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EDICIONES OBELISCO www.edicionesobelisco.com Tel. 93 309 85 25 SERIE Anne Robillard

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EDICIONES OBELISCOwww.edicionesobelisco.com

Tel. 93 309 85 25

S E R I E

A n n e R o b i l l a r d

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nne Robillard nació el día 9 de febrero del año 1955. Hija de una profesora de ballet y de un actor

de comedia, creció bajo la magia de las artes escénicas, pero también bajo la inseguridad de la profesión del artista. Dotada de una gran ima-ginación, optó por dedicarse a la escritura y dar rienda suelta a su maravilloso don, pero bajo un tipo de vida más estable. Su salario como secretaria le permitió costearse los estudios de literatura y traducción en la Universidad de Montreal, sus-tentarse y, evidentemente, con-tinuar escribiendo. Finalmente abandonó su trabajo como secretaria para dedicarse a la traducción como freelance y, durante el año 2005, pudo escribir a jornada completa.La fantasía y lo fantástico se encuentran constantemente representados en sus escritos. Desde que comenzó a escribir como adolescente, época en la que descubrió el mundo mági-co de Tolkien a quien consi-dera su mentor, en sus textos pueden encontrarse elementos dramáticos y sobrenaturales. La curación milagrosa, la reencarnación, lo invisible, la magia, las hadas y los caballeros pronto se convirtieron en sus temas preferidos. Pero, en esa época, el público todavía no conocía sus fantásticos escritos. No obstante, nunca perdió el coraje y siguió creando mundos maravillosos, que leía a su familia y amigos, a

quienes, con sus relatos, conseguía transpor-tar muy lejos de la realidad cotidiana. La serie Los Caballeros de Esmeralda no puede considerarse novela histórica, sino nove-la de fantasía y no es su primera obra. El libro Who is Terra Wilder?, un thriller fantástico

escrito 10 años antes, apareció en el mercado canadiense en 2006, lo que mostró otra faceta del talento de esta escritora. En marzo de 2007, tras la saga de Los Caballeros de Esmeralda, Anne ha ofrecido a sus lectores una nueva serie de libros titulada A.N.G.E. El primer volumen, Antichristus, salió al mercado el 28 de febrero de 2007 y rápidamen-te fue seguido por el segundo volumen, Reptilis, que vio la luz el 25 de abril. El tercer tomo está en proceso y su salida al mercado está prevista para noviembre de 2007. También ha escrito guiones y series de televisión, así como otras novelas que todavía están esperando ser descubiertas. La saga Los Caballeros de Esmeralda vio la luz en 2002 en Canadá y está constituida

por 12 volúmenes. Sus heroicos protagonistas con cualidades mágicas tienen un corte muy humano y sus aventuras proporcionan un maravilloso refugio para aquellos que vivimos en el ajetreado mundo actual. Robillard ha conseguido con esta serie de novelas fantás-ticas cautivar a millones de lectores desde su primera aparición en 2002.

La fantasía y lo fantástico se

encuentran constantemente

representados en sus escritos.

Desde que comenzó a escribir

como adolescente, en sus

textos pueden encontrarse

elementos dramáticos y

sobrenaturales.

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sta epopeya deslumbrante, que se desarrolla en un mundo olvidado y en un tiempo remoto, relata la his-

toria de Kira, la niña malva concebida por la reina Fan de Shola y el Emperador Negro. Los caballeros de Esmeralda deberán librar duros combates para protegerla, a fin de que se cumpla la profecía que vaticina la destruc-ción de Amecareth.

En este segundo tomo de esta fantástica saga, Kira, que ya tiene nueve años, desea por encima de todo convertirse en escudera. Pero para salvarla del Emperador Negro, Wellan y el mago Elund rechazan su candidatura. Tras decidir tomar las riendas de su destino, la joven conjura a un caballero muerto hace siglos para que le enseñe el manejo de las armas.Durante ese tiempo, los dragones de Amecareth causan estragos en el territorio de Enkidiev y los caballeros de Esmeralda deben partir a la caza de los monstruos. Mientras tanto, Wellan se dirigirá al Reino de las sombras para aumentar su poder mági-co, pero allí descubrirá un gran Secreto…

Comparado por la crítica con

El señor de los anillos

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Informaciones relevantes:

600.000 ejemplares vendidos sólo en Québec. Comparado por la crítica con El señor de los anillos. El grupo musical Faëria ha editado un cd sobre la historia de los

caballeros: «Sur les chemins d'Émeraude». Puede onsultar su pá-gina web http://www.faeria.ca/

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urante veintiocho años, y con sus manuscritos bajo el brazo, Anne Robillard llamó a la puerta de

las editoriales. Quería ver su obra publi-cada, lo cual tuvo lugar antes del fenóme-no mundial de Harry Potter. La J. K. Rowling canadien-se estaba desesperada por encontrar editorial que pu-blicara su obra. Finalmente, la fortuna llamó a su puerta en el año 2002. Unos cuatro años después, su sueño de ser la Céline Dion de la lite-ratura fantástica se hizo realidad.

