A OFICINA EN EXPANSIÓN: 1920-1946

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386 L A OFICINA EN EXPANSIÓN: 1920-1946 Durante un cuartode siglo, el Dr.JohnD. Long,primer “Representante viajero” de la Oficina, viajó a todo lo ancho y lo largo de la Regibn por avión, tren, embarcación, autombvil mula a caballoy a pie, promoviendo medidas para mejorarla salud públicaen las Am&& (CIM~C Organizacibn de los Estados Americanos) Las Américas experimentaron un período de crecimiento econó- mico acelerado durante la década de 1920, como resultado de una espectacular expan- sión de la agricultura y la industria. Mientras que Europa quedaba a la zaga recuperán- dose de la destrucción producida por la “guerra para terminar todas las guerras”, el desarrollo social y económico en la Región provocó un incremento sin precedentes en

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L A OFICINA EN EXPANSIÓN:

1920-1946

Durante un cuarto de siglo, el Dr. John D. Long, primer “Representante viajero” de la Oficina, viajó a todo lo ancho y lo largo de la Regibn por avión, tren, embarcación, autombvil mula a caballo y a pie, promoviendo medidas para mejorar la salud pública en las Am&& (CIM~C Organizacibn de los Estados Americanos)

Las Américas experimentaron un período de crecimiento econó- mico acelerado durante la década de 1920, como resultado de una espectacular expan- sión de la agricultura y la industria. Mientras que Europa quedaba a la zaga recuperán- dose de la destrucción producida por la “guerra para terminar todas las guerras”, el desarrollo social y económico en la Región provocó un incremento sin precedentes en

las comunicaciones, el comercio marítimo, la construcción de vías férreas y carreteras, y los viajes por avión. El reconocimiento de que la mano de obra era el elemento indis- pensable para el desarrollo llevó a los países a preocuparse cada vez más por asegurar la salud de su fuerza laboral. En el vacío cultural dejado por una Europa lisiada, los Es- tados Unidos de América adquirieron una importancia creciente en la Región. El papel preeminente de ese país en los esfuerzos de colaboración tendientes a mejorar la salud de los pobres quedó demostrado en el ímpetu dado a la investigación biomédica por la Fundación Rockefeller en América Latina, que condujo al control de enfermedades transmisibles y a campañas de saneamiento ambiental en todo el hemisferio.

A principios de la década y durante todo el intervalo entre las dos guerras mundiales, coexistieron tres entidades internacionales de salud: el Office Inter- national d’Hygiène Publique en París, la Sección de Salud de la Liga de Naciones lan- zada en 1920 en Londres y la Oficina Sanitaria Panamericana. Con el tiempo, solo la Oficina sobrevivirfa y prosperaria.

Sin embargo, primero, la Oficina tenía que recuperar su orienta- ción, organizarse y comenzar sus actividades. Para ello, del 12 al 20 de diciembre de 1920 se reunió en Montevideo, Uruguay, la Sexta Conferencia Sanitaria Internacional de las Repúblicas Americanas, que eligió al Dr. Hugh S. Cumming, Cirujano General del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos, para encabezar la Oficina, cambiando el titulo de su cargo de Presidente a Director. La Conferencia se dispuso luego a reor- ganizar la Oficina, creando el primer Comité Ejecutivo y estableciendo una Oficina -distinta de la propia Conferencia (hasta esta fecha habían sido equiparables)- con siete miembros, entre ellos el Director, un Vicedirector y un Secretario. Se encomendó a la Oficina la preparación de un plan para publicar mensualmente un “Boletín Inter- nacional de las Repúblicas Americanas”. La Conferencia también recomendó que se cuadruplicara el presupuesto anual de la Oficina de $US 5000 a $20 000. Finalmente, los delegados encarecieron que se estableciera correspondencia continua con los funcio- narios de las juntas de salud, los empleados de salud y médicos destacados en las re- públicas americanas, a fin de que la Oficina pudiese proporcionara los países el servicio más eficaz posible.

