se declara al 24 de marzo como feriado nacional en conmemoracin de las vctimas de la dictadura, y ese ao se organizan desde el estado una serie de actos para rememorar los 30 aos del golpe, lo que incluye la realizacin de actividades en las escuelas pblicas. Es decir, luego de dcadas de escamoteo y silencio, el Estado Nacional recoge las reivindicaciones largamente solicitadas por los organismos de derechos humanos. Junto con esto, se instala desde el gobierno una poltica de revalorizacin de las vctimas de la dictadura a partir de construir una imagen de jvenes que luchaban por un mundo mejor. El hecho de que algunos de estos jvenes pertenecan a agrupaciones armadas y haban realizado atentados que incluan asesinatos fue dejado de lado en funcin de destacar su entrega y su lucha. En ese clima es cuando aparece la entrevista a Hctor Jouve narrando sucesos que no se desconocan (el fusilamiento que narra ya haba sido publicado en una de las biografas del Che Guevara de amplia circulacin en Latinoamrica, escrita por John Lee Anderson) El enunciador: En principio, la revista La Intemperie, que hace pblico el testimonio incmodo. La revista, que inici su circulacin en 2003, ya estaba instalada entre algunos crculos de intelectuales y de la izquierda como una revista seria de anlisis poltico y cultural. Pero sin duda es Oscar del Barco quien con su carta fuertemente crtica a la militancia armada de los sesenta y setenta el que da origen a la polmica. Se trata de uno de los filsofos vivos ms

  • 19

    importantes de Argentina, cuya palabra tiene amplia ascendencia en crculos intelectuales; por otra parte, l mismo fue militante de izquierda, primero en el partido comunista, posteriormente simpatizante de la agrupacin armada Montoneros, por lo cual tuvo que exiliarse en Mxico durante la dictadura. Es decir, la palabra de Oscar del Barco es ampliamente escuchada y tiene un fuerte peso como formadora de opinin. El gesto de realizar esa mirada crtica a la militancia de los aos sesenta y setenta tuvo el peso de generar esa polmica no slo por el tipo de crtica sino por quien la pronunciaba. Tambin en peridicos de distribucin nacional se publicaron comentarios o referencias a la carta de del Barco en La Intemperie, lo mismo que en la revista cultural del diario Clarn. Los medios nacionales y los provinciales importantes slo le dieron cabida al debate cuando ste ya estaba instalado. Accin de memoria y legado La Intemperie hace pblica una narracin sobre el pasado que circulaba en voz baja, en crculos estrechos. Una discusin que se vena dando desde antes de la dictadura acerca de la opcin por la lucha armada. Una memoria subterrnea, ms privada, adquiere conocimiento pblico, a partir de una accin de memoria que va en contra de los marcos establecidos.14 La carta desencaden una polmica que tuvo su momento ms intenso en los meses siguientes a su publicacin, pero que sigue an hoy siendo objeto de discusin y anlisis en distintos medios. Creo que precisamente porque plantea como tema sustancial el del asesinato, la muerte, el sacrificio. Las reflexiones y sentimientos que la polmica dispara son difciles de predecir y tambin de circunscribir: en gran medida dependen de la situacin concreta de la persona

    14 Entre otra serie de complejos factores que incidieron en la construccin de la memoria de las vctimas de la dictadura, que soslaya la militancia armada, hay que considerar el acontecimiento central del Jucio a las Juntas Militares, en el ao 1985, y el hecho de que los primeros relatos asumieron la forma de testimonio judicial. El juez veta la aparicin de opiniones del testigo, as como comentarios acerca de la orientacin poltica de las vctimas. Al respecto, dice Claudia Feld: En un contexto en el que se quera legitimar la instancia judicial y presentarla como un espacio objetivo en el cual deban dirimirse los conflictos de la sociedad, la estrategia de desestimar las opiniones y preguntas polticas sirvi para hacer frente a los militares y sus partidarios, quienes por su parte descalificaban el proceso judicial diciendo que se trataba de un juicio poltico. Pero a la vez, al haber dejado afuera las posibles lecturas polticas de los acontecimientos, al haber borrado de los testimonios la filiacin poltica de las vctimas y testigos, y al haber interpretado la violencia en claves universales (de derechos humanos violados, de crmenes cometidos) se fue conformando un relato apoltico sobre la represin. Esta interpretacin de los hechos imprimi su huella sobre la memoria colectiva de la represin durante muchos aos. (Feld: 42)