Hija de una profesora de ballet y de Jean-Claude Robillard, un reconocido actor de comedia canadiense, vivió, desde muy pequeña, el intrigante mundo de los shows. De su imaginación surgen, a la vez, las his-torias en las que los héroes son animales al estilo Walt Disney, curiosamente más inteligentes que los hombres. A los 6 años, escribió: «Estoy convencida de que he nacido escritora. No he dejado nunca de escribir. Y tengo la increíble suerte de ver los personajes de mis libros en sueños».

Anne Robillard propuso el primer tomo de Los Caballeros de Esmeralda en 2002 a Edicions de Mortagne. A principios de 2006 se publicó

el octavo tomo de esta aventura extraordinaria y caballeresca que, según sus previsiones, contará con 12 volúmenes. Ella misma afirma: «En 2005, creo que por fin se me reconoció. Cada uno de los libros vendió 50.000 ejemplares en Quebec y se han traducido al italiano, al

alemán, al polaco, al japonés y al castellano». Anne Robillard está ahora lejos de su empleo como secretaria o incluso como tra-ductora freelance, trabajos que, durante años, tuvo que compartir con el oficio de escritora. —Reaccionando a las mentiras que se nos presentan diariamente a través del discurso político y a la ausencia de héroes y modelos, usted crea personajes extraordinarios proce-dentes de un mundo que siempre le hizo soñar. —En realidad, yo no escogí el formato de la novela fantástica, sino que un conjunto de cosas me condujo hasta él. Hice esgrima, equi-tación y artes marciales. Para mí, es fácil imagi-nar a mis personajes en este contexto. Conozco muy bien el trasfondo de mi escenario.

Anne Robillard

nació escritora

MANON GUILBERT

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—¿Espera que su determinación al escribir sea el principio de una tradición en la litera-tura fantástica? —Espero abrir una puer-ta a la literatura de Quebec. Hemos explotado muy poco el género de lo fantasioso, lo fantástico y la ciencia ficción. Los escritores suelen cen-trarse en novelas sombrías en las que el suicidio es recu-rrente. Espero haber creado una moda que proporcione a los lectores una opción para salir de la oscuridad. —Sobre eso, cita como ejemplo a sus jóvenes fans, que decidieron asumir las perso-nalidades y la indumentaria de los caballeros para imponer disciplina en su escuela. En sus obras, antepone valores como el respeto a los mayores y observa que sus lectores adoptan estos valores y otros muchos que se promue-ven desde sus escritos. Recibe diariamente un gran número de e-mails que le hacen cambiar a veces el destino de alguno de sus personajes. —A veces tienen buenas ideas. Añado lo que se me propone. Así controlo a mis per-sonajes, como J. K. Rowling. Leí con gran interés Harry Potter, cómo el pequeño brujo se hizo rey del marketing, y me inspiró. Se ha iniciado una gran campaña de mer-chandising, donde uno puede elegir entre una amplia serie de productos, que van desde las figuritas a las efigies de los principales perso-najes, pasando por los juegos de conocimiento

hasta los jerséis. El universo de Los Caballeros de Esmeralda es inmenso. Anne Robillard también pronuncia conferencias, charla con sus lectores en escuelas y ofrece banquetes, en los que los invitados se atavían con los trajes

de sus caballeros y de sus perso-najes preferidos. Está pensando también en la producción de un CD de música medieval con el grupo faeria. Otros dos manuscritos de la serie Los Caballeros de Esmeralda ya están en prensa. Paralelamente, la autora extrajo de sus archivos personales una novela escrita con anterioridad, Who is Terra Wilder?, que se

publicará en primavera. La prolífica autora todavía no ha escrito su última palabra.

· El juego Enkiquiz es un cuestionario que pretende medir la memoria de los lectores. Este primer juego se basa en el primer tomo de la serie, pero está previsto que aparezcan otros.· En la lista de los productos fruto de esta saga, podemos conseguir figuras del Dragón del Imperio, la cruz de la orden de Esmeralda, las corazas de los caballeros, el busto de Kira, Kira, el busto de Wellan, Wellan y jerséis. · Anne Robillard se desplaza constantemente por todo Quebec para presentar sus novelas y discutir sobre sus escritos.

Le Journal de Monteral - Weekend, Sábado 4 de febrero de 2006

Recibe diariamente

un gran número de

e-mails que le hacen

cambiar a veces

el destino de alguno

de sus personajes.

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uando se dice que en Quebec se em-pieza a hablar de bestseller a partir de 5.000 ejemplares (incluso algunos

apuntan que a partir de 3.000) es fácil asom-brarse de que muy pocos escritores canadienses logren vivir del oficio de escritor. Hasta finales de verano, lectures presentará algunos de los miembros de este selecto club de autores de éxito. Esta semana: Un retrato de Anne Robillard.

La leyenda quiso que Anne Robillard visitara en sueños la gran ciudad de Enkidiev, y que los destinos de cada uno de los personajes que la habitaban, desde el rey de Esmeralda a la princesa Kira, pasando por la reina Fan de Shola, el cruel Amecareth y los caballeros de Esmeralda, le fueran revelados. ¡Todo un universo imaginario creado, no en siete días, sino en una única noche de sueño! —Hay que decir que esta mujer de 50 años de edad, criada por padres anticonformistas (una madre profesora de ballet y un padre actor cómico) tiene una imaginación desbordante. —Ya de pequeña recuerdo que inventaba muchas cosas. Tenía caballos invisibles en mi patio y mi madre lo respetaba y cerraba la puerta de la verja para que los caballos no se escaparan.