Por consiguiente, en el primer informe anual del Director, para 1921, el Dr. Cumming afirmó: “La Oficina Sanitaria Internacional está hoy en corresponden- cia con los funcionarios de las juntas de sanidad y médicos importantes de las distintas repúblicas a fin de cooperar con ellas en el progreso de las condiciones sanitarias de los puertos y territorios, e impedir, hasta donde se pueda, la extensión de las enfermeda- des contagiosas”. Ese informe a los gobiernos acerca de la labor de la Oficina apenas ocupaba dos páginas. A medida que transcurrian los años, los informes aumenta- rían de volumen, como reflejo del crecimiento correspondiente en las actividades % de la Oficina. 0s N

Este papel fundamental de la Oficina en el intercambio de infor- I

mación con los países de la Región explica en un principio la importancia que se dio a & lo que se llamó Boletín Panamericano de Sanidad, cuyo primer número apareció en mayo de 1922. Refiriéndose a la Oficina como “una gran empresa en beneficio de la humani- ,g

dad’, el artículo inicial, de permanente actualidad, trata de “la importancia de la coo- s peración sanitaria entre naciones”, y fue seguido de una presentación sobre el diag- % nóstico diferencial y la “extirpación” de la viruela y una notificación resumida de las enfermedades infecciosas en todo el mundo. La tirada del primer número fue de 6630 B ejemplares en español y 2000 ejemplares en portugués; posteriormente, se imprimie- ron cada mes 3000 ejemplares en español. (Véase también el articulo especial en esta publicación sobre el Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana.) 387

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Los primeros números del Boletín incluyeron artículos de autores procedentes de todo el Hemisferio -principalmente norteamericanos, pero también mexicanos, colombianos y brasileños, entre los que figuró el famoso científico brasileño Carlos Chagas. Los artículos pusieron de manifiesto desde el principio la amplitud de las actividades de la Oficina: los primeros números trataron de la lepra, la uncinaria, la importancia de una buena dentadura, los adelantos en ingeniería sanitaria, la difteria, la desinfección del agua, la fiebre amarilla, la sífilis, la tuberculosis, la higiene indus- trial, la malaria y la gota. Un articulo regular fue el resumen de enfermedades infeccio- sas. Y, a partir de 1924, el Bolett’n publicó resoluciones de las Conferencias Sanitarias Pa- namericanas. Cuando cambiaron en 1923 los nombres oficiales de la institución, de Conferencia Sanitaria Internacional y Oficina Sanitaria Internacional a Conferencia Sa- nitaria Panamericana y Oficina Sanitaria Panamericana, el nombre de la revista men- sual también cambió al actual de Boletín de Za Oficina Sanitaria Panamericana.

Durante las dos primeras décadas de la Oficina, sus recursos ha- bían sido tan escasos como reducido era el ámbito de sus operaciones: la Conferencia y la Oficina eran en realidad un solo órgano, no había Secretarfa o personal como tales, y se sacaba el máximo partido de una erogación anual de $US 5000. Sin embargo, a me- dida que aumentaron las actividades de la Oficina se incrementó proporcionalmente la necesidad de recursos adicionales.

En la década de 1920, el personal consistía del Director, Dr. Cum- ming, el Auxiliar del Director, Dr. Bolívar J. Lloyd, y el Redactor Científico del Boletín y Traductor en Jefe, Dr. Arístides A. Moll. Además, se contrató a un “oficial ejecutivo”, el Sr. W. l? Montgomery, que fue el primer empleado en jubilarse con una pensión de una organización internacional en Washington, D.C. Alrededor de esa fecha y en apoyo de la labor de la Oficina, el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos (USPHS) comenzó a comisionar expertos de salud pública para el servicio de campo de la OSP En 1923, el primero de estos funcionarios, el Dr. John D. Long, Cirujano General Ad- junto del USPHS y posteriormente Subdirector de la Oficina, comenzó a viajar como Representante viajero de la Oficina, realizando misiones en Chile, Bolivia, Perú, Ecua- dor, Panamá, Cuba y después por todo el continente para evaluar con las autoridades nacionales las condiciones de salud en esos países y formular un plan para ampliar la utilidad de la Oficina. Por más de una década sus viajes se convirtieron en la base prin- cipal de las actividades de la Oficina.

Si el personal de la Oficina era escaso, su financiación era esque- lética. Los registros financieros para el ejercicio fiscal 1921-1922 indicaban $2830,79, incluidos !$4,67 para “gastos de viaje” y $5,50 para “libros”. El personal se fortaleció en 1923- 1924 con contratos para un ayudante editorial, un auxiliar y un estenógrafo; y el presupuesto aumentó a una cifra aún baja de $11 154,29.