  • 20

    que se involucra, de su historia, de sus aspiraciones, de su manera de estar en el mundo. En algunos casos, esta disputa acerca del sentido que debe drsele a ese pasado, gener todo lo contrario a la cohesin que Halbwachs deseaba para la memoria colectiva. Este acto de memoria en algunos casos puso en crisis vnculos afectivos de miembros de un mismo grupo, profundiz distancias entre grupos, gener nuevas disputas y rupturas15. Por otro lado, tambin moviliz la reflexin sobre el sentido de las acciones polticas en los sesenta y setenta, el papel de las ideologas, sobre las circunstancias histricas concretas que rodeaban esos hechos y esas generaciones. Y sobre todo, ya sea por desarrollar argumentos a favor o por deslegitumar las palabras de del Barco, apareci como tema de discusin en la escena pblica el problema de la responsabilidad y la libertad vinculadas a lo poltico. Ninguna accin humana en el sentido fuerte de Hannha Arendes previsible, y menos an direcciona las respuestas que puede ocasionar. Est en los otros actores polticos, a partir de ejercicio de su libertad y de su responsabilidad, responder y de ese modo actuar sabiendo que sea cuales sean, su acto sin duda tendr repercusiones y consecuencias en los otros. En el caso de esta carta y la polmica que suscit, puede ser recogida para seguir intensificando el conflicto, para profundizar diferencias insalvables, para separar personas y grupos. Prefiero retomar la carta ese acto de memoria-- en su fuerza como invitacin e impulso para la reflexin. Y desde all retomar la invitacin a construir un sentido del pasado que haga nfasis en la idea de legado. La bsqueda de un legado en el sentido de un saber que ilumine el presente en el cual estoy viviendo y desde el cual creo un sentido sobre el pasado. Inmediatamente aparece la primera advertencia: cada situacin histrica es nica, no hay reglas generales de la historia ni tampoco es posible que una situacin vuelva a repetirse, porque para que las cosas sucedieran como sucedieron se tienen que haber reunido un conjunto de factores que generaron una situacin nica.Cmo aprender de la historia si no es posible que se vuelva a repetir una situacin, si es nica? Ah empieza la construccin del legado: intentar comprender, desentraar uno a uno todos esos factores que intervinieron, y tratar de ponernos en la piel de hombre y mujeres que entonces vivieron, actuaron, participaron. Para que esa experiencia se vuelva legado. Slo as es posible que, en un instante de peligro, la memoria de aquella experiencia nos ilumine y frente a un nuevo desafo podamos al menos vislumbrar dnde empieza esa frontera en que somos autnomos, en que no nos