—No asombra que se haya dedicado a escribir las historias que se inventa. Historias fantásticas, sin duda alguna. ¡Siempre hay un fantasma, un diablillo, un hada que surge en alguna parte! Durante años (28 años, según precisa), escribió diariamente, o bien de madru-gada o bien al amanecer, y llenaba páginas

de manuscritos que enviaba a diferentes editores. Durante años le respondían sistemáti-camente que no tenían sitio para la literatura fantástica. —De hecho, lo que hago es heroic fantasy –precisa Anne Robillard–, un subgénero de la literatura fantástica que mezcla el universo medieval y las mitologías antiguas, y donde se dibujan caballeros y magos. —Entre sus autores de re-ferencia se encuentra J. R. R. Tolkien. No obstante, llegó el día en que los editores, gracias Harry Potter, se vieron obliga-dos a reconocer que había un mercado que debía explotarse.

—Hoy, cuando visito las escuelas, a menu-do digo a los alumnos que hubiera sido cono-cida, si no por mi éxito, por lo menos por mi tenacidad. —Una tenacidad que tuvo sus frutos, ya que, cuando estaba a punto de optar por la autoedición, Anne Robillard recibió tres ofertas de publicación. Tres editores le propo-nían tres contratos más o menos semejantes.

«Ya no quedan héroes.

Han acabado con los

que teníamos o nos han

mostrado su lado oscuro.

Ya no hay héroes, pero la

gente todavía los necesita.

También necesitan magia,

saber que pueden cambiar

el universo y agarrarse a

ciertos valores, y se tiene la

impresión de encontrar todo

esto en mis libros.»

Anne Robillard.

Mi caballo por un reino

MARIE-CLAUDE FORTIN

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—Elegí el más cercano a Longueuil, donde resido. ¡Me dije que cuando hubiera momen-tos de crisis no tendría que ir lejos (risas)! —Era el año 2002, pero en marzo de 2001 ya había escrito 7 tomos de su serie. —¡No era capaz de parar de escribir! —En octubre de 2002, se imprimieron 3.000 ejemplares del primer tomo. En Navidades del mismo año, los 3.000 ejemplares ya se habían vendido y el libro había despegado. Había conseguido la gloria y el éxito ya no le aban-donó. El séptimo tomo apare-cerá en septiembre. El octavo está en manos de su hermana, su lectora experimentada, que verifica todos los detalles téc-nicos. Y está escribiendo el noveno volumen de esta serie, que contará con 12 títulos. De cada nuevo volumen se impri-men 40.000 ejemplares. —En el fondo, mi historia es la de Cenicienta –sonríe–. ¡Sólo falta el príncipe azul, pero no desespero, acabaré por encontrarlo! —¿Por qué historias de caballeros, de prince-sas, de magia, de ciencias ocultas y de combates? —Porque la gente lo necesita –responde Anne Robillard–. Los jóvenes, sobre todo, nece-sitan identificarse con algo. Se reúnen, forman grupos de caballeros, se aprenden de memoria el juramento de Esmeralda y el código de caba-llería de Esmeralda. En una época en la que todos los valores están desdibujados, este hecho proporciona a los niños una especie de código de vida, un registro de valores que hay que res-petar: no mentir, no traicionar al prójimo, no ceder a la desesperación, etc. Aunque hablo de jóvenes, no existe edad para entrar en el univer-

so de los caballeros. Los lectores son tanto niños como personas de edad. Mi lector de más edad tiene 88 años y me escribe regularmente. ¡Y el lector más joven tiene 7 años! —Cuándo los 12 tomos de Los Caballeros de Esmeralda se hayan publicado, ¿qué hará Anne Robillard? —Me gustaría continuar escribiendo en la misma línea. ¡Hay tantos territorios des-conocidos! ¡Todo es posible! –exclama. Tiene también varias ideas televisivas (los guio-

nes están siguiendo sus cauces habituales), grandiosos proyec-tos como edificar un castillo medieval en Cantons-de-l'Est, donde se formen caballeros y jinetes (los visitantes tendrían que aprender a utilizar la espa-da, montar a caballo y meditar, ¡esto también forma parte de la vida de un caballero!), y sobre todo, todavía tiene muchas his-torias que contar. Porque para

Anne Robillard, el acto más mágico en el mundo todavía es la lectura.

Con seis tomos en el mercado y un séptimo a punto de ser lanzado, es difícil predecir las ventas finales de la serie Los Caballeros de Esmeralda. No obstante, y hasta el momento, cada uno de los tomos ha vendido alrededor de 50.000 ejempla-res, lo que daría un total de 300.000 ejemplares vendidos tan sólo en Quebec. El primer volumen de la serie ya se ha traducido al italiano, al polaco, al alemán y al castellano.