Como era de esperar, cuando se reunió la Séptima Conferencia Sa- nitaria Panamericana en La Habana, Cuba, en 1924, se aprobó un presupuesto mucho más sustancial de $50 000: diez veces los fondos originales. Para entonces todas las 21 repúblicas americanas se habían afiliado a la Oficina y 18 de ellas enviaron delegados a la Conferencia. Actuando en función de una resolución de la Quinta Conferencia Inter- nacional de los Estados Americanos, que se había reunido en Santiago, Chile, en 1923, la Conferencia de La Habana redactó un Código Sanitario Panamericano que, con el tiempo, fue ratificado como tratado internacionalpor todas las 21 repúblicas. El Código, aún vigente hoy en día, encomendó a la Oficina Sanitaria Panamericana amplias fun- ciones y responsabilidades y le proporcionó una firme base jurídica.

De acuerdo con el papel primordial de la Oficina como organismo central de información sanitaria, el Director, a partir de su informe anual de 1924, dio a

conocer las condiciones de salud notificadas por los países. Dos años después, su in- forme empezó a dar cuenta a los gobiernos de las actividades de la Oficina tendientes a establecer un servicio estadístico y promover la designación de epidemiológicos auxi- liares en los países, a fin de que colaboraran con el servicio. “Se espera que todos los países remitan a la Oficina Sanitaria Panamericana informes de enfermedades y mor- talidad y que dichos informes sean tan amplios y detallados que formen una colección de verdadero valor para las labores de la Oficina”. Posteriormente, en su informe de 1929, el Director advirtió mejoras en la notificación de datos: “Un código telegráfico fue confeccionado e impreso y repartido a los Directores de Sanidad.. . Se han recibido ca- blegramas mensuales, y en algunos casos semanales, acerca de la presencia de enfer- medades cuarentenables y de las medidas implantadas para impedir su propagación en el comercio internacional. Cuando estos cablegramas han revestido suficiente impor- tancia, han sido transmitidos inmediatamente a los Directores de Sanidad de los países más directamente interesados. También se ha transmitido la información por cable al Office Intemational d’Hygiène Publique (París) y a la Sección de Higiene de la Liga de las Naciones”.

El constante incremento en las actividades de salud en la Región durante esa década hizo absolutamente necesario que los directores de los servicios de salud se reunieran de vez en cuando para el intercambio mutuo de ideas y experiencias. Así pues, por instrucciones de la Quinta Conferencia de los Estados Americanos (1923), la Oficina asumió en 1926 la responsabilidad de una nueva actividad periódica, a saber, los arreglos para las Conferencias Panamericanas de Directores Nacionales de Sanidad de las Repúblicas Americanas. Seis de estas Conferencias, que tuvieron lugar entre las Conferencias Sanitarias Panamericanas, se celebraron entre 1926 y 1948. La Primera Conferencia no pareció hacer mucho más que estudiar el Código Sanitario Panameri- cano, pero el debate fue acalorado, tal como ilustran los extractos siguientes:

Delegado de Guatemala: Lo primero que debemos hacer es alterar el inciso d) del articulo 1 del Código [para hacer obligatoria la notificación]. Delegado de Cuba: Con referencia al párrafo d), creo que la notiíicación debe ser obligatoria, conforme al espíritu de los otros artículos. Delegado del Brasil: No creo que haya necesidad de que votemos sobre los cambios en el Código. Delegado de Guatemala: Opino que ninguna palabra, por insigniticante que parezca, puede colocarse dentro del Código, porque no tenemos autoridad para eso. Delegado del Ecuador: Pido que se suprima del articulo la frase “0 cuales- quiera otras enfermedades contagiosas de índole epidémica”. Delegado de Cuba: Deseo que se modifique este artículo y que se ariada la palabra “viruela“. . . En Cuba, absolutamente nadie se puede dejar de vacunar contra la viruela, pero estimo que debe ponerse la viruela en este artículo. Auxiliar del Director: ~NO tienen ustedes sociedades contra la vacuna? Delegado de Cuba: jNo nos importan absolutamente las sociedades contra la vacuna! Delegado de México: He leído algo de este Código que fue aprobado en La Habana y que fue remitido a las diversas Repúblicas Americanas con una fuerte recomendación de la Unión Panamericana, a fin de que fuera apro- bado por los respectivos Gobiernos. Por lo tanto, me parece absurdo dis- 389

cutir y querer interpretar los artículos de un Código que ya fue aprobado.. . Creo que daremos un espectáculo poco edificante.