    15 Esto se hace evidente en la lectura de las cartas, compiladas en la obra citada.

  • 21

    dejamos llevar por los vientos de la historia y podamos reconocer nuestro momento de libertad y por lo tanto de responsabilidad. En ese mismo sentido, un acto de memoria como accin poltica supone el ejercicio de la libertad y la responsabilidadde ofrecer a los otros es decir, de hacer pblicoun punto de vista sobre el pasado producto de una reflexin crtica no slo de hechos del pasado sino de los marcos a partir de los cuales se le da sentido a esos hechos, y que por lo tanto desencadene un dilogo que permitir que otros construyan un legado. Quien realiza un acto de memoria as entendido presupone la potencialidad creativa de los individuos y grupos, en la medida en que no se mira al pasado para repetirlo sino frente a la necesidad de modificar un determinado orden social y poltico vigente Una accin en el sentido fuerte de Arendt- siempre involucra a la memoria. Si en algunos casos esa accin supone un inters particular de ofrecer pblicamente un sentido sobre el pasado, podramos decir se trata de una accin de memoria. No cualquier rememoracin es una accin de memoria con fuerza poltica tal como aqu la entendemos. Supone un inters por conocer y dar un sentido al pasado para tratar de comprender o dar un sentidoal presente. Entender para adquirir mayor autonoma y mayor serenidad, menos culpabilidad y mayor independencia de acciones. Ahora bien, ese conocimiento del pasado exige un esfuerzo de voluntad, una disciplina, una orientacin que tiene que ver con desentraar lo que no se sabe, buscar datos, reflexionar sobre lo que no se haba reflexionado, vincular fenmenos que aparentemente no parecen estar ligados. Es decir, quiere decir ir en contra o ms all de los conocimientos aceptados universalmente o acrticamente sobre el pasado. Y all aparece una paradoja respecto a lo que nombramos como memoria colectiva que ms tiene que ver con un conjunto de verdades sostenidas como creencia porque en ellas se funda gran parte de la identidad de un grupo de la manera de verse a s mismos en sus diferencias y semejanzas con otros grupos, y en la manera de mostrarse a esos otros grupos. El esfuerzo de conocimiento, de reflexin y de expresin pblica (a los otros) que le atribuimos a una accin de memoria, supone un impulso de conocimiento, de indagacin, de curiosidad, de inquietud que no tiene nada que ver con sostener marcos sociales que indican qu recordar y cmo. Por lo tanto, una accin de memoria es muy probable que vaya en contra de la memoria colectiva, es decir, de lo aceptado, de lo establecido, del abanico de recuerdos estimados, posibles o deseables y del repertorio de olvidos forzados que cada grupo se esfuerza por sostener.

  • 22

    BIBLIOGRAFA: Arendt, Hannah: La condicin humana. Paids, Barcelona, 1996 (1958). De Certeau, Michel: 1996, La invencin de lo cotidiano. 1 Artes de hacer. UIA, Mxico, Huyssen, Andreas: 2002. En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalizacin. Fondo de Cultura Econmica, Mxico. Halbwachs, Maurice, 2004: Los marcos sociales de la memoria. Anthropos, Barcelona ________________, 2005: Memoria individual y memoria colectiva. Captulo 2 del libro La memoire collective. Traduccin de Pablo Gianera; en Revista Estudios, No. 16, Otoo de 2005, Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Crdoba, Argentina. Jelin, Elizabeth: Los trabajos de la memoria, Siglo XXI editores, Madrid 2002 Jitrik, No: Tiempo, memoria, significacin en Revista Estudios 16, CEA-UNC, Crdoba, 2005 Mier, Raymundo: Tiempo, incertidumbre y afeccin. Apuntes sobre las concepciones del tiempo en Ch. S. Peirce en Tpicos del seminario 4, BUAP, Puebla, 2000. _____________ Apuntes para una reflexin sobre comunicacin y poltica- Revista Versin. Estudios sobre Comunicacin y Poltica, No. 10, UAM-X, Mxico, Octubre de 2000. Mudrovcic, Mara Ins: Trauma, miedo y memoria en Miedos y memorias en las sociedades contemporneas CEA-UNC, Comunicarte, Crdoba, 2006 Pollak, Michael: Memoria, olvido, silencio. La produccin social de identidades frente a situaciones lmite. Ediciones al margen, La Plata, 2006 Sarlo, Beatriz: Tiempo Pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusin. Siglo XXI, Buenos Aires, 2005 Schmucler, Hctor (comp.) Poltica, Violencia, Memoria. Gnesis y circulacin de las ideas en la Argentina de los aos sesenta y setenta. Ediciones Al Margen, La Plata, 2007 VVAA: No Matar. Sobre la responsabilidad. La polmica de la revista La Intemperie. Revista La Intemperie, Universidad Nacional de Crdoba y Ediciones El Cclope. 2007