Lectures - La PresseDomingo, 7 de agosto de 2005

Los lectores son tanto

niños como personas

de edad. Mi lector de

más edad tiene 88 años

y me escribe regular-

mente. ¡Y el lector más

joven tiene 7 años!

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os reinos del gran continente de Enkidiev sólo conocieron la paz tras varios siglos de terribles guerras con-

tra Amecareth, el emperador de los hom-bres-insectos. Varones, mujeres y niños pere-cieron bajo las lanzas de los guerreros y las dentelladas de sus temibles dragones, y los propios dioses tuvieron que intervenir para que los humanos no desaparecieran de la faz de la tierra. Ordenaron a uno de sus servido-res Inmortales, el mago de Cristal, organizar un enorme ejército al que concedieron pode-res mágicos. Estos extraordinarios soldados se convirtieron en los primeros caballeros de Esmeralda y arrojaron finalmente al invasor al océano de donde había venido. Al cabo de los siglos, los hombres olvida-ron poco a poco estos trágicos acontecimien-tos. Sólo los magos guardaron la memoria de ellos, pues las estrellas continuaban hablando de una amenaza persistente que provenía del oeste. El rey Esmeralda Primero, que reinaba en el reino del centro, al pie de la montaña de Cristal, y poseía una gran sabiduría, deci-dió fundar una nueva Orden de Caballería cuyo principal deber consistiría en proteger a todos los habitantes de Enkidiev. Pero no sería caballero simplemente quien lo deseara. El rey estableció una larga lista de cualidades que debía poseer un niño a edad temprana para que pudiera en el futuro pertenecer a la Orden de Esmeralda. El aspirante podía ser hombre o mujer, siempre que tuviera un temperamento hones-to y valeroso; debía poseer además aptitudes

para comunicarse con el mundo invisible. El rey deseaba que sus caballeros pudieran estudiar bajo la tutela de su viejo cómplice, el mago Elund, de manera que aprendieran a dominar su entorno, leer los signos celes-tes y combatir lealmente. De este modo comenzarían su vida caballeresca en las aulas del palacio que el rey pensaba legar a la Orden, dado que el destino no le había con-cedido un heredero. Los futuros defensores de la justicia estudiarían allí hasta los once años, momento en el cual se convertirían en escuderos y se consagrarían al arte de la guerra. Como serían los primeros miem-bros de la nueva Orden de los caballeros de Esmeralda, tendrían que aprender a com-batir con los soldados del rey. Más tarde, a la edad de veinte años, se convertirían en caballeros y tomarían un joven escudero a su servicio. Atendiendo los prudentes consejos de su mago, el rey decidió que un caballero de Esmeralda sólo pudiera formar un escu-dero al mismo tiempo. Tendría la obligación de mantenerlo junto a él durante los nueve años de aprendizaje, salvo que el escudero cometiera una falta grave contra la Orden. Satisfecho con este programa, Esmeralda Primero hizo grabar todas estas normas en letras de oro sobre los muros del gran patio central de su palacio para que todos sus súbditos pudieran leerlas, y envió mensaje-ros para que las difundieran por todos los confines del continente. Los primeros niños llegaron proceden-tes de los reinos vecinos y se sometieron

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capaces de llevar a cabo su gran sueño de protección y de justicia. Cuando todos cum-plieron quince años, Esmeralda Primero permitió a los habitantes de Enkidiev enviar otros niños de entre los cuales se seleccionó una decena. Tras ser armados caballeros los siete primeros, llegó una ter-cera tanda de estudiantes, pero muy pocos consiguieron superar las pruebas de acceso. El mago Elund recorría constantemente las diferentes clases de cada nivel, com-puestas por niños de todas las proceden-cias. Algunos parecían más dotados y los separaba de los demás para asignarles ejer-cicios más difíciles. Nunca había visto el rey tan entusiasmado a Elund. Lo encon-traba habitualmente en el patio central del palacio y escuchaba cómo se vanagloriaba del progreso de sus alumnos. A menudo citaba varios nombres en tono de alabanza, sobre todo el de Wellan. Este joven había nacido en el reino de Rubí y era el menor de los hijos del rey Burge, del cual había heredado una esta-tura impresionante y una enorme fuerza muscular. Wellan les sacaba a todos sus compañeros de armas una cabeza. Blandía la más pesada de las espadas con facilidad. Su valor destacaba entre los caballeros de su promoción. Ninguno tomaba una decisión sin consultar antes con él. El rey tenía buenas razones para estar orgulloso de Wellan de Esmeralda y confiaba en verle en acción cuando se presentara una situación extraordinaria en la que fuera necesaria la intervención de la Orden. No tuvo que esperar mucho tiempo, aunque la primera intervención brillante