Delegado de Venezuela: Justamente para la sesión de esta tarde he traído una proposición que bien podría servir de enmienda futura al Código. Delegado de Honduras: He oído con atención todo lo que se ha estado dis- cutiendo aquí y creo que estamos perdiendo un tiempo precioso. Delegado de México: Quisiera hacer una aclaración.. . Delegado de Honduras: Quiero hacer una contraaclaración.. . Delegado de Cuba: Un puerto que no tenga elementos sanitarios para el ex- terminio de las ratas es un puerto que no tiene importancia para mi. Delegado de Venezuela: Como ustedes verán, los puertos de Venezuela son todos limpios y cumplen casi todos con las prescripciones del Código Sa- nitario. No tenemos fiebre amarilla, no tenemos peste bubónica . . . tam- poco tenemos cólera, ni poliomielitis, ni encefalitis; . . . sí tenemos lepra, fie- bre tifoidea y algunos casos de viruela. Yo abogo por que no sea objeto de estas clasificaciones ningún puerto.

El crecimiento de la Oficina y la necesidad correspondiente de orientar su derrotero son evidentes en la convocatoria del Director a la Octava Confe- rencia Sanitaria Panamericana: “un punto importante para el debate franco y abierto de los delegados será la futura expansión y el crecimiento de la Oficina Sanitaria Pana- mericana. Para asegurar el éxito de un asunto tan importante, se pedirá a los delegados a la conferencia que hagan cualesquiera indicaciones o sugerencias que consideren oportunas a fin de formular y definir el futuro plan de acción de la Oficina Sanita- ria, [que] aspira, sobre todo, a ayudar a sus miembros y contar con la cooperación de todos ellos”.

Sucedió que la Octava Conferencia, reunida en Lima en 1927, es- tableció un Consejo Directivo que se reuniría de cada año a 18 meses y estaría integrado por funcionarios y miembros de la Conferencia Sanitaria Panamericana. A los miem- bros del Consejo se les reembolsarian sus gastos de viaje y viáticos (10 dólares oro por día). El Dr. Cumming informó a los delegados que, durante la Conferencia Sanitaria Internacional que se había reunido en Paris en 1926, el Office International d’Hy@ne Publique había pedido que la Oficina Sanitaria Panamericana actuase como organiza- ción regional para la recopilación de estadísticas de salude información epidemiológica de las Américas, con cuya petición concordaron los delegados a la Octava Conferencia. Sin embargo, siguió haciéndose la distinción entre la eficacia relativa de las entidades radicadas en Europa y las radicadas en América. En su discurso de clausura de la Con- ferencia, Cumming dijo a los delegados: “Sin duda, la Oficina alcanzará la importancia y prestigio que ustedes deseen. Nos encontramos en la misma situación que el albarül. Si ustedes no proporcionan los ladrillos y la mezcla, no nos será posible construir el edificio. He visto a la Oficina de Paris funcionar de forma tan letárgica que de vez en cuando fue necesario pincharle con un alfiler para ver si estaba viva. Por algún tiempo, esta Oficina se hallaba en la misma condición pero creo que ahora ha experimentado un cambio. Tenemos la facultad -y con ella la responsabilidad, la obligación- para convertir esta Oficina en una organización útil para todos y cada uno de nosotros”.

Paulatinamente, los intereses de los países y, en consecuencia, de la Oficina, se multiplicaron. Según el informe anual del Director para 1922, las áreas de responsabilidad de la Oficina se limitaban a la ingeniena sanitaria, las conferencias de instrucción médica, la vacunación contra la viruela, los materiales de educación sa-

nitaria, la fumigación de embarcaciones y la incineración de los desechos sólidos. Ade- más de estos temas regulares, el informe del Director para 1927 advierte las crecientes preocupaciones continentales: adicción alas drogas, enfermedades venéreas, adminis- tración sanitaria, tuberculosis, parásitos intestinales, lepra, tracoma, malaria, puericul- tura, clima y enfermedad, e inmigración.

El primer Consejo Directivo de la Oficina (en realidad fue una reu- nión de funcionarios y miembros de la Oficina Sanitaria Panamericana) tuvo lugar del 27 de mayo al 8 de junio de 1929 y preparó la Constitución y los Estatutos de la Oficina, que fueron aprobados en 1934 por la Novena Conferencia Sanitaria Panamericana. En ese entonces la Oficina era aún una junta ejecutiva, no una organización como tal, con una composición cambiante y miembros electos que continuaron residiendo en sus propios países. La Constitución estipulaba que el Consejo tuviera nueve miembros “ti- tulares” elegidos por la Conferencia Sanitaria Panamericana así como miembros ex offi- cio, la mayoría de los cuales eran funcionarios del Servicio de Salud Pública de los Es- tados Unidos. El Consejo convino en que el presupuesto anual no sería inferior a $50 000, proporcionado por un gravamen de 21,5 centavos de dólar oro de los Estados Unidos por 1000 habitantes o una escala de contribuciones de 215 dólares oro de los Estados Unidos por un millón de habitantes.

El Consejo recomendó que la Segunda Conferencia Panamericana de Directores Nacionales de Sanidad se reuniera en 1931, que los Gobiernos realizaran estudios de nutrición y divulgaran sus resultados, que el Boletín siguiera publicando artículos sobre el cáncer, que el control de la peste prosiguiera en los seis países aún infectados por la enfermedad, y que los países que aún no habían ratificado el Código lo hicieran cuanto antes. Los delegados también aplaudieron los esfuerzos desplegados por el Brasil para erradicar la fiebre amarilla.

La Oficina estaba comenzando a tener resultados decisivos y, con ellos, a producir una impresión entre los líderes políticos del hemisferio. En su informe de 1928-1929, el Director General de la Unión Panamericana advirtió: “La Oficina Sa- nitaria Panamericana expresa en modo particularmente feliz y característico el creciente espíritu de cooperación entre las Repúblicas de América y es la demostración constante del importante servicio que estas naciones pueden rendir unas a otras a traves del cons- tante intercambio de información y experiencia”.

La caída de la bolsa de valores en 1929 detuvo e invirtió especta- cularmente lo que habían sido las economías incipientes de América Latina. Siguió una crisis social, con desempleo masivo y una disparidad creciente entre los pocos ricos -propietarios de tierras e industrias- y la mayoria cada vez más pobre. Fue en este marco que la colaboración hemisférica en materia de salud continuó durante toda la dé- cada de 1930.

Las condiciones de salud al principio de la década, de acuerdo con el informe del Director para 1930-1931, incluían la peste en Argentina, Chile, Ecuador y Perú, la fiebre amarilla, principalmente en Brasil, el tifus en Bolivia y Brasil, Chile, México y los Estados Unidos; la fiebre ondulante en los Estados Unidos; la oncocercosis en Guatemala y México; la malaria en muchos de los países; la tuberculosis y la viruela prácticamente en todos ellos; el sarampión y la tos ferina en la totalidad de los países, y una tasa creciente de mortalidad por cáncer en la Región. La Oficina realizó estudios epidemiológicos sobre la peste en Sudamérica en cooperación con las autoridades na- cionales y locales. Mejoró las secciones en el Bolefín sobre prevalencia de la enfermedad en los países, aunque con dificultad, ya que esta información era intermitente y a me- nudo inadecuada. Se lanzó una nueva publicación, “Informes Sanitarios Semanales”, utilizando la información telegrafiada más reciente. 391

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La Segunda Conferencia Panamericana de Directores Nacionales de Sanidad, en abril de 1931, consideró una amplia gama de temas: saneamiento urbano y rural, suministro adecuado de agua, control de la producción y expendio de leche, notificación de enfermedades transmisibles, enfermedades venéreas, tuberculosis, pa- rásitos intestinales, viruela, malaria, peste, higiene industrial, protección a la matemi- dad y a la infancia, nutrición, drogas adictivas y oncocercosis. También analizó y efec- tuó cambios en un anteproyecto de reglamento concebido para evitar la propagación de las enfermedades cuarentenables a través de la aviación comercial, que había sido re- mitido ala Oficina por el Office International d’Hygiène Publique. La OIHP aceptó pos- teriormente los cambios de la Conferencia.