a las pruebas de selección del mago Elund. Sólo siete de ellos consiguieron superarlas y comenzaron de inmediato sus estudios en palacio. Una vez admitidos, estos niños no podían ya volver con sus familias, a menos que el mago lo autorizara. La Orden se convertía desde entonces en su hogar y Esmeralda en su nombre de familia, en su apellido. Ya no pertenecían a una estirpe o un reino en particular, sino que se convertían en los herederos y protectores de todo el continente. En cualquier caso, como el rey no tenía intención de convertirlos en ermitaños o seres marginales, les concedió el derecho a casarse y a tener hijos, pero sólo cuando hubieran sido armados caballeros y duran-te un periodo de su vida en el que ningún escudero estuviera bajo su tutela. Quedaba claro que si la Orden necesitaba de ellos, por cualquier razón, los caballeros de Esmeralda tendrían que abandonar sus familias y quedar a disposición del reino. De los siete primeros niños, seis mucha-chos y una muchacha, cuatro eran de sangre real y tres procedían del pueblo llano. Todos habían manifestado talentos extraordinarios desde la cuna. Algunos habían hablado casi en el momento de nacer, otros habían sido capaces de desplazar objetos sin tocarlos o habían hecho predicciones sobre aconte-cimientos importantes en su país. No eran niños ordinarios y el destino los había ele-gido para que se convirtieran en los nuevos caballeros de Esmeralda. El rey siguió su evolución de cerca y el palacio pronto resonó con sus pasos entu-siastas. No admitiría ningún otro niño hasta comprobar que estos siete primeros eran

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de Wellan no se produjo en un enfrentamien-to contra los enemigos del reino. En realidad, tuvo lugar en el propio patio del palacio de Esmeralda. Un día, mientras practicaban las artes marciales entre ellos, los siete jóvenes caballeros escucharon un gran clamor fuera de los muros fortificados. Las puertas del palacio estaban siempre abiertas al pueblo, de forma que los jóvenes guerreros descubrie-ron rápidamente el origen de aquel alboroto. Llegaban los campesinos acompañando a un grupo de peregrinos vestidos con amplias túnicas, que ocultaban su rostro bajo grandes capuchas a pesar de los ardientes rayos del sol de mediodía. Wellan detuvo los ejercicios atléticos con un gesto seco de su mano y los caballeros se volvieron hacia la muchedumbre que entra-ba en el gran patio del palacio. Tratando de escuchar lo que decía aquella marea huma-na y abriendo su corazón al mismo tiem-po, Wellan comprendió que los súbditos de Esmeralda Primero estaban dominados por la cólera y a punto de atacar a los peregrinos. Atendiendo a su primer impulso, blandió su espada y avanzó hacia los recién llegados, que aparentemente estaban desprovistos de armas. Sus compañeros le siguieron de inmediato y rodearon a los visitantes, espada en mano. Los campesinos se detuvieron, sorprendidos por aquel movimiento. —¿Por qué amenazáis a esta gente? -gritó Wellan lanzando su fría mirada azul sobre la muchedumbre. —¡No queremos que estén aquí! -respon-dió en tono airado un hombre. —¡Son de Shola! -bramó otro, escupien-do al mismo tiempo en el suelo.

—¿Han hecho algún gesto agresivo con-tra vosotros? -preguntó Wellan volviéndose hacia ellos de forma amenazadora. —Nadie respondió. Los peregrinos se habían detenido en mitad del círculo for-mado por los Caballeros vestidos con sus túnicas verdes y esperaban tranquilamente el desarrollo de los acontecimientos. No eran más que una decena y Wellan no percibió ninguna intención hostil en su corazón. —Todos los ciudadanos de Enkidiev tienen derecho a pedir audiencia al Rey de Esmeralda -continuó con voz autoritaria-, incluso los sholienos. Volved a vuestras ocu-paciones; nosotros nos encargaremos de los peregrinos. La muchedumbre comenzó a gruñir, des-pués se oyeron algunos murmullos y final-mente todos abandonaron el recinto forti-ficado. Wellan esperó a que los campesinos salieran, antes de dirigirse a los extranjeros. —Os lo agradecemos, caballero -dijo uno de ellos, con voz de mujer, que se ocultaba bajo una de las capuchas-. Venimos de lejos para ver al rey más sabio del continente. —¿A quién debo anunciar a su majes-tad? -quiso saber Wellan en un tono más agradable, pero al mismo tiempo firme. —A la reina Fan de Shola. Los caballeros de Esmeralda intercam-biaron una mirada de inquietud al introducir sus espadas en las vainas, pero no dijeron nada. La decisión de presentar los sholienos al rey dependía de Wellan. La reina adivinó sus pensamientos, puesto que incluso estos valerosos caballeros de corazón limpio no podían permanecer indiferentes ante los des-cendientes del único rey que había atacado

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al reino de Esmeralda. Draka, que había sido monarca del reino de Plata, su vecino del oeste, había intentado ampliar su territorio apode-rándose del célebre palacio situado al pie de la montaña de Cristal. Había sido finalmente derrotado porque todos los reinos se habían aliado contra él, aunque después de haber sem-brado la destrucción y la muerte a su paso. Fan era la esposa de Shill, uno de los dos hijos de Draka. Profundamente humillado por la actuación de su padre, Shill se había refugiado con él en Shola, el reino más aleja-do, donde había tenido el valor de proseguir su vida, a cubierto de las miradas llenas de reproches de los demás habitantes del conti-nente. Se había enamorado de Fan, la princesa del territorio, se había casado con ella y había accedido al trono tras la muerte del rey de Shola. Su hermano Cull, que tenía un carácter más despótico, había permanecido en el reino de Plata, sin dejarse intimidar por el pueblo, y allí pensaba gobernar hasta el fin de sus días. —Deseo entrevistarme con el rey de Esmeralda –insistió la reina Fan–. Es muy urgente. Wellan dudó, aunque no percibía inten-ciones agresivas en el ánimo de la joven ni entre su séquito. El primer deber de un caba-llero consistía en proteger a los reyes. —¿Lleváis armas? –preguntó finalmente. —Los sholienos no llevamos armas, caballero –respondió ella en un tono infinitamente dulce. Retiró lentamente su capucha, desper-tando un murmullo de admiración entre los caballeros que la rodeaban. La madre de Fan era originaria del reino de los elfos y su abuela del reino de las hadas. La joven reina había heredado sus finos rasgos y sus cabellos casi transparentes. Pequeña y delicada, poseía una

extraña belleza. Sus ojos plateados brillaban bajo los ardientes rayos del sol, a pesar de lo cual sostuvo valientemente la mirada del caballero. No llevaba corona, pero todo en ella respiraba nobleza. Su piel resplandecía, blanca y pura como su país de nieve, y sus labios sonrosados dejaban entrever unos dientes como perlas perfectamente regu-lares. Ninguna otra mujer se le parecía en el reino de Esmeralda, ninguna había tan atractiva, y Wellan se sorprendió pensan-do que si no hubiera sido la esposa del rey mago de Shola, la habría pedido en matri-monio inmediatamente. Falcon, uno de sus compañeros de armas, se le acercó para musitarle a la oreja: —No te dejes embrujar, Wellan. Es un hada. Falcon tenía razón. Los moradores de los países mágicos podían poner en fuga a todo un ejército con el poder de su mirada. Wellan bajó los ojos, manifestando de este modo el respeto que le producía la reina. —Si queréis seguirme, señora… –dijo haciendo al mismo tiempo una breve reve-rencia-. Este sol debe ser difícil de soportar para los habitantes de Shola. El caballero Bergeau, un joven fogoso nacido en las tribus del Desierto, se aproxi-mó rápidamente a Wellan sin ocultar su profunda inquietud. —¡No te das cuenta de nada! –dijo con aire de protesta. —Vete a avisar al rey de que han llega-do unos visitantes muy especiales –indicó Wellan en un tono que no admitía réplica. [...]

* * *

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ras haber disfrutado de quinientos años de paz, el vasto continente de Enkidiev suscitó de nuevo la codi-

cia de Amecareth, el dueño de los hombres insecto. Deseando apoderarse de todo el territorio, el Emperador Negro lanzó inicial-mente una expedición con pequeñas partidas sobre numerosos puntos de la costa. Durante los siete años que siguieron al primer ataque a Zenor, las fuerzas enemigas hostigaron cada vez con más frecuencia a los humanos. Los caballeros de Esmeralda consiguieron desbaratar todas las tentativas de invasión, sin comprender por qué los hombres insecto desplegaban siempre las mismas tácticas bélicas, ya que todos sus efectivos eran siste-máticamente eliminados tras su desembarco en el continente.

Cuando regresaron al castillo de Esme-ralda, tras un merecido descanso, los caba-lleros se lo consultaron al maestro Abnar el inmortal, quien, bajo la apariencia de un aprendiz de mago, se ocupaba de la educa-ción de los futuros escuderos a las órdenes del mago oficial de Esmeralda. Llegaron a la conclusión, tras analizar minuciosamente gran número de las batallas libradas, que el enemigo persistía en su estrategia de ataque esperando que los caballeros acabaran acos-tumbrándose a su presencia, les restaran im-portancia y les dejaran pasar. “Sin duda, el cerebro de estas criaturas es muy distinto del de los humanos, porque no son capaces de imaginar otra forma de conquistar un terri-

torio”, pensó Wellan. Aunque mantenía de continuo su vigilancia de la costa utilizando sus sentidos mágicos, el caballero principal decidió aprovechar aquellos días de tregua para reconocer los méritos de sus apren-dices: Bridgess, Kerns, Wanda, Buchanan, Nogait, Wimme y Kevin.

Tras haber servido fielmente a sus maes-tros durante los últimos años, los escuderos podían ya obtener el nombramiento de ca-balleros. Se organizó un gran banquete en su honor, en los salones del palacio, y los nuevos guerreros disfrutaron de los mejores manjares del reino y degustaron los excelen-tes vinos del sur. Durante la fiesta, los jó-venes cantaron alegremente, danzaron sobre las mesas y se contaron unos a otros las his-torias que habían escuchado a lo largo de los territorios donde tuvieron que actuar mien-tras realizaban sus numerosas misiones. Sa-bían que tras aquella celebración vendrían muchos años de combates y privaciones, de modo que trataban de aprovechar cada se-gundo. Pero en medio de las risas y de los cánticos, Bridgess advirtió que Wellan, su maestro, apenas comía nada y tenía la mira-da desvaída sobre la mesa, como si estuviera abstraído pensando en algo importante.

El caballero jefe estaba enamorado de una hermosa dama fantasmal que se le apa-recía sobre todo cuando el enemigo se dis-ponía a atacar el continente. Se trataba de un amor extraño y poco satisfactorio, según Bridgess, porque su antiguo maestro pare-

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cía estar siempre envuelto en pensamientos melancólicos. Decidida a distraerle un poco aquella tarde, dejó sobre la mesa su copa de vino y atravesó la gran sala resplandeciente para ir a sentarse junto a él. Wellan alzó su fría mirada sobre Bridgess y la mantuvo un momento, tras lo cual una leve sonrisa de ad-miración se dibujó en sus labios. Lo mismo que él, ella lucía una hermosa cabellera ru-bia que le llegaba hasta los hombros y que sólo ataba cuando había que combatir. Los profundos ojos azules de la joven imponían respeto, y sus rasgos perfilados la dotaban de una belleza singular. Ya no era la jovencita que había sido confiada al jefe de los caballe-ros hacía varios años, sino una hermosa mujer de músculos de acero y aguda inteligencia.

—Me apena veros tan triste, maestro –se lamentó ella.

—Ya no puedes llamarme así, caballera –le recordó Wellan–, en primer lugar porque tendré un nuevo escudero dentro de unos días. Y tú también, un poco más adelante.

Bridgess deslizó sus dedos entre los de Wellan y los apretó con dulzura transmitién-dole un sentimiento de serenidad. Era una técnica que los caballeros utilizaban a me-nudo con sus escuderos cuando los sentían inquietos o atemorizados, pero Bridgess la había utilizado a la inversa cada vez que veía entristecerse el corazón de Wellan.

—Llámame Wellan y recuerda que a par-tir de ahora todos nosotros somos iguales.

—¿Yo igual que el gran jefe de los caba-lleros de Esmeralda ? –dijo en tono de burla la joven–. Lo dudo mucho.

Wellan la observó en silencio, y ella per-cibió que de nuevo le cerraba su corazón. Era

el más poderoso de todos los caballeros y el mejor estratega del continente, pero el más desgraciado de los hombres. Besó a Bridgess en la frente y abandonó el salón lentamente.

El gran jefe atravesó el palacio y se dirigió al pabellón donde se alojaban los caballeros. No había nadie. Todo estaba tranquilo y silencioso. Entró en la habita-ción que había ocupado, aunque muy de tarde en tarde, durante los últimos años y se despojó de su coraza verde adornada con piedras preciosas en forma de cruz. Su ar-madura le pareció de repente muy pesada.

Se quitó la túnica y el pantalón, y se dejó caer sobre el camastro. Dirigió su mi-rada hacia la ventana y contempló las es-trellas con el ánimo bastante deprimido. Allí en lo alto, en el mundo de los muertos, su reina adorada le había olvidado.

Envuelto en un océano de tristeza, Wellan no se percató de la llegada de Brid-gess. Ella se deslizó sigilosamente en la ha-bitación y se tendió junto a él en el lecho, haciendo que se sobresaltara. Antes de que pudiera reaccionar, se colocó sobre él. Sus ojos no eran los de una niña, sino los de una mujer capaz de explorar los recovecos más profundos del alma de un hombre. Como ella sólo llevaba puesta su túnica, el hombre sintió el calor de su cuerpo ardiente sobre la piel desnuda. Wellan la había respetado siempre durante sus años de aprendizaje y nunca le había manifestado especial cariño, ni había experimentado con ella una emo-ción de aquel tipo.

—Vengo a hacerte una propuesta, We-llan de Esmeralda –le susurró al oído–. Los. Los

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dos sentimos la necesidad de abandonarnos entre los brazos tiernos y ardientes de un compañero, sin por ello querer compartir su vida. ¿Por qué no satisfacer esa aspiración de nuestros cuerpos de vez en cuando?

—Has bebido demasiado –replicó We-llan, que no quería de ningún modo aprove-charse de la situación.

—Al contrario, caballero. Tengo las ideas muy claras y mi propuesta la he meditado bien.

Los labios de Bridgess rozaron tierna-mente los del caballero principal. Cediendo a su gran necesidad de ternura, Wellan se dejó inicialmente besar, pero de inmediato reaccionó. Sujetó las muñecas de la joven y la apartó con dulzura.

—Sé que lo estás deseando –mimoseó ella.—Sería deshonesto por mi parte aprove-

charme de esta situación, Bridgess.—¿Qué situación? –respondió la joven–.

¡Yo te amo!—Has bebido.La obligó a sentarse a su lado y acarició

su hermoso rostro con una sonrisa triste.—En otras circunstancias, tal vez, pero

esta tarde no –terminó diciendo.Era el más atractivo de sus compañeros

y aunque no quisiera manifestar los senti-mientos que ella le inspiraba, Bridgess nunca desistiría de amarle. Bajó la cabeza y aban-donó la habitación sin volver la vista.