A pesar de erogaciones mayores en el curso de los años, el presu- puesto no se mantuvo a la altura de las exigencias impuestas sobre la Oficina, y el Dr. Cumming declaró en 1931 que: “Los gastos de la Oficina excedieron nuevamente sus ingresos y se acudió a sus fondos de reserva para cubrir este déficit”. Los gastos decla- rados incluyeron $15 695 para sueldos; $15 074 para impresión del Boletín, $156 para mo- biliario; $303 para telegramas y cablegramas y una contribución de $529 al Fondo de Pensiones del Personal. El personal en esa fecha consistía en un redactor científico-tra- ductor, un auxiliar de oficina, y cuatro oficinistas (taquígrafos y traductores). La Oficina siguió obteniendo todos los profesionales en préstamo del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos. Las instalaciones de la Oficina consistían en un solo local en la Unión Panamericana.

El Dr. Cumming siguió dando razones para la expansión de la Ofi- cina cuando se dirigió a la Novena Conferencia Sanitaria Panamericana, (Buenos Aires, Argentina, noviembre de 1934): “Hace 14 años, cuando la Sexta Conferencia Sanitaria Panamericana me hizo el honor de elegirme Director, la Oficina Sanitaria Panamericana no existía más que de nombre”. En su informe para 1933-1934, el Director advirtió: “Por su naturaleza misma, la esfera de acción de la Oficina es susceptible de gran expan- sión”. A la Novena Conferencia asistieron delegados de las 21 Repúblicas Americanas, y se adoptaron 42 resoluciones sobre casi todos los aspectos de salud pública en las Américas, que servían a su vez de importante estimulo para las organizaciones nacio- nales de salud en la Región. El Dr. Fred L. Soper, que 13 años después seria designado Director de la Oficina, asistió en nombre de la Fundación Rockefeller y presentó un in- forme sobre la fiebre amarilla, el cual fue objeto de una larga ovación.

En la Tercera Conferencia Panamericana de Directores Nacionales de Sanidad (Washington, D.C., abril de 1936), se trató un tema que con los años habría de adquirir creciente importancia: los sistemas locales de salud. Tomando como base el debate sobre administración sanitaria, los Directores Nacionales “recomendaron el es- tablecimiento de servicios técnicos especiales para estudiar los problemas sanitarios, la unificación técnica de la acción sanitaria nacional y la creación o multiplicación de los centros de salud y unidades sanitarias urbanas y rurales a cargo de personal especiali- zado de dedicación completa”. También aprobaron un programa de siete puntos sobre el control de la fiebre amarilla; y trataron de la peste bubónica, la brucelosis, la malaria, el tracoma y la oncocercosis, la higiene industrial, la salud maternoinfantil, el estable- cimiento de institutos para estudiar las condiciones que afectan a la vida humana a grandes alturas, el control de las enfermedades venéreas y la malaria, el estudio de la viruela, las vacunas contra la fiebre tifoidea y la difteria y la continuación de la labor experimen- tal en el uso de la vacuna BCG.

Más allá del sector de la salud y en toda la Región, la labor de la Oficina siguió siendo objeto de un respeto generalizado y profundo. En la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz (Buenos Aires, diciembre de 1936), los par-

ticipantes tomaron “nota de los progresos ya efectuados y de los planes de acción futura de la Oficina Sanitaria Panamericana, particularmente de los relativos al mejoramiento de la salud y bienestar de los pueblos americanos, a su progreso en materias de higiene municipal y rural, de nutrición, de vivienda, de servicios de aguas y desagües y del con- trol de las enfermedades infecciosas e industriales”. También reconocieron “que la obra de cooperación efectiva entre las naciones americanas en materias sanitarias, facilita su intercomunicación e inteligencia mutua, evita demoras y trabas al comercio intemacio- nal, y que ya se han obtenido resultados considerables en tal terreno”. Prueba adicional de la creciente importancia y carácter autónomo de la Oficina fue la decisión de los Es- tados Unidos de otorgarle privilegios de franqueo postal en 1938, a raíz de una ley dic- taminada a tal efecto por el Congreso de ese país.

Sm embargo, una vez más esta expansión en los trabajos obligó a la Oficina a utilizar hasta el límite sus escasos recursos. El Dr. Cumrning, con cierta frustración, declaró en la Décima Conferencia Sanitaria Panamericana (Bogotá, Colom- bia, septiembre de 1938) que las actividades de la Oficina podrían ampliarse casi inde- finidamente en ventaja de todos los pueblos de las repúblicas americanas, pero que no creía que valiera la pena hacer sugerencias, a menos que la Oficina recibiera más fon- dos. Su llamamiento fue bien acogido y los delegados aprobaron un presupuesto de no menos de $100 000 con un incremento correspondiente en la escala de las contribucio- nes prorrateadas. Otra necesidad urgente era la de disponer de más espacio de oficina, ya que la dotación de personal, integrada para entonces por ll personas, entre ellas el Director, seguía trabajando en un local de la Unión Panamericana; sin embargo, la so- lución del problema tendrfa que esperar una década más. La Décima Conferencia tam- bién decidió que la representación en el Consejo Directivo, que se aumentó de 9 a 11 miembros -el Director, el Vicedirector, dos consejeros y siete miembros con derecho a voto- deberfa circularse, dejándose la designación de los representantes a discreción de los respectivos países.

Hacia el final de la década, y a pesar de que el mundo estaba a punto de afrontar otra guerra devastadora, las relaciones internacionales en el campo de la sa- lud eran sumamente positivas. Prueba de este espfritu de cooperación fue el interés de- clarado de la Sección de la Liga de Naciones, en 1939, por explorar ‘:. . la posibilidad de establecer una cooperación más estrecha con la Oficina Sanitaria Panamericana”. Pero si bien la Liga estaba a punto de fenecer, la Oficina se aprestaba a despegar.

Durante los años anteriores a la guerra, las actividades de campo experimentaron un importante incremento. Entre las solicitudes de ayuda de los países figuraron las de organizar el nuevo hospital de la Seguridad Social en Lima; establecer hospitales en El Salvador; responder a un brote de poliomielitis en Colombia; colaborar en actividades de control de la peste en Ecuador, Perú y Venezuela; proporcionar ser- vicios consultivos de ingeniería sanitaria en los países andinos y del Cono Sur; ofrecer capacitación en ingeniería sanitaria, control de mosquitos, abastecimiento de agua, sa- neamiento rural, vigilancia de la malaria; realizar estudios epidemiológicos; en resu- men, cooperar en una amplia gama de actividades de salud pública en todos los países de América Latina.

No es sorprendente que para entonces se hubiera puesto clara- mente de manifiesto la necesidad de contar con especialistas de la Oficina que trabaja- ran en los países. El informe del Director para 1939- 1940 menciona una Zona Sanitaria del Caribe, con sede provisional en Panamá, dotada de un representante viajero y un ingeniero sanitario. Entonces, en 1942, se estableció la Oficina de Campo en la frontera de los Estados Unidos y México, aún en servicio: un programa de cooperación para ca- 393

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pacitación, suministros y educación en salud pública relacionado con la prevención y el tratamiento de las enfermedades transmisibles, y para coordinación general de los programas nacionales respectivos. Le siguieron después los pasos para organizar ofi- cinas de campo en Lima y en la Ciudad de Guatemala.

En mayo de 1940, se celebró en Washington, D.C., junto con el Consejo Directivo, la Cuarta Conferencia Panamericana de Directores Nacionales de Sanidad. Debido a la guerra, la Conferencia no se reuniría de nuevo hasta 1946 (aun- que, según los informes anuales del Director, en ese intervalo se intercambiaron crite- rios y opiniones entre los miembros. En la Cuarta Conferencia participaron represen- tantes del Canadá y de la Guayana Holandesa (ahora Suriname) y se abordaron antiguos temas y algunos asuntos nuevos: saneamiento aéreo, métodos de evaluación del trabajo sanitario con ensayo de las pruebas aceptadas en ciudades escogidas, importancia de la medicina preventiva en los programas de enseñanza de la medicina, mejora de la re- copilación de estadísticas con propósitos de salud pública; conservación de áreas fores- tadas en las cuencas hidráulicas para evitar la disminución de las fuentes de abasteci- miento de agua y prevenir su contaminación, y la estandarización de métodos para el diagnóstico, registro y tratamiento de las enfermedades venéreas.