A pesar de lo avanzado de la hora, el pa-lacio se hallaba en plena efervescencia, y los jóvenes alumnos del mago Elund no querían irse a dormir. Ellos no habían podido asis-tir a la fiesta, pero escuchaban a lo lejos las risas y los cánticos de los nuevos caballeros y pensaban en el día en que ellos mismos fueran confirmados como tales. Los mayores

se convertirían pronto en escuderos y todos soñaban con servir a Wellan.

Entre esos candidatos se hallaba Kira. Aunque era más joven que sus compañeros de clase, dominaba los recursos de la ma-gia mejor que nadie y conocía el código de la Caballería de memoria. Sólo le faltaba aprender a montar a caballo y a manejar la espada, y de este modo podría por fin vengar a sus padres que habían perecido a manos del enemigo. Todos creían que Kira era la hija de la reina Fan de Shola y del rey mago Shill. Aunque había habido elfos y hadas entre sus antepasados, nadie podía encontrar una explicación a la piel malva de la muchachita y a sus cuatro dedos en for-ma de garfios. Sólo Wellan, Elund y Abnar conocían la verdad, pero habían decidido esperar a que la princesita creciera antes de revelarle su verdadera identidad, pues Kira era en realidad hija del Emperador Negro.

A pesar de su extraña apariencia, Kira había sabido hacerse amigos entre los jóve-nes estudiantes de Esmeralda. Estaba ena-morada en secreto del aprendiz de mago Hawke, un joven elfo de profundos ojos verdes que también tenía las orejas puntia-gudas, aunque reservaba una parte de su co-razón para Wellan, el deslumbrante caballe-ro principal del reino de Esmeralda. No lo podía ver a menudo, porque con frecuencia partía a realizar arriesgadas misiones en di-versas zonas del territorio; además, los ca-balleros mantenían en general muy escasos contactos con los alumnos. Pero se compla-cía escuchando todos los éxitos y las aventu-ras que se contaban sobre él, imaginándose al mismo tiempo a su lado interviniendo en fantásticos combates.

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Aunque era la invitada del rey de Esme-ralda y dormía en el palacio en lugar de hacer-lo en la torre donde se alojaban el resto de los alumnos, Kira no gozaba de ningún trato de favor. Asistía a las mismas clases y recibía el mismo aprendizaje que sus compañeros. Sabía perfectamente que el maestro Abnar le tenía un aprecio especial, pero jamás intentó abusar de este privilegio. Debido a que se sentía igual que sus compañeros, la muchachita malva se presentó en el gran patio del palacio para ser asignada como escudero a alguno de los caba-lleros de Esmeralda. Pero ya había catorce, y podía corresponderle servir a Chloé, Wanda o Bridgess, aunque su preferido fuera Wellan.

Situados en fila ante los muchachos, con las manos sobre las caderas y las piedras pre-ciosas de sus corazas resplandeciendo al Sol, los caballeros aguardaban las decisiones de Elund, que era quien iba a distribuir a los es-cuderos. El mago comenzó por asignar ayu-dantes a los caballeros recién confirmados, de forma que Milos fue destinado a Kevin, Brennan a Wimme, Corbin a Nogait, Derek a Buchanan, Kagan a Wanda, Pencer a Kern, y Swan a Bridgess. Kira vio de este modo cómo se desvanecían sus primeras ilusiones.

Sintió al mismo tiempo cómo la invadía un calor inexplicable que le llenaba el alma de ternura, como intentando protegerla de una amarga decepción. Elund siguió asignando Colville a Dempsey, Murray a Falcon, Morgan a Jasson, Curtis a Bergeau, Hettrick a Sento, Cameron a Wellan y Ariane a Chloé.

La muchachita malva creyó que se iba a derrumbar. Ninguno de sus compañeros do-minaba la magia como ella. ¿Por qué no ha-bía sido elegida? Miró sus manos con los ojos

bajos. Sin duda los caballeros se habían re-sistido a relacionarse con una aprendiza que se parecía más a un murciélago que a un ser humano. Mientras los nuevos escuderos se preparaban para acudir con sus maestros a la tradicional presentación de los nuevos aprendices a la gente, Kira se apartó silen-ciosamente, entró en el palacio y subió co-rriendo las escaleras hasta llegar al último piso. Salió por una ventana y fue a refugiarse en el tejado, donde lloró amargamente apo-yada en un saliente de piedra.

Ya había cumplido nueve años, pero no había logrado crecer lo suficiente ni conse-guía engordar, a pesar de que comía como un ogro. Aunque sus pupilas verticales le ase-mejaban a un gato, su inteligencia y su co-razón eran plenamente humanos. Según las reglas de la Orden, los caballeros no podrían formar nuevos escuderos hasta pasados siete años, y entonces sería ella demasiado ma-yor para convertirse en aprendiza. ¿Por qué no le habían avisado Elund y Abnar de que su candidatura no iba a ser aceptada? ¿No sabían que eso la iba a humillar ante todos los habitantes del palacio? Sus compañeros eran ya aprendices y tenían su misma edad. No podía hacerse a la idea de compartir las mismas clases que los niños pequeños, que entonces estaban comenzando a iniciarse en los recursos de la magia. Sus sueños aca-baban de derrumbarse. Nunca llegaría a ser una caballera, nunca conseguiría vengar la muerte de sus padres. [...]

* * *