Durante los primeros años de la década de 1940, la Oficina siguió adaptándose a las condiciones cambiantes de salud de los países y a las crecientes ne- cesidades de salud pública de sus poblaciones. Siguió disminuyendo la incidencia de casos y defunciones por enfermedades cuarentenables; sin embargo, la poliomielitis iba en aumento en casi todos los países; el tifus y otras enfermedades producidas por ri- ckettsias eran problemas importantes en los países andinos y México; ocurrian brotes de viruela en Argentina, Colombia, México y Paraguay; la enfermedad de Chagas era un problema en la mayoría de los países; se produjeron dos brotes graves de meningitis cerebroespinal en Chile y los Estados Unidos en 1942; y había problemas con la ence- falomielitis en Colombia, la fiebre recurrente por garrapata en Bolivia, pian (o frambe- sia) en Ecuador, y sarampión en El Salvador y Nicaragua.

La aparición de otros organismos internacionales relacionados con la salud llevó a la Tercera Reunión de Ministros de Asuntos Exteriores de las Repúblicas Americanas (Rio de Janeiro, Brasil, enero de 1942), a adoptar dos resoluciones trascen- dentales. La primera indicaba que los Gobiernos de las repúblicas americanas deberfan adoptar individualmente, o mediante acuerdos complementarios entre dos o más de ellos, medidas apropiadas para hacer frente a los problemas de salud pública y sanea- miento, proporcionando, de acuerdo con su capacidad, materia prima, servicios y fon- dos. La segunda, que hacia tal fin deberian utilizar la ayuda técnica y el asesoramiento del servicio nacional de salud de cada país en cooperación con la Oficina Sanitaria Pa- namericana. Este reconocimiento hemisférico de los logros de la Oficina presagian el celo, demostrado algunos años después cuando se estaba instituyendo la Organización Mundial de la Salud, con que los Gobiernos de las Américas defenderían la indepen- dencia de la Oficina.

En la XI Conferencia Sanitaria Panamericana (Rio de Janeiro, sep- tiembre de 1942), en la que participaron delegados de las 21 repúblicas americanas, el Dr. Cumming fue elegido por quinta y última vez. Como para entonces había 17 em- pleados en la dotación de la Oficina, todos hacinados aún en el edificio de la Unión Pa- namericana, el Director subrayó de nuevo el problema del espacio. También recomendó que fueran los países, en vez de individuos específicos, los elegidos como miembros del Consejo Directivo. Las resoluciones de la Conferencia reflejaron los temas habituales de preocupación -abastecimiento de agua, nutrición, vivienda, saneamiento, control de las enfermedades- pero también se refirieron a la realidad de la segunda guerra

mundial; la importancia de hacer inventario y conservar los recursos de salud pública y los suministros en cada país; la urgencia del intercambio de suministros para la seguridad continental, y la necesidad de cooperación entre los servicios militares y civiles de salud.

Irónicamente, la guerra tuvo un efecto muy positivo en el desarro- llo de la salud pública en las Américas. Se organizaron servicios de salud, y se desarro- llaron integral y rápidamente. Se capacitó a trabajadores de salud para que desempe- ñasen un papel importante en el ámbito militar y civil salvando vidas y reduciendo los efectos de las heridas, el hambre y la enfermedad. Y, como consecuencia de las inicia- tivas de investigación y desarrollo del tiempo de guerra, se aplicaron nuevas técnicas y recursos a la prevención de la enfermedad. Los avances en salud pública de los países fortificarian a su vez la resolución de la Oficina en los años de la posguerra de conver- tirse en una importante fuerza internacional para asegurar el logro por todos los pue- blos del nivel más alto posible de salud.

Por espacio de casi cuatro decenios, las Repúblicas Americanas han cooperado sistemdticamente en obras internacionales de sanidad pública. Esta cooperación ha sido aun más activa y eficaz durante los dos últimos decenios. los representantes de los Departamentos de Sanidad de los distintos países han escogido ahora el Dos de Diciembre como fecha más apropiada para conmemorar anualmente esa cooperación, los va- liosos frutos que ya ha rendido y los que puede rendir en el futuro. i...] Celebremos, pues, el Dos de Diciembre con fe y confianza en nuestros destinos; acentuando sin cesar la importancia de la sanidad pública y la atención que deben concederle los de arriba y los de abajo, los go- bernantes y los gobernados; y recordemos que es esencial mantener incólume la cooperación interamericana en asuntos de salud para beneficio de todos nuestros pueblos.

Dr. Hugh S. Cumming 2 de diciembre de 